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La envidia y el mundo sorprendente del psicoanálisis




Enviado por Felix Larocca



  1. Tipos
    de envidia
  2. La
    "madre buena" y la "mala" — el psicoanálisis de
    Melanie Klein
  3. La
    envidia nacional
  4. La
    envidia profesional
  5. La
    envidia es odio
  6. La
    envidia y la rivalidad entre hermanos
  7. Soluciones
  8. En
    resumen
  9. Bibliografía

"Es una fuerza tan
destructiva como lo es poderosa. En uno de mis trabajos, la
caracterizo de esta manera"
: "Es el más social de
todos nuestros fallos".
FEFL en La Envidia y la
Trilogía Narcisista
.

El Diccionario de la Real Academia dice de
la envidia que es:

(Del lat. invidia).

1. f. Tristeza o pesar del bien
ajeno
.

2. f. Emulación, deseo de algo
que no se posee
.

Pero esta definición parece algo
pálida si consideramos las múltiples
manifestaciones de este fenómeno psicológico. Para
empezar, señalemos que de la tristeza del bien ajeno a la
alegría por el mal ajeno sólo hay un paso, y a esta
última también la calificaríamos como
envidia, aunque pudiésemos calificarla como celos. Hay
muchas formas de envidia y los sentimientos de inferioridad
constituyen sus fundaciones básicas. La envidia no puede
ser entendida en todo su espectro sin considerar las sensaciones
de precariedad narcisista y las vicisitudes de las disposiciones
agresivas en la infancia, dentro del seno familiar. En efecto,
las diversas modalidades de envidia no son sino un eco de los
sentimientos de inferioridad y rivalidad sufridos por el
niño en su desarrollo psicológico, con padres,
hermanos y otras figuras importantes. (Véanse todas mis
ponencias acerca de los varios aspectos de la Personalidad de
Dino).

En otras palabras: la envidia, en su medida
es normal. Y el schadenfreude es, en su
expresión, la más humana de todas las envidias —
o, es la más ¿inhumana?

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Celos y coqueteo por H.
King

La envidia instaurada en el carácter
del adulto es, por lo general, una reacción ante las
experiencias de pequeñez y vulnerabilidad de la infancia.
Esto explica su universalidad y su frecuente irracionalidad. En
cada persona, la intensidad de la envidia estará presente
en proporción a sus sensaciones reprimidas de la
insignificancia e impotencia del ser niño. Las
manifestaciones de la envidia generalmente nos dirán
más de los sentimientos de inseguridad del envidioso que
de la personalidad del envidiado.La envidia no es saludable
porque estropea y, en ocasiones, anula completamente el placer de
la admiración, el gozo de la amistad, la utilidad del
compañerismo y la solidaridad. El júbilo por los
logros de otros, la contemplación de la belleza, de la
habilidad, del ingenio y, también a veces, el simple deseo
de emular al mejor. La envidia, pues, puede suponer un
impedimento psicológico muy serio y siempre es fuente de
sufrimiento.

El envidioso lo sabe, porque la envidia lo
hace sufrir — eso lo ilustra Dino — come ridi e come
piange pagliaccio

Otros "vicios" conllevan ese "no sé
qué de deleite" porque satisfacen alguna tendencia
instintiva (aunque después pueda esto resultar reprobable
a la conciencia). Sin embargo, la envidia es en sí una
defensa. A saber, una defensa contra la percepción de la
propia inferioridad: se odia a otro para no sentir odio contra
uno mismo.

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Siete pecados capitales

Por consiguiente, el penoso sentimiento de
la envidia ha de ser objeto, a su vez, de otra defensa
psicológica de índole paranoica y narcisista. Una
de ellas es la proyección. Por medio de ésta, el
sujeto logra convencerse de que el sentimiento envidioso le es
ajeno y de que él es el envidiado. En ello reside la
grandiosidad típica que lo caracteriza.

Tipos de
envidia

Pueden
hacernos sentir envidiosos numerosas cualidades de otras
personas: su talento, su
juventud, su renombre, su belleza, sus
posesiones y hasta su virtud. Tener todo de lo que carecemos
tener, anhelamos y no podemos gozar.

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Ángel de la Envidia

El sabio Baltasar Gracián
escribió en su Arte de la prudencia (1647): "No
hay venganza más insigne que los méritos y
cualidades que vencen y atormentan a la envidia […] Este es el
mayor castigo: hacer del éxito veneno".

La forma más conflictiva de envidia
es, sin duda, aquélla que se dirige hacia las personas
que, simultáneamente, uno ama — como la del padre al
hijo — o del hijo al padre. Es este tipo de envidia el que
tiende a sumergirse con mayor vigor en el Inconsciente, porque
amenaza con destruir precisamente aquello que valoramos
más de nosotros mismos: nuestras representaciones buenas y
nuestros sentimientos amorosos.

Es común que un sujeto sienta
envidia, en alguna de sus numerosas manifestaciones, hacia
alguien y, simultáneamente, profese adoración
despreocupada hacia otra persona. Se trata de las dos caras de
una misma moneda. Este fenómeno es consecuencia del
mecanismo psicológico de la escisión, al
que suele añadírsele la defensa psicológica
de la racionalización, que permite al sujeto dar cuenta de
por qué cierta persona con atributos superiores es
merecedora de descalificaciones, mientras que otra lo es de
adhesión incondicional.

La "madre buena" y la "mala" — el
psicoanálisis de Melanie Klein

Para poder tolerar las emociones causadas
por las amarguras que devengan de las actitudes negativas de la
madre frustrante, el niño la divide en su mente en dos
figuras, que coexisten juntas, pero contiguas, hasta que, por
medio de la madurez, ambas figuras se fusionan en una.

Éstas son la "madre buena" y la
"madre mala" que, como conceptos fueran hito de la
psicología de Klein.

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Schadenfreude

En psicoanálisis, una forma de
envidia muy estudiada es la referente a aquella percepción
de inferioridad anatómica conocida como la envidia del
pene. En sus Teorías sexuales infantiles de 1908,
habló Freud por primera vez de las reacciones de la
niña ante el descubrimiento de que los varones poseen
pene, de sus fantasías de poseerlo ella y de la influencia
de esto en su desarrollo psicosexual.

En nuestra cultura, la mayor parte de las
personas ilustradas han oído hablar del concepto freudiano
de la envidia del pene en la niña y en la mujer. Se oye
menos comentar el hecho de que el varón también
sufre universalmente cierta modalidad de envidia del pene. El
varón suele atribuir a este órgano, por sus
peculiares sensaciones y funcionamiento, una importancia y unos
poderes portentosos. Las fantasías y comparaciones
envidiosas resultan entonces inevitables. (Véase mi
ponencia: El Tamaño del Pene).

Como parte del simbolismo universal
propuesto por Freud, todo lo grande, vigoroso, agresivo o
prominente es un símbolo
fálico/narcisista.

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Monumento que Trujillo se erigió a
sí mismo en Santiago. Freud tendría algún
comentario, tal vez…

La envidia
nacional

La
envidia compartida e institucionalizada en las costumbres de un
pueblo entero es algo de comprensión más compleja.
Se ha dicho muchas veces que la envidia constituye el vicio
más característico de todo pueblo.

El tipo de envidia entre pueblos proviene
de la vida tribal, cuando temíamos la magnitud de nuestros
logros por temor a que el vecino pudiera lograr más. La
base de la corrida por armamentos en la Guerra
Fría.

La envidia se entiende mejor entre naciones
fronterizas que, teniendo mucho en común, hacen todo
esfuerzo a negar la comunidad trocándola en hostilidad y
agresión.

Por supuesto, que en estos casos la
razón es el miedo, o la inferioridad percibida o
temida.

La envidia, como se ha dicho, tiene mucho
más que ver con la percepción interna de
inferioridad, que con la escasez objetiva. En efecto, hay hombres
y pueblos que viven miserablemente, mostrando pocos signos de
envidia. De esto se deduce que, si es verdad que los dominicanos
somos especialmente envidiosos, es porque existe un sentimiento
generalizado de inferioridad o, más
específicamente, una discrepancia significativa entre los
ideales y la percepción de la propia valía en una
mayoría de la población.

Quizás sea, porque tememos ser
negros y envidiamos quienes son blancos.

De este fenómeno nuestros padres, y
los políticos descarriados y ambiciosos, son culpables.El
psicoanálisis puede contribuir a exponer la
dinámica de la envidia y su transmisión, pero no se
encuentra en posición de determinar qué sucesos e
inercias del pasado han determinado las inclinaciones de un
pueblo entero.

En esta modalidad, la neurociencia no puede
asistirnos, ya que no creemos que haya un gen de la envidia, como
otros tantos putativos genes absurdos.

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La envidia se entiende mejor, entonces,
como fenómeno de valor asignado y de origen social. Mi
casa será más incómoda. Pero es más
cara que la tuya. Mis piernas son más
largas…

Por ello Mao trataría de destruir
las clases educadas de
China en la Revolución Cultural que
él mismo sembrara. Después de todo, él era
un simplón moral e intelectual — como todos
sabemos.

La envidia
profesional

La
envidia entre los seres humanos suele aumentar de modo
directamente proporcional a la similitud de sus circunstancias y,
por tanto, se acentúa entre los hermanos, tanto de
sangre,
como de profesión. Recordemos, por ejemplo, a aquellos
envidiosos astrónomos que no se dignaron siquiera a mirar
por el telescopio de Galileo, o a aquellos científicos que
rehusaron asomarse al microscopio de Malpighi, objetando que se
trataba de un aparato para deformar la Naturaleza, obra de Dios.
En Medicina, mencionemos el caso de aquellos médicos
vieneses de finales del siglo dieciocho, que no sólo se
negaron a examinar a los pacientes curados por Franz Anton
Mesmer, sino que afirmaron públicamente que tales
curaciones se debían a que los pacientes por él
tratados ¡nunca habían estado enfermos! Mesmer
recibió amenazas de muerte. El mismo decano de la Facultad
de Medicina le aconsejó que, para aminorar la envidia que
su fama producía, mantuviese secretas sus espectaculares
curas. No le sirvieron a Mesmer de mucho las advertencias ni sus
propias estrategias, y acabó tenido que huir de
Austria.

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Otro famoso médico que, unas
décadas más tarde, también tendría
que abandonar Austria acosado por la envidia profesional fue
Ignaz Semmelweiss. Este gran obstetra, descubridor del origen de
las fiebres del puerperio, demostró concluyentemente que
la adopción de medidas de asepsia por parte de los
médicos que examinaban a las parturientas hacía que
se redujera dramáticamente la mortalidad de éstas,
que en las clínicas universitarias de la ilustrada Viena
ascendía hasta un veinticinco por ciento a mediados del
siglo diecinueve. Su jefe Johann Klein, envidioso de su
éxito, vetó su ascenso a profesor adjunto y
dificultó tanto su trabajo en la clínica, que
Semmelweiss se vio forzado a regresar a su Hungría natal.
Donde corriera la misma suerte.

Cuando William Harvey comunicó en
una
conferencia sus revolucionarios experimentos, que más
tarde publicaría en De Motu Cordis (1628), se
previno de la siguiente manera: "Lo que ahora debo deciros a
propósito de la circulación de la sangre es tan
nuevo y tan inédito, que temo no sólo concitarme la
envidia de muchos, sino que incluso tiemblo pensando que toda la
Humanidad se revuelva contra mí". El descubridor de la
circulación sanguínea se sintió atemorizado
ante la posibilidad de que el cambio de paradigma
científico que estaba propugnando desencadenase contra
él el odio envidioso. No hace falta salir de nuestras
fronteras para hallar ejemplos históricos de envidia entre
médicos.

La envidia es
odio

Es
odio lo que, de forma natural, sentimos hacia aquéllos que
nos reducen o nos humillan. El odio es, o así nos parece,
una pasión reactiva a una ofensa y, como tal, nos resulta
más admisible que la envidia.

Quien tiene lo que nos falta, debe "morir"
— así siente el que envidia.

El Schadenfreude

Este concepto de mucha aceptación
universal deriva del alemán. Significa el placer depravado
y secreto, que muchos sienten frente a los infortunios de otros.
En el odio puede haber un componente muy importante de placer,
sobre todo si se perpetra una venganza que creemos que
reparará alguna situación de indignidad. La
envidia, sin embargo, como se ha visto, no constituye nunca una
experiencia placentera: nos pone en contacto con nuestras
sensaciones de inferioridad de forma demasiado
directa.

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Combate del amor
Perugino

 

Ocurre, tanto con el odio como con la
envidia, que tienden a ser más intensos cuanto más
conocidas o próximas son las personas objeto de dichos
sentimientos.

La envidia y la rivalidad entre
hermanos

Biológica y psicológicamente,
de acuerdo a lo expuesto en los párrafos anteriores, es un
hecho natural y lógico que exista competencia y
resentimiento entre hermanos. Este concepto en sí, forma
parte del núcleo de la teoría del
psicoanálisis y es responsable de los celos que sentimos
hacia aquellos quienes son representados como hermanos en
nuestras mentes.

Teniendo que compartir las zozobras de ser
aceptados por nuestros padres y de ser igualmente criticados,
hace que veamos nuestros fallos como asuntos de los que nuestros
hermanos derivarán gratificación y de nuestros
éxitos, asuntos que los mismos
resentirán.

Es la ley natural, que en la selva se
traduce como lo expresa la Biblia en el drama de Caín y
Abel. Supervivencia para el más apto — no en el
verdadero sentido darvinista.

Soluciones

La
mente humana tiene que recurrir a diversos mecanismos de defensa
inconscientes, para restaurar la
autoestima lesionada en las
comparaciones envidiosas y equilibrar así la homeostasis
narcisista. Estos mecanismos pueden ser más o menos
efectivos. Llamamos patológicos a aquellos patentemente
disruptivos. Un caso extremo de éstos puede ser el de los
individuos que cometen actos "grandiosos" de terrorismo o el de
aquéllos que atentan contra celebridades
admiradas/envidiadas. En el estudio de las múltiples
formas de presentación de la envidia es crucial comprender
que todos los seres humanos tenemos que negociar
intrapsíquicamente de alguna manera el dolor de nuestra
vanidad herida en las comparaciones desfavorables.

Los modos en que nos protegemos de la
aflicción de la envidia dependen de la intensidad de
ésta y del repertorio de las defensas psicológicas
a nuestra disposición. Éstas pueden dividirse en
dos grandes grupos:

  • 1. el de aquéllas
    encaminadas a eliminar las características envidiadas
    o al individuo mismo que las posee, y

  • 2. el de aquéllas
    destinadas a lograr una fusión fantaseada con la
    grandeza del individuo envidiado.

La primera la usan los tiranos narcisistas,
la segunda, el niño maltratado — envidioso y resentido
por el poder mayor de quienes lo torturan. (Véase mi
ponencia: El Síndrome de Estocolmo).Puede
mencionarse algo también acerca de las reacciones
defensivas no del envidioso, sino del envidiado. Éste, por
prudencia, puede ocultar o disimular sus cualidades o
posesiones.

El envidiado puede optar por soslayar
conscientemente o ignorar inconscientemente las malas intenciones
de sus semejantes. Puede inclinarse por pensar que la envidia del
prójimo es señal de su propia
superioridad.

Los atributos destacables y los logros
excepcionales son los que atraen la envidia. Pero la calidad y
cantidad de ésta reflejan indefectiblemente los
orígenes y el estado actual de la autoestima del
envidioso, y es esto lo que descubrimos, una y otra vez, en el
psicoanálisis clínico.

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Objeto de envidia: ¿Para
quién?

En
resumen

En los pacientes en análisis se
observa cómo emergen de la represión las
sensaciones de defecto, insuficiencia y privación que
subyacen a la reacción envidiosa. La consiguiente toma de
conciencia de estas sensaciones asociadas a los recuerdos de la
infancia suele ser muy dolorosa, pero, por otra parte, posibilita
al paciente no acudir automática y regresivamente al
recurso psicológico de la envidia: le libera de la
compulsión a desear el mal al prójimo, rechazable
para su conciencia. Cuando menos, le atenúa lo forzoso de
su propensión a arrastrar a otros hasta el nivel de su
propia inferioridad (o por debajo), y le permite poder gozar, a
veces por primera vez en su vida, de oportunidades y de placeres
estéticos y morales antes bloqueados por la
envidia.

Fin de la lección.

Bibliografía

Larocca, FEF: La Envidia y la
Trilogía Narcisista
en
monografías.com

 

 

Autor:

Dr. Félix E. F.
Larocca

 

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