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Capitalismo; socialismo y comunismo (página 2)




Enviado por eileen araujo



Partes: 1, 2

Esta doctrina económica estuvo en boga
en Francia durante la segunda mitad del siglo XVIII y
surgió como una reacción ante las políticas
restrictivas del mercantilismo. El fundador de la escuela,
François Quesnay, era médico de cabecera en la
corte del rey Luis XV. Su libro más conocido,
Tableau Économique (1758), intentaba establecer los flujos
de ingresos en una economía,
anticipándose a la contabilidad nacional, creada
en el siglo XX. Según los fisiócratas, toda la
riqueza era generada por la agricultura; gracias al comercio,
esta riqueza pasaba de los agricultores al resto de la sociedad.
Los fisiócratas eran partidarios del libre
comercio y del laissez-faire (doctrina que defiende que los
gobiernos no deben intervenir en la economía).

También sostenían que los ingresos del
Estado tenían que provenir de un
único impuesto que Abia gravar a la actividad
primaria, la única fuente de riqueza para ellos. Adam
Smith conoció a lo principales fisiócratas y
escribió sobre sus doctrinas, casi siempre de forma
positiva.

  • C. Escuela Clásica

Como cuerpo teórico coherente, la escuela
clásica de pensamiento económico parte de los
escritos de Smith, continúa con la obra de los economistas
británicos Thomas Robert Malthus y David Ricardo, y
culmina con la síntesis de John Stuart Mill,
discípulo de Ricardo. Aunque fueron frecuentes las
divergencias entre los economistas desde la publicación de
La Riqueza de las Naciones (1776) de Smith hasta la de Principios
de Economía Política (1848) de Mill, los
economistas pertenecientes a esta escuela coincidían en
los conceptos principales. Todos defendían la propiedad
privada, los mercados y creían, como decía Mill,
que "sólo a través del principio de la competencia
tiene la economía política una pretensión de
ser ciencia". Compartían la desconfianza de Smith hacia
los gobiernos, y su fe ciega en el poder del egoísmo y su
famosa "mano invisible", que hacía posible que el
bienestar social se alcanzara mediante la búsqueda
individual del interés personal. Los clásicos
tomaron de Ricardo el concepto de rendimientos
decrecientes, que afirma que a medida que se aumenta la fuerza de
trabajo y el capital que se utiliza para labrar la tierra,
disminuyen los rendimientos o, como decía Ricardo,
"superada cierta etapa, no muy avanzada, el progreso de la
agricultura disminuye de una forma paulatina".

El alcance de la ciencia económica se
amplió de manera considerable cuando Smith subrayó
el papel del consumo sobre el de la producción. Smith
confiaba en que era posible aumentar el nivel general de vida del
conjunto de la comunidad. Defendía que era esencial
permitir que los individuos intentaran alcanzar su propio
bienestar como medio para aumentar la prosperidad de toda la
sociedad.

En el lado opuesto, Malthus, en su conocido e
influyente Ensayo sobre el Principio de la
Población (1798), planteaba la nota pesimista de la
Escuela Clásica, al afirmar que las esperanzas de mayor
prosperidad se escollarían contra la roca de un excesivo
crecimiento de la población. Según Malthus,
los alimentos sólo aumentaban adecuándose
a una progresión aritmética (2-4-6-8-10, etc.),
mientras que la población se duplicaba cada
generación (2-4-8-16-32, etc.), salvo que esta tendencia
se controlara, o por la naturaleza o por la propia prudencia de
la especie. Malthus sostenía que el control natural era
"positivo": "El poder de la población es tan superior al
poder de la tierra para permitir la subsistencia del hombre,
que la muerte prematura tiene que frenar hasta cierto
punto el crecimiento del ser humano".
Este procedimiento de frenar el crecimiento eran las
guerras, las epidemias, la peste, las plagas, los vicios humanos
y las hambrunas, que se combinaban para controlar
el volumen de la población mundial y limitarlo a
la oferta de alimentos.

La única forma de escapar a este imperativo de la
humanidad y de los horrores de un control positivo de la
naturaleza, era la limitación voluntaria del crecimiento
de la población, no mediante un control de natalidad,
contrario a las convicciones religiosas de Malthus, sino
retrasando la edad nupcial, reduciendo así el volumen de
las familias. Las doctrinas pesimistas de este autor
clásico dieron a la economía el sobrenombre de
"ciencia lúgubre".

Los Principios de Economía Política de
Mill constituyeron el centro de esta ciencia hasta finales del
siglo XIX. Aunque Mill aceptaba las teorías de
sus predecesores clásicos, confiaba más en la
posibilidad de educar a la clase obrera para que limitase
su reproducción de lo que lo hacían
Ricardo y Malthus. Además, Mill era un reformista que
quería gravar con fuerza las herencias, e incluso permitir
que el gobierno asumiera un mayor protagonismo a la hora de
proteger a los niños y a los trabajadores. Fue muy
crítico con las prácticas que desarrollaban
las empresas y favorecía
la gestión cooperativa de las
fábricas por parte de los trabajadores. Mill
representó un puente entre la economía
clásica del laissez-faire y el Estado de
Bienestar.

Acerca de los mercados, los economistas clásicos
aceptaban la "ley de Say", formulada por el economista
francés Jean Baptiste Say. Esta ley sostiene que el riesgo
de un desempleo masivo en una economía competitiva es
despreciable, porque la oferta crea su propia demanda,
limitada por la cantidad de mano de obra y los recursos
naturales disponibles para producir. Cada aumento de la
producción aumenta los salarios y los demás
ingresos que se necesitan para poder comprar esa cantidad
adicional producida.

  • D. Marxismo

La oposición a la Escuela Clásica provino
de los primeros autores socialistas, como el filósofo
social francés Claude Henri de Rouvroy conde
de Saint-Simon, y el utópico británico Robert
Owen. Sin embargo, fue Karl Marx el autor de las teorías
económicas socialistas más importantes, manifiestas
en su principal trabajo, El Capital (3 vols.,
1867-1894).

Para la perspectiva clásica del capitalismo, el
marxismo representó una seria recusación, aunque no
dejaba de ser, en algunos aspectos, una variante de la
temática clásica. Por ejemplo, Marx adoptó
la teoría del valor trabajo de Ricardo. Con
algunas matizaciones, Ricardo explicó que los precios eran
la consecuencia de la cantidad de trabajo que se necesitaba para
producir un bien.

Ricardo formuló esta teoría del valor para
facilitar el análisis, de forma que se pudiera
entender la diversidad de precios. Para Marx, la teoría
del valor trabajo representaba la clave del modo de proceder del
capitalismo, la causa de todos los abusos y de toda la
explotación generada por un sistema injusto.

Exiliado de Alemania, Marx pasó muchos
años en Londres, donde vivió gracias a la ayuda de
su amigo y colaborador Friedrich Engels, y a los ingresos
derivados de sus ocasionales contribuciones en la prensa.
Desarrolló su extensa teoría en
la biblioteca del Museo Británico.

Los estudios históricos y los análisis
económicos de Marx convencieron a Engels de que los
beneficios y los demás ingresos procedentes de una
explotación sin escrúpulos de las propiedades y las
rentas son el resultado del fraude y el poder que
ejercen los fuertes sobre los débiles. Sobre
esta crítica se alza la crítica
económica que desemboca en la certificación
histórica de la lucha de clases.

La "acumulación primitiva" en
la historia económica de Inglaterra fue posible
gracias a la delimitación y al cercamiento de las tierras.
Durante los siglos XVII y XVIII los terratenientes utilizaron su
poder en el Parlamento para quitar a los agricultores los
derechos que por tradición tenían sobre las tierras
comunales. Al privatizar estas tierras, empujaron a sus
víctimas a las ciudades y a las
fábricas.

Sin tierras ni herramientas, los hombres, las
mujeres y los niños tenían que trabajar para
conseguir un salario. Así, el
principal conflicto, según Marx, se producía
entre la denominada clase capitalista, que detentaba la propiedad
de los medios de producción (fábricas
máquinas) y la clase trabajadora o proletariado,
que no tenía nada, salvo sus propias manos. La
explotación, eje de la doctrina de Karl Marx, se mide por
la capacidad de los capitalistas para pagar sólo salarios
de subsistencia a sus empleados, obteniendo de su trabajo un
beneficio (o plusvalía), que era la diferencia entre los
salarios pagados y los precios de venta de los bienes
en los mercados.

Aunque en el Manifiesto Comunista (1848) Marx
y Engels pagaban un pequeño tributo a los logros
materiales del capitalismo, estaban convencidos que estos logros
eran transitorios y que las contradicciones inherentes al
capitalismo y al proceso de lucha de clases terminarían
por destruirlo, al igual que en el pasado había ocurrido
con el extinto feudalismo medieval.

A este respecto, los escritos de Marx se alejan de la
tradición de la economía clásica inglesa,
siguiendo la metafísica del filósofo
alemán Georg Wilhelm Friedrich Hegel, el cual
consideraba que la historia de la humanidad y de la
filosofía era una progresión
dialéctica: tesisantítesis y
síntesis. Por ejemplo, una tesis puede ser un conjunto de
acuerdos económicos, como el feudalismo o el capitalismo.
Su contrapuesto, o antítesis, sería, por ejemplo,
el socialismo, como sistema contrario al capitalismo. La
confrontación de la tesis y la antítesis
daría paso a una evolución, que sería la
síntesis, en este caso, el comunismo que permite combinar
la tecnología capitalista con la propiedad
pública de las fábricas y las granjas.

A largo plazo, Marx creía que el sistema
capitalista desaparecería debido a que su tendencia a
acumular la riqueza en unas pocas manos provocaría
crecientes crisis debidas al exceso de oferta y a un
progresivo aumento del desempleo. Para Marx, la
contradicción entre los adelantos tecnológicos, y
el consiguiente aumento de la eficacia productiva y la
reducción del poder adquisitivo que impediría
adquirir las cantidades adicionales de productos, sería la
causa del hundimiento del capitalismo.

Según Marx, las crisis del capitalismo se
reflejarían en un desplome de los beneficios, una mayor
conflictividad entre trabajadores y empresarios e importantes
depresiones económicas. El resultado de esta lucha de
clases culminaría en la revolución y en el avance
hacia, en primer lugar, el socialismo, para al fin avanzar hacia
la implantación gradual del comunismo. En una primera
etapa todavía sería necesario tener un Estado que
eliminara la resistencia de los capitalistas. Cada trabajador
sería remunerado en función de su aportación
a la sociedad. Cuando se implantara el comunismo, el Estado, cuyo
objetivo principal consiste en oprimir a las clases sociales,
desaparecería, y cada individuo percibiría, en ese
porvenir utópico, en razón de sus
necesidades.

  • E. Escuela Neoclásica

La economía clásica partía del
principio de escasez, como lo muestra la ley de
rendimientos decrecientes y la doctrina malthusiana sobre la
población. A partir de la década de 1870, los
economistas neoclásicos como William Stanley Jevons en
Gran Bretaña, Léon Walras en Suiza, y Karl Menger
en Austria, imprimieron un giro a la economía, abandonaron
las limitaciones de la oferta para centrarse en
la interpretación de las preferencias de los
consumidores en términos psicológicos. Al fijarse
en el estudio de la utilidad o satisfacción
obtenida con la última unidad, o unidad marginal,
consumida, los neoclásicos explicaban la formación
de los precios, no en función de la cantidad de trabajo
necesaria para producir los bienes, como en las teorías de
Ricardo y de Marx, sino en función de la intensidad de la
preferencia de los consumidores en obtener una unidad adicional
de un determinado producto.

El economista británico Alfred Marshall, en su
obra maestra, Principios de Economía (1890), explicaba la
demanda a partir del principio de utilidad marginal, y la oferta
a partir del coste marginal (coste de producir la última
unidad). En los mercados competitivos, las preferencias de los
consumidores hacia los bienes más baratos y la de los
productores hacia los más caros, se ajustarían para
alcanzar un nivel de equilibrio. Ese precio de equilibrio
sería aquel que hiciera coincidir la cantidad que los
compradores quieren comprar con la que los productores desean
vender.

Este equilibrio también se alcanzaría en
los mercados de dinero y de trabajo. En los mercados
financieros, los tipos de interés equilibrarían la
cantidad de dinero que desean prestar los ahorradores y la
cantidad de dinero que desean pedir prestado los inversores. Los
prestatarios quieren utilizar los préstamos que reciben
para invertir en actividades que les permitan obtener beneficios
superiores a los tipos de interés que tienen que pagar por
los préstamos. Por su parte los ahorradores cobran un
precio a cambio de ceder su dinero y posponer
la percepción de la utilidad que
obtendrán al gastarlo. En el mercado de trabajo se alcanza
asimismo un equilibrio.

En los mercados de trabajo competitivos, los salarios
pagados representan, por lo menos, el valor que el empresario
otorga a la producción obtenida durante las horas
trabajadas, que tiene que ser igual a la compensación que
desea recibir el trabajador a cambio del cansancio y
el tedio laboral.

La doctrina neoclásica es, de forma
implícita, conservadora. Los defensores de esta doctrina
prefieren que operen los mercados competitivos a que haya una
intervención pública. Al menos hasta la
Gran Depresión de la década de 1930, se
defendía que la mejor política era la que reflejaba
el pensamiento de Adam Smith: bajos impuestos, ahorro en
el gasto
público y presupuestos equilibrados. A los
neoclásicos no les preocupa la causa de la riqueza,
explican que la desigual distribución de ésta y de
los ingresos se debe en gran medida a los distintos grados
de inteligencia, talento, energía y ambición
de las personas. Por lo tanto, el éxito de cada
individuo depende de sus características individuales, y
no de que se beneficien de ventajas excepcionales en el sentido
que hablaba Marx. En las sociedades capitalistas, la
economía neoclásica es la doctrina predominante a
la hora de explicar la formación de los precios y el
origen de los ingresos. De hecho la mayor parte de
la Microeconomía que se estudia hoy en las
universidades (a nivel de grado) se la debemos principalmente a
ellos.

 

 

Autor:

Eileen Araujo

Sección : T- 6B1

Republica Bolivariana De
Venezuela

Ministerio Para el Poder Popular Para la
Educación Superior

Universidad Fermín Toro

Escuela de Derecho

Enero 2013

Partes: 1, 2
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