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Alma mortal




Enviado por Jesús Castro



  1. Introducción
  2. El
    alma humana y la ciencia
  3. Deseo
    de pervivencia

Este artículo pretende contestar lo más
eficaz y sencillamente posible la siguiente pregunta, basada en
los estudios profundos del Génesis: ¿De qué
manera el concepto clásico de "alma humana inmortal" ha
sufrido descrédito en nuestros días?

Introducción.

Iván Petróvich Pavlov
nació en Riazán el 14 de septiembre de
1849 y murió en San Petersburgo el 27 de febrero de
1936. Fue un fisiólogo y psicólogo
ruso, hijo de un patriarca ortodoxo. Comenzó a estudiar
teología, pero la dejó para empezar medicina y
química en la Universidad de San Petersburgo, siendo su
principal maestro Bekhterev. Tras terminar el doctorado en 1883,
amplió sus estudios en Alemania, donde se
especializó en fisiología intestinal y en el
funcionamiento del sistema circulatorio, bajo la dirección
de Ludwid y Haidenhein.

Pávlov es conocido sobre todo por
formular la ley del reflejo condicional, que por un
error en la traducción de su obra al idioma inglés
fue llamada "reflejo condicionado", la cual desarrolló
entre los años 1890 y 1900, después de que su
ayudante E.B. Twimyer observara que la salivación de los
perros que utilizaban en sus experimentos se producía ante
la presencia de comida o de los propios experimentadores, y luego
determinó que podía ser resultado de una actividad
psicológica.

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La guerra civil rusa y la llegada del
comunismo no influyeron en sus investigaciones. A pesar de
no sentir simpatía por el nuevo
régimen, no sufrió represalias por parte de los
comunistas. Después de la Revolución de Octubre fue
nombrado director de los laboratorios de fisiología en el
Instituto de Medicina Experimental de la Academia de Ciencias de
la URSS. En cierta ocasión llegó a declarar: "Por
este experimento social que están realizando, yo no
sacrificaría los cuartos traseros de una rana". No hay
evidencia de que se haya involucrado en la Revolución de
Octubre ni, en general, en el movimiento comunista.

El libro "Anatomía y
fisiología humanas" de V.G. Tatárinov, de 360
páginas, publicado en español por la
Editorial Mir de Moscú en 1987, dice, en parte, en su
página 12: "Tienen importancia particular las
investigaciones científicas de Pávlov dedicadas al
estudio de las funciones de la corteza cerebral. Estas
investigaciones demostraron que la actividad psíquica del
hombre se asienta en procesos fisiológicos que tienen
lugar en la corteza cerebral. Antes de […] Pávlov la
esencia de la actividad psíquica era desconocida y se
consideraba como imposible de conocer. El estudio de las
funciones de la corteza cerebral, con las cuales está
ligada nuestra actividad psíquica, sólo fue posible
después que Pávlov demostrase que la actividad de
la corteza cerebral se fundamenta en el proceso de
formación de los reflejos condicionados… La
teoría sobre la actividad nerviosa superior, creada por
Pávlov, es profundamente materialista y refuta las
concepciones religiosas e idealistas acerca del alma y la
incognoscibilidad del trabajo espiritual".

El mismo libro, en su página 321,
añade: "La teoría de Pávlov sobre el segundo
sistema de señalesconstituye la base para la
comprensión de la esencia fisiológica del
razonamiento, de la actividad psíquica. Hasta
Séchenov y Pávlov reinaba el concepto de que la
actividad psíquica o, como se decía, la vida
espiritual no estaba ligada con la actividad corporal, es decir,
con los procesos que transcurren en el cuerpo humano. Algunos
científicos consideraban que el estudio de la actividad
psíquica del hombre era del todo imposible… Al
establecer las leyes fundamentales que rigen la actividad
nerviosa superior, Pávlov demostró que en la base
de la actividad psíquica radican los procesos
fisiológicos que tienen lugar en el cerebro".

El alma humana y
la ciencia.

El documental audiovisual "El alma
está en el cerebro" (17-12006, televisión
española) de la serie "Redes para la ciencia" (presentado
por Eduardo Punset) menciona, desde el punto de vista
histórico, las investigaciones y los resultados de varios
estudiosos del pasado que han servido para llegar a comprender
mejor el papel fundamental que juega el cerebro en las
manifestaciones que tradicionalmente se consideraban "potencias
del alma", a saber, cualidades exclusivas de una supuesta "alma
humana inmortal e inmaterial". Dentro de la doctrina
eclesiástica, dichas potencias han sido consideradas (y
siguen siendo consideradas en algunos reductos teológicos
anacrónicos), idénticas a las creídas por el
místico y santo católico Juan de la Cruz
(1542-1591), y son: el entendimiento, la memoria y la
voluntad.

"¿Dónde se cobija el alma? ¿En el
corazón?… ¿[Hemos podido ver] esas
imágenes de [Jesucristo] con el corazón
candescente, con una llama [que brota de él]?… ¿O
bien [el alma se encuentra] en el cerebro, porque el
alma se ha hecho carne en el cerebro?… A primera vista parece
bastante fácil [responder a estas cuestiones]. Digamos que
algunos animales ni siquiera se reconocen a sí mismos [en
un espejo]; [pero] otros, como los chimpancés (al igual
que nosotros), se reconocen [o] tienen una idea de sí
mismos. [Pero] a nosotros, lo que nos distingue de unos y otros
[animales] es que tenemos una imaginación que nos permite
elucubrar; [además] tenemos emociones y memoria;
éstas eran las 3 facultades [o potencias] del alma,
según todo el pensamiento [filosófico y religioso]
que nos ha precedido. [Ahora bien,] ¿dónde
está el alma?

¿Dónde se cobija?… Bueno, para unos
estaba en el corazón [, tal como se presenta en la imagen
a Jesucristo con el corazón envuelto en
llamas]; y para otros, [para] los primeros grandes
científicos, el alma estaba en el cerebro: el alma se hizo
carne. ¿Pero hemos resuelto, de verdad, el misterio…?"
(Eduardo Punset, "Redes para la ciencia: El alma está en
el cerebro", televisión española,
17-1-2006).

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"Nuestra mente [es] lo que somos.
Recuerdos, emociones y experiencias se acumulan en el
cerebro, fijándose en las uniones
electroquímicas [que hay] entre los millones de neuronas
que contiene… ¿Alma o psique?… Caben en [el cerebro]
poco más de kilo y medio de tejido, el mismo que el
filósofo Henry More describía como "esa
desestructurada, gelatinosa e inútil sustancia". Casi
todos sus colegas pensaban como él y no era raro [, pues]
nos encontramos en la Inglaterra de mediados del siglo XVII. El
"alma" es un principio inmortal e inmaterial que piensa, siente y
rige el cuerpo; [sien embargo,] el cerebro es una glándula
de aspecto desagradable y de irritante inutilidad… En este
momento histórico, alguien acuña la palabra
"neurología". Es Thomas Willis, quien, por aquel entonces
y junto a un grupo de sabios, va a dar comienzo a una nueva era:
la era "neurocéntrica", en la que nos encontramos hoy,
donde cerebro y mente son dos conceptos inseparables… Willis
estudió con detalle la estructura cerebral y propuso una
nueva concepción de la mente. Para él, pensamientos
y emociones eran tormentas de átomos en el cerebro. De
alguna manera, abrió el camino teórico que
habría de llevar al descubrimiento de los
neurotransmisores cientos de años después… Si
Descartes estaba equivocado, si no había espíritu y
todo era materia, los males del alma habrían de ser
físicos… [Willis] propuso entonces que los trastornos,
como la depresión, se podían curar con substancias
químicas [o] preparados capaces de restablecer el
equilibrio del fluido nervioso… Hoy forman ya parte de nuestra
cultura los fármacos contra la ansiedad o la
depresión, la timidez o la hiperactividad… Puede que, en
su forma, las teorías de Willis se parecieran más a
la alquimia que a la ciencia moderna, pero es innegable que dio
los primeros pasos hacia la concepción de mente y cerebro
que tenemos hoy. Inauguró, hace más de tres siglos,
nuestra era: la era del cerebro" ("Redes para la ciencia: El alma
está en el cerebro", televisión española,
17-1-2006).

Carl Zimmer, escritor y periodista, publica
regularmente sus trabajos sobre ciencia en el "New York
Times" y está comenzando a destacar como uno de los
mejores ensayistas en este campo. En una entrevista
que le realizó Punset, acerca de la historia de la
neurociencia, dijo lo siguiente: "La idea del alma, o de
algo parecido al alma, probablemente surgió
hace mucho tiempo… Tendemos a ver un agente en las cosas.
Nuestros cerebros están programados para entender las
intenciones de los otros, pero también podemos llegar a
ver una intencionalidad en un círculo que se mueve por la
pantalla [de un ordenador, por ejemplo]; si se desplaza de un
modo concreto quizás digamos: «¡Mira, el
círculo está persiguiendo al cuadrado!».
Así que imponemos un alma incluso en las formas
abstractas. Se trata de un instinto muy nuestro. Me parece que es
bastante fácil que ese instinto […] diera lugar al
concepto de alma… [En] la Edad Media se creía que
incluso los árboles, o las rocas, tenían alma…
Así que, en la naturaleza, había almas por doquier.
Siempre que [alguien percibía] algo parecido a una
acción o cambio, [creía] ver un alma… En el
antiguo Egipto creían que el corazón era el centro
de la vida, [y] que el alma residía en el corazón.
Aristóteles también pensaba que el corazón
constituía el centro de la vida. Muy poca gente pensaba en
el cerebro como lo hacemos ahora, [no veían en el cerebro]
el lugar en el que se ubica nuestro sentido del yo, nuestra
personalidad, nuestros recuerdos, etc. El corazón fue un
concepto muy poderoso que estuvo vinculado al alma durante
siglos. En la Edad Media, se creía que cada persona
tenía tres almas: una en el hígado, otra en el
corazón, y luego estaba el alma racional, el alma del
cristianismo, que no se ubicaba en ningún lugar concreto
porque se trataba de un [ente] inmaterial… [Pero casi todos]
pensaban que [en el corazón] residía el alma, que
lo más recóndito de cada ser estaba en el
corazón… [Entonces llegó Thomas Willis y dijo que
todo estaba en el cerebro]. Se trataba de un modo totalmente
nuevo de reflexionar sobre la naturaleza humana. Afirmaba que la
memoria, la capacidad de aprendizaje y las emociones eran en
realidad producto de los átomos del cerebro, de la
química. Nadie había pensado eso antes… [En] el
siglo XVII, fueron Thomas Willis y sus colegas los que llegaron a
esta idea por primera vez. Se trataba de una idea bastante
revolucionaria por aquel entonces… Él observaba el
cerebro de los peces, de los monos, de las vacas; analizaba estos
cerebros y veía semejanzas y diferencias. El cerebro
humano se parecía mucho al cerebro de otros animales, y
Thomas Willis creía por tanto que si un animal
tenía las mismas partes que un humano, estas partes
podrían hacer las mismas cosas que en los humanos.
Creía de veras que un caballo recordaría
dónde había buena comida en el prado, utilizando
las mismas partes cerebrales que nosotros. Sólo que
nosotros teníamos un cerebro mayor, capaz de más
pensamientos, por así decirlo" ("Redes para la ciencia: El
alma está en el cerebro", televisión
española, 17-1-2006).

La idea de uno mismo, del yo, preocupa a la gente cuando
piensa en la muerte, en el carácter inevitable de la
muerte. No es tanto que los átomos de uno se desvanezcan,
sino más bien que el yo vaya a desaparecer…
Aparentemente éste es uno de los motivos por los que
enfermedades como el Alzheimer resultan tan devastadoras. Mirando
a alguien que padece la enfermedad de Alzheimer, u otro tipo de
daño cerebral similar, puede verse cómo el yo de la
persona desaparece, destruyéndose paulatinamente a medida
que el cerebro se va deteriorando. Esto es bastante diferente a
una muerte súbita, en la que parece que el yo
se marcha a otro lugar… Pero cuando alguien tiene
Alzheimer lo que se aprecia es que su yo se desintegra y
desaparece, o bien se transforma en otra persona. Es una
extrañeza lo que sucede con algunas de estas demencias…
Alguien que ha sido afectado por esta enfermedad puede pasar, por
ejemplo, de ser muy conservador a ser muy liberal; o a vestirse
repentinamente de un modo totalmente distinto, o a querer hacerse
pintor; ya no parece la misma persona y apenas puede recordar su
propio yo. Pueden estudiarse los cerebros de esta clase de
pacientes y ver que albergan cambios físicos en el tejido
encefálico, los cuales cambian la personalidad del
individuo… Mucha gente ha estudiado el yo desde una perspectiva
neurológica, a través de gammagrafías
cerebrales, y ha descubierto que nuestro cerebro actúa de
un modo distinto cuando pensamos en nosotros mismos. Hay ciertas
regiones cerebrales que parecen coordinar un tipo especial de
pensamiento cuando centramos la atención y la
reflexión en nosotros mismos ("Redes para la ciencia: El
alma está en el cerebro", televisión
española, 17-1-2006).

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"Por consiguiente, el yo no sólo puede
considerarse como la manera especial que tiene el cerebro de
identificar todo lo que tiene que ver con nosotros mismos, sino
que es más bien un proceso, o una clase de
organización. Es así como los científicos
empiezan a considerarlo… Y cuando se altera esa red
organizativa, es cuando empiezan los problemas del yo… La
persona con dicha alteración ya no se parece a lo que era
antes, porque no puede retomar su memoria autobiográfica.
Simplemente no recuerda quién era, y tal vez la manera de
regular las emociones al pensar en sí mismo también
cambian, por lo que emocionalmente parece otra persona… Sin
embargo, todavía quedan muchas cosas por entender; y la
con ciencia, así como también la autoconciencia,
siguen siendo un misterio…" ("Redes para la ciencia: El
alma está en el cerebro", televisión
española, 17-1-2006).

Desde la época de Willis, la neurociencia ha
cambiado muchísimo y se han mejorado tremendamente los
métodos de exploración cerebral. En aquellos
tiempos no había ninguna clase de técnica de
localización de fenómenos cerebrales, por lo que lo
único que se hacía era postular hipótesis.
Actualmente, se disponen de medios para localizar áreas
cerebrales con gran exactitud, fundamentalmente utilizando
métodos de estimulación eléctrica y en
algunos casos también manejando señales
magnéticas… La identificación de las funciones de
las distintas partes del cerebro es de gran utilidad, por otra
parte, para las operaciones de extirpación de focos
epilépticos. Conocer bien su disposición permite al
médico encontrar el camino adecuado hasta el foco a
eliminar sin dañar ninguna parte importante del cerebro.
Han de identificarse bien las regiones encefálicas que
deben ser protegidas, por lo que previamente a la
intervención quirúrgica lo que se hace es estudiar,
mediante mantas de electrodos, las estructuras cerebrales
responsables de las distintas actividades y funciones: movimiento
(área motora), habla, comprensión del habla,
visión, sensibilidad (área somatosensorial)…
Aplicando, pues, corrientes eléctricas en distintas zonas
del cerebro se puede observar cómo éstas
desencadenan distintas respuestas fisiológicas,
dependiendo del lugar donde se encuentre cada electrodo… No
todos los pacientes tienen exactamente las mismas localizaciones
cerebrales, pudiendo darse una variabilidad de entre
0'5 y 1 cm en la ubicación de éstas; de ahí
la necesidad de efectuar estas exploraciones de mapeo
cerebral, con electrodos, en el preoperatorio
(Información facilitada por el doctor Jesús Pastor,
neurofisiólogo del hospital "La Princesa", para "Redes: El
alma está en el cerebro", televisión
española, 17-1-2006).

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La multitud de exploraciones cerebrales que hoy
día se llevan a cabo en los centros hospitalarios de
neurocirugía han dejado bien claro, para los profesionales
al menos, que las denominadas "facultades o potencias del alma"
que antaño se atribuían a esa entelequia
supuestamente inmaterial e inmortal carecen de todo fundamento
científico y racional, quedando sólo en los
dominios anacrónicos de una teología conservadora a
ultranza o de algún tipo de filosofía arraigada y
congelada en el pasado. Por consiguiente, la noción
bíblica de alma, de "néfesch", según se
presenta en el Génesis, es realmente vindicada por la
neurociencia de nuestra época. Así, pues, toda
creencia filosófica o religiosa que actualmente defienda
la existencia de un alma humana inmaterial e inherentemente
inmortal carece de apoyatura bíblica y científica;
permanece dentro de una dogmática alejada de
la realidad.

Deseo de
pervivencia.

Existe en el ser humano un fuerte deseo de pervivencia
del yo, según hemos visto anteriormente. No es tanto un
instinto de supervivencia, que al parecer comparte con los
animales y que se caracteriza por una serie de mecanismos
automáticos que pretenden perpetuar la vida
orgánica del individuo cuando ésta se encuentra
amenazada, como, más bien, un sentimiento complejo de
índole superior y racional. En la página 3 anterior
se decía que este deseo surge porque la persona humana se
resiste a que su "yo" desaparezca, sin importar demasiado que sus
átomos corporales se desvanezcan o no. Tal vez por esta
razón surgió el concepto de "alma inmortal", porque
tal idea garantizaba de alguna manera la pervivencia del "yo",
aunque el cuerpo físico desapareciera; es un caso claro de
adecuación de la realidad a la especulación, propio
de las etapas infantiles de la vida y también
característico de la infancia de la ciencia, en donde el
ser humano pretende hacer que la realidad se doblegue ante sus
elucubraciones o fantasías.

Sin embargo, si no hay ningún alma
que sobreviva a la muerte del hombre, tal como parece haber
quedado claro, entonces cabe preguntarse: ¿Significa esto
que la muerte pone fin a toda expectativa de vida posterior?
¿Qué hay de las personas que han sido fieles a Dios
y a su guía, como Noé y Abrahán? ¿Han
muerto para siempre? ¿Es, el deseo de pervivencia, un
engaño de la mente? ¿Qué nos dice el
Génesis?

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Autor:

Jesús Castro

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