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Descentralización (página 3)



Partes: 1, 2, 3

El gobierno
federal y las regiones federales

El estado debe plantear o establecer una clara
distinción entre las que son responsabilidades del
gobierno federal central y las de las regiones
federales.

Una definición de gobierno federal central es la
de: Poder público a través del cual se ejerce la
soberanía nacional y se representa jurídicamente a
la nación. Está formado por los tres Poderes de la
Unión: Legislativo, Ejecutivo y Judicial Federal con el
fin de ejecutar los ordenamientos que la Constitución
Política confiere a la Federación. Para fines
presupuestarios y contables, este concepto incluye a los
órganos administrativos de los tres Poderes de la
Unión a los Ramos Generales y a los organismos
autónomos: Instituto Federal Electoral, Comisión
Nacional de Derechos Humanos, Auditoría Superior de la
Federación, Tribunal Fiscal de la Federación;
excluye a los Organismos y Empresas de Control Presupuestario
Directo e Indirecto.

En principio, por ejemplo, puede pensarse que deben
corresponder al gobierno federal central las siguientes
responsabilidades:

a) Relaciones internacionales;

b) Defensa nacional;

c) Policía federal;

d) Legislación de carácter general,
común a todas las regiones; a partir de un Congreso
emanado de elecciones con distrito electoral regional y renovado
bianualmente por tercios, o por mitad a la mitad del
período presidencial;

e) Jurado Nacional de Elecciones;

f) Corte Suprema de la República;

g) Definición de normas y parámetros
nacionales (en educación, salud, vivienda, actividades
productivas, transportes y comunicaciones, etc.);

h) Ejecución de grandes obras de interés
multiregional;

i) Operación de proyectos de interés
general, y;

j) Administración provisional y temporal de un
Fondo Nacional de Compensación que distribuya los "nuevos
ingresos" a las regiones con menos recursos.

El país debe proponerse como meta que en un lapso
de tiempo de no más de 20 (veinte) años, el
gobierno federal sólo maneje la fracción de
presupuesto general estatal que resulte necesaria para el
cumplimiento de dichos propósitos y que, según
experiencia de países desarrollados, no debe pasar del
42-54 % del total, largamente distinto del 96 % que controla
hoy.

El resto del presupuesto plenamente, debe pasar a ser
administrado por los gobiernos regionales y los municipios
provinciales y distritales.

En principio y por ejemplo las responsabilidades que
deben asumir los gobiernos regionales son los
siguientes:

  • a) Policía regional. La Policía
    de tránsito deberá ser responsabilidad de los
    municipios provinciales.

  • b) Legislación de carácter
    regional.

  • c) Jurado Regional de Elecciones. Los Jurados
    Provinciales deberán ser de responsabilidad de las
    provincias.

  • d) Corte Superior. Los Juzgados de Primera
    Instancia deberán ser responsabilidad de las
    provincias y/o distritos.

  • e) Adecuación de las normas y
    parámetros nacionales y definición de las
    normas y parámetros regionales.

  • f) Ejecución de obras de interés
    regional.

  • g) Operación de proyectos de
    interés regional.

  • h) Las provincias y/o distritos, según
    corresponda en cada caso, deben asumir íntegramente
    las responsabilidades de manejar y operar los
    establecimientos de educación y salud que hoy maneja
    el Estado.

Se habla que es un proceso de largo aliento, y que a fin
de minimizar los riesgos, todo ese traslado de responsabilidades
debe concretarse en un razonable plazo final también de
hasta 20 años, en el que, sin pausa, sin excepción,
año a año, en el marco de un cronograma
pre-establecido surgido del diálogo, los nuevos
responsables vayan asumiendo nuevas responsabilidades.

No deberá consentirse al gobierno central
incumplimientos de ninguna índole. Debe haber cabal
conciencia de ello. Y cada sucesivo gobierno central y cada uno
de los sucesivos gobiernos regionales, de acuerdo al cronograma
preestablecido, deben ser evaluados en función de su
cumplimiento.

No uno sino mil
responsables

A fin de mantener el mínimo de racionalidad que
hoy se da en torno a las elecciones generales y municipales, la
elección de los gobiernos regionales debe representar el
derecho de los que ganen dichos gobiernos a conformar libremente,
pero como resultado del diálogo interno, sus propios
gabinetes de secretarios regionales.

Un ejemplo de estos podría ser en principio
secretarios de Agricultura y actividades afines, Transportes y
Comunicaciones, Vivienda y Construcción, Educación,
Salud, Energía y Minas, Industria y Comercio, y Gobierno
Interior y Policía.

El estado o país como lo queramos llamar no puede
ni debe seguir siendo manejado por una persona. Además de
esto, no debemos temer ante el crecimiento repentino en el
número de funcionarios de un país siempre y cuando
sepamos que en realidad están cumpliendo con sus
obligaciones y responsabilidades asignadas, caso contrario el de
tener miles de funcionarios públicos pero que los mismo no
tengan ningún tipo de responsabilidad, es decir,
desprovistos realmente de capacidad de decisión, sin metas
que cumplir, y sin otras que rutinarias obligaciones
burocráticas intrascendentes.

Los que se quiere establecer en Perú como
país es que sus recursos no sean manejados por quien asuma
la presidencia del estado, si no que se transfieran a diferentes
regiones que componen el país y que esto puedan derogar en
que invertir estos recursos de acuerdo a sus necesidades,
además de esto que los diferentes funcionarios
públicos empezando por el presidente hasta el alcalde de
pueblo más remoto de país pueda ser evaluado por el
pueblo que lo eligió en lo que se refiere al cumplimiento
eficiente y eficaz de sus funciones y no sea un grupo cercano o
adeptos a estos lo que se encarguen de hacerlo.

El Presupuesto
del Estado: instrumento decisivo

Durante el proceso de transferencia de las
responsabilidades del actual Estado centralista a las regiones,
el Presupuesto del Estado Peruano debe constituirse en un
importantísimo instrumento descentralizador. En
efecto:

  • a) Trasladar, dentro del cronograma
    preestablecido, año a año, sin
    excepción, cada vez más recursos a las regiones
    y provincias, representará un reto formidable y una
    experiencia altamente aleccionadora. Mas ello deberá
    hacerse, invariablemente, en el contexto de una gran
    difusión e información mensual a través
    de los medios masivos que deberá controlar el Estado
    central –radio, prensa escrita y televisión-,
    información que, obligatoriamente, a través de
    medios regionales privados, debe llegar constantemente a
    manos de toda la población, para que cabalmente
    supervise y fiscalice el uso de esos recursos.

  • b) A fin de expresamente fomentar la
    descentralización, en tendencia
    sistemáticamente creciente hasta alcanzar una meta
    razonable, y luego progresivamente decreciente, los sueldos y
    salarios de la administración central y regional deben
    claramente privilegiar a quienes trabajan fuera de Lima y a
    quienes trabajan cada vez más lejos de los centros
    regionales.

Un criterio podría ser, por ejemplo, y en tanto
se llegue a la meta prevista, hacer crecer paulatinamente los
sueldos y salario de la administración pública
hasta que alcancen a ser tantas veces como días de acceso
hay hoy a la capital del país.

Simultáneamente, deberá fomentarse a la
empresa privada para que haga otro tanto. Con ello, al fin y al
cabo, tampoco estaremos inventando nada nuevo. Véase a
este respecto lo que hacen por ejemplo las empresas
transnacionales cada vez que trasladan a un funcionario fuera de
su sede central: lo estimulan con 3, 4 y hasta 7 veces su sueldo,
en tanto más remoto sea su nuevo destino.

Agroindustria, turismo y oro: opciones
estratégicas

Para que se descentralice y desarrolle un país no
es suficiente que este disponga de grandes recursos explotables.
El Perú dispone de gigantescos depósitos de riqueza
y, no obstante, nos contamos entre los pueblos más pobres
y subdesarrollados del mundo.

La explotación de los grandes recursos naturales
de que todavía dispone el Perú demanda enormes
inversiones que ni el Estado central ni las regiones federales ni
los capitales nacionales dispondrán en
centurias.

Estamos pues a expensas de los grandes capitales
transnacionales. Mas ellos, como es lógico suponer,
deciden invertir y explotar los recursos de nuestros
países en función de sus intereses y necesidades,
no de las nuestras. ¿No nos resulta patética y
elocuente la declinación de Shell-Mobil para la
explotación del gas de Camisea? Y, finalmente, traer
grandes recursos foráneos no es otra cosa que resignarse a
obtener una pequeña fracción de los excedentes que
generan esos recursos. Por lo demás, el mundo globalizado
de hoy supone una voraz e implacable competencia por atraer
capitales internacionales. Competencia en la que no tenemos
precisamente una ventaja decisiva que ofrecer. De otro lado,
durante largas décadas venimos siendo engañados
-inadvertidamente en unos casos, e interesadamente en otros- con
la letanía de que "sin industria -manufacturera- no hay
desarrollo".

Pero también con la monserga de que "sin
exportaciones -manufactureras- no hay desarrollo". Quienes ello
difunden, y quienes ello suscriben, están, en realidad,
hablando de la gran industria manufacturera. Es decir, de la
industria con economías de escala; de la industria con
tecnología de punta, que a ese respecto depende total y
absolutamente de los países del Norte, exclusivos
proveedores de los bienes de capital necesarios, y que cobran
royalties por utilizarla; de la industria que en gran escala
utiliza insumos importados, cuya adquisición presiona
constantemente el precio de nuestras divisas, y; finalmente, de
la industria cuyos mercados se encuentran básicamente
fuera del país.

En definitiva, de una industria pensada en los intereses
de cualquiera menos de los peruanos. Por lo demás, e
inexorablemente, se trata de una industria en la que -por lo ya
anotado- no tenemos ninguna ventaja comparativa absoluta. Ella se
monta y desmonta en función, una vez más, de los
intereses transnacionales. Basta mirar lo que viene ocurriendo en
Corea del Sur: cientos de enormes fábricas de
última generación están siendo desmontadas
por las mismas transnacionales que las montaron hace sólo
unas décadas.

A partir de esa experiencia, y de cara al futuro, si en
todo momento -y más aún ahora con las enormes
limitaciones de autonomía que impone la dependencia- no
colocamos la imaginación al servicio del Proyecto
Nacional, poco podemos esperar.

Pero también a este respecto debemos volver los
ojos a los países desarrollados del Norte, prescindiendo
de ese caso tan excepcional que constituye Estados Unidos, cuya
magnitud de riqueza resulta inigualable habida cuenta de las
otras razones por las que ha alcanzado el Desarrollo. Dejando de
lado esa excepción, podemos preguntarnos, ¿acaso
los países desarrollados han puesto históricamente
todos sus recursos en la explotación de todos sus sectores
de la economía? No. ¿Han sido, por el contrario,
acaso racional y estratégicamente selectivos? Sí.
En efecto, cada uno de ellos -deliberadamente o no, para la gran
acumulación de excedentes que han obtenido en los
últimos siglos- ha puesto énfasis en aquellos
sectores en los que tenía una gran ventaja comparativa o
una ventaja comparativa absoluta.

Inglaterra explotando sus grandes minas de hierro y
carbón, y otro tanto Alemania.

Francia y Bélgica; así como Suiza, en la
explotación de los sectores pecuarios y
agropecuarios.

Y hoy buena parte de la riqueza de España,
Francia e Italia se está logrando a partir del turismo,
dado que en él tienen ventajas comparativas enormes,
cuando no absolutas en comparación con el resto de los
países de Europa.

Siempre, pues, ha habido una gran selectividad a la hora
en que los grandes países han optado por "escoger las
palancas" de su Desarrollo. Quizá muchas veces no ha sido
una selección explícita, quizá nunca ha
figurado explícitamente en un gran plan nacional o en un
proyecto nacional. Pero ha habido, sí, y siempre, una
sabia selectividad implícita, efectiva y altamente
eficiente.

¿Por qué no vamos a actuar nosotros en
términos similares y equivalentes? ¿Qué nos
impide seguir un camino tan seguro y exitoso como
ése?

¿Tiene el Perú alguna o varias grandes
ventajas comparativas reales, o algunas o varias ventajas
comparativas absolutas? Claro que las tiene. Pero precisamente en
el contexto de la dependencia hegemónica han sido puestas
de lado. Y es que, coherentemente, a los centros
hegemónicos nunca les ha interesado desarrollar y
descentralizar al Perú. Pero a nosotros sí. Veamos
pues.

El Perú tiene tres rubros en los que cuenta con
ventaja comparativa absoluta respecto de la mayor parte del resto
de los pueblos de la Tierra:

  • 1) su riquísima potencialidad
    agronómica, en razón de su azarosa pero
    virtuosa combinación de latitud geográfica y
    diversidad de pisos ecológicos;

  • 2) su enorme potencialidad turística,
    y;

  • 3) su gigantesca potencialidad minera, a
    disposición de una masiva mediana y pequeña
    minería, y, en particular, y de larguísimo
    afianzamiento histórico, de minería en
    lavaderos de oro.

De manera asombrosa y extraordinaria
nuestras tres grandes potencialidades están
increíblemente repartidas a lo largo y ancho del
territorio nacional.

Las tres son de una potencialidad
descentralista enorme. Ninguna de ellas, sin embargo, ha sido
puesta aún, decidida y audazmente, al servicio del
Proyecto Nacional Peruano.

Y, lo que es tanto más importante, para la
explotación de ninguna de esas tres grandes riquezas es
necesario convocar a ninguna de las cien más grandes
empresas transnacionales del mundo. Basta, para explotarlas y
desarrollarlas, convocar el concurso de cientos y miles de
actuales y nuevas medianas y pequeñas empresas
peruanas.

Pero también debemos ser capaces de convocar a
cientos y miles de grandes, medianas y pequeñas empresas
del mundo, ninguna de las cuales exigirá sin embargo al
país las condiciones que por lo general plantean las
gigantes transnacionales del mundo.

Y en lo que a potencialidad agronómica se
refiere, todo habrá de pasar por decisiones firmes y
audaces. Se trata de convertir en fuente inagotable de riqueza un
territorio con potencialidades agrícolas únicas e
inestimables.

A diferencia de las grandes planicies de granos de
Estados Unidos, Rusia, China, Argentina e incluso Egipto, de
vocación natural para el monocultivo, los
variadísimos 84 distintos ecosistemas que se dan en el
Perú de los 103 que existen en el planeta, en las
más diversas latitudes desde las ecuatoriales a las
meridionales, en las más diversas altitudes desde el nivel
del mar hasta por encima de los 5 000 metros sobre el nivel del
mar; y en muy diversos meridianos desde el Pacífico hasta
la inmensa amazonía, ofrecen una inacabable
vocación natural hacia el pluricultivo.

Por lo demás, en términos relativos, poco
países del mundo podrían aumentar la frontera
agrícola en la impresionante proporción en que
podría hacerlo el Perú, precisamente porque muy
poco se ha hecho en estos últimos dos siglos. Sólo
recuperando y poniendo nuevamente en producción la
gigantesca andenería abandonada en estos siglos,
incorporaríamos a la producción tanto como 50 veces
el tamaño de Israel.

A su vez, dos y tres veces el territorio de Suiza
podría incorporarse con pequeñas y medianas
irrigaciones en los Andes. Y una extensión incluso
más grande que el territorio de Japón, con las
grandes irrigaciones que, en el largo plazo, podría
ejecutar el Perú. Dispone para ello de esas inmensas y
desérticas costas que, paradójicamente, hoy ven
discurrir hacia el océano, en interminables torrentes de
agua dulce, buena parte del 5 % de los recursos de agua dulce del
planeta que circulan por territorio peruano, no obstante que su
extensión es apenas es el 0.87% del área
continental del globo terráqueo.

El empresario peruano Miguel Vega Alvear ha dirigido una
investigación en la que, además de revelarse que en
2 millones 200 mil hectáreas de cultivos los agricultores
han obtenido ingresos brutos promedio de sólo 1000
dólares por hectárea, hay hasta 500000
hectáreas en las que con riego y explotación
tecnificados esos ingresos pueden multiplicarse 6, 7 y hasta 10
veces, e incluso hasta 20 incorporando el valor agregado
necesario para la exportación.

Imagínese, además, que la tierra
agrícola de que hoy se dispone, y toda la que pueda
incorporarse en el mediano plazo, se exploten con los más
avanzados sistemas de riesgo y explotación
tecnificados.

Por su parte, en términos de turismo, el
Perú es capaz de ofrecer uno de los abanicos de
posibilidades y motivaciones de viaje más grande que
existe. Mil facetas distintas en turismo de aventura, en las
playas, en los ríos, en la cordillera; mil alternativas de
turismo deportivo, en sus costas, lagos y ríos, en la
cordillera y en sus cumbres nevadas; mil oportunidades de turismo
ecológico, en parques nacionales y ecosistemas naturales
únicos en el globo, atrayentes tanto para especialistas
como para no iniciados; mil variantes de turismo recreativo
cultural, la más variada diversidad de danzas,
música, comidas y mitos, en los más variados y
sublimes paisajes; mil posibilidades de turismo
científico, para geólogos, mineros,
hidrobiólogos, ornitólogos, entomólogos,
etc.

Y, para concluir aunque no por ello hayamos agotado el
repertorio, infinitas atracciones históricas, desde el
paleolítico hasta la Colonia, pasando ciertamente por el
inkanato y su más portentosa joya, Machu Picchu.
Agréguese a todo ello el involuntario pero
virtuosísimo privilegio del Perú. En efecto, a
diferencia de los grandes centros de atracción
turística del mundo, por sus particulares
características climatológicas, la mayor parte de
los atractivos turísticos del Perú pueden ser
visitados los doce meses del año.

¿Qué ocurriría si, tras
políticas y decisiones audaces, ingeniosas y firmes, el
Perú, en veinte o incluso en diez años logra atraer
no los 700 mil turistas que hoy casi inercialmente llegan al
país, sino tantos como los 40 millones que llegan
anualmente a España, por ejemplo? Pues simple y
llanamente, sólo por ese concepto, se incrementaría
en 60 % el PBI actual del país.

¿Y qué ocurriría si en esos mismos
veinte años o incluso también en diez
fuésemos capaces de poner bajo riego y producción
tecnificados el 50 % de toda el área agrícola
actual del país y el 30 % de la andenería hoy
abandonada? Pues virtualmente también duplicaríamos
el actual PBI.

Sólo con el aporte incremental de esos dos
sectores de la economía. Es decir, sin contar con el
crecimiento de la pesquería, la minería, la
construcción y todo el resto de las actividades
productivas del país, incluyendo la producción
masiva de nuestros grandes yacimientos de oro lavado.

Desde nuestra perspectiva pues, el Proyecto Nacional que
el Perú deberá poner en ejecución desde los
primeros días del siglo XXI deberá apoyarse en tres
pilares fundamentales:

1) la agricultura tecnificada,

2) el turismo y,

3) la explotación masiva de la riqueza minera y
aurífera.

Son los tres más importantes rubros de nuestra
economía en los que el país tiene ventaja
comparativa absoluta. ¿Por qué? Porque Estados
Unidos, por ejemplo, podrá cosechar naranjas y limones,
paltas y chirimoyas, o maca y uña de gato, en costosos
invernaderos en Colorado o en Oklahoma, pero no podrá
jamás llevarse a su territorio la cordillera de los Andes
y sus climas, ecosistemas y paisajes; pero tampoco Machu Picchu
ni Chavín de Huántar, y tanto menos la
Amazonía y el Titicaca.

Nuestras riquezas aún no explotadas son
irrepetibles e irreproducibles. Lo son, en cambio, Epcot y Disney
world, e incluso la Torre Eiffel. Debemos pues ser capaces de
grandes y audaces decisiones estratégicas a partir de
nuestras grandes e inigualables ventajas comparativas. Lo
demás, esto es, las opciones "tradicionales", ésas
que ya conocemos y que no han hecho sino contribuir más a
nuestro subdesarrollo y atraso, no pasan de ser una torpe o
interesada miopía o, lo que es tanto más grave, una
vil e igualmente interesada mentira.

Fiscalización y
sanciones

En coherencia con una agresiva política de
estímulos económicos, debe ponerse en
práctica en el país una también agresiva,
sólida y consistente política de
fiscalización y sanciones a todas las formas abiertas y
encubiertas de uso ilícito de los recursos
económicos del país.

A fin de garantizar una mayor eficiencia, tanto en la
concesión de los estímulos, como de la
ejecución de la fiscalización y de la
administración de las sanciones, unos y otras deben darse,
en primera instancia, a nivel provincial o distrital,
según corresponda.

Premios y reconocimientos

El gran reto que se traza Perú en su camino a la
descentralización exige intensificar, fortalecer cada una
de las actividades del país: individuales, empresariales,
sociales, distritales, provinciales y regionales.

En Perú se quiere reconocer el carácter
progresista de todos y cada uno de los que contribuyen con
crecimiento y fortalecimiento del país, Deberá pues
premiarse y reconocerse públicamente todo aquello que la
incentive y promueva, todo aquello que objetivamente la vaya
incrementando y afianzando.

Sin retaceos ni mezquindades de ninguna índole
debe crearse, a nivel nacional y regional, la más amplia y
variada gama de premios y reconocimientos. Y, consecuentemente,
debe movilizarse a todos los sectores sociales y productivos para
que anualmente propongan candidaturas y conformen jurados
calificadores.

Una nueva capital
para el Perú

Lima, desde su "fundación" española, ha
estado colocada de espaldas al Perú. A diferencia de la
sabia y trascendental decisión de Hernán
Cortés en México fundando la ciudad a 300
kilómetros de la costa atlántica, Pizarro dispuso
la fundación de la capital colonial Peruana en un punto en
el que se asegurara la exportación de las inmensas
riquezas ya avistadas en el vasto territorio andino.

Como durante los casi 300 años de la Colonia,
desde los inicios de la República el rol de Lima ha
seguido siendo el mismo: centro del poder hegemónico
interno y vía de salida de las principales riquezas
peruanas al exterior. Y siempre de espaldas al resto del
país.

Ese nefasto esquema no puede seguirse manteniendo y,
menos aún, en el contexto de un serio y coherente proyecto
de descentralización del país. La capital del nuevo
Perú, necesaria e incuestionablemente, debe desplazarse a
un punto de los Andes centrales o de los Andes
Orientales.

Quizá al valle del Mantaro. Quizá en las
inmediaciones de La Merced (Chanchamayo). Precisar aquí la
ubicación carece de importancia, máxime si, dada la
pobreza de nuestros recursos económicos y financieros,
concretar el cambio sólo podría hacerse,
eventualmente, bien entrado el próximo siglo.

En todo caso, sí debe inculcarse entre nosotros
la convicción de que, en ningún caso, debemos
aspirar a despliegues urbanísticos y
arquitectónicos tan faraónicos como los que se han
dado en Brasilia Donde se le ubique y cuando se le erija, nuestra
nueva capital, aunque inevitablemente moderna, deberá ser
sobria y austera, como todo lo nuevo que debe hacerse en el
Perú.

La necesidad de alcanzar este objetivo, y dotado de esas
características, debe formar parte de la conciencia
lúcida de todos los peruanos. Sobre todo porque, a
diferencia de hace 30 o 40 años, los extraordinarios
avances de la informática y las comunicaciones a distancia
permiten hoy superar inconvenientes que objetivamente antes eran
insuperables, a menos que se incurriera en inversiones
descomunales.

Conclusión

Con la caída del primer imperio andino, se dio
paso a un segundo período de descentralización.
Tampoco por simple coincidencia fueron mil años de
florecimiento y gran desarrollo material y cultural. Basta
reconocer que entre el siglo V aC y el siglo V dC, surgieron las
magníficas civilizaciones Mochica, Lima
(Pachacámac), Paracas, Nazca y Tiahuanaco. Consideradas
expresiones de creatividad y manifestaciones de riqueza en todo
el territorio andino.

El centralismo nunca se ha hecho presente durante la
vigencia de los Proyectos Nacionales. Por el contrario, durante
dichas experiencias, siempre se ha expuesto una "natural"
afición a la descentralización que, aunque
sobrentendida, fue siempre cierta. De allí que hasta que
no salieron los fenómenos imperialistas y coloniales, la
humanidad desconoció el centralismo

Lograr la unidad de las fuerzas sociales
descentralizadoras, que son las únicas a partir de las
cuales podría empezar a diseñarse realmente el
desarrollo del país, no es cuestión de arengas,
discursos ni slogans. Todos esos recursos, aun cuando son
necesarios, nunca habrán de ser lo suficientemente
aglutinantes.

La receta de la bondad genérica de la
inversión extranjera directa ha estado
sustentándose en los principios más "sagrados" y
profundos de la teoría económica neoclásica.
Ella sostenía que "todos los productos son
intrínsecamente iguales entre sí". A partir de
allí, sin más, se coligió que era igualmente
benéfico para nuestros países que se instalara
entre nosotros una transnacional para producir muebles o
tractores u otras para extraer hierro, cobre, petróleo,
gas natural o fosfatos. Con ese sustento "teórico", desde
hace ya bastante tiempo, en realidad desde la primera
década de este siglo, empezaron a llegar a nuestros
países innumerables empresas transnacionales.

Mediante la teoría económica del
"deterioro de los términos de intercambio" quedó en
evidencia que los productos que exportábamos eran cada
año más baratos, y los productos que
importábamos eran más caros. Por tanto, cada
año teníamos que exportar y trabajar más
para comprar del extranjero lo mismo que en el año
anterior. En verdad nuestras exportaciones de materias primas
eran cada vez más baratas por la conjunción de dos
razones: por un lado, la oferta de materias primas había
aumentado considerablemente, en tanto que las propias
transnacionales, en competencia, habían instalado empresas
extractivas en muchos lugares del mundo; y, del otro, en el
desarrollo tecnológico despuntó la
miniaturización, es decir, no otra cosa que la
disminución de la demanda. Sólo uno de esos
factores habría sido suficiente para deprimir los
precios.

 

 

Autor:

Rengel Thelma

Druso Esteller

Chang Lily

Dominguez Julian

Gonzalez Cristina

Sanz Victor

Enviado Por:

Iván José Turmero
Astros

UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL
POLITÉCNICA

"ANTONIO JOSE DE SUCRE"

VICERRECTORADO PUERTO ORDAZ

CATEDRA: ING. FINANCIERA

CIUDAD GUAYANA, MARZO DE 2013

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