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Los valores que identifican a Jesucristo



  1. Introducción
  2. Jesús en el Nuevo
    Testamento
  3. Vida
    pública
  4. Su
    predicación
  5. Conclusión
  6. Bibliografía

Introducción

Jesús de Nazaret, también conocido como
Jesús, Cristo o Jesucristo, es la figura central del
cristianismo y una de las figuras más influyentes de la
cultura occidental. Para la mayoría de las denominaciones
cristianas, es el Hijo de Dios y, por extensión, la
encarnación de Dios mismo. Su importancia estriba asimismo
en la creencia de que ?con su muerte y posterior
resurrección? redimió al género humano. El
judaísmo niega su divinidad, que es incompatible con su
concepción de Dios. En el islam, donde se lo conoce como
Isa, es considerado uno de los profetas más
importantes.

Según la opinión mayoritariamente aceptada
en medios académicos, basada en una lectura crítica
de los textos sobre su figura, Jesús de Nazaret fue un
predicador judío que vivió a comienzos del
siglo I en las regiones de Galilea y Judea, y fue
crucificado en Jerusalén en torno al año 30, bajo
el gobierno de Poncio Pilato.

Lo que se conoce de Jesús depende en buena parte
de la tradición cristiana, especialmente de la utilizada
para la composición de los Evangelios sinópticos,
redactados, según opinión mayoritaria, unos 30 o
40 años, como mínimo, después de su
muerte. La mayoría de los estudiosos considera que
mediante el estudio de los evangelios es posible reconstruir
tradiciones que se remontan a contemporáneos de
Jesús, aunque existen grandes discrepancias entre los
investigadores en cuanto a los métodos de análisis
de los textos y las conclusiones que de ellos pueden
extraerse.

Jesús en el
Nuevo Testamento

El relato evangélico es la fuente principal para
el conocimiento de Jesús, y constituye la base de las
interpretaciones que de su figura hacen las diferentes ramas del
cristianismo. Aunque puede contener elementos históricos,
expresa fundamentalmente la fe de las comunidades cristianas en
la época en que estos textos fueron escritos, y la
visión que por entonces tenían de Jesús de
Nazaret.

Los relatos referentes al nacimiento e infancia de
Jesús proceden exclusivamente de los evangelios de Mateo
(Mt 1,18-2,23) y de Lucas (Lc 1,5-2,52). En los evangelios de
Mateo y de Lucas aparecen sendas genealogías de
Jesús (Mt 1, 2-16; Lc 3, 23-38). La de Mateo se remonta al
patriarca Abraham, y la de Lucas a Adán, el primer hombre
según el Génesis.

La llegada de Jesús fue profetizada por Juan el
Bautista (su primo, según el Evangelio de Lucas), por
quien Jesús fue bautizado en el río Jordán.
Durante el bautismo, el Espíritu de Dios, en forma de
paloma, descendió sobre Jesús, y se escuchó
la voz de Dios.

Según los sinópticos, el Espíritu
condujo a Jesús al desierto, donde ayunó durante
cuarenta días y superó las tentaciones a las que
fue sometido por el Demonio. No se menciona este episodio en el
Evangelio de Juan. Después Jesús marchó a
Galilea, se estableció en Cafarnaún, y
comenzó a predicar la llegada del Reino de
Dios.

Vida
pública

Acompañado por sus seguidores, Jesús
recorrió las regiones de Galilea y Judea predicando el
evangelio y realizando numerosos milagros. El orden de los hechos
y dichos de Jesús varía según los diferentes
relatos evangélicos. Tampoco se indica cuánto
tiempo duró la vida pública de
Jesús

Gran parte de los hechos de la vida pública de
Jesús narrados en los evangelios tienen como escenario la
zona septentrional de Galilea, en las cercanías del mar de
Tiberíades, o lago de Genesaret, especialmente la ciudad
de Cafarnaúm, pero también otras, como
Corozaín o Betsaida.

También visitó, en el sur de la
región, localidades como Caná o Naín, y la
aldea en la que se había criado, Nazaret, donde fue
recibido con hostilidad por sus antiguos convecinos. Su
predicación se extendió también a Judea
(según el Evangelio de Juan, visitó
Jerusalén en tres ocasiones desde el comienzo de su vida
pública), y estuvo en Jericó y Betania (donde
resucitó a Lázaro).

Escogió a sus principales seguidores (llamados en
los evangelios Apóstoles; en griego,
«enviados»), en número de doce, de entre el
pueblo de Galilea. En los sinópticos se menciona la lista
siguiente: Simón, llamado Pedro y su hermano
Andrés; Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y
Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago el
de Alfeo y Tadeo; Simón el Zelote y Judas Iscariote, el
que posteriormente traicionaría a Jesús (Mt 10,2-4;
Mc 3,16-19; Lc 6, 13-16). Algunos de ellos eran pescadores, como
las dos parejas de hermanos formadas respectivamente por Pedro y
Andrés, y Juan y Santiago. Mateo se identifica
generalmente con Leví el de Alfeo, un publicano de quien
en los tres sinópticos se relata brevemente cómo
fue llamado por Jesús (Mt 9,9; Mc 2,14; Lc 5,27-28). lo
que acarreó a Jesús numerosos reproches de los
fariseos.

Predicó tanto en sinagogas como al aire libre, y
las muchedumbres se congregaban para escuchar sus palabras. Entre
sus discursos:

  • Destaca el llamado Sermón de la
    Montaña, en el Evangelio de Mateo (Mt 5-7).

  • Utilizó a menudo parábolas para
    explicar a sus seguidores el Reino de Dios. Las
    parábolas de Jesús son breves relatos cuyo
    contenido es enigmático (a menudo han de ser
    después explicadas por Jesús).

  • Mantuvo controversias con miembros de algunas de las
    más importantes sectas religiosas del judaísmo,
    y muy especialmente con los fariseos, a quienes acusó
    de hipocresía y de no cuidar lo más importante
    de la Torá: la justicia, la compasión y la
    lealtad (Mt 12, 38-40; Lc 20, 45-47).

La originalidad de su mensaje radicaba en la insistencia
en el amor al enemigo (Mt 5,38-48;Lc 6, 27-36) así como en
su relación estrechísima con Dios a quien llamaba
en arameo con la expresión familiar Abba (Padre) que ni
Marcos (Mc 14,36) ni Pablo (Rm 8, 15; Gal 4, 6) traducen. Se
trata de un Dios cercano que busca a los marginados, a los
oprimidos (Lc 4, 18) y a los pecadores (Lc 15) para ofrecerles su
misericordia. La oración del Padre nuestro (Mt 6,9-13: Lc
11,1-4), que recomendó utilizar a sus seguidores, es clara
expresión de esta relación de cercanía con
Dios antes mencionada.

Según los evangelios, durante su ministerio
Jesús realizó varios milagros. En total, en los
cuatro evangelios canónicos se narran veintisiete
milagros, de los cuales catorce son curaciones de distintas
enfermedades, cinco exorcismos, tres resurrecciones, dos
prodigios de tipo natural y tres signos extraordinarios. En esos
tiempos, los escribas, fariseos y otros, atribuyeron a una
confabulación con Belcebú este poder de expulsar a
los demonios. Jesús se defendió
enérgicamente de estas acusaciones. Según los
relatos evangélicos, Jesús no solo tenía el
poder de expulsar demonios, sino que transmitió ese poder
a sus seguidores.

Su
predicación

No se conoce con certeza cuánto tiempo
duró la vida pública de Jesús. La vida
pública de Jesús se inicia, según todos los
evangelios, con su bautismo por Juan el Bautista en el río
Jordán. Es probable que Jesús iniciase su actividad
como seguidor del Bautista. Seguido de un grupo de fieles, de
entre los cuales escogió a sus más allegados, los
doce apóstoles o enviados, recorrió en su actividad
toda Galilea (especialmente el área en torno a
Cafarnaún) y las regiones aledañas de Fenicia, la
Decápolis y el territorio de la tetrarquía de
Herodes Filipo.

Según las fuentes cristianas, su
predicación transmitía un mensaje de esperanza
especialmente dirigido a los marginados y pecadores (Lc 15).
Posiblemente llegó a congregar a grandes multitudes (se
habla, por ejemplo, de cinco mil personas en referencia a la
multiplicación de los panes y los peces). Se
trasladó a Jerusalén para celebrar allí la
Pascua con sus discípulos, y entró triunfalmente en
la ciudad.

Del estudio de las fuentes (sobre todo los
sinópticos) se infiere que Jesús predicó de
forma itinerante en la zona norte de Palestina y,
preferentemente, en las aldeas que bordeaban el lago de
Genesaret. Sus seguidores fueron principalmente de
extracción campesina, y le acompañaron
también varias mujeres, lo cual resulta inusual en el
contexto de los movimientos religiosos del judaísmo.
Escogió a doce apóstoles o enviados, posiblemente
en representación de las doce tribus de Israel. Ni los
nombres de los apóstoles ni los relatos de cómo se
unieron a Jesús coinciden en todos los evangelios, pero
todos concuerdan en la cifra de doce.

La crítica es prácticamente unánime
en considerar que el núcleo de la predicación de
Jesús era el anuncio del Reino de Dios. Sin embargo,
existen importantes discrepancias a la hora de interpretar
qué significa esta expresión en el contexto de la
predicación de Jesús.

El «Reino de Dios» se anuncia como algo
inminente; en este sentido, la predicación de Jesús
se inserta en el contexto de la literatura apocalíptica
del judaísmo, en la que existe la esperanza de una
próxima intervención de Dios en los asuntos
humanos. Para entrar en el Reino de Dios que Jesús
profetiza es necesaria una transformación interior
(metanoia) que alcanza todos los ámbitos de la existencia
humana; así, quien no se hace como un niño no
entrará en el Reino (Mt 18, 1-5) y el perdón es
condición para un culto eficaz (Mt, 5, 21-26).

Jesús describió el Reino de Dios
utilizando parábolas, en muchas de las cuales aparece un
contraste entre un inicio pequeño e insignificante y un
final espléndido. Hay bastante consenso entre los
especialistas en cuanto a que la predicación de
Jesús iba dirigida en exclusiva al pueblo de Israel.
Según Mateo, así lo dijo: «No soy enviado
sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel» (Mt
15:24). Se admite, sin embargo, que algunos gentiles
podrían participar de este mensaje.

En líneas generales, la predicación de
Jesús se mantuvo en el marco del judaísmo de su
época. En algunos aspectos, sin embargo, entró en
conflicto con la interpretación que de la ley judía
hacían otros grupos religiosos (fundamentalmente saduceos
y fariseos), sobre todo en dos aspectos: la observancia del
sábado y la pureza ritual. Existen discrepancias sobre
cómo interpretar estos conflictos: como una controversia
ética (prioridad del bien del hombre sobre la letra del
precepto, de lo interior sobre lo exterior), como una
controversia de autoridad (Jesús tiene un poder recibido
de lo alto y lo ejerce) o como una controversia
escatológica (se inaugura un nuevo tiempo).

En la predicación de Jesús, tienen una
gran importancia sus enseñanzas éticas. El centro
de la ética de Jesús era el amor al prójimo,
al desvalido de quien no se puede recibir contraprestación
(Lc 14,13) y, muy especialmente, el amor al enemigo (única
manera de distinguirse de los paganos que aman a los que les aman
a ellos) (Mt 5,44-48, Lc 6,27-38).

Para algunos autores, la ética que Jesús
predicaba tiene un carácter provisional, y se orienta
sobre todo a la época de preparación del Reino de
Dios. Por ese motivo también, la ética de
Jesús enfatiza la renuncia a los bienes materiales. En
todo caso, las fuentes coinciden en que no se puede servir a Dios
y a las riquezas (Mt 6,24).

Son muchos los especialistas que han llamado la
atención acerca de la coincidencia en las fuentes sobre la
especial consideración que Jesús parece haber
tenido hacia las mujeres de diversa condición, en especial
las marginadas, enfermas y pecadoras públicas. Algo, en
cierta medida, novedoso para un rabí de la época.
Las fuentes sinópticas coinciden también en que
entre los discípulos itinerantes de Jesús se
encontraban mujeres (María Magdalena, Juana,
Salomé…), algo no muy común en una sociedad
patriarcal.

Conclusión

Jesús recorrió las regiones de Galilea y
Judea predicando el evangelio y realizando numerosos milagros,
acompañado por sus seguidores. También
visitó, en el sur de la región, localidades como
Caná o Naín, y la aldea en la que se había
criado, Nazaret, donde fue recibido con hostilidad por sus
antiguos convecinos. Su predicación se extendió
también a Judea, y estuvo en Jericó y Betania.
Escogió a sus principales seguidores en número de
doce, de entre el pueblo de Galilea. Predicó tanto en
sinagogas como al aire libre, y las muchedumbres se congregaban
para escuchar sus palabras. Entre sus discursos:

Su mensaje radicaba en la insistencia en el amor al
enemigo, y su relación estrechísima con Dios. Se
trata de un Dios cercano que busca a los marginados, oprimidos y
pecadores para ofrecerles su misericordia. Según los
evangelios, durante su ministerio Jesús realizó
varios milagros. En total, se narran veintisiete milagros, en
esos tiempos, los escribas, fariseos y otros, atribuyeron a una
confabulación con Belcebú este poder de expulsar a
los demonios.

Su predicación transmitía un mensaje de
esperanza especialmente dirigido a los marginados y pecadores. La
crítica es prácticamente unánime en
considerar que el núcleo de la predicación de
Jesús era el anuncio del Reino de Dios. El «Reino de
Dios» se anuncia como algo inminente; para entrar en el
Reino de Dios es necesaria una transformación interior
(metanoia) que alcanza todos los ámbitos de la existencia
humana. Hay bastante consenso entre los especialistas en cuanto a
que la predicación de Jesús iba dirigida en
exclusiva al pueblo de Israel.

En la predicación de Jesús, tienen una
gran importancia sus enseñanzas éticas. El centro
de la ética de Jesús era el amor al prójimo,
al desvalido de quien no se puede recibir
contraprestación, el amor al enemigo. la ética de
Jesús enfatiza la renuncia a los bienes
materiales.

Bibliografía

http://es.wikipedia.org/wiki/Jes%C3%BAs_de_Nazaret

 

 

Autor:

Maria de los
A.Pérez

 

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