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El último Pisco Sour (página 3)



Partes: 1, 2, 3, 4

_Cabritos son ustedes los Rotos. Cabitos somos
nosotros.

El ómnibus escolar evacuó el neoviejo
balneario de Miraflores. El paseo cultural olvidó de
visitar el monumento de Leoncio Prado, que está en un
parque solitario del barrio de San Antonio. Tampoco no hubo
tiempo para conocer el de Roque Saenz Peña y el de Alfonso
Ugarte del bulevar de Javier Prado. Un alumno había
comentado que éste último parecía que
tenía tortícolis. Otro nostalgiado fue el Ricardo
Palma del Parque Tradiciones. Para mí él no fue
mentirosito. También quise conocer su casa y el colegio
re- modelado que tiene su nombre.

Giuliano Pastrani Díaz, joven peruano de origen
italiano, triunfador en la Escala de Milán, había
venido especialmente de Italia para actuar como el Coronel
Leoncio Prado en la ópera "Sangre y Café",
inspirada en una Tradición de Ricardo Palma, que se
presentaría en el Teatro Municipal.

Era una presentación de gala. Los Smooking y los
vestidos de rancia elegancia desfilaban por el teatro en una
pasarela que quedaría en la historia del Perú. Daba
la idea de que se estaba en la época del conflicto del
Pacífico, cuando ancianos caballeros barbudos
expelían sus bocanadas de humo, mediante pipas de formas
sofisticadas. No faltaron por ahí los clásicos
binoculares de las plateas balconescas.

De pronto los comentarios de los espectadores, sobre el
argumento de la obra que tenían en sus manos, se vieron
eclipsados al apagarse las luces de los palcos
dorados.

Fueron ingresando al escenario, poco a poco, soldados de
uniforme blanco que representaban a los peruanos y por el otro
lado, otros soldados de chaqueta azul y pantalón rojo, que
eran los chilenos.

Luego empezó el típico canto italiano de
las óperas.

Los soldados peruanos entonaban sus voces.

_Estamos triunfando,

estamos triunfando.

Huamachuco es peruano,

Huamachuco es peruano.

Mientras disparaban, con sus fusiles, contra los
soldados invasores que caían al suelo, también con
entonadas vociferaciones.

_No canten su triunfo.

La batalla continúa.

La gloria del cielo

nos dará la victoria.

Los cantos de la soldadesca van bajando de volumen al
aparecer el Mariscal Cáceres con sus clásicas
barbas repartidas entre las dos mejillas. La escenografía
se ilumina de un color fucsia, que hace resaltar una pintura de
los Andes con varios cóndores volando. Los soldados
extranjeros se acercan a Cáceres y
señalándole el rostro, lo reconocen
melodiosamente.

_Es el brujo del que nos han hablado.

Es el Brujo de los Andes.

Cuidado con sus maleficios

que nos pueden hacer perder la batalla.

Los soldados patriotas, ante los improperios de sus
enemigos, responden:

_La guerra la vamos a ganar,

no con la brujería,

sino con la inteligencia a a a a a

de nuestro insigne mariscal al al al al.

A lo que Cáceres agrega:

_Me dicen Brujo, no por los maleficios,

sino porque desaparezco,

como por arte de magia,

cuando ustedes los chilenos os os os os

me quieren atrapar.

Jugando con su voz, como todo un tenor que lo era, sale
al proscenio, caminando, Giuliano Pastrani Díaz, con su
quepí, unos bigotes de joven militar y el uniforme azul de
charreteras deslumbrantes. Todo el público aplaude
estrepitosamente y se po-

nen de pie. Se inicia su actuación.

_Mariscal, la victoria es nuestra,

dígame usted cuál es la orden,

dígame usted lo que hay que hacer,

Mariscal la victoria es nuestra.

Cáceres replica con seriedad y autoridad
militar.

_La victoria será nuestra y suya
coronel,

A usted lo dejo como jefe de Huamachuco.

Yo tengo que irme a Jauja,

porque me dicen que ahí están atacando o o
o

estos invasores es es es es es.

Y señala a los soldados que ríen, por el
posible triunfo, al enterarse que han atacado por otro
lugar.

El coronel se arrodilla. Cáceres saca su espada y
le da el espaldarazo en el hombro, concediéndole la plena
investidura militar. El Mariscal se retira ante la apoteosis de
los subalternos.

Leoncio Prado se pone de pie dando voces de
mando.

_Disparen, disparen, disparen.

Sólo así venceremos en
Huamachuco.

No paren de disparar.

No debe quedar ningún enemigo vivo.

Los soldados multiplicaron sus disparos,
simultáneamente con las frases de:

_Mueran, mueran, mueran.

Con su muerte e e e e e

nuestra vida quedará asegurada.

Iban matando a los soldados del sur, pero
aparecían cada vez más de ellos en el proscenio.
Leoncio Prado se admira de los muchos que son. Finalmente se
escuchan los ruidos de los gatillos, pero ya no se oye ninguna
detonación. Los soldados asustados reclaman ante el joven
jerarca.

_Mi coronel se acabaron las balas, ya no
hay municiones, ¿Ahora qué
hacemos? la batalla continúa.

Leoncio Prado dictamina:

_Saquen sus sables,

traspasen al enemigo,

con su sangre limpiaremos

nuestro honor que ellos han mancillado.

Los peruanos sacan sus sables y en el momento que
amenazan a los contrarios aparece el coronel chileno Gorostiaga,
quien burlonamente intenta bajar la moral a su
opositor.

_De nada les valdrá sus sables,

cayeron en la trampa,

dispararon mucho o o o o o

y se quedaron sin balas.

¡Soldados, disparen sin cesar!

Y las tropas peruanas comenzaron a ser exterminadas. El
coronel Leoncio Prado cae al suelo al ser herido en la
pierna.

En otra de las escenas se ve a los soldados chilenos
haciendo el típico repase con los sobrevivientes. Cada
soldado, que está postrado en la superficie, tiene su
esposa que suplica por su vida ante la bayoneta que amenaza con
matarlos.

Se auditiva un huayno ayacuchano.

_No, por favor,

se lo suplico en nombre de Dios.

No maten a mi esposo,

mis hijos se quedaran sin padre.

A lo que los repaseros responden:

_Ellos han matado o o o o o

a cuantos de los nuestros,

por qué tenemos que tener piedad

de sus esposos.

Hubieran hecho lo mismo,

si nosotros fuéramos os os os

los sobrevivientes es es es es.

Las esposas continuaron con las
súplicas.

_Nos van a dejar viudas.

Ya no tendremos un hombre e e e e,

para compartir el lecho o o o o.

Los soldados hacen el ademán de hundir la
bayoneta en los sobrevivientes, y poniéndoselas en el
hombro a las mujeres se las llevan como trofeo de guerra cantando
estruendosamente.

_Ahora ustedes serán nuestras,

ya tienen con quien compartir ir ir ir ir,

el lecho o o o o o.

En la penúltima escena un sacerdote de sombrero,
con sotana negra, y un campesino, cargan herido a Leoncio Prado y
lo ponen en una cama, que tiene un techo de paja en
alusión a la choza que albergó al joven coronel.
Leoncio Prado melodea otra vez su voz, haciendo el intento de
pararse.

_Quiero levantarme e e e e

para pelear en la guerra a a a a.

_Descanse y tome fuerzas coronel el el el el.

Aconsejó el campesino. Respondió el
coronel:

_No o o o, para ese entonces

será muy tarde e e e e

tengo que seguir guerreando o o o o

por mi patria a a a a.

Volvió a aconsejar el campesino.

_Dios quiere que usted ed ed ed

esté sano o o o o,

para que siga luchando por su patria a a a a.

De lo contrario morirá

y ya no cumplirá á á
á

la voluntad de Dios,

ni podrá defender al Perú ú
ú ú ú

que usted ama a a a a.

Alude el sacerdote. El coronel entra en sus
cabales.

_Tiene razón padre e e e e,

cumpliré la voluntad divina,

aunque sea a mi pe………

No terminó de cantar y se
desmayó.

_¡Se ha muerto! (italianizó el
campesino).

El sacerdote tocó su corazón y negó
lo afirmado:

_¡No!. Aún vive.

Es sólo un desmayo o o o o

por el cansancio.

El sacerdote y el campesino se retiraron. Las luces van
bajando de intensidad. Se escucha una música de Brahms. Un
grupo de seis soldados se acercan al camastro, cantando las
hazañas épicas del coronel durante toda su vida
militar, y también sus cualidades personales.
Instantáneamente cortan la apología con el silencio
teatral.

Se miran entre ellos, asustados, y hacen sobresalir los
cuatro dedos de la mano.

_Han pasado cuatro días

de que nuestro coronel

cayó herido en la batalla a a a a

y hasta ahora a a a a

no se levanta a a a a.

Encoran los combatientes.

_¿Estará muerto?

¿Estará muerto?

¿Estará muerto?

Se alarman.Uno de ellos se propone a comprobarlo.
Temerosamente da pasos en puntillas. Le toca el
corazón.

_¡Está vivo!

Se alegran porque está con vida. Deciden dejarlo
descansar. Recuerdan que el sacerdote y el campesino prometieron
venir para llevárselo al hospital. Se alejan los soldados.
El coronel delira en su lecho.

_Quiero morir ir ir ir.

Con una pierna rota no quiero vivir.

Con una pierna rota

no puedo servir a mi patria.

Un soldado es integro o o o o

y no mutilado o o o o.

El Perú necesita a a a a

hombres completos os os os

y no fragmentados os os os.

Vuelve a quedarse dormido.

En la última parte se ven a dos personajes en el
escenario. Leoncio Prado se arrastra con la pierna entablillada,
exhalando quejidos de fuerte dolor.

_¿Quién anda ahí?

¿Quién anda ahí?

Se preocupa el soldado chileno mirando a todos
lados.

_¡Acércate!

Soy el coronel Leoncio Prado.

Pon el cañón de tu rifle e e e

sobre mi frente y dispara.

El soldado no hizo caso a la petición y le
enrostra un principio militarista.

_Un coronel enemigo

muere en batalla,

no por súplicas de ejecuciones.

Luego da la voz de alarma.

_¡Un peruano o o o o!

¡Un peruano o o o o!

¡Un oficial sobreviviente e e e e!

Se van dando las voces. El soldado regresa cargando una
camilla, con otro recluta, y con el coronel Gorostiaga. El jefe
sureño ordena:

_Rápido o o o o.

Llévenlo a la capilla a a a a,

no le hagan caso.

La determinación fue porque el coronel rogaba
para que lo ejecutaran.

_A usted lo vamos a fusilar,

pero en una capilla,

para que así su alma

se vaya con Dios os os os os.

Leoncio Prado agradece.

_Gracias, coronel.

Yo soy bien católico.

Lo ponen en una cama, que está dentro de cuatro
balaústres que sostienen un techo, con una cruz, en
alegoría a una capilla. En ese lugar los dos coroneles
tuvieron una amena conversación sobre la guerra, los gozes
y las penalidades de la vida e imaginaciones de la
muerte.

El condenado pidió como último deseo una
taza de café. La música es
fúnebre.

Al probarlo cantó:

_Hacía tiempo o o o o

que no probaba a a a a

un café tan exquisito o o o o.

Los soldados encoraron al unísono.

_El café abriga a a a a

a las almas desconsoladas

El coronel preguntó:

_¿A qué hora emprenderé el
viaje?

El oficial respondió:

_Cuestión de minutos.

El condenado dio inicio a su último
deseo.

_Pues bien en en en.

Pido gracia a a a a

y es que se me permita

mandar el fuego o o o o.

_No hay incoveniente.

_¿Tiene capellán las fuerzas
chilenas?

_No, señor or or or.

_¡Paciencia a a a a!

He hecho lo que he podido o o o o,

por mi patria a a a a

y moriré contento o o o o.

Después indicó que dos le apuntaran el
corazón y dos la cabeza. Sus últimas frases
fueron:

_Al concluir ir ir ir ir

la taza de café é é
é

se me apuntará á á á
á,

y al dar con la cuchara a a a a

un golpe en el pocillo

se hará un fuego o o o o.

Así como él lo ordenó se hizo y
así terminó la ópera "Sangre y
Café".

El reloj del inventor peruano, Señor Pedro Ruiz
Gallo, exhibido en el Palacio de la Gran Exposición
Nacional de 1,872 (Actualmente Museo de Arte), daba las horas,
los minutos, los segundos, señalaba las semanas, los
meses, los años, los siglos, las fases de la luna, las
relaciones entre el día y la noche, tocaba el Himno
Nacional e izaba la bandera. Fue malogrado y robado por los
chilenos cuando invadieron Lima en Enero de 1,881.

_Tenemos que formar una comisión de intelectuales
peruanos, respaldados por las instituciones competentes, para
viajar a Chile e investigar sobre el destino de esa reliquia
tecnológica que es patrimonio nacional. Hay que reclamarle
al país del sur lo que es nuestro. Vamos a Chile a traer
los libros de la Biblioteca Nacional, el Huáscar, las
Leonas, el Reloj de Pedro Ruiz Gallo, sus Textos Escolares que
nos hablan de La Guerra del Pacífico y la supuesta
Documentación Histórica, donde ellos dicen que el
Pisco Sour es chileno_señaló en sus clásicos
discursos de protesta, contra los mapochos, la periodista
Ángela Patricia Tivelli Valencia.

Recordaba cuando Francia triunfó en el campeonato
mundial de fútbol al derrotar a Brasil. La gente de Lima
estaba triste, no por el hecho de que había perdido un
país sudamericano, ya que muy poco existe esta identidad
continental en nuestro país,

sino porque Brasil es símbolo de fiesta,
alegría, carnavales, color de vida, playa, verano,
discoteca, libertinaje y todo aquello que satisface las
necesidades de placer de la criollada capitalina. Más de
un limeño comentó:"Qué nos une con Francia.
Qué alegría nos da Francia".

En la Alianza Francesa de Miraflores, el embajador
francés celebraba con sus compatriotas el triunfo
deportivo de su nación. En medio de los bailes, las hurras
y las copas de Champagne, un periodista, acompañado de las
cámaras televisivas, entrevistó al representante
francés.

_Usted y sus compatriotas están muy alegres de
que su país haya campeonado en el mundial de
fútbol, pero al pueblo limeño y peruano más
le hubiera gustado que gane Brasil, que Francia, ya que Brasil es
símbolo de diversión. ¿Qué opina
usted al respecto?

El embajador sonriente, con sus mejillas de rosado
europeo, le contestó:

_Si el pueblo limeño supiera que Lima existe
actualmente, gracias a Francia, estaría más alegre
con el triunfo de mi país, que con el de
Brasil.

De esa declaración se valió la periodista
Ángela Patricia para resaltar, años después,
la acción patriótica y heroica de la Religiosa
francesa Hermasía Paget, que cobijó en su casa
conventual a muchas familias limeñas perseguidas en la
invasión de enero de 1,881. El cine norteamericano
desfiguró la gesta humanitaria de la monja advenediza. "El
Almirante Petit Thouars protegió Lima y Hermasía
Paget albergó a los limeños en su
vivienda".

La joven periodista hizo una romería, apoyada por
unas monjas de los Sagrados Corazones, a la tumba de
Hermasía Paget. No consiguió de que se le hiciera
un mausoleo en su honor. Ni tampoco un monumento en una plaza
pública. Menos que el colegio y la avenida, que
tenía el nombre de República de Chile, cambiaran su
denominación por el de la religiosa francesa, pero si que
se reconociera su labor heroica, en los textos escolares de
Historia del Perú.

Otros de sus logros fue que la plaza donde se encuentra
el monumento del Almirante Petit Thouars recibiendo el ramillete
de gratitud de la Madre Lima fuera abierto al público,
permanentemente, además de homenajear la memoria del
Salvador de la Ciudad de los Reyes visitando el parque
histórico todos los Dieciocho de Enero.

En una visita cultural ciertos alumnos miraron tras las
rejas:

_"Uy, profe, a Don Petit y a su hembrita, la reinita,
los tienen en cana. Ya pasó de moda regalarles florcitas a
las costillas. Ahora quieren algo más caro. Con
razón el Almirante era judío".

_Toma atención. Es ella quien le está
obsequiando a él.

Impacientemente el elegante Capitán Profesor
Miguel Ángel Díaz Christopperson esperaba a su
amada,y colega, en la estación de ferrocarril en
Arica,Chile. De ahí partirían a Tacna para casarse
religiosamente, y en alta mar. La ceremonia se realizaría
en el buque que él capitaneaba:"El Jhon Williams
Moore".

La estaba esperando con su uniforme de marino, como a
ella le gustaba verlo, pero ahora era el de gala. El mismo con el
que se iba a casar. Ella también llegaría con su
vestido de novia. Así lo habían acordado. El viaje
en tren de Arica a Tacna sería una antesala de luna de
miel. El verdadero paseo nupcial se daría en el regreso de
Tacna a Lima , pero navegando en el Moore.

Escogieron una mañana invernal para consumar el
himeneo, que tanto tiempo anhelaron cuando estuvieron
separados.

El marino constantemente miraba su reloj y preguntaba a
las personas de la estación, sino habían visto a
una señorita vestida de novia.

Súbitamente cruzó el umbral de la elevada
puerta metálica de la estación, una hermosa
jovensita vestida de novia. Era la profesora Ángela
Patricia Tivelli Valencia. Los niños se separaron de sus
padres corriendo hacia ella."¡La novia!, ¡La novia!,
¡Ahí está la novia!, ¡Mira que bonita
es la novia, papá!", expresaban su afectividad las
inocentes criaturas.

_No le toquen el vestido. No le toquen el vestido porque
se lo van a ensuciar_precavía una madre a uno de sus
hijos.

Ella tocando las cabezitas de los niños
inclinó su rostro, mirando a su novio, tratando de
decir:"Mira son niños. Así son los niños. Te
amo y vamos a tener muchos como ellos".

Ángela Patricia caminó rápidamente
hacia Miguel Ángel, lo abrazó y lo besó
tiernamente. Parecía el beso de una gacela
enamorada.

_Cuanto tiempo mi amor sin verte. Tenía el temor
de nunca más volverte a ver_le decía Miguel
Ángel, mirándole los ojos y los bustos, buscando un
amor más tangible del que estaba sintiendo en ese
momento.

_Yo siempre te vi cuando respondías a las cartas
que te escribía_románticamente parafraseó
Ángela Patricia.

_¡Que vivan los novios!, ¡Que vivan los
novios!_animaban sus futuros compañeros de viaje."Gracias,
gracias, gracias".Agradecían ambos
cortésmente.

_¡Beso! ¡Beso! ¡Beso!_solicitaban los
mozalbetes que merodeaban por ahí.

_¿Otra vez?_se admiraba ella con delicadeza
femenina.

_¡Si! ¡Otra! ¡Otra
vez!_respondía la muchachada, confianzudamente.

Se volvieron a besar. Un "U u u u u u u u" se
escuchó. No sólo era el "U" de los muchachos, sino
el generador de sonidos que avisaba la partida del tren a Tacna.
Ella envolvió la cola de su vestido, como un ramillete
nupcial, y tomándolo con la otra mano a su futuro
consorte, se encaminó al vagón que le
correspondía. Entorno al empleado ferroviario se
aglutinaron los pasajeros mostrándoles sus boletos. Sin
embargo, una pareja de esposos, muy amablemente, le cedieron el
paso.

_Primero los novios, después los casados y los
solteros.

El grupo se rió de la jocosidad de los dos
señores e inmediatamente, cediéndoles
también el paso, repitieron "Sí. Primero los
novios. Primero los novios".

El empleado ferroviario muy caballerosamente
ayudó a Ángela Patricia a subir en el vagón,
siendo respaldada desde la cintura por Miguel Ángel. Todo
el interior del vagón estaba aterciopelado de un color
rojo con aplicaciones de adornos dorados.

_El blanco de sus trajes y el rojo vagonero, conforman
los colores de su bandera.

_Caramba, muchas gracias por la gentileza
patriótica.

Diplomáticamente agradeció Miguel
Ángel.

Otro empleado, que estaba uniformado de azul,
agarrándose la solapa de su saco miró con desagrado
la cortesía de su colega, y agregó:

_Y con el azul la bandera nacional. No se olvide que
estamos en nuestra patria.

Iniciando el viaje vaporino tomaron el once, que es una
especie de segundo desayuno en el país del sur. Charlaron
entre los sorbos de café y la sobremesa.

_¿Lograste algo positivo con tus reclamos
históricos?_preguntó Miguel
Ángel.

_No logré casi nada. Lo poco o lo mucho que
conseguí fue evitar que se destruyeran las tumbas de los
desconocidos Héroes de la Guerra con Chile. También
el asentar el nombre de Hermasía Paget en los textos
escolares, y lo que más satisfacción me dio fue la
renovación cultural de la Biblioteca
nacional_respondió ella con pena, seriedad y un
pequeño entusiasmo.

_¿Y por qué crees que lograste muy
poco?

_Porque el Perú es un país muy
conformista, y porque tantos intelectuales, como autoridades
diversas del país, pensaban que yo era muy idealista o muy
lírica. Más claro, muy soñadora o
desadaptada de la realidad en cuanto mis reclamos.

_¿Desadaptada, por qué?_irrumpió
con la repregunta Miguel Ángel, alternando su mirada entre
ella y el paisaje costeño que pasaba por la ventana,
similar a una serie de película sonorizada por la
locomotora. Se sentía molesto y dubitativo.

_Desadaptada, porque pensaban que lo que yo reclamaba no
iba con la realidad conflictiva que se vive con Chile en la
actualidad.Su punto de vista de ellos era que yo debería
intervenir más en el problema de la política
territorial. Lo del asunto limítrofe. De la
división del mar. O si Tacna y Arica deben ser del
Perú o de Chile, o de las muchas empresas rotas en nuestro
país, antes de pensar en libritos, leoncitos de
mármol, barquitos, relojitos y pisquitos.

_¿Y tú crees que tienen la
razón?_inquirió Miguel Ángel.

_Parcialmente, sí. En ese momento supe defenderme
y defender mi causa, pero en estos días he estado
reflexionando y creo que en algo, o quien sabe en mucho, tengan
la razón. Los idealistas no tienen lugar en este mundo,
pero bueno…………..

_¿No se te ocurrió hablarles de lo que
vivimos en el O´Higgins?_abrió los ojos el
Capitán Profesor.

_Hablé algo. Me pronuncié con respecto a
la quema de libros de la biblioteca escolar. Pero más no
quise hablar, porque para serte sincera , tenía
miedo

Ángela Patricia se puso cabizbaja.

_¿Miedo a una amenaza?

_Sí. Miedo a una amenaza. A mí y a ti
también. Tú sabes que mientras no se defina el
asunto del mar y de la frontera, el gobierno puede ponerse en tu
contra, con tal de evitarse un conflicto con Chile.

_Tienes razón, se puede dar ese caso_se
quedó taciturno el novio."Mira, acá tienes una
prueba de por qué tengo miedo".Ella le sacó un
papelito del banité que tenía ."Mira lo que dice:
No te metas con nosotros".

_Ese nosotros me huele a Chile_Miguel Ángel se
apretó la punta de la nariz.

_Chs s s s st_ Habla más bajo. También
puede ser el Perú.

_¿Te enteraste de la muerte y torturas de los
alumnos?_ preguntó Miguel Ángel.

_Claro. Quién no lo sabe. Si salió en los
diarios y noticieros. Tú me contaste algo de eso por
teléfono_bajaron mucho más el tono de su
voz.

_Ya no hay que hablar de esas cosas. Aquí es
peligroso_ recomendó la novia.

_¿Por qué no me hablas de cosas más
bonitas?_ propuso ella.

_¿Cómo cuales?

_Como tu paseo por los museos con los
alumnos.

_Sí, pero no te olvides que cuando los muchachos
regresaron al colegio, de los museos de Lima, tenían los
ánimos encendidos y por eso tomaron el O´Higgins.
Imagínate lo que hubieran hecho en el O´Higgins si
hubieran visto las películas

y el teatro.

_Chs s s s st. No menciones ese nombre. _ se lo dijo en
el momento que pasaban dos pasajeros, acompañados por el
empleado, el cual miró a los novios.

_Volvamos a cambiar la conversación. A ver
háblame del festival del teatro y la pantalla, sobre la
guerra…………..que tú ya sabes_
trastocó la charla Ángela Patricia.

_Bueno, fue muy bonito ver las escenas históricas
por diferentes medios como el teatro, la televisión, el
cine, la radionovela, la zarzuela y la ópera.

_¿Y cuál de esos medios o estilos de
comunicación te gustó más? A mi me hubiera
gustado ver la guerra en ballet.

_Ah……el teatro. Lo sentí algo
más directo. Más vivo.

_¿Y de los hechos históricos o personajes
que protagonizaron?

_Indudablemente que el de Huamachuco, donde sale Leoncio
Prado.

_Ah…..ya sé…..porqué lo dices.
Porque tu primo el tenor es el que protagoniza a Leoncio
Prado.

_Ja ja ja ja_Se ríe Miguel Ángel_.No es
por eso. Además yo te he dicho el teatro, no la
ópera. Y aprovecho para decirte que más me gusta el
teatro que la ópera. Esa ópera de "Sangre y
café", yo de director, la hubiera presentado en el
teatro.

_¡Mira ve! Hablas como si fueras un
actor……_observó ella conteniéndose la
risa.

_Quien sabe. Tal vez hubiera sido actor, o tú una
linda bailarina de ballet, y no un marino aburrido.Un marinero
sobacañón.

_No hables así. No seas ingrato. A mí
siempre me gustó verte como un marino inglés. Ya me
veo como bailarina de ballet.

_Y a mí me gusta verte como una italiana de
película europea_le acercó el rostro,
dándole un beso en la boca.

_Dirás una novia italiana de teatro nacional. Ja
ja ja ja ja_rieron.

_Tengo una idea_ella, animadamente , alzó el
índice_.Por qué no cambiamos el libreto y hablamos
de la obra:"Ángel y Ángela".

_Claro, muy buena idea_aplaudió,
entusiasmadamente, el marino.

_ Esa si es una obra donde tú y yo, hemos logrado
algo_ ella le acercó la cara.

_ Algo no. Mucho se ha logrado_. La estimuló a
Angela Patricia.

Ella bajando la persiana del vagón,
parodió:_ Entonces bajamos el telon y empezamos otra
escena.

_Ja ja ja ja ja_se ríen.

_A ver vamos a recordar cuando recién nos
conocimos en el colegio.

_Ch s s st_ no dejó ella que se mencionase el
nombre del colegio.

_Ya lo sé_Dijo él_.No lo iba
hacer.

_Empieza tú desde el momento que me buscaste la
conversación. No te olvides de subir el
telón.

_Está bien. Ahí voy. Las palabras no
serán las mismas, pero por ese sentido van_.Aclaró
él, antes de la supuesta manifestación
histriónica.

_Disculpe señorita: ¿A quién busca
usted?_ella contestó risueñamente:

_Busco al director del colegio.

_En este momento no se encuentra el director, pero no
tarda en llegar.

_Entonces, ¿ lo puedo esperar?

_Claro que sí, señorita. La
acompaño a la dirección para que lo espere.
Ahí se encuentra su secretaria………_Miguel
Ángel ya no supo que decir. Se alzó de
hombros."Bien. Salió bien". Decía él ante
las risotadas de ella. Segundos después, Ángela
Patricia adelantó el libreto.

_Por qué mejor no representamos la escena cuando
tú te me declaraste.

_Sí, muy buena idea. Okey. Ahí me
lanzo_él se puso la mano en el mentón.

_Bien, Ángela, creo que tú ya te has dado
cuenta de lo que quiero hablar contigo.

_Sí, algo. Un poquito. No del todo.

_Ese poquito sabes que es amor y será bastante,
si tú permites que lo manifieste en tú
corazón.

_¿Quién tendrá el corazón
más grande para engrandecer ese amor?_ formuló
sentimentalmente ella.

_Eso lo vamos a descubrir cuando lo experimentemos_y
después de la acotación de él, Ángela
Patricia se preocupó por saber que dijo o que pasó
luego.

_Ya no me acuerdo exactamente lo que dijiste tú
al respecto, pero sí lo que pasó. Es algo que se
sobreentiende.

_¿Qué se sobreentiende?_picarescamente
intuyó ella.

_Esto_la besó él.

En los intervalos de los besos, él recordó
las cartas de amor de ella. Su poesía romántica, su
pasión felina, los brindis con pisco sour y la providencia
divina acompañando a su relación idílica.
Mientras los novios se encariñaban cada vez más, un
hombre de lentes de gran aumento y de sombrero alón, que
le cubría hasta la mitad de la frente, los observaba
solapada y detenidamente. Al poco instante se ocultó el
cuello levantando las solapas de su saco.

De un momento a otro todo se volvió negro.
Ángela Patricia se asustó.

_¿Qué pasa?_ él la
calmó._Nada mi amor. Estamos pasando por un
túnel.

_¿Tan oscuros son los túneles?_ella
volvió a sorprenderse.

_Sí, así son. No tiembles.¿Tanto
miedo tienes a la oscuridad?

Cuando regresó la luz del día, ella
descansaba su cabeza sobre el pecho de él.

_¿No ves?Ya salimos del túnel_la
animó Miguel Ángel, no dándose cuenta que
ella tenía un parche en la boca y un estilete en la
espalda, que muy poco le había ensangrentado el vestido de
novia. Miguel Ángel continuaba abrazándola,
dándole aliento. Aún no reparaba que Ángela
Patricia estaba ingresando por el túnel de la muerte para
ver la luz eterna. La comedia se había
convertido

en tragedia. El movimiento del tren volteó hacia
atrás la cabeza de Ángela Patricia. Él
pensó que el parche en la boca era una bufonada teatral de
ella. Por segundos sonrió, pero al percibir el
espíritu de la muerte en su cara, le arrancó
toscamente el parche. Ángela Patricia agonizando lo
invitó a compartir su destino:"Ven conmigo para amarnos en
la eternidad".

_Tienes que hacerme ese favor ,pues, compadre, para eso
somos amigos_ le supliqué a mi colega, capitán
igual que yo, que era el doctor de la enfermería de la
base naval de Tacna. Es decir un profesional
asimilado.

_No, eso no se puede Miguel Ángel.Ya mucho me he
arriesgado con traerla en mi carro desde la estación del
tren_asustadamente se negó mi amigo. Me sequé las
lágrimas y cambié el tono de mi voz.

_Pero para eso están los amigos, para hacerse
favores_ intenté convencerlo.

_Ya te hice el gran favor de traerte el
cadáver_señaló,con su dedo pulgar, el cuerpo
inerte de Ángela Patricia, que se encontraba en la
camilla. Parecía una novia que esperaba, en su lecho
nupcial, a su novio para que le hiciera el amor de luna de
miel.

_¿Solamente un favor hacen los amigos?_ con esa
pregunta lo dejé pensativo. Medio minuto después me
contestó.

_Mira, tú me hiciste un favor en buscarme la vara
para que mi hijo ingresara a la FAP. Bueno, ahora ya te
devolví el favor. Hasta para declarar en la policía
voy a tener problemas, y la base también.

Entonces no pude más y le saqué en cara el
valor de mi silencio que él había
olvidado.

_No es un favor que yo haya callado con respecto a tu
romance con la esposa del contralmirante, a la cual hiciste
abortar.

_Chs s s s s st_cierra la boca. Está bien.
Tú ganas. Haré el parte médico que
declarará que tu novia murió de un paro cardiaco en
la enfermería, como producto de una descomposición
arterial que tuvo en el viaje.

No sé quien me prodigó la idea o la fuerza
mental, respectiva, para que en ese aciago momento del asesinato
de Ángela Patricia, yo calmara mi afectividad y decidiera
friamente no comunicar la desgracia a nadie del tren. O al menos
a los más indicados: El empleado y el conductor. Ni me
interesó buscar al asesino. En milési-

mos de segundos, ya había pensado en vengarme de
el mayor de los criminales: El Presidente Dictador de la
República Vecina.

Lo primero que se me vino a la cabeza fue tirarme, con
mi novia muerta, por la ventana del vagón, pero
avisté de que ya estábamos llegando a la
estación de Tacna. Me podía ver alguien de los
alrededores. Decidí entonces crear el cuento de que ella
se había desmayado, porque sufría de la
presión baja y que los viajes le caían mal. Le
daban nauseas y mareos. Así se lo manifesté al
empleado boletero, cuando ya se habían ido todos los
pasajeros del vagón.

_Lo ayudo_me ofreció su colaboración para
bajar a Ángela Patricia.

_No, no, gracias. No es necesario. Yo puedo bajarla
solo. Disculpe: ¿Puede esperarme un momento?. No tarda en
llegar el auto de un oficial marino, que es doctor en la
enferemería de la base_muy amablemente, y algo preocupado,
accedió.

_No se preocupe, tómese todo el tiempo que
quiera. No querrá más bien que le traiga algo. Una
pastilla, agua, no sé……. .

_No. Muchas gracias. Yo ya le he dado su pastilla. Ya no
tarda en recuperarse.Otras veces le ha pasado lo mismo. El doctor
dice que ella adolece de desmayos prolongados. Un favorcito. No
comente nada con nadie. Por favor_ y después de suplicarle
decorosamente, le di un billete de veinte
dólares.

_No se preocupe. No diré nada. Yo sé que
la gente es muy escandalosa y pueden hablar cosas que no son. Si
me necesita, yo estoy aquí no más al frente. En la
oficina de la estación. Con permiso. Una vez más,
muchas gracias. Hasta luego.

Yo la tenía abrazándola y con su cabeza en
mi pecho. La ventaja de mi secreto era que el estilete no
había provocado casi nada de sangre. Apenas el vestido
tenía unas gotitas rojas, esparcidas alrrededor de la
empuñadura. Mi temor era de que si sacaba el estilete, se
iba a provocar una hemorragia. Aglutinando el tocado del velo,
cubrí la empuñadura que medía como unos
siete centímetros. Luego me dí cuenta de que
tampoco la nariz y la boca sangraban.

Después de algo más de una hora que
había llamado por el celular a mi amigo el doctor,
llegó en su carro particular. No era conveniente una
ambulancia. Todo ese tiempo rogué que no apareciera la
policía o algún funcionario del estado.
Inmediatamente la cargué a Ángela Patricia. Su
contextura delgada aligeraba el peso. Mi amigo me ayudó a
bajarla del tren, pero yo insistí en llevarla solo hasta
su auto que se encontraba a pocos metros. Había muy poca
gente. Posiblemente porque era la hora del refrigerio. Un
niño que pasó acompañado por otro, al ver la
escena, señaló:"¡Mira, ahí está
una novia muerta!"

Traté de engañarlo,"Chs s s s s st.
Cállate niño. Ella está dormida. La vas a
despertar". Mi amigo me miró con temor. El otro
niño se puso el dedito en la boca, en signo de guardar
silencio. Dos personas nos miraron desde la oficina de la
estación. Con ella en mis brazos entré al carro por
la puerta de atrás. Cerré la puerta con seguro.
Puse su cabeza en mis piernas y extendí el cuerpo por el
asiento, doblando sus extremidades inferiores. La postura me
pareció muy femenina. Mi amigo, antes de abrir el contacto
del auto, se volteó y puso su mano en la yugular de
Ángela Patricia.

_Tú no me había dicho que estaba
muerta.

_Eso lo vamos a conversar en el camino. Por favor,
salgamos inmediatamente de acá.

En la esquina de la estación estaba parado un
policía. Nos miró. Le hicimos una venia de saludo.
Mi amigo, observando por el espejo retrovisor, movió la
cabeza en signo de reprobación.

_Vuelvo a preguntarte:¿Por qué no me
dijiste que estaba muerta? Debí adivinarlo cuando no
quisiste que venga con la ambulancia.

_Porque no quiero problemas con la justicia chilena, ni
algarabías periodísticas.

_Desde ya me estás metiendo en problemas con la
justicia. Imagínate si el tombo hubiera parado el
carro.

_Bueno, pero no lo hizo. No pasó nada.

_Y si en el camino aparece otro. Sabes que aquí
hacen problemas en el tránsito por cualquier
cosa.

_Ya hombre. No seas tan pesimista.

_Pesimista no, sino realista. Si nos encuentran con el
cadáver no sólo nosotros tendremos el problema,
sino también la base naval. Y de paso Perú con
Chile. A propósito, ¿de qué ha muerto
ella?

_Alguien la asesinó de una puñalada en el
vagón del tren, en el momento que se oscureció el
interior al pasar por un túnel.

_¿Y tú no te pudiste dar cuenta,
quién la mató?, ¿ No sentiste
nada?

_Aunque no me lo creas: No. Ella no pudo gritar. Le
pusieron un parche en la boca. Solamente tembló su cuerpo.
Yo creía que era un escalofrío de miedo por la
oscuridad. Cuando salimos del túnel ella estaba
agonizando. Tenía un estilete en la espalda.

Me puse a llorar como un niño y besé a mi
novia muerta. Él trató de consolarme, pero no
apartó sus dudas_ Ya cálmate Miguel Ángel.
Ya que puedes hacer.

Diculpa……aparte de todo esto.
Nada,nada………nada te has dado cuenta de
quién la ha matado. ¿Quién se le
acercó? ¿No viste ni una sombra o un bulto?
¿No gritó ella?

_Nada. Así como te lo digo: Nada. Había un
hombre sospechoso, pero ya no estaba. Recién me estoy
acordando de él. Cuando le saqué el parche, sus
últimas palabras fueron:"Ven conmigo para amarnos en la
eternidad"_repetí esas palabras inolvidables, visualizando
el rostro mortecino de Ángela Patricia, dándome la
idea de que me lo estaba diciendo mentalmente. Me sentí un
cobarde por no haberme matado en ese momento para irme con ella a
la eternidad.

_Mira compadre, nadie te va a creer ese cuento. Yo creo
que tenías una trampa y por eso le has dado vuelta a tu
hembrita.

Casi le doy un puñete por el desparpajo burlesco
que emitió. Le grité :

_¡Oye estúpido debería romperte la
cara por la burrada que dices!

_Conmigo no te aleones, compadre, porque sino ahorita
hago la denuncia policial.

A propósito, ¿qué es lo que temes
de la policía?

_Eso es asunto mío.

Continuamos discutiendo en el auto. Llegamos a la base.
Los invitados a la boda, que en su mayoría eran familiares
de ella, nos esperaban en el salón de recepciones. Mi
amigo el doctor ordenó a las asistentas abandonar la sala
de enfermería. Después de una cáustica
discusión, él cedió al parte médico
del infarto, por las presiones de mi indirecta amenaza. Le
sacó el estilete a Ángela Patricia. Sangró
muy poco. Pusimos una gasa sobre el lugar manchado

del vestido. Dio la orden para que las enfermeras
regresaran a la sala médica.

Luego nos dirigimos al salón de recepciones,
"¿Y la novia?" _preguntaron todos."El doctor les vá
a informar".Cuidadosamente les respondía a los familiares
y demás invitados. No se había terminado de leer el
parte médico y ya se escuchaban los tradicio-

nales llantos y alaridos que provoca la muerte. Me
disculpé ante todos y les manifesté que me
sentía muy incómodo para detallar los pormenores
del deceso. "Aquí mismo será el velatorio.
Terminantemente los orienté sobre los funerales. Con
algunos familiares de ella hicimos los trámites de
defunción. Nos cuidamos mucho de la publicidad
periodística. Con su vestido de novia la velamos en la
base naval de Tacna y luego en mi buque:"El Moore". El mismo
sacerdote que nos esperaba en la nave para casarnos le dio el
responso.

En el Moore la llevamos a Lima para cumplir su
deseo:"Ser enterrada de pie como el Poeta José Santos
Chocano", a quien ella tanto admiraba, y al lado de la tumba de
Hermasía Paget: La mujer que salvó y amó "La
Ciudad de los Reyes" como si fuese "La Ciudad Luz".

Viajé a Santiago con el propósito de matar
al Presidente Dictador. Tenía que vengarme de todos los
crímenes e injusticias que cometió con los seres
que yo más quise en mi vida. Especialmente por
Ángela Patricia.

Me vengaría contra su prepotencia autoritaria que
dirigió hacia compatriotas y extranjeros. Inició
una política represiva, en la historia de mi vida, desde
que yo era profesor en el Bernardo O´Higgins. En ese
colegio todos fuimos obligados a surenearnos, no importando el
parecer de cada uno de nosotros. Al final, la plana
administrativa y docente fue despedida para ser reemplazada por
aquellos maestros foráneos. El nuevo instructor, en la
preparatoria castrense, maltrataba a mis alumnos compatriotas.
Sus connacionales estaban privilegiados.

Fue una máxima expresión de maldad , dar
la orden a unos alumnos para que estuvieran facultados de
disparar a sus condiscípulos rebeldes. Se valió de
la ambición monetaria y de la indiferencia
patriótica de Diego Rodriguez para sus bélicos
propósitos. Pero como no lo pudo convertir en un traidor,
lo torturó inhumanamente.. Desde el colegio ya lo
tenía en su mira.

Lo de Franco Bardales no tiene nombre. Entrar a una
discoteca a pedir documentos y asesinarlo en la oscuridad, porque
intentó traer su pasaporte. Ese esbirro debió
percatarse de la situación. Pudo disparar hacia abajo. A
los pies. Seguramente ya tenía la consigna del
Mandamás:"Matarlo". Pensó que era un comunista o un
espía.

No fue suficiente el castigo aplicado a Alfonso
López en la toma del colegio. Lo dejó casi mudo en
la segunda tortura. La historia teatral de la Invasión a
Lima soterradamente lo fustigaba.

Tampoco permitió que la democracia musical de Los
Liberados satirizara su amordazante régimen.
Cometió con ellos los peores suplicios que el salvajismo
de la barbarie ha podido conocer.

Y todavía en el Museo de Armas exhiben, en una
urna, su uniforme de gala como si fuera un santo.Que tal raza. Se
pasaron de conchudos.

Hice todo lo posible para que no saliera a la luz la
muerte de Ángela Patricia. Tuve la suerte de conseguirlo.
Estoy agradecido, al respecto, del apoyo que me brindaron el
contralmirante de la base del Callao, el ministro de marina y el
director del Cementerio Presbítero Maestro. Si la prensa
se enteraba del asunto, mi desquite podía ser develado. Mi
corazón contenía odio. Era necesario descargarlo.
De lo contrario explosionaría de cólera. Yo
quería adelantarle la revancha a todos esos comunistas
mapochos que querían matar al Presidente Dictador. A
mí no me importaba que estuviera anciano, endeble y
enfermo. Mi afán era quitarle la vida antes de que
falleciera en el hospital militar. No tenía miedo de ser
procesado por el magnicidio. En fin, pensaba:"Si me ejecutan, me
hacen el favor de amarla en la eternidad". Así lo
deseó ella.

Su ferocidad araucana cruzó la frontera al
amenazar a Ángela Patricia. Mi amada solamente reclamaba
lo que históricamente nos pertenecía: Los Libros,
el Reloj robado, el Huáscar, la Autenticidad
Bibliográfica, las Leonas y el Real Natalicio del Pisco
Sour. Tal vez creyó que dentro de los excesivos reclamos,
podía solicitarse la peruanización del
O´Higgins. Lo que significaría la denuncia de una
serie de irregularidades. Ella ya había empezado con la de
la quema de los libros de la biblioteca escolar.

Con el asesinato de mi novia llegué al
cúlmen de mi venganza. Sabía que detrás de
todas las perversidades se encontraba la Mano Negra del
Presidente Dictador.

En la víspera del Día Nacional de Chile,
18 de Setiembre, los chilenos celebraban sus fiestas patrias con
más identidad nacional que los peruanos. La
algarabía santiaguina exhalaba un aroma de patriotismo.
Toda el gentío bailaba en las calles brindando con vino y
pisco sour.

La gente te decía: "Salud por Chile", "Que viva
Chile", "Salud por Chile". Me acuerdo que uno de ellos,
más embriagado, me dijo:_ "Que viva Chile y muera su
dictador".

_¡Salud, por el pronóstico!_aclamando el
vaticinio, agilicé el paso. Tenía que llegar a
tiempo al hospital militar. La venganza era mía y no de
nadie.

Vestido de civil, conseguí en Arica un
salvoconducto para ir a Santiago. En las fiestas patrias chilenas
lo daban con mayor facilidad. Las constantes festividades
patrióticas, que veía en mi recorrido, me atrasaban
más mi propósito magnicida. Habían
proscenios donde cantaban y bailaban grupos musicales, magos que
botaban fuego por la boca, gente comiendo uvas, parrilladas en la
vía pública, saltimbanquis y payasos,
jóvenes y adultos, envueltos en la bandera, danzando y
cantando. Se veían pasar carretas jaladas por caballos, al
compás patriotero de los aurigas:"Viva Chile". Otros
bailaban la cueca en la mitad de la pista. "Raja" fue la palabra
que más se escuchó.

Entré a una pintoresca taberna. Tenía un
estilo europeo. Necesitaba descansar, por sólo un momento,
en algún lugar.

Me sirvieron, gratuitamente, vino. Un anciano y un joven
se sentaron en la barra. Me hicieron la
conversación.

_Hola, amigo. Felices
fiestas……¿Cómo está usted?_me
saludó el anciano.

_Felices fiestas, Señor. Que tal. Tanto gusto_le
devolví la alegría, un poco desconfiado.

_¿Usted no es chileno, verdad?_me preguntó
el jovensito, con el rostro amigable.

_¿Por qué lo dice? ¿No tengo el
tipo de chileno?

_El tipo sí, pero el acento no. Su acento no es
de acá.

_Mi acento……¿A qué país
le suena?

_Yo no sé, pero mi padre que ha conocido muchos
latinos si debe de saberlo.

El mancebo, sonriendo, miró a su papá.
Éste se quitó de la boca la pipa de tabaco
perfumado.

_Usted es peruano. Justo nos venimos a sentar junto a un
peruano, en la víspera del día de Chile_carcajearon
el padre y el hijo.

Les seguí un poco la risa y el festejo. Luego
retirando diplomáticamente el rostro, quise conocer su
grado de xenofobia"¿Hay algún problema con ser
peruano?"

_Eh….eh…veanlo eh_ me señaló
burlonamente el muchacho, mirándolo a su padre, el cual
dándome una cordial palmada en la espalda, me
manifestó su confianza chauvinista." A Chile lo queremos
mucho, pero no por eso vamos a odiar al Perú. A mí
no me importan los pleitos políticos o los resentimientos
históricos. Lo que me importa es hacerme amigo de la gente
buena. Eso siempre le he enseñado a mi hijo. A mucha gente
buena conocí, como mala también, en el Perú,
Argentina, Brasil, México y cuanto país latino que
visité. Debo de reconocer que en mi país hay
chilenos que no le caen bien los peruanos. Así mismo hay
peruanos a quienes nosotros no le caemos bien. Pero ésos
son por lo general los politiqueros o los que toman muy a pecho
sus clases de historia en el colegio".No lo dejé terminar
e intempestivamente quise saber al respecto.

_Hábleme sobre esas clases de historia.
¿Qué se les enseña en el colegio?

_Curioso ¿ no?……..el amigo
peruano_sonrió el hijo. El an-

anciano se quitó la gorra.

_ Bien. Si……si le voy a decir. Acá se
nos enseña que los peruanos se entrometieron en una guerra
que era con Bolivia y no con ellos. Además que no fueron
agradecidos con el ejército chileno de O´Higgins que
apoyó a San Martín para su Independencia.
Ah……ah……y que Grau atacó las
costas indefensas de Antofagasta, pero con lo de los
náufragos, Grau cayó muy bien en mi
país.

Al escuchar todo lo que me decía, me
acordé de las protestas de Angela Patricia, que
exigía revisar la bibliografía chilena con respecto
a la guerra. Volvía a cortarlo al longevo." Está
bien, pero que diríamos nosotros de la ambición de
ustedes de quitarnos el guano y el salitre.¿Y lo que
hicieron en Lima?"_ al escuchar el nombre de la capital, el
anciano movió la cabeza con resignación y
continuó su desquite.

_De todo lo que hicimos en Lima le doy la razón.
Pero no se olvide que cuando los soldados chilenos violaron
mujeres en el norte de su país, ya la habían
violado los mismos soldados peruanos_ me sentí avergonzado
con lo relatado.

_Puede ser que sea cierto. Reconozco que el soldado es
único en todo el mundo. Nosotros hubiéramos hecho
lo mismo aquí en Santiago. Quiero aprovechar el tema para
decirle que San Martín no sólo vino con su gente,
sino también con argentinos.

_El padre y el hijo volvieron a carcajear, repitiendo
las mismas palabras

_Respondón el peruano. Respondón el
peruano_el bartender que conversaba con otros taberneros se
reía también, moviendo la cabeza.

_Amigo, vamos a conversar otra cosa. No se moleste
pues… pues……es…..es. Son cosas del
pasado.

_No me estoy molestando. Solamente le estoy aclarando la
verdad_amigablemente condescendí con el
patriarca.

_Usted sabe que la verdad cada cual la cuenta como
quiere. Además ya no la cuentan como en la época de
mi padre_ intervino el muchacho.

_¿Y cómo la cuentan?

_Depende de los profesores, los politiqueros o los
más nacionalistas, que exageran la situación a
favor nuestro. Hay que ver a quien creerle_el joven se vio
limitado ante la propuesta del anciano de variar la
temática."Hablemos de otra cosa. Hoy es la Víspera
de Chile y hay que estar alegre, porque tanto Chile y
el

Perú se independizaron de un enemigo
común".

_Sí. Tiene toda la razón. Mi bisabuelo era
chileno. Mi papá tuvo un gran amigo chileno. A mi hermano
le decían chileno. ¡Salud por Chile!

_Ah…ah….tenía su secreto.¡Salud
compatriota! ¡Salud con vino y más tarde con pisco
sour chileno!_brindó picarescamente el anciano.

_¿Pero el pisco sour es peruano?

Pregunté en voz baja, pero el escándalo de
sus risotadas, transfiguraron la escena silenciosa. "Otra vez se
picó el amigo. Ya volvemos con lo mismo. Ustedes a eso le
llaman picarse. A ver yo inicio el cambio de tema",dio la
iniciativa el joven."Mi padre se llama Jorge Augusto Anibal y yo
me llamo Walter Gino. Nosotros somos trabajadores viñeros.
Por eso nos gusta el vino", ambos se abrazaron riendo con
frenesí."¿Cuál es tu nombre?", "¿a
qué te dedicas?". Casi le revelo mi identidad, pero vi
conveniente no hacerlo."Mi nombre es Nelson Nataniel y soy marino
mercante".El anciano volvió con la
jocosidad."Ah…..marino, entonces ahora te vamos ahogar en
vino o mejor en pisco sour".Rieron. El muchacho pronunció
la tradicional frase sobre los marinos:"Cuídado que los
marinos tienen un amor en cada puerto."Y con esa frase pasamos a
conversar sobre las mujeres peruanas y chilenas. A compararlas
quienes erán más bonitas, más sensuales y
más románticas.

Entre vino y vino, estuve más de dos horas en
esta amena conversación. La taberna no tenía pisco
sour. Añoraba el del Maury, el del Morris, el del Bolivar,
o el del Haití. Tuve que retirarme porque ya me
sentía algo embriagado y temía que si seguía
en ese lugar no iba a poder cumplir mi facineroso
objetivo.

Al salir de la taberna me dí cuenta que eran las
cuatro de la tarde. Esquivando los cuerpos alterados de los
patriotas celebrantes, llegué a una avenida principal.
Desde ahí se divisaba el hospital militar donde se
encontraba ese maldito que yo debería asesinar.
Metí la mano, por la solapa de mi saco, para tocar la
pistola. El arma me daba la seguridad de sentirme invulnerable
ante la peligrosa aventura que iba a experimentar. Sonó el
celular. Era mi amigo el arqueólogo que me llamaba desde
Lima.

_Aló. Diga: ¿Con quién
hablo?

_Hola, Miguel Ángel. Soy yo. Rigoberto. Tengo dos
noticias que darte.

_Hola, Rigoberto. Que tal. A ver cuales son esas dos
noticias.

_Una es buena y otra es mala, Miguel
Ángel.

_Empieza con la mala, para que después me alegre
con la buena. No , mejor al revés, así la mala la
recibo con la alegría de la buena.

_Ja ja ja ja. Bien. La buena es que aquí en Lima,
en los arenales de San Juan, límite con Chorrillos, he
encontrado un esqueleto uniformado de un soldado chileno de la
época de la Batalla de San Juan y Miraflores.

_¡Caramba!, ¡Buena! No puede
ser………..algo que yo toda la vida
soñé con encontrar, ahora tú lo has hecho
realidad.

_Sí. Por eso te llamé. Es más,
quiero que colabores conmigo en la investigación
histórica que quiero hacer con el fósil.

_Gracias, gracias, gracias, Rigoberto. No te pregunto
más al respecto, porque sino me olvido de la mala noticia.
Ya habrá mucho tiempo para tratar el asunto.

_Claro que sí, Miguel Ángel. Ahora toma
con fuerza la mala noticia. Tu padrino.Tu segundo padre. El
señor Gilberto Rosales ha fallecido. Comprende, ya estaba
bastante ancianito.

Me despedí de Rigoberto y me puse a llorar como
un niño huérfano. El señor Gilberto Rosales
hizo las veces de mi padre. Siempre me protegió en lo
moral y en lo profesional. Poco a poco se fue ancianizando
más, hasta que llegó a un estado semiinconsciente,
provocado por su coma diabético. Su hija, que vivía
con su familia en la casa de él, aprovechó su
situación patológica para mandarlo a un hospicio.
Ella se quedó con el dormitorio del Señor Gilberto,
que tenía vista a la calle. Siempre ambicionó esa
alcoba. Las dos veces que fui a ver a mi padrino al albergue,
sollozaba porque quería regresar a su casa. Mi segundo
padre murió al mes y medio que lo desaforaron de su
hogar.

Todo mi ímpetu de venganza se fue a los suelos.
Caminé dos cuadras hacia el hospital militar, buscando la
contrapartida a la desilusión que estaba viviendo. Al
pararme en una esquina, percibí un quiosco de
periódicos. Las noticias fotográficas se
confundían entre la festividad patriótica y la
agonía del viejo dictador. Lo vi

anciano y endeble. Con tubos por la nariz y por la boca.
Parecía un anfibio que se le había acabado el
oxígeno y daba sus últimos alientos de vida. No le
vi cara de anciano perverso, algo notorio en sus primeros
años de dictadura. Tenía una expresión de
honda tristeza. De arrepentimiento. De que estaba perdiendo su
contacto con este mundo. Pensé:"Quién era yo para
quitarle la vida". Así como yo, cuantas personas
querían vengarse de él. Asocié su rostro con
el del señor Gilberto Rosales. Eran muy similares en sus
estados de postración enfermiza. Me los imaginé
como hermanos de la ancianidad. Y yo iba a matar a un
compañero de su generación. Mi coraje de militar se
desmoronaba cada vez más. Intenté varias veces
recobrar la fuerza del desquite, pero no pude. La debilidad
resquebrajó la fortaleza de mi alma. No resistí ver
más al moribundo patriarca engalonado. Le di la espalda al
hospital militar. No me sentía arrepentido de lo decidido.
No me sentía con el derecho de quitarle su privilegio a la
muerte.

Nunca me pude explicar, de como el simple rostro de un
anciano agónico había hecho desaparecer en pedazos
los recuerdos que tenía de sus masacres inhumanas. Me daba
la idea de que el señor Gilberto se hubiera puesto de
acuerdo con el Presidente Dictador. Imaginaba que el alma del
esqueleto encontrado salvó la vida del viejo gobernante.
Ahí lo dejé rodeado con su carrusel de soldados,
tanquetas y helicópteros.

Busqué una iglesia. Me refugié
espiritualmente. Mi alma se fragmentaba por la
contradicción de mis ideas. Sólo Dios y mi Beata
podían sacarme de este infierno. Ingresé a un
antiguo templo de Santiago. Habían muy pocas personas.Tal
vez porque no se oficiaba la misa o porque la mayoría de
los creyentes se divertían en la fiesta nacional.
Caminé por la parte central del santuario. Al fondo
descubrí la imagen de mi Beata Chilena, que yo veneraba.
Le pedí que intercediera ante Dios por mi alma, que en ese
momento se encontraba dividida y desconsolada.También le
pedí por la salvación de las almas del señor
Gilberto Rosales, de Ángela Patricia,

de Franco Bardales, e invoqué a su
protección por las vidas de Alfonso López, de Diego
Rodriguez y de Los Liberados. Al empezar a rezar por las almas de
los Héroes de la Guerra con Chile, incluyendo la del
fósil encontrado por Rigoberto, el sacristán de la
iglesia me interrumpió:

_Perdón. Disculpe, señor. El templo ya va
a cerrar.

_¿Hay un sacerdote para confesarse?_quise
liberarme con la reconciliación.

_Venga mañana. A partir de las ocho de la
mañana. Antes de la misa por la patria. En este momento
los padres están ocupados.

Al salir de la iglesia, ya era de noche. Tenía
hambre. Mi obsesión hizo que me olvidara de almorzar.
Ingresé a un restaurant y cené ovíparamente.
Estaba cansado y con malestar en el cuerpo. Me dirigí a mi
hostal. Sin darme cuenta, apenas me eché en la cama me
quedé dormido.

En mi pesadilla los acorazados chilenos bombardeaban la
base naval. Yo daba órdenes de defensa a los marineros.
Entre los muertos que me rodeaban yacían los
cadáveres de Franco, del señor Gilberto y de
Ángela Patricia, vestida de novia, pero lo más
sorprendente del sueño era que el Anciano Presidente y el
fósil del soldado se encontraban de pie en la torre de
control de la base.

_"No puede ser" ,repetía
constantemente."¿Qué hacen ellos en la base?". La
situación me dio tal pavor que desperté de la
pesadilla. Unas luces de colores cruzaban por la ventana de mi
habitación. Eran las bombardas que iluminaban el cielo. En
un primer instante creí que la guerra se había
desatado y que venían a rescatarme. Se sentía un
bullicio en las calles y en todo el hospedaje. Recordé que
eran las fiestas patrias. Salí. Bajé por las
escaleras. La señorita de la recepción me
sonrió y expresó sus congratulaciones con el acento
cantado de los sureños:"Felices fiestas patrias". Si,
claro. Felices fiestas patrias.

Estando en la calle caminé hacia uno de los
principales parques de Santiago, donde se recibía el 18 de
Setiembre, cantando el himno nacional y mirando la bandera
tricolor. Eran las doce de la noche. A un lado se quemaba el
castillo con luces explosivas de colores. Después del
himno y las vivas por la patria, con sus respectivos abrazos, se
escuchó una música por el amplificador y la gente
comenzó a bailar. Luego saltaron, se abrazaron y formaron
una ronda interminable que cada vez crecía más. De
pronto sentí que me abrazaban. Tuve que integrarme a la
ronda. Pero como los muchachos estaban borrachos me caí al
suelo con ellos. Desaforadas carcajadas me animaron a
levantarme.

Al ponerme de pie, vi que me miraba, desde el frente,
una chilenita que estaba subida en la base de un poste. Mientras
cruzaba la pista, ella hacía crecer su sonrisa. Estaba
bien rica, como la fruta chilena. Cuando estuve frente a ella,
bajó del pedestal. Mostrándome su carita chaposa,
quiso saber mi nombre.

_Hola.¿Cómo te llamas?

_Yo………Nelson. ¿Y tú
cómo te llamas?

_Bony.

_Bony. ¿Ése es tú
nombre?

_Sí. Bony es mi nombre. Pero no soy la conejita
por si acaso.Ja ja ja ja_se rió inocentemente. Era bajita,
gordita y rosadita. Parecía un chocolatito blanco de
Navidad.

_Bien. No te he saludado como se debe_ me acerqué
para darle un beso en la mejilla. Ella me lo recibió con
sus labios. Tenía un aliento de vino. Me miró
intrigada y luego me invitó a pasear.

_Vamos a caminar o nos quedamos a mirar a estos
locos_los muchachos continuaban alegrándose.

_Sí, está bien. Vamos a caminar. La noche
es de día en estas fiestas patrias_ y cogiéndole la
mano nos alejamos de la festividad cívica

_Sí. Así es todos los años.
¿Así es también en tu
país?

_¿Y cómo sabes que yo soy de otro
país?

_Por tu acento, pues. Cualquiera se daría cuenta
que eres peruano.

_¿Tú has conocido a peruanos?

_Sí. Algunos. Cuando voy a Arica.

_¿Y Tacna no conoces?

_Sí, también. Casi todo chileno que conoce
Arica, conoce Tacna también. Pero tú no pareces
tacneño.

_No. ¿De dónde crees que soy?

_Bueno, supongo que eres de Lima. Algunos limeños
parecidos a ti he visto en Tacna. Y a propósito, ¿a
qué te dedicas?

_Soy.. ..marino…mercante. Y estoy de paseo por
Santiago. ¿Y tú a qué te dedicas?

_Yo en este momento no estoy haciendo nada, pero pienso
estudiar Sicología en el futuro.

_Sicología.¿Te agrada la
Sicología?_pregunté con curiosidad.

_Sí. Ahora que te conozco, quiero estudiar
sicología para conocerte mejor. Ja ja ja ja_Su risa era de
una niña inocente. Semejante a la sonrisa de una
muñequita.

_¿Qué edad tienes?_quise conocer su
generación.

_¿Qué edad crees que tengo?

_No sé. Tendrás dieciséis o
diecisiete años.

_Te faltó uno. Tengo dieciocho.¿Tú
que edad tienes?

_Te vas asustar con la edad que te voy a decir. Tengo
treintaicinco años.

_Bueno. No me asustas por la edad, sino por la cara de
Drácula que tienes. Ja ja ja ja_Y abrazándome por
la cintura me llevó a una plazoleta oscura y solitaria.
Distantemente se escuchaba la algaravía patriótica.
Apoyados en un árbol nos besamos largamente. Hacía
mucho tiempo que no besaba a una jovensita. Resultaba
im-

posible que todo me hubiera salido tan fácil. Sus
caricias me daban alegría y paz de corazón, pero no
me excitaba a lo igual que otras mujeres que había
conocido. No me provocaba sexualmente, como la última:
Ángela Patricia.

_Así que peruanito,
¿no?……_bromeó, tocándome el
rostro con sus manos y mirándome los ojos y la
boca.

_Sí. Peruanito. Chilenita,
¿no?….._le respondí en su tono de voz.
Sonreímos. Observé que la punta de su nariz era
roja, similar a una ciruela.

_Justo me vengo a enamorar de un peruano. Y ahora como
están las cosas con tu país_ me habló con un
cierto rintintín.

_¿Tú eres nacionalista, politiquera o
comunista?_quise saber su opción
política.

_Ninguna de las tres cosas mi amor. A mí me da
igual. Con tal de que ustedes no bombardeen
Santiago_reímos incansablemente. Mis labios fueron
cerrados por sus besos, y abiertos al querer descubrir mis
sentimientos.

_Dime:¿Tú me amas?, ¿Tú
estás enamorado de mí?_me puso su cabeza en mi
cuello.Sentí que su pensamiento regulaba lo que iba a
pronunciar mis cuerdas vocales. No quise ser cruel con ella. La
noté muy apasionada de mi persona. Además era una
menor de edad como para desilusionarla.

_Sí, claro, yo te amo_y le volví a buscar
la boca. Ella me hizo cosquillas, pronunciando un
onomatopéyico:"Chiqui, chiqui, chiqui, chiqui,
chiqui. Mentiroso. Te va a crecer la nariz como
Pinocho".

_No mi amor. Si te amo. Tienes que confiar en
mí.

_Entonces almirante Nelson. Si me amas . Mañana
anda a mi casa a almorzar a la una para que hables con mi abuelo.
Quiero que te me presentes como mi pololo y puedas salir conmigo
como mi novio consentido. Perdón, mañana no. Hoy
día.

_Pololo. Novio consentido_me admiré
asustadizamente por las dos palabras que mencionó. Ella
calmó mi inquietud.

_Ah…….olvidaba que tú eres peruviano.
Mi pololo le llamamos acá a los enamorados. Yo soy tu
polola. Es igual que decir que yo soy tu novia.

_Pero, mi amor. Disculpa por lo que te voy a decir:
Pasado mañana regreso a mi país.

_Que vamos hacer marino. Anda de todas maneras a mi
casa_sacó una tarjetita de su bolsillo, donde estaba su
teléfono y la dirección_. Aunque sea para que seas
mi pololo consentido por uno o dos días.

Al día siguiente almorzé en su casa.
Pasamos una apacible y romántica tarde. Su abuelo me
trató con cortesía. No me preguntó nada
sobre el Perú. Ni aludió el problema actual, ni el
tema de la guerra. En la noche nos fuimos al cine. Me
despedí de ella con la promesa de escribirle, telefonearle
o volverla a ver algún día. No estuve enamorado de
ella, pero durante todo el 18 de Setiembre dejé de tener
nostalgia por Ángela Patricia.

El esqueleto descansaba en una de las camillas del
laboratorio arqueológico del Museo de Historia del
Perú. Se le había encontrado uniformado y al lado
del fusil Mauser que disparó en la Batalla de San Juan y
Miraflores.

Mi amigo Rigoberto, que era arqueólogo de
profesión, luego de observar como yo, minuciosamente el
fusil; abrió el bolsillo de la chaqueta de la momia y
sacó una libretilla, de pasta ploma, con cuatro hojas
escritas. Estaban amarillentas por la antigüedad. Las letras
eran de color de sepia.

_¿Entiendes lo que está escrito
acá?_me preguntó.

_Voy a tratar de descifrarlo. La letra no la veo muy
legible.

_Yo ya lo he descifrado, pero quiero que tú lo
hagas, a ver si coincides conmigo. Aquí tienes una
lupa.

_Creo que no es necesario. La letra es bien grande y veo
que lo que se ha podido escribir en una página, el soldado
lo ha escrito en cuatro hojas _le argumenté al pasar
hojuela por hojuela.

_Yo diría en tres hojas y media. En la
última página se ha dibujado un mapa. Me detuve a
ver el mapa. Rigoberto violentamente ocultó el
gráfico con la mano.

_Ya pues, historiador. No seas flojo. Empieza a leer lo
escrito para que comprendas el mapa.

Cuando terminé de leer, exclamé:_
¡Esta es una mentira, Rigoberto. Una perfecta mentira .No
puede ser!

_¿Por qué no puede ser? _burlonamente
cuestionó mi amigo.

_Porque acá en la libreta dice algo
antihistórico, te lo voy a leer textualmente.

Lima 12 de enero de 1881.

Mi amor. El General Baquedano nos ordena atacar por el
este, donde se encuentra un ejército peruano de defensa al
mando de su ministro de guerra : el coronel Miguel Iglesias.
Mientras en los otros cerros de más allá,
está un segundo ejército peruano al mando del
Coronel Justo Pastor Dávila. Y la playa que está a
esta altura, es defendida de nuestra escuadra por un jefe llamado
Andrés Avelino Cáceres. A la vuelta está
mejor explicado. Mira el mapa. El día que ocupemos Lima te
vuelvo a escribir mi amor. Besos y cariños para el
bebe.

Te ama: J.C.

Al terminar de leer, guardé unos minutos de
silencio.Estaba abstraído. Rigoberto me sacó del
ensimismamiento.

_Bien. Te estoy esperando historiador.

_¿Dónde está lo
antihistórico?

_En decir que en los cerros de Pamplona, que está
por el este, se encontraba el Coronel Justo Pastor Dávila,
mientras Cáceres estaba en los cerros de San Juan e
Iglesias en la playa de Chorrillos. Y lo más garrafal del
asunto es que dice que la playa es defendida por una escuadra.
Los libros de la Historia del Perú dicen que los buques
chilenos atacaron Chorrillos, pero en mayo de 1880, no en enero
de 1881. En abril lo habían hecho en el Callao, donde el
alférez peruano Carlos Bony…..

_¡Body!.Aún sigues pensando en la Rotita_
me corrigió Rigoberto, riendo. Continué mi
perorata:"Hizo volar el buque chileno Loa, a los pocos
días en Chancay. Hasta ahora está hundida.
Deberíamos sacarla como trofeo de guerra, también.
Todos piensan en el Titanic y no en la Covadonga Eso le
faltó reclamar a Angela Patricia. Ah….perdón,
me confundí. Estoy hablando de la Covadonga."

_Ya basta Miguel Ángel. Mucho floro, mucha letra
has metido. No quiero toda una explicación de la guerra
marítima. No te vayas por la tangente. Es como si te voy a
contar la defensa de los peruanos en Comas, la resistencia en los
Reductos de Surquillo y San Juan, el enfrentamiento en lancha,
del hijo de José Gálvez, contra los chilenos, la
mediación norteamericana o el grito de Montán.
Ahora quiero que me escuches a mí. Vamos por partes.
Escuadra no solamente es un conjunto de buques de guerra, sino
también un ejército dirigido por un cabo. Puede ser
que a eso se esté refiriendo el soldado. Claro, es
sorprendente que un cabo ataque a todo un coronel. Hay que
revisar la lexicología o semántica chilena de su
historia militar. Tú me has dicho que en mayo de 1880 la
escuadra marítima chilena atacó Chorrillos. Tal vez
el soldado y su pelotón pensaban que iban a volver atacar
en enero de 1881. Sobre eso hay mucho que hablar. No hay que
precipitarse.

Por el lado de las ubicaciones geográficas, hay
dos opciones: Una, puede ser que el servicio de inteligencia
chileno, de ese entonces, haya errado o confundido los datos con
respecto a los coroneles encargados de los diferentes puntos de
defensa. Otra, también puede ser, que dentro de nuestra
estrategia de esa época estaba en hacer creer a Baquedano
que eran otros los coroneles encargados de determinados puntos de
defensa.

Reconocí que Rigoberto había analizado el
documento mejor que yo. Mis cursos de historia que llevé
en la escuela, no se comparaban con su preparación
profesional. Pero orgullosamente no se lo di a
conocer.

_Quién sabe. Puede ser. Voy a estudiar más
el caso. Cada cual escribe la historia de acuerdo a su
país. Me dijo un alumno chileno cuando visitamos uno de
los museos de Lima.

Rigoberto me miró y soltó una
interrogante_Lo que si me llamó la atención es que
Miguel Iglesias, siendo ministro de guerra, haya luchado por
Chorrillos.

_Bueno. Tú sabes que en otra época los
presidentes y los ministros no eran como los de ahora. Ellos
cuando había guerra si iban a pelear al campo de batalla.
Piérola siendo presidente defendió Lima con los
Reductos y Agustín Gamarra, jefe de esta-

do en 1841, perdió la vida en la batalla de
Ingavi. Hay muchísimos más ejemplos_le
argumenté a Rigoberto.

_Sí. Eso es. Tienes toda la razón, Miguel
Ángel. Tengo otra duda: ¿El soldado ha escrito una
carta a su esposa?, o seguramente después lo iba a
transcribir en una hoja de la epístola para mandarla a su
país. Posiblemente escribiría otros apuntes y
llegara a componer una misiva.

Me sentí identificado con el soldado, al ver la
suscripción de su misiva con iniciales. Así nos
escribíamos Ángela Patricia y yo. Me dio mucha pena
ver al soldado cadáver, porque nunca más
llegó a reencontrarse con su amada y su hijo. La familia
se disgregó con la muerte. Comparativamente yo no pude
formar fa-

milia por la muerte de Ángela Patricia. El
soldado no pudo saborear la victoria de conquistar Lima. Un
balazo en la frente le arrebató los laureles del triunfo.
El uniforme de quepí, chaqueta azul, pantalón rojo
y botas cafés trajo a mi memoria las visitas a

los museos con los alumnos del O´Higgins, mi
romance con Ángela Patricia, reforzado con el J.C del
portaproyectil y la libreta, las muertes y torturas de mis
discípulos , la agonía del Presidente Dictador, la
Beata Chilena, el 18 de Setiembre y la Rotita, el problema actual
con Chile, el teatro, la telenovela, la radionovela, el cine, la
zarzuela y la ópera del recordado festival.

No dejaba de mirar al soldado. Sus manos en garra,
desprovistas del fusil que se encontraba a un lado, me
traían a la memoria la mímica felina de Franco
Bardales. Toqué el bolsillo de su chaqueta, sentí
los huesos del torax y pensé:

"Aquí, debajo, latió un corazón
enamorado que tenía la esperanza de reencontrarse con su
amada". Tal vez esa chilenita fue su antepasada de
Bony.Observé sus dientes. En voz débil le
susurré al oído:"En el cielo cantaste victoria
cuando los tuyos llegaron a Lima". Metí el dedo en la
caverna ocular, diciéndole:"A cuántos soldados
miraste para matar". Agarré el histórico fusil,
a-

preté el gatillo. Sonó un vetusto "Tac".
Recordé a Leoncio Prado. Puse el arma en mi sien.
Volvió a sonar el onomatopéyico "Tac". Rozé
el pulgar por las orillas del orificio, provocado por la bala que
le quitó la vida. Cuando abría la boca para emitir
otros de mis pensamientos, Rigoberto me obstaculizó la
inspiración:

_Ya pues…………respeta a los
muertos……..ja ja ja ja.

El submarino peruano "Tomás Wilkins", que yo
capitaneaba, descendía por las aguas de la altura
marítima de Pascana del Hueso, en Tacna, para investigar
sobre los cadáveres, que supuestamente había
ordenado fondear el Presidente Dictador en la represión a
los opositores a su régimen.

Después de mucho tiempo experimentaba la vida
debajo del mar. Quería alejarme y olvidarme de la vida de
la superficie, por los dolores que me había causado.
Aunque ahora tendría que vivenciar otras aflicciones, si
es que se encontraban los cuerpos del delito. Por el momento me
sentía tranquilo. Libre de los problemas del horizonte
terrestre. El color marino del fondo acuático me daba
mucha paz a mi alma inquieta y controvertida. Los peces y todos
los seres vivientes que se nos cruzaban eran para mí la
nueva sociedad hidrográfica con la cual iba a convivir.
Imaginaba que integraba una expedición al interior de la
tierra. Pensaba en el chileno que caminaba sobre las
aguas.

Desperté de mis sueños por el llamado de
uno de mis oficiales que estaba en el puesto de mando.

_¡Capitán!, ¡Capitán!.
¡Mire usted ahí!. ¡Esto le va a
interesar!

Desde las ventanas delanteras de la nave observé,
en la tierra submarina, un grupo de varios bultos, separados
entre sí, y atados cada uno de ellos a unas rocas
semigigantescas. Al estar a menos de un metro de las
abultaciones, nos dimos cuenta que tenían huecos por
diferentes partes. La presión del agua había
re-

ventado el tejido de los costales. Se les veía
similar a los Mantos Paracas, aprisionados con soguillas que se
deshilachaban.

_Acerquen el lente visor en el hueco superior de uno de
los bultos_ahí pude ver el rostro de una de las
víctimas. Y luego vi otras y otras más. Eran como
doce. Tenían la cara de esos monstruos de ultratumba de
las películas de terror. Algunos estaban como
fósiles. Sus ojos sobresalientes te miraban con una locura
de muerte. La piel de la cara era blanca,
análoga a las cenizas de los crematorios. Contrastaba con
la oscuridad de las ojeras. Heridas reventadas y pasmadas
destacaban por la frente, las mejillas y la nariz. Unos con la
lengua salida por haber protestado y otros pegando los dientes
para que se callase perpetuamente. Terceros tenían la boca
abierta seudodiciendo:"Me mató el dictador", "Aquí
estoy papá, mamá, hijo, amada mía",
"Aquí estoy, no me he ido de viaje".

Verdaderamente era una escena terrorífica y
melancólica ver muertos a los jóvenes
políticos, posiblemente comunistas, que el gobierno del
Presidente Dictador había ordenado desaparecer sus cuerpos
para librarse de los cargos judiciales que se les imputaba.
Inmediatamente di la orden para que se filmara y se fotografiara
por el sistema de impresión computarizada. Otra vez
regresó a mi mente el espíritu de venganza contra
el Presidente Dictador. Lamenté no haberlo matado.
Comparé: "Así de horrorosos deben de estar los
cadáveres de Ángela Patricia, del Señor
Gilberto y de Franco Bardales. El de Ángela Patricia, con
el corazón que me amaba, pudriéndose en gusanos.
Ellos pudieron ser fondeados. Con el tiempo sus cuerpos se
convertirían igual que el del Soldado de San Juan". Lleno
de lágrimas y de cólera de venganza ultimé
mi decisión :"Voy a regresar a Santiago para matar de una
vez a ese viejo desgraciado".

Después del registro fílmico y
fotográfico, determiné el ascenso del submarino,
pero la sala de máquinas no respondió a la
elevación. El anfibio tocó la superficie submarina.
Hubo un pequeño temblor en su interior.

_¿Qué pasa?, ¿Por qué no
subimos?

Preocupado me dirigí a los técnicos de
máquinas.

_No podemos capitán. Se ha malogrado el sistema
de ascenso.

_¿Qué tiempo tardarán en
arreglarlo?

_En menos de una hora lo arreglaremos,
capitán.

Pero pasó ese tiempo y no se arregló el
aparato.

_¡Y…….ya pasó una hora!.
¿Está arreglado?

_No capitán. Se ha complicado el sistema. No creo
que lo podamos arreglar ahora. Nos faltan herramientas y la
tecnología necesaria para reparar la máquina
óptimamente. Tampoco los contactos con la base, responden
señor. El radioperador también está
malogrado o eso creo.

_¡Eso cree!, ¿Y ahora qué vamos
hacer? Busque usted una solución.

_Capitán, solamente hay un equipo de buzo para
subir al horizonte en busca de rescate.

_¿No se pudieron percatarse de más equipos
de buzo?, ¿No hay herramientas, ni
tecnología?¿Ni siquiera el radiooperador pueden
arreglarlo?

_Disculpe, capitán. No creí que iba a
suceder esto. El submarino es nuevo y nunca se ha
malogrado.

El oxígeno se estaba agotando. Ya comenzaba a
faltarnos el aire. Tenía que hacer algo . Me puse el
uniforme equipado de buceo, pero no pude abrir la escotilla. Los
marineros intentaron abrirla. Estaba muy dura. Constantemente
subían por la escalinata. Ni con hachas ni con mazos se
abría. No sé si sería por la presión
del agua, el enfríamiento o una causa misteriosa y
desconocida. El esfuerzo era tenáz, pero la tapa
continuaba cerrada. Me quité el cordón del tanque
de oxígeno. Uno de los tripulantes se asustó
más que los otros.

_Capitán, yo creo que ha llegado el
fin.

_Nunca hay fin para un militar. Siempre hay
solución o esperanza_intenté reanimarlo. No
sabía que hacer.

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