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Fraudes paleobiológicos




Enviado por Jesús Castro



Partes: 1, 2

  1. Sensaciones y
    percepciones
  2. Paradigmas
  3. Ruptura
    paradigmática
  4. Paradigma
    evolutivo
  5. Paradigma
    materialista
  6. Paradigma
    paleoevolutivo
  7. El fraude del
    ictiosauro galés
  8. El hombre de
    Piltdown
  9. Mosca del
    ámbar
  10. Fósiles del
    Himalaya
  11. El
    Archaeoraptor
  12. Conclusión

Según el estado actual de los conocimientos de la
neurociencia cognitiva, parece ser que desde los primeros
estadios de la formación de nuestro cerebro la tendencia
de éste es a filtrar las sensaciones y a tomar nota
sólo de una exigua minoría de ellas, las que, para
el embrión o el feto, constituyen los datos más
relevantes de cara a la supervivencia o al confort del individuo.
El filtraje de las sensaciones en estos primeros momentos parece
estar gobernado por algoritmos biológicos
automáticos, pues la actividad consciente es en todo caso
mínima y las funciones racionales son absolutamente nulas.
Sin embargo, posteriormente, la voluntad del individuo ya crecido
suele jugar un papel cada vez más importante en la
construcción de sus filtros perceptivos.

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Sensaciones y
percepciones.

La sensación se refiere a experiencias inmediatas
básicas, generadas por estímulos aislados simples
(Matlin y Foley 1996); se define en términos de la
respuesta de los órganos de los sentidos frente a un
estímulo (Feldman, 1999). La percepción incluye la
interpretación de esas sensaciones, dándoles
significado y organización (Matlin y Foley 1996). La
organización, interpretación, análisis e
integración de los estímulos implica la actividad
no sólo de nuestros órganos sensoriales, sino
también el concurso de nuestro cerebro (Feldman,
1999).

Cuando un músico ejecuta una nota en el piano,
sus características de volumen y tono son sensaciones. Si
se escuchan las primeras cuatro notas y se reconoce que forman
parte de una tonada en particular, se ha experimentado un proceso
perceptivo. Las diferencias entre las categorías de
sensación y percepción no parecen muy claras,
máxime si se considera que en ciertos casos un hecho
ocurre a la par de otro.

Se acepta generalmente que la sensación precede a
la percepción y que ésta es una diferencia
funcional sencilla; en el proceso sensible se percibe un
estímulo, como puede ser la alarma de una puerta, luego se
analiza y compara –percepción– la
información suministrada por ese estímulo y se
resuelve si es necesario asumir una actitud de alerta frente
algún peligro o si simplemente es cuestión de
apagar el dispositivo que accidentalmente accionó la
alarma. Todo esto, aunque en esencia parece trivial, constituye
el resultado de la acumulación de grandes volúmenes
de información que se interrelaciona de algún modo
para llegar a una conclusión que parece
automática.

Este ejemplo nos remite a considerar otro
límite aún más impreciso: el que existe
entre la percepción y la cognición.
Esta última involucra la adquisición, el
almacenamiento, la recuperación y el uso del conocimiento.
En el ejemplo del músico, luego de la sensación del
sonido, se percibe que se trata de notas musicales –sonidos
diferenciados y articulados–, pero si esas notas nos llevan
inmediatamente a tararear el "Vivo cantando" (de Salomé,
1969), sabremos que se trata de una canción pop
española y que debemos palmotear al entonarla; aquí
se produce un proceso cognitivo puesto que se "rescató"
una secuencia de recuerdos –música pop, entonar,
palmotear, etc.– que entrelazados a través de un
esquema, influyeron en el despliegue de una conducta.

La avalancha de datos sensoriales y sus
necesarias filtraciones perceptivas (para evitar la
sobrecarga de información y el atoramiento
mental subsiguiente, tal como una megadosis de alimentos
ingeridos acarrean el atasco del aparato digestivo) facilitan la
elaboración mental cognitiva, existiendo un bucle de
interacción entre la mente y el sistema perceptivo que
cristaliza en la forma de paradigmas. Estos paradigmas generan
filtros cognitivos y perceptivos que, en principio, cumplen la
misión de aligerar y aliviar las elaboraciones mentales
(tal como los filtros del aparato digestivo ayudan a dosificar la
ingesta y a facilitar consecuentemente la asimilación de
los nutrientes).

Paradigmas.

A medida que el individuo humano crece, va adquiriendo
criterios de base en su mente que proceden de dos fuentes: su
propia experiencia vital y la manera de pensar del entorno
social. Con estas influencias, tanto externas como internas,
compone una criteriología de base o paradigma fundamental
con el cual interpretar cualquier fenómeno cotidiano o
extraordinario de su vida. Esto lo hace por necesidades de la
mente, la cual siempre está pujando por adquirir la
criteriología más simple y eficaz que sea posible,
de cara a disponer de un modelo interpretativo o paradigma a
partir del cual entender la realidad o ponerle significado a la
misma. Para nuestro cerebro pensante es tan importante esta
adquisición que se cree que el subconsciente
siempre está trabajando en ello y que los sueños
revelan en buena parte esa tarea infatigable. En
consecuencia, parece que, sin que nuestra consciencia y voluntad
intervengan necesariamente, la elaboración de un paradigma
fundamental (o criteriología de base interpretativa) es un
automatismo subconsciente que jamás cesa.

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Hay paradigmas personales o individuales y
paradigmas colectivos o sociales, puesto que, según
parece, la mente puede considerarse a nivel
individual o colectivo. Es decir, por un lado tenemos al sujeto
pensante y por otro lado tenemos a la comunidad de individuos,
con su propio pensamiento o mente colectiva. También, hay
una mutua influencia entre ambas clases de mente, de tal manera
que la mente colectiva influye sobre los individuos que la
componen e implanta en ellos sus paradigmas y, al revés,
un individuo puede influenciar o liderar a una comunidad e
imponer algún paradigma en ella.

Ruptura
paradigmática.

A nivel personal, hay paradigmas que tropiezan pronto
contra la realidad que nos envuelve y entonces la colisión
resultante, tras sumirnos en una crisis mental o existencial
más o menos grave, nos fuerza a la modificación
drástica o sustitución del paradigma inservible por
otro u otros paradigmas. Nunca quedamos completamente
vacíos de paradigmas. Cuando uno de ellos es desechado,
otro ocupa su lugar. El vacío paradigmático
significaría el desplome funcional de la mente, tal como,
aproximadamente, le sucede a un ordenador cuando cae o se bloquea
su sistema operativo.

También existen paradigmas muy bien elaborados,
que difícilmente tropiezan contra la realidad, o que, si
acaso lo hacen, apenas dan síntomas de colisión.
Éstos suelen ser longevos o de larga duración. Se
acantonan en nuestro cerebro y permanecen ahí
prácticamente de por vida. El único problema que
pudieran presentar sería el de contener una
dosis de falsedad importante e impedir el progreso en
determinadas direcciones, haciendo que el individuo
permanezca en un estado estacionario poco prometedor.

Paradigma
evolutivo.

La "teoría de la evolución", como sabemos,
es una explicación subjetiva (o especulación) con
respecto al hecho observable de que las especies poseen cierta
capacidad de cambio adaptativo debido al influjo del entorno y de
que existe una notable biodiversidad e incluso remarcables
similitudes anatomofisiológicas entre diferentes especies
de seres vivientes. Esta teoría ya había sido
formulada previamente a la época de Charles Darwin, pero
al parecer no tuvo acogida porque los paradigmas imperantes
anulaban su aceptación social. Sin embargo, para el tiempo
de Darwin las cosas habían cambiado radicalmente y los
viejos paradigmas creacionistas y espiritualistas se encontraban
en franca decadencia, sobretodo debido a los desmanes del clero y
a la inflexibilidad irracional de los fundamentalismos
religiosos. La publicación del libro "El origen de las
especies", de Darwin, en 1859, da la impresión de ser el
punto de viraje en el que se crece el nuevo paradigma
evolucionista y definitivamente se acepta globalmente la
fórmula darwiniana de que todos (animales y plantas)
estamos emparentados genealógicamente por descender de
antepasados comunes. La teoría clásica o
darwiniana de la evolución puede ser
resumida en los siguientes puntos:

1. Las formas de vida evolucionan, no son
estáticas, y unas especies se originan a partir de otras y
no pocas de las que existen se extinguen.

2. El proceso de evolución
es gradual y, por lo tanto, lento, acaeciendo de manera
continua o sin interrupción.

3. Existe un origen único
para la vida, del cual todos los organismos
procedemos.

4. La selección natural explica la
dinámica evolutiva, e implica la supervivencia en la lucha
por la vida. En semejante lucha o competición, los
individuos mejor dotados se adaptarán
más eficazmente a su medio ambiente y consecuentemente
tendrán más posibilidades de
sobrevivir en él. Por el contrario, los organismos menos
adaptables se extinguirán.

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Paradigma
materialista.

El materialismo es una corriente filosófica que
se opone al idealismo, y aparentemente resuelve el problema
cardinal o fundamental de la filosofía acerca de la
relación entre el pensar y el ser, entre el
espíritu y la naturaleza, postulando que la materia es lo
primario y la conciencia y el pensamiento son consecuencia de
ésta, a partir de un estado altamente
organizado.

A esta concepción se le ha otorgado
la resolución de otro aspecto importante acerca de la
relación del pensamiento humano y el mundo
que lo rodea y la cognoscibilidad de ese mundo. Afirma que el
mundo es material y existe objetivamente, independientemente de
la conciencia. Por su parte, la conciencia y el pensamiento se
desarrollan a partir de un nivel superior de organización
de la materia, en un proceso de reflejo de la realidad objetiva.
Sostiene, además, que la materia no ha sido creada de la
nada, que existe en la eternidad y que el mundo y sus
regularidades son cognoscibles por el hombre, ya que es posible
demostrar la exactitud de ese modo de concebir un proceso natural
al ser reproducible por nosotros mismos en
condiciones de laboratorio, creándolo como
resultado de sus mismas características y
además poniéndolo al servicio de
nuestros propios fines, dando al traste con la premisa de que los
fenómenos son intrínsecamente
inasequibles.

La filosofía materialista siempre ha tenido
representantes a lo largo de toda la historia de la ciencia
humana y, como en el caso del paradigma evolutivo, es en el seno
de los tiempos actuales cuando parece cobrar el máximo
auge. Su interpretación de la realidad no sólo
afecta a la visión filosófica del mundo sino
también a la ciencia y, aunque en las ciencias naturales
los enfoques no materialistas quedaron descartados
hace mucho tiempo, en ciencias sociales ha existido en los
últimos siglos una polémica en torno
al materialismo como enfoque de investigación.

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El materialismo ha sido entendido
frecuentemente como una forma enteramente científica y
racionalista de ver el mundo. El materialismo como
principio filosófico o científico
típicamente contrasta con el dualismo, la
fenomenología, el idealismo y el vitalismo.

La definición de "materia" en el materialismo
filosófico moderno comprende a todos los entes
científicamente observables, como la energía, las
fuerzas y la curvatura del espacio. Muchos autores del siglo XX,
particularmente epistemólogos y filósofos de la
ciencia, prefieren la denominación de Fisicalismo porque
carece de las connotaciones emocionales y peyorativas de la
palabra "materialismo" así como de las restricciones
históricas asociadas a este concepto. Sin embargo, a pesar
de todo, el materialismo enfatiza lo físico, bien sea con
respecto a la materia o bien con respecto a la
energía.

La confluencia en los tiempos contemporáneos del
materialismo científico y el evolucionismo darwiniano,
así como el hermanamiento entre ambas ideologías,
ha hecho que medre el paradigma evolutivo. Además, la
difícil detección para la inmensa mayoría de
los científicos materialistas (que, a su vez, son
mayoría) de las incongruencias evolucionistas de base, y
la falaz esperanza que los evolucionistas mismos tienen de que el
paradigma en cuestión sea capaz de salir airoso de las
dificultades interpretativas que se le presentan a la hora de
explicar algunos aspectos relevantes de la realidad
biosférica, ha hecho que la creencia evolucionista haya
alcanzado una preponderancia fuera de lo común.

Paradigma
paleoevolutivo.

La Paleobiología actual está cimentada
sobre el paradigma evolutivo (paleobiología evolutiva o
paleoevolución), por eso se puede hablar de ella en
términos de "paradigma paleoevolutivo". La asunción
de dicho paradigma ha contribuido a numerosos errores
interpretativos no malintencionados que han salpicado las
páginas de la Paleobiología, como los considerados
en el artículo anterior (Errores paleobiológicos,
G071). Sin embargo, la fuerza arrolladora con la que el susodicho
paradigma ha secuestrado las mentes de algunos evolucionistas ha
hecho que éstos no puedan contener la impaciencia y
pierdan los papeles. Algunos de entre ellos han amañado
fraudulentamente las muestras fósiles, ya sea para
abreviar la llegada del momento en que creían que
definitivamente aparecerían los fósiles anhelados
(por ejemplo, formas intermedias o de transición,
también denominadas "eslabones perdidos") o ya por pura y
dura desvergüenza egoísta carente de
motivación ideológica pero alimentada por lucro
personal (desearíamos creer que estos últimos son
casos raros y excepcionales, para no tener que pensar en una
corruptela paleobiológica).

Consideraremos algunos ejemplos de fraudes
paleobiológicos, en orden cronológico, desde el
más antiguo al más reciente: Ictiosauro
galés (1884), Hombre de Piltdown (1908), Mosca del
ámbar (1922), Fósiles del Himalaya (1970) y
Archaeoraptor (1999). Las fechas, entre paréntesis, se
refieren, no al año en que el fraude fue descubierto, sino
al año en que se cree que comenzó a materializarse
el engaño.

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El fraude del
ictiosauro galés.

La revista DESPERTAD del 22-8-2001, página 28,
publicada por la Sociedad Watchtower Bible And Tract, informa:
«"Durante ciento dieciséis años —apunta
el diario británico The Guardian—, el
vestíbulo del Museo Nacional de Gales (Cardiff, Gran
Bretaña) exhibió con orgullo el esqueleto
fósil de un ictiosauro que vivió hace doscientos
millones de años en los mares jurásicos. Pues bien,
cuando los conservadores de Cardiff decidieron que los restos de
aquel carnívoro oceánico necesitaban una
restauración, descubrieron que se trataba de un fraude".
La conservadora Caroline Buttler explica: "Después de
quitar cinco capas de pintura, nos dimos cuenta de que era una
minuciosa falsificación. Se habían combinado dos
tipos diferentes de ictiosauro con partes falsas
hábilmente trabajadas". El museo no desechará el
esqueleto, sino que lo exhibirá como ejemplo de
falsificación de fósiles».

Respecto a este fraude, la agencia de
noticias EFE publicó, el día 20-12-2000, el
siguiente versión:

«Londres. El personal de un museo galés
descubrió que uno de sus preciados dinosaurios
fósiles, el cual estuvo en exhibición
durante 116 años, era falso. El personal del Museo
Nacional de Gales, en Cardiff, rebautizó a su ictiosaurio
como un "ifisaurio" (falso saurio), luego de descubrir que
había sido construido a partir de un montón de
huesos diversos, yeso y pintura. El engaño fue descubierto
cuando el yeso empezó a caerse. Pero las cosas no
están perdidas del todo, y ahora el museo utilizará
al ifisaurio en una exhibición sobre los engaños
científicos ocurridos durante la época
victoriana».

El hombre de
Piltdown.

La revista DESPERTAD del 8-7-1997, página 31,
expone: «El hombre de Piltdown, descubierto en 1912, fue
"el engaño científico más notorio del
siglo", según The Times, de Londres. Se
desenmascaró en 1953, después de que las pruebas
científicas demostraran que, lejos de ser un
eslabón perdido de una supuesta cadena evolutiva humana,
el cráneo pertenecía a un hombre moderno y la
mandíbula inferior a un orangután.
¿Quién perpetró tan ingenioso
engaño?

Por años, las sospechas recayeron en Charles
Dawson, abogado y geólogo aficionado que había
descubierto los restos. Se creía que también
estaban involucrados sir Arthur Keith, evolucionista apasionado y
antiguo presidente del Colegio Real de Cirujanos, sir Arthur
Conan Doyle, autor británico, y Teilhard de Chardin,
sacerdote francés. Sin embargo, al no haber pruebas
definitivas, se acabó atribuyendo la responsabilidad a
Dawson.

Ya se ha identificado al verdadero
culpable: Martin A.C. Hinton, antiguo conservador de
zoología

del Museo de Historia Natural de Londres, fallecido en
1961. Hace nueve años se descubrió en el museo un
baúl de lona que había sido propiedad de Hinton.
Contenía dientes de elefante, trozos de un
hipopótamo fosilizado y otros huesos que se han examinado
rigurosamente. Se halló que todos habían sido
teñidos de hierro y manganeso en las mismas proporciones
que los huesos Piltdown. Pero el factor determinante fue el
hallazgo de cromo en los dientes, utilizado también en el
teñido.

Al exponer los hechos, el profesor Brian
Gardiner, del King"s College, de Londres, dijo: "Hinton
tenía la reputación de bromista […]
Algunas cartas muestran su motivación". Gardiner dijo en
conclusión: "Estoy cien por cien seguro de que él
fue el responsable". Existen indicios de que Hinton buscaba
vengarse de Arthur Smith Woodward, su superior, de quien no
había recibido el reconocimiento o el dinero que,
en su opinión, merecía.
Engañó eficazmente a Woodward, quien, hasta su
muerte, cinco años antes de que se pusiera al
descubierto la falsificación, siguió convencido de
la autenticidad del hombre de Piltdown. La
única pregunta que aún queda en pie
es: ¿Por qué, una vez que Woodward había
aceptado públicamente el cráneo falsificado, no
reconoció Hinton que todo había sido un
engaño? Según parece, al ver la acogida inmediata
que tuvo el hombre de Piltdown en el mundo científico,
Hinton llegó a la conclusión de que no le quedaba
más remedio que mantener oculta la mentira.

Como consecuencia de que hombres tan ilustres aceptaran
el cráneo de Piltdown, también se embaucó al
público. Los museos de todo el mundo expusieron copias y
fotografías del cráneo, mientras los libros y
periódicos esparcían rápidamente la noticia.
Los resultados negativos de la broma de Hinton son incalculables.
Es muy apropiado el comentario de la Biblia: "Como un loco que
arroja al azar teas y flechas mortíferas, así es el
hombre que engaña a su prójimo y después le
dice: "¡No era más que una broma!"" (Proverbios
26:18,19; Levoratti Trusso)».

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En la figura de la derecha, las zonas oscuras de la
calavera del supuesto Hombre de Piltdown pertencen a fragmentos
de un cráneo humano y mandíbula y dientes de un
orangután, y la zona clara está hecha de yeso en su
totalidad.

Mosca del
ámbar.

El diario español ABC del miércoles
17-11-1993, página 83, recoge un escándalo
internacional que atañe al ámbito de la
Paleobiología, con las siguientes
palabras: «Descubren que una "joya" del Museo
de Historia Natural de Londres es un fraude. Una mosca de 38
millones de años resultó ser de la época
victoriana. Londres, Tulio H. Demicheli.

Una de las mayores joyas
paleontógicas del Museo de Historia Natural
de Londres ha resultado ser pura bisutería: un fraude.
Menudo revuelo ha armado esta mosca, porque de una mosca se
trata, un ejemplar de "Fannia scalaris" cuya vulgaridad se
había vuelto de incalculable valor por el
hecho de estar encerrada en una pieza de
ámbar báltico, cuya antigüedad es de treinta y
ocho millones de años. La mosca, en cambio, resultó
ser victoriana.

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En fin, la prehistoria de la mosca tendrá que
volverse a escribir, sólo que a partir de fechas mucho
más cercanas: "El ejemplar más antiguo conocido de
su especie ahora sólo tiene un millón de
años", afirmó desolado Richard Fortney,
paleontólogo del Museo, a The Times. Una edad mucho menos
provecta, y en términos de la historia de las especies,
casi ayer mismo.

El fraude fue descubierto por un estudiante que
redactaba su tesis doctoral y que estudiaba la colección
de ámbar propiedad de la institución. Andrew Ross,
que así se llama el perspicaz joven investigador,
percibió al microscopio que una pequeñísima
línea rodeaba la joya y luego comprobó,
además, que la mosca no estaba sumergida en la resina
prehistórica, sino aislada en un minúsculo vaciado
de la misma.

Quien perpetró el fraude -un hábil
falsificador de la época victorianacortó la pieza
con sumo cuidado, excavó un lecho dentro de ella,
cazó al bichito, allí lo calzó y con algo de
buen pegamento se ganó, en el ya entonces lucrativo
negocio de los fósiles, algunas libras.

El museo adquirió la pieza en 1922 a
un reconocido experto alemán, H.F. Loew; y en 1960, una de
las figuras mayores de la entomología
europea, Elli Hennig, la analizó a fondo, quedando
admirado: "No ha cambiado en treinta y ocho millones
de años", afirma Fortney que dijo Hennig. "Las especies no
se conservan tan bien, ni siquiera en ámbar.
Por eso el misterio de esta mosca -concluyó
Fortneysubyugaba a los científicos"».

Fósiles
del Himalaya.

El diario español EL PAÍS de fecha
10-5-1995, en su sección CIENCIA –
CIENCIAS NATURALES – PALEONTOGÍA, inserta un
reportaje con el título "Escándalo geológico
en el Himalaya", donde pone de relieve una noticia difundida en
los medios de comunicación internacionales:
«El fraude que un científico indio ha
perpetrado durante 25 años desbarata el registro
fósil de Pakistán a Nepal.

El registro geológico del Himalaya está
gravemente contaminado debido al que probablemente es el
más extenso y prolongado caso de fraude científico.
Durante 25 años, el geólogo y paleontólogo
Vishwa J. Gupta, de la Universidad de Punjab (India), ha estado
descubriendo en el Himalaya fósiles que en realidad
había adquirido en sitios como Marruecos o
sustraído de colecciones de otros países; ha
publicado varias veces los mismos hallazgos en distintos lugares;
ha plagiado las fotos de trabajos ajenos…; en total, 14
gravísimos cargos. El científico
australiano John Talent, que, como un auténtico detective,
fue cercando a Gupta hasta demostrar el inmenso fraude y ha
encabezado la denuncia de sus prácticas, está a
punto de publicar un artículo de punto final detallando
los engaños perpetrados, su alcance y las medidas a tomar
para arreglar el desaguisado. La situación es grave.
"Hemos retrocedido 25 años en el conocimiento
biogeográfico del Himalaya", resume Juan Carlos
Gutiérrez Marco, paleontólogo del CSIC.

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El engaño [fue como sigue]. Gupta,
de 53 años, se estrenó con una tesis doctoral en la
que se han descubierto después plagios y
fotos robadas. Desde entonces sembró el Himalaya de
fósiles ajenos a la región. Talent ha contado 455
artículos (181 en solitario) de Gupta y cinco libros en 25
años, un ritmo frenético de producción
científica. Los 128 investigadores de todo el mundo que
asociaron su nombre al del tramposo en muchos descubrimientos se
enfrentan ahora a la sorpresa y a la vergüenza.

Numerosos yacimientos citados por Gupta no
existen. A menudo ni siquiera se desplazaba hasta los lugares de
los hallazgos y, como se ha demostrado, se embolsaba los fondos
de expediciones de campo. "En 25 años, Gupta
hizo entre 60 y 70 viajes a otros países a expensas de
organismos científicos", afirma Talent. "Aparecía
brevemente en las conferencias y pasaba el tiempo vendiendo
alfombras de Cachemira y visitando a comerciantes de
tejidos".

La caza [del tramposo ha sido así].
En 1987, Talent, profesor de la Universidad Macquarie
(Australia), se dio cuenta de que unos particulares
codontos (microfósiles) específicos de una cantera
de EEUU aparecían ubicados por Gupta en el Himalaya. Sus
sospechas fueron en aumento a medida que revisaba
publicaciones, conferencias y actividades del colega
indio. Irregularidades en su trabajo habían sido
descubiertas y publicadas antes por otros
investigadores, pero aisladamente y sin apenas impacto. En 1988,
Talent tenía pruebas más que
suficientes para denunciarle, y en 1989 soltó la bomba en
"Nature" y en "Science". Los intentos de Gupta por defenderse se
debilitaron ante las contundentes pruebas en su contra, y desde
hace cinco años apenas sale de su refugio en
Punjab.

La investigación [y sus conclusiones]. Culpable,
de plagio, de reciclar fósiles y de haber anunciado
descubrimientos en localidades que no ha visitado. Éste es
el dictamen de la comisión de la Universidad de Punjab que
ha investigado el caso Gupta. Culpable, pero sin apenas castigo:
no recibirá aumentos salariales y no podrá formar
parte de comités administrativos. La débil
decisión ha dañado a la propia universidad, que ha
perdido credibilidad científica y
financiación.

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Las implicaciones [son las siguientes]. El
fraude de Gupta se concentra entre el Silúrico (hace
420 millones de años) y el Pérmico
(hace 250 millones), pero se extiende hasta eras recientes.
"Supone un colapso en la biogeografía del Himalaya, porque
una información contaminada sobre una localidad
inexistente o alterada pasa a las bases de datos utilizadas para
las síntesis globales, o regionales, y de ahí
llegan, en última instancia, a los libros de texto",
considera Gutiérrez Marco. Los fósiles y su
ubicación exacta en estratos geológicos aportan
información básica sobre la historia de los
continentes, la edad y la formación de las rocas y las
relaciones biogeográficas del pasado. Y el Himalaya es
crucial, porque se formó en el choque de una inmensa masa
de tierra que se desprendía del paleocontinente de
Gondwana y se empotró contra Asia. "Los fósiles
sirven para comprender cuándo y cómo se pliega
allí la Tierra. El Himalaya es una cordillera de
estructura complejísima", dice Francisco Anguita, profesor
de la Facultad de Geología de la Universidad
Complutense.

Las causas [del fraude estaban servidas]. El
difícil acceso a los yacimientos que Gupta presentaba, a
menudo en zonas militares, dificultó las comprobaciones
ante las sospechas de fraude y previamente sirvió de
trampolín al estafador para cosechar prestigio entre
muchos científicos que de buena fe apreciaron en este
paleontólogo una fuente de información sobre una
región poco estudiada. El joven sistema indio
carecía de los mecanismos de control bien engrasados de
otras comunidades científicas. Además, Gupta era
hábil. "Utilizaba fósiles con afinidades
geográficas, y como el Himalaya vincula en el pasado a
Europa, el norte de África, Australia y la
Antártida, un trilobites de Marruecos en Nepal supone
extender su área de distribución. Más que un
disparate es sencillamente una mentira", dice Gutiérrez
Marco.

Precedentes [no faltan]. A principios [del siglo XX], el
francés Jacques Deprat introdujo trilobites de Bohemia en
supuestos yacimientos de Indochina y China, pero la comunidad
científica reaccionó enseguida contra el
embaucador. El fraude más legendario de la
paleontología es el hombre de Piltdown, una
combinación intencionada de un cráneo humano
moderno y una mandíbula de simio. Fue hallado en
Inglaterra en 1912 y aceptado por destacados especialistas
durante 40 años, seguramente cegados por su prejuicio a
favor de un protagonismo europeo en el origen de la humanidad. En
un rastro de dinosaurios en Tejas (Estados Unidos), alguien
talló una gigantesca huella humana, pretendiendo hacer
convivir a especies separadas por 65 millones de años o
más. "Es obra de los creacionistas americanos,
fundamentalistas cristianos dispuestos a luchar como sea contra
el evolucionismo", explica Francisco Anguita.

El desenlace [está siendo
complicado]. Si el problema de Gupta sólo fueran sus datos
falsos, el arreglo sería relativamente
rápido: anular todos sus trabajos. Pero el fraude se ha
propagado a centenares o miles de artículos de otros
autores que apoyaron sus conclusiones sobre los descubrimientos
del indio. El alcance de la infección es inmenso. La obra
de Vishwa J. Gupta está en cuarentena, y, revisando uno a
uno sus artículos, se van descontaminando las bases de
datos. Pero pasará tiempo hasta que la operación
de limpieza llegue a todos los
rincones».

El
Archaeoraptor.

La Wikipedia recoge los testimonios de varios autores
reputados acerca del escándalo del Archaeoraptor,
resumiéndolos de la siguiente manera, bajo la
denominación "Archaeoraptor":

«Archaeoraptor es un género inválido
de dinosaurio celurosaurio maniraptor que fue encontrado en China
y presentado en 1999 en un artículo de la revista
"National Geographic". La publicación anunciaba que el
fósil era el "eslabón perdido" entre las aves y los
dinosaurios terópodos. Incluso antes de esta
afirmación hubo ya severas dudas sobre la autenticidad del
fósil, lo que llevó a un escándalo cuando
definitivamente demostró ser una
falsificación a partir de un estudio científico
adicional. La falsificación se
construyó con los pedazos de varios fósiles
verdaderos de diversas especies; Zhou et al., encontró que
el cuerpo principal y superior pertenecía realmente a un
espécimen del pájaro fósil primitivo
Yanornis. Un estudio de 2002 determinó que la cola
pertenece al dromeosáurido Microraptor, nombrado en 2000.
Las patas pertenecen a un animal todavía sin
determinar.

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El escándalo del Archaeoraptor aún
mantiene puntos oscuros, pues atrajo atención hacia el
tráfico de fósiles ilegales en China.
También destacó la necesidad del escrutinio
científico cercano de los pretendidos "eslabones"
publicados en revistas prestigiosas sin arbitraje
técnico…

El Archaeoraptor fue dado a conocer en una rueda de
prensa llevada a cabo por la revista National Geographic en
octubre de 1999. En la misma también se anunciaron los
planes para devolver el fósil a las autoridades chinas,
pues se sacó ilegamente del país. En noviembre de
1999 National Geographic presentó el fósil en un
artículo escrito por el redactor de arte Christopher Sloan
sobre dinosaurios emplumados y el origen de los pájaros;
dictaminó que el fósil era "un eslabón
perdido entre los dinosaurios terrestres y los pájaros que
podían realmente volar", citándolo informalmente
como "Archeoraptor Liaoningensis", anticipación de su
nombre futuro y oficial. La nomenclatura significa "ladrón
antiguo de Liaoning".

Inmediatamente, Storrs L. Olson, curador de aves del
Museo Norteamericano de Historia Natural en Washington D.C.,
criticó el articulo, escribiendo en Backbone (el diario
del museo) que el anuncio de un nombre científico en una
revista de divulgación, sin revisión
técnica, era una "pesadilla".

El 3 de febrero del 2000 National
Geographic publicó un comunicado de prensa que indicaba
que el fósil podría ser una quimera
paleontológica, así como que se había
iniciado una investigación para averiguarlo. En el mismo
mes, Bill Allen, redactor de National Geographic, dijo que estaba
furioso con Nature por argumentar que el fósil pudo haber
sido una falsificación. En la edición de marzo, en
la sección del foro, una carta del Dr. Xu Xing
precisó que posiblemente la sección de cola no
correspondiera al cuerpo superior. En la National Geographic de
octubre se publicaron los resultados de su investigación,
en un artículo escrito por el periodista e investigador
Lewis M. Simmons; concluyeron que el fósil era una quimera
y que los integrantes del proyecto se habían
equivocado.

De acuerdo con el informe de National
Geographic, la historia del "archaeoraptor" comenzó en
julio de 1997 en Xiasanjiazi, China, donde los
granjeros excavaron los estratos de pizarra en busca de
fósiles para venderlos a los traficantes, práctica
común a pesar de su ilegalidad. Un granjero
encontró un fósil raro de un pájaro dentado
que mostraba las impresiones de las plumas. El fósil se
rompió en pedazos cuando intentaron extraerlo. Cerca, en
el mismo hoyo, se encontraron otros pedazos, incluyendo una cola
emplu-

mada así como las patas. Él
mismo unió varios de estos pedazos de la forma que supuso
correcta, a sabiendas de que completo sería
más valioso. Fue vendido en junio de 1998 a un
distribuidor autorizado anónimo y pasado de
contrabando a los Estados Unidos. Según autoridades en
Pekín, ningún fósil puede salir de China
legalmente.

En otoño de 1998, durante la reunión de la
Society of Vertebrate Paleontology en Utah, circularon rumores
sobre un fósil llamativo de un pájaro primitivo que
se encontraba en posesión privada. El fósil fue
presentado por un distribuidor autorizado anónimo en una
muestra de piedras en Tucson, Arizona. El Museo de los
Dinosaurios de Blanding, Utah, lo compró en febrero de
1999. El museo estaba administrado por Stephen A. Czerkas y su
esposa Sylvia, quienes no tenían títulos
universitarios. El dueño hizo los arreglos necesarios para
que los directivos de su museo, incluyendo Dale Slade, le
proporcionaran los 80.000 dólares que costaba el
fósil, y así poder estudiarlo
científicamente y evitar que desapareciesen en una
colección privada.

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El matrimonio Czerkas contactó con
el paleontólogo Phil Currie, quien a su vez
informó a la National Geographic Society. Currie
acordó estudiar el fósil a condición
de que fuera devuelto a China una vez concluida. La
National Geographic Society intentó conseguirlo para
publicarlo formalmente en la revista Nature; una vez lo lograron
lo presentaron en una rueda de prensa y lo publicaron en National
Geographic. El editor Bill Allen hizo que todos los miembros del
proyecto guardaran el fósil en secreto, de modo que la
revista tuviera una parte en la historia. Slade y los Czerkas
pensaban que el fósil era la joya de su museo y planeaban
exhibirlo durante 5 años. Sloan afirmó haber volado
a Utah en la primavera de 1999 para convencer a Stephen Czerkas
de que devolviera el fósil a China inmediatamente
después de su publicación; si no, él no
publicaría nada en National Geographic y Currie no
trabajaría con él. Czerkas aceptó. Currie se
puso en contacto con el Instituto de Paleontología de
Vertebrados y Paleoantropología de Pekín y la
National Geographic, por lo que Xu Xing del IVPP voló a
Utah para formar parte del equipo que estudiaría al
"archaeoraptor".

Durante un estudio inicial del fósil, el 6 de
marzo de 1999, se había puesto ya de manifiesto que tanto
los pies izquierdos como los derechos se reflejaban perfectamente
y que el fósil había sido terminado usando una losa
y contralosa. También se notó que no se
podía considerar ninguna articulación
biológicamente factible entre la cola y el cuerpo. En
julio de 1999 Currie y Czerkas llevaron el fósil al
laboratorio de High-Resolution X-ray CT, en la Universidad de
Texas (Austin), fundada y dirigida por el Dr. Timothy Rowe para
hacer exploraciones con tomógrafo. Rowe, el 29 de julio,
determinó que los fragmentos de la parte inferior, la cola
y las piernas eran de un animal distinto al resto del cuerpo, y
así se lo dijo a Czerkas el 2 de agosto, haciendo notar
que posiblemente fuera un fraude. Rowe y Currie fueron entonces
presionados por Czerkas para mantener sus dudas en
secreto.

Currie, en la primera semana de septiembre,
envió el fósil a su preparador, Kevin Aulenback,
del Museo de los Dinosaurios de Blanding, para
realizar un nuevo estudio. Aulenback concluyó que el
fósil era "un espécimen compuesto de por lo menos
tres, con un máximo de cinco especímenes
distintos", lo que Czerkas negó airadamente. Currie no
informó a National Geographic de estos
problemas.

El 13 de Agosto de 1999, el equipo
envió un trabajo titulado "A New Toothed Bird With a
Dromaeosaur-like Tail" y firmado por Stephen
Czerkas, Currie, Rowe y Xu a la revista Nature, con sede en
Londres. En él se señalaba el problema dos veces e
incluía una figura que ilustraba los puntos en que se
apreciaba que una de las piernas y la cola eran las contrapartes
que componían la losa principal.

El 20 de Agosto, Nature rechazó el
trabajo, indicando a los Czerkas y a National Geographic
que retrasaran la publicación, habiendo poco
tiempo para la revisión paritaria. Los autores entonces
sometieron el trabajo a la revista Science, que lo mandó
para la revisión paritaria. Dos revisores informaron a
Science que "el espécimen fue pasado de contrabando fuera
de China en posesión ilegal" y que el fósil
había sido "modificado" en China; para realzar su valor".
Science entonces rechazó el trabajo. Según
Sloan, Czerkas no informó a National
Geographic sobre los detalles de los dos rechazos.

Hacia noviembre, National
Geographic estaba lista para la impresión,
pero "Archaeoraptor" nunca había sido publicado de manera
formal. National Geographic continuó y lo publicó
sin revisión paritaria. El fósil fue mostrado a la
prensa el 15 de octubre de 1999 y en noviembre de 1999 National
Geographic contenía un artículo de Christopher P.
Sloan, un editor de arte de National Geographic. Sloan lo
describió como un "eslabón perdido" que
ayudó a aclarar la conexión entre dinosaurios y
aves. El fósil original fue introducido en la
exhibición de la Sociedad Geográfica Nacional en
Washington, D.C., hasta que finalizara con su vuelta
a China. En el artículo Sloan utilizó el nombre
"Archaeoraptor liaoningensis" pero con una
negación (de modo que no constara como acto nomenclatural
para los propósitos de la clasificación
científica) anticipándose a Czerkas y pudiendo
realizar una breve descripción del ejemplar.

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Después de la aparición de la
edición de National Geographic, Storrs L. Olson, curador
de aves del Museo Nacional de Historia Natural del Instituto
Smithsoniano, publicó una carta abierta el primero de
noviembre de 1999 exponiendo que el espécimen en
cuestión es conocido por haber sido "exportado
ilegalmente", protestando por el dogma que prevalece de que las
aves se desarrollaron de los dinosaurios. Olson se quejó
de que Sloan, un periodista, hubiera usurpado la gestión
de la nomenclatura científica publicando un nombre en la
prensa popular, diciendo que ésta es la peor pesadilla de
muchos zóologos.

En octubre de 1999, después de ser informado por
Currie de los problemas y viendo el espécimen por primera
vez, Xu notó que la cola del "Archaeoraptor" se asemejaba
fuertemente a un dinosaurio maniraptor sin nombrar
todavía, que más adelante sería llamado
Microraptor zhaoianus. Retornó a China y viajó a la
provincia de Liaoning donde examinó el sitio del
fósil y entró en contacto con un número de
distribuidores autorizados de fósiles. Él
encontró eventualmente un fósil bastante completo
de un minúsculo dromeosáurido, y la cola de este
nuevo fósil correspondió tan exactamente a la cola
del fósil de Archaeoraptor que tenía que ser la
contracara, e incluso tenía dos manchas amarillas del
óxido que se debió emplear para emparejarlas. El 20
de diciembre de 1999 Xu Xing envío un correo
electrónico a los autores y a Sloan, anunciando que el
fósil era falso.

Partes: 1, 2

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