La pérdida del movimiento natural –
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La pérdida del movimiento
natural
Basándome en las leyes orgánicas
–naturales- del movimiento, expuestas en el libro "Cuerpo
en armonía" trato de exponer el porqué se pierden
las capacidades innatas del movimiento.
La pérdida del movimiento natural no está
ligada necesariamente con la pérdida del movimiento en
general. Puede haber personas que por el hecho de haber sufrido
un accidente o enfermedad hayan perdido cierta movilidad, sin
embargo, en el resto del cuerpo, el movimiento se exprese de modo
orgánico o natural. La pérdida del movimiento
natural está más ligada con la pérdida de
una cierta sensibilidad, de una especie de abotargamiento de la
vitalidad corporal para moverse en el medio ambiente.
No sabemos con exactitud, por qué se pierde el
movimiento natural, -el que goza de las características
del movimiento orgánico, considerado natural porque se
ajusta a las leyes del movimiento [1]pero
sí vemos aspectos que están presentes en las
personas que no son orgánicas. Vamos a lanzar algunas
hipótesis sobre las causas que pueden influir en ello.
Puede que estas causas influyan pero quizá no sepamos
concretarlas ni definir su influencia.
La pérdida o deterioro del movimiento
orgánico se observa en primer lugar porque no se cumplen
las leyes del movimiento: el tono no es el adecuado; no hay
independencia segmentaria, o es mala; no se produce el recorrido
de la energía por el cuerpo, -que es el factor más
importante-; hay descoordinación, arritmia,
desarmonía, falta de fluidez; etc. En mayor o menor grado
todos estos aspectos o algunos de ellos, están
perturbados.
Junto a ello hay otras manifestaciones que nos llevan a
especulaciones.
La organicidad ha de cultivarse, la sensibilidad y
disponibilidad que un cuerpo orgánico debe tener,
también. Si no se cultiva se pierde.
La vida humana es un continuo proceso de aprendizaje,
perfeccionamiento y superación, en el que todas las
capacidades han de verse estimuladas y potenciadas en todos los
ámbitos: el físico, el psicológico y el
social. En la medida en que esos procesos se paralizan, no solo
se detiene el desarrollo, sino que comienza un lento declinar de
todas las funciones; El organismo, la psique y la
comunicación se deterioran; Se pierde actividad,
estímulos y vitalidad; Va apareciendo la oxidación,
la atrofia, la degeneración. En cuanto se deja de aprender
se comienza a envejecer. No se aporta ninguna información
nueva a las neuronas y éstas mueren.
Por otro lado, los diferentes aspectos
bio-psico-sociales deben avanzar equilibrados
potenciándose mutuamente sin disociarse. Si se rompe el
equilibrio de esa unidad se produce también la
perturbación, un cierto grado de alienación y una
pérdida o deterioro de la organicidad natural.
Existen posibles causas originarias tanto del
estancamiento del proceso vital, como de su desequilibrio o
disociación: la educación, los recursos culturales,
la personalidad, el trabajo y en definitiva, el estilo de
vida.
Educación significa en primer lugar, posibilitar
organizada y estructuradamente, el desarrollo de todas las
capacidades humanas. La fase primera y más esencial de la
educación atañe al cuerpo, sin la cual no puede
accederse a los aprendizajes intelectuales.
La psicomotricidad es la disciplina que se ha propuesto
llevar a cabo esta preparación desde la más
temprana infancia: potenciar a través del desarrollo motor
la madurez psicoafectiva y la estructuración
cognitiva.
El movimiento enfocado como una exploración
estructurada y creativa a la vez, de las posibilidades de
acción del propio cuerpo sobre los objetos del entorno, en
variadas situaciones de juego y en relación con los
demás, debe potenciar simultáneamente diversos
procesos madurativos: el crecimiento, fortalecimiento,
flexibilización, etc., de la estructura física; la
resolución de los conflictos emocionales psicoafectivos,
posibilitando el desapego, la autonomía, la
autovaloración; el conocimiento, dominio y control del
propio cuerpo; estimular, guiar y estructurar los conocimientos;
dar cauce a la expresividad, a la investigación, a la
comunicación y colaboración con los
demás.
Esto significa implantar unos cimientos básicos
pero sólidos, sobre los que puedan ir engarzándose
progresivamente nuevas adquisiciones, cada vez más
difíciles y complejas, construyendo el rico edificio de la
personalidad, el conocimiento y la participación.
Construcción que no debe restringirse al periodo infantil
ni juvenil, sino, prolongarse durante todas las edades hasta la
muerte.
El movimiento, como cualquier otro comportamiento o
aprendizaje, está ligado también a un proceso
continuo de formación y de adaptación.
Fijémonos en otras capacidades o aprendizajes y tomemos
ejemplo: el lenguaje hablado y escrito, la comprensión
lectora, la capacidad de escucha, la discriminación
visual, la expresión musical o
pictórica.
Saber hablar no comporta sólo haber adquirido la
capacidad de pronunciar las letras y las palabras y poder
enlazarlas formando frases. Implica sobre todo, saber expresar
los sentimientos propios, los pensamientos, los conocimientos,
defender las ideas, resolver los conflictos a través del
lenguaje, algo, que no se llega a dominar nunca.
La comprensión lectora no consiste
únicamente en diferenciar los signos escritos y entender
su significado, exige comprender textos poéticos,
filosóficos o científicos, captar las
imágenes y los sentimientos expresados en la poesía
o la literatura, etc., para lo cual hay que practicar toda la
vida y nunca dejaremos de encontrar nuevos matices.
Las primeras fases de estos aprendizajes permiten la
elaboración de los esquemas más básicos del
conocimiento, mediante los cuales se podrá acceder a otros
cada vez más complejos. Si no pasamos de las primeras
adquisiciones, sabremos entender enunciados muy simples pero nada
más. Son aprendizajes rudimentarios que solo sirven para
manejarse un poco mejor y poder sobrevivir en nuestra sociedad.
Si no siguen desarrollándose se convierten en
comportamientos automáticos que no posibilitan otros
aprendizajes más ricos.
El perfeccionamiento de los aprendizajes descritos no
consiste en leer o escribir más palabras por minuto. No se
trata de una cuestión de cantidad sino de calidad. La
cantidad si tiene límites, la calidad, por el contrario,
no.
Lo mismo sucede con el movimiento. Su meta no es
alcanzar cada vez más fuerza, resistencia, rapidez, ni
superar récords, sino, cultivar la sensibilidad, la
receptividad, la expresividad, algo que nunca alcanzaremos del
todo. Se trata para ello, de afinar el tono, de hacerse
más delicado, más acogedor, más tierno,
más moldeable, más flexible y sensible, con mejores
recursos para adaptarse al entorno y a las personas.
El cuerpo y el movimiento no pueden dejar de ser nunca
el manantial de las funciones sensoriales, cognitivas y
relacionales, la fuente de la experiencia, de la
comprensión, tanto de sí mismo, como de la realidad
exterior.
Podemos imaginar al cuerpo como un instrumento musical
al que hay que afinar las cuerdas para poder interpretar todas
las melodías sin desafinar y además emocionarnos.
Podemos verlo también como la materia sobre la que el
escultor trabaja moldeándola, dándole vida y
expresividad. El cuerpo humano es a la vez el instrumento
musical, el músico que lo tañe y la melodía
que suena; es a la vez el escultor que moldea y la materia
plástica moldeable.
Si el movimiento se queda estancado en las adquisiciones
más elementales meramente físicas, se convierte en
un comportamiento mecánico, carente de estimulación
neuronal. El cuerpo se hace más rígido y se
atrofia. Las pautas de movimiento pobres y herméticas van
limitando el funcionamiento de la estructura corporal y
también cerebral. Al restringir el movimiento,
músculos y articulaciones se anquilosan, bloqueando la
energía y la fluidez.
El estancamiento va a suponer que el movimiento y los
comportamientos en general se reduzcan a esquemas rudimentarios
en los que el cuerpo se comporta como una máquina,
repitiendo día a día los mismos movimientos, los
mismos gestos, las mismas palabras, los mismos argumentos. Los
sentidos quedan reducidos a su objetivo más simple y
básico sin propiciar el acceso a fuentes culturales como
la música, la pintura, la literatura, etc.
El estancamiento puede ir unido al conjunto de los
comportamientos y de los aprendizajes, o no. Puede darse una
disociación entre los diferentes comportamientos bio
– psico – sociales, anulándose o reduciéndose
unos y solo manteniéndose otros. Es una especie de
alienación en la que el cuerpo se disocia de la mente y de
la comunicación.
Puede potenciarse más el aspecto intelectual,
artístico o social, quedando el cuerpo en el olvido,
deshabitado y desconocido, procurándole solo una
atención superficial de mera apariencia, a través
del vestido o del maquillaje, envolviéndole de manera
bonita, disfrazándole con la estética a la
moda.
Pero debajo de todo eso, puede observarse un cuerpo
disarmónico, desgarbado o bloqueado. El pensamiento no
está enraizado en la vivencia corporal. No se siente al
cuerpo, ni se le experimenta más que en el dolor. Su
conocimiento corresponde a algo aprendido de fuera. Lo mental
puede ser similar a los datos introducidos en un ordenador. Este
puede realizar operaciones con esos datos pero no sabe nada de
sí mismo. Hay personas cultas e intelectuales que
están enajenadas de su cuerpo. Pueden saber de todo,
incluso pueden ser expertos en una ciencia corporal, pero lo que
conocen del cuerpo solo es mediante los libros.
Puede ocurrir también lo contrario. Centrarse en
cultivar únicamente el aspecto físico, olvidando el
intelectual, el artístico o el literario, como les pasa a
muchos deportistas, modelos, bailarines u otro tipo de personas.
Ignoran que el cuerpo es mucho más que carne bien
moldeada. Ignoran que el cuerpo encarna la espiritualidad, la
auténtica sapiencia.
Cuándo no se construyen pautas de comportamiento
estables y sólidas, raíces profundas que permitan
crecer cada vez más fuerte, generar más
ramificaciones, poblar y percibir mejor el espacio… podemos
quedarnos estancados, aunque no lo parezca.
Nuestros comportamientos pueden ser copias de otros
comportamientos, estereotipos de los modelos que nos ofrece la
sociedad a través del poder de sus medios: la
televisión, el cine, la moda, la publicidad, la
música, los deportes, etc.
No somos lo que queremos ser, sino lo que nos imponen a
través de sugestivos y atrayentes espectáculos, que
utilizan el cuerpo humano como reclamo mercantil, en base a sus
frustraciones, sueños o deseos, reales o también
inculcados.
No se siente al cuerpo más que en su
imitación del modelo a seguir. Posturas, gestos, modos de
moverse… nada nos pertenece.
(Muchas técnicas corporales de moda
también se basan en la imitación del maestro, y en
la inoculación de un software dentro del hardware
corporal).
Es más fácil imitar a los demás que
luchar por ser uno mismo y crear su propio modo de moverse y de
ser. Es más fácil seguir las instrucciones del
software que superarlas o romperlas inventado y creando a partir
de ellas, otras nuevas.
En todos estos casos, en mayor o menor grado, el cuerpo
es considerado y utilizado realmente como un mero instrumento de
trabajo o la imagen ideal estética de lo que
añoramos, al que hay que tener bien alimentado y cuidar de
que no enferme, mientras el movimiento no deja de ser
mecánico, sin función sensorial, ni
expresiva.
Puede mantenerse bien "engrasado" y no tener problemas
de movilidad pero la sensibilidad, y la disponibilidad no
existen, por lo tanto, no se da el movimiento natural.
La educación considerada como
domesticación, se erige como la causa primordial de
desequilibrio corporal, generadora de tensiones y
disarmonía, distorsionadora del movimiento y del
cuerpo.
En lugar de extraer las potencialidades humanas, las
anega, las entierra, las desvirtúa. Inhibe, reprime,
coarta, domestica.
No permite que se liberen las pulsiones, ni que se
expresen los sentimientos. Con la educación se nos
convierte en máquinas, se nos insensibiliza, se nos
instruye para hacer lo que el poder en cada momento
histórico necesita, coartándonos todas las
posibilidades de ser.
Ella pone los cimientos de lo que será luego una
forma de vida rutinaria y limitada, donde los hábitos, el
ocio y el trabajo, condicionados ya, acabarán reforzando
el desequilibrio y reproduciendo los esquemas
inculcados.
No se educa para la vida, no se enseña a
vivir. Se adiestra únicamente para producir y se educa
para asumir ese papel sin objeciones. El ser humano queda
así reducido a una herramienta de trabajo de la cual, ni
es dueño, ni es consciente de ello. Sus capacidades
motrices, sensoriales, expresivas, comunicativas y cognitivas
quedan reducidas al 10% de sus posibilidades.
Quienes menos medios económicos tienen son a la
vez más incultos, realizan los aprendizajes
mínimos, están más sometidos a fuerzas
opresoras y represoras físicas y psíquicas en
general, carecen de recursos para progresar, limitándose
su vida a conseguir un puesto de trabajo, convirtiéndose
más fácilmente en máquinas, máquinas
de trabajo al servicio del opresor, mentalidades e
ideologías al servicio del poder establecido.
La personalidad, cuyos cimientos también se
forman en la infancia a través de la educación y la
cultura, puede fortalecerse, anclarse o transformarse
después a lo largo de la vida.
La forma de ser de cada uno, cómo interpretamos
los acontecimientos, cómo los resolvemos, también
se refleja en la estructura corporal y en las posibilidades del
movimiento. Si se es una persona rígida, el cuerpo es una
coraza. Si se es insegura, con temores, preocupaciones, ansiedad,
dispersa, etc. el cuerpo no es lo suficientemente receptivo,
tiene bloqueos, impide la circulación libre de la
energía y la expresividad.
El trabajo y la vida rutinaria también convierten
al cuerpo en una máquina.
En la pérdida del movimiento natural se
manifiesta un cierto grado de mecanicismo, cierta falta de
sensibilidad y percepción, cierta carencia de
disponibilidad corporal. Es un cuerpo que no recibe ni canaliza
adecuadamente la energía, lo que significa que su tono no
es correcto. Se observa un cierto grado de distorsión del
conjunto de las leyes que rigen el movimiento.
Autor:
Joaquín Benito
Vallejo.
Madrid 1998.
[1] Cuerpo en armonía –Las leyes
naturales del movimiento- INDE Publicaciones. Barcelona 2000 /
Benito Vallejo. J.