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La “mala vida” del Planeta Tierra (una mirada autocrítica) (página 5)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

10 litros de agua son los que se van cuando se
vacía la cisterna del inodoro en el Reino
Unido.

10 litros de agua o 10 kilogramos. Las mujeres en
África y en Asia cargan un promedio de 20 kilogramos de
agua durante seis kilómetros cada día. Recordar a
Sema, colgada de un árbol.

China movió ciudades para construir la presa de
las Tres Gargantas, agua para todo.

Los 747

Es un avión grande el Boeing 747, a veces parece
increíble que pueda volar.

Veinte, sí 20, son los 747 que caen cada
día repletos de niños en todo el mundo, o mejor
dicho, 5.760 niños mueren debido a la falta de agua
potable y saneamiento en el planeta, cada 24 horas, 240 por hora,
4 por minuto, 1 cada 15 segundos".

Agua sí, privatización no

El Foro Mundial del Agua busca soluciones a los
problemas de suministro.

Según grupos como Water Aid y Tearfund, las
compañías privadas no resolverán los
problemas de millones de personas que no tienen acceso a agua
limpia y a sistemas sanitarios.

Hablando en el tercer día del Foro Mundial de
Agua, que se celebró en Kyoto, Japón, ambas
organizaciones no gubernamentales criticaron organismos
internacionales de crédito como el Banco Mundial por su
"obsesión" por la privatización.

"La obsesión con el sector privado para que
provea de agua limpia a aquellas personas más necesitadas
es una total distracción de las necesidades reales de las
comunidades pobres que sufren de carencia de agua",
declaró Eric Gutiérrez de Water Aid.

En su opinión, "Lo que hay que hacer es
concentrarse en poner fin a las millones de muertes innecesarias
por enfermedades relacionadas con el agua".

"El sector privado internacional sólo provee el
5% de los servicios de agua del mundo, sobre todo en los
países más ricos y desarrollados",
añadió Gutiérrez.

Según estas organizaciones de beneficencia, las
compañías privadas no están interesadas en
trabajar en países pobres.

En tal sentido, aseguran, lo que tendrían que
hacer los organismos multilaterales es concentrarse en ayudar a
los gobiernos centrales y municipales a enfrentar el problema en
cooperación con las comunidades afectadas.

"La comunidad internacional debería refrenarse a
la hora de presionar a los países para que dejen paso a
las compañías del sector privado a cambio de ayuda
y créditos", aseguró Gutiérrez.

Sin embargo, el Banco Mundial respondió a las
críticas diciendo que lo único que desea es alentar
métodos más efectivos para distribuir servicios de
agua a los más pobres.

El organismo financiero internacional defendió su
trabajo con los gobiernos para encontrar una fórmula mixta
adecuada, de participación de los sectores público
y privado para mejorar el suministro de agua…

¿Quién ocasiona los problemas del
agua?

La urbanización, la agricultura de riego y la
industrialización en el mundo han generado un incremento
desproporcionado respecto al uso del agua. Estos procesos han
hecho que el perfil de desarrollo de muchos países
transite de sociedades rurales a otras predominantemente urbanas,
y en este escenario la disponibilidad también se ve
afectada. Se estima que el 75% de la población mundial
tiene una disponibilidad menor a 5.000 m3 por persona al
año y de esta un 35% tiene disponibilidades cercanas a los
2.000 m3 por persona por año, valor considerado en el
ámbito internacional como peligrosamente bajo y que
amenaza las condiciones de sobrevivencia.

El consumo de agua en países desarrollados puede
llegar hasta 400 litros por persona al día en tanto que en
otros, especialmente donde la oferta de servicio de agua potable
es baja, es cercano a 80 litros por persona diariamente.
Más aún, se estima que en los países en
desarrollo hasta el 60% del agua disponible por red no se
contabiliza por fugas y conexiones ilegales; esta
situación tiende a generar problemas de suministro sobre
todo durante los períodos de sequía.

Adicionalmente, un porcentaje mínimo de las aguas
residuales de centros urbanos recibe tratamiento, el resto no
tratado provoca grandes problemas en los cauces inferiores
así como en las aguas subterráneas, con sus
consiguientes efectos nocivos para la salud de amplios sectores
de la población por contaminación.

Datos de la UNESCO mencionan que alrededor de 1.200
millones de personas (el 20% de la población mundial)
carecen actualmente de agua apta para el consumo, por otra parte
la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala
que alrededor de 2.400 millones de personas –donde se
ubican los más pobres- carecen de acceso a servicios
básicos de saneamiento, generando condiciones de vida
deficientes que aquejan a los niños en los países
en desarrollo.

¿Qué consecuencias generan los problemas
del agua?

Los altos niveles de consumo de agua utilizada en los
procesos productivos son muy altos. Por ejemplo, para producir
910 kilogramos de papel se requieren aproximadamente 295.000
litros de agua; para producir 910 kilogramos de acero, alrededor
de 86.300 litros de agua; para fabricar un litro de gasolina se
necesitan diez litros de agua y, para cultivar un kilogramo de
patatas, 1.000 litros de agua.

Estimando nuestro nivel de consumo respecto a los
elementos de la naturaleza, a través del concepto de
"huella ecológica", en particular de suelo y agua, la
cantidad de recursos que ocupamos para obtener los elementos que
consumimos, así como para absorber todos los desechos que
generamos, es distinta entre países desarrollados y no
desarrollados. Así, por ejemplo, un canadiense promedio
necesita 7,7 hectáreas (77.000 m2) para sustentar su
estilo de vida y patrones de consumo, un estadounidense promedio
casi 10 hectáreas. Esto contrasta con lo que utiliza un
mexicano promedio, el cual requiere 2,6 hectáreas y un
hindú que sólo utiliza 0,8
hectáreas.

Un cálculo global muestra que si dividimos la
superficie del planeta entre todos los seres humanos, se
obtendría un promedio de 2 hectáreas por persona.
Pero el problema es que nuestra "huella ecológica" es
superior a lo que el planeta puede ofrecer. Es decir, consumimos
más de lo que puede darnos la naturaleza. Y si a ello
agregamos el crecimiento poblacional, tenemos que para el
año 2050 el espacio productivo disponible se
reducirá a 1,2 hectáreas promedio. Midiendo
nuestros usos de naturaleza (en términos de superficie),
la "huella ecológica" es una herramienta de
evaluación y planificación que puede contribuir a
identificar las causas y efectos que lesionan la calidad de vida
de la población dentro de los límites
ecológicos…

La Declaración Ministerial de La Haya de marzo
del año 2000 aprobó siete desafíos como base
de la acción futura y que fueron también adoptados
por el Informe sobre el Desarrollo de los Recursos
Hídricos en el Mundo, como criterios de seguimiento para
controlar el progreso realizado:

1 – Cubrir las necesidades humanas básicas
-asegurar el acceso al agua y a servicios de saneamiento en
calidad y cantidad suficientes.

2 – Asegurar el suministro de alimentos -sobre
todo para las poblaciones más vulnerables, mediante un uso
más eficaz del agua.

3 – Proteger los ecosistemas -asegurando su
integridad a través de una gestión sostenible de
los recursos hídricos.

4 – Compartir los recursos hídricos
promoviendo la cooperación pacífica entre los
diferentes usos del agua y entre Estados, a través de
enfoques tales como la gestión sostenible de la cuenca de
un río.

5 – Administrar los riesgos -ofrecer seguridad
ante una serie de riesgos relacionados con el agua.

6 – Valorar el agua -identificar y evaluar los
diferentes valores del agua (económicos, sociales,
ambientales y culturales) e intentar fijar su precio para
recuperar los costos de suministro del servicio teniendo en
cuenta la equidad y las necesidades de las poblaciones pobres y
vulnerables.

7 – Administrar el agua de manera responsable,
implicando a todos los sectores de la sociedad en el proceso de
decisión y atendiendo a los intereses de todas las
partes.

Los cuatro desafíos adicionales que se adoptaron
para ampliar el alcance del análisis son:

8 – El agua y la industria -promover una
industria más limpia y respetuosa de la calidad del agua y
de las necesidades de otros usuarios.

9 – El agua y la energía -evaluar el papel
fundamental del agua en la producción de energía
para atender las crecientes demandas
energéticas.

10 – Mejorar los conocimientos básicos -de
forma que la información y el conocimiento sobre el agua
sean más accesibles para todos.

11 – El agua y las ciudades -tener en cuenta las
necesidades específicas de un mundo cada vez más
urbanizado…

– Agua con justicia para todos

(Informaciones y comentarios basados en publicaciones de
"Friends of the Earth International" – 2003)

La vida en la Tierra depende totalmente del agua. En
promedio, un ser humano necesita diariamente un mínimo de
50 litros de agua para beber, cocinar, lavar, cultivar alimentos
y para saneamiento. Hay una enorme inequidad en los patrones de
consumo de agua en el mundo entero. Un habitante de EEUU consume
en promedio entre 250 y 300 litros de agua diarios. Sin embargo,
en Somalia sobreviven con menos de 9 litros diarios de
promedio.

No es sólo que el agua sea escasa en muchas
partes del planeta, sino que a menudo se encuentra contaminada o
perjudicada de algún modo por actividades humanas tales
como las grandes represas hidroeléctricas,
contaminación urbana e industrial, deforestación,
uso de plaguicidas en la agricultura, eliminación de
desechos y minería. Las transformaciones del ecosistema
mundial ocasionadas por el cambio climático y la
desertización también afectan la disponibilidad de
agua.

La privatización de las fuentes de agua en todo
el mundo es un problema cada vez más grave. El acceso al
agua es un derecho humano fundamental y no debe permitirse que
nadie se la apropie, aún cuando sea necesaria su
gestión pública. Junto con grandes empresas
transnacionales que lucran con el agua, los organismos
financieros internacionales están allanando el camino de
ese proceso privatizador al condicionar sus préstamos a
los países empobrecidos a promesas de
privatización. Los acuerdos comerciales colaboran asimismo
en ese proceso, exigiendo la desregulación de los
servicios de agua potable y los recursos hídricos en todos
los países, y la apertura de esos sectores de la
economía a la inversión privada y
extranjera.

Los pueblos más empobrecidos del mundo necesitan
agua y servicios de saneamiento desesperadamente, pero la
experiencia demuestra que su marginación aumenta cuando
sus países siguen el camino de las privatizaciones
empresariales. Al no disponer de poder adquisitivo para
conectarse a esos servicios privados, quedan condenados a
utilizar aguas que corren el riesgo de estar
contaminadas.

En muchos países desarrollados tales como EEUU,
Japón, Alemania, Suecia y Holanda el suministro de agua
potable es público. Sin embargo, el Banco Mundial le
está diciendo a Malasia -y a muchos otros países
endeudados- que debe privatizar sus servicios de agua potable,
porque su sector público es supuestamente
incompetente.

En marzo de 2000, el Banco Mundial y la ONU
co-auspiciaron el 2º Foro Mundial del Agua en La Haya,
Holanda, que estuvo dominado por las transnacionales del agua y
la alimentación. El Banco también ha colaborado en
dar a luz una impresionante gama de organizaciones de fachada en
torno al agua, tales como el Consejo Mundial del Agua, la
Comisión Mundial del Agua para el Siglo XXI, y la
Asociación Mundial para el Agua. Estos organismos
constituyen los foros en los que se pactan negocios entre las
mayores empresas de agua, la banca multilateral, agencias de la
ONU y ONGs. El Banco es consciente que la idea del agua como una
mercancía comercializable es todavía muy impopular
y políticamente inadmisible y esas "asociaciones"
(partnerships) estratégicas le permiten a las grandes
empresas del agua disfrazar sus motivaciones económicas
como objetivos de interés público.

El Banco Mundial y otros organismos de crédito
multilateral y regional se encuentran en condiciones de imponer o
persuadir a los gobiernos de cumplir con los programas de
privatización, dado el poder que les confiere ser la
fuente más importante de financiación para obras de
infraestructura en países empobrecidos como Malasia. Esos
organismos exigen la "reforma del sector público" -es
decir la privatización de las empresas del Estado– como
condición para obtener préstamos. Algunas de las
naciones más empobrecidas del mundo como Mozambique,
Benín, Níger, Ruanda, Honduras, Yemen, Tanzania,
Camerún y Kenia se han visto obligadas a privatizar su
suministro de agua bajo presiones del Banco Mundial y el FMI.
Irónicamente, la mayoría de esos países
privatizaron sus servicios como condición para recibir
créditos del nuevo Servicio para el Crecimiento y la Lucha
contra la Pobreza (SCLP) del FMI.

En lugar de mitigar la pobreza, la privatización
del agua significa a menudo que las familias más
empobrecidas dejan de disponer económicamente de la
posibilidad de acceso al agua potable. Por ejemplo, las
condiciones impuestas por el Banco Mundial y el FMI en mayo de
2001 en Ghana, determinaron un aumento del 95% en las tarifas del
agua en ese país africano, duplicando así el precio
de un bidón de agua.

Aunque el Banco Mundial afirme que pretende "reducir el
desperdicio de este recurso vital", la privatización puede
conducir a mayor desperdicio de agua. En 1996, un equipo del
Banco Mundial dirigido por John Briscoe, hoy en día asesor
principal del Banco en materia de agua, criticó los
guarismos de fugas de agua en el servicio público
alemán -ubicadas entre el 1 al 5%- como excesivamente
bajos. Según su informe, siempre que el costo de subsanar
las fugas de agua sea más alto que el precio rentable al
que se podría vender esa agua, se debería permitir
que el agua corra y se pierda.

La insistencia del Banco en que "el agua debe ser
tratada como un bien económico" significa que si eres
suficientemente acaudalado puedes gastar y malgastar el agua a tu
gusto. Sin embargo, para la población empobrecida el
acceso al agua para las necesidades más elementales
seguirá siendo una lucha diaria.

Hay mil millones de personas en el mundo que hoy carecen
de acceso al agua potable, al mismo tiempo que el consumo mundial
de agua se está duplicando cada veinte años -a un
ritmo más que dos veces mayor que la tasa de crecimiento
de la población mundial. En pocas palabras, el mundo
enfrenta una grave crisis del agua.

Con creciente insistencia, grandes empresas
multinacionales del agua aseguran tener la respuesta a las
necesidades de agua en el mundo mediante nuevas inversiones para
ampliar los servicios y las redes y mejorar la calidad del agua y
los servicios. Sin embargo, el rápido crecimiento de las
inversiones privadas en servicios de agua potable en los
últimos años, tanto en países desarrollados
como en vías de desarrollo, se ha visto acompañado
de un número alarmante de incidentes asociados a
violaciones de la ley e irresponsabilidad empresarial. Peor
aún, con frecuencia ha significado aumentos de tarifas que
efectivamente excluyen del acceso a los empobrecidos, aunque las
redes de saneamiento y abastecimiento de agua potable hayan
extendido su alcance. Rara vez se ha regulado a los mercados con
suficiente rigor como para proteger las necesidades
públicas. Y las empresas del agua cabildean con encono, a
menudo a través de poderosos grupos de presión,
para abrir los mercados del agua y para adaptar la
legislación internacional en conformidad.

El mundo del agua privatizada está
mayoritariamente dominado por dos empresas multinacionales de
origen francés: la Suez (previamente Suez Lyonaisse des
Eaux), con ganancias asociadas al agua que ascendieron en 2001 a
US$ 9.000 millones, y Vivendi Universal, con ganancias en el
mismo rubro y en el mismo período que ascendieron a US$
12.200 millones. Ambas empresas figuran entre las 100 mayores del
mundo, según el Global Fortune 500, y conjuntamente son
dueñas o controlan empresas de agua en más de cien
países del mundo, que abastecen con agua a más de
cien millones de personas en todo el mundo. Otras empresas
importantes del sector incluyen a la gigantesca RWE alemana y su
filial inglesa Thames Water y a la estadounidense Bechtel que
está impulsando planes de privatización en
América del Sur.

Las principales empresas del agua están
consiguiendo acceso y el control de los mercados del agua en el
mundo, pero su historial y desempeño es muy preocupante en
muchos aspectos. El soborno es endémico en esa industria.
Durante la mayor parte de la década pasada la magistratura
francesa estuvo investigando denuncias de corrupción
contra altos ejecutivos de Suez y Vivendi, que ya en tres
ocasiones fueron declarados culpables de sobornos para ganar
contratos de agua en Francia. Es sumamente dudoso que esas
empresas tengan capacidad o voluntad legítima para ponerse
al servicio del interés público, en lugar de estar
dirigidas para maximizar las ganancias de corto plazo de sus
accionistas.

Las grandes multinacionales del agua también han
cometido graves violaciones ambientales y no han provisto agua
saludable o adecuada. Suez, Vivendi, Thames Water (RWE) y Wessex
Water (Enron) fueron calificadas por la Agencia de
Protección Ambiental del Reino Unido entre los cinco
mayores contaminantes en 1999, 2000 y 2001. En Buenos aires,
donde la Suez gestiona la mayor de las concesiones de agua, el
95% de las aguas residuales de la ciudad son vertidas al
Río de la Plata, provocando daños ambientales cuya
reparación se paga a su vez con fondos
públicos.

Las empresas multinacionales del agua están
consiguiendo cada vez más control de las aguas del mundo.
Los organismos financieros internacionales siguen fomentando la
expansión internacional de esas empresas, y los acuerdos
internacionales de libre comercio les permitirán ejercer
aún mayor influencia en el sector del agua. No obstante,
esas empresas siempre han puesto sus intereses de lucro privado
por encima de las necesidades de la población, y los
organismos financieros internacionales y las instituciones que
rigen el comercio hasta ahora no han garantizado que las
privatizaciones del agua no perjudiquen a los pueblos y el
ambiente.

El agua es escasa, y ya hay 31 países que padecen
carencias de agua, más otros 17 que probablemente se
sumarán a esa lista antes del 2025. Esta escasez y demanda
creciente (recordar que más de mil millones de personas
carecen de acceso al agua potable sana y asequible, y 2.400
millones de personas carecen de saneamiento adecuado en el mundo)
ha llevado a muchos a pensar que el agua seguramente
jugará un papel tan importante en el siglo XXI como el
petróleo en el siglo pasado (y por lo que se ve, en este
principio de siglo también), con los mercados del agua
tornándose tan valiosos y politizados como el mercado de
combustibles fósiles.

Como el petróleo, el agua también es un
gran negocio. Se estima que el valor de la industria mundial del
agua y el saneamiento asciende a US$ 800 mil millones anuales.
Las grandes empresas del agua están actualmente
cabildeando en la Organización Mundial del Comercio para
que se eliminen las barreras al "libre" comercio, para
multiplicar así sus ganancias.

En el contexto de la OMC y su Acuerdo General sobre el
Comercio de Servicios (AGCS, mejor conocido como GATS por su
sigla en inglés) la Unión Europea está
presionando con mucha energía para garantizarle mayor
acceso a los mercados a sus transnacionales del agua. Empujada
por los grupos de presión empresariales federados bajo el
Foro Europeo de los Servicios, por las dos gigantescas empresas
francesas Suez (previamente Suez Lyonnaise des Aux) y Vivendi
Universal, por la multinacional alemana RWA y su filial
británica Thames Water, la UE está pidiendo que las
reglas del comercio mundial se adapten a las necesidades y
conveniencias de esas empresas.

En el marco actual de las negociaciones del GATS, la UE
puso la mira en 109 países, muchos de ellos menos
adelantados, a cuyos mercados quieren tener acceso libre sus
multinacionales para recolectar, extraer, purificar y distribuir
agua bruta y agua corriente. Se les había solicitado a los
países que se comprometieran a esta
mercantilización de sus recursos hídricos para
finales de marzo del 2003. La UE ya ha sido acusada de presionar
a los países a comprometerse a abrir sus mercados del agua
en negociaciones bilaterales a puerta cerrada.

La inclusión del agua en las negociaciones del
GATS es motivo de preocupación, dada la escasez de agua
que afecta a muchas comunidades en el mundo. El compromiso de dar
libre acceso a los mercados podría restringir el derecho
del gobierno a limitar la cantidad de agua que pueden extraer de
los lagos, ríos, fuentes subterráneas las empresas
privadas. La presión creciente resultante sobre las
fuentes de agua podría provocar daños ambientales
permanentes.

Los Foros Mundiales del Agua son las reuniones que
convoca el Consejo Mundial del Agua, un centro internacional de
estudios estratégicos con influencia considerable en el
ámbito de las políticas sobre el agua. Según
la opinión de Friends of the Earth, "Sacando provecho del
hecho que no existe ningún organismo internacional o
agencia de la ONU con mandato para facilitar debates
intergubernamentales acerca de las políticas sobre
recursos hídricos el foro se ha convertido en el encuentro
oficial pensante en la materia. Por eso las conclusiones de esas
reuniones ejercen influencia sobre las decisiones
internacionales, nacionales y locales respecto al manejo del
agua.

Buena parte del pienso que alimenta los desarrollos
actuales en política mundial sobre recursos
hídricos, continúa Friends of the Earth, puede
encontrarse en la "visión Mundial del Agua: Haciendo del
Agua un Problema para Todos", un documento del Consejo Mundial
del Agua que data de 1998. Según el vice-Presidente del
Banco Mundial y ex Presidente del Consejo Mundial del Agua,
Ismael Serageldin, esa visión tiene por cometido
"contribuir a cambiar el futuro de nuestros recursos
hídricos en todo el mundo". Si ese cambio se mide en
términos de la privatización y desregulación
creciente del agua y los recursos hídricos, es evidente
que la visión del Consejo ha pasado a ser mucho más
que meras ilusiones.

El Consejo Mundial del Agua y su organización
hermana, la Asociación Mundial del Agua, que ostenta
muchos de los mismos cerebros que el Consejo, fueron dirigidos
con firmeza en sus primeros años por personalidades
neoliberales del mundo empresarial. En la Comisión Mundial
del Agua que fue encomendada con la redacción de la
Visión Mundial del Agua intervinieron personalidades
neoliberales y empresariales de alto rango como el Presidente de
la Suez, Jerome Monod; el fundador del Consejo Empresarial para
el Desarrollo Sostenible, Maurice Strong; el ex Presidente del
Banco Mundial y ex director de la CIA, Robert S. McNamara; el
presidente del Banco Interamericano del Desarrollo (BID) Enrique
Iglesias; y el Director Ejecutivo del Fondo para el Medio
Ambiente Mundial auspiciado conjuntamente por la ONU y el Banco
Mundial, Mohamed T. El-Ashry.

En los últimos años ambas instituciones se
despojaron de ese perfil tan marcadamente empresarial,
probablemente con la intención de darle mayor credibilidad
a su agenda de prioridades incluyendo en su lugar a más
representantes de los ministerios nacionales y a las agencias de
la ONU en sus respectivos órganos de dirección,
Aún así, el vice-Presidente de la Suez, René
Coulomb se repite como vice-Presidente del Consejo Mundial del
Agua, y Emilio Gabrielli de la Thames Water oficia como
Secretario Ejecutivo de la Asociación Mundial para el
Agua.

Los debates de las dos primeras ediciones del Foro
Mundial del Agua (1997 y 2000) no se enfocaron en cómo
aliviar la deuda externa, conservar el agua, aumentar el poder de
las comunidades, reformar los regímenes de tenencia de la
tierra o regular a las empresas -todo lo cual hubiese contribuido
a resolver la crisis del agua que se extiende por todo el mundo.
En cambio se escucharon llamados resonantes reclamando la
liberación y desregulación plena del agua y los
recursos hídricos, "trato nacional" para las empresas
transnacionales -es decir, que se les dé a éstas el
mismo trato que a las empresas locales y/o autoridades
públicas- y privatizaciones, claro está.

El salón de exposiciones de la conferencia (la
Feria Mundial del Agua) le brindó a empresas como
Nestlé, Suez, Unilever y Heineken la oportunidad de
exhibir sus esfuerzos en la promoción del desarrollo
sostenible y el uso eficiente del agua, al mismo tiempo que sus
directores ejecutivos tomaban el podio en la asamblea para
reclamar que el agua fuese reconocida como una mercancía,
en lugar que como un derecho humano fundamental.

Ya hablando en futuro (el documento es de fecha enero de
2003), Friends of the Earth, remata: El 3º Foro Mundial del
Agua se celebrará en Kyoto, Japón en marzo de 2003,
y representará la reunión más grande hasta
la fecha en torno al agua, poniendo de manifiesto el éxito
del Consejo en conquistar el espacio político abierto para
los debates sobre políticas respecto al agua y los
recursos hídricos. El Foro Mundial del Agua seguramente
será utilizado para darle un sello oficial de alto nivel a
los resultados de la Cumbre de la Tierra de Johannesburgo en el
2002, que aprobó el modelo de asociaciones
público-privadas por las que tanto han cabildeado los
grupos de presión empresariales. El Foro también
aprobará una estrategia de Acción Mundial para el
Agua, cuyos anteproyectos exhiben una retórica
impresionante; no obstante, el punto fundamental no sujeto a
negociación será, como siempre, abrir los mercados
para que a ellos accedan las empresas privadas del
sector"…

Propuestas del sistema

Frente a esta realidad la propuesta del sistema para
todo el mundo es la privatización del agua

Partiendo de la mala gestión generalizada
confía en que los mecanismos del mercado "optimicen" el
recurso, convirtiéndolo en un bien económico, al
igual que hacen con la electricidad, el petróleo y las
materias primas. Pero ya sabemos que la gestión eficaz y
rentable no proporcionará agua a todo el mundo y que el
precio de ésta vendrá fijado artificialmente por la
especulación bursátil de las grandes empresas. Por
otro lado, es muy dudoso que las empresas privadas fomenten
realmente el ahorro de agua, ya que sus beneficios aumentan con
el consumo. Se espera que para el 2015 la gente que depende de
abastecimiento privado pase de 300 a 1600 millones. Está
privatización está estrechamente vinculada a la
construcción de grandes embalses y centrales
hidroeléctricas, justificadas en la promesa de traer el
progreso a la zona. Sin embargo, por lo general, las comunidades
pobres no han podido acceder al agua y a la electricidad
prometidas.

Las políticas de "ayuda" del BM (a través
de sus agencias como la International Finance Corporation y la
Multilateral Investment Guarantee Agency) y del FMI están
impulsando abiertamente la privatización de los servicios
de agua en los países empobrecidos (creándose
monopolios y oligopolios como ocurre con la luz y el
teléfono) al incluirlo siempre entre las condiciones para
sus préstamos (12 países sólo en el 2000).
El BM establece que las instituciones gubernamentales
internacionales sólo pueden proporcionar el 5% de los
recursos necesarios.

Con el argumento de que aumentar el precio del agua
impulsará su ahorro se ha establecido la
"recuperación integral de costes" (RIC) derivados de las
inversiones en agua. Este principio, defendido también en
la Directiva Marco de la UE tiene un doble filo, ya que impide el
uso de fondos públicos y provoca un aumento salvaje de las
tarifas. Sin embargo, mientras en EEUU y en la UE las
infraestructuras del agua se han financiado tradicionalmente con
fondos públicos y se mantienen aún elevados
porcentajes (10% en USA, inversiones para el PHN en
España) y tarifas asequibles, en los países
empobrecidos se impone a rajatabla y exige además un
margen de beneficio para las compañías
privadas.

Inconvenientes de la privatización del
agua

Tendencia a favorecer a los ricos a costa de los
pobres

Las prácticas del mercado hacen del agua una
mercancía más dependiente del provecho de los
accionistas y los intereses de las grandes
compañías que de las necesidades de la
población local y de la preservación de los
recursos naturales. En realidad, esas compañías
están mucho más interesadas en servir a las
necesidades de la economía de los centros urbanos, la
industria y la agricultura intensiva, donde la gente puede
permitirse pagar precios comerciales, que en proporcionar agua a
los pobres, habitantes de barrios bajos y zonas rurales.
Además, la empresa privada ha mostrado muy poco
interés por mejoras necesarias en lo referente a sistemas
de reciclaje de agua en los países en desarrollo y a
mantenimiento de instalaciones antiguas.

Empleo de soluciones técnicas caras en vez de
alternativas locales baratas

La capitalización de la gestión del agua
por empresas privadas suele auspiciar proyectos necesitados de
alta tecnología. Lo cual hace aumentar la dependencia
económica de los países pobres y desechar proyectos
y formas de desarrollo susceptibles de mayor sostenibilidad.
Estos suelen representar soluciones mucho más baratas,
descentralizadas, tradicionales, experimentadas en el tiempo: el
almacenamiento de agua de lluvia, por ejemplo. La
concentración de capital y tecnología en manos
privadas también contribuye a entorpecer iniciativas
populares como el desarrollo de economías locales, la
formación de cooperativas, el establecimiento de
enseñanzas prácticas basadas en la experiencia, la
solidaridad entre consumidores y la participación
democrática en la toma de decisiones.

Efectos dañinos a largo plazo

– para la comunidad

Las empresas pretenden poder aportar soluciones a la
crisis del agua de los países pobres en desarrollo; pero
la experiencia de estos últimos tiempos ha demostrado que
esa afirmación carece de fundamento. Liberalización
y privatización de los servicios africanos de agua y
saneamiento conducen a pérdida de interés de la
gente y de una vigilancia legal y democrática del
suministro de agua. Favorece la formación de monopolios
mediante adquisiciones y fusiones, aumentando así la
dependencia respecto a inversores extranjeros que,
invariablemente, se esmeran en hacer recaer en otros los riesgos
de sus negocios.

– para los recursos sostenibles

La privatización ocasiona también un
conjunto privativo de opciones de adquisición y
tratamiento basadas en razones e intereses económicos.
Pone en peligro los ciclos locales del agua al enviar a grandes
distancias cantidades excesivas de agua, desoye advertencias de
entendidos y experiencias tradicionales y socava el
interés de la gente por la protección y la
conservación de los recursos naturales y su gestión
sostenible.

Empresas peligrosas: La "tierra" y sus "malas"
compañías
(Paper publicado el
25/7/05)

(Las víctimas son incontables,…
¿pero los victimarios son inimputables?)

– Introducción

La Cuarta Sinfonía de Chaikovski comienza con una
vigorosa fanfarria que ha sido considerada tradicionalmente como
la representación del destino. El propio Chaikovski, ante
la obsesiva insistencia de su amiga Nadezhda von Meck
("¿de qué va esta sinfonía?", le preguntaba
incansablemente), dejó escrito que esa fanfarria
representa "el destino, esa fuerza imbatible que impide la
consecución de nuestros sueños de felicidad; que
vela para que nuestra dicha y nuestra paz no lleguen nunca a ser
completas ni queden nunca libres de nubarrones; y que, cual
espada de Damocles, perpetuamente pende sobre nuestras cabezas
envenenándonos el alma".

En virtud de las denuncias permanentes, y del accionar
constante, de grupos ecologistas, estudiosos, publicistas,
académicos, y organizaciones no gubernamentales, vamos
tomando conciencia de la alarmante situación ambiental en
que se encuentra nuestro planeta. Como se verá en las
próximas páginas, no sólo el estado del
mundo es deplorable, sino que la hipoteca se extiende a la propia
condición humana, en peligro de reproducción,
enfermedad, disminución de cualidades
y…futuro.

El libre mercado, no sólo se está
"cargando" el planeta, sino que está "robando" el futuro a
la humanidad.

Dice Lester Brown que "nos comportamos en cuanto al
medio ambiente como si fuéramos los últimos.
Asistimos al mayor proceso de extinción desde los
dinosaurios".

Según la World Conservation Union: 48.000
especies vegetales, 9.600 tipos de aves, 4.400 mamíferos,
están amenazados de extinción.

Los límites claves del siglo XXI serán: el
agua dulce, los bosques, los pastizales, los bancos de pesca, la
biodiversidad y la atmósfera. ¿Pero, seremos
capaces de reconocer los límites naturales de nuestro
planeta y ajustar nuestro desarrollo en función de ello o
procederemos a expandir nuestra impronta ecológica hasta
el punto de no retorno? ¿Nos encaminamos hacia un mundo
donde la aceleración del cambio desbanca nuestra capacidad
de gestión y nos lleva a un declive a gran escala de los
sistemas ecológicos?

En el Informe Global de la ONU -Geo-2000- sobre la
situación medioambiental con que se ingresaba al siguiente
milenio, la conclusión era clara:

"El actual curso de las actividades humanas es
insostenible. Es imposible posponer los remedios por más
tiempo".

La creciente pérdida de biodiversidad es un
problema irreversible. Una vez producido no es posible
resolverlo, sólo podemos actuar con prevención. La
disminución de la capa de ozono y el cambio
climático han planteado un nuevo reto: la necesidad de
afrontar de modo urgente problemas globales inducidos por el
hombre, capaces de destruir toda la vida del planeta, no
sólo la humana.

En la recta final hacia la Cumbre sobre el Desarrollo
Sostenible de Johannesburgo, Greenpeace (2002), pedía a
los Gobiernos que adopten los principios de Bhopal sobre
Responsabilidad Corporativa. "La experiencia de la década
posterior a la Cumbre de Río ha demostrado que se
necesitan urgentemente estos diez principios: un extenso conjunto
de medidas que asegurarían que las empresas actuasen de
forma consecuente con los Principios 13 (Responsabilidad), 14
(Dobles estándares), 15 (Principio de precaución) y
16 (Principio de responsabilidad económica del
contaminador) de la Declaración de Río",
sostenía la organización
ecologista…

– Los limitantes de la crítica

Dice Daniel Innerarity, en su libro, "La Sociedad
Invisible", Espasa – 2004:

"A nadie se le oculta que la conciencia crítica
pasa actualmente por un mal momento… El agotamiento del
marxismo como teoría y como praxis ha dejado abierta la
cuestión de si disponemos en la práctica de un
punto de vista adecuado para cuestionar críticamente el
marco de las sociedades democráticas, si existen
posibilidades alternativas fuera de la lógica dominante en
las sociedades desarrolladas. Pero también corren malos
tiempos para la crítica, como para toda forma de
negatividad teórica o práctica -trasgresión,
revolución, desenmascaramiento, revelación,
protesta, alternativa, utopía-, por un motivo
"contextual": lo negativo, ha sido culturalmente
despotenciado…

El sociólogo Norbert Bolz ha sostenido que existe
un peculiar "conformismo de la diferencia" y la sociedad se hace
inmune a la crítica desde el momento en que la
crítica cultural misma es un artículo de moda que
se puede comprar en el mercado (1999). Y Martin Walter hablaba de
una "banalidad del bien" a propósito de determinados
"discursos críticos dominicales" que no son más que
el reflejo condicionado frente al hecho de que la opinión
pública espere de ellos un discurso crítico. Los
discursos de los reyes y los obispos son cualquier cosa menos
estremecedores. Nada parece en nuestra sociedad más
natural que la crítica a la sociedad. Que la
crítica no va más allá del ornamento es algo
que puede formularse de diversas maneras, por ejemplo: el
compromiso crítico como forma de consumo (Hirschman); con
las provocaciones ya no se puede provocar (Luhmann).

El comportamiento disidente ha sido tradicionalmente un
valor de negatividad; la disconformidad es ahora un valor
positivo. La anomalía es la conformidad. La
distinción entre ortodoxia y heterodoxia hace tiempo que
se ha quebrado y cualquiera desea hoy ser anticonvencional,
heterodoxo. El discurso acerca del valor de la innovación
es ya desde hace tiempo cosa de burócratas. La
crítica contra lo existente es una preparación para
el conformismo…

Oponerse por principio a la opinión dominante,
actuar siempre y sin excepción contra lo establecido,
supone dar demasiado valor a la opinión dominante y
establecida, rendirles un involuntario homenaje que probablemente
no merecen. Equivale a claudicar ante su imperio, establecer un
automatismo. En el origen de muchos estereotipos contestatarios
no hay otra cosa que una falta de reflexión y
diferenciación. Esto empobrece la crítica en la
medida en que disminuye la capacidad de aprender. Quizá
sea ésta una de las explicaciones de la tremenda penuria
con que se formula la crítica en la sociedad actual y de
la escasa rivalidad que tienen los poderosos. El sistema aprende
mejor que sus críticos.

Los sistemas se hacen inmunes frente a la crítica
asumiéndola. No hay nada mejor para neutralizar una
rebelión desde el poder que ponerse de su
parte…Podríamos afirmar que el poder de un sistema
es completo cuando consigue introducir la negación del
sistema en el sistema mismo. Nuestra sociedad le debe su
flexibilidad a los críticos, que ya no ponen nada en
peligro. Los medios de comunicación cuidan de la
desviación, alimentan la inquietud de la sociedad, o sea,
su disposición al conformismo. De este modo, cuando la
subversión es la corriente dominante, el "mainstream",
puede uno encontrarse con revolucionarios nadando a favor de la
corriente, personas que hablan en los medios de
comunicación contra los medios de comunicación,
rutinas que se presentan como rupturas de la tradición,
protestas que únicamente satisfacen el gozo de la
indignación. Lo "underground" está introducido en
el "mainstream". La economía se escenifica
éticamente; el marketing se alía con la subcultura;
la crítica social está subvencionada por
instituciones que deberían temblar ante la
crítica…Todos estos fenómenos tienen la
misma estructura: la negación del sistema es introducida
en el mismo sistema, que de este modo se hace
inatacable"…

Muchos son los rasgos que hablan a favor de la
invisibilidad como el carácter de nuestra época.
Bastará con mencionar ahora alguno de ellos: ha tenido
lugar una "virtualización de la sociedad", algo más
general que el hecho de que hayan crecido los sectores
específicamente virtuales (Bühl, 2000); los espacios
deslimitados de la globalización apenas sirven para
clarificar el mundo e identificar, lo que torna borrosos los
lugares y los estatus; el mundo se hace más
extraño, poblado por lo que Rupert de Ventós ha
denominado Objetos Políticos No Identificados: Estados
semisoberanos, organismos internacionales de escasa
representatividad, ONGs, sujetos con identidades
múltiples, emigrantes, terroristas, ejes del mal; la nueva
economía configura un mundo en el que los recursos
más importantes son los más intangibles, el
territorio es menos importante que el nivel educativo de la
población, y la reserva de bienes, de capitales y de mano
de obra cuentan menos que los flujos económicos; la
explosión del pluralismo y la diversificación de
los modos de vida conduce a un mundo más
enigmático, heterogéneo y difícil de
comprender; el aumento del saber va acompañado por un
crecimiento de zonas de incertidumbre: efectos secundarios,
exceso de información, imprevisibilidad; el hecho de que
se hable tanto de la confianza como una propiedad central de
nuestras relaciones sociales revela la complejidad de un mundo
que no es comprobable por uno mismo, de segunda mano, poblado de
realidades invisibles como el riesgo o la oportunidad, en el que
no hay más remedio que confiar o sospechar cuando el
juicio de los expertos no es definitivo, ni las ciencias refieren
hechos duros incontrovertibles; hay una crisis de la
representación que nos priva de los sistemas de
orientación que permitirían esquematizar la
realidad y reducirla a unas dimensiones manejables; el poder se
convierte en algo informe y por eso la política tiene
tantas dificultades para hacerse valer, configurar y gobernar en
un mundo globalizado: porque lo propio de la política es
hacer visible la responsabilidad, configurar comunidades
delimitadas, sujetos a los que poder dirigirse…

– ¿Quién manda aquí?

Es la propia configuración de nuestro mundo lo
que hace casi tan difícil protestar como
gobernar.

Se trata de una propiedad del mundo en que vivimos, en
virtud del cual los poderes resultan invisibles; la
representación, equívoca, y las evidencias
engañosas. Esta invisibilidad se debe a que la
interdependencia sistémica de los actores en la
economía, la política, la ciencia o el derecho se
caracteriza por una ausencia de causas y responsabilidades
identificables. Globalización significa en este contexto
que todo lo hacemos entre todos, por lo que las asignaciones de
mérito y responsabilidad son muy difíciles. A la
compleja división del trabajo le corresponde en el mundo
globalizado una complicidad general, y a ésta, una cierta
irresponsabilidad generalizada (en el sentido más inocente
de la expresión). Como sentenciaba Thomas Friedman, "la
verdad más básica acerca de la globalización
es: "No one is in charge" (1999)"

– Coordenadas

Ustedes pueden elegir:

– No one is in charge (Friedman, 1999)

– No os preocupéis, está todo bajo control
(Poderes fácticos,…ayer, hoy y
mañana)

– La masa no tiene que saber, debe creer
(Mussolini)

– Los sueños de la razón engendran
monstruos (Goya)

– Desconcertar el sentido común (Hegel,
1986)

– Decir lo que no se puede decir (Adorno,
1973)

– Somos una civilización peligrosamente
inconsciente (Ralston Saul, 1995)

– El problema que se plantea es el de saber en
qué medida las sociedades occidentales siguen siendo
capaces de fabricar el tipo de individuo necesario para la
continuidad de su funcionamiento (Castoriadis, 1997)

– Son tiempos en que el hombre y su poder sólo
parecen capaces de reincidir en el mal (Sabato, 1998)

– A veces, aún con retraso de decenios incluso
ganan los que tiran piedras (Grass, 1999)

– ¿Qué hacer entonces?

¿Más de lo mismo?
¿Resignación y pesebre? ¿Idiotas
útiles del enriquecimiento ajeno? ¿Espectadores
silenciosos del pálido final? ¿Náufragos de
la sociedad de consumo? ¿Víctimas del darwinismo
económico? ¿Damnificados de la riada especulativa
de la financierización mundial?

El iceberg ya zarpó de la Antártica; y el
Titanic ya lo ha hecho de Wall Street. El "siniestro" -más
pronto que tarde- está anunciado…

¿Ustedes creen que hay botes para
todos?

¿Ustedes creen que serán los llamados a
subirse a ellos?

¿Y entonces, a qué esperar?

Como colofón de esta introducción (e
invitándolos a continuar la lectura, a menos que no
coincidan con las "coordenadas" insinuadas) dejemos que Albert
Camus, nos ilumine el camino próximo a seguir:

"Indudablemente cada generación se cree destinada
a rehacer el mundo. La mía sabe, sin embargo, que no
podrá hacerlo. Pero su tarea es quizá mayor.
Consiste en impedir que el mundo se deshaga. Heredera de una
historia corrupta en la que se mezclan las revoluciones
fracasadas, las tecnologías enloquecidas, los dioses
muertos y las ideologías extenuadas. En la que poderes
mediocres, que pueden hoy destruirlo todo, no saben convencer; en
que la inteligencia se humilla hasta ponerse al servicio del odio
y de la opresión"…

– Nessum Dorma

El modelo global de consumo de los recursos naturales se
ha mantenido inalterado tras la Conferencia de Medio Ambiente de
Río de Janeiro en 1992. El 20% acomodado reclama para
sí el 85% del consumo mundial de madera, el 75% de la
siderurgia y el 70% de la energía.

Es posible que el consumo de energía hasta se
duplique de aquí al 2020. Los gases que producen el efecto
invernadero aumentarán entre un 45 y un 90%.

En todo el mundo los escapes de los automóviles
han eludido todo control: 1.000 millones de coches, el doble de
los actuales, se dirigirán en el año 2020 hacia el
infarto global del tráfico.

Durante los últimos 20 años, el medio
ambiente se ha deteriorado en el mundo de una manera espectacular
para tan corto período de tiempo geológico. Entre
los ejemplos están la destrucción de la capa de
ozono y de las selvas tropicales, la universalización de
la contaminación de los mares, la aceleración de la
contaminación atmosférica y los síntomas de
recalentamiento de la superficie de la tierra.

Se estima que el transporte motivado por el comercio
internacional consume la octava parte del petróleo
utilizado en el mundo.

El aumento del comercio mundial crea residuos y
contaminación por el mismo hecho del transporte de
mercaderías a distancias más grandes.

La dedicación de países enteros al
incremento de las exportaciones de materias primas en el comercio
internacional también tiene su impacto medio ambiental en
el punto de extracción o de producción,
especialmente en los países en vías de desarrollo
(la madera tropical es quizás el caso más
conocido).

Los efectos medio ambientales de la producción
industrial para la exportación comporta el consumo
intensivo de energía con su agotamiento de recursos no
renovables y sus consecuencias en cuanto al cambio
climático, a la contaminación del aire y el agua, a
la generación de productos químicos tóxicos
y al vertido de residuos.

Cada época tiene su propia teoría de la
catástrofe. Cada año se destruyen 17 millones de
hectáreas de selva tropical; junto con las emisiones de
residuos de combustibles fósiles, es lo que está
creando el "efecto invernadero", que afectará gravemente a
la producción de alimentos. Las consecuencias del cambio
climático se interrelacionan y son potencialmente
catastróficas. El nivel de los mares subirá, con lo
cual se reducirá a escala planetaria la extensión
de tierras cultivables que se hallan a poca altura sobre el mar.
Tan sólo un metro de elevación del nivel de la
hidrosfera pondrá en peligro de desaparición el 3%
de las tierras del mundo. Este porcentaje parece pequeño a
primera vista; pero nos daremos cuenta de su trascendencia si
sabemos que equivale a la tercera parte de los campos cultivados
en todo el mundo y que es el suelo donde viven 1.000 millones de
personas.

Desde 1987, han ocurrido al menos 11 temporales
acompañados de vientos huracanados cuyos daños
totalizan más de 50.000 millones de dólares a las
preocupadas compañías de seguros de todo el mundo.
Otros sectores serán amenazados por el 20% de incremento
previsto de las lluvias o por el 5-10% de disminución de
las lluvias de verano. La reiteración de este
fenómeno convertiría en un desierto la
región cerealista de Estados Unidos. Un aumento de 2
grados centígrados en la temperatura planetaria media
podría significar un declive entre el 3 y el 17% en el
rendimiento de las cosechas de trigo de Europa y Estados
Unidos.

"Decir que hay que salvar el medio ambiente es decir que
hay que cambiar radicalmente el modo de vida de la sociedad,
renunciar a la carrera desenfrenada por el consumo. No es nada
menos que eso. La cuestión política,
psíquica, antropológica, filosófica que se
plantea, en toda su profundidad, a humanidad
contemporánea", dice C. Castoriadis, en su obra: "El
avance de la insignificancia – Eudeba -1997

Cada comunidad paga un precio por la
contaminación de su medio ambiente. La
contaminación del agua, del aire y del suelo por productos
tóxicos y radioactivos junto con el aumento de la
radiación ultravioleta, está minando la salud
humana y disparando los costes de sanidad. Un estudio de la
calidad del aire realizado por la OMS y otros da cuenta de que
625 millones de personas están expuestas a niveles no
saludables de dióxido de sulfuro, más de 1.000
millones de personas se hallan potencialmente expuestos a niveles
dañinos de contaminación del aire. Un estudio en
Estados Unidos estima que la contaminación del aire puede
costarle al país hasta 40.000 millones al año en
sanidad y pérdidas de productividad.

Los nuevos datos sobre Rusia muestran a la
perfección los efectos devastadores de la
contaminación por toxinas químicas y
orgánicas sobre la salud humana. La Academia Rusa de
Ciencias Médicas señala: que el 11% de los
niños rusos padecen defectos de nacimiento. La mitad del
agua potable y una décima parte de los alimentos
están contaminados, por lo que el 55% de los niños
tienen problemas de salud. Es particularmente preocupante el
aumento de enfermedades y de muertes prematuras entre las
personas de 25 a 40 años.

Otro problema que hará aumentar los futuros
costes de la sanidad es la disminución del ozono
estratosférico. Tan sólo en Estados Unidos puede
significar 200.000 casos más de muerte por cáncer
de piel durante las próximas 5 décadas. A escala
mundial equivale a millones de muertes. También
aumentarían las cataratas y enfermedades
infecciosas.

Además del déficit ecológico, el
mundo está viendo como se le acumulan unas enormes
facturas por la contaminación y recuperación
ecológica. Por ejemplo, los costes calculados para la
descontaminación de los lugares donde hay residuos
peligrosos en Estados Unidos ronda los 750.000 millones de
dólares, algo así como tres cuartas partes del
presupuesto federal de Estados Unidos para 1990.

La alternativa a estas operaciones de limpieza es
ignorarlos y dejar que los residuos tóxicos se filtren
hasta las capas freáticas. De una u otra forma, la
sociedad tendrá que pagar, ya sea en forma de facturas de
descontaminación o en forma de crecientes costes en la
sanidad.

Los déficits y las deudas ecológicas en
que el mundo ha incurrido en las últimas décadas
son enormes, empequeñeciendo, muchas veces la deuda
estrictamente económica de los países.
Quizás lo más importante es una diferencia que se
suele pasar por alto entre los déficits económicos
y los ecológicos. Una deuda económica es algo que
nos debemos entre nosotros. Por cada prestatario hay un
prestamista, los recursos sencillamente cambian de mano. Pero las
deudas ecológicas, especialmente aquéllas que
suponen daños o pérdidas irreversibles de capital
natural, muchas veces sólo pueden ser reembolsadas
mediante la privación y la enfermedad de las generaciones
futuras.

Es evidente que el actual sistema económico
está lentamente empezando a autodestruirse a medida que
elimina su base ecológica natural.

El reto está en diseñar y construir un
sistema económico sostenible desde el punto de vista
ecológico.

¿Podemos entrever que aspecto tendría?
Sí. ¿Podemos definir una estrategia para ir desde
el actual sistema económico al ecológicamente
sostenible en el intervalo del tiempo que disponemos? Otra vez la
respuesta es sí.

Los componentes básicos de un esfuerzo para
construir una economía global ecológicamente
sostenible son bastante elementales, a saber, recuperar la
estabilidad del clima, proteger la capa de ozono, restaurar la
cubierta vegetal de la tierra, estabilizar los suelos,
salvaguardar la restante diversidad biológica de la tierra
y restaurar el tradicional equilibrio entre nacimientos y
muertes.

Salirse del curso de la decadencia y la
degradación ecológica requiere un enorme esfuerzo,
similar a una movilización para librar una guerra. Para
darle vuelta a la situación, debemos empezar por nosotros
mismos. Cada uno de nosotros, puede hacer muchas cosas. Podemos
reciclar, podemos utilizar el agua y la energía de manera
mucho más eficiente y podemos limitar nuestras familias a
dos hijos. Estas acciones individuales son necesarias, pero no
suficientes, ya que no traen consigo los cambios estructurales
básicos que la economía necesita para convertirse
en sostenible. Para esto, hay que recurrir a la acción
ciudadana y así presionar a los gobernantes para que tomen
medidas políticas que deberán transformar la
economía.

La necesidad más acuciante es la de una nueva
percepción del mundo, una nueva perspectiva que refleje
las realidades ecológicas y que redefina la idea de
seguridad al reconocer que la primera amenaza a nuestro futuro no
es la agresión militar, sino la degradación
ecológica del planeta.

La cuestión, por tanto, no es sólo lo que
necesitamos hacer, sino también como podemos hacerlo
rápidamente, antes de que se nos acabe el tiempo y el
mundo entero sea engullido por esa espiral descendente que ya se
ha tragado una sexta parte de la humanidad. Entre los principales
instrumentos políticos que pueden convertir un sistema
ecológicamente sostenible está la política
fiscal. Hasta el momento, los gobiernos han confiado en las
regulaciones de todo tipo, pero a la vista, de lo conseguido en
estas últimas dos décadas, no parece que se trate
de una estrategia que vaya a dar buenos resultados. Es obvio que
las regulaciones tienen que desempeñar también un
papel. Sin embargo, para transformar rápidamente la
economía, el instrumento más efectivo con
diferencia es la política fiscal, especialmente la
sustitución parcial de los impuestos sobre las rentas por
impuestos ecológicos. Este cambio impulsaría el
empleo y los ahorros y desincentivaría las actividades que
destruyen el medio ambiente. En síntesis,
impulsaría actividades productivas y
desincentivaría las destructivas, guiando tanto las
inversiones de las empresas como los gastos de los
consumidores.

"Para nuestra generación, el medio ambiente y la
pobreza son las grandes cuestiones", nos dice Lester Brown, en su
libro: "La situación en el mundo – Editorial
Apóstrofe – 1993.

Los casos que se han expuesto han intentado proporcionar
información relevante sobre las compañías,
el tipo de accidente que se produjo, su efecto sobre la gente y
el medio ambiente, el resultado de los procesos legales (si los
hubo), el daño causado y la conclusión en cuanto a
la responsabilidad (irresponsabilidad) de la empresa.

Estos casos también explican cómo el
comportamiento empresarial irresponsable continúa
afectando gravemente tanto al medio ambiente como a la salud de
las personas, y cómo las empresas responsables no
responden de manera adecuada. Muestran cómo las empresas
tampoco suelen indemnizar o ayudar a las comunidades afectadas,
cómo eluden su obligación de limpiar la zona o
remediar los daños medioambientales y cómo violan
los derechos humanos y de la comunidad al fallar en el control de
la producción, la elaboración de informes y la
publicación de información básica en cuanto
a productos y procesos. Tal comportamiento no tiene otro
calificativo que el de criminal, y se está haciendo cada
vez más difícil, a veces imposible, buscar justicia
y hacer que estas empresas se responsabilicen de sus
crímenes y paguen por ellos.

Un aspecto importante en muchos casos es la aparente
diferencia de comportamiento de las compañías en
los países "occidentales" ricos, que tienen normas
relativamente estrictas de protección de las personas y el
medio ambiente, y su decepcionante comportamiento en los
países "pobres" donde las leyes son poco estrictas y
difíciles de hacer cumplir. Los casos muestran que el
mercado global hace posible a las compañías
practicar dobles estándares, haciendo un mal uso de las
leyes poco estrictas de los países más pobres para
ahorrar costes y maximizar beneficios. Por ejemplo, el amianto se
puede comercializar de forma más barata en los
países industrializados de Asia sin las normas de
protección laboral que existen en EEUU o
Europa.

No sólo las multinacionales actúan de
forma irresponsable. Las empresas nacionales o incluso las que
son propiedad de los empleados actúan de forma inadecuada.
En países como la República Checa, Rusia o India,
donde los Estados ocupan una posición muy fuerte en los
intereses de las compañías, la situación
puede ser incluso peor. Se necesita un instrumento de control
internacional para tratar estas peculiaridades.

Esta lista de casos no es exhaustiva ni definitiva.
Estos casos deberían ser vistos simplemente como un
registro preliminar de delitos corporativos con un impacto enorme
y de muy larga duración sobre la gente y el medio
ambiente, una prueba de la urgente necesidad de emprender
acciones internacionales.

Continuará…

Anexo II: Lecturas
recomendadas

Monografias.com

– "El mito del crecimiento económico infinito es
un fracaso" (BBCMundo – 29/9/11)

(Por Tim Jackson – Universidad de Surrey),

Toda sociedad se aferra a un mito y vive
por él. El nuestro es el del crecimiento económico.
Las últimas cinco décadas la persecución del
crecimiento ha sido el más importante de los objetivos
políticos en el mundo. La economía global tiene
cinco veces el tamaño de hace medio siglo. Si
continúa creciendo al mismo ritmo, será 80 veces en
el año 2100.

Este extraordinario salto de la
actividad económica global no tiene precedentes en la
historia. Y es algo que no puede estar más en desacuerdo
con la base de recursos finitos y frágil equilibrio
ecológico del que depende para su supervivencia. Y ya ha
venido acompañado de una degradación estimada de un
60% de los ecosistemas del mundo.

La mayor parte del tiempo, evitamos la realidad de estos
números. El crecimiento debe continuar, insistimos.
"¡Acumulad!, ¡acumulad!, es lo que dicen
Moisés y todos los profetas", como dijo Karl
Marx.

Y no sólo por el bien de los países
más pobres, donde (lo sabe el cielo) es desesperadamente
urgente una calidad de vida mejor, sino en el opulento Occidente,
donde el consumismo rampante amenaza el tejido de nuestra
sociedad.

Las razones por esta ceguera colectiva son
fáciles de encontrar. El capitalismo occidental se basa de
forma estructural en el crecimiento para su estabilidad. Cuando
la expansión se tambalea, como ha pasado recientemente,
los políticos entran en pánico.

Los negocios batallan por sobrevivir. La gente pierde
sus trabajos y en ocasiones sus viviendas. La espiral de la
recesión es una amenaza. Cuestionar el crecimiento se toma
como un acto de lunáticos, idealistas y
revolucionarios.

Ahora, cuestionarlo es un deber. El
mito del crecimiento infinito ha fracasado, ha fracasado para
2.000 millones de personas que viven con menos de US$ 2 al
día. Ha fracasado para el frágil sistema
ecológico de cuya supervivencia depende. Ha fracasado,
espectacularmente, en sus propios términos, para proveer
estabilidad económica y asegurar la vida de las personas.
La prosperidad para unos pocos, basada en la destrucción
medioambiental y la persistente injusticia social, no es
fundamento para una sociedad civilizada.

Crisis es oportunidad

Pero la crisis económica se
nos presenta como una oportunidad única para invertir en
el cambio, barrer las creencias en el beneficio a corto plazo que
fueron una plaga durante décadas. Y para el compromiso,
por ejemplo, en una reforma radical de las disfuncionales
instituciones de los mercados de capitales.

La especulación sin trabas en materias primas y
derivados financieros, llevaron al mundo financiero al filo del
colapso hace tres años. Es necesario que sea remplazado
por un más duradero y lento sentido de las finanzas:
inversión sólida en activos productivos, en
tecnologías limpias de bajas emisiones de carbono, en
salud y educación, en viviendas de calidad y en sistema de
transporte eficientes, en espacios públicos abiertos. Es
decir, inversión en el futuro de las
comunidades.

El empresariado también debe ser revisado.
Obtener beneficios a expensas de los contribuyentes es inmoral.
La mano invisible del mercado debe ser domesticada y puesta al
servicio del pueblo. Los ejecutivos más previsores de las
empresas más visionarias ya entienden estas demandas. La
empresa social está comenzando a prosperar en la
economía post-crisis.

Arreglar la economía es
sólo parte de la batalla. También tenemos que
confrontar la lógica del consumismo. Los días de
gastar dinero que no tenemos en cosas que no necesitamos para
impresionar a personas que no nos importan deben terminar. Vivir
bien es buena nutrición, un hogar decente, buenos
servicios públicos, comunidad estable y un empleo
satisfactorio.

La prosperidad, en todos los sentidos de la palabra,
trasciende las preocupaciones materiales, reside en el amor de
nuestras familias, el apoyo de nuestros amigos y la fuerza de
nuestras comunidades, en nuestra capacidad para participar en la
vida en sociedad, en tener un propósito para darle sentido
a la vida. El desafío para nuestra sociedad es crear las
condiciones para que hacer esto posible.

– Replantearse el imperativo del crecimiento (Project
Syndicate – 2/1/12)

(Por Kenneth Rogoff)

Cambridge.- La macroeconomía moderna parece con
frecuencia considerar que el crecimiento rápido y estable
es lo más importante de la política
económica. Los debates políticos, las juntas de los
bancos centrales y los titulares de portada de los
periódicos se hacen eco de ese mensaje, pero,
¿de verdad tiene sentido considerar el crecimiento como
el principal objetivo social a perpetuidad, como dan por sentado
implícitamente los libros de texto de
economía?

Desde luego, muchos críticos de las
estadísticas económicas habituales han propugnado
mediciones más amplias del bienestar nacional, como, por
ejemplo, la esperanza de vida al nacer, la alfabetización,
etcétera. Entre esas evaluaciones figuran el Informe sobre
desarrollo humano de las Naciones Unidas y, más
recientemente, la Comisión sobre la medición de los
resultados económicos y el progreso social, encabezada por
los economistas Joseph Stiglitz, Amartya Sen y Jean-Paul
Fitoussi.

Pero podría haber un problema más profundo
aún que la estrechez estadística: el de que la
teoría moderna del crecimiento no subraye adecuadamente
que las personas son seres fundamentalmente sociales. Para
evaluar su bienestar, se basan en lo que ven a su alrededor, no
en algún criterio absoluto.

Conforme a la célebre observación del
economista Richard Easterlin, resulta sorprendente que las
encuestas sobre la "felicidad" hayan evolucionado poco en los
decenios posteriores a la segunda guerra mundial, pese al
importante aumento tendencial de la renta. Huelga decir que el
resultado de Easterlin parece menos verosímil en el caso
de los países muy pobres, donde los aumentos
rápidos de la renta permiten con frecuencia a las
sociedades disfrutar de grandes mejoras en la calidad de vida,
que probablemente guarden una marcada relación con
cualquier medición aceptable del bienestar
general.

Sin embargo, en las economías avanzadas es casi
seguro que el criterio elegido es un factor importante en la
forma como las personas evalúan su bienestar. En ese caso,
el crecimiento generalizado de la renta podría elevar
dichas evaluaciones a un ritmo mucho más lento de lo que
sería de esperar examinando cómo un aumento de la
renta de una persona respecto de otras afecta a su bienestar y,
por citar un aspecto relacionado, el criterio elegido puede muy
bien entrañar un cálculo diferente de las
relaciones entre el crecimiento y otros imperativos
económicos, como, por ejemplo, la degradación
medioambiental, del que indican los modelos habituales de
crecimiento.

Para ser justos, algunos pocos estudios, pero
importantes, reconocen que las personas se guían en gran
medida por criterios históricos o sociales en sus opciones
e ideas económicas. Lamentablemente, dichos modelos suelen
ser difíciles de manejar, calcular o interpretar. A
consecuencia de ello, suelen emplearse principalmente en marcos
muy especializados, como, por ejemplo, los intentos de explicar
el llamado "enigma de la prima de las acciones" (la
observación empírica de que a lo largo de
períodos largos las acciones tienen un rendimiento mayor
que los bonos).

Resulta un poco absurda la
obsesión por lograr a perpetuidad el mayor crecimiento
medio de la renta a largo plazo, sin tener en cuenta otros
riesgos y consideraciones. Examinemos un sencillo experimento
mental. Imaginemos que la renta nacional por habitante (o alguna
medición más amplia del bienestar) vaya a aumentar
un uno por ciento al año durante los próximos
siglos. Se trata, aproximadamente, de la tasa de crecimiento
tendencial por habitante del mundo avanzado en los últimos
años. Con un aumento anual de la renta del uno por ciento,
una generación nacida dentro de 70 años
disfrutará de una renta media que será el doble,
aproximadamente, de la actual. En el plazo de dos siglos, la
renta aumentará ocho veces.

Ahora bien, supongamos que viviéramos en una
economía que creciese a un ritmo mucho mayor, con un
aumento anual de la renta por habitante del dos por ciento. En
ese caso, la renta por habitante se duplicaría al cabo de
sólo 35 años y un aumento de ocho veces
tardaría sólo un siglo en producirse.

Por último, preguntémonos cuánto
nos importa en realidad que se tarde 100, 200 o incluso 1.000
años en aumentar ocho veces el bienestar. ¿No
tendría más sentido preocuparse por si lo
conflictos o el calentamiento planetario podrían producir
una catástrofe que afectara a la sociedad durante siglos o
más?

Aunque sólo pensemos en nuestros descendientes,
es de suponer que esperemos que prosperen y hagan una
contribución positiva a la sociedad. Dando por sentado que
disfruten de una prosperidad mucho mayor que la de nuestra propia
generación, ¿qué importancia puede tener el
nivel absoluto de renta?

Tal vez un motivo más profundo subyacente al
imperativo del crecimiento en muchos países se deba al
interés por el prestigio y la seguridad nacionales. En su
influyente libro de 1989 Auge y caída de las grandes
potencias, el historiador Paul Kennedy concluyó que a
largo plazo la riqueza y la capacidad productiva de un
país, en relación con las de sus
contemporáneos, es el factor determinante esencial de su
categoría mundial.

Kennedy se centró en particular en la potencia
militar, pero en el mundo actual las economías logradas
disfrutan de una categoría que abarca muchas dimensiones y
en todas partes las autoridades están legítimamente
preocupadas por la posición económica nacional en
el mundo. Desde luego, una carrera económica en pos de la
potencia mundial es un motivo comprensible para centrarse en el
crecimiento a largo plazo, pero, si semejante competencia es de
verdad una justificación fundamental para hacerlo,
tendremos que revisar los modelos macroeconómicos
habituales, que pasan totalmente por alto esa
cuestión.

Naturalmente, en el mundo real los
países consideran con razón que el crecimiento a
largo plazo forma parte íntegramente de su seguridad
nacional y su categoría planetaria. Los países muy
endeudados, grupo del que actualmente forman parte la
mayoría de las economías avanzadas, necesitan el
crecimiento para que los ayude a salir del hoyo, pero, como
propuesta a largo plazo, el argumento a favor de que nos
centremos en el crecimiento tendencial no es tan convincente como
muchas autoridades y teóricos económicos quisieran
hacernos creer.

En un período de gran incertidumbre
económica, puede parecer inapropiado poner en tela de
juicio el imperativo del crecimiento, pero es que tal vez una
crisis sea exactamente la ocasión de replantearse los
objetivos a largo plazo de la política económica
mundial.

(Kenneth Rogoff, ex economista jefe del FMI, es profesor
de Economía y Políticas Públicas en la
Universidad de Harvard. Copyright: Project Syndicate,
2012)

– Hacia una humanidad sostenible (Project Syndicate –
31/1/12)

(Por Jeffrey D. Sachs)

Addis Abeba.- Desarrollo sostenible significa lograr un
crecimiento económico que sea ampliamente compartido y que
proteja los recursos vitales del planeta. Sin embargo, nuestra
economía global actual no es sostenible: el progreso
económico ha dejado atrás a más de mil
millones de personas y la actividad humana está causando
un daño terrible al medio ambiente. Para alcanzar el
desarrollo sostenible es necesaria la movilización de
nuevas tecnologías que estén guiadas por valores
sociales en común.

El Secretario General de las Naciones Unidas, Ban
Ki-moon, ha declarado con justicia que el desarrollo sostenible
es una de las principales prioridades de la agenda global. Hemos
entrado en un período peligroso en el que una enorme y
creciente población, combinada con un rápido
crecimiento económico, amenaza causar efectos
catastróficos sobre el clima, la biodiversidad y el
suministro de agua dulce del planeta. Los científicos
llaman a esta nueva etapa el Antropoceno, en el que los seres
humanos se han convertido en las principales causas de los
cambios físicos y biológicos de la
tierra.

El Panel de Sostenibilidad Global del Secretario General
ha emitido un nuevo informe que describe un marco para el
desarrollo sostenible. El PSG señala con acierto que el
desarrollo sostenible tiene tres pilares: erradicar la pobreza
extrema, asegurar que la prosperidad sea compartida por todos, lo
que ha de incluir mujeres, jóvenes y minorías, y
proteger el medio ambiente natural. Podemos llamarlos los pilares
económico, social y medioambiental del desarrollo
sostenible o, de manera más simple, las "tres condiciones
básicas" del desarrollo sostenible.

El PSG ha hecho un llamamiento a los líderes
mundiales a adoptar una nueva serie de Objetivos de Desarrollo
Sostenible, u ODS, que ayuden a dar forma a las políticas
y acciones globales después de la fecha límite de
2015 de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Mientras
los ODM se centran en la reducción de la pobreza extrema,
los ODS se centrarán en los tres pilares del desarrollo
sostenible: erradicar la pobreza extrema, que toda la sociedad
comparta los beneficios del desarrollo económico, y
proteger la Tierra.

Por supuesto, una cosa es establecer ODS y otra muy
distinta es lograrlos. El problema se vuelve evidente si vemos un
reto fundamental: el cambio climático. En la actualidad,
en el planeta vivimos siete mil millones de personas y cada una
es responsable, en promedio, de la liberación cada
año de un poco más de cuatro toneladas de
dióxido de carbono a la atmósfera. Este CO2 se
emite cuando quemamos carbón, petróleo y gas para
producir electricidad, conducir nuestros coches o calentar
nuestros hogares. En total, los seres humanos emitimos cerca de
30 mil millones de toneladas de CO2 al año a la
atmósfera, lo suficiente como para cambiar
drásticamente el clima en unas pocas
décadas.

Para 2050, es muy probable que en el planeta vivan
más de nueve mil millones de personas. Si son más
ricas que las de hoy en día (y por lo tanto usan
más energía por persona), las emisiones mundiales
totales podrían duplicarse o incluso triplicarse. Este es
el gran dilema: necesitamos que emitan menos CO2, pero el mundo
se encamina a que emitan mucho más.

Nos debe preocupar esa situación
hipotética, ya que es casi seguro que proseguir por el
camino del aumento de las emisiones globales causará
estragos y sufrimiento a miles de millones de personas a medida
que se vean afectadas por sequías, olas de calor,
huracanes, etc. Ya lo hemos visto en los últimos
años con una serie de devastadoras hambrunas, inundaciones
y otros desastres relacionados con el clima.

Entonces, ¿cómo puede la gente del mundo
-especialmente su población pobre- beneficiarse de
más electricidad y más acceso a medios de
transporte modernos, pero de una forma que salve el planeta, en
lugar de destruirlo? La verdad es que no podemos, a menos que
mejoremos drásticamente las tecnologías que
utilizamos.

Tenemos que usar la energía de manera mucho
más sabia, cambiando de combustibles fósiles a
fuentes de energía bajas en carbono. Estas decisivas
mejoras son ciertamente posibles y, además,
económicamente realistas.

Consideremos la ineficiencia energética de un
automóvil, por ejemplo. En la actualidad movemos entre
1000 y 2000 kilogramos de maquinaria para el transporte de una o
unas pocas personas, cada una con un peso de tal vez unos 75
kilogramos. Y lo hacemos con un motor de combustión
interna que utiliza sólo una pequeña parte de la
energía liberada por la quema de la gasolina. La mayor
parte de la energía se pierde como calor
residual.

Por lo tanto, podríamos lograr grandes
reducciones de las emisiones de CO2 mediante la conversión
a vehículos pequeños y ligeros a batería que
sean propulsados por motores eléctricos de alta eficiencia
y cargados por una fuente de energía baja en carbono, como
la energía solar. Aún mejor, al pasar a utilizar
vehículos eléctricos, seríamos capaces de
usar las últimas tecnologías de la
información para hacerlos inteligentes… incluso lo
suficiente para conducirse solos utilizando sistemas avanzados de
posicionamiento y procesamiento de datos.

Los beneficios de las tecnologías de
información y comunicaciones se pueden encontrar en todos
los ámbitos de la actividad humana: mejor
producción agrícola gracias al GPS y la
microdosificación de fertilizantes, fabricación de
precisión, edificios que saben cómo economizar en
el uso de energía y, por supuesto, el poder transformador
y acercador de la Internet. La banda ancha móvil ya
conecta hasta los pueblos más distantes de las zonas
rurales de África y la India, reduciendo con ello de
manera significativa la necesidad de desplazarse.

Hoy las operaciones bancarias se hacen por
teléfono, así como una gama creciente de
diagnósticos médicos. Los libros
electrónicos se transmiten directamente a los dispositivos
de mano, sin necesidad de librerías, viajes y la pulpa y
el papel de los libros físicos. Asimismo, la
educación se realiza cada vez más en línea,
y muy pronto permitirá en cualquier punto del planeta
recibir enseñanza de primer nivel, a un coste marginal
casi nulo por la inscripción de alumnos
adicionales.

Sin embargo, el paso a un desarrollo sostenible no
será sólo asunto de tecnología.
También tendrá que ver con incentivos del mercado,
regulaciones gubernamentales y el apoyo público para la
investigación y el desarrollo. Pero, aún más
fundamental que las políticas y la gobernanza será
el reto de los valores. Debemos entender nuestro destino
común y adoptar el desarrollo sostenible como un
compromiso compartido por la decencia hacia todos los seres
humanos de hoy y del futuro.

(Jeffrey D. Sachs es profesor de Economía y
Director del Instituto de la Tierra en la Universidad de
Columbia. También es asesor especial del secretario
general de las Naciones Unidas para los Objetivos de Desarrollo
del Milenio. Copyright: Project Syndicate, 2012)

– Para adoptar el desarrollo sostenible (Project
Syndicate – 6/2/12)

(Por Jacob Zuma and Tarja Halonen)

Helsinki/Johannesburgo.- El mundo sigue una vía
insostenible y debe urgentemente avanzar por un rumbo diferente,
que incluya las preocupaciones por la equidad y por el medio
ambiente en las actividades económicas generales. Para
ello, debemos poner en práctica ahora el desarrollo
sostenible, no a pesar de la crisis, sino por ella.

Actualmente, nuestros imperativos son muchos. Las
economías se tambalean, los ecosistemas están
asediados y la desigualdad -dentro de los países y entre
ellos- está aumentando desmesuradamente. Vistos en
conjunto, son síntomas que comparten una causa principal:
los intereses especulativos y con frecuencia estrechos de miras
han substituido a los intereses comunes, las responsabilidades
comunes y el sentido común.

Como copresidentes que somos del Grupo de alto nivel de
las Naciones Unidas sobre la sostenibilidad mundial, el
Secretario General de las NNUU, Ban Ki-moon, nos ha pedido que
colaboremos con veinte de los más eminentes dirigentes del
mundo para que abordemos estas cuestiones. Nuestra tarea
está clara: hacer propuestas sobre cómo ofrecer
mayores oportunidades a más personas y con menos
consecuencias para nuestro planeta.

Hace un cuarto de siglo, en el informe Bruntland, que
llevaba el nombre de la Primera Ministra de Noruega Gro
Bruntland, se pidió un nuevo paradigma de desarrollo
sostenible. En él se declaraba que el crecimiento
económico duradero, la igualdad social y la sostenibilidad
medioambiental son interdependientes. El bienestar humano depende
de su integración,

Estamos convencidos no sólo de que esa
concepción es sólida, sino también de que
resulta más pertinente que nunca. Ahora tenemos que poner
en práctica la teoría incorporando el desarrollo
sostenible en las actividades económicas generales y
expresando con claridad los costos de la acción -y la
inacción- actualmente y en el futuro.

En 2030, con el aumento de la población humana y
de sus afanes, el mundo necesitará al menos un 50 por
ciento más de alimentos, un 45 por ciento más de
energía y un 30 por ciento más de agua. Nuestro
planeta se está acercando a puntos de inflexión
determinados científicamente o incluso
superándolos, lo que tiene consecuencias graves para la
gestión de los bienes mundiales comunes y para reducir la
pobreza: para que los países en desarrollo hagan realidad
sus legítimas aspiraciones de crecimiento, necesitaran
más tiempo, además de más apoyo financiero y
tecnológico, con miras a hacer la transición a la
sostenibilidad.

Sin embargo, seguimos siendo optimistas. La democracia
representativa es actualmente la forma predominante de gobierno
en el mundo. Los avances de la ciencia nos han brindado una mejor
comprensión del clima y los riesgos para el ecosistema.
Miles de millones de personas están conectadas por
tecnologías que han vuelto más pequeño el
mundo y han ampliado la idea de una vecindad mundial. Creemos que
podemos acopiar el talento y la voluntad para elegir nuestro
futuro, en lugar de lo contrario.

El riesgo mayor radica en la continuación de
nuestra vía actual. En 2030, un niño nacido este
año llegará a la mayoría de edad. No podemos
hipotecar su futuro para pagar una forma de vida
intrínsecamente insostenible e injusta.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6
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