Monografias.com > Sin categoría
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Historias y anécdotas de Venatore, el cazador (página 7)




Enviado por MANEL BATISTA



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

A pesar de que Phil se desenvolvía perfectamente
en inglés y el maharajá había estudiado en
Oxford, el protocolo y hospitalidad hindú obligaba a
destinar un intérprete para el visitante. Phil estaba
convencido que en la Gran Bretaña no había otro
Rolls Royce como aquel.

Casi dos horas y media después llegaban a las
puertas del palacio de Kapurthala, cuya construcción
recordaba bastante al famoso Thaj Mahal, por estar casi todo
él forrado de placas de un mármol níveo, no
obstante las dimensiones de esta singular edificación era
superior al palacio-mausoleo.

Para Phil era la primera ocasión que visitaba el
país, sus conocimientos sobre la India eran bastante
someros, lo que se suele estudiar y leer el Kamasutra, pero que
en modo alguno sobre las particularidades propias del país
y sus especiales costumbres. Cuando mi compañero me
contaba alguna de ellas no podía evitar el reírme a
gusto por la disparidad de costumbres tan distintas a las
culturas occidentales, y máxime con los "adornos" verbales
que Phil añadía.

Una recua de sirvientes salió a recibir la
comitiva, todos ellos vestidos a la usanza hindú, que de
inmediato se afanaron en coger las maletas de los que viajaban
acompañando al artista invitado. Phil que era un gran
observador de la vida y su entorno, se detuvo unos instantes para
ver con detenimiento la fachada principal del suntuoso palacio.
El acceso a la puerta principal, se efectuaba a través de
un puente construido con los mismos materiales que el resto de la
edificación, ya que el palacio estaba posicionado casi en
el centro de un lago con bancos de nenúfares que flotaban
sobre las aguas y algún que otro cocodrilo que asomaba su
hocico entre ellos, un excelente y eficaz sistema de seguridad,
me dije por mis adentros.

Varios sirvientes se hicieron cargo de las maletas de
Phil y desaparecieron con ellas en el interior del palacio. Phil
siempre acompañado del interprete, le condujeron ante la
presencia del maharajá, que le aguardaba en uno de los
grandes salones sentado en una especie de recargado trono de
oropeles y piedras de gran valor. El hombre permanecía
sentado en una posición de gran dignidad y vestía
como es natural, las ropas propias de su categoría social
de la cultura hindú, en su enorme turbante blanco
lucía en el centro frontal un diamante tallado de
considerable dimensión que relucía más que
el sol. A su izquierda en otro sitial, en este caso algo menos
voluminoso pero no exento de adornos, se hallaba la esposa
favorita del dignatario, la majaraní, una mujer de
extraordinaria belleza de la que desde el primer momento Phil
quedo muy impresionado, esta vestía una shari de un
delicado color turquesa pálido y festones de oro puro, que
todavía hacia resaltar mas su excelsa personalidad y
belleza, en la frente le colgaba prendida de una cadena de oro,
un rubí de intenso color rojizo, al igual que los
pendientes y unas pulseras que lucía en las dos
muñecas.

Después de las formalidades oficiales Phil se fue
a descansar un par de horas, en el entretanto en palacio se
hacían los preparativos para la celebración de la
cena que el maharajá daba en honor al mi amigo
concertista.

A Phil no se le quitaba de la cabeza la imagen de la
bella majaraní que tanto le había impresionado, una
vez hubo descansado y aseado, salió a dar un paseo por los
jardines de palacio, tuvo la oportunidad de comprobar la bellezas
de los mismos y lo exquisitamente cuidados, no había ni
una hoja por los suelos, unos cuantos jardineros se ocupaban de
que eso no ocurriera, al final de uno de los pasillos que
formaban los recortados setos, venía a dar a la parte
posterior del palacio, en el que habían grandes ventanales
cubiertos con fines tules que por su extremada fineza
trasparentaban y permitían ver el interior de las
habitaciones. Phil picado por la curiosidad y por la novedad de
todo ello, tomó asiento en un banco de mármol
rosado que estaba a poca distancia de la edificación para
desde allí poder fisgonear con disimulo y cierta
comodidad.

No habían pasado demasiado tiempo cuando
apareció en uno de los ventanales una de las sirvientas,
era una muchacha joven, que parecía tener apenas 18
años. Le llamó la atención por su belleza,
pero muy especialmente por que mostraba los senos fuera de una
especie de corsé de seda rojo. Phil no podía creer
lo que sus ojos estaban viendo, a continuación la muchacha
se puso hablar con otra algo mayor que ella que también
vestía del mismo modo, también con los senos al
aire.

Ante tal situación Phil no sabía que
hacer, la tarde era plácida y el sol iba decayendo
mientras teñía el cielo en multitud de tonos rojos.
Se levantó del banco y se acercó lentamente en
dirección al ventanal que distaba a unos escasos veinte
metros de donde había estado sentado, lo hizo pausadamente
como si fuera paseando, con los brazos cruzados en las espalda,
su eterna curiosidad le empujaba a averiguar el motivo por el que
aquellas dos mujeres sus senos estaban desprovistos de la
lencería que la mayoría de las mujeres occidentales
suelen llevar y el motivo por el que además eran
exhibidos.

Cuando estaba a escasos dos metros de distancia, ambas
mujeres a la vista de Phil detuvieron la conversación que
mantenían y se retiraron prestas del ventanal
desapareciendo tras los livianos cortinajes.

Phil se dijo que ya que había llegado hasta
allí, trataría de averiguar el motivo por el que
aquellas dos féminas llevaban descubiertas ciertas partes
íntimas de su cuerpo. Miró a su alrededor y no vio
a nadie, se acercó más al ventanal hasta poder
tocar el liviano tul que lo cubría, le pareció
oír susurros de voces femeninas en el interior de la
dependencia, lo apartó lentamente hasta que pudo ver lo
que tras de el había. Era una gran sala de considerables
dimensiones bellamente decorada en cuyo centro había una
especie de piscina con algunas flores de loto que flotaban en la
superficie del líquido a la vez que le llegaba a su olfato
un agradable aroma de perfume. En una de las esquinas en los
suelos habían alfombras con varias mujeres sentadas y
recostadas en ellas, todas ellas también llevaban los
senos al descubierto, hablaban animadamente y al observar al
intruso, y sonriendo pusieron a susurrarse al oído unas a
otras, pero en ningún momento hicieron el menor gesto para
ocultar sus ostentosas intimidades femeninas.

Repentinamente cesaron de cuchichear y sonreír,
adoptando a la vez una actitud de reverencia y sumisión,
Phil pronto comprendió el motivo del cambio de su actitud,
por una puerta opuesta entraba la esposa favorita del
maharajá, que unas horas antes pudo ver en el salón
de recepciones, todas las mujeres se arremolinaron a su alrededor
en actitud sumisa acompañándola hasta el lugar cuyo
suelo estaba cubierto por mullidas y bellas alfombras.

La maharaní llevaba un shari que le cubría
todo el cuerpo descendiendo desde la cabeza hasta llegar a los
pies, dejando a la vista únicamente el rostro y los
brazos. Esta al ir a sentarse sobre un gran cojín de seda
adamascada, se apercibió de la presencia del invitado de
su esposo, Phil intuyó que había sido visto por la
dama y la saludó con un movimiento de la cabeza, al que la
maharaní correspondió con el tradicional
namasté hindú.

Acto seguido la dama dio instrucciones a una de las
doncellas que la rodeaban y esta se dirigió presta al
lugar en el que Phil se hallaba, corría a pasitos cortos y
ligeros sobre las puntas de sus pies, como si no deseara tocar el
piso. En idioma hindú le dijo algo que éste no
entendía, mi amigo puso cara de no comprender, la muchacha
se dio cuenta de ello y en signos le señaló una
puerta de color blanco que estaba unos pasos a la derecha de Phil
invitándole a que fuera hasta ella, Phil comprendió
y al llegar la misma muchacha la había abierto.

Phil entró algo compungido, pues no sabía
que le podía esperar, en su fuero interno pensó que
la estancia podía ser una especie de harén del
maharajá y que el hecho de invadirlo cometía un
acto de vileza hospitalaria, pero su eterno espíritu de
aventura y su imperecedera afición a las damas
además de la extraordinaria belleza de la principal,
podían más que su voluntad y el respeto a las
normas de la hospitalidad.

La muchacha que le acompañaba le indicó
por signos que se quitara los zapatos, cosa que obedeció.
Phil pudo observar que todas las mujeres a excepción de la
majaraní llevaban los senos sin cubrir y
permanecían sentadas en el suelo rodeando a la dama,
ésta volvió a saludarle con el
namasté y en un perfecto inglés le
invitó a sentarse en un cojín.

Phil tomó asiento en el lugar que la
majaraní le acababa amablemente de indicar sin dejar de
mirar los enormes ojos negros de grandes pestañas que le
hechizaban, la mirada de aquella mujer parecía que le
decía; llévame contigo estoy presa-, era
como un imán que le atraía al campo
magnético de aquella enigmática y bella mujer, cuya
mirada le hechizaba como si se tratara de una encantadora de
serpientes.

Entablaron una conversación bastante superflua,
durante la misma, ella le confesó que había nacido
en Inglaterra siendo hija de emigrantes hindúes que
estaban bien posicionados económicamente, estudió
letras en Cambridge y allí conoció a su esposo,
luego después de unos años, éste se
presentó un buen día en su casa de Stattford y la
compró a sus padres. Dijo esto con un cierto aire de
melancolía, sus ojos parecían decirle a Phil que
estaba presa en una jaula de oro y diamantes, ya que desde que
había entrado en el palacio, no había vuelto a
salir de él y de esto hacía ya unos cinco
años.

Unos minutos después la majaraní hizo un
gesto a Phil dándole a entender que la visita había
finalizado, Phil se atrevió a cogerle una mano y besarla,
gesto prohibido en la India, pero que la majaraní
agradeció con una sonrisa. Phil fue acompañado por
una de las jóvenes sirvientas hasta la puerta por la que
había entrado y, después de ponerse el calzado
salió de nuevo a los jardines.

Al llegar a la habitación que le habían
destinado, se encontró con el intérprete Shatun que
le había asignado el consulado británico, Phil le
invitó a entrar a sus aposentos, pero el joven le dijo que
debían ir al gran salón por que el maharajá
le había dado instrucciones de que deseaba verle. A Phil
el corazón le dio un vuelco, -¿sabe usted el motivo
por el que el maharajá desea verme?-.

-No tengo la menor idea-, respondió al joven
intérprete.

Uno de los sirviente les acompañó hasta el
gran salón, el mismo en el que unas horas antes
había sido Phil recibido. En esta ocasión
había menos gente, el maharajá estaba de pie
hablando con un personaje que iba envuelto en una túnica
blanca con ribetes de rojo carmín y la cabeza totalmente
afeitada, que al ver la entrada del "extranjero" calló
hizo el namasté doblando a la vez el tronco a
modo de reverencia y se fue por una de las puertas del gran
salón.

El maharajá se acercó ceremoniosamente a
Phil, se detuvo a poca distancia de éste e inmediatamente
un sirviente se acercó con una especie de jofaina con agua
y otro le seguía con una pequeña toalla de manos,
ambos se semiagacharon frente a su señor, este se
lavó las manos e inmediatamente ambos personajes se fueron
silenciosamente. El maharajá se acercó algo
más a Phil y le tendió la mano para
saludarle.

-Le he mandado llamar, mister Lafurcade para que elija
entre los varios pianos que tenemos en palacio y pueda usted
elegir el más conveniente para el concierto de
mañana-, dijo ceremoniosamente y con gran parsimonia a la
vez que se atusaba el largo y negro bigote que le imprimía
un aire misterioso y severidad. Phil siguió al
maharajá hasta la estancia contigua en la que se hallaban
tres pianos de las mejores marcas. Después de probar los
tres, eligió uno de fabricación inglesa. En un
momento dado el maharajá hizo un ademán y los dos
sirvientes que anteriormente le habían servido los
elementos para que éste se lavara las manos, se acercaron
a él nuevamente con una especie de orinal que parecia ser
de plata, se arrodillaron frente a su amo y uno de los sirvientes
se puso unos guantes blancos de fina seda y procedió
delicadamente a separar la tela de la especie de pantalón
que su amo llevaba, a la altura de poco más abajo de la
cintura, siempre con gran delicadeza el sirviente sacó al
exterior el miembro viril de su amo, en el entretanto el otro,
acercaba aquella especie de orinal de plata para que éste
efectuara una micción y depositara sus reales
orines.

Phil no salía de su asombro, hasta el punto de
sentirse violento, no sabía si echar a correr o
reír a carcajada partida, miró a Shatun, este
comprendió rápidamente la situación,
discretamente se acercó al oído de Phil y le
aclaró la situación.

-El maharajá es considerado en la India
además de un rey, un Dios, por ello nadie de casta
inferior o también llamado paria, puede tocar la
piel al rey-dios, le va en ello la vida-.

Phil hizo un gesto de haber comprendido la
explicación que el intérprete le acababa de dar, y
siguió observando en absoluto silencio y respeto la
hilariante escena que se estaba produciendo ante si. Finalizada
la ceremonia de la deposición de los reales efluvios
líquidos, el sirviente sacudió con gran suavidad el
falo de su señor y después de secarlo debidamente
lo regresó a su posición original, siempre
siguiendo el mismo ritual de delicadeza y respetuosa
veneración. Más tarde supo que los reales orines,
eran conservados en depósitos especiales para ello, ya que
existe una leyenda en la que se dice que tirando los orines, se
va un poco el alma de quien proceden.

Al regreso a sus habitaciones Phil aprovechó para
contarle al intérprete el casual encuentro con la
majaraní y la extrañeza de que las doncellas que la
rodeaban llevaban todas ellas los senos sin cubrir.

-En la India el que los senos de las mujeres no
estén guardados bajo alguna ropa, no se le da la
importancia que se le da en occidente. Verá, por ejemplo
besarse en la boca un hombre y una mujer como suelen hacer
ustedes, es un acto rechazable, pecaminoso diría, sin
embargo los enamorados se dan besos en las axilas, este es para
nosotros, algo muy erótico y estimulante, al igual que el
dedo pulgar del pie que se besa y se chupa para estimular a la
mujer al coito-.

Phil, a través de estas extrañezas
comenzaba a descubrir la incógnita y misteriosa India. No
le extrañaba ahora que en los salones y en la
habitación que ocupaba, hubiesen delicadas figuritas en
actitudes y posiciones muy eróticas que probablemente en
occidente podríamos considerar casi de ofensivas al buen
gusto y discreción. No hay que olvidar que la India posee
una cultura que se remonta a casi cuatro mil años, y que
supera con creces a la occidental.

Phil se dio una buena ducha, no era amante de utilizar
bañeras para su aseo, se metió en la cama con los
pensamientos de los sucesos vividos en el día, y muy
particularmente de la belleza de la majaraní que le
había cautivado.

Capít.
36

Regresamos a Buenos Aires después de nuestro
idílico viaje de bodas por los Estados Unidos, la familia
nos aguardaba en el aeropuerto, a excepción de mis padres
que ya habían regresado a París.

Después de arreglar mis cosas profesionales en
Argentina, regresamos a París para reintegrarme de nuevo a
mi despacho en el Ministerio de asuntos Exteriores. Manuela
estaba encantada de vivir en París, su ciudad
soñada, a decir verdad, no había una excesiva
diferencia entre BsAs y mi ciudad natal, salvo el idioma ,las
costumbres y la torre Eiffel, sin olvidar a los nativos de cada
país, pues en Buenos Aires hay muchas calles y edificios
que recuerdan París, al igual que las hay que recuerdan
Milán o Barcelona, ello se debe a que en los años
del gran esplendor económico argentino de finales del
siglo XIX y primer tercio del XX, hacendados millonarios cuyos
orígenes eran de las ciudades citadas, contrataban a los
mejores arquitectos del momento para que les construyeran
edificios como los que existían en sus ciudades natales,
este es el marchamo y legado que la gran urbe argentina posee y
que le confiere el sello de ser la ciudad del continente
americano más europea. Confieso que Buenos Aires
sería para mi la ciudad elegida para vivir, si
París no existiese, claro está.

Algunas de mis tardes libres, las dedicaba a mi esposa
para ir mostrándole la ciudad, París, uno de los
lugares que a Manuela más le fascinaban era el barrio de
Montmatre y en especial la plazoleta donde están los
artistas pintores, además del Sagrado Corazón, un
día me confesó que desde que había visto en
el cine el film de, Un americano en París
había quedado prendada de este rincón de la ciudad
y en especial de esta típica callejuela en la que el actor
Gene Kelly exponía sus obras al aire libre, y que muy
probablemente en el film no dejaba de ser un decorado muy logrado
en ambientación.

A los pocos meses de residir en nuestra casa de
París, Manuela me anunció de manera muy
romántica que íbamos a ser padres.

Una tarde lluviosa y fría, ya camino de las
navidades, regresando de mis ocupaciones en el Ministerio de
Exteriores, al abrir la puerta de nuestro piso, encontré
la casa en penumbra, dejé la gabardina y el paraguas en el
armario del recibidor y al llegar al salón, repentinamente
se prendieron todas las luces, mi sorpresa fue mayúscula
ya que Manuela estaba rodeada de mis padres y hermanos, todos
ellos sonrientes y alegres, yo no comprendía el motivo de
aquella inesperada alegría, mi madre vino a mi con los
brazos abiertos, la seguía mi esposa, mis hermanos y
papá permanecieron de pié tras el
sofá.

Me abrazaron al unísono mi madre y Manuela, ambas
me besaban en las mejillas locas de alegría, yo
todavía no comprendía nada. Manuela al ver mi cara
de estupor y sorpresa, me dijo: -querido, vamos a ser
papás-.

El corazón me dio un vuelco, ahora la sorpresa
era todavía mayor, claro que en derecho no debía
ser así, pues Manuela y yo nos aplicábamos con
harta frecuencia y afición a los juegos que vienen a
reportar el estado en que ahora mi esposa se hallaba.

-¿Estás segura querida?-, se me
ocurrió decirle.

-Nada más cierto, el doctor me ha hecho las
pruebas pertinentes y no hay duda alguna-.

Ahora comprendía la alegría que todos
compartían con nosotros, este bebé iba a ser el
primer hijo, primer nieto y primer sobrino. Me pregunté si
ambos estaríamos preparados para ser padres, este era un
estatus que nunca me había pasado por la
cabeza.

Mi madre nos miraba gozosa, pero creo que mi cara
reflejaba algo de preocupación, se acerco a mi y
cogiéndome del brazo me llevó a una de las esquinas
del salón, -hijo, noto en tu cara como si no te alegraras
de tener un hijo, ¿te ocurre algo?-.

-No mamá, es solo la sorpresa y no se si estamos
preparados para educar un niño-.

-No temas hijo, el niño os irá
enseñando a ser padres, no lo dudes, solo deberéis
poner cariño y voluntad, lo demás vendrá
poco a poco, no olvides que los bebés vienen a un mundo de
adultos y no saben hablar nuestro idioma, pero se las arreglan
para sobrevivir, ¡¡ lloran cuando algo les conviene y
necesitan !!, solo deberéis intentar interpretar su
necesidad del momento-.

Las palabras de mi madre fueron un bálsamo para
mi conciencia, me quitó un peso de encima. Fui a unirme a
la alegría de los demás y participar de
ella.

Con los meses, mi esposa lucía con orgullo
materno el aumento de su cintura , ya en el quinto mes de
embarazo, el ginecólogo nos dio la noticia de que Manuela
llevaba dos bebés en su seno materno, motivo por el que mi
madre organizara una cena en la que había invitado a toda
la familia y alguno de sus más íntimos
amigos.

Manuela se sentía feliz y yo la secundaba en
ello. Con el tiempo fui habituándome a la idea de ser
padre y mi amor por aquel ángel de piel blanca y cabellera
negra ondulada fue creciendo a medida que pasaban los
días, era un amor más intenso, quizás menos
rosa, pero la sentía constantemente en mis
entrañas.

A menudo imaginaba ver a los dos pequeños
correteando por la casa, llevándoles a la escuela y
jugueteando con ellos, serían una pieza más del
engranaje amoroso que Manuela y yo habíamos fundado. La
felicidad inundaba la familia.

Capít.
37

El concierto de Phil fue un verdadero acontecimiento en
el estado de Khapurtala, el maharajá había invitado
a todos sus amigos de los estados que rodeaban el suyo propio,
alguno de ellos se desplazó a propósito para tan
magno acontecimiento, desde su residencia fuera del país,
principalmente del Reino Unido.

Para el acto, el maharajá mandó habilitar
una parte de los jardines para el lugar de la celebración.
Un amplio estrado de madera de unos sesenta centímetros de
altura a modo de escenario, que soportaba el piano que Phil
había elegido el día anterior.

Para la cuarentena de invitados, había dispuesto
unas filas de butacas de gran comodidad, que formaban un arco
como si éstas abrazaran el estrado.

Phil se pasó la mañana efectuando ensayos
en uno de los pianos de palacio, siempre acompañado por el
intérprete. A media tarde fueron llegando los invitados
que eran recibidos por el hombre de confianza, una especie de
secretario del maharajá, con gran solemnidad muy propia de
la India en las castas altas.

Era asombrosa la gran cantidad de automóviles de
la marca Rolls Royce, ya que cada invitado llevaba no menos de
dos de estos lujosos vehículos, ocupados por su
dueño y los sirvientes, simplemente espectacular. En un
descanso de sus ensayos, Phil se asomó a uno de los
ventanales que daban a la fachada principal del palacio,
quedó impresionado por el número de
automóviles de tan célebre marca que habían
aparcado en la explanada frontal del edificio.

Phil pensó que probablemente en la propia
fábrica de esta marca de automóviles, no los
habría en aquellos momentos en stock.

Phil renovó sus ensayos, pero al poco tiempo el
intérprete le hizo una señal para que detuviera
éste, acababa de entrar al salón la majaraní
acompañada de dos de sus jóvenes sirvientas. Phil
se levanto inmediatamente para saludarla, esta le hizo el
habitual saludo hindú, acompañando el mismo con una
seductora y a la vez enigmática sonrisa. La dama tomo
asiento cerca del piano y con una elegante ademan invito a Phil a
continuar con sus ejercicios. Phil le pregunto si deseaba que
tocara algo por la que ella tuviera preferencia, a otra sonrisa,
que a Phil pareció seductora, la majaraní le
pidió amablemente si podía interpretarle algo
romántico y alegre, Phil asintió con una de sus
sonrisas más encantadoras, y que de las que solía
tener un gran repertorio, eligió La Primavera de Vivaldi,
a la que inició con gran suavidad pero
imprimiéndole su propia personalidad musical. La dama
estuvo todo el tiempo muy atenta y haciendo breves comentarios
con las dos muchachas que la acompañaban, que
seguían mostrando con toda naturalidad sus senos como
él había visto el día anterior, cosa que a
un casanova como era Phil le excitaba todavía
más.

Después de un par de composiciones, la
majaraní se despidió de Phil esta vez,
inusitadamente, le estrechó la mano con cierta
presión, hecho casi inconcebible en la India, en el
entretanto se acercaba más a Phil y le decía con
voz muy suave : – En breve mi esposo, el maharajá y yo,
viajaremos a Europa-. Acompañó a esta frase con una
caída de sus grandes párpados y mirando fijamente a
su interlocutor largamente a los ojos. Phil sostuvo unos
instantes aquella sedosa y pequeña mano, de la que
quedó prendado, y que la majaraní separó
suavemente de la suya, le hizo el namasté y se
retiró del salón, siempre acompañada de las
dos jóvenes sirvientas, que se afanaban en ponerle bien
los pliegues del shari, en la India la estética se cuida
mucho, es casi obsesiva.

Al atardecer estaba todo dispuesto para el concierto,
todos los invitados estaban sentados en sus correspondientes
asientos, saludándose unos a otros ceremoniosamente,
mientras los sirvientes de cada uno de ellos se sentaban en el
suelo cerca de su señor, con la finalidad de acudir presto
a cualquier requerimiento de este.

El organizador y secretario del maharajá
había situado el trono de su rey y esposa en la primera
fila en situación, como no, preferente.

El programa contemplaba en primer lugar el concierto y
acto seguido una cena en el salón del trono.

Phil había pedido al intérprete que le
localizara una partitura del himno nacional, ya que la India
recientemente había obtenido la independencia de la Gran
Bretaña, sin embargo los británicos, que siempre se
han distinguido por su reflexión y diplomacia, concedieron
al país la independencia política pero lo
"admitieron" en la Commenwelth, de este modo se
aseguraban la continuidad de los lazo que mantendrían la
unión de ambos países para seguir comerciando entre
los países pertenecientes a esta real organización
en condiciones favorables para ambos lados.

Puntualmente al atardecer, cuando el sol muestra su
disco en un color rojo encendido y parece ahogarse en el Ganges,
hizo presencia en el estrado Phil, siempre acompañado del
intérprete, fue recibido con una gran ovación por
los asistentes, que llevaban sus albos vestidos de gala, cargados
de piedras preciosas y condecoraciones. Sus mujeres favoritas,
las habían situado a uno de los lados del auditorio, el
espectáculo era fantástico, propio de esas
películas que muchos años atrás el cine nos
había presentado, de un oriente mágico, misterioso
y colorido, las favoritas vestían el hábito propio
de las mujeres hindúes que formaban un abanico multicolor
que daba alegría al acto.

Para la ocasión, Phil vestía de impecable
frack. El secretario personal del maharajá efectuó
la presentación del pianista, lo cual motivó otra
serie de aplausos. Pocos instantes después hizo presencia
en el recinto el propio Maharajá seguido de su esposa
favorita, todos los asistentes se pusieron en pie y le saludaron
con el namasté seguido de aplausos, momento que
Phil aprovechó para tocar el himno del país, se
hizo un silencio absoluto con todo los asistentes de pie, nada se
movía, a excepción del velo de la majaraní
que una suave brisa lo mecía permitiendo ver su
bellísimo rostro. El maharajá permaneció de
pie en actitud sobria y majestuosa, finalizado el himno el
público emocionado explotó en una estruendosa salva
de aplausos, la India hacía poco tiempo que había
obtenido su independencia de la corona británica y los
hindúes estaban todavía muy
sensibilizados.

Phil se acercó al borde del estrado y
solicitó la autorización del maharajá para
iniciar el concierto, se hizo el silencio más
absoluto.

Procedió asentarse en el taburete rectangular que
estaba frente al piano, reguló la distancia con los
pedales y arrancó con piezas de Chopin. Hizo todo un
recorrido de diversos compositores; rusos, alemanes,
austríacos, e italianos, que duró algo más
de una hora y media. Finalmente y como despedida tocó La
Primavera de Vivaldi, lo hizo con toda intención,
recordando la pieza que le solicitó tocar la
majaraní, precisamente ésta le miró
discretamente lanzándole una turbadora sonrisa, al
finalizar el público estaba rendido a Phil, todos los
asistentes puestos en pié aplaudían con entusiasmo,
Phil se acercó al borde del estrado y saludó con
una reverencia al maharajá y esposa, ésta en un
acto de osadía, se atrevió a acercarse al estrado y
obsequiar con un ramo de flores al concertista, a la vez que le
enviaba una ardiente mirada con aquellos inmensos ojos negros de
los que mi amigo se había prendado.

Phil estuvo todavía un par de días como
huésped del maharajá, en uno de ellos fue invitado
a acompañar a este en la caza del tigre desde el elefante
real. Una experiencia excepcional, algo que solo lo había
podido ver en algunos reportajes
cinematográficos.

Al tercer día, una comitiva de Rolls Royce
acompañó a Phil hasta la escalerilla del
avión que le llevaría a Londres, se iba con cierta
melancolía amorosa. No había tenido la oportunidad
de despedirse de la majaraní de la que se había
quedado tremendamente cautivado.

Capít.
38

Los mellizos que Manuela y yo aguardábamos con
anhelo, nacieron prematuramente a los siete meses de embarazo,
los doctores que atendieron el parto pudieron salvar la vida los
bebés, pero pocos días después nos dieron la
nefasta noticia de que no prolongarían sus vidas algo
más de unas pocas semanas, habían nacido con una
deficiencia funcional en sus pulmones que le condenaba
inexorablemente a muerte. Esta noticia nos hundió en la
más grande de las tristezas, principalmente a Manuela, que
durante el embarazo había preparado y decorado la
habitación que los mellizos ocuparían,
habíamos elegido dos nombres para ellos, Héctor y
Emilo .

Al conocer la noticia todo nuestro mundo se vino abajo.
Acompañamos sus pequeños cuerpos hasta el
cementerio y quedó depositado en el panteón
familiar. Conociendo su inexorable final, Manuela que era
profundamente creyente, se preocupó de que nuestros
bebés fuesen bautizados unos pocos días antes de
que su débil hilo de vida, llegase a su fin.

Pasaron algunos meses de los que tratábamos
sobreponernos de la tragedia, yo, gracias a mis ocupaciones
profesionales en el ministerio, poco a poco fui
superándola, pero no fue así para Manuela.
Comprendo que para una mujer que a engendrado un ser en su seno y
que durante todo este tiempo ha mantenido de un modo natural una
comunicación con aquel diminuto ser en formación,
ha de ser muy duro recuperarse de las esperanzas fallidas y de
los planes de futuro que para él hubiese soñado, y
que repentinamente se esfuman.

Yo trataba de que mi esposa, se quedara poco tiempo
sola, la llevaba a visitar museos, visitábamos a algunos
amigos, al teatro y que me acompañara en algunos viajes
profesionales, pero veía que lentamente se iba
consumiendo, perdió el apetito, con lo cual
adelgazó exageradamente provocándole un estado de
mal humor que afloraba con cierta frecuencia y que deterioraba
nuestra relación.

Puse todos los medios necesarios para que nuestra
relación mejorara, me armé de toda la paciencia y
comprensión de la que era capaz, la convencí de que
se acudiera a la consulta de un psicólogo amigo de la
familia, de prestigiosa experiencia profesional. Hubo una
pequeña mejora con el tratamiento, pero fue insuficiente,
todo acabó por estallar como una bomba en nuestras manos,
cuando en una visita al ginecólogo éste le dijo a
Manuela que había quedado incapacitada para tener
más hijos. Sus lágrimas hubiesen podido llenar un
océano, y finalmente acabamos divorciándonos, Mi
adorada Manuela, un buen día hizo la maleta y se
marchó a Buenos Aires, me dejó sobre la mesita de
noche un sobre que contenía un papel con un breve escrito,
en el, decía, que no se veía capaz de hacerme
feliz, que al lado de su familia intentaría sobrellevar la
tragedia. Nada más.

Me quedé de una sola pieza, lo primero que hice
fue ir rápidamente al aeropuerto de Orly para ver si
tuviera la fortuna de encontrarla y convencerla de que no se
marchara, pero no la hallé.

Al regreso a casa llamé a Buenos Aires,
hablé con mi suegra, me dijo que Manuela el día
anterior la había llamado para decirla sin más, que
iba para allá, sin explicación alguna. Me dijo que
la había encontrado muy nerviosa y que hablaba
entrecortadamente. Má, me recomendó que no fuera
todavía a Buenos Aires, que aguardara a que Manuela se
asentara en casa unos días y que luego me llamaría
para informarme de su estado.

Regresé a casa descorazonado y triste. Como puede
cambiar la vida de las personas en unas horas.

Dos semanas más tarde me llamó Má
para decirme que habían tenido que ingresar en un
sanatorio mental a Manuela, se había desquiciado, y los
doctores recomendaron su ingreso clínico.

Dos meses más tarde me despertó el
teléfono a la madrugada de un lunes, al descolgar el
auricular, oí en primer lugar unos sollozos entrecortados,
después de requerir varias veces ¿quién
llama?, entre sollozo y sollozo una voz femenina me
dijo:

-Soy Má-.

-Díme, ¿ocurre algo?-, le dije medio
adormilado todavía.

-Manuela a muerto-, me dijo temblorosa.

-¿Cómo ha sido?-, dije sobresaltado y
dando un salto en la cama

-Se ha suicidado, se tiró por la ventana de su
habitación en el hospital-. A continuación se
cortó la comunicación.

Me quedé tumbado en la cama, con el auricular
todavía en la mano, en la obscuridad de la
habitación, boca arriba, lloroso y respirando
agitadamente, me pasaban por la mente las imágenes de una
Manuela feliz, alegre, apasionada, que me hechizó desde el
primer momento en que la conocí, allá, en la casa
vecina a la nuestra en Niza, nuestras excursiones en la Vespa,
nuestro amor carnal desenfrenado y, nuestro reencuentro casual en
Argentina, y así, después de varias horas me
dormí.

Me levanté pensando que había
soñado la llamada telefónica nocturna de Má,
que nada era real. Una buena ducha me puso a tono y me
devolvió a la cruel realidad. Me tomé unos
días de permiso y volé a Buenos Aires.

Capít.
39

Algunos meses después del concierto de Phil en la
India, éste recibió a través de su
representante musical, un mensaje escrito de la majaraní .
En el, le comunicaba simplemente que se hallaba en París
por una semana, y nada más.

Phil vino a visitarme al ministerio, me entregó
la nota para que la leyera, estaba hecha en papel de muy buena
calidad, de color lila sumamente pálido, apenas
perceptible, la letra era firme y muy bien equilibrada en los
trazos, lo cual indicaba que su autor era persona reposada y
meticulosa y a la vez que sensible.

-Y bien, ¿qué piensas hacer al respecto?-
le pregunté.

-Tu No la has visto, sino no me harías esta
pregunta. Es una de las mujeres más bellas que he
conocido, a la vez que me atrajo este misterio oriental que la
rodea.¿podrías averiguar dónde se hallan
hospedados en París?-.

-Lo vamos a saber de inmediato- le dije mientras me
arrellanaba en mi butacón de trabajo y cogía el
auricular del teléfono de la mesa.

Jarrier, uno de los funcionarios del ministerio que se
conocía a todas las almas de la ciudad, vino a verme de
inmediato.

Le presenté a Phil y le pedí que si
podía averiguar dónde se hospedaba el
maharajá.

-Lo sabremos en un periquete-, dijo con firmeza mientras
usaba el teléfono. En el entretanto marcaba el
número, nos dijo que tenía un buen amigo que
trabajaba precisamente en el consulado de la Índia.
Después de una breve conversación, colgó el
teléfono y nos dijo, que el maharajá había
alquilado toda una planta en el Hotel Ritz de la Place
Vendôme, y dijo más:.-El maharajá se ha
desplazado esta mañana a Bruselas para una importante
reunión de naciones pertenecientes a la UNESCO, muy
probablemente estará allí varios
días-.

-Gracias amigo Jarrier, por tan valiosa
información-,le dije.

-Ya lo sabes, ¿qué piensas hacer ahora?-
le dije a Phil que estaba como ausente de pie frente al ventanal
que daba al jardín de patio interior del
edificio.

Se giró lentamente con las manos en los bolsillos
del pantalón, con una leve sonrisa no exenta de cierta
picardía para decirme:.

-Lo que te dije al principio mi querido amigo, tu no la
has visto-.

-Si hubieses visto estos enormes ojos negros que cuando
miran a los tuyos te encienden el alma,
comprenderías-.

-¿Me permites que la llame desde tu
teléfono?-, me preguntó.

-No hay inconveniente, pero utiliza este otro las
llamadas no quedan registradas-.

Consultó en el listín telefónico el
número del Ritz, luego marcó el
número.

-Buenos días, páseme por favor con las
habitaciones del excelentísimo señor
Maharajá de Khapurtala-, dijo con voz firme aunque con
cierta amabilidad.

-De parte de monsieur Phillip Lafurcade-.

Phil me hizo ademán para que yo cogiera el
pequeño auricular auxiliar del teléfono que me
permitiría oír la conversación. En primer
lugar atendió una voz femenina en inglés, pero que
denotaba su origen hindú. Phil solicitó hablar con
la majaraní, pasó casi un minuto, ya creí
que se había interrumpido la comunicación, pero no
fue así, una voz dulce, encantadora, casi angelical dijo
un "Hallo" que parecía una canción celestial, ya
sin poderla ver uno podía enamorarse de aquella voz y su
contenido.

Después de mutuos saludos y buenos deseos, la
noble dama de un modo elegante y sutil, le pidió a Phil si
estaría dispuesto a ir a tocarle algunas partituras en sus
habitaciones, -la suite principal dispone de un magnífico
piano-, dijo.

La dama, le había tocado la vena sentimental y
amorosa a mi amigo, y como diría uno de los mosqueteros;
entró a matar. –Excelencia, por usted tengo todo el
tiempo que sea necesario para tocarle todas las piezas que usted
desee-.

-¿Le parece mister Lafurcade venir esta misma
tarde a merendar?-, le invitó.

-Será un placer volver a verla madame,
vendré alrededor de las cinco y treinta minutos,
¿le parece usted conveniente?-.

-Me parece muy bien, no tarde-, le dijo en tono
sugerente y con aquella voz que sonaba a gloria.

-Habrás observado querido Alain que este "no
tarde" es tremendamente explícito-.

-Efectivamente, pero querido amigo, te sugiero que seas
sumamente cauto, los hindúes de esta casta son
tremendamente poderosos y posesivos, si te pillaran con un desliz
con cualquiera de sus esposas, esta sería ajusticiada e
irían a por el traidor que le quedarían pocos
días de vida-.

-Tendré en cuenta tu consejo querido, pero y con
todo voy a intentarlo. Ya te contaré como haya ido nuestro
primer encuentro en París-.

Me quedé pensativo, la osadía de mi
compañero de juventud, era la propia de los hombres que se
dan en una zona de nuestro país, La Garduña, son en
general, caballerosos, fieles a sus amigos, intrépidos,
algo bravucones y pendencieros, así nos los relataba
Alexandre Dumas. No hay nada que atraiga tanto a Phil como un
reto femenino.

Pasaron un par de días y no sabía nada de
Phil, ante este silencio pensé que no hubiese tenido
algún grave contratiempo, pues como es sabido, las mujeres
de los hindúes de alta clase, son inasequibles para los
demás, es algo sagrado.

Pensé ir a visitarle a su casa. Por la tarde
cuando salí de mis obligaciones en el ministerio,
tomé un taxi y me desplacé a su
domicilio.

Cuando llegué, el conserje me saludó, ya
que me conocía, y me informó que monsieur Philip
tenía visitas desde el día anterior, hecho que me
sorprendió, pero no desistí de subir a su piso,
estaba realmente intrigado.

Llamé al timbre de la puerta y hubo una
pequeña tardanza en que acudiera a abrir la puerta,
finalmente el propio Phil la abría.

-Hola, Alain,¿tu por aquí?-, me dijo con
voz jovial, pero en tono suave, como si no deseara despertar a
alguien que estuviera durmiendo.

-Verás Phil, pasaba por aquí…..-,
no se lo tragó.

Se rió sinceramente y me dijo, -amigo, no cuela
tu excusa, has venido a fisgonear, jajaja-.

Yo tampoco pude evitar la risa.

-Ven, ven, no te quedes aquí-, me dijo a la vez
que me cogía por el brazo y me llevaba hasta el
salón de su lujoso apartamento.

En la penumbra del salón y recostada en una
especie de sofá o chaiselong, me pareció distinguir
la silueta de una mujer, todavía cogido del brazo, Phil me
condujo hasta el lugar en que ésta se hallaba, aunque
todavía y dado a la escasez de luz, no la podía
distinguir con precisión, mis ojos necesitaban aclimatarse
a la penumbra.

-Te presento a mi amiga Indira, que en nuestro idioma
significa Espléndida-, Phil a continuación
fue a abrir un poco los cortinajes del salón para que
entrara algo más de la luz diurna.

¡ Santo cielo !, de súbito pude ver medio
tendida a la Venus de Milo que me miraba con unos enormes ojos
obscuros adornados con largas y espesas pestañas, llevaba
puesto un batín azul marino y por debajo de este asomaba
un pijama de seda blanco que a todas luces debía
pertenecer a mi amigo, puesto que le sobraba por todas partes.
Quedé verdaderamente impresionado de aquella belleza, Phil
se había quedado corto al describírmela.

Me adelanté para saludarla, mientras ella me
alargaba la mano para que se la besara, en el entretanto Phil la
informaba de nuestra gran amistad de toda la vida. Le pedí
excusas por presentarme de improvisto y no obsequiarla con un
presente de bienvenida.

En un exquisito inglés me exculpó de mi
aparente falta de cortesía y me dijo que ya me
conocía, dado a que monsieur Phillip la había
hablado de mi. Se levantó con gran ligereza y se fue a la
habitación contigua al salón, por el camino, sus
andares eran como si no tocara el alfombrado suelo, su cintura se
cimbreaba suavemente en cada paso de tal manera incitaba a
poseerla.

-¿Qué te ha parecido?- me dijo Phil ante
mi cara de estupor.

-Inexplicable, "superbe", no se que decir, no
había visto en mi vida una belleza como tal, no tengo
palabras-, no era capaz de decir más.

-Indira, es el nombre con que fue "bautizada" al casarse
con el maharajá, pero ella, aunque hija de hindúes
emigrantes, nació en el Reino Unido y tiene una dilatada
educación europea, piensa como nuestras mujeres, y ello le
hace difícil aceptar las costumbres de la casta de su
esposo, y a la vez le crea un gran desasosiego psíquico,
su verdadero nombre es Elizabeth, es el que consta en su
pasaporte británico, aunque tiene también la
nacionalidad hindú y en éste pasaporte se llama
Indira.

-¿Y cómo es que estáis aquí,
los dos en tu apartamento?, ¿no crees que es muy peligroso
para ambos?-.

-No estamos, solos, en la habitación de al lado
hay dos de sus sirvientas, que desde que vinimos hasta ahora no
se han movido de ella, son de su absoluta confianza, en el caso
de que se llegara a saber nuestro encuentro, siempre
dirían que simplemente su ama estaba escuchando un
concierto de piano-.

-No creo que colara, pero allá tu-, le
dije.

Estuvimos hablando de mil cosas, la majaraní era
una persona culta y se expresaba de manera encantadora, su voz
sonaba a una dulce canción que regalaba los oídos.
Había substituido el atuendo que llevaba y ahora
vestía según su rango y costumbres hindúes,
iba toda de blanco puro, resaltaba además de su exquisita
belleza las joyas con que adornaba su cuello y brazos.

Las ropas eran de finísima seda natural que a
contra luz traspasaba y permitía adivinar la silueta de
quien las portaba, yo estaba verdaderamente como hipnotizado ante
tan grande conjunto de belleza que jamás pude
contemplar.

Indira no quitaba ojos de Phil, se adivinaba que estaba
enamorada de él, hablaba conmigo y no apartaba la vista de
mi amigo. Finalmente no pude contenerme y le pregunté, un
poco a bocajarro, si le gustaba Phil, me respondió con un
profundo suspiro que acompañó de un velado, si.
Entrado ya en este terreno, me atreví con todo respeto, a
preguntarle hasta que punto estaba enamorada de Phil. Me
contestó que estaba dispuesta a todo con tal de poder
vivir siempre junto a él. Yo tuve mis dudas, sabía
que cuando el maharajá se enterase reaccionaría con
virulencia y las consecuencias podrían llegar a ser
funestas para ambos y por otra parte Phil no era hombre de largas
relaciones con las mujeres, desde muy joven había sido
inconstante con ellas, una vez había conseguido lo que se
proponía, se alejaba de ellas, sin embargo tenía la
rara habilidad de quedar como gran amigo de todas
ellas.

Un par de horas más tarde Phil tomó de la
mano a Indira y me dijo que iba a llevarla al hotel, pero me
rogó que le aguardara en su apartamento, ya que deseaba
hablarme. Asentí y allí me quedé
aguardándole.

Capít.
40

Mientras mi amigo acompañaba a la majaraní
al Ritz, estuve pensando en que pararía el berenjenal en
el que se había metido. Claro está que, bajo mi
punto de vista, el "trofeo" valía la pena el riesgo que
entrañaba, la descomunal belleza de aquella mujer invitaba
a correr todos los riesgos. Me asomé al ventanal que daba
a la Avenida Klèber y me quedé mirando el
tránsito de vehículos y personas que se afanaban
unos en sujetar sus sombreros y las mujeres en sujetar sus
faldas, pues el fuerte viento que soplaba hacía estragos.
Vi que una jovencita cuyas manos llevaba ocupadas con un par de
bolsas, llevaba una falda de vuelo ancho y una ráfaga de
viento se las subió a hasta la cabeza, aprovecho para
decir que tenía unas bonitas piernas, la pobre no tuvo
más remedio que soltar las bolsas y colocar su vestido
donde le correspondía. Así distraído, casi
no oí que habían llamado con cierta insistencia a
la puerta, fui a abrirla, ya que la chica de servicio que Phil
tenía la había dado unos días de
permiso.

Cual sería mi sorpresa cuando al abrir me
encontré con dos hombres de considerable tamaño,
vestidos a la europea pero llevaban el clásico turbante
hindú envuelto en sus cabezas, que sin duda identificaba
su origen.

-Qué desean-, les dije en
francés.

Apercibí que no me habían entendido, pero
además observé que sus rostros no demostraban
precisamente amabilidad. Inmediatamente comprendí que
debían ser dos "enviados" del séquito del
maharajá, pues uno de ellos en un correcto inglés
me preguntó: -¿Es usted el señor Phillip
Lafurcade?-.

Reaccioné inmediatamente y les respondí
que mi nombre era Alain Charrutiers, les afirmé que no
conocía a la persona que habían citado, que aquella
era mi casa.

Dado a que uno de ellos hizo ademán de entrar al
piso sin que yo le hubiera dado paso franco, le intercepté
y les dije seriamente que iba a llamar a la policía, la
frase surtió efecto, se dieron media vuelta sin decir
más y se marcharon.

Comprendí inmediatamente que andaban tras los
pasos de Phil y que de caer en sus manos algo grave podría
ocurrirle a mi amigo.

Fui corriendo al teléfono, busqué en el
listín telefónico el número del Ritz y
llamé con la intención de ver si podía
encontrarle y advertirle del peligro que
corría.

Recordé que conocía al jefe de personal de
este lujoso hotel, pues le había tratado con cierta
frecuencia cuando estuve al cargo del protocolo del
ministerio.

La telefonista me pasó la llamada de
inmediato.

-Hola Pierre, soy Alain Charrutiers- hablaba con
rapidez, pues no podía peder ni un minuto de tiempo. Le
expliqué muy rápidamente que precisaba hablar con
mi amigo Philip a quien él conocía.

-No cuelgues el aparato, vamos a ver si le
localizamos-.

Cinco minutos que me parecieron una eternidad, -Hallo-.
Era la voz de Phil, lo habían localizado.

-¡¡ Phil sal inmediatamente del hotel y
refúgiate en mi apartamento, te andan buscando,
allí estará André a quién voy avisar
ahora mismo. Un par de sicarios del maharajá andan tras
tuyo, han estado aquí, en tu apartamento pero les he
podido convencer que esta era mi casa y se han marchado
confundidos!!-.

-Acabo de dejarla ahora mismo en sus
habitaciones-.

La voz de Phil denotaba preocupación pero no
estaba nervioso.

-¿Cómo son estos individuos?-.

Se los describí, pero lo más significativo
de ambos era el turbante. Phil me dijo que estaba dentro del
despacho del director del hotel, con lo cual estaba
momentáneamente a salvo.

-Alain, no debes preocuparte, ahora mismo voy a tu
apartamento y allí nos veremos-.

-Hasta luego pues-.

Advertía a Andrè de que Phil nos
visitaría y que yo llegaría en poco
tiempo.

Llegué a mi apartamento antes que Phil, una hora
después éste se hallaba entre nosotros.

-Pero ¿eres consciente del peligro que
estás corriendo?-, le dije como saludo.

Phil entraba sonriendo, despreocupado, como siempre, yo
conocía bien aquella mirada y sonrisa socarrona,
había aflorado su vena aventurera y de empedernido
Casanova.

Le expliqué la impresión que yo
tenía del hecho, le di los pormenores de aquellos dos
sicarios que fueron a visitarle y que tuve la fortuna de
confundir, pero le aconsejé que se fuera de París,
y a poder ser a muchos kilómetros de Europa y dejara pasar
el tiempo.

Su respuesta fue: -¿No me invitas como
mínimo a tomar un café?-.

-Eres incorregible Phil, un día vas a tener un
serio disgusto-.

-¿No te acuerdas del tiempo del internado suizo?,
de las dos amiguitas suecas y de la aventura que corrimos para
poder acostarnos con ellas?-

-Lo recuerdo perfectamente, pero no nos jugábamos
la vida-, le respondí.

-Si, lo se, pero la misma sensación de peligro y
placer que experimentamos, es lo mismo que ahora he sentido, no
puedo evitarlo querido Alain-.

Me encogí de hombros, Phil era así,
incorregible, temerario, y a la vez caballero, repartía
buen humor por todos sus poros, nada podía detenerle
cuando de unas faldas se trataba.

-No debes preocuparte-, me dijo. –Mañana
partiré de gira, Tel Aviv, Cairo y, luego Brasil para
finalizar en Manila, voy a estar casi cinco meses fuera de
Francia-.

Aquella noche durmió en mi casa y al día
siguiente le acompañé a su apartamento para que
hiciera las maletas y le dejé en Orly dos horas más
tarde.

Algunos meses más tarde, leí en el
periódico británico The Thames, que la
majaraní de Khapurtala había sido repudiada por su
esposo el Maharajá y ésta se había ido a
vivir con sus padres a la Gran Bretaña.

Capít.
41

Ya en el ocaso de mi vida, cuando pocas cosas te
satisfacen, los amigos van cayendo como las hojas en
otoño, los familiares más próximos han
sucumbido, soy el último de los Charrutiers que queda
sobre el planeta, todo eso pesa sobre el alma y te llena de
melancolía.

Hacía alrededor de cuarenta y dos años que
perdí a Manuela, que fue mi único amor verdadero,
tuve con el tiempo algunas aventurillas y escarceos amorosos,
pero jamás pudieron distraerme del recuerdo de mi
Manuela.

Un buen día de otoño, tomé la
decisión de irme definitivamente de París,
llamé a André para que preparara el Bentley y me
acompañó a la notaría de monsieur Clichy, le
pedí que hiciera una escritura en la que donaba mi
apartamento al fiel servidor Andrè, y la villa de Niza que
había heredado de mis padres, la cedía a mi prima
americana Amelie de Montpenzat, en recuerdo de los buenos
momentos vividos con ellos los veranos de nuestra
juventud.

Al día siguiente traspasé mis fondos
dinerarios y bonos a la cuenta que tenía en un banco de la
capital Argentina y encargué a una agencia internacional
de transportes que se preocupara de enviar en un container el
Bentley que había sido de mi abuelo paterno a Buenos
Aires.

Dos días más tarde me despedí de
André, que lloraba como un niño por mi marcha, el
sabía que no volveríamos a vernos nunca más,
treinta años de servicio pesan mucho, yo tampoco pude
contener la emoción estuvimos varios minutos enzarzados
con un intenso abrazo, mientras los altavoces de la terminal
anunciaba la próxima salida de mi vuelo.

Doce horas más tarde, el vuelo BsAs 2032 de Air
France, tocaba tierra en el aeropuerto de Ezeiza de
Buenos Aires, ¿recuerdan?.

Decidí pasar los días que podían
quedarme de mi vida cerca de Manuela.

Así se lo conté al autor de esta
novela.

Navidades del 2011

 

 

Autor:

Manel Batista i
Farrés

Febrero del 2010

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter