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Banes-Nipe, Bahías Mambisas (Cuba)



  1. Situación
    geográfica de las zonas de
    desembarco
  2. Situación de
    la emigración y desembarco de las
    expediciones

Un ejército revolucionario se arma –
principalmente -, con lo arrebatado al enemigo, pero para
realizar grandes operaciones no puede depender exclusivamente de
dicho material de guerra, necesita una fuente de abastecimiento,
que evite que su carencia paralice o retarde las acciones; esta
fuente adicional, durante la Guerra de Independencia, fueron las
expediciones preparadas por la emigración.

El objetivo fundamental de las expediciones era
transportar municiones, explosivos, medicinas y otros elementos
imposibles de adquirir en el país, así como
conducir a la patria a un gran número de patriotas
interesados en alistarse al servicio de la causa
independentista.

Difícil tarea resultaba hacer llegar al mambisado
una expedición, pues los enemigos de la Revolución
hacían todo lo posible por impedirlo. Además
España dominaba todas las costas de la Isla, por lo que la
llegada de buques con armamento para el campo mambí era
muy peligrosa e insegura.

Una de las causas que incidió en el fracaso de la
Guerra de los Diez años, fue el reducido número de
expediciones que arribó transportando auxilios para el
Ejército Libertador; se organizaron 58 y solo llegaron a
Cuba aproximadamente 41.

Entre las exitosas se encuentra la del Perrit y entre
las perdidas la del Geo. B. Upton, es por eso que este trabajo
pretende esbozar las particularidades de ellas, desembarcadas por
las bahías de Nipe y Banes, respectivamente; además
establece una comparación entre el movimiento
expedicionario de la Guerra de los Diez años y la del
95.

Situación
geográfica de las zonas de desembarco

Toda la costa de la región Banes – Nipe es alta y
limpia, con excepción de sus dos principales bahías
que tienen un litoral bajo y cenagoso y que se encuentran
separadas por una prolongada lengüeta de tierra llamada
península del Ramón.

Todo el litoral que se extiende desde la Bahía de
Samá hasta la de Banes forma un arco denominado cabo de
Lucrecia, con playas plagadas de arrecifes coralinos que impiden
la navegación por ese litoral, el acceso a tierra solo es
posible por las bahías y las ensenadas de Rio Seco y Punta
de Mula. En la base de dicho cabo se abre la entrada de la
Bahía de Banes, que es de bolsa y se sitúa entre el
cabo de Lucrecia, al norte y la península del
Ramón, al sur.

La península del Ramón – como ya
comentamos -, separa la Bahía de Banes de la de Nipe, sus
costas poseen muchos manglares además de numerosas
ensenadas, lo que hace que la separación entre ambas
bahías sea por algunos sitios realmente escasa.

La Bahía de Nipe, como su vecina también
es de bolsa. Su entrada está entre la península del
Ramón y la de Saetía. La gran amplitud de la
bahía permite cobijar en su interior a una gran cantidad
de buques, unido a su excelente posición
estratégica.

Situación
de la emigración y desembarco de las
expediciones

Iniciada la Guerra de los Diez Años la
emigración comenzó a preparar apoyo para el
mambisado

Expedición del Perrit.

La permanencia del Gobierno cubano en Guaímaro,
resultaba especialmente peligrosa para España, en momentos
en que los emigrados cubanos liderados por Morales Lemus,
activaban el envío de expediciones a Cuba y se esforzaban
porque Washington reconociera la beligerancia.

Ante tal situación el mando español
envió una fuerte columna a desalojar a los cubanos de
Guaímaro, al mes justo de haber terminado sus sesiones la
Asamblea constituyente. Sin fuerzas suficientes ni el armamento
necesario para contener a los españoles, Quesada
ordenó el incendio y total destrucción del poblado,
por lo que el enemigo solo encontró cenizas.

La perdida de Guaímaro y sus efectos en el
espíritu revolucionario se vio compensada por un hecho que
ayudó a levantar los ánimos, el desembarco de la
expedición del Perrit, el 11 de mayo de 1869, la cual fue
preparada por la Junta Central Republicana de cuba y Puerto
Rico.

En la Bahía de Nipe, por el estero de Canalito,
península del ramón, desembarcó esta
expedición, al mando de Thomas Jordan y conducida por
Francisco Javier Cisneros.

El contingente expedicionario lo integraban más
de 200 hombres[1]Se plantea que venían 80
norteamericanos, entre los cuales se encontraba Henry Reeve;
algunos canarios, pues se conoce que en esta expedición
vino el General Manuel Suárez Delgado. También
engrosaron este contingente cierto número de venezolanos,
colombianos, peruanos y naturales de otras repúblicas
americanas, así como una buena cantidad de cubanos. Como
se evidencia algo que caracterizó a los expedicionarios
que arribaron a nuestras costas fue la presencia en casi todos
ellos de combatientes internacionalistas.

El cargamento traído consistió en 4 000
fusiles, varios cañones y otra considerable cantidad de
material de campaña.[2]

La ventaja para los españoles de contar con el
dominio del mar se hizo evidente en este caso, al conocer del
arribo de la expedición lanzaron contra los
expedicionarios; a las pocas horas partieron hacia el sitio del
desembarco 3 vapores, transportando diferentes tropas, incluso un
batallón de
artillería.[3]

Los expedicionarios se vieron abrumados por la
superioridad numérica del enemigo. Según el
cronista banense Ricardo Varona Pupo, "el 16 de mayo, una columna
española dirigida por el Comandante Mozo Viejo,
atacó a los expedicionarios y se apoderó de la
expedición".[4]

Posteriormente tras un encarnizado combate dirigido por
Jordan y el Coronel venezolano Acosta, las tropas mambisas
rechazaron al enemigo, les ocasionaron fuertes bajas y
recuperaron el material perdido.

Cuando el General en jefe Quesada conoció la
noticia del desembarco de la expedición y de los ataques
enemigos a ésta, marchó en auxilio de los
expedicionarios. No llegó a entrar en acción, pues
cuando estableció contacto con ellos, ya los
españoles habían sido derrotados.

Grandes fueron los contratiempos que enfrentaron los
expedicionarios, por lo que una vez recuperado los pertrechos, el
20 de mayo abandonaron la zona de El Ramón.

Cumpliendo las orientaciones de Morales Lemus, Cisneros
entregó el cargamento traído, bajo inventario, a
Quesada.

Parte del material de guerra lo recibió Donato
Mármol para sus operaciones en el Sur. También
Máximo Gómez recibió ayuda con este
desembarco, pues en su diario señala: "el 16 de este mes
recibí ordenes de Jordan para que pasara a Limones,
así lo hice, allí me entregaron algunas armas y
pertrechos de la operación del
Perrit".[5]

Expedición del Geo. B. Upton.

El vapor Geo. B. Upton, trajo varias expediciones a
Cuba, entre ellas la que será objeto de
análisis.

El 3 de junio de 1870 partió el buque de
Colón, Panamá y el día 9 desembarcó
por las cercanías de Samá. El jefe del movimiento
fue Francisco Javier Cisneros y el de tierra el Coronel Mariano
Loño, el contingente expedicionario lo engrosaban
aproximadamente 35 hombres.

El cargamento traído estaba compuesto
por:

1 115 fusiles Enfield, 6fusiles Springfield, 183 fusiles
Sharp, 97 carabinas Roslyn, 15 fusiles Remington,85 fusiles de
caja, 1 cañón – revólver de 37
mm.

104.000 cartuchos cal. 52 para los Sharps, 50 000
cartuchos cal. 65 para los fusiles Spencer, 15 000 cartuchos
fuego lateral cal. 52.17000 cartuchos Berdan, 5 000 cartuchos
cal. 38.5000 cartuchos de pistola, 1209 latas de pólvora
de fusil de 25 libras cada una, 8000 cartuchos sueltos para
fusiles Spencer. 3 cajas para amputaciones, una caja de
medicinas, 7 cajas de material medico, 400 machetes, 4 cuchillos
de monte, 7 cajas de ropa y varios bultos de
tela.[6]

El destino de esta expedición fue trágico,
los prácticos de tierra no pudieron hacer contacto con las
fuerzas insurrectas e informados los españoles del
desembarco, sorprenden a los expedicionarios agotados por el
trabajo de esconder el cargamento. Tras un fiero combate donde
son muertos la mayoría de los expedicionarios y capturados
otros, el Coronel Loño, solo y perdido, trató de
hacer contacto con los cubanos, pero sorprendido en el camino de
la La Cuaba a Holguín, muere combatiendo.

En carta fechada en Louisville el10 de julio de ese
año, Francisco Javier Cisneros le decía a su
hermano Hilario: "Si Loño ha muerto lo debe a no haber
tenido con él un buen practico de la Isla, porque observa
cuantos días han transcurrido desde la llegada y la
noticia debe ser cierta". [7]

Movimiento expedicionario en las
Guerras de Independencia.

Tanto en la Guerra de los Diez años como en la
del 95, la emigración jugó un papel fundamental en
la preparación y envío de apoyo al Ejército
Libertador.

Durante la Guerra de los Diez Años la
emigración estuvo dirigida en tres grupos fundamentales:
el de Kingston, el de New York y el de Key West. La
emigración de Kingston era pobre en su mayoría y
sus esfuerzos, aunque eficaz, fue escaso. La de New York fue la
que realizó la mayor parte de los sacrificios, llevando a
cabo las expediciones, hasta que la discordia vino a disminuir el
buen deseo; en ella se formó la Junta Revolucionaria de
Cuba y Puerto Rico. La de Key West compuesta casi totalmente por
tabaqueros, quienes producían con su trabajo personal
sumas considerables.

Al inicio en cualquier punto donde se reunían
grupos de emigrados se acordaba la organización de
expediciones, contra las que atentaba la inexperiencia. Es por
eso que entre los años 1869 y 1871 salieron quince
expediciones. Sin embargo durante los años 72 y 73 los
envíos fueron escasos.

Las contradicciones que se manifestaban en el campo
mambí se hicieron también entre los emigrados y las
discrepancias entre estos inutilizaba los esfuerzos de unos y
otros.

No obstante, el entusiasmo no había
decaído, siempre que se organizaba una expedición
numerosos patriotas daban su disposición para embarcarse
hacia Cuba.

Durante 10 años de guerra se organizaron 58
expediciones, de las cuales desembarcaron 40 y 18 fracasaron.
Realmente el mambisado recibió muy poca ayuda del
exterior, pues hubo años que no recibieron nada,
además no siempre se hicieron coincidir los desembarcos
por las zonas en que se estaban efectuando las acciones
más importantes.

En la emigración se desconocían las
características de las zonas de desembarco y no siempre
pudieron contar con prácticos que los
orientaran.

Todas estas experiencias unidas a la existencia y
organización de la Delegación del Partido
Revolucionario Cubano en Nueva York, posibilitaron que en la
Guerra del 95 la situación del movimiento expedicionario
fuera diferente, pues en 3 años de guerra llegaron 48
expediciones; 7 en el 95, 15 en el 96, 10 en el 97 y 16 en el
98.

En la contienda del 95 la Delegación del P.R.C.
fue controlando de manera más rigurosa la selección
de las embarcaciones que se usarían así como los
jefes y el personal de la expedición. Incluso en muchas
ocasiones se utilizaron barcos que eran propiedad de la
Delegación ya que esta llegó a adquirirlos por
medio de la compra, y se entrenó un personal encargado de
conducirlos.

El 2 de agosto de 1896 se determinó la especial
organización del Departamento de Expediciones de armas y
pertrechos para el Ejército Libertador en campaña.
A partir de este momento se estableció una especie de
flujo expedicionario en el curso de la guerra por la
independencia de Cuba, periódicamente arribaron a las
costas cubanas las embarcaciones portadoras de los recursos
necesarios para mejorar la situación de las filas del
ejército en la manigua.

La creación de este departamento tenía el
objetivo fundamental de dar una mejor organización a la
preparación de cuantas expediciones salieran para Cuba. Su
propósito era que el Ejército Libertador recibiera
en grandes cantidades y de manera frecuente, el parque y el
armamento necesario para combatir al enemigo, pero en el secreto
que la preparación de estas actividades
requería.

Los artículos más interesantes de esta
organización fueron:

Artículo 24.- El Jefe de Expediciones
tendrá a su cargo la dirección y
organización de todas las expediciones y será el
Jefe de las mismas, cualquiera que sea la graduación del
Jefe Militar que le acompañe".

"Artículo 30.- El Jefe de Expediciones o
el que viene al frente de alguna con tal carácter,
permanecerá a bordo mientras se efectúe el
desembarco; enviará a tierra, después de la
exploración, al segundo jefe; dejando a bordo el personal
necesario y al oficial que siga en graduación a
éste para dirigir el alijo".[8]

Fue escogido para dirigir todo lo que concernía
al departamento, el General Emilio Nuñez, quien
trató de rodearse de personas idóneas para que lo
secundaran en sus labores. Como segundo y tercer jefe fueron
seleccionados el Coronel Federico Pérez Carbó y el
Dr. José Manuel Nuñez, respectivamente, siendo su
ayudante y secretario el Teniente Coronel Justo
Carrillo.

Después de esto las expediciones comenzaron a
prepararse detalladamente. Se aplicó una verdadera
estrategia que en sus actuaciones pretendía despistar al
gobierno Norteamericano. Para lograr este propósito
hacían falsas salidas, transbordos en alta mar,
publicaciones equivocadas y otras jugarretas.

Todos los esfuerzos para que las expediciones tuvieran
éxitos no se podían hacer en el extranjero. En Cuba
se debían tomar medidas para consolidar este triunfo. Por
lo que en la sesión del Consejo de Gobierno, del 27 de
agosto de 1896 celebrada en "La yaya" y a propuesta del
Secretario del Interior se acordó:

Declarar que toda expedición procedente del
extranjero sea recibida por el empleado de Hacienda más
próximo al lugar de desembarco, quien le entregará
mediante recibo a las respectivas Secretarías de hacienda
y guerra, con la nómina de expedicionarios, Jefes que la
conduzcan y cuantos detalles se relacionen con el cargamento
traído. Una vez enterada dicha secretaría, la de
hacienda hará entrega de la expedición al
Secretario la Guerra, quien de acuerdo con el consejo dará
las oportunas ordenes para su distribución y
colocación de los expedicionarios que previamente
deberán presentarse con las armas y municiones que
personalmente traigan, en la residencia del
gobierno".[9]

Para ayudar en las tareas del departamento y
específicamente a las embarcaciones que eran enviadas por
él se creó un cuerpo especial en el ejército
Libertador, llamado "Vigilancia o Inspección de Costas"
cuya función era en un principio fundamentalmente de
correo; posteriormente, además de ésta,
tenían que avisar a los jefes de las tropas mambisas del
arribo de las expediciones con hombres y armamentos, impedir el
desembarco del enemigo, obstaculizar la exportación de
artículos comerciales, así como vigilar el
movimiento de las naves enemigas que custodiaban las zonas donde
operaban las fuerzas cubanas de los diferentes cuerpos del
ejército. Los miembros de este cuerpo conocían la
hora exacta en que patrullaban las costas y las diferentes
distancias que debían custodiar.

En la Guerra del 95 la extensión de la lucha
armada a todo el país provocó la
introducción de armas por cualquier región del
mismo. Siempre se procuró acercarse a las zonas donde se
efectuaban las acciones militares más enconadas del
Ejército Libertador, ya que con los desembarcos
expedicionarios se trató de apoyar determinadas acciones y
campañas militares con armas, municiones y
hombres.

Indudablemente durante la Guerra de los diez años
fue insuficiente el apoyo que recibió el mambisado,
situación que incidió en su fracaso.

Las Bahías de Banes y Nipe pueden considerarse
como mambisas por haber sido escenario de desembarcos en ambas
guerras, la mayor parte de ellos exitosos y de gran importancia
para el contexto de la lucha independentista.

El movimiento expedicionario de la Guerra del 95 fue
superior al de la Guerra de los Diez Años, pues basado en
las experiencias adquiridas y errores cometidos, adoptó
una serie de medidas – tanto en la emigración como en la
Isla – para evitar el fracaso de las expediciones. En esa nueva
contienda Banes recibió exitosamente varias
expediciones.

Expedición Laurada

La expedición Laurada, al amanecer del
21 de marzo de 1897, desembarcó por la bahía de
Banes, dirigida por Carlos Roloff y Joaquín Castillo
Duany. El alijo se produjo sin contratiempos pues las piezas de
artillería que traían fueron emplazadas y la
guarnición enemiga que se encontraba en el fuerte de El
Embarcadero no ofreció resistencia. Por la noche el vapor
abandonó las costas cubanas.

El contingente expedicionario integrado por 37
hombres[10]recibió el auxilio de las
fuerzas locales del Ejército Libertador al mando del
General Feria y del Teniente Gobernador Luis Martí.
Además Roloff le envió aviso de su llegada al
práctico de expediciones Bruno Mariño y a los
Generales Calixto García y Máximo
Gómez.

Los pertrechos de guerra que las fuerzas cubanas
recibieron fueron de incalculable valor ya que el
Laurada "conducía el mayor cargamento de equipos
bélicos traído a Cuba por buques
expedicionarios".[11] Incluía 3
cañones con una buena cantidad de proyectiles, abundantes
rifles Rémington con sus respectivas municiones, dinamita,
machetes y bultos con efectos, drogas para fabricar
explosivos[12]

Luis Rodolfo Miranda, Secretario de Guerra del General
Calixto García, escribió en su diario que el 25 de
marzo se encontraban acampados en Monte Alto, Baire, cuando
recibieron un parte oficial que comunicaba el desembarco del
General Roloff con una expedición por la zona de la costa
norte de Holguín. Ante dicha noticia decidieron salir en
marcha hacia esa dirección, sin pérdida de
tiempo.[13] El 29 llegaron a Flores, donde se
encontraba acampado el General Roloff con casi todos los
expedicionarios y este le hizo entrega a Calixto García de
todo el material bélico que la emigración cubana
aportaba a la causa de la Revolución.

Durante los dos meses que transcurrieron después
del arribo de esta expedición operaron en Banes y en las
zonas aledañas, junto al General García, los
Generales Mariano Torres y Pedro A. Pérez, así como
los brigadieres Saturnino Lora y Remigio Marrero; quienes
tenían un gran dominio de la zona y mantenían
asediada la guarnición enemiga que se encontraba en el
puerto, que contaba con el apoyo logístico de la marina
española por existir redes de comunicación entre el
fuerte y las cañoneras, además de la
cercanía a Gibara (plaza fuerte) que le permitía
recibir auxilio de inmediato. No obstante, en algunos momentos la
bahía estuvo bajo control mambí.

El mes de abril de 1897 significó un constante
enfrentamiento entre las fuerzas beligerantes. Las dos columnas
enemigas que intentaron marchar sobre el poblado, se encontraron
con la tenaz resistencia ofrecida por las tropas mambisas, por lo
que no tuvieron otra alternativa que la retirada ya que durante
la guerra Banes estuvo casi totalmente controlado por el
mambisado. Es por eso que "el día 17 salieron de Gibara
1900 hombres embarcados en una escuadra que había salido
de La Habana, enviada por Weyler, con la misión de abrir
el canal de entrada a la bahía, que estaba en manos de los
rebeldes".[14] El día 22 la escuadra
logró apoderarse de las dos orillas del
cañón y realizar un reconocimiento sobre las lomas
del Júcaro, donde fueron acosados por las guerrillas
cubanas que se encontraban emboscadas allí.

Luis Rodolfo Miranda señala en su diario que el
día 25 el enemigo estaba apoderándose de la entrada
del puerto y se esperaba que al día siguiente entrara la
Escuadra completa.[15] Ese mismo día Weyler
recibió un parte telegráfico en el que le
informaban que la escuadra había salido con 400 hombres de
desembarco y que al llegar al Canal sostuvieron fuego con el
enemigo, cañonearon la costa y lograron posesionarse de
las alturas, quedando dominada la zona del
Cañón.[16]

Teniendo en cuenta que ya el enemigo había
avanzado hasta el Cañón, el brigadier Marrero con
fuerzas de la línea occidental de Holguín,
tirotearon el fuerte de El Embarcadero; operación que se
llevó a cabo durante la noche del 26 y al día
siguiente continuaron haciendo fuego sobre el fuerte. Las tropas
españolas contestaban con cañonazos y gran fuego de
fusilería, lo que duró todo el día y por la
noche destruyeron el fuerte y comenzaron la construcción
de otro a la entrada de la bahía. El 29 las tropas
españolas emprendieron la retirada, pero dejaron en el
puerto una cuadrilla compuesta por dos cañoneros, con la
misión de proteger las construcciones que estaban
haciendo. Las fuerzas cubanas también comenzaron a
retirarse de los alrededores de la bahía, dejando solo
pequeñas guerrillas.

De esta forma las tropas cubanas, al mando de Calixto
García, mantuvieron sitiada durante 45 días a la
guarnición del fuerte español y como señala
Emilio Barcardí, España no podía permitir
que Cuba poseyera por tanto tiempo, un puerto "en su propio
territorio".[17] Aunque ya se iban dando cuenta
que el triunfo mambí era inminente.

Cuando la situación existente en la bahía
se normalizó, el General García decidió
hacer un recorrido de inspección por la zona de
Holguín oriental y Banes ya que eran las más
afectadas por la inmensa sequía, que se extendía
desde fines de 1896. Esta sequedad de los campos trajo como
consecuencias que las epidemias de viruela, malaria y tifus se
propagaran y azotaran a gran parte de la población;
además mermaron de manera alarmante los abastecimientos de
viandas necesarios para la alimentación, tanto de las
fuerzas combatientes como la población civil. El General
holguinero pudo comprobar la realidad del drama y la carencia
absoluta de alimentos y de medios curativos adecuados para
combatir las epidemias.

Ante tales condiciones por las que atravesaban las
familias cubanas la expedición de Roloff significó
un gran alivio pues vino a salvar una situación ya
excesivamente dramática y como planteara Aníbal
Escalante "peligrosa para la estabilidad misma de la
Revolución".[18] Los médicos del
cuartel general prestaron sus servicios a los enfermos,
así como todos los auxilios necesarios hasta consumir casi
totalmente las medicinas recibidas.

Afortunadamente cuando la situación se tornaba
más caótica por estarse agotando las medicinas, el
tiempo varió por completo al romper la estación de
lluvia. Por lo que aproximadamente el 26 de mayo cuando ya el
General García había aliviado las preocupaciones en
que lo habían sumido las desgracias de Banes, sus
alrededores y una extensa zona del centro y norte de la actual
provincia Holguín, decidió retornar a la zona del
Cauto.

Indudablemente en todas estas acciones que ocurrieron
después del desembarco de la expedición
Laurada – una de las de mayor envergadura en el contexto
de la guerra, por el cargamento que aportó -, se pudo
constatar la capacidad de organización de Calixto
García, quien puso de manifiesto no solo su sólida
cultura militar, sino también su extraordinaria
condición de jefe y su ejemplar dedicación a la
causa popular.

El año 1897 y parte de 1898 fueron de prueba para
los libertadores, la situación era muy difícil por
la propagación de enfermedades que depauperaban a las
fuerzas mambisas. Además sufrían la carencia de
alimentos y medicinas pues las traídas por Roloff ya se
habían agotado al igual que las municiones. Por lo que se
hizo necesaria la llegada de una nueva expedición por la
costa Norte de Oriente para aliviar la situación
existente.

Expedición del Dauntless

Una nueva expedición llegaría por las
costas de Banes. Había partido hacia Cuba el 26 de
noviembre de 1897, con 37 expedicionarios[19]que
engrosarían las filas del Ejército Libertador. El
desembarco tuvo lugar el día 28 por la Ensenada de
Río Seco, entre el faro de Lucrecia y Samá, en el
lugar conocido por Playa Larga. El jefe de tierra era el
capitán Luis Rodolfo Miranda[20]

El Dauntless, viejo barco expedicionario que en
más de una ocasión trajo importantes cargamentos
para el mambisado, esta vez transportó numerosos rifles
Rémington y Mauser con sus respectivas municiones,
proyectiles y fulminantes para cañones de dinamita, miles
de machetes,[21] así como un valioso
cargamento de medicinas, fundamentalmente quinina, que era muy
necesaria y salvó de la muerte a numerosos patriotas que
yacían postrados y casi sin esperanzas de
curarse.

Después de aprobarse la Resolución
Conjunta, el 20 de abril de 1898, Tomás Estrada Palma, le
ofreció al presidente McKinley la cooperación del
Ejército Libertador al norteamericano y subordinó
las tropas cubanas a las de Estados Unidos. Para materializar
dicho ofrecimiento, "el gobierno de la República en Armas,
autorizó de manera oficial al General en Jefe
Máximo Gómez y al Lugarteniente General Calixto
García para que, con sus fuerzas, cooperaran con las de
mar y tierra del aliado
norteamericano".[22]

El gobierno norteamericano, con la complicidad de
Estrada Palma, se hizo cargo de los suministros para el
Ejército Libertador, convirtiendo al Departamento de
Expediciones, en auxiliar de la Marina estadounidense. Ya no se
introducirían las armas procurando acercarlas a las zonas
donde se efectuaban las acciones militares de mayor envergadura;
sino que de acuerdo con el proyecto intervencionista yanqui, los
envíos se limitaron en occidente a pequeños alijos
y trataron de fortalecer la zona oriental.

Para conocer las necesidades más apremiantes del
mambisado el Teniente Rowan, por el Ejército
norteamericano tuvo una reunión, 1º de mayo de 1898,
con el Lugarteniente General Calixto García, desconociendo
al Consejo de gobierno y al General en jefe, el objetivo de su
misión era coordinar las futuras acciones de los
ejércitos aliados. Esta reunión fue el inicio de la
colaboración entre ambos ejércitos, con el objetivo
de resolver la carencia de armas y alimentos para fortalecer la
campaña militar.

Expedición Florida

Muy pronto las costas orientales recibirían la
primera expedición que tuvo carácter conjunto
cubano – norteamericano. Este envío fue aprobado por la
Secretaría de guerra norteamericana, como resultado de la
entrevista de los comisionados de Calixto García con el
alto mando yanqui.

La expedición estuvo dirigida por el General
José Lacret Morlot, como jefe de tierra y el General Julio
Sanguily, como jefe de mar, también los
acompañó Joaquín Castillo Duany y el
contingente expedicionario integrado por 400 cubanos
aproximadamente; a los que se sumaba una sección especial
del Ejército norteamericano, mandada por el Capitán
Aureling Todd y el Teniente Wycliffe B. Grafton.

Los expedicionarios estuvieron acuartelados desde el 4
de mayo hasta el 17, en el Céspedes Hall. El 21 salieron
de Tampa con dirección hacia Cuba, a bordo del
transportador militar Florida y custodiados por el buque
de guerra Osceola, cruzaron próximos a las aguas
de Bermudas, Nassau y Bahamas. El desembarco se produjo el
día 26 de mayo de 1898, por el puerto de Banes, pues era
necesario fortalecer las tropas del Mayor General Calixto
García, en Oriente, previendo la entrada de las tropas
norteamericanas en el escenario bélico.

Cuando se produjo el desembarco de la expedición,
el Mayor General Calixto García se encontraba en el
poblado de Jiguaní para salir en marcha hacia la zona de
Banes. El 6 de junio llegaron a Bijarú, donde se
encontraban acampadas las fuerzas expedicionarias y
recibió parte del cargamento pues ya el General Lacret, de
manera inconsulta había repartido entre las familias de la
zona los mulos, los caballos y casi la totalidad de las raciones
de comida, dejándole solo 10 000
raciones.[23]

El propio día 6 desembarcó por la
Bahía de Banes, el vapor Gloucester, a bordo del
cual regresaba a la patria el Teniente Coronel Carlos
Hernández, uno de los comisionados del Mayor General
Calixto García ante el alto mando yanqui. El oficial
cubano portaba las instrucciones que el General Miles le enviaba
al Lugarteniente General del Ejército Libertador. En ellas
comunicaba el proyecto yanqui de atacar por mar y tierra la
ciudad de Santiago de Cuba, proyectando el desembarco de las
tropas estadounidense en estrecha cooperación con los
mambises orientales.

El desembarco de la expedición Florida,
a fines de mayo y los bombardeos de la escuadra norteamericana a
las cercanías de Santiago de Cuba y Guantánamo, a
inicios de junio, pueden ser considerados como el
preámbulo de la intervención.

Los revolucionarios cubanos vieron frustradas así
sus ideas independentistas, pues después de casi 30
años de guerra contra la metrópolis, la Isla se
transformó de colonia española a neocolonia yanqui.
El peligro que tanto había alertado José
Martí, era ya una realidad.

 

 

Autor:

M.Sc. Yurisay Pérez Nakao

Historiadora de Banes

[1] En cuanto a la cantidad de hombres que
engrosaron el contingente expedicionario existen diversos
criterios. Ramiro guerra, en su obra Guerra de los Diez
Años T I, plantea que eran 300 hombres y Ricardo Varona
Pupo, en su obra Banes. (Crónicas), señala que
vinieron 200 hombres.

[2] Ramiro Guerra: Guerra de los Diez
Años T I. pág. 257.

[3] Ibid. pág. 258.

[4] Ricardo Varona Pupo: Banes
(Crónicas). pág. 36.

[5] Máximo Gómez: Diario de
Campaña. pág. 40.

[6] Francisco Javier Cisneros:
Relación documentada de cinco expediciones. Apud.
Archivo personal de Rafael Miyar Reiners.

[7] Idem.

[8] Miguel Varona Guerrero: La Guerra de
Independencia de Cuba (1895 – 1898) T II. pág. 1300.

[9] Manuel María Coronado: Documentos
históricos. Secretaria de gobernación.
pág. 260.

[10] Entre los expedicionarios se encontraba
José Martí Zayas – Bazán.

[11] Antonio Ramos Zuñíga: Las
armas del Ejército Libertador. p. 48.

[12] ANC. Fondo Donativos y Remisiones.
Legajo 295, exp. 29.

[13] Luis Rodolfo Miranda: Diario de
Campaña del Comandante Luis Rodolfo Miranda. p. 97

[14] Valeriano Weyler: Mi mando en Cuba. T
IV. p.274

[15] Luis Rodolfo Miranda: Ob Cit. p.
101.

[16] Valeriano Weyler: Ob Cit. p. 275.

[17] Emilio Bacardí Moreau:
Crónicas de Santiago de Cuba. T IX. p. 138.

[18] Aníbal Escalante Beatón:
Calixto García; su campaña en el 95. p. 196.

[19] Entre los expedicionarios se encontraba
el escritor Carlos Loveira, hecho que refleja en su libro
Generales y Doctores.

[20] El Capitán Luis Rodolfo Miranda
se encontraba en Estados Unidos recuperándose de una
fiebre palúdica, una vez curado debía regresar a
los campos cubanos lo antes posible. Es por eso que fue llamado
para que a su regreso dirigiera la expedición del
Dauntless.

[21] ANC. Fondo Donativos y Remisiones.
Legajo 469, exp. 50.

[22] Felipe Martínez, Arango:
Cronología crítica de la guerra Hispano – cubano
– americana. p.48.

[23] Anibal Escalante: Calixto García;
su campaña en el 95. p. 429

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