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Sobre verdad y mentira de la filosofía de Nietzche




Enviado por Fernando Romero



Partes: 1, 2

  1. Resumen
  2. Introducción
  3. Nietzsche
  4. El
    poder como una "necesidad animal" de sometimiento y
    dominio
  5. Inteligencia intuitiva, cimiento de la
    inteligencia intelectual
  6. De las
    representaciones figurabilizadas a formas de pensamiento
    verbalizable; de la palabra a la evolución y
    perfeccionamiento del pensamiento
  7. Pensamiento, palabra, reflexión y
    comunicación
  8. Discusión y comentarios. Una forma
    di-ferente de ver las cosas
  9. Bibliografía

"Sobre verdad y mentira…" de la
filosofía de Nietzsche, en el psicoanálisis y desde
la sabiduría popular.((

Resumen

Una de las invenciones trascendentes del ser humano en
colectividad, sin la patente de la individualidad, fue el
lenguaje. Como manifestación del intelecto, la capacidad
verbal hizo posible sistematizar la comunicación y
estimuló la organización social. La necesidad de la
generalización requerida como base para establecer un
sistema conceptual, estimuló y retro-alimentó el
desarrollo de la capacidad de abstracción,
conduciéndola por senderos crecien-temente más
complejos. Ante ese importante logro, la relatividad de la
exactitud o las dife-rencias y especificidades entre "la cosa" y
"lo nombrado", se hizo la regla. Y, esencialmen-te, sin
detrimento de la "verdad". La comunicación por la palabra
sentó las bases y aceleró el desarrollo de la
inteligencia como una función relativamente independiente
de la fisiolo-gía, de la cual, no obstante surgen para
luego ser conducidas e institucionalizadas por la
cultura.

Palabras clave: intuición, inteligencia,
intelecto, metáfora, metonimia, representación,
moral, figurabilidad, narcisismo, consciente e inconsciente,
representación de modelo único,
representación de modelos múltiples,
metarrepresentación.

Introducción

"Es mejor una cosa pequeña y cierta que una gran
falsedad"

Leonardo Da Vinci.

En "Sobre verdad y mentira en sentido extramoral",
Nietzsche, (1873), (artículo en la red)( desarrolló
una elegante reflexión crítica sobre el intelecto.
Lo ob-serva retroalimentándose mutuamente con el lenguaje
y acusando recibo de matices narcisistas que tienden a influir en
el ser humano con relativa facilidad, por ejemplo, distorsionando
la verdad en función de intereses
egoístas.

Le debo al Maestro Hugo Cansino, (2004 Facultad de
Psicología, UIC. México), la sugerencia de echar un
vistazo a este ma-terial, por su coherencia con el rumbo que fue
tomando la investigación de mi tesis doctoral sobre el
significado de los refra-nes como estructuras que aluden a
"verdades universales" producto de la sabidu-ría popular,
y la posibilidad de investigarlos a través del
método de las asociaciones libres considerando varios
recursos psicoanalíticos para interpretarlos, tales como
la proyección y las funciones de in-tegración y
síntesis. Resultan obviamente arbitrarios los juicios que,
en ocasiones, nos inducen a decidir sobre algo, desde la
influencia natural del narcisismo, fenóme-no que Nietzsche
asocia con un fino hu-mor, un tanto cuanto "negro", con el
hombre; como algo inherente a él y, de hecho, a todo lo
vivo. Veámoslo directa-mente en Nietzsche:

Nietzsche

En algún apartado rincón del universo
centelleante, desparramado en innu-merables sistemas solares,
hubo una vez un astro en que animales inteli-gentes inventaron el
conocimiento. Fue el minuto más altanero y falaz de la
"Historia Universal" pero al fin de cuentas, sólo un
minuto. Tras breves respiraciones de la naturaleza, el astro se
heló y los animales inteligentes hubieron de perecer.
Alguien podría inventar una fábula semejante pero,
con todo, no habría ilustrado suficientemente cuan
lastimoso, cuan sombrío y caduco, cuan estéril y
arbitrario es el estado en el que se presenta el intelecto humano
dentro de la naturaleza. Hubo eternidades en las que no
existía; cuando de nuevo se acabe todo para él no
habrá sucedido nada, puesto que para ese intelecto no hay
ninguna misión ulterior que conduzca más
allá de la vida humana […]

La tendencia hacia la autoexaltación narcisista
merced a la capacidad intelectual, es algo cuestionable porque al
final "El narciso paga con monedas de inteligencia". Es un riesgo
implícito en el desarrollo normal. Como la naturaleza
obsesiva del pensamiento, también implica el riesgo de la
obsesividad neurótica.

En otro sentido, pareciera que hace más de un
siglo, poco antes del descubrimiento del Psicoanálisis,
las reflexiones de Nietzsche lo hacían pensar que no era a
través del desarrollo de la inteligencia intelectual como
el ser humano podría preservar la civilización.
Aunque tampoco nos legó alguna alternativa al respecto.
Asimismo, como se observa a continuación, detectó
el papel que el narcisismo juega en la dificultad más
importante:

[El intelecto] No es sino humano, y solamente su
poseedor y creador lo toma tan patéticamente como si en
él girasen los goznes del mundo. Pero si pudiéramos
comunicarnos con la mosca, llegaríamos a saber que
también ella navega por el aire poseída de ese
mismo pathos, […]

Que interesante, parecería que Nietzsche fuera
precursor en la apreciación de una tendencia natural, por
vía de la consciencia, a la autoexaltación
narcisista:

…y se siente el centro volante de este mundo.
Nada hay en la naturaleza, por despreciable e insignificante que
sea, que, al más pequeño soplo de aquel poder del
conocimiento, no se infle inmediatamente como un odre; y del
mismo modo que cualquier mozo de cuerda quiere tener su
admirador, el más soberbio…, el filósofo,
está completamente convencido de que, desde todas partes,
los ojos del universo tienen telescópicamente puesta su
mirada en sus obras y pensamientos. […]

Por eso será que el pueblo dice del "narciso"
intelectual que "Está tan lleno de sí mis-mo, que
está completamente vacío".

El poder como una
"necesidad animal" de sometimiento y dominio

De alguna manera se pueden asociar las observaciones de
Nietzsche con la "necesidad" natural de "poder" en aras de la
seguridad, que implica serios riesgos por-que se nutre de
energía instintiva, pues dicha necesidad puede verse
hiperlibidinizada hasta el nivel de lograr acceder al poder y
apasionarse por él de manera que se desee preservar e
incrementar a cualquier costo, incluso al grado de provocar
mezclas de energías: libidinal y
tanática.

En cierto sentido el intelectual siente que "puede"
porque "sabe", al menos, por encima del que ignora. Eso le
resarce narci-sísticamente. Aunque no lo lleve a una
sensación de plenitud propiamente tal.

El "poder" del conocimiento sólo no llena
"vacíos" internos. Tampoco al rico las posesiones
materiales le llenan sus vacíos existenciales. Ni al que
ejerce el poder político, su sensación de dominio
sobre los demás. Si así fuera, la voracidad y la
envidia vengativa no tendrían razón de existir o
tendrían, al menos, un límite que no fuera la
agresión destructiva. A fuerza de nacer como una
compensación, el riesgo en el desarrollo de la
inteligencia y sus "productos", como el lenguaje, fue la
po-sibilidad de enfermar del narcisismo. Para el
filósofo:

Es digno de nota que sea el intelecto quien así
obre, él que, sin embargo, sólo ha sido
añadido precisamente co-mo un recurso de los seres
más infe-lices, delicados y efímeros, para
con-servarlos un minuto en la existencia, de la cual, por el
contrario, sin ese aditamento tendrían toda clase de
mo-tivos para huir tan rápidamente como el hijo de Lessing
[…]

De otra manera, quizás, habríamos
desa-parecido de la faz de la tierra.

…ese orgullo, ligado al conocimiento y a la
sensación, niebla cegadora colocada sobre los ojos y los
sentidos de los hombres, los hace engañarse sobre el valor
de la existencia, puesto que aquel proporciona la más
aduladora valoración sobre el conocimiento mismo. Su
efecto más general es el enga-ño
[…]

Engaño que el lenguaje permite instru-mentar, de
manera no intencional.

–Pero también los efectos más
particulares llevan consigo algo del mismo carácter– El
intelecto, como medio de conservación del individuo,
desarrolla sus fuerzas principales fingiendo, puesto que este es
el medio, merced al cual sobreviven los individuos débiles
y poco robustos, […]

Un ejemplo extremo, los voraces y envidiosos que
encuentran en la astucia y la audacia, unos sustitutos
compensatorios respecto de limitaciones, si físicas, pero
también auténticamente intelectuales.

…como aquellos a quienes les ha sido negado
servirse, en la lucha por la existencia, de cuernos, o de la
afilada dentadura del animal de rapiña. En los hombres
alcanza su punto culminante este arte de fingir
[…]

De lo más evidente en la política
contemporánea.

…aquí el engaño, la
adulación, la mentira y el fraude, la murmuración,
la farsa, el vivir del brillo ajeno, el en-mascaramiento, el
convencionalismo encubridor, la escenificación ante los
demás y ante uno mismo […]

Autoengaño por razones
inconscientes, fantasía de reaseguramiento, como ocurre
con la resistencia al cambio.

…en una palabra, el revoloteo ince-sante
alrededor de la llama de la vani-dad es hasta tal punto regla y
ley, que apenas hay nada tan inconcebible como el hecho de que
haya podido surgir entre los hombres una inclinación
sincera y pura hacia la verdad. […]

Quizás la decepción de Nietzsche obedez-ca
a la intención de encontrar una justifi-cación
ignorando la fisiología y la naturaleza animal del
hombre.

Como pensando-deseando que, en efecto, fuésemos
una especie superior.

Inteligencia
intuitiva, cimiento de la inteligencia
intelectual

El desarrollo de la inteligencia intelectual parece
haber sido el resultado del ejercicio del rol paterno: el
rompimiento de la simbiosis madre-hijo, en la cual el
inter-cambio de información entre ellos, fluía sin
palabras. Al romper el padre la simbiosis, el niño se vio
forzado a desarrollar una forma de comunicación que no
fuera la "telepática" que existía entre su madre y
él. Pareciera que para el padre, descubrir su papel en la
gestación, hubiera sido una de las primeras experiencias
que dis-pararon su "amor propio" y la autoexaltación
narcisista se preservó, independien-temente de la
consciencia de necesidad de preservar el valor de una verdad no
instin-tiva. Porque en el origen, "la verdad" para el neonato,
estaba representada por la sa-tisfacción y la creciente
consciencia res-pecto del objeto: un "otro", que la provee. La
vida depende de ello en el principio.

En el trayecto entre la inteligencia intuitiva y que se
hubo establecido la hegemo-nía de la inteligencia
intelectual, los afectos y el amor se devaluaron, arrastrando, en
parte, al respeto. Los valores cambiaron. En gran medida, los
afectos quedaron a la zaga, perdieron terreno y el engaño
y la mediatización se convirtieron en estra-tegias
centrales para el acceso al poder, el control y el dominio. En
efecto, la inteligencia intelectual es un gran logro evo-lutivo.
Y como todo, implica ciertos riesgos. Por ejemplo, solemos
confundir inte-ligencia con astucia y con audacia. A eso alude el
viejo refrán: "Más vale maña que
fuerza".

Por otro lado, en la dinámica y la
economía del poder político y económico, en
último de los casos, la verdad no importa. Lo importante
es preservarse en el poder. Y a partir de un juicio así,
se "justificaron" cualquier cantidad de abusos.

Despojos perpetrados por el hombre sobre el mismo
hombre. Otro viejo refrán versa: "El hombre es el lobo del
hombre". Tanto oprimidos como opresores viven dentro de su propia
enajenación, sólo que es evidente la "conveniencia"
para unos que después buscan justificarse con toda clase
de men-tiras y conservar su posición ventajosa y
conveniente a sus intereses. En palabras de Nietzsche los
hombres:

Se encuentran profundamente sumer-gidos en ilusiones y
ensueños [y eso, tanto los opresores como los oprimidos];
su mirada se limita a deslizarse sobre la superficie de las cosas
y per-cibe "formas", su sensación no condu-ce en
ningún caso a la verdad, sino que se contenta con recibir
estímulos, como si jugase a tantear el dorso de las cosas.
Además, durante toda una vida, el hombre se deja
engañar por la noche en el sueño, sin que su
sentido moral haya tratado nunca de impedirlo
[…]

Ese es un privilegio de la forma como funciona el
inconsciente, pero también alude a un necesario descanso
respecto de lo doliente que, por lo común, resulta la
realidad.

Mientras que parece que ha habido hombres que, a fuerza
de voluntad, han conseguido eliminar los ronquidos. En realidad
¿qué sabe el hombre de sí mismo?
¿Sería capaz de percibirse a sí mismo,
aunque sólo fuese por una vez, como si estuviese tendido
en una vitrina iluminada? ¿Acaso no le oculta la
naturaleza la mayor parte de las cosas, incluso su propio cuerpo,
de modo que al margen de las circunvoluciones de sus intestinos,
del rápido flujo de su circulación
sanguínea, de las complejas vibraciones de sus fibras,
quede desterrado y enredado en una conciencia soberbia e
ilusa?

Ni por casualidad quiere Nietzsche aceptar nuestro
origen animal:

Ella ha tirado la llave, y ¡ay de la funesta
curiosidad que pudiese mirar fuera a través de una
hendidura del cuarto de la conciencia y vislumbrase entonces que
el hombre descansa so-bre la crueldad, la codicia, la
insaciabilidad, el asesinato, en la indiferencia de su ignorancia
y, por así decirlo, pendiente en sus sueños del
lomo de un tigre! ¿De dónde procede en el mundo
entero, en esta constelación, el impulso hacia la verdad?
En un estado natural de las cosas, el individuo, en la medida en
que se quiere mantener frente a los demás individuos,
utiliza el intelecto y la mayor parte de las veces solamente para
fingir, pero, puesto que el hombre, tanto por la necesidad como
por hastío, desea existir en sociedad y gregariamente,
precisa de un tratado de paz […]

El cual se ocupa, a través del intelecto, de
instrumentar a través de la palabra.

…y, de acuerdo con éste, procura que, al
menos, desaparezca de su mundo el más grande bellum omnium
contra omnes. Este tratado de paz conlleva algo que promete ser
el primer paso para la consecución de ese misterioso
impulso hacia la verdad.

Sin embargo, como la "cosa en sí misma" no es
útil para los procesos del pensamiento y tampoco se
podrían sistematizar los nombres de las cosas y sus
significa-dos, quedó implícito y se asumió
el riesgo de la inexactitud en aras de la
generalización.

El pasaje de las percepciones al "lenguaje" de las
representaciones, fue materia prima fundamental para poder pensar
la experiencia de la realidad y el incremento de la consciencia.
El trabajo siguiente, estaba potenciado, la función del
razonamiento: interpretar esas representaciones basadas en
estímulos, sensaciones y percepciones.

De las
representaciones figurabilizadas a formas de pensamiento
verbalizable; de la palabra, a la
evolución y
perfeccionamiento del pensamiento

Desde que se descubrió que la palabra acicateaba
al intelecto (la aparición de la palabra revoluciona el
pensamiento), el hombre pudo compensar toda la desventa-ja que le
significaban las mejores dotaciones de fuerza al servicio de la
supervivencia que poseían la mayoría de los
animales "no inteligentes" y las limitaciones que imponía
la naturaleza. Irónicamente, la fantasía de deseo y
posesión de esa fuerza y equipamiento contundentes, se
preservará en lo más profundo del incons-ciente, en
efecto, como un deseo, junto a representaciones de selfs y
objetos malos persecutorios que son producto de la
fan-tasía de una ferocidad que sólo encontramos
justamente ahí, en los terrenos de la fantasía
inconsciente en los cuales puede ejercer su hegemonía
thánatos.

La autoexaltación del narcisismo, y pro- cesos
primitivos de identificación podrían convertir esos
contenidos, parafraseando a Fairbairn, en el Self antilibidinal o
"Sa boteador interno" (Fairbairn, 1951), esa parte de la propia
personalidad que nos juega las contras. Sin embargo, en tanto que
la omnipotencia del pensamiento caracteriza una etapa temprana
del desarrollo humano, se podría pensar que su
fijación constituye un escollo, y, al mismo tiempo, se
justificaría que la regresión suela restablecer esa
forma originaria del pensamiento. Habría que ubicar en su
justa medida cuándo la regresión es pasajera y
cuándo estaría denunciando la pérdida de la
salud. Porque, en ocasiones, lo obvio denuncia la frágil,
poca o ninguna evolución. Nietzsche pensó que
así fue y que su principal soporte ilusorio fue dado por
la palabra, pero la verdad es que allí, trascendimos el
gregarismo:

En este mismo momento se fija lo que a partir de
entonces ha de ser "ver-dad", es decir, se ha inventado una
designación de las cosas uniformemente válida y
obligatoria, y el poder legislativo del lenguaje proporciona
también las primeras leyes de verdad
, [cursivas
agregadas] pues aquí se ori-gina por primera vez el
contraste entre verdad y mentira. El mentiroso utiliza las
designaciones válidas, las pala-bras, para hacer aparecer
lo irreal como real[1]Abusa de las convenciones
consolidadas haciendo cambios dis- crecionales, cuando no
invirtiendo los nombres. Si hace esto de manera interesada
[…]

Le faltó vida a Nietzsche para verlo con sus
propios ojos, por ejemplo, entre políticos.

…y que además ocasione perjuicios, la
sociedad no confiará ya más en él y, por
este motivo, lo expulsará de su seno. Por eso los hombres
no huyen tanto de ser engañados como de ser perjudicados
mediante el engaño; en este estadio tampoco detestan en
rigor el embuste, sino las consecuencias perniciosas, hostiles,
de ciertas clases de embustes. El hombre nada más que
desea la verdad en un sentido análogamente limitado:
ansía las consecuencias agradables de la verdad, aquellas
que mantienen la vida; es indiferente al conocimiento puro y sin
consecuencias e incluso hostil frente a las verdades susceptibles
de efectos perjudiciales o destructivos. […]

Por eso el que engaña siempre encuentra tierra
fértil entre la gente. Sobre todo el ventajoso que
engaña "dando" la palabra que se desea escuchar, con
ingenio y con astucia: quien, al mentir, utiliza metáforas
y metonimias que agradan o no amenazan y, por tanto, la gente no
se alerta o "quiere" escuchar. Pero también se puede
en-tender, dicho sea de paso, desde esta apre-ciación, el
sustento de las "resistencias" como concepto técnico
psicoanalítico. Pues resulta que el paciente se ha
"engañado" diciéndose a sí mismo, lo que
quie-re creer porque un día le tranquilizó. Y no le
resulta agradable ser "descubierto" en su propio engaño.
La "verdad" lo con-fronta y asusta, y aún cuando ya le
perjudica su propia mentira o la de otro, no renuncia con
facilidad, en aras de un vínculo, de una fantasía
"tranquilizadora" basada en una "verdad" a medias o conveniente,
la cual en sentido estricto, no lo es, es una mentira. Su propia
mentira enmascara una distorsión o una
representa-ción presimbolizada de la realidad, res-pecto
de sus propias necesidades relacionales ante experiencias
traumáticas, peli-gros, deseos prohibidos o
fantasías pasi-vas.

[Continúa Nietzsche] Y, además,
¿qué sucede con esas convenciones del len-guaje?
¿Son quizá productos del cono-cimiento, del sentido
de la verdad? ¿Concuerdan las designaciones y las cosas?
¿Es el lenguaje la expresión ade-cuada de todas las
realidades? Solamente mediante el olvido puede el hombre alguna
vez llegar a imaginarse que está en posesión de
alguna "verdad" en el grado que se acaba de señalar. Si no
se contenta con la verdad en forma de tautología, es
decir, con conchas vacías, entonces trocará
continuamente ilusio-nes por verdades.

"La verdad es un molde, es un
diseño, que rellena mejor quien más
delira
".(

En el párrafo anterior, Nietzsche pareciera, no
obstante, estar observando también en el lenguaje, como
Lacan (1953-1954) observara en la Psicología del Yo, en
"El seminario", ciertas limitaciones para averiguar la
verdad:

¿Qué es una palabra? La
reproducción en sonidos de un impulso nervioso. [El
"nombre" para una imagen o para una sensación] Pero
inferir además a partir del impulso nervioso la
exis-tencia de una causa fuera de nosotros, es ya el resultado de
un uso falso e in-justificado [arbitrario] del principio de
razón. ¡Cómo podríamos decir
legítimamente, si la verdad fuese lo único decisivo
en la génesis del lenguaje, si el punto de vista de la
certeza lo fuese también respecto a las designaciones,
como, no obstante, podríamos decir legítimamente:
la piedra es dura, como si además captásemos lo
"duro" de otra manera y no solamente como una excitación
completamente subjetiva! Dividimos las cosas en géneros,
caracterizamos el árbol como mascu-lino y la planta como
femenino: ¡qué extrapolación tan arbitraria!
¡A qué altura volamos por encima del canon de la
certeza! Hablamos de una "ser-piente": la designación
cubre solamente el hecho de retorcerse; podría, por tanto,
atribuírsele también al gusano. ¡Qué
arbitrariedad en las delimitaciones! ¡Qué
parcialidad en las preferencias, unas veces de una propiedad de
una cosa, otras veces de otra! Los diferentes lenguajes,
comparados unos con otros, ponen en evidencia que con las
palabras jamás se llega a la verdad ni a una
expresión adecuada pues, en caso contrario, no
habría tantos lenguajes. La "cosa en sí" (esto
se-ría justamente la verdad pura, sin con-secuencias) es
totalmente inalcanzable y [en tanto que concreta] no es desea-ble
en absoluto para el creador del lenguaje. […]

Mao, el enorme filósofo y estadista chino, desde
una perspectiva práctica y con un sentido más
contemporáneo y realístico observa que "A medida
que continúa la práctica social, las cosas que en
el curso de la práctica suscitan en el hombre sen-saciones
e impresiones, se presentan una y otra vez; entonces se produce
en su cerebro un cambio repentino (un salto) en el proceso del
conocimiento y surgen los conceptos" (Mao Tsetung, 1971) Porque
sin ánimo de querer "Volver a inventar la rueda", el
lenguaje se organiza a partir de sensaciones, impresiones y
emociones asociadas a experiencias fisiológicas las cuales
al ser procesadas psíquicamente, son representadas
mediante procesos cognoscitivos innatos específicamente
humanos, los cuales, en tanto que permiten re-cuperar el
equilibrio y restituir un estado previo de tensión
constante, se registran como sensaciones agradables de
aquies-cencia; la "metabolización" de experiencias
sensitivas, perceptuales, de intercam-bio afectivo y sus
emociones lógicas, se figurabilizan internamente,
traduciéndose en la posibilidad de ser nombradas, en tanto
que las madres les ponen palabras a sus gestos y sus acciones de
atención, cariño y cuidado para con sus
bebés. A partir de ello es factible la comunicación
y, casi simultáneamente, la simbolización gradual
como un producto del razona-miento y la reflexión; se hace
evidente la presencia del desarrollo de funciones yóicas
como las de integración y síntesis, fundamentales
para desarrollar la capaci-dad de organización comunitaria
y social. Respecto del lenguaje, agrega el
filósofo:

Este se limita a designar las relaciones de las cosas
con respecto a los hom-bres y para expresarlas apela a las
metáforas más audaces. ¡En primer lugar, un
impulso nervioso [disparado por un estímulo interno o
externo] extra-polado en una imagen! [figurabiliza-do] Primera
metáfora. ¡La imagen transformada de nuevo en un
sonido! [palabra] Segunda metáfora. Y, en cada caso, un
salto total desde una esfe-ra a otra completamente distinta. Se
podría pensar en un hombre que fuese completamente sordo y
jamás hubiera tenido ninguna sensación sonora ni
musical; del mismo modo que un hombre de estas
características se queda atónito ante las figuras
acústicas de Chladni en la arena, descubre su causa en las
vibraciones de la cuer-da y jurará entonces que, en
adelante, no se puede ignorar lo que los hom-bres llaman
"sonido"[2], así nos sucede a todos
nosotros con el lenguaje. Creemos saber algo de las cosas mismas
cuando hablamos de árboles, colores, nieve y flores y no
poseemos, sin embargo, más que metáforas de las
cosas que no corresponden en absoluto a las esencias primitivas.
[…] Por tanto, en cualquier caso, el origen del lenguaje
no sigue un proceso lógico[3]y todo el
material sobre el que, y a partir del cual, trabaja y construye
el hombre de la verdad, el investigador, el filósofo,
procede, si no de las nubes, en ningún caso de la esencia
de las cosas. Pero pensemos especialmente en la forma-ción
de los conceptos. Toda palabra se convierte de manera inmediata
en concepto en tanto que justamente no ha de servir para la
experiencia singu-lar y completamente individualizada a la que
debe su origen, por ejemplo, como recuerdo, sino que debe encajar
al mismo tiempo con innumerables experiencias, por así
decirlo, más o menos similares, jamás
idénticas es-trictamente hablando; en suma, con casos
puramente diferentes.

Afortunadamente, porque si no imaginen la gran cantidad
de palabras que se requerirían para nombrar cosas, apenas
diferentes, incluso dentro de una misma clase o
especie.

Todo concepto se forma por equiparación de casos
no iguales… [ninguna cosa es idéntica mas que a
sí misma] al olvidar las notas distintivas,…
[generalización] se suscita entonces la
representación […]

Que algo que "representa" otra cosa, pueda estar en
lugar de la cosa misma, se a-socia principalmente con la
"reversibilidad" piagetiana. La utilidad de un recur-so
así es, en esencia, "inteligente", ético y
está al servicio de una generalización
universalizante y de la abstracción formal. Por otro lado,
es algo, necesario para la simbolización, que garantiza la
salvaguarda de los equilibrios emocionales. Sin embargo
Nietzsche, cuyo narcisismo as-pira a la perfección,
observa:

Como si en la naturaleza hubiese algo separado…
[de las cosas, que fuera "la cosa"]…una especie de
arquetipo primigenio a partir del cual… [por ejemplo]
todas las hojas habrían sido tejidas, diseñadas,
calibradas, coloreadas, onduladas, pintadas, pero por manos tan
torpes, que ningún ejemplar resultase ser correcto y
fidedigno co-mo copia fiel del arquetipo. […]

Pensamiento,
palabra, reflexión y comunicación

Inventadas las palabras para nombrar las cosas, el uso,
la información interactiva y, en breve, la
convención que las universalizó, parieron la
comunicación humana. Y, a partir de la intuición
que dio soporte a la inventiva intelectual. Cuando se
al-canzó este nivel, la palabra se erigió en la
forma de simbolización por excelencia; valiéndose,
en efecto, de metáforas y metonimias, pero que inauguraron
una forma de comunicación, producto de la
metabolización psíquica de la experiencia
sensorial, perceptual o motriz y algunos de sus afectos
asociados, los que no estorbasen al razonamiento Este proceso
hizo posible tanto la organización y desarrollo de lo
emocional, como de lo intelectual. Después, la
organización social característica-mente humana. Y
todo gracias a la organización de lo emocional y el
desarrollo intelectual, que las funciones de integración y
síntesis llevaron hasta las construcciones conceptual
verbales.

Los refranes construcciones que son un producto de la
sabiduría popular, son de un tipo que conserva todo el
"sabor" del origen. Veámoslo en Nietzsche:

Decimos que un hombre es "honesto". ¿Por
qué ha obrado hoy tan honestamente?, preguntamos. Nuestra
respuesta suele ser así: a causa de su ho-nestidad.
¡La honestidad! Esto signi-fica a su vez: la hoja es la
causa de las hojas… Ciertamente no sabemos nada en absoluto de
una cualidad esencial, […]

La "verdad" tal como el ser humano construyó el
acceso a ella, más que con las e-sencias tiene que ver con
la experiencia sensorial y la necesidad emocional, su
representación (pensamiento) y luego su traducción
a palabras, las cuales hacen posible la comunicación y la
relación por afecto, (procesamiento que no puede
prescindir de la reflexión) Adelante agrega
Nietzsche:

La omisión de lo individual y de lo real [la
representación] nos proporciona el concepto [como
resultado de, y,] del mismo modo que también nos
proporciona [la impresión interna de] la forma
[figurabilidad], mientras que la naturaleza no conoce forma ni
conceptos, así como tampoco ningún tipo de
géneros, […] También la oposición que
hacemos entre individuo y especie es antropomórfica y no
procede de la esencia de las cosas, aún cuando nos
aventuramos a decir que no le corresponde: …sería
una afirmación dogmática y,… tan demostrable
como su contraria. ¿Qué es entonces la verdad? Una
hueste en movimiento de metáforas, metonimias,… una
suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas y
adornadas, poética y retóricamente y que,
después de un prolongado uso, un pueblo considera firmes,
canónicas y vinculantes: las verdades son ilusiones de las
que se ha olvidado que lo son; me-táforas que se han
vuelto gastadas y sin fuerza sensible, [quizás de
ahí la necesidad de "la palabra verdadera" para Lacan]
monedas que han perdido su troquelado y no son ahora ya
consideradas como monedas, sino como metal [porque pueden ser
mentira, "palabra vacía", resistenciales y enajenantes,
"palabras muertas" para Octavio Paz] No sabemos todavía de
dónde procede el impulso hacia la verdad, pues hasta ahora
solamente hemos prestado atención al compromiso que la
sociedad establece para existir: ser veraz, es decir, utilizar
metáforas usuales; por tanto, solamente hemos prestado
atención, dicho en términos morales, al compromiso
de mentir de acuerdo con una conven-ción firme, mentir
borreguilmente [y entonces creer lo que se nos dice de la misma
manera, en efecto es un riesgo real], de acuerdo con un estilo
vincu-lante para todos. Ciertamente el hombre se olvida de que su
situación es ésta; por tanto miente de la manera
señalada inconscientemente y en virtud de hábitos
seculares –y precisa-mente en virtud de esta inconsciencia,
precisamente en virtud de este olvido, [para Freud lo olvidado
"retorna" a través del lapsus, para Lacan (1953-1954)
más que por olvidar, es por equivocarse, por error, que se
accede al sentimiento de la verdad] a partir del sentimiento de
estar comprometi-do a designar una cosa como "roja", otra como
"fría" y una tercera como "muda", se despierta un
movimiento moral hacia la verdad; a partir del contraste del
mentiroso, en quien na-die confía y a quien todo el mundo
excluye, el hombre se demuestra a sí mismo lo honesto, lo
fiable y lo provechoso de la verdad. En ese instante, el hombre
pone sus actos como ser racional bajo el dominio de las
abstracciones […]

Para bien y para mal, pues la obsesividad lo lleva al
aislamiento de los afectos.

…ya no tolera más ser arrastrado por las
impresiones repentinas, por las in-tuiciones [a las cuales con
una actitud ingrata desprecia]; generaliza en primer lugar todas
esas impresiones en conceptos más descoloridos, más
fríos, para uncirlos al carro de su vida y de su
acción. Todo lo que eleva al hombre por encima del animal
depende de esa capacidad de volatilizar las metáforas
intuitivas en un esquema; en suma, de la capacidad de disolver
una figura en un concepto. En el ámbito de esos esquemas
es posible algo que jamás podría conseguirse bajo
las primitivas impresiones intuitivas: construir un orden
piramidal por cas-tas y grados[4]instituir un
mundo nuevo de leyes, privilegios, subordinacio-nes y
delimitaciones [al precio de prescindir de la inteligencia
emocio-nal], que ahora se contrapone al otro mundo de las
primitivas impresiones intuitivas como lo más firme, lo
más general, lo mejor conocido y lo más humano y,
por tanto, como una instancia reguladora e imperativa. Mientras
que toda metáfora intuitiva es in-dividual y no tiene otra
idéntica y, por tanto, sabe siempre ponerse a salvo de
toda clasificación, el gran edificio de los conceptos
ostenta, la rígida regula-ridad [predictibilidad obsesiva]
de un columbarium [cementerio vertical] e insufla en la
lógica el rigor y frialdad peculiares de la
matemática. Aquél a quien envuelve el hálito
de esa frialdad, se resiste a creer que también el
concepto, óseo y octogonal como un dado y, como tal,
versátil, no sea más que el residuo de una
metáfora, y que la ilusión de la
extrapolación artística de un impulso nervioso en
imágenes es, si no la madre, si la abuela de cual-quier
concepto. Ahora bien, dentro de ese juego de dados de los
conceptos se denomina "verdad" al uso de cada dado según
su designación; contar exactamente sus puntos, formar las
clasificaciones correctas y no violar en ningún caso el
orden de las castas ni la sucesión jerárquica.
[…] (Nietzsche, 1873)

Discusión
y comentarios. Una forma di-ferente de ver las
cosas

Según la sabiduría del pueblo: "Una ley
igual para el fuerte y el débil sirve para oprimir
más al débil". El pensamiento de Nietzsche,
proyecta las contradicciones de la democracia y la
sobrevaloración narcisista del intelecto. Su desprecio por
lo afectivo-emocional y su deseo de poder situar al hombre como
perteneciente a una especie diferente de la especie animal, lo
coloca lejos de la posibilidad de asociar sus ideas con las
teorías de las relaciones objetales. Para él lo
emocional, resabio de una intui-ción primitiva o
prehumana, es un lastre, un estorbo que debe saldarse, porque
hace débil al hombre. Sin embargo, también parece
percatarse de que algo tiene que ver lo emocional reprimido o
escamoteado, con la autoexaltación narcisista y la
soberbia, de las cuales el investigador científico enferma
con relativa facilidad. Y a juicio de él, más "los
especiales": los que pertenecen a su "casta", los
filósofos en particular. Por otro lado observa que el
intelecto no es garantía de que la civilización
perviva. Su apreciación respecto del restringido acceso a
la verdad, a partir de intentos por conceptualizar la experiencia
sensorial que ocurre en el contexto de la realidad concreta,
avala la idea propuesta en relación con la verdad
contenida en los refranes: éstos son un acceso a la verdad
a través del razonamiento verbal. Son cons-trucciones,
estructuras, que buscan la ver-dad a partir de la
organización de conte-nidos inconscientes basados en
experien-cias conscientes, que se valen del razonamiento y las
propiedades como se organi-zó el lenguaje y desarrollando
conceptos. Por eso es que la "verdad" intrapsíquica,
simplemente Es, e independiente de la verdad
lógica formal. La realidad intra-psíquica, por
derecho propio, tiene la facultad para acceder a la experiencia
que imprimió el sujeto de la realidad exterior concreta y
tangible en su "mente repre-sentacional"; y ese acceso es
factible, a través de la palabra hablada.

A la vuelta de varios milenios, el ser humano cuenta ya
con un "sistema" de in- formación propio de la especie.
Este sistema, siendo inconsciente en su origen, es el resultado
de la organización de experiencias ancestrales. Contiene
la historia de la evolución y el desarrollo, formas de
reacción y conductas mejor adaptadas a partir de
reacciones impulsivo-instintivas, que se han depurado a lo largo
de millo-nes de años al servicio de la superviven-cia y la
civilización. Esa información es específica
de la especie porque nos anoti- cia de las capacidades y
potencialidades de que la evolución a dotado al ser
huma-no y que se han transmitido genética-mente, dando
lugar a la formación de un espacio con ciertos contenidos
o signifi-cantes, cuyos significados son un produc-to del
desarrollo que se ha erigido como el "bagaje de la humanidad".
Unas capacidades potenciales caracterizan lo
espe-cíficamente humano y han sido absorbi-das por la
filogenia, superando los conte-nidos registrados en la forma del
inconsciente ontogenético, ya sea "originario" (Bleichmar,
2001), escindido (Klein, 1926) o reprimido (Freud, 1895-1896) La
evolución nos ha alejado de nuestro ori-gen animal, pero
no nos puede relevar de pertenecer a él.

Y es que la represión, por ejemplo, es una
función defensiva del Yo: "esfuerzo de desalojo de la
consciencia" (Freud, 1896-1900) por medio de la cual el sujeto
re-chaza el deseo con miramiento por lo moral y para no entrar en
conflicto con la realidad, afanándose en mantener dicho
deseo rechazado en el inconsciente, debi-do a que las
representaciones que lo figurabilizan, están ligadas a una
pulsión cuya descarga, no obstante que es útil para
la recuperación de un equilibrio fisiológico u
homeostático, resulta opuesta a las pre-misas morales, e
incluso jurídicas, de la cultura y la civilización.
Por tanto, la re-presión es un recurso de naturaleza
intelectual (yóico) que se activa frente a un conflicto
interno inducido por la moral (función del Superyó)
que coloca al ser humano en una condición que solemos
decir como: "Nadando contra la corriente".

Profundizando, en el Diccionario de Psicoanálisis
de Laplanche y Pontalis (1983) se encuentra que "… una
pulsión cuya sa-tisfacción, por definición,
engendra pla-cer, llega a suscitar un displacer tal que
desencadena la operación de represión". Y
argumentan que ésta: "Puede considerarse como un proceso
psíquico universal, en cuanto se hallaría en el
origen de la constitución del inconsciente como domi-nio
separado del resto del psiquismo". Habría que hacer notar
que se habla de la "constitución del inconsciente"
freudiano, reprimido", con miramiento al menos, por la existencia
del inconsciente escindido, el cual es fundante.

Partes: 1, 2

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