Monografias.com > Sin categoría
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Poemas de Juan de Dios Peza (página 4)




Enviado por Edgar Tovar



Partes: 1, 2, 3, 4

Alzáronse inmensas pirassobre
aquel lugar siniestro,donde hallamos una plazade mercado en
nuestros tiempos,al lado sur del Palaciodonde reside el
Gobierno.Cansáronse muchos hombres,gastóse mucho
dineroen los mil preparativosdel auto de fe más negroque
la Inquisición registraen su historia en nuestro
suelo.

Y corrió de boca en boca,jurando
todos ser cierto,que ordenaba el Santo Oficioque desde el conde
al pecherorevistieran las fachadasde sus propios aposentoscon
todo lo que mostraseaflicción, terror y
duelo.

Que en balcones y ventanasde las casas
del trayecto,que recorrer deberíanhasta el suplicio los
reos,se pusieran crucifijoscon verdes ceras ardiendo;lazos y
cortinas negras,ramas de ciprés con henoy por
únicos adornoslos atributos más tétricosde
estatuas y de retablosen tumbas y cementerios.

Que al pasar la comitiva,con numeroso
cortejode inquisidores y juecesy de verdugos y pueblo,ninguno
hablara en voz altapara no ofender al cielo,y que de todas las
bocassalieran fervientes rezos,para así atenuar un tantola
suerte de los confesos.Que era obligación de todosrezar
contritos el Credoy repetirlo las vecesque les permitiera el
tiempoque tardaran en cambiarseen cenizas los
incrédulos.

Por último el Santo Oficio,a
nobles como a plebeyos,ordenaba que llevasenen torno del
Quemaderoa sus esposas e hijospara tomar escarmientode
cómo padece y muerey causa terror un
réprobo.

Y les previno asimismoque aquel que por
sentimiento,por compasión o ternuraen instantes tan
supremossolicitara clemenciao indulto para los reos,a las
terribles hoguerasfuera arrojado con
éstos.

Y se mandó que ningunade las
gentes de este Reinopudiera asistir al autoni conocer a los
reossin haber en su parroquiacumplidos los sacramentosque lavan
de toda culpay curan de todo yerro.

Con tan graves prescripcioneslos
habitantes de Méjicoesperaban el instanteen que un castigo
tremendoiba a cumplirse, llevandocien hombres al
Quemadero.

II

No hay plazo que no se cumpla,dice un
sabido proverbio, y al fin llegó la alboradaque ansioso
esperaba el pueblo.Dentro de las tristes celdasa los infelices
reossus verdugos de rodillasestas cosas les
dijeron:

"Nosotros, que vuestras vidaspor
mandato cortaremos,vuestro perdón demandamosen nombre del
Juez Supremoa quien también le pedimosque os liberte del
infierno".

Y esta fórmula cumplidavisten
con hopa a los presos,y los disponen y alistanpara caminar al
fuego.

Entre todos, allí estabaocupando
el primer puestoun judaizante muy ricoy de carácter de
hierro.

Contaban propios y extraños,en
público y en secretoque vino a la Nueva Españaa
dedicarse al comercio.

Construyó un amplio palacioun
tanto churrigueresco,en el barrio más distantede la
capital del reino.

Y arregló en el piso bajouna
casa de comerciocon dos puertas, de las cualesuna tuvo el
privilegio

de que si entraba por ellaun comprador
forastero,sacaba, sin explicárselo,más baratos los
efectos.

Así vivió sin zozobrasel
mercader mucho tiempo,y le debió a una desgraciaturbar tan
dulce sosiego.

Tuvo entre su muchedumbrea una mujer a
quien dieronorden de que investigasede aquel hombre los
secretos;y ella, astuta y maliciosa,y fanática en
extremollegaba noche por nochejunto a la alcoba del
dueño,y no le vio santiguarseni le escuchó
ningún rezo.

Pero sí notó que
siemprese escucharan raros ecosde golpes, como si dieraazotes en
algún cuerpo;miró por la cerraduray vio con asombre
inmensoque aquel hombre fustigabacon un rebenque de cueroa un
Niño Jesús, desnudoy tendido sobre el
suelo.

Le dio parte a la justiciay no
pasó mucho tiemposin que al hereje encontrarael inquisidor
Aldeño,dando golpes a la imagendel Príncipe de los
Cielos.

Registrada aquella casa,encontraron que
el hebreoen una de las dos puertasde su casa de
comercioenterró dos crucifijosy formaba su contentovender
al que los pisabamás baratos los efectos.

Por crímenes tan terribles,por
tan grandes sacrilegios,sentenciólo el Santo Oficioa ser
arrojado al fuego,con coraza en la cabezay sambenito en el
cuerpo,conducido con una mula,montado en sentido inverso,con el
rostro hacia la cola,custodiado por dos negros.

Y que después de quemado,para
enseñanza del pueblo,se esparcieran las cenizasen alto a
los cuatro vientos,confiscándose sus bienes,su
habitación maldiciendo,regando con sal y lumbrelos muros y
los cimientosy condenando a sus hijosa calabozo
perpetuo.

III

Cuentan viejos pergaminosque el
excomulgado reo,cuando al suplicio marchabadaba pavor por
blasfemo.

Y que la mula elegidapara conducir su
cuerpose encabritó tantas vecesque dio con él en el
suelo;y temiéndose que vivono llegara al
Quemadero,ordenaron que subierapara sujetarlo un negro,que lo
estrechó entre sus brazosen gran parte del
trayecto.

El pueblo que contemplabatan espantosos
sucesos,sin explicarse el motivo,dijo para sus adentros:"Este
hereje lleva el diablotan bien metido en el cuerpo,que ni la mula
aguantapara no ofender al cielo".

Por ventanas y balcones,en vez de
salmos y rezos,le arrojaban anatemas,maldiciones y denuestos;y
como era mes de julioen que siempre llueve en México,y
estaba el cielo nubladoy nada agradable el cierzo,las gentes se
sospechabanque por no ver al blasfemo,entre cenicientas
nubespermaneció el sol envuelto.

Así al horrible supliciollegaron
a pasos lentosmás de cien excomulgados,todos firmes y
confesos.

Tocó el turno al israelitaque
fue entre todos aquellosel primer quemado vivopor sus grandes
sacrilegios.

Y dicen que al verse atadoal tosco
mástil de hierroy cuando ya lo envolvíanlas rojas
lenguas del fuego,les gritaba a los verdugoscon tosco y rabioso
acento"Echen más leña, infelices,que me cuesta mi
dinero".

IV

Han transcurrido dos siglosy aún
está de pie y enteroel palacio en que habitarael
infortunado reo.

Llamóse Tomás
Tremiño;no murió joven ni viejoy fue de
carácter firmey de condición
discreto.

No se ha borrado su nombrede la memoria
del pueblo,porque siempre el infortuniodel cristiano y del
hebreohace palpitar llorandoa los corazones
buenos.

Y se encomia y se bendicey se aplaude
con anhelola dicha de haber nacidocon la razón y el
derechoy sin hogueras que forjenlos grillos del
pensamiento.

Juan de Dios Peza (México,
1852-1910)

EL RELOJ DE
PALACIO

Lector: escúchame atentoesta
tosca narracióny júzgala la
tradición,fábula, conseja ó cuento.En un
libro polvorientola encontré leyendo un día,y hoy
entra a la poesíadesfigurada y maltrecha;el verso es de
mal cosechay la conseja no es mía.

Hubo en un pueblo de España,cuyo
nombre no es del casoporque el tiempo con su pasotodo lo borra o
lo empaña,un noble que cada hazaña,de las que le
daban brillo,celebraba en su castillodando dinero a su
genteconstruyendo un nuevo puenteo alzando un nuevo
rastrillo.

Era el noble de gran fama,de
carácter franco y rudo,con campo azul en su escudoy en su
torre una oriflama.Era señor de una damapiadosa como
ninguna;dueño de inmensa fortunapor trabajo y por
herenciay tan limpio de concienciacomo elevado de
cuna.

Una vez, para decorode sus ricas
heredadescruzó yermo y ciudadespara combatir al
moro.Llevóse como tesoroy como escudo a la par,un
talismán singularatado a viejo rosarioun modesto
escapulariocon la Virgen del Pilar.

Era el precioso legadode sus
ínclitos mayores;desde sus años mejoreslo tuvo
siempre a su lado.Y como voto sagradode cristiano y
caballerojuzgó su deber primeroen el combate
reñidollevarlo siempre escondidotras de su cota de
acero.

En ocasión oportunael noble
llegó a creerque ante el moro iba a perderhonra,
blasón y fortuna.Soñó que la media
lunanuncio de sangre y de penas,en horas de espanto llenasiba en
sus feudos a entrary hasta la vio coronarsus respetadas
almenas.

Y no sueño, realidadpudo ser en
un momento,pues fue tal presentimientoengendro de la
verdad.Acércanse a su heredadMuslef y sus caballeros;mira
brillar los acerosal fugor de alta linternay sale por la
poternaen busca de sus pecheros.

Anda con paso insegurode un
hachón a los reflejos;"alarma", grita a lo lejosel arquero
sobre el muro.Como a la voz de un conjurodel noble los
servidoressurgen entre los negroresde aquella noche malditay lo
siguen cuando grita:"¡Sus! ¡A degollar
traidores!

Corren y, en breves instantes,terror y
espanto difundeny en una masa se fundenasaltados y asaltantes.Los
cascos y los turbantes,revueltos y confundidos,entre quejas y
alaridosvense en las sombras surgir,sin lograrse
distinguirvencedores y vencidos.

El noble señor avanzaen pos del
blanco alquicelde un moro que en su corcelhuye blandiendo su
lanza.Resuelto a asirlo le alcanzapor ciega rabia impelido,y
cruel y enardecidole mata con gran fierezay le corta la
cabeza,pues Muslef era el vencido.

Al tornar lleno de gloriaa su castillo
feudaldijo: "Es un ser celestialel que me dio la victoria.El que
ampara la memoriay el lustre de mis abuelos;el que me otorga
consueloscuando vacila mi planta;es… ¡la imagen
sacrosantade la Reina de los cielos!

"Siempre la llevé conmigoy hoy
de mi fe como ejemplohe de levantarle un templodonde tenga eterno
abrigo.El mundo será testigode que ferviente la adoro,y
cual reclamo sonorode su gloria soberanadaré al templo una
campanahecha con armas del moro".

El tiempo corrió ligeroy el
templo se construyócomo que el noble
empeñópalabra de caballero.Sobre su recinto
austero,todo el feudo acudió a orarvenerando en el altaren
lujoso relicario,un modesto escapulariocon la Virgen del
Pilar.

Los siglos, que todo arrastranlo
más sólido destruyen,los hombres llegan y huyeny
los monumentos pasan.Templos que en la fe se abrasanceden del
tiempo al estrago;todo es efímero y vagoy en las sombras
del no serlo que vistió el oro ayerhoy lo encubre el
jaramago.

Quedóse el templo en ruinas,sus
glorias estaban muertasy ya en sus naves desiertasvolaban las
golondrinas.Sobre sus muros, espinas;verde yedra en la portadala
Virgen, abandonadapor ley aciaga e injusta,y la campana
vetustaeternamente calada.

En cierta noche el horrorde algo
extraño se apoderade aquel pueblo cuando oyerade la
campana el rumor.Desde el más alto señoral pobre y
al pequeñuelo,acuden con vivo anheloa mirar quién
la profanay se encuentran la campanasola, repicando a
vuelo.

Asaltan con gran trabajola torre donde
repicay su espanto multiplicaver que toca sin badajo.El noble, el
peón del tajo,el alcalde, el alguacil,con agitación
febrily con ánima turbadaexclaman: "¡Está
hechizadapor los siervos de Boabdil!"

Entre temores y enojos,propios de
aquellos instantes,los sencillos habitantesya no pegaron los
ojos.Con sobresalto y sonrojosel temor al pueblo excitalleva el
cura agua benditay como todos, temblando,comienza a rezar,
regandoa la campana maldita.

A medida que mojabael agua bendita el
hierro,cual diabólico cencerromás la campana
sonaba.La gente se santiguabatriste, amedrentada y loca,el cura a
Jesús invocay por fin llega a exclamar:"No la podemos
callarporque el diablo es quien la toca".

Tras esa noche infernalse dio cuenta al
nuevo díade aquella aventura impíaal consejo y al
fiscal.Este, en tono magistral,bien estudiado el
conjunto,resolvió tan grave puntoy por solución
perfectadijo: "Que tuvo directa parteel diablo en el
asunto".

Y como sentencia sana,poniendo al
espanto un dique,declaró nulo el repiquede la maldita
campana;que cualquier mano profanacon un golpe la ofendieraque el
pueblo la maldijera,siendo el alcalde testigoy desterrada, en
castigo,para las Indias saliera.

Cumplida aquella sentencia,maldecida y
sin badajo,a Méjico se la trajoantes de la
Independencia.De algún Virrey la indolenciala dio castigo
mayorquedando en un corredordel Palacio abandonada,por ser
campana embrujadaque a todos causaba horror.

Alguien la alzó en el espacio,le
dio voz y útil empleo,y fue un timbre y un trofeoen el
reloj de palacio.El tiempo a todo reacioy que méritos no
advierte,puso un término a su suertecambiando su
condicióny encontró en la
fundiciónmetamorfosis y muerte.

En el libro polvorientoque a tal caso
registré,la descripción encontréde tan raro
monumento.Tuvo como un ornamentode sus nobles condiciones,de su
abolengo pregonesen la parte principal,una corona imperialasida
por dos leones.

En el cuerpo tosco y rudo,consagrando
sonidos,se miraban esculpidosun calvario y un escudo,y como
eterno saludode la tierra en que nacióen sus bordes se
grabóuna fecha y un letrero:"Maese Rodrigo" (el obreroque
la campana fundió).

Produjo tal sensaciónentre la
gente más llanaver un reloj con campanaen la virreinal
mansión,que son eterna expresiónde aquel popular
contentolas calles que el pueblo atento"del Reloj" sigue
llamandoconstante conmemorandotan fausto
acontecimiento.

Dos centenares de aurorasla campana de
palaciolanzó al anchuroso espaciosus voces siempre
sonorazas.Después de marcar las horascon solemne
majestad,dejóle nuestra ciudadrecuerdo imperecedero,que es
su toque postrimerovibrando en la eternidad.

Juan de Dios Peza (México,
1852-1910)

CÓMO ES
MARGOT

Una comedia del día,Sin llanto y
con regocijos;Personajes: yo y mis hijos…Teatro: la
juguetería.

Tengo, cual es de rigor,Una niña
a cada lado,Y el varón está sentadoEncima del
mostrador.

Hay enfrente dos hilerasDe bebés
con labios rojos,Blancas frentes, negros ojosY doradas
cabelleras.

Rifles, tambores, cornetas.Vajillas de
lujo y gala,Muebles, espejos de sala,Armarios de dos
pesetas.

Locomotoras sin par,Coches de cuerda
andadores,Barcos, peces de colores,Ballenas, en fin, ¡la
mar!

-Quiero -la mayor me grita-Aquel
niño en esa cuna…Aquel armario de luna,Esa alfombra y la
casita.

-Y yo -agrega Juan- no quieroMás
que un fusil, un cañón,Una pistola, un
bastón,Un sable, un cinto de cuero,

Una lanza, una bandera,Una coraza, una
gola.Aquella caramañola,Mi kepi y mi
cartuchera.

Y prosigue la mayor:-Pues yo quiero
solamenteEsa lámpara, esa fuente,Muebles para el
comedor.

Dos cuadros, cuatro cortinas.Tres
sartenes, un brasero,Dos candiles, un plumero,Un gallo con sus
gallinas.

Un ratón de cuerda, un
gato,Un… -¡Basta! ¿y tú,
Margarita?Callóse la pobrecita,Miró todo largo
rato;

Y con palabras sincerasY natural
regocijo,Alzó su rostro y me dijo:-¡Yo papá,
lo que tú quieras!

-No; di tu antojo, alma mía.Y
agregó, alzando las manos:¡Ya pidieron mis
hermanosToda la juguetería!…

-¿Y no quieres nada? -No!-Algo
pide. -¿Y si estás pobre?Lo que dejen, lo que
sobreEso me lo llevo yo…

-¡Pobrecita!
¡Pobrecita!Dije, y la besé en la frente. ..Y no
exagero: realmenteEs así mi Margarita.

Bondadosa y resignada,Ninguna
ambición concibe:Si algo le doy, lo recibe.Y si no, no
pide nada.

Juan de Dios Peza (México,
1852-1910)

CARTA TRISTE

Encontreme en la calle cierto
díaUn paquete de cartas amorosasQue parece que su
dueño arrojaríaCual ramo inútil de marchitas
rosas,comencé a revisar cartas de aquellas,Porque curioso
soy aunque es impropioY después de mirar algunas de
ellasHallé una carta que apenado copio.

¡Manolo de mi vida! ¡Yo no
ignoro!que mis cartas de amor te mortificanYo sé que si
pronuncio "UN YO TE ADORO"Tus amantes presentes me critican.Yo se
que otras mujeres se han brindadoPara hacerte olvidar horas
felicesque yo soy para ti nada más que un pasado,Un alegre
pasado que hoy maldices;que soy una flor que tú
llevastePrendida en el ojal de tu levita,Una flor que más
tarde despreciastePor encontrarla, ya mustia y
marchita.

Yo no ignoro que tu ya no me
quieres,aunque tal vez jamás me hayas querido;en este
ingrato mundo las mujeresjuguete de los hombres siempre han
sido…Pero aunque sepa yo que tu me engañasquiero
antes de dejar esta campañade nuestro amor la historia el
recordartecuando apenas contaba 15 añosde amor me
requisiste en baile regioyo entonces, no pensaba en
desengaños,de salir acababa del colegiocon destreza
admirable me brindaste,un amor sin igual, puro y vehementey sin
mucho trabajo conquistastemi joven corazón aún
inocente.Mi madre muchas veces me advertíaque tu al
jurarme amor, habías mentidopero yo sus palabras no
entendía,y al mirarla llorar, he
sonreído

¿Por qué de sus consejos
me he burlado?me pregunta al mirar mi madre augustayo no
sé porque siempre hemos amadoaquel que a nuestra madre
más disgustami padre me advirtió con gran
cariño,que no pensara en tí, que no me amabaspero
mi corazón que era un niñosólo supo entender
lo que tu hablabas;cuando yo te contaba los consejosque me daban
mis padres diariamente,me contestabas tu: "cosas de viejos"y
besabas mi boca ardientementeyo no me imaginé que tu
estuvierasprendado nada más de mi bellezacomo nunca
pensé que pretendierasal cometer conmigo una
vileza.

Pero me equivoqué, me
abandonastecuando era imposible el olvidarte,y desde entonces ya
no me escuchasteni han logrado mis lágrimas
ablandartetanto me hizo sufrir el desengañoque estoy desde
aquel día enferma y triste,hace que me olvidaste, casi un
añoy aún no puedo olvidar lo que me hicisteMuchas
veces mi madre lagrimosa,se ha puesto ante mi lecho de rodillas,y
como madre, al fin, muy cariñosa,he ha dicho así,
besando mis mejillas:Hija, no sufras más, sé
decidida,y olvida para siempre al ser ladinosin temerle al
estigma de asesinoque pretende cortar tu joven vida,no pienses un
momento en el malvado,que a secado la fuente de tu llanto,ese
infame, mi bien, me ha despreciadoal despreciarte a ti que vales
tanto.

Y así sigue mi madre,
aconsejándomepero yo sus palabras nunca entiendo;muchas
veces termina regañándome,pero yo la discuto y te
defiendopero ayer insistió con mucha pena,y después
de besarme, así me dijo:te suplico que olvides a esa
hiena,y sino basta el ruego, te lo exijoY al escuchar la forma en
que me hablaba,y ante resolución tan decisiva,sólo
le supliqué de que me dejaseescribirte Manolo, esta
misivaserá la última carta que te
envíoporque la muerte ya me está llamando,tal vez
cuando a ti llegue, amado míoporque yo me encuentro en el
lecho agonizandoen cartas anteriores te decía:que no
quería morir, sin antes verte,pero no vengas ya, tarde
sería,siento que esta próxima la
muerte

¡Cuánto sufro
después que me engañaste!¡Cuánto lloro
al saber que provocastela enfermedad que hoy mina mi existenciay
que burlaste, ingrato, mi inocencia!Hoy recuerdo llorando,
aquellos díasen que te vi, y hablé por vez
primera,cuando tú de rodillas me decíasque dabas
por mi amor, tu vida enteraCuanta mentira. Dios
¡Cuánta impostura!…con qué facilidad
mentís los hombres,que fácil os burláis de
una criaturapara hacer que resuenen nuestros nombresmientras de
tu fortuna harás derrocheengañando a otra joven
desdichada,yo en silencio, llorando por la noche,humedezco con
lágrimas la almohada,Aunque es tan fuerte el golpe que me
han dado,que me quita la vida tu abandonoyo juzgo como cristo tu
pecadosufro las consecuencias y perdono.

Sólo pido un favor sino te
oponessi otra infeliz encuentras en tu vidaque te adore cual yo,
no la abandones,mira que morirá si tu la olvidas…Ya
no puedo escribir, tiembla mi manome sorprende de tos un fuerte
acceso,pronto voy a morir ¡Adiós Manolo!recibe de tu
Lila el postrer beso…

Cuando yo me enteré de la
presente,dictó en mi interior esta
sentencia:Compasión a la joven inocentey desprecio al
malvado sin conciencia.Tres años han pasado de aquel
día,en que encontré la carta que he guardado,tres
años que han pasado; y todavíarecordándola a
veces he llorado.

Juan de Dios Peza (México,
1852-1910)

 

 

Autor:

EdgarTovar

 

Partes: 1, 2, 3, 4
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter