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Miguel Carrasco




    Miguel Carrasco – Monografias.com

    Miguel Carrasco

    Le decían despectivamente, el tonto
    Carrasco, pero de eso no tenía un pelo…

    Al pasar por el Matacallar -hoy denominado
    Pedro Pérez-, camino  de Solano que
    está colindante a Colmenar por su parte este;
    hace ya muchos años, se cruzó El Pombero con Miguel
    Carrasco quien venía de la casa familiar de Solano, en
    dirección al pueblo.

    Por entonces estaban celebrándose
    los primeros festejos en honor a su Patrona la Virgen de la
    Candelaria y de su Patrón San Blas, posteriores a la
    Guerra Civil.

    Nuestro amigo Miguel, no se perdía
    ningún año estos acontecimientos, que están
    fijados, para su celebración -desde tiempos inmemoriales
    en las mentes de todos los lugareños-, en los primeros
    días de Febrero, coincidiendo con un fin de semana,
    para mayor comodidad de sus gentes, mayoritariamente
    campesina y muy devota y fervorosa. Miguel Carrasco, que:
    era uno de sus mayores y fervientes devotos; no
    perdiéndose ninguna de sus celebraciones; así, como
    cualquier cumplimentación en los funerales, misas,
    comuniones, bautizos, matanzas, etc.

    Pareciera que (el tonto Carrasco, como todo
    el mundo le nombraba despectivamente) estuviera presente en todos
    los acontecimientos sociales del Municipio.

    En algunas ocasiones, que venían:
    como anillo al dedo, los más viejos del lugar contaba con
    todo detalle: cómo en las fiestas de la Virgen de la
    Candelaria, Miguel Carrasco era uno de sus más fieles
    hijos e incluso la mayoría de los paisanos, le preguntaba
    por su novia, ya que él, siempre se jactaba de que la
    Virgen era su novia.

    Llegaba en muchas ocasiones a cantarle
    algunas letrillas, que él mismo se inventaba, a especie de
    Maragatas románticas o Verdiales semánticos, si mal
    no recuerdo y ciertamente, le oí alguna vez mencionar a
    los mayores del pueblo, mientras jugaban a la garrafina, en la
    taberna de Melquiades y, decían algo parecido a lo
    siguiente, claro que las canturreaban de esta manera: "En los
    montes de Solano nací, entre almendras fue mi cama; la
    madre que me parió, fue devota y Candelaria. Yo
    habré de vivir las dos y no quiero a otras damas…";
    las letras continuaban con buena cantidad de versos
    románticos, cuando las canturreaban los, pero yo no he
    sabido retenerlas, ni lo suficientemente claras, como para poder
    exponerlas ahora…

    Alguna vez, siendo aún niño,
    me emocionaba enormemente, cuando oía algunos de estos
    relatos, contados por los más viejos del lugar, que
    desgraciadamente, nunca supe o pude retener, por haber tenido la
    mente y especialmente la memoria, ocupadas en otras obligaciones
    más urgentes, para ganarme el pan de cada día.
    Alguna vez, alguien comentó: que los males de Miguel, le
    venían, siendo aún feto, como consecuencia de una
    broma de mal calibre, que un patán del terruño le
    dio a su madre durante el periodo de embarazo, yendo la mujer
    despavorida a caer de bruces sobre la figura del Ángel
    Caído con los cuatro chorros de la fuente de la plaza, que
    estaba aún sin montar y ocupaba parte de la calle, en un
    lateral por donde ella tenía irremediablemente que pasar;
    al caer se dio de lleno con el codo derecho de la figura del
    Ángel Caído, escapándosele una blasfemia
    involuntaria hacia la Virgen.

    El ala extendida del Ángel
    Caído, le rozó la ceja derecha, abriéndole
    una gran brecha; como consecuencia de este mal encuentro, la
    pobre mujer parió unos meses después prematuramente
    a Miguel, que siempre tuvo ese tic nervioso y ella incluso
    llegó a perder el ojo, pues el golpe llegó a
    afectarle el nervio óptico. "Muchos piensan que aquel
    acontecimiento, hizo a la madre de Miguel, mucho más
    devota de la Virgen y como consecuencia, buscó la
    protección para su hijo deforme, bajo el manto de la
    Candelaria: Lógicamente la instrucción recibida por
    deseos de su madre, hicieron de Miguel Carrasco uno de los
    más devotos personajes que yo haya conocido.

    Otros dicen que su mal, fue el resultado de
    una gran barbaridad que otro chico,

    bastante mayor que él,
    cometió con él y, sin calcular las consecuencias,
    quiso darle una tarde -encerrándole dentro del osario del
    cementerio-, que se encuentra a espaldas del la ermita del
    convento, donde se venera a la Candelaria.

    Este hecho, parece ser que lo marcó
    por tiempo indefinido y hasta su muerte, con el tic nervioso
    característico que siempre le
    acompañó.

    Nunca llegó a contar, quien fue el
    bruto que lo encerró durante toda la noche en aquel pozo
    de restos humanos y féretros deshechos, ni tampoco
    sabremos nunca: los daños psicológicos sufridos por
    nuestro admirado Miguel Carrasco; bien cierto es: que
    fisiológicamente cambió en muchos aspectos, que
    pocos llegaron a conocer y si no llega a ser por su fortaleza
    espiritual, especialmente inculcada por su madre y a sabiendas
    que su venerada y novia Virgen María, estaba a menos de
    cien metros de él, aparentemente salió indemne del
    pozo del osario, al día siguiente que lo encontró
    el guarda. Debo decir, en honor a la verdad, que a la
    mayoría de los niños de algunas de estas
    localidades, cuando cometen alguna travesura, sus madres o
    abuelas, los amenazan con tirarlos al pozo (que normalmente
    existía en cada casa) o en encerrarlo en el osario con los
    muertos, como hicieron con (el tonto Carrasco, cuando era
    malo).

    -Mi abuelo paterno, tenía especial
    don para estos tipos de relatos, que desgraciadamente, no soy
    capaz de traer al papel, a pesar de que muchos de ellos, bullen
    en mi subconsciente, como si quisieran hacerse un hueco entre
    ceja y ceja, pujando por salir al exterior-. –Hombre
    rústico era Miguel Carrasco -al que llegué a
    conocer siendo yo joven-. Era andariego, vivaz y con un tic
    físico-nervioso, muy significativo, (desde su nacimiento,
    según la mayoría debido al mal golpe que se dio la
    madre con la figura del Ángel Caído, que hoy se
    puede contemplar perfectamente en El Retiro de Madrid y,
    según otros por la broma sufrida cuando niño, por
    su encierro del osario del cementerio local. Toda esta historia
    la oí repetidamente, con algunas variables, pero lo que no
    me contaron nunca y yo lo pude comprobar claramente, directamente
    de él, y que, lo hacía destacar abiertamente de los
    demás, eran: su fuertes creencias religiosas en los
    Patronos del pueblo (la Virgen de la Candelaria y San Blas), su
    gran humanidad, respeto hacia todos los seres, su perfecta
    autoestima y preparación en todos los sentidos
    especialmente agropecuaria-, etc.

    El tic nervioso, que siempre le
    acompañaba, consistía en: alzar la pierna derecha,
    encogiéndola hacia atrás rápidamente
    (cómo si se tratase de respingar), al tiempo que se
    llevaba la palma de la mano diestra a la barbilla y emitía
    un sonido gutural, repetitivo y coordinado con el movimiento, por
    tres o cuatro veces seguidas y bien sonoro: algo similar al
    producido por esta pronunciación: (ak, ak, ak, ak, etc.) o
    al emitido por los machos cabríos cuando están en
    celo y persiguen a las cabrillas de su
    harén. 

    Quizás era secuela de un
    tirón -mal dado- en su nacimiento por la comadrona, la
    vecina de turno o tal vez unos fórceps mal aplicados, como
    ayuda a su madre en la dilatación (muy posiblemente era
    bastante grande su humanidad para venir a este mundo, como
    demostró siempre mientras vivió).

    Este hombre era de una claridad mental
    sorprendente, rústica pero sincera a ultranza y gozaba de
    una sabiduría inaudita, adquirida por las experiencias de
    la vida dura en la que transitaba y ante la falta de
    consideración de sus vecinos.

    -Al menos así lo oí en
    reiteradas ocasiones a mi antepenúltimo progenitor-. Casi
    siempre era maltratado por los demás, que injustamente le
    tenían arrinconado socialmente por su tic nervioso y, en
    mayor medida por la falta de humanidad y educación de los
    convecinos que a diario le trataban con indiferencia, ignorancia
    y desprecio. Es muy normal, en las sociedades pueblerinas de
    postguerra, que algunos ignorantes -creyéndose los
    más fuertes, mejor preparados o con menos problemas
    económicos- extiendan sus malas artes y formas, sobre los
    individuos más indefensos; eso mismo ocurría en los
    casos particulares de familias, donde eran muy corriente y
    común que el padre (cabeza de familia) maltratase a todos
    los demás miembros -cuando le venía en gana o
    llegaba borracho, habiéndose gastado el jornal en la
    taberna, etc.-

    Cuando el macho irresponsable, se
    sentía sometido por las obligaciones contraídas
    familiarmente: respingaba, sobre sus propios miembros, que en
    muchas ocasiones sufrían de maltrato continuo, hasta que
    podían escapar; eso hacían la mayoría de los
    hijos, al alcanzar la mayoría de edad, pero la mujer,
    tenía que seguir sometida.

    Yo, desgraciadamente, no le llegué a
    conocer mucho a Miguel, pues era bastante mayor que yo y en pocas
    ocasiones tuve la suerte de poder dialogar abiertamente con
    él; pero siempre hubo algo especial de comprensión
    en nuestras miradas, -él era muy observador y
    especialmente con los críos, que siempre se metían
    con él y le hacía muchas burlas irónicas-;
    siempre notaba deferencias -cuando yo estaba presente- que me
    incomodaban esas burlas de mis amigos y que siempre le daba
    muestras de respeto a distancia o en la pocas frases que cruzamos
    ambos durante nuestras vidas, casi siempre de saludo
    lejano.

    Tal vez, porque él siempre
    había observado un gran respeto, de mi parte, hacia su
    persona y, nunca hice alusión a su minusvalía o
    traté de imitar su tic, como vulgarmente lo hacían
    la mayoría de la chiquillada y no, los tan
    niños…, creo que me llegaba a apreciar y
    honestamente admiraba mi comportamiento hacia su persona. En
    alguna de estas ocasiones me llegó a contestar con un
    sobrenombre que yo desconocía, y al cruzarnos me
    contestaba al saludo, con un: ¡adiós pombero!, que
    yo entendía, como bombero. Posteriormente he sabido bien
    del significado de este nombre mitológico
    guaraní.

    Era una broma de mal gusto tratar de
    imitarle o acomplejarle y él notaba la maldad de los
    demás con más seguridad y acierto que la
    mayoría de las personas; que por cobardía o
    deshumanización, los más adultos siempre se
    limitaban a ser meros espectadores de esas maldades o a
    sonreír, de cuando en cuando, dependiendo de la
    consideración social del burlador, al que habría
    que reírle la gracia, en detrimento de Miguel.

    Era un hombre amistoso, buen creyente y con
    gran sentido del humor -penetrante y educado-, pero de
    difícil captación por la mayoría, que no
    veían más allá de sus narices;
    centrándose solamente en el tic nervioso e involuntario
    que le afectaba.

    En ocasiones sentí por él
    bastante afecto, orgullo al hablarle y nunca lástima. En
    su soledad: en la incomprensión que -posiblemente-
    sentía y veía en los demás a cada paso que
    daba, creo que él se mofaba ficticiamente, para no sacar o
    alimentar sus sentimientos más profundos, evitando
    enfrentamientos y normalmente se hacía la
    víctima, más propicia de cualquier jolgorio:
    soportando los insultos, el menosprecio de los imbéciles
    más atrevidos e incluso haciéndose la victima
    propiciatoria para el hazmerreir de los más dicharacheros,
    especialmente: en los entierros, en los bares o en la
    celebraciones de bodas, -u otros acontecimientos- donde siempre
    estaba presente. 

    Yo, sólo tuve la suerte de conocerle
    algo más profundamente al final de sus días, pero
    durante muchos años, realmente era casi desconocido (era
    un paisano, casi de la edad de mi padre, con quien también
    se llevaba muy bien y siempre fue respetuoso con todo el mundo);
    mi padre, había estado en el frente de la Guerra Civil con
    alguno de sus familiares más cercanos y también,
    por las referencias que hacía en ocasiones. Relataba -mi
    abuelo- algunos episodios que compartió -mi padre, con
    alguno de los Carrasco- y, él, así lo aseguraba
    también, siempre que se refería a sus paisanos del
    frente. Después de la Guerra Civil Española, mi
    padre entró de Guardia Municipal en el Ayuntamiento de
    entonces y permaneció hasta su jubilación en tal
    puesto, por lo que conocía, con todo lujo de detalles a
    casi todo el mundo del municipio, lógico: al ser por
    entonces y durante muchos años la autoridad municipal
    local y parece ser, que lo conocía desde
    siempre.

    Nunca habíamos tenido ocasión
    de mantener una conversación, sobre cualquier tema en
    profundidad, sobre este individuo y yo nunca directamente; a
    pesar, de que en varias ocasiones habíamos coincidido en
    duelos de difuntos en algún lagar o cortijo apartado,
    donde yo casi siempre iba en representación de mi padre o
    familia y donde siempre estaba durante todo el velatorio,
    representando a sus familiares y yo a los míos.

    Era muy cumplidor con todo el mundo,
    quizás esa una de sus mejores ocupaciones, distracciones
    personales y posiblemente donde tenía más
    oportunidad de dialogar profundamente con las gentes del pueblo,
    sin duda, era en los duelos y entierros, sin ser objeto de risas
    y jolgorios intensos de los demás.

    En esta ocasión fue una suerte
    encontrarme con él de cara, casi a la entrada del pueblo;
    nos habíamos parado a hablar, sin prisas al cruzarnos en
    el Matacallar.

    Entonces pude admirar la profundidad de su
    pensamiento (quizás, al que muy pocas gentes había
    llegado a conocer): era un hombre bastante mayor, que aún
    se manejaba bien en los recorridos largos, con la mayoría
    muy parco en palabras, enjuto y curtido por las inclemencias
    sufridas en el terruño abrupto de los montes
    malagueños del norte de la Axarquía, durante toda
    una larga vida.

    Recubierto de ropas confeccionadas
    artesanalmente, a la usanza de entonces, con alpargatas de lona,
    pantalones y chaqueta de tela de gabardina, camisa de muselina
    blanca y sombrero de palma (todo artesanal confeccionado en
    casa).

    No era alto y al andar: parecía
    lamentablemente: una alcayata contorsionándose.

    Al principio había que sacarle la
    conversación que tenía almacenada a presión,
    pero poco a poco fue destapando el frasco de sus esencias
    y, me recordaba al torero Curro Romero -cuándo nos
    deleitaba: -abriendo su frasco- con una maravillosa tarde de su
    arte taurino; así era Miguel Carrasco, como si fuese
    recubierto de ese duende que atrapa los sentimientos más
    sublimes-. Así me pareció a mí, que puedo
    asegurar, que: Miguel tenía un arte especial en el
    diálogo y en el trato, que lo hacía único.
    Era muy inteligente y más, donde el diálogo se
    hacía profundo e intenso, cosa que nunca aparentaba
    abiertamente. Tenía conocimientos profundos de
    agricultura, de geología y de los cambios del tiempo, que
    ya los quisiera yo para mi ilustración
    personal.

    Gozaba de una memoria privilegiada:
    recordaba con detalles todos los acontecimientos del lugar y,
    qué decir, de las fiestas o eventos familiares, como:
    bodas, bautizos, duelos o entierros, nombres de los vivos y de
    los muertos, etc., en los que siempre estaba presente, aun sin
    ser invitado; pero era consentido y él, lo sabía
    aprovechar bien -con absurdo agrado de los participantes-, como
    penitencia a éstos asistentes sociales, en  los
    actos que se celebraban con cierta frecuencia o por
    cumplimientos, que terminaban finalmente, sonriendo a su costa.
    Éstos, se hacían pasar, como abnegados soportadores
    del tullido, ante los demás asistentes, quizás:
    limpiando el desprecio que en otras veces le hacían,
    cuando la ocasión era menos triste o había menos
    gentes presente. 

    Era dúctil y maleable en cualquier
    tipo de conversación, que sabía mantener en un
    diálogo abierto y respetuoso, con ese respeto y
    abnegación que da la rusticidad y la gracia del trabajador
    del campo andaluz.

    Indudablemente fue un rato apacible: donde
    pudimos recordar a muchos de nuestros antepasados y lleno de
    encanto durante todo el diálogo que mantuvimos en -lo que
    a mí me pareció- muy breve tiempo. Especialmente,
    me fue gratísima su conversación cuando me contaba
    hazañas de mi abuelo materno Frasco Infante (que
    murió al nacer yo) y del arte que ponía y
    tenía para sacar -mediante la construcción
    artesanal de minas- las aguas potables y cristalinas de aquellos
    pechos y umbrías; para ponerlos al servicio y
    satisfacción de muchas familias de la comarca.

    Nunca se había producido
    ocasión como esta para mantener una charla con este
    insigne paisano y la verdad que me sentí muy
    feliz.

    El no era vecino del pueblo aunque lo
    frecuentaba con mucha asiduidad.

    Vivía en uno de los lagares de la
    parte de Solano, del que nunca he sabido la
    ubicación exacta -seguramente el hogar familiar, que
    en ocasiones refirió mi padre- dentro del mismo
    Término Municipal de Colmenar, pero bastante distante del
    pueblo; -ahora se tarda menos de una hora en llegar con coche,
    pero en mi época juvenil, sólo existía un
    camino estrecho para transeúntes de a pié, bestias,
    alguna bicicleta o poco más…

    Eso sí, él aparecía en
    todas las fiestas, como ya he dicho, con su espíritu
    rebosante, único e inconfundible: lleno de alegría,
    de respeto a todos y jovialidad que irradiaba sin rencores,
    pasando de todo aquello que tiene dobleces y maldades. "Las
    incomprensiones y falta de humanidad de las que era objeto Miguel
    en tantísimas ocasiones: casi siempre, me han llevado a la
    congoja y al desaliento en la fe que debiera haber fomentado con
    más ardor -a lo largo de mi vida-. Era un ser, muy
    especial, mucho más, que cualquiera de los seres humanos,
    que he conocido".

    La actitud para con él, de muchos de
    mis paisanos, me llevaba en muchas ocasiones: ha hacerme una idea
    clara del tipo de persona que eran; muchos de ellos: actuaban por
    ignorancia, pero otros actuaban con bastante malicia.

    Nunca fui un hombre rencoroso y he sabido
    perdonar muchas incomprensiones de los demás que, casi
    siempre, ni han tenido la delicadeza de informarse, con claridad,
    de los acontecimientos surgidos en las vivencias sociales, para
    así, darlas por acertadas (positiva o negativamente) y,
    poder sacar conclusiones claras de los acontecimientos que nos
    depara la vida al vivirla y, también para así,
    poder obtener una opinión cierta y adecuada de la calidad
    de las personas, con las que nos tratamos personalmente, en los
    negocios y socialmente; en temas de gran transcendencia en
    la vida de las personas, pero no viene al caso entrar en
    profundidades de opiniones ajenas sobre las vidas de los
    demás; cada cuál es libre de expresar abiertamente
    sus pensamientos, aun sin argumentos que apoyen sus
    aseveraciones. Indudablemente los chismorreos pueblerinos curten
    la piel del toro ibérico; en comparación con ese
    noble animal, que siempre va tomando puyazos por donde
    pasa.

    No deseo salirme del tema, por lo que
    seguiré ahondando en la gratificación que
    sentí y de la opinión personal que obtuve del
    encuentro con esta honorabilísima persona, adornando
    los entornos de ese gran lugar donde nacimos -Colmenar- y, entre
    aquellos afortunados que le conocimos de cerca. ¡Hola
    Pombero!, -me dijo en tono de amistad, sin ataduras ni
    complejos-. De vez en cuando se le escapaba su tic involuntario,
    al que yo no prestaba atención. ¡Hola Miguel!… -Le
    contesté- ¿A dónde diriges tus pasos, esta
    tarde…? -Me increpó-. Voy camino de la Fuente de la Teja
    a visitar a mis tíos, pues mi tía María anda
    echada a perder y quiero hacerles una visita, antes de marcharme
    para la ciudad. Pues yo voy también de cumplidos.
    -Contestó-. Se ha muerto un buen amigo de mi padre y como
    él anda bastante torpe, quiero yo hacer acto de presencia
    en el duelo de esta tarde.

    ¿Cómo te va por esas
    latitudes costeras..?. -Prosiguió diciendo- ¡Bien,
    bastante bien..!. -Le contesté-.

    Aunque la vida es dura en todas
    partes.

    Nadie te regala nada, pero allí
    tengo establecido mis negocios y tengo mi residencia
    familiar.

    Los chicos están en buenos colegios
    y son aplicados, no puedo desear otra cosa mejor.
    ¡Sí, haces muy bien..!. -Me
    aseguró-

    Se ve: que tú, sabes bien lo que
    quieres y has sabido escoger muy buenas oportunidades para
    conseguirlo. Me alegro mucho por todo ello.

    A veces la vida te atrapa en senderos que
    te atan con lazos fuertes o con incapacidades de las que no
    puedes salir fácilmente, como me pasa a mí; pero
    casi siempre, es: por falta de valor para experimentar otros
    medios  y vivencias desconocidos, diferentes al entorno
    donde te has criado. -Es falta de valor, para volar en el momento
    propicio… -Es cierto Miguel-, le dije-. Al menos eso creo
    yo.

    Asegurando aquél dicho del
    refrán: "más vale pájaro en mano, que ciento
    volando… También ocurre que con la edad es cuándo
    te planteas y analizas fríamente las experiencias que no
    supiste o no quisiste experimentar por falta de valor para
    emprenderlas o por comodidad al tener que perder las que
    tenías en tu medio, pero ya es tarde y nunca tiempos
    pasados fueron mejores, pues hay que darle gracias a la Virgen
    cada día por permitirnos disfrutar de esta naturaleza tan
    excepcional.

    Miguel, desde bastante tiempo deseo que me
    aclares ese mote, que sólo tú me dices, cuando nos
    saludamos y que ahora también lo has usado. Yo
    entendía, que me llamabas bombero (porque en cierta
    ocasión nos cogió la Guardia Civil y, nos
    metió en un camión, a todos los que
    estábamos en la plaza, para ir a apagar un gran fuego que
    se había declaro en los Montes de Málaga); pero
    oigo que me dices Pombero…, y yo quiero que me expliques:
    ¿porqué y es un nombre que nunca oí? -Bueno,
    contestó-: el Pombero es un gran personaje
    mitológico, que en la antigüedad -hace
    muchísimo tiempo-; cuando los pueblos sumerios, acadios,
    babilonios, etc., avanzaban en sus conocimientos y poderío
    en la Mesopotamia del Asía Menor, tenía un rey
    -creo que se llamaba Argón- dirigente extraordinario y muy
    buen mediador en el conflicto y revueltas agrícolas que
    organizaron -los comerciantes y los agricultores productores-;
    los comerciantes -que deseaban obtener su favor, en perjuicio de
    los agricultores; al no consentirlo éste; en represalia
    los comerciantes lo encajonaron y lo arrojaron vivo al río
    Tigris-; llegó al mar y tuvo que luchar con El
    Ángel Caído -desde esa lucha el Ángel
    quedó como yo, se aprecia muy bien en la Glorieta de los
    Jardines del Retiro de Madrid, pues la representación que
    teníamos en el vértice de la fuente en la Plaza de
    España, la robaron unos maleantes hace mucho tiempo.
    Posteriormente a aquella contienda el Pombero, fue
    semidiós y el protegido del dios Enlil.

    Después estuvo un tiempo en Egipto
    en la época de Tutankamón, por indicación de
    su dios. Bastante más tarde: llegó con los romanos
    y estuvo embarcando vinos moscateles desde nuestra capital y
    anduvo bastante tiempo por esos montes: plantando los primeros
    viñedos de uva moscatel y enseñó la forma de
    llegar ha hacer las mejores pasas racimales -de uvas moscateles-
    de la comarca, pues estuvo casado con un tal Antonina, de los
    Montes de la Alta Axarquía. Actualmente el Pombero, creo
    que está instalado por los alrededores del río
    Paraná, como árbitro de la Naturaleza de todas
    aquellas vertientes. Inicialmente era un nómada, que se
    estableció en la rica vega mesopotámica y se hizo
    sedentario y muy instruido, para los de su época;
    vivió al amparo de un matrimonio sin hijos, el hombre era
    un gran sabio de aquella época, que lo instruyó en
    todos sus conocimientos.

    Hace muchos años que leí un
    libro antiguo, donde se relataba toda esa historia y, se me
    quedó gravada. Yo siempre te he relacionado con ese
    personaje, porque me parecía que tú te acercabas
    mucho al ideal que yo me había forjado en la
    mente.

    -No me molesta, le dije- ¿Y a ti,
    cómo te va en la vida…, qué proyectos tienes..?.
    -Le pregunté-. Yo no me salgo mucho del ámbito
    rural que conozco desde toda la vida, mi afición -en los
    ratos libres- es leer y todo aquello que cae en mis manos, pero
    hay muy pocas personas con las que se pueda dialogar, hacer
    comentarios, expresar las opiniones y dudas que –la lectura– en
    ocasiones nos deja en la mente, como una saturación
    de ideas. Yo se que tu eres un hombre que has ido adquiriendo
    muchos conocimientos con el estudio que siempre tuviste, al menos
    cuando yo frecuentaba el bar de tus padres, siempre estabas con
    los libros en la mano. No creas que no te he ido observando a lo
    largo del tiempo y muchas veces he preguntado a tus padres por
    vosotros. También a tus tías, María y
    Antonia, que son tan buenas personas y quizás más
    ennoblecidas que nosotros por su sencillez. La vida es sumamente
    difícil por estos contornos, no solamente debido a la
    lucha diaria por la subsistencia, sino por las incomprensiones
    del entorno social en el que vivimos y que se acentúa
    más cuando, como yo tenemos alguna rémora o no
    somos tan agradables como se creen otros más perfectos
    físicamente.

    Yo estoy menguado en mis facultades
    físicas, desde que recuerdo, pero trato de hacer todo lo
    posible para que siempre los míos estén
    contentos.

    Paso de todo aquél que me
    menosprecia y no me meto en la vida de nadie, ni analizo
    situaciones que no llevan a ningún fin concreto y
    positivo.

    A veces ignorando a los mal educados,
    siento una dignificación personal que me enriquece y
    alimenta, por encima de ellos.

    Estamos en este mundo muchos necios,
    creyendo ser los más sabios del Universo, no ponemos
    esfuerzos para serlo, ni captamos las dolencias de nuestras almas
    embrutecidas y faltas de consideración hacia los
    demás. 

    No me quejo de la atención que
    recibo de entre los míos y de muchos otros que me
    comprenden, todos gentes de bien; pero para desgracia de la
    humanidad: hay otros, que casi siempre se consideran los de mejor
    estirpe, los más dotados, los menos vulnerables y
    más doctos en la razón; sintiendo siempre, que son,
    seres únicos y perfectos, te miran por encima del hombro y
    te hacen ver mediocre, tullido y hasta analfabeto.
    ¡Lástima que muchas veces los defectos del alma, no
    aparecen tan claramente como los del cuerpo, que
    si fuesen apreciables, sabríamos escoger con
    más acierto a todos los gobernantes y hasta a los que se
    dicen ser amigos!…

    Otro gallo nos cantara de hacerlo posible y
    más hermandad y educación se prodigaría
    entre los seres humanos.  

    Yo siempre que puedo vengo a ver a nuestra
    patrona La Virgen de la Candelaria, porque ella me ha de curar de
    este mal, que llevo: como una losa desde que nací. Ella es
    mi novia. A veces San Blas siente celos, cuando me ve cortejarla
    a la puerta del Convento. Cada vez que puedo, me escapo para
    venir a rezar y a pedirle que me cure, pues cada vez se me hace
    más difícil andar el camino que media entre su casa
    y la mía.

    -Entonces le contesté-: no dejes
    nunca de venir a verla, siempre tendrás fuerzas para
    visitarla y seguro que nunca se olvidará de ti y hasta es
    posible, que ella -alguna que otra vez- baje del trono y te haga
    alguna visita a ti, pues nunca se olvida de sus hijos y yo
    sé que tú eres uno de sus más
    predilectos.

    -¿Tú crees, me dijo…,
    casi a punto de emocionarse…

    Bueno Pombero, yo te estoy entreteniendo
    con toda esta charla, pero la verdad, es: que tenía ganas
    de pararme a hablar contigo desde hace bastante
    tiempo.

    ¡No!, no me entretienes… -Le
    aseguré- Miguel tu conversación es muy saludable,
    instructiva y quizás la mejor de todas la que he mantenido
    con un ser tan ameno, importante e interesante en mi vida. La
    sabiduría casi nunca está alojada en vasijas de
    bienestar y riquezas, sino en la humildad de los seres virtuosos,
    como tú.

    Para mí constituye un gran honor
    mantener este diálogo abierto contigo y no me
    equivoqué al pensar siempre que tu encerrabas muchas de
    las virtudes de las que adolecemos otros muchos seres humanos y
    de las que debemos aprender.

    Miguel Carrasco, no era tonto, nunca lo
    fue, pasaba de todo -o mejor dicho de todos aquellos que
    tenían buen pelo social pero que, como a los buenos
    burros, les lustra el pelo sólo por fuera-, quizás:
    de los cardos borriqueros que comen.

    Miguel Carrasco era una cascada de agua
    cristalina, que serpenteaba los meandros de los caminos de los
    montes de la Alta Axarquía Malacitana, sembrando con su
    frescura, comprensión y amor aquellas tierras, durante el
    tiempo que le permitió hacerlo su novia querida, La
    Santísima Virgen.

    Allí mismo nos despedimos,
    deseándonos todos los parabienes posibles, mucha salud y
    templanza para seguir andando nuestros propios
    destinos.

    A partir de aquel día siempre que
    nos veíamos, -en contadas ocasiones-,
    charlábamos con bastante sinceridad y amistad sobre cosas
    del lugar, del tiempo, de agricultura, o de las familias,
    etc.

    Los chiquillos y algunos inconsiderados
    adultos se metían con él, pero siempre pasaba de
    largo sonriendo y sin tenerles en cuenta las risotadas, los
    improperios que con saña le lanzaban y, nunca ponía
    mal gesto, ni los corrigió; a todos daba sonrisas y
    siempre era leal en su comportamiento. 

    Algunos años más tarde mi
    hermana María me comentó que a Miguel Carrasco lo
    atropelló un borracho, empotrando su auto en un patio
    donde estaba de visita. Se lo llevaron a urgencias al Hospital de
    Carlos Haya en Málaga y se escapó por los pelos,
    pero como consecuencia de tal accidente nunca se recuperó
    totalmente. Dicen algunos, que a su lado estuvo siempre presente
    una orla luminosa que lo guardaba día y noche, hasta que
    se lo llevó de este mundo en una eterna sonrisa. Se fue
    secando su vitalidad de otros tiempos hasta que murió hace
    escasos días. Esta noticia me ha causado bastante tristeza
    y lamento no haberme enterado a tiempo para poder mostrarle
    personalmente mi amistad y quebranto.

    No puedo hacer otra cosa, que desde estas
    líneas torpes, pero sinceras: recordarle con honor y mucho
    cariño. Ha sido un lugareño ilustre que da
    pulcritud y belleza a la toda la Axarquía. -¡Que
    cada cual y, quiera: copie algo de él, para ser
    mejor…-

    Su novia se lo llevó para tenerle a
    su lado en presencia de su Hijo. 

     

     

    Autor:

    Francisco Molina Infante

     

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