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El valor Paz



  1. Ética, Moral y Valores
    humanos
  2. Paz
  3. Colombia
  4. El
    egoísmo
  5. El
    perdón
  6. Fuentes

Ética,
Moral y Valores humanos

Ética del griego, y Moral del latín
significan costumbre.

– La filosofía llama Ética al
estudio de las costumbres.

– La práctica de las buenas costumbres se llama
Moral.

– Las buenas costumbres se clasifican en tres grupos:
derechos, deberes y valores humanos.

Valores humanos son las costumbres o
hábitos, cuyas prácticas dan dignidad a las
personas.

Costumbre o hábito es el comportamiento
regularmente repetido de una persona.

– Los buenos hábitos se llaman virtudes y
los malos hábitos vicios.

– Estas costumbres o hábitos consisten en hacer
el bien, ayudar a mejorar la calidad de vida de quienes conviven
en nuestro entorno, generar trabajo o prestar servicios en salud,
educación, recreación

– Conseguir dignidad es hacerse merecedor (a) de
estimación, aprecio, reconocimiento,
atención.

Paz

La palabra paz deriva del latín pax, se
define como:

– un estado personal o social en el cual se encuentran
en equilibrio y estabilidad las partes de una unidad. Deseable
para uno mismo o para los demás como una meta de
vida.

– ausencia de inquietud,
violencia o guerra.

– paz individual, estado interior, exento de
cólera, odio y de sentimientos negativos.

– paz social, entendimiento y buenas relaciones entre
grupos, clases o estamentos sociales dentro de un
país.

Oración por la paz

Monografias.com

William Ospina

La paz

Hace 65 años se alza desde esta tribuna un clamor
por la paz de Colombia, 65 años es el tiempo de una vida
humana. Eso quiere decir que toda la vida hemos esperado la paz.
Y la paz no ha llegado, y no conocemos su rostro.

– Desde hace 65 años pedimos la paz, suplicamos
la paz, esperamos la paz.

– Hoy ya no podemos pedirla ni suplicarla ni
esperarla.

– Si se logra un acuerdo entre el gobierno y la
guerrilla, tenemos que construir la paz entre todos, la paz con
una ley justa, la paz con una democracia sin trampas, la paz con
un afecto real en los corazones, la paz con verdadera
generosidad.

– Y la única condición para que esa paz se
construya es que no maten la protesta, que no aniquilen la
rebeldía pacífica, que dejen florecer las ideas,
que permitan a este país grande y paciente ser
dueño de sí mismo y de su futuro.

Esa paz que construiremos será:

– Un bálsamo sobre esos miles de muertos que se
fueron del mundo sin amor, a veces sin dolientes, a veces sin un
nombre siquiera sobre su tumba.

– No sólo una palabra, será convivencia
respetuosa, prosperidad general, justicia verdadera, campos
cultivados, empresas provechosas, bosques y selvas protegidos,
ríos que tenemos que limpiar y manantiales a los que
tenemos que devolver su pureza.

  • que otra vez haya venados en la Sabana y bagres
    sanos en el río,

  • que salvemos la mayor variedad de aves del
    mundo,

  • que vuelen mariposas de Mauricio
    Babilonia,

  • que los caballos de Aurelio Arturo vuelvan a
    estremecer la tierra con su casco de bronce,

  • que haya hombres y mujeres pescando de noche en la
    piragua de Guillermo Cubillos,

  • que el viajero que encontremos por los campos a la
    luz de la luna no nos produzca terror sino
    alegría,

  • que haya cantos indios por las sabanas de Colombia,
    y arrullos negros en los litorales,

  • que las armas se fundan o se oxiden,

  • que haya carreteras y puertos, y barcos y trenes que
    nos lleven a México y a Buenos Aires,

  • que nuestros jóvenes tengan amigos en todo el
    continente,

  • y que sólo una industria se haga innecesaria
    y necesite ayuda para cambiar su producción: la
    industria de las chapas y los cerrojos y los candados y las
    rejas de seguridad, porque habremos logrado que cada quien
    tenga lo necesario y pueda confiar en los otros.

– Porque la paz se funda en la confianza y en la
sencillez, y en cambio la discordia necesita mil rejas y mil
trampas y mil códigos.

– Aquí, por todas partes, están los brazos
que van a construir ese país nuevo, los pies que van a
recorrerlo, los cerebros que van a pensarlo, y los labios del
pueblo que lo van a cantar sin descanso.

– Que hasta los que hoy son enemigos de la paz se
alegren cuando vean su rostro.

– Que llegue la hora de la paz, y que todos sepamos
merecerla.

– Ahora comprendemos que un pueblo no puede sentarse a
esperar a que llegue la paz, que es necesario sembrar paz para
que la paz florezca, que la paz es mucho más que una
palabra.

– El verdadero nombre de la paz es dignidad de los
ciudadanos, la confianza entre los ciudadanos, el afecto entre
los ciudadanos.

– Y donde hay tanta desigualdad, y tanta
discriminación, y tanto desprecio por el pueblo, no puede
haber paz.

– Allí donde no hay empleo difícilmente
puede haber paz. Allí donde no hay educación
verdadera, respetuosa y generosa, qué difícil que
haya paz.

– Allí donde la salud es negocio,
¿cómo puede haber paz?

– Donde se talan sin conciencia los bosques, no puede
haber paz, porque los árboles, que todo lo dan y casi nada
piden, que nos dan el agua y el aire, son los seres más
pacíficos que existen.

– Donde los indígenas son acallados, donde son
borradas sus culturas, donde es negada su memoria y su grandeza,
¿cómo puede haber paz?

– Donde los nietos de los esclavos todavía llegan
con cadenas invisibles, todavía no son vistos como parte
sagrada de la nación, ¿a qué podemos llamar
paz?

– La paz parece una palabra pero en realidad es un
mundo. Un mundo de respeto, de generosidad, de oportunidades para
todos.

– Hemos ido aprendiendo a saber qué es la paz…
haciendo la suma de lo que nos falta.

– La paz es agua potable de todos los pueblos y agua
pura en todos los manantiales.

– No hay paz con los ríos envenenados, con los
bosques talados y con los niños enfermos por el agua que
beben.

– La paz es trabajo digno para tantos brazos que quieren
trabajar y a los que sólo se les ofrecen los salarios de
sangre de la violencia y del crimen.

– La paz son pueblos bellos y ciudades armoniosas, que
se parezcan a esta naturaleza.

Dos exigencias para la paz

– Pero es que la paz verdadera exige no sólo un
pueblo respetado y grande y digno sino una dirigencia
verdadera.

– Y no es una gran dirigencia la que se esfuerza veinte
años por que le aprueben un Tratado de Libre Comercio, y
cuando le aprueban el Tratado la sorprenden con un país
sin carreteras y sin puertos, con una agricultura empobrecida,
con una industria en crisis, confiando sólo en vender la
tierra desnuda con sus metales sus minerales para que la exploten
a su antojo las grandes multinacionales.

– Ahí no sólo falta generosidad sino
inteligencia, ahí faltan grandeza y orgullo.

Gaitán y un acuerdo de paz

– Hace 65 años Gaitán clamaba aquí
por la paz. Sus enemigos no sólo lo mataron sino que
llevaron al país a una guerra, a una violencia que
acabó con 300.000 personas. El país entero
entró en una orgía de sangre.

– Y perdimos el sentido de humanidad, y casi nos
acostumbramos al horror, y dejamos de estremecernos con la
muerte.

– El tabú de matar se perdió, Colombia se
volvió tolerante con el crimen, y en el último
medio siglo es posible que por falta de paz y de solidaridad haya
muerto en Colombia otro medio millón de
personas.

– Y cada día que tardan en firmar un acuerdo el
gobierno y las guerrillas, más muertos de todos los
bandos, más víctimas se suman a esta
lista.

– Porque no es sólo el conflicto en los campos:
bajo la sombra de ese conflicto prosperan las guerras de
supervivencia en las ciudades, la violencia de las mafias, el
delito, el crimen, la violencia intrafamiliar, el desamparo, la
ignorancia.

– Pero es que lo único que detiene a la mano
homicida es sentir que lo que hace a su víctima se lo
está haciendo a sí mismo.

– Lo único que detiene esa mano es la
compasión y para que haya compasión hay que sentir
al otro como a un hermano, como a un milagro de la vida,
efímero, precioso, irrepetible. Si no sentimos eso no
sentimos nada. Sin ese respeto profundo por los otros nadie
siente verdadero amor por sí mismo.

– Pero para que haya ese afecto profundo por los
conciudadanos hay que haber sido educados en la generosidad, bajo
unas instituciones generosas, hay que haber sido
querido.

– Al que no es valorado en su infancia, respetado,
apreciado, ¿cómo pedirle que quiera, que respete,
que valore a los otros?

– Por eso es tan ciega la sociedad que no da nada y en
cambio pide todo.

– Que da adversidad, obstáculos,
discriminación, pero pide a los ciudadanos que se
comporten como si hubieran sido educados por Sócrates o
por Francisco de Asís.

Colombia

– Colombia es un país de tierras
bellísimas y de climas benévolos,

– esto no es Europa ni los Estados Unidos, donde el
clima exige millones de cosas, aquí podemos vivir una vida
sencilla en un paisaje maravilloso,

– aquí no habría que refugiarse en
ciudades malsanas y estridentes,

– el país es de verdad La Casa Grande.
¿Qué nos impide ser felices? La desigualdad y la
violencia. La codicia que pasa por encima de todo.

– La naturaleza no es una mera bodega de recursos sino
un templo de la vida. Pero una lectura equivocada del país
y una manera mezquina de administrarlo han convertido este templo
de la vida en una casa de la muerte.

El pueblo colombiano

El pueblo colombiano es:

– Un pueblo muy paciente un pueblo que espera 65, 70,
100 años por la paz. Cien años de
soledad.

– Un pueblo que trabaja y confía en Dios, que
sueña con un futuro digno y feliz, porque, a pesar de lo
que digan los sondeos frívolos, no vive un presente digno
y no vive un presente feliz.

– Es necesario gritar que nuestro pueblo no es un pueblo
malo sino un pueblo maltratado.

– Y todavía a ese pueblo maltratado y admirable
vamos a pedirle, aunque no tenemos derecho a hacerlo, vamos a
pedirle que nos dé un ejemplo de su espíritu
superior; vamos a pedirle que, a cambio de un acuerdo
esperanzador entre los guerreros, sea capaz de
perdonar.

El Estado

El estado se volvió irresponsable, los
ciudadanos le perdieron el respeto al estado, y el estado les
perdió el respeto a los ciudadanos.

– En ningún país se exigen tantos
trámites para cualquier cosa.

– Y está en desventaja el que no tiene recursos
para sobornar, para abreviar los trámites, para correr con
éxito de oficina en oficina.

– Con mucha frecuencia el estado no facilita la vida
sino que es un estorbo para las cosas más
elementales.

– Las cárceles están llenas de seres que
no recibieron nada, que fueron educados en la dureza y en la
precariedad, y a los que la sociedad les exige lo que nunca les
dio.

– Porque aquí sólo les exigimos respeto a
los que nunca fueron respetados.

Las realidades y las cifras

– Aquí no nos dan realidades, aquí se
especializaron en darnos cifras. El pueblo tiene hambre pero las
cifras dicen que hay abundancia, el pueblo padece más
violencia pero las cifras dicen que todo mejora. El pueblo es
desdichado pero las cifras dicen que es feliz.

Los tratados de libre comercio

– En cualquier país del mundo un tratado de libre
comercio se negocia poniendo como primera prioridad qué
necesitan y qué consumen los propios nacionales.
¿Por qué  tiene que ser la prioridad poner oro
en las mesas de otros antes que poner alimentos en nuestras
propias mesas?

El obsceno carnaval del consumo

– Hoy el mundo se ha lanzado a un obsceno carnaval del
consumo.

– Pero esos países que divinizan el consumo, como
los Estados Unidos y Europa, por lo menos han tenido la prudencia
de garantizarles primero a sus pueblos:

– agua limpia, vivienda digna, educación seria y
gratuita, salud para todos, trabajo y salarios
decentes,

– una economía que se esfuerza por ofrecer empleo
de calidad,

– que no llama trabajo como aquí al rebusque
desesperado, ni a la mendicidad, ni al tráfico violento de
todas las cosas.

– Si por lo menos cumpliéramos con brindar a los
ciudadanos las prioridades básicas de una vida digna, no
sería tan absurdo que nos predicaran ese evangelio loco
del consumo,

– pero aún así tenemos que pensar con
responsabilidad en el planeta, porque ese consumo indiscriminado
es una amenaza, que torna los climas frágiles y agota los
ecosistemas ricos y preciosos, que producen  agua y
oxígeno para el mundo entero.

El
egoísmo

– Y hay que saber que lo que rompe primero la paz es el
egoísmo.

– El egoísmo que se apodera de la tierra de todos
para beneficio de unos cuantos,

– que se apodera de la ley de todos para hacer la
riqueza de unos cuantos,

– que se apodera del futuro de todos para hacer la
felicidad de unos cuantos.

– De ahí nacen las rebeliones violentas, y de
ahí nacen los delitos y los crímenes.

– Porque las montañas, los ríos, las
llanuras, las selvas y los mares de Colombia son la maravilla del
mundo, y no hemos aprendido a habitarlas con respeto, a
aprovecharlas con prudencia, a compartirlas con
generosidad.

– Porque la idea de generosidad que tienen muchos
grandes dueños de la tierra, se llama alambre de
púas. Esa idea medieval de tener mucha tierra, mientras
las muchedumbres se hacinan en barriadas de miseria.

El
perdón

– No hay ceremonia más difícil y
más necesaria que la ceremonia del
perdón.

– Pero es el pueblo el que tiene que perdonar: no la
dirigencia mezquina ni la guerrilla que tomó las armas
contra ella.

– Y sin embargo todos tendremos que participar, humilde
y fraternalmente, en la ceremonia del perdón, si con ello
abrimos las puertas a un país distinto, más
generoso, que deponga las armas fratricidas, que abandone los
odios y que construya un futuro digno para todos, pero sobre todo
un futuro de dignidad para los que siempre fueron
postergados.

Fuentes

http://es.wikipedia.org

www.elespectador.com

 

 

Autor:

Rafael Bolívar Grimaldos

 

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