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Historia de la Ilustración en la literatura infantil española (página 2)




Enviado por wilko von Prittwitz



Partes: 1, 2

Aunque parezca, el examen que hacemos de los periódicos
de esta época, no es inútil. Precisamente
aquí está el origen, el verdadero germen de la
literatura infantil. Los periódicos son las primeras
manifestaciones de literatura para niños. Con gran
entusiasmo en ellos descubrimos las primeras firmas
españolas de renombre que escriben y dibujan, o ambas
cosas para niños. Y también es en ellas donde la
ilustración, los grabados y pequeños dibujos cobran
su importancia primera.

Es en la Educación Pintoresca donde
firma artículos, con asiduidad no interrumpida,
Fernán Caballero (1796-1877). Bajo el seudónimo
famoso se oculta la personalidad de Cecilia Bohl de Faber, una
madame de Genlis de nuestras letras, aunque en todo superior a la
francesa.

A sus méritos de introductora del realismo en
España, Fernán

Caballero puede añadir el de ser de
las primeras personas que se preocupan de la literatura infantil.
Si prescindimos de su tendencia didáctica y moralizadora,
que con tanta frecuencia ha sido censurada por los
críticos de sus novelas, veremos que los artículos
dedicados a los niños son preciosos y están
escritos con el buen estilo de un verdadero escritor. Cecilia no
pertenece a la caterva de señoras y señoritas
aficionadas a la literatura que inundaron de cursilerías,
escritas en pésima prosa y peor poesía, los
periódicos infantiles.

Por lo pronto, Fernán Caballero tiene una gran cultura.
Hija del conocido hispanista Juan Nicolás Bohl de Faber y
de doña Francisca Larrea, dama gaditana muy aficionada a
las letras, Cecilia recibe una educación muy esmerada,
poco común a las jóvenes de su época. Ya por
su nacimiento-nace en Morges (Berna) cuando sus padres iban de
paso para Alemania-, Cecilia tiene mucho de internacional.
Conocerá el francés y el alemán como si
fueran sus lenguas nativas, y en estos dos primeros idiomas
escribirá la primera redacción de algunas de sus
novelas. Educada en un colegio de

Hamburgo, Cecilia conoce la literatura
europea, y cuando vuelve a España ya sabe lo que pasa en
el mundo. Muy española y aficionada a todo lo
español, como su padre, ya hemos dicho que es la
introductora del realismo en la novela y la creadora de la novela
de costumbres.

Por lo que respecta a la literatura
infantil, es posible que en Cecilia despertase la afición
su mismo padre, según sabemos discípulo de Campe,
el pedagogo alemán. Relata el padre Coloma en sus
Recuerdos de Fernán Caballero, que como don Nicolás
tratase de convertirse al catolicismo, por intervención de
su mujer y de su hija, pidió consejo a su maestro y amigo
íntimo Campe, el cual, por cierto, dio largas al
asunto.

Es posible que Cecilia viviese en su misma casa el ambiente
pedagógico; es más, sabemos que su padre
solía escribir para ella algunas listas de consejos. Lo
cierto es que Cecilia escribe para los niños y escribe
bien.

Fernán Caballero, en sus cartas íntimas a sus
amistades, ya ha confesado el amor que siente por la infancia y
cómo desearía escribir para los niños.
Siente especial predilección por la Mitología, que
tan buenos ratos la hizo pasar cuando era niña, y piensas
redactar una serie de artículos sobre los héroes y
dioses mitológicos de la antigua Grecia. ¡Y he
aquí que los tenemos a la vista! En el número 58 de
La Educación Pintoresca, publicado el año 1837, a
continuación de una poesía que lleva por
título Ama a tu madre, aparece un artículo de
Fernán Caballero sobre la (Historia de los hombres
célebres de Grecia para enseñanza de los
niños: Epicuro. Tras él una adivinanza en verso de
la misma Fernán Caballero.

El artículo sobre Epicuro está admirablemente
redactado con frases cortas y sencillas que contrastan con la
ampulosa retórica de los colaboradores al uso de los
periódicos infantiles. A la biografía de Epicuro
sucede la de Pitágoras y otros, con la consiguiente
adivinanza. Editada la Mitología como libro, el
éxito es tan grande que todavía hoy se edita y se
lee. Tenemos a la vista una edición de 1926, que suelen
utilizar muchas maestras para lecturas escolares. También
escribe Fernán Caballero leyendas antiguas, como El anillo
de Polícrates, que es una adaptación del
francés, y hace traducciones de Gorres, autor del
romanticismo alemán. En uno de los números es muy
curiosa la carta que finge escribir un niño que se firma
Periquito Saltador y que va dirigida a Fernán Caballero.
Sin duda escrita por la misma autora, creemos que fuera una
estratagema para amenizar el periódico y darle
variación.

Dice así: Estimada Fernán: "Nos has hablado de
las musas y se te ha olvidado una, que es la que inspira a las
amas, y tiene su Parnaso al pie de nuestras cunas. Desde que te
has metido con aquellas encumbradas, te has hecho preceptor y
maestro, has puesto de lado con muy pocos miramientos a la pobre
lega musa de los cuentos y no quieres contarnos los que ha
inspirado ésta a sus favorecidas. Te digo, de mi parte y
de la de unos cuantos camaradas, que si quieres que sigamos
siendo tus amigos, nos cuentes un cuento cualquiera, en no siendo
el de la buena-pipa ni el del gato con los ojos al revés.
Soy tu amigo servidor, Periquito Saltador. La respuesta de
Fernán Caballero se inserta a continuación.
Regaña un poco al desenvuelto y descaradillo por su
desenvoltura, y accede a contar el cuento que lleva por
título El zurrón que cantaba, cuento popular
infantil. El cuento es breve y muy bonito. El estilo, encantador.
Inserta retahílas de la más pura estirpe infantil y
recoge tradiciones populares. Hay que reconocer que la pobre lega
musa de los cuentos, la que inspira a las amas, es la reina del
Parnaso infantil. Insertamos aquí alguna
ilustración del mismo y copiamos el cuento a
continuación:

El zurrón que cantaba

"Erase una madre que no tenía más que una
niña, a la que quería muchísimo, porque la
niña era muy buena; por lo que le había regalado
una gargantilla de coral.

Un día le dijo que fuera por un cantarito de agua a la
fuente, que estaba fuera del lugar. Fue la niña y, cuando
llegó a la fuente, se quitó su gargantilla de coral
para que no se le cayese en el pilón a tiempo de llenar el
cántaro.

Junto a la fuente estaba sentado un pordiosero viejo muy feo,
que llevaba un zurrón, y que miraba a la niña con
unos ojos… que le dieron miedo; y apenas llenó el
cántaro, cuando echó a correr, y dejó
olvidada la gargantilla. Al entrar en su casa la echó de
menos, y se volvió apresurada a la fuente para buscarla, y
cuando llegó estaba todavía el viejo, que
cogió a la niña y la zampó en el
zurrón. En seguida se fue a pedir limosnas a una casa,
diciendo que traía una maravilla, y era un zurrón
que cantaba. Ya se ve, las gentes quisieron oírlo, y el
viejo dijo, con una voz de trueno:

-;Zurrón, canta! ¡Si no, te
doy con esta lanza!

La pobre niña, muerta de miedo, no
tuvo más remedio que ponerse a cantar, lo que hizo
llorando de esta manera:

Por agua fui a la fuente. Que está
fuera del lugar, Y perdi mi gargantilla, Gargantilla decoral.
¡Ay la madre de mi alma! ¡Qué
enfadada

se pondrá! Volvime luego a la
fuente. Por si podría encontrar mi perdida gargantilla,
Gargantilla de coral, ¡Ay la madre de mi alma!
¡Qué apurada que estará! No encontré
la gargantilla Y perdi mi libertad. ¡Ay la madre de mi
alma! ¡Qué afligida que estará! Cantaba tan
bien la niña, que a las gentes les gustaba mucho
oírla, por lo que en todas partes le daban al viejo mucho
dinero porque cantase el zurrón.

Y así de casa en casa, llegó a la de la madre de
la niña, y conforme

ésta oyó el canto,
conoció la voz de su hija, y le dijo al pobre:
"Tío, el tiempo está muy malo; el viento arrecia y
el agua engorda; quédese usted aquí esta noche
recogido y le daré de cenar. El pobre vino en ello, y la
madre de la niña le dio tantísimo de comer y de
beber que se infló, de manera que después de cenar
se quedó más dormido que un difunto.

Entonces sacó la madre del zurrón a su
niña, que estaba el alma

mía heladita y desfallecida; le dio
muchos besos, bizcochos en vino y la acostó y la
arropó en la cama, y en el zurrón metió a un
perro y a un gato.

A la mañana siguiente dio el viejo las gracias y se fue
tan

descuidado. En la primera casa que
llegó dijo, como había dicho el día antes,
al zurrón:

Zurrón, canta! ¡Si no, te doy
con esta lanza!

Al punto dijo el perro:

Pícaro viejo, uau, uau.

Perverso viejo, miau, miau.

Enojado el pobre, creyendo que así cantaba la
niña, abrió el zurrón

para castigarla; entonces salieron rabiando
el perro y el gato, y el gato se le abalanzó a la cara y
le sacó los ojos, y el perro le arrancó de un
mordisco las narices, y… aunque testigo no he sido, así
me lo han referido.)" El cuento es modelo en su género.
Por él se ve claramente la afición que tenía
Fernán Caballero a las leyendas y cuentos populares. Es
bien sabido cómo la gustaba recorrer la campiña
gaditana y pasar largas temporadas en sus posesiones para recoger
de labios campesinos toda la riqueza folklórica de su
tierra. En este sentido Fernán Caballero
desempeñaba en España idéntica misión
que la de los hermanos Grimm en Alemania: recoger cuentos patrios
conservados en la tradición oral para luego
referírselo a los niños. Dice el padre Coloma que
Fernán Caballero en sus apuntes naturales se
dirigía a las campesinas y "dábales cuerda… y
provocaba su locuacidad nativa con hábiles preguntas y
estudiadas observaciones. Así adquirió esa
portentosa facilidad para el diálogo genuinamente popular
y el riquísimo tesoro de frases, tradiciones y cuentos
populares".

Entre los cuentos recogidos por
Fernán Caballero merece destacarse, también, el de
El carlanco, que se ha incorporado definitivamente al patrimonio
de los niños. Gracias a Fernán Caballero la
literatura infantil da un paso definitivo hacia la
perfección. La moralidad y el deleite se aúnan en
concierto equilibrado.

En el cuento titulado El pan (cuento popular religioso), que
se inserta en La Educación Pintoresca, los preceptos
morales no estorban la gracia donosa y el encanto placentero.

En el año de 1874 la escritora publicó en
Leipzig una colección

completa de estos cuentos con el
título de Cuentos, oraciones y adivinas y refranes
populares e infantiles, y posteriormente, en 1887, Cuentos y
poesías populares.

Las adivinas o adivinanzas también tiene un sabor
popular. He aquí un ejemplo de La Educación
Pintoresca:

Tamaño como un camino y hoza como un
cochino (el río)

Hemos, pues, de reconocer que la magnífica
colección de Cuentos populares españoles, editada
por Aurelio Espinosa en nuestros días, es el resultado
final de las primitivas búsquedas de Fernán
Caballero por tierras andaluzas. Para ella el mérito,
así como para otros amantes de la tradición
española, entre los que se encuentran Antonio Trueba y el
costumbrista Serafín Estébanez Calderón. Muy
interesante es la biografía que escribió el padre
Coloma, con el título de Recuerdos de Fernán
Caballero, pues aclara no sólo muchos aspectos de la
célebre escritora, sino del mismo biógrafo. Sabemos
que las obras de Fernán Caballero, por su índole,
eran apropiadas para la infancia. Dice el padre Coloma:
((Había yo devorado, desde que supe leer, las obras todas
de la insigne escritora. Lloraba yo amargamente las
trágicas desventuras de Medio Pollito, reía con
Pedro de Torres…>~, se apenaba con las desventuras de la
pobre niña hética en Lágrimas y, en fin, se
deleitaba con todos los escritos de la «maga>). Llevado
por la admiración que despiertan en su ámbito
juvenil las obras de Fernán Caballero, Luis Coloma acude
con sus primicias de escritor a pedir consejo a la autora
consagrada. La viejecita, anciana encantadora, desde el primer
momento aprueba los escritos, y desde entonces como señala
Carmen Bravo Villasante se entabla entre ambos, a pesar de la
diferencia de edades, una amistad cariñosa. Gracias al
trato diario que mantiene el joven y la anciana, sabemos que
Fernán Caballero alardeaba "de que no era un autor, sino
como decía ella misma, una buena vieja que contaba
cuentos". Fernán Caballero se complacía en esta
imagen, que es como el símbolo de la literatura infantil:
la buena vieja que cuenta cuentos, la anciana que relata
consejas, la tradición oral de cuyos labios están
pendientes los niños.

Añade el padre Coloma, muy
acertadamente, que, en efecto, "no puede uno imaginarse a madame
Stael escribiendo un ejemplito para una niña
pequeña…, o vida en aleluyas para un chico" y sí
a Fernán Caballero ocupada en esos menesteres
literarios.

No temió deslustrar los rayos de su gloria escribiendo
ejemplos para niñas y vidas en aleluyas para muchachos. Un
día dos niños, hijos de su íntimo amigo don
Fermín de la Puente, le escribieron una infantil carta
pidiéndola que les escribiese algo para ellos solos, y la
autora de La Gaviota, en el apogeo entonces de su gloria, no
vaciló en escribirles a Feliciana un ejemplo y a
Fermín el viaje de Mister John Bell por España.

La vida de Mister John Bell no se
publicó a raíz de ser escrita; parece desprenderse
que no la satisficieron las viñetas hechas en Madrid para
ilustrarla; queríalas Fernán a toda costa como las
de la Vida de don Perlimplin, y no se encontró entonces
artista capaz de ejecutarlas. La admiración de
Fernán por este género de literatura rayaba en lo
inverosímil. Coloma y ella leían juntos y
comentaban la Vida de don Crispín y la de Bertoldo,
Bertoldino y Cacaseno. Juntos reían, entusiasmados, la
introducción de la primera:

Aventuras, huida y fin del enano don Crispín.

Fernán Caballero, poco después, regalará
el manuscrito de la vida de Mister John Bell al padre Coloma, que
lo publica en el libro de los recuerdos. Consta esta historia de
cincuenta y tres pies en prosa para los dibujos y termina al modo
aleluyístico, tan del agrado de la escritora:

Aquí dio fin el papel y la historia
de mister John Bell.

Pero el humor de Fernán Caballero no
paraba aquí. C. B. Villasante señala que
envió al periódico El Padre Cobos, un
artículo anónimo y graciosísimo titulado El
congreso infantil, en que se describía con inimitable
gracia una sesión de Cortes celebrada por infantiles
diputados progresistas bajo la presidencia del general Infantes.
Al terminar la sesión poníase el presidente ante la
puerta con el cuerpo doblado, y todos los diputadillos saltaban
por encima, entonando por turno, al saltar, aquel juego de
muchachos: A la una, anda la mula. Todo esto sirve para completar
la figura de Fernán Caballero, por lo que se refiere al
género infantil. Nada más distinto de la Safo
aburrida, como ella calificaba a un retrato por
Madrazo.

Por una parte la faceta alegre y divertida
de la aficionada a los cuentos y a las aleluyas, por otra la
faceta de la moralista pedagógica, con el Catecismo del
padre Astete, que llevaba siempre en la mano, junto con la
cartilla de enseñar a leer. Ambos aspectos demuestran su
interés por la infancia. La mujer que vendió sus
zapatitos de encaje, recuerdo de su primer baile, para "comprar
buenos premios para mis niñas de las Escuelas Dominicales"
sabía también reír y componer graciosos
cuentos y adivinanzas y aleluyas para los pequeños
lectores."

No es Fernán Caballero la
única firma famosa que encontraramos en los
periódicos infantiles por la mano generosa de Carmen Bravo
Villasante. También escribe en La Educación
Pintoresca, Antonio Trueba (1819-1889), el autor de los Cuentos
campesinos, de los Cuentos color de rosa y de los Cuentos
populares. Es Antonio, el de los cantares, como suelen llamarle
por haber escrito El libro de Los Cantares.

Estos cuentos de Trueba, en general, son
para mayores, aunque algunos sirvan a la ilustración y la
literatura infantil, como por ejemplo el cuento titulado El
más listo que Cardona. Algunos cuentos de Trueba se han
popularizado de tal forma que se tienen por tradicionales. Trueba
colabora en La Educación Pintoresca con poesías y
con pequeñas piezas teatrales cabe destacar La oficiosa,
jornada cómica de un diálogo vivo y con gracia, que
refleja el ambiente escolar. También colaboró
Trueba en otros periódicos infantiles de la
épocarepletos por cierto de ilustraciónes y
escribió un libro de villancicos ¡Tin, tin, tin!,
muy alegre y sencillo. A pesar de todo esto, el autor no piensa
demasiado en el niño.

En el prólogo a sus Cuentos
populares dice él mismo: "Creo impropio de un barbado el
gastar tiempo contando cuentos como los de El amigo de los
niños, porque ésa es literatura cuyo monopolio debe
dejarse a las madres de familia." Esta declaración muy
comentada es prueba de que la literatura infantil era
vergonzante. En La Educación Pintoresca se reflejan los
gustos de la época. Ya conocemos el afán viajero,
propio del romanticismo. En España los españoles se
contagian de la manía de viajar, y si no por el Lejano
Oriente, como los extranjeros, en cambio sí por su propia
casa, que son las distintas provincias y regiones de la
península. Cada número del periódico
traerá un artículo titulado "El viajero de los
niños", firmado por don José María Larrea,
que suponemos pariente próximo de Fernán Caballero,
quizá hermano de su madre, doña Francisca Larrea,
que también tenía aficiones literarias. El
señor Larrea viaja por las provincias de España y
con sencillez y amenidad refiere a los niños lo que ha
visto. Apenas se nota el tonillo didáctico. Cuando trata
de la provincia de Burgos, el periódico reproduce un bello
grabado de la catedral, a toda plana.

El artículo referente a la provincia
de Santander va encabezado con un grabado de la bahía con
sus barcos de vela. Y muchas más ilustraciones dignas de
ver que aqui no podemos reproducir más que con algun
ejemplo que en nuestro parecer destaca. Decididamente esta
revista posee gusto y tiene estilo. ¡Qué alarde
tipográfico cuando empieza a publicar láminas
dobles, extensibles, en magnífico papel, con los retratos
de niños célebres! Allí vemos a Antonio
Cánoca, a Carlos Linneo y a otros famosos. (Ya en 1800 se
había traducido del francés, por don Andrés
Miñano la Historia de los niños célebres,
que estaba muy de moda, a pesar de su ridículo didactismo
y, en ocasiones, pésima literatura. Con el lema que la
educación es para el hombre lo que el cultivo para las
plantas se nos relata la vida de Luis, duque de Borgoña;
del niño Emiliano, denominado el modelo de la infancia, y
otros niños prodigio. Más amena y divertida es la
narración, también imitada del francés, de
la serie titulada Los niños pintados por ellos mismos, en
la que aparecían el aprendiz, el colegial, el escribiente
y otros diversos tipos. Véase la edición de
Méjico, de 1843, con láminas publicadas por don
Manuel Benito Aguirre.)Esta obra es tremendamente representativa
de lo que podemos llamar el arte infantililustrado por la propia
mano del niño convertido en autentico
protagonista.

El editor se esmera cuando publica una
lámina con figurines en colores para los niños. La
moda infanil requiere estos dispendios, que los suscriptores
pagarán muy gustosos. ¡Qué delicia ver esas
niñas delicadas vestidas de rosa y verde claro, con lazos
de terciopelo y capotas floridas, y esos niños de estrecho
pantalón largo, que cogen la fruta de los árboles,
subidos en una escalerilla! El texto y los figurines corre a
cargo de doña Joaquina García Balmaseda, escritora
prolífica que colaboraba en distintos periódicos
infantiles y fue directora de El Correo de la Moda (1850-1890).
Doña Joaquina solía ocuparse de la sección
de modas y labores y con frecuencia traducía cuentos del
francés y leyendas piadosas. Doña Joaquina tiene
mucha desenvoltura para tratar con los niños y aunque no
posee un extraordinario sentido artístico literario
tampoco es excesivamente pija, como otras escritoras de su
tiempo. La prudente mediocridad de sus escritos hace que merezca
un juicio favorable. Lo que sí es cierto es que esta mujer
ya conoce a los niños y sabe lo que les gusta, que no es
poco en estos tiempos de tanteos en el género infantil.
Así pues, doña Joaquina García Balmaseda
merece figurar en una historia de la literatura infantil
española, aunque sea en un rincón en discreta
penumbra. Usó los seudónimos de "Baronesa de
Olivares" y "Adela Samb". Su libro titulado La madre de familia
(1881) fue premiado por el Ministerio de Instrucción
Pública. También publicó esta autora las
Memorias de una niña en el periódico infantil
titulado La Aurora de la Vida (1851-1853), memorias escritas con
soltura y gracia. La niña nos recuerda a Celia, y su
hermano Manolito a Cuchifritín, los famosos personajes de
Elena Fortún. Esta niña que habla con desparpajo y
gracia, aunque es muy buena y pretende ser modosa, ya se parece a
los niños modernos. Para completar el panorama descriptivo
de La Educación Pintoresca señala C.B.Villansante
que también se publicaba una sección titulada El
Buffon de los niños, con dibujos e ilustraciones de
animales salvajes y domésticos.

Por fuerza muy duro tendrá que ser nuestro juicio
cuando, después de haber visto La Educación
Pintoresca, abramos las páginas de Amante de la Infancia,
periódico de instrucción y recreo, publicado en
Pamplona durante los años de 1866-1867.

Repasemos apresuradamente La Floresta
Infantil, periódico de los niños de ambos sexos,
que se publicó en Zaragoza (1855-1856); El
periódico de la Infancia de Madrid (1867-1869), dirigido
por el secretario de la Escuela Normal, y La Ilustración
de la Infancia.

Esta última revista, que se dice
tipo-autógrafa, de educación y recreo, se publica
durante los años de 1872-1878, y en ella colaboran
doña Joaquina García Balmaseda, doña Angela
Grassi, también fecunda colaboradora de otros
periódicos, y ¡atención!, Hartzenbusch y don
Ramón de Campoamor, aunque por ir sin firma los
artículos es difícil precisar cuáles sean
los suyos.

Mencionaremos solamente el nombre de otros
semanarios infantiles para dar idea de la abundancia de prensa
infantil con abundantes ilustraciones: El Museo de la Infancia
(1851-?), La Aurora (1850-1853), El Amigo de la Juventud (1856),
El Belén Literario (1857), La juventud (1857), El Amigo de
las Familias (1866).

Así llegamos a Los Niños,
revista de educación y recreo, editada en Barcelona
(1870-1877) y (1883-1888). En el sumario de esta revista
infantil, que alcanzó gran difusión en su tiempo,
se encuentran las firmas de estos importantes colaboradores:
Trueba, Hartzenbusch, Gertrudis Gómez de
Avellaneda,.Cotarelo, Campoamor y José Zorrilla, las
firmas más importantes de la época. Indudablemente,
es un periódico de gran categoría. La Avellaneda
escribe poemas religiosos. A la Virgen y Las siete palabras. La
antigua sección que los periódicos infantiles
dedicaban al catecismo ahora está dedicada a la
poesía religiosa, escrita por una gran poetisa.

Campoamor escribe una larga
composición, especialmente dedicada a los niños, en
una carta escrita a la niña Pepita Sandoval, con motivo de
la muerte de otra niña, y se titula El quinto no
matar.

Al autor de las Doloras no le había
llamado Dios por el camino de la literatura infantil. Sí,
en cambio, a Zorrilla, que en un número de la misma
revista escribe una poesía que lleva por título Los
Niños, romántica y palabrera, adecuada a los
pequeños.

Como es natural, la poesía infantil
que escriben estos poetas es poesía de circunstancias,
encargo del editor amigo, que mediante estas firmas trata de
acreditar su revista.

Los Niños, "periódico
ilustrado, para instrucción de la infancia, casi
único en su género, como él mismo se
anuncia, fue dirigido por Carlos Frontaura, activo periodista y
escritor para niños. En España-dice
Frontaura-desgraciadamente no son muchos los hombres que se
dedican a escribir para los niños; la política lo
absorbe todo."

También dirigió Frontaura una
publicación infantil titulada La Primera Edad
(Niñez ilustrada) (1873), que traía cuentos,
consejos morales y preciosas láminas coloreadas de
figurines infantiles.

Tanto Los Niños como La Primera Edad imitaban Le
Magasin

d'Education et Récréation, de
París, donde colaboraban Julio Verne, Stahl y otros
afamados escritores para la infancia.

En estos periódicos infantiles de Frontaura
colaboró activamente

Manuel Ossorio Bernard (1839-1904),
escritor y periodista que ha dejado muy buenos artículos
de costumbres. Este autor, huérfano desde muy
pequeño, sintió una especial predilección
por los niños y para ellos escribió muchas obritas.
En el tomo IV de sus Obras escogidas, titulado Literatura para la
infancia, las recoge. Son las siguientes: Moral infantil (1879),
Album infantil (1885), Cartas a un niño sobre
Economía Política (1879), Gente Menuda (1891),
Poemas infantiles (1894), y Epigramas infantiles.

Más que la moral infantil, que él mismo
reconocía como demasiado seria y profunda, o las cartas
didácticas sobre tan abstruso tema, hay que tener en
consideración los cuentecillos ligeros y
epigramáticos, al estilo de Campoamor, y el acierto de
algunas poesías coloquiales en las que se describen juegos
infantiles, como, por ejemplo, la de "EI marro". El título
de Gente Menuda quizá haya inspirado al de la famosa
publicación posterior.

De Ossorio dicen sus propios hijos en la
introducción a sus obras: Para los niños
creó un Teatro de salón, escrito por distinguidos
literatos y al que él aportó el pasillo El secreto
del tío." Para los niños publicó un
almanaque por los años de 1878 y 1879. "Puso en los chicos
toda su fe y su ternura. Tanto es así, que el mismo
Ossorio Bernard en una poesía titulada
Autobiografía sólo pide a la posteridad ser
recordado como escritor para niños:Y si aún algo
ambiciona el disculpable afán de quien persigue el
conseguir un nombre algo notorio, es que, oyendo decir:
"¿Quién es Ossorio?", contestar puedan todos lo que
sigue:"Un humilde escritor que, consagrado al género
infantil, ha publicado periódicos y libros a docenas, para
esas criaturas de animado mirar, largas melenas, maliciosa
intención y risas puras: es, ya que estriba en eso su
jactancia, el autor predilecto de la infancia.

Aunque la poesía no sea demasiado buena, sí lo
es la pública declaración de sentirse orgulloso de
haber escrito para los niños.Gracias a su obra, a las
revistas infantiles,a la literatura infantil en general
también los ilustradores han tenido su parte, se podria
decir que les ha dado trabajo a los ilustradores que de repente
se esfuerzan para crear obra, ilustraciones al rededor de poer
ejemplo Ossorio. En este sentido la literatura infantil ha
servido como auténtica inspiración para artistas
del gremio asi si leemos con gusto a buenas descripciones
también encontramos facilidad para poder dibujar los
detalles.

Leemos y sobrer todo vemos o hojeamos
también con agrado, no en vano pasan los años y
progresa la ilustración de literatura infantil, el
periódico titulado El Camarada, semanario infantil
ilustrado, que se publica en Barcelona durante los años de
1887-1891, en tamaño grande, folio. Tiene
muchísimos cuentos y gran cantidad de ilustraciones y
grabados en negro. Entre las historias y cuentos destaca por su
estilo El cuento del tio Míseria y La muerte, que es un
relato que se remonta a la Edad Media.

Hojeando esta revista, realmente se
comprende que los niños debían disfrutar leyendo
los periódicos.

También debió de gustar mucho El Museo de la
Juventud, revista semanal dedicada a "la infancia, adolescencia y
familia", que se publicó en Barcelona, en 1887, y
duró hasta 1893. Con una preciosa portada en colores, de
tonalidades finísimas, este periódico es un
verdadero acierto de gran belleza plástica. ¡Ay
Dios! por qué gran desgracia no hay un museo
español de ilustraciones, originales, portadas, carteles
etc. Los originales se pierden entre las editoriales, las
imprentas o en las oficinas de las agencias de publicidad que
hacen de intermediarios.

Pero gracias a Dios nos hayamos al menos
pedagógicamente hablando lejos de aquellos martirios
pedagógicos de principios y mediados de siglo! Aquí
ya no se martiriza a nadie. Hay muchas ilustraciones, muchos
cuentos, muchas historias y hasta referencias a los inventos de
actualidad.

La escafandra es un largo artículo con una soberbia
ilustración de un buzo, sobre cuyo traje submarino se
extienden los conocimientos del periodista. Suponemos que el
niño leería muy detenidamente todos los pormenores
de la documentada descripción, con el mismo placer que hoy
día experimentan nuestros niños al leer las
descripciones de las indumentarias para el viaje interplanetario
a Marte y a la Luna en el semanario Diego Valor.

Hemos tardado unos cuantos años en comprender
qué es lo que les gusta a los niños. En 1897, en la
misma fecha en que se publicaba nuestra famosa La
Educación Pintoresca, en Francia se publica La Semaine des
Enfants, "magasin d'images et des lectures amusantes et
instructives". Este semanario parisiense publica
muchísimos cuentos de hadas y leyendas fantásticas,
a la moda romántica. Las ilustraciones de gnomos,
espectros, duendes y demás seres imaginarios es
extraordinaria. Se encuentran una gran cantidad de ilustraciones
a menudo anónimas o de firmas ilegibles. Señala
C.B. Villasasnte que también se insertan dramas
históricos y romances medievales, al estilo de Walter
Scott." Este periódico tan bonito es verdaderamente
infantil. No falta, claro está, L'enfant gaté, que
es una comedia moralizadora, y L'obligeante petite fille, aunque
ya los niños díscolos de estas piececitas
están muy firmes y se mantienen en sus trece. Cuesta
trabajo convencerles. El tono de La Semaine des Enfants no lo
encontraremos hasta las publicaciones españolas de finales
de siglo. En la América española también se
siente preocupación por la infancia. Para los niños
escribe José Martí un periódico titulado La
Edad de Oro (publicación mensual de recreo e
instrucción), editado en Nueva York en 1889. Aunque de
corta vida, la calidad de este periódico es tanta, que
merece pasar a la historia de la ilustración infantil."
Con enorme ilusión escribe Martí el
prólogo:

"Para los niños es este
periódico, y para las niñas, por
supuesto.

Sin las niñas no se puede vivir,
como no puede vivir la tierra sin la luz… Con palabras claras y
láminas finas. Les vamos a decir cómo está
hecho el mundo; les vamos a contar todo lo que han hecho los
hombres hasta ahora.

Para eso se publica La Edad de Oro: para
que los niños americanos sepan cómo se vivía
antes, y se vive hoy en América, y en las demás
tierras; y cómo se hacen tantas cosas de cristal y de
hierro, y las máquinas de vapor, y los puentes colgantes,
y la luz eléctrica… Les hablaremos de todo lo que se
hace en los talleres, donde suceden cosas más raras e
interesantes que en los cuentos de magia, y son magia de verdad,
más linda que la otra; y les diremos lo que se sabe del
cielo, y de lo hondo del mar y de la tierra; y les contaremos
cuentos de risa y novelas de niños, para cuando hayan
estudiado mucho o jugado mucho, y quieran descansar. Las
niñas deben saber lo mismo que los niños, para
poder hablar con ellos como amigos cuando vayan creciendo; como
que es una pena que el hombre tenga que salir de su casa a buscar
con quien hablar, porque las mujeres de la casa no sepan contarle
más que de diversiones y de modas."

Junto a los artículos
históricos, los resúmenes literarios y los cuentos,
hay poesías y versiones, tan bellas como las
ilustraciónes de los mismos.

La producción de libros para
niños y su ilustración durante el siglo XIX aumenta
considerablemente. En una "Historia de las ilustraciónes
infantiles y juveniles más amplia habría que
considerar no sólo la ilustración de la literatura
infantil, sino toda clase de libros para niños, como son
los libros de texto, con su evolución curiosísima,
ya que en el siglo xx el libro de texto se diferencia
notablemente del de siglos anteriores, que se adapta al criterio
de la literatura infantil y comienza a ser más y
más ilustrado.

Un capítulo especial
merecería la historia del libro de texto
ilustrado.

Ilustradores y
escritores del siglo XX

El caso del ilustrador y dibujante nacido
en Madrid en 1882 Bartolozzi que muere en 1940 en Méjico y
algún otro, como el de Elena Fortún que veremos
más adelante, servirán de excepción respecto
a la frase que Paul Hazard dedica a la literatura infantil
española: "No hay ningún autor español que
haya escrito especialmente para la gente menuda y que, al
hacerlo, haya encontrado la expresión de su genio
particular." Yo me permito aplicar su palabras especialmente a
autores como Bartolozzi quienes son también grandes
ilustradores y dibujantes que se expresan no solamente a
través de la palabra sino tambien a través de la
imagen. Salvo estas excepciones, la frase es cierta, aunque
también válida para otros países, pues la
verdad es que los ilustradores, en general, ilustran
ocasionalmente para los niños, y la mitad de las veces por
encargo de un editor interesado en que "les hagan" una obra
determinada (1).

Esto no quiere decir que, casi sin darse
cuenta, sin que el ilustrador se lo proponga, no surja de pronto
algún maravilloso libro para niños. Así el
caso de Platero y yo, escrito por el poeta Juan Ramón
Jiménez (1881-1958). Este tierno poema, escrito a
principios de siglo acerca de un burrillo suave y peludo, es un
poema lírico, que en un principio no fue concebido como
poesía para niños. Al poco tiempo de haberlo
escrito, el mismo poeta se sorprende con la edición que la
Editorial Juventud prepara en la Navidad de 1914. Para ella
escribe esta dedicatoria:

Advertencia a los hombres que lean este
libro: Este breve libro, en donde la alegría y la pena son
gemelas, cual las orejas de Platero, estaba escrito para…,
¡qué sé yo para quién!…para quien
escribimos los poetas líricos… Ahora que va a los
niños, no le quito ni le pongo una coma. ¡Qué
bien!

"-Donde quiera que haya niños-dice
Novalis-, existe una edad de oro." Pues por esa edad de oro, que
es como una isla espiritual caída del cielo, anda el
corazón del poeta, y se encuentra allí tan a su
gusto, que su mejor deseo sería no tener que abandonarla
nunca.

¡Isla de gracia, de frescura y de
dicha, edad de oro de los niños; siempre te hallé
yo en mi vida, mar de duelo; y que tu brisa me dé su lira,
alta y, a veces, sin sentido, igual que el trino de la alondra en
el sol blanco del amanecer!

Yo nunca he escrito nada para los
niños, porque creo que el niño puede leer los
libros que lee el hombre, con determinadas excepciones que a
todos se le ocurren. También habrá para hombre y
para mujeres, etcétera."

Estas palabras de Juan Ramon Jiménez
son perfectamente ampliables a lo que son las ilustraciones de la
literatura, de los peridocos, las revistas etc. infantiles. Tanto
como que tampoco el ilustrador ilustra tan solamente para los
ojos de los niños sino tambien para los mayores.
Después de todo somos los mayores los que compramos las
obras para nuestros pequeños y cuanto más bonito y
más le guste también porsupuesto a los ojos del
adulto más se venderá.

Platero se convierte en un libro de lectura
en las escuelas de España y en las de América de
habla española y es un libro muy ilustrado por todo el
mundo aunque bien sea verdad que las ilustraciones se reduzcan a
menudo a diez o quice inserciones de dibujos en blanco y negro y
la portada a todo color. Por razones evidentes aquí no
podemos reproducir más que algún ejemplo como por
ejemplo de Alberto Diez.

Monografias.com

Los niños saben Platero de memoria.
Recientemente se ha contado la anécdota de la visita que
Juan Ramón Jiménez hizo a una escuela argentina. El
maestro pidió a un niño que recitase un
capítulo de Platero. El niño empezó y a
mitad de su recitación comenzó a titubear. Al
momento otro compañero se levantó y siguió
recitando… Así, espontáneamente, toda la clase
fue recitando fragmentos del libro maravilloso.

A Juan Ramón Jiménez este homenaje de la
infancia le pareció la suprema coronación de su
vida. Unase a esto la concesión del Premio Nobel 1957, en
parte debido al libro de Platero.

No tiene nada de extraño que el
libro del poeta sea para los niños; el borriquito
está visto con ojos infantiles como un pequeño ser
delicado, incluso parece un juguete, un animalito de trapo, y su
ternura es infantil.

Así le describe Juan Ramón en
el primer capítulo.

"Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por
fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva
huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son
duros, cual dos escarabajos de cristal negro.

Le dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su
hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes
y gualdas… Lo llamo dulcemente: "¿Platero?", y viene a
mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe,
en no sé qué cascabeleo ideal… Come cuanto le
doy. Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas moscateles,
todas de ámbar; los higos morados, con su cristalina
gotita de miel… Es tierno y mimoso igual que un niño,
que una niña…, pero fuerte y seco por dentro, como de
piedra. Cuando paso sobre él, los domingos, por las
últimas callejas del pueblo, los hombres del campo,
vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo:

-Tien' asero…

Tiene acero. Acero y plata de luna, al
mismo tiempo."

Todavía hay quien discute si Platero
y yo es un libro para niños.

Es imposible en algunos casos trazar una línea formal
entre el género infantil y el de adultos. En este caso, el
libro de Juan Ramón Jiménez tiene el extraordinario
mérito de valer para todas las edades. La alta calidad
poética alcanza por igual a niños y grandes. La
graciosa y tierna anécdota de los capítulos como
"El susto" y otros, encanta incluso a los muy pequeños.Y
es poe esto que sea una de las obras más ilustradas y
traducidas por todo el mundo. De tan solo esta obra se podria
hacer un traabajo de doctorado mostradno las ilustaciones
diversas que se han hecho las reproducciones , versines
ilustradas aunque sea con 10 dibujos en blanco y negro.

Lo mismo puede decirse de gran parte de la
poesía de Juan Ramón Jiménez. Véase
la selección antológica de la Editorial Losada
Antología para niños y adolescentes.

El poeta ama a los niños como yo
mismo a mi hija Maria. Para ellos, quizá sin saberlo, ha
escrito y se han ilustrado también sin saberlo muchos
poemas de gran belleza y lirismo, como el de Verde
verderol:

Verde verderol,

endulza la puesta del sol!

Palacio de encanto,

el pinar tardío arrulla con
llanto

la huida del rio.

Alli el rio umbrio tiene el
verderol.

Verde verderol,

¡endulza la puesta del
sol!

El poema titulado Abril, como preguntas y respuestas, como en
los cuentos infantiles, parece como escrito para
niños:

-El chamariz en el chopo.

-¿Y qué más? -El chopo
en el cielo azul.

-¿ Y qué
más?

-El cielo azul en el agua.

-¿Y qué
más?

-La hojita nueva en la rosa.

-¿ Y qué
más?

-La rosa en mi corazón.

-¿ Y qué
más?

-¡Mi corazón en el
tuyo!

O esta otra dedicada a Miss Rápida,
acaso una niña, que tiene un tono
fabulístico:

Si vas de prisa,

el tiempo volará ante ti,

como una mariposilla esquiva.

Si vas despacio, el tiempo irá
detrás de ti,

como un buey manso.

Mucho se ha hablado de este tema que si
Juan Ramón Jiménez escribió conscientemente
para los niños y aquí en esta obra realmente no
viene al cuento ya que lo que nos interesa es el hecho de que se
haya ilustrado tanto. Y es más sí, puede asegurarse
que Juan Ramón Jiménez escribió
conscientemente para niños, cuando en el libro titulado
Historias (1909-1912) les dedica algunas poesías cuyos
protagonistas son niños. Estas poesías que
él califica de "Historias para niños sin
corazón", en efecto, son tan tristes y bellas que es
preferible no tenerlo. El pobre, La carbonerilla quemada y La
cojita nos muestran un Juan Ramón anecdótico, que
transforma la anécdota en puro lirismo al paso que la va
narrando.

Damos a continuación un fragmento
de:

El niño pobre

Le han puesto al niño un vestido

absurdo, loco, ridículo le
está largo y corto;

gritos de colores le han
prendido

por todas partes.

Y el niño se mira, se toca,
erguido.

Todo le hace reír al
mico,

las manos en los bolsillos.

La hermana le dice-pico de
gorrión,

tizos lindos los ojos, manos y rizos en el
roto espejo : "¡Hijo,

pareces un niño rico…!"

Por lo que respecta a otros autores que escribieron
poesía infantil

a principios del siglo xx y que fueron muy
ilustrados con portadas por todo

el mundo, podemos mencionar a muchos poetas
que, como Juan Ramón Jiménez, escribieron para la
infancia.

Ya Rubén Darío (1867-1916), el poeta modernista,
trata de contar

a una niña un cuento. Así la
pregunta:

¿Cuentos quieres, niña
bella?

Tengo muchos que contar.

De una sirena de mar.

De un ruiseñor, de una
estrella,

Y de una odalisca mora,

Con sus perlas de Basora

Y sus chalés de Bagdad.

Toda la fantasía de Rubén
Darío está en estas enumeraciones. En otra
poesía, la titulada A Margarita Debayle, Rubén
Darío rima un cuento or

iental, florido y mágico. Todos los
niños españoles lo saben:

Margarita, está linda la
mar,

y el viento

lleva esencia sutil de azahar;

yo siento

en el alma una alondra cantar:

tu acento.

Margarita, te voy a contar

un cuento.

Este era un rey que tenía un palacio
de diamantes, una tienda hecha de día y un rebaño
de elefantes. Un quiosco de malaquita y un gran manto de
tisú, y una gentil princesita, tan bonita, Margarita, tan
bonita como tú. Una tarde la princesa vio una estrella
aparecer; la princesa era traviesa y la quiso ir a coger. La
queria para hacerla decorar un prendedor, con un verso y una
perla, una pluma y una flor. Las princesas primorosas se parecen
mucho a ti… Cortan lirios, cortan rosas, cortan astros. Son
así. Pues se fue la niña bella, bajo el cielo y
sobre el mar, a cortar la blanca estrella que la hacía
suspirar.

Estas muestras las incluimos de la mano de
Carmen Bravo Villasante no tanto por la muestra de estas
poesías que son la versión infantil del
decorativismo fantástico que introdujo el modernismo
poético, sino más bien porque encontró su
equivalencia gráfica excelente en dibujantes como
José Zamora.

Son conocidísimas en el repertorio
infantil las poesías de La rosa niña, leyenda
religiosa de la niña que se transformó en rosa para
ofrendarse al Señor, y Los motivos del lobo, que relata el
episodio de San Francisco de Asís con el lobo. Bellos
ejemplos de poesía con asuntos religiosos.

Que Rubén Darío
escribía pensando en los niños lo muestra las
poesías tituladas Pequeño poema infantil, aquel que
empieza:

Las hadas, las bellas hadas, existen, mi
dulce niña.

y La copa de las hadas, sobre el mismo
tema.

Francisco Villespesa, otro poeta modernista
(1879-1936), hace evocaciones líricas de los personajes de
los cuentos clasicos infantiles: Cenicienta,
Caperucita:

-Caperucita, la más pequeña
de mis amigas, ¿en dónde está? -Al viejo
bosque se fue por leña, por leña seca, para amasar.
-Caperucita, di, ¿no ha venido? ¿Cómo tan
tarde no regresó? Tras ella todos al bosque han ido, pero
ninguno se la encontró. Decidme, niño,
¿qué es lo que pasa? ¿Qué mala nueva
llegó a la casa? ¿Por qué esos llantos, por
qué esos gritos? ¿Caperucita no regresó?
-Sólo trajeron sus zapatitos… ¡Dicen que un lobo
se la comió!

Salvador Rueda (1857-1933) tuvo aciertos
que merecen pasar al

repertorio infantil pero poco se puede
decir a cerca de las ilustraciónes de su obra a pesar de
portadas de libros.

Pero hasta Federico García Lorca
(1898-1936) no se capta realmente la esencia de la poesía
infantil. Sus canciones y cancioncillas, saladísimas,
desatinadas, tienen el ritmo que les gusta a los
niños.

En su libro Canciones tenemos una parte
titulada "Canciones para

niños", que merecería en sus
escasas páginas ser trasladada íntegramente a esta
breve historia de la literatura infantil. Están dedicadas
a niñas: La canción china en Europa, La
cancioncilla sevillana, El paisaje, La canción tonta.
Todas ellas, así como la que no tiene título del
lagarto y la lagarta, son obras maestras de la literatura
infantil.

El poeta granadino compuso este librito de
Canciones en sus primeros años de estancia en la
Residencia de Estudiantes. En este precioso libro su "musa
vestida de corto", como él mismo dice, juega y salta con
graciosa e infantil ingenuidad. Sus poemas, muy apropiados para
los niños, se han hecho famosos.

Como ha dicho, muy acertadamente, Angel del Río, "la
ironía discurre en todo el libro por cauces de gracia
sutil e inocente".

He aquí algunas muestras de esta
poesía infantil de Federico García
Lorca:

A Mademoiselle Teresita
Guillén

tocando su piano de seis notas.

El lagarto está llorando,

la lagarta está llorando.

El lagarto y la lagarta

con delantalitos blancos.

Han perdido sin querer

su anillo de desposados.

¡Ay, su anillito de plomo:

ay, su anillito plomado!

Un cielo grande y sin gente

monta en su globo a los
pájaros.

El sol, capitán redondo,

lleua un chaleco de raso.

¡Miradlos, qué viejos son!
Qué viejos son 1os lagartos!

¡Ay, cómo lloran y lloran; ay,
ay, cómo están llorando!

A los niños les parece muy natural que los lagartos
lleven

delantalitos blancos y que el sol vaya
vestido de raso.Que el capitán redondo sea el sol y hay
que verlos accionar cuando recitan esta poesía y cuando
con sus manitas intentan dibujar o ilustrar alguna estrofa con
acuarelas lápiz de color etc.

¡Qué caprichosito es el
niño de la Canción tonta! Gracias a que su
mamá le da los gustos:

Mamá, yo quiero ser de plata.
Hijo,tendrás mucho frío.

Mamá,

yo quiero ser de agua.

Hijo,

tendrás mucho
frío.

Mamá,

bórdame en tu almohada.

¡Eso sí!

¡Ahora mismo!

Muy graciosa y original es la poesía titulada
Canción china en Europa, que los niños recitan
moviendo alternativamente la cabeza, como corresponde a las
distintas acciones y personajes que indican los versos:

La señorita del abanico

va por el puente del fresco
río.

Los caballeros, con sus levitas,

miran el puente sin barandillas.

Las señoritas del abanico y los
volantes buscan marido.

Los caballeros están casados con
altas rubias de idioma blanco.

Los grillos cantan por el oeste.

(La señorita, va por lo
verde.)

Los grillos cantan bajo las
flores.

(Los caballeros, van por el
norte.)

García Lorca comprende todo el
encanto que se encierra en las

canciones y poesías de su infancia y
trata de apresar su gracia volandera y

fugitiva. También siente el poeta
una dulce y triste añoranza por la infancia

perdida. En algunos momentos hasta quisiera
volver a ella. Y es "poeta

infantil" sólo por sentirse otra vez
niño.

En la Balada de la Placeta (1919), el poeta
y los niños entablan un

diálogo, nostálgico por parte
del poeta:

Cantan los ninos

en la noche quieta:

¡Arroyo claro,

fuente serena!

Los niños: ¿Qué tiene
tu divino

corazón de fiesta?

Yo: Un doblar de campanas

perdidas en la niebla.

Los niños: Mójalas en el
agua

de la canción
añeja:

¡Arroyo claro, fuente
serena!

Los niños: ¿Por qué te
vas tan lejos

de la plazuela?

Yo:

Voy en busca de magos

y de princesas.

Y yo me iré muy lejos,

más allá de esas
sierras,

más allá de 108
mares,

cerca de las estrellas,

para pedirle a Cristo
Señor

que me devuela

mi alma antigua de niño,

madura de leyendas,

con el gorro de plumas

y el sable de madera.

Los niños:Ya nos dejas cantando en
la plazuela:

¡Arroyo claro,

fuente serena!

Emociona leer cómo Federico García Lorca
pedía la inspiración a los niños y buscaba
su "alma antigua de niño". Los simbólicos
niños de La Balada de la Placeta actúan como unos
espíritus inspiradores, ellos le dicen dónde buscar
la fuente de su poesía. Esta misma idea que vemos
reflejada en más de un poeta/escritor de literatura
infantil y juvenil también se puede encontrar en la bellas
artes y más concretamente y para lo que nos concierne
aquí la ilustracion de cuantos infantiles asi por ejemplo
grandes artistas siempre han intentado imitar la sencillez y
enorme imaginación que tienen los niños el mismo
Pablo Picasso dijo una vez que había intentado toda su
vida dibujar como un niño.

La musa de la poesía de Frederico
Garcia Lorca es una musa niña, que le sopla al oído
sus más bellos poemas. Si nos cabía la duda,
aquí está clarísimo. Desde que oyó
estos consejos García Lorca, bien escriba para
niños o para mayores, atiende a la musa infantil que juega
al corro con sus amigos. A ella se debe también este poema
surrealista, que no es más que un poema
infantil:

Vals en las ramas

Cayó una hoja

y dos

y tres.

Por la luna nadaba un pez.

El agua duerme una hora

y el mar blanco duerme cien.

La dama

estaba muerta en la rama.

La monja

cantaba dentro de la toronja.

La niña iba por el pino a la
piña.

Sin duda, García Lorca no sólo inventaba,
recogía de la tradición folklórica infantil.
Existen obras suyas con ilustraciones inumerables por todo el
mundo recojemos algunas . Recuérdese la canción del
mismo estilo que cita Unamuno en Amor y pedagogía, cuando
refiere las distracciones del pobre niño Apolodoro, que
recita la siguiente poesía:

Teresa, de la cama a la mesa;

confites, de 10 que tú me
diste;

tabaco, no lo gasta mi majo;

de hoja, para meterme monja;

del Carmen, para servir a un
fraile;

Francisco,

por las llamas de Cristo;

barbero, sángrame, que me
muero;

de lado, de dolor de costado;

arriba, hay una verde oliva;
abajo,

hay un verde naranjo;

en medio,

hay un niño durmiendo.

Escribió García Lorca algunos romances que, como
el de Los peregrinitos, se han hecho muy populares. En general,
la poesía de García Lorca gusta muchísimo a
los niños y es muy ilustrada. De toda su obra
podría entresacarse material para una antología
infantil. En Doña Rosíta o el lenguaje de las
flores, en La zapatera prodigiosa hay fragmentos líricos y
narrativos puramente infantiles y se ven ilustraciones y portadas
magnificas en las bibliotecas de todo el mundo.

El lirismo de sus versos, las
imágenes, el colorido, el esquematismo de la
composición y viveza de los contrastes hacen que
García Lorca, en muchos aspectos, sea apto para los
niños y la ilustración. No tiene nada de
extraño. Federico García Lorca se inspiraba en el
venero de lo popular, y ya sabemos que lo infantil se da la mano
con lo popular. Ciertamente que García Lorca se
interesó mucho por todas las manifestaciones populares. En
sus viajes por España recoge elementos tradicionales en
canciones y poesías. Ya hemos dicho anteriormente que en
1930 dio una conferencia sobre el tema Las nanas infantiles,
donde estudia esta ingenua forma poética, que será
fuente de su inspiración. La conferencia completa bien
podría servir de capítulo a una gran historia de la
literatura infantil española.

El poeta Rafael Alberti (1903), gran amigo
de García Lorca,también escribe para los
niños y siente predilección por lo popular.
Precisamente en una conferencia que dio, acompañado al
piano por Lorca, el poeta hace una definición del
surrealismo, hacia el que ambos se encaminan, de sumo
interés para nuestro tema. Dice que es una
exaltación de lo ilógico, lo subconsciente, lo
monstruoso sexual, el sueño, el absurdo…

El surrealismo existía ya desde
mucho antes que los franceses trataran de definirlo y exponerlo
en sus manifestaciones. El surrealismo español se
encontraba precisamente en lo popular, en una serie de
maravillosas retahílas, coplas, rimas
extrañas….

Si prescindimos de la sexualidad, todo
parece concentrarse para

una definición de la
ilustración de la literatura infantil. Es, pues, muy
natural que muchas ilustraciónes de Alberti sean
infantiles, aunque no expresamente concebidas y hechas para los
niños y los mayores.

En el libro de Marinero en tierra, al que
saludó tan alborozadamente Juan Ramón
Jiménez, la mayor parte de las poesías son para
niños. Ofrecemos algunos ejemplos tomados al
azar:

Del barco que yo tuiera,

serias tú la costurera.

Las jarcias de seda fina;

de fina holanda, la vela.

¿Y el hilo, marinerito?

Un cabello de tus trenzas.

Geografía física

Nadie sabe geografia

mejor que la hermana mía.

La anguila azul del canal enlaza las dos
bahias.

Dime, ¿dónde está el
volcán de la frente pensativa?

Al pie de la mar morena,

solo, en un banco de arena.

Nadie sabe geografía

mejor que la hermana mía.

Entre los versos menores de Alberti, no son menos graciosos
y

bonitos los "parpadeantes" y
"malabáricos", cuyos vocablos cruzan al aire como una
pelota infantil de colorines:

Dondiego sin don

Dondiego no tiene don.

Don.

Don dondiego

de nieve y de fuego;

don, din, don,

que no tenéis don.

Abrete de noche,

ciérrate de dia,

cuida no te corte

la tia Maria,

pues no tienes don.

Don dondiego

que al sol estáis ciego;

don, din, don

que no tenéis don.

Algunas de estas poesías están inspiradas en los
cancioneros antiguos, son refundiciones de poesía
tradicional. A este respecto son válidas las palabras que
citamos de Gabriela Mistral, que señalan la
relación del género infantil y las rondas de
niños con los antiguos cancioneros.

Tanto Alberti como García Lorca han
comprendido tan bien la esencia de lo infantil y de lo popular,
que muchas de sus composiciones circulan como anónimas. No
extrañaría escuchar de labios de algún joven
campesino esta canción de Alberti:

La corza blanca

Mi corza, buen amigo;

mi corza blanca,

10s lobos la mataron

al pie del agua.

Los lobos, buen amigo,

que huyeron por el rio.

Los lobos la mataron

dentro del agua.

Es seguro que los niños se divierten con la
poesía alegre, clara y sencilla de Alberti. ¡Si
parece un juego ésta de los toros, casi una corrida
infantil!

¡Qué revuelo!

Aire, que al toro torillo

le pica el pájaro pillo,

que no pone el pie en el suelo.

Igualmente el estilizado poema que se titula Penaranda del
Duero

podría dirigirse a un niño,
con su carrito de juguete:

¿Por qué me miras tan serio,
carretero?

Tienes cuatro mulas tordas,

un caballo delantero,

un carro de ruedas verdes

y la carretera toda

para tí,

carretero.

¿Qué más
quieres?

Con éste podrían citarse
muchos ejemplos repartidos todo a lo largo de la obra de Alberti.
De su afición a lo infantil queda el recuerdo de las
geniales improvisaciones en -el escenario del teatrillo del
Instituto-Escuela en 1936, cuando en sus obritas para
niños imitaba el canto del gallo o la pájara-pinta,
y pronunciaba con alegre locura interminables retahílas
sin sentido y estribillos ilógicos, absurdos y
disparatados, cuajados de bellas imágenes.

Carmen Bravo Villasante describe al Alberti
de entonces como poeta que sentíase a la vez juglar,
marioneta y muñeco de guiñol, para divertir y
encantar a los niños. Todo esto era producto de la
época más disparatada y alegremente absurda de la
historia literaria española, bullente de movimientos
ultraístas y futurismos balbucientes, tan próximos
al niño, tan infantiles en su origen. La época,
quizá, más propicia al niño, en la que el
género de la literatura infantil halló más
creaciones geniales, tanto en lo literario como en la
ilustración artística.

Podríamos seguir así durante
muchas más páginas centrándonos y a la vez
desviándonos por las diversificaciones de la
temática autentica que nos ocupa que es la historia de la
ilustración de la literatura infantil y juvenil. Y es que
sea – dicho de paso- que realmente es imposible escribir la
historia de la ilustración propiamente dicha sin hacer
incursiones constantes en sus ramificaciones como la historia de
la literatura, la poesía , la ilustración o las
bellas artes.

Para empezar habría que definir lo
que realmente es la ilustración. La primera
aceptación del diccionario Maria Moliner dice asi:
Ilustración 1 Acción y efecto de ilustrar 2.
Cultura no profunda de las personas corrientes: No tiene ninguna
ilustración. 3 Dibujo o fotografía, etc. que
acompaña al texto de un libro, etc. 4. Se aplica a algunas
publicaciones periódicas con ilustraciones de esa clase.
5. Acep.recientem. aprobada para su inclusión en el
D.R.A.E. "Movimiento ideológico que culminó en el
siglo XVIII, en favor de la secularización de la
cultura".

Ninguna y todas de estas aceptaciones del
diccionario mencionado tiene alguna utilidad para nosotros las
definiciones se nos antojan algo anticuadas y fragmentarias,
aparte de que, como la mayoría, sobre todo si se pretende
que sean breves como desgraciadamente pasa con todo buen
diccionario, acaban enseguida por parecernos parciales, aunque
nos aproximen casi siempre algo a nuestro objetivos

 

 

Autor:

Wilkovon Prittwitz

 

Partes: 1, 2
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