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Valoraciones sobre el libro de poesía del poeta cubano Rafael Vilches Proenza



  1. Tiro de
    gracia… gracia de la poesía
  2. Rafael Vilches
    Proenza o el cazador en su Tiro de Gracia

Tiro de
gracia… gracia de la poesía

El poeta y narrador Rafael Vilches acaba de palpar
finalmente la publicación de su libro Tiro de gracia.
Publicado por Ediciones Holguín, el mismo entró
allí por su triunfo en el Premio Centenario de Emilio
Ballagas, concurso que la UNEAC de Holguín y la nombrada
casa editorial organizaran para homenajear al bardo de "Nocturno
y elegía". Destacado entre un par de decenas de
manuscritos, el jurado (César López, Luis Lorente y
Cira Romero) le otorgó su preferencia por "la altitud y
precisión sostenida a lo largo del texto, en una
poética que no soslaya la actual circunstancia de nuestra
cultura, sin abandonar nunca la tradición
mixta…".

Estructurado en tres secciones que fluyen de un contexto
más amplio y general hasta un mínimo donde la
mirada hurga y se afana por los vericuetos emotivos del yo, este
cuaderno evidencia la consolidación de la manera de hacer
que ha venido forjándose su autor. Su médula es
ecléctica, aunque filtrada por su visión peculiar
que está signada por la ternura, el amor a los seres
cercanos y su compromiso con el ahora y la memoria que sostiene.
Vilches no es nunca indiferente, no desdeña, no se aleja,
se involucra y alza su voz, quebrada por el llanto afectuoso las
más de las veces, pero decidida. Las referencias, que
dejan ver sus granos aquí y allá, sin
ocultamientos, son múltiples y dispuestas en un plano de
generoso equilibro, donde el poeta junta, en un mismo nivel de
sentido, a un consagrado o al poeta contemporáneo suyo que
le ha tributado unas líneas conmovedoras. Alusiones a
Kafka, Verlaine, Lewis Carroll, Yeats, Eliseo Diego o apenas
conocidos poetas foráneos hasta incipientes poetas
cubanos, brindan sustancia a su tejido y, cuando le resultan
insuficientes, pues se crea inéditas voces. Lo
determinante no es la firma, por eso los reúne
indistintamente, sino el matiz de significación que quiere
sumar a su decir. Es tal actitud la que hace que yuxtaponga a
Verlaine junto a la humilde y cubanísima casa de
Chinchacoja. Los une y recombina porque su decir es el que les
confiere otra categoría, una donde se actualizan y
alcanzan inéditas connotaciones. En el primer apartado del
libro, el autor se asoma a la historia. A esos asuntos que en el
desdoblarse del tiempo han sacudido y tallado de una u otra
manera su subjetividad. Sucesos, sitios, personajes,
ámbitos, costumbres, se hilvanan y forman el espacio
multitudinario de su ser.Miro los lirios desde el último
vagón, el pecho inflamado por la brisa, aliento
herrumbroso de quien canta inútiles miserias, asciendo en
espirales inasibles, lirios anaranjados justo en un instante,
estrellas fugaces hacia la Nada, gloria que se va al
polvo.

Es como si el sujeto lírico hiciera un viaje y se
asomara desde su ventanilla a ver la vida, en el desenlace de su
sueño hacia la anulación.

En la segunda parte, el foco se cierra un
tanto, guiado por los imperativos del amor a esos que han dejado
marcas en la piel o la respiración del creador. Amigos,
familia, amores, espacios íntimos, son luces y sombras que
se han filtrado hasta las entrañas del yo. Entonces se les
rinde memoria y tributo, pero siempre desde la altura de una
realización personal donde todos aquellos han dejado una
piedra, una brizna de hierba, un susurro inapagable. Hay noches
en que la luna se colaba fina por entre las sábanas,
días en que el agua inundaba nuestro llanto,
mínimas bonanzas bajo agujeros por donde los astros nos
hacían partícipes del mundo. Al borde de la laguna,
aguas fosilizadas, hechicería, voces distantes, criaturas
inmóviles, canto descarnado, mañana en que la luz
me hostiga, observo cada embestida de las aguas cuando la laguna
se consume y es abril, en el jardín despuntan las espigas
de gladiolos. Porque ahí está lo grandioso del
poeta, partícipe del mundo, saber hallar y dar voz a la
belleza, a lo más sustantivo de los hombres. "Conformar la
vida a la belleza el único asunto serio de la vida", ha
dicho proféticamente Martí. Es lo que busca el
poeta en ese cuadro de relaciones cercanas. No es casual que la
tercera y última sección comience por el poema "Yo,
humilde correligionario". Es lo que dicta el sentido aquí
reunido. El sujeto mira hacia adentro, sin nunca abandonar el
contrapunto con lo que le rodea, pero tratando de llegar a la
gota esencial de su ser. Pero no es un ejercicio de narcisismo,
no el pavo real que se asoma al espejo y sacude henchido su cola.
Antes del conjuro de mis manos nadie ha de saber el rumbo, la
esperanza del agua, su rigor, la magia, su sorpresa. No logro que
me confundan cuando finjo e ignoro mi vuelo hacia el
asfalto.

Es el ansia de concretar la conformación de un
rostro que se oculta y se muestra, que trata de ser y a la vez
sabe que no es con honrada humildad. Sin embargo, ese rostro
conoce que solo puede ser único por la suma de rostros que
lo rodean y lo miran definiéndolo.

La mayoría de los poemas de este libro tienen una
conformación visual en bloque. Esto es lo que induce
automáticamente a llamarlos "poemas en prosa". Es un error
inducido por la vista. No son poesía que se muestra en
forma de párrafo, pues en ellos hay una síntesis,
un rechazo a historiar, una intención a concentrar por
imágenes sucesivas más que coordinadas. Simplemente
se renuncia a la estructura simplista de una línea tras
otra, asociada a la versificación y la rima, porque es
otra la respiración que impone la música de estos
poemas.

Nombres en los que he muerto. Mis penas navegan como
islas que silencian el adiós, desde la partida
añoran mis carnes. Muertes precisas, íntima soledad
que nos conjuga. Pronuncio nombres que fueron ambrosía,
ahora solo silencio. Los olvido en la mascarada, evito la herida
en mi rostro, el fuego esta mañana en que julio no es
glorioso, siento un toque de queda en la península y mis
huesos son doblemente huérfanos, ya no madrugo al
jardín maldiciendo el himno de mis pájaros
enjaulados, duele ser hijo del infortunio que hace sombra a su
propia sombra.

El poeta los asume así porque son visiones de
golpe, instantáneas, de ahí su brevedad y
concisión. Cuando lo demanda la sustancia del poema, busca
otras maneras de organizar el desenvolvimiento
textual.

Cada texto (con la excepción de aquellos que han
conseguido invadir un mayor espacio) es una sola tensión,
sin mayor desarrollo, como un relámpago. La mayoría
de los poemas semejan fantasmagorías que estallan en el
vacío de la página. Visiones de un hombre en
refriega con un entorno y un tiempo que lo castigan en el dolor y
el desconsuelo.

Tal vez de esta premura en apretar en un haz lo que
siente es que los textos adquieren esa gramática peculiar.
Poemas balbucientes como expresión de una velocidad de
sentir que no los deja ser del todo en sus detalles.Playas.
Gaviotas. Muelles. En las olas mi sobrevida que la mar devuelve
una y otra vez. Miro en la arena a esa perra triste hurgar con
lengua diáfana y profunda sus humedades. Los años
junto al dolor retozan con los bañistas que deambulan al
límite y no parten. Juegan a levantarse justo donde las
gaviotas y mi grito. Escribo en la arena mi sangre. (…)
Reparto años con este mal despacio. Tolero a la bestia a
punto de morir obedientemente en las aguas donde no diviso
barcos, el puente para alejar el dolor y ser canto con graznido
de gaviota desde la otredad.

El poeta, no por tonta vanidad ni por fútil
experimento, se desdobla en voces de su invención. Es una
posibilidad para buscar y articular otras miradas, otras maneras
de sentir y entender. Incluso, a veces por pudor, para esconder
tras otro nombre asuntos que la vergüenza no quiere exponer.
El poeta detrás de sus eventuales sujetos líricos
es multitud en otras encarnaciones para entenderse y entender su
ámbito.

En estos poemas historia y momento, comunidad e
individuo, sueño y realidad, se hibridan y conforman una
sola visión compactamente alucinante en su variedad. El
tono de lo subjetivo rige, por eso evocan ternura y afecto, dolor
y solidaridad. Tras su lectura el ánimo se halla sereno
pero lúcido, como quien ha llorado largamente. Tiro de
gracia es un libro que habla de las penas humanas, con
familiaridad del que las conoce, con la delicadeza de quien no
quiere abrumar, pero con la belleza de quien aún espera,
no el disparo final de su muerte, sino el de la luz amorosa de la
resurrección.

Tiro de Gracia, Ediciones
Holguín, 2010.

Manuel García-VerdeciaEn
Holguín, 5 de febrero de 2011

Rafael Vilches
Proenza o el cazador en su Tiro de Gracia

Premio Especial por el Centenario del Natalicio de
Emilio Ballagas. Ediciones Holguín 2010.

El ciervo escapa, lejos del cazador
que lo persigue

Como el juglar al verso que entre
nieblas discurre

Cercana la infancia, distantes las
montañas.

Delfín Prats

Irse significa abandonarlo todo, Miro
los lirios desde el último vagón el pecho inflamado
por la brisa,
desde su sitio el poeta siente la necesidad de
buscar un lugar de reposo. Pero en su viaje no hay marcha
atrás, es el último viaje en el último
vagón del último tren desde el cual mira los lirios
situados en algún lugar dejado en el abandono.

Pero a cada paso el tema insular salta a la vista en los
versos del poeta El mapa memorable de la isla es palabra
viva/ canto de tango a los pájaros entre las vicarias del
patio/ consciente del dolor que implica desnudarse.
Siempre
a los humanos nos es difícil quitar las máscaras,
dejar al descubierto nuestro yo más íntimo. Las
corazas son útiles en la medida que se rompen para alguien
que merece el acto de desnudez mayor.

Hay también palabras de dolor, de cierto
arrepentimiento a los pasos que ya dio Duele ser hijo de una
edad/ que hace sombra a su propia sombra.
Construirse un
mundo siempre será difícil, más teniendo
tras sí el fantasma del tiempo perdido, de lo que no
volverá, de aprovechar la única oportunidad que
tienes para la acción que deseas.

Para él Las puertas cerradas hacen
daño.
Daño a quien las cierra, daño a
quien son cerradas, cercándoles el paso,
limitándole el tránsito a una escala superior que
intentas traspasar. Son las puertas el símbolo de penetrar
un espacio ajeno, medianamente lejano o con cierta dificultad
para hacerlo.

Una palabra tiene la capacidad de expresar tanto, sin
embargo, ellas pueden tener barreras, algo que les limite que le
reste fuerza a su propia independencia. Este elemento pueden ser
los muros, los que estuvieron antes de la palabra/ la palabra
fue pólvora látigo debatiéndose entre ala y
viento.

El sentimiento de culpa lo carga con dignidad, asumiendo
que A nadie podemos culpar/ nosotros somos la culpa.
Para él, la reconciliación tiene que hacerla
consigo mismo. El único culpable de nuestras acciones, con
todo el dolor que causa, es uno mismo.

Sacar del texto una palabra, una frase, un verso puede
ser un acto lamentable. Romper la fuerza que cada una(o) tiene,
la extraña capacidad para decirnos que, contarnos que,
excluirnos o incluirnos en las travesías del poeta a
través de la vida. Al final como ya ha dicho
Ahí están los gladiolos nuevamente
mostrándote la belleza del fin del camino, el resultado de
tu viaje alrededor del punto de partida, desde donde partiste en
aquel tren.

Todo lo que ha logrado el poeta está escrito en
su libro Tiro de gracia, merecedor del Premio por
el Centenario del Natalicio del poeta Emilio Ballagas. Ha logrado
dar el verdadero tiro de gracia que logre rematar al ciervo
herido, mortalmente herido.

El jurado presidido por César López,
Premio Nacional de Literatura, Cira Romero y Luis Lorente
premió a este cuaderno del escritor Rafael Vilches
Proenza, que entre los concursantes resaltó por el peso de
las imágenes y la fuerza de sus palabras.

Rubén Ricardo Infante

Tiro de Gracia, Ediciones
Holguín, 2010
.

Poesía de… Rafael Vilches
Proenza

Lauros, 21 de enero de 2011

La poesía de Rafael Vilches Proenza nos introduce
dentro de un aparente relativismo, entendido desde la
dimensión conceptual, que, sin embargo, no oculta la
verdad sugerente y se alza con el guiño de circunstancias
bien vitales u oníricas, pero tanto propias como heredadas
por la tradición universal. Su libro Tiro
de
gracia1 (Premio Centenario Emilio Ballagas 2009), da
cuentas de un universo de encierros, soledades y silencios a
partir de los cuales el sujeto lírico construye esas
razones que denotan inconformidad, deterioro y la búsqueda
de unas manos a las que antes dijo adiós.

Ofrecemos un conjunto de prosas poéticas en
diálogo con Salina Silver, Fernando Pessoa y otros
testigos y realidades de su lírica.

Osmán
Avilés

Ismael

Un estadista dice fácilmente
sus mentiras de
memoria.
          
William Butler Yeats

Ismael este lugar magnánimo, luminoso del mundo,
donde no he roto el cordón umbilical. Ismael habla de
mares en tierra inmensa, aquí bebí leche de cabras
de mis mayores. Venerables ancianos sostienen la pipa de boca en
boca, semejante a la grandilocuencia de esta tierra infatigable,
estancia donde bien se está sin reñir con ira de
los patronos, la chusma ignora al vitorear el desparpajo de los
asesinos de las gaviotas.

Esta mañana cualquiera del año su dedo
sentencia frente a la mar, la escuadra de plumíferas
desciende ante el pelotón. La ciudad es imperial,
luminosa. Ismael ve venir a Moby Dick, un último
pensamiento para la amada, allá donde  el mugir de
vacas, canto de guerra, balido de ovejas, tregua en campo de
combate, llega un olor a masa de pan en el horno. Ismael no
retorna de la alta mar, no verá a las gaviotas sangrar la
playa, ridículamente muertas ante el espanto del
agua.

***

Demencia precoz

A Guillermo Vidal y Gelasio
Barrero

Aquí nada ostenta nombre, no me avergüenza
desconocer los mandamientos ni a Dios, permanecer recluido en un
estanque minúsculo. Con qué endemoniados silencios
me culpo si ya no disminuyen mis apetencias en el vientre
materno. Indefinido converso mis muertes, distribuyo los arbustos
sobre el recorrido del agua, aguas subterráneas donde
permanezco impávido, donde contemplo el ingenioso
desenvolvimiento de mis vecinos y doy jaque a los manantiales que
no afloran. Soy tranquila demencia, siento el tac en los
barrotes, disimulo mansamente el miedo, silbo el ritmo del tac
tac, la celda es muda, violentada ternura que hechiza la casa y
pone la carne de bala en el cañón.

El silencio pierde el sonido

Encierras el terror, pequeñas magias iluminan las
aguas. Golpes amorosos sobre la sangre, la herida que perdura por
estos años que han de sobrevivirme, en oscura penitencia
avivo los cirios hacia la perenne casa, sumerjo mis muertos
mientras mis hermanos cruzan la mar y acarrean uvas y manzanas
para la madre Patria, no sé qué mano alza la carga
que suma difuntos, huracanes contra la puerta donde sufro el
canto de las aves recluidas. Soy quien se duele, quien silencia
la sangre en que fui huérfano rehaciendo el fuego, las
hambres milenarias, repito soledades que espantan a mi madre,
reprimo deseos carnales donde perdí tus manos y las hojas
de higuera de mi primer ropaje.

Por si un día pasa la
guerra
(poema de Karel Hazky)

Yo también, lejos de ti, cuando
perdida en la memoriaesté la sed de tu sonrisa, me
acordé, igual que
ahora…                                                     
Juan Luis Panero

Salina, quién iba a decir que el camino
sería algún escollo, la tarde en que ya no
acudiste. Has dejado una inmensa oscuridad. Las flores se
marchitan en el jardín, estoy varado en la ciudad, te he
visto partir, y rezo a la luz difusa. Salina, el futuro es
murmullo, pudridero, estancia incierta, tu voz hablando un
silencio con mi lengua, la tarde en que me fui de tus ojos con
dolor, protegiéndote, la sangre simplificándose en
la cruz.

No sé quién me
sueño…
…dígame,
¿todavía piensa en Samarcanda? He aprendido poco de
uzbeko, dijo Bernardo Soares, por diversión, aunque nunca
podré ir a Samarcanda, pero el hecho de conocer la lengua
de aquellas tierras hace que me sienta más cerca de la
ciudad con la que he soñado toda mi vida.
De
Los últimos tres días de Fernando
Pessoa
. Antonio
Tabucchi                        En
mis deseos existe lejanamente un
país
.                                         
                 
             
    F. Pessoa

Es marzo, ahí están los gladiolos. Mi
ensimismamiento con las flores naranjas contrasta con el verde de
sus hojas. Me han de internar en Sao Luís dos Franceses de
Lisboa este año de 1935, yo, Fernando Antonio Nogueira,
por esta crisis hepática que aprovecha mis insomnios y me
hace lectura obligada en el restaurante Pessoa, anulo a los
amigos que usan mi palabra para dar de cenar a sus papagayos,
no soy nada nunca seré nada no puedo querer ser
nada
he sido creado para dar otras vidas. Ophélia
Queiroz, no has de perdonar mi reclusión en la palabra, en
otros hombres que me ocupan en sus vidas, voces que sufro sin
poder alejarme del clima de Portugal, del hotel donde el
señor Manases ha de venir a rasurarme, ahí cruza la
basílica de la Estrela, Ophélia, el jardín
en que nos besamos. Todavía no es noviembre de 1935, no
pretendo salir de mi habitación sin afeitar. Tarda la
enfermedad, no puedo detenerme yo que he sido todos los hombres.
Carlos Eugenio, amigo, qué hago en la hora en que espero
partir en busca de mi adiós, cómo amparo los
hombres que soy, el recuerdo de Joaquín de Seabra, mi
padre tuberculoso sofocándome, abuela Donísia,
irremediablemente muerta en un manicomio, qué será
de Álvaro de Campos, Coelho Pacheco más
allá de otro océano
, Alberto Caeiro,
maestro, Ricardo Reis en Brasil, Bernardo Soares soñando
siempre con ir a Samarcanda, Antonio Mora en la clínica
siquiátrica de Cascais, de Madalena Pinheiro Nogueira, mi
madre en Sudáfrica con su cónsul portugués,
ahora que el 30 de noviembre de 1935 es voz inquieta en mi
habitación, Ophélia Queiroz, Carlos Eugenio,
voy a escribir esta historia/ para demostrar/ que soy
sublime.

1Rafael Vilches Proenza:

Tiro de gracia. Ediciones
Holguín, Holguín, 2010.

 

 

Autor:

Rafael Vilches Proenza

 

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