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Historia criminal – El petiso orejudo, asesino serial (página 3)




Enviado por Roberto Yrago



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

El informe médico de los Dres. Feinman y Emiliani
es una página que roza lo político, con un profundo
análisis sociológico del contexto histórico,
negando el condicionamiento exclusivamente biologista de
Lombroso.

Dicen: ¨En nuestro sujeto, una degeneración
congénita orgánica le hizo una deficiencia humana,
proveniente en gran parte de la displicencia con que el estado
asiste al fenómeno de la infancia abandonada e indiferente
a los peligros del alcoholismo, dando así razón a
Quetelet, en su terrible anatema del cual Godino parece ser la
comprobación más elocuente: La sociedad prepara el
crimen y el delincuente lo ejecuta¨.

El caso Godino tiene las características de los
asesinatos seriales.

El criminólogo Robert Ressler fue quien
acuñó el término ¨asesinos
seriales¨. En su libro ¨Woever fights monster¨ (Quien
luche contra los monstruos) resume su experiencia de 30
años en el FBI, al compartir con el público
más de cien perfiles de homicidas. El autor afirmaba que
este tipo de criminal siempre tiene un motivo sexual, aunque no
sea evidente. El culpable no necesariamente viola a la
víctima y su erotismo puede ser disparado por la tortura o
el desmembramiento del cadáver. Por otra parte, esta clase
de asesino prevé cada aspecto de su crimen, salvo a
quién va a matar.

Ressler se parece más a un psicoanalista que a un
detective tradicional, un duro al estilo novelístico de
Raymond Chandler.

Su personalidad fue una de las fuentes de
inspiración para el novelista Thomas Harris al escribir el
guión de la película ¨El silencio de los
inocentes¨.

Ressler impulsó desde adentro del FBI un sistema
de computación donde se cargan los miles de asesinatos
cometidos en los Estados Unidos, conocido como Programa Nacional
de Perfiles Psicológicos de Delincuentes.

El sistema permite a la policía disponer de un
patrón de conducta de los asesinos a partir de sus
víctimas y a través de esos estudios los detectives
procuran salvar vidas estudiando a los muertos.

Ressler y su gente han entrevistado a los asesinos en
serie que están presos para analizar el funcionamiento de
esa particular mentalidad criminal.

Con esos métodos han logrado descubrir grandes
semejanzas entre homicidios separados entre sí por
décadas, por grados de educación o ambiente
social.

Osvaldo Raffo, reconocido especialista argentino en
medicina legal, criminología y criminalística,
consideraría a Godino como una personalidad
psicopática, del tipo esquizo-paranoide-perverso en estado
puro. Es decir, aquellos que matan por el simple placer de
hacerlo, sujetos a pulsiones incontrolables, en estallidos
periódicos que se guían por un ritmo
interno.

Utilizando a las investigaciones de Ressler, Godino
tendría todas las características del asesino
serial, y si no se hubiera procurado su detención,
seguramente el número de víctimas hubiese sido
aún mayor.

Los
prejuicios

En el procesamiento llevado a cabo con Godino se
desnudaron de manera significativa los prejuicios de los
intervinientes, reflejos de los existentes en la sociedad de la
época, y es por eso que consideramos necesario recordar el
origen y aplicación de esta conducta que afecta a los
seres humanos.

La palabra ¨prejuicio¨, como así casi
todas las palabras han ido sufriendo modificaciones en su
significado a través del tiempo.

La definición actual de prejuicio la podemos
sintetizar así: ¨Juicio previo, sin fundamento
válido (incertidumbre) tomado con una actitud emocional
(valoración subjetiva) favorable o
desfavorable¨.

Podríamos agregar a esta definición, que
el objeto del prejuicio puede ser una persona o cosa. Es decir,
que no es necesario que el juicio sea sobre un ser humano, sino
que puede serlo sobre cualquier objeto del universo.

En algunas otras definiciones se hacen extensiones de
los conceptos enunciados a diferencia de la definición
adoptada por nosotros.

Por ejemplo, decir que es un juicio anterior a una
experiencia real, o no basada en ella, o juzgar las cosas antes
del tiempo oportuno, no serían más que recreaciones
o aclaraciones sobre la elegida.

Existe una diferencia esencial entre el prejuicio y el
error de juicio, que es deseable y oportuno aclarar.

Si una persona es capaz de rectificar sus juicios
erróneos a la luz de nuevos datos, no alienta
prejuicios.

Los pre-juicios se hacen prejuicios cuando no son
reversibles bajo la acción de conocimientos
nuevos.

¨Todos saben que es muy difícil para un ex
presidiario conseguir un puesto seguro, en el que puedan alcanzar
una posición desahogada y respetable. Los empleadores
desconfían, por regla general, al conocer los antecedentes
del individuo.

Pero a menudo son más desconfiados de lo que los
hechos los autorizan a serlo. Si estuvieran mejor dispuestos a
conocer la verdad podrían descubrir, tal vez, que el
hombre que tiene delante se ha reformado totalmente, o inclusive
puede ser que su condena haya sido injusta.

Cerrarle la puerta a un hombre solamente porque tiene
antecedentes criminales es una actitud que cuenta con alguna
probabilidad de acierto, puesto que muchos presidiarios no se
reforman jamás; pero hay en ello también un
elemento de juicio inmotivado. Tenemos aquí un verdadero
ejemplo límite¨.[18]

El autor Allport hace referencia a las probabilidades,
debido a que la sociología americana está enrolada
básicamente en el positivismo y le da extrema importancia
a la frecuencia relativa de los estudios
estadísticos.

El concepto de probabilidad surge en la
estadística, rama de la matemática.

Según la definición de Laplace es el
cociente del número de casos favorables sobre el
número de casos igualmente posibles.

En el caso precedente sobre el ejemplo del ex
presidiario la probabilidad que estima el autor es condicionada.,
es decir que se busca la probabilidad de que el individuo delinca
habiendo antes delinquido.

Se puede observar un reconocimiento taxativo sobre la
historicidad del hombre, que hace repugnante la idea de un
determinismo organicista, que permita medir al ser humano sobre
la base de probabilidades estadísticas y frecuencias
relativas.

En su misma definición está la
irracionalidad del aserto.

Tomar decisiones sobre un ser individual basado en
frecuencias estadísticas resulta prima facie tan
prejuicioso como hacerlo por condicionamientos
emocionales.

Las técnicas estadísticas, especialmente
en el caso de la demografía, son eficaces auxiliares de
las ciencias sociales, pero éstas han acudido en su
auxilio para explicar cualitativamente las cualificaciones
matemáticas de los hechos sociales.

La sociología empírica tiende a la
fragmentación de la realidad, y establece
implícitamente variables que tienen todas las
características de fundamentos para la demostración
de sus construcciones generales.

Cuando es necesario demostrar algo, es usualmente
utilizada la estadística, porque el manejo tendencioso de
los resultados matemáticos permite inferir el resultado
deseado.

Con relación al ejemplo enunciado, habría
que preguntarse si los empleadores conocen del mismo modo que la
probabilidad de la reincidencia criminal, la probabilidad
objetiva sobre una persona que nunca delinquió lo haga por
primera vez. De la comparación de esas dos magnitudes
podrían tomarse decisiones razonables.

Prejuzgamos que ello no es así. Intuitivamente,
es decir emocionalmente, toman sus decisiones basados en
estereotipos, que no son más que creencias exageradas
unidas a una categoría, en este caso los ex
presidiarios.

La función de los estereotipos es justificar
–racionalizar- nuestra conducta con relación a esa
categoría.

Estereotipo es un aspecto adicional de un proceso
mental, que por definición es complejo, y por lo cual se
hacen generalizaciones exageradas acerca de un concepto, y sirven
a su vez para justificar la aceptación o rechazo de la
sociedad.

También sirve como excusa para evitar la
búsqueda de argumentos racionales que justifiquen o
rechacen la idea que se tiene sobre la
categoría.

Es más fácil y cómodo generalizar
que investigar la verdad.

Es por supuesto, más cómodo decir:
¨todos los negros son borrachos¨o ¨todos los villeros
son vagos y ladrones¨ o casos por el estilo, describiendo los
estereotipos que se perpetúan históricamente, y que
tanto influencian en la conciencia social.

Tal es así que se siguen utilizando como acicate
político, como argumento y pieza inamovible de los
discursos de barricada.

Empero, y con honestidad intelectual debe decirse que
estas consideraciones, según los expertos
criminólogos y psiquiatras a los cuales hemos hecho
referencia coinciden en que no pueden ser aplicadas a los
asesinos seriales ni a los pedófilos

Pero consideramos válidas y aplicables las
figuras del prejuicio y del estereotipo con respecto a la
categorización de Godino como bestia humana.

Sin embargo no fue juzgado como tal sino como al
más preclaro e inteligente universitario.

El concepto de bestia está profundamente
arraigado en la estructura cultural del hombre de hoy porque lo
bestial es la figura de la violencia, de la fuerza agresiva, del
primario instinto degradado hacia lo destructivo.

Cuando la palabra se aplica al ser humano, es para
asimilarlo automáticamente a un ser feroz, que ataca sin
ley ni razón.

Esa referencia ominosa sobre la figura de Godino
conlleva un juicio de valor implícito en el concepto de
bestia.

Ello ha sido una constante para los delitos sexuales en
todas las épocas y países del mundo.

Un médico que escoge el estudio de alguna fase de
expresión sexual anormal debe sufrir el riesgo del
escudriñamiento de sus colegas y la repugnancia por parte
de los pacientes a se revisados por ese médico, ante el
temor de ser considerados ellos también como casos de mala
adaptación sexual.

La condena sexual sobre las perversiones alcanza todo lo
que a ello concierne.

Estamos tan enceguecidos por nuestras reacciones hacia
las palabras usadas para clasificar pervertidos, que casi nunca
nos enteramos mucho acerca de la persona acusada o de las
circunstancias que la llevaron a su conducta
delictuosa.

¨La sociedad ha reaccionado siempre con horror
frente al delincuente sexual, sin tratar de comprenderlo y menos
aún de curarlo¨.

La reacción más común de los
adultos frente a la conducta sexual aberrante de los niños
suele ser de disgusto, por considerarlos degenerados más
allá de toda posibilidad de redención o de
inacción, en la piadosa esperanza de que lograrán
superar el problema.

Como las víctimas son por lo general criaturas,
la comunidad quiere que el castigo sea severo y de
aplicación rápida, aún cuando el daño
inferido a la sociedad no tenga mayor importancia.

Los delincuentes sexuales están más
expuestos que los demás criminales a ser mal juzgados, y
esto es consecuencia del prejuicio y de los tabúes
sexuales de la sociedad.

Cuando se comete un crimen sexual, de
características especialmente aberrantes el público
insiste en que se aumente la severidad de las penas, y muchos de
ellos se inclinan por la pena de muerte.

Muchos de los mecanismos observables en los delincuentes
sexuales pueden también encontrarse en las personas que se
consideran normales, que logran dominarlos gracias a una fuerte
represión.

Por ello se produce siempre una marcada reacción
emocional frente a los delitos sexuales, ya que cada miembro de
la comunidad proyecta sus mecanismos represivos sobre el
criminal.

La rapidez con que se despiertan las reacciones
coercitivas en casos de delitos sexuales refleja temor y
hostilidad.

Cuando los delitos sexuales van acompañados por
la violencia, el daño físico o el asesinato ofenden
a toda la comunidad y provocan un clamor general, que pide la
creación inmediata de instituciones especiales para este
tipo de delincuentes.

Las actitudes que se adoptan frente a los
crímenes sexuales se desarrollan, generalmente, en una
atmósfera de histeria.

Estas actitudes son casi siempre inútiles y
muchas veces peligrosas.

Es realmente abrumadora la coincidencia de los
especialistas sobre la reacción provocada en la sociedad
por los crímenes sexuales. Hemos visto desfilar palabras
como horror, temor hostilidad, histeria.

El deseo colectivo es el castigo con penas
severísimas, ya que para esos casos parecen no alcanzar
nunca las legisladas por el Código Penal.

La adopción de estereotipos por parte de la
sociedad se produce por la necesidad de proyectar los
sentimientos de odio y agresión, los cuales en sí
mismos no dejan de ser impulsos normales, aunque no
deseados.

De ningún modo puede presumirse que en la
sociedad hay una cantidad irreductible de agresión, porque
nos sería imposible hablar de su canalización. Esta
canalización no sería más que el
desvío de la agresión de unos objetivos hacia
otros.

Fromm efectúa una distinción en el odio,
clasificándolo en dos tipos: el primero racional y el
segundo caracterológico.

El odio racional cumpliría una importante
función biológica, pues el ser humano odia todo
aquello que amenaza su propia libertad, vida y valores, y en el
individuo socializado idénticamente, para todo aquello que
de algún modo amenace a los individuos de su
sociedad.

El odio caracterológico es un sentimiento que
guarda poca relación con la realidad misma, sino que es el
reflejo temperamental de una persona.

Esta necesita odiar algo, escapándosele las
verdaderas razones de su odio, y concluye buscando la
víctima propiciatoria que sirva para proyectar y canalizar
todo el odio gestado a través de agresiones
injustificadas.

Esta víctima de sus odios constituye el chivo
emisario o expiatorio.

Esto explica, al menos parcialmente, la persistencia de
la sociedad para mantener indemne el odio por el criminal sexual,
aún a sabiendas del diagnóstico de
irresponsabilidad, emanado de peritos médicos, tal como
fue el caso de Godino.

La condena a sufrir internación en un asilo
psiquiátrico debería satisfacer las exigencias de
la sociedad, presentándose como desconcertante la
persistencia del odio, y subyacentemente el deseo de muerte para
el delincuente sexual.

Se explicaría, quizás con mayor relevancia
que la reacción fuese de compasión, pero no es lo
habitual.

Allport orienta la respuesta en varias
direcciones.

Dice que estas conductas conciernen al monto de
frustraciones y a las penurias con que la vida persigue a los
seres humanos. A causa de las frustraciones es fácil que
la cólera recurrente se transforme en odios
racionalizados.

Otra fuente provendría de la íntima
relación del odio con el proceso de aprendizaje de los
niños, que son educados en hogares rechazantes, expuestos
a prejuicios ya elaborados y que son transmitidos por la
enseñanza.

Luego contempla la posibilidad de la
simplificación puesto que la economía producida en
el hecho de adoptar un enfoque excluyente en las relaciones
humanas o adoptar una posición negativa acerca de grandes
grupos humanos o agrupaciones de categorías, en cierta
manera simplifica los interrogantes de la vida.

Bibliografía citada y
utilizada

Allport W. La naturaleza del prejuicio. Eudeba.
1968

Florencio Escardó. El hombre y la bestia. Diario
La Nación.

Doshay Lewis. El niño delincuente sexual y su
evolución posterior. Americalee. 1945

Karpman Benjamín. El crimen sexual y sus
motivaciones. Horme. 1978

Fromm Erich. El miedo a la libertad.

El
Positivismo

Su influencia en la sociedad de la
época

Nos extenderemos, reiterándonos en algunos
conceptos ya expuestos anteriormente, en una introducción
sobre el positivismo como doctrina y el acercamiento que hacen
los intelectuales argentinos hacia la misma, porque consideramos
necesario un conocimiento algo avanzado para comprender su
influencia en las sociedades, como así las inconsistencias
al contrastarla con la realidad, del que el caso Godino es un
claro ejemplo.

Desfilarán conceptos de reconocidos
filósofos, intelectuales tanto argentinos como
extranjeros, que incluso resultan alguna vez confusos o
difíciles de comprender para los lectores
legos.

Estos intelectuales nativos, la flor y nata de la
sociedad argentina de fin del siglo pasado y principios del siglo
XX, los preclaros exponentes del Siglo de las Luces, reaccionaron
ante el caso Godino con sus vísceras, con su odio y
frustraciones, con sus prejuicios y estereotipos.

Con esto no queremos subvalorar las construcciones
intelectuales que han forjado, sino que simplemente queremos
expresar la realidad de las reacciones del ser humano, que
llevado a su desnudez intelectual, ratifica que ¨el hombre es
el lobo del hombre¨.

A mediados del siglo XIX aparecen dos construcciones
histórico-universales, que son el positivismo y el
marxismo.

Como todas las doctrinas, aparecen en determinados
contextos históricos y sus conceptos están unidos a
la ideología de una clase social, respondiendo a sus
intereses.

El positivismo nace como una concepción del orden
burgués, mientras que el marxismo se realiza a partir del
positivismo, oponiéndosele como arma ideológica de
una nueva clase, surgida como consecuencia de la
revolución industrial, que es el proletariado.

El enfrentamiento entre las doctrinas mencionadas,
dará lugar a arduas polémicas y ambas
tratarán de menoscabar o desestimar la rigurosidad del
sistema adversario.

Emile Durkheim dirá: ¨Enfrente de las
doctrinas prácticas, nuestro método permite y exige
la misma independencia. Entendida de esta manera, la
sociología no será ni individualista, ni comunista
ni socialista, en el sentido que vulgarmente se da a estas
palabras. En principio, la sociología ignorará
estas teorías a las cuales no podrá reconocer
ningún valor científico, puesto que tienden
directamente, no a expresar los hechos sino a
reformarlos.

Si se interesa en su desarrollo es en la medida en que
percibe en ella hechos sociales que pueden ayudarle a comprender
la realidad social, al manifestársele las necesidades que
trabajan en la sociedad¨.[19]

Las similitudes entre ambos sistemas es que ambos son
construcciones histórico-universales de origen
naturalístico. Es decir que aceptan el conocimiento
natural de las cosas, desestimando el divino.

Son concepciones del mundo, y como tales, estos sistemas
de ideas contienen una doctrina, que responde y explica todas las
cosas; son totalizadoras del ser humano, comprendiendo
íntegramente al devenir social.

Exceden la definición clásica de
filosofía, ya que ¨toda concepción del mundo
implica una acción, es decir, algo más que una
actitud filosófica¨.

El positivismo está basado fundamentalmente en la
filosofía cartesiana, explicitada a través de los
cuatro conceptos del Discurso del Método.

De ellos emana el concepto de que todo punto de partida
para el conocimiento de las cosas debe sustentarse exclusivamente
en el pensamiento; su raíz es eminentemente racionalista,
derivándose de ella una de las piedras angulares de la
sociología positivista: la noción de
objetividad.

La objetividad consistirá en evidenciar una
separación radical entre el sujeto y el objeto. La
realidad exterior tiene una lógica de funcionamiento, que
es aprehendida por el pensamiento del hombre, ayudado por la
utilización del método
científico.

Contemporáneamente se ha reivindicado este
concepto, lo que observamos en el pensamiento de Julián
Marías: ¨En el estado positivo la imaginación
queda subordinada a la observación: La mente humana se
atiene a las cosas.

El positivismo busca sólo hechos y sus leyes. No
causas y principios de esencias o sustancias. Todo esto es
inaccesible. El positivismo se atiene a lo positivo, a lo que
está puesto o dado: es la filosofía del
dato.

La mente en su largo proceso, se detiene al fin ante las
cosas. Renuncia a lo que es vano, intenta conocer y busca
sólo las leyes de los
fenómenos¨.[20]

En el capítulo anterior hemos hecho
mención a los prejuicios y ellos no tienen cabida en el
positivismo, ya que las ciencias sociales deben estar libres de
prejuicios o valoraciones subjetivas.

Peter Heinz expresará: ¨No se apoya en la
supuesta incompatibilidad lógica entre el estudio objetivo
de los hechos y la valoración de estos hechos, sino en la
convicción respaldada por la teoría moderna de la
percepción, según la cual resulta sumamente
difícil sustraerse al influjo de las ideas preconcebidas y
cargadas con valores afectivos, que se refieren a los mismos
objetos de cuya investigación se ha encargado la
sociología¨.

La utilización de la objetividad como
método surge como reacción, diametralmente opuesta,
al principio de subjetividad del Cristianismo, que juzgaba al
mundo de los hechos como una situación preestablecida, con
un grado de necesidad inmodificable, no pudiendo el ser humano
cambiar la realidad más allá de su
cotidianeidad.

La realidad está determinada a cumplir un ciclo
absoluto e inmodificable.

La doctrina cristiana se define por la afirmación
de una jerarquía estática donde la máxima
jerarquía está representada por Dios, como ser
supremo.

Esta reacción ¨ha contrarrestado en forma
eficaz la amenaza que, gracias a su irracionalismo y subjetivismo
fatales, se cernía sobre la cultura
occidental¨.

La utilización del método
científico en las ciencias naturales había
proporcionado conocimientos nuevos, y de su utilización
surgen enormes progresos técnicos, destruyendo la
concepción filosófica del orden feudal y la
concepción de inmutabilidad queda borrada.

Los supuestos fundamentales serán que la
sociología es una ciencia positiva o sea empírica e
inductiva y luego que la presunción de aplicabilidad a
esta nueva ciencia de los métodos, que mostraron su
fecundidad en la construcción de otras ciencias:
observación, experimentación y
comparación.

Los elementos esenciales del método
científico fueron aplicados a las ciencias sociales,
anulando la noción de subjetividad y ausencia de juicios
de valor.

La consecuencia extrema de esta concepción es que
¨el mundo es como es¨.

La extensión de este concepto da lugar a
generalizaciones aberrantes por cuanto consideramos que el
estudio de la realidad social impone siempre una
valoración.

La acción de efectuar una analogía entre
la sociedad y los organismos biológicos define al
pensamiento funcionalista, que responde a la concepción de
un mundo racional, pasible de explicación por el
pensamiento individual del investigador.

Se produce la cosificación de la sociedad,
concepto que proviene directamente de Durkheim, quien anuncia que
la regla fundamental del método sociológico es
¨tratar a los hechos sociales como cosas¨.

La utilización de la cosificación ha sido
seguida de la búsqueda del factor predominante de los
hechos sociales, y ha sido hallado en la política, la
economía, la raza, la geografía, el clima, la
antropología y muchas de las sociologías
resultantes no son más que apologías de
determinadas tendencias sociales y políticas, en
última instancia justificatorias de la ideología de
la clase dominante, que en el nacimiento de la sociología
era la burguesía.

La concepción sociologista de la
sociología positivista , y valga la redundancia, nos
dirá que sólo el individuo es real y el hecho
social está constituido por el conjunto de relaciones
abstractas que se establecen entre los individuos particulares.
El individuo será lo que las relaciones sociales le hacen
ser.

Durkheim (sociologista) dirá: ¨Es hecho
social toda manera de actuar, fija o no, susceptible de ejercer
sobre el individuo una coacción exterior¨.

Esta palabra coacción será la definitoria,
ya que se extenderá diciendo que los hechos sociales
constituyen ¨una fuerza imperativa y coercitiva, en virtud de
la cual se imponen a él, lo quiera o no¨.

La coacción consistirá, entonces, una
obligatoriedad, que en caso de ser violada provoca una
sanción, apareciendo por primera vez la concepción
de la pena y el castigo, basada en la necesidad vital de los
hombres para constituirse en sociedades.

Como derivación lógica con el principio
expuesto, se podrá ya decir que las sociedades son como
son, porque las necesidades las han llevado a ser de ese modo y
no de otro.

La ruptura del equilibrio por el conflicto, considerado
una anomia, tendrá como solución el ajuste a
través de una normativa que corrija el
desajuste.

El conflicto será considerado patológico y
la normatividad de las ciencias sociales es un instrumento de la
élite dominante para mantener el orden social o status
quo
existente.

Esta consecuencia obra por considerar al ser humano
aislado de su contexto histórico, olvidando que no es un
sujeto pasivo determinado por lo social, sino que los dos
elementos sujeto-sociedad se determinan
dialécticamente.

El conflicto social no es una disfunción sino un
síntoma de los problemas de la sociedad, y ella no se
autobalancea sino que el conflicto evoluciona para adaptarse a la
nueva situación.

El último concepto del positivismo y de la
sociología positivista, que hemos extendido como
introducción a la comprensión de los hechos
sociales, el conflicto que subsume al delito y el castigo
correspondiente, necesita incluir el concepto de
institución.

Se podría definir como tipos de acciones
estandarizados en base a un contenido de propósitos. No
hay acción humana sin intencionalidad, sea percibible u
oculta, conciente o inconsciente. También decimos que sus
propósitos están estandarizados – o
institucionalizados- cuando esta conducta responde a una conducta
tipo, aceptada por la sociedad.

Precisamente, la existencia de conflictos en las
instituciones es esencial y la razón de ser del Derecho
Penal.

El derecho positivo regula normas específicas, en
nuestro caso penales, que garantizan la existencia del hecho
social, las relaciones interindividuales.

Pero muchas veces, como fue el caso Godino, las normas
jurídicas se muestran anacrónicas, mientras que las
relaciones reales y concretas en que se manifiesta el hecho
social difieren de la normativa.

El camarista Dr. González Roura, al fundamentar
el voto contrario a la absolución de Godino dirá:
¨Si la ley no está conforme con los adelantos
científicos, carecen éstos de importancia al tratar
de aplicarla, siendo su alcance claro¨.

Otro camarista, el Dr. Vázquez tendrá
conceptos similares: ¨Los Sres Jueces de Instrucción y
la defensa, apoyados en las opiniones científicas de
renombrados médicos alienistas y forenses, y otros
argumentos de orden psiquiátrico, sostienen que el caso
encuadra en la eximente definida en el inciso 1º del
artículo 81, declarando que se trata de un loco moral¨
El mencionado declarará que los tres informes
médico-legales coinciden en el diagnóstico de
imbécil, degenerado, loco, totalmente irresponsable,
alienado mental, alcohólico, onanista sistemático y
crónico, etc.

Pero redoblará su apreciación diciendo que
¨admitido ese estado de deficiencia mental no afecta el
conjunto de la cerebración y permite juicios¨.
¨Resulta pues, de todas maneras, que la enajenación
mental o la imbecilidad no tienen el mismo concepto en medicina
que en la ley penal. Resumiendo, a mi juicio, el acusado
podrá ser un retardado, un débil mental y
será para la medicina un irresponsable, pero no lo es para
nuestra ley penal, cuyos fundamentos reposan en motivos sociales
que obligan a no detenerse entre este término medio de la
responsabilidad surgido entre la bestia y lo humano; como
así también por motivos prácticos, como
acertadamente lo hace el Sr. Fiscal¨.

La oposición de los factores, que el profesor
Marí definió como el mito de la uniformidad
semántica, sintetiza irrefutablemente la situación
planteada en el caso.

Todo el bagaje teórico del positivismo, con
logros evidentes para la sistematización de esa ciencia
nueva que era la sociología, no alcanza para destrabar las
contradicciones de este hecho concreto, donde la condena es la
resultante de la oposición de diversos factores, a su vez
combinados, con mayor peso de unos sobre otros.

La condena no es la resultante de una
racionalización a ultranza. Los grupos de poder y los
factores de presión inclinan la balanza de acuerdo a la
ideología predominante, los prejuicios de clase de una
sociedad en un determinado momento histórico.

La escuela positivista argentina

Brevemente nos acercaremos al pensamiento de algunos
hombres de ciencia argentinos, que abrevaron en el positivismo,
cada uno de ellos con su matiz diferencial.

En la obra del Dr. Ramos Mejía afirma la unidad
de la naturaleza, con la misma especialización progresiva
de los órganos y las funciones, colocando al animal en el
punto más bajo de la escala hasta llegar al ser humano y a
la sociedad humana, todo desde sus orígenes hasta la
actualidad de su época.

Ramos Mejía afirma: ¨En el mundo
físico, como en el mundo moral e intelectual no hay nada
contingente y arbitrario. Todo está sometido a leyes fijas
y fatales, que se desarrollan y rigen los fenómenos con
inexorable regularidad. Nadie – ni el genio– crea nada. La
naturaleza es siempre la misma y así como nada se
aniquila, nada se crea en el reino de la
naturaleza¨.[21]

Tales principios conducen a un inexorable determinismo
donde la libertad no existe.

Ramos Mejía, al igual que José Ingenieros
están adscriptos al monismo naturalista (de un solo origen
que reconocen en la naturaleza) y crean una sociología
genética.

Cierra este terceto el Dr. Carlos Octavio Bunge, que
ingresa a la sociología a través de la
psicología, por lo cual su esquema es
biopsíquico.

Los principios de su obra pueden resumirse en a) cada
pueblo tiene una psicología social propia, que es la de la
raza dominadora; b) la psicología colectiva de cualquier
sociedad, aunque susceptible de transformaciones evolutivas, es
relativamente neta y estable y las cualidad típicas que
constituyen la psicología social de un pueblo no son
privativas de él, sino en cuanto a su intensidad y
forma.

Los rasgos que encuentra Bunge en las razas
latinoamericanas son ¨pereza, tristeza y arrogancia¨.
Definitivamente, su estructura mental es la de un darwinista
social.

Estos hombres de ciencia, referentes de la sociedad de
la época eran un paradigma de la ideología
imperante, que era la oligarquía y que José Luis
Torres definió como la oligarquía
maléfica.[22]

Dice Torres: ¨Según el diccionario de la Real
Academia de la Lengua (edición 1947), la palabra
oligarquía tiene tres acepciones, a saber: 1) Gobierno de
pocos, 2) Forma de gobierno en que el poder supremo es ejercido
por un reducido grupo de personas que pertenecen a una misma
clase social, 3) (fig) Conjunto de algunos poderosos negociantes
que se aúnan para que todos los negocios dependan de su
arbitrio. Los gobiernos oligárquicos que tuvo la
República Argentina están comprometidos en las tres
acepciones, pero más que ninguna le cabe la
tercera¨.

¨La oligarquía no es, pues, odiosa, ni
siquiera criticable, por el simple hecho de ser
oligarquía, sino por la forma en que se conduce en el
gobierno de los pueblos. Siempre gobernaron pocos en el mundo,
pero no gobernaron siempre con indecencia, pues la
oligarquía no lleva implícita la destrucción
del sentido moral en quienes la componen. Acepto yo de buen grado
que nunca pueblo alguno fue gobernado por una mayoría,
como asimismo que pocos pueblos han sido dichosos hasta el punto
de que la mayoría de sus ciudadanos hayan sido los
mejores. La regla general es la contraria. La excelencia moral e
intelectual es siempre escasa y las leyes se han hecho en todos
los pueblos para que los hombres buenos puedan vivir sus vidas
tranquilos ante una posible oligarquía maléfica. Y
a veces, ha bastado un hombre solo para salvar una
república¨.

Esta ideología oligárquica es retomada por
su contemporáneo Martínez Estrada, sociólogo
y ensayista, fallecido en 1964, en su obra Radiografía de
la Pampa Los trabajos de Martínez Estrada se evidencian en
sus elecciones: Nietzsche, Montaigne, Kafka, pero
su compromiso se vislumbra sobre todo en su inigualable y
necesaria visión sobre Argentina y Latinoamérica
toda. En sus escritos sobre Domingo Faustino Sarmiento,
él rescata el tema de "civilización y barbarie"
desde un agudo análisis sobre la dudosa virtud de la
civilización. Escribiendo acerca del naturalista del s.
XIX Guillermo Enrique Hudson, Martínez Estrada
sostenía una idea particular sobre el retorno a un mundo
natural paradisíaco, además de describir, en otros
trabajos, la creciente e imparable civilización como
ultrasalvajismo, y las políticas liberales del siglo XIX
como aberraciones que llegan a su cúspide con la conquista
del desierto que él nombra como
"holocausto".[23]

Otro exponente de aquella época fue Eugenio
Cambanceres, escritor y político.

En 1885 dio a conocer su novela más
significativa, llamada Sin rumbo, donde ofreció
buenas descripciones de paisajes e interesantes anécdotas
en torno a un asunto de patología sexual. El año
antes de morir (1887) publicó En la sangre, historia
de un hijo de inmigrantes italianos que busca abandonar su
humilde origen y fuerza al matrimonio a la hija de un estanciero
adinerado, para luego derrochar su fortuna y arruinar su vida. A
través de sus escritos patentizó los problemas a
que dio origen la llegada de extranjeros a Argentina y los
cambios sociales de su época, pero enalteció a la
alta burguesía de la que formaba parte y criticó a
las clases humildes y a la baja inmigración europea, cuya
perspectiva no quiso asumir.

También fueron formadores de ideologías,
que justificaron el proyecto político y económico
de la clase dominante de la generación del ´80,
basándose en una filosofía adecuada y en una
doctrina positiva afín a sus intereses de
clase.

La visión de los positivistas argentinos estuvo
sujeta al pensamiento europeo, en una actitud dependiente no
crítica.

Se autotitularon los portavoces de un nuevo Iluminismo,
donde la idea del progreso indefinido por la utilización
de la ciencia, podía incluso con la realidad
misma.

A través de sus obras expresan de sí
mismos el convencimiento de ser los interpretadores de la
sociedad en que viven y los líderes naturales de la
multitud.

El sentimiento de orgullo de pertenecer a una clase
predestinada y al grupo más brillante de los
últimos tiempos del país, hace volver a sus
integrantes, constantemente sobre sí mismos.

Hay un sentimiento de ¨exclusividad¨ de la clase
dominante, en contraste con la multitud
indiferenciada.

El concepto de multitud es tomado por Ingenieros
directamente de su guía Gustavo LeBon (Psicología
de las multitudes).

Ambos estudian sus creencias, opiniones, su
¨alma¨, utilizando un perfil psicologista dentro de la
sociología evolucionista de raíz
positiva.

De esta ¨cosa exclusiva¨ nos dice Mallea:
¨De poco sirve la cultivación de un espíritu
cuando ese espíritu no es culto en su origen, culto en su
primera célula, esto es,
constitucionalmente¨.[24]

Esta superioridad intelectual no se diferencia al fin de
una superioridad racial hereditaria, de una especie natural.
Cierta ¨nobleza vital¨ de la que habla Max Scheller, que
otorga a las élites, a las minorías selectas, a los
iniciados, el pleno derecho de convertirse en jefes, justificando
la rigurosa jerarquización de la sociedad.

Múltiples factores entran en juego para provocar
contradicciones en la idílica sociedad argentina de 1880 y
hacia el siguiente decenio se produce un rápido deterioro,
que entre otras cosas trae la xenofobia, en especial hacia el
aluvión inmigratorio.

La repugnancia al contacto con los inmigrantes y los
problemas que ellos traen, como el hacinamiento en conventillos y
sus consecuencias de falta de higiene, de alimentación y
de trabajo, el elevamiento de la tasa de enfermedad y los
problemas sociales como el alcoholismo y la criminalidad, es su
característica.

Todo va cambiando para la mentalidad de los hombres del
´80.

Se difunde un sentimiento de fracaso que hay que
rastrear en niveles afectivos o expresivos, en la relación
con la realidad. Y comienza un retorno al campo, con su secuela
de nativismo y criollismo, que indica que la idea de la
oligarquía acerca de sí misma se profundiza hasta
el desprecio por lo popular, el inmigrante, el obrero y todo
elemento que insinúe alguna forma de progreso.

Hacia 1890 existen tensiones tales, que las salidas se
harán imprevisibles hasta cambiar las posturas
fundamentales, hasta tornar en actitud defensiva lo que antes era
seguridad; en exclusividad lo que era apertura y
reconciliación; en rigidez lo que antes se presentaba como
plasticidad; en dependencia lo que antes era
integración.

En esa sociedad contradictoria, hijo de padres
inmigrantes, fruto del conventillo, con un padre
alcohólico y violento y una madre ama de casa y lavandera,
nace Godino.

La fobia al crisol de razas tuvo su institución
señera con la Liga Patriótica, fundada en 1919, que
fue una organización paramilitar de
ultraderecha.

Su fundador, Manuel Carlés, nacido en 1872, en
una familia aristocrática, gustaba que lo destacaran como
¨un romántico pregonero de la
nacionalidad¨.

Este se sentía amenazado y posiblemente algo
asqueado por los centenares de miles de inmigrantes que
habían arribado a nuestro país, contándose
entre ellos socialistas y anarquistas, amén de obreros y
campesinos semianalfabetos, que poblaban los conventillos
conformando una turba bulliciosa y sucia.

La Liga Patriótica tuvo oportunidad para su
bautismo de fuego en lo que la historia llamó ¨la
Semana Trágica¨ donde sepultaron a sangre y fuego los
reclamos de los operarios de los Talleres Vasena.

Organizada a nivel nacional, logró nuevos
galardones con la masacre de campesinos sublevados en la
Patagonia durante la represión de las huelgas exigiendo
mejoras en el régimen de explotación y que se le
dio como título ¨La Patagonia Trágica¨,
recordando que el poder estaba el gobierno democrático
radical de Hipólito Yrigoyen, quien en el segundo
levantamiento ordenó el aniquilamiento de los
subversivos.

Godino fue juzgado en aquellos años de crisis de
la sociedad, con normas del derecho positivo que no contemplan la
realidad histórica, con una raigambre positivista, de
extrema derecha e interpretada por hombres influidos por una
ideología que sobrevivía a sus
contradicciones.

La condena será coherente con el sistema de
valores imperante y con el espíritu de quienes lo
juzgaron.

Desconocemos que actitud se tomaría ante un caso
semejante en la actualidad. Al menos estamos seguros de la
instalación de la polémica, y para ello sólo
hace falta ver los debates sobre ¨la mano dura¨, la
¨maldita policía¨, ¨el gatillo
fácil¨ y hasta el intento de reinstauración de
la pena de muerte para los crímenes aberrantes.

Bibliografía complementaria
utilizada:

Lefevre Henry. El Marxismo. Eudeba. 1966

Primer Seminario Colombiano sobre la enseñanza de
las ciencias sociales en el nivel universitario. Bogotá
.1957

Juan Medina Echeverría. Sociologia, Teoría
y Técnica. México. 1941

Juan José Sebrelli . BsAs, vida cotidiana y
alienación. Siglo XX. 1964

Noé Jitrik El 80 y su mundo. J.Alvarez.
1968

La ciencia
médica y sus opiniones

Los criminalistas más destacados han estudiado
con detenimiento casos similares al de Godino, y sus opiniones
han sentado doctrina dentro de la ciencia
médica.

El eminente especialista Jiménez de Asúa
hace la siguiente referencia sobre el diagnóstico
psiquiátrico de Pieter Kuerten (a) El vampiro de
Dusseldor, procesado por nueve homicidios consumados y siete en
grado de tentativa: ¨Todos esos asesinos de mujeres, que
precisan ver como la sangre corre para saciar su anormal impulso
genético, son clientes de la clínica
psiquiátrica. Los médicos especialistas en
enfermedades mentales reclamaron hace ya tiempo estos atroces
seres para sus manicomios y declararon la incompetencia de los
jueces y las penas¨.

En 1929 un psiquiatra y un jurista austríacos
Franz Alexander y Hugo Staub dieron a conocer una
monografía titulada: ¨El delincuente y sus jueces. Una
ojeada psicoanalítica en el mundo de los artículos
legales¨.

En una de las categorías de criminalidad
crónica encajan rigurosamente los homicidios obsesivos por
impulsión sádica. Estos crímenes pertenecen
a la clase de acciones delictivas neuróticamente
condicionadas.

Lo decisivo radica aquí en la existencia de esos
mecanismos neuróticos particulares y aparecen como
ejemplos más demostrativos los llamados delitos de
coacción y de síntoma, tales como la
cleptomanía y la piromanía.

Recordemos que Godino tiene cinco casos de
piromanía comprobados.

En este grupo deben ser incluidas las obsesiones
criminales con impulsos sádicos.

Otro experto en el campo criminológico, Philip
Roche, considera que el estudio de los motivos masoquistas y
sádicos que intervienen en la conducta criminal, nos
permitirá comprender uno de los componentes del
fenómeno de la delincuencia.

El delito –afirma- constituye la
manifestación superficial de un conflicto interior no
expresado verbalmente, algo que tiene características de
necesidad fatal.

Roche hace algunas observaciones con respecto al
tratamiento psiquiátrico, el cual debe estar encaminado a
capacitarlo para comprender las fuentes de su angustia; a
proporcionarle una salida catárquica de los factores
emocionales profundamente arraigados que lo impulsan a fines
autodestructivos y a favorecer una adecuada sublimación,
que le permita dar una expresión aceptable a sus
tendencias instintivas.

La reforma del criminal solo se produce cuando consigue
obtener seguridad en sí mismo, contra la ansiedad
producida por su soledad, su impotencia y su
insignificancia.

Así como en otros países se reclamaba a
esos criminales como destinados a ser tratados por la ciencia
médica, en Argentina, en cambio, eran reclamados por los
fiscales para ser pasto de sus respectivos discursos, en aras de
ideologías que no se compadecían del individuo y se
ajustaban a las necesidades políticas del contexto social
de la época.

Ingenieros decía: ¨Mientras la ley penal no
se reforme en sus fundamentos, los nuevos criterios
científicos son prácticamente inaplicables. Su
aplicación es nociva. La sociedad necesita defenderse. Las
doctrinas modernas no deben ser explotadas en beneficio de los
criminales para arrancarlos de la justicia y largarlos de nuevo a
que prodiguen su obra funesta en el seno de la sociedad. Eso es
esencial y evidente¨.

La sociedad en crisis reclama una doctrina defensista y
lo hace aún, renegando de las doctrinas modernas, porque
pueden favorecer al criminal sustrayéndolo del
régimen positivo penal vigente, evitando su
encarcelamiento para incorporarlo al campo de las ciencias
médicas…y de sus manicomios.

El llamado de Ingenieros es un canto al
verdugo.

El análisis del artículo 81 del
Código Penal por parte de Ingenieros es tendiente a
justificar sus dichos, basado en su excluyente ideología
de clase. Se referirá a ese artículo donde se
detallan taxativamente los eximentes de culpabilidad en los
delitos.

¨El inciso 1º del artículo 81 del
Código Penal vigente en Argentina consta de dos partes.
Dice la primera: El que ha cometido el hecho en estado de locura,
sonambulismo, imbecilidad absoluta o beodez completa
involuntaria. Sería interminable la tarea de discutir
definiciones para interpretar el ¨estado de locura¨a que
el Código se refiere. Es indudable que su expresión
es indeterminada y poco científica.

Sólo algunas implican trastornos intensos de toda
la personalidad y determinan una inadaptación de la
conducta al ambiente, constituyendo un peligro para el sujeto
mismo o para los demás miembros del agregado
social.

Son estas formas intensas, que inadaptan la conducta
individual a las condiciones objetivas del ambiente, las que
poseen fisonomía clínica determinada y representan
el concepto jurídico con que debe interpretarse el
concepto de estado de locura a que alude el Código
Penal¨.

En definitiva, en el pensamiento de Ingenieros, la
conjunción de la ideología, los intereses de clase,
la xenofobia ante la inmigración que no respondía
al perfil que había soñado Sarmiento –no
fueron sajones sino latinos y eslavos los que concurrieron a
Argentina, escapados de las hambrunas europeas- provocan en
consecuencia el que se haga caso omiso de las definiciones del
Código Penal; o en todo caso se las interpreta conforme a
sus necesidades justificatorias.

Lo importante era defender a la sociedad, barrer a esa
escoria que no era ¨gente como uno¨ porque el ideario
indica que todos son iguales, pero algunos son más iguales
que otros.

El Juzgado en Primera Instancia, acorde con el progreso
de las ciencias, e históricamente independiente de los
demás poderes del estado se inclina a los dictados de la
ciencia médica y halla a Godino inimputable.

Esta instancia judicial se atiene a lo explicitado
taxativamente por el Código Penal, se atiene a la
juridicidad, excluyéndose de las especulaciones más
afines con las instancias superiores.

En Primera Instancia tampoco prestan atención y
les resta entidad a las especulaciones ideológicas y
políticas porque la razón de Estado no entra en sus
considerandos.

Por lo tanto el fallo de inocencia para Godino es la
lógica consecuencia.

Ello no implica desconocer lo horroroso de sus
crímenes, ni deja de comprender la angustia de la
sociedad, del desconsuelo de los padres de las
víctimas.

Estas consideraciones no fueron valoradas de igual
manera por la Fiscalía ni por la Corte Suprema.

El objetivo final era condenar formalmente al que ya
estaba condenado de facto.

El artículo 81 del Código Penal
eximía a Godino de culpa, desde cualquier ángulo
que fuera abordado y su destino final estaba en el
manicomio.

Las manifestaciones del reo abrevaban en este aserto. En
sus declaraciones el imputado afirma que no le parece mal lo que
ha hecho, no se arrepiente y lo volvería a hacer. Afirma
que no tiene conciencia de su acto criminal, lo cual es una
contradicción en sí misma. Es notorio que el
abogado defensor pretendió que la obnubilada mente del
insano Godino pudiera contribuir a su defensa, pero los frutos de
su mente extraviada hacían imposible tal
objetivo.

La investigación oficial expresa: ¨En los
primeros interrogatorios, Godino negó tener
responsabilidad, pero ante los elementos materiales secuestrados
que les fueron exhibidos y el reconocimiento de los menores que
lo habían visto con Giordano, instantes antes del hallazgo
del cadáver, y ante la resolución del Juez de
enviarlo a la morgue donde se encontraba el cuerpo de la
víctima, en el trayecto dijo al oficial Torres, que
él era el único autor del homicidio, confirmando
después su declaración ante el Sr.Juez de
Instrucción¨.

En la morgue vió el cadáver de Giordano
con la mayor indiferencia y quedó registrado el
interrogatorio, según el siguiente extracto de la primera
declaración: ¨Relató estos hechos con la mayor
indiferencia, afirmando que sentía placer al matar y
maltratar a las criaturas y a los animales. No demuestra
ningún arrepentimiento, conserva la mayor lucidez y
demuestra satisfacción al narrarlos. Refiere que es
onanista y que nunca ha tenido tratos con mujeres, pero la vista
de ellas le es agradable. Es bebedor de alcoholes fuertes. No
tiene instrucción, es de buena memoria. Tiene varias
manifestaciones de degeneración física y resulta un
tipo interesante para estudios antropológicos y
conexos.

Preguntado sobre cuáles fueron los móviles
que le indujeron a cometer el crimen, contestó que lo
cometía bajo la influencia de un ataque que le da
periódicamente y que se traduce en deseos de matar, y que
se manifiesta desde hace cinco años y medio, más o
menos. Preguntado en qué época experimenta ese
ataque. Contestó que semanalmente y que casi siempre los
sábados porque ese día toma bebidas y ellas le
producen ese efecto, a tal extremo que cuando regresa a su casa
por la noche, le pide a su madre que le ponga vinagre en la
frente.

Preguntado si el declarante abusa de la bebida y desde
cuándo, contestó que casi todos los días
toma alrededor de tres copas de whisky puro o de grappa, excepto
en los días en que no tiene dinero, lo que ocurre muy
pocas veces, pues continuamente hace changas, que abusa de la
bebida desde hace u n año en que salió de la
correccional de Marcos Paz, donde estuvo recluido cuatro
años y medio, hasta la Navidad próximo
pasada.

Preguntado si el padre y la madre viven, y si en caso
afirmativo abusan de la bebida contestó que: viven y que
su madre no bebe sino absolutamente agua y que su padre Floro
Godino ha sido un ebrio consuetudinario hasta hace un año
en que dejó de beber.

Preguntado si el padre del declarante tenía,
cuando estaba en su estado normal o ebrio, tendencia al crimen,
contestó: que cuando estaba ebrio golpeaba a su esposa,
pero cree que no ha cometido ningún delito.

Preguntado sobre que objeto se proponía el
declarante al dar muerte a sus v´ctimas, dijo: que mataba a
sus víctimas porque sentía el deseo de hacerlo y
que después de haberlas muerto se retiraba a su domicilio,
o a cualquier otro lugar, donde al recordarlas se
masturbaba¨.

Se ha acotado en algunos análisis de este hecho
criminal histórico, que Godino pone de manifiesto una
memoria sorprendente en la declaratoria de sus hechos, recordando
punto por punto todos sus actos, las fechas, los lugares en que
lleva a cabo sus actos delictivos.

De hecho constituyó una dificultad para
establecer su verdadera condición y ubicarlo dentro de un
cuadro clínico que comprende a los anormales, pues lo que
supuestamente caracteriza a estos últimos es la amnesia
parcial o total que se apodera de ellos a poco de realizar
determinados actos.

Es menester desestimar esta aseveración, debido a
que actualmente hay abundante bibliografía
científica, que acredita como perfectamente posible la
memorización personalizada de hechos y actos, sin enervar
el diagnóstico de incapacidad mental.

Pitres y Regis expresan que el enfermo tiene conciencia
del acto y de su carácter morboso, pero no puede
sustraerse al mismo, debido a que no tiene conciencia de su
inmoralidad o ilegalidad. Esta es una característica de
los degenerados hereditarios (locos morales, locos
razonadores).

Otra definición contemporánea expresa que
la cordura o la psicosis se prueban conforme el grado de
conjunción o disyunción entre dos personas, cuando
una de ellas es cuerda por consenso universal.

Nadie se muestra o resulta calificado de loco
aisladamente; la psicosis, la locura es algo que se puede
percibir o no, pero sólo en una relación, en la
interacción entre dos personas, en la cual una es el
patrón de medida.

El loco, fuera de sus accesos, recuerda y razona
perfectamente, y sólo al tocar la nota discordante es que
se da o provoca su delirio.

Se ha destacado la atrocidad de los crímenes,
pero así de evidente es la profunda anormalidad que
albergaba el criminal Godino.

Ingenieros, como referente de esa época, admite
la perturbación, debido a que no puede sustraerse a la
evidencia científica, a pesar de haber intentado
desestimarla.

Primero dice que el estado de locura es una
expresión indeterminada y poco científica. Luego
agregará que los adelantos científicos son
inaplicables.

Pero irremediablemente deberá aceptar que
¨una perturbación cualquiera de los sentidos o de la
inteligencia no imputable al agente, existe y debe existir, en la
gran mayoría de los delincuentes en el momento de cometer
el delito.

Podría faltar, solamente, en los caos de ausencia
congénita o adquirida del sentido moral – propia
respectivamente de los criminales natos y de los delincuentes por
hábito- pero en ellos esa ausencia prueba perturbaciones
psicológicas intensas y estables, que afectan
principalmente su moralidad hasta el punto de suprimir los
sentimientos sociales que existen en el hombre adaptado a vivir
en sociedad.

¨La función de la Justicia Penal consiste en
defender a las sociedades civilizadas contra la peligrosa
actividad de los delincuentes; ya fundándose como hasta
ahora e ideas abstractas de culpabilidad y castigo, ya
fundándose en el porvenir, en el criterio concreto de la
temibilidad del delincuente y la necesidad de la defensa
social.

Ningún hombre puede sustraerse a las
circunstancias biológicas y sociales, que hacen de
él un imbécil o un genio, un filósofo o un
desvergonzado; la ley no tiene por función analizar el
determinante del hecho delictuoso, sino defender a la sociedad
reprimiendo el delito, o lo que es mejor,
previniéndolo¨.

En definitiva, esta cita de Ingenieros sirve como
confirmación de lo expresado con respecto a los
positivistas argentinos, que fueron deterministas en lo social,
concluyendo que ningún hombre se sustrae a su
destino.

De tal modo explicaron la superioridad de ciertas clases
sociales sobre otras, de ciertas razas sobre otras.

Este convencimiento, esta ideología fue sustento
de todos los movimientos fascistas que aparecieron en el mundo, y
el arquetipo de la aplicación práctica a ultranza
de esta ideología fue Hitler, el genocida por
antonomasia.

No olvidemos que esta doctrina ha sido de usos
múltiples, en una enormidad de sociedades y épocas.
No es un ejemplo menor que esta doctrina ha permitido la
existencia de la esclavitud de la raza negra, para la
utilización como mano de obra barata. Sólo costaba
algo de alimento; el equivalente al gasoil que mueve a la
máquina.

De cualquier modo, este concepto de ¨dentro de la
ley todo, fuera de la ley nada¨, tomada en sentido
estático, sirve como defensa retórica para el
inmovilismo, lo que está, precisamente, en contra de la
esencia del positivismo, que acude a los pragmatismos necesarios
como medio para mantener el dinamismo social, esencia de su
pensamiento.

Con respecto al desorden psíquico, llamado locura
moral (término acuñado por Pritchard-moral
insanity) ha sido definido de varias formas.

Maudsley habla de desorden del espíritu, sin
delirio ni alucinaciones, cuyos síntomas consisten
principalmente en la perversión de las facultades mentales
denominadas comúnmente activas y morales: los
sentimientos, las afecciones, las inclinaciones, el
carácter, las costumbres y las conductas.

Si insensibilidad moral no impide la sutileza para
justificar sus actos, ya que todas sus facultades intelectuales
las tiene aplicadas a la justificación y
satisfacción de sus instintos.

Dice Pritchard: ¨sería, no obstante, incierto
afirmar, que la inteligencia es, entonces, perfectamente
lúcida y sana¨.

Este ser amoral y no inmoral, está condicionado
por su instinto para destruirse y destruir en nombre de una
libido superlativa, la cual afecta todas sus
voliciones.

Las doctrinas de Lombroso, hoy superadas, tuvieron esta
evolución: primero concibieron al delincuente nato como un
degenerado atávico.

Posteriormente lo asimiló con el loco moral de
Pritchard, entrando en el terreno de la psicopatología
criminal.

Sostuvo luego que no se trataba de un atavismo
físico, sino moral.

Creyó posteriormente que el delincuente nato era
un epiléptico.

Todas esas etapas pueden reducirse a una sola:
degeneración. Lo cual trae como consecuencia el fracaso de
la teoría lombrosiana.

Hoy, nuestro Código Penal, para beneficiar al
criminal con la eximente psíquica del artículo 34
se atiene a los siguientes criterios, basados fundamentalmente en
los tres tipos de delincuente perverso congénito
establecidos por el penalista Altavilla:

El primero, el impulso tiene cierta fatalidad electiva,
relacionada unívocamente con un acto delictuoso, cuyo
ejemplo es el sádico.

El segundo, de moralidad media, la tendencia criminal es
espontánea, de grandes proporciones y que no guardan
relación entre la causa y el efecto. Este sería el
caso del homicida por impulso de perversidad brutal.

El tercer caso, la falta de moral existe por carencia de
frenos inhibitorios, con actos delictuosos leves, hasta que
aparece un acto de carácter gravísimo.

En los casos mencionados, la perversión es
síntoma de otra forma psiquiátrica como demencia,
imbecilidad, etc, en cuyo caso el diagnóstico
correspondiente es el de estas últimas
enfermedades.

Los perversos instintivos, con inteligencia levemente
comprometida, sin alcanzar la imbecilidad, y que preferentemente
tiene como destino la delincuencia, tampoco deben calificarse
como locos morales.

Podemos afirmar que Godino cae dentro de la
caracterización de ¨asesino serial¨ utilizando el
término acuñado por el criminólogo Robert
Ressler.

Consideraba que este tipo de criminal siempre tiene un
motivo sexual, evidente o encubierto, y no necesariamente viola a
la víctima, sino que su erotismo es disparado por la
tortura infligida, por el sadismo que acompaña al acto
criminal. Su comportamiento es planeado por anticipado, sin dejar
detalles al azar.

El perfil de Godino encaja perfectamente en dichas
definiciones de Ressler.

El médico forense argentino Dr.Osvaldo Raffo
arriesgaba un perfil posible para este tipo de delincuentes,
tipificándoles como personalidades psicopáticas del
tipo esquizo-paranoide-perverso.

Otra característica de este tipo de criminal es
que trabaja con un calendario interno, es decir que no mata en
cualquier momento del año, sino a períodos
estrictamente determinados, que muchas veces se acelera. Haciendo
una comparación diríamos que a una mayor
intoxicación el umbral de abstinencia se hace más
corto.

Lo más preocupante es el estallido
periódico de violencia inusitada en este tipo de
criminales.

Nuevamente vemos reflejadas las características
de Godino en esta descripción, de rasgos comunes y en la
aceptación de una psicopatía profunda por parte de
estos criminales.

Cuando las perversiones instintivas –locura moral-
no es de forma constitucional pura, sino combinada con
alienación mental, histeria, epilepsia, imbecilidad,
demencia, manía adquirida, en todos los casos
podría llegar a afirmarse el diagnóstico accesorio
a la perversión instintiva (moral insanity) y le
cabría al delincuente la eximente de condena en
razón de su inimputabilidad.

Podríamos presumir que hoy Godino sería
absuelto.

¿Sería absuelto?

Bibliografía

Jiménez de Asúa Crónica del Crimen.
Ed.Sudamericana.1945

Gagliardi, La Terza y Manrique. El Museo del Crimen.
Ed.Policial. 1946

Pitres y Regis. La obsesión y los
impulsos.

Jorge Tizón. La locura, compañera
repudiada. Ed.La Gaya Ciencia

P.Maudsley. El crimen y la locura.

Ressler-Raffo. Artículos periodísticos.
Diario Clarín.1993.

La influencia de
los medios

El fallo de 1ra.instancia, dictado por el Juez Juan A de
Oro y el del Juez de Sentencia Dr.Ramos Mejía fueron mal
recibidos por la sociedad de la época.

Exacerbada por la prensa escrita sensacionalista, que
había difundido con amplitud la foja criminal y sus
características morbosas había sembrado una
opinión unánime en contra del fenómeno
Godino, y aspiraban a la pena de muerte, La cárcel de por
vida no les alcanzaba.

Los episodios violentos, con ribetes extravagantes,
aún hoy son captados y diseminados rápidamente a
todo el mundo por todos los amplios medios de comunicación
existentes; porque si algo no ha variado desde aquellas
épocas a la actualidad es la curiosidad y en algunos casos
por la morbosidad del público ante estos
sucesos.

Por comparación podemos apreciar que no sucede lo
mismo para acontecimientos pacíficos, habituales, no
truculentos.

La balanza de la información entre
agradable-desagradable, paz-guerra, placer-dolor,
pacifismo-agresividad, podemos presumir que en su mayoría
se inclinará hacia la segunda variable. Debe reconocerse
que el padre del periodismo, cuando expresó que ¨si un
perro muerde a un hombre no es noticia, pero si un hombre muerde
a un perro, si lo es¨ sigue en su plena vigencia.

Padecemos una saturación de noticias violentas,
que induce a considerar como cierto el supuesto reinado del
crimen, a veces sin parámetros objetivos en que fundarse.
La sensación de inseguridad, que se instala en la sociedad
surge muchas veces de prejuicios instalados; sin por ello dejar
de reconocer, en el caso de Buenos Aires y el suburbano, que ha
sufrido una escalada en la criminalidad a la cual no
estábamos ni remotamente acostumbrados. Obviamente que, si
comparamos con otras ciudades del mundo estamos mejor, lo que de
cualquier manera no ofrece ningún consuelo.

El crimen siempre ha sido un tema atractivo al
interés general de la humanidad y cantera de sucesos
apropiados para los medios de difusión, desde la prensa
hasta internet.

No es menos cierto que hay profesionales abocados a la
psicopatología criminal, interesados en la
repercusión social del crimen, sus orígenes y sus
consecuencias sobre la sociedad. Pero las más de las
veces, la persona común se siente interesada por el
suspenso, la excitación morbosa que forma parte de la
personalidad básica del ser humano.

La persistencia de los estereotipos también tiene
parte de su razón de ser en el refuerzo efectuado por los
medios de comunicación de masas, que los utilizan
constantemente, acicateando la curiosidad vulgar.

En el caso Godino, los medios gráficos
predominantes en la época fueron verdaderos agitadores,
estimulando el odio y la hostilidad y el miedo subconsciente
contra el criminal.

El tema de Godino, que hoy es una circunstancia
histórica por los largos años transcurridos fue tan
revulsivo, que hasta la generación que no fue testigo de
esos hechos, conoce al menos de oído la leyenda del petiso
orejudo.

Se puede presumir que en el seno de toda
institución periodística existe la tentadora
posibilidad de obtener provecho económico,
político, de status, por medio de la explotación
deliberada de noticias sobre determinados hechos o
personas.

Un importante principio surge de los innumerables
estudios del comportamiento humano, aún en hechos
considerados racionales, tales como la conducta
comercial.

Ese principio consiste en que algunos eventos son
intrínsecamente más prominentes que otros; que
ellos son los que producen una mayor y profunda impresión
en la mente humana, amén del papel que juegan en la
totalidad del sistema.

Los niños muertos a manos de Godino suscitan la
piedad y la zozobra de todo el país y en él son
noticia de primera plana.

También hoy los actos criminales del petiso
orejudo harían estremecernos, provocándonos
posiblemente las mismas reacciones que a los espectadores de
principio de siglo. ¨El que mata tiene que morir¨ no es
más que el reclamo subconsciente de una vasta
proporción de la sociedad que comulga con ese llamado
actual, pero que es un remedo, una versión renovada de la
antigüa Ley del Talión de ¨ojo por ojo, diente
por diente¨.

El profesor Enrique Marí, citado en esta obra es
filósofo, docente de las cátedras Teoría del
Derecho y Epistemología del Conocimiento Social en ls
Facultades de Derecho y Sociología. En una entrevista
hecha por Clarin, abordaron temas como las reacciones de la
sociedad frente a la locura u otras enfermedades consideradas
malditas, la situación planteada con Angel
¨Chapita¨ Velázquez , psicópata y enfermo
de sida, y la forma de segregación actuales y sus
antecedentes históricos.

Reproducimos el diálogo textualmente:

– ¿El caso del ¨El petiso orejudo¨ tiene
semejanzas con el de ¨Chapita¨?

– Si, porque ambos casos nos hablan de las deficiencias
estructurales del sistema carcelario o de los
neuropsiquiátricos. En 1912 se discutía
dónde internar a Godino ¿qué era lo que
prevalecía, la locura o el crimen? Ahora nos estamos
preguntando lo mismo con ¨Chapita¨. Por supuesto que con
algunas diferencias. Está internado en el Borda porque es
un psicópata, un demente, pero tiene otra enfermedad
maldita, el sida. Además, su mal lo lleva a agredir a sus
congéneres. Cuál es su destino? Habrá que
preguntarse si en este caso prevalece en la decisión el
concepto de enfermedad u orden social. Y en estos problemas
saltan a la luz otros males profundos de todas las sociedades,
como lo son el temor, la preservación del orden y la
culpa.

– ¿Porqué se llaman enfermedades malditas
a la locura y el sida?

– La conjunción de ambas es justamente lo que
hace complejo el caso ¨Chapita¨ como lo fue el de ¨El
Petiso Orejudo¨. Ambas enfermedades son en sí mismas
productos culturales que se relacionan con el llamado mal moral.
Al loco se lo instituye , se lo fabrica en un proceso donde lo
biológico es materia prima ya trabajada. Esta
fábrica pertenece a un tipo especial de economía:
aquella en que se produce, transporta, circula y consume la culpa
humana. La sociedad atraviesa el cuerpo del loco,
haciéndose de él un cuerpo deudor. Así, en
el gran libro de las deudas, la sociedad encuenta la posibilidad
de cobrarse algo.

– ¿La sociedad segrega a los enfermos por miedo o
ve en ellos la consumación de un castigo?

– Son distintos niveles de análisis. Como dije,
en las enfermedades malditas concurren el miedo, la culpa, el
concepto de moral. El demente o el enfermo sería el punto
final del proceso de transferencia del mal de la sociedad. Cuando
el loco habla, los oídos se cierran; el loco pierde los
tonos de la comunidad. En ¨Chapita¨ sus enfermedades
actúan como un castigo; su locura lo aísla y el
sida lo convierte, a los ojos de la sociedad, en alguien
impuro.

– Existe entonces una suerte de transferencia de los
males de la sociedad?

– Sobre el loco se proyectan las culpas y los males de
la sociedad, y como punto final del proceso es inevitablemente
impotente para descargar en otros la culpa que recibe. La grieta
o la fisura en el cerebro del loco recubre, en realidad oculta,
una grieta o fisura social. Es el miedo a esta última
grieta que desata el desplazamiento de la falta y el mal hacia el
loco. Toda sociedad conecta la locura con el delito, el pecado y
la falta. La locura es así interpretada con el
código teórico del delito y, a su vez, con el
código teórico de la sinrazón.
(…)[25]

En las palabras del Profesor Marí encontramos un
camino de entendimiento para comprender la reacción
adversa de la sociedad hacia el loco Godino, exacerbada por los
medios.

Hay ciertos hechos que son intrínsecamente
trágicos y se apropian de nuestra atención,
aún cuando en términos cuantitativos representen
una leve fracción de la totalidad del sistema. La cantidad
de víctimas fatales en accidentes de tránsito no
producen una misma respuesta.

No sabemos decir si es razonable pero la mayoría
de la gente va a perseguir lo interesante antes que lo
importante. Si se llegase a considerar que lo interesante es por
definición importante habría que determinar si tal
respuesta daría como conclusión que el consumidor
siempre tiene razón.

En relación al fallo absolutorio del Juez de
Sentencia Ramos Mejía no decía el diario La
Razón del 02-11-1914:

¨La absolución de Godino. El tipo repugnante
de criminal refinado y precoz cuyos crímenes horrorizaron
a la opinión tiempo atrás, acaba de ser absuelto
por la justicia del crimen.

Cierto es que el fallo absolutorio se atenúa con
la internación prolongada del sujeto en una casa de salud.
Pero aún así, La Justicia Pública se
manifiesta en notoria y generalizada discrepancia con la
sentencia del juez Ramos Mejía.

La bestia que hizo presa de sus instintos a inocentes
criaturas; cuyo relato cínico y brutal de fechorías
espanta a los más avezados investigadores policiales, que
llevó a los hogares una nota de angustiosa zozobra y que
obligó a los diarios a simplificar sus informaciones para
no herir con su crónica el sentimiento popular,
mortificado por el horror de su obra; el ¨niño¨
que si carecía de facultades deliberantes para medir su
acción y responsabilidad, las tenía sobradas para
borrar los rastros del delito que condujeran a su descubrimiento;
que elegía sus víctimas en seres incapacitados para
la defensa; que rodeaba sus actos de lujuriosa perversidad; que
agotó, en fin, todos los recursos de su inteligencia
rudimentaria para escudar la persecución y repetir
aquellos; ese pequeño monstruo por su edad, pero grande
por la clase y magnitud de los excesos que cometiera, ha sido
perdonado por la ley.

El informe médico legal favorece la causa del
pequeño pero temible homicida; en estos antecedentes se ha
fundado la absolución.

Como se ve, la ciencia y el derecho ofrecen puertas
demasiado amplias, por las que se escapa la sanción
social. Pero se nos ocurre que la pena no es solo castigo, sino
para atemorizar a los que se sienten inclinados al mal. La
justicia criminal tiene una doble misión: castiga y
previene.

En este caso ni castiga ni previene. La simple
reclusión por tiempo indeterminado no es pena para el
sujeto infecundo y pernicioso que aloja en un hospicio; en cambio
enseña que su rigor suele ser tan benevolente, que
aún los engendros mayores del delito pueden ser eximidos
de castigo y tolerados sin violencia en los institutos oficiales
de evolución psíquica, de donde se puede regresar
con presteza a la libertad y a la redención
moral.

No es buen ejemplo ni es un detalle propiciatorio del
temor, más que del respeto que la ley criminal debe
merecer a los presuntos sujetos de su estudio y
aplicación. El delincuente no respeta, teme.

Por eso ha violentado al público sentir la
sentencia liberatoria donde más que los preceptos humanos
de la justicia, parecería aplicada la máxima
cristiana: ¨Perdónalos porque no saben lo que
hacen¨.

Nos explicamos el precepto evangélico como la
expresión de una perfecta y serenísima piedad que
no reconoce límites para el sacrificio, pero es
inaceptable ante el juicio de la sociedad humana.

Si para el Cristo es más grande la
religión del perdón misericordioso, que la de la
justicia implacable, para la sociedad, en casos como éste,
se invierten los términos de predilección.
Prefiérese la justicia al perdón.

Es de esperar que la Cámara de Apelaciones en lo
Criminal convierta en presidio la reclusión, para castigo
del sujeto y temor de los que pudieran sucederle en la
perpetración de crímenes similares, cualesquiera
que sean los años y aptitudes del agente que los
realice.

No hay que olvidar el dicho popular, que tanta y tan
buena sabiduría encierra: ¨el loco por la pena es
cuerdo¨.

Los sentimentalismos, las interpretaciones
benévolas en base a literatura científica, no
cuadran en temas y sujetos como el presente; por lo menos el
concepto público lo rechaza, tanto más cuanto que
esa misma ley, aplicada por el mismo Tribunal y en el mismo
día, agrava en seis años y medio de presidio, la
sentencia de un hermano ofendido, a quien el Tribunal de 1ª
Instancia había absuelto en obsequio a la causa pasional y
al motivo de honor que ocasionó el drama¨.

Es elocuente por sí mismo el libelo relatado, que
desprecia el fallo del Tribunal y la opinión de los
expertos forenses, que reputa de interpretaciones
benévolas, reclamando seguidamente para el pueblo que
pretende representar, ni más ni menos que venganza; sin
cabernos duda alguna que hubiera pedido la sangre de la
ejecución, sólo evitada por la minoría de
edad de Godino al momento de cometer los delitos.

Otra nota publicada en ¨La Patria degli
Italiani¨, de la misma época hace hincapié en
todos los agravantes que podrían achacarse al homicida,
desestimando seguidamente todos los atenuantes. Se desprende del
artículo publicado una suerte de vergüenza ajena,
teniendo en cuenta la nacionalidad italiana de los padres de
Godino, provocando una sobrerreacción al negar todo
sentimiento exculpatorio.

Era un órgano representativo de los inmigrantes
italianos, partes del ¨aluvión zoológico¨
detestado por la aristocracia criolla, que no estaba comprendido
en los deseos imaginarios de sus precursores, como Alberdi y
Sarmiento. No eran provenientes de la Rubia Albión sino de
los descastados de la península itálica.

George Clemencau en 1910 había expresado en sus
Notas de Viaje por América del Sur
¨¿Porqué se detiene toda esa multitud italiana
en Buenos Aires, llena ya de emigrados, en lugar de dirigirse de
una vez a la pampa, hasta el punto, según me han dicho,
que se ven pudrir las cosechas a falta de brazos para recogerlas,
a pesar del ofrecimiento de salarios que suben a veces hasta 20
francos al día?¨

El tercer censo argentino, iniciado en 1914,
arrojaría que el mayor aporte inmigratorio provenía
de los italianos con 929.863 habitantes, seguidos por los
españoles con 829.701. También había en
cantidades menores, rusos, judíos, uruguayos,
franceses.

La sumatoria de austríacos, suizos, alemanes,
belgas, montenegrinos, sirios, portugueses y griegos daban un
total de 338.905. La totalidad de los inmigrantes ascendía
a 2.357.952 almas.

Los conventillos del barrio de La Boca estaban repletos
de italianos, que en conjunto con los barrios pobres de la
Capital Federal daban un total de 1.750.000
habitantes.

La crisis desatada por la guerra provocó un alza
de precios que obligaba a los pobres al hambre, llegando a tal
extremo que la Municipalidad de Buenos Aires repartía
5.000 raciones de sopa y puchero por día para paliar la
hambruna.

El resto de los periódicos nacionales y en
especial Crítica del inefable Natalio Botana, tomaron y
publicaron la noticia rebuscando en la insignificancia más
aberrante.

La manera de exponer la opinión en los
periódicos, sea en forma sensacionalista o moderada,
benevolente o acusadora crea corrientes de opinión
adversas o favorables ante los hechos sociales. La
moderación en el discurso, la opinión prudente de
los profesionales atenúan el impacto negativo que el miedo
subyacente por los hechos criminales provoca a la
sociedad.

La obra ¨Psicología del miedo¨ del Dr.
Kurtz Riezler nos dice: ¨La inseguridad colectiva, la
pesadilla de la moderna sociedad industrial es un fenómeno
psicológico de cierta complejidad. No es sólo la
inseguridad económica causada por la desocupación
de las masas. En un artículo del Social Research
(setbre..1943) sobre la psicología de la revolución
moderna, llama ¨miedo a lo desconocido¨ al tipo de miedo
que en épocas de crisis padece el ciudadano común.
El miedo del hombre es miedo de algo o por algo. La
relación entre ambos y sus respectivas
características determinan el tipo peculiar y la
intensidad de nuestro miedo¨.

Debemos mantener en cuenta que el momento
histórico en que se produce el fallo de absolución
es en los inicios de la Primera Guerra Mundial, que
sobrecogía a todo el mundo occidental.

El asesinato en junio de 1914 del archiduque
austríaco Francisco Fernando a manos de un anarquista fue
la chispa que desató la guerra, involucrando a los estados
más poderosos, implicando a la población civil que
fue militarizada.

Argentina también estaba barrida por tiempos de
cambio.

El canciller Murature proclamó nada menos que
ocho veces la neutralidad argentina en la Gran Guerra a pesar del
fusilamiento del vicecónsul argentino en
Bélgica.

La opinión pública pedía al
presidente Victorino de la Plaza que se plegara a los aliados,
pero a pesar de tal reclamo mantuvo una estricta
neutralidad.

Su sucesor, Hipólito Yrigoyen mantuvo la
política de neutralidad a pesar de incidentes como el
hundimiento de buques mercantes argentinos por submarinos
alemanes; la presencia naval de la flota inglesa en aguas del
Río de la Plata o las presiones internas y externas para
involucrarse en el conflicto bélico.

La guerra en Europa y los crímenes locales
participaban diariamente de las noticias de los periódicos
y la ciudad les daba argumentos. Para esa época el crimen
de Livingstone impactaba y apasionaba a la sociedad. En esa
época histórica angustiante, poblada de carencias y
conflictos, con una guerra que involucraba a las principales
potencias, incluyendo a Italia, acompañada por movimientos
sindicales y anarquistas que reivindicaban derechos desconocidos
para los criollos, haciendo uso de la violencia física y
de la propaganda instauraban un clima nuevo para la sociedad, con
una perspectiva distinta a momentos anteriores.

Por ejemplo, el tratamiento del Caso Mondaque, difundido
por Clarín en 1984 contempla un perfil diferente al que se
acostumbró con el Caso Godino.

Veamos. El albañil salteño, de 19
años, José María Escobar, imputado por el
secuestro, violación y asesinato de los hermanitos
Mondaque en Valeria del Mar, fue considerado insano por los
médicos psiquiatras que lo examinaron en el Instituto
Melchor Romero.

Este medio recabó la opinión de dos
penalistas autorizados. El Dr. Víctor Guerrero Laconte
expresó: ¨Todo proceso penal se hace no para penar
sino para saber qué hay que penar; los códigos
procesales son códigos de garantía para el hombre
honesto y aún para el delincuente. La sociedad no pretende
que una pena caiga sobre cualquier cabeza, sino sobre la del
efectivamente culpable¨.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6
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