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Sin valores éticos no hay valores revolucionarios



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

  1. Resumen
  2. Prólogo
  3. El pensamiento cubano en el siglo XIX
  4. Pensamiento cubano en el siglo XX
  5. Notas
  6. Bibliografía consultada

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Resumen

Con esta obra el autor pretende ofrecer al lector, hechos demostrativos, de que solo a partir de esenciales valores morales es factible construir valores revolucionarios La eticidad, rasgos definitorio por excelencia del pensamiento cubano en el decursar de algo más de dos centurias, constituye un invalorable legado a las nuevas generaciones como medidor valorativo de la ejecutoria política de significativas personalidades en nuestra historia..

Palabras clave: pensamiento cubano, valores éticos, valores revolucionarios.

Prólogo

Las normas de conducta humana desempeñan el rol esencial en el decursar histórico, como corrobora el nacimiento de la ética, imbricada al conocimiento filosófico, desde las más antiguas sociedades. que intenta argumentar a partir de complejas conceptualizaciones, enjundiosos tratados y reveladoras investigaciones. No obstante, aún en tiempos más pretéritos, ya recoge la ciencia como en el hombre primitivo, en gradual proceso perfectivo de evolución como especie, se van arraigando nuevas prescripciones de actuación, que como tabúes, dictan la actividad práctica cotidiana, ora en la base sustentadora de sus necesidades alimenticias; en el tratamiento y obligaciones de cada sexo, en la distribución de tareas en el grupo social o incluso en la reproducción, muy cercana durante una larga etapa, a lo puramente institivo animal, sin dejar de aprehender y aprender, determinados condicionamientos, solo específicos al homo sapiens.

Parejamente a la imposición inicial, por hábito primero y posteriormente por tradición, se conforman gradualmente, lo que pudiéramos valorar en la óptica actual, como incipiente consenso, determinados criterios de aceptación acerca de lo reconocible como el bien y el mal, de lo correcto y lo incorrecto, de lo permitido y lo prohibido, siempre relativos y permeados, ya adentrados en el nacimiento de las primeras y más antiguas sociedades explotadoras, por los intereses de clase, grupo, capa o sector social, como antípodas en permanente contradicción, siempre afanosas del logro de su legitimización y supremacía.

El decursar histórico de la sociedad, en su infinita contradicción entre diversidad e identidad, posee como una de las principales fuentes para su más veraz conocimiento, el perenne indagar en la historia de las normas de conducta humanas, tanto sociales como individuales, imperantes mayoritariamente en cada etapa de su zigzagueante pero progresivo desarrollo. Tales normas morales y su estudio, como componente presente en las filosofías más antiguas, nos abrirá un mundo fascinante de nuevos saberes, no obstante plagados en no escasas ocasiones, de arbitrariedades de juicio, deleznables métodos de explotación del hombre por el hombre, diversos criterios de organización de las estructuras estatales afines a sus intereses, prácticas discriminatorias por sexo, clase, religión, ideas políticas o raza, que sacralizadas de una u otra forma por imposición de las élites gobernantes, adquieren status jurídico a través de cuerpos legales, de autoría humana. No pocas de tales rémoras degradantes para la dignidad personal aún superviven en la sociedad actual, revestidas de múltiples formas de organización social, o agazapadas, lo que es mil veces más peligroso, en la conciencia de los hombres.

En el pensamiento cubano en algo más de las dos últimas centurias, en los marcos de un peculiar y complejo proceso socio-cultural, la cubanía se impone al criollismo, en sus modos de hacer y de pensar, tradiciones y costumbres, gustos e idiosincracia. Su comprensión tiene necesariamente que fundarse en la interpretación de la cultura como…"…resultado, a la vez que premisa, de los valores creados por el hombre en la producción material y espiritual, nutrida de diversos orígenes étnicos en su amplio espectro de arte y pensamiento, tradiciones y costumbres, lenguaje y creencias, rasgos psicológicos y normas conductuales". (1)

En las múltiples aristas que esta producción intelectual ofrece a los investigadores en sus contenidos político, pedagógico, sociológico, religioso, literario, filosófico y otros tantos, igualmente relevantes, es en el plano axiológico donde este pensamiento, como normas conductuales de vida, expresadas en la obra e ideario, les hace trascendentes, a través del estudio de personalidades significativas en la historia de Cuba. (2)

Tal como expresáramos en la introducción a nuestra obra Presencia de la ética martiana en la política cubana :

"La eticidad, como fundamento clave del pensamiento cubano más progresista en las dos últimas centurias, rectora, como su basamento esencial, otros rasgos no menos significativos, como el pensar y el hacer filosófico, pedagógico y humanista. Su profundidad, autoctonía, patriotismo y creatividad conserva su plena vigencia, como expresión de continuidad y ruptura, en las raíces más genuinas de la Ideología de la Revolución Cubana, que, no obstante las temporales distorsiones a que se ha enfrentado, producto de erróneas interpretaciones humanas sustentadas en criterios poco felices, pero que siempre renace, con su fortaleza revivificadora en las ideas del Maestro, gestor de la "Guerra necesaria", negadas a vegetar como antaño, en el mármol frío de celebraciones patrioteras y convites farisaicos de "generales y doctores", como satirizara Loveira en su antológica novela de los umbrales del pasado siglo, o como fuente de banales retóricas onomásticas y politiqueras, para retomar su propia esencia, como programa de guía y lucha en la aspiración de profundas transformaciones socio-económicas, en beneficio de las más amplias masas populares.

Resulta a todas luces evidente el reto que significa para la educación ético-ciudadana y la propia supervivencia como nación, en este nuevo siglo y milenio, el enfrentamiento de la humanidad a un mundo signado por las crecientes desigualdades, y el imperio de la unipolaridad con sus pretensiones hegemónicas. Ser ciudadanos compromete y obliga a un sentido de pertenencia patria, cultura identitaria y apropiación de convicciones y valores éticos, que trascienden el mero saldo programático o institucionalizado, tanto en el marco universal o nacional, expresado en deberes y derechos, sino ser copartícipes de una eticidad de práctica real y no meramente formal, con base en sólidos principios, fraguados en el magisterio mancomunado de familiaescuelacomunidad y sociedad, en integralidad pródiga y fecunda, como portadores de las tendencias más progresistas de una época histórico-concreta, acicate de ideales atalayadores y expresión del protagonismo popular, hacedor de utopías". (3)

Cada época histórica, mediante el actuar de sus generaciones mayoritariamente protagónicas, arrostra la presencia de sus peculiares retos, virtudes y errores, logros y frustraciones, que deja como legado a los más jóvenes, el discernimiento y opción entre los intereses más generales de su momento, aquello de efectiva utilidad para el pueblo, entendido como tal la acertada conceptualización declarada por Fidel Castro, en su ya antológica Historia me absolverá:

"¿Por qué teníamos la seguridad de contar con el pueblo? Cuando hablamos de pueblo no entendemos por tal a los sectores acomodados y conservadores de la nación, a los que viene bien cualquier régimen de opresión, cualquier dictadura, cualquier despotismo, postrándose ante el amo de turno hasta romperse la frente contra el suelo. Entendemos por pueblo, cuando hablamos de lucha, la gran masa irredenta, a la que todos ofrecen y a la que todos engañan y traicionan, la que anhela una patria mejor y más digna y más justa; la que está movida por ansias ancestrales de justicia por haber padecido la injusticia y la burla generación tras generación, la que ansía grandes y sabias transformaciones en todos los órdenes y está dispuesta a dar para lograrlo, cuando crea en algo o en alguien, sobre todo cuando crea suficientemente en sí misma, hasta la última gota de sangre". (4)

De lo que se infiere la responsabilidad inherente a cada generación de fomentar en los más jóvenes la facultad de pensar con cabeza propia; de fomentar en estos, con su ejemplo personal, y no con vacuas retóricas, los valores necesarios para concientizar virtudes; de rechazar todo intento en individuos o grupos, respaldados en su autoridad o poder, de adjudicarse supuestas capacidades de sentido, que se le niegan al pueblo; de creerse insustituibles; de expresar verdades a medias; de imponer con cualquier pretexto, tabúes y prohibiciones anacrónicos que solo propicia el coartar el honesto debate de criterios o simplemente, declarar verdades a medias con falso ropaje de verdades plenas; de reconocerse o auto-valorarse como monopolizadores de esa misma verdad; de exigir sacrificios a los otros, de lo que ellas mismos no son capaces o carecen de voluntad en cumplir.

Al respecto José Martí proclama en Steck Hall, apenas arribado a su exilio neoyorquino, el 24 de enero de 1880, como…"…ignoran los déspotas que el pueblo, la masa dolorida, es el verdadero jefe de las revoluciones; y acarician a aquella masa brillante que, por parecer inteligente, parece la influyente y directora, Y dirige en verdad, con dirección necesaria y útil en tanto que obedece, en tanto que se inspira en los deseos enérgicos de los que con fe ciega y confianza generosa pusieron en sus manos su destino. Pero en cuanto, por propia debilidad, desoyen la encomienda de su pueblo, y asustados de su obra, la detienen; cuando aquellos y quienes tuvo y eligió por buenos, con su pequeñez lo empequeñecen y con su vacilación lo arrastran, sacúdese el país altivo el peso de los hombros y continúa impaciente su camino, dejando atrás a los que no tuvieron bastante valor para seguir con él". (5)

El mismo Martí que concibe como…"…el gobierno es un encargo popular: dalo el pueblo; a su satisfacción debe ejercerse; debe consultarse su voluntad, según sus aspiraciones, oír su voz necesitada, no volver nunca el poder recibido contra las confiadas manos que nos lo dieron, y que son únicas dueñas suyas". (6)

A su vez, Fidel Castro valora en su discurso pronunciado en el entonces Campamento Militar de Columbia, hoy Ciudad Escolar Libertad, el 8 de enero de 1959, el mismo día de su triunfal entrada en la capital que…"….lo primero que tenemos que preguntarnos los que hemos hecho esta Revolución es con qué intenciones la hicimos; si en alguno de nosotros se ocultaba una ambición, un afán de mando, un propósito innoble; si en cada uno de los combatientes de esta Revolución había un idealista o con el pretexto del idealismo se perseguían otros fines; si hicimos esta Revolución pensando que apenas la tiranía fuese derrocada íbamos a disfrutar de los gajes del poder; si cada uno de nosotros se iba a montar en una "cola de pato" (modelo de auto de lujo de la época. Nota del autor), si cada uno de nosotros iba a vivir como un rey, si cada uno de nosotros iba a tener un palacete, y en lo adelante para nosotros la vida sería un paseo, puesto que para eso habíamos sido revolucionarios y habíamos derrocado la tiranía; si lo que estábamos pensando era quitar a unos ministros para poner otros, si lo que estábamos pensando simplemente era quitar unos hombres para poner otros hombres; o si en cada uno de nosotros había verdadero desinterés, si en cada uno de nosotros había verdadero espíritu de sacrificio, si en cada uno de nosotros había el propósito de darlo todo a cambio de nada, y si de antemano estábamos dispuestos a renunciar a todo lo que no fuese seguir cumpliendo sacrificadamente con el deber de sinceros revolucionarios.…Cuando yo oigo hablar de columnas, cuando oigo hablar de frentes de combate, cuando oigo hablar de tropas más o menos numerosas, yo siempre pienso: he aquí nuestra más firme columna, nuestra mejor tropa, la única tropa que es capaz de ganar sola la guerra: ¡Esa tropa es el pueblo!". (7)

Con este trabajo el autor, que se declara maestro de oficio y beneficio, sin pretensiones académicas, reconoce con justo orgullo el contar en nuestra patria con investigadores de una sólida formación, reconocida valía y probada erudición en sus respectivas especialidades (citados en las notas y bibliografía) de cuya obra este realizó un previo estudio exploratorio, sin por ello renunciar a sus personales criterios que inserta en el momento adecuado. Imperecederos principios morales, presentes en el rico legado de la historia del pensamiento cubano, desde José Agustín Caballero hasta Ernesto Che Guevara, constituyen invalorable legado para la formación de valores en niños, adolescentes y jóvenes, relevo imprescindible, como autores y actores, de los previsibles retos que enfrenta nuestra Patria en el nuevo siglo y milenio. El estudio de la vida, obra y pensamiento de relevantes personalidades;la concientización y asunción de los valores en ellas contenida; la concreción en la práctica cotidiana de los mismos, tanto en el plano de lo personal como lo profesional, es requisito a cumplir por todo aquel que se dedica, de una u otra forma, a la educación de las nuevas generaciones. Los maestros y profesores, en el ejercicio de la docencia, con empeño de sacerdocio, como reclamara Luz y Caballero, tienen la obligación moral no solo de instruir y educar, sino afanarse como sistemáticos investigadores de la realidad, particularmente de aquella afín a su magisterio, con el perenne empeño, de convertirse en profesionales dignos del respeto de sus alumnos y de la comunidad en que se insertan. A ellos dedico mi modesto empeño.

El autor

El pensamiento cubano en el siglo XIX

El lento decursar de los siglos XVI, XVII y algo más de la primera mitad del XVIII, constituyen el fermento de la aparición gradual del criollo, como sujeto social, cuyos intereses se van diferenciando paulatinamente de los peninsulares, en un proceso que la torpe política colonial, acelera, con sus desmanes y desafueros.

Desde la medianía del siglo XVIII, y particularmente en sus postrimerías, se avizora la gradual concreción de nuestra identidad cultural y nacional, que tiene su gestación, relativamente lenta, en los siglos precedentes, a partir del período de conquista y colonización hispánica, iniciado en 1510, que marca la ruptura del desarrollo autóctono de la civilización aborigen y la irrupción violenta, de una perturbadora cultura de dominio, portadora de un escolasticismo, en lo filosófico y en lo pedagógico, embridadora del desarrollo científico, que ya rebasado en la mayor parte de Europa, determina la instauración en Cuba de instituciones, modos, tradiciones, normas y costumbres, basados en un modelo de ostensible atraso socio-económico, con un agregado político e ideológico, de rancio conservadurismo.

Ya iniciado el siglo XIX se percibe la agudización en la confrontación de intereses entre los ya identificables como criollos y peninsulares, dada la oportunidad, aunque limitada, que le brinda a la intelectualidad cubana, estrechamente vinculada a los intereses de los ricos hacendados insulares, la imposición del Despotismo Ilustrado aplicado por el monarca Carlos III, que propicia la fundación del Real y Conciliar Seminario de San Carlos y San Ambrosio (1774), verdadera forja de talento y patriotismo, así como el nombramiento como Capitán General de Don Luís de Las Casas (1790-1796) y la vivificadora presencia en el obispado habanero de Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa (1801-1832). Favorecido por esta coyuntura, muy vinculada a las vaivenes políticos de la metrópoli, ve la luz pública en nuestro país, el 24 de octubre de 1790, el denominado "Papel Periódico de la Havana", considerada la primera publicación propiamente literaria en la entonces colonia y que sirve de tribuna a representantes destacados de nuestro naciente pensamiento ilustrado, que exigen reformas políticas, económicas y educativas.

Diversos factores propician las peculiaridades de la etapa, como el surgimiento de procesos políticos de gran conmoción social. Valga mencionar la independencia de las antiguas trece colonias inglesas (1776-1783); la Revolución Industrial Inglesa (en la segunda mitad del siglo XVIII); la Revolución Burguesa en Francia (1789.1794), la Revolución de Haití (1795-1804) y los procesos independentistas en América Latina, en el primer tercio de la centuria.

En el campo de las ideas, estrechamente vinculado a estos hechos históricos, se destaca el nacimiento de la Modernidad, emblematizada por personalidades representativas de la Ilustración Inglesa y Francesa de los siglos XVII y XVIII respectivamente; del discurso democrático y cuestionador, contenido en los documentos programáticos y legislaciones jurídicas, inherentes a las mismas, así como el ideario emancipatorio de los principales próceres de la independencia americana, con especial relieve, por su atalayamiento visionario, del Libertador Simón Bolívar. Es relevante la influencia en el pensamiento cubano, de los postulados promovidos por pensadores de la talla de René Descartes (1596-1650), John Locke (1632-1704), David Hume (1711-1776), Jean Jacques Rousseau ( (1712-1778), Denis Diderot (1713-1784) y Étienne Bonnot de Condillac (1714-1780); del ideario renovador de la Filosofía Clásica Alemana, en especial de sus principales representantes Immanuel Kant (1724-1804) y Federico Guillermo Hegel (1770-1831); las teorías económicas de los ingleses Adam Smith (1723-1790), y David Ricardo ( ) y las prédicas del socialismo utópico o Socialismo Crítico de Claude Hemri de Saint Simon (1760-1825), Charles Fourier (1772-1837) y Roberto Owen 1771-1858), hasta arribar a mediados del siglo XIX, a la presencia de los gigantes del pensamiento, Karl Marx y Federico Engels. Estas corrientes que arriban a nuestro país con relativo atraso, ejercen una mayor o menor influencia, dadas las peculiaridades de nuestro desarrollo socio-histórico y las condiciones extremas de opresión, conservadurismo y retraso económico del sistema colonial impuesto a Cuba.

No menos importante, dado su papel propiciador en la construcción de nuestra identidad cultural y nacional, lo constituye el impetuoso desarrollo de la industria azucarera y cafetalera, a partir de la devastación de la economía haitiana y el incremento consiguiente de la trata y explotación del trabajo esclavo, que favorecen el nacimiento de una burguesía plantacionista criolla, integrada por los ricos hacendados y hacedora de su propia intelectualidad, siempre en busca de un espacio de decisión política y protagonismo económico, aunque embridada por su permanente temor a las consecuencias de una sublevación de la población negra con la consiguiente pérdida de sus riquezas y privilegios.

Resulta perentorio conocer, para su más plena comprensión, como la conformación del pensamiento progresista cubano se matiza por la convivencia de diversas tendencias políticas, de inevitable basamento económico y clasista y desigual protagonismo, expresada en el reformismo, anexionismo, independentismo y autonomismo, los que contaron siempre con partidarios de determinada relevancia.

El mismo, no obstante, se gesta en su primera etapa, a partir del reformismo liberal, cuestionador del escolasticismo, irracional, teologicista y dogmático, que imperaba en la colonia, desde su propia conquista y colonización. Era lo que España nos podía ofrecer, dado su atraso, en casi todos los órdenes, con respecto a naciones como Inglaterra, Francia y Holanda, por solo citar las más representativas. Mientras que los Torquemada campeaban por sus fueros, en la península; en los otros lares, florecían las reformas, tanto en la producción material como espiritual. Pronto la influencia de esas ideas avanzadas no tarda en llegar a Cuba y ser compartida en conciliábulos y tertulias.

1,1.- José Agustín Caballero (1762-1835)

"…¿Qué recurso le queda a un maestro por iluminado que sea, a quien se le manda la latinidad por un escritor del siglo de hierro, jurar ciegamente las palabras de Aristóteles,? "

El naciente pensamiento cubano, como componente consustancial de nuestra cultura, es por tanto reflejo del contexto económico, político y social imperante en la entonces colonia. Reconocido por destacados investigadores como la personalidad relevante en esta etapa inicial, José Agustín caballero, se avala como el fundador de la filosofía en Cuba, donde se perfilan las primeras ideas éticas y uno de los más importantes representantes de la Ilustración Reformista en Cuba de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX. que realiza significativos aportes a la formación de nuestra identidad cultural y nacional.

Nace el 28 de agosto de 1762 en La Habana. En 1774 ingresa al Seminario de San Carlos y San Ambrosio. En la Real y Apostólica Universidad de San Jerónimo de La Habana obtiene los grados de Bachiller en Artes (1781), Bachiller en Sagrada Teología (1787) y Doctor en Sagrada Teología (1788). En 1781 viste los hábitos clericales. Ocupa la cátedra de Filosofía del Seminario de San Carlos entre 1785 y 1804, pasando luego a ocupar la de Escritura y Teología Moral. Miembro de la Sociedad Patriótica de La Habana desde 1793 donde preside la Sección de Ciencias y Artes, participa en la creación del Papel Periódico de la Habana (1790) en el cual ejerce como su primer redactor. Censor de la Sociedad Patriótica (1793), censor eclesiástico (1799) y censor de los papeles públicos en 1811, al decretarse la libertad de imprenta. En 1830 es nombrado miembro de mérito de la Sociedad Patriótica. Su actividad se inscribe en los esfuerzos reformistas de la elite colonial, dirigidos a reformular el ordenamiento tradicional en función de los intereses locales. Su obra es particularmente amplia y multifacética entre 1790 y 1811, e incluye una serie de artículos de diverso corte en el Papel Periódico de la Habana, junto a otros escritos pedagógicos, sociales y políticos. Se destacó además como orador, en particular con sus Elogios a Cristóbal Colón (1796), Luís de las Casas y Arragorri (1801), Nicolás Calvo de la Puerta (1801) y José Manuel González Cándamo (1801). Aboga por la reforma general de los estudios y la introducción de las ciencias experimentales, el aprendizaje de idiomas extranjeros y el conocimiento de la lengua materna. Critica con dureza el aristotelismo predominante en la Universidad dominica de La Habana. Introdujo en sus Lecciones de Filosofía, por vez primera en Cuba, las doctrinas sensualistas de Locke y Condillac, así como elementos de la física newtoniana. Su Discurso sobre la Física (1791) y Discurso filosófico (1798), publicados en el Papel Periódico de la Habana, constituyen los ataques más descarnados contra la escolástica en Cuba a finales del siglo XVIII. En ellos aboga por la observación directa de la naturaleza y el desarrollo de las ciencias experimentales, así como la libertad de pensamiento entendida como libertad de elección y rechazo a la autoridad en filosofía. Con ello se acerca a las fórmulas de oposición a la escolástica en la época de su crisis en España y sus posesiones coloniales. En 1797 escribe Philosophia electiva, primer esfuerzo de sistematización de los conocimientos filosóficos en nuestra patria, utilizado como texto en sus clases del Seminario de San Carlos. Este cuaderno da inicio a la tradición electiva en el pensamiento cubano. Su Exposición a las Cortes Españolas (1811) es uno de los primeros proyectos de gobierno autonómico para Cuba y un ejemplo de aplicación del instrumental teórico de la Ilustración al análisis político y a la elaboración de proyectos enraizados en la realidad colonial.  Fallece el 6 de abril de 1835 en La Habana.

Va a descollar por su aporte al pensamiento cubano, en la época de tránsito no meramente circunstancial entre dos siglos, sino esencialmente entre dos épocas, marcadas por peculiares contornos claramente diferenciables. La primera, que transcurre en un siglo XVIII de grandes acontecimientos políticos, económicos y socio-culturales de gran relevancia para la humanidad; y la segunda, enmarcada en un naciente siglo XIX, que en Cuba, significa el tránsito por momentos de especial trascendencia, signados inicialmente por el nacimiento de corrientes de pensamiento como el reformismo liberal y la presencia, en su complejo decursar, del anexionismo, el independentismo y el autonomismo. Caballero, con su vida, obra y pensamiento, nos revela ese momento de tránsito renovador y creativo.

Esta personalidad, avalada en el contexto histórico que le correspondió vivir, sin dejar de expresar los intereses del sector más progresista de los hacendados criollos, en su etapa inicial de formación como clase, y que reconocidos autores como el doctor Eduardo Torres Cuevas conceptualizan como Ilustración Esclavista Cubana, permite avizorar en sus ideas, una reflexión ética, que se desplegará en forma ostensible en otras personalidades en el decursar de los siglos XIX y XX.

Su crítica a los límites estrechos de la enseñanza permeada de escolasticismo, imperante en la época, nos permite revelar su preocupación por la formación de las nuevas generaciones, en un espíritu de promoción de la originalidad intelectual, el inexcusable derecho a la libertad de pensar con cabeza propia, la cientificidad del razonamiento, la argumentación racional, a la vez que el debate basado en la tolerancia de los criterios divergentes. Al respecto en su discurso pronunciado en la Clase de Artes y Ciencias de la Sociedad Patriótica de La Habana, el 6 de octubre de 1795 enfatiza como…"…el sistema actual de la enseñanza pública de esta ciudad, retarda y embaraza los progresos de las artes y ciencias, resiste el establecimiento de otras nuevas, y por consiguiente en nada favorece las tentativas y en sayos de nuestra Clase. Esta no es paradoja; es una verdad clara y luminosa como el sol en la mitad del día. Más confieso simultáneamente que los maestros carecen de responsabilidad sobre este particular, porque ellos no tienen otro arbitrio ni acción que ejecutar y obedecer…¿Qué recurso le queda a un maestro por iluminado que sea, a quien se le manda la latinidad por un escritor del siglo de hierro, jurar ciegamente las palabras de Aristóteles, …? ". (8) Respecto a la esclavitud, incrementada con el progresivo aumento de la trata negrera, desde fines del siglo XIX, dadas las necesidades de una industria azucarera en franco despliegue en Cuba, requerida de fuerza de trabajo propia de la economía de plantación en ella instaurada, dada la debacle en que se ve sumida la economía haitiana por hechos sobradamente conocidos, si bien Caballero, en escritos publicados en el Papel Periódico de la Havana, no se declara, ni podía declararse, como explícitamente abolicionista, no obstante expresa su repudio moral a la misma al valorarla, aún en los límites que le imponen su origen de clase, como "expresión de la maldad humana" aunque "un mal necesario".

José Martí, con su visión de aguda trascendencia, afirma de este, en justa sumatoria de luces y sombras, como…"… el sublime Caballero, padre de los pobres y de nuestra filosofía, había declarado, más por consejo de su mente que por el ejemplo de los enciclopedistas, campo propio y cimiento de la ciencia del mundo el estudio de las leyes naturales". (9)

1,2.-Félix Varela y Morales (1788-1853)

"La patria a nadie debe, todos sus hijos la deben sus servicios; cuando se presentan méritos patrióticos es para hacer ver que han cumplido unas obligaciones".

Perteneciente inicialmente al grupo de precursores del llamado reformismo liberal de las primeras décadas del siglo XIX cubano, y promotor de las ideas independentistas a partir de 1824, Varela va a descollar en muchos aspectos, tanto pedagógicos, filosóficos como políticos, donde la presencia de su relevante eticidad, se inserta con pródiga suficiencia.

Audaz y creativo, atalayador y visionario, de virtuosa competencia en sus reflexiones, este sienta cátedra en diversas áreas del conocimiento, pero con especial deferencia como promotor en la formación de valores en la juventud, partícipe privilegiada de los pródigos dones de su magisterio y fina sensibilidad humanista.

Nace el 20 de noviembre de 1788 en la casa de sus padres, en la calle Obispo, entre Villegas y Aguacate, en La Habana. En 1792 y contando con solo 3 años, fallece su madre Doña María Josefa. Ante la incapacidad del padre, a dedicarse por entero a, su crianza, por su carrera militar, casi siempre de viaje en misión de servicio, éste confía su cuidado y educación a sus tías maternas. El mismo año su abuelo Don Bartolomé es trasladado a San Agustín de la Florida (aún entonces en posesión de España) como oficial del ejército en servicio y lleva consigo a su nieto, de apenas 3 años. Inicia sus estudios primarios con el padre O'Reilly, que le enseña latín, gramática y violín. Cuando llega el momento de empezar sus estudios secundarios, regresa a La Habana. Su padre había muerto y el abuelo soñaba con hacer de él un militar. Cuando tenía 14 años éste le propuso empezar la carrera de cadete en una escuela militar, pero Varela pide entrar en un seminario para hacerse sacerdote. Inicia sus estudios en el Real y Conciliar Colegio Seminario San Carlos y San Ambrosio de La Habana. Posteriormente matricula en la entonces Real y Pontificia Universidad de San Jerónimo de La Habana. A los 23 años es ordenado sacerdote en la catedral capitalina y el 21 de diciembre de 1811. celebra su primera misa en el convento de Santa Teresa. A los veinticuatro años es nombrado profesor de Filosofía, Física y Ética en el seminario habanero. Allí prepara el primer laboratorio de Física y Química del país. El Padre Varela da una importancia capital a los métodos de aprendizaje y utiliza sistemas innovadores para su época, queriendo que sus alumnos aprendan con la cabeza y el interés y no repitiendo de memoria lo que se les enseñaba. Forma a los más destacados hombres de su época tales como José Domingo del Monte y José de la Luz y Caballero. El 18 de enero de 1821, a los treinta y dos años, funda en el seminario la primera cátedra de derecho de América Latina. Allí se enseña por primera vez en nuestras tierras americanas la Legalidad y la Responsabilidad Civil. Elegido diputado ante las Cortes españolas, representando a Cuba, partió para España con treinta y cuatro años. En la metrópoli comienza una ardua labor parlamentaria organizando un grupo con los demás representantes de las provincias españolas de ultramar, Cuba, Puerto Rico y Filipinas, a fin de mejorar la defensa de los derechos comunes. Forma parte también de varias delegaciones con el objetivo de presentarle al Rey iniciativas para mejorar la instrucción pública en las provincias de ultramar y redacta un proyecto de ley para abolir la esclavitud, a la cual se oponía rotundamente y consideraba totalmente opuesta a los valores cristianos. Propone el reconocimiento de la independencia de algunas naciones americanas ya liberadas y lanza un nuevo proyecto de ley para un gobierno autónomo en las provincias de ultramar. Sólo un año pasa en las Cortes representando a Cuba, ya que al invadir Napoleón España, este vota en contra del Rey por entregar el poder al invasor extranjero. Restablecido en el trono el absolutista Fernando VII, es condenado a la pena de muerte junto con otros diputados que mantuvieron la misma convicción. Escapa de España y parte hacia los Estados Unidos convencido de que no hay mejor salida para Cuba que la independencia. Desde la nación americana comienza a organizar y luego a presidir un movimiento independentista. Tiene 35 años e inicia una ardua labor propagandística consecuente con sus convicciones patrióticas, fundando el primer periódico independentista llamado "El Habanero" (1824-1826). Entre sus principales obras podemos citar: Instituciones de Filosofía Ecléctica para el uso de la Juventud Estudiosa (1813); Lecciones de Filosofía (1818); Miscelánea Filosófica (1819) y Cartas a Elpidio (1835). Durante más de 30 años de vida en el exilio, funda escuelas, edifica iglesias y evangeliza a los más pobres. Los últimos años de su vida estuvieron marcados por la pobreza, las enfermedades, y la soledad. El 25 de febrero de 1853 muere en la ciudad de San Agustín en la Florida. Sus restos descansan hoy en el Aula Magna de la Universidad de La Habana.

Son múltiples las aristas de su pensamiento que tributan a la formación de nuestra identidad cultural y nacional. No obstante es de destacar que el amplio transitar de sus reflexiones por diversos planos del intelecto, aparentemente tan dispares, en realidad son componentes tributarios de un pensamiento ético, basado en sus profundas creencias religiosas y en su raigal patriotismo.

¿Acaso su audaz y sistemático enfrentamiento a la escolástica como modo de pensar, método discursivo y concepción pedagógica, no atañe por su esencia a las normas conductuales en lo inidiviual y lo colectivo? Ello le concita a valorar que…"…si consideramos el influjo del escolasticismo en la vida social, conoceremos más claramente que no es cosa de poca importancia desterrarlo. Apenas hay un hombre de buenas ideas que se atreva a manifestarlas en público, cuando prevé que le ha de caer encima la lluvia tempestuosa de los escolásticos, pero sin oírle ni penetrarse de sus razones le condenarán, o lo que es más, lo echarán por tierra si pueden hacerlo. Todos no se hallan en ánimo de sufrir invectivas, ni exponerse a mayores prejuicios, y así se contentan con reírse a solas; pero la sociedad se priva de muchos bienes, que disfrutaría desterrándose de esta furia escolástica. Muchos padres de familia sacrifican a sus hijos, haciéndoles recibir unas ideas elementales de lo más absurdas, sólo porque ellos son escolásticos, o porque siendo ignorantes oyeron hablar de algún señor Doctor, y ya radicándose la ignorancia de unos en otros". (10)

Su ejercicio docente al frente de la Cátedra de Constitución en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio nos reafirma en sus concepciones ético- político, enmarcado en el contexto epocal, pero que en muchos aspectos lo trasciende, al ser aplicable a nuevas y más actuales coyunturas al expresar que… "…si atendemos al origen del poder que ejercen los monarcas sobre los pueblos, o del que tiene cualquier especie de corporación, advertiremos que, o la fuerza les hizo dueños de lo que la justicia no les había concedido, o su autoridad no proviene sino de la renuncia voluntaria que han hecho los individuos de una parte de su libertad en favor suyo y de sus conciudadanos…" (11) Y que reitera en su exposición ante las Cortes, en 1823, cuando aún en los marcos del reformismo liberal, que pronto abandonará, reflexiona como… "… jamás lo que es injusto será justo, porque muchos lo quieran. Un inocente no puede ser castigado, ni un culpable, si no se le califica su delito. Sea cual fuere la autoridad que comete estos atentados, es inicua, y no tiene otro derecho que la fuerza. El gobierno, de cualquiera especie que sea, no tiene derecho de vida y muerte, en el sentido absoluto que hasta ahora se ha dado a estas expresiones, ni es señor de vidas y haciendas, como se ha dicho con agravio de los pueblos. Tampoco tiene el derecho de imponer penas arbitrarias sin guardar proporción con los delitos; pues sería un código criminal injusto; y el pueblo jamás ha facultado al gobierno para que haga injusticias. (12) Al contrario de las vacilaciones de Caballero al enjuiciar la esclavitud en la entonces colonia de Cuba, no obstante la valore como expresión de la "maldad de los hombres", Varela, copartícipe de las mismas creencias religiosas, en parecido contexto histórico, de igual origen de clase y vistiendo el mismo hábito sacerdotal, asume una posición más radical al respecto. .Para este…"… resulta, pues, que la agricultura, y las demás artes de la Isla de Cuba, dependen absolutamente de los originarios de África, y que si esta clase quisiera arruinarnos le bastaría suspender sus trabajos y hacer una nueva resistencia. Su preponderancia puede animar a estos desdichados a solicitar por fuerza lo que por justicia se les niega, que es la libertad y el derecho de ser felices. Hasta ahora se ha creído que su misma rusticidad les hace imposible tal empresa; pero ya vemos que no es tanta, y que, aun cuando lo fuera, serviría ella misma para hacerlos libres, pues el mejor soldado es el más bárbaro cuando tiene quien le dirija. Para agregar que…"… cuando se habla de libertad entre esclavos, es natural que éstos hagan unos terribles esfuerzos para romper sus cadenas, y si no lo consiguen, la envidia los devora, y la injusticia se les hace más sensible. Los blancos de la Isla de Cuba no cesan de congratularse por haber derrocado el antiguo despotismo, recuperando los sagrados derechos de hombres libres. Y ¿quieren que los originarios de África sean espectadores tranquilos de estas emociones? La rabia y la desesperación los obligará a ponerse en la alternativa de la libertad o la muerte". (13)

Por ello…"…en tales circunstancias no queda otro recurso que remover la causa de estos males procurando no producir otros que puedan comprometer la tranquilidad de aquella isla, quiero decir, dar la libertad a los esclavos de un modo que ni sus dueños pierdan los capitales que emplearon en su compra, ni el pueblo de La Habana sufra nuevos gravámenes, ni los libertos en las primeras emociones que debe causarles su inesperada dicha, quieran extenderse a más de lo que debe concedérseles, y por último auxiliando a la agricultura en cuanto sea posible para que no sufra, o sufra menos atrasos por la carencia de esclavos". (14)

Culminación de su encomiable labor en las Cortes presenta su "Proyecto de decreto sobre la abolición de la esclavitud en la Isla de Cuba y sobre los medios de evitar los daños que pueden ocasionarse a la población blanca y la agricultura". La lectura del mismo nos permite percatarnos que no es, ni puede ser, el abolicionismo radical que se formula por Carlos Manuel de Céspedes en La Demajagua, en un contexto diferente, algo más de cuatro décadas más tarde. Las medidas propuestas ofrecen una gradualidad en el proceso y una relativa complejidad, detalladamente explicitada, única forma de que pudiese ser aceptada por los hacendados esclavistas, que ni aún así transigen en su perniciosa tozudez… El temor al negro y a sus riquezas rebasa las ambigüedades de su endeble ética cristiana. Baste citar al respecto el siguiente fragmento, bien ilustrativo:

"Son libres los criollos que nacieren después de la publicación de este decreto. Los amos de sus madres estarán obligados a mantenerlos y curarlos hasta la edad de diez años, y en recompensa continuarán sirviéndose de ellos hasta los veinte años sin pagarles salario y sin más obligación que la de mantenerlos y curarlos. Si un criollo a los diez años de edad quisiera indultarse de la obligación de servir hasta los veinte al amo de su madre, le abonará doscientos cincuenta pesos fuertes para indemnización del costo de su crianza…". (15)

Su repudio a los falsos patriotas, que carentes de toda ética, especulan con su falso virtuosismo en busca de nuevas prebendas, se expresa en su valoración, ya más madura, de que…"…otro de los signos para conocer estos especuladores es que siempre están quejosos, porque saben que el sistema de conseguir es llorar, pero ellos lo hacen con una dignidad afectada, que da a entender que el honor de la patria se interesa en su premio, más que su interés particular. Suele oírseles referir las ventajas que hubieran sacado no siendo fieles a su patria, las tentativas que han hecho los enemigos para ganárselos, la legalidad con que han servido sus empleos; cosas que también hacen, y deben hacer los verdaderos patriotas, pero cuando la necesidad y el honor lo exigen, y con cierta modestia tan distante de la hipocresía como del descaro y atrevimiento. La patria a nadie debe, todos sus hijos la deben sus servicios; cuando se presentan méritos patrióticos es para hacer ver que han cumplido unas obligaciones. Esta debe ser la máxima de un patriota. Un especulador viene por su paga; pídala en efectivo como un mercenario, désele, y vaya en paz. ¡Cuántas veces se les oye decir que están arrepentidos de haber hecho servicios a la patria, y que si hubieran consultado mejor sus intereses hubieran sido sus enemigos! Estos viles confunden siempre la patria con el gobierno y si este no les premia (merezcan o no el premio) aquella nada vale". (16) Si bien se reconoce en Varela por su amado discípulo, José de la Luz y Caballero, que él es el primero que nos enseñó en pensar, no es menos cierto que le cupo el invalorable mérito de reconocer, entre los Padres Fundadores, que la independencia era el único camino expedito que le quedaba a los cubanos, frente a la intransigencia de los políticos de la metrópoli y la oligarquía criolla. Decidida a todo costo y costa, como único ideal, en la preservación de sus riquezas. Tal circunstancia no escapa a la avizoradora reflexión vareliana cuando afirma en El Habanero como…"…es preciso no perder de vista que en la isla de Cuba no hay opinión política, no hay otra opinión que la mercantil. En los muelles y almacenes se resuelven todas las cuestiones. ¿Cuál es el precio de los frutos? ¿Qué derecho colectan las aduanas? ¿Alcanzan para pagar las tropas y empleados? He aquí las bases; los demás quedan para entretener las tertulias (cuando se podía hablar) pero no produce ni producirá un verdadero efecto político. Las sociedades secretas de que tanto se teme han sido bien insignificantes en este punto, la mayor parte de los asociados después de haber hablado en ellas con acaloramiento llegan a sus casas, y ya todo paró, nada queda sino el deseo de que continúen los goces. Solo el ataque, de las bolsas puede alterar el orden político de la isla, y como este no dista mucho, pues que ya empieza a sentirse, es claro que el actual gobierno tiene mucho que temer. …". (17)

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

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