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Vivir entre San Francisco y Novena (página 4)




Enviado por MANEL BATISTA



Partes: 1, 2, 3, 4

Ramón solía a veces, cantar un par de
canciones a capela y en solus, su repertorio se limitaba al
Cielito Lindo y Te Quiero Dijiste, también conocida como
Muñequita Linda. Las cantaba con verdadero entusiasmo y no
exentas de buena entonación. Como es natural era aplaudido
por su más entusiasta y adicto "público" familiar.
Luego seguía con Joan interpretando piezas famosas de la
Zarzuela del momento, que el insigne tenor riojano Marcos
Redondo, como poco antes habían popularizado el tenor
Viñas o el navarro Miguel Fleta. Recuerdo estas "cantatas"
como obras "maestras" insuperables, cantadas por mi padre
Ramón y el tiet Joan. Anecdóticamente
explicaré que en una ocasión, allá por un
verano de 1944 o 45, en un pueblecito cercano a la ciudad de Vic,
llamado Folgueroles, estaba parte de la familia pasando unos
días de veraneo en la casa de unos grandes amigos de mis
padres, la familia Vivet, Lluís y Merçé, la
casa era conocida como "Cal Pere Fusté". Como decía
y, coincidiendo con la Fiesta Mayor del pueblo, mi tíos
Joan y Rita vinieron a visitarnos, y después de una
opípara comilona, no podían faltar los
cánticos "artísticos" de Ramón y Joan, ambos
se arrancaron con el dúo de … "Hace tiempo que
vengo al taller y no se lo que hago, esto es muy alarmante
……",
después de varias canciones, se
formó en la puerta de Cal Pere Fusté una cola de
habitantes del pueblo que decían venir a adquirir unas
entradas para ver a los "cantantes" que estaban ensayando, pues
desde la calle se oía perfectamente su "repertorio". Hasta
aquí era la "fama" de ambos "divos". Dios les bendiga por
los buenos ratos con que nos obsequiaron. En el entretanto la
chiquillería se entretenía con juegos propios de su
edad. Ahora que evoco estos placenteros recuerdos para poderlos
plasmar en un papel, pienso en los gratos y añorados
momentos que me invaden la mente y el corazón que con
dificultad puedo contener mi emoción.

Antonio o Tonet, había hecho progresos en sus
conocimientos de piano y siempre que le era posible se
añadía a la fiesta para deleitarnos con alguna de
las piezas que conocía. Luego más tarde le dio las
primeras clases de piano a mi hermana Nini, inoculándole
así la afición por la música.

En la época de caza, que habitualmente se
abría la veda allá por el mes de Octubre,
Ramón y Manuel, grandes aficionados a la caza,
empuñaban sus escopetas del calibre 12 y todos los
domingos salían sumamente temprano de su casa para
desplazarse a varios kilómetros de la ciudad y poner en
práctica sus dotes cinegéticas. Disponían
habitualmente de un par de perros de raza cazadora, que
convivían con la familia en el jardín de la casa.
Habitualmente si el día había sido favorable para
sus propósitos, regresaban con uno o dos conejos y alguna
que otra perdiz. En alguna ocasión, regresaban de
vacío y, durante la cena era motivo de conversación
la mala suerte corrida en alguno de los lances cinegéticos
de la jornada. Lo clásico en los cazadores y
pescadores.

Verdaderamente cazar era una manera de practicar
deporte, ya que desde la estación del ferrocarril en que
se apeaban, hasta el lugar donde se iniciaba la cacería,
debían caminar por las montañas, algo así
como unos cuatro o cinco kilómetros, además de los
que se andaban intentando localizar las presas. Los perros
husmeaban el terreno por todos los rincones, hasta que lograban
dar con el rastro y el escondite de algún conejo, los
dueños solo debían estar atentos a los movimientos
de estos, cuando el perro se quedaba quieto o estatuario frente
algún conjunto de vegetación espesa, era
señal inequívoca de que allá se encontraba
la madriguera de algún animal, probablemente un conejo o
una perdiz. El cazador debía entonces disponer de la mejor
situación para que en cuanto el perro atusara al animal
para hacerle salir de su escondrijo, su amo pudiera disparar ,
diera al objetivo y no fuera el can el receptor del
disparo.

Allá por el mes de Abril, cuando el clima era
más benigno, Carmen se añadía a la partida
de caza. Algún domingo por la mañana, cuando los
dos cazadores de la casa hacía algunas horas que
habían partido, Carmen cogía a sus dos hijos, Manel
y Nini y montando a esta segunda en un viejo pero robusto
cochecito, se iban andando hasta las afueras de la ciudad, una
zona conocida por el nombre del Merendero de la Torre del
Baró, para encontrarse al mediodía con su esposo y
suegro y compartir una buena paella de arroz a la hora del
almuerzo. En este lugar había un merendero regentado por
un matrimonio, en el que hacían comidas por encargo, los
propietarios eran naturales de la provincia de Lleida, de un
pueblecito montañés llamado La Pobla de Segur,
recalaron estos en el lugar, debido a que el marido había
tenido un pasado de ideas republicanas y cuando los
ejércitos "liberadores" tomaron el mando del país,
al pobre Joseph, que era así como se llamaba, le hicieron
un juicio sumarísimo, desterrándole por más
de veinte años de su pueblecito del Pirineo. Al llegar a
Barcelona, adquirieron una parcela en esta zona y construyeron un
merendero y su vivienda que llegó a ser muy conocido y
próspero.

El lugar era sumamente bello y pintoresco, frente al
merendero se hallaba un amplia explanada poblada de grandes
eucaliptus, cuyos troncos, algunos de ellos, tenían un
diámetro superior un metro, desprendían un aroma
sano y sumamente agradable, las hojas que se caían eran
muy utilizadas para curar algún que otro resfriado
sumergiéndolas en agua hirviendo, el vapor que se
desprendía de la ebullición, al ser inhalado por el
enfermo ayudaba a sanarle.

En las inmediaciones del lugar, se habían
construido unas largas mesas de madera, con sus correspondientes
bancos, para ser utilizadas por los clientes.

Carmen y sus retoños, eran ya conocidos por el
matrimonio propietario, a los que recibían siempre con
grandes muestras de cariño y afecto. Carmen les encargaba
la comida para una hora determinada y en el entretanto aguardaba
la llegada de los cazadores, paseaba por el campo con Manel y
Nini.

El merendero, era sumamente conocido y frecuentado por
una gran cantidad de clientes habituales y, que generalmente se
conocían entre si dado a la frecuencia con que
concurrían al lugar, la mayor parte de ellos eran
cazadores y sus familiares. En las sobremesa, después del
almuerzo, a la hora del café, la copa de coñac y el
cigarro, los cazadores solían reunirse para contar sus
"aventuras" y "hazañas" de la jornada, en el entretanto
los chiquillos acudían a oír tales aventuras con un
interés y atención que casi no
parpadeaban.

A la caída de la tarde, todos regresaban a sus
hogares, rendidos por el ejercicio soportado, pero satisfechos de
poder disfrutar de tan grata jornada con los amigos.

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VIVIR ENTRE SAN FRANCISCO y
NOVENA

OCHENTA Y NUEVE AÑOS DESPUÉS.

La correspondencia
con La Habana y el reencuentro

Durante todo este tiempo Ramón y su primo Antonio
Batista Albá, el primero en Barcelona y el segundo en La
Habana, se carteaban con dilatada frecuencia. Era el modo de
mantener el hilo familiar entre ambas familias en ambos lados del
Atlántico.

Ramón le contaba a su primo, las vicisitudes
familiares y le enviaba alguna que otra fotografía de los
hijos y demás familiares. Antonio hacía otro tanto,
sus cartas se cruzaban con un intervalo de dos al
año.

De repente la correspondencia procedente de La Habana
fue haciéndose más espaciada hasta que
repentinamente cesó de llegar, coincidió con las
fechas de la Revolución Castrista y posterior
derrocamiento del presidente y dictador Fulgencio Batista, era
alrededor de 1957/58.

Ramón estaba muy preocupado por la
situación de su familia en La Habana. En España
poco se sabía sobre la Revolución, los
periódicos de la época informaban tendenciosamente
según la evolución de la misma. Tan pronto se supo
que los tintes revolucionarios cubanos bebían de la
doctrina comunista, la controlada prensa española
dejó casi de dar noticias de Cuba y las pocas que
facilitaban eran dirigidas por el estamento político
franquista de declarada doctrina anticomunista. Por aquella
época en nuestro país la corriente anticomunista
programada por Franco, era muy bien vista por los Estados Unidos,
influyendo ello en la obtención de créditos del
Banco Mundial para España y que avalaban los propios
EE.UU.

La última carta que Ramón recibió
de Antonio, fue en el mes de Marzo de 1970, hablaba muy poco de
la familia y mucho de la Revolución, incluía una
serie de fotografías de diversos lugares de La Habana en
las que se habían realizado obras recientemente, alguna
carretera recién pavimentada y poco más.

Nadie de la familia española imaginaba lo que en
Cuba estaba ocurriendo realmente, la prensa española, como
ya dije, no daba demasiados detalles, Ramón pensó
que Antonio se había cansado de escribirle, le
envió un par de cartas más, a las que nunca obtuvo
respuesta, hasta que al fin se creó un absoluto
vacío de comunicación.

Fueron pasando los años. Los hijos del matrimonio
de Ramón y Carmen, Manel y Dionisia, se casaron, Manel
primero, se esposó con Maite, fruto del matrimonio
nacieron tres hijos, Manel, Beatriz y Elena, Dionisia que se
casó con Vicente, tuvieron una pareja, Carmen y
Alfredo.

El matrimonio formado por Ramón y Carmen,
fallecieron el 22 de Diciembre de 1995 el primero y Carmen en el
9 de Junio del 2000, Ramón sin haber podido contactar con
sus familiares de Cuba. No tuvo jamás la oportunidad de
regresar a su querida y anhelada La Habana, para verles o
buscarles.

Sin saber por que, se creó un prolongado hueco de
comunicación entre ambas familias, demasiado. Pasaron los
años y, ¡¡ he aquí que la
tecnología moderna de un modo totalmente fortuito
colaboró en que, de nuevo los Batista de ambos lados del
Atlántico se reencontraran!!, gracias a
Internet.

Manuel Batista i Farrés, compilador y escritor de
este pequeño relato familiar, allá por el
año 2002 y por mediación de Internet, tuvo la
oportunidad de conectarse con algunas personas que vivían
y viven en La Habana. Uno de ellos, un tal Alejandro, que
colaboró con gran eficacia a poder iniciar el primer
contacto con la familia cubana. Este evento fue el revulsivo
necesario para correr la aventura de trasladar a papel y tinta
todo cuanto me relataron en mi juventud mi padre Ramón, mi
abuelo Manuel y mi tío Antonio, hoy ya
fallecidos.

Por el lado cubano, supe más tarde, que algunos
de los Batista, después de aposentarse la
Revolución castrista, pudieron huir de la isla y fueron a
vivir a los Estados Unidos de Norteamérica, no sin antes
de haber sufrido un sin fin de vicisitudes. Con harto dolor de su
alma, eligieron abandonar su familia y a su querida Cuba, la
situación sociopolítica del momento no
coincidía con sus ideas y su concepción de una vida
liberal e independencia de ideas y actitudes. Georgina Batista
(Yoyi), hoy Señora de Brooks, y Antonio Batista (Tony),
fueron los primeros en marcharse, ahora viven en Florida con una
calidad de vida infinitamente superior a la que hubiesen tenido
de haberse quedado en su país, son ciudadanos
estadounidenses de pleno derecho, con corazón cubano.
Luego con los años, les siguieron otros hermanos
procedentes del segundo matrimonio de Antonio Batista
Albá, padre de los primeros.

A partir de este primer contacto, se produjo un cruce de
fluida correspondencia con todos los Batista que fui localizando.
Con la primera que contacté fue con Esther Batista, luego
siguió Madeleine Iglesias Batista, con la que mantengo un
fluido contacto por carta, y su hijo Alejandro.

A primeros del 2003, mi esposa Maite yo tuvimos la
oportunidad de visitar y conocer a nuestros parientes Batista de
La Habana.

A medida que nuestro avión se acercaba al
aeropuerto Martí de La Habana, sentía por mis
adentros una gran emoción, ¿sería el
país como me lo habían descrito mi padre y abuelo?,
¿cómo serían los Batista que allí
quedaron?, su música, sus calles, sus gentes, todo ello
bullía en mi cabeza, pero era a la vez sumamente
excitante, era como volver al pasado. Los Batista siempre hemos
tenido un ladito de aventureros y esto lo era.

A la llegada a la terminal del aeropuerto de de
José Martí en La Habana, estaba anocheciendo. La
recepción en inmigración fue verdaderamente
deplorable, largas colas en el control de pasaportes, los
funcionarios poco comunicativos y muy poco amables, escasa luz
ambiental. No podíamos tener peor impresión de
inicio, pero todo se supera.

Nos hospedamos en el Hotel Plaza, hotel que en sus
tiempos fue verdaderamente famoso, hoy es propiedad del actual
gobierno revolucionario castrista. Los empleados son funcionarios
del gobierno y, como en todas partes su cortesía y
predisposición para ser útiles, es casi nula. El
estado de conservación del edificio es regular tirando a
medianamente bien, hay que tener en cuenta que es un edificio
centenario.

Por la mañana al levantarnos y después de
desayunarnos en la terraza del propio hotel, Maite, mi esposa y
yo, salimos a tomar contacto con La Habana.

Nos saludó un día gris plomizo, durante la
noche probablemente había llovido, pues las calles estaban
algo mojadas. Temperatura, unos 22º C. Un muchacho mulato
alto y espigado, muy modestamente vestido, nos abordó a
pocos metros de la puerta del hotel, muy amablemente se puso a
dialogar con nosotros al mismo tiempo que procuraba mantener
nuestro paso, se nos ofreció como guía privado,
cosa que está prohibido y castigado en la Cuba actual,
esto lo supimos más tarde, tanto Maite como yo no
teníamos ningún interés en tener un
guía privado, le despedí con toda amabilidad, el se
resistió algo pero finalmente declinó, el pobre
ignoraba que yo me conocía La Habana quizás mejor
que el, gracias a los innumerables relatos que mis predecesores
me habían contado hasta los más mínimos
detalles.

Nuestra primera visita fue al Capitolio, situado
sumamente cerca de nuestro hotel. Estaba allí, majestuoso,
elegante, alto y arrogante, como un cubano más, como
queriendo resistirse a todos los avatares de la historia del
país. Algún día volverá a ser
utilizado para lo que se construyó. No tengo la menor duda
de ello.

Los automóviles de La Habana. Ver circular los
automóviles por las calles de la Habana, es como asistir a
una película estadounidense de los años cincuenta,
todos son vehículos que pertenecen a esa época,
algunos de ellos todavía en muy buen estado de
conservación, Chevrolets, Studebakers, Fords, Packard,
Plymuth, etc.. Pienso que Cuba debe poseer los mejores y
más ingeniosos mecánicos del mundo, porque lograr
que estos viejos vehículos sigan funcionando sin tener la
disponibilidad de repuestos originales, es una
heroicidad.

Los taxis, son también estatales, los hay
también de subversivos, que van por libre, pero de ser
"cazados", pueden tener un serio disgusto con las autoridades. En
las puertas de los hoteles suelen haber los taxis "oficiales",
con los que debes discutir el importe de la carrera que deseas
efectuar, con antelación a la misma y no hablar
jamás de política con el conductor, pues son todos
ellos confidentes de la policía.

La verdad es que la primera impresión que de La
Habana tuvimos, no fue demasiado afortunada, el día era
gris plomizo y los deteriorados edificios, por no decir ruinosos,
que veíamos no ayudaron nada en alegrarnos la vista ni el
ánimo. Pero a pesar de ello nuestro espíritu
aventurero no decayó.

Tomamos un taxi en la puerta del hotel, no sin antes
haber formalizado el importe de la carrera, con la
intención de visitar a Madeleine Iglesias Batista y
familia, que viven en Felipe Poey, nuestro taxista se avino a un
precio final de la carrera y nos llevó a través de
innumerables calles deficientemente pavimentadas, yo diría
que lo fueron unos sesenta años atrás y no tuvieron
mantenimiento alguno hasta la fecha, con evidente falta de
higiene en las aceras y basuras amontonadas junto a ellas, los
edificios depauperados y sin pintar en su mayor parte, iban
entristeciendo nuestra ilusión por nuestra querida Cuba.
Yo pensaba, por mis adentros; "gracias a Dios que mi padre
Ramón no pudo regresar para ver La Habana" como la veo yo
ahora. Cuando él partió de Cuba, el país
había llegado a su máximo esplendor, La Habana con
más de 300.000 habitantes, era entonces una ciudad
moderna, probablemente más que la metrópoli Madrid
o Barcelona, y lo que yo estaba viendo era una verdadera ruina,
un esqueleto que en cualquier momento podría derrumbarse.
Mi alma se empequeñecía poco a poco.

Por fin llegamos a nuestro destino, el taxista
después de preguntar en un par de ocasiones paró en
la misma puerta de la casa de nuestros parientes. Era una casita
de dos plantas, con un pequeño jardín en
límite con la acera y un pequeño porche como
antesala a esta. Allá de pié en la entrada a la
casa estaba la prima Madeleine, su aspecto no era nada cubano,
tal y como entendemos los europeos que deben ser los cubanos, era
de piel muy blanca, enjuta de carnes, el pelo gris, un
óvalo de cara armónico acompañado de unos
ojos azules que en su día habían sido bellos y que
todavía lo expresaban, nos abrazamos, teníamos
tantas cosas que decirnos que casi no nos dijimos nada. Madeleine
nos invitó a entrar a la casa, allí estaba una
venerable anciana sentadita en una butaca que nos miraba con unos
grandes ojos azules, de semblante sereno y noble, su aspecto
transmitía serenidad, era Francisca, la llaman
también tía Paquita o Mima, Francisca Batista
Albá, nada menos que la prima hermana de mi padre
Ramón, todavía vive y razona con claridad, con los
naturales achaques de su edad propios de los 86 años, pero
conserva todavía ese aspecto de una gran dama.

La casa donde vivía tía "Paquita" ,
había sido, en otros tiempos, una casa bonita. Se le
apreciaba una mejor conservación que muchas de las casas
de los alrededores y muchas otras de La Habana. En primer
término disponía de un pequeño jardincillo y
un porche tan amplio como era la edificación. El acceso a
la vivienda, disponía de un amplio saloncito, muy bien
pintado, con un tresillo, un par de butacas y algunos cuadros de
motivos familiares en sus paredes. Me parece recordar que un
largo pasillo cruzaba la misma, con habitaciones a ambos lados,
una de ellas era el baño, este era antiguo, pero en su
tiempo sería a buen seguro verdaderamente bello, una
preciosa bañera se apoyaba en el suelo embaldosado, con
cuatro artísticas patas metálicas y grifería
con mandos forrados con porcelana blanca, como ya no se
construyen ahora y que tan estéticos y bellos
eran.

Creo recordar que el corredor terminaba en una amplia
cocina. No puedo describir más de ella. La casa en
general, destilaba limpieza y conservación al
límite de las posibilidades del momento.

Estuvimos hablando de nuestras familias, pero
disponíamos de poco tiempo, nos vinieron a visitar unas
hijas de María Francisca, Cusita en el libro, Elina y
Paquita, ambas muy simpáticas y dicharacheras. Elina vive
en Canadá, junto con su esposo Miguel, tienen una
sociedad, creo que estatal, de import/export. Su hija Anile,
estudiaba en La Habana, Paquita tiene un muchacho y una muchacha
altos y muy espigados, en esto se parecen a su padre Fernando, un
ingeniero que trabajaba, como todo el mundo allá, para una
sociedad del gobierno.

Nos despedimos de tía Paquita y Madeleine, las
primas Elina y Paquita tuvieron la gentileza de llevarnos a dar
un paseo por La Habana en el auto de la primera. Visitamos el
castillo cuartel de San Carlos de la Cabaña, el mismo en
que mi abuelo y su hermano efectuaron unos ochenta años
antes algunas construcciones para el alojamiento de la tropa.
Desde lo alto de sus murallas se aprecia una excelente vista de
la ciudad de La Habana.

Luego nos llevaron a una Marina muy linda, creo que se
llama Mariel, más allá del Nuevo Vedado, a este
lugar solo era permitido su acceso a personas cubanas
privilegiadas, siempre bajo un discreto control policial.
Inocente de mi se me ocurrió filmar con mi cámara
de video algunos paisajes de la misma, en especial la zona del
atracadero de algunos yates de recreo allí fondeados, de
inmediato apareció, de no se donde, un funcionario
advirtiéndome de que no era permitido filmar nada en
aquella zona, pedí disculpas y el hecho no tuvo mayor
importancia. La situación me vino a recordar los tiempos
de nuestra post guerra española, en el que no estaba
permitido efectuar fotografías en las zonas portuarias o
instalaciones militares.

Luego después de este paseo Maite y yo compramos
algunas cosas para tomar el aperitivo con la familia, en un
supermercado de la Marina, solo se podían adquirir
artículos mostrando un pasaporte y pagando en
dólares americanos, los cubanos no podían acceder a
estos centros.

Elina nos había preparado un delicioso almuerzo
cubano en su casa, al llegar allí, nos encontramos con
más familiares de familiares a los que no
conocíamos e imposible de recordar los nombres de todos
ellos. Fernando el esposo de Paquita, había preparado
pacientemente todas las exquisiteces con las que nos obsequiaron,
variedad de platos distintos y propiamente cubanos.

Nos llamó la atención a Maite y a mi, que
durante el almuerzo iban apareciendo personas que se sentaban
alrededor de la mesa, conversaban sobre algunas cosas,
comían alguna cosita y se marchaban, casi sin despedirse
y, entraban otras nuevas, pienso que la mayoría de ellas
deberían ser familiares con algún parentesco o
incluso vecinos, que venían a conocernos y al mismo tiempo
degustaban una excelente comida, poco frecuente, todo hay que
decirlo, jocosamente pensé por mis adentros que la escena
guardaba cierto parecido con la del famoso camarote del film de
los Hermanos Marx, titulado "Una Noche en la Ópera". Nos
acompañó en este feliz y grato almuerzo tía
Paquita a la que le dieron un lugar preferencial en la mesa, como
ya dije, una mujer excepcional, muy querida y respetada por
todos. Fue una jornada inolvidable.

Por la tarde, estábamos invitados en el Casal de
Catalunya, de La Habana, para dar una charla sobre la historia
del Club de Fútbol Barcelona, al que pertenecí como
jugador profesional en mi juventud. La dirección del
Casal, tiene la deferencia de ceder una de sus dependencias a la
Penya Barcelonista de La Habana, para que puedan desarrollar sus
actividades y reuniones.

A la conferencia asistieron todos los miembros de la
peña, presidida por su presidenta Evelín y su
esposo y unos 18 peñistas, todos estuvieron sumamente
amables con nosotros dos. Nos hicieron el honor de invitarnos a
unos vinitos, y nos obsequiaron con un diploma en el que fui
nombrado Socio de Honor de la Penya.

Al día siguiente por la mañana Fernando y
Paquita nos vinieron a recoger al hotel Plaza, donde nos
hospedábamos, para acompañarnos a visitar La Habana
Vieja, una preciosa e incomparable zona de la Capital.
Aproveché la oportunidad para visitar a Don, Eusebio Leal
Espencel, insigne conservador y restaurador de los edificios
emblemáticos de La Habana Vieja, con quien unas semanas
antes me había estado carteando a través de
internet. Desafortunadamente Don, Eusebio no pudo acudir a su
oficina aquella mañana , ésta estaba situada muy
cerca de la plaza de la catedral , lamenté no haber tenido
la oportunidad de saludarle, le dejé a su secretaria un
obsequio de un precioso libro sobre la arquitectura de Barcelona
y una vieja fotografía de la entrada por el Morro de un
buque de guerra de la Armada Española, allá por el
año 1922, que mi abuelo Manuel había conservado
toda su vida.

Con Maite, acudimos aquella noche al cabaret del Hotel
Nacional como unos turistas más, para ver en vivo un
típico espectáculo de sabor cubano, naturalmente
preparado especialmente para los turistas.

El Hotel Nacional, es una impresionante
edificación construida allá por los años
1940 del más puro estilo americano, creo que se
construyó durante una de las etapas del presidente
Fulgencio Batista. En el se han hospedado personajes mundialmente
famosos del mundo de las artes, grandes actores de cine y teatro,
deportes, finanzas, políticos y hasta capos de la mafia
estadounidense, Capone por ejemplo, todo ello puede constatarse
por el mural fotográfico que existe en una de sus
grandiosas salas del ala izquierda según se accede al
edificio por su puerta principal. A la hora que nosotros
acudimos, alrededor de las 10 de la noche, la planta baja del
hotel estaba en ebullición en cuanto al constante
movimiento de entradas y salidas de visitantes y huéspedes
que en aquellos momentos habían. Nos sentamos en unas
coquetonas butaquitas del hall, cerca del lobby, para poder
observar los personajes que entraban y salían del
establecimiento, era verdaderamente distraído, se
podía distinguir perfectamente quienes eran clientes o
visitantes turistas, empleados del propio hotel y los
policías desprovistos del uniforme oficial, que intentaban
confundirse con el gentío, cosa que no
lograban.

El espectáculo de la sala destinada a Cabaret, en
el sótano del mismo hotel, era bastante mediocre, en
cuanto a vestuario se refiere, el cuerpo de baile femenino estaba
bien dotado físicamente, como no, de todos es sabido que
en Cuba existen las mulatas más bellas y de mejor figura
del mundo, pero las pobres no lucían vestidos de la
calidad que un gran espectáculo de baile precisa. Las
mallas de las piernas, rotas y mal remendadas, plumas de ave que
en algún momento destacarían por sus vivos colores,
ahora estaban mustios como casi todo en Cuba.
Anecdóticamente diré que al inicio del
espectáculo el director de la orquesta se dirigió
al público y brindó la posibilidad a cualquiera de
los asistentes de tocarles la canción que les solicitaran,
me levanté y pedí que tocaran el "Cielito Lindo",
canción tan querida y cantada por mi padre Ramón,
que según me había contado, infinidad de veces,
haberla oído tocar por primera vez en La Habana, por
allá 1918. En el entretanto la orquesta complacía
mi petición, mi mente se fue muy lejos, voló junto
con mi corazón, allá arriba donde a mi entender y
creencias, pienso debe estar el bueno de Ramonsito, al mismo
tiempo que se me asomaban unas lágrimas que humedecieron
mis ojos y que traté en vano de impedir. Va por ti
Ramón, pensé con el corazón lleno de gozo
por haber podido realizar una promesa que desde años me
había hecho a mi mismo. Al día siguiente nos
desplazamos por carretera a la península de Varadero,
provincia de Matanzas. La carretera o autopista, era de dos
carriles en cada sentido con un firme bastante irregular, pero
transitable.

Por el camino, pudimos observar la falta de
tráfico al que nosotros, los europeos, no estamos
habituados, nos cruzábamos con algún
vehículo muy de tarde en tarde, a ambos lados de la
calzada esporádicamente unos grandes carteles en los
márgenes de la calzada, en el que se proclamaban consignas
revolucionarias, parecían que deseaban convencer a los
convencidos de las delicias del régimen y la heroicidad
cubana, en muchas de ellas predominaba la tan conocida
internacionalmente la imagen del "Che" Guevara, pensé por
mis adentros "cómo explotan a los muertos". Curiosamente
en ninguno de los carteles que pudimos leer que se citase al
Comandante. Por cierto, en nuestra visita al cuartel de San
Carlos de la Cabaña, pudimos visitar un museo dedicado al
Che, en el que, entre muchos objetos y recuerdos de este singular
y brillante personaje, se halla una lúgubre
fotografía de su cadáver tendido sobre una mesa ,
allá en un pueblito boliviano del altiplano, a Maite y a
mi nos impresionó mucho esa imagen. No he tenido la
oportunidad de leer demasiado sobre la vida de este insigne
revolucionario, pero pienso que debió ser un hombre digno
de ser conocido y tratado, probablemente debía envolverle
una profunda calidad humana como suele suceder en muchos
ideólogos, desafortunadamente tuvo el final que suelen
tener todos aquellos que entregan su vida para lograr el bien de
los demás. En una palabra, un ciudadano del mundo. Me
pregunto si ahora él estaría de acuerdo con su
fraternal y gran amigo Fidel, por la situación social de
extrema pobreza en que vive ahora toda Cuba.

Cruzamos la provincia de Matanzas bordeando la
bahía del mismo nombre y la playa del Mamey, por la
carretera conocida como Vía Blanca, la península se
une a tierra firme en la población de Santa Marta, al fin
llegamos a Varadero. Sencillamente esplendorosa. Una belleza
natural paradisíaca, playas como las que soñamos la
mayoría de europeos cuando pensamos en el Caribe, arenas
blancas, casi níveas, palmeras en la misma orilla del mar,
aguas de azul turquesa y todos estos tópicos que las
agencias de viajes han ido imbuyendo a los turistas a
través de sus pamfletos publicitarios.

La península discurre paralela a tierra firme,
con lo que uno puede elegir playas a sotavento o barlovento, a
nuestro entender las que miran al Caribe son las más
bellas.

Casi toda la línea de playa de la
península esta sembrada de gigantescos hoteles destinados
a complacer a los miles de turistas de todas nacionalidades que
anualmente visitan Cuba, predominan las cadenas hoteleras
españolas y francesas.

Muy próximo a nuestro hotel, una particular
edificación nos captó nuestro interés desde
el primer momento que la divisamos, se trataba de una preciosa y
enorme casa señorial rodeada de elegantes jardines ,
lindando con la playa y situada sobre un ligero promontorio
rocoso. Más tarde nos interesamos por ella y un empleado
del hotel nos informó que se trataba de la residencia que
había sido de la familia Du Pont, el famoso joyero y
fabricante de prestigiosos encendedores, entre muchas otras cosas
además de traficantes en armas.

Al día siguiente nos dirigimos al campo de golf
vecino al hotel y tuvimos la oportunidad de pasar muy cerquita de
la famosa casa Du Pont, hoy llamada Mansión Xanadú,
entramos hasta el umbral de la misma, verdaderamente una
maravilla de construcción, probablemente tenía algo
más de 80 años de vida. En la actualidad el
gobierno cubano la tiene destinada a un museo de no se
qué. Al parecer toda la península de Varadero fue
propiedad de los Du Pont y, me pregunto, ¿ qué
ocurrirá cuando Cuba regrese nuevamente a una libre
democracia?, el gobierno cubano se incautó de estas
tierras ilegalmente, pienso que la familia Dupont no habrá
firmado en ningún momento un documento de renuncia o
cesión. De llegarse a esa situación, a la que sin
duda alguna algún día se llegará, tan cierto
como que tengo que morir, Dios quiera que muy tarde, los
herederos Du Pont reclamarán la propiedad, dado a que
deben ser tenedores de la escritura de propiedad que les acredita
como a tales. ¿Qué posición van a tomar las
corporaciones turísticas hoteleras que en esos terrenos
han construido e invertido miles de millones de dólares?.
Probablemente se suscitarán los pleitos internacionales
más importantes habidos jamás en la isla y
deberá acudirse al Derecho Internacional.

En La Habana se encuentra un singular edificio, no lejos
del hotel en el que nos alojábamos que perteneció a
la conocida familia Bacardí, de origen catalán,
famosa por la elaboración del exquisito ron del mismo
nombre, hoy este edificio ha sido también incautado y
convertido a museo estatal.

Los días en Varadero fueron deliciosos, nuestro
hotel, Meliá Varadero Las Américas, pertenece a una
cadena española, simplemente excelente, los empleados
diferenciaban bastante de los que había en nuestro hotel
de La Habana, los de la capital eran empleados o funcionarios del
gobierno, en general y salvo excepciones, eran perezosos, poco
eficientes y casi maleducados. Los del hotel de Varadero eran de
otro estilo, amables, corteses y eficientes, se les notaba que
sus ingresos procedían de una compañía no
estatal y sujetos a despido laboral en el caso de no cumplir con
sus obligaciones profesionales.

Vino a visitarnos Javier, uno de los muchachos socios
del la Peña Barcelonista de La Habana, era uno de los que
había contactado con anterioridad a través de
Internet, un muchacho muy amable, ingeniero de minas, muy
preparado, en su familia casi todos son ingenieros, en Cuba hay
una grandísima cantidad de universitarios de
titulación superior en un amplio abanico de
especialidades, principalmente en; medicina, ingeniería,
arquitectura, biología, etc. Una gran parte de ellos
obtuvieron su licenciatura en alguna universidad de la antigua
Unión Soviética.

Se observa la influencia rusa en los nombres de muchos
cubanos nacidos después del año 1958, prevaleciendo
los nombres de origen ruso o eslavo y, caen en desuso los de
origen español, en especial en la capital del país.
Lamentablemente una gran mayoría de estos licenciados no
tiene la posibilidad de desarrollar plenamente sus conocimientos
debido a la falta de empresas y sociedades de libre actividad que
podrían contratarles y ofrecerles un futuro más
esperanzador que recompensara sus esfuerzos en la
obtención de su titulación.

Nuestra estancia en Cuba estuvo colmada de emociones
nostálgicas, pero a la vez triste por todo lo que nuestros
ojos habían visto. El pueblo cubano, en su mayoría,
hacía ya algunos años que se había dado
cuenta de dónde les había metido el dictador, pero
era tal el férreo control y vigilancia al que están
sometidos que no pueden dar un paso que no sea conocido por sus
vigilantes, hasta el extremo que evitan hablar de cuestiones
políticas incluso en la intimidad y en lugares solitarios,
los confidentes están por todas partes. Mi esposa y yo
evitamos en todo momento hablar de temas políticos con el
fin de no comprometer a ninguno de nuestros interlocutores, pero
estábamos extrañados que los cubanos, siempre tan
emprendedores y valientes pudieran soportar hasta este extremo la
falta de libertad, comida, medicinas, etc. y no se hubiesen
echado a la calle en busca de la democracia y
libertad.

De nuestra visita pudimos obtener los datos de una de
las hijas de Antonio Batista Albá, primo hermano de
Ramonsito, mi padre, nos facilitaron un domicilio y un
teléfono de Georgina Batista, Yoyi. A nuestro regreso a
Barcelona gracias a Internet pude localizarla y ella me
facilitó la de su hermano, Tony Batista, ambos afincados
en los Estados Unidos de Norteamérica, en Tampa Yoyi, y en
Miami Tony, fue para nosotros un motivo de gran alegría
pues me permitía reconstruir esta modesta historia
familiar desde el "otro lado".

Yoyi es hoy una feliz abuela, junto a su segundo esposo
Henry Brooks, un santo varón donde los haya, al que
apreciamos sinceramente.

Tony, es también otro feliz abuelo junto a su
esposa Lourdes, Luli, como el la llama, con quienes casi
semanalmente nos comunicamos por Internet.

Yoyi y Henry que son redomados e incansables viajeros,
nos ha visitado en varias ocasiones, son unos enamorados de
Barcelona y de todo lo que sea catalán, no puede negar que
por sus venas corre sangre catalana, el abuelo de ambos, Antonio,
era el hermano de mi abuelo, Don, Manué y la abuela era
nacida en el pueblo de Agramunt, provincia de Lléida,
donde se elabora el mejor turrón del mundo.

Una vez más mi agradecimiento a todos cuantos
colaboraron desinteresadamente facilitándome datos y
fotografías que me aportaron la luz y conocimientos
suficientes para poder documentar esta modesta obra y en
particular a Alejandro Aparicio, Clarisse Droval y Tamara Mesa y
mi hijo Manel Batista de Miguel.

Detengo aquí mi relato, poco más
podría añadir, sino el profundo cariño que
siento por Cuba y sus gentes…

Quizás algún día alguien se atreva
a continuar este relato familiar que yo
inicié………

Manel Batista i Farrés, diciembre
2009.

Anexo

Un recuento de los acontecimientos en Cuba
en 1961?.

De:

Georgie
(georgieb2777@hotmail.com)

Enviado:

sábado, 17 de julio de 2010
22:30:44

Para:

Manuel Batista
(mdmbcn@hotmail.com)

Querido primo Manuel, disculpa que ha pasado tanto
tiempo desde que te prometí esta información, no
puedes ni imaginarte lo mal que me he sentido, es ahora
después de muchas semanas de terapia
física

y de ejercicios acuáticos que estoy
empezando a sentirme mejor.  Cariños Yoyi

  ——————-

" Verano del 2011 – Desde Sant Quirze de Safaja,
Barcelona, España ".

Añado al libro que publiqué y
titulé : "VIVIR ENTRE SAN FRANCISCO Y NOVENA", este
documento manuscrito que a requerimiento mío, mi prima
Georgina Batista (Yoyi para todos) me hizo llegar.

Hoy la señora de Brooks, felizmente residente en
los Estados Unidos de Norteamérica, rodeada de sus seres
más queridos y de un esposo ejemplar y querido por todos,
goza y presume de la nacionalidad norteamericana, con absoluta
integración y sentimiento en su nueva patria que la
adoptó y donde pudo realizarse con la anhelada libertad
que todo ser humano tiene derecho, por el solo hecho de ser, un
ser humano.

En varias de las muchas conversaciones que con ella he
mantenido, pude darme cuenta de que en su fuero interno subyace
este amor natural de la semilla que el ser humano posee del lugar
en el que por primera vez en la vida vio la luz, y en este caso
no es otro que su amada Cuba. Ello se hace todavía
más amargo si en los años que nos quedan de
nuestras vidas no tenemos la posibilidad de volver a ver los
lugares que nos vieron corretear por primera vez, o darnos una
buena y sosegada caminata por el precioso Paseo del Prado, o por
la Habana Vieja, el Malecón y admirar el castillo del
Morro, que para un cubano no hay otro lugar en el mundo que
iguale a los que acabo de citar.

Sin olvidar a los familiares que no tuvieron la fortuna
de poder abandonar el país a su debido momento.

En este documento Yoyi relata y sintetiza con harta
benevolencia, las barbaridades y tropelías que durante los
inicios de la revolución castrista se vio sometida, y que
tanto ella como su hermano Tony y la mamá de ambos,
además de otros familiares allegados tuvieron que
soportar, algunas de ellas motivadas por la incultura o
ignorancia de quienes las efectuaban, donde el odio y el rencor
entre sujetos de determinadas clases sociales efectuaron a la
sombra del poder que la revolución les había
conferido. Nosotros los españoles sabemos mucho de ello,
por haberlo sufrido y soportado entre los años del mandato
de la última república allá por los
años 1934 hasta 1939, en que finalizó la guerra
entre hermanos y nos abocó a una férrea dictadura,
a Dios gracias hoy ya superada.

——————–

Manel, aquí te envío un recuento de los
sucesos del día de la Invasión de la Bahía
de Cochinos el 17 de Abril de 1961.

"En el año 1961 cuando ocurrió la
Invasión de la Bahía de Cochinos, (yo había
tenido una cirugía en el pie izquierdo, esto fue 5
días antes, con la pierna enyesada hasta la rodilla, en
ropa de dormir y usando

muletas), estaba yo sentada en el portal del frente de
nuestra casa, eran mas o menos las 7 de la tarde.  Me
sorprendió ver a dos o tres vehículos militares
llenos de milicianos llegar al frente de nuestra casa, estaban
todos muy bien armados y demandaron entrar a la misma con la
pretensión de que tenían noticias de que en nuestro
hogar se guardaban armas para la ayuda de los
invasores.

Inmediatamente cercaron la casa y forzaron la entrada
buscando el armamento que supuestamente
almacenábamos.

Nada fue descubierto en aquella búsqueda
insensata, excepto una escopeta de cazar pajaritos, la cual fue
encontrada prontamente pues no estaba escondida y
pertenecía a mi hermanito Tony, quien tenia entonces 17
años.

Terminada la búsqueda nos llevaron a todos
prisioneros, nuestra madre, padrastro, mi hermano Tony, y a mi me
levantaron en peso para depositarme en el auto
policíaco.

Después de unos 45 minutos fuimos entregados a
otro grupo de milicianos muy bien armados con
ametralladoras,  estábamos ahora en el Estadium de la
Ciudad Deportiva, donde iban depositando a todos los prisioneros
que recogían alrededor de la Ciudad de La
Habana.

Pasamos un par de horas de pie en el Estadiun
sin saber que iba a ocurrirnos, cuando comenzó un
motín que terminó en el asesinato de varios
prisioneros, uno de ellos fue baleado a unos pocos pasos de
nosotras, nunca olvidare como manaba la sangre que manaba de las
heridas en su pecho.  Las gentes corrían enloquecidas
de un lado a otro para evitar ser heridos por las balas de las
ametralladoras.  Mi madre y yo nos tiramos al piso
metiéndonos debajo de las butacas del estadium, donde
permanecimos hasta que el fuego cesó.  Con gran
pánico descubrí que mi pierna izquierda mas la ropa
de mi madre estaba cubierta desangre, pensé que ella
estaba herida, no podía sostenerme en pie pues al tirarme
al suelo durante el tiroteo hice que el clavo de 5 pulgadas que
había sido instalado en mi pie durante la cirugía,
se había salido de su lugar.

 Gracias a Dios un miliciano de avanzada edad vino
a nuestra ayuda y procuro ponerme en una ambulancia y, a mis
ruegos, dejo que mi madre me acompañara al
Hospital.

Durante el viaje al Hospital, eran mas de las 2 a.m. y
las calles de La Habana se hallaban desiertas, de vez en cuando
se escuchaba el bombardeo aéreo que estaba ocurriendo y,
los aviones volando sobre la ciudad la cual había sido
ocupada por los insurgentes quienes fueron aplastados por las
fuerzas del ejercito de Castro.

Fue una noche terrible, nunca quisiera acordarme. A
nuestra llegada al Hospital me fue negada asistencia medica y
hubo una orden de reintegrarnos con los demás prisioneros,
gracias a la ayuda de unos de los Médicos
(Contra-revolucionario) dio la orden de que fuera atendida. 
Esa noche extrajeron el clavo de mi pie y removieron el yeso que
cubría mi pierna. Fuimos entonces encarceladas en un
cuarto con un miliciano armado de una ametralladora haciendo
guardia continua en nuestra puerta.

Pasaron 15 días interminables durante los cuales
no veíamos a nadie, no teníamos ropa para
cambiarnos ni siquiera jabón para bañarnos o pasta
de dientes, solo recibíamos comida y tranquilizantes y
algunos otros medicamentos para prevenir la infección en
el pie, tampoco teníamos noticias de cual había
sido la suerte de Tony y de Chimi como cariñosamente
llamábamos a nuestro padrastro.  A los quince
días, Rosita, la hermana mas joven de nuestra madre pudo
pasar a escondidas a nuestro cuarto trayéndonos ropa y
otras necesidades, pero lo mas importante fue saber de
nuestros seres queridos a quienes vimos por ultima vez en el
Estadium de la Ciudad Deportiva.  Mi madre lloraba
diariamente pensando que podía haberle ocurrido a su hijo
Tony y yo también muy asustada trataba de calmarla. 
Supimos entonces que Tony y Chimi habían obtenido la
libertad después de haber estado prisioneros en las
mazmorras del Castillo del Príncipe, en la Habana, a donde
fueron llevados, allí se encontraban la mayoría de
los prisioneros.  Tony estaba muy desmejorado,
flaquísimo y cubierto con un moho negro que tapaba sus
poros;  durante los 15 días que pasaron en el
Castillo del Príncipe, nunca recibieron comida normal,
sino eran alimentados con agua en la que habían hervido
frijoles o algo por el estilo, según ellos era un agua
sucia que apenas podían tragar, estaban desesperados sin
tampoco tener noticias de nosotras y también sin saber que
estaba ocurriendo en el país.

 Mi madre y yo permanecimos encarceladas en el
Hospital durante 23 días.  Cuando obtuvimos nuestra
libertad y regresamos a nuestro hogar, abandonamos la casa y nos
fuimos a vivir en casa de una tia política

de Mami,  llamada Laudelina Martín, 
nunca la olvidare, el día que Castro cambio la moneda, le
acompañe al banco a recoger unos cuantos miles de pesos
que su esposo, el tío  de mi madre le había
dejado al morir y el gobierno le entrego solamente 250 pesos
expresando que a eso era todo a lo que tenia derecho, sus
lagrimas no se secaron por lago tiempo.  De la casa de
tía Laudelina partimos con una Visa Waiver hacia USA el
día 30 de Septiembre de 1961.  Uno de los mejores
días en nuestras vidas!!!.

GeorginaBatista. Tampa, U.S.A.

2011.

 

 Autor:

Manel Batista

Partes: 1, 2, 3, 4
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