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Sintesis de la carta del apostol San Pablo a los romanos



Partes: 1, 2

  1. A
    manera de introducción
  2. La
    justicia de Dios en los capítulos 1 y 2 de la
    epístola a los romanos
  3. Bibliografía

A manera de
introducción

No puedo precisar con exactitud cual fue la primera ves,
y mucho menos cuantas veces he leído la carta de san Pablo
"A todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados
santos…," pero si se que con ella nos sucedió,
aunque de forma inversa lo que le aconteció a Lutero
cuando no pudo armonizar la epístola de Santiago con
Romanos, que llegó a considerarla como una
fruslería, llamándola epístola de pajas; al
nosotros no poder armonizar a Romanos con Santiago, la llegamos a
creer antievangélica, opuesta al Antiguo Testamento y
fuera de orden epistolar paulino.

A medida que el tiempo fue trascurriendo, la doctrina de
la justificación por la fe que esta carta contiene nos
mostró que la tesis de Pablo contenida en ella es la mas
grande que sobre la justificación por la fe se halla
predicado, después de la explicación que el Eterno
dio del mismo tema en el monte Sinaí a Moisés, y
que como un pacto imperecedero se lo entregó en dos tablas
de piedras. Esta carta o código de la Gracia de Dios fue
la que inspiró a Agustín de Hipona a transformar su
vida, y hacer frente al herético Pelagio, en unos escritos
que lo sublimizan y le convierten en apologista de la fe y la
salvación que Dios nos ha dado. Fue fruto de la lectura
que Lutero trabó con esta carta que este se
convirtió en hereje, y dio a la luz la palabra de Dios en
la época en que el oscurantismo del papado tenía
sumida a la humanidad.

Juan Calvino, es el autor de un comentario a ésta
carta, como también escribió entre los adventista,
a finales del siglo X1X, su comentario, el doctor E. J. Waggoner;
pero es la exposición de Kart Barth a esta epístola
la que despertó la piedad primitiva, y nació la
neoortodoxia, para hacer frente al movimiento liberal de las
iglesias evangélicas y protestantes.

Por ser una exigencia de éste curso de
Exégesis Bíblica, vamos a trazar los rasgos que a
vuelo de pájaro nos sugiere la simple del ológrafo
de Tercio que fue llevado a Roma por Febe, la diaconisa de la
iglesia de Cencrea, teniendo presente siempre que: "El Dios de
paz quebrantará presto a Satanás debajo de vuestros
pies", y será entonces cuando la gloria a de ser: "Al Dios
sabio…por Jesucristo para siempre. Amen".

CAPITULO 1. Pablo trata en seguida que fue por medio de
Jesús que él recibió, junto a todos los
creyentes la gracia y el apostolado. Manifiesta su deseo de
presentarse junto a ellos y trata asuntos de la común fe
de ellos, siendo esto: "Porque en el Evangelio la Justicia de
Dios s descubre de fe en fe,"esto es debido porque Habacub
había dicho: "El justo por la fe
vivirá".

Es en este momento que se abre un paréntesis para
hablar del hombre que obra injusticia e impiedad para "detener
con injusticia la verdad". El estado de este hombre es tan
miserable que se niega a recibir las pruebas que Dios de su
poder, grandeza y majestad ha dado, llegando en su ceguera a
confundir a las criaturas con el Creador de las mismas, por lo
cual dieron paso a la mentira. Por el hecho de haber
creído la mentira en rechazo de la verdad en su forma de
pensar, en modo de vivir, y en el sistema de adoración, a
traído como consecuencia lógica la bajeza moral, la
lascivia, la homosexualidad y el lesbianismo mas brutal, ya que
son desconocidos por las mismas bestias.

Cierra el apóstol este primer capitulo diciendo
cual es la situación de este tipo de hombres, a los cuales
"…Dios lo entregó a una mente
reprobada".

CAPITULO 2. En este capitulo 2 se presenta al hombre
como inexcusable. En el se equipan a todos los hombres, todos son
colocados en igualdad de condiciones, desde el moralista griego
hasta el judío celoso de la Ley; no hay diferencia entre
uno y otro, todos son iguales: Dios no hace acepción de
persona, no tiene favoritos. Todos somos iguales para con Dios y
delante de El.

El primer verso de este capitulo desautoriza a cualquier
hombre para juzgar a otro, siendo la causa de esta
desautorización: "…pues en lo que juzga a otro, te
condenas a ti mismo". Todo juicio a de quedar para el día
que Dios juzgue a los hombres con el juicio de verdad, juicio que
guía al hombre al arrepentimiento. En ese juicio, a cada
uno se le pagará según sus obras, con eso no se
esta diciendo que las obras lo salvaran, pero sin las buenas
obras, sin la comisión de la misma, nadie será
salvo. Las buenas obras no salva, pero el no hacerla trae
condenación.

En el verso 7 encontramos el premio que va de recibir
los que aman la justicia: "vida eterna, a los que perseverando en
bien hacer…" y en el versículo 8 se expresa la paga
a los que buscan la injusticia: "pero ira y enojo a los que son
contenciosos y no obedecen a la verdad…"

Procede Pablo a tratar aquí una ley natural, un
epitomen Divino, escrito en el corazón de todos los
hombres, la cual hace que nadie sea excusado en el juicio de
Dios, pues la conciencia de cada hombre es su defensora o su
acusadora, y su corazón a de responder aprobando o
no.

En este momento se establece un principio
jurídico de Derecho Divino: "Porque todos los que sin ley
han pecado, sin ley también perecerán; y todos los
que bajo la ley han pecado, por la ley serán
juzgados".

Con este precedente jurídico queda establecido y
aceptado el precedente jurídico de que nadie en el juicio
de Dios puede alegar su propia ignorancia de la Ley, o lo que es
peor, nadie puede alegar desconocer lo que Dios quiere que uno
conozca, pues lo que El quiere que uno sepa de El o de su obra,
ya El lo ha revelado.

Es este capitulo que aparece establecido el vinculo
legal de la justificación por la fe, cuando en el verso 13
leemos: "Porque no son los oidores de la ley los justos ante
Dios, sino los hacedores de la ley serán
justificados".

La segunda sección del capitulo está
dirigida contra los judíos, los cuales se ufanan de ser
descendientes de Abraham, que tienen como suporte y norma de
conducta la ley, argumentando que conocen la voluntad de Dios.
Esos mismos judíos dicen ser guías de ciegos, luz
en medio de las tinieblas, instructores de los indoctos y
maestros de niños, porque el que no tiene la verdad es
como un niño; ¿pero cumplen ellos lo que
enseñan a los demás? Pues NO. Ellos son reos de
violar el 7mo y el 8vo mandamiento del Decálogo, porque
ellos mismos adulteran y roban, razón por la cual el
Nombre Inefable de Dios es blasfemado, que es un equivalente a la
violación flagrante del 3ro de los mandamientos que ordena
no toma el Nombre de Dios en vano.

La violación de estos tres mandamientos, coloca a
los judíos en el banquillo de los acusados en el tribunal
del Dios, y le convierte en pasivo de la ira de su justo juicio;
pero ellos que alegan en su favor como una circunstancia
atenuante que tienen la circuncisión, ¿pero de que
les aprovecha tener una herida en la carne si no tienen la Ley en
el corazón? La que salva no es la Ley, es el Legislador el
que da la vida al que se acerque a él por la fe.
Aquí procede Pablo a mostrarle a los de la carne, que
existe una circuncisión que Dios aprueba, la del
corazón, así como existe otra nacionalidad de
judíos, que es el que lo es en su interior, en su
espíritu, el que lo es en la fe, el cual es descendiente
de Abraham.

Los versículos 24-29 establecen una nacionalidad
especial, la que Dios acepta, o en otras palabras, la
nacionalidad o ciudadanía que se utilizara cuando los
reinos de la tierra sean los reinos de Dios y de su Cristo, y
esta es la de los judíos interiores, y dice que son
judíos interiores todos aquellos que siendo judíos
o no asiéndolos, hacen lo que Dios manda a que se
haga.

Para aclarar un poco el concepto de una
justificación jurídica como dijimos, no es una obra
de las Letras de la Ley, sino una obra del Espíritu de la
Ley, por lo cual el apóstol dice que el que obra conforme
a la Letra es trasgresor de la Ley, según el
versículo 27, y que el obra en el espíritu alaba a
Dios, y esta es : "la alabanza del cual no viene de los hombres,
sino de Dios", y esa es la alabanza que Dios pone en nosotros,
que entonemos un canta tan armónico, que no tenga una sola
nota que desafine con el pentagrama del cielo.

CAPITULO 3. El final del capitulo anterior nos
decía que lo que se es en la carne no aprovecha, esto es
la nacionalidad judía, el jus solis o el acto material
circuncisión o fimosis, por cual inicia esta capitulo con
estas dos interrogantes: ¿Qué ventaja tiene pues,
el judío? ¿O que aprovecha la
circuncisión?

La ventaja de la nacionalidad nos dice Pablo que es
mucha, ya que: "Primero, ciertamente, les ha sido confiada la
Palabra de Dios". Pues el hecho de que a una nación, a una
clase social, o a un individuo se le encomiende la misión
de ser el canal por el cual transite la Palabra, es más
que suficiente, ya que es una distinción, que luego se ha
de convertir en responsabilidad. Pero no todos los que recibieron
la Palabra fueron dignos receptores de la misma, sino que algunos
fueron vasos indignos, lo cual en vez de aminorar la veracidad y
la fidelidad del Señor, la aumentó, hasta el
extremo de que cuando ningún hombre sea digno de
confianza, Dios y su Palabra seguirán siendo fieles y
confiables. De esa misma forma, el hecho de que el hombre sea
injusto no hace a Dios injusto al castigarlo, ¿o no se
hace corrupto aquel que no castiga la corrupción? Pues
entonces Dios se hace mas justo cuando castiga la injusticia,
porque el que no castiga la injusticia ordena a que se
continúe haciendo, y ser justo es un atributo de
Dios.

Es en medio de este razonamiento que Pablo se plantea la
interrogante que se plantea cualquier mente carnal, es la
deducción lógica, de que si por mi mentira la
gloria de Dios aumenta, ¿Por qué aun soy juzgado
como pecador? Y prosigue con la imputación que se le hacia
a los cristianos de su época: "Hagamos males para que
vengan bienes". Como si Dios mas nos amara y complaciera en
nuestros pecados, concupiscencias, lascivias y maldades;
olvidando que si es cierto que ama al pecador, repudia, aborrece
y odia el pecado.

A continuación se establece que "no hay justo, ni
aun uno", y se prosigue con las palabras del salmista, en la cual
se hace la radiografía del hombre carnal. Para que nadie
se engañe, ni le quepa la menor duda, todo el mundo
está sujeto al juicio de Dios: "ya que por las obras de la
ley ningún ser humano será justificado delante de
Él", siendo la misma Ley y los Profetas los que han
manifestado la justicia de Dios, la cual se alcanza justamente se
consigue: "…por medio de la fe en Jesucristo para los que
creen en El".

Debe quedar claro a esta altura del capitulo 3, que no
hay ninguna forma especial de uno alcanzar la justicia de Dios
fue de la fe en Cristo, la Ley sólo señala el
pecado, y por ella todos los hombres somos pecadores; para ser
aceptado ante Dios, se nos dice que : " Siendo justificado
gratuitamente por su gracia (de Dios) mediante la
redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso
como propiciación por medio de la fe en su sangre,(la de
Jesús), para manifestar su justicia, a causa de haber
pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados". En este
pasar por alto los pecados de los hombres, que es una
equivalencia a declararlos justos y a no condenar al pecador por
medio de la gracia de Dios, la sangre de Cristo Jesús,
sacrificio que aceptamos por medio de un fruto del
Espíritu Santo puesto en nuestros corazones, que es la Fe
(Gálatas 5:22), es cuando encontramos a las tres Personas
de la Trinidad interviniendo una tras otras y al unísono
para rescatar al hombre caído. Nótese que no es uno
solo el esfuerzo de rescatar al hombre, los tres en común
acuerdo, encaminados a justificar al hombre que ha caído
del árbol de la gracia, para ponerlo de nuevo dando Dios
lo creó.

Pablo establece que el justo es Dios, y que El es el que
justifica al que es de la fe de Jesús, por lo cual el
hombre no tiene de que jactarse, pues no es justificado por sus
obras, sino por su fe en Jesús, con lo cual se nos dice
que si todos los gentiles, los que no son del pueblo de Israel, a
los que no se le dio la Palabra, tienen fe en Dios, es tan Dios
de ellos como de la judíos que tienen fe y son
circuncidados. Dios es mas Dios del gentil con fe que del
judío sin ella, porque es ese don gratuito del
Espíritu lo que nos da la adopción y abre nuestra
filiación para con Dios.

¿Luego por la fe invalidamos la Ley? ¿Nos
vamos a convertir en antinomianistas, y como modernos
iconoclastas vamos a echar por el suelo los mandamientos que el
mismo Dios nos entregó como base y fundamentos de la
justificación por la fe? La pregunta es retórica y
la discusión que pueda salir de ella, bizantina, Pablo nos
dice: "En ninguna manera, sino que confirmamos le Ley". Con lo
cual el hombre que tiene la fe que justifica no invalida la Ley
de Dios que le señala el pecado y le conduce a Cristo, que
de lo contrario no encontrara la ruta de la cruz que le lleva al
Perdonador.

CAPITULO 4. Como en el capitulo anterior se buscaba
establecer si tenia alguna ventaja el pertenecer al pueblo de
Israel, en este cuarto capitulo se establece la ventaja de la
circuncisión, si es que existe alguna. "¿Qué
dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado
por justicia". Por lo cual no hay nada, según las
insinuaciones del apóstol que se pueda hacer para que Dios
nos tome en cuenta, nada fuera del ejercicio de nuestra fe, fe
que para Dios se traduce como justicia, y como ya hemos apuntado
es un Fruto del Espíritu Santo.

Si algo tiene el que obra, entonces no es de gracia, de
gratis, de baldes, sin causa, sino por algo, por deuda. El que
tiene la justificación de Dios, no la tiene por sus obras,
por compra o por paga, tiene la manera de justificar que a
él se le debía y que se le pagó, sino que su
fe lo limpia, y le declara como justo, ¿acaso no es eso lo
que dice David? "Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son
perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el
varón a quien el Señor no inculpa de pecado". Esta
bienaventuranza se alcanza tanto en la circuncisión como
en la incircuncisión, que Abraham la alcanzó no
estando circuncidado.

Pablo piensa que es mucho que se puede decir de nuestro
padre espiritual, ya que su fe es modelo de la fe que salva, pues
la incredulidad nunca anidó en su corazón.
Independientemente de lo que se diga de Abraham, hablemos de
nosotros, los cristianos de principio del siglo XX1, pues si
nosotros creemos, esa fe nuestra de hoy, nos es contada ha
justicia, y justicia en esta carta a los romanos significa
perdón de los pecados, ser tenido por justo, pues ya
fuimos limpiado por la sangre del Cordero de Dios que quita los
pecados del mundo, por eso dice el apóstol: "Esto es, a
los que creemos en el que levantó de los muertos a
Jesús, Señor nuestro". Y ese Jesús que fue
levantado por el Padre fue "resucitado para nuestra
justificación".

Si solamente podemos creer esto, somos salvos por la fe
y justificados delante de Dios por la sangre de su Hijo, y
confirmados por el Espíritu Santo. Oro a Dios para que
esto sea una realidad en mi vida.

CAPITULO 5. Este capitulo se inicia con una
afirmación categórica, en la cual de una manera
olímpica dice el santo apóstol: "Justificados, pues
por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro
Señor Jesucristo". Ya llegamos a la clave, por medio de la
fe somos justificados, ya no tenemos mas de que preocuparnos en
lo concerniente a nuestras antiguas disputas y rencillas, causa
de nuestra enemistad con Dios, ya que nuestro Mediador es
Jesús, y una vez confirmados en la fe, podemos gloriarnos,
no de nuestras obras, no de que podamos hacer, sino de la gracia
de Dios que cada día nos cimenta mas en el poder salvador
del que murió por nosotros. Por los meritos de nuestro
Mediador podemos acercarnos al Trono de la Gracia. Cuando somos
asaltados en el camino de las tribulaciones, las cuales nosotros
por nuestras propias fuerzas no podemos vencer, podemos poner
nuestra confianza en que nos llegará auxilia de parte del
Consolador, a sabiendas que las pruebas producen la esperanza, y
con ellas la esperanza crece abonada por el amor derramado dentro
de nuestros corazones una vez que fuimos justificados por
Jesús.

Así es que primero por la gracia de Dios somos
declarados justos por la sangre de Cristo, y luego cuando en
nuestros corazones nace el amor para con Dios, no que nosotros
hallamos sentido amor primero, sino que ese amor es un fruto de
la justificación que se alcanza por la fe.

Sabiendo el apóstol que existen tres tipos de
personas: los justos, los buenos y los impíos o pecadores,
nos dice que para con Dios nosotros no éramos justos, ya
que la ley nos condenaba; no éramos buenos, pues nuestros
pies se encaminaban de continuo al mal; sino que éramos
impíos. Y en ese estado, sin ninguna relación con
Dios, cuando nuestro estado era mas alérgico, es cuando
Dios interviene: "Siendo aun pecadores, Cristo murió por
nosotros". Esa muerte de Cristo es la que nos justifica, es la
que nos declara inocentes en el juicio de Dios; porque para que
nuestras ropas sean blancas, hay que levarla con la sangre del
Inmaculado Hijo de Dios. Es la muerte del Hijo la que nos une con
Dios, y una vez unidos, somos salvos cuando creemos que el
murió por nosotros y en lugar nuestro.

El versículo 12 nos dice que los hombres pasaron
a ser pecadores por medio de un pecado que le fue imputado, el
pecado de Adán, pero no es que el hombre es pecador porque
peca, el hombre peca porque es pecador, y de Adán
heredamos la naturaleza pecaminosa, somos condenados no porque
Adán halla pecado, sino por que nosotros pecamos: "ya que
el pecado pasó a todos los hombres, pues todos los hombres
pecaron". Yo merecía la muerte no porque Adán
pecó, sino porque yo pequé. Pero a renglón
seguida viene el antídoto al pecado de Adán, al
mió y al de toda la humanidad: "Por la obediencia de uno
(Jesús), los muchos serán constituidos justos". Por
lo cual si el pecado, la desobediencia de la Ley trajo la muerte,
que fue lo que se nos imputó por medio de Adán, por
Jesús somos constituidos hijos, heredero de los bienes del
cielo, y se nos otorga como premio: "La vida eterna mediante
Jesucristo, Señor nuestro".

CAPITULO 6. Cuando el apóstol dice: "Pero la Ley
se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado
abundo, sobreabundo la gracia". 5:20, es la forma de pensar de
aquellos que decían: "Hagamos males para que vengan
bienes", 3:8; lo cual es un equivalente a confundir el amor de
Dios diciendo: "Pequeños mucho para que Dios nos ame mas".
Todo esto viene a ser refutado por el santo, el cual se da a
explicar diciendo, que como es que: "Los que hemos muerto al
pecado, ¿Cómo vivaremos aun en
él?".

Que nadie olvide, que al ser sepultado en las aguas del
bautismo, lo hicimos como un símbolo de la muerte de
Cristo, y si en realidad fuimos sepultado con Cristo,
¿Cómo continuaremos haciendo las cosas que nos
hicieron morir. Si en realidad nuestro bautismo es símbolo
de la muerte al pecado: "El que ha muerto, ha sido justificado
del pecado".

El que está en Cristo no debe amar el pecado,
porque Cristo, a quien nuestros pecados le fueron imputado sin El
haberlo cometido, por su resurrección nosotros debemos
considerarnos: "Muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo
Jesús". Así es que si estamos muertos al pecado y
vivimos en Cristo:"No reine, pues, el pecado en vuestros cuerpos
mortales…ni presentéis vuestros miembros al pecado
como instrumentos de iniquidad…"

Por lo tanto no debemos ser esclavos de nadie, sino
"siervos de la justicia", y al convertirnos en siervos de la
justicia somos libres del pecado, ya que no hay relación
entre ambos: "Porque cuando erais esclavos del pecado, erais
libre de la justicia", pero una vez libres del pecado:
"Tenéis por vuestro fruto la santificación, y como
fin la vida eterna".

Esto es lo que se consigue con ser siervo de la
justicia, una vida eterna que no hemos merecido, porque de
perseverar en nuestros pecados se nos pagaría con la
muerte, porque la paga del pecado es muerte.

CAPITULO 7. Este es el capitulo de la
autobiografía espiritual de Pablo, el se puede resumir
diciendo: "Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo
que quiero, sino lo que aborrezco". Toda mujer casada está
sujeta a su marido mientras este esté vivo, pero cuando
éste muere, el matrimonio se disuelve y esa mujer ya no
está ligada a ningún hombre, sino que queda libre
para unirse con quien ella desee; también los cristianos
ya no están unidos a la Ley como esposa y esposo, porque
Cristo era esa Ley, por lo que leemos en el versículo 4:
"…habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de
Cristo, para que seáis otro, del que resucitó de
los muertos, a fin de que llevemos frutos para Dios". Es por eso
que esa Ley murió con Cristo, por lo cual no estamos en la
carne, aunque vivamos en ella, por la resurrección hemos
escapado de la muerte, razón por la cual ya no debemos
obedecer: "Las pasiones pecaminosas que eran por la
Ley".

Al haber muerto al pecado, libres de la Ley, desde ahora
nos encontramos: "…bajo el régimen nuevo del
Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra".
Pero en vista de que la Ley es venida para que el pecado aumente,
según leímos en el Cáp. 5:20, no seria justo
el que uno se interrogue diciendo, ¿es pecado la Ley que
nos enseña el pecado, sin la cual no hay pecado y la que
hace que el pecado abunde?

Si la Ley ordena que a de ser muerto el homicida, ella
misma comete homicidio, ¿Por qué la Ley que
señala el pecado, ella misma no es pecado? Este
razonamiento es rechazado de una manera tajante y
categórica por el apóstol cuando nos dice: "En
ninguna manera". ¿Por qué? Porque la Ley
señala el pecado sin contaminarse, de la misma manera que
las estrellas guían a los marineros sin que por eso ellas
tracen una señal sobre las aguas, la Ley señala el
pecado sin que ella llegue a pecar con su
señalamiento.

La Ley, que no es mas que una emanación de la
voluntad de Dios, es el fundamento de su carácter, y por
eso: "De manera que la Ley a la verdad es santa, y el mandamiento
santo, justo y bueno". Y esa Ley que es la voluntad de Dios, en
mí, que no hago la voluntad de ella vino a ser de muerte,
pues yo soy carnal, y esa carnalidad debemos entenderlo y saber:
"Que la Ley es espiritual…" así es que yo mismo no
se lo que quiero, y mis impulsos son contrarios a la voluntad de
Dios, por lo cual contrario a lo espiritual y a su santa y justa
voluntad. De manera que nadie desmaye si no puede hacer lo que la
Ley manda, pues mientras estemos en la carne, vamos a desear lo
malo, lo transitorio y material, y como la Ley es espiritual,
ella choca conmigo, pero: "…según el hombre
interior, me deleito en la Ley de Dios".

Que miserables somos, pues queremos hacer el bien que
nuestro hombre interior y espiritual desea, el hombre que tiene
la circuncisión del corazón, pero no podemos, sino
que sedemos al mal, a los apetitos del hombre carnal, hombre que
con sus obras nos lleva a la muerte. Así es que nosotros
estamos en dos aguas, sirviendo a Dios y al pecado, a la vida y a
la muerte, por lo cual debemos dar: "Gracias a Dios, por
Jesucristo Señor nuestro", que nos hace en los rudos
combates de esta vida mas que vencedores por medio de su
sangre.

CAPITULO 8. Si este capitulo debiera tener un nombre,
ese fuera: Para que la justicia de Dios se cumpliese en nosotros,
que no andamos conforme a la carne, sino conforme al
espíritu.

En el capitulo 5 Pablo nos recuerda que somos
justificados por la fe, y que nuestras enemistades para con Dios
ya habían cesado, pues el Hijo de Dios murió en
lugar nuestros, para traernos la reconciliación, ya que su
vida sin pecado fue aceptada por la de nosotros. En el capitulo 6
nos encontramos muertos al pecado y vivo en Cristo; el capitulo 7
nos presenta nuestra situación de que somos libre de la
Ley, de que no vivimos mas en la carne, aunque mientras dura esta
vida mortal estaremos en la encrucijada de obedecer a Dios con
nuestro espíritu o a nosotros misma en nuestra carne, una
para vida y otra para muerte; pero como cada uno es libre para
elegir, delante de nosotros están la vida y la
muerte.

Este capitulo, al que gracias a Dios un copista
agregó una coletilla al final del primer versículo
nos trae las alegres nuevas de lejanas tierras, las cuales son
dulce como la miel, fresca como la nieve y aromática como
las frutas del Trópico: "Ahora, pues, ninguna
condenación hay para los que están en Cristo
Jesús", y es que el que esta en Cristo, El no le hecha
fuera, el es nuestro abogado y juez, El nos defiende y nos
consuela, pero el copista posterior agrega, como para que nadie
se descuide: "los que no andan conforme a la carne, sino conforme
al espíritu". Sin tan solo se pudiera creer esto,
comprenderíamos que estamos en la vida, si escogemos a
Cristo, justificados por Dios y llenos de gracia, y para el que
goza de estas bendiciones, el pecado y la muerte no puede nada
contra él.

No olvidemos que esa dualidad que existe como una
realidad en nosotros: Carne y Espíritu, se encuentran
enfrascadas en una lucha singular y terrible; el servir o el no
servir a Dios, lo que puede ser llamado, el conflicto del hombre.
Todo hombre que vive en Jesús, esta muerto a la carne y
viviendo en el espíritu, o de lo contrario, vivo en la
carne y muero al espíritu. El versículo 13 es
paradójico y contradictorio a la mente carnal:
"…porque si vivís conforme a la carne,
moriréis, mas si por el espíritu hacéis
morir las obras de la carne, viviréis". Así es que
no hay porque preocuparse por este mundo, pues nos espera una
gloria mas grande que los goces que podríamos alcanzar
viviendo en la carne, gloria esta que no se ha manifestado, y que
la misma creación conserva en su seno, para darla a
conocer, y al no poder expresarla, gime y sufre, y nosotros, los
que fuimos conocidos de Dios, a los cuales se nos
predestinó para que fuésemos iguales al Hijo, por
medio de su muerte y resurrección, fuimos justificados y
nos encontramos en el proceso de la santificación para
luego ser glorificados y librados de este estado, por el cual
estamos sufriendo.

En lo que llega todo lo que el Señor nos ha
ofrecido y que nos tiene aparejado, se nos da esta promesa, como
un anticipo de esperanza: "Antes, en todas estas cosas somos mas
que vencedores por medio de aquel que nos amó". Con este
amor en nuestros corazones, amor que no es nuestro, sino que el
Espíritu Santo lo ha derramado en nosotros, y en el que
somos victoriosos, por lo cual estamos seguros de que : "Ninguna
otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que
es en Cristo Jesús Señor nuestro".

CAPITULO 9. Este capitulo trae unas palabras de aliento
para los gentiles y una invitación a la reflexión a
los judíos: no los que son hijos de la carne son los hijos
de Dios, según los que son hijos según la promesa
son contados como descendientes.

Aquí se resalta de nuevo las ventajas que tiene
el ser israelita según la carne, tal y como se encuentra
en el capitulo 3, pero que ahora se entra en mas detalles: "Por
los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la
promulgación de la Ley, el culto y las promesas". Es por
Israel que nos ha llegado a nosotros todas esas bendiciones, y
como si faltara algo: "de quienes son los patriarcas", pero aun
falta lo mejor y mas importante, el bizcocho que se deja para
ultimo: "…y de los cuales, vino Cristo, el cual es Dios
sobre todas las cosas". Que mas se puede pedir, Cristo es Dios,
es Dios el Hijo, la segunda persona de la Deidad. El vino a ese
pueblo que lo rechazo, por lo cual dice Óseas:
"Llamaré pueblo mió al que no era mi pueblo, y a la
no amada, amada". Porque al que cree en el nombre del Hijo, el
Padre le ha dado la potestad de ser llamado hijo de Dios, esto es
a los que creen en su Nombre. Esta promesa no solo es para los
judíos que creen, sino también para nosotros los
gentiles, a los cuales nos ha tocado vivir en los finales de los
tiempos. Por eso dice Pablo, nuestro apóstol exclusivo:
"Que los gentiles (esto es nosotros), que no iban tras la
justicia, han alcanzado la justicia que es por la fe; mas Israel,
que iba tras una ley de justicia no la alcanzó". Y todo
esto nos a alcanzado a nosotros, pera que veamos el cumplimiento
de la promesa expresada a moisés: "Tendré
misericordia del que yo tengo misericordia y compadeceré
del que yo me compadezca". Es por eso que dice el apóstol
que nosotros somos justificados por la fe, somos declarados
inocentes por la sangre de Cristo, y la misericordia de Dios:
"…así que no depende del que quiere, ni del que
corre, sino de Dios que tiene misericordia.

Por lo cual nosotros no tenemos calidad para altercar
con Dios, ya que es por su mucho misericordia que todos, seamos o
no israelitas tenemos derecho para asirnos de Jesucristo, de tal
forma que todo: "…el que creyere en El, no será
avergonzado".

¡Que hermosa promesa¡ Y todas son nuestras,
con tal de que extendamos la mano de la fe y las
tomemos.

CAPITULO 10. La idea central de este capitulo bien puede
ser este postulado: "Porque con el corazón se cree para
justicia, pero con la boca se confiesa para
salvación".

En la primera parte de este capitulo, Pablo expresa a
los destinatarios de esta carta: "…el anhelo de mi
corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para
salvación", porque ellos no son mas que: "mis parientes
según la carne", Cáp. 9:1.; aunque comprende que
ellos según una justicia propia, distinta de la justicia
de Dios, llegando a ignorarla, por lo cual: "…no se han
sujetado a la justicia de Dios".

¿Que pide Dios de los judíos y de nosotros
los gentiles con relación a su promesa? "Que si confesare
con tu boca que Jesús es el Señor, y creyere en tu
corazón que Dios le levantó de los muertos,
será salvo". Esa es la opinión del apóstol,
y para robustecer su concepto sobre la salvación que Dios
nos da por medio de Jesucristo su Hijo, echa manos de la
Escritura, y cita donde dice: "Todo aquel que creyere, no
será avergonzado".

Pablo quiere dejar establecido un precedente sobre el
tema que trata, para lo cual de nuevo cita la Palabra Inspirada:
"Todo aquel que invocara el nombre del Señor, será
salvo", esto es, todo el que le adorare, porque para adorarle e
invocarle es necesario reconocer al Señor Jesús
como su Dios, y todo el que pone su confianza en El, jamás
es defraudado.

En este texto encontramos que creer y confesar pueden
ser tenido como sinónimos, porque: "Con el corazón
se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para
salvación". Por lo cual es necesario que se predique el
Evangelio de Jesús para que todos los hombres lo digan, lo
crean y puedan invocar, que es adorar, a sabiendo que la fe viene
por el oír: "…y el oír por la Palabra de
Dios". Esta es la razón por la cual no debemos retener la
Palabra del Señor, para que de nosotros se pueda decir:
"¡Cual hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de
los que anuncian buenas nuevas¡", y así no nos
convirtamos como aquel pueblo del cual se expresa el mismo Dios
con dolor: "Todo el día extendí mis manos a un
pueblo rebelde y contradictor".

CAPITULO 11. Así como el capitulo 7 es de la
lucha del hombre espiritual contra el hombre carnal, este
capitulo es el del dilema que si por gracia, ya no es por obras,
de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no
es gracia, de otra manera la obra ya no es obra.

Merece que en este capitulo nos hagamos la pregunta:
¿Ha desechado Dios a su pueblo?, esto es como si nos
dijéramos: ¿Los israelitas que lo son por
nacionalidad, no tienen ninguna parte con Dios? La respuesta que
nos da el apóstol es: "En ninguna manera". Y un ejemplo de
eso es que él mismo es israelita: "Porque también
yo soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de
Benjamín".

Mas tarde, y en otra epístola, el apóstol
dirá: "Aunque yo tengo también de que confiar en la
carne. Si alguno piensa que tiene de que confiar en la carne, yo
más: circuncidado al octavo día, del linaje de
Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreo; en
cuanto a la Ley fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la
iglesia; en cuanto a justicia que es por la Ley, irreprensible".
Filipenses 3:4-6. Esto lo dice el apóstol para equipararse
con el profeta Elías, y de la misma manera que en los
días de este profeta, el Señor decía: "Me he
reservado siete mil hombres, que no han doblado sus rodillas
delante de Baal". De ese mismo Israel: "Ha quedado un remanente
escogido por gracia".

Es así que para todos los hombres ir a Dios, sean
israelitas o gentiles, es necesario cubrirlo con el manto de la
gracia de Dios, manto tejido en el telar del cielo y en el cual
no hay una sola hebra de la obra humana. Para que ningún
gentil se sienta orgulloso ni se ensoberbezca, se nos dice:
"Mira, pues, la severidad ciertamente para con los que cayeron,
pero la bondad para contigo, si permanece en ese bondad; pues
tú también serás cortado".

Como no tenemos forma de que nosotros podamos entender y
comprender la sabiduría, la ciencia y los caminos del
Eterno, solo podemos decir que Dios: "Sujetó a todos en su
desobediencia, para tener misericordia de todos". Y es que por
este acto de misericordia: "A Dios sea la gloria por los siglos.
Amén".

CAPITULO 12. Este capitulo se inicia con un ruego del
apóstol, el cual llama a la razón de todos los que
han muerto al pecado y resucitado en el espíritu, para:
"…que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio
vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto
racional".

Luego procede a comparar a la comunidad cristiana con un
cuerpo, en el cual todos los miembros, aunque tienen diversas
funciones, tienen un objeto en común, hacer que el cuerpo
funcione en armonía, como una orquesta sinfónica.
De modo que cada uno de los miembros que constituyen el cuerpo,
que es la Iglesia, deben buscar el crecimiento de los
demás en el empleo de los dones que por la gracia de
nuestro Dios tenemos. "El que profetiza que lo use conforme a la
medida de la fe, el que esta llamado a servir, que sierva, y el
que tiene el don de la enseñanza que haga uso de
él; lo mismo hará el que exhorta, el que reparte,
el que preside, y el que tiene el don de la
misericordia.

Cuando estos siete dones que nos son dados por la gracia
de Dios, sean usados en la forma que el Espíritu lo
requiere, es entonces cuando seremos: "Gozosos en la esperanza,
sufridos en la tribulación, constantes en la
oración".

Luego se nos da una serie de consejos útiles y
prácticos, los cuales teje como un manual de urbanidad
cristiana, entre los cuales se encuentra uno que fue
difícil del cumplir por el mismo apóstol: " Si es
posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos
los hombres", y esto lo decimos por la vida de persecución
que le toco vivir; pero al final de todo esto, nos aconseja: "No
seáis vencido de lo malo, sino vence con el bien el
mal".

CAPITULO 13. Este capitulo podría tener un
encabezado que diga: El Amor no Hace mal al Prójimo,
así que el cumplimiento de la Ley es el Amor.

Este capitulo debe de haber sido el texto de las
Escrituras favorito de Bousseut, el gran orador francés,
tenido como el orador de los príncipes y el
príncipe de los oradores, es en este texto se establece de
manera diáfana y meridiana el principio de que toda
autoridad viene de Dios, y Pablo lo dice con estas palabras:
"…porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que
hay, por Dios han sido establecidas". Y estas autoridades no
pueden ni deben ser estorbadas, porque los que lo hacen:
"…acarrean condenación para sí
mismo…De modo que quien se opone a la autoridad, a lo
establecido por Dios resiste".

Las ideas antes expuestas estaban fija en la mente del
apóstol, pues en la primera carta que le escribió a
Timoteo le había escrito: "Exhorto ante todo, a que se
hagan rogativas, oraciones, peticiones y acción de gracia,
por todos los hombres; por todos los reyes y los que están
en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en todo
piedad y honestidad".

La base de obedecer a las autoridades está
fundada, no en preceptos humanos, sino en un precepto Divino,
precepto este que según una escuela rabínica: "Lo
que es mas de esto es comentario", y este precepto, mandamiento,
ley, ordenanza, decreto, o norma es: "Amaras a tu prójimo
como a ti mismo," y esto es así, porque: "…el que
ama al prójimo, ha cumplido la Ley".

¿Pero a que Ley es a la que Pablo se refiere?
Pues sencillamente la Ley se resume de esta manera: "No
adulteraras, no mataras, no dirás falsos testimonio, no
codiciaras, y cualquier otro mandamiento…"

Es en vista de que las horas de la noche ya están
avanzadas, y el día en el cual se ha de mostrar nuestras
vestiduras, no vestiduras viles y cosidas con hojas de higueras o
con nuestras suficiencias propias: "…sino vestíos
del Señor Jesucristo,…" que está a las
puertas".

CAPITULO 14. Esta capitulo está estructurado en
un solo párrafo, no presenta ninguna división
interna y podría ser titulado: Porque ninguno de nosotros
vive para sí, y ninguno de nosotros muere para sí,
porque en él se trata sobre el amor en algunos aspectos
dudosos de la vida del cristiano.

De los 23 versículos que consta, un resumen bien
extractado de los mismos se podrían leerse de esta manera:
"Pero tú, ¿Por qué juzga a tu hermano? O
tú también, ¿Por qué menosprecias a
tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de
Cristo. Porque esto está: Vivo yo, dice el Señor,
que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua
confesará a Dios. De manera que cada uno de nosotros
dará a Dios cuenta de sí. Así que, ya no nos
juzguemos mas los unos a los otros, sino mas bien decidid no
poner tropiezo u ocasión de caer al hermano". Versos
10-13.

Los versos 17 y 19 nos dicen cual es el objetivo del
cristiano: "porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino
justicia, paz y gozo en el Espíritu
Santo…así que, sigamos lo que contribuye a la paz y
a la mutuo edificación". Si a esto le agregamos la fe,
porque todo lo que se haga tiene que ser hecho, movido y
fundamentado sobre este monosílabo, porque de lo
contrario: "…todo lo que no proviene de la fe, es
pecado".

CAPITULO 15. Esta capitulo es una especie de
continuación del 14, ya que se nos continua llamando a la
humildad, a la paciencia y a la tolerancia para con todos los
hermanos, y el alegatos que se nos hace es, que cuando nosotros
éramos débiles, todos nuestros pecados recayeron
sobre Cristo, razón por la cual se nos invita a:
"recibíos los unos a los otros, como también Cristo
nos recibió, para la gloria de Dios". Cuando se cumpla los
que se nos indica, se cumplirá aquella promesa tocante a
nuestro Señor Jesús, en la cual se expresa: "Por
tanto yo te confesaré entre los gentiles, y cantaré
a tu nombre".

Todos los gentiles se alegraran y alabaran a Dios, este
todo debe ser entendido como los gentiles que han aceptado el
llamado del Señor y han hecho de Jesús su
único suficiente salvador personal, pues Isaías
había profetizado que entre las naciones se iba a sacar
una: "ofrenda agradable, santificada por el Espíritu
Santo".

El apóstol explica su ministerio, y la
demarcación geográfica del mismo, el cual esta ya
concluido en Roma, ciudad que espera visitar cuando este de viaje
para España; también da su testimonio de
agradecimiento por la ofrenda llegada de Macedonia y Acaya,
así como le pide a los hermanos romanos que oren por
él, pues desea que los resistidores de la verdad
están en Judea sea llevado a esa verdad.

CAPITULO 16. El inicio del cierre de esta
epístola, es una carta de recomendación para la
hermana Febe, mujer piadosa: "…la cual es diaconisa en la
iglesia de Cencrea", y le pide a los hermanos que la reciban con
la hospitalidad que es digna de los santos, ya que ella la tiene
remecida: "…porque ella ha ayudado a muchos y a mi mismo".
¡Que buen testimonio¡

Esa Febe es la que desde Corinto lleva la carta que
Pablo acaba de dictar, a sus destinatarios la o las iglesias de
Roma, capital del imperio.

En la carta encontramos saludos para una pareja de
esposos, Aquila y Priscila, los cuales al salir huyendo de Roma
se establecieron en Corinto, y con ellos vivió el
apóstol, "trabajando juntos, pues el oficio de ellos era
hacer tiendas", Hechos 18: 1-3. Estos fueron los esposos que le
mostraron el camino del Señor aun "…varón
elocuente, poderoso en las Escrituras", llamado Apolo, Hechos 18:
24.

Una extensa lista de hermanos en la fe, 36 en total.
Entre los que se encuentran parientes, colaboradores de Pablo y
compañeros de sufrimientos, todos reciben los saludos del
apóstol, a los cuales el tenia presente, ya que juntos se
habían gozado en el Señor, pero también
habían sufrido por causa del mensaje. A todos los insta a
que se mantengan firme en la fe, no haciendo caso a los que
"…con suaves palabras y lisonjas engañan a los
corazones de los ingenuos".

Los compañeros de Pablo en Corinto también
envían sus saludos a los hermanos distantes, entre ellos
Timoteo y Gayo, el hospedador del apóstol, el amanuense de
Pablo, Tercio, da su saludo; pero lo extraño es que
ninguno recuerda dar sus saludos a Pedro, que parece que no
vivía en Roma.

Se despide el apóstol Pablo deseando que todos
sean confirmados en el Evangelio, por la gracia de nuestro
Señor y de su Padre. Amén.

La justicia de
Dios en los capítulos 1 y 2 de la epístola a los
romanos

Capitulo 1,

1.1. Definición del concepto justicia:

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua
Española, define de la siguiente manera el concepto de
justicia, palabra que hace proceder del latín iustitia, de
la siguiente manera:

1. f. Una de las cuatro virtudes cardinales, que inclina
a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece.

Partes: 1, 2

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