Monografias.com > Sin categoría
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Algunas biografías de hombres de fe (página 2)



Partes: 1, 2

A bordo del navío, al alejarse de su
patria, Enrique Martyn lloró como un niño.  No
obstante, nada ni nadie podían desviarlo de su firme
propósito de seguir la dirección divina.  El
también era un tizón arrebatado del fuego, por eso
repetidamente decía: "Que yo sea una llama de fuego en
el servicio divino." 

Después de una travesía de
nueve largos meses a bordo y cuando ya se encontraba cerca de su
destino, pasó un día entero en ayuno y
oración.  Sentía cuán grande era el
sacrificio de la cruz y cómo era igualmente grande su
responsabilidad para con los perdidos en la idolatría que
sumaban multitudes en la India.  Siempre repetía:
"Sobre tus muros, oh Jerusalén, he puesto guardas;
todo el día y toda la noche no callarán
jamás.  Los que os acordáis de Jehová,
no reposéis, ni le deis tregua, hasta que restablezca a
Jerusalén, y la ponga por alabanza en la tierra"
(Isaías 62:6,7).

La llegada de Enrique Martyn a la India, en
el mes de abril de 1806, fue también en respuesta a la
oración de otros.  La necesidad era tan grande en ese
país, que los pocos obreros que habían allí
se pusieron de acuerdo en reunirse en Calcuta de ocho en ocho
días, para pedir a Dios que enviase un hombre lleno del
Espíritu Santo y de poder a la India.  Al desembarcar
Martyn, fue recibido alegremente por ellos, como la respuesta a
sus oraciones.

Es difícil imaginar el horror de la
tinieblas en que vivía ese pueblo, entre el cual fue
Martyn a vivir.  Un día, cerca del lugar donde se
hospedaba, oyó una música y vio el humo de una pira
fúnebre, acerca de las cuales había oído
hablar antes de salir de Inglaterra.  Las llamas ya
comenzaban a subir del lugar donde la viuda se encontraba sentada
al lado del cadáver de su marido muerto.  Martyn,
indignado, se esforzó pero no pudo conseguir salvar a la
pobre víctima.

En otra ocasión fue atraído
por el sonido de címbalos a un lugar donde la gente
rendía culto a los demonios.  Los adoradores se
postraban ante un ídolo, obra de sus propias manos,
¡al que adoraban y temían! Martyn se sentía
"realmente en la vecindad del
infierno
". 

Rodeado de tales escenas, él se
esforzaba más y más, incansablemente, día
tras día en aprender la lengua.  No se desanimaba con
la falta de fruto de su predicación, porque consideraba
que era mucho más importante traducir las Escrituras y
colocarlas en las manos del pueblo.  Con esa meta fija en su
mente perseveraba en la obra de la traducción,
perfeccionándola cuidadosamente, poco a poco, y
deteniéndose de vez en cuando para pedir el auxilio de
Dios.

Cómo ardía su alma en el
firme propósito de dar la Biblia al pueblo, se ve en uno
de sus sermones,  conservado en el Museo Británico, y
que copiamos a continuación

"Pensé en la situación
triste del moribundo, que tan sólo conoce bastante de la
eternidad como para temer a la muerte, pero no conoce bastante
del Salvador como para vislumbrar el futuro con esperanza. 
No puede pedir una Biblia para aprender algo en que afirmarse, ni
puede pedir a la esposa o al hijo que le lean un capítulo
para consolarlo.  ¡La Biblia, ah, es un tesoro que
ellos nunca poseyeron!  Vosotros que tenéis un
corazón para sentir la miseria del prójimo nosotros
que sabéis cómo la agonía del
espíritu es más cruel que cualquier sufrimiento del
cuerpo, vosotros que sabéis que está próximo
el día en que tendréis que morir. ¡OH, dadles
aquello que será un consuelo a la hora de la
muerte!"

Para alcanzar ese objetivo, de dar las
Escrituras a los pueblos de la India y de Persia, Martyn se
dedicó a la traducción de día y de noche, en
sus horas de descanso y mientras viajaba.  No
disminuía su marcha ni cuando el termómetro
registraba el intenso calor de 50º, ni cuando sufría
de fiebre intermitente, ni debido a la gravedad de la peste
blanca que ardía en su pecho.

Igual que David Brainerd, cuya
biografía siempre sirvió para inspirarlo, Enrique
Martyn pasó días enteros en intercesión y
comunión con su "amado, su querido
Jesús".  "Parece
", escribió él,
"que puedo orar cuanto quiera sin cansarme.  Cuán
dulce es andar con Jesús y morir por EL…" 

Para él la oración no era una mera formalidad, sino
el medio de alcanzar la paz y el poder de los cielos, el medio
seguro de quebrantar a los endurecidos de corazón y vencer
a los adversarios.

Seis años y medio después de
haber desembarcado en la India, a la edad de 31 años,
cuando emprendía un largo viaje, falleció. 
Separado de los hermanos, del resto de la familia, rodeado
de perseguidores, y su novia esperándolo en Inglaterra,
fue enterrado en un lugar desconocido.

¡Fue muy grande el ánimo,
la perseverancia, el amor y la dedicación con que
trabajó en la mies de su Señor!
Su celo
ardió hasta consumirlo en ese corto espacio de seis
años y medio.  Nos es imposible apreciar cuán
grande fue la obra que realizó en tan pocos
años.  Además de predicar, logró
traducir parte de las Sagradas Escrituras a las lenguas de
una cuarta parte de todos los habitantes del mundo.  El
Nuevo Testamento en indí, indostaní y persa, y los
evangelios en judaico-persa son solamente una parte de sus
obras.

Cuatro años después de su
muerte nació Fidelia Fiske en la tranquilidad de Nueva
Inglaterra.  Cuando todavía estudiaba en la escuela,
leyó la biografía de Enrique Martyn. Anduvo
cuarenta  y cinco  kilómetros de noche, bajo
violenta tempestad de nieve, para pedir a su madre que la dejase
ir a predicar el evangelio a las mujeres y les habló del
amor de Jesús, hasta que el avivamiento en Oroomiah se
convirtió en otro Pentecostés.

Si Enrique Martyn, que entregó todo
para el servicio del Rey de reyes, pudiese hoy visitar la India y
Persia, cuán grande sería la obra que
encontraría, obra realizada por tan gran número de
fieles hijos de Dios, en los cuales ardió el mismo fuego
encendido por la lectura de la biografía de ese
precursor.

 Christmas
Evans

El "Juan Bunyan de Gales"(1766 –
1838)

Sus padres le pusieron el nombre de
"Christmas"  (Navidad), porque nació el día de
Navidad, en 1766.  La gente lo apodó "Predicador
Tuerto
", porque era ciego de un ojo.  Alguien se
refirió así a Christmas Evans: "Era el hombre
más alto, el de mayor fuerza física y el más
corpulento que jamás vi.  Tenía un solo ojo,
si hay razón para llamar a eso ojo, porque, con más
propiedad se podría decir que era una estrella luminosa,
que brillaba como el planeta Venus."  También se le
llamó "El Juan Bunyan de Gales", porque era el predicador
que, en la historia de ese país, disfrutó
más el poder del Espíritu Santo.  En todos los
lugares donde predicaba, se producía un gran número
de conversiones.  Su don de predicar era tan extraordinario,
que con toda facilidad conseguía que un auditorio de 15 a
20 mil personas, de sentimientos y temperamento diferentes, lo
escuchasen con la más profunda atención.  En
las iglesias no cabían las multitudes que iban a
escucharlo durante el día; de noche siempre predicaba al
aire libre a la luz de las estrellas.

Por un tiempo vivió entregado a las
diversiones y a la embriaguez.  Durante una lucha fue
gravemente acuchillado; en otra ocasión lo sacaron del
agua como muerto, y aún otra vez, se cayó de un
árbol sobre un cuchillo.  En las contiendas era
siempre el campeón, hasta que, por fin, en un combate sus
compañeros lo cegaron de un ojo.  Dios, sin embargo,
fue misericordioso con él durante ese período,
conservándolo con vida, para más tarde utilizarlo
en su servicio.

A la edad de 17 años fue salvo;
aprendió a leer, y poco después fue llamado a
predicar y fue separado para el ministerio.  Sus sermones
eran secos y sin fruto, hasta que un día cuando viajaba
para Maentworg, amarró su caballo y penetró en el
bosque donde derramó su alma en oración a
Dios.  Igual que Jacob  en Peniel, no se apartó
de ese lugar hasta recibir la bendición divina. 
Después de aquel día reconoció la gran
responsabilidad de su obra; siempre su espíritu se
regocijaba en la oración y se sorprendió
grandemente por los frutos gloriosos que Dios comenzó a
concederle.  Antes tenía talentos y cuerpo de
gigante.  Era valiente como un león y humilde como
cordero; no vivía para sí, sino para Cristo. 
Además de tener, por naturaleza, una mente ágil y
una manera conmovedora de hablar, poseía un corazón
que rebosaba amor para con Dios y su prójimo. 
Verdaderamente era una luz que ardía y
brillaba.

Andaba de pie por el sur de Gales,
predicando, a veces hasta cinco sermones en el mismo
día.  A pesar de no estar bien vestido y de sus
maneras ordinarias, grandes multitudes afluían para
oírlo.  Vivificado con el fuego celestial, se elevaba
en espíritu como si tuviese alas de ángel, y el
auditorio se contagiaba y se conmovía
también.  Muchas veces los oyentes rompían en
llanto y en otras manifestaciones, que no podían
evitar.  Por eso eran conocidos como los "Saltadores
galeses
".

Evans creía firmemente que
sería mejor evitar los dos extremos: el exceso de ardor y
la demasiada frialdad.  Pero Dios es un ser soberano, que
obra de varias maneras.  A uno El atrae por el amor,
mientras que a otros El aterra con los truenos del Sinaí
para que hallen la paz preciosa en Cristo.  Los indecisos a
veces son sacudidos por Dios sobre el abismo de la angustia
eterna, hasta que clamen pidiendo misericordia y encuentren el
gozo inefable.  El cáliz de ellos rebosa, hasta que
algunos, no comprendiendo, preguntan: "¿Por qué
tanto exceso?"

Acerca de la censura que se hacía de
los cultos, Evans escribió: "Me admiro de que el genio
malo, llamándose "el ángel del orden", quiera
tratar de cambiar todo lo que respecta a la adoración de
Dios, volviéndola en un culto tan seco como el monte
Gilboa.  Esos hombres de orden desean que el rocío
caiga y el sol brille sobre todas sus flores, en todos los
lugares, menos en los cultos del Dios Todopoderoso.  En los
teatros, en los bares y en las reuniones políticas los
hombres se conmueven, se entusiasman, y se exaltan como tocados
por el fuego, igual que cualquier "Saltador
Galés
".  Pero, conforme a sus deseos, ¡no
debe existir nada que le dé vida y entusiasmo a los cultos
religiosos!  Hermanos, meditad en esto!
¿Tenéis razón o estáis
equivocados?"

Se cuenta que en cierto lugar tres
predicadores tenían que hablar, siendo Evans el
último.  Era un día de mucho calor, los dos
primeros sermones fueron muy largos, de modo que todos lo oyentes
estaban indiferentes y casi exhaustos.  No obstante,
después, cuando  Evans  llevaba unos quince
minutos predicando sobre la misericordia de Dios, tal cual se ve
en la parábola del Hijo Pródigo, centenares de
personas que estaban sentadas en la hierba, repentinamente se
pusieron de pie. Algunos lloraban y otros oraban llenos de
angustia.  Fue imposible continuar el sermón, la
gente continuó llorando y orando durante el día
entero, y toda la noche hasta el amanecer.

En la isla de Anglesea, sin embargo, Evans
tuvo que enfrentarse a una doctrina encabezada por un orador
elocuente e instruido.  En la lucha contra el error de esa
secta, Evans comenzó a decaer espiritualmente. 
Después de algunos años, ya no poseía el
mismo espíritu de oración ni sentía el gozo
de la vida cristiana.  El mismo cuenta cómo
buscó y recibió de nuevo la unción del poder
divino que hizo que su alma se encendiera aún más
que antes:

"No podía continuar con mi
corazón frío con relación a Cristo, a su
expiación y a la obra de su Espíritu.  No
soportaba el corazón frío en el púlpito, en
la oración secreta y en el estudio, especialmente cuando
me acordaba de que durante quince años mi corazón
se había abrasado como si yo hubiese andado con
Jesús en el camino a Emaús.   Por fin,
llegó el día que jamás olvidaré: En
el camino a Dolgelly, sentí la necesidad de orar, a pesar
de tener el corazón endurecido y el espíritu
carnal.  Después que comencé a suplicar,
sentí como que unas pesadas cadenas que me ataban,
caían al suelo, y como que dentro de mí se
derretían montañas de hielo.  Con esta
manifestación aumentó en mí la certeza de
haber recibido la promesa del Espíritu Santo.  Me
parecía que mi espíritu se había librado de
una prolongada prisión, o como si estuviese saliendo de la
tumba de un invierno extremadamente frío.  Las
lágrimas me corrieron abundantemente y me sentí
constreñido a clamar y pedir a Dios el gozo de su
salvación y que El visitase de nuevo las iglesias de
Anglesea que estaban bajo mi cuidado.  Supliqué por
todas las iglesias, mencionando el nombre de casi todos los
predicadores de Gales.  Luché en oración
durante más de tres horas.  El espíritu de
intercesión comenzó a pasar sobre mí, como
ondas una después de otra, impelidas por un viento fuerte,
hasta que mis fuerzas físicas se debilitaron de tanto
llorar.  Fue así que me entregué enteramente a
Cristo, en cuerpo y alma, en talentos y obras, mi vida entera,
todos los días y todas las horas que aún me
restaban por vivir, incluyendo todos mis anhelos.  Todo,
todo lo puse en las manos de Cristo……. En el primer
culto, después de esta experiencia, me sentí como
removido de la región espiritualmente estéril y
helada, hacia las tierras agradables de las promesas de
Dios.  Comencé entonces, de nuevo, los primeros
combates de oración, sintiendo fuertes anhelos por la
conversión de los pecadores, tal como había sentido
en Leyn.  Me apoderé de la promesa de Dios.  El
resultado fue, que al volver a casa vi que el Espíritu
estaba obrando en los hermanos de Anglesea dándoles el
espíritu de oración insistente."

Ocurrió entonces un gran
avivamiento, pasando del predicador a la gente en todos los
lugares de la isla de Anglesea, y en todo Gales.  La
convicción de pecado pasaba sobre los auditorios como
grandes oleadas.  El poder del Espíritu Santo obraba,
hasta que el pueblo lloraba y danzaba de gozo.  Uno de los
que asistieron a su famoso sermón sobre el Endemoniado
Gadareno, cuenta cómo Evans retrató tan fielmente
las escena de la liberación del pobre endemoniado, al
admiración de la gente al verlo liberado, el gozo de la
esposa y de los hijos cuando volvió a la casa ya curado,
que el auditorio rompió en grandes risas y llanto. 
Otro se expresó así: "El lugar se volvió
un verdadero "Boquim de lloro
" (Jueces 2:1-5).  Otro
más dijo que el auditorio quedó como los habitantes
de una ciudad sacudida por un terremoto, que salen corriendo, se
postran en tierra y claman la misericordia de Dios.

Como no era poco lo que sembraba,
recogía abundantemente, y al ver la abundancia de la
cosecha, sentía que su celo ardía de nuevo y que su
amor aumentaba, llevándolo a trabajar con más
ahínco aún.  Su firme convicción era
que nadie, ni aun la mejor persona, puede salvarse sin la
operación del Espíritu Santo, ni el corazón
más rebelde puede resistir al poder del mismo
Espíritu.  Evans tenía siempre un objetivo
cuando luchaba en oración; se apoyaba en las promesas de
Dios, suplicando con tanta insistencia como aquel que no se va
antes de recibir.  El decía que la parte más
gloriosa del ministerio del predicador era el hecho de agradecer
a Dios por la obra del Espíritu Santo en la
conversión de los pecadores.

Como vigía fiel, no podía
pensar en dormir mientras la ciudad se incendiaba.  Se
humillaba ante Dios, agonizando por la salvación de los
pecadores, y de buena voluntad gastó sus fuerzas y su
salud por ellos.  Trabajaba sin descanso, sin temer la
censura de los religiosos fríos, el desprecio de los
perdidos, ni la ira y la furia de los demonios.

A la edad de 73 años, sin mostrar
disminución en sus fuerzas físicas ni mentales,
predicó el último sermón, como de costumbre,
bajo el poder de Dios.  Al finalizar dijo: "Este es mi
último sermón
."  Los hermanos creyeron
que se refería a su último sermón en aquel
lugar.  Pero el hecho es que cayó enfermo esa misma
noche.  En la hora de su muerte, tres días
después, se dirigió al pastor, que lo hospedaba,
con estas palabras: "Mi gozo y consuelo es que después de
dedicarme a la obra del santuario durante cincuenta y tres
años, nunca me faltó sangre en el lebrillo. 
Predica a Cristo a la gente."  Luego, después de
cantar un himno, dijo: "¡Adiós!
¡Adiós!" y falleció.

La muerte de Christmas Evans fue uno de los
acontecimientos más solemnes de toda la historia del
principado de Gales.  Fue llorado en el país
entero.

El fuego del Espíritu Santo hizo que
los sermones de este siervo de Dios enardecieran de tal manera
los corazones, que la gente de su generación no
podía oír pronunciar el nombre de Christmas Evans
sin recordar vívidamente al Hijo de Maria en el pesebre de
Belén, su bautismo en el Jordán, el huerto de
Getsemaní, el tribunal de Pilato, la corona de espinas, el
Monte Calvario, el Hijo de Dios inmolado en el altar y el fuego
santo que consumía todos los holocaustos, desde los
días de Abel hasta el día memorable en que fue
apagado por la sangre del Cordero de Dios.

Guillermo
Carey

Padre de las misiones modernas(1761 –
1834) 

Siendo niño, Guillermo Carey
sentía una verdadera pasión por el estudio de la
naturaleza.  Su dormitorio estaba lleno de colecciones
disecadas de insectos, flores, pájaros, huevos, nidos,
etc.  Cierto día, al intentar alcanzar un nido de
pájaro, cayó de un árbol alto.  Cuando
trató de subir por la segunda vez, cayó
nuevamente.  Insistió por tercera vez en su intento,
pero cayó quebrándose una pierna.  Algunas
semanas después, antes de que su pierna estuviese
completamente sana, Guillermo entró en su casa con el nido
en la mano, "¡Subiste al árbol nuevamente!"
exclamó su madre.  "No pude evitarlo. 
Tenía que poseer el nido, mamá", respondió
el chiquillo.

Se dice que Guillermo Carey, fundador de
las misiones actuales, no estaba dotado de una inteligencia
superior ni poseía tampoco ningún don que
deslumbrase a los hombres.  Sin embargo, fue esa
característica de persistir, con espíritu
indómito e inconquistable, hasta llevar a término
todo cuanto iniciaba, el secreto del maravilloso éxito de
su vida.

Cuando Dios lo llamaba para que iniciara
alguna tarea, él permanecía firme, día tras
día, mes tras mes, y año tras año hasta
acabarla.  Dejó que el Señor se sirviera de su
vida, no solamente para evangelizar durante un período de
cuarenta y un años en el extranjero, sino también
para realizar la hazaña, por increíble que parezca,
de traducir las Sagradas Escrituras a más de treinta
lenguas.

El abuelo y el padre del pequeño
Guillermo eran, respectivamente, profesor y sacristán
(Iglesia Anglicana) de la parroquia.  De esa manera el hijo
aprendió lo poco que el padre podía
enseñarle.  Pero no satisfecho con eso, Guillermo
continuó sus estudios sin maestro.

A los doce años adquirió un
ejemplar del vocabulario latino, por Dyche, que
Guillermo se aprendió de memoria.  A los catorce
años se inició en el oficio como aprendiz de
zapatero.  En la tienda encontró algunos libros, de
los cuales aprovechó para estudiar.  De esa manera
inició el estudio de griego.  Fue en ese tiempo que
llegó a reconocer que era un pecador perdido, y
comenzó a examinar cuidadosamente las
Escrituras.

Poco después de su
conversión, a los 18 años de edad, predicó
su primer sermón.  Al verificar que el bautismo por
inmersión es bíblico y apostólico,
dejó la denominación a que pertenecía. 
Tomaba prestado libros para estudiar, y a pesar de vivir
pobremente, adquirió algunos libros usados.  Uno de
sus métodos para aumentar el conocimiento de otras
lenguas, consistía en leer diariamente la Biblia en
latín, en griego y en hebreo.

A los veinte años de edad se
casó.  Sin embargo, los miembros de la iglesia donde
predicaba eran pobres y Carey tuvo que continuar con su oficio de
zapatero para ganar el pan cotidiano.  El hecho de que el
señor Old, su patrón, exhibiese en la tienda un par
de zapatos fabricados por Guillermo, como muestra, era una buena
prueba de la habilidad del muchacho.

Fue durante el tiempo que enseñaba
geografía en Moulton que Carey leyó el libro
titulado Los viajes del Capitán Cook, y Dios le
habló a su alma acerca del estado abyecto de los paganos
que vivían sin el evangelio.  En su taller de
zapatero fijó en la pared un mapamundi de gran
tamaño, que él mismo había diseñado
cuidadosamente.  En ese mapa incluyó toda la
información pertinente disponible; el número exacto
de la población, la flora y la fauna, las
características de los indígenas de todos lo
países.  Mientras reparaba los zapatos, levantaba los
ojos de vez en cuando para mirar su mapa y meditaba sobre las
condiciones de los distintos pueblos y la manera de
evangelizarlos.  Fue así como sintió
más y más el llamado de Dios para que preparase la
Biblia para los millones de hindúes, en su propia
lengua.

La denominación a la que Guillermo
pertenecía, después de aceptar el bautismo por
inmersión, se hallaba en gran decadencia espiritual. 
Esto fue reconocido por algunos de los ministros, los cuales
convinieron en pasar "una hora orando el primer lunes de todos
los meses", pidiendo a Dios un gran avivamiento de la
denominación.  En efecto, se esperaba un
despertamiento, pero como sucede muchas veces, no pensaron en la
manera en que Dios les respondería. En aquel tiempo las
iglesias no aceptaban la idea de llevar el evangelio a los
paganos, por considerarla absurda.  Cierta vez, en una
reunión del ministerio, Carey se levantó y
sugirió que ventilasen este asunto; El deber de los
creyentes en promulgar el evangelio entre las naciones
paganas
.  El venerable presidente de la reunión,
sorprendido, se puso de pie y gritó: "Joven,
siéntese! Cuando Dios tuviese a bien convertir a los
paganos, El lo hará sin su auxilio ni el mío."
 

A pesar de ese incidente, el fuego
continuó ardiendo en el alma de Guillermo Carey. 
Durante los años siguientes se esforzó
ininterrumpidamente, orando, escribiendo y hablando sobre el
asunto de llevar a Cristo a todas las naciones.  En mayo de
1792 predicó su memorable sermón sobre
Isaías 54:2, 3: "Ensancha el sitio de tu tienda, y las
cortinas de tus habitaciones sean extendidas; no seas escasa;
alarga tus cuerdas y refuerza tus estacas.  Porque te
extenderás a la mano derecha y a la mano izquierda; y tu
descendencia heredará naciones, y habitará las
ciudades asoladas".

Disertó sobre la importancia de
esperar grandes cosas de Dios y, luego puso de relieve la
necesidad de emprender grandes obras para Dios.

El auditorio se sintió culpable de
haber negado el evangelio a los países paganos, al punto
de "clamar en coro".  Se organizó entonces
la primera sociedad misionera en la historia de las iglesias de
Cristo, para la predicación del evangelio entre los
pueblos nunca antes evangelizados.  Algunos ministros como
Brainred, Eliot y Schwartz ya habían ido a predicar en
lugares distantes, pero sin que las iglesias se uniesen para
sustentarlos.

A pesar de que la información de la
sociedad fue el resultado de la persistencia de Carey, él
mismo no tomó parte de su establecimiento.  Sin
embargo, en ese tiempo se escribió lo siguiente acerca de
él:

"Ahí está Carey,
pequeño en estatura, humilde, de espíritu sereno y
constante; ha transmitido el espíritu misionero a los
corazones de los hermanos, y ahora quiere que sepan que él
está listo para ir a donde quieran mandarlo, y está
completamente de acuerdo en que formulen todos los
planes
."

Pero ni siquiera con esta victoria le fue
fácil a Guillermo Carey materializar su sueño de
llevar a Cristo a los países que permanecían en
tinieblas, aunque dedicaba su espíritu indómito
para alcanzar la meta que Dios le había
marcado.

La iglesia donde predicaba, no
consentía que dejase el pastorado, y sólo
después que los miembros de la sociedad visitaron la
iglesia, fue que este problema se resolvió.  En el
informe de la iglesia consta lo siguiente: "A pesar de estar
de acuerdo con él, no nos parece bien que nos deje aquel a
quien amamos más que a nuestra propia
alma
."

Sin embargo, lo que él sintió
más fue que su esposa se rehusara terminantemente a irse
de Inglaterra con sus hijos.  No obstante Carey estaba tan
seguro  de que Dios lo llamaba para trabajar en la India,
que ni la decisión de su esposa lo hizo
vacilar.

Había otro problema que
parecía no tener solución; no se permitía la
entrada de ningún misionero en la India.  En tales
circunstancias era inútil pedir permiso para entrar; y fue
en esas condiciones que lograron embarcar, sin poseer ese
documento.  Desafortunadamente el navío demoró
algunas semanas en partir; y poco antes de que zarpara, los
misioneros recibieron orden de desembarcar.

A pesar de tantos contratiempos, la
sociedad misionera continuó confiando en Dios; lograron
obtener dinero y compraron un pasaje para la India en un
navío dinamarqués.  Una vez más Carey
le rogó a su querida esposa que lo
acompañase.  Pero ella persistió en su
negativa, y nuestro héroe, al despedirse de ella, le dijo:
"Si yo poseyese el mundo entero, lo daría alegremente
todo por el privilegio de llevarte a ti y a nuestros queridos
hijos conmigo; pero el sentido de mi deber sobrepasa cualquier
otra consideración.  No puedo volver atrás sin
sentir culpa en mi alma
."

Sin embargo, antes de que el navío
partiese, uno de los misioneros fue a la casa de Carey.  Muy
grande fue la sorpresa y el regocijo de todos al saber que ese
misionero lograra convencer a la esposa de Carey para que
acompañase a su marido.  Dios conmovió el
corazón del comandante del navío para que la
llevase, en compañía de los hijos, sin cobrar el
pasaje.

Por supuesto el viaje a vela no era tan
cómodo como en los vapores modernos.  A pesar 
de los temporales, Carey aprovechó su tiempo para estudiar
el bengalí y ayudar a uno de los misioneros en la obra de
traducir el Libro del Génesis al
bengalí.

Durante el viaje Guillermo Carey
aprendió suficiente bien el bengalí como para
entenderse con el pueblo.  Poco después de
desembarcar comenzó a predicar, y los oyentes
venían a escucharlo en número siempre
creciente.

Carey percibió la necesidad
imperiosa de que el pueblo tuviese una Biblia en su propia lengua
y, sin demora, se entregó a la tarea de traducirla. 
La rapidez con que aprendió las lenguas de la India, es
motivo de admiración para los mejores
lingüistas.

Nadie sabe cuántas veces nuestro
héroe experimentó grandes desánimos en la
India.  Su esposa no tenía ningún
interés en los esfuerzos de su marido y
enloqueció.  La mayor parte de los ingleses con
quienes Carey tuvo contacto, lo creían loco; durante casi
dos años no le llegó ninguna carta de
Inglaterra.  Muchas veces Carey y su familia carecieron de
dinero y de alimentos.  Para sustentar a su familia, el
misionero se volvió labrador, y trabajó como obrero
en una fábrica de añil.

Durante más de treinta años
Carey fue profesor de lenguas orientales en el Colegio de Fort
Williams.  Fundó también el Colegio Serampore
para enseñar a los obreros.  Bajo su dirección
el colegio prosperó,  y desempeñó un
gran papel en la evangelización del
país.

Al llegar a la India, Carey continuó
los estudios que había comenzado cuando era
niño.  No solamente fundó la sociedad de
agricultura y Horticultura, sino que también creó
uno de los mejores jardines botánicos; escribió y
publicó el Hortus Bengalensis.  El libro
Flora Indica, otra de sus obras, fue considerada una
obra maestra por muchos años.

No se debe pensar, sin embargo, que para
Guillermo Carey la horticultura era sólo una
distracción.  Pasó también mucho tiempo
enseñando en las escuelas de niños pobres. 
Pero, sobre todo, siempre ardía en su corazón el
deseo de llevar adelante la obra de ganar almas.

Cuando uno de sus hijos comenzó a
predicar, Carey escribió: "Mi hijo, Félix,
respondió al llamado de predicar el evangelio
." 
Años más tarde, cuando ese mismo hijo aceptó
el cargo de embajador de la Gran Bretaña en Siam, el
padre, desilusionado y angustiado, escribió a un amigo:
"Félix se empequeñeció hasta volverse un
embajador
!"

Durante los cuarenta y un años que
Carey pasó en la India, no visitó Inglaterra. 
Hablaba con fluidez más de treinta lenguas de la India;
dirigía la traducción de las Escrituras en todas
esas lenguas y fue nombrado para realizar la ardua tarea de
traductor oficial del gobierno.  Escribió varias
gramáticas hindúes y compiló importantes
diccionarios de los idiomas bengalí, maratí y
sánscrito.  El diccionario bengalí consta de
tres volúmenes e incluye todas las palabras de la lengua,
con sus raíces y origen, y definidas en todos los
sentidos.

Todo esto fue posible porque Carey siempre
economizó el tiempo, según se deduce de lo que
escribió su biógrafo:

"Desempeñaba estas tareas
hercúleas sin poner en riesgo su salud, porque se aplicaba
metódica y rigurosamente a su programa de trabajos,
año tras año.  Se divertía pasando de
una tarea a la otra.  El decía que pierde más
tiempo cuando se trabaja sin constancia e indolentemente, que con
las interrupciones de las visitas.  Observaba, por lo tanto,
la norma de tomar, sin vacilar, la obra marcada y no dejar que
absolutamente nada lo distrajese durante su período de
trabajo
."

Lo siguiente, escrito para pedirle
disculpas a un amigo por la demora en responderle su carta,
muestra cómo muchas de sus obras avanzaron
juntas:

"Me levanté hoy a las seis,
leí un capítulo de la Biblia hebrea; pasé el
resto del tiempo, hasta las siete, orando.  Luego
asistí al culto doméstico en bengalí con los
sirvientes.  Mientras me traían el té,
leí un poco en persa con un munchi que me
esperaba; leí también, antes de desayunar, una
porción de las Escrituras en indostaní. 
Luego, después de desayunar, me senté con un
pundite que me esperaba, para continuar la
traducción del sánscrito al ramayuma. 
Trabajamos hasta las diez.  Entonces fui al colegio para
enseñar hasta casi las dos de la tarde.  Al volver a
casa, leí las pruebas de la traducción de
Jeremías al bengalí, y acabé justo cuando ya
era hora de comer.  Después de la comida, me puse a
traducir, ayudado por el pundite jefe del colegio, la
mayor parte del capítulo ocho de Mateo al
sánscrito.  En esto estuve ocupado hasta las seis de
la tarde.  Después de las seis me senté con un
pundite de Telinga, para traducir del sánscrito a
la lengua de él.  A las siete comencé a
meditar sobre el mensaje de un sermón que prediqué
luego en inglés a las siete y media.  Cerca de
cuarenta personas asistieron al culto, entre ellas un juez del
Sudder Dewany Dawlut.  Después del culto el juez
contribuyó con 500 rupias para la construcción de
un nuevo templo.  Todos los que asistieron al culto se
fueron a las nueve de la noche; me senté entonces para
traducir el capítulo once de Ezequiel al
bengalí.  Acabé a las once, y ahora te estoy
escribiendo esta carta.  Después, clausuraré
mis actividades de este día en oración.  No
hay día en que pueda disponer de más tiempo que
esto, pero el programa varía."

Al avanzar en edad, sus amigos
insistían en que disminuyese sus esfuerzos, pero su
aversión a la inactividad era tal, que continuaba
trabajando, aun cuando la fuerza física no era suficiente
para activar la necesaria energía mental.  Por fin se
vio obligado a permanecer en cama, donde siguió
corrigiendo las pruebas de las traducciones.

Finalmente, el 9 de Junio de 1834, a la
edad de 73 años, Guillermo Carey durmió en
Cristo.

La humildad fue una de las
características más destacadas de su vida, Se
cuenta que, estando en el pináculo de su fama, oyó
a cierto oficial inglés preguntar cínicamente:
"¿El gran doctor Carey no era zapatero?" Carey al
oír casualmente la pregunta respondió:

"No, mi amigo, era apenas un
remendón
."

Cuando Guillermo Carey llegó a la
India, los ingleses le negaron el permiso para desembarcar. 
Al morir, sin embargo, el gobierno ordenó que se izasen
las banderas a media asta, para honrar la memoria de un
héroe que había hecho más por la India que
todos los generales británicos.

Se calcula que Carey tradujo la Biblia para
la tercera parte de los habitantes del mundo.  Así
escribió uno de sus sucesores, el misionero Wenger:
"No sé cómo Carey logró hacer ni
siquiera una cuarta parte de sus traducciones.  Hace como
veinte años

(En 1855) que algunos misioneros, al
presentar el evangelio en Afganistán (país del Asia
Central), encontraron que la única versión que ese
pueblo entendía, era la Pushtoo hecha en Sarampore por
Carey
."

El cuerpo de Guillermo Carey descansa, pero
su obra continúa siendo una bendición para una gran
parte del mundo.

 

 

Autor:

Jorge AlbertoVilches
Sanchez

 

Partes: 1, 2
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter