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Santa Cecilia, ¿patrona de la música?




Enviado por Agustin Fabra



  1. Martyrologium
    hieronymianum
  2. Cecilia de
    Roma
  3. Las Actas de Santa
    Cecilia
  4. Las reliquias de
    Santa Cecilia
  5. La complejidad del
    personaje
  6. Santa Cecilia,
    patrona de la música
  7. Conclusión

"Mientras sonaban los instrumentos musicales, ella
en su corazón a su único Señor
cantaba"

(Actas de Santa Cecilia)

Martyrologium
hieronymianum

El Martyrologium Hieronymianum o
Martirologio de Jerónimo es un catálogo de
mártires y santos de los tiempos antiguos, que
apareció en la primera mitad del siglo VI y que fue
denominado Martirologio jerominiano. Aunque no
tenía fundamento real en la tradición, se le puso
este nombre para revestirlo del peso de la autoridad de San
Jerónimo.

Es obra de un desconocido que tradujo del griego al
latín el martirologio de Siriaco, y combinó con
este texto las depositio romanas, o sea, las
inhumaciones de los mártires, y el calendario de
África. Este Martirologio jerominiano incluye la
conmemoración de las dedicaciones de las iglesias, los
traslados de las reliquias, los benefactores de las iglesias,
etc. Que, al igual que los escetas prestigiosos, empezaron a ser
venerados.

En 1884 el Martyrologium Hieronymianum fue
editado por el arqueólogo italiano que lo
descubrió, Giovanni Batista de Rossi (1822-1894),
descubridor de las Catacumbas de San Calixto en la Vía
Apia de Roma. En este Martirologio aparecía ya
Santa Cecilia, cuyo sepulcro fue localizado por De Rossi en las
catacumbas mencionadas, adjunto a la capilla de la cripta de los
Papas. Entre los frescos posteriores que adornan la pared del
sepulcro, aparece dos veces la figura de una mujer ricamente
vestida. Una de las veces junto al Papa Urbano II, quien
falleció el 222, y quien según las Actas de Santa
Cecilia había tenido una estrecha relación con la
santa. También en dichas catacumbas están
enterrados los Papas Ponciano (230-235) y Antero (235-236),
así como el propio Urbano I.

Cecilia de
Roma

Cecilia pertenecía a la noble familia romana de
los Metelos, convertida al cristianismo, y supuestamente
martirizada por su fe alrededor del año 180. En el
Martyrologium Hieronymianum aparece la siguiente nota:
"En la Vía Apia de la ciudad de Roma nació y
murió Santa Cecilia Virgen
". Ella murió para
nacer a la eternidad un 22 de noviembre, por lo cual la Iglesia
celebra su fiesta en dicho día.

Venancio Fortunato, Obispo de Poitiers (Francia),
fallecido el año 600, en si libro Miscellanea
escribió que entre el año 176 y el 180, en la
época del emperador romano Marco Aurelio, había
muerto una tal Cecilia. También el historiador Ado
sitúa el momento del fallecimiento de Cecilia en el 177, y
De Rossi apoyó la declaración de Venancio Fortunato
como la más segura históricamente.

Durante más de mil años Santa Cecilia ha
sido una de las mártires de la primitiva iglesia
más veneradas por los cristianos, tanto en la Iglesia
Católica como en la Ortodoxa. Se dice que Cecilia era una
doncella muy modesta y virtuosa, que demostraba un gran amor a
Dios. Solía llevar un vestido de tela áspera bajo
la túnica propia de su dignidad, ayunaba varios
días por semana y había consagrado a Dios su
virginidad. Pero su padre, quien veía las cosas de modo
muy distinto a ella, la casó con un joven patricio llamado
Valeriano.

Según las Actas de Santa Cecilia, el día
de la celebración del matrimonio, en tanto que los
músicos tocaban y los invitados se divertían,
Cecilia se sentó en un rincón a cantarle a Dios en
su corazón y a pedirle su ayuda. Cuando los jóvenes
esposos se retiraron a sus habitaciones, Cecilia, armada de todo
su valor, dijo dulcemente a su esposo: "Tengo que comunicarte
un secreto. Has de saber que un ángel del Señor
vela por mí. Si me tocas como si fuera yo tu esposa, el
ángel se enfurecerá y tú sufrirás las
consecuencias. En cambio, si me respetas, el ángel te
amará como me ama a mí
". Valeriano
replicó: "Muéstramelo. Si realmente es un
ángel de Dios, haré lo que me pides
". Cecilia
le respondió: "Si crees en el Dios vivo y verdadero, y
recibes el agua del bautismo, verás al ángel
".
Valeriano accedió y fue a buscar al obispo Urbano, quien
se hallaba entre los pobres, cerca de la tercera mojonera de la
Vía Apia, quien le recibió con gran gozo. Entonces
se acercó un anciano con un documento en el que estaban
escritas las siguientes palabras: "Un solo Señor, un
solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está por
encima de todo y en nuestros corazones
". Urbano
preguntó a Valeriano: "¿Crees esto?"
Valeriano le respondió que sí y Urbano le
confirió el Bautismo.

Cuando Valeriano regresó a donde estaba Cecilia,
vio un ángel de pie junto a ella. El ángel
colocó sobre la cabeza de ambos una guirnalda de rosas y
lirios. Poco después llegó Tiburcio, el hermano de
Valeriano, y los jóvenes esposos le ofrecieron una corona
inmortal si renunciaba a los falsos dioses. Tiburcio se
mostró incrédulo al principio y preguntó:
"¿Quién ha vuelto de más allá de
la tumba a hablarnos de esa otra vida
?". Cecilia le
habló largamente de Jesús, después de lo
cual Tiburcio recibió el bautismo y, al punto, vio muchas
maravillas.

Desde entonces los dos hermanos se dedicaron a la
práctica de las buenas obras. Posteriormente ambos fueron
arrestados por haberse dedicado a sepultar los cuerpos de los
mártires, práctica prohibida por aquel entonces.
Tracio Almaquio, el Prefecto ante el cual comparecieron,
empezó a interrogarles y las respuestas de Tiburcio le
parecieron desvaríos de loco. Entonces, volviéndose
hacia Valeriano, le dijo a éste que esperaba que
respondiera de forma más sensata. Pero Valeriano le
respondió que tanto él como su hermano Tiburcio
estaban bajo el cuidado del mismo médico, Jesucristo, el
Hijo de Dios, quien dictaba sus respuestas. Pero Almaquio le
ordenó que cesara de decir disparates y que dijese a la
Corte si estaba dispuesto a sacrificar a los dioses a fin de
obtener la libertad. Tiburcio y Valeriano replicaron juntos:
"No, no sacrificaremos a los dioses sino al único
Dios, al que diariamente le ofrecemos sacrificio
". El
Prefecto les preguntó si su dios se llamaba
Júpiter, a lo que Valeriano respondió:
"Ciertamente, no. Júpiter era un libertino infame, un
criminal y un asesino, según lo confiesan vuestros propios
escritores
".

Valeriano se alegró al ver que el Prefecto les
mandaba azotar, y hablaron a los cristianos presentes:
"¡Cristianos romanos, no permitáis que nuestros
sufrimientos os aparten de la verdad! ¡Permaneced fieles al
Dios único y pisotead los ídolos de madera y piedra
a los que Almaquio adora
!". A pesar de tal elocuencia el
Prefecto tenía aún la intención de
concederles un tiempo para que reflexionasen, pero uno de sus
consejeros le dijo que deberían distribuir las posesiones
de los dos hermanos entre los pobres, con lo cual se
impediría al Estado que las confiscara. Al aceptar
Almaquio la propuesta de su consejero, Valeriano y Tiburcio
fueron condenados a muerte.

Un funcionario del Prefecto, de nombre Máximo,
fue designado para ejecutar la sentencia. Pero al contemplar la
valentía y la fortaleza de ambos hermanos, Máximo
se convirtió al cristianismo y sufrió el martirio
junto con ellos.

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Después de que Cecilia sepultara los tres
cadáveres en una tumba cristiana, fue detenida por los
funcionarios del Prefecto Almaquio, quien obligó a Cecilia
a abjurar de su fe cristiana pero, en ves de ello, Cecilia
convirtió a los que la inducían a ofrecer
sacrificios a los dioses paganos. El Papa Urbano fue a visitarla
a su casa, donde estaba recluida, y ahí mismo
bautizó a cuatrocientas personas, entre las cuales se
encontraba Giordano, un patricio quien posteriormente
estableció en la casa de Cecilia una iglesia, que el Papa
Urbano consagró a la santa.

Durante el juicio el prefecto Almaquio discutió
arduamente con Cecilia, pero la actitud de la santa le
enfureció, pues ésta se reía de él en
su cara, atrapándole con sus propios argumentos.
Finalmente, Tracio Almaquio condenó a Cecilia a morir
sofocada por humo en el baño de su casa. Pero por
más que los guardias pusieron en el horno una gran
cantidad de leña, Cecilia pasó en el baño un
día y una noche sin sufrir daño alguno. Como
sobrevivió, la pusieron en un recipiente con agua
hirviendo, pero también permaneció ilesa en el
ardiente cuarto.

Al darse cuenta de esto, el Prefecto envió a un
soldado para que la decapitara. El verdugo descargó tres
veces la espada sobre el cuello de Cecilia y la dejó
tirada en el suelo. Ella pasó tres días entre la
vida y la muerte, durante cuyo tiempo los cristianos acudieron a
visitarla en gran número. Cecilia, antes de morir,
legó su casa al Papa Urbano y le confió el cuidado
de sus servidores. Al fallecer, Cecilia fue sepultada junto a la
cripta pontificia, en las Catacumbas de San Calixto, lugar donde
sepultaban a los obispos.

Las Actas de
Santa Cecilia

Hacia el año 450 aparecieron las Actas de
Santa Cecilia
, de autor anónimo, y escritas en
latín aunque traducidas posteriormente al griego, en las
que se narra la vida de la santa.

A pesar de la más que dudosa veracidad de sus
hechos, las Actas gozaron de mucha popularidad en
aquella época, como lo demuestra el hecho de que este
personaje haya sido inmortalizado por pintores, escultores y
otros artistas. Esta leyenda forma parte del origen de la
literatura hagiográfica, o sea, de la historia de la vida
de los santos, motivada por el culto tributado a los
mártires en los primeros siglos del
cristianismo.

El anterior apartado sobre la vida y muerte de Santa
Cecilia ha sido obtenida de dichas Actas. También
la Enciclopedia Católica nos advierte que el
relato en sí mismo no tiene valor histórico, sino
que es un romance pío, como tantos otros recopilados en
los siglos V y VI. En cambio, la existencia de los tres santos
que se mencionan en la vida de Santa Cecilia, Valeriano, Tiburcio
y Máximo, sí existieron
históricamente.

Igualmente y según la Enciclopedia
Católica
, estos tres santos fueron enterrados en las
Catacumbas de Pretextato, en la Vía Apia de Roma, y sus
tumbas se mencionan en el antiguo Itinerario Peregrino.
Sin embargo las Actas de Santa Cecilia mencionan que
fueron enterrados en las Catacumbas de San Calixto.

Las reliquias de
Santa Cecilia

Alrededor del año 821, el Papa Pascual I
(817-824) hizo demoler la humilde iglesia situada en el barrio
del Trastévere de Roma, y la reconstruyó con gran
esplendor. Basándose en las Actas de Santa
Cecilia
, el Papa ordenó investigar las Catacumbas de
San Calixto para recuperar las reliquias de la santa, junto con
las de los tres mártires, Valeriano, Tiburcio y
Máximo. Sin embargo no existían restos
reconocibles, por lo que el Papa Pascual I creyó que los
lombardos las habían robado durante su invasión de
Roma en el año 568.

Sin embargo, para instalar el Templo necesitaba
reliquias, por lo que declaró que Cecilia se le
había aparecido y le había exhortado a continuar su
búsqueda en otras Catacumbas. Por consiguiente el Papa
Pascual I volvió a buscar en las Catacumbas de Pretextato
y encontró unos restos cubiertos con costosos ropajes de
brocados de oro y con las ropas empapadas en sangre, a los pies
del cadáver. Ante dicho descubrimiento el Papa dijo que
esas reliquias eran las de Cecilia, con lo cual
contradecía el texto que indicaba que ella había
sido enterrada en las Catacumbas de San Calixto, pero el Papa
opinó que seguramente los restos habían sido
trasladados a las catacumbas de Pretextato para salvarlos de los
primeros saqueos de los lombardos.

Asimismo, el Papa halló otros restos en los
nichos cercanos y los trasladó junto con los de Cecilia,
declarando que eran los de Tiburcio, Valeriano y Máximo,
ordenando colocar todos los restos bajo el altar mayor de la
Iglesia de Santa Cecilia, en el Trastévere. En 1599 el
Cardenal Sfondrati restauró la Iglesia de Santa Cecilia y
volvió a enterrar las supuestas reliquias de los cuatro
mártires.

Según se dice, el cuerpo de Santa Cecilia estaba
incorrupto y entero, por más que el Papa Pascual I
había ordenado separar la cabeza del cuerpo ya que, entre
los años 847 y 855, la cabeza de Santa Cecilia
había pasado a formar parte de las reliquias de los
Cuatro Santos Coronados.

Se cuenta que en 1599 se permitió ver el supuesto
cuerpo de Santa Cecilia al escultor Stefano Maderna, quien
esculpió una estatua de tamaño natural de la santa,
muy real y conmovedora. "La santa no estaba de espaldas, como
un cadáver en la tumba, sino recostada del lado derecho,
como si estuviera en la cama en la actitud de una persona que
duerme
", dijo más tarde el artista.

La estatua se halla actualmente en la Iglesia de Santa
Cecilia, bajo el altar. Sobre el pedestal de dicha estatua puso
Maderna la siguiente inscripción: "He aquí a
Cecilia, virgen, a quien yo vi incorrupta en el sepulcro.
Esculpí para vosotros, en mármol, esta imagen de la
santa en la postura en que la vi
".

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No obstante, el hagiógrafo Padre Hippolyte
Delahaye (1859-1941), en su libro Los orígenes del culto a
los mártires opina que no existen pruebas suficientes de
que en 1599 se haya hallado entero el cuerpo de la santa, en la
forma en que la esculpió Maderna, y subraya las
contradicciones que existen en los relatos del descubrimiento que
nos dejaron Baronio (1538-1607) y Bosio (1546-1601),
contemporáneos de aquel hecho.

La complejidad
del personaje

Según el Padre Delahaye, Cecilia de Roma
sería el personaje más complejo en la
hagiografía romana
. En el período
inmediatamente posterior a las persecuciones, no se hace
mención de ninguna mártir romana de nombre Cecilia
en las listas de los santos y mártires. Su nombre no
figura tampoco en los poemas de Dámaso y Prudencio, ni en
los escritos de San Jerónimo y San Ambrosio, ni en la
Depositio Martyrum del siglo IV, sino hasta la
aparición de las Actas de Santa Cecilia en el año
450.

La Basílica actual de Santa Cecilia in
Trastévere, se encuentra en un sitio que a finales del
siglo V era una casa doméstica, y que una mujer piadosa de
nombre Cecilia donó para que se convirtiera en iglesia,
por lo cual se llamó originalmente titulus
Caecilia
, es decir, fundada por una dama llamada
Cecilia
. La iglesia actual se encuentra cerca del puerto de
Ripa Grande, sobre el Río Tíber, en donde estuvo
situado el gueto.

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Hay que tomar en cuenta que cerca de la Iglesia de Santa
Cecilia in Trastévere se encuentra el templo de la
Bona Dea Restituta o Buena diosa de la
restitución
(de la salud). Era la diosa romana que
según la creencia de los romanos paganos, curaba la
ceguera y las enfermedades oculares. Y la palabra
ceguera traducida al latín es caecitas,
muy parecida a Caecilia.

Santa Cecilia,
patrona de la música

Es algo incierto el motivo por el que Cecilia
pasó a ser la patrona de la música al cabo de mil
cuatrocientos años de su fallecimiento. En 1594 el Papa
Gregorio XIII la canonizó y le dio oficialmente el
nombramiento de Patrona por haber demostrado una
atracción irresistible hacia los acordes melodiosos de los
instrumentos. Su espíritu sensible y apasionado por este
arte convirtió así su nombre en símbolo de
la música
, según el acta papal de
nombramiento.

A finales de la Edad Media los pintores empezaron a
representarla tocando algún instrumento musical, en
especial el órgano, la viola de mano, un instrumento de
cuerda o, simplemente, cantando.

Pero en realidad parece ser que no existen documentos ni
testimonios históricos que relacionen a Santa Cecilia con
ningún instrumento musical. Incluso ella rechazaba los
instrumentos musicales porque decía que no eran necesarios
para cantarle a Dios de una manera virtuosa. Pero incluso
así, desde finales del siglo XVI se empezó a
representar a Santa Cecilia como una artista, transformando
así la interpretación musical en virtud.

Pero muy posiblemente la reputación
artística de Cecilia se debió al resultado de una
defectuosa traducción de las Actas de Santa
Cecilia
en un punto determinado, que se reproduce a
continuación:

"Venit dies in que thalamus collocatus est, et,
cantátibus órganis, il.la, Caecilia virgo, in corde
suo soli Domino decantabat dicens: Fiat Domine cor meum et corpus
meus inmaculatum et non confundar".

Traducido al castellano el anterior texto
significa:

"Vino el día en que el matrimonio se
celebró y, mientras sonaban los instrumentos musicales,
ella, Cecilia virgen, en su corazón a su único
Señor cantaba diciendo: Haz, Señor, mi
corazón y mi cuerpo inmaculados y que no sea yo
defraudada
".

La palabra organis es el plural de
organum, que significa instrumento musical, y
se tradujo como órgano. Entonces la frase
mientras sonaban los instrumentos musicales ella cantaba al
Señor
, se convirtió en ella cantaba y se
acompañaba con un órgano
. Y así Cecilia
se convirtió en patrona de la música.

Pero en realidad los Códices más antiguos
no dicen cantátibus órganis, sino
cadéntibus organis, Caecilia virgo…
Entonces los órganos no serían
instrumentos musicales sino instrumentos de
tortura
, y la antífona entonces describiría
que Cecilia entre las herramientas candentes cantaba a su
único Señor en su corazón
. Con ello la
antífona no se refería al banquete nupcial, sino
más bien al momento de su martirio.

Conclusión

En la Iglesia Católica Santa Cecilia es la
patrona de la música, los poetas y los ciegos.
Además es la patrona de las ciudades de Abi (Francia),
Omaha (Nebraska, Usa) y Mar del Plata (Argentina). Sus atributos
son el órgano, el laúd y las rosas. El 22 de
noviembre ha sido adoptado en muchos países como el
Día de la música. En honor a ella un
importante movimiento de renovación de la música
sacra de finales del siglo XIX recibió el nombre de
cecilianismo.

Las representaciones iconográficas más
antiguas de Santa Cecilia la muestran en la actitud usual de los
mártires en el arte cristiano de los primeros siglos, con
la corona del martirio en su mano o en actitud de oración.
En el ábside de la Iglesia de su nombre en el
Trastévere romano todavía se conserva el mosaico
hecho debajo de la imagen del Papa Pascual I, en el que se la
representa con ricos vestidos como protectora del
Papa.

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Este trabajo se finalizó el 22 de noviembre
del 2012, festividad de Santa Cecilia.

 

 

Autor:

Agustin Fabra

 

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