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Longevidad (página 3)




Enviado por Jesús Castro



Partes: 1, 2, 3

los Neandertales es la lucha por la supervivencia, por recursos
limitados, con los “recién” llegados
Cromañones, más inteligentes, hábiles y con
mejor capacidad de adaptación a las variaciones del medio.
No existen diferencias importantes en las características
anatómicas entre los Homo sapiens modernos
(Cromañones) y los hombres actuales, pero se ha propuesto
que todos los humanos actuales pertenecemos a la subespecie Homo
sapiens sapiens (Wood, 1996). Esta subespecie está
integrada por muchas poblaciones con capacidad reproductora
cruzada entre ellas, algunas de las cuales han sido
tradicionalmente clasificadas como razas que han seguido procesos
microevolutivos locales originando cuatro variedades:
caucásico (leucodermo), negroide (melanodermo),
mongólido (xantodermo) y una población más
aislada de aborígenes australianos (austrálidos).
El Homo sapiens moderno, hasta el advenimiento de la
civilización (Homo sapiens sapiens), se caracterizó
básicamente por un inicio tardío de su
reproducción y un gran esfuerzo en la cría de los
hijos, engendrando descendientes de forma consecutiva en un
periodo fértil de 10-30 años. Finalizada esta
etapa, se producía un rápido envejecimiento,
teniendo una longevidad máxima de unos 40 años.
Aunque se cree que eran muy pocos los individuos que alcanzaban
esta cifra (Crews y Gerber, 2003). En la figura siguiente se
muestra de forma esquemática el proceso diferencial de
maduración del sistema nervioso, concretamente el cerebro
(inferido por el tamaño del cráneo) frente al soma
(CrespoSantiago, 2004). En los humanos actuales, los
recién nacidos poseen un sistema nervioso muy desarrollado
(precocial) y un soma muy inmaduro (altricial). En las etapas
iniciales de la hominización (australopitecos y
hábiles), los individuos nacían con un soma muy
precocial y un sistema nervioso altricial. La necesidad de
emplear más tiempo postnatal para alcanzar la
maduración somática e iniciar la etapa reproductora
ha tenido como consecuencia un incremento de la longevidad. La
figura que se exhibe a continuación muestra el
tamaño relativo de la cabeza (cerebro) con respecto al
soma desde el recién nacido al adulto. Se puede observar
como en el momento del nacimiento la cabeza es 1/4 del
tamaño corporal, mientras que en el adulto viene a
representar 1/8. Así se entiende que

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28. los humanos actuales somos seres precociales en lo que a
desarrollo cerebral se refiere, pero altriciales en el desarrollo
físico. NOTA: Sally MacMillan (en 1987) informaba en un
diario australiano que los bioquímicos Wilson y Stoneking
de la Universidad de California, Berkeley, han estudiado el ADN
mitocondrial de 147 mujeres de todas las razas del mundo.
Trabajando en base de la suposición de que el ADN muta a
una tasa constante conocida, el equipo hizo el mapa de una
genealogía genética (árbol
genealógico) vinculando a todos los humanos modernos con
una sola antepasada hembra que se alega vivió en Africa
hace unos 140.000 a 280.000 años atrás. El informe
dice que la nueva teoría no contradice la evidencia
fósil. Se cita a Wilson en el sentido de que seres
anteriormente considerados como antepasados del hombre que
vivieron hace más de 280.000 años, como Homo
erectus (Hombre de Java, Hombre de Pequín, etc.), no
contribuyeron para nada a los humanos modernos. Los famosos
pretendidos hombres-simios, los australopitecos, incluyendo a
Lucy y afarensis, quedan por ello automáticamente
excluidos del linaje humano, por cuanto vivieron antes del
límite de 280.000 años establecido en la
investigación. Esta nueva teoría ha desagradado a
muchos antropólogos, que dicen que no pueden concebir que
todos los humanos surgieran de una sola hembra y que por ello
todos los seres humanos estén relacionados entre
sí. Excepto por la escala de tiempo que se propone, la
teoría suena notablemente semejante a la sencilla
declaración de la Biblia, capítulos uno y dos del
Génesis. Brian Thomas, M.S., redactor científico en
el Instituto de Investigación de la Creación, con
fecha 24-10-2012, ha presentado un artículo intitulado
“El ADN óseo se descompone demasiado
rápidamente para la evolución” en el que
expone lo siguiente (resumen): El ADN es un material
bioquímico que soporta información genética.
Y al igual que los demás componentes de la célula,
se descompone si los sistemas celulares no lo mantienen. Ahora,
los científicos tienen una mayor certidumbre acerca del
ritmo con que se descompone después de la muerte de una
célula. Recientemente, un equipo de investigadores
completó un exhaustivo estudio de 158 huesos de patas que
pertenecieron a unas gigantescas aves extintas llamadas
“moa”, que habían vivido en la Isla del Sur de
Nueva Zelanda. Usando edades radiocarbónicas y mediciones
de la integridad del ADN, los investigadores midieron la
velocidad de descomposición del ADN con un rigor sin
precedentes. Pero sus resultados no concuerdan con las
afirmaciones de otros científicos que han encontrado
abundantes muestras de ADN intacto a las que suponen una edad de
millones de años. Los investigadores de los huesos de moa,
que han hecho constar sus resultados en la publicación
“Proceedings of the Royal Society B”, descubrieron
que después de tan sólo 10.000 años las
hebras de ADN en el hueso esta

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29. rán tan arruinadas que los secuenciadores de ADN no
podrían ya procesarlas. Descubrieron que sus datos de
deterioro del ADN se ajustan mejor con un modelo de
descomposición logarítmica, que sigue la inicial
desintegración de la molécula a grandes fragmentos,
que sucede más rápidamente que su posterior
desintegración a fragmentos más pequeños. A
temperatura ambiente, midieron la semivida del ADN en 521
años. Después de dicho lapso de tiempo, sólo
debería quedar la mitad del ADN que estaba presente cuando
murieron las células del animal. Después de otros
521 años, sólo quedaría la mitad de lo que
había quedado tras el anterior lapso, y así, a este
ritmo, hasta que no quedase nada. Unos resultados incongruentes
habían frustrado previos intentos de medir la velocidad de
descomposición del ADN, probablemente debido a diferencias
de contexto, de química ambiente, cantidades de agua y
otros factores que aceleran la inevitable descomposición
química del ADN. Este proyecto minimizó las
variables al concentrarse en los huesos de las moa, que
habían experimentado unas condiciones constantes de
temperatura y de sepultura, y al analizar una cantidad tan grande
de los mismos. Tenemos, pues, un grupo de investigadores que ha
presentado una velocidad de descomposición de ADN que
expone la imposibilidad de un ADN de millones de años,
frente a otro grupo de científicos que ha presentado el
ADN procedente de fósiles atribuyéndole millones de
años de edad. Evidentemente, ambos no pueden tener
razón. Estos hallazgos, de todas formas, ponen en
entredicho el dogma de millones de años para los
fósiles. El ADN antiguo aparece en los fósiles,
pero la semivida del ADN es breve; así que lo que tiene
verdadero sentido es inclinarse a pensar que los fósiles
con ADN íntegro realmente tienen una edad máxima de
sólo unos pocos miles de años, y no de millones.
Por supuesto, esto devasta las premisas temporales acariciadas
por la teoría de la evolución humana y hace del
Cac-13 objeto de intensa sospecha, ya que éste es
pródigo en lanzar fechas de no pocas decenas de miles de
años hacia atrás y desarrolla sus conjeturas a
partir de los anteriores Cac's (los cuales proponen edades
millonarias para los fósiles antropomórficos).
Cac-14. El punto de partida en el incremento decisivo de la
longevidad (La Longevidad es un parámetro que define la
máxima duración posible de vida para los individuos
de una determinada población en un cierto periodo de
tiempo, y depende de los factores internos, genéticamente
relacionados. A la fecha la máxima longevidad posible en
la especie humana está en los 122 años) humana se
ha relacionado con el aumento temporal de la etapa de
envejecimiento. Desde un punto de vista de la
civilización, esto se ha asociado con la llegada de la
agricultura en las primeras culturas. Hasta el día de hoy,
tal y como aparece en la siguiente Tabla (figura siguiente), la
fase de envejecimiento era muy breve y los hombres no lograban
sobrevivir más que unos pocos años al finalizar la
etapa reproductora. Hasta principios del siglo XX la esperanza de
vida (La Esperanza de Vida es un parámetro que define la
duración media de la vida de una determinada
población en un cierto periodo de tiempo, o de un
individuo considerado promedio. Se suele dividir en masculina y
femenina, y se ve influenciada por factores como la calidad de la
medicina, la higiene, las guerras, etc., si bien actualmente se
suele referir únicamente a las personas que tienen una
muerte no violenta. A la fecha la esperanza de vida humana es de
80 años) era la mitad de la actual. Es decir, en los
últimos 100 años se ha doblado esta cifra.
Asimismo, el Homo sapiens sapiens, desde el Paleolítico
Superior hasta principios del siglo XX sólo
incrementó la esperanza de vida en

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30. 10 años. Hasta principios del siglo XX la esperanza de
vida de las mujeres era inferior a la de los varones, pues
había una alta mortalidad por partos. Desde esta fecha, la
esperanza de vida de las mujeres ha supe

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31. rado a la de los varones en unos 5 años. (Fuente de
información: José Antonio Laceras (Director).
Guía Artística Electra. Museo de Altamira.
página 38. Ministerio de Educación, Ciencia y
Tecnología. Barcelona. España). NOTA: Habida cuenta
de la gran cantidad de fisuras teóricas que tiene el
enfoque gerontológico cuando aborda la historia de la
longevidad humana (cosa que hemos ido comprobando paso a paso en
todas las anteriores Cac's), se hace plausible en justicia ceder
una plaza ya a cualquier otra teoría o
especulación, no importa cuan inverosímil sea,
puesto que las actuales consideraciones científicas siguen
apoyándose tercamente en un culebrón evolutivo
cuyas contradicciones e inexactitudes no las alejan demasiado de
las narraciones mitológicas. Y tal cosa haremos, en
efecto. Sin embargo, elegiremos algo que merezca la pena examinar
y que cuente además con un buen respaldo documental, de
mucha mayor calidad que el de la propia antropología
evolutiva. Se trata del registro histórico del
Génesis, y de su descripción breve del
fenómeno de la longevidad humana. Génesis y
longevidad. En el libro del Génesis leemos: «Y
Jehová Dios procedió a tomar al hombre y a
establecerlo en el jardín de Edén para que lo
cultivara y lo cuidara. Y también impuso Jehová
Dios este mandato al hombre: “De todo árbol del
jardín puedes comer hasta quedar satisfecho. Pero en
cuanto al árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo, no
debes comer de él, porque en el día que comas de
él, positivamente morirás”»
(capítulo 2, versículos 15-17). La lectura
cuidadosa de este pasaje, junto con la información que se
obtiene del contexto, indican que no era el propósito
original de Dios que el ser humano muriera. En efecto, si
Adán hubiera obedecido la or den divina tocante al
árbol del “conocimiento de lo bueno y lo malo”
evidentemente no se hubiera acarreado la muerte, ya que
ésta quedó supeditada al acto de comer del
árbol prohibido. Por lo tanto, podemos decir que la
obediencia de nuestros primeros padres a este sencillo mandato
divino significaba vida eterna. Sin embargo, por su
desobediencia, desaprovecharon esa oportunidad y, en
consecuencia, pasaron a todo el género humano (su
descendencia) una herencia de pecado (error) y muerte (resultado
final del error: decrepitud o degeneración
psicosomática que culmina en el fallo total o
defunción). Esta conclusión se desprende,
además, de las siguientes palabras dirigidas por el
apóstol Pablo (un erudito y exegeta fidedigno de los
escritos del Génesis y la Torá) a los cristianos
romanos del primer siglo de nuestra era: “[…] por medio
de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y la muerte
mediante el pecado, y así la muerte se extendió a
todos los hombres porque todos habían pecado…”
(Romanos 5:12). En la época antediluviana, según el
Génesis, la duración de la vida humana se
situó, por término medio, en torno al milenio:
«Éste es el libro de la historia de Adán. En
el día que Dios creó a Adán, lo hizo a la
semejanza de Dios. Macho y hembra los creó. Después
los bendijo, y por nombre los llamó Hombre en el
día que fueron creados. Y Adán siguió
viviendo ciento treinta años. Entonces llegó a ser
padre de un hijo a su semejanza, a su imagen, y lo llamó
por nombre Set. Y los días de Adán después
de engendrar a Set llegaron a ser ochocientos años.
Entretanto, llegó a ser padre de hijos e hijas. De modo
que todos los días de Adán

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32. que él vivió ascendieron a novecientos treinta
años, y murió. Y Set siguió viviendo ciento
cinco años. Entonces llegó a ser padre de
Enós. Y después de engendrar a Enós, Set
continuó viviendo ochocientos siete años.
Entretanto, llegó a ser padre de hijos e hijas. De modo
que todos los días de Set ascendieron a novecientos doce
años, y murió. Y Enós siguió viviendo
noventa años. Entonces llegó a ser padre de
Quenán. Y después de engendrar a Quenán,
Enós continuó viviendo ochocientos quince
años. Entretanto, llegó a ser padre de hijos e
hijas. De modo que todos los días de Enós
ascendieron a novecientos cinco años, y murió. Y
Quenán siguió viviendo setenta años.
Entonces llegó a ser padre de Mahalalel. Y después
de engendrar a Mahalalel, Quenán continuó viviendo
ochocientos cuarenta años. Entretanto, llegó a ser
padre de hijos e hijas. De modo que todos los días de
Quenán ascendieron a novecientos diez años, y
murió. Y Mahalalel siguió viviendo sesenta y cinco
años. Entonces llegó a ser padre de Jared. Y
después de engendrar a Jared, Mahalalel continuó
viviendo ochocientos treinta años. Entretanto,
llegó a ser padre de hijos e hijas. De modo que todos los
días de Mahalalel ascendieron a ochocientos noventa y
cinco años, y murió. Y Jared siguió viviendo
ciento sesenta y dos años. Entonces llegó a ser
padre de Enoc. Y después de engendrar a Enoc, Jared
continuó viviendo ochocientos años. Entretanto,
llegó a ser padre de hijos e hijas. De modo que todos los
días de Jared ascendieron a novecientos sesenta y dos
años, y murió. Y Enoc siguió viviendo
sesenta y cinco años. Entonces llegó a ser padre de
Matusalén. Y después de engendrar a
Matusalén, Enoc siguió andando con el Dios
[verdadero] trescientos años. Entretanto, llegó a
ser padre de hijos e hijas. De modo que todos los días de
Enoc ascendieron a trescientos sesenta y cinco años. Y
Enoc siguió andando con el Dios [verdadero]. Entonces no
fue más, porque Dios lo tomó. Y Matusalén
siguió viviendo ciento ochenta y siete años.
Entonces llegó a ser padre de Lamec. Y después de
engendrar a Lamec, Matusalén continuó viviendo
setecientos ochenta y dos años. Entretanto, llegó a
ser padre de hijos e hijas. De modo que todos los días de
Matusalén ascendieron a novecientos sesenta y nueve
años, y murió» (Génesis 5: 1-27).
Según el relato sagrado, Adán vivió 930
años, pero Matusalén, un post-chuznieto suyo,
vivió 969 años, batiendo así el
récord de longevidad de la historia humana de la que hay
constancia. La conclusión es que, por haber estado
más cerca de la perfección que el primer hombre
había tenido, la gente de aquella época gozó
de una mayor longevidad que las generaciones posteriores.
Después del Diluvio, el promedio de esperanza de vida
bajó rápidamente. La obra PERSPICACIA PARA
COMPRENDER LAS ESCRITURAS, Tomo 1, página 725, publicado
en español y otros idiomas en 1991 por la Sociedad Watch
Tower Bible And Tract, comenta: “Hay quienes opinan que la
duración del año antediluviano era de sólo
un mes. Sin embargo, este punto de vista no tiene base
bíblica, pues, de haber sido así,
significaría que Enós tuvo su primer hijo antes de
los ocho años de edad y que hombres como Quenán,
Mahalalel, Jared y Enoc fueron padres antes de cumplir los seis
años (Génesis 5:9,12,15,18,21). De una
comparación de Génesis 7:11 con Génesis
8:3,4 se desprende que ciento cin cuenta días
equivalían a cinco meses. Además, el hecho de que
en el transcurso de ese mismo año la Biblia mencione el
décimo mes, seguido de un período de cuarenta
días y de, por lo menos, dos septenios de días,
indica que el año duraba doce meses (Génesis
8:5,6,10,12-14)”. Dicha obra sigue diciendo: «Hace
unos tres mil quinientos años, Moisés hizo el
siguiente comentario con relación a la duración de
la vida: “En sí mismos los días de nuestros
años son setenta años; y si debido a poderío
especial son ochenta años, sin embargo su insistencia
está en penoso afán y cosas perjudiciales”
(Sl 90:10). Esencialmente, esta observación no ha
cambiado. A través de los siglos, el hombre se ha
esforzado en vano por aumentar la esperanza de vida. Si bien es
cierto que en muchos países ha mejorado, la obra
“Vitality and Aging” (de James Fries y Lawrence
Crapo, 1981, páginas 74,75), dice a este respecto:
“El promedio de esperanza de vida en Estados Unidos ha
pasado de unos cuarenta y siete años a finales del siglo
[XIX], a más de setenta y tres años en [la
década de 1980], un aumento de más de veinticinco
años. […] Sin embargo, un examen crítico de esta
estadística

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33. muestra que el aumento de la esperanza de vida se debe a la
eliminación de las causas de muerte prematura, más
bien que a la prolongación misma de la vida”».
El mismo libro PERSPICACIA (tomo 1, página 725)
añade la siguiente Tabla de 3 columnas, donde se muestra
el nombre del patriarca en cuestión, el pasaje del
Génesis que habla de él y la edad que vivió
según dicho pasaje sagrado: LA EDAD DE LOS PATRIARCAS
Nombre Adán Set Enós Quenán Mahalalel Jared
Enoc Matusalén Lamec Noé Sem Arpaksad Selah
Éber Péleg Reú Serug Nacor Taré
Abrahán Isaac Jacob Génesis 5:5 5:8 5:11 5:14 5:17
5:20 5:23 5:27 5:31 9:29 11:10, 11 11:12, 13 11:14, 15 11:16, 17
11:18, 19 11:20, 21 11:22, 23 11:24, 25 11:32 25:7 35:28 47:28
Edad 930 912 905 910 895 962 365 969 777 950 600 438 433 464 239
239 230 148 205 175 180 147 Conclusión. Tenemos, por un
lado, la Gerontología y sus elaboradas teorías
especulativas acerca de la longevidad humana, las cuales pueden
resumirse diciendo que “el hombre ha evolucionado a partir
de un antecesor simiesco y en dicho proceso evolutivo ha ido
adquiriendo cada vez más longevidad”. En cambio, por
otro lado, se encuentra el Génesis, y éste presenta
el asunto de manera contraria; es decir: “el ser humano ha
ido perdiendo longevidad con el transcurso del tiempo, a medida
que degeneraba a causa de la imperfección y la
corrupción psicosomática”. Por todo lo dicho
acerca de la confiabilidad del relato histórico del
Génesis, desde el artículo G001 hasta el actual, se
hace evidente que no es muy prudente soslayar al Génesis
en el interés de la ciencia gerontológica
contemporánea. Actuar a favor de la gerontología en
su apego a los criterios de la antropología evolutiva no
es buscar la verdad científica, sino más bien es
anhelar la aprobación de los intelectuales influyentes sin
tomar en cuenta la calidad de sus creencias o doctrinas.

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