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¿Tiene la literatura sexo?



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Desarrollo
  3. Conclusiones
  4. Bibliografía

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Introducción

Desde la prehistoria la mujer participó junto al
hombre en las tareas para la subsistencia, por ejemplo, en la
caza y búsqueda de los alimentos. Cuando se desarrollaron
las Comunidades Agrícolas y por tanto los asentamientos
humanos comenzó el problema de la discriminación
del cual queremos tratar, pues el trabajo de la mujer
quedó relegado a las tareas del hogar. A medida que se
desarrollaron las distintas Comunidades y hasta llegar a la
llamada "Civilización" fueron incorporándose las
mujeres al ámbito público y con ello al trabajo
remunerado. En los países industrializados se produjeron
tímidos cambios que incluyeron una mayor proporción
de mano de obra femenina en la fuerza de trabajo. Al
desarrollarse nuevos tipos de trabajos fueron empleadas las
mujeres a conveniencia de los empresarios, cuidando de dejar las
cosas como estaban: los hombres a un lado, las mujeres a
otro.

En los años sesenta el feminismo cobró
auge en varios países desarrollados donde empezó a
gestarse un nuevo y fructífero campo de conocimientos: el
de los estudios sobre la mujer. Sus iniciadoras, profesoras e
investigadoras de distintas disciplinas empezaron a trabajar con
el fin de explicar las causas por las que la mujer era
considerada en plano de inferioridad con respecto al
varón. Gracias a sus empeños por primera vez en la
historia a través del pensamiento científico se
enfocan las relaciones que se establecen entre los sexos y una
determinada concepción social vinculada con las cuestiones
de género.

En distintas partes del mundo el Feminismo se
instauró como Movimiento (organización que no es
pueril ni puramente vindicativa, sino que ha devenido en un
método inacabado en el que las mujeres elaboran
análisis sobre su situación social y luchan por
conseguir una nueva identidad humana) y los estudios sobre la
mujer tomaron fuerza en las últimas décadas,
específicamente desde la década de los sesenta,
tanto desde el punto de vista sociocultural como desde el punto
de vista lingüístico. Se han destacado especialmente
los que recurren a la teoría de género. Se han
expuesto problemas como el androcentrismo que sufren las
distintas sociedades y por supuesto, el lugar subordinado que
ocupa la mujer dentro de la escala de valores de la sociedad,
elementos que subyacen en una sociedad aún machista y en
la que predomina el modelo hombre, varón, masculino,
heterosexual. En nuestra lengua también hay vestigios de
esta discriminación, que se expresan en los niveles
léxico, sintáctico y morfológico en los que
se aprecia una diferenciación del tratamiento con respecto
a la mujer. Y no solo se produce esta en el ámbito de la
lengua sino también a nivel del habla en la que no solo el
emisor utiliza elementos sexistas sino que el oyente_
interpretante es a veces el discriminador por
excelencia.

Con la obtención de forma sorpresiva, el 10 de
enero de 1934 del sufragio femenino sin restricciones, poco antes
de la renuncia de Grau a la Presidencia; se dieron pasos
importantes para la liberación de la mujer. El derecho al
voto había sido exigido por la mujer desde tan temprana
fecha como 1869, por la cubana Ana Betancourt. Después de
1959, con la Revolución en el poder, se crea en 1960 la
Federación de Mujeres Cubanas y se firman algunas leyes
específicas como la Ley de Maternidad (1974) y el
Código de la Familia (1976).

El Día Internacional de la Mujer quedó
instituido en Copenhague, Dinamarca durante la Segunda
Conferencia de Mujeres Socialistas, efectuada en agosto de 1910
en la que Clara Zetkin (1857-1933), política feminista
alemana presentó la iniciativa de que anualmente se
celebrase una jornada internacional por la mujer con el objetivo
de movilizar a las mujeres en la lucha por sus derechos, el
bienestar de la infancia, contra el militarismo y por la paz
mundial. Aunque su idea fue aceptada por unanimidad no fue hasta
1914 que el Día Internacional de la Mujer se
celebró por primera vez el 8 de marzo (solo en algunos
países). En Cuba, solo después del 1ro de enero de
1959 las festividades por este día lograron todo su
esplendor.

Otra de las abanderadas en la lucha por la igualdad de
la mujer fue Simone de Beauvoir (1908-1986) destacada novelista e
intelectual francesa quien desempeñó con su obra un
papel significativo en el desarrollo del Movimiento Feminista. En
"El Segundo Sexo" (1949) realizó un profundo
análisis sobre la alienación de la mujer desde una
perspectiva histórica, social y filosófica. Desde
este último punto de vista puede resumirse su obra en una
frase: "No se nace mujer, llega una a serlo. Ningún
destino biológico, físico o económico define
la figura que reviste en la sociedad la hembra
humana".[1] Aunque hoy, cincuenta y seis
años después vivamos otras realidades, Simone
logró echar por tierra las creencias sobre una supuesta
inferioridad intelectual y moral de la mujer. En 1939, diez
años antes que Simone de Beauvoir publicara "El Segundo
Sexo", la intelectual cubano-dominicana Camila Henríquez
Ureña, pronunció su célebre conferencia "La
mujer y la cultura" en torno a la celebración en Cuba del
Tercer Congreso Nacional Femenino. Las lúcidas ideas que
en ella expresó tienen hoy una vigencia extraordinaria;
ideas rotundas como la responsabilidad de la mujer en la lucha
por lograr la trascendencia y la perdurabilidad de la
producción literaria femenina, además dijo: "El
movimiento cultural femenino empieza cuando las excepciones dejan
de parecerlo".[2]

La psicóloga Carol Pearson autora de The Hero
Withia, observa que la falta de adecuación al sistema del
"Guerrero" ha sido un tema recurrente en la literatura moderna
que señala como rasgos salientes la alienación y la
desesperanza. Durante más de setenta y cinco años,
la imagen de la "tierra devastada" ha predominado en la
literatura como una manera de expresar la condición humana
en el siglo veinte y las actitudes de agresividad del hombre.
Desde la Segunda Guerra Mundial los estudios sobre las
sensaciones de vacío y desazón y el distanciamiento
cada vez mayor con la naturaleza continúan atrapando la
imaginación del público. El antihéroe ha
subsistido al héroe como figura central de nuestra
literatura, precisamente porque el héroe mítico
resulta fuera de lugar en un mundo que conoce demasiado bien el
costo humano de los valores del "Guerrero".

La integración de los principios femeninos en el
ámbito público ofrece una esperanza de corregir
esta situación, con la incorporación de nuevos
patrones y la declinación de los viejos valores que se
fundamentaban en la competencia. En estos términos el
ingreso de las mujeres al ámbito público se puede
considerar no solo como el resultado de las presiones
económicas imperantes, las altas tasas de divorcio o el
éxito de los movimientos feministas, sino más bien
como una respuesta evolutiva a una profunda crisis cultural. Los
principios femeninos han trascendido al ámbito
público porque ya no podemos permitir que permanezcan
relegados en la esfera privada, como tampoco aceptar una cultura
empeñada en controlar los destinos de la humanidad de
acuerdo con los valores del "Guerrero"

En la sociedad socialista la participación de las
mujeres en la vida productiva y la paridad salarial son un hecho.
Las mujeres además gozan de privilegios durante el
período de gestación y el primer año de los
hijos; conservan su puesto de trabajo durante este lapso y son
asistidas por una red de servicios sociales y médicos que
les garantiza el Estado. Todo esto sumado a la creación
por parte de la Revolución de Círculos Infantiles,
nuevas escuelas y otros planes sociales convierten a la mujer en
un ser privilegiado dentro de la sociedad.

Cuando las mujeres salieron de sus casas a las calles,
las plazas o los campos en 1959, fue para asumir tareas de la
Revolución en la salud, la alfabetización, la
defensa. Cuando realizaron trabajo voluntario, fue en
sustitución de los hombres que se encontraban casi
permanentemente movilizados.

La incorporación de la mujer al espacio
público en nuestro país no significa otra cosa que
su incorporación al espacio de la Revolución y esto
hace que ella tenga un papel esencial dentro del núcleo
familiar, la hace menos dependiente del marido y provoca cambios
en las funciones reproductiva y educativa.

Las mujeres cubanas nos enorgullecemos de haber tenido
el privilegio histórico de formar principios y valores
éticos en nuestro país. Desde hace 46 años
edificamos una sociedad mejor, pues el elemento clave de nuestra
Revolución siempre fue hacer la Revolución de los
humildes, con los humildes y para los humildes de nuestra Patria,
fundada en tres pilares básicos: justicia social,
solidaridad humana, desarrollo socioeconómico. La cultura
general integral y la democracia participativa como centros de
esta concepción creadora, transformadora, liberadora,
dentro de un proceso revolucionario, iniciado con el triunfo de
la Revolución el 1ro de enero de 1959. Ese mismo
día, en su primera alocución al pueblo desde
Santiago de Cuba, el fundador del triunfante movimiento
revolucionario expresó:

"…y la mujer es un sector de nuestro país
que necesita también ser redimido, porque es
víctima de la discriminación en el trabajo y en
otros aspectos de la vida."[3]

Conocedor profundo de la problemática social y
económica del país, con una agudeza política
y sensibilidad humana, el Jefe de la Revolución
identificó el fenómeno de la doble opresión
a que estaban sometidas las cubanas, más grave en el caso
de las mujeres negras y mestizas, víctimas de una fuerte
discriminación racial.

No cabe duda que las mujeres desempeñamos un
papel fundamental en esta lucha por todos nuestros derechos, cada
día haciendo conciencia, incorporando a los
hombres.

La declaración de Beijing y su Plataforma de
Acción fue aprobada en la IV Conferencia Mundial sobre la
mujer, celebrada del 4 al 15 de septiembre de 1995. A
propósito de la misma se solicitó a cada Gobierno,
con el asesoramiento de las organizaciones pertinentes que
desarrollaran estrategias de aplicación de la Plataforma
de Acción como punto de referencia para el proceso de
control.

La adopción del Plan Nacional de Seguimiento a la
Conferencia de Beijing marcó un cambio cualitativo dentro
del programa nacional de desarrollo socioeconómico, al
integrar en un solo documento programático de
carácter legal todas las políticas gubernamentales
y propuestas de acciones sectoriales a favor,
específicamente, de la eliminación de todas las
formas de discriminación de la mujer y de la
implementación de los objetivos estratégicos y
acciones para lograr el pleno ejercicio de la igualdad de
derechos, oportunidades y posibilidades en cada sector de la
sociedad.

Se asume como concepto y metodología apta para
remover atávicas prácticas y creencias, prejuicios
y saberes establecidos por una cultura centenaria que por
más de cinco siglos legitimó la desigualdad y la
discriminación de la mujer cubana.

Además resulta positivo que en el Plan cubano se
inste a las instituciones de gobierno y a las organizaciones no
gubernamentales, a sensibilizarse y capacitarse para la
realización de sus funciones desde esta visión, lo
cual se ha hecho consecuentemente en un abarcador programa de
capacitación y publicaciones, desarrollado en todo el
país por la Federación de Mujeres Cubanas, la
Unión de Periodistas, la Central de Trabajadores, la
Unión de Escritores y Artistas, las Cátedras de la
Mujer de las Universidades en varias provincias y otras
organizaciones del país.

Aunque, como decíamos anteriormente, la lucha del
feminismo no ha terminado, pues a niveles de relaciones de
género (entiéndase hombre – mujer) subsiste la
discriminación sexual, reminiscencias de la sociedad
patriarcal.

El trabajo doméstico es un auténtico
ejemplo de esta discriminación, pues aún sobre la
mujer recae el peso fundamental de la distribución de
funciones en el seno de la familia, actitud que se hereda de
generación en generación. Las mujeres trabajadoras
pueden realizar en total un número de 77 a 99 horas
semanales de trabajo (refiriéndonos por supuesto a la
llamada doble jornada).

En el Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe,
celebrado en Taxco en 1987, adonde asistió por vez primera
una delegación cubana, al preguntársele a una
representante de la Federación por qué
seguía existiendo un modelo cultural patriarcal en Cuba,
esta dijo:

"La cultura popular es tan machista en Cuba como en
cualquier otro país latinoamericano. Nuestro discurso con
respecto a los problemas de la mujer está cambiando;
estamos avanzando y profundizando: tenemos que trabajar con la
realidad y deshacernos de viejos esquemas para abrir nuevos
caminos. La Revolución cubana no es un proceso terminado,
como tampoco lo es el feminismo."[4]

Es la voluntad, la capacidad de elegir caminos distintos
de actuar, lo que ha mantenido a la mujer en constante lucha por
sus derechos. La mujer ha concebido de sí un alto ideal y
no va a descansar hasta alcanzarlo.

Existe un viejo proverbio chino que dice: "Las mujeres
sostienen una mitad del cielo"[5]. Lo cual
significa que la mitad del esfuerzo y la mitad del pensamiento en
el mundo está a cargo de las mujeres. Pero para que este
"cosmos" sea completo ambas mitades deben trabajar juntas; nada
que excluya a una mitad de la humanidad puede ser verdaderamente
humano.

La creación literaria femenina no ha sido menos
en todo este proceso de transformación. Ha
acompañado a la mujer o la ha llevado de la mano a
través de los tortuosos caminos de la liberación.
La poesía, la crítica literaria, la décima,
la novela, el ensayo y otros géneros literarios conforman
el discurso femenino cubano; y sus más notables
representantes, devenidas feministas, han logrado un trabajo
perfectísimo dentro de la producción literaria en
Cuba.

Dado que la discriminación según el
diccionario de la RAE, significa: [(Del lat. discriminatio,
-onis
). f. Acción y efecto de discriminar. || ~
positiva. f. Protección de carácter extraordinario
que se da a un grupo históricamente discriminado,
especialmente por razón de sexo, raza, lengua o
religión, para lograr su plena integración
social.], es que hemos escogido este tema de
discriminación de género o sexo (como quiera
llamársele), justamente porque constituye un problema
social de primer orden. Si siendo mujer u hombre no podemos
integrarnos plenamente a la sociedad o de algún modo
sentimos el flagelo de la discriminación, entonces nos
veremos reflejados en esta temática.

La literatura (de cualquier índole) es la que
refleja nuestros sentimientos, nuestras vivencias, nuestras
experiencias, nuestras actitudes ante la vida y la sociedad, por
ello es la que puede reflejar mejor esta problemática de
la discriminación, no solo desde el aspecto
lingüístico propiamente dicho, sino también a
través de la divulgación que se haga o no de las
obras de mujer o de hombre. De manera que no solo nos interesan
las temáticas que se abordan, sino que el modo en que es
tratada la mujer creadora a través de la historia
literaria es también un asunto importante para este
trabajo.

Si bien este trabajo se propone valorar el discurso
femenino en Cuba a través de la historia y exponer el
tratamiento que ha recibido en las distintas etapas de su
desarrollo; también es un mensaje para hombres y mujeres
que coinciden en el espacio público o campo profesional
para que exista una comunicación fluida entre ambos en la
vida laboral, como también en lo personal, que ayude a
construir un sistema intelectual estimulante y materialmente
conveniente.

OBJETIVOS

  • Valorar el discurso femenino en Cuba a través
    de la historia.

  • Exponer el tratamiento que ha recibido en las
    distintas etapas de su desarrollo.

Desarrollo

Las mujeres somos relativamente noveles en el campo de
la literatura y tenemos mucho que aprender, quizás de los
hombres, desde luego; pero también de otras mujeres que
han sido precursoras en diferentes géneros literarios, en
definitiva dentro del discurso femenino que es el que nos
ocupa.

Debe haber una diferencia entre hombres y mujeres en lo
que se refiere a sus estilos, no porque nuestros estilos sean
mejores o peores, sino simplemente porque son diferentes. "La
alegría, la añoranza, la nostalgia, la
melancolía son sutiles manifestaciones del ser humano al
margen del sexo, pero en la mujer encuentran tal pureza e
intensidad que se transforman en vías de conocimiento y
plenitud".[6]

En la literatura Hispanoamericana, literatura de los
pueblos de México, Centroamérica, Sudamérica
y el Caribe, la más destacadas de las poetas del siglo
XVII fue la monja mexicana Juana Ramírez de Asbaje o Sor
Juana Inés de la Cruz (1651-1695) autodidacta y humanista.
Tuvo una gran producción literaria con obras de todos los
géneros. Justamente célebre es la obra de Sor
Juana, "Respuesta a Sor Filotea" (1691), contestación a la
carta del Obispo de Santa Cruz, una autohagiobiografía y a
la vez una brillante defensa del derecho femenino a expresarse
libremente. Sor Juana fue una mujer que se expresó
libremente en un siglo en el cual no era posible para este
género semejante derecho, por esto fue duramente criticada
y por último silenciada.

También en este siglo (XVII), merece
mención la Madre Castillo (Francisca Josefa Castillo y
Guevara (1671-1742), prosista y poeta de inquietudes religiosas,
dentro de la Literatura Colombiana.

De fines del siglo siguiente (XVIII) es la obra
poética de la primera mujer escritora, en Venezuela, que
se tiene noticia: Sor María de los Ángeles
(1765-1818), toda ella cruzada por un vasto sentimiento
místico inspirado en Santa Teresa de
Jesús.

Generaciones Latinoamericanas más recientes
(siglo XX), por ejemplo, en Chile, Uruguay, Colombia, Jamaica han
tenido nuevos nombres femeninos dentro de la Literatura como:
Teresa de la Parra, Luisa del Valle Silva, Mercedes
Bermúdez de Belloso, Beatriz González Stephan, Alba
Lucía Ángel y otras de renombre como Gabriela
Mistral, Alfonsina Storni, Delmira Agustini, Isabel Allende,
etc., pues la lista sería interminable.

Con el Boom de la Literatura Latinoamericana
(núcleo de escritores hispanoamericanos que en la
década de 1960, adquirieron notoriedad o fueron lanzados
como novedades editoriales) surgieron mayoritariamente nombres
masculinos y quedaron quizás en el olvido aquellos nombres
femeninos que habían comenzado a decir.

Al enfrentarse al tema de la mujer cubana en la
Literatura hay que ir a la primera mujer escritora, sea la
Marquesa de Justiz de Santa Ana (María Francisca de la
Cámara y O´Reilly) (1733-1807), casi totalmente
desconocida o María de la Merced Santa Cruz y Montalvo
(1789-1832), (Condesa de Merlín) que escribía sus
crónicas de viaje (todas en francés),
féminas que marcan las raíces de la
marginación de la mujer en la Literatura. Estas fueron las
primeras mujeres cubanas que, retadoras, aceptaron desafiar el
silencio.

La mujer cubana, precisamente por las
características únicas de nuestra experiencia, por
lo regular no ha estado incluida en los estudios generales
realizados en América y apenas han sido vistas como
precursoras o no, en relación con las demás
escritoras latinoamericanas, según se hayan mencionado con
una óptica predominante de clase o género. A la
mujer cubana debe vérsele como una fuerza productora y de
la más alta calidad. No podemos negar que la escritura de
las poetas cubanas no es marginal, sino que ha sido marginada e
insuficientemente valorada a través de la historia
literaria y de la visión de la crítica. Muchas de
las voces mayores de nuestra lírica son mujeres. Por
ejemplo, entre Románticos y Modernistas, Gertrudis
Gómez de Avellaneda (1814-1873), Luisa Pérez de
Zambrana (1835-1922) y Juana Borrero (1878-1896).

Gertrudis Gómez de Avellaneda, escritora nacida
en Cuba y que fue una criolla excepcional, vivió en
España desde los 22 años, es considerada como una
de las voces más auténticas del Romanticismo
Hispano aunque fue en su momento objeto de críticas por
parte de algunos de sus contemporáneos que censuraron
tanto su obra como su conducta personal. Por otra parte,
también tuvo admiradores que valoraron su obra en un alto
sentido. Su producción incluye poesías, novelas y
relatos donde se mezclan muy bien historia y romanticismo. Su
vida fue un cúmulo de desgracias comparables a las de sus
personajes. La muerte de su padre y un casamiento apresurado de
su madre la hicieron salir de Cuba hacia Europa, donde
entró en contacto con la literatura romántica del
momento, Víctor Hugo, Chateaubriand y Lord Byron. La
muerte de sus dos maridos y el abandono de su amante cuando ella
se encontraba embarazada de una niña que nació
muerta inclinaron su temperamento depresivo y apasionado hacia el
espiritismo y periodos de retiro religioso, aunque siempre
contó con el apoyo de escritores como José
Zorrilla, Fernán Caballero, José de Espronceda, o
Alberto Lista. Avellaneda tuvo la osadía de solicitar una
plaza vacante en la Real Academia Española, 1854, la cual
le fue denegada por uno de los hombres más
tradicionalistas de España, Marcelino Menéndez y
Pelayo (escritor y crítico 1856-1912). A pesar de haber
sido una autora muy valorada en su época, pasó por
un período de olvido, pero la crítica actual la
considera una precursora del feminismo moderno tanto por su
actitud vital como por la fuerza que imprime a sus personajes
femeninos literarios.

Quien en un tiempo se firmó La peregrina
sigue hoy vagando en el camino, sin techo propio en las letras
cubanas, mientras en España se reconoce a Gómez de
Avellaneda como una de las voces más auténticas del
romanticismo y como precursora del feminismo moderno, en esta
isla caribeña donde nació ha acumulado las
más severas críticas.

Siendo una de las grandes escritoras hispanas,
"aún está pagando la osadía de colaborar en
España, Francia y Cuba con un movimiento que atacaba a la
masculinidad hegemónica. Ni siquiera el héroe
nacional cubano José Martí pudo sustraerse al
prejuicio de ver en la mujer el centro de los preceptos morales.
Al comparar a Avellaneda con (…) Luisa Pérez de
Zambrana, Martí llegaría a expresar:

Hay un hombre altivo, a las veces fiero, en la
poesía de Avellaneda hay en todos los versos de Luisa un
alma clara de mujer (…) No hay mujer en Gertrudis Gómez
de Avellaneda: todo anunciaba en ella un ánimo potente y
varonil; era su cuerpo alto y robusto, como su poesía ruda
y enérgica. La Avellaneda no sintió el dolor
humano: era más alto y más potente que
él.

La descripción sepultó a Avellaneda como
paradigma. Una mujer: fiera, potente, varonil, alta, robusta,
ruda y enérgica se alejaba de cualquiera de los
estereotipos preconcebidos para la aceptación de la mujer.
La " masculinidad" de Avellaneda invalidó su feminismo
para la historia." [7]

Tuvo el encargo Luisa Pérez de Zambrana, en una
de las últimas celebraciones que recibiera Gertrudis
Gómez de Avellaneda, de colocarle una corona de laurel
sobre las sienes; así se representaba,
simbólicamente, el relevo literario.

La obra poética de Luisa
Pérez de Zambrana es una de la más distinguida
representación del romanticismo en la literatura cubana.
Sus poemas se distinguen por la claridad del lenguaje. Propio de
la segunda era del romanticismo en la isla, su forma es natural,
carente de excesos, la musicalidad es melodiosa, un delicado
trinar femenino de profundos sentimientos.Después de la
muerte de su esposo en 1866, perdió a sus cinco hijos.
Aquella que había tenido el honor de ser la que colocara
la corona de laureles sobre la poetisa más excelsa del
Nuevo Mundo, quedaba sola en esta tierra. Dolor infinito
crearía algunas de las más bellas poesías
con que hoy se deleita la literatura cubana. Nacida en El Cobre,
Oriente, desde jovencita ya se publicaban sus poesías en
los periódicos. Colaboró para varias publicaciones
en toda la isla, incluyendo "Álbum cubano de lo bueno y de
lo bello", el cual era dirigido por la laureada
Avellaneda.

Juana Borrero tuvo la suerte de recibir desde
niña una educación especial al lado de su padre,
Esteban Borrero Echeverría, literato que se ocupó
de rodearla de un clima refinado. Juana tuvo una vida breve y
apasionada; y una poesía madura cargada de
reflexión filosófica, meditaciones y una profunda
emoción. Aun no llegaba Juana Borrero a sus veinte
años, cuando Cuba perdió una de sus más
prometedoras plumas. Era adorado su talento por Julián del
Casal y José Martí porque ya desde niña se
distinguía en la nueva forma del modernismo.

Luego se ramifica el discurso femenino hasta llegar a
poetas del calibre de María Villar Buceta, Mirta Aguirre,
Dulce María Loynaz, Fina García Marruz, Carilda
Oliver Labra, Dora Alonso y Rafaela Chacón Nardi, por solo
mencionar aquellas que podemos, con legítimo orgullo,
considerar la máxima expresión de una lírica
femenina en Cuba.

María Villar Buceta (1899-1977), "la voz femenina
más pura, honda, culta y rebelde de la generación
de los nuevos", como la calificara Raúl Roa,
constituyó no sólo un caso singular en nuestra
poesía, sino que vivió una existencia modesta y
útil, consagrada al trabajo callado y fructífero, e
inspirada por la ideología. Su producción literaria
(poemas, artículos, conferencias, cronologías…)
no es espectacular y su nombre no se halla en las grandes
enciclopedias, pero dejó recuerdo imborrable entre cuantos
la conocieron, disfrutaron de su trato gentil y gozaron de su
conversación inteligente y amena, matizada de fino
humorismo. Sufrió la confusión de que sus versos
fueran atribuidos a un poeta de prestigio, pero a pesar de ello
produjo una poesía original que aprehendió muy bien
del mundo la naturaleza de las vivencias humanas. Supo captar la
esencia femenina y no imitó jamás el tono de la
poesía escrita por hombres.

A la muerte de María Villar Buceta, Dulce
María Loynaz escribiría una crónica en la
que evocaba a la amiga: "Conocí a María Villar
Buceta en una época en que pocas personas podrán
hoy recordarla. Corría la década de los años
20 y casualmente casi al mismo tiempo, dábamos las dos
nuestros primeros pasos en el mundo de la poesía. Ella
desde el comienzo iba recta y segura por su senda, mientras en
mí, todo era titubeo, balbuceo, timidez. Lejos de
María la nota quejumbrosa, el acento melífluo y
lánguido que yo gustaba por entonces de cultivar en mis
incipientes lirismos, porque aún no había aprendido
que la hojarasca hay que podarla a tiempo; ella no deja ver el
fruto ni la flor. Lo aprendería mucho más tarde,
pero a la sazón, y pese a ser tan distinto al mío,
yo admiraba el estilo escueto, ligeramente incisivo a veces,
matizado de cuando en cuando por una leve, sonriente
ironía. Me daba la impresión de que no lo
decía todo o lo decía de tal manera que cada cual
pudiese pensar que estaba a punto de alcanzar su secreto, aunque
en definitiva nunca lo alcanzaba. Y es que María era en su
verso, como en su persona; sobria, contenida, concentrada;
serenamente dueña de sí misma. Saltando por encima
de estas y otras diferencias, fuimos amigas desde el principio:
tenía la rara virtud de hacer amigos fácilmente,
esto es, sin que ella se esforzara mucho en procurarlo. De
temperamento frío en apariencia al menos pues era ella muy
difícil de sondear; impermeable a la lisonja activa o
pasiva, a los entusiasmos prodigados y a todo tipo de
sentimentalismo, había sin embargo que quererla de
cualquier modo, aún sin esperar reciprocidad en el
afecto."[8]

Suyas también son estas palabras: "Un poeta es
alguien que ve más allá en el mundo circundante y
más adentro en el mundo interior. Pero además debe
unir a esas dos condiciones, una tercera más
difícil: hacer ver lo que ve".[9]
Visión y definición que pertenece a una de las
más altas voces del discurso lírico femenino de
habla hispana del siglo XX: Dulce María Loynaz del
Castillo (1903-1997), poeta y narradora cubana, nacida en La
Habana, perteneció a la Academia Cubana de la Lengua y
obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1987, y por
demás, en 1992 le fue concedido en Madrid el Premio
Cervantes (Premio Nobel de las Letras Hispánicas), el que
solo ha sido otorgado a dos mujeres, una de ellas, esta
maravillosa mujer, cuya obra estuvo también sumergida en
el silencio durante largas décadas. No es hasta 1987, con
el antes mencionado Premio Nacional de Literatura, que se
redescubre su magnífica obra. Incluso, ya en este siglo y
a propósito del año del centenario de su natalicio
se realizaron múltiples actividades en Cuba, España
y varios países latinoamericanos como homenaje
póstumo a quién además de la poesía,
ejerció el periodismo y cultivó otros
géneros literarios, como las novelas, las memorias y los
cuadernos de viaje. Una producción impregnada de
cubanía y lirismo; y enmarcada quizás en un
tardío modernismo. Llevó también a sus
versos, a su palabra viva y muy especialmente a su novela, un
pensamiento sin dudas de carácter feminista. El conjunto
de su creación literaria nos muestra, entre reclamos y
silencios, una perspectiva femenina axial, que atizó
permanentemente el fuego de la palabra en favor de figuras
olvidadas de nuestra historia, mujeres casi todas, en las que
buscó con desvelado afán también su propia
verdad.

Hablemos también de Flor Loynaz, dama o sombra
(1908-1985) poeta absolutamente singular, miembro de la familia
Loynaz, sigue siendo, no obstante, una desconocida. Tenía
un alma rebelde, muy a propósito con el siglo XX. No
podemos verla siquiera de un modo completo, en su obra "Como
estrellas escondidas", publicación póstuma de los
pocos poemas que lograron salvarse, pues el rastro de su imagen
queda solo en la memoria de los más cercanos y acaso
sobrarán los dedos de las manos para contarlos.

Cuando se le pidió a Dulce María Loynaz
que valorase la calidad estética de la obra de su hermana,
demostrando una vez más su agudeza dijo: "Yo pienso que
ella ocuparía con justicia uno de los primeros lugares en
la poesía cubana y más allá, no
únicamente contemporánea, podíamos
remontarnos más lejos; pero la opinión mía
no la tendría en cuenta nadie, no solo porque soy su
hermana y porque estoy unida a ella por lazos de sangre, sino
además por lazos espirituales profundos que suelen valer
más que los primeros".[10] Creo que es hora
de hacer entrar a Flor Loynaz por la puerta grande de la
Literatura cubana, de hacer el rescate de una mujer que nos
enorgullece por ser humanos.

Otra tan cubana como "Rafaela de Cuba", así
denominaría la chilena Gabriela Mistral de una vez y para
siempre a la poetisa cubana Rafaela Chacón Nardi, a la que
injustamente no se le entregó el Premio Nacional de
Literatura que tanto merecía por la sostenida calidad de
su proteica obra poética, pedagógica y divulgativa
de lo mejor de la cultura cubana. La Federación de Mujeres
Cubanas, recientemente, haciéndole justicia a la creadora
por la extensa e intensa labor y su ejemplar tarea educativa y
cultural con la infancia, le otorgó el Premio Especial
"Gertrudis Gómez de Avellaneda". Acción justa y
humanísima y, por demás, llevada a cabo por una
organización femenina.

En el discurso femenino también se manifiesta la
diversidad ideológica, ejemplo Mirta Aguirre Carreras
(comunista) (1912-1980) y Fina García Marruz
(católica) (1923) Premio Nacional de Literatura1990. No
por diversas menos cubanas.

Ambas han cultivado la poesía con estilo y voz
propia, cuajada de reflexión. Han explorado, las dos,
corrientes filosóficas y literarias haciendo notar que la
mujer no es un ser pasivo que se mantiene al margen, sino una
plenitud consciente que se manifiesta voluntariamente, y decide
ser para sí, única vía posible de ser para
los otros. Sor Juana Inés de la Cruz (mexicana) es el
fondo de referencia de Mirta Aguirre, como es Santa Teresa
(castellana) la referencia de Fina García
Marruz.

Ambas evocan a Martí en lo ético y lo
estético, como quien toma la Patria como espada, toman de
él lo cubano, su esencia, como de un varón que
nunca marginó a la hembra pese a los prejuicios que
pudieran encontrarse en su obra, obviamente por la época
en que vivió (ya hemos puesto un ejemplo de ello
anteriormente), no obstante, Pedro Henríquez Ureña
en 1905 dijo: " el estilo martiano en ocasiones tiene la
intensidad emocional de Teresa de
Jesús"[11] y en 1930 añadió
que Martí escribía "con el candor de Santa Teresa,
de quien aprendió que no tiene por qué refrenarse
el que siente como debe".[12] Incluso Gabriela
Mistral y Juan Marinello también mencionaron en su momento
estas similitudes en la obra martiana y la de Santa
Teresa.

En las filas de "Orígenes" también hubo
mujeres, asumidas como voces con autoridad, con gesto y palabras
definidas desde el semillero de la propia individualidad. Entre
ellas, Fina García Marruz de la que tanto hemos dicho
anteriormente.

Carilda Oliver Labra (1922), Poeta cubana nacida en
Matanzas en 1924. Estudió Derecho en la Universidad de La
Habana ejerciendo la profesión en su ciudad natal, donde
además dictó cursos de dibujo, pintura y escultura.
Es una de las más sobresalientes poetisas de
Hispanoamérica, ganadora de importantes premios
literarios: Premio Nacional de Poesía en 1950,
Primer Premio y Flor natural en el Certamen Nacional,
ganadora del Certamen Hispanoamericano organizado por el
Ateneo Americano de Washington para conmemorar el tricentenario
del nacimiento de Sor Juana Inés de la Cruz, Premio
Nacional de Literatura
en 1997 y Premio Internacional
José de Vasconcelos
en el año 2002. Entre sus
obras se destacan: «Al sur de mi garganta» en
1949,  «Memoria de la fiebre» en 1958,
«Versos de amor» en 1963, «La ceiba me dijo
tú» en 1979,  «Desaparece el polvo»
en 1983, «Calzada de Tirry 81» en 1987, «Se me
ha perdido un hombre» en 1993 y «Libreta de la
recién casada» en 1998, sigue viviendo en su natal
Matanzas y ha continuado escribiendo con la misma frescura de los
primeros años. Su poesía amorosa, erótica,
que causó sobresaltos a principios de los años 50,
ha seguido el decursar del tiempo, también
filosófica, elegíaca y brillantemente
conversacional. Sin su genio poético y su ardoroso
temperamento no hubiera logrado imponer sus merecimientos y su
obra hubiera sido ahogada por timoratas intenciones y juicios
conservadores.

Aún cuando sabemos que su poesía
está cargada de impetuosidad y de ese ardoroso
temperamento que ya hemos mencionado, no le falta la modestia a
esta genial escritora cubana: en la inauguración de la
XIII Feria Internacional del Libro de La Habana expresó:
"No me es posible sujetar el latido conque mi corazón de
mujer esta recibiendo este honor, tributo exagerado para alguien
que simplemente deja su palabra humilde entre tanta ofrenda
luminosa. Permítanme confesarles que quien les habla
conoció las angustias de la miseria y la desigualdad; el
hambre de los niños ambulantes que no podían leer
aquellos periódicos que casi igualaban su tamaño y
que ellos vendían en los cuarteles militares y en los
parques donde ahora asisten con el uniforme del colegio y la
esperanza devuelta; conoció la tortura en sus amigos,
jóvenes hermosos, muchos de los cuales devinieron
símbolo de la justicia social, en héroes que el
tiempo no amortaja; conoció la cólera de un pueblo
ya cansado de la ignominia y el crimen, y también fue
testigo, durante esas luchas, del advenimiento de una libertad
anatemizada, y perseguida como lo fueron aquellos cristianos
antiguos que predicaban el amor. (…)El honor que se me concede
de ser una más entre ustedes y compartir la riqueza que
nunca será posible poseer sin dar las gracias, ha de
acompañarme para siempre como algo infinito porque el bien
más caro que guarda un poeta es el amor, y si alguna vez
lo creí perdido, ahora no seré nunca más una
mujer pobre."[13]

Mirta Yáñez (1947), ensayista y narradora.
Establece una relación entre la enseñanza de la
literatura y las inquietudes eternas por las frustraciones y
adversidades del destino, que se reflejan con ironía en su
poesía. Cada nuevo libro consolida a Mirta
Yáñez también como una de las más
importantes narradoras de la Cuba de hoy. Hay en su obra una
preocupación ética esencial que cala hondo en el
ser humano actual. Mira hacia lo contemporáneo con el
empleo acertado de un lenguaje marcado por la frescura de lo
cotidiano y un tono coloquial y desenfadado, y aborda así
temas como el conflicto generacional, los rasgos pequeño
burgueses, el desengaño.

Mirta Yánez junto a Marilyn Bobes ha sido la
compiladora de "Estatuas de Sal" 1996, primera
recopilación antológica de textos narrativos de
escritoras cubanas, concebida como amplio panorama de una larga
tradición que serviría a las autoras
contemporáneas como genealogía legitimante, al
tiempo que se presentaba como abundante compendio ilustrativo de
la producción de las últimas décadas, de la
cual no se excluía a las autoras que vivían y
producían fuera, aunque escribieran en otra
lengua. Trabajo que manifiesta el cambio en la narrativa de las
mujeres en la Cuba de hoy.

La inteligencia, la sensibilidad y la cultura son
elementos que caracterizan sustancialmente el discurso de las
antes mencionadas, desde su propia condición de mujer,
porque nuestras poetas no asumen el discurso masculino: dicen
desde ellas mismas. Y eso es lo que enriquece el perfil de las
letras cubanas y define, desde su especificidad, esta otra mitad
del género humano que también se expresa como
sujeto lírico en Cuba.

El discurso femenino en la poesía y en la
narrativa cubanas ha alcanzado, precisamente gracias a estas
poetas y narradoras, un nivel de profesionalismo en cuanto a
expresión artística, que resulta de verdad retador
para cualquier escritora nuestra transitar una senda tan bien
labrada.

Por otra parte, un grupo de narradoras de la primera
mitad del siglo XX, lograron mayor o menor reconocimiento, grupo
al que pertenece, por ejemplo, Dora Alonso, quien no
alcanzó su auténtica fama hasta después de
1959, así como Graziella Garbalosa, Ofelia
Rodríguez Acosta y Lesbia Soravilla, escritoras
prácticamente desconocidas hoy, salvo en ciertos
círculos especializados y feministas, pero cuyas novelas
ofrecen una detallada caracterización de la
situación opresiva de la mujer, víctima de todo
género de limitaciones y violencias, validada justamente
como discurso de denuncia por su consciente e informada
perspectiva intragenérica. De ahí el impacto que
alcanzaron sus obras en las décadas de mayor auge
feminista. Los propios títulos lo reflejan: "El dolor de
vivir" (Soravilla), "La gozadora del dolor" 1922 (Garbalosa), "El
triunfo de la débil presa" 1926 (Rodríguez Acosta).
Textos que ahondaron, sin falsos pudores, en las vergonzantes
situaciones socio-familiares en las que se veía envuelta
la mujer cubana de aquellos años.

En cuanto a la narrativa de Dora Alonso vale recordar,
por lo fresca que está en la memoria de la
población cubana, la versión televisiva que
realizara hace pocos años Xiomara Blanco de su novela
radial "Media Luna" con el título de "Tierra Brava", en la
cual se observa una fuerte presencia del caciquismo rural,
excelentemente caracterizado por la escritora a través del
personaje de Lucio Contreras, con toda la carga de violencia
intra y extradoméstica inherente a este fenómeno
sociopolítico latinoamericano, cuyo peso a nivel de la
familia recaía fundamentalmente sobre las mujeres, con
independencia de su rango social o su vínculo parental,
así como los infantes y sobre los varones jóvenes
carentes de poder.

Nancy Morejón Hernández (1944) ha superado
con creces estas aspiraciones. Tiene más de 25 libros
publicados, múltiples traducciones y una meritoria labor
ensayística, fue Premio Nacional de Literatura 2002 y
representa hoy una de las voces poéticas más
originales e imprescindibles de la Cuba posterior a 1959. Ha sido
promotora, imprescindible, de los eventos relacionados con la
mujer y efectuados en la Casa de las Américas y con la
raíz cubana enterrada muy hondo ha labrado su propia
senda, justamente por un modo de decir desde lo femenino, desde
lo cubano. Como ella misma dice: "Yo escribo porque necesito
hacerlo, el impulso de escribir es irracional. A mí me
gustaría mucho que mi escritura sirviera para despejar
incógnitas, para mejorar cosas de la identidad nacional,
de las relaciones entre las culturas, de las relaciones de
carácter familiar, de la familia, de la familia cubana,
etc."

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