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Ética autoritaria o humanista



  1. Ética Humanista vs. Ética
    Autoritaria
  2. Preguntas sobre esta lectura

Ética
Humanista vs.
Ética Autoritaria

He escrito este libro con la intención de
reafirmar la validez de la Ética Humanista, de
señalar que nuestro conocimiento de la naturaleza humana
no conduce al relativismo ético sino que, por el
contrario, nos lleva a la convicción de que las fuentes de
las normas para una conducta ética han de encontrarse en
la propia naturaleza del hombre; que las normas morales se basan
en las cualidades inherentes al hombre y que su violación
origina una desintegración mental y emocional.
Intentaré demostrar que la estructura del carácter
de la personalidad integrada y madura –el carácter
productiva- constituye la fuente y la base de la "virtud" y que
el "vicio", en el último análisis, es la
indiferencia hacia sí mismo y una mutilación de
sí mismo. Ni la renuncia a sí propio ni el
egoísmo sino el amor por uno mismo, ni la negación
del individuo sino la afirmación de su verdadero yo
humano, son los valores supremos de la Ética Humanista. Si
el hombre ha de confiar en valores tendrá que conocerse a
sí mismo y conocer la capacidad de su naturaleza para la
bondad y a productividad.

Ética Humanista vs.
Ética Autoritaria

Si no abandonamos la búsqueda de normas de
conducta objetivamente válidas como es el caso del
relativismo ético ¿qué criterio depende del
tipo del sistema ética cuyas normas estudiemos. Los
criterios de la Ética Autoritaria son, por necesidad,
fundamental diferentes de los de la Ética
Humanista.

En la Ética Autoritaria una autoridad es la que
establece lo que es bueno para el hombre y prescribe las leyes y
normas de conducta; en la Ética Humanista es el hombre
mismo quien da las normas y es a la vez el sujeto de las mismas,
su fuente formal o agencia reguladora y el sujeto de su
materia.

El empleo del término "autoritario" hace
necesario esclarecer el concepto de autoridad. Existe tanta
confusión respecto a este concepto por causa de la
creencia generalmente difundida de que nuestra alternativa es o
tener una autoridad dictatorial, irracional, o no tener autoridad
alguna. Esta alternativa, no obstante, es falsa. El verdadero
problema consiste en saber qué clase de autoridad debemos
tener. Si hablamos de autoridad: ¿nos referimos a una
autoridad racional o irracional? La autoridad racional tiene su
fuente en la competencia. La persona cuya autoridad es respetada
ejerce completamente su función en la tarea que le
confían aquellos que se la confieren. No necesita
intimidarlos ni espolear su admiración por medio de
cualidades mágicas. En tanto que ayuda competentemente en
lugar de explotarlos, su autoridad se basa en fundamentos
racionales y no requiere terrones irracionales. La autoridad
racional no solamente permite sino que requiere constantes
escrutinios y críticas por parte de los individuos a ella
sujetos; es siempre de carácter temporal, y la
aceptación depende de su funcionamiento. La fuente de la
autoridad irracional, por otra arte, es siempre el poder sobre la
gente. Este poder puede ser físico o mental, puede ser
real o solamente relativo respeto de la ansiedad y la impotencia
de la persona sometida a esta autoridad. El poder, por una parte,
y el temor, por la otra, son siempre los cimientos sobe los
cuales se erige la autoridad irracional. La crítica a la
autoridad no es sólo algo no solicitado sino prohibido. La
autoridad racional se basa en a igualdad de dos: del que la
ejerce y del sujeto a ella, los cuales difieren únicamente
con respecto al grado de saber o de destreza en un terreno
particular. La autoridad irracional se basa por su misma
naturaleza en la desigualdad, implicando diferencias de valores.
Al emplear el término "Ética Autoritaria" nos
estamos refiriendo ala autoridad irracional, ateniéndonos
precisamente al uso corriente del término "autoritario"
como sinónimo de sistemas totalitarios y
antidemocráticos. El lector reconocerá bien pronto
que la Ética Humanista no es incompatible con la autoridad
racional.

Pude distinguirse a la Ética Autoritaria de la
Ética Humanista en dos aspectos: uno formal y otro
material. La Ética Autoritaria niega formalmente la
capacidad del hombre para saber lo que es bueno o malo, quine da
la norma es siempre una autoridad que trasciende al individuo.
Tal sistema no se basa en la razón ni en la
sabiduría, sino en el temor ala autoridad y en el
sentimiento de debilidad y dependencia del sujeto; la
cesión de la capacidad de decidir del sujeto a al
autoridad es el resultado del poder mágico de ésta,
cuyas decisiones no pueden ni deben objetarse. Materialmente, o
en relación con el contenido, la Ética Autoritaria
resuelve la cuestión de lo que es bueno o malo
considerando, en primer lugar, los intereses de la autoridad y no
los del sujeto; es un sistema de explotación del cual, sin
embargo, el sujeto puede derivar considerables beneficios
psíquicos o materiales.

Tanto el aspecto formal como el material de la
Ética Autoritaria se manifiestan en la génesis del
juicio ético del niño y en el juicio irreflexivo de
valor del adulto medio. Los fundamentos de nuestra capacidad para
diferenciar lo bueno y lo malo se establecen en nuestra infancia,
primero en relación con funciones fisiológicas y
después en relación con asuntos más
complejos de la conducta.

El niño adquiere un sentido de distinción
entre bueno y malo antes de conocer la diferencia por medio del
razonamiento. Sus juicios de valor se forman como resultado de
las reacciones cordiales u hostiles de las personas que ocupan un
lugar de importancia en su vida.

En vista de su completa dependencia del cuidado y del
amor del adulto, no es asombroso que una expresión de
aprobación o desaprobación en el semblante de la
madre sea suficiente para "enseñar" al niño la
diferencia entre lo bueno y lo malo. En la escuela y en la
sociedad actúan factores similares. "Bueno" es aquello por
lo cual uno es alabado; "malo" aquello por lo cual uno es
reprendido o castigado por las autoridades sociales o por la
mayoría de la gente. El temor a la desaprobación y
la necesidad de aprobación parecen ser, en verdad, los
más poderosos y casi exclusivos motivos del juicio
ético.

Esta intensa presión emocional impide al
niño y posteriormente al adulto, inquirir
críticamente si "bueno" en un juicio significa bueno para
él o para la autoridad.

Las alternativas en ese sentido se hacen obvias si
consideramos a los juicios de valor con referencia a las cosas.
Si yo digo que un auto es "mejor" que otro, es evidente que
califico de "mejor" a un auto porque éste me sirve mejor
que otro; lo bueno y lo malo se refieren ala utilidad que la cosa
tiene para mí. Si el dueño de un perro lo considera
"bueno", se refiere a ciertas cualidades del perro que son de
utilidad para él. Así, por ejemplo, si satisface la
necesidad que tiene de un perro guardián, un perro de caza
o un perro de compañía. Se llama buena a una cosa
si es buena para la persona que la usa.

El mismo criterio de valor puede usarse en
relación con el hombre. El patrono considera como bueno a
un empleado, si éste es útil para él. El
maestro puede calificar de bueno a un alumno si éste es
obediente, no le ocasiona molestias y le aumenta su
reputación.

De igual manea puede calificarse como bueno a un
niño si éste es dócil y obediente. El
niño "bueno" puede estar atemorizado e inseguro, queriendo
solamente complacer a sus padres sometiéndose a su
voluntad, mientras que el niño "malo" puede poseer una
voluntad propia e intereses genuinos que, sin embargo, no son del
agrado de sus padres.

Es obvio que el aspecto formal y el material de la
Ética Autoritaria son inseparables. A menos que sea
intención de la autoridad explotar al sujeto, no
necesitará regir por medio del terror y de la
sumisión emocional; puede estimular el juicio y la
crítica racionales, corriendo así el riesgo de ser
hallada incompetente. Pero como están en juego sus propios
intereses, la autoridad ordena que la obediencia sea la
máxima virtud y la desobediencia el pecado
capital.

La rebelión es el pecado imperdonable en la
Ética Autoritaria, el poner en duda el derecho de la
autoridad para establecer normas y su axioma de que las normas
establecidas por la autoridad están a favor de los
más preciados intereses de lo sujetos. Aunque una persona
peque, su sometimiento al castigo y su sentimiento de
culpabilidad le restituyen su "bondad", porque de ese modo
expresa su aceptación de la superioridad de la
autoridad.

El Antiguo Testamento, en el relato de los
orígenes de la historia del hombre, ofrece una
ilustración sobre la Ética Autoritaria. El pecado
de Adán y Eva no está explicado en términos
del acto mismo; el comer del árbol del conocimiento del
bien y del mal no fue en sí mismo una mala acción.
En efecto, tanto la religión judía como la
cristiana están acordes en afirmar que la facultad de
diferenciar entre lo bueno y lo malo es una virtud
básica.

El pecado fue la desobediencia, el desafío a la
autoridad de Dios, quien tuvo temer de que el hombre, habiendo
"llegado a ser como uno de Nosotros conociendo lo bueno y lo
malo" podría "estirar su mano y tomar también del
árbol de la vid y vivir para siempre".

La Ética Humanista, en contraste con la
Ética Autoritaria, puede también distinguirse por
un criterio formal y otro material.

Formalmente se basa en el principio de que sólo
el hombre por sí mismo puede determinar el criterio sobre
virtud y pecado, y no una autoridad que lo trascienda.
Materialmente se funda en el principio de que "bueno" es aquello
que es bueno para el hombre y "malo" lo que le es nocivo, siendo
el único criterio de valor ético el bienestar del
hombre.

La diferencia entre la Ética Humanista y la
Autoritaria es ilustrada también por los diferentes
significados atribuidos al término "virtud".
Aristóteles emplea la palabra "virtud" para significar
"excelencia" –excelencia de la actividad por medio de la
cual se realizan las potencias particulares del hombre.
Paracelso, por ejemplo, emplea "virtud" como sinónimo de
las características individuales de cada cosa, vale decir
su peculiaridad. Una piedra o una flor tiene su virtud, su
combinación de cualidades específicas. Del mismo
modo la virtud del hombre es aquel conjunto preciso de cualidades
que es característico de la especie humana, mientras que
la virtud de cada persona es su individualidad única. Se
es "virtuoso" si se despliega la propia "virtud". "Virtud" en el
sentido moderno es, por contraste, un concepto de la Ética
Autoritaria. Ser virtuoso significa autonegación y
obediencia, supresión de la individualidad en lugar de su
realización plena.

La Ética Humanista es antropocéntrica.
Ciertamente no en el sentido de que el hombre sea el centro del
Universo, sino en el de que sus juicios de valor –al igual
que todos los demás juicios y aun percepciones- radican en
las peculiaridades de su existencia y sólo poseen
significado en relación con ella; el hombre es
verdaderamente "la mediad de todas las cosas".

La posición humanista es que nada hay que sea
superior ni más digno que la existencia humana. Se ha
argumentado en contra de esto diciendo que es esencial a la
naturaleza del comportamiento ético el estar relacionado
con algo que trascienda al hombre, y que, por eso, un sistema que
sólo reconoce al hombre y a sus intereses no puede ser
verdaderamente moral, que su objeto sería
únicamente el individuo aislado y
egoísta.

Esta objeción comúnmente esgrimida para
desaprobar la facultad –y el derecho- del hombre para
postular y juzgar las normas válidas para su vida, se basa
en un error, ya que el principio que sostiene que lo bueno es
aquello que es bueno para el hombre no implica que la naturaleza
del hombre sea tal que el egoísmo o el aislamiento sean
bueno para él.

No quiere decir que el fin del hombre pueda cumplirse en
un estado de desvinculación con el mundo exterior. En
efecto, como lo han sugerido tantos defensores de la Ética
Humanista, una de las características de la naturaleza
humana es que el hombre encuentra su felicidad y la
realización plena de sus facultades únicamente en
relación y solidaridad con sus semejantes.

No obstante, amar al prójimo no es un
fenómeno que trasciende al hombre, sino que es algo
inherente y que irradia de él. El amor no es un poder
superior que descienda sobre el hombre, ni tampoco un deber que
se le haya impuesto; es su propio poder, por medio del cual se
vincula a sí mismo con el mundo y lo convierte en
realmente suyo.

Preguntas sobre
esta lectura

¿Cuál es la diferencia de la ética
Autoritaria y la Ética Humanista?

¿Para usted cual es mejor y porque?

¿Cual es para usted la utilidad de la
ética en su vida?

¿Qué es la virtud para la Ética
Autoritaria?

¿Cuál es al aspecto antropocéntrico
de la Ética Humanista?

¿Cómo aprendió usted lo que es
bueno y lo que es malo?

¿Cual es la argumentación en contra de la
ética humanista?

¿la Ética Autoritaria como resuelve lo que
es bueno o malo de acuerdo a la autoridad?

 

 

Autor:

Erich Fromm

México, Fondo de la Cultura
Económica 22 reimpresión 2004

Passim p. 19

Enviado por:

Lic. Sandra Liliana Martínez
Saucedo

 

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