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Impacto social de la donación y trasplante de órganos



  1. Introducción
  2. Desarrollo y resultados
  3. Conclusiones
  4. Referencias
    Bibliográficas

Introducción

La definición y determinación de la muerte
han sido una historia de incertidumbre, siendo pocas veces una
tarea fácil y nunca una empresa segura. La naturaleza de
la muerte es un problema antiguo; el hombre se ha planteado
interrogantes como: ¿qué es la muerte?,
¿Cuándo morimos realmente? No hay una respuesta
sencilla para estas preguntas ya que la muerte conlleva una serie
de implicaciones éticas, religiosas, filosóficas,
médicas y legales que hacen muy difícil su
abordaje. (1, 2)

El concepto e interpretación de la muerte ha ido
cambiando durante los siglos. Para los antiguos griegos, hace 25
siglos, el ser humano sintetizaba en su naturaleza la
integración de tres tipos de funciones:

1) Las funciones naturales o vegetativas
(nutrición, crecimiento, reproducción), con sede en
el abdomen.

2) Las funciones vitales o animales (pulso y
respiración), radicadas en el tórax.

3) Las funciones intelectivas o espirituales
(pensamiento y voluntad), con sede en el
cráneo.

De acuerdo a este pensamiento, los espíritus
reunidos en el hombre eran tres, el natural, el vital y el
espiritual. Para los griegos la muerte consistía de la
pérdida del espíritu denominado vital, radicado
principalmente en el corazón, de ahí que la muerte
haya coincidido tradicionalmente con la ausencia de pulso y
respiración espontánea. El criterio griego de
muerte es el cardiopulmonar. Sin embargo, ellos se planteaban
también la cuestión de qué sucedería
si el espíritu intelectivo pereciera antes que el vital;
por ejemplo, por una herida del cerebro. ¿Sería
esto una muerte? Respondían afirmativamente a esta
interrogante. (1, 2)

A partir de la segunda mitad del siglo XX, la
introducción de los ventiladores mecánicos
(desarrollados en concomitancia a las epidemias de polio de las
décadas del 40 y 50), permitió mantener las
funciones vitales en pacientes que habían sufrido la
pérdida de la función cerebral. El advenimiento del
soporte cardiopulmonar artificial efectivo para las personas con
daño cerebral grave creó confusión en los
años pasados acerca de la determinación de la
muerte. Previamente, la pérdida del latido cardíaco
y las funciones pulmonares eran fácilmente observables y
suficientes para el diagnóstico de muerte, sin investigar
si la falla inicial era de origen cerebral. Ahora, sin embargo,
la circulación y respiración pueden ser mantenidas
por medio de ventiladores mecánicos y otras intervenciones
médicas, a pesar de la pérdida de todas las
funciones cerebrales. En estas circunstancias, los médicos
reconocen como muerto a un individuo que ha perdido su
función cerebral de forma completa e irreversible. (1,
3)

El año 1968 fue crucial en los adelantos
posteriores en ese campo. El 5 de agosto durante la XXII
Reunión Médica Mundial en Sydney, Australia
(Declaración de Sydney), se redactó un informe con
un cambio radical en relación con el concepto de muerte.
Ese mismo día se publica en la Revista JAMA, un informe
especial del Comité de la Escuela de Medicina de la
Universidad de Harvard, conocido como "criterios de Harvard"
donde se reexaminó la definición de muerte. Este
comité fue uno de los primeros en dar una nueva
definición de muerte basada en un criterio
neurológico, estableciendo que los criterios
clínicos que constituían el coma irreversible o
muerte cerebral eran: una completa falta de respuesta y
sensibilidad, la ausencia de movimiento y respiración
espontánea, la ausencia de reflejos de tronco cerebral, y
coma de causa identificable. En 1971, Mohandas y Chou describen
el daño del tronco cerebral como el componente
crítico y fundamental del daño cerebral severo.
Siguiendo este criterio, en 1976 la Conferencia de Colegios
Médicos y sus Facultades del Reino Unido
estableció, en lo que se conoce como Código del
Reino Unido, que la muerte cerebral se define como la
pérdida total e irreversible de la función del
tronco encefálico. (1)

El siguiente hito en la historia del concepto de muerte
cerebral lo estableció la Comisión del Presidente
de Estados Unidos para el estudio de problemas éticos en
medicina e investigación biomédica, que se
reunió en 1981, y después de recibir los
testimonios de las áreas médica, filosófica,
teológica y de la ley, acordó que un individuo
puede ser declarado muerto sobre las bases de «la
cesación irreversible de las funciones respiratoria y
circulatoria o la cesación irreversible de todas las
funciones cerebrales incluyendo el tronco».

Con el advenimiento de la cirugía de transplante
de órganos, primero con el trasplante de
riñón en los años 50 y luego con el
transplante de corazón en los años 60, las
definiciones de la muerte basados en criterios
neurológicos tuvieron más relevancia, no obstante
es importante señalar que el concepto de muerte
encefálica no surgió para beneficiar a la
transplantología sino que surge como una consecuencia del
desarrollo de las unidades de cuidados intensivos.

La Muerte encefálica se define como la
ausencia completa e irreversible de todas las funciones del
encéfalo. Consiste en la necrosis total del
encéfalo, involucrando sus tres regiones: hemisferios
cerebrales, tallo cerebral y cerebelo. En esta entidad
clínico-patológica hay pérdida de la
función de las neuronas de la corteza cerebral y del tallo
encefálico, y por ende, además de la pérdida
de la vida de relación, no hay respiración ni
circulación espontáneas, por lo que al suspender
los medios de soporte, sobreviene desaparición de
cualquier aparente manifestación de la vida.
(3)

El tema relacionado con la muerte encefálica es
motivo de interés, no sólo para médicos,
psicólogos clínicos, enfermeros(as) y demás
profesionales y técnicos de la salud, sino también
para antropólogos, filósofos, abogados,
teólogos (católicos y protestantes), que de una u
otra forma están vinculados a la Tanatología. Este
tema le interesa a todo ser humano, porque constituye un hecho
incontrovertible, que todo lo que nace debe morir como cierre del
ciclo biológico con que culmina la vida. (3, 4)

No es posible, en modo alguno, hablar de muerte
encefálica sin antes explicar qué es la vida y
qué es la muerte. La vida es el estado óptimo de
actividad física, psíquica, social y espiritual que
desarrolla la persona humana, y su máxima
representación es el sistema nervioso (Gutiérrez y
Cutting, 2001). De acuerdo con la Enciclopedia Encarta
(versión electrónica de 1999), el vocablo muerte
procede del latín mortis y es sinónimo de
fallecimiento, defunción, deceso, óbito,
expiración, acabamiento, mientras que la muerte
encefálica es el "cese irreversible de las funciones del
encéfalo, o sea, los hemisferios cerebrales del tallo
encefálico y del cerebro; estructuras que componen el
sistema nervioso" (Acosta, 1997). Con otras palabras, la muerte
encefálica no es más que la pérdida total de
la actividad física, psíquica, social y espiritual,
generadora de vida humana.

De acuerdo con la Psicología Humanista
(García, 1995, 1999; González y Valdés,
1994), el hombre es un ser inacabado e inacabable, imperfecto
pero perfectible, que integra en un ser viviente todas sus
dimensiones esencialmente humanas: corporales, psíquicas,
sociales y espirituales (Dueñas, 1997; Dueñas,
Fuillerat y Pérez, 1996). Por ende, ser persona humana
implica tener cierta identidad, una concepción de la vida
y voluntad de actuar, poseer características
personológicas propias, memoria, sociabilidad,
sentimientos, emociones, capacidad de amar y ser amado. Una
persona necesita desarrollar una vida mental y espiritual
integral, que la individualiza como ser social y como miembro
insustituible de la gran familia humana.

En la muerte encefálica se han perdido todas esas
facultades. Por tanto, se llega a la conclusión de que la
persona humana como tal no existe. De ahí, que la
verdadera muerte se produce no cuando el sujeto deja de respirar
o cuando desaparecen los latidos cardíacos, sino cuando el
sistema nervioso pierde su condición indispensable de
asiento material de la vida psíquica, social y espiritual
del hombre. (4)

De ahí surge el concepto de muerte
encefálica, sinónimo de muerte del individuo, como
el cese irreversible de las funciones integradas en el
encéfalo.

El transplante de órganos y tejidos es hoy en
día una práctica habitual en casi todas las
instituciones hospitalarias del mundo, siendo a menudo la
única opción terapéutica para algunas
entidades patológicas, de ahí su incremento
creciente. Su uso trae consigo una mayor supervivencia y una
mejor calidad de vida para enfermos con enfermedades
crónicas de diferentes órganos y tejidos. En Cuba y
específicamente en la provincia de Sancti Spíritus
existen un número importante de pacientes en los bancos de
receptores, en espera de un órgano que pueda ser donado.
La disponibilidad de órganos y tejidos, fue y
continúa siendo la limitante para el desarrollo de los
programas de transplantes. El desarrollo y los logros alcanzados
por el sistema de salud cubano, hacen inequívoca la
necesidad de incrementar la donación de órganos y
tejidos para satisfacer las necesidades crecientes de los
diferentes programas de trasplantes. (5, 6)

En cuba, existe paradójicamente una
situación opuesta a la del resto de los países del
tercer mundo, por cuanto las concepciones imperantes en el
ámbito de salud han determinado una ética de la
cual se hace posible enfrentar el problema de la atención
a la IRC, la diálisis y el trasplante renal con un alto
sentido de justicia y equidad.

Para que esto sea posible; sin embargo, resulta
imprescindible de un lado, la realización de grandes
sacrificios económicos y del otro, enormes esfuerzos
organizativos encaminados a lograr la máxima eficiencia en
la utilización de los recursos disponibles, de modo que
garanticen la coherencia y viabilidad de un programa nacional
capaz de enfrentar el reto que significa la aparición de
40 pacientes por millón de habitantes que cada años
arriban al estadio final de la IRC a los que se suman los que se
mantiene vivos gracias al tratamiento dialítico que
venían recibiendo de años precedentes.

El enfermo es en sí, el primer objetivo del
médico y de todos los profesionales de la medicina. La
primera obligación de un médico es prestar la
atención adecuada a todo paciente pare evitar la
pérdida de la vida, al mismo tiempo considerar y disponer
todos los medios pare evitarle secuelas ulteriores, temporales o
permanentes. Por lo tanto, en referencia a la donación de
órganos y ante un paciente crítico se
contemplarán siempre tres principios básicos sobre
la extracción de órganos: (7)

1) Se hará todo lo que sea posible por el
restablecimiento del paciente crítico, prescindiendo de
forma absoluta de considerar la existencia de pacientes
tributarios de un trasplante.

2) No se procederá a la extracción de un
órgano vital de un ser humano que no esté
muerto.

3) Los donantes de órganos en muerte cerebral y
corazón latiendo, que son la mayoría de los
donantes, están ubicados en las áreas de medicina
crítica de un hospital. Ante un paciente crítico
con lesiones graves del sistema nervioso central (SNC) y factores
pronósticos indicativos de probable evolución hacia
la muerte encefálica, no se debe realizar ninguna
intervención en aras de conseguir su evaluación
como potencial donante de órganos cuando ésta puede
comprometer de cualquier manera sus escasas posibilidades de
recuperación.

El procuramiento de órganos es un procedimiento
difícil y complejo que consume tiempo y produce gran
tensión psicológica.

En el aspecto organizacional es importante destacar la
trascendencia de las cualidades del equipo de trabajo que ha sido
descrito en España como proactivo, capacitado, altamente
motivado, con apoyo administrativo y sometido a mecanismos de
control de gestión para garantizar la transparencia y
calidad de los resultados. Los objetivos son claros y de
conocimiento público: detección de los posibles
donantes, correcto manejo médico del donante y
acercamiento a la familia para el consentimiento. (8,
9)

La labor de enlace con los familiares de pacientes
ingresados a la Unidad de Cuidados Intensivos cuya muerte se
prevé inminente es realizada por médicos
intensivistas o los coordinadores de trasplantes. Un profesional
idóneo debiera tener claridad sobre los conceptos
involucrados, motivación y habilidades de
comunicación. Se ha observado una correlación
positiva entre los años de estudio y su actitud hacia la
donación de órganos. Por otra parte, una
opinión consensuada de todo el equipo profesional refuerza
la valoración de esta posición. Por ello no
sólo es importante la educación de la
población general, sino al interior del equipo de salud.
(10)

El médico de cabecera puede anticiparse al
abordar el tema con sus pacientes, facilitando a la familia la
toma de decisiones. La firma de un documento de consentimiento
informado debe ser entendido como la culminación de un
proceso informativo y de comunicación con el enfermo y la
familia, respetando la voluntad de la persona
fallecida.

Las generaciones actuales han sido testigos del
desarrollo de los trasplantes de órganos y tejidos,
probablemente ningún logro reciente de la Medicina
contemporánea ha tenido tanta repercusión y no han
tratado un problema tan complejo como los trasplantes de
órganos.

Innumerables problemas no sólo de carácter
técnico, sino de tipo biológico, como la
compatibilidad de los tejidos y la conservación de
órganos y otros problemas no menos importantes desde el
punto de vista filosófico, éticos y legales, le
imprimen en el momento actual una relevancia especial y
trascendental a la Medicina.

La complejidad de los trasplantes y su dependencia
interdisciplinarias exigen cada vez más dedicación
y organización. El desarrollo de los programas de
trasplantes de órganos y tejidos constituyen verdaderos
desafíos a nivel mundial.

Los obstáculos legales y éticos que
limitan en gran medida la disponibilidad de órganos han
proliferado por distintos ámbitos. Las perspectivas del
trasplante de órganos dependen cada vez más de las
reglamentaciones que establezcan los organismos del estado al
respecto.

Objetivos

  • 1. Identificar las consideraciones
    éticas en el proceso de donación, rescate y
    trasplante de órgano.

  • 2. Valorar la repercusión social del
    proceso de donación, rescate y trasplante de
    órgano.

Desarrollo y
resultados

El trasplante de órganos tuvo un remarcable
progreso desde hace más de 40 años, cuando se
realizó por primera vez un trasplante de
riñón entre gemelos idénticos, buscando una
adecuada histocompatibilidad. Desde entonces el esfuerzo de los
cirujanos ha sido encaminado a perfeccionar las técnicas
quirúrgicas, los inmunólogos han trabajado para
desarrollar nuevos estudios de

histocompatibilidad y el uso de nuevas drogas
antirrechazo y se ha aprendido a manejar mejor las
complicaciones.

Hoy es posible el trasplante de diferentes
órganos y tejidos usando donantes de cadáver y
vivos, ambos relacionados o no con los receptores. Se han
efectuado miles de trasplantes en el mundo incluyendo renales,
corazón, hígado, pulmón, córnea, piel
y hueso.

La habilidad para trasplantar órganos y tejidos
ha crecido, la demanda para estos procedimientos por tanto se ha
incrementado también. En las etapas precoces del
trasplante renal la técnica ha sido desde su etapa
experimental hasta la aplicación clínica, pero
llegándose a considerar que el órgano no
podía ser de un donante de cadáver no
relacionado.

Las mejores técnicas quirúrgicas y mejores
drogas inmunosupresoras fueron otorgando una mejor calidad a los
trasplantes aumentando las listas de espera
quirúrgicas.

El desarrollo del conocimiento en esta esfera
forzó a buscar nuevas fuentes de obtención de
órganos, surgiendo el trasplante a partir de donantes
vivos con la virtud de obtenerlos de donantes relacionados o
emparentados mejorando las condiciones de compatibilidad y
aumentando así el número de órganos a
trasplantar.

Debemos considerar la definición de
Bioética, que es la parte de la Filosofía que
realiza el estudio sistemático de la conducta humana en el
área de las ciencias de la vida y la atención a la
salud, en tanto esta conducta se examine a la luz de valores y
principios morales.

Consideraciones éticas a tener en
cuenta:

– No se debe extraer órganos vitales a menos que
se cumplan los criterios de muerte generalmente aceptados para
toda situación clínica.

– No es lícito comerciar con órganos
obtenidos de individuos incapaces de consentimiento.

– No se debe extraer órganos si con ellos se
reducen las expectativas de vida del donante ni se puede proceder
si los daños potenciales para el donante superan los
beneficios para el receptor lo que descarta la utilización
de órganos únicos, o de un órgano cuando el
restante es insuficiente o tiene riesgo de llegar a
serlo.

– No se debe propender al trasplante de órgano
cuando hay otros medios terapéuticos para obtener
beneficios comparables.

Como podemos observar todos estos principios defendidos
por la ética médica son tenidos en cuenta y
superados para el trasplante y sobre todo a partir de un donante
vivo relacionado. (7)

Tanto en sociedades primitivas como en las más
evolucionadas el regalo representa una forma muy importante de
relación entre los seres humanos y la donación de
órganos sólidos (riñón, lóbulo
hepático, médula ósea) constituye la entrega
gratuita de algo muy valioso contribuyendo a estrechar los lazos
de unión entre donante y receptor.

Esta compleja y novedosa técnica sólo
puede realizarse en instituciones donde se desempeñe un
trabajo que esté dotado con los mejores medios disponibles
para realizarlos, siendo sus trabajadores capaces de darle a
estas instituciones lo mejor de sí y superar con su
ingenio y laboriosidad con no pocas escasees de materiales y
hasta sus propias limitaciones personales y
profesionales.

La negativa a la donación de órganos ya
sea expresada en vida por el fallecido o por los familiares
directos del cadáver es, sin duda, la causa más
importante de pérdidas de donantes, ya que se trata de
pacientes en muerte cerebral que no presentan contraindicaciones
médicas para la donación.

Es sabido que la mayoría de los familiares, al
pedirles la autorización, intentan cumplir los deseos del
fallecido. Cuando la familia sabe que el no era partidario de la
donación, dará una respuesta negativa a la
solicitud.

Si esta cuestión no fue nunca discutida
abiertamente en vida, pero la familia cree que el fallecido no
hubiera querido donar, la respuesta será a menudo
también negativa.

Cuando los familiares no conocen en absoluto los deseos
del fallecido y temen tomar la decisión "equivocada", gran
parte de ellos rechazara la donación, quizás porque
creen que al no hacer nada no corren peligro de
equivocarse.

Los familiares pueden tener grandes problemas para
comprender la muerte cerebral, y temer que el donante potencial
pueda morir como resultado de la operación o sentir dolor
durante la extracción de órganos. Consecuentemente,
para ellos acceder a la donación significaría ser
responsable de su fallecimiento, supondría un
remordimiento insoportable. (10)

Otro factor pudiera ser los artículos ocasionales
en la prensa extranjera y filmes, que hablan sobre el "mercado de
órganos" con intereses comerciales. Acceder es en este
caso un problema de confiar o no en los profesionales de la
medicina con los que están tratando.

Proporcionar, una vez más, una explicación
cuidadosa sobre la muerte cerebral, utilizando palabras
sencillas, y analogías fáciles de entender, seria
la única forma de conseguir que los familiares pudieran
cambiar de opinión.

El breve intervalo de tiempo transcurrido entre la
comunicación de la mala noticia y la solicitud de la
donación, la familia no tiene la posibilidad de asimilar
totalmente la noticia. Siendo aun más complicado cuando el
diagnostico de muerte cerebral se ha efectuado muy
rápidamente. Es difícil establecer el tiempo
mínimo necesario, puesto que depende de la familia y de la
situación. No obstante, es conveniente asegurarse siempre
de que la familia ha asumido el fallecimiento antes de mencionar
la donación.

La información recogida en la práctica,
revela que las familias que han accedido a donar se sienten
posteriormente agradecidas de que se les haya formulado la
petición y, a muchas de ellas, les consuela haber
accedido. (10)

Se realizó un estudio descriptivo retrospectivo
en el Hospital General Camilo Cienfuegos de Sancti
Spíritus durante el período de tiempo comprendido
entre el 1 de enero del 2012 al 31 de diciembre del 2012, con el
objetivo de caracterizar a los donantes reales, utilidad de los
órganos y los pacientes que mejoraron su calidad de vida
por la vía del trasplante.

La población diana de estudio quedó
conformada por 21 fallecidos identificados por el grupo
provincial coordinador de donación y trasplantes como
donantes reales de órganos y los 20 pacientes que
mejoraron su calidad de vida por la vía del trasplante
(trasplantados).

En la muestra, fueron registradas las siguientes
variables:

Generales: edad, sexo.

Específicas: Causa de muerte encefálica,
(traumatismo craneoencefálico (TCE), accidentes
cerebro-vasculares (ACV) y otras), tiempo en
diálisis.

El instrumento utilizado para la recogida de datos fue
una tabla de elaboración propia, confeccionada a partir de
la ficha modelo que utiliza la Unidad de Coordinación de
Trasplantes, para almacenar los datos de los donantes
potenciales.

Se elaboró una base de datos con el material
recopilado para su posterior procesamiento estadístico,
utilizando para ello el programa informático.

Los resultados del estudio se muestran:

– En la distribución de los donantes según
los grupos de edades predominó el grupo de 36-55
años con 61.9%, siguiéndole en orden de frecuencia,
el grupo de 15-35 años con 28.6 %.

– Predominó el sexo masculino con un 71.5
%.

La principal causa de daño
neurológico está en relación con la
enfermedad cerebrovascular en el 62% de los donantes
reales.

– El grupo de edad predominante en los
pacientes trasplantados está entre 15 y 35 años,
con más del 70% de los casos.

– Del total de pacientes trasplantados, el
sexo masculino predominó con un 65 % respecto al femenino
que fue de un 35%.

– El mayor porcentaje de pacientes
trasplantados, con un 38%, corresponde a aquellos que presentaban
un tiempo en diálisis menor o igual a 6 meses.

Para todos está bien claro que la
salud es un problema social, más que individual, de manera
que en el acto de atención de salud no solo están
presentes el médico y el paciente, sino que tras el
primero está todo un equipo de salud, y tras el segundo
está su familia, la comunidad a la que pertenece, su
colectivo laboral, profesional, las organizaciones de masas,
políticas o religiosas a las que pertenece, en fin, la
sociedad en la que está insertado. De manera que la
ética médica tradicional no es suficiente para
atender todos estos aspectos. (7)

La medicina no es solo una ciencia
biológica, sino socio-biológica, esto hace que no
basta diagnosticar y proponer una buena terapéutica, sino
que, en ambas acciones, hay que tomar en consideración a
la persona directamente involucrada y el medio social en el que
se desenvuelve.

Junto a lo anterior, no es posible olvidar
que las personas tienen dignidad. Nadie puede "imponerles" nada,
en todo caso el médico hace una propuesta y el paciente la
acepta o no, en correspondencia con el grado de
información que tenga acerca de los posibles beneficios y
desventajas que le puedan proporcionar su elección.
(7)

Pero para que se respete la dignidad de las
personas en el proceso de atención de salud es preciso que
antes se haya garantizado el derecho de acceso a la
salud.

Si la donación de órganos después
de la muerte es un gesto de solidaridad con muchos necesitados y
un remedio para mejorar su calidad de vida, o hasta su misma
subsistencia, sin ningún inconveniente para el donante,
habría que despertar por todos los medios una conciencia
social más profunda de la magnitud del problema. No hay
derecho a que por ignorancia de la situación, indiferencia
frente a situaciones graves y a veces dramáticas, o por
una simple apatía y comodidad del que vive despreocupado
porque no sufre personalmente, o en algún ser querido la
angustia de una espera, muchas personas estén condenadas a
morir, o a vivir con limitaciones importantes.

Los hombres de ciencia no piden que se les rodee de
lujos ni que se les concedan privilegios sino que se les
confieran poder contribuir con su trabajo, sea un bien
común, sea su contribución a la felicidad de
nuestro pueblo y de la humanidad.

La ciencia carecerá de sentido si no se
fundamenta en el principio del humanismo puesto que toda
actividad científica deberá orientarse por el
reconocimiento del hombre como valor supremo.

Es precisamente el hombre, su vida, bienestar, salud,
cultura, libertad y progreso, quien le confiere sentido a la
ciencia y con esto impulsar el sentido común a favor del
proceso de donación de órganos, con la consiguiente
retribución social que de ello deriva.

Por todo lo anteriormente referido, quisimos concluir
expresando que sin amor, no hay justicia ni calidad de los
cuidados de salud que se prodigan, por lo que Cuba está
inmersa en la campaña denominada "Sí por la Vida",
a favor de la donación de órganos, tejidos y
células, con el fin de salvar más seres humanos
necesitados de trasplantes.

Conclusiones

– Tanto en pacientes donantes como en
receptores predominan las edades tempranas de la vida, lo que
garantiza la reincorporación de estos pacientes a la
sociedad.

– Los principales problemas
bioéticos en relación con la muerte y la
trasplantología están en la solución de la
paradoja: aún después de la muerte se puede regalar
un poco de vida.

– La obtención del Consentimiento
Informado es sin lugar a dudas una de las responsabilidades
más estrictas que recaen sobre los investigadores, ya que
determina en buena parte el éxito de la actuación
médica, donde la armonía y equilibrio de sus
dimensiones son importantes para que la relación lograda
se mantenga dentro de los límites de la dignidad
humana.

Referencias
Bibliográficas

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    órganos. Rev. Esp Trasp. 3: 163-169.1994.

 

 

Autor:

Dra. Mayelin Durán
Romero

Centro de trabajo: Hospital General "Camilo
Cienfuegos".

Facultad de Ciencias Médicas Dr.
Faustino Pérez Hernández

Sancti Spíritus

Cuba

"Año 55 de la
Revolución".

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