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Dos estudios en torno al libro de Beccaria y la utopia de Tomás Moro



  1. Las
    infracciones
  2. Las
    penas
  3. Tribunales penales
  4. La
    utopía de Tomás Moro

Si yo no tuviese más merito que ser
el

Primero que hubiese presentado a Italia
con

Alguna mayor evidencia lo que en
otras

Naciones se haya osado escribir y
comenzado

A practicar, me consideraría
afortunado solo

Por ello…Igualmente fatales, las
bendiciones y

Lagrimas de un solo inocente en los
transportes

De su alegría, me
consolarían del desprecio de

Los hombres.

César Beccaria.

Las
infracciones

El libro de César Bonesana, mejor conocido como
el Marqués de Beccaria, se nos presenta ante la vista tal
como es, en su encuadernación de lujos verde aceituna y
con una inscripción dorada en el lomo: Beccaria de los
Delitos y las Penas. Pasando el extenso prologo de Constancio B.
de Quirós y adentrándonos en el contenido del
libelo en tamaño, enciclopedia por el contenido, y porque
no decirlo de una vez, un Evangelio en la sustancia.

Su como discípulo de Pedro Henríquez
considero que el libro debiera llamarse De las Penas y los
Delitos, por la colocación que tienen estas antes que los
delitos, no obstante se levanta en mi el alumno de Artagnan
Pérez y de Mercedes María Estrella, para echar a un
lado el contenido la critica literaria. Es necesario que
despierte al penalista dormido, por eso comenzaré el libro
por donde su autor lo concluyó. Así es que por las
infracciones entraremos al libro en torno al cual nos proponemos
hacer nuestro estudio.

Para el joven economista milanés, comedor de
spaghetti y aficionado a la homosexualidad, los delitos hay que
verlo por: "…por el daño a la sociedad-que-es la
verdadera medida a los delitos". Para agregar a
continuación que ésta es una verdad tan palpable,
que aun cuando no necesite cuadrante ni telescopio, no
están al alcance de todo el mundo."

Y es que el improvisado penalista de veintiséis
años, hay delitos que destruyen inmediatamente la sociedad
en la que se comenten, o a la persona que la represente; otro
delitos ofenden la seguridad particular de los ciudadanos, esto
es: "…en su vida, sus bienes o su honor; y algunos otros
son actos contrarios a lo que cada cual está obligado a
hacer o a no hacer en vista del bien publico." Luego nos presenta
los delitos "atroces", los cuales principian por el homicidio;
pasando en segundo lugar a los "delitos menores".

Luego, un centenar de paginas más adelante,
encontramos una "tercera" clase de delito, donde entran: "los
delitos que van contra la tranquilidad publica y la quietud de
los ciudadanos"; pero no obstante ésta enumeración,
en el que entran los delitos tales como "los adulterios, la
lascivia, que son delitos de prueba difícil", nos dice
bien claro, como para poner un corolario al asunto de los
delitos: "Cualquier acción que no esté comprendida
dentro de estos limites, ni pueda ser llamada delito ni castigada
como tal, sino por aquellos que tengan algún
interés en llamarla de tal modo".

Como hemos podido observar, para que un delito sea
considerado como tal, es necesario que una ley diga que tal cosa
no se debe hacer, o el no hacer tal cosa es considerada como una
infracción por las lees que están vigente en una
época determinada, así como en un lugar preciso.
Dicha ley debe emanar de la persona que tiene el poder para
hacerla.

Y es entiende Beccaria el delito, de la misma manera que
la entendía el más conspicuo de los penalistas
clásicos alemanes, Anselmo von Feurbach, cuando
sentenciaba: Nullum crimen, nulla poena sine lege.

Visto lo que es el delito, y por que debe
llamársele de por ese nombre, veamos uno de los delitos
que enfoca Beccaria. Para él, el más grande de los
delitos es el de Lesa Majestad, que según él "son
los primeros de todos y los mayores, por ser los más
dañosos". Y que para él, "todo delito, aunque sea
privado, ofende a la sociedad."

Desde este prisma, todo delito que se cometa, por ir
contra la sociedad, podría decirse que es de Lesa
Majestad; pero el Marqués se cuida muy bien para cerrar su
capitulo sobre éste delito diciendo:"La acciones morales,
lo mismo que las físicas, tienen su limitada esfera de
activad, y están diversamente
circunscritas…"

Luego cuando procede hablar de los delitos contra los
particulares, que a su feliz decir son: "Los atentados contra la
seguridad y la libertad de los ciudadanos, son delitos de los
mayores; y bajo esta clase entran no solo los asesinatos o hurtos
cometidos por los plebeyos, sino también los de los
grandes y los magistrados, cuya influencia obra a mayor distancia
y con mayor vigor, destruyendo en los súbdito las idea de
justicia y de deber, reemplazada por la del derecho del
más fuerte, tan peligroso finalmente en quien le ejerce y
en quien la sufre."

Es así que hay que tener mucho cuidado, porque si
la clase baja, el pueblo llano comete sus errores, como lo hace
siempre, la clase alta se equivoca con frecuencia, y estas
equivocaciones son más costosas, en virtud de las personas
que las cometen.

En el Tratado entran también las Injurias al
honor, lo cual no es más "la porción justa de las
simpatías que un ciudadanos tiene derecho a exigir de los
otros", y que en caso de que se le ofenda, "deben castigarse con
la infamia". Como hombre de noble cuna, el Marqués
considera este honor como un articulo indispensable para el
hombre de palabra, a la vez que agrega: "Este honor es una
condición que muchísimos hombres ponen a su propia
existencia".

Considera que el delito del Hurto, pero visto desde dos
aspectos para los cuales sugiere penas muy diferentes. Primero,
el hurto "a que no va unida la violencia, deberían
castigarse con penas pecuniaria." Y en segundo lugar nos dice:
Pero cuando el hurto vaya acompañado de violencia, la pena
debe ser también una aleación de castigo corporal
con la servidumbre penal."

Luego abre el tratadista un acápite para un
delito que tal parece no es delito, pero que lo considera como
tal. Es el Contrabando, que para la forma de ver del escritor,
que es un romántico, teórico y burgués: "El
contrabando es un verdadero delito que ofende al Soberano y a la
nación; pero su pena no debe ser infamante, porque
cometerle no produce infamia en la opinión
publica."

Al final de la división para los hurtos, se
agrega una división para el delito de la deuda. Dice
Beccaria a éste respecto: "Pero yo creo importante
distinguir al insolvente doloso del inocente; el primero
debería recibir igual pena que se asigna a los
falsificadores de moneda, porque falsificar una pieza de metal
acuñado, que representa una prenda de las obligaciones de
los ciudadanos, no es mayor delito que falsificar las
obligaciones mismas. Pero el insolvente inocente,…
¿Qué bárbaro motivo deberá ser
recluido en prisión, privado del único y triste
bien que le resta, o sea la libertad".

Siguiendo el mismo catalogo trazado por el autor de Los
Delitos y de las Penas, encontramos la tercera clase de delitos
que un ciudadano puede cometer, y ésta es la
infracción contra la Tranquilidad Publica.

Este delito lo debemos ver en los alborotos y los
tumultos en las calles, los discursos fanáticos que
excitan las fáciles paciones de las multitudes curiosas y
de las demás personas no amante de la quietud.

Encontramos en la obra un delito que no tiene castigo, y
es el del suicidio. Beccaria está de acuerdo en que: "El
suicidio es un delito que parece no poder admitir pena
propiamente dicha, supuesto que la pena no podrá recaer
sino sobre inocentes o sobre un cuerpo frío e insensible".
Ya que los hombres no pueden castigar éste delito, solo
Dios lo puede hacer, lo cual ha de suceder después de la
muerte del suicida.

El ultimo de los delitos del que trata la obra, ha de
ser desmontado en piezas, tal como lo hace el autor, y que el
titula Delitos de Pruebas Difícil. He aquí lo que
él escribe: "Estos delitos son el adulterio, la Venus
ática y el infanticidio".

El adulterio, tal como lo ve Beccaria, no debe ser
castigado, así es que no se le debe considerar como una
infracción; y esto lo decimos, porque es un delito muy
generalizado en nuestros días, tal como lo fue en los
días del Marqués.

En el Código Penal Dominicano era tenido como una
infracción privada, ya que solo el que lo sufría
era la única persona que podía incoar la demanda y
la petición de justicia. En los artículos que iban
del 336 hasta el 339 inclusive tipificaba éste delito,
pero fueron reemplazados los artículos y la
infracción el atentando contra la personalidad y dignidad
de la persona.

Sobre el delito denominado la Venus ática, que es
lo mismo que el aborto, fue un delito duramente combatido en
nuestra Legislación, por entender que es el origen de la
personalidad jurídica del individuo. En nuestro derecho,
el simplemente concebido es protegido por la ley, a
condición de que nazca vivo y viable. Las campañas
establecidas para que la madre pueda abortar sin penalidad,
pronto han de poner fin a este delito.

En cuanto al infanticidio, según lo cree
Beccaria, lo cometen las mujeres que: "Cuando han cedido a vivir
maritalmente por debilidad o por violencia".

Existe un delito que se quiere atribuir que fue tratado
por nuestro autor, quien fue amigo en la intimidad de los Verri,
pero que el Marqués milanés no trata en su trabajo,
y que tampoco tuvo intención de tratar. Este delito, es el
de lo invertidos sexuales. Era de público conocimiento que
los Verri eran homosexuales, ¿Cómo no lo iba a ser
Beccaria, que era harina del mismo costal?

Es así, que si don Constancio de Quirós me
lo permite, el delito de la homosexualidad no es tratado por
Beccaria, y si lo hubiese tratado, como el movimiento mundial que
existe a favor de los derechos de los homosexuales, éste
hubiese resultado obsoleto, ya que se encuentra esta actividad
despenalizada, y más que eso, las uniones entre personas
del mismo sexo ya está recibiendo la bendición en
las iglesias.

Con esto se pone punto final a la parte que corresponde
a las Infracciones, en lo que concierne al libro de
Beccaria.

Las
penas

Es en ésta parte de su obra, que César
Bonesana, el Marqués de Beccaria se nuestra más
indulgente, más compasivo, quizás siendo esa la
causa de que sea considerado como un filosofo y humanista. En
ésta sección, el autor es claro en lo que se
refiere a las penas, pues nos dice: "La finalidad de las penas,
por tanto, no es otra sino la de impedir al reo que nuevamente
dañe a sus conciudadanos, impidiendo también que
los delitos los cometan otros tantos." Vista de es forma, las
penas no son más que medidas para salvaguardar a la
sociedad de los daños.

Como la presión es una pena, Beccaria la trata
una figura de los delitos, en lo que se refiere a cada una de las
infracciones; por eso, la prisión debe ser después
de que se a confesado que se cometió un delito; y algo
más, solo la ley puede determinar los casos en que un
hombre pueda merecer tal pena.

Una vez que el delito fue confesado, es necesario que la
pena que se aplique sea justa, y para que sea justa debe haber un
justo grado de intencionalidad, para que pueda apartar del delito
al hombre que lo cometió, y que sierva de ejemplo a los
demás.

Es luego, cuando trata la pena de muerte, tan general en
su época, que se expresa en un tono que debiera ser
releído por siempre, sobre todo en esos países
donde no ha sido raída de sus Constituciones, donde se
aplica dicha pena en los Pasillos de la muerte, así como
en los supuesto intento de Fuga, o donde existe el intercambio de
disparo.

Copiamos lo que él dice: "Por tanto, la pena de
muere no es un derecho, puesto que he demostrado que no puede
serlo, sino que es una guerra de la nación con un
ciudadano, en que se juzga necesaria o útil la
destrucción de éste. Pero si llego a demostrar que
la muerte no es útil ni necesaria, habrá ganado la
humanidad."

Es después de esto que enumera dos razones, bien
razonables, valga la redundancia, para los casos en que la pena
de muerte se pueda aplicar. Primero: Cuando interese a la
seguridad de la nación; esto es, cuando matando a un
ciudadano se paralicen los delitos de los
demás.

Éste es un gran aporte, viniendo de parte de un
teórico, es como si fuese un analgésico a los
dolores los de tontos que morían en sus tiempos. Esto lo
dice por las tantas penas de muerte que se dictaban en su tiempo:
"Me parece absurdo que las leyes, que detestan y castigan el
homicidio, cometan ellas mismas también uno, ordenando un
homicidio publico para alejar a los ciudadanos del
asesinato."

Si Beccaria se ensañó contra la pena de
muerte, del mismo modo lo hizo contra los Bandos tan de
última en sus días, así como contra la
muerte civil. Las confiscaciones las consideraba como una especie
de poner precio a las cabezas de los débiles, ya que era
hacer sufrir al inocente la pena del reo, lo cual les obliga a
cometer actos contrarios a las leyes.

El filosofo y publicista hace uso de su sentido
común, para decir que el lugar donde se cometió la
infracción es el lugar donde se debe penar. Él va
más lejos, al poner las penas como más justa
siempre y cuando están más próximas a la
comisión del delito. Para esto usa los rudimentos de la
psicología, cuando agrega: "Está demostrado que la
asociación de las ideas es el cemento de toda la fabrica
de la inteligencia humana, sin el cual el placer y el dolor
serian sentimientos aislados y de ningún
efecto"

El joven milanés pide para que se halle una
proporción entre los delitos y las penas. Ésta es
la razón que alega: "Si una pena igual se impone a dos
delitos que ofenden a la sociedad desigualmente, los hombres no
encontraran obstáculos mas fuerte para cometer el delito
mayor, si con ello va unida una mayor ventaja".

En otro lugar apunta: "…de modo que no decrete
para los delitos de primer grado las penas de los
últimos."

No se le puede pedir más a un hombre de su
tiempo. El pide y reclama comodidades y ventajas para los
desgraciados, para los hijos pródigos de Dios; para
aquellos que por circunstancias atenuantes se han visto en la
necesidad de violar un pacto de los hombres pecadores iguales que
ellos, pero que no están en igualdad de
circunstancias.

Tribunales
penales

No se debe olvidar que Beccaria no era un jurista, por
esa razón, esta parte de su obra es muy deficiente,
inconsistente, tímida, simplista, y es más, el se
rehúsa a tratar el tema de los tribunales penales. A esta
conclusión se llega si se lee renglón tras
renglón, línea sobre línea.

Por lo que sabemos de su obra, y por la influencia que
sobre él había ejercido Rouseau con su Contrato
Social,
por lo cual, fruto de esa tutela, es que encontramos
tan solemne sentencia: "Aquí tenemos la necesidad de un
magistrado cuyas sentencias sean inapelable…"

Pero se debe entender que el poder de interpretar las
leyes no le corresponde a los magistrados, ya que éste
poder reside en "los jueces del orden criminal". Y es que estos
jueces criminales no pueden ser hombres retraídos de los
asuntos de sus semejantes, sino que ellos deben participar de las
mismas situaciones de los delincuentes; esto significa que ellos
deben sentir por la causa del que sufre y de los que padecen
dolores. Ellos deben ser en parte reos y en parte libres, deben
ser parte del que ha sido ofendido.

Para evitar que la suerte de un ciudadano no cambie con
frecuencia, ya que es necesario transitar de un tribunal a otro,
Beccaria sugiere que los tribunales en asuntos penales, sean
tribunales especializados. Las preguntas que se les hagan al reo,
no pueden ser preguntas capciosas, cuya respuesta le comprometa
por el solo dicho de su boca. Ante todo, debe haber más de
un testigo que declare en contra. El juicio debe ser
público, como pública ha de ser la sentencia que se
dé contra él. Es necesario que al reo se le
dé la oportunidad de defenderse el mismo, si así lo
desea.

Los juicios pueden ser de dos formas, según el
punto de vista del tratadista. El proceso ofensivo, que
era el usado en sus tiempos; y el que él consideraba el
verdadero juicio, éste es el proceso informativo,
el cual consiste en la investigación indiferente y
objetiva del hecho.

Digno seria cerrar éste estudio en Torno al Libro
de Beccaria, citando lo él dice de los tribunales: "Pero
mediando confesión, el juez se apodera del cuerpo de un
reo y le aflige con metódicas formalidades para adquirir
todo el provecho que pueda, como si fuera un fondo adquirido por
él"-

La utopía
de Tomás Moro

INTRODUCCION

1. EL AUTOR Y SU OBRA:

A. El autor:

Para hablar de Tomás Moro, el autor de
Utopía, libro que trataremos de penetrar hasta su meollo
por medio de un análisis de fondo, nos es tan fácil
como podría parecer. Son varias las razones que nos
inducen a hacer semejante afirmación. Una de ellas, es el
carácter de autor en cuestión; segundo, la poca o
escasa bibliografía que se tiene sobre Moro, llegando esta
limitación a dejarnos perplejo. En tercer lugar, se hace
difícil biografiar a un hombre que ha sido llevado a los
altares por la iglesia de Roma, y que William Ropero ha
magnificado con su hermosa biografía.

De Moro se puede decir, que junto con el italiano
Nicolás de Maquiavelo y el holandés Erasmo de
Rotherdand son los tres escritores más influyentes de su
tiempo. Pero de los tres, Moro tiene la gracia de ser el
máximo representante del lento Renacimiento, que de una
manera tímida llegaba del continente a las playas de Gran
Bretaña.

Fue Tomás Moro el hombre público que
llegó a desempeñar un sinnúmero de misiones
diplomáticas, llegando hasta el puesto de canciller de
Enrique V111. Esas incursiones en la política fueron la
causa le hiciera perder la cabeza; pero sin ser maltratada su
barba, que en tan gran estima tenia y llevaba.

En su época, gozo de una fama universal por su
erudición, a pesar de ser muy poco lo que escribió,
siendo su obra más notable la que nos ocupa en este
momento, y que fue publica en 1516, y en lengua latina. Las ideas
que se defienden en esta obra, y el estilo elevado que usa para
hacerlo, lo colocan en la cúspide del pensamiento moderno.
Su martirio, como el de Sócrates, lo hace ser testigo de
la razón que defiende, contra la razón de Estado.
El la lucha de la Topía contra la
Utopía.

No fue tanto su oposición al rompimiento del
Estado con la Iglesia, lo que hizo que rodara su cabeza,
¿no persiguió Moro a los herejes, a los
fanáticos y todos los que se oponían a su modo de
pensar?, sino que la astucia de Ana Bolena, la que hizo de Moro
un mártir, a quien su iglesia convirtió en
santo.

Es en nombre de las ideas de Maquiavelo, que el amigo de
Erasmo sufre la muerte digna de su investidura. Murió
nuestro autor en 1535, durante el reinado de Enrique V111 de
Inglaterra, cuando tenía la edad de 57 años. Si
bien es cierto que murió vejado, murió con
dignidad, pecando por segunda vez el Estado contra la
Filosofía.

B. La obra:

Desde su mismo titulo, Utopía, palabra formada
por dos raíces griegas: 0ú, que significa no, y
tópo, que significa lugar. Por eso utopía es el
lugar que no existe, pero que según la descripción
de Hitlodeo, tiene muy poco que envidiarle al Paraíso
perdido, a la Tierra prometida, o la Nueva Jerusalén.
Utopía es la contrapartida de los reinos de este mundo. Es
el lugar donde se critican los abusos de los gobiernos, donde se
satirizan las instituciones educativas, a la vez que se defiende
la tolerancia religiosa. En esta obra la ironía es fina y
sutil, y cual si fuera un tábano perseguidor de las clases
sociales pudientes: iglesia, magistrados, terratenientes,
nobles…todos son punzados por ella.

2. Temática y Argumento de la
obra:

A: Temática.

Por desavenencias entre Enrique V111 de Inglaterra y
Carlos V, fue enviado Tomás Moro a Flandes, para allanar
las dificultades. Moro va a Amberes a visitar a Pedro Egido, el
cual le presenta al portugués Rafael Hitlodeo, quien le
cuenta de sus viajes y aventura junto a Américo Vespucio,
de cómo estuvo en Utopía.

Éste Hitlodeo le cuenta de su estadía en
Inglaterra, y de su amistad con Juan Morton. En
compañía de Morton, quien es arzobispo, se discute
con un laico lo excesivo de las penas, el castigo de los ladrones
y la creación de parásitos, los cuales cuando le
faltan los protectores, se hacen delincuentes. Una de las causas
de la existencia de ladrones, son los soldados cesantes,
poniéndose como ejemplo a Francia, donde los soldados son
una verdadera plaga.

También se habla de los pastores y abades, los
cuales por tomar la lana, han puesto rabiosas a las ovejas, las
cuales han llegado hasta a comer hombres. Estos curas y obispos,
son: "ogros, azotes insaciables y cruel de su patria…" Es
el afán de lucro que ha hecho que las cosas falten donde
deben abundar. Estos son los males que se deben
combatir.

Es entonces cuando el interlocutor se propuso, para
replicar, pero el Cardenal no se lo permitió; razón
por la cual Hitlodeo hace esta afirmación:
"Paréceme, contesté, ¡oh bondadosísimo
padre! Absolutamente inicuo arrebatarle la vida a un hombre por
que haya robado dinero; creo que la vida humana está por
encima de todas las riquezas del mundo."

A renglón seguida, pone los ejemplos de Roma y de
Persia. Cita el caso del país de Polilerita, el cual
visitó, donde el que roba debe restituir lo robado, como
se lee en la Biblia. En éste país, el preso trabaja
para el Estado, y es alquilado a los particulares como
jornalero.

En este momento interviene el bufón, el cual
procede a satirizar a los clérigos, lo que desencadena una
guerra entre el laico y el bufón; guerra que viene a ser
sofocada por el Cardenal.

Se procede a criticar ásperamente las
maquinaciones de un Estado con otro, la insensatez de las guerras
entre las naciones; y lo que es peor, lo torpe de los consejos
que dan los consejeros, llegando estos consejeros a ser
catalogados como: "indignos y perniciosos para el
rey."

También se critica la pobreza del pueblo y las
riquezas de los gobernantes. Se dice que la ley de los
Macarienses sobre las riquezas del príncipe, lo
perjudicial de la filosofía de los escolásticos
para los reyes. También se dice que mientras exista la
propiedad privada, existirá la maldad.

Se magnifican las: "Sapientísimas e
irreprochables instituciones de Utopía, país en que
todo se administra con pocas leyes y tan eficaces…" Los
habitantes de Utopía no son sabios, pero sabe hacer uso de
las cosas.

3. Los motivos en el libro:

Los viajes marítimos.

El castigo a los delincuentes.

Critica a los parásitos.

Critica a los castigos excesivos.

Maquinaciones entre las naciones.

Insensatez de las guerras.

Critica a la propiedad privada.

Necesidad de que los gobernantes sean filósofos,
y los filósofos gobernantes.

Deseos de un país mejor:
Utopía.

4. Personajes de la obra:

Moro: Ministro inglés en Brujas.

Pedro Egidio: Potentado holandés, amigo de
Moro.

Rafael Hitlodeo: Viajero portugués, amigo de
Egidio.

Juan Morton: Cardenal-Arzobispo de
Canterbury.

Un laico: Amigo de Morton, entendido en derecho, y quien
inicia una polémica con Hitlodeo.

El bufón: Está en la casa de
Morton.

5. El ambiente de la obra:

El ambiente del libro primero de Utopía, es en la
casa que Moro tiene en Brujas. En un solo día transcurre
lo sucedido en este libro. Lo que sucede se inicia en las horas
de la mañana, y se extiende hasta la hora de
comida.

6. La Utopía de Mora frente a mí como
lector.

¿Qué significado tiene para mí
éste libro de la Utopía de Moro?

Debo confesar que tiene muchos significados, ya que su
autor esta vivo, latente y perenne. Es más, Moro es un
autor permanente, un clásico. Una vez escribí
diciendo que Bécquer tenía influencia en todo
escrito joven de poesía, y que en nuestros inicios, todos
somos becquerianos, lo mismo sucede con la Utopía, todos
tenemos nuestros sueños. Todos, unos más, otros
meneos, hemos vivido nuestras propias Utopías, hemos sido
gobernantes o gobernados en el país donde todo es paz,
dicha, amor, alegría. Todos hemos habitado ese un
Chankinikitan, como decía Tagore.

¿Quién no ha querido vivir en el
país donde el cojo salta de alegría, donde el
león y el cordero pacen juntos, donde un infante de meses
juega con la serpiente de cascabel, o se duerme a los pies del
fiero felino?

A mi entender, la Utopía es la copia original en
la que se inspiró Francis Bacón para su Nueva
Atlántida, y la que leyó Campanella para su
apología de La Ciudad del Sol. Es probable que Daniel
Defoe la leyera, para sacar el material de su Robinson Crosoe, y
de la cual Jonathan Swift hizo la más burdas de todas las
caricaturas, en uno de Viajes de lo Lemuel Gulliver.

¿Por qué no decir que Marx, Engels,
Lenín y Mao son utópicos? Creo que Moro debe ser
leído, y que su obra es uno de esos extraños
monumentos que no pierden vigencia, que son perennes y que su
verdor y frescura dura para siempre. Por eso debemos leer a Moro,
en la misma forma que el leyó la República de
Platón, para poder tener un lugar donde
refugiarnos.

 

 

Autor:

Humberto R. Méndez B.

 

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