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Los tratamientos psicológicos en adicciones




Enviado por hadic villeda



  1. Tratamientos psicológicos efectivos en
    conductas adictivas
  2. Dificultades y limitaciones en el tratamiento
    de las conductas adictivas: implicaciones sobre la eficacia y
    la efectividad
  3. Discusión y
    conclusiones
  4. Bibliografía

El uso de alcohol y drogas es hoy en día uno de
los factores de riesgo más importantes en la mortalidad y
la morbilidad en el mundo, en especial en los países de
Europa y América. El tratamiento de los trastornos
adictivos ha experimentado importantes cambios en los
últimos 25 años, y en la actualidad, diferentes
alternativas de tratamiento pueden utilizarse para aquellas
personas con problemas derivados del uso de sustancias
psicoactivas. Los afectados tienen a su vez, el derecho a recibir
el mejor de los tratamientos disponibles. En este contexto surge
la necesidad de la validación empírica de los
tratamientos psicológicos en conductas adictivas, un
área donde el tratamiento psicofarmacológico
utiliza desde hace años terapéuticas basadas en el
conocimiento científico. Los resultados de las
investigaciones son suficientemente claros en cuanto a la
capacidad de ciertas modalidades de tratamiento, de lograr que
los sujetos tratados reduzcan el uso de sustancias
psicotrópicas y mejoren otros aspectos de su vida. El
conocimiento de una mayor evidencia empírica en algunos
tratamientos psicológicos, ha tenido como consecuencia la
publicación de guías y manuales de tratamiento
eficaces. Se exponen algunas de las dificultades que a juicio del
autor plantea la utilización de estas guías y
manuales en el tratamiento de los trastornos adictivos:
patología dual, adhesión a los tratamientos,
presión asistencial, formación de los
psicólogos, etc. Se concluye que la utilización de
tratamientos que han demostrado eficacia es una obligación
para los profesionales, aunque no obstante haya que considerar
que en el ámbito de las conductas adictivas, muchos casos
no puedan ser tratados en base a ellas, ya que las necesidades de
los pacientes exigen a menudo métodos flexibles y
personalizados. Finalmente se señala la necesidad de
fomentar más investigación en contextos reales,
mediante la colaboración entre la Universidad, el Colegio
de Psicólogos y los profesionales, lo que
permitiría mejorar la calidad y la utilidad de las
intervenciones en esta área.

The use of alcohol and drugs is nowadays one of the more
important factors of risk in mortality and morbidity in the
world, in special in the countries of Europe and America. The
treatment of the addictive disorders has experienced important
changes in the last 25 years, and at the present time, different
alternatives from treatment can be used for those people with
problems derived from the use of psychoactive substances. The
affected ones have as well, the right to receive the best one of
the treatments available. In this context the necessity arises
from the empirical validation of the psychological treatments in
addictive behaviours, an area where the pharmacological treatment
has been using for therapeutic years based on the scientific
knowledge. The results of the investigations are sufficiently
clear as far as the capacity of certain modalities of treatment
to obtain that the treated subjects reduce the use of
psychoactive substances and improve other aspects of their life.
The knowledge of a greater empirical evidence in some
psychological treatments has had as consequence the publication
of effective manual guides of treatment. Some of the difficulties
are exposed, that in opinion of the author the use creates these
manual guides and for the treatment of the addictive disorders:
dual phatology, adhesion to the treatment, welfare pressure,
formation the psychologist, etc. One concludes that the use of
treatments that have demonstrated effectiveness is an obligation
on the part of the professionals, although despite is necessary
to consider that in the scope of the addictive behaviours, many
of the cases cannot be treated on the basis of them, since the
necessities of the patients often demand flexible and customized
methods. Finally which is indicated, that necessary to foment
more investigation in real contexts, by means of the
collaboration between the University, the Psychologists
Association and the proffesionals, would allow to improve the
quality and the utility of the interventions in this
area.

Tratamientos
psicológicos efectivos en conductas adictivas

La mayoría de las personas que sufren problemas
adictivos no reciben ayuda alguna, sin embargo, las pruebas
demuestran claramente que las que reciben ciertas formas de
tratamiento reducen su consumo de sustancias psicoactivas y
mejoran otros aspectos de su vida. En general, los tratamientos
producen mejores resultados cuando se tratan los problemas
adicionales del individuo. Además de disminuir (o
eliminar) el uso de sustancias, los objetivos de los tratamientos
se dirigen a procurar que los individuos vuelvan a funcionar
productivamente dentro de la familia, el trabajo y la
comunidad.

Las formas de medir la eficacia de los tratamientos
incluyen el funcionamiento de la persona a nivel laboral, legal,
familiar, social y su condición médica y
psicológica. En general, el tratamiento de la
adicción a drogas es tan efectivo como el tratamiento de
otras enfermedades crónicas como la diabetes, la
hipertensión y el asma (NIDA, 1999).

Aunque los tratamientos en adicciones se abordan desde
una perspectiva multidisciplinar, el tratamiento
psicológico es fundamental en los resultados de las
intervenciones. El National Institute for Drug Abuse de Estados
Unidos (NIDA), propuso unas directrices básicas
(Principios de Tratamiento Efectivo), que deben de guiar a los
profesionales que trabajan en dicho ámbito. En uno de
estos principios se señala: "El consejo
psicológico (individual o en grupo), y otras terapias
conductuales son componentes críticos para el tratamiento
efectivo de la drogodependencia"
(NIDA, 1999). El NIDA
recoge así, las recomendaciones realizas por la
Asociación Psicológica Americana con base a los
estudios de evaluación sobre efectividad de los
tratamientos realizados en los últimos años (Task
Force, 1993; Task Force, 1995; Chambless et al, 1996; Chambless y
Hodson ,1998; APA, 2000).

Ciertas modalidades de tratamiento parecen ser
particularmente prometedoras respecto a su influencia en el
consumo de sustancias psicoactivas y los problemas relacionados
con su uso, y en general los resultados mejoran cuando
también se proporciona un apoyo adicional para otros
problemas del sujeto (laborales, legales, educativos,
médicos, etc). Sin embargo, las características de
los pacientes antes y después de los tratamientos,
así como su entorno social, influyen en el éxito
del tratamiento. Los individuos que sufren de trastornos
psíquicos graves y los que carecen de apoyo social para
alcanzar un estado de abstinencia o disminuir su consumo, por lo
general no obtienen tan buenos resultados como los otros
(Roberts, Ogborne, Leigh y Adam, 1999). En general, es
conveniente favorecer el tratamiento grupal y ambulatorio, las
intervenciones de corta duración, y la aplicación
de los tratamientos por parte de terapeutas con sólidas
cualidades de comunicación interpersonal (con
empatía y capacidad para forjar una buena alianza
terapéutica) (NIDA, 1999).

Las principales orientaciones de psicoterapia que se han
estudiado en pacientes con trastornos por consumo de sustancias
son la terapia conductual, la terapia cognitivo-conductual, la
terapia motivacional, y la terapia
psicodinámica/interpersonal. Además se ha evaluado
la efectividad de las terapias de grupo, la terapia
familiar/conyugal, y la asistencia a grupos de autoayuda. Los
datos empíricos existentes junto con la experiencia
clínica, sugieren que los tratamientos psicológicos
son útiles si se adaptan a las necesidades especiales de
este tipo de pacientes.

Se ha comprobado que la terapia conductual individual y
la terapia conyugal conductual son tratamientos eficaces en los
pacientes con trastornos por consumo de alcohol (Holder,
Longabaugh, Miller y Rubonis, 1991; Miller y Hester, 1986). Entre
los tratamientos mejor establecidos por su efectividad en el
tratamiento de la dependencia a cocaína se encuentra el
Programa de Refuerzo Comunitario más Terapia de Incentivo
(Budney y Higgins, 1998; Higgins, Budney, Bickel, Hughes, Foerg y
Badger, 1993); y el Tratamiento Cognitivo-Conductual (PR)
(Carroll, Rousanville y Kleber, 1991; Carroll, Rousanville, Nich,
Gordon, Whirt y Gawin, 1994). En la dependencia a
opiáceos, se ha argumentado evidencia a favor del manejo
de contingencias (Jones, Haugh, Stizer, y Svikis, 2000; Gruber,
Chutuape y Stizer, 2000). Se ha evidenciado también
eficacia en diversos procedimientos para el tratamiento de la
dependencia a la nicotina: Programas Conductuales
Multicomponentes (Baker, Fox y Hasselbald, 2000;
Sánchez-Meca, Olivares y Alcazar, 2000; APA 1995; USDHSS,
1996). Recientes revisiones (Gil, 2003), señalan que las
intervenciones en las que se utiliza un solo componente de
tratamiento (saciación, reducción gradual, etc) son
igual de efectivas que las Terapias Conductuales
Multimodales.

Se mencionado también en la literatura la
conveniencia de utilizar la terapia de grupo (Vannicelli, 1992;
Lowinson, Ruiz y Millman, 1997) y así como la terapia
familiar (Stanton, 1982; Kristen, 1999), como estrategias
específicas de tratamiento con menor coste en el caso de
la terapia de grupo, y como intervenciones adicionales al
tratamiento individualizado en el caso de la terapia
familiar.

Entre las adicciones comportamentales destacan los
estudios sobre juego patológico, en los que se ha
encontrado eficacia para la terapia conductual (Echeburua, Baez y
Fernández-Montalvo, 1994; Echeburua et al, 1996); en la
terapia cognitivo-conductual con un componente de
prevención de recaídas (Bujold, Ladoucer, Sylvain y
Boisvert, 1994), y en la terapia cognitiva (Toneato, 1999).
Respecto a otras adicciones comportamentales (sexo, comida,
compra, trabajo, internet, etc) cabe señalar que los
procedimientos de intervención psicológica giran en
torno al concepto de pérdida de control, por lo que los
procedimientos utilizados consisten en establecer estrategias de
control sobre el comportamiento adictivo y el entrenamiento en
habilidades con un componente adicional de prevención de
recaídas (Echeburua, 1999). De entre todo este tipo de
adicciones comportamentales conviene mencionar un programa de
tratamiento grupal de corte cognitivo-conductual desarrollado en
nuestro país (Rodríguez, Otero-Lopez y
Rodríguez, 2001), para utilizar con personas con problemas
de adicción a la compra.

Otros comportamientos relacionados con el uso de
sustancias psicoactivas, con menor prevalencia de uso entre la
población, pero importantes desde el punto de vista
clínico son los comportamientos de uso y/o abuso de drogas
recreativas7, para los que no existe una intervención
claramente definida, debido a la escasa investigación que
en la actualidad existe sobre su tratamiento.

Además de las modalidades específicas de
tratamiento que se han mencionado, existen algunas variables que
pueden influir en la eficacia de éstos. Waltman (1995),
señala algunas de las cualidades que debe de poseer un
programa para ser eficaz: facilidad de acceso, flexibilidad del
tratamiento, participación de la familia, buen nivel de
competencia de los terapeutas, considerar las particularidades de
los pacientes (grupos específicos), y seguimiento tras el
tratamiento.

Actualmente el producto final de los estudios sobre
eficacia y efectividad de los tratamientos, son las guías
de tratamiento o los manuales de tratamientos eficaces o
efectivos. La pretensión de estas guías no es tanto
que los clínicos sean gobernados por ellas, sin apenas
margen de libertad, cuanto que éstas sirvan de base para
tomar decisiones en la intervención. Los resultados que se
obtienen en la investigación representan una estrategia
"favorita" para la mayoría de los pacientes en una
categoría dada, pero existe la necesidad de modificar el
plan asignado, ya que puede existir la posibilidad de que un
paciente concreto presente características que
contraindicarían el tratamiento recomendado (Pérez,
Fernández, Fernández y Amigó,
2003).

Dificultades y
limitaciones en el tratamiento de las conductas adictivas:
implicaciones sobre la eficacia y la efectividad

En general, conviene ser prudentes al hacer
generalizaciones de los resultados antes de aplicarlos a
situaciones de tratamiento típicas, ya que un buen
número de estudios se han realizado en el marco de
clínicas universitarias con la participación de
terapeutas muy competentes y con sujetos seleccionados. Por lo
general, los individuos con problemas múltiples y
socialmente inestables son excluidos de estudios controlados, y
los que son seleccionados deben aceptar las condiciones que
imponga la investigación. Esto incluye la
aceptación de ser asignados de manera aleatoria al
tratamiento, de modo que quedarían excluidos los que
quisieran recibir un tratamiento en particular y los que desearan
participar en la planificación de su tratamiento (Roberts
et al, 1999).

En nuestro país, las personas con problemas
adictivos son tratados fundamentalmente en el sistema
socio-sanitario público. Al margen de la
consideración de que la mayor parte de estudios sobre
eficacia provienen de la investigación anglosajona (donde
los sistemas de asistencia socio-sanitaria son considerablemente
diferentes al nuestro), la asistencia a este tipo de pacientes
presenta una serie de dificultades que es preciso considerar a
propósito de la eficacia y de la aplicación de los
tratamientos eficaces:

1. Patología Dual8. En conductas adictivas la
presentación de varios diagnósticos no es
infrecuente. Lo habitual es encontrarse con individuos que
presentan varios diagnósticos de abuso y/o dependencia, y
además con mucha frecuencia diagnósticos
adicionales de trastornos distintos al trastorno adictivo. Es
conocido que la presentación de varios diagnósticos
ensombrece el pronóstico y dificulta la
intervención. Además de disponer de tratamientos
validados para trastornos adictivos, es preciso que los
terapeutas posean habilidades específicas para manejar
estos casos, pues seguramente se trata de las patologías
comórbidas de más difícil
manejo9.

2. Adhesión al tratamiento. Muchas personas con
problemas adictivos tienen dificultades para adherirse a los
tratamientos. Por un lado las dificultades derivadas de la propia
naturaleza de los trastornos (en muchos casos crónicos y
con tendencia a provocar recaídas frecuentes), lo que
provocan que muchos de los pacientes hayan sido tratados por
diversos recursos asistenciales con escaso éxito. En otros
casos la expectativa que tienen muchos pacientes y en especial de
muchas familias de recibir un tratamiento fundamentalmente de
tipo farmacológico, con escasas implicaciones en un
trabajo más laborioso como el que requiere un programa de
tratamiento psicológico. Además, diversas barreras
todavía siguen dificultando un buen cumplimiento de los
tratamientos: disponibilidad para asistir a las sesiones (en
muchos casos teniendo que ausentarse del puesto de trabajo),
estigma social (los problemas relacionados con sustancias-drogas
generan todavía ciertas reticencias entre la
población), etc. Facilitar el acceso a los servicios,
ofrecer una amplia oferta de alternativas de tratamiento,
considerar y facilitar el acceso a servicios adicionales,
asesoramiento, apoyo y tratamiento si se precisa para familiares,
son algunas de las variables que mejoran la retención en
los programas.

3. Apareamiento de sujetos con tratamientos y
terapeutas. El concepto de que ciertos sujetos responden mejor a
ciertos tratamientos y a ciertos terapeutas es un tema que ha
suscitado interés desde hace tiempo. En general, son poco
convincentes las actuales pruebas a favor del apareamiento de
pacientes con el método de tratamiento. Sin embargo, esto
no significa que un tratamiento servirá para todos. Las
diversas necesidades de los pacientes exigen un método
flexible y personalizado. Algunos pacientes necesitan servicios
para sus problemas psiquiátricos, otros necesitan ayuda
para problemas de desempleo y otros para diversos problemas
sociales. Es importante prestar atención a estos problemas
si el objetivo es que los pacientes modifiquen de forma
permanente su consumo de sustancias, por lo que es adecuado
mantener un constante nivel de coordinación con otros
recursos asistenciales (p.ejem. servicios sociales, laborales,
educativos, jurídicos, etc).

4. Presión asistencial. En conductas adictivas,
prácticamente todos los casos son considerados "urgentes".
La demanda para problemas por uso de drogas aumenta cada
año y, uno de las variables que determina la eficacia de
los tratamientos es el grado de motivación por parte de
los pacientes al inicio y durante el proceso de tratamiento
(NIDA, 1999), por lo que la inmediatez de la asistencia es un
factor clave. Ya se sabe que las personas con problemas adictivos
presentan con frecuencia gran ambivalencia respecto a la
necesidad de cambiar sus comportamientos adictivos, lo que
implica el evitar las listas de espera y a atender lo antes
posible cualquier demanda que se realice, en detrimento de
algunas de las sesiones "programadas".

5. Duración de los tratamientos. Una de las
cuestiones que preocupa a los clínicos es la
duración de los tratamientos. Los pacientes indican con
frecuencia que la asistencia postratamiento resulta útil
para mantener la abstinencia después del tratamiento
primario (Maisto et al, 1989). Por ejemplo, en el caso del
alcoholismo, se ha encontrado que la participación en
programas de asistencia postratamiento era un predictor
más potente de la evolución final, que la
duración de la hospitalización, la función
neuropsicológica, las medidas del consumo de alcohol, la
estabilidad social previas al tratamiento (Walker et al, 1983), y
las recaídas en el consumo de sustancias (McLatchie y
Lopm, 1988). El deterioro cognitivo y el bajo nivel cultural de
algunos pacientes, son algunos de los factores que dificultan la
aplicación de terapias estructuradas limitadas en el
tiempo.

6. Conocimientos de los profesionales. Además de
los conocimientos (y la especialidad) de psicología
clínica de los psicólogos de conductas adictivas,
es preciso que exista una preparación específica en
adicciones, que cubra la formación en distintas
áreas de conocimiento implicadas en el abordaje de estos
trastornos: programas y estrategias de prevención,
estrategias y programas de reducción de daños,
legislación en materia de drogodependencias y delitos
relacionados, farmacología básica y
neuroquímica de las sustancias de abuso,
epidemiología clínica, metodología de la
investigación, gestión de equipos de salud,
habilidades de comunicación y negociación, manejo
adecuado del estrés (burnout profesional), etc. La
formación universitaria actual dista mucho de cumplir
tales necesidades de formación para los psicólogos
que trabajan en conductas adictivas, por lo que la
formación de postgrado es la única alternativa en
muchos casos. Bien es cierto que los procedimientos de
intervención utilizados en adicciones no son muy
diferentes de los utilizados en psicología clínica,
pero los trastornos adictivos presentan una serie de
particularidades que hacen necesaria una formación
específica en el área. Habida cuenta de que un buen
número de psicólogos desarrollan su labor en esta
área de trabajo, cabría esperar una mayor
atención formativa en el currículo
universitario.

7. Investigación y efectividad de los
tratamientos. Uno de los tradicionales problemas con los que se
ha enfrentado la psicología en general, y en particular la
psicología de las conductas adictivas es la escasa
colaboración entre la investigación (centrada
fundamentalmente en el ámbito universitario) y la
práctica clínica, lo que dificulta el avance
necesario de los conocimientos en el área. Debería
de potenciarse la relación entre el ámbito
universitario y el ámbito clínico, facilitando los
recursos de investigación de este último a
través de la colaboración entre los investigadores
universitarios y los clínicos que desempeñan su
labor día a día con casos reales. Dicha
colaboración es escasa (en algunos casos inexistente), lo
que dificulta enormemente un conocimiento de la realidad, e
impide los ajustes necesarios en los tratamientos. La Universidad
y el Colegio de Psicólogos deberían de potenciar
dicha colaboración. Los clínicos a su vez,
deberían de acreditarse como investigadores
(formación en doctorado y suficiencia
investigadora).

8. Trabajo en equipo y actualización. No
olvidemos que el abordaje de estos trastornos se basa en una
atención integral. La falta de comunicación entre
los distintos profesionales y el desconocimiento de los distintos
enfoques es absurdo e inoperativo. La interacción entre
las distintas intervenciones (psicológica y
farmacológica) potencia los resultados
terapéuticos. Las sesiones clínicas, de
coordinación (intra-entre servicios y unidades), la
formación continuada, la actualización a
través de la participación en sociedades
científicas relacionadas, y la asistencia a reuniones
profesionales son indispensables para la puesta al día, y
para el adecuado conocimiento de los avances en el
área.

En el día a día con las personas
afectadas, surgen con frecuencia diversas dificultades para las
que resulta difícil encontrar soluciones, es entonces
cuando hay que contar con la habilidad y experiencia del
profesional y con el sentido común. En definitiva, los
problemas reales con los que trabajan los clínicos, distan
en muchos casos de esos mismos problemas cuando se estudian y
analizan a nivel teórico. Algunos autores (Denis, 1996),
sugieren la necesidad de desarrollar sistemas de control que
permitan comprender y evaluar mejor a los pacientes, las
intervenciones y los problemas organizacionales y financieros tal
y cómo se presentan en la realidad. Este planteamiento
difiere de la investigación experimental, en el sentido de
que se aborda la eficacia del tratamiento en un contexto real y
no en un contexto predeterminado.

Discusión y
conclusiones

Por ser considerados trastornos crónicos y ante
la ausencia de tratamientos que ofrecieran ciertas
garantías de eficacia, los profesionales han rehusado
tradicionalmente tratar a personas con problemas adictivos. La
bien merecida fama de "pacientes difíciles" con los que
era poco probable conseguir éxitos en el tratamiento, ha
tenido como consecuencia que el tratamiento de las conductas
adictivas haya estado durante años marginado por
instituciones, organismos y profesionales, siendo por ello
relegado en muchos casos al ámbito del "voluntarismo" y el
voluntariado. Y aunque no cabe duda de que muchas personas y
organizaciones han desarrollado (y desarrollan en algunos casos)
una importante labor para prestar ayuda a las personas afectadas,
no es menos cierto que tal situación ha provocado un
retraso importante en el desarrollo de estrategias basadas en el
conocimiento científico, y en la aplicación de los
tratamiento por verdaderos profesionales. Afortunadamente en los
últimos años la situación ha cambiado de
forma sustancial, al considerarse a las drogodependencias y otros
trastornos adictivos como enfermedades comunes10 que deben ser
tratadas en el sistema sanitario público11.

Los resultados de las investigaciones son
suficientemente claros en cuanto a la capacidad de ciertas
modalidades de tratamiento de lograr que los sujetos tratados
reduzcan el uso de sustancias psicotrópicas y mejoren
otros aspectos de sus vida. Si bien las mejoras de conducta
respecto al uso de estas sustancias se asocian por lo general a
las mejoras que se dan en otros aspectos de la vida de la
persona, no siempre sucede de esa manera. Lo mismo que tampoco se
puede decir que las mejoras en otras áreas están
supeditadas a la abstinencia. Ciertos resultados
presentarán un mayor valor que otros, según los
intereses y, parece necesario que la decisión sobre el
éxito del tratamiento se tome a la luz de múltiples
criterios que se inscriben en un medio continuo. Las medidas
dicotómicas de resultados (p.ej. abstinencia vs
recaída) encubren las ventajas progresivas del tratamiento
y no tienen en cuenta el funcionamiento del sujeto tratado en
otros aspectos de su vida (Roberts et al, 1999). El tratamiento
para el uso de drogas reduce el uso de éstas en un 40-60%,
aunque estas estadísticas de eficiencia generalmente se
mantienen, los resultados de los tratamientos individuales
dependen de la naturaleza y el alcance de los problemas presentes
en los pacientes, de que los componentes del tratamiento y los
servicios relacionados usados para tratar esos problemas sean
apropiados, y del grado de motivación de los pacientes
durante el tratamiento (NIDA, 1999).

Los factores que resumen el interés por la
evaluación de la eficacia o la efectividad
terapéutica pueden resumirse en: la evolución de la
ciencia psicológica; el incesante desarrollo de los
tratamientos psicofarmacológicos en dura competencia con
los tratamientos psicoterapéuticos y, el acceso creciente
de los ciudadanos de los países avanzados a los servicios
sanitarios, junto con la necesaria contención del gasto
por parte de los pagadores (Pérez et al, 2003). En la
actualidad se dispone de tratamientos psicológicos de
contrastada eficacia, no obstante, no todos los tratamientos
psicológicos tienen el mismo valor, al parecer
también existen tratamientos psicológicos
ineficaces. El progreso de la psicoterapia en conductas adictivas
requiere de la delimitación de las intervenciones
específicas eficaces para este tipo de trastornos12. La
evaluación de la eficacia y la efectividad de las
intervenciones es pues, una necesidad. Los criterios de
economicismo presentes en la sociedad actual no son ajenos al
ámbito de trabajo en el que se enmarcan actualmente las
intervenciones en conductas adictivas (sistema sanitario
fundamentalmente). Los terceros pagadores han generado una
dinámica de racionalización de los medios
terapéuticos que obligatoriamente lleva a la
justificación de la efectividad y la eficiencia de las
intervenciones (Santolaya, 2003). Además, el concepto de
eficiencia terapéutica ha propiciado el auge de
procedimientos que tienden a abaratar y hacer más
accesible el tratamiento. El desarrollo de manuales de autoayuda
en los que el propio paciente y/o personas próximas pueden
aplicar el tratamiento de forma más autónoma y, en
especial las psicoterapias breves (Sánchez-Hervás y
Tomás, 2001; Sánchez-Hervás, 2003), son sin
duda uno de los retos de futuro.

Tal y cómo señalan Pérez et al
(2003), la evaluación de la eficacia, efectividad y
eficiencia de los tratamientos psicológicos se ha
convertido en un tema de capital importancia, sea cual sea el
ámbito de aplicación de la intervención
psicológica. En todos los casos debe demostrar una
utilidad razonable, según criterios científicos,
que justifique su aplicación. No obstante, algunos autores
han señalado que el objetivo de mejorar la eficacia de los
tratamientos puede presentar un dilema para los investigadores,
los clínicos y los encargados de formular las
políticas relacionadas con la asistencia a las personas
con adicciones. Existe el peligro de que, por alcanzar tal
objetivo, algunos servicios fijen criterios de admisión
más estrictos que contribuirían a aumentar las
tasas de éxito, pero a la vez les negarían los
servicios a los que más lo necesitan. Los servicios que
favorecen a los que más lo necesitan estarían
trabajando con candidatos poco favorables para la
obtención de buenos resultados en los estudios (Roberts et
al, 1999).

Las guías y manuales de tratamiento efectivo
aunque necesarias, plantean algunas limitaciones (ninguna de
ellas insalvable), que en el caso de las conductas adictivas
están relacionadas fundamentalmente con las dificultades
propias de los trastornos, que en muchos casos obligan a
flexibilizar y personalizar los tratamientos, y con la
formación de los profesionales. La normalización en
el sistema sanitario de la plena cobertura asistencial y, la
unificación de los criterios formativos de los
psicólogos (no hay que olvidar que muchas de las
limitaciones en nuestro quehacer profesional proceden de las
tensiones que tradicionalmente han existido en el mismo seno de
la Psicología), deben de constituirse en los pilares
básicos que permitan una actuación rigurosa y
científica.

Finalmente nos gustaría concluir señalando
que a pesar de la aceptación de un modelo de
intervención en conductas adictivas de naturaleza
biopsicosocial, todavía existen desde algunos sectores
profesionales algunas reticencias a aceptar dicho modelo.
Intereses corporativos dificultan la normalización y el
estatus laboral de los psicólogos (no puede olvidarse el
bloqueo realizado a la aprobación de la especialidad y a
la actual situación generada tras la publicación de
la LOPS y el Real Decreto sobre Acreditación de Centros).
La utilización en la práctica clínica de
procedimientos psicológicos validados, ayudará a
alcanzar el reconocimiento profesional a la importante labor que
los psicólogos realizan en el ámbito de las
conductas adictivas. Conviene recordar que la labor asistencial
de los equipos de tratamiento de las adicciones en el sistema
sanitario (del que forman parte los psicólogos), ha
permitido reducir la importante presión asistencial que
sobre la atención primaria ejercían los casos
relacionados con el uso de sustancias, la reducción de la
alta morbi-mortalidad de ellos derivada, y de los costes sociales
y sanitarios generados por los mismos. Además, y esto es
lo más importante, ha permitido ofrecer a los usuarios una
atención integral, integrada y especializada para sus
problemas relacionados con el uso de sustancias.

Bibliografía

FUTBOL, REGLAMENTO INTERNACIONAL DE FUTBOL
Y ARBITRAJE

http://es.wikipedia.org/wiki/Centrocampista

http://es.wikipedia.org/wiki/defensa

 

 

Autor:

Hadic Villeda

 

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