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El origen de las especies (página 3)




Enviado por MARCOS



Partes: 1, 2, 3

Leyes de la
variación

EFECTOS DEL CAMBIO DE CONDICIONES. Algunos
autores creen que tanto compete al sistema reproductivo producir
diferencias individuales o ligeras desviaciones de estructura
como hacer a la criatura semejante a sus padres. Pero el hecho de
que las variaciones y monstruosidades ocurran más
frecuentemente en la domesticidad que en la naturaleza
(así como es mayor la variabilidad en las especies que
ocupan grandes extensiones que en aquellas que las ocupan
reducidas) parece demostrar que la variabilidad se relaciona
generalmente con las condiciones de vida a las que cada especie
ha estado expuesta durante varias generaciones
sucesivas.

Pero en cierto sentido puede decirse que las condiciones
de vida no solamente causan la variabilidad, directa e
indirectamente, sino que de igual manera incluyen la
selección natural, porque las condiciones determinan si ha
de sobrevivir esta o aquella variedad.

Pero cuando el hombre es agente selector,
claramente vemos que los dos elementos de cambio son distintos;
la variabilidad está hasta cierto punto excitada, aunque
la voluntad del hombre es en cierto sentido la que acumula las
variaciones, y esta última causa es la que motiva que
sobrevivan los más aptos en el estado natural.

VARIACIÓN CORRELATIVA. Con esta
expresión queremos indicar que toda la organización
está tan enlazada durante su crecimiento y desarrollo que,
cuando ocurren ligeras variaciones en alguna parte y estas se
acumulan por la selección natural, se modifican otras
partes. Este es un asunto muy importante, imperfectamente
entendido, y sin duda, se confunden con facilidad varias clases
de hechos completamente distintos. En efecto, la simple herencia
tiene a menudo falsa apariencia de correlación, y uno de
los casos más evidentes en este punto es que las
variaciones de estructura que se originan en las larvas, tienden
a afectar naturalmente la estructura del animal
adulto.

Nuestra ignorancia acerca de las leyes de
la variación es profunda, pues ni en un solo caso entre
cientos podemos pretender saber la razón de las
variaciones de esta r3 aquella parte. Pero siempre que tenernos
medios de establecer la comparación, son idénticas
las leyes que parecen haber obrado para producir las menores
diferencias existentes entre variedades de la misma especie y
mayores las diferencias que median entre las especies del mismo
género. El cambio de condiciones motiva generalmente una
variabilidad que sólo merece ser llamada fluctuante, pero
algunas veces causa efectos directos y definidos, que con el
tiempo pueden llegar a presentarse muy marcados, aunque no
tengamos pruebas suficientes sobre este punto.

El hábito de producir peculiaridades
constitucionales, el uso en fortificarlas, y la falta de uso en
debilitar y disminuir los órganos, parecen en muchos casos
haber sido causas potentes para producir semejantes efectos. Las
partes homólogas tienden a variaciones idénticas,
así como a la coherencia. Las modificaciones en partes
duras y externas afectan algunas veces a partes más
blandas e internas, y cuando una parte está muy
desarrollada, quizás tienda a sacar nutrición de
las partes adyacentes, entonces toda parte de la estructura que
pueda ser economizada sin detrimento, será economizada.
Los cambios de estructura en edad temprana pueden afectar a
partes desarrolladas después, ocurriendo indudablemente
muchos casos de variación correlativa, cuya naturaleza no
podemos entender. Las partes múltiples no son variables en
número y estructura, quizá por causa de que, no
habiendo sido esas partes vigorosamente especificadas para una
función particular, sus modificaciones no han sido
vigorosamente retenidas por la selección natural. Se
deduce probablemente de esta misma causa que los seres
orgánicos inferiores son más variables que los que
ocupan un lugar superior en la escala, y que, por ende, poseen
una organización más específica que los
primeros. Los órganos rudimentarios, por ser
inútiles, no están regulados por la
selección natural, siendo por lo tanto variables. Los
caracteres específicos, es decir, los caracteres que han
llegado a diferenciarse desde que las diversas especies de un
mismo género se separaron de su antecesor común,
son más variables que los caracteres
genéricos, o que aquellos que han sido heredados por mucho
tiempo y que no han diferido dentro de este período. En
estas observaciones nos hemos referido a que las partes u
órganos especiales son todavía variables, porque
han variado recientemente, y de esta manera han venido a
diferenciarse. Pero también hemos visto que el mismo
principio se aplica a todo el individuo; así que, en
cualquier localidad en que haya habido mucha variación y
anteriores diferencias, o muchas espedes de un género, o
donde la fabricación de nuevas formas
específicas haya estado activamente funcionando entre
estas especies, encontraremos seguramente por término
medio más variedades que en otras en que no hayan podido
reunirse semejantes coincidencias favorables.

Los caracteres sexuales secundarios son en extremo
variables y se diferencian mucho de las especies de un mismo
grupo. La variabilidad en las mismas partes de la
organización ha tenido generalmente por resultado
diferencias sexuales secundarias a los dos sexos de la misma
especie, y específicas a las varias especies del mismo
género. Cualquier parte u órgano desarrollado hasta
un tamaño excepcional, comparado con la misma parte
u órgano de la especie aliada, debe haber pasado por
un extraordinario número de modificaciones desde la
formación del género, pudiendo así entender
por qué es más variable, todavía en mayor
grado que las otras partes, puesto que la variación es un
procedimiento lento y por mucho tiempo continuado, sin que la
selección natural en casos semejantes haya tenido tiempo
para sobreponerse a la tendencia hacia ulterior variabilidad y
hacia el retroceso a un estado menos modificado. Pero cuando una
especie con algún órgano extraordinariamente
desarrollado se ha convertido en antecesor de muchos
descendientes modificados, lo cual, en nuestra opinión,
necesita ser un procedimiento muy lento que requiere un gran
intervalo de tiempo, la selección natural ha conseguido
dar carácter fijo al órgano, por muy
extraordinariamente que haya sido desarrollado. Las especies que
heredan casi la misma constitución de un padre
común, y que están expuestas a influencias
parecidas, tienden a presentar naturalmente variaciones
análogas, o estas mismas especies pueden ocasionalmente
retroceder a algunos de los caracteres de sus antiguos
progenitores, y aunque no puedan surgir nuevas e importantes
modificaciones, añadirán belleza y armonía a
la diversidad de la naturaleza.

Cualquiera que pueda ser la causa de cada
una de las ligeras diferencias que median entre la cría y
sus padres (preciso es que exista una causa para cada una),
tenemos razones para creer que la constante acumulación de
diferencias provechosas ha sido el origen de todas las
modificaciones importantes en la estructura según los
hábitos propios de cada especie.

Capítulo VI

Dificultades de
la teoría

DIFICULTADES DE LA TEORÍA DE
DESCENDENCIA CON MODIFICACIONES. Todas las dificultades y
objeciones a la teoría pueden clasificarse en los
siguientes puntos:

1) ¿Por qué, si las especies
han descendido de otras especies por delicadas graduaciones, no
vemos por todas partes innumerables formas de transición?
¿Por qué toda la naturaleza no está confusa
en vez de presentarse las especies tan bien definidas como las
vemos?

2) ¿Es posible que un animal que
tenga, por ejemplo, la estructura y las costumbres de un
murciélago, pueda haber sido formado por la
modificación de algún otro animal con costumbres y
estructuras extremadamente diferentes? ¿Podemos creer que
la selección natural llegue a producir, por una parte, un
órgano de insignificante importancia, como la
cola de la jirafa, que sirve de espantamoscas, y por otra
parte, un órgano tan maravilloso como el ojo?

3) ¿Pueden los instintos adquirirse
y modificarse por medio de la selección natural?
¿Qué diremos del instinto que lleva a la
abeja a hacer celdas, y que prácticamente se ha adelantado
a los descubrimientos de notables matemáticos?

4) ¿Cómo podemos explicarnos
que las especies sean estériles o produzcan crías
tales, mientras que cuando se cruzan las variedades su fertilidad
es vigorosa?

Primero: creemos que las especies llegan a
ser muy definidas, y que en ningún momento presentan caos
intrincado de lazos variables e intermedios, porque las nuevas
variedades se forman muy lentamente, pues la variación es
un procedimiento lento, y la selección natural nada puede
hacer hasta que ocurran diferencias o variaciones favorables
individuales, y hasta tanto pueda ser mejor ocupado un lugar en
la economía natural del país, por alguno o algunos
de sus habitantes modificados. Estos nuevos lugares
dependerán de lentos cambios de clima o de la
inmigración accidental de nuevos habitantes, y
probablemente en un grado todavía más importante,
de que alguno de los habitantes antiguos se modifique poco a poco
con las nuevas formas de este modo producidas y las antiguas,
obrando por acción y reacción las unas sobre las
otras, de modo que en cualquier región y en cualquier
tiempo debemos solamente ver unas pocas especies que presenten
pequeñas modificaciones de estructura en algún
grado permanentes, y esto es lo que vemos.

Segundo: las áreas que hoy son
continuas deben haber existido en un período reciente como
porciones aisladas, en las cuales muchas formas, especialmente
las clases que se unen para cada nacimiento, pueden haberse hecho
separadamente distintas como para figurar como especies
representativas, en cuyo caso las variedades intermedias entre
las varias especies representantes y su madre común,
habrán existido primitivamente en cada porción
aislada de la tierra. Pero durante el procedimiento de la
selección natural habrán sido suplantados y
exterminados estos eslabones, de tal modo, que ya no podrá
encontrárselos en estado de vida.

Tercero: cuando se han formado dos
variedades o más en diferentes porciones de un área
estrictamente continua, es probable que las variedades
intermedias se hayan formado al principio en las zonas
intermedias, pero generalmente habrán tenido
duración corta.

Por las razones ya asignadas, a saber: por
lo que ya conocemos de la distribución actual de las
especies muy próximas o representantes y de las variedades
reconocidas, estas variedades intermedias existirán en las
zonas intermedias en número inferior a las variedades a
cuyo enlace tienden. Por lo tanto, solamente las variedades
intermedias estarán sometidas a exterminio accidental, y
durante el procedimiento de ulterior modificación por
medio de la selección natural, serán casi
ciertamente combatidas y suplantadas por las formas que ellas
enlazan; porque estas presentarán en conjunto más
variedades, puesto que existen en mayor número, y de este
modo se mejorarán más por medio de la
selección natural, adquiriendo posteriores
ventajas.

Por último, sin considerar ahora un tiempo dado,
sino todos los tiempos, si nuestra teoría es verdadera,
precisamente deben haber existido innumerables variedades
intermedias, unión íntima de todas las especies del
mismo grupo; pero el verdadero procedimiento de la
selección natural tiende constantemente, como ya se ha
dicho muchas veces, a exterminar las formas primitivas y los
lazos intermedios. Por consiguiente, sólo pueden
encontrarse las pruebas de su anterior existencia entre los
restos fósiles conservados, como intentaremos demostrar
más adelante, en los anales geológicos, tan
imperfectos, digámoslo así, como todos
sabemos.

HASTA QUÉ PUNTO ES VERDADERA LA
DOCTRINA UTILITARIA; CÓMO SE ADQUIERE LA BELLEZA. Las
anteriores observaciones nos llevan a decir algunas palabras
sobre la protesta hecha recientemente por algunos naturalistas
contra la doctrina utilitaria de que cada detalle de estructura
ha sido producido para el bien de su poseedor. Creen que muchas
estructuras han sido creadas para la belleza, para el deleite del
hombre o del Creador (aunque este último punto sale del
campo de la discusión filosófico
científica), o solamente por mera variedad, opinión
que ya hemos discutido; pero, de ser verdad tales doctrinas,
serían absolutamente fatales para nuestra
teoría.

Con respecto a la creencia de que los seres
orgánicos fueron creados hermosos para recreo del hombre
(creencia que, se ha anunciado, derriba toda nuestra
teoría) debemos primero hacer notar que el sentido de la
belleza depende evidentemente de la naturaleza del
espíritu, con independencia de toda cualidad real en el
objeto admirado, y que la idea de lo que es hermoso ni es innata
ni inalterable. Vemos esto, por ejemplo, en los hombres de razas
diferentes, que admiran un tipo enteramente distinto de belleza
en sus mujeres.

Si los objetos hermosos hubieran sido
creados únicamente para goce del hombre, habría que
probar que antes de que el hombre apareciese había menos
belleza en la faz de la tierra que desde que él se
presentó en escena.

La belleza, en muchos casos, parece ser
debida por completo a la simetría del crecimiento. Las
flores se clasifican entre las producciones más hermosas
de la naturaleza; pero se han hecho visibles por contraste con
las hojas verdes, y por consiguiente hermosas, al mismo tiempo
para que puedan ser fácilmente observadas por los
insectos.

La selección natural no puede
producir ninguna modificación en una especie
exclusivamente para el bien de otra, aunque en la naturaleza una
especie incesantemente se aproveche de las estructuras de las
demás. Pero la selección natural puede producir, y
a menudo produce, estructuras en daño directo de otros
animales. Hemos visto que las especies no son indefinidamente
variables en cualquier período, y que no están
escalonadas por multitud de gradaciones intermedias; en parte,
porque el procedimiento de la selección natural es siempre
muy lento, y obra, en cualquier tiempo dado, solamente sobre unas
pocas formas; y en parte porque el mismo procedimiento de la
selección natural lleva implícitas la
suplantación continua y la extinción de los grados
precedentes e intermedios. Las especies estrechamente unidas, que
viven ahora en un área continua, deben en muchos casos
haber sido formadas cuando el área no lo era y cuando las
condiciones de vida no se graduaban insensiblemente desde una
parte a otra. Cuando se formen dos variedades en dos localidades
de una región continua, se formará a menudo una
variedad intermedia, propia para una zona también
intermedia; pero, por razones ya dadas, la variedad intermedia
será comúnmente menos numerosa que las dos formas
que enlaza, y por consiguiente, estas, durante el
curso de ulterior modificación, tendrán gran
ventaja para existir en mayor número sobre la variedad
intermedia, y acabarán generalmente por suplantarla y
exterminarla.

Debemos ser precavidos en la conclusión de que no
pueden graduarse uno en otro los hábitos más
diferentes de vida; que, por ejemplo, un murciélago no
pudo haber sido formado por la selección natural de un
animal que al principio sólo hendía el
aire.

En dos seres extensamente alejados uno de
otro en la escala natural, los órganos que sirven para el
mismo propósito, aunque sean en su apariencia externa muy
semejantes, pueden haber sido formados separada o
independientemente. Cuando tales órganos son examinados de
cerca, casi siempre pueden descubrirse en su estructura
diferencias esenciales, siendo esto consecuencia lógica
del principio de la selección natural. Por otra parte, la
regla común en toda la naturaleza es infinita diversidad
de estructura para alcanzar el mismo fin; y esta también
es consecuencia natural del mismo gran principio.

En muchos casos, somos demasiado ignorantes
para poder afirmar que una parte o un órgano sea tan
importante para el bienestar de una especie, que las
modificaciones en su estructura no puedan haberse ido acumulando
lentamente por medio de la selección natural. En otros
muchos casos, es probable que las modificaciones sean resultado
directo de las leyes de variación o de crecimiento,
independientemente de que aquellas hayan alcanzado bien alguno.
Pero aun en esas estructuras podemos estar seguros de que
después han sido aprovechadas y modificadas en beneficio
de las especies, bajo condiciones nuevas de vida. También
podemos creer que frecuentemente se ha conservado una parte que
tuvo gran importancia en otros tiempos (como la cola de un animal
acuático en sus descendientes terrestres) aunque haya
llegado a ser de importancia tan pequeña, que no
podría en su estado actual haber sido
adquirida por medio de la selección natural.

Sabemos que una especie en nuevas
condiciones de vida puede cambiar sus hábitos o tenerlos
diversificados; y algunos pueden ser distintos de los de sus
congéneres más inmediatos. Con esto podemos
entender, teniendo presente que cada ser orgánico trata de
vivir en todas las partes que puede, cómo ha sucedido que
haya ocas de tierra adentro con pies empalmados, picamaderos en
el terreno, tordos que bucean y petreles con las costumbres de
los pájaros bobos.

Aunque la creencia de que un órgano
tan perfecto como lo es el ojo pudiera haber sido formado por la
selección natural es bastante para hacer vacilar a
cualquiera, sin embargo, en el caso de un órgano
determinado, si tenemos noticia de una larga serie de
graduaciones en su complejidad, cada una de ellas ventajosa para
su poseedor, no hay imposibilidad lógica de que, en
condiciones cambiadas de vida, adquiera, por medio de la
selección natural, cualquier grado de perfección
concebible. En los casos en que no sabemos nada de los estados
intermedios o de transición, tenemos que ser
extremadamente cautos para deducir que no puede haber existido
ninguno, porque las metamorfosis de muchos órganos prueban
que, por lo menos, son posibles maravillosos cambios en sus
funciones. Por ejemplo: la vejiga natatoria ha sido aparentemente
convertida en pulmón que respira aire. El mismo
órgano que haya desempeñado en forma
simultánea funciones muy diferentes, y que
después haya sido especializado en todo o en parte para
una sola, y dos órganos distintos que hayan
desempeñado al mismo tiempo la misma función,
habiendo sido el uno perfeccionado con ayuda del otro, deben
muchas veces haber facilitado bastante las
transiciones.

La selección natural nada puede
producir en una especie para el bien o daño exclusivo de
otra, aunque sí puede producir partes orgánicas y
excreciones altamente útiles o indispensables, y
también altamente dañosas para otra especie; pero
han de ser en todos los casos útiles al mismo tiempo para
el poseedor. En cada país bien poblado, obra la
selección natural por medio de la competencia de los
habitantes, y por consiguiente, lleva al triunfo en la batalla
por la vida, pero solamente de acuerdo con el tipo modelo de
aquel país determinado. Por esto los habitantes de un
país pequeño ceden a menudo ante los habitantes de
otro más grande, porque en este existirán
más individuos y formas más diversificadas, lo que
produce una competencia más severa, y por ende el tipo de
perfección se habrá hecho superior. La
selección natural no conducirá necesariamente a la
perfección absoluta, ni tampoco, en cuanto nuestras
facultades limitadas nos permiten juzgar, puede señalarse
en todas partes cuál sería la perfección
absoluta.

Con la teoría de la selección
natural podemos entender claramente el sentido completo de aquel
antiguo canon de historia natural: "Natura non fácil
saltum", el cual no es estrictamente exacto si miramos
sólo a los actuales habitantes del mundo; pero si
incluimos a todos los de los tiempos pasados conocidos y por
conocer, dentro de nuestra teoría debe ser perfectamente
verdadero.

Se reconoce generalmente que todos los
seres orgánicos han sido formados según dos grandes
leyes: unidad de tipo y condiciones de existencia. Por unidad de
tipo se entiende ese acuerdo fundamental en la estructura que
vemos en los seres orgánicos de la misma clase, y que es
totalmente independiente de sus hábitos de vida.
Según nuestra teoría, se explica la unidad de tipo
por la unidad de descendencia. La expresión "condiciones
de existencia", en la que tan a menudo insiste el ilustre Cuvier,
es cabalmente comprendida por el principio de la selección
natural. Pues esta obra, o bien adaptando ahora las varias partes
de cada ser a sus condiciones de vida orgánicas e
inorgánicas, o bien, habiéndolas adaptado en
épocas pasadas, son ayudadas en muchos casos por el mayor
o menor uso de las partes afectadas por la acción directa
de las condiciones externas de vida, y en todos los casos sujetas
a las diversas leyes de crecimiento y variación. Por esta
razón, la ley de las condiciones de existencia es la ley
superior, pues incluye, por la herencia de variaciones y
adaptaciones anteriores, la ley de la unidad de tipo.

Capítulo VII

Objeciones a la
teoría de la selección natural

LONGEVIDAD. Un distinguido naturalista
alemán ha asegurado que la parte más débil
de esta teoría es que consideramos a todos los seres
orgánicos como imperfectos. Lo que realmente hemos dicho
es que no todos son tan perfectos como pudieran haberlo sido en
relación con sus condiciones, lo cual está
demostrado por el hecho de que tantas formas indígenas en
muchos puntos del globo hayan cedido sus puestos a intrusos.
Tampoco pueden los seres orgánicos, aun cuando en un
tiempo dado estuvieran perfectamente adaptados a sus condiciones
de vida, haber seguido estándolo cuando estas condiciones
cambiaban, a menos que ellos también cambiaran de igual
modo; y nadie disputará que las condiciones
físicas de cada país, como también los
números y de sus habitantes, han pasado por muchas
mutaciones.

Incluso ha habido un crítico que recientemente ha
repetido, con alguna apariencia de exactitud matemática,
que la longevidad es una gran ventaja para todas las especies, de
tal modo que quien crea en la selección natural "necesita
arreglar su árbol genealógico", para
que todos los descendientes tengan una vida más larga que
sus progenitores. ¿No puede nuestro crítico
concebir que una planta bienal o uno de los animales inferiores
pueda extenderse a un clima frío y perecer allí
cada invierno, y sin embargo, por causa de las ventajas
adquiridas por medio de la selección natural, sobrevivir
año tras año por medio de sus semillas o huevos?
Mr. E. Ray Lankester ha discutido recientemente este punto, y sus
conclusiones son, en cuanto la extrema complejidad del asunto le
permite formar juicio, que la longevidad está generalmente
relacionada con el tipo de cada especie en la escala de la
organización, y también con la cantidad de lo que
se gasta en la reproducción y en la actividad general, por
lo que es probable que estas condiciones hayan sido grandemente
determinadas por medio de la selección natural.

El célebre paleontólogo
Bronn, al final de su traducción alemana, pregunta
cómo puede por el principio de la selección natural
vivir una variedad al lado de la variedad madre.

También insiste Bronn en que las
especies distintas nunca varían entre sí en
caracteres aislados, sino en muchos puntos, y pregunta:
"¿Por qué muchas partes de la organización
han sido modificadas a un mismo tiempo por medio de la
variación y de la selección natural?". La mejor
respuesta a la expresada objeción es la que presentan esas
razas domésticas que han sido modificadas con algún
objeto especial, principalmente por el poder de la
selección del hombre. Véanse el caballo de carrera
y el de tiro, el galgo y el mastín. Toda su figura, y aun
sus distintivos mentales, han sido modificados, pero si
pudiéramos trazar paso por paso la historia de sus
transformaciones, como podemos hacerlo con los pasos más
recientes, no veríamos grandes y simultáneos
cambios, sino primero el de una parte y luego el de otra,
seguramente mejorada. Aun cuando la selección haya sido
aplicada por el hombre a un solo carácter, de lo cual
ofrecen los mejores ejemplos nuestras plantas cultivadas, se
encontrará invariablemente que aunque esta parte (flor,
fruto u hojas) haya sido en gran medida cambiada, casi todas las
otras partes también habrán sido modificadas, lo
cual puede atribuirse por un lado al principio de crecimiento
correlativo y por otro a la variación llamada
espontánea.

Una objeción mucho más seria
ha presentado Bronn, y después de él,
recientemente, Broca, a saber: que muchos caracteres no son, al
parecer, de utilidad alguna para sus poseedores, y que, por lo
tanto, la selección natural no debe haber tenido
influencia en ellos. Bronn pone el caso de la longitud de las
orejas y rabos de las diferentes especies de liebres y ratones,
los complejos pliegues del esmalte en los dientes de muchos
animales, y otros muchos casos análogos. Con respecto a
las plantas, ha sido ya discutido este asunto por Nágeli
en un ensayo admirable, en el que admite que la selección
natural ha realizado mucho, aunque insiste en que las familias de
las plantas se diferencian principalmente entre sí en
caracteres morfológicos sin ninguna importancia, al
parecer, para el bienestar de la especie. Cree, por consiguiente,
en una tendencia innata hacia el desarrollo progresivo y
más perfecto, y especifica la disposición de las
células en los tejidos y de las hojas en el eje, como
casos en los cuales no podía haber operado la
selección natural. A estos ejemplos pueden añadirse
las divisiones numéricas de las partes de la flor, la
posición de los óvulos, la figura de la semilla,
cuando no es de utilidad para la diseminación,
etc.

Mucha fuerza tiene esta objeción;
pero a pesar de todo, debemos, en primer lugar, ser como hemos
dicho antes, extremadamente cautos al pretender decidir
qué estructuras son ahora o han sido útiles a cada
especie. En segundo lugar, hay que recordar siempre que cuando se
modifica una parte, se modifican también otras por ciertas
causas, oscuramente vistas, tales como aumento o
disminución de corriente nutritiva para una parte precisa,
presión mutua, que una parte que se desarrolle al
principio afecte a otra que se desarrolle después, etc., o
por otras causas que motivan los muchos y misteriosos casos de
correlación que no entendemos mucho. Estas influencias
pueden ser agrupadas gracias a la brevedad, bajo la
expresión de leyes del crecimiento. En tercer lugar, algo
tenemos que conceder a la acción directa y definida del
cambio de condiciones de vida y a las variaciones llamadas
espontáneas, en las que la naturaleza de las condiciones
desempeña aparentemente un papel del todo
secundario.

Las variaciones de los pimpollos como la
aparición de una rosa de musgo en una rosa común, o
de un pelón en un árbol de melocotones, ofrecen
ejemplos claros de variaciones espontáneas, pero aun en
estos casos, si recordamos el poder que tiene una gota
minúscula de veneno para producir agallas muy complejas,
no debemos estar muy seguros de que las variaciones antes
señaladas no sean efecto de algún cambio local en
la naturaleza de la savia, debido a algún cambio de
condiciones. Tiene que haber alguna causa para cada
pequeña diferencia individual, así como para las
variaciones más fuertemente marcadas que de vez en cuando
surgen. Y si la causa desconocida obrara con persistencia, es
casi seguro que todos los individuos de la especie
quedarían modificados de un modo semejante.

Una estructura que ha sido desarrollada a
través de selección continuada por mucho tiempo,
cuando deja de ser útil a la especie se hace generalmente
variable, como lo vemos en los órganos rudimentarios,
porque deja de ser regulada por este mismo poder de
selección. Pero cuando por la naturaleza del organismo y
de las condiciones se han originado modificaciones que no son
importantes para el bienestar de las especies pueden ser, y
generalmente lo han sido, transmitidas en casi el mismo estado a
descendientes numerosos, modificados en otros sentidos. No puede
haber sido de mucha importancia para el mayor número de
los mamíferos, aves o reptiles, el estar cubiertos de
pelos, plumas o escamas: sin embargo, el pelo ha sido transmitido
a casi todos los mamíferos, las plumas a todos
los pájaros y las escamas a todos los verdaderos
reptiles. Una estructura, cualquiera, común a muchas
formas parecidas, es considerada por nosotros como de alta
importancia sistemática, y por consiguiente, se afirma con
frecuencia que es de alta importancia vital para la
especie.

Nos inclinamos a creer que las diferencias
morfológicas que consideramos importantes, tales como el
arreglo de las hojas, las divisiones de la flor o del ovario, la
posición de los óvulos, etc., aparecieron en muchos
casos primeramente como variaciones fluctuantes, que más
pronto o más tarde se hicieron constantes por la
naturaleza del organismo y de las condiciones
ambientales, como también por el cruzamiento entre
distintos individuos, pero no por la selección natural.
Pues como estos caracteres morfológicos no afectan el
bienestar de la especie, cualquier pequeña
variación en ellos no pudo haber sido gobernada o
aumentada por la última de las causas dichas. Así
llegamos a un resultado extraño, a saber: que los
caracteres de poca importancia vital para las especies son los
más importantes para el sistematizador.

Un distinguido zoólogo, Mr. Saint
George Mivart, ha reunido recientemente todas las objeciones que
se han hecho en otros tiempos por otros y por nosotros a la
teoría de la selección natural tal como la hemos
expuesto Mr. Wallace y nosotros, y ha aclarado aquellas, con
ejemplos expuestos y con admirable arte. Mr. Mivart afirma con
frecuencia que no le atribuimos nada a la
variación independientemente de la selección
natural, cuando todos saben que hemos coleccionado un
número mayor de hechos auténticos que el que se
encuentra en ninguna otra obra conocida. Nuestro juicio
podrá no ser fidedigno, pero nunca nos hemos sentido tan
fuertemente convencidos de la verdad de las conclusiones
aquí sentadas como después de leer con cuidado el
libro de Mr. Mivart.

Hoy por hoy, casi todos los naturalistas
admiten la evolución bajo una forma u otra. Mr. Mivart
cree que las especies cambian en virtud de "una fuerza o
tendencia interna", sobre cuyos elementos no se pretende
averiguar cosa definitiva. Que las especies tienen capacidad para
cambiar, lo admitirán todos los evolucionistas; pero no es
necesario, a nuestro modo de ver las cosas, invocar ninguna
fuerza interna que no sea la tendencia a la variabilidad
ordinaria, la cual, con ayuda de la selección dirigida por
el hombre, ha dado nacimiento a tantas razas domésticas
bien adaptadas, así como con ayuda de la selección
natural originaría igualmente por pasos graduales, razas o
especies naturales. El resultado final habrá sido, como ya
se ha explicado, un adelanto en la organización, aunque en
algunos pocos casos haya sido un retroceso.

Mr. Mivart se inclina además a
creer, y algunos naturalistas están de acuerdo con
él, que las especies nuevas se manifiestan de repente "por
modificaciones que aparecen con brusquedad y de una vez". Juzga
difícil de creer que el ala de un ave se haya desarrollado
de otra manera que no sea por modificación relativamente
brusca, de naturaleza marcada e importante. Esta
conclusión, que indica grandes lagunas o soluciones de
continuidad en la serie, nos parece
inverosímil.

Todo el que cree en la evolución
lenta, y gradual admitirá desde luego que pueden haber
existido cambios específicos tara bruscos y tan
considerables como urja simple variación cualquiera de las
que encontramos en el estado silvestre y hasta en el
doméstico. Pero como las especies son más variables
cuando están domesticadas o cultivadas que en sus
condiciones naturales, no es probable que variaciones tan grandes
y repentinas hayan ocurrido con frecuencia en el estado natural.
Como se sabe, de vez en cuando surgen en el estado
doméstico. De estas últimas variaciones algunas
pueden ser atribuidas al retroceso, y los caracteres que de este
modo reaparecen, probablemente fueron adquiridos en muchos casos
al principio de una manera gradual, y aun el mayor número
de ellas debe tenerse por monstruosidades, como los hombres con
seis dedos, o los puerco espines, los carneros ancón, el
ganado ñato, etc.; y como difieren enteramente por sus
caracteres de las especies naturales, arrojan escasa luz sobre la
materia que tratamos. Excluidos esos casos de variaciones
bruscas, los pocos que quedan constituirán a lo sumo, si
se los halla en estado natural, especies dudosas
íntimamente relacionadas con los tipos de sus
antecesores.

Las razones en las que se apoya nuestra
duda para creer que las especies naturales hayan cambiado tan
bruscamente como lo han hecho algunas de las razas
domésticas, y para rechazar en absoluto que hayan cambiado
de la manera maravillosa indicada por Mr. Mivart, son las
siguientes:

Según el resultado de nuestra
experiencia, ocurren variaciones bruscas y muy marcadas en
nuestras producciones domésticas, solamente en casos
aislados y con grandes intervalos de tiempo.

Si ocurriesen tales variaciones en el
estado natural, estarían expuestas a perderse por causas
accidentales de destrucción y por los siguientes
cruzamientos, como sabemos que sucede en la domesticidad, cuando
las variaciones bruscas de esta clase no son especialmente
preservadas y separadas por el cuidado del hombre. Por esta
razón, para que apareciera una especie nueva
repentinamente, a la manera que Mr. Mivart supone, es casi
necesario creer, en contra de lo que nos enseñan casos
análogos, que algunos individuos maravillosamente
cambiados aparecieron simultáneamente dentro de la misma
localidad. Esta dificultad queda resuelta, como en el caso de la
selección inconscientemente verificada por el hombre,
acudiendo a la teoría de la evolución gradual, en
virtud de la preservación de un gran número de
individuos que varíen más o menos en una
dirección favorable y de la destrucción de un gran
número que varíe en sentido opuesto.

Existe la duda de que muchas especies hayan
sido desarrolladas en manera extremadamente gradual, porque las
especies, y hasta los géneros de muchas grandes familias
naturales están tan inmediatamente enlazados, que es
difícil distinguirlos. En cada continente, al ir del Norte
al Sur, de las tierras bajas a las altas, etc., nos encontramos
con una cantidad de especies íntimamente relacionadas o
representativas, y al suceder lo mismo en ciertos continentes
separados, tenemos razones para creer que estos estuvieron unidos
en otro tiempo. Pero al hacer estas observaciones y las
subsiguientes, nos vemos obligados a hacer referencia a puntos
que se discutirán más adelante. Véanse las
muchas islas que están alrededor de un continente
cualquiera, y se verá cuántos de sus habitantes
pueden merecer ser clasificados en el número de las
especies dudosas. Lo mismo sucede si miramos los tiempos pasados
y comparamos las especies que acaban de desaparecer con las que
todavía existen en las mismas regiones, o si comparamos
las especies fósiles enterradas en las subcapas de la
misma formación geológica. Por lo tanto, resulta
evidente que hay una multitud de ellas relacionadas de la manera
más íntima con otras que todavía existen o
que han existido recientemente, y difícilmente se
sostendrá que tales especies deban su desarrollo a cambios
bruscos o repentinos. Es preciso no olvidar tampoco, cuando
estudiamos los órganos especiales de especies inmediatas,
en vez de los de especies distintas, que pueden trazarse
gradaciones numerosas y asombrosamente delicadas que relacionan
estructuras extraordinariamente diferentes.

Muchos hechos se comprenden tan sólo
por el principio de que las especies se han desarrollado por
pasos muy pequeños, como por ejemplo, el fenómeno
de que las especies incluidas en los géneros más
grandes estén más íntimamente relacionadas
entre sí y presenten mayor número de variedades que
las especies de los géneros menores. Las primeras
están también agrupadas en pequeños grupos,
como las variedades alrededor de las especies, y presentan otras
analogías con las variedades, según queda
demostrado en el capítulo II de esta obra. Con este mismo
principio podemos entender cómo los caracteres
específicos son más variables que los
genéricos, y cómo las partes que se desarrollan en
grado o modo extraordinario son más variables que las
demás partes de la misma especie. Muchos hechos
análogos podrían citarse en confirmación de
esta doctrina.

Aunque es casi cierto que muchísimas
especies se han producido por pasos no mayores que los que
separan variedades muy delicadas, puede sostenerse que algunas
han sido desarrolladas de una manera diferente y brusca. No debe
hacerse, sin embargo, esta concesión sin que se den
excelentes pruebas de la verdad anunciada.

A menos que admitamos transformaciones tan
prodigiosas como las que defiende Mr. Mivart, tales como el
repentino desarrollo de las alas de pájaros o
murciélagos, o la súbita conversión del
hiparión en caballo, la creencia en las modificaciones
bruscas apenas da alguna luz a la falta de eslabones de enlace en
nuestras formaciones geológicas; pero la
embriología presenta una fuerte protesta contra las
creencias en cambios bruscos. Es notorio que las alas de las aves
y murciélagos, como las piernas de los caballos y otros
cuadrúpedos, sean indistinguibles en un período
embrionario temprano, y que se diferencien sólo par pasos
insensiblemente delicados. Los parecidos embriológicos de
todas las clases pueden explicarse por las variaciones
verificadas después de la primera juventud en las
progenituras de nuestras especies existentes, que transmiten los
caracteres nuevamente adquiridos a su descendencia en la edad
correspondiente. El embrión no queda afectado,
y sirve como indicio de la pasada condición de las
especies. Por eso sucede que las especies existentes, durante los
primeros períodos de su desarrollo, se parecen a menudo a
formas antiguas y extinguidas, pertenecientes a la misma clase.
Con esta opinión sobre el significado de los parecidos
embriológicos, y sea cual fuere la opinión, es
increíble que un animal haya sufrido transformaciones tan
instantáneas y bruscas como las indicadas
arriba, y que no tenga, sin embargo, en su condición
embriónica, ninguna huella de modificación
repentina. Por lo tanto, todos los detalles de su estructura son
debidos a los pasos insensiblemente delicados. Todo el que crea
que por medio de fuerzas o tendencias internas se transforma
repentinamente una forma antigua en otra alada, por ejemplo, se
verá casi obligado a suponer, en contra de todas las
analogías observadas, que muchos individuos varían
simultáneamente. No puede negarse que esos cambios tan
bruscos y grandes de estructuras sean totalmente diferentes de
aquellos que la mayor parte de las especies, al
parecer, han atravesado. Se verá obligado también a
creer que muchas estructuras notablemente adaptadas a todas las
demás partes del mismo ser y a las condiciones que las
rodean han sido repentinamente producidas, sin que sea posible
que encuentre ni sombra siquiera de explicación para tan
complejas y maravillosas coadaptaciones. Se verá forzado a
admitir que cuando estas sean grandes y repentinas no
dejarán ningún rasgo de su acción en el
embrión; lo cual, a nuestro modo de ver, es lo mismo que
dejar los reinos de la ciencia para entrar en los del
milagro.

Capítulo VIII

Instinto

LOS INSTINTOS SON COMPARABLES CON LOS
HÁBITOS, PERO SE DIFERENCIAN DE ESTOS POR EL ORIGEN. No
intentaremos dar aquí la definición del instinto,
pues es fácil demostrar que se comprenden
comúnmente en este término varias acciones mentales
distintas, y todo el mundo sabe qué significa decir que el
instinto induce, por ejemplo, al cuco a emigrar y poner sus
huevos en los nidos de otras aves. Una acción para cuya
realización nosotros mismos necesitaríamos
experiencia, cuando es realizada por algún animal,
especialmente si este es muy joven, sin experiencia, y cuando es
llevada a cabo de la misma manera, por muchos individuos, sin que
sepan para qué la hacen, se apellida comúnmente
instintiva. Pero podríamos demostrar que ninguno de estos
caracteres puede tomarse por universal, pues siempre entra en
juego una pequeña dosis de juicio o de razón, como
la llama Pierre Huber, aun en los animales situados muy bajos en
la escala de la naturaleza.

Federico Cuvier y algunos de los
metafísicos más antiguos han comparado el instinto
con el hábito, y nosotros creemos que esta
comparación da una idea exacta del estado de ánimo
bajo el cual se lleva a cabo una acción instintiva, aunque
no se explique precisamente su origen. ¡Cuán
inconscientemente se hacen por hábito muchas cosas que en
bastantes casos están en oposición directa con
nuestra voluntad consciente!

Ahora bien; estas acciones pueden ser
modificadas por la voluntad o por la razón. Los
hábitos fácilmente se asocian con otros
hábitos en ciertos períodos de tiempo y
estados del cuerpo, pero una vez adquiridos,
permanecen constantes toda la vida. Podrían indicarse
algunos puntos parecidos entre los instintos y los
hábitos. Sucede con los instintos lo mismo que al repetir
una canción muy sabida, una acción sigue a la otra
por una especie de ritmo. Si se interrumpe a una persona cuando
canta o cuando ejecuta algo por rutina,

se la obliga generalmente a volver
atrás para recobrar el hilo habitual del
pensamiento.

Si suponemos que una acción habitual
pasa a ser hereditaria, lo cual puede demostrarse que sucede
algunas veces, entonces el parecido entre lo que en su origen fue
un hábito y un instinto es tan grande, que no es posible
establecer la diferencia. Si Mozart, en lugar de
tocar maravillosamente el piano cuando tenía tres
años de edad, hubiera ejecutado una tonada sin
práctica ninguna, podría haberse dicho
verdaderamente que lo había hecho por instinto. Pero
sería un error serio suponer que se ha adquirido por
hábito el mayor número de los instintos en una
generación, y que estos se han transmitido después,
por herencia, a las generaciones posteriores. Puede demostrarse
claramente que es imposible que los instintos más
maravillosos que conocemos, a saber, los de la abeja de colmena y
los de muchas hormigas, hayan sido adquiridos por
hábito.

Todos admitirán que para el
bienestar de cada especie en sus condiciones actuales de vida,
los instintos son tan importantes como las estructuras
corpóreas. En condiciones cambiadas de vida es posible que
sean ventajosas a una especie algunas ligeras modificaciones de
instintos; y si puede demostrarse que estos varían, por
poco que sea, no vemos dificultad en admitir que la
selección natural conserva y acumula las variaciones de
instintos en cualquier medida que sea ventajosa. Creemos
firmemente que así se han originado todos los instintos
más complejos y asombrosos que conocemos. Al igual que
nacen y se aumentan por el uso o el hábito las
modificaciones en la estructura corpórea, y se disminuyen
o pierden por el desuso, debe haber sucedido con los instintos.
Pero creemos que los efectos del hábito son de importancia
secundaria con respecto a los efectos de la selección
natural en lo que podríamos llamar variaciones
espontáneas de instintos, esto es,
variaciones manifestadas por las mismas causas ocultas que
producen las pequeñas desviaciones en la estructura del
cuerpo.

Hay menos posibilidades de obtener
algún instinto complejo por medio de la selección
natural que por la lenta y gradual acumulación de
variaciones múltiples y ligeras, pero ventajosas.
Así, pues, como en el caso de las estructuras
corpóreas, tenemos que encontrar en la naturaleza, no los
grados reales de transición por los cuales se ha adquirido
cada instinto complejo (porque estos podrían encontrarse
solamente en los antecesores directos de cada especie), sino
algunas pruebas de estos grados de transición en las
líneas colaterales de descendencia, o al menos debemos
ponernos en condición de demostrar que son posibles
ciertos grados, sean de la clase que fueren, lo cual es
ciertamente posible hacerlo. Los cambios de instintos pueden
muchas veces facilitarse cuando la misma especie posee
diferencias en los diversos períodos de la vida, o en las
diversas estaciones del año, o cuando sus
individuos atraviesan diferentes circunstancias, en cuyo caso
puede la selección natural conservar el uno o el otro
instinto. Esto demuestra que, en la naturaleza, ocurren
semejantes ejemplos de diversidad en la misma especie.

Además, como en el caso de la
estructura corpórea, y en conformidad con nuestra
teoría sucede que, el instinto de cada especie es bueno
para la misma; pero no ha sido nunca producido en beneficio
exclusivo de otras especies. Uno de los casos más
convincentes que conocemos de un animal que aparentemente lleve a
cabo un acto sólo por el bien de otro animal, es el de los
pulgones, que voluntariamente ceden a las hormigas su dulce
excreción. Huber observó, antes que nadie, que lo
hacen voluntariamente, como lo demuestran los siguientes hechos:
en cierta ocasión removimos todas las hormigas que
había entre un grupo de diez o doce pulgones que habitaban
en una planta de acedera, e impedimos que volviesen a ella
durante algunas horas.

Pasado este intervalo, ya era seguro que
los pulgones necesitaban excretar. Los observamos por
algún tiempo, valiéndonos de una lente, y vimos con
sorpresa que ni uno solo de ellos lo había hecho. Entonces
los tocamos e instigamos con un cabello, imitando en lo posible
lo que hacen las hormigas con sus antenas. Después de esto
dejamos que una hormiga se acercara a ellos, y en el acto, por
las ansias con que corría de un lado para
otro, parecía indicar no desconocer el pasto que
acababa de descubrir. Entonces empezó a tocar con sus
antenas el abdomen de uno de los insectos, pasando luego a otro,
y después a otro, etc. Cada uno de ellos, al
sentir las antenas, levantaba inmediatamente su abdomen y
excretaba una gota transparente del dulce jugo, que ansiosamente
era devorado por la hormiga. Los pulgones más
jóvenes obraban de la misma manera, demostrando así
que la acción era instintiva y no resultado de la
experiencia.

También podría demostrarse
con muchos hechos que las cualidades mentales de los animales de
la misma clase nacidos en estado natural varían mucho, y
asimismo es fácil aducir diferentes casos de
hábitos extraños y accidentales en animales
salvajes, cuyos hábitos, de ser ventajosos para la
especie, podrían haber dado lugar a nuevos instintos por
medio de la selección natural.

CAMBIOS HEREDITARIOS DE HÁBITOS O DE
INSTINTOS EN LOS ANIMALES DOMÉSTICOS. Se aumentará
la creencia en la posibilidad y aun en la probabilidad de la
herencia de las variaciones distintas en estado natural, al
considerar brevemente algunos pocos casos que ocurren en la
domesticidad, pues así podremos ver la parte que el
hábito y la selección de las variaciones llamadas
espontáneas ha tenido en modificar las cualidades mentales
de nuestros animales domésticos, siendo notorio
cuánto varían en sus cualidades mentales muchos de
estos animales. En los gatos, por ejemplo, vemos que mientras uno
se dedica naturalmente a la caza de ratas, otro prefiere la de
ratones, siendo cosa sabida que estas tendencias se heredan. Los
instintos domésticos, que así podremos llamarlos,
son ciertamente mucho menos fijos que los naturales; pero en
ellos ha obrado una selección mucho menos rigurosa y han
sido transmitidos por un período de tiempo
incomparablemente más corto y en condiciones de vida menos
estables.

Las cualidades mentales de nuestros
animales domésticos varían y se heredan, aunque los
instintos cambian ligeramente en estado natural. Nadie
disputará que los instintos son de la mayor importancia
para cada animal; por lo tanto, no hay dificultad real cambiando
las condiciones de vida, para que la selección natural
acumule en un grado cualquiera las ligeras
modificaciones de instinto que sean útiles de algún
modo. En muchos casos es probable que haya entrado en juego el
hábito o el uso y el desuso; y si pretendemos afirmar que
los hechos presentados en este capítulo den fuerza de
ninguna clase a esta teoría, tampoco concederemos que
alguno de los casos de dificultad la anulen, confesándonos
como completamente equivocados. Por otra parte, el hecho de que
los instintos no sean siempre absolutamente perfectos y
estén sujetos a equivocaciones; el que no pueda
presentarse un instinto que haya sido producido en beneficio de
otros animales, por más que estos se aprovechen de los
instintos de otros; y el que el canon de historia natural "Natura
non facit saltum" sea aplicable a los instintos al igual que a la
estructura corpórea y sea plenamente inteligible con las
opiniones anteriores, y de otros modos inexplicables; todo, en
suma, tiende a corroborar la teoría de la selección
natural.

También esta teoría adquiere
fuerza por unos cuantos hechos más con respecto a los
instintos, como es el caso común de especies muy cercanas,
pero distintas, que habitan diversas partes del mundo y viven en
condiciones considerablemente diferentes, y que, sin embargo,
conservan con frecuencia casi los mismos instintos. Por ejemplo,
podemos entender cómo por el principio de la herencia, el
tordo de la América tropical del Sur cubre su nido de
barro, de la misma manera peculiar que nuestro tordo
británico; cómo los todopicos del
África y de la India tienen el mismo instinto
extraordinario de tapiar y aprisionar a las hembras en un hueco
de un árbol, abriendo un agujerito en la tapia, por el
cual los machos les dan el alimento a ellas y a sus polluelos
cuando salen del cascarón; cómo el regaliolo macho
(Troglodita), de la América del Norte, construye nidos
para su descanso al igual que en Europa, hábito
completamente diferente del de todos los pájaros
conocidos. Finalmente, acaso no sea deducción
lógica, pero sí para nosotros muchísimo
más satisfactoria, considerar que instintos tales como el
del pollo de cuclillo, que echa a sus hermanos del nido, el de
las hormigas que hacen esclavos y los de las larvas de los
ichneumones, que se alimentan dentro de los cuerpos vivos de las
orugas, no son instintos especialmente creados, con los cuales se
ha dotado respectivamente a esos animales, sino pequeñas
consecuencias de la ley general que lleva a la mejora de todos
los seres orgánicos, a saber: la de multiplicar, variar,
dejar vivir al más fuerte y dejar morir al más
débil.

Capítulo IX

Hibridismo

DISTINCIÓN ENTRE LA ESTERILIDAD DE
UN PRIMER CRUZAMIENTO Y LA DE LOS HÍBRIDOS; GRADOS DE
ESTERILIDAD; DIFORMISMO Y TRIFORMISMO RECÍPROCOS. La
opinión más vulgar entre los naturalistas es que
las especies, cuando se cruzan, han sido especialmente dotadas de
esterilidad para impedir que se confundan. A primera vista, esta
opinión parece ciertamente muy probable, porque apenas
hubieran podido conservarse distintas las especies que viven
juntas si hubieran sido susceptibles de cruzarse libremente. Es
en muchos conceptos importante para nosotros este asunto, sobre
todo porque la esterilidad de las especies, cuando por primera
vez se cruzan, y la de su descendencia híbrida, no puede
haberse adquirido, como demostraremos, conservando grados
ventajosos y sucesivos de esterilidad, sino que es resultado
incidental de las diferencias en el sistema reproductivo de las
especies madres.

Al tratar este asunto se han confundido
generalmente dos clases de hechos, hasta cierto punto
fundamentalmente diferentes, a saber: la esterilidad de las
especies, cuando por primera vez se cruzan, y la esterilidad de
los híbridos, productos de estos cruzamientos.

Las especies puras tienen naturalmente sus
órganos de reproducción en estado perfecto, y sin
embargo, cuando se cruzan, producen poca o ninguna descendencia.
Los híbridos, por otra parte, tienen sus órganos
reproductivos funcionalmente impotentes, como puede claramente
verse en el estado del elemento macho, tanto en las plantas como
en los animales, aunque sean perfectos en estructura los
órganos formadores, en cuanto el microscopio los revela.
En el primer caso son perfectos los dos elementos sexuales que
entran a formar el embrión; en el segundo, o no
están del todo desarrollados o lo están
imperfectamente. Es importante esta distinción al tener
que considerar la causa de la esterilidad común en los dos
casos, y probablemente ha sido pasada ligeramente por alto,
porque en ambos se ha creído que la esterilidad era un don
especial, fuera del alcance de nuestra razón.

La fertilidad de las variedades, es decir,
de las formas que se sabe o que se cree que descienden de padres
comunes, cuando se cruzan, y de igual modo la fertilidad de su
descendencia mestiza, son, en lo que a nuestra teoría se
refiere, de igual importancia que la esterilidad de las especies,
porque al parecer establece ancha y clara distinción entre
las variedades y las especies.

En cuanto a la esterilidad de los
híbridos en generaciones sucesivas, aunque Gaertner pudo
criar algunos híbridos guardándolos cuidadosamente
para que no se cruzaran con ninguno de raza pura, durante seis o
siete generaciones, y durante diez en un caso, afirma
positivamente que su fertilidad no crece nunca, sino que
generalmente disminuye mucho y de repente. Con respecto a esta
disminución, lo primero que hay que notar es que cuando es
común a ambos padres cualquier desviación en la
estructura o constitución, se transmite esta con
frecuencia en grado creciente a la descendencia, y en las plantas
híbridas ambos elementos sexuales están ya un tanto
afectados. Pero creemos que su fertilidad ha disminuido en casi
todos estos casos por causa independiente, a saber: por
cruzamientos demasiado próximos. Hemos hecho tantos
experimentos y reunido tantos hechos que prueban por una parte
que en ocasiones el cruzamiento con un individuo o variedad
distintos aumentan el vigor y fertilidad de la descendencia, y
por otra parte que el cruzamiento muy próximo disminuye su
vigor y fertilidad, que no nos cabe duda de la exactitud de esta
conclusión. Los híbridos rara vez son criados en
gran número por los experimentadores; y como las especies
madres u otras híbridas inmediatas crecen generalmente en
el mismo jardín, debe evitarse cuidadosamente, durante la
estación florida, el acceso de los insectos.
Por esto los híbridos, cuando se abandonan a sí
mismos, son generalmente fecundos en cada generación por
polen de la misma flor, y esto probablemente sería nocivo
a su fecundidad, ya aminorada por su origen híbrido, por
lo cual nos confirma una proposición hecha repetidas veces
por Gaertner, a saber: que aun los híbridos menos
fértiles, si son fecundados artificialmente por polen
híbrido de la misma clase, se hacen decididamente
más fecundos y continúan aumentando en fecundidad a
pesar de los frecuentes y malos efectos de la
manipulación. Ahora bien; en el procedimiento de la
fecundidad artificial sabemos por experiencia propia que, tan
pronto como se toma por casualidad polen de las anteras de otra
flor, como de las de la misma flor que hay que fertilizar, se
realiza muchas veces el cruzamiento entre dos flores de la misma
planta. Además, cuando se hacen experimentos
complicados, un observador tan cuidadoso como Gaertner
debió haber castrado sus híbridos, y esto le
hubiera dado seguridad, en cada generación, de que no se
realizaba el cruzamiento con polen de una flor distinta, ya fuera
de la misma planta, o de otra de la misma naturaleza
híbrida. De este modo, a nuestro juicio, puede explicarse
el hecho extraño de que aumente la fertilidad en las
generaciones sucesivas de los híbridos artificialmente
fecundados, en contraste con los que lo son
espontáneamente, por haberse evitado el cruzamiento
consanguíneo.

Con respecto a la esterilidad de los
híbridos cuyos elementos sexuales están
imperfectamente desarrollados, el caso es un tanto diferente.
Más de una vez nos hemos referido a una gran serie de
hechos que demuestran que cuando se saca a los animales y a las
plantas de sus condiciones naturales son en extremo susceptibles
de serias afecciones en sus sistemas reproductivos. Lo cual, en
verdad, es un gran obstáculo para la domesticidad de los
animales, porque entre la esterilidad así provocada y la
de los híbridos hay tantos puntos de semejanza que, en
ambos casos, la esterilidad es independiente de la salubridad
general, y va a menudo acompañada de exceso de
tamaño o de gran exuberancia. En ambos casos ocurre la
esterilidad en varios grados; en ambos, el elemento macho es el
más susceptible de ser afectado, aunque algunas veces la
hembra lo es más que el macho. En ambos, la tendencia
acompaña hasta cierto punto la afinidad
sistemática, porque grupos enteros de animales y plantas
se hacen impotentes por las mismas condiciones no naturales,
mientras que grupos enteros de especies tienden a producir
híbridos estériles.

Algunos autores han dado mucha importancia
a la suposición de que solamente en los mestizos los
descendientes no son intermedios en carácter, sino que se
parecen mucho a uno de los padres; pero esto también
ocurre algunas veces con los híbridos, aun cuando
concedemos que con mucha menos frecuencia.

Examinando los casos reunidos por nosotros,
de animales cruzados que se parecen mucho a uno de los padres,
las semejanzas están, al parecer, limitadas principalmente
a caracteres casi monstruosos en su naturaleza, y que han
aparecido de repente, como el albinismo, melanismo, falta de rabo
o de cuernos o mayor número de dedos en manos o pies, y no
a aquellos caracteres que han sido lentamente adquiridos por
medio de la selección. La tendencia al retroceso repentino
hacia el carácter perfecto de uno de los dos padres
sería también mucho más probable que
ocurriera en los mestizos descendientes de variedades
súbitamente producidas y semimonstruosas en
carácter, que en los híbridos que descienden de
especies lenta y naturalmente producidas. En suma, convenimos
totalmente con el doctor Prósper Lucas, el cual,
después de haber clasificado una enorme selección
de hechos con respecto a los animales, llegó a la
conclusión de que las leyes del parecido de la prole con
sus padres son las mismas, aunque éstos se diferencien
mucho o poco entre sí; más claro, que son las
mismas, siendo los padres individuos de la misma variedad o de
diferentes variedades o de especies distintas.

Independientemente de la cuestión de
esterilidad y fecundidad, parece haber en todos los demás
conceptos semejanza general e inmediata en la descendencia de las
especies y de las variedades cruzadas. Si miramos a las especies
como creaciones especiales y a las variedades como productos de
leyes secundarias, esta semejanza sería hecho asombroso,
pero que armonizaría perfectamente con la opinión
de que no hay distinción esencial entre especies y
variedades.

Los primeros cruzamientos entre formas lo
suficientemente distintas como para ser clasificadas como
especies y sus híbridos son generalmente estériles,
pero no siempre. La esterilidad pasa por tantos grados y es a
menudo tan pequeña, que los experimentadores más
cuidadosos han llegado a conclusiones diametralmente opuestas al
clasificar las formas según esta prueba. La esterilidad es
innatamente variable en individuos de la misma especie,
así como eminentemente susceptible a la acción de
condiciones favorables y desfavorables. El grado de esterilidad
no es consecuencia rigurosa de la afinidad
sistemática y está determinado por
algunas leyes curiosas y complejas, siendo en general diferente,
en los cruzamientos recíprocos entre dos mismas especies,
y no teniendo siempre igual grado de intensidad en el primer
cruzamiento y en los híbridos que de este
derivan.

De la misma manera en que al injertar
árboles depende la aptitud de una especie o variedad para
prender en otra que presente diferencias desconocidas en sus
sistemas vegetativos, que generalmente son de naturaleza
desconocida, es también mayor o menor la facilidad en los
cruzamientos el que una especie se una a otra por efectos de
diferencias desconocidas en sus sistemas reproductivos. No hay
más razones para creer que las especies han sido dotadas
especialmente con varios grados de esterilidad para impedir que
se crucen y mezclen en la naturaleza, que las que hay para pensar
que los árboles han sido dotados especialmente de varios
grados un tanto análogos de dificultad para el injerto,
dirigidos a impedir que se injerten por sí solos en
nuestros bosques.

La esterilidad de los primeros cruzamientos
y de su progenie híbrida no ha sido adquirida por medio de
la selección natural. En el caso de los primeros
cruzamientos, parece depender de varias circunstancias, y algunas
veces, en la mayor parte, de la temprana muerte del
embrión. Tratándose de híbridos, depende
aparentemente de que toda su organización ha sido
perturbada por ser compuesto de dos formas distintas, estando su
esterilidad íntimamente enlazada con la que tan
frecuentemente afecta a las especies puras expuestas a
condiciones nuevas y no naturales de vida.

Quienquiera que explique estos
últimos casos podrá explicar la esterilidad de los
híbridos. Esta opinión tiene firme apoyo en cierto
paralelismo de otra clase, a saber: primero, en que los cambios
pequeños en las condiciones de vida aumentan el vigor y
fertilidad de todos los seres orgánicos; y segundo, en que
el cruzamiento de formas que han estado expuestas a condiciones
de vida ligeramente diferentes o que han variado, favorece el
tamaño, vigor y fecundidad de su descendencia. Los hechos
acerca de la esterilidad de las uniones ilegítimas de las
plantas dimórficas y trimórficas y de su
ilegítima progenie hacen probable que exista algún
lazo desconocido que conexione en todos los casos el grado de
fertilidad de las primeras uniones con el de sus descendientes.
La consideración de estos hechos sobre el dimorfismo y
también la consideración de los resultados de los
cruzamientos recíprocos, claramente llevan a la
conclusión de que la causa primaria de la esterilidad de
las especies cruzadas está reducida a diferencias en sus
elementos sexuales, pero no sabemos por qué, en el caso de
especies distintas, habrán sido aquellos más o
menos modificados, conduciendo a su inferioridad mutua, aunque
parece que esto está en estrecha relación con haber
estado expuesta la especie, durante varios períodos de
tiempo, a condiciones de vida próximamente
uniformes.

No es sorprendente que la dificultad al
cruzar dos especies cualesquiera y la esterilidad de su
descendencia híbrida se correspondan en la mayor parte de
los casos, aunque sea debido a causas distintas, porque ambas
dependen de la cantidad de diferencia existente
entre las especies que se cruzan. Tampoco es sorprendente
que la facilidad de efectuar un primer cruzamiento, la fertilidad
de los híbridos por él producidos y la aptitud de
ser injertados juntos (aunque esta última aptitud depende
evidentemente de circunstancias en extremo diferentes) corran
todas hasta cierto punto parejas con la afinidad
sistemática de las formas sujetas al experimento, porque
la afinidad sistemática incluye parecidos de todas
clases.

Los primeros cruzamientos entre formas que
son variedades reconocidas, o bastante análogas para ser
consideradas como variedades, así como sus descendientes
mestizos, son fértiles casi siempre, pero no
invariablemente, como tan a menudo se ha pretendido. Tampoco es
sorprendente esta casi universal y perfecta fecundidad si se
recuerda cuán expuestos estamos a argumentar en
círculo vicioso con respecto a las variedades en estado de
naturaleza, y si no olvidamos que el mayor número de
variedades ha sido producido en la domesticidad por la
selección de diferencias meramente externas, y que no han
estado aquellas mucho tiempo expuestas a condiciones de vida
uniformes. También debe recordarse especialmente que la
domesticidad prolongada por mucho tiempo tiende a eliminar la
esterilidad, y que es por lo tanto muy poco probable que provoque
esta misma cualidad. Independientemente de la
cuestión de fecundidad, en todos los demás
conceptos hay un parecido generalmente grande entre los
híbridos y los mestizos, en cuanto atañe a su
variabilidad, en poder absorberse mutuamente por cruzamientos
repetidos y en heredar caracteres de ambas formas madre.
Finalmente, aunque seamos tan ignorantes respecto a la causa
precisa de la esterilidad en los primeros cruzamientos y en los
híbridos, como lo somos en cuanto a por qué los
animales y las plantas sacados de sus condiciones naturales se
hacen estériles, los hechos presentados no nos parecen
opuestos a la creencia de que las especies
existiesen primeramente como variedades.

Texto de dominio público.

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Argentina por cumplirse más de 30 años de la muerte
de su autor (Ley 11.723 de Propiedad Intelectual). Sin embargo,
no todas las leyes de Propiedad Intelectual son iguales en los
diferentes países del mundo.

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Autor:

Charles Darwin

Enviado por:

Marcos

Partes: 1, 2, 3
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