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El último Pisco Sour (página 4)



Partes: 1, 2, 3, 4

Ordené a la tripulación a que descansaran
en sus camarotes. Pensé que deberían recibir la
muerte durmiendo plácidamente. Los oficiales y yo nos
quedamos en la sala del periscopio. Con todas las incomodidades
respiratorias, por la falta de oxigenación, recorrí
los compartimientos. Los marineros respiraban con dificultad,
pero no se les veía agónicos. Al regresar a la sala
del periscopio, encontré a mis oficiales dormidos. Puse
mis manos en sus narices. Aún respiraban. Estaban
desmayados. Me olvidé de respirar por el balón de
oxígeno que tenía. Recordé la sugerencia del
subalterno. Me puse a rezar. Le pedí a Dios por la
salvación de nuestras vidas. Pero solamente Dios y yo,
sabíamos que quería vivir para matar al Presidente
Dictador. La cólera de morir, al descubrir las secretas
injusticias del anciano malvado, perturbaban mis oraciones. Ya no
sabía que pedirle a Dios. Pensé que a Dios no se le
pide venganzas o maldades. Menos la muerte de otros. Se me
hacía difícil dejarlo todo en las manos de la
voluntad divina. Sentí que la muerte se hacía
presente para llevarme a su lado. Me sentía
agónico, con fuertes dificultades para respirar y tuve la
sensación de que mi alma ya no estaba en mi cuerpo.
Miré a mi cuerpo como algo ajeno a mi persona. En ese
momento me vino a la mente la imagen de la Beata Chilena de mi
devoción. "Por qué no me acordé de ella ".
Pensé. Entonces le rogué que intercediera por mi
alma en el juicio divino.

De pronto toda la sala se iluminó de un color
lila. Un lila más hermoso que todos los lilas que
había visto en mi vida. Un lila que cuanto más se
intensificaba, más aliento me daba para poder respirar.
Supuse que era la muerte. Pero yo estaba informado que la luz de
la muerte es blanca y se le ve después de pasar por un
túnel oscuro. Este lila me daba mucha esperanza, paz, amor
y alegría de corazón. De un momento a otro, en la
parte superior de la pared de la sala, apareció la imagen
de la Beata Chilena, con su carita de anciana buena, caritativa y
perdonadora. Con esa cara que siempre pacificó mis
envenenamientos afectivos. Me miraba y me miraba. Solamente me
miraba como diciéndome:"Qué puedo hacer por ti". Yo
no sé porque no atinaba a hablar nada, ni a pensar en
nada. Me quedé estático, pero con gozo al estar
frente a ella. A los pocos minutos desapareció. Pero la
luz lilácea continuó.

Ahora tenía una fuerza de vida increíble.
Me dirigí a la bóveda de salida y cerré la
puerta de emergencia. Recién me acordé que
tenía el balón de oxígeno en mi espalda. Me
puse el cordón respiratorio. Subí la escalinata.
Con facilidad abrí la escotilla. Entró bruscamente
el agua. Sentí la vida. Cerré la tapa. Estaba fuera
del submarino. Comenzé a emerger. En mi verticalidad
acuática recordé que no me había despedido
de los tripulantes.

Cuando estuve en el horizonte marino escuché los
ruidos de unos motores y una voz de megáfono"¡Hombre
a la vista!, ¡Hombre a la vista! ¡Un sobreviviente
del Wilkins!, ¡Rescate por favor!, ¡Rescate en
acción!"

Al acercarse el bote motorizado un oficial de rescate,
sorprendido, me reconoció:

_¡Capitán!, ¡Usted es el
sobreviviente!, ¡Los tripulantes y los oficiales deben
estar abajo muertos!

_¿Por qué cree usted que deben estar
muertos?_le pregunté, mientras subía al bote y se
acercaba la otra nave de rescate.

_¿Quién puede vivir tanto tiempo sin
oxígeno? Seguro se les atascó la escotilla o
fallaron las máquinas de ascenso. Ya no tarda en llegar,
ahorita, la escuadra de buceo de salvataje para sacar a los
cadáveres y si se puede al submarino.

No sé porqué, pero yo en ese momento
tenía la plena seguridad que abajo en el submarino todos
estaban vivos.

_Abajo todos los esperan vivos.

_Ja ja ja ja.No se pase pues, capitán. No
cochinee con el alma de los difuntos. Con eso no se
juega.

El equipo de salvataje descendió al fondo del
mar, encontrando a todos los tripulantes del Wilkins,
desvanecidos, pero con vida. Se les rescató y luego,
después de arreglar las máquinas de ascenso,
elevaron el submarino a la superficie horizontal del mar. Lo
mismo hicieron con los cadáveres fondeados.

El milagro de la Beata Chilena dio la vuelta al mundo,
llegando a los oídos de la Santa Sede. La cual,
después de hacer las investigaciones respectivas, con
respecto a la comprobación del hecho sobrenatural,
inició el proceso de canonización. Constantemente
me vi obligado a hacer las declaraciones necesarias, tanto a
organismos religiosos, como a civiles y militares, sobre la
veracidad del milagro. Nunca pensé que la beata de mi
devoción salvara y cambiara mi vida.

En la misma semana en que se me apareció mi beata
en el Wilkins, murió el Presidente Dictador y a los pocos
días se solucionó el problema territorial
marítimo entre Perú y Chile. Arica quedó
para Chile y Tacna para el Perú. El O´Higgins
volvía a ser colegio peruano, recobrando su nombre de
Miguel Grau. Me llamaron para que continuara como capitán
profesor, pero no acepté. Ya no quería ser profesor
ni tampoco marino. Al poco tiempo renuncié a la marina. El
Arzobispado de Lima me dio un trabajo de agente pastoral.
Inicié mi apostolado en Santiago de Chile. Con una
multitudinaria romería visité la tumba de la beata.
El alma de Ángela Patricia había conseguido que los
libros regresaran al Perú. El soldado fósil
también retornaba a su patria con su fusil embayonetado.
Asímismo ya había regresado el ex presidente al
Perú. A Bolivia se le dio un puerto libre en Tacna. El
nuevo presidente del sur visitaba cordialmente nuestro
país. La Providencia Divina me desarmó la idea del
magnicidio, desde el momento de la aparición
beatífica. Al enterarme de la muerte del Presidente
Dictador, cavilé:"Ya no tenía ganas de matarlo. Esa
no era mi misión en la tierra. He dejado de pensar como
sus compatriotas".

De lo que si estaba muy sorprendido y desconcertado, era
de la acción providencial en mi vida. A mi director
espiritual solía hilvanarle, para un mejor asesoramiento,
los hechos de mi existencia que creía que habían
sido enlazados por una ley superior.

_¿Cómo ve usted padre todo lo que le he
contado? De lo que pasó en el O´Higgins a la muerte
de Ángela Patricia. De mi viaje a Santiago a la muerte de
mi padrino y el hallazgo del soldado. De la misión del
Wilkins a la aparición de la beata. Y lo más
patético:"La muerte del Presidente Dictador y el fin del
problema

entre Perú y Chile".

_Usted me pide que sugiera a esa casa comercial
disfrazar de monja o de beata del milagro a la Pequeña
Gigante_ se espantaba, con los ojos abiertos, el alcalde de uno
de los distritos de Santiago de Chile, ante mi sagrada
propuesta.

_Claro, especialmente los niños y toda la gente
común de Santiago, que admira y simpatiza con la
Pequeña Gigante. Ellos deben ser espiritualizados. Debe
tomar conciencia de la acción de Dios en los hombres. No
ve usted: Las monjas no solamente viven con las almas difuntas en
sus conventos, sino que actúan en la realidad. Tenemos el
caso de la beata_ traté de demostrarle al alcalde la
racionalidad de mi idea.

_ Oiga todo está muy bonito y suena a muy
santito, pero en este mundo todos nos movemos con la plata. Mire
con esto de que un chileno ha visto un ovni, sea verdad o
mentira, lo que le interesa a la gente es sacar dinero de eso.
Igualmente lo harán con ése otro que está
caminando sobre las aguas. Es duro que el alcalde lo diga, pero
es la realidad. Yo también soy un creyente católico
y creo en el milagro del submarino, pero quiero que usted entre
en razones. Le voy a explicar. Detrás de esa muñeca
gigantesca de madera, están una serie de intereses o
beneficios económicos directos e indirectos. Desde ya la
municipalidad cobra un impuesto fuerte a la casa comercial que la
ha ubicado en la vía pública. El personal que la
cuida y la activa, gana por eso. Se están sacando
revistas, historietas, afiches, calcomanías,
muñecos y dibujos computarizados de ella. Pronto se
harán series infantiles y hasta una película de esa
marioneta. Las editoriales no tardarán en proponer al
ministerio, textos escolares transfondados con capítulos
de ese monumento.¿ Y todo por qué? Porque todo el
mundo sabe que la muñeca tiene jale con grandes y chicos.
¡Ahora! ¿Qué me dice usted a todo
esto?

El alcalde abrió los brazos en espera de una
avalancha de palabras, iguales a las que él había
pronunciado. Se le veía extenuado.

_Todo ese beneficio puede continuar. ¿Por
qué tiene que disminuir o desaparecer si disfrazamos de
monja beata a la Pequeña Gigante? No se olvide que la
beata ya es famosa con el milagro. Su imagen ha salido en
procesión. Pronto será santa.A lo mejor
quién sabe……….todo puede crecer
más si se acepta mi propuesta. En último caso, si
la casa comercial me rechaza, entonces puedo valerme de otra para
fabricar mi Santa Pequeña Gigante.

_Ja ja ja ja. No me haga reír. Lo que pasa es que
usted es muy idealista. Es raro que un marino o un militar lo sea
en este mundo y en estos tiempos.

_Ya no lo soy_ Corregí a la autoridad
municipal.

_Ah….sí. Disculpe. Usted ahora es
creo……algo así como cura, ¿no?_ me lo
dijo en tono burlesco. Seriamente le respondí e
intenté probar su vanidad profesional.

_No. Yo soy un agente pastoral. Creo que usted ha sido
profesor en nidos infantiles ¿no?

_¡Yo soy un alcalde!. He sido profesor
universitario. Nunca lo he sido de nidos infantiles_ me
respondió orgulloso y algo enfurecido.

_Disculpe si lo he ofendido.

_No. No me ha ofendido. Más bien usted
está mal informado.Y quiero terminar ya con este asunto.
La gente de aquí, a lo igual que la de su país, es
católica, pero no todos son cucufatos. Transformar una
imagen recreativa en una religiosa resultaría aburrido,
mojigato y desaptualizado para los menores y los jóvenes
que son la mayoría. Les va a fastidiar el hecho de los
cantos y los rezos religiosos. No sé si de esto,
está informado el Arzobispado o la Conferencia Episcopal.
Pero creo que así no más no lo aceptarían,
porque lo verían ridículo e irreverente.
Confórmese usted con lo que ha conseguido en mi
país. Usted ha logrado difundir la devoción en todo
Chile. La imagen ha sido engrandecida, y pronto saldrá
como santa en la próxima procesión. Libros
religiosos se editarán de la vida y milagro de la beata.
Su nombre se pondrá en colegios, instituciones, plazas y
jirones. Y lo que más nos enorgullece: Chile tendrá
otra santa. Y todo gracias a usted. A un peruano que indirecta o
directamente vivió la represión del antiguo
régimen, pero que por un signo de Dios tuvo esa
visión,que……¿Quién sabe? Tal vez
la visión pacificó el problema entre su país
y el mío. Bueno.Yo ya tengo

que hacer.¿Tiene algo más que decir?_ el
alcalde había hablado con mucha mansedumbre. Me miraba con
un cansancio depresivo. Apoyé mis brazos en su escritorio
y formé un ángulo agudo con mi tórax.
Terminé la conversación con detalles
históricos.

_ Jesucristo le hizo un milagro al siervo de un
capitán romano. No tuvo rencor contra esos romanos que
eran los opresores de su pueblo hebreo. Si Jesucristo hubiese
sido un inca en la época de la conquista, o un peruano en
la época de la Invasión Chilena, seguramente
sanaría a un español o a un chileno enfermo. Juana
de Arco defendió a su pueblo, por orden divina, del ataque
de los ingleses. Inés Suarez participó en la
conquista y defensa de Santiago. Santa Rosa de Lima
defendió mi ciudad de la agresión pirata.
Hermasía Paget protegió a muchos peruanos de la
invasión de ustedes a Lima. Ahí están los
signos de Dios. Hasta luego, señor alcalde

"La Pequeña Gigante" era una enorme muñeca
de madera, como de unos quince metros de altura. Mediante un
mecanismo interno movía la cabeza, los brazos, las manos y
abría los ojos, simultáneamente con la boca. Gozaba
de la simpatía de niños, jóvenes y adultos
por su cara sonriente y su vivaz mirada. Estaba programada para
realizar diferentes actividades o necesidades humanas.
Reía, cantaba, hablaba, dormía y orinaba.
Multitudes rodeaban a la Pequeña Gigante, riendo y
aplaudiendo cada detalle de su desplazamiento infantil. Familias
enteras compartían su tiempo libre con las infantiladas de
la niña robotizada.

Muñecas similares de ese tamaño, se
veían en los festivales y carnavales europeos. Pareciera
que el hecho de poner a la Pequeña Gigante en un lugar
público de Santiago, significaba para los chilenos
identificarse con el costumbrismo lúdico de sus ancestros.
Otra de las opciones, podía ser, el revivir la inocencia
infantil o la pureza de la niñez, perdida por la
inmoralidad social gravitante en la actualidad. Una tercera,
indudablemente, era la visión materialista que me hizo
resaltar el burgomaestre santiaguino.

Su corteza tenía una fragancia de libertad,
sembrada en la democracia que deja vivir con esperanza aplastando
la maleza de la antigua dictadura.

"La Pequeña Gigante" se popularizó en
Chile y en diversos países del mundo. No sé que
había detrás de ese vestido o de esos huesos de
madera, que magnetizaba a quien la conocía.

Dos seres calmaron las agitaciones enfurecidas de los
jóvenes rebeldes al régimen del Presidente
Dictador. Una fue "La Beata Chilena" y la otra: "La
Pequeña Gigante".

La vida parroquial, no así la espiritual, me
resultó muy aburrida después del dinamismo que
vivencié en las declaraciones pe-

riodísticas, las entrevistas con muchos curas y
monjas, y el viaje a Santiago y al Vaticano para confirmar el
milagro.

En Italia me vi con mi primo, el tenor Giuliano Pastrani
Díaz. Le conversé sobre mi decisión de ser
actor de teatro. Le manifesté que en toda mi existencia
había sido el actor del teatro de mi vida.
Aproveché para recordarle el festival, haciéndole
resaltar la ópera "Sangre y café", donde él
actuó.

_Cuando miré uno de los palcos, que bien se te
veía con tu smoking de michi blanco, primo. Creo que se te
verá mejor con el uniforme de Leoncio Prado.

Esas frases de mi pariente, las tomé como la
investidura del arte dramático que yo necesitaba.
Sentí el espaldarazo de las tablas histriónicas,
concedido por un príncipe del proscenio.

Arribé a Santiago con todos los honores
religiosos. Pero mi suerte ya estaba echada. Indudablemente no en
la marina ni en la docencia. Yo ya no quería ser un seglar
o laico comprometido. Menos aún un futuro sacerdote, como
algunos curas me lo sugirieron. Yo quería ser actor de
teatro. Ahí encontraría mi vida.

Por segunda vez fui a visitar a "La Pequeña
Gigante". Sentía que me jalaba el corazón de
niño que aún no perdía. Tenía ganas
de ponerme junto a esos santos niños que le hablaban a la
Pequeña Gigante. Otros les mostraban sus juguetes y con
sus bicicletas daban vueltas en su entorno. Globos,
dulces y juegos infantiles deparaban más
alegría, de la que tenía, a esa muñeca de
madera que en cierta forma representaba a la
niñería bufónica de los chilenos.

Algunas personas me miraban. Sentía que
comentaban sobre mi presencia. Unos sonreían al verme. No
faltaron los "Holas" de fraterna espontaneidad. Pasaron dos
muchachos con aspecto de hippies, me miraron, se persignaron y
soltaron una vulgar carcajada.

Orgullosamente pensé que ser famoso tiene su
precio. Minutos después escuchaba un "clik"
fotográfico de un periodista que me observaba. Tres chicas
bonitas, acompañadas por un joven, se me acercaron
buscándome la amistad. Percibí que le estaba
quitando la fama a la Pequeña Gigante.

_¿Señor usted es el que salió en la
televisión, no?_ me inició la conversación
una de ellas.

_Sí. El mismo o ustedes creen que soy otro_ se
rieron. El joven que las acompañaba quiso salir de sus
dudas.

_¿Pero es verdad señor lo de la beata y el
milagro del submarino?_ antes de responderle, una de las chicas
reprendió a su amigo_ Oye.¿Qué te pasa?
Estas diciendo que el señor es un mentiroso. Con las cosas
de Dios no se juega_ noté que el muchacho se
avergonzó. Quise aliviarlo.

_Todos tienen derecho a la duda. Claro que es verdad lo
que les conté. ¿O usted cree que es mentira?_ el
mancebo se encogió de hombros. Se acercó una
muchachita media gordita y chaposa. Clavó sus ojos
cafés en los míos. Levantó el lado derecho
de sus labios. "¡Bony!". Exclamé sorprendido. Ella
yuxtapuso sus manos en el corazón.

_Disculpen. Creo que acá estamos demás_
fue la señal de despedida de los
jóvenes.

La abrazé y le dí un beso en la mejilla.
La sentí calientita, semejante a un pan salido del horno.
El sol caía sobre su cabeza, castañeando más
sus cabellos. Poniendo mi brazo en su hombro, la invité a
ver a la Pequeña Gigante. Ella aceptó con el
descendimiento de su cabeza.

_¿Pero qué pasa? ¿Por qué no
hablas? ¿No estás contenta de verme?

Seriamente musitó.

_Claro que sí, Miguel Ángel_
comprendí entonces la razón de su
silencio.

_Disculpa, Bony. Lo de Nelson Nataniel era necesario. No
era conveniente decirte mi nombre.

_Tampoco era conveniente decir que eras capitán
de la marina de guerra o profesor del O´Higgins. Tampoco
que me escribieras o que me llamaras alguna vez.

Percibí aflicción en sus
palabras.

_Tampoco, Bony. Tampoco. Además ya no soy ni
marino, ni profesor.

Como vi que la gente curioseaba de soslayo nuestro
diálogo, le propuse abandonar el lugar. Ambos, un poco
apenados, le movimos la mano del "adiós" a la
Pequeña Gigante. No dejé de abrazarla. La
aproximación de su cuerpo me era necesaria. Escuché
reír a la gente. Cada vez que dábamos un paso su
cabeza se aproximaba a mi mentón. Noté que estaba
cojeando.

_Disculpa la impertinencia. ¿Estás herida
del pie?

_Estoy herida de por vida. Más claro, coja para
toda la vida_ me quedé impactado con la respuesta. No supe
que decir. Lamentarlo oralmente podía ofenderla. Darle
fuerzas olía a hipocresía. No darle importancia a
indiferencia. Mi silencio diplomático lo quebró con
una voz de agrio resentimiento al explicarme lo
sucedido.

_ Un balazo me cayó en el pie al curiosear a los
políticos revoltosos, que ocasionaron desmanes a la muerte
del viejito dictador_ otra vez regresó a mí mente
la cólera olvidada. Estuve a punto de contarle el intento
del magnicidio, pero me controlé y solo me salió
un:

_Y todavía le dices viejito a ese malvado que
hasta de muerto te ha hecho daño.

_Vamos. Él no tiene la culpa. Ni siquiera los
revoltosos o el policía que disparó.

Un espíritu de humildad acaparó su
fázica expresión.

_No sé. El destino. Mi suerte. No te voy a echar
la culpa a ti, porque no quisiste casarte conmigo y llevarme al
Perú.

Sonrosadamente bajé el rostro y luego
cambié la conversación indagando al
respecto.

_No me vas a decir que no culpas a nadie de tu
malestar.

_Al principio, si. Claro que me faltó valor para
matarme. Pero después mi abuelo me hizo ver las cosas de
una manera diferente.

_¿De qué manera diferente?

_De que mis dolores que tengo en el alma duelen
más de los que me ocasiona la cojera de mi pie.

_Gracias a Dios tuviste el apoyo de tu abuelo. Y a
propósito,¿cómo está tu
abuelo?

_Ahora está en Viña del Mar. Se ha ido por
unos días de paseo con sus amigos del club de
jubilados.

_O sea estás sola.

_Sí. Estoy sola. Aunque no lo creas.

_¿Y no tienes miedo de estar sola?

_No. El espíritu de mi abuelo me
acompaña.

_Eso solamente se dice cuando las personas están
muertas.

_No siempre. Eso se dice también cuando las
personas ausentes te quieren mucho y te acompañan con el
recuerdo_ su creencia llegó a mí como una
alusión. Volví a cambiar el tema, atinando a que la
vi cansada por la dificultad en el caminar.

_Te invito a almorzar. Vamos a un restaurant.

_Mejor yo te invito a almorzar. Mi casa está
sola. La otra vez le robaron a un vecino de al frente.

La casa de Bony era muy acogedora. Pobre, pero
pintoresca. Unos balaústres de madera te recibían
en la entrada, formando un hall al aire libre. De la pared del
fondo caía un farol de estilo colonial. La puerta cremosa,
intercalada por unas lunas ahumadas, te daba la bienvenida con la
prosapia artística del viejo continente. La sala,
igualmente de vetusta como la entrada, estaba decorada con
deterioradas pinturas clásicas y esculturillas de bronce.
Unos muebles de pata de león llenaban el espacio. En una
mesita de centro se encontraban unas fotografías, en
sepia,de los antepasados de Bony.

En el almuerzo quise conocer algo de su
generación.

_Bony. Disculpa. Quiero conocer más de ti. Aparte
de tu abuelo, ¿Tú tienes otros familiares?_
después de digerir algunos alimentos, me contó en
síntesis la historia de su vida.

_Cuando yo estaba muy niña, mis padres se
separaron. Cada uno buscó su propio compromiso. Mis
hermanos mayores se fueron con mi mamá. A mí me
dejaron con mi abuelo. Nosotros no somos de Santiago. Toda mi
familia es de Cerro Alegre. Un lugar alejado de
aquí.

_¿Y te hás acostumbrado a vivir sola con
tu abuelo? ¿No visitas a tus demás familiares?
¿No tienes amigos?

_Espera. No me ametralles con tus preguntas. Está
bien que hayas sido militar. Ja ja ja ja ja.

_Caramba, al fin te ríes_ enfatizé
alegremente. Después de dos horas la veía
reír.

_Yo tengo un espíritu solitario. En el colegio
tenía muy pocos amigos. En quinto de secundaria tuve un
enamorado. Tú fuiste el segundo. Una amiga buena del
colegio viene de vez en cuando a visitarme. No necesito a nadie
más. Sólo a ti. Hace dos años estuve
en

Cerro Alegre. Ahí conocí a mis otros
familiares. Mis padres vienen de vez en cuando a verme.
Más me llaman por teléfono. Que más puedo
decirte. A ver cuéntame tu vida_ noté que el rico
almuerzo restante se estaba enfriando por la plática.
Propuse entonces terminar de almorzar para empezar mi historia.
Dejamos la mesa y nos sentamos en los muebles. Comí de su
manzana y de su ciruela chilena. Ella, volviendo a
sonreír, me puso una condición.

_Cuéntame tu vida, pero antes de que ingresaras a
la marina y al O´Higgins.

_¿Y eso por qué, si se puede
saber?

_Porque en el noticiero y en los diarios, a cada rato
han repetido tus vivencias en esos lugares. Ja ja ja ja. Mentira
te estoy fastidiando. Cuenta todo si quieres.

Le resumí mi biografía y regresé al
tema del Presidente Dictador, que mucho me
obsesionaba.

_¿Dime, tú no le tienes rencor al anciano
presidente por lo que le hizo a muchos compatriotas
tuyos?

_Bueno, rencor no tanto. Tal vez sea porque estoy
alejada de la política o porque estoy alejada , un poco,
de la sociedad. Además en esa época del golpe de
estado estaba muy niña. Como dice mi abuelo me falta un
poco de identidad nacional.

_¿Tu abuelo si estuvo en contra del Presidente
Dictador?

_Un poco no más. Y eso que él en su
juventud fue comunista. Pero después se hizo
apolítico. También tenemos que reconocer que pese a
todo lo malo, el viejito dictador mejoró la
economía del país. A mi abuelo le subieron la
pensión de jubilado, de la que yo de paso vivo. Hay que
ver ahora que hace el nuevo pre-

sidente electo. Además tú no debes tener
mucho rencor porque eres santito.

_Yo no soy santito. Yo soy una persona
que……_ no me dejó terminar.

_Ja ja ja ja. Te estoy fastidiando. Tú toda te la
crees, ¿no?

La tarde transcurrió entre el contar mi
experiencia del submarino, los recuerdos del O´Higgins y el
festival del teatro y la pantalla. Tomamos lonche viendo en la
televisión a Enrique Maluenda en el Hit de la Una, Los
Caporales, Los Ángeles Negros, Los Prisioneros, Los Galos,
Mirian Hernandez, Don Francisco y un imitador de
micrófono. No faltó una telenovela sureña.
Cambia-mos de canal cuando el noticiero habló de las
Transnacionales de su país en el mío. Luego nos
divertimos con la historieta de Condorito. Me acordé del
payaso Pimbolo, compatriota de Bony, que se presentaba de vez en
cuando en mi colegio con su papá y su mamá. Ella
también lo conocía de su centro de estudios. No me
olvidé de mis vecinos chilenos de Surquillo. Leímos
sobre los Rotos de Isabel Allende, que eran los haraposos
conquistadores venidos del sur con Almagro. Discutímos
amigablemente con respecto a que si Isabel era peruana o chilena,
o si Lucho Barrios cantó más en la tierra de ella,
que en la mía. Finalizamos la tarde comiendo helados
Bresler." Perdón Bony, pero me gusta más el
Donofrio. ¿Y cuál de las mujeres de Badany te gusta
más?". En la noche tomamos vino y un chilenizado Pisco
Sour. Cantamos y bailamos la música de Los Liberados.
Minutos más tarde descansábamos de la
agitación roquera con las baladas de Franco Bardales. Nos
sentamos en el confortable y nos besamos largamente hasta
excitarnos. Ella me mordía los labios. Yo le tocaba los
senos. Sentí que me metió su mano en mis
entrepiernas. Me bajó el cierre del pantalón y
cuando comenzaba a frotarme el miembro, de pronto me soltó
bruscamente. Bajó el rostro. Le busqué su mirada de
brillante sexualidad. Sus labios sonaron con
alegría.

_Quédate a dormir. No solamente quiero que seas
mi hombre por esta noche, sino para toda la vida.

_No puedo. Tengo que ir a la vivienda del arzobispado.
Me están esperando.

_Llama por teléfono y diles que no vas a ir esta
noche. Acaso estás obligado a quedarte a dormir
ahí. Tú eres un hombre libre.

_Por supuesto que sí. Te voy a ser sincero. Vine
a Chile con una misión religiosa. La de propagar
más la fe y la devoción por la beata, que pronto
será santa. Tengo que atestiguar sobre la credibilidad del
milagro.¿Creo que me entiendes?

_Creo que sí. Pero no confundas una cosa con
otra.

_Está bien, pero tú
sabes…………….

_Entonces es verdad lo que yo dije en son de broma.
Tú eres un santo, y los santos no fornican.

_Bueno, no fornican, pero si se
casan…………conozco algunos santos casados.
Es que yo no……_no supe que responderle. Me
quedé pensativo. Extasiado. Ella habló por
mí.

_Es que tú no puedes fornicar, ni tampoco casarte
conmigo.

_No. No es eso. Es que
mira………….._ volví a quedarme
callado. Esta vez ella se llenó de prejuicios.

_Es que yo soy una chica mucho menor que tú. No
me conoces muy bien. Además interrumpiría tu futura
carrera de actor. Soy coja. A ti te gusta una mujer sana. Soy
gorda. Tú deseas un cuerpo escultural. Soy pobre y sin
profesión alguna. Tú eres famoso y con
proyección a estar mejor económicamente. Yo no le
tengo rencor al viejito dictador que murió. Ese abuelo
para ti te amargó la vida. Tú eres muy creyente , y
para mí, Dios o la religión no tiene mucha
importancia en mi vida. La sigues queriendo a Ángela
Patricia y yo ya me olvidé de mi primer enamorado. Y el
colmo: Tú eres peruano y yo soy chilena.

_Disculpe, Señor Presidente y todos los
presentes: damas y colegas míos, quiero darles a conocer
algo que es necesario saber por respeto al estado, a nuestra
heroica milicia y a la moral de la nación. El coronel
Leoncio Prado es hijo natural, no legítimo, del
expresidente coronel Mariano Ignacio Prado. Es hijo de una
amante. No de la esposa oficial del matrimonio.

Un"¡Oh oh oh oh oh oh!" se escuchó por toda
la sala de la condecoración.Siendo las esposas de los
militares las más asombradas. En esa época era un
escándalo tener hijos fuera del matrimonio o más
claro , ser hijo de una amante.El joven coronel no soportó
la vergüenza, sacó su revólver y se
suicidó de un balazo en la sien.

Se escucharon los aplausos. La obra teatral había
terminado. Bajaron el telón. Subieron el telón.
Pero Miguel Ángel, que había representado a Leoncio
Prado, no se levantó del tabladillo para el saludo de
agradecimiento. Yacía tirado en medio de un charco de
sangre. El director subió al escenario. Tocó su
yugular. Gritó aterradamente:" ¡Miguel Ángel
está muerto! ¡Lo han asesinado!"

Lo que sucedió fue, que uno de los asistentes de
la sala teatral fue sobornado por un amigo marinero que
tenía, víctima de las torturas militares de Diaz
Christopherson en la base naval del Callao, para ponerle balas
reales en el tambor del revólver. Hacía tiempo que
el joven infante de marina le seguía los pasos a su
compatriota para vengarse. El asistente que se presentó al
teatro limeño, en busca de trabajo, tenía
documentos falsos. Nunca lo encontró la
policía.

Era el Primero de Noviembre, Día de Todos los
Santos y Víspera de los Santos Difuntos. El Pasaje de
Santo Cristo que divide a los cementerios Presbítero
Maestro y El Ángel, es animado por la típica
festividad de los muertos. El estelar de la noche es la
presentación musical del grupo de "Los Liberados". El
cantante principal, antes de iniciar la actuación,
tomó la palabra: "Quiero dedicar esta canción a mi
gran amigo y maestro, Miguel Ángel Díaz
Christhoperson, que en este momento me está escuchando
desde el cielo. A él lo están amando en la
eternidad. Nunca me voy a olvidar de lo alegres que estuvimos en
el último Pisco Sour que nos tomamos".

El intérprete elevó una copa de Pisco
Sour, que tenía sobre la batería." A tu salud
maestro. Por tu gloria hago este brindis. Salud amigo
mío". Después de brindar, entregó la copa a
un miembro de su elenco y cogió su guitarra." Por eso voy
a cantar este tema que relata toda la historia de su vida.
¡Con ustedes muchachos……ahí
voy……….El Último Pisco
Sour!".

Dedico esta obra a mi Padre Jorge.
Augusto

como su nombre.

 

 

Autor:

Nelson Nataniel Cornejo
Jones
.

"El Neko"

EL CAPITÁN PROFESOR

EDICIONES OSIRIS

EL ÚLTIMO PISCO SOUR.

Madrid-España, julio de
2012.

Todos los derechos reservados. All rights
reserved.

©Copyright de la obra: Nelson Nataniel
Cornejo Jones.

RUC: 10088293474.

Dirección:Javier Fernandez 255-A.
San Antonio Miraflores. Lima-Perú.

Telef:2422480/985648007/Copyright de la
edición: Ediciones Osiris.

Email:inminentejusticia[arroba]hotmail.com

Htpp:www.elescritornelson.blogspot.com/
facebook.

©Copyright de la edición:
Ediciones Osiris(Primera Edición 2,012)

Callejón de Gómez Acebo 15 1
B 28021. Madrid-España

ISBN:978-84-96226-86-7

ISBN:978-030-64-0615-7

El Capitán
Profesor(2,012).

Registro de Proyecto Editorial
Nro:11501221200834.

Depósito legal de la Biblioteca
Nacional Nro: 2012-10869

Queda prohibida la reproducción
total y/o parcial de la presente obra sin el permiso expreso de
su editor y del Autor.

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Madrid-España(Socio de Cedro).

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