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La escritura creativa y su importancia en la transformación de niños y jóvenes




Enviado por Edinson Pedroza Doria




    La escritura creativa y su importancia en la
    transformación de niños y jóvenes desde la
    educaciónMonografias.com

    La escritura creativa y su importancia
    en la transformación de niños y jóvenes
    desde la educación

    Alguna vez el maestro Estanislao Zuleta escribía
    "…el arte es primordial, porque el hombre se posesiona del
    universo por medios artísticos. Un mundo no significativo,
    un mundo desnudo sería inhabitable, un mundo solamente
    práctico, donde el hombre no pudiera proyectar sus
    temores, esperanzas, donde no pudiera calificar las cosas.",
    haciendo alusión a la importancia que hay en la
    creatividad del ser humano como herramienta para semantizar y
    darle sentido a su existencia. Quizá lo expresó
    significando ese amor que siente el artista en su actividad
    creadora o pensando en recoger una visión enriquecedora de
    los momentos epifánicos que vivencia el creador de
    arte.

    La historia creadora de la humanidad indica que uno de
    los actos más humano y hermoso de la especie humana es la
    escritura. Entendida ésta como la cristalización
    del poder y belleza de la palabra, del conocimiento, de la
    significación y del placer estético, a
    través de una simbología.

    Según Aristóteles, el hombre es el ser de
    la palabra; por tanto, está inmerso en ese marasmo
    sígnico del cual se vale para ser más Ser y
    trascender en sus posibilidades.

    ¿Pero, cómo llegó el hombre a la
    palabra o cómo llegó la palabra al hombre y
    también a la escritura? sería, dándole una
    pincelada socrática, la pregunta por resolver.

    Tal vez sea un enigma según George Steiner;
    "…un enigma que sólo vale la pena plantearse para
    espolear el juego del intelecto, para abrir los ojos al portento
    de su genio comunicativo, pero no es una pregunta cuya respuesta
    segura esté al alcance de los humanos".

    Lo interesante es que la palabra existe y palpita en la
    realidad donde el hombre se halle y, a su lado, está esa
    inherente capacidad escritural como actividad
    lúdico-creadora la cual es aprehendida para expresarse
    estéticamente.

    La escritura como creación del intelecto humano
    es un acto obsesivo y placentero. Siempre obliga al hombre a
    tener más conciencia de sus capacidades y
    limitaciones.

    Asimismo, lo desborda en su misma creación. Con
    ella, él desentraña y horada su febril capacidad de
    idealizar, crear mundos posibles, ficciones y saberes,
    presentándoles a los lectores fábulas ungidas de
    alucinaciones que van tejiéndose y coagulándose a
    través de su imaginación. Allí la
    fantasía puede o no subordinarse a la realidad o
    viceversa, insinuar caminos significativos que permitan al lector
    una salida de la minoría de edad. Es decir,
    abriéndole el entendimiento y despertándolo de los
    letargos a que ha estado sometido en el transcurso del
    tiempo.

    El creador de textos, en su obra, embiste una y otra vez
    con obsesión perfeccionista los artificios creativos hasta
    configurar un todo perfectible a través de la
    construcción, destrucción y reconstrucción
    de sus escritos. Envía señales que pueden o no
    servir de referentes hacia una posible comprensión e
    interpretación de los significados explícitos e
    implícitos.

    Sus bosques narrativos, como diría Umberto Eco,
    se crean para penetrarse por lectores acuciosos y avezados desde
    sus estructuras ideológicas, sus percepciones,
    motivaciones e intereses. Por esto es necesario que el escritor
    sepa configurar una textura acorde a las exigencias de sus
    potenciales lectores. El texto no puede quedarse aislado de
    factores consecuentes con el lector y el contexto, pues
    sería llover sobre mojado.

    Así mismo, los planteamientos, las descripciones,
    situaciones, conflictos y explicaciones aparecidas en los textos
    se manifiestan para ser desentrañados por el lector. El
    buen escritor reta a sus lectores. Si esto no se presenta, el
    texto se queda en la pasiva y oscura enunciación. Su
    trabajo se pierde en la oquedad del olvido.

    Como expresara alguna vez Kafka: "Si el libro que leemos
    no nos despierta como un puño que nos golpeara el
    cráneo, ¿para qué lo leemos? ¿Para
    que nos haga felices? Dios mío, también
    seríamos felices si no tuviéramos libros, y
    podríamos, si fuera necesario, escribir nosotros mismos
    los libros que nos hagan felices. Pero lo que debemos tener son
    esos libros que se precipitan sobre nosotros como la mala suerte
    y que nos perturban profundamente, como la muerte de alguien a
    quien amamos más que a nosotros mismos, como el
    suicidio.

    Un libro debe ser como un pico de hielo que rompe el mar
    congelado que tenemos dentro".

    Por otra parte, la escritura es un acto revelador,
    porque a través de ella, se expresan tendencias,
    perspectivas, ideologías, saberes y significaciones que
    activan al ejecutarse, según los estudios
    sicolingüísticos, el dispositivo cognitivo más
    grande al ser humano: la mente. Se encarga de ofrecer y abrir
    caminos de rebelión contra lo estatuido como verdad o como
    cosmovisión particular. Pues, si la lectura no perturba al
    lector, quiere decir que éste está domado y
    alienado; puesto que, si los pensamientos y conocimientos
    expresados en el texto escrito no perturban al lector, se
    comprueba que está siendo amansado, banalizado o
    reprimido, según el maestro Zuleta, o, en el peor de los
    casos, el texto no está bien construido.

    Considero que todo escritor, como toda aquella persona
    que desarrolle la escritura, siente un placer inmenso al momento
    de iniciar su actividad creadora y tiene, entre sus objetivos,
    provocarle a su potencial lector un sacudimiento fuerte que le
    despierte su sensibilidad a través de la forma como le
    presente su urdimbre escrita. Su esencia y función no
    pueden perderse en los meandros del desconocimiento.

    El escritor y lo escrito son un todo; no existen
    separaciones ni divergencias, pues viven materializados ante los
    ojos del mundo.

    Lo anterior demuestra que la escritura, además de
    cumplir funciones cognitiva-cognoscitivas y tomarse como
    estrategia de trascendencia y transformación de la
    conciencia humana, es un proceso posibilitador de
    placer.

    El hombre se sensibiliza y humaniza cuando se despoja de
    aquellos fantasmas que subyacen en su ser, en su interioridad y
    que por su naturaleza comunicativa y socializadora canaliza para
    su beneficio y el de los demás. No puede estar pensando en
    subordinaciones y miedos ancestrales reprimidos; el hombre es una
    fuerza cinética que trasciende el aquí y el ahora
    por medio del conocimiento, la educación, la cultura y la
    escritura, en especial, entre otras manifestaciones.

    No obstante, nos hemos acostumbrado a que en la
    enseñanza de la comunicación, en todas sus esferas,
    no se aborde el desarrollo de la lengua y de la escritura desde
    reales y concretas particularidades que potencialicen las
    capacidades de pensamiento y de creación de los
    aprendices. Pues como dice el profesor Álvaro Díaz,
    citando a Widdowson, si se tiene que enseñar la lengua en
    su función comunicativa, por un lado se tiene que centrar
    la atención en la forma cómo se usa ella para
    realizar actos comunicativos en el discurso y, en especial el
    escrito para configurar una cultura creadora desde la
    educación.

    La escritura es uno de los actos más humano y
    como tal está llamada constantemente a desarrollar las
    diversas dimensiones del ser y del pensamiento. Como acto
    creador, igualmente, la fábula escritural se presenta como
    alternativa trascendental en la formación de sujetos
    libres.

    El hombre se humaniza por la educación en la
    medida en que los saberes, y en especial la escritura, se
    materializan en su universo de aprendizaje con proyección
    en sus contextos reales. Sin olvidar la oralidad, el escritor
    puede jugar una y mil veces con la elasticidad de las palabras,
    cristalizando mundos escriturales, a través de una
    ética comunicativa consecuente con su
    pensamiento.

    No podemos olvidar que la escritura es un acto creativo
    que comienza con el supuesto de expresar querencias, necesidades,
    esperanzas, miedos, temores, pensamientos y sensaciones. El
    escritor enmarca su trabajo en el mundo de los intereses del
    lector potencial.

    Una tríada dialógica: lector-texto-autor,
    mediada por el contexto, posibilita la comprensión e
    interpretación de los mensajes explícitos o
    implícitos del texto.

    En la realización del texto, el escritor debe
    discutir virtualmente con el lector potencial, el
    propósito comunicativo y la intencionalidad; ya que, si
    esto no se realiza, la escritura queda desvirtuada y su
    función como constructora de conciencia se desfigura. He
    allí su importancia para educar a niños y
    jóvenes.

    El texto creado demuestra que la palabra escrita libera
    al hombre del silencio inoficioso y de la animalidad; pues, como
    creación desborda la mera reflexión desde su
    representación gráfica hasta llegar a la
    abstracción filosófica más profunda y al
    disfrute del placer más intenso. Sin olvidar la
    divergencia que existe entre autor-lector; ya que, la lectura no
    está hecha para acordar, sino para luchar,
    disentir.

    En sí, la polifonía semántica que
    subyace en la escritura es el argumento a favor de su importancia
    como crisol del pensamiento de la humanidad en los momentos
    actuales para educar a hombres y mujeres de esta época
    crucial. La palabra escrita abre caminos en el laberinto de los
    jardines que se bifurcan, obligando a los lectores a realizar
    acciones cognitivas más allá de la simplicidad de
    lo textualizado.

    En todo texto se compendian los saberes que la humanidad
    ha producido desde tiempos inmemoriales.

    Tal vez parodiemos a Borges, manifestando que un texto
    no es más que la repetición de uno primigenio que
    se escribió desde la antigüedad. Pero, en ese proceso
    de imitación palimpséstica, valen los aportes que
    los nuevos creadores realizan acordes a sus realidades,
    pensamientos y sensaciones.

    La escritura, según mi percepción, sirve
    de fuerza motriz y de alternativa humanizadora para las
    necesidades de una sociedad como la nuestra.

    No basta con producir textos escritos y dejarlos para
    que los otros los desechen y los desconozcan en su esencia
    sugerente y propositiva; la razón de éstos, como
    alternativas de transformación cognoscitiva desde lo
    educativo, radica en su capacidad semiótica y
    dignificadoras de la condición humana.

    Finalmente, George Steiner manifiesta que "toda gran
    escritura brota de le dur désire de durer la
    despiadada artimaña del espíritu contra la muerte,
    la esperanza de sobrepasar al tiempo con la fuerza de la
    creación", frase que hace mención al deseo
    acendrado de crear para perdurar en el tiempo. La escritura
    vivifica al hombre y lo hace Ser, más si lo hace desde los
    primeros años en la escuela.

    Referencias bibliográficas:

    Díaz, Rodríguez Álvaro.
    "Aproximaciones al texto escrito", Medellín-Colombia,
    Editorial Universidad de Antioquia, Tercera Edición,
    1995.

    Zuleta, Estanislao. "Arte y Literatura",
    Medellín-Colombia, Hombre Nuevo Editores, 2001.

    Steiner, George. "Lenguaje y Silencio" Ensayos sobre la
    literatura, el lenguaje y lo inhumano, Barcelona-España,
    Gedisa Editores, 1994.

     

     

    Autor:

    Edinson Pedroza Doria

    Profesor del Distrito de Cartagena de Indias en la
    Institución Educativa Nuestra Señora del Perpetuo
    Socorro y de Comunicación Oral y Escrita en la
    Fundación Universitaria Tecnológico
    Comfenalco.

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