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El origen de las especies




Enviado por MARCOS



Partes: 1, 2, 3

  1. Prólogo
  2. Introducción
  3. La
    variación en estado
    doméstico
  4. La
    variación en la naturaleza
  5. La
    lucha por la existencia
  6. La
    selección natural o la supervivencia de los más
    aptos
  7. Leyes
    de la variación
  8. Dificultades de la
    teoría
  9. Objeciones a la teoría de la
    selección natural
  10. Instinto
  11. Hibridismo

Prólogo

Charles Darwin, el científico
naturalista que más contribuyó a la historia de la
biología, nació en Shrewsbury el 9 de febrero de
1809. Quinto hijo de Robert Darwin, un próspero
médico rural, y de Susannah Potter, creció en el
seno de una sofisticada familia inglesa. Luego de finalizar sus
estudios en la escuela de Shrewsbury, ingresó en la
Universidad de Edimburgo para cursar medicina. En 1827
abandonó la carrera y comenzó estudios de
teología en la Facultad de Estudios Cristianos, en la
Universidad de Cambridge, con el fin de convertirse en
clérigo rural, como lo deseaba su padre. Allí
inició una íntima amistad con John Stevens Henslow,
cura y botánico, que lo llevó consigo en largas
expediciones para recolectar plantas y lo recomendó al
capitán Fitz Roy como tripulante del buque inglés
Beagle.

Ya a fines del siglo XVIII, como en busca
de un portavoz, la teoría de la evolución rondaba
lentamente la atmósfera de los naturalistas. Pero lo que
le otorgó a Darwin el crédito de descubrir la
selección natural fue la publicación, el 24 de
noviembre de 1859, de El origen de las especies. Esta
edición se agotó el día de aparición
y, con las subsiguientes, fueron seis publicaciones en total las
que se editaron en vida de Darwin.

El origen de las especies fue el resultado
de un exhaustivo y profundo trabajo de observación e
investigación que Darwin comenzó desde muy joven,
cuando se dedicó a estudiar historia natural y
reanudó sus colecciones de minerales e insectos, que
había comenzado en la escuela. Sin embargo, lo que
realmente consagró los años de estudio y
reflexión fue su labor como naturalista en la
expedición alrededor del mundo, a bordo del Beagle. Tal
como lo afirma en la autobiografía: "El viaje en el Beagle
ha sido el acontecimiento más importante de mi vida y el
que determinó toda mi carrera".

El origen de las especies fue el primer
relato convincente y claro acerca de la teoría de la
evolución y de la selección natural. La obra de
Darwin estaba narrada en un lenguaje directo y coloquial,
accesible a cualquier lector. En ella fue capaz de explicar en
forma simple que las especies cambiaban como resultado de una
necesidad nueva; que la lucha por la supervivencia eliminaba las
variaciones desfavorables y sobrevivían las más
aptas; que el número de individuos de cada especie
permanecía más o menos constante; y explicó,
por medio de descripciones minuciosas, cómo variaban en
todos los aspectos las distintas especies según el
entorno.

Una de las principales influencias en su
teoría de la selección natural ha sido el
clérigo y economista británico, Thomas Malthus, con
su Ensayo sobre el principio de la población (1798).
También se le atribuye gran importancia en la obra de
Darwin al naturalista Alfred Russel Wallace (18231915), quien en
su última expedición a las islas de Malasia
formuló su hipótesis acerca de la selección
natural. En 1858, a pesar de que no se conocían, Wallace
le comunicó sus ideas a Darwin, quien ya poseía una
teoría similar. Unos meses antes de la publicación
de El origen de las especies, ambos científicos
habían realizado una publicación conjunta de
extractos de los manuscritos.

Darwin narró en su Diario de viaje
algunas vivencias que lo llevaron al comienzo de una crisis
religiosa; llegó a escribir: "…De hecho casi no puedo
comprender cómo haya nadie que pueda desear que la
doctrina cristiana sea cierta". No encontraba compatible
la esclavitud, sustento de la economía de la
burguesía, a la que pertenecía, con la doctrina
cristiana. Varios años después escribió con
cierto tono irónico: "Considerando la ferocidad con que he
sido tratado por los ortodoxos, parece cómico que alguna
vez pensara ser clérigo".

Luego de cinco años de
expedición (18311836) redactó, sobre la base de los
apuntes tomados a bordo, el Diario de viaje.

En 1842, después de realizar una
travesía por el norte de Gales con el fin de observar los
glaciares, la mala salud de Darwin se acentuó. Siempre
había sido hipocondríaco, pero los males comenzaban
a hacerse reales. Renunció al cargo de Secretario de la
Sociedad Geológica y buscó, junto a su prima, Emma
Wedgwood -con la que se había casado en enero de 1839un
lugar retirado, en los alrededores de Londres. Halló una
casa en Down House, en las afueras de Seven Oaks, que fue su
último hogar. Entonces mantuvo una vida
apartada de los compromisos sociales y dedicó unas horas
por día a ampliar aspectos de su teoría.
Murió el 19 de abril de 1882 de lo que luego se
conoció como Mal de Chagas. Aunque algunos médicos,
contrariando a los familiares, sostuvieron que, en realidad, la
causa de su muerte fue la constante angustia.

Es autor de: Arrecifes coralinos (1842),
Mis diversas publicaciones (1844), Diario de viaje (1845), El
origen de las especies (1859), Fertilización de las
orquídeas (1862), El origen del hombre (1871), La
expresión de las emociones en el hombre y en los animales
(1872), Vida de Erasmus Darwin (1879) y, por último, Power
of Movement in Plants (1880).

Darwin vaticinó la inmortalidad de
su obra y fue, sin duda, quien echó más luz sobre
las tres áreas principales que cultivó: la
geología, la botánica y "el misterio de los
misterios", como se llamaba por esos años a los problemas
de la evolución y de la selección
natural.

Margarita Rodríguez
Acero

Introducción

Viajábamos a bordo del Beagle, buque
de guerra inglés, en calidad de naturalistas, cuando nos
impresionaron mucho ciertos hechos observados en la
distribución de los seres orgánicos que habitan
América del Sur, y en las relaciones geológicas
existentes entre los actuales habitantes de aquel continente y
sus antecesores. Estos hechos parecían arrojar luz sobre
el origen de las especies. De vuelta a nuestra patria en 1837, se
nos ocurrió que quizás algo podría sacarse
en limpio de esta cuestión, acumulando con paciencia, para
reflexionar sobre ellos, toda clase de hechos que pudieran tener
alguna relación o conexión con el problema.
Después de un trabajo de cinco años, nos permitimos
especular sobre el asunto, y formamos algunas cortas notas que
ampliamos en 1844.

Al considerar el origen de las especies se
concibe perfectamente que el naturalista que reflexiona sobre las
mutuas afinidades de los seres orgánicos, sobre sus
relaciones embriológicas, su distribución
geográfica y otros hechos semejantes, puede llegar a
deducir que las especies no han sido creadas independientemente,
sino que han descendido como variedades de otras especies. A
pesar de todo, tal conclusión, aun estando bien fundada,
no sería satisfactoria hasta poder demostrarse cómo
han sido modificadas las innumerables especies que habitan este
mundo, hasta adquirir esa perfección de estructura y
coadaptación que con justicia excita nuestra
admiración. Continuamente los naturalistas la atribuyen a
condiciones externas, clima, alimento, etc., como única
causa posible de variación, y aunque en sentido limitado,
todavía consideramos absurdo atribuir a meras condiciones
externas la estructura, por ejemplo, del muérdago, que
toma su alimento de ciertos árboles, que posee semillas
que necesitan ser transportadas por ciertos pájaros y que
ofrece flores de sexos separados que requieren absolutamente la
acción de ciertos insectos para llevar el polen de una
flor a otra. Es igualmente, a nuestro entender, absurdo querer
explicar la estructura de este parásito y sus relaciones
con los varios seres orgánicos distintos, por los efectos
de condiciones externas o de hábito, o por voluntad de la
misma planta.

Es, por lo tanto, de la mayor importancia
llegar a la clara percepción de los medios de
modificación y coadaptación, por lo cual desde el
principio de nuestras observaciones nos parecía probable
que el cuidadoso estudio de los animales domésticos y de
las plantas cultivadas ofrecería más probabilidades
para aclarar tan oscuro problema.

Nadie se sorprenderá de lo mucho que
todavía queda por explicar con respecto al origen de las
especies y variedades, si se tiene en cuenta nuestra profunda
ignorancia acerca de muchos de los seres que viven en nuestro
derredor. ¿Quién puede explicar por qué una
especie extiende en todas direcciones sus numerosos individuos,
mientras que otra aliada a la primera domina en espacio
pequeño y apenas se la encuentra? No obstante, son de
mucha importancia estas relaciones, porque determinan el
bienestar actual, y a nuestro modo de ver, se dirigen al futuro
logro y modificación de cada uno de los habitantes de este
mundo. Todavía sabemos menos de las mutuas relaciones
existentes entre los innumerables habitantes que han existido
durante las muchas épocas geológicas que cuenta la
historia, y aunque hay muchos misterios que durante mucho tiempo
permanecerán tales, sin embargo, después del
estudio más deliberado y del más desapasionado
juicio de que somos capaces, no dudamos que la opinión
hasta ahora sostenida por la mayor parte de los
naturalistas y antes por nosotros, al afirmar que cada especie ha
sido creada independientemente, es errónea. Estamos
convencidos de que las especies no son inmutables, sino que las
pertenecientes a los llamados géneros descienden en
línea recta de algunas otras especies ya totalmente
extinguidas, de análoga manera que las variedades
reconocidas de cualquier especie son descendientes de esa
especie. Aun más; no dudamos que la selección
natural ha sido el más importante, sino el exclusivo medio
de modificación.

Capítulo I

La
variación en
estado doméstico

CAUSAS DE VARIABILIDAD. Cuando comparamos a
los individuos de la misma variedad o subvariedad de las plantas
actuales que desde hace mucho tiempo van siendo cultivadas, y de
nuestros animales domésticos más antiguos, una de
las primeras cosas que más nos extraña es, sin
duda, ver cómo generalmente difieren entre sí en
mayor escala unos individuos de otros que los individuos de
cualquier otra especie o variedad estudiada en el estado natural.
Así como cuando reflexionamos sobre la vasta diversidad de
las plantas y animales que respectivamente han sido cultivados y
domesticados, variando durante todas las edades, ya sea por la
influencia de los climas, por un tratamiento diferente, nos vemos
obligados a concluir que esta gran variabilidad es debida a que
nuestras producciones domésticas se han formado en
condiciones de vida menos uniformes, diferentes de aquellas a las
que había sido primitivamente expuesta la especie madre en
la naturaleza. Ahora bien; aunque no deja de tener alguna
probabilidad la opinión expuesta por Andreu Knight de que
esta variabilidad pueda tener cierta conexión con el
exceso de alimento, parece, sin embargo, evidente que los seres
orgánicos necesitan estar expuestos durante algunas
generaciones a condiciones nuevas para que en ellos se origine
cualquier gran variación, que continúa luego
durante muchas generaciones. No se sabe de ningún caso en
que un organismo variable haya dejado de variar sometido al
cultivo, por lo cual las plantas cultivadas desde hace mucho,
como por ejemplo el trigo, todavía siguen presentando
nuevas variedades, y los animales que desde muy atrás
pasaron al estado doméstico son aún susceptibles de
mejoras y modificaciones rápidas.

Después de dedicarle al asunto mucha
atención, debemos decir que, al parecer, las condiciones
propias de la vida obran de dos modos: 1°, directamente sobre
el conjunto de la organización o sobre ciertas partes tan
sólo; 2°, indirectamente, afectando al sistema
reproductivo. Con respecto a la acción directa, debemos
tener presente que en todos los casos, como últimamente ha
afirmado el profesor Weismann, hay aquí dos factores que
considerar, a saber: la naturaleza del organismo y la naturaleza
de las condiciones, de los cuales el primero parece ser mucho
más importante que el segundo, puesto que algunas
variaciones próximamente semejantes surgen a veces en
condiciones que, en cuanto podemos apreciarlas, son desemejantes;
y por otra parte, surgen variaciones desemejantes en
condiciones que parecen ser casi uniformes. Los efectos en la
prole son definidos e indefinidos. Serán definidos cuando
toda o casi toda la descendencia de los individuos expuestos a
ciertas condiciones, durante algunas generaciones, salga a la luz
modificada de la misma manera, y no olvidemos que es en extremo
difícil llegar a determinada conclusión respecto de
la extensión de los cambios que de este modo han sido
definidamente introducidos. Puede, sin embargo, caber ligera duda
sobre muchos cambios de poca monta, tales como el tamaño,
a causa de la cantidad de alimento, el color motivado por la
naturaleza del mismo, el espesor de la piel y del pelo causado
por el clima, etc. Así, por ejemplo, cada una de las
innumerables variaciones que vemos en el plumaje de nuestras aves
debe de haber tenido alguna causa eficiente; y si esta tuviera
que obrar uniformemente por una larga serie de generaciones en
muchos individuos, todos se modificarían probablemente del
mismo modo. Hechos tales como las complejas y extraordinarias
excrecencias que invariablemente siguen a la inoculación
de una pequeña gota de cochinilla, nos
muestran qué modificaciones singulares podrían
resultar en las plantas por sola constitución
química en la naturaleza de la savia.

Vemos variabilidad indefinida en las
innumerables, aunque pequeñas peculiaridades que distingue
a los individuos de la misma especie y que no pueden ser
explicadas por herencia, ya sea del padre, de la madre o del
antecesor más remoto. También aparecen algunas
veces, diferencias muy marcadas en los hijos del mismo parto y en
las plantas procedentes de una misma cápsula de semilla. A
largos intervalos de tiempo, entre millones de individuos criados
en el mismo país y sustentados próximamente con el
mismo alimento, surgen desviaciones de estructura tan
pronunciadas que merecen llamarse monstruosidades; pero estas no
pueden ser separadas por línea determinada de otras
variaciones más ligeras. Todos los cambios de estructura,
ya sean en extremo insignificantes, o profundamente marcados, que
aparecen entre muchos individuos que viven juntos, pueden ser
considerados como efectos indefinidos de las condiciones de vida
de cada organismo individual, casi del mismo modo en que un
escalofrío afecta a diferentes hombres, de manera
indefinida, según el estado de sus cuerpos o
constitución, causando toses o resfriados, reumatismos o
inflamaciones de órganos diversos.

Algunos naturalistas han sostenido que
todas las variaciones están en relación con el acto
de la reproducción sexual; pero esto es ciertamente un
error, pues hemos dado en otra obra una larga lista de plantas
locas, como los jardineros las llaman, es decir, de plantas que
han producido de repente un solo botón con carácter
nuevo y algunas veces muy diferente del de los otros botones de
la misma planta. Estas variaciones de vástagos, así
suelen llamarse, pueden propagarse por injertos, tallos,
etcétera, y algunas veces por semilla; y aunque ocurren
rara vez en la naturaleza, distan mucho de ser escasas en el
cultivo.

EFECTOS DEL HABITO Y DEL USO O DESUSO DE
LAS PARTES. VARIACIÓN CORRELATIVA. HERENCIA.
Hábitos cambiados producen efectos hereditarios,
según se ve en el período de la florescencia de las
plantas cuando se las transporta de un clima a otro. En cuanto a
los animales, el uso o desuso de las partes ha tenido en ellas
una influencia más marcada; así encontramos en el
pato doméstico que los huesos del ala pesan menos y los
huesos de la pierna más, en proporción a todo el
esqueleto, que lo que pesan los mismos huesos en el pato salvaje;
y este cambio puede atribuirse, sin riesgo de equivocarse, a que
el pato doméstico vuela mucho menos y anda mucho
más que sus salvajes padres. Aquí únicamente
aludiremos a lo que puede, llamarse variación correlativa.
Los cambios importantes del embrión o larva ocasionan
probablemente los cambios del animal adulto. Los criadores creen
que remos prolongados acompañan casi siempre a cabezas
alargadas. Algunos ejemplos de correlación son
completamente caprichosos: así los gatos enteramente
blancos y de ojos azules son en general sordos, lo cual
sólo sucede a los machos. El color y ciertas
peculiaridades de estructura van unidos, como podríamos
demostrarlo con muchos casos notables de animales y
plantas.

Toda variación que no sea
hereditaria carece de importancia para nosotros; pero el
número y diversidad de las desviaciones de estructura que
pueden transmitirse por herencia, tanto de poca como de mucha
importancia fisiológica, no tiene término. Cuando
aparece con frecuencia una desviación de estructura, y la
vemos en el padre y en el hijo, no podemos decir que no pueda ser
debida a la misma causa que ha obrado en ambos; pero cuando entre
individuos, al parecer expuestos a las mismas condiciones, se
presenta en el padre alguna desviación muy
rara, debida a extraordinaria combinación de
circunstancias -por ejemplo, una vez entre varios
millones de individuosy reaparece en el hijo, la nueva doctrina
de las probabilidades casi nos obliga a atribuir la
reaparición a la herencia. Acaso la opinión exacta
sobre el asunto, en general reside en mirar a la herencia de
cualquier rasgo como regla, y a la no-herencia como
anomalía.

Las peculiaridades que aparecen en los
machos de nuestras crías domésticas, son
frecuentemente transmitidas a los machos exclusivamente, y en
grado mucho más elevado. Sin embargo, la regla más
importante en esta materia, y en la que creemos puede confiarse,
es que en cualquier período de la vida en que aparece por
primera vez una peculiaridad, esta tiende a reaparecer en la
cría al llegar a edad correspondiente, aunque
adelantándose algunas veces. En muchos casos no
podía suceder otra cosa; así las peculiaridades
heredadas en los cuernos del ganado vacuno pueden aparecer
solamente en la cría cuando esta es ya casi adulta: las
peculiaridades en el gusano de seda, como es notorio, aparecen en
la fase correspondiente al capullo; pero las enfermedades
hereditarias y algunos otros hechos nos hacen creer que la
susodicha regla tiene más amplia extensión, y que,
cuando no hay razón aparente para que aparezca una
peculiaridad en edad determinada, tiende a presentarse en la
cría en el mismo período en que apareció
primero en el padre, por lo que creemos que esta regla es de
muchísima importancia para explicar las leyes de la
embriología. Estas observaciones quedan naturalmente
reducidas a la primera aparición de la peculiaridad y no a
la causa primaria que pueda haber obrado en los óvulos o
en el elemento macho: casi del mismo modo que el aumento en la
longitud de los cuernos, en la cría de una vaca de astas
cortas y de un toro de astas largas, aunque aparezcan en los
últimos períodos de la vida, se debe claramente al
elemento macho.

Habiendo aludido al retroceso o salto hacia
atrás, podemos referir aquí un hecho manifestado a
menudo por los naturalistas, a saber: que nuestras variedades
domésticas, cuando se las deja en estado salvaje, gradual
pero invariablemente, retroceden en sus distintivos a su
primitivo tronco, de donde nace el argumento de que no se pueden
sacar de razas domésticas especies correspondientes al
estado natural.

Podemos seguramente concluir que
muchísimas de las variaciones domésticas más
marcadas no podrían vivir en estado salvaje, puesto que en
muchos casos no sabemos cuál sea el tronco primitivo, y
por consiguiente, no podemos decir si se ha verificado o no el
retroceso casi perfecto, mientras que para evitar los efectos del
cruzamiento sería necesario que una sola variedad hubiera
quedado suelta en su nueva residencia.

CARÁCTER DE LAS VARIEDADES
DOMÉSTICAS; DIFICULTAD DE DISTINGUIR ENTRE VARIEDADES Y
ESPECIES; ORIGEN DE LAS VARIEDADES DOMÉSTICAS DE UNA O
MÁS ESPECIES. Si examinamos ahora las
variedades hereditarias, o sea la razas de nuestros
animales y plantas en estado doméstico, y las comparamos
con especies íntimamente unidas, descubriremos
generalmente en cada raza doméstica, como ya lo hemos
notado, menos uniformidad de carácter que en las
verdaderas especies.

Las razas domésticas de la misma
especie se diferencian entre sí del mismo modo que las
especies muy próximas del mismo género en estado
natural; pero estas diferencias son en menor
número.

Se ha supuesto frecuentemente que el hombre
ha escogido para la domesticidad animales y plantas que poseen
extraordinaria e inherente tendencia a variar, así como a
resistir a los diversos climas. No disputaremos sobre si las
capacidades han aumentado grandemente el valor de la mayor parte
de nuestras producciones domésticas; pero
¿cómo es posible que un salvaje conociera, cuando
por primera vez domaba un animal, si este variase o no en las
generaciones sucesivas y si había de soportar otros
climas? La poca variabilidad del asno y del ganso, o la escasa
facultad del reno para sufrir el calor, o la del camello
común con respecto al frío, ¿impidió
acaso su domesticidad? No podemos dudar que si otros animales y
plantas, iguales en número a nuestras producciones
domésticas, y que pertenecen a clases y países
igualmente diversos, fuesen tomados del estado natural y se les
pudiera hacer criar por un número igual de generaciones,
variarían en domesticidad, por término medio, tanto
como han variado las especies madre, de nuestras producciones
domésticas hoy existentes. Aunque el origen de la mayor
parte de nuestros animales domésticos quedará
siempre incierto, podemos asegurar aquí que, estudiando a
los perros domésticos del mundo entero, después de
la laboriosa colección de todos los hechos conocidos,
hemos llegado a concluir que varias de las especies salvajes
conocidas con el nombre de canidoe han sido domesticadas, su
sangre, en algunos casos mezclada, corre en las venas de nuestras
castas domésticas, así como ingenuamente confesamos
que con respecto a los carneros y cabras no podemos formar una
opinión decidida. De hechos que nos han sido comunicados
por Mr. Blyth sobre los hábitos, voz, constitución
y estructura del ganado indio de joroba, deducimos ser casi
cierto que desciende de un tronco original diferente del de
nuestro ganado europeo, y algunas autoridades competentes creen
que este último ha tenido dos o tres progenitores
salvajes, merezcan o no el nombre de especies. Esta
conclusión, al igual que la distinción
específica entre el ganado común y el de joroba,
puede considerarse como confirmada por las admirables
investigaciones del profesor Rütiger. Con respecto a
caballos, por razones que aquí no podemos dar, dudosamente
nos inclinamos a creer, en oposición a varios autores, que
todas las razas pertenecen a la misma especie. Habiendo tenido
ejemplares vivos de casi todas las castas inglesas de aves de
corral, habiéndoselas criado y cruzado, después de
examinar sus esqueletos, nos parece casi cierto que en su
totalidad descienden de la raza salvaje india Gallus bankiva. Con
respecto a patos y conejos, cuyas castas varían mucho
entre sí, está claramente probado que descienden
respectivamente del pato y conejo salvajes.

La doctrina del origen de las varias razas
domésticas de varios troncos primitivos ha sido llevada a
un extremo absurdo por algunos autores que creen que toda raza
origen de verdadera casta, por insignificantes que sean sus
caracteres distintivos, posee prototipo salvaje. Tenemos que
admitir que muchas castas domésticas deben haberse
originado en Europa. Porque, ¿de dónde si no
podrían haberse derivado? Lo mismo acontece en la India, e
incluso en el caso de las castas de perro doméstico
esparcidas por el mundo, que con gusto admitimos, descienden de
varias especies salvajes, no puede dudarse que ha habido inmensa
suma de variaciones heredadas. Con tanta frecuencia como descuido
se ha dicho que todas nuestras razas de perros han sido
producidas por el cruzamiento de unas pocas especies primitivas;
pero no se olvide de que por cruzamientos podemos solamente
obtener formas que en algún grado sean intermedias entre
las que son peculiares a los padres; y si explicamos
la variedad de razas domésticas por este procedimiento,
tenemos que admitir la existencia anterior de formas más
extremas, tales como el galgo italiano, sabueso, alano, etc., en
estado salvaje.

Más todavía; la posibilidad
de obtener razas distintas por cruzamiento ha sido muy exagerada,
pues existen numerosos ejemplos que demuestran que una raza puede
ser modificada por cruzamientos de cuando en cuando, si estos
están ayudados por la cuidadosa selección de los
individuos que presentan el distintivo que se desea; pero obtener
una raza intermedia entre dos completamente distintas,
sería muy difícil. La cría del primer
cruzamiento entre dos razas puras es pasable y algunas veces se
presenta en un todo uniforme en carácter, siendo bastante
sencilla la operación; pero al cruzar estos mestizos
durante algunas generaciones, apenas se obtienen dos que sean
semejantes, haciéndose entonces manifiesta la dificultad
de la empresa.

A pesar de las grandes diferencias
existentes entre las castas de palomas, estamos plenamente
convencidos de que la opinión común de los
naturalistas es exacta cuando afirman que todas descienden de la
paloma silvestre, columba livia, incluyendo en este
término algunas razas o subespecies geográficas,
que se diferencian en puntos del todo insignificantes; y como
algunas de las razones que nos han suministrado esta creencia son
aplicables en cierto modo a otros casos, las expondremos
aquí brevemente. En efecto, si las varias castas no son
variedades y provienen de la paloma bravía,
deberían descender de siete u ocho troncos primitivos,
como mínimo, puesto que es imposible obtener las castas
domésticas actuales por el cruzamiento de número
menor. ¿Cómo, por ejemplo, puede una paloma pouter
ser producida por el cruzamiento de dos castas, a menos que una
de las razas madre poseyera de antemano el enorme buche que
caracteriza a la especie? Los supuestos troncos primitivos deben
haber pertenecido en masa a las palomas de campo, esto es, a las
que no crían ni voluntariamente se posan en los
árboles. Pero además de la columba livia y sus
subespecies geográficas, solamente se conocen dos o tres
especies más de palomas silvestres que carecen de todos
los caracteres de las castas domésticas. De
aquí que los supuestos troncos primitivos, o deben existir
todavía en los países en los que primeramente
fueron domesticados, siendo desconocidos por los
ornitólogos -a pesar de su tamaño, hábitos y
caracteres notableslo cual parece improbable, o deben haberse
extinguido en el estado salvaje.

Pero las aves que anidan en precipicios y
que son, por lo tanto, muy voladoras no es probable que sean
fácilmente exterminadas. Las diferentes razas
domésticas han sido transportadas a todos los
ángulos del mundo, y debido a eso, algunas de ellas deben
haber sido devueltas a su país natal sin que ni una
siquiera se haya vuelto silvestre o brava. Aunque la paloma de
palomar, que es la silvestre en estado ligerísimamente
alterado, ha logrado en algunos lugares volver a dicho estado
primitivo. Además, todos los experimentos recientes
demuestran que es difícil conseguir que los animales
silvestres críen libremente en estado doméstico, y
sin embargo, en la hipótesis del origen múltiple de
nuestras palomas, debería suponerse que seis o siete
especies, por lo menos, fueron en tiempos antiguos tan
completamente domesticadas por el hombre semicivilizado que,
estando encerradas, se tornaron prolíficas.

El hombre semicivilizado consiguió domesticar por
completo algunas especies, intencional o casualmente extrajo
especies extraordinariamente anormales, aunque estas mismas
especies se han extinguido o son desconocidas desde
entonces.

Ahora bien, tomando en cada una de las
castas domésticas ejemplares muy bien criados, todos los
indicios, hasta el ribete blanco de las plumas timoneras de la
cola, se verán algunas veces perfectamente desarrollados,
y cuando se crucen parejas que pertenezcan a dos o
más castas distintas, no azules ni con un solo indicio, la
prole obtenida repentinamente adquirirá esos
caracteres.

En una casta que se ha cruzado sólo
una vez, la tendencia a volver a algún carácter
derivado de tal cruzamiento será naturalmente cada vez
menor, y en cada generación sucesiva quedará menos
dosis de sangre extraña; pero cuando no ha habido
cruzamiento y hay tendencia en la casta a volver a algún
carácter que se perdió en alguna generación
anterior, esta tendencia parece, por el contrario, poder
transmitirse sin disminución por un número
indefinido de generaciones.

Por la improbabilidad de que el hombre haya
hecho anteriormente que siete u ocho supuestas especies de
palomas criasen libremente en domesticidad; por ser estas
supuestas especies completamente desconocidas en estado
silvestre, sin que en parte alguna se hayan tornado
bravías; por presenciar ciertos caracteres más
anormales con todas las demás columbideas, por la
reaparición de vez en cuando del color azul y de los
variados indicios de color negro en todas las castas, ya se las
conserve puras, o se las cruce; y por último, por el
fenómeno de ser la cría mestiza perfectamente
fértil; podemos deducir sin riesgo que todas nuestras
castas domésticas descienden de la paloma silvestre o
columba livia y de sus subespecies geográficas.

Hemos discutido con alguna
extensión, aunque de ninguna manera con la bastante, el
origen probable de las palomas domésticas, porque cuando
por primera vez nos dedicamos a su crianza y observamos sus
diversas clases, sabiendo bien cuán fielmente se
reproducen, tuvimos la misma dificultad que cualquier naturalista
para creer que desde el origen de su domesticidad todas
habían procedido de un padre común, y no menor que
la requerida para llegar a semejante conclusión con
respecto a las muchas especies de pinzones o de otros grupos de
aves salvajes.

Jamás hemos encontrado criador
alguno de palomas, de aves de corral, de patos o de conejos, que
no estuviera plenamente convencido de que cada casta principal
descendía de una especie distinta. Todos están
fuertemente impresionados por las mismas diferencias de las
diversas castas, y aunque saben que las razas se diferencian en
muy poco, aunque obtienen premios por la selección de
estas pequeñas diferencias, ignoran, sin embargo, todos
los argumentos generales de la materia y rehúsan hacer
mentalmente una suma de pequeñas diferencias semejante,
acumuladas durante muchas generaciones sucesivas. Sabiendo por
otra parte el naturalista mucho menos de las leyes de herencia
que lo que conoce el criador, y no conociendo tampoco más
que los rasgos intermedios en las largas líneas de
descendencias, admite, sin embargo, que muchas de nuestras razas
domésticas descienden de los mismos padres. ¿No
podrían ser más cautos cuando se ríen de la
idea que presenta las especies en estado silvestre, descendiendo
en línea recta de otras especies?

PRINCIPIOS DE SELECCIÓN ANTIGUAMENTE
PRACTICADOS Y SUS EFECTOS. Consideremos ahora brevemente los
pasos que han dado las razas domésticas para producirse,
ya desciendan de una especie única o de varias inmediatas
entre sí, para lo cual hay que atribuir algún
efecto a la acción directa y definida de las condiciones
externas de la vida, así como algunos al
hábito.

Uno de los rasgos más notables en
nuestras razas domésticas es, sin duda, verlas adaptarse,
no ciertamente en provecho propio, a la utilidad o capricho del
hombre. Algunas variaciones útiles para este
han surgido probablemente de repente, o par una sola
operación. Por suerte, muchos botánicos han
creído, por ejemplo, que la cabeza de la cardencha,
provista de anzuelos, que no podrían obtenerse por
procedimiento alguno mecánico, es solamente una de las
variedades del dipsaco salvaje, habiendo podido perfectamente
este cambio nacer de una vez en alguna planta de
semillero.

Pero cuando comparamos al caballo de tiro
con el de carrera, al dromedario con el camello, a las diferentes
castas de ovejas,, cuando comparamos esa legión de plantas
agrícolas culinarias de huerta y jardín, creemos
que es menester ver en todos estos hechos algo más que
simple variabilidad, porque no podemos suponer que todas las
castas fueran repentinamente producidas tan perfectas y
útiles como hoy las vemos, sabiendo positivamente, como en
muchos casos sabemos, que no ha sido así. La clave de esto
se encuentra en la facultad que tiene el hombre de acumular
fenómenos de selección. La naturaleza da
variaciones sucesivas, y el hombre las va dirigiendo en ciertas
direcciones que le son útiles, pudiendo en este sentido
decirse que el hombre ha creado para sí las razas de las
que recibe tanta utilidad.

Hay quienes ponen en práctica el
principio de selección como si ejercieran una
profesión. Colocan a los carneros sobre una mesa y sobre
ella los estudian; repiten tres veces con intervalo de algunos
meses este primer paso, y en todas ellas marcan y clasifican a
los carneros, de modo que solamente los mejores entre los mejores
son, en definitiva, los que se destinan a la
cría.

Estas mejoras no son generalmente debidas
al cruzamiento de diferentes castas, porque todos los mejores
criadores se oponen tenazmente a esta práctica, excepto en
muy raras ocasiones o cuando se trata de castas
próximamente iguales. Una vez verificado el cruzamiento es
indispensable la más vigorosa selección. Si esta
consistiese meramente en separar alguna variedad muy distinta
para hacer cría, el principio sería tan claro que
apenas merecería mencionarse; pero su importancia consiste
en el gran efecto producido por la acumulación en un
sentido, durante generaciones sucesivas.

Los horticultores siguen los mismos principios; pero a
la vez las variaciones son más bruscas, y nadie
supondrá que nuestros mejores productos sean el resultado
de una sola variación del tronco origen.

Con respecto a las plantas, una vez
establecida con precisión una raza, los plantadores
arrancan a los tunantes (las matas que al nacer se desvían
del conveniente tipo).

Hay otros medios para observar los efectos
de selección ya acumulados, a saber: comparar la
diversidad de flores en las diferentes variedades de la misma
especie en un mismo jardín. La ley de la variación
correlativa, cuya importancia no debe menospreciarse
jamás, siempre nos dará seguras diferencias; pero
por regla general no se puede dudar de que una selección
continuada, en las hojas, en las flores, o en los frutos,
producirá razas que se diferencien unas de otras,
principalmente en estos caracteres.

En épocas rudas y bárbaras de
la historia de Inglaterra se importaban con frecuencia animales
escogidos y se daban leyes para impedir su exportación.
Una ley ordenaba la destrucción de todos los caballos que
no poseyesen cierta alzada, lo cual puede compararse a lo que hoy
hacen los jardineros con las plantas malas. Algunos escritores
clásicos romanos han dado también reglas
explícitas sobre este punto, mostrando claramente algunos
pasajes del Génesis, que en aquel remoto tiempo se
atendía mucho al color de los animales domésticos.
Los salvajes cruzan hoy, algunas veces, sus perros con animales
salvajes de la raza canina para mejorar la casta. Por algunos de
estos hechos puede inducirse que la selección no es cosa
de hoy, sino que la cría de animales domésticos
mereció cuidadosa atención en tiempos antiguos,
como ahora entre los salvajes más degradados. Y la verdad
es que habría sido extraño que así no
hubiese sucedido, cuando tan evidente es que las buenas y las
malas cualidades son hereditarias.

SELECCIÓN METÓDICA E
INCONSCIENTE. ORIGEN DESCONOCIDO DE NUESTRAS PRODUCCIONES
DOMÉSTICAS. Hoy en día, los más eminentes
criadores tratan por medio de una selección
metódica y con un objeto determinado formar una nueva
subcasta o estirpe superior a cuantos géneros existan en
su país. Pero para nuestro propósito, es más
importante una forma de selección que podría
llamarse inconsciente, y que resulta a todo el que intenta poseer
los mejores animales y hacerlos reproducirse. Así, el
hombre que quiere tener perros de muestra, naturalmente trata de
elegir perros buenos y después cría
con los mejores, aunque no tenga el deseo ni la esperanza de
alternar permanentemente la casta. Este procedimiento, continuado
por el transcurso de siglos, mejoraría y
modificaría cualquier casta. Cambios lentos e insensibles
de esta clase jamás pueden ser reconocidos, a menos que se
hayan tomado mucho antes buenas medidas o cuidadosos dibujos de
las razas en cuestión, que puedan servir después
como punto de comparación.

En algunos casos se encuentran, sin
embargo, individuos de la misma casta, no cambiados o cambiados
en muy poco, en los lugares menos civilizados, donde la
respectiva raza ha sido menos mejorada. Hay razones para creer
que el perro setter deriva directamente del sabueso, dado que
según toda probabilidad, no es más que una
alteración lenta de este.

Youalt suministra un excelente ejemplo de
los efectos de la selección continuada y que puede
considerarse como inconsciente, puesto que los criadores no
podrían nunca haber esperado, ni siquiera haber deseado,
producir el resultado que sobrevino, a saber: la
producción de dos estirpes distintas.

Aun entre los salvajes más
bárbaros, que nunca piensan en el carácter
hereditario de las crías de sus animales
domésticos, cualquier animal que les sea especialmente
útil para un objeto cualquiera es cuidadosamente
conservado durante el hambre y las plagas a las que tan expuestos
están y esos animales escogidos dejarían
generalmente más crías que los inferiores; de modo
que, en este caso, se verificaría una especie de
selección inconsciente.

En las plantas, este mismo procedimiento
gradual de mejora por medio de la conservación incidental
de los mejores individuos, ya sean o no lo bastante distintos
para ser clasificados como variedades diversas a su primera
aparición, y ya dos o más especies o razas se hayan
o no mezclado por cruzamiento, puede plenamente reconocerse en el
aumento de tamaño y belleza que ahora vemos
en las variedades de plantas, cuando las comparamos con las
variedades más antiguas o con aquellas que las
originaron.

Una gran suma de cambios lenta e
inconscientemente acumulados explica a nuestro juicio el hecho
notorio de que en cierto número de casos no podamos
reconocer, y por lo tanto ignoremos, los troncos silvestres,
orígenes de las plantas que han sido cultivadas
desde hace mucho tiempo en nuestros jardines y huertas. Si
se han necesitado cientos o miles de años para mejorar o
modificar la mayor parte de nuestras plantas hasta su tipo
actual, tan útil para el hombre, podremos
fácilmente entender cómo Australia, el Cabo de
Buena Esperanza u otras regiones habitadas por el hombre
completamente incivilizado no han podido darnos una sola planta
que valga la pena de ser cultivada. No es que estos
países, tan ricos en especies, no posean por
extraña casualidad los troncos originales de plantas
útiles, sino que las plantas del país no han sido
llevadas por la selección continuada hasta un punto de
perfección comparable con la adquirida por las plantas en
los países antiguamente civilizados.

Con respecto a los animales
domésticos del hombre incivilizado, no debe perderse de
vista que aquellos tienen casi siempre que buscarse su propio
alimento, al menos durante ciertas estaciones. Y en dos
países de circunstancias muy diferentes, los individuos de
la misma especie que posean constituciones o estructuras
ligeramente distintas se lograrían mejor en un país
que en el otro; y así por un procedimiento de
selección natural podrían llegar a formarse dos
rubrazas. Quizás esto explique en parte por qué las
cualidades que tienen los animales domésticos de los
salvajes, como ya lo han notado algunos autores, tienen
más carácter de verdaderas especies que las
variedades existentes en países civilizados.

En la opinión presentada aquí
acerca del papel importante que ha desempeñado la
selección ejercida por el hombre, se hace desde luego
evidente por qué nuestras razas domésticas se
adaptan en estructura o en hábitos a las necesidades o
caprichos del hombre. Podemos, a nuestro juicio, entender
además el carácter frecuentemente anormal de
nuestras razas domésticas y explicarnos por qué las
diferencias son tan grandes en los caracteres externos, como
relativamente pequeñas en las partes internas u
órganos. El hombre apenas puede escoger, y si puede es con
mucha dificultad, las desviaciones de estructuras, excepto las
que son externamente visibles; y cuidándose muy raras
veces lo que es interno. Nunca puede verificar la
selección, a no ser en aquellas variaciones que en escaso
grado la misma naturaleza le muestra de antemano. El primer
hombre que escogió una paloma con cola ligeramente
más larga, seguramente ni se imaginó lo que los
descendientes de esa paloma llegarían a hacer por
selección, en parte inconsciente, y en parte
metódicamente continuada.

Partes: 1, 2, 3

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