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Alimentación animal




Enviado por Jesús Castro



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. El
    registro sagrado
  3. Datos
    y reflexiones
  4. Datación de
    uranio-plomo
  5. Conclusión

"Y a toda bestia salvaje de la tierra y a toda criatura
voladora de los cielos y a todo lo que se mueve sobre la tierra
en que hay vida como alma he dado toda la vegetación verde
para alimento" (Génesis 1:30).

Introducción.

Parece ser que, según el Génesis, hacia el
final del Sexto Día Creativo, después de asignar
una alimentación vegetariana al hombre, también
dijo Dios lo ya supracitado con respecto a los animales,: "Y a
toda bestia salvaje de la tierra y a toda criatura voladora de
los cielos y a todo lo que se mueve sobre la tierra en que hay
vida como alma he dado toda la vegetación verde para
alimento" (Génesis 1:30).

Este pasaje de la sagrada escritura, en
donde se indica que los animales se alimentaban
inicialmente de forma vegetariana, resulta verdaderamente
chocante y difícil de aceptar para los naturalistas de hoy
día. ¿Por qué? Pues, en principio, porque,
según los estudios más serios llevados a cabo en
zoología y anatomía comparada, no es posible
reconciliar el hecho de que los carnívoros y los
herbívoros puedan alimentarse de los mismos productos
vegetales.

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Los carnívoros poseen dientes
afilados y mandíbulas largas; en cambio los
herbívoros poseen dientes planos y mandíbulas
redondas, aptas para masticar vegetación. En consecuencia,
las mandíbulas de los animales herbívoros son muy
deficientes para desgarrar una presa. Por otra parte, los
carnívoros poseen muchas habilidades naturales para cazar,
como, por ejemplo, una formidable visión nocturna y una
gran agilidad y velocidad en el manejo de las manos; pero, los
herbívoros, al menos en su gran mayoría, no tienen
estas características.

Los intestinos de los carnívoros son
muy cortos y gracias a ello pueden eliminar los desechos
digestivos con gran rapidez, antes de que las nefastas grasas
saturadas sean absorbidas por el cuerpo (excesos de estas grasas
en el organismo pueden ocasionar graves problemas
cardíacos). Además, los carnívoros poseen
enzimas especiales en su estómago que matan las bacterias
que se encuentran en los cadáveres de los que se
alimentan. También parecen ser atraídos por el olor
a carne muerta, como algo muy natural en ellos y que estimula su
apetito. Pero nada de esto es típico de los
herbívoros.

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El registro
sagrado.

La revista "La Atalaya" del 1-7-1962, páginas 412
y 413, publicada en español y otros idiomas por la
Sociedad Watchtower Bible And Tract, mostró con claridad
su apego al registro sagrado del Génesis antes que a las
teorías naturalistas imperantes tocante a la
aparición de los animales carnívoros y
herbívoros en el devenir histórico de la diversidad
zoológica terrestre, la mayoría de las cuales eran
teorías de corte evolucionista y colisionaban fuertemente
contra el relato del Génesis. Dicha revista contestaba a
una pregunta de los lectores formulada aproximadamente en los
siguientes términos:

«Cuando Dios dijo que "a toda bestia salvaje de la
tierra y a toda criatura voladora de los cielos y a todo lo que
se mueve sobre la tierra en que hay vida como alma he dado toda
vegetación verde para su alimentación "
(Génesis 1:30), ¿hemos de entender que esta
declaración divina excluía absolutamente la
idea de que existiese o hubiera existido alguna
clase de animal carnívoro para el tiempo en que se
efectuó dicha declaración? Y sobre
esta base, ¿hemos de concluir que todos los animales
serán vegetarianos en el nuevo mundo (es
decir, después de que Dios elimine el actual sistema de
cosas malvado e instaure un nuevo mundo de justicia o un sistema
terrestre en equilibrio completo)? ¿Cómo, pues,
podemos explicar la existencia de aves, insectos y reptiles que
comen carne, así como otros animales que poseen dientes
venenosos, habilidades para cazar, etc., las cuales son
características aparentemente recibidas al tiempo en que
fueron creados y las cuales los equipan admirablemente en su
papel de comedores de carne?».

La pregunta era respondida, resumidamente,
de la siguiente manera: «El relato del Génesis
indica que Dios puso al hombre perfecto y a la mujer
perfecta bajo un régimen vegetariano, sin sugerir siquiera
productos lácteos. Fue sólo después del
Diluvio cuando Dios, por vez primera, especificó que tanto
Noé como su familia y sus descendientes podían
comer carne, pero desangrándola previamente. Esto indica
que los hombres que eran temerosos de Dios, como Abel, Enoc,
Noé y su familia, no se habrían sustentado de la
carne animal antes del Diluvio. Realmente no podemos asegurar lo
mismo de los hombres impíos contemporáneos de esos
patriarcas, pero sí estamos seguros de que Abel, Enoc,
Noé y su familia no violaron la ley dietética que
Dios declaró a Adán y Eva allá en
Edén (Génesis 1: 29 y 30).

De acuerdo con las instrucciones de Dios,
Noé y su familia debían introducir en el arca
bestias salvajes, animales domésticos, criaturas voladoras
y aves; y, además de esto, Noé debía
almacenar dentro del arca toda clase de alimento comestible para
él, su familia y los animales. De haber habido necesidad
de comer carne, tanto Noé y su familia como los animales
que hoy se consideran carnívoros (leones, tigres, rapaces,
etc.), habrían tenido muy pocas posibilidades de
sobrevivir. A Noé no se le dio instrucciones para que
montara un matadero dentro del arca y de esta manera proveyera
comida a las bestias salvajes, ni tampoco se le dijo que atrapara
con redes ingentes cantidades de insectos a los animales que hoy
se llaman insectívoros.

Cuando Noé salió del arca, al
año siguiente, no lo hizo con menos cantidad
de animales de los que introdujo en el arca al principio.
Más bien, es posible que salieran del arca más de
los que entraron, debido a la procreación. Por lo tanto,
¿de qué se sustentaron los animales dentro del arca
por un año y diez días? Seguramente no fue de
carne, ni se depredaron unos a otros.

Tanto los humanos como los animales
pudieron vivir sin comer carne por más de un año
dentro del arca, ¿por qué no pudieron haber vivido
de la misma manera antes del Diluvio? Y si realmente les fue
posible tal cosa, entonces ¿por qué no
podrían volver a vivir de esa manera en el futuro, en el
prometido nuevo mundo de Dios?».

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La revista "La Atalaya" 1-5-1970, en su sección
de "Preguntas de los lectores", páginas 287 y 288, plantea
la siguiente cuestión:

«Algunos animales tienen
características que parecen especialmente adecuadas para
matar, como los leones y las culebras venenosas.
¿Cómo puede ser esto, si [se supone que] todos eran
vegetarianos en un tiempo?».

La respuesta viene dada, en parte, de la siguiente
manera: «Se comprende por qué pudiera surgir esta
pregunta, pues como están las cosas ahora, muchos animales
ciertamente se matan unos a otros para alimentarse. Pero
sírvase notar que esto es como están las cosas
ahora.

Por todas partes de la Tierra los humanos
matan animales y se comen la carne de ellos. Pero, ¿prueba
la capacidad que tiene el hombre de masticar y digerir carne que
todos los hombres comen carne o que los hombres siempre han
comido carne? No, pues la Palabra de Dios, la historia más
antigua y más confiable que hay de la humanidad, muestra
que originalmente Jehová le dio al hombre "toda
vegetación que da semilla" y "todo árbol en el cual
hay fruto de árbol que da semilla" como alimento. No fue
sino hasta más de mil seiscientos años
después que Dios permitió un cambio en la dieta
para el hombre, permitiéndole cazar animales
para alimento.—Gén. 1:29; 9:2, 3.

Por supuesto, los que creen que el hombre y los animales
evolucionaron a través de un período de millones de
años quizás no acepten esto, pero eso es lo que
dice la Palabra de Dios, y Jesucristo dijo: "Tu palabra es la
verdad" (Juan 17:17). Si la dieta y modo de vivir actual de los
humanos no representa lo que originalmente fue, ¿no es
posible que lo mismo sea cierto de los animales?

Es menester tener presente que los científicos
están limitados en su conocimiento. Aunque un hombre sea
una autoridad en algún campo de la vida animal, no sabe
todo lo que se debe saber acerca de un animal según vive
ahora, sin decir nada acerca de cómo vivió miles de
años en el pasado. Los que son humildes y sinceros
reconocen esto. El mismísimo hecho de que los
científicos tienen diferentes opiniones demuestra la
veracidad de ese punto.

Otra cosa, ¿está uno
justificado al concluir que la manera en que un animal usa su
cuerpo hoy es la única manera posible? Por ejemplo, el
tigre usa sus colmillos y garras para atrapar, matar y despedazar
a otros animales. No obstante, ¿no
podrían utilizarse estos mismos colmillos y garras
para despedazar vegetación fuerte y romper
cáscaras y vainas?

"Pero, ¿qué hay de las
culebras venenosas?" quizás pregunte alguien.
Pudiera parecer que los venenos de los animales simplemente son
para matar o para protegerse, pero, ¿lo son?
En "Animal Poisoners" (Animales envenenadores), H. Munro Fox
escribió: "En algunos casos sabemos que los venenos
desempeñan un papel en el funcionamiento del cuerpo del
animal que los fabrica. En muchos casos ésta puede ser la
verdadera razón de ser de los venenos, bastante separada
de cualquier valor protector. La saliva venenosa de las culebras,
por ejemplo, efectúa cierto trabajo en la digestión
del alimento de la culebra". Otra ilustración la
constituye cierto gusano marino verde que en parte está
cubierto de una babaza venenosa. ¿Es este veneno para
protegerlo a fin de que no se lo coman? Pudiera parecer
así. No obstante, si la cría de este gusano se
coloca sobre esta babaza, el veneno la cambia a machos
microscópicos en vez de las hembras grandes en que se
hubieran desarrollado si se hubieran colocado sobre el fondo del
mar.

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Es verdad que se pudieran presentar
centenares o hasta millares de casos problemáticos, casos
que aparentemente indican que los animales siempre
se mataban unos a otros, que esto es necesario para el
"equilibrio de la naturaleza". Pero, ¿debe nuestra falta
de conocimiento completo de la creación de Dios hacer que
perdamos la fe en él y en su Palabra?

La Biblia explica que en el paraíso
de Edén Dios dio a "toda bestia salvaje de la tierra y a
toda criatura voladora de los cielos . . . toda la
vegetación verde para alimento" (Gén. 1:30).
Más tarde todos los géneros básicos de
animales terrestres vivieron en el arca de Noé un
año entero sin devorarse unos a otros. Y evidentemente
basándose en las condiciones que existieron en Edén
y que serán restauradas en el futuro, la Palabra de Dios
dice: "La vaca y la osa mismas pacerán; sus crías
se echarán juntas. Y hasta el león comerá
paja justamente como el toro. Y el niño de pecho
ciertamente jugará sobre el agujero de la cobra . . . No
harán ningún daño ni causarán ninguna
ruina en toda mi santa montaña".—Isa.
11:7-9.

Ciertamente el magnífico Creador que hizo los
cielos y todo lo que está en ellos, que arregló el
equilibrio y orden perfectos de las estrellas y que sabe
cómo existieron la armonía y la paz en Edén,
puede restaurar las condiciones
paradisíacas».

Datos y
reflexiones.

Llámase "Cimarrón" a
cualquier animal doméstico que escapa
de sus amos y se asilvestra. En algunas zonas se llama
también "cimarrones" a los animales salvajes con parientes
domésticos.

En el caso de los cerdos domésticos,
éstos, tras convertirse en cimarrones, se transforman y
adquieren un gran parecido al jabalí.

Tras unos meses en estado salvaje, los cerdos
domésticos tienden a parecerse a los jabalíes, pues
desarrollan cerdas oscuras por todo el cuerpo y adelgazan
bastantes kilos.

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Pero los cambios no acaban ahí, el hocico se
alarga y cambia de su forma curvada a la típica
rectilínea de los jabalíes, e incluso los colmillos
experimentan un alargamiento; todo ello en un plazo no superior a
dos años. Aun más, el carácter domesticado
del cerdo se transforma: "Combinan la 'competencia desleal' de
las cabras con la depredación de los perros y gatos, lo
que los convierte en uno de los cimarrones más
dañinos en las islas apartadas. Allí donde hay
cerdos cimarrones, suele haber aves no voladoras extintas o
próximas a la extinción" (Wikipedia).

Fácilmente los cerdos criados pueden llegar a un
peso de 400 Kg o más. Teniendo en cuenta su
carácter tendente a lo salvaje y su dieta omnívora,
así como su desarrollada inteligencia (mayor que la del
chimpancé), estos animales pueden presentar graves
peligros potenciales especialmente si se hacen
cimarrones.

Son varias las páginas de Internet que presentan
información en este sentido, y también existen
documentales que hablan de la sorprendente transformación
que experimentan los cerdos al pasar al estado de
cimarrón. Con el nombre de "Hogzilla" son conocidos unos
cerdos gigantes asilvestrados, procedentes de cerdos
domésticos que han escapado para luego convertirse en
cimarrones hambrientos capaces de crecer a gran
tamaño.

La pregunta pertinente es: ¿Si el
cerdo doméstico, al pasar al estado de cimarrón,
puede experimentar transformaciones tan importantes en un plazo
aproximado de dos años, pudiera ser posible, entonces, que
muchos animales que actualmente se consideran inexorablemente
carnívoros provengan en realidad de antepasados no
carnívoros que además poseían garras y
dientes menos desarrollados?

La "Revista Chilena de Historia Natural" del 8-9-2008,
en un artículo de Daniel E. Naya titulado "Flexibilidad en
el tamaño del tracto digestivo en roedores: qué
sabemos, y qué no sabemos, después de un siglo de
investigación", expone en parte lo siguiente:

«La plasticidad fenotípica
constituye un concepto medular en el entendimiento de cómo
los organismos interactúan con su ambiente… Un caso
particular de la plasticidad fenotípica es la flexibilidad
fenotípica, la cual refiere a los cambios reversibles en
un organismo producto de cambios en las condiciones ambientales.
La flexibilidad en los rasgos digestivos ha sido estudiada por
más de un siglo en diversas especies y contextos. Para el
caso de los roedores, los estudios sobre la flexibilidad en el
tamaño del tracto digestivo han sido desarrollados
principalmente desde dos áreas de la biología, la
fisiología y la ecología. Sin embargo, como ha
ocurrido con muchos tópicos relacionados con la
fisiología ecológica, ambos tipos de estudios se
desarrollaron por vías separadas… Las principales
conclusiones alcanzadas son: (1) la flexibilidad en el
tamaño del tracto digestivo puede ser considerada un
mecanismo fisiológico ampliamente distribuido, existiendo
un clara congruencia entre los ajustes en la morfología
digestiva y los cambios en las condiciones ambientales. (2) Los
factores experimentales más investigados han sido la
calidad de la dieta, el estatus reproductivo, la temperatura
ambiental y el ayuno para las especies de laboratorio y la
calidad de la dieta y la temperatura para las
especies salvajes. (3) En especies salvajes no se han encontrado
diferencias en la flexibilidad del largo intestinal entre
estudios con distintas aproximaciones metodológicas ni
entre especies con distintos hábitos tróficos. (4)
Los cambios en la demanda energética parecen ser
principalmente afrontados mediante ajustes en el intestino
delgado, mientras que los cambios en la cantidad de material
indigestible en la dieta parecen ser principalmente afrontados
mediante ajustes en el ciego e intestino grueso. (5) Los cambios
en el largo del tracto digestivo parecen estar relacionados con
la necesidad de ajustar el tiempo de retención del
alimento (e.g., durante la dilución de la dieta), mientras
que cambios en la masa del tracto parecen estar relacionados con
la necesidad de modificar la tasa de absorción
específica (e.g., durante un periodo de alta demanda
energética). (6) Las características de una demanda
energética (e.g., su intensidad relativa), más que
su simple presencia o ausencia, pueden afectar la magnitud de los
ajustes en las dimensiones del tracto digestivo. (7) A pesar de
la gran cantidad de trabajos publicados, comparaciones
cuantitativas de los datos existentes son difíciles de
realizar, debido a factores tales como la disparidad en los
tratamientos experimentales y en el tipo de información
reportada. Para finalizar esta revisión se presentan
nuevas direcciones en cuanto al estudio de la flexibilidad
digestiva en roedores…».

El artículo nos viene a decir,
básicamente, que la flexibilidad en el ajuste del
tamaño del tracto digestivo en los roedores, y
presumiblemente en los demás mamíferos, puede ser
considerada un mecanismo fisiológico de supervivencia,
existiendo un clara relación entre los ajustes en la
morfología digestiva de estos animales y los cambios en
las condiciones ambientales nutricionales. Es interesante lo que
dice acerca de los cambios reversibles en la longitud del tracto
digestivo, los cuales parecen estar relacionados con la necesidad
de ajustar el tiempo de retención del alimento, pues
recordemos que una diferencia bastante acusada entre los
carnívoros y los herbívoros radica precisamente en
la longitud del tracto digestivo.

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Así, pues, estos hallazgos recientes
en biodiversidad y ecología nos permiten sospechar que
quizás no esté muy lejos el día
en que sea posible explicar, a partir de estas disciplinas y de
otras similares (incluida la epigenética), el cambio
morfológico desde animales herbívoros a
carnívoros, dentro de una misma especie, en razón
del empobrecimiento de la oferta nutricional del entorno.
Evidentemente, entonces, el relato del Génesis en cuanto a
la dieta animal y humana debería cobrar gran credibilidad
entre los escépticos, y de paso mostraría una vez
más sus elevadas credenciales como fuente de
información fidedigna y sobrehumana.

Es bastante común encontrar en los libros de
ciencias naturales afirmaciones evolucionistas que sitúan
la aparición de los mamíferos carnívoros
entre 38 y 54 millones de años en el pasado. Sin embargo,
también señalan que la mayoría de los
mamíferos primitivos eran herbívoros y se
alimentaban solamente de vegetación. Entonces pasan a
argumentar que, más tarde, ciertos animales se
desarrollaron a partir de estos herbívoros y se
convirtieron en carnívoros. Proponen que fue hace unos 50
millones de años cuando apareció la familia
carnívora denominada "Miacis", que fue una especie que
desarrolló la forma y la distribución de los
actuales dientes de los animales carnívoros.

Se dice que los "Miacis" eran
pequeños animales que se alimentaban de carne y que
tenían garras extendidas, lo cual hace
suponer que vivían en los árboles. Anteriores a los
"Miacis" se menciona a los "Creodontos", de los que se afirma que
vivieron en la Tierra hace entre 50 y 100 millones de
años, siendo éstos igualmente animales
pequeños y carnívoros. A continuación de los
"Miacis", hace entre 26 y 38 millones de años
(época del Hesperocyon), se especula que proliferó
un gran número de animales carnívoros, debido,
sobre todo, a la creciente diversidad de vegetales y
también de herbívoros.

Lo interesante de estas suposiciones es que
coinciden a grandes rasgos con la forma en que el libro
del Génesis permite entrever los asuntos, en el
sentido de que la dieta original de los animales era vegetariana.
Ahora bien, lo que para los teóricos resulta ser
"evolución milenaria" podría interpretarse a la luz
del relato sagrado como "plasticidad
fenotípica" y "adaptación epigenética". Esto
último no requeriría miles o millones de
años de transformación morfológica, sino
sólo meses, años, décadas o centurias.
Tampoco requeriría del surgimiento de nuevas especies,
sino únicamente de adaptación dentro de una misma
especie o género viviente.

Lo que los evolucionistas interpretan como
"evolución" pudo, perfectamente, haber sido
"adaptación"; y los enormes periodos de tiempo que los
evolucionistas postulan pudieron, perfectamente, haber sido
lapsos de muy corta duración. En efecto, la Teoría
Evolucionista, hoy por hoy, se sustenta sobre unas bases
biológicas sumamente inestables en cuanto a definir lo que
es, o no es, una especie viviente (ver NOTA 1, a
continuación). Por otro lado, los diferentes
métodos de datación paleontológica,
que teóricamente suministran los fundamentos para poder
componer la historia cronológica de los seres vivos,
adolecen de mediocre exactitud (ver NOTA 2, a
continuación).

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NOTA 1:

Haciendo uso de la Wikipedia, la cual, a su vez, recoge
información procedente de otras enciclopedias y fuentes
periciales de conocimiento científico y cultural, podemos
formarnos una idea de lo que actualmente se entiende por "especie
biológica". En taxonomía biológica, se llama
especie a la unidad básica de la clasificación de
los seres vivos. Para su denominación se utiliza la
"nomenclatura binomial", es decir, unas reglas nominativas donde
cada especie queda inequívocamente definida con dos
palabras latinas; por ejemplo, "Homo sapiens" para la especie
humana.

Una especie se define a menudo como grupo de organismos
capaces de entrecruzarse y de producir descendencia
fértil. Es un grupo de poblaciones naturales cuyos
miembros pueden cruzarse entre sí, pero no pueden hacerlo
-o al menos no lo hacen habitualmentecon los miembros de
poblaciones pertenecientes a otras especies. En definitiva, una
especie es un grupo de organismos reproductivamente
homogéneo, aunque muy cambiante a lo largo del tiempo y
del espacio.

Mientras que en muchos casos esta
definición parece ser adecuada, es a menudo difícil
demostrar si dos poblaciones pueden cruzarse y dar descendientes
fértiles (por ejemplo, muchos organismos no pueden
mantenerse en el laboratorio el suficiente tiempo).
Además, es imposible aplicarla a organismos que no se
reproducen sexualmente, como las bacterias, o a organismos
fósiles. Por ello, en la actualidad suelen aplicarse
técnicas moleculares, como las basadas en la semejanza del
ADN.

Según lo expuesto en G058 (Géneros
creativos), la Biología actual no dispone de un cuadro
suficientemente nítido que sirva para la
clasificación de los seres vivos y, por lo que se puede
inferir, no parece que vaya a tenerlo en un futuro cercano. La
tarea de clasificar a las criaturas vivientes en especies
biológicas es muy arbitraria y subjetiva, porque en
realidad apenas existen herramientas objetivas que puedan
confirmar que esta o aquella especie se encuentra dentro de los
límites naturales que la definirían como tal; y, lo
que es peor, se tiene la sospecha, cada vez más acusada,
de que la propia noción de "especie biológica" es
una entelequia que no se ajusta a la realidad natural, por lo que
quizás deba ser rechazada o fuertemente redefinida en el
futuro, al objeto de que no cree dificultades conceptuales o
borrosidad tendenciosa en las teorías biológicas
del mañana. De hecho, ni siquiera la clasificación
del Génesis, en "géneros" creativos, nos aporta
mucha luz, salvo en el sentido de que nos informa acerca de la
existencia de tabicamientos biológicos o discontinuidades
anatomofisiológicas que subyacen bajo la biodiversidad que
se manifiesta en la naturaleza; es decir, se perciben tipos
diferentes de seres vivos, cada uno de los cuales pertenece a un
grupo o población de criaturas de características
similares, pero no es posible ir mucho más allá de
este hecho (o sea, no se conocen las claves para
poder establecer una clasificación
fidedigna).

Al presente, se sabe que para poder clasificar
eficazmente a los organismos vivos se requeriría un
conocimiento extremadamente profundo de sus potencialidades
genéticas, esto es, una clara visión de los
entresijos que vinculan al genotipo (información
genética de un individuo) y el fenotipo
(manifestación externa de las directrices del genotipo,
habitualmente parcial y siempre modificada por el medio ambiente
en el que vive el individuo) lo cual implicaría un
despliegue formidable de lecturas de funciones biológicas
cuya sintaxis desconocemos, dependientes unas de otras y
afectadas por una complejidad de tal envergadura que ni siquiera
es posible actualmente entrever su formidable engorro.
Quizás por eso, el Génesis no se detiene (y tampoco
podría detenerse de todos modos), ni siquiera un instante,
en consideraciones más profundas; sino que, simplemente,
expresa que hay tabicamientos o límites infranqueables
entre los distintos "géneros" creativos.

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La relación de causa a efecto entre genotipo y
fenotipo, es decir, la forma concreta en que la
información prescriptiva de nuestro genoma y demás
maquinaria celular provoca la construcción de un fenotipo
determinado es, a día de hoy, como se ha dicho, uno de los
más grandes enigmas pendientes de resolver en
biología. Por eso, ninguna teoría evolucionista
puede presentarse como solución definitiva al misterio de
la vida y su desarrollo en nuestro planeta si no es capaz de
abordar esta cuestión fundamental de manera coherente o
consistente.

Indagando en tan apasionante cuestión está
el interesantísimo trabajo del profesor Denis Noble del
departamento de Fisiología, Anatomía y
Genética de la Universidad de Oxford, titulado "Genes and
Causation" (año 2008). Noble es un
especialista en fisiología cardiovascular y ha sido uno de
los impulsores de una perspectiva sistémica y
organísmica de la biología en la línea
abierta por el precursor de esta perspectiva, el biólogo
austriaco Ludwig von Bertalanffy. Autor de gran cantidad de
trabajos y libros de carácter científico, ha
destacado por su visión crítica del reduccionismo
genético inherente al paradigma neo-darwinista. En el
mencionado trabajo Noble aborda de forma directa el problema de
la causación de los rasgos fisiológicos y pone en
evidencia el callejón sin salida al que nos ha abocado el
avance de la biología molecular en relación al
contenido y alcance de la propia idea de gen.

La idea de gen nació como propuesta
(o constructo mental subjetivo) a principios del siglo pasado
(Johannsen, 1909) para tratar significar pura y simplemente el
origen causal de los distintos rasgos del fenotipo que se nos
presentan como aparentes unidades hereditarias discretas a la luz
de los avances de la genética y en especial de los
trabajos de Mendel. El gen nace así como un principio
causal abstracto, lo que hace que el problema de la
causación quede remitido a la definición ulterior
de un mecanismo específico de construcción de
rasgos concretos (forma de los ojos, color de la piel, textura
del pelo, etc.) de cada organismo. Con el tiempo, los avances de
la biología molecular en relación a la estructura
del ADN, su configuración como secuencias de
nucleótidos y el descubrimiento de la función
codificadora de las mismas en relación a la
producción de proteínas por la maquinaria celular
terminó por asignar a la idea puramente abstracta de gen
un significado concreto. Entendemos actualmente por gen toda
secuencia de bases en el genoma susceptible de codificar para la
construcción de una proteína. Es a partir de este
momento cuando el problema de la causación se convierte en
una cuestión relevante para la biología y
también para la filosofía de la biología (la
metabiología).

La visión tradicional del gen
resultó así una interpretación simplista,
pero enormemente conveniente, del problema de la
causación. Dado que las proteínas eran conocidas
como los elementos constructivos y funcionales que sustentan la
vida, la relación unívoca (uno a uno) entre
secuencias genómicas adscritas al concepto de gen y sus
correspondientes cadenas de polipéptidos funcionales
parecían ser una respuesta suficiente al enigma analizado.
Pero con el tiempo, sin embargo, los avances en biología
molecular fueron haciendo aparecer dificultades insuperables para
hacer de dicho modelo una explicación satisfactoria. Por
una parte, se descubrió que las mismas secuencias
genómicas podían dar lugar a diferentes cadenas de
ARN mensajero y codificar por tanto diferentes proteínas
en función de las necesidades de la célula. Los
mismos genes podían así desempeñar
diferentes funciones en un mismo organismo, lo cual hizo ver que
la propia descripción de la función
específica de cada gen es un problema práctico de
difícil solución. Este solo hecho, de por
sí, indica que el problema de la identificación de
causas, como dice Noble, se está complicando. Pero hay
más.

En efecto, por otro lado, se comprobó que la
expresión de los genes quedaba ampliamente sujeta a
factores reguladores ejercidos por una gran parte del material
genético no codificante (El alegremente llamado
"Adnbasura", el cual se suponía erróneamente que no
codificaba proteínas ni tenía utilidad informativa
alguna). Además, idénticos genes podían
también desempeñar funciones muy diferentes en
distintos organismos. Al mismo tiempo, resultaba evidente que los
rasgos fisiológicos no se correspondían
únicamente con una proteína o un tipo de
proteínas sino que los mismos eran el resultado de la
interacción de una gran diversidad de genes. Y es que la
identificación de los mecanismos de construcción de
las proteínas distaba mucho de ser una explicación
satisfactoria para resolver el rompecabezas de la relación
causal entre genotipo y fenotipo. La producción de los
rasgos fisiológicos suponía también una rica
interacción de las proteínas, no sólo con
una gran variedad de materiales celulares (como, por ejemplo los
lípidos, que provocan un intercambio funcional con las
proteínas de doble dirección y cuya naturaleza
determina el comportamiento de las proteínas) sino que
también envuelve una implicación de causalidad a
mayores niveles en la jerarquía funcional del sistema
viviente. Los genes se nos muestran, por lo tanto, como piezas
multifuncionales de un juego de construcción (un LEGO, por
ejemplo), lo que explica de alguna forma por qué tenemos
un número tan pequeño de genes en relación
con la vastísima cantidad y complejidad de funciones
biológicas de nuestro organismo.

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Todo este galimatías ha provocado el que la
propia definición de gen, y hasta su noción misma,
haya vuelto a quedar en entredicho. Algunos autores han visto la
necesidad de incorporar un vocabulario menos ambiguo en sus
trabajos, sustituyendo la palabra gen por expresiones más
precisas según los casos, tales como "secuencia
codificadora" u otras. En definitiva, el concepto de gen,
entendido en su sentido primigenio como unidad discreta
hereditaria de caracteres fisiológicos, lejos de
precisarse, con el avance de la biología molecular y la
genética modernas, se ha vuelto de nuevo una idea difusa,
inasible, etérea, inconcreta y sutil. Por su parte, la
idea moderna de gen, entendida como mera secuencia de bases en el
ADN, ha quedado tan demostradamente alejada de las consecuencias
de creación del fenotipo, en el proceso de
generación del mismo, como para que no pueda tenerse por
una "causa próxima" del fenotipo y desde luego no puede
justificar la pretensión inicial de establecer una
relación unívoca entre gen y rasgo
fenotípico.

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En consecuencia, el problema de la causación
genotipo-fenotipo se recrudece a la luz del conocimiento
científico más avanzado y es en este contexto en el
que el trabajo citado de Noble nos aporta reflexiones del mayor
interés. La más principal de todas ellas es la
consideración de la visión del papel que el bagaje
hereditario epigenético (véase el artículo
G024, Creencias bioetiológicas posdiluvianas;
páginas 7 a 14) tiene en la conformación
de los rasgos del fenotipo. Al fin y al cabo, no lo
olvidemos que el ADN es un "almacén" de información
por sí mismo perfectamente inerte. Hemos avanzado en la
investigación científica en las últimas
décadas otorgando un papel protagonista casi exclusivo al
genoma y a la información digital en él contenida y
los avances en este campo han caracterizado sin ninguna duda la
biología del siglo XX. Pero el siglo presente será
indudablemente el siglo de la epigenética, en el que
veremos la inclusión y la exploración de los
mecanismos y reservas informacionales presentes en la maquinaria
celular como elementos integrantes esenciales en el proceso de
causación estudiado. A este respecto, explica Noble, "la
biología molecular moderna, empezando por los trabajos de
Watson y Crick, ha tenido un éxito brillante en
identificar las secuencias de ADN que codifican por
aminoácidos y proteínas pero no ha sabido explicar
con ello la herencia del fenotipo". Nos falta una
justificación de la forma en que tales proteínas
son utilizadas por el organismo para generar el fenotipo. En
palabras de Noble, "la vida no es una sopa de proteínas".
Todo ello, por supuesto, referido únicamente al problema
de la causación de los rasgos o caracteres del fenotipo y
a la explicación subsiguiente de la actividad
biológica, pero sin entrar a considerar las inabarcables
dificultades de establecer, en un análisis estrictamente
de causas eficientes, el problema de la emergencia de la forma
biológica. Una cosa es la función de las
proteínas para garantizar la actividad vital del organismo
y otra muy distinta es la emergencia de la forma como un todo. La
" emergencia" o "surgimiento" hace referencia a aquellas
propiedades o procesos de un sistema (vivo, en este caso) no
reducibles a las propiedades o procesos de sus partes
constituyentes; el concepto de emergencia se relaciona
estrechamente con los conceptos de autoorganización y
superveniencia, y se define en oposición a los conceptos
de reduccionismo y dualismo.

Las explicaciones de Noble al respecto son
enormemente ilustrativas. Lo primero que debemos
considerar es que la formación del zigoto o
célula primordial de todo organismo pluricelular recoge no
sólo la herencia del genoma resultante de barajar el
material genético de sus progenitores; recibe al mismo
tiempo, como parte obligatoria de su herencia, toda una
arquitectura molecular llena de imprescindibles maquinarias
funcionales. Así, resulta evidente que no todas las
características que constituyen la herencia "natural" de
un organismo pueden ser referidas en exclusividad al ADN.
Pensemos simplemente que tal maquinaria celular heredada es la
encargada de proceder a la lectura y transcripción de las
secuencias de ADN con valor semántico, calculándose
en concreto que hay un conjunto de más de 100
proteínas heredadas en el zigoto y además la
asociada arquitectura ribosómica. Inclusive, todo un
conjunto de elementos celulares, como las mitocondrias,
membranas nucleares, microtúbulos, etc., son
heredados, perfectamente organizados ya, en compartimentos
celulares específicos y funcionales.

De esta forma, Noble nos presenta una distinción
de gran relevancia. La información precisa para el
funcionamiento celular y, como consecuencia, del organismo, en
sus diferentes niveles de organización funcional
jerarquizada, es de una doble naturaleza. Por una parte, contamos
con la información digital contenida en las secuencias de
nucleótidos que conforman el ADN; y por otro lado tenemos
otro tipo de información, no menos relevante, pero
sí menos concreta y fácil de identificar,
representada por toda la maquinaria molecular heredada en el
zigoto y que Noble denomina, por oposición a la anterior,
información analógica ("analogue information"). La
causación del fenotipo no es por lo tanto una simple
expresión de la información digital
contenida en el genoma, sino la resultante de la
interacción de diferentes capas de información
analógica y digital que se relacionan de forma altamente
compleja, siendo imposible atribuir un carácter
prescriptivo dominante a la una sobre la otra. La
información genética y la información
epigenética se solapan y se complementan de una forma
difícil de determinar.

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Se puede comprender ahora, a la luz de
estos hallazgos, la extrema dificultad que supone definir el
concepto de "especie biológica" a partir de la cadena de
causación de vincula al genotipo con el fenotipo,
debiéndose incluir además al epigenotipo y
probablemente a otros "tipos" primordiales aun no claramente
discernibles o no descubiertos en absoluto. Y ello sin contar con
la muy presumible necesidad de tener que redefinir completamente
la idea de "especie", o bien sustituirla por otras entelequias
más acordes con los últimos descubrimientos. En
consecuencia, puede decirse que la teoría de la
evolución reposa sobre arenas movedizas, toda vez que un
concepto clave en el que se fundamenta es el de "especie
biológica". Sin embargo, todavía hay otro campo en
donde el evolucionismo derrapa y queda expuesto más bien
como una doctrina simplista o reduccionista, algo totalmente
retrógrado con respecto a los nuevos paradigmas.
Veamos.

Ambos tipos de información, analógica y
digital, presentan características muy diferentes. La
información genética está codificada y se
representa a través de un sistema simbólico
material, mientras que la información analógica
dispersa en la maquinaria celular del zigoto heredado se expresa
de forma directa, o como dice Noble: "se representa a sí
misma". La información genética puede reducirse, al
estar codificada, a una secuencia representable perfectamente en
un sistema binario digital como los que habitualmente utilizamos
en nuestros sistemas informáticos de comunicación,
lo que hace que nos resulte enormemente familiar, aprehensible,
cuantificable, representable y sistematizable. Es una
información discreta, fácil de identificar y de
verificar en su carácter funcional. Por el contrario, la
información analógica no es representable ni
medible con facilidad. Sabemos de su poder prescriptor; por
ejemplo, del significado crucial en el proceso de desarrollo
embrionario en cuanto a la diferenciación celular. Pero
dicha información se encuentra dispersa en una multitud de
moléculas, muchas de ellas idénticas, que no pueden
ser sistematizadas o reducidas a un algoritmo, capaz de describir
su magnitud y relación con un resultado funcional
concreto.

Lo que sí resulta evidente es que la
relación entre ambos tipos de información es un
elemento esencial del proceso de generación del fenotipo.
Noble nos ofrece una analogía muy ilustrativa, donde la
información digital se asemeja a la información
contenida en una cinta de vídeo grabada, mientras la
información analógica contenida en la maquinaria
celular viene a ser el aparato lector de la misma. Resulta
fácil de entender que es imprescindible que exista una
compatibilidad entre ambas, como la hay entre los aparatos y
cintas pertenecientes a diferentes sistemas de lectura y
reproducción de cintas de vídeo. Ahora bien, en
qué medida uno y otro acervo de información debe
resultar predominante en relación a la construcción
del fenotipo es algo que estamos lejos de entender
todavía. Muchos experimentos se han llevado a
cabo transponiendo la información genética de
una especie al interior de la célula de otra especie, pero
estos experimentos de clonación interespecífica no
han resultado exitosos, como por otra parte no es difícil
de entender. Es presumible que entre organismos más
cercanamente relacionados, las diferencias en sus respectivos
depósitos de información analógica sean
menores, como es igualmente esperable que lo sean en las
secuencias del genoma, pero la identificación en
último extremo de todos los factores de
interrelación a distintos niveles sistémicos de
jerarquía es algo que queda, hoy por hoy, muy lejos de
nuestra capacidad de conocimiento humano.

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