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Poemas de Juan de Dios Peza




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    Poemas de Juan De Dios Peza – Monografias.com

    Poemas de Juan De Dios
    Peza

    Monografias.com

    Juan de Dios
    Peza 
    nació el 29 de junio de 1852 en
    México y falleció el 16 de marzo de 1910. Fue un
    importante poeta del siglo XIX que además realizó
    labores como político.

    • REÍR LLORANDO.

    • POST-UMBRA.

    • SIN SOBRE.

    • EN CADA CORAZÓN ARDE UNA
      LLAMA.

    • A MÉXICO.

    • CONFIDENCIAS A UNA
      ESTRELLA.

    • EN MI BARRIO.

    • A MIS HIJAS.

    • FUSILES Y
      MUÑECAS.

    • ESTE ERA UN
      REY…

    • EL NIDO.

    • CÉSAR EN CASA.

    • EN LAS RUINAS DE
      MITLA.

    • NIEVE DE
      ESTÍO.

    • MI PADRE.

    • UN CONSEJO DE
      FAMILIA.

    • MI MEJOR LAURO.

    • EL CUENTO DE MARGOT.

    • BEBÉ.

    • ADÚLTERA.

    • CARTA.

    • EL CALLEJÓN DEL
      BESO.

    • JUEGOS DEL ALMA.

    • LAS BODAS.

    • LA ÚLTIMA
      CITA.

    • SOBRE MI TUMBA.

    • ANOCHE
      SOÑANDO.

    • EN CADA
      CORAZÓN

    • AUSENCIA.

    • MI BANDERA.

    • LA VELA DE PIEDRA.

    • LA PRINCESA AZTECA.

    • LA CALLE DEL NIÑO PERDIDO.

    • EL INDIO TRISTE.

    • EL CALLEJÓN DE BESP.

    • DEL ESCENARIO A LA CELDA.

    • LA CALLE DEL CALVARIO.

    • LA CAJA MILAGROSA.

    • LA CALLE DE LA
      CADENA.

    • LA CALLE DE XICOTENCATL.

    • EL CACAHUTAL DE SAN
      PABLO.

    • EL RELOJ DE PALACIO.

    • CÓMO ES
      MARGOT.

    • CARTA TRISTE.

    REÍR
    LLORANDO

    Viendo a Garrik -actor de la
    Inglaterra-el pueblo al aplaudirlo le
    decía:

    "eres el más gracioso de la
    tierra,y el más feliz…".Y el cómico
    reía.

    Víctimas del "spleen", los altos
    lores, en sus noches más negras y pesadas,

    iban a ver al rey de los actores,y
    cambiaban su "spleen" en carcajadas.

    Una vez, ante un médico
    famoso,llegóse un hombre de mirar
    sombrío:

    -Sufro -le dijo-, un mal tan
    espantosocomo esta palidez del rostro mío.

    Nada me causa encanto ni atractivo:no
    me importan mi nombre ni mi suerte;

    en un eterno "spleen" muriendo vivo,y
    es mi única pasión la de la muerte.

    -Viajad y os
    distraeréis.

    -¡Tanto he
    viajado!

    -Las lecturas buscad.

    -¡Tanto he
    leído!

    -Que os ame una mujer.-¡Si soy
    amado!-Un título adquirid.-¡Noble he
    nacido!

    -¿Pobre seréis
    quizá?-Tengo riquezas.

    -¿De lisonjas
    gustáis?-¡Tantas escucho!

    -¿Qué tenéis de
    familia?-Mis tristezas.

    -¿Váis a los
    cementerios?-Mucho… mucho…

    -De vuestra vida actual
    ¿tenéis testigos?

    -Sí, mas no dejo que me impongan
    yugos:yo les llamo a los muertos mis amigos;y les llamo a los
    vivos, mis verdugos.

    -Me deja -agrega el médico-
    perplejovuestro mal, y no debo acobardaros;

    tomad hoy por receta este
    consejo:"sólo viendo a Garrik podréis
    curaos".

    -¿A Garrik?

    -Sí, a Garrik… La más
    remisay austera sociedad le busca ansiosa:

    todo aquél que lo ve muere de
    risa;¡tiene una gracia artística
    asombrosa!

    -¿Y a mí me hará
    reír?-¡Ah! sí, os lo juro;él
    sí, nada más él; mas… ¿qué
    os inquieta?

    -Así -dijo el enfermo-, no me
    curo;¡Yo soy Garrik!… Cambiadme la
    receta.

    ¡Cuántos hay que, cansados
    de la vida,enfermos de pesar, muertos de tedio,

    hacen reír como el actor
    suicida,sin encontrar para su mal remedio!

    ¡Ay! ¡Cuántas veces
    al reír se llora!¡Nadie en lo alegre de la risa
    fíe,

    porque en los seres que el dolor
    devorael alma llora cuando el rostro ríe!

    Si se muere la fe, si huye la calma,si
    sólo abrojos nuestra planta pisa,

    lanza a la faz la tempestad del almaun
    relámpago triste: la sonrisa.

    El carnaval del mundo engaña
    tanto,que las vidas son breves mascaradas;

    aquí aprendemos a reír
    con llanto,y también a llorar con
    carcajadas.

    Juan de Dios Peza (México,
    1852-1910)

    Recopilado el 14 de Febrero de 1.959
    (Venezuela)

    POST-UMBRA

    Con letras ya borradas por los
    años,en un papel que el tiempo ha
    carcomido,

    símbolo de pasados
    desengaños,guardo una carta que selló el
    olvido.

    La escribió una mujer joven y
    bella.¿Descubriré su nombre?

    ¡No!, ¡no quiero!pues
    siempre he sido, por mi buena estrella,para todas las damas,
    caballero.

    ¿Qué ser alguna vez no
    esperó en vanoalgo que si se frustra,
    mortifica?

    Misterios que al papel lleva la mano,el
    tiempo los descubre y los publica.

    Aquellos que juzgáronme
    felice,en amores que halagan mi amor propio,

    aprendan de memoria lo que dicela
    triste historia que a la letra copio:

    "Dicen que las mujeres sólo
    llorancuando quieren fingir hondos pesares";

    los que tan falsa máxima
    atesoran,muy torpes deben ser, o muy vulgares.

    Si cayera mi llanto hasta las
    hojasdonde temblando está la mano
    mía,

    para poder decirte mis congojascon
    lágrimas mi carta escribiría.

    Más si el llanto es tan claro
    que no pinta,y hay que usar otra tinta más
    oscura,

    la negra escogeré, porque es la
    tintadonde más se refleja mi amargura.

    Aunque no soy para soñar
    esquiva,sé que para soñar nací
    despierta.

    Me he sentido morir y aún estoy
    viva;tengo ansias de vivir y ya estoy muerta.

    Me acosan de dolor fieros
    vestigios,¡qué amargas son las lágrimas
    primeras!

    Pesan sobre mi vida veinte siglos,y
    apenas cumplo veinte primaveras.

    En esta horrible lucha en que
    batallo,aun cuando débil, tu consuelo
    imploro,

    quiero decir que lloro y me lo callo,y
    más risueña estoy cuanto más
    lloro.

    ¿Por qué te
    conocí? Cuando temblando de pasión, sólo
    entonces no mentida,

    me llegaste a decir: "Te estoy
    amandocon un amor que es vida de mi vida".

    ¿Qué te respondí
    yo? Bajé la frente,triste y convulsa te estreché la
    mano,

    porque un amor que nace tan vehementees
    natural que muera muy temprano.

    Tus versos para mi conmovedores,los
    juzgué flores puras y divinas,olvidando,

    insensata, que las florestodo lo
    pierden menos las espinas.

    Yo, que como mujer, soy vanidosa,me vi
    feliz creyéndome adorada,

    sin ver que la ilusión es una
    rosa,que vive solamente una alborada.

    ¡Cuántos de los
    crepúsculos que admiras pasamos entre dulces
    vaguedades;

    las verdades juzgándolas
    mentiras,las mentiras creyéndolas
    verdades!

    Me hablabas de tu amor, y absorta y
    loca,me imaginaba estar dentro de un cielo,

    y al contemplar mis ojos y mi boca,tu
    misma sombra me causaba celo.

    Al verme embelesada, al
    escucharte,clamaste, aprovechando mi embeleso:

    "déjame arrodillar para
    adorarte"; y al verte de rodillas te di un
    beso.

    Te besé con arrojo, no se
    asombreun alma escrupulosa y timorata:la insensatez no es
    culpa.

    Besé a un hombreporque toda
    pasión es insensata.

    Debo aquí confesar que un beso
    ardiente,aunque robe la dicha y el sosiego,

    es el placer más grande que se
    sientecuando se tiene un corazón de fuego.

    Cuando toqué tus labios fue
    precisosoñar que aquel placer se hiciera
    eterno.

    Mujeres: es el beso un
    paraísopor donde entramos muchas al
    infierno.

    Después de aquella vez, en otras
    muchas,apasionado tú, yo enternecida,

    quedaste vencedor en esas luchastan
    dulces en la aurora de la vida.

    ¡Cuántas promesas,
    cuántos devaneos! El grande amor con el desdén se
    paga:

    toda llama que avivan los deseospronto
    encuentra la nieve que la apaga.

    Te quisiera culpar y no me atrevo,es,
    después de gozar, justo el hastío:

    yo que soy un cadáver que me
    muevo,del amor de mi madre desconfío.

    Me engañaste y no te hago ni un
    reproche,era tu voluntad y fue mi anhelo;

    reza, dice mi madre cada noche;y tengo
    miedo de invocar al cielo.

    Pronto voy a morir; esa es mi
    suerte;¿quién se opone a las leyes del
    destino?

    Aunque es camino oscuro el de la
    muerte,¿quién no llega a cruzar ese
    camino?

    En él te encontraré; todo
    derrumbael tiempo, y tú caerás bajo su
    peso;

    tengo que devolverte en ultratumbatodo
    el mal que me diste con un beso.

    Mostrar a Dios podremos nuestra
    historiaen aquella región quizá
    sombría.

    ¿Mañana he de vivir en tu
    memoria…?Adiós… adiós… hasta el terrible
    día.

    Leí las líneas y en
    eterna ausenciaesa cita fatal vivo esperando…

    Y sintiendo la noche en mi
    conciencia,guardé la carta y me quedé
    llorando.

    Juan de Dios Peza (México,
    1852-1910)

    Recopilado el 04 de Abril de 1.959
    (Venezuela)

    SIN SOBRE

    Abro tu carta y reconozco
    ufano

    Tu letra fácil, tu
    dicción hermosa;

    Tú la trazaste con tu propia
    mano

    Pues el papel trasciende a
    tuberosa.

    Al escribirla estabas
    intranquila

    Y ya estoy sospechando tus
    desvelos

    Los médicos me han dicho, que
    vacila

    El pulso con la fiebre de los
    celos.

    Veo tus líneas torcidas,
    descuidadas,

    Y esto halaga mis propios
    pareceres

    Porque sé que no estando
    enamoradas

    Nunca escriben sin falsa las
    mujeres.

    ¡Con el arrojo de tus veinte
    abriles,

    Has escrito un aumento que me
    mata!

    Siempre ha sido en las cartas
    femeniles

    Importante o terrible la
    postdata.

    No me vuelvas a ver. Ya no te
    quiero,

    Esto me dices con desdén
    profundo:

    Yo traduzco: "ven pronto que me
    muerto",

    De algo me sirve conocer el
    mundo.

    Dices que consolando tu
    tristeza,

    Vas al campo a llorar penas de
    amores,

    Así podrá tener
    Naturaleza

    Coronas de diamantes en las
    flores.

    Pero no viertas llanto por tus
    penas,

    Que siempre se evaporan bajo el
    cielo;

    Las lluvias del desierto en las
    arenas

    Y el llanto, entre las blondas del
    pañuelo.

    Las horas de silencio son tan
    largas,

    Que comprendo la angustia con que
    gimes;

    Las verdades del alma son
    amargas,

    Y las mentiras del amor,
    sublimes.

    Inquieres con tesón si a cada
    instante,

    Busco tu imagen o su culto
    pierdo,

    ¿Dónde está,
    niña cándida, el amante

    Que diga en estas cosas: no me
    acuerdo?

    Quien convertir pretenda de
    improviso,

    El amor terrenal en culto
    eterno,

    Necesita labrar un
    Paraíso

    Sobre la oscura cima del
    infierno.

    ¿Ves ese Sol que llena de
    alegría

    El cielo, el mar, el bosque y las
    llanuras?

    El trae a los mortales cada
    día,

    Nuevas dichas y nuevas
    amarguras.

    Cada alma tiene libro que atesorasus
    efectos en él, sin vano alarde;

    ¡Cuánto nombre se agrega
    en cada aurora!

    ¡Cuánto nombre se borra en
    cada tarde!

    ¿Quién sabe por
    qué anhela lo que anhela?

    ¿Quién será
    siempre el mismo, siendo humano?

    Dicha, amor, esperanza, todo
    vuela

    Sobre ese amargo y turbulento
    Océano.

    Y así preguntas con afán
    sincero:¿Por qué me quieres?

    … voy a responderte:Yo te quiero
    mujer porque te quiero;

    No tengo otra razón para
    quererte.

    ¿Tú te conformarás
    con tal respuesta,

    Que de mi propio corazón
    recibo?

    Tal vez la encuentre sin razón;
    pero ésta

    Es la única razón por
    qué te escribo.

    Que yo no vuelva a verte… me
    propones

    Y aunque mi mente vacilante
    queda,

    En vista de tu sexo y tus
    razones

    Allá iré lo más
    pronto que pueda.

    Juan de Dios Peza (México,
    1852-1910)

    Recopilado el 09 de Marzo de 1.959
    (Venezuela)

    EN CADA CORAZÓN ARDE UNA
    LLAMA

    En cada corazón arde una
    llama,

    si aún vive la ilusión y
    amor impera,

    pero en mi corazón desde que te
    amasin que viva ilusión,

    arde una hoguera.

    Oye esta confesión; te amo con
    miedo,con el miedo del alma a tu hermosura,

    y te traigo a mis sueños y no
    puedollevarte más allá de mi
    amargura.

    ¿Sabes lo que es vivir como yo
    vivo?

    ¿Sabes lo que es llorar sin fe
    ni calma?

    ¿Mientras se muere el
    corazón cautivoy en la cruz del dolor expira el
    alma?

    Eres al corazón lo que a las
    ruinasson los rayos del sol esplendoroso,

    donde el reptil se arropa en las
    esquinasy se avergüenza el sol del ser
    hermoso.

    Nunca podrás amarme aunque yo
    quiera,

    porque lo exige así mi suerte
    impía,y si esa misma suerte nos unieratú fueras
    desgraciada por ser mía.

    Deja que te contemple y que te adore,y
    que escuche tu voz y que te admire,

    aunque al decirte adiós, con
    risas llore,y al volvernos a ver llore y suspire.

    Yo no quiero enlazar a mi destinotu
    dulce juventud de horas tranquilas,

    ni he de dar otro sol a mi caminoque
    los soles que guardan tus pupilas.

    Enternézcame siempre tu
    bellezaaunque no me des nunca tus amores,

    y no adornes con flores tu cabezapues
    me encelan los besos de las flores.

    Siempre rubios, finísimos y
    bellos,madejas de oro, en céltica
    guirnalda,

    caigan flotando libres tus
    cabellos,como un manto de reina por tu espalda.

    Es cielo azul el que mi amor desea,la
    flor que más me encanta es siempre
    hermosa,

    que en tu talle gentil yo siempre veatu
    veste tropical de azul y rosa.

    Mírame con tus ojos
    adormidos,sonriéndote graciosa y
    dulcemente,

    y avergüenza y maldice a mis
    sentidosmostrándome el rubor sobre tu
    frente.

    ¿Yo nunca seré tuyo?
    ¡ay! ese día, oscureciera al sol duelo
    profundo;

    mas para ser feliz sobre este
    mundobástame amarte sin llamarte
    mía.

    Juan de Dios Peza (México,
    1852-1910)

    Recopilado el 13 de Febrero de 1.959
    (Venezuela)

    A MÉXICO

    En las últimas desgracias de
    España.

    Allá del revuelto
    mar

    Tras los secos
    arenales,

    Donde sus limpios
    cristales

    Las ondas van a
    estrellar,

    Donde en lucha singular

    Disputando a la Fortuna

    Las ciudades una a una,

    De sus guerreros el
    brío,

    Mostraron su
    poderío

    La cruz y la media
    luna;

    En esa tierra
    encantada,

    Que esconde, en perpetuo
    Abril,

    Las lágrimas de
    Boabdil

    En las vegas de
    Granada;

    Donde el ave enamorada

    Repite entre los
    vergeles

    El canto de los
    gomeles,

    Y cuelga su frágil
    nido

    Del minarete prendido

    Entre ojivas y
    caireles;

    Donde soñados
    ultrajes

    Vengaron fieros
    zegríes,

    Regando los
    alelíes,

    Con sangre de
    abencerrajes;

    donde entre muros de
    encajes

    Y torres de filigrana,

    Lloró la hermosa
    sultana

    Amorosos sentimientos

    A los rítmicos
    acentos

    De una trova
    castellana;

    Allá donde nueva
    luzAlumbró, limpia y serena,

    Sobre la morisca almena

    El símbolo de la
    cruz;

    En ese suelo andaluz,Cuyos
    cármenes hollando,

    Y en otro mundo soñando,Cruzaron
    en su corcel

    La magnánima IsabelY el
    católico Fernando.

    En esa región que
    encierra

    Tantos recuerdos de
    gloria;

    En ese altar de la
    Historia;

    En ese edén de la
    tierra;

    No el azote de la
    guerra

    Infunde duelo y pavor,Ni causa fiero
    dolor

    Que mira asombrado el
    mundo

    El negro contagio
    inmundo;

    Allí otra plaga
    mayor.

    Surgen allí
    tempestades

    Del suelo entre las
    entrañas,

    Y vacilan las
    montañas,

    Y se arrasan las
    ciudades

    Escombros y soledades

    Son el cortijo y la
    aldea;

    La muerte se
    enseñorea,

    Y, en medio de tanta
    ruina,

    Se ve cual llama divina

    La Caridad que flamea.

    Con sordo bramido el
    duelo

    Todo lo enluta y
    recorre;

    Yace la maciza torre

    En pedazos sobre el
    suelo.

    Salvarse forma el
    anhelo

    De los espantados
    seres,

    Y hombres, niños y
    mujeres

    Las crispadas manos
    juntan,

    Y viendo al cielo
    preguntan.

    "Dinos Dios, ¿por qué nos
    hieres?"

    Recordando en sus delitoslas
    bíblicas amenazas,

    Van por las calles y
    plazas

    Confesándolos a
    gritos.

    Los corazones precitos

    Se niegan a palpitar

    Y todos ven transformar

    Al golpe del terremoto,

    El abismo el verde
    soto,

    Y en escombros el
    hogar.

    Se abate el pesado muro

    Que adornó silvestre
    yedra

    Y brotan de cada piedra

    Una oración y un
    conjuro.

    No hay un asilo seguro;

    Ciérnese el ángel del
    mal;

    Cada fosa sepulcral

    Abrese ante fuerza
    extraña,

    Y parece que en
    España

    Comienza el juicio
    final.

    Y entre la nube
    sombría

    Que el denso polvo
    levanta,

    El coro terrible
    espanta

    De los gritos de
    agonía.

    Y entre aquella
    vocería,

    Con rostro desencajado,

    El padre busca
    espantado,

    Con ayes desgarradores

    El nido de sus amores,

    Entre escombros
    sepultado.

    Convulsa, pálida
    errante,

    Sobre el suelo que se
    agita

    La madre se precipita

    Por la angustia
    delirante;

    Vuela en pos del hijo
    amante;

    El rostro al abismo
    asoma

    Lo llama llorando, y
    toma

    Por voz del hijo
    querido,

    La que acompaña al
    crujido

    De un techo que se
    desploma.

    En repentina orfandad,

    Trémulas las manos
    tienden

    Los niños, que no
    comprenden

    Su espantosa soledad.

    Tan sólo la
    caridad

    Velará después por
    ellos,

    Curando con sus destellossu miseria y
    su aflicción:

    ¡Cómo no amarlos, si
    sonTan inocentes, tan bellos!

    ¿Qué pecho no se
    conmueve

    Ante cuadro tan
    sombrío,

    Que al corazón más
    bravío

    A contemplar no se
    atreve?

    Ante el infortunio
    aleve

    ¿Quién no es noble?
    ¿quién no es bueno?

    ¿Quién de piedad no
    está lleno,

    Cuando es la virtud
    mayor,

    Aun más que el propio
    dolor,

    Sentir el dolor ajeno?

    Manda ¡oh, noble patria
    mía!

    La ofrenda de tus
    piedades

    A las hoy tristes
    ciudades

    De la hermosa
    Andalucía.

    No es favor, es
    hidalguía;

    Es deber, no vanidad.

    Llamen otro Caridad

    Estos óbolos del
    hombre,

    Tienen nombre, sólo un
    nombre;

    Se llaman Fraternidad.

    Con tierno entusiasmo
    santo,

    Mezcla ¡oh patria amante y
    buena!

    Esa pena con tu pena,

    Ese llanto con tu
    llanto.

    Si al mirar ese
    quebranto,

    Tu triste historia
    repasas,

    Verás que angustias no
    escasas

    Pasó, entre llantos
    prolijos,

    Por amparar a tus hijos

    Bartolomé de las
    Casas.

    Juan de Dios Peza (México,
    1852-1910)

    CONFIDENCIAS A UNA
    ESTRELLA

    Sigue, sigue blanca
    estrella,

    Por el cielo en que
    naciste,

    Sin dejar ninguna
    huella…

    Siempre te hallaré más
    bella,

    Siempre te hallaré más
    triste.

    Hoy vengo con mi dolor,

    Cual antes feliz
    venía;

    Mas ya nunca, astro de
    amor,

    Ceñirás con tu
    fulgor

    Ni su frente ni la
    mía.

    Tú cruzas por ese
    cielo,

    Dando con tu luz la
    calma;

    Yo cruzo, por este
    suelo,

    Llevando en mi
    desconsuelo

    Lena de sombras el
    alma.

    Dame, dame tu luz
    bella;

    Que en esta alma sin
    amor

    Tú sorprenderás
    estrella,

    En cada nube una
    huella,

    Y en cada huella un
    dolor.

    Tú que has escuchado el
    canto

    De mi primera
    pasión,

    Acompaña mi
    quebranto,

    Y alumbra el amargo llanto que
    brota del corazón.

    ¡Horas del primer
    cariño!tú las miraste lucir,

    Cuando ante tu luz de
    armiño,

    La niña en brazos del
    niño

    Soñaba en el
    porvenir.

    ¡Dulce amor! ¡grata
    ciencia!

    ¡Blanca luz! ¡Delirio
    ardiente!

    ¿Por qué huyes de la
    existencia,

    Cuando una dura
    experiencia

    Va marchitando la
    frente?

    ¡Aquellos goces
    extraños,

    Aquel esperar en
    Dios, 

    Sin recoger
    desengaños,

    Aquel pasar de los
    años

    Sin perturbar a los
    dos!

    Todo, todo, blanca
    estrella,

    Tu tibia luz
    alumbró;

    ¡Edad de sueños
    aquella,

    Envidiable, dulce,
    bella,

    Que para siempre
    huyó!

    Celia, al expirar el
    día,

    Por estos sitios
    vendrá,

    Ya no como antes
    venía,

    Que aquella alma que fue
    mía,

    Pertenece a otra alma
    ya.

    Antes ¡ay! ¡cuánto
    embeleso!

    Sollozando de placer,

    Dejaba en mi frente un
    beso;

    Por eso, estrella; por
    eso

    No quiero volverla a
    ver.

    Ahora, dulce y
    cariñosa,

    En otro sus ojos fijos,

    Tendrá su boca
    amorosa

    La majestad de la
    esposa

    Para besar a sus hijos.

    Con tus rayos
    blanquecinos

    Alumbra siempre su
    hogar;

    Aparta nuestros
    caminos,

    Y ¡ay! que sus ojos
    divinos

    No aprendan nunca a
    llorar.

    Si sigues, tú, blanca
    estrella,

    Por el cielo en que
    naciste,

    Sin dejar ninguna
    huella…

    Siempre te hallaré más
    bella,

    Siempre me verás más
    triste.

    Juan de Dios Peza (México,
    1852-1910)

    EN MI BARRIO

    Sobre la rota ventana
    antigua

    Con tosco alféizar, con puerta
    exigua,

    Que hacia la oscura
    callejada,

    Pasmando al vulgo como
    estantigua

    Tallada en piedra, la santa
    está.

    Borró la lluvia los mil
    colores

    Que hubo en su manto y en su
    dosel;

    Y recordando tiempos
    mejores,

    Guarda amarillas y secas
    flores

    De las verbenas del tiempo
    aquel.

    El polvo cubre sus
    aureolas,

    Las telarañas visten su
    faz,

    Nadie a sus plantas riega
    amapolas,

    Y ve la santa las calles
    solas,

    La casa triste, la gente en
    paz.

    Por muchos años allí
    prendido,

    Único adorno del tosco
    altar, 

    Flota un guiñapo
    descolorido,

    Piadosa ofrenda que no ha
    caído

    De las desgracias al hondo
    mar.

    A arrebatarlo nadie se
    atreve,

    Símbolo antiguo de gran
    piedad,

    Mira del tiempo la marcha
    breve;

    Y cuando el aire lo empuja y
    mueve

    Dice a los años: pasad,
    pasad.

    ¡Pobre guiñapo que el aire
    enreda!

    ¡Qué amarga y muda
    lección me da!

    La vida pasa y el mundo
    rueda,

    Y siempre hay algo que se nos
    queda

    De tanto y tanto que se nos
    va.

    Tras esa virgen oscura
    piedra

    Que a nadie inspira santo
    fervor,

    Todo el pasado surge y me
    arredra;

    Escombros míos, yo soy la
    yedra;

    ¡nidos desiertos, yo fui el
    amor!

    Altas paredes
    desportilladas

    Cuyos sillares sin musgo
    vi,

    ¡cuántas memorias
    tenéis guardadas!

    Níveas corinas, jaulas
    doradas,

    Tiestos azules… ¡no
    estáis aquí!

    En mi azarosa vida
    revuelta

    Fue de esta casa dueño y
    señor,

    ¿do está la ninfa, de
    crencha suelta,

    de grandes ojos, blanca y
    esbelta,

    que fue mi encanto, mi fe, mi
    amor?

    ¡Oh mundo ingrato, cuántos
    revesesen ti he sufrido!

    La tempestadtodos mis campos dijo sin
    mieses…

    La niña duerme bajo
    cipreses,

    Su sueño arrulla la
    eternidad. 

    ¡Todo ha pasado! ¡Todo ha
    caído!

    Sólo en mi pecho queda la
    fe,

    Como el guiñapo
    descolorido

    Que a la escultura flota
    prendido…

    ¡Todo se ha muerto! ¡Todo
    se fue!

    Pero ¡qué amarga, profunda
    huella

    Llevo en mi pecho!

    ¡Cuán triste
    estoy!…

    La fe radiante como una
    estrella,

    La casa alegre, la niña
    bella,

    El perro amigo…
    ¿Dónde están hoy?

    ¡Oh calle sola, vetusta
    casa!

    ¡angostas puertas de aquel
    balcón!

    Si todo muere, si todo
    pasa

    ¿por qué esta fiebre que
    el pecho abrasa no ha consumido mi
    corazón?

    Ya no hay macetas llenas de
    flores

    Que convirtieran en un
    pensil

    Azotehuelas y
    corredores…

    Ya no se escuchan frases de
    amores,

    Ni hay golondrinas del mes de
    abril.

    Frente a la casa la cruz
    cristiana

    Del mismo templo donde
    rezó,

    Las mismas misas de la
    mañana,

    La misa torre con la
    campana

    Que entre mis brazos la
    despertó.

    Vetusta casa, mansión
    desierta,

    Mírame solo volviendo a
    ti…

    Arrodillado beso tu
    puerta

    Creyendo loco que aquella
    muerta

    Adentro espera pensando en
    mí.

    Juan de Dios Peza (México,
    1852-1910)

    A MIS HIJAS

    Mi tristeza. Es un mar;

    tiene su bruma que envuelve densa
    mis amargos días; 

    sus olas son de lágrimas; mi
    pluma 

    está empapada en ellas, hijas
    mías. 

    Vosotras sois las inocentes
    flores 

    nacidas de ese mar en la
    ribera;

    la sorda tempestad de mis
    dolores

    sirve de arrullo a vuestra edad
    primera. 

    Nací para luchar; sereno y
    fuerte 

    cobro vigor en el combate
    rudo;

    cuando pague mi audacia con la
    muerte, 

    caeré cual gladiador sobre mi
    escudo. 

    Llévenme así a vosotras;
    de los hombres  ni desdeño el poder ni el odio
    temo; 

    pongo todo mi honor en vuestros
    nombres y toda el alma en vuestro amor
    supremo. 

    Para salir al mundo vais de
    prisa.

    ¡Ojalá que esa vez nunca
    llegara!

    Pues hay que ahogar el llanto con la
    risa, 

    para mirar al mundo cara a
    cara.

    No me imitéis a mí: yo me
    consuelo 

    con abrir más los bordes de mi
    herida;

     imitad en lo noble a vuestro
    abuelo: 

    ¡Sol de virtud que iluminó
    mi vida!

    Orad y perdonad; siempre es
    inmensa

     después de la
    oración la interna calma, 

    y el ser que sabe perdonar la
    ofensa 

    sabe llevar a Dios. Dentro del
    alma.

    Sea vuestro pecho de bondades
    nido, 

    no ambicionéis lo que ninguno
    alcanza, 

    coronad el perdón con el
    olvido

    y la austera virtud con la
    esperanza.

    Sin dar culto a los frívolos
    placeres 

    que la pureza vuestra frente
    ciña,

     buscad alma de niña en las
    mujeres

     y buscad alma de ángel en
    la niña.

    Nadie nace a la infamia
    condenado, 

    nadie hereda la culpa de un
    delito

    nunca para ser siervas del
    pecado

    os disculpéis clamando: estaba
    escrito.

    ¡Existir es luchar! No es
    infelice

     quien luchando, de espinas se
    corona; 

    abajo, todo esfuerzo se
    maldice, 

    arriba, toda culpa se
    perdona.

    Se apaga la ilusión cual lumbre
    fatua 

    y la hermosura es flor que se
    marchita; 

    la mujer sin piedad es una
    estatua 

    dañosa al mundo y del hogar
    proscrita.

    No fijéis en el mal vuestras
    pupilas 

    que víbora es el mal que todo
    enferma, 

    y haced el bien para dormir
    tranquilas 

    cuando yo triste en el sepulcro
    duerma.

    Nunca me han importado en este
    suelo 

    renombre, aplausos, oropeles,
    gloria: 

    procurar vuestro bien, tal es mi
    anhelo; 

    amaros y sufrir tal es mi
    historia.

    Cuando el sol de mi vida tenga
    ocaso 

    recordad mis consejos con ternura,y en
    cada pensamiento, en cada paso, 

    buscad a Dios tras de la inmensa
    altura.

    Yo anhelo que, al morir, por premio
    santo,

    tengan de vuestro amor en los
    excesos:

    las flores de mi tumba vuestro
    llanto,

    las piedras de mi tumba vuestros
    besos.

    Juan de Dios Peza (México,
    1852-1910)

    FUSILES Y
    MUÑECAS 

    CUADRO REALISTA

    Juan y Margot, dos ángeles
    hermanos

    Que embellecen mi hogar con sus
    cariños

    Se entretienen con juegos tan
    humanos

    Que parecen personas desde
    niños.

    Mientras Juan, de tres años, es
    soldado

    Partes: 1, 2, 3, 4

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