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El conflicto entre el Tíbet y la República Popular China




Enviado por Sergio Arenas



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Los
    hechos objetivos
  3. La
    posición oficial de la República Popular
    China
  4. La
    posición del exilio tibetano
  5. Una
    explicación alternativa
  6. Comentario
  7. Ideas
    finales
  8. Bibliografía

Introducción

El conflicto en el cual nos vamos a dedicar es un choque
quizás no muy difundido entre nosotros, pero que tiene
importantes repercusiones a nivel internacional, no tanto por su
efecto mediático, sino por las interpretaciones que de
él se puedan sacar. Nos referimos al conflicto del
Tíbet, región de la China que sostiene desde hace
muchos años una lucha para lograr su
autodeterminación.

Las distintas visiones que existen de este conflicto
contienen en sí mucho de preciso, mucho de plausible, pero
también mucho de debatible y mucho de contradictorio. En
especial, este conflicto enfrenta el problema del "deber ser" que
lo vincula a una visión generalizante promovida
principalmente por Occidente (sabiendo que Tíbet es de
Oriente) y, en especial, a la lógica del parangón
con procesos similares, siendo su "modelo" el ya trillado
conflicto Israel-Palestina, donde huelga decir quién es el
"Israel" y quién es la "Palestina" en la situación
a comentar. Aunque, en cierta medida, el carácter
generalizador tiende, por razones de conocimiento, a considerarlo
más bien una situación interna y exclusiva de la
República Popular, por cuanto chinos y tibetanos
serían pueblos "hermanos", según la creencia
extendida.

Pero las limitaciones de visión no sólo se
encuentran entre quienes usualmente observan desde afuera. Como
iremos viendo, el sesgo también es evidente cuando se
trata de alegar las razones en uno y otro bando. Asimismo, no
deben olvidarse otros actores que, si bien no se enfrentan en
esta disputa Tíbet-China, influyen y tienen intereses en
cuanto a la resolución de esta controversia.

En este análisis quizás, lejos de
responder a la duda de quién tiene o no razón,
terminemos creando más preguntas sin respuesta, ampliando
el desconcierto o la ambigüedad. Sin embargo, es menester no
dejar de recabar las razones de los debatientes, además de
no dar preferencia a ninguna opinión en especial.
Simplemente, hay que mostrar el  conflicto y las razones que
lo crearon. 

Los hechos
objetivos

  • Territorio

El Tíbet es una vasta región ubicada en el
suroeste de China. Limita al norte con la región
autónoma china de Sinkiang, al sur con India, Nepal,
Bhután y Birmania, al este con las provincias chinas de
Sichuan y Yunan, y al oeste con Cachemira (disputada entre
Pakistán e India). Se extiende por 1.220.000 km2 y su
altitud media es de 5.000 m. sobre el nivel del mar. La capital
del Tíbet es Lhasa.

En general, el Tíbet es semejante al altiplano
boliviano, aunque hacia el este se suceden valles profundos.
Hacia el sur, se encuentran varias cadenas montañosas de
gran altura, entre las cuales destaca el Himalaya, donde
está el monte más alto del mundo, el Everest (8.848
m.). Otras cadenas son el Karakorum y el Pamir hacia el oeste, y
las montañas Kunlun al norte. Es importante destacar que
es desde el Tíbet, y principalmente desde las cordilleras
que circundan su territorio, donde salen los ríos
más importantes de China y de la India. En el primer caso,
los ríos Amarillo, Mekong y Yangtsé; en el segundo,
los ríos Indo, Brahmaputra y Ganges. Hacia el norte
encontramos lagos de agua salada.

El clima en general es semiárido y frío.
La temperatura promedio es de 1ºC y es común la baja
brusca de temperaturas al caer la tarde. Los valles fluviales son
un tanto más regulares y hacia el sureste llovizna de vez
en cuando.

En cuanto a la flora, el Tíbet mayormente
está cubierto de bofedales, arbustos y otras hierbas,
aunque hacia el norte hay ciertas áreas de bosques. En los
valles fluviales hay mayor concentración de
vegetación, sobresaliendo árboles como el
ciprés, roble, chopo y arce, además de especies
trasplantadas como perales y manzanos. Con respecto a la fauna,
abundan ovejas, cabras y burros salvajes, así como alces
almizcleros, antílopes, zorros, osos, macacos, patos,
gansos, gaviotas, faisanes y un largo etcétera. Entre los
animales domésticos destacan el camello, el yak (vaca
hirsuta) y el caballo.

El Tíbet posee una gran reserva de metales y
minerales que no ha sido explotada debido a lo inaccesible que a
veces se torna el territorio tibetano. Se sabe de la existencia
de oro en muchas partes y grandes reservas de hierro,
carbón, sal, bórax, esquistos bituminosos,
manganeso, cinc, plomo, cuarzo, grafito, etc. Hay también
lapislázuli, jade, entre otras joyas preciosas y
semipreciosas.

 2. Población

En Tíbet vivían 2.600.000 habitantes para
el año 2000. La densidad demográfica es de 1,9
hbtes/km2, la más baja de toda China. Esta
población es apenas un quinto de la que había hace
casi mil años. Su composición étnica es
mayoritariamente tibetana, aunque el gobierno central ha
estimulado la emigración china, principalmente de la etnia
Han. Otros grupos existentes son indios, nepalíes,
pashtos, kazajos, kirguizes, entre otros.

Religiosamente, la mayor parte de los habitantes del
Tíbet son budistas lamaístas, religión que
ha tenido su centro en Lhasa, capital tibetana. Asimismo, hay
grupos hinduistas, budistas no lamaístas, cristianos
ortodoxos, cristianos armenios, musulmanes, judíos y
chamanistas.

Importante es destacar que, en la cultura tibetana, se
destacan los Mandalas o retratos esotéricos, los
Sutras Mahayanas o relatos de la historia y
tradición tibetanas, y la xilografía como forma de
pintura y escritura. El lamaísmo promueve además
variadas festividades religiosas y ferias
tradicionales.

 La historia antigua y moderna

En el siglo VII, distintas tribus de la etnia tibetana
se agruparon en torno a un monarca, Gnamrisrongbrtsan, naciendo
así un atisbo de reino tibetano. Este estado en forma
creció hasta formar un imperio en el siglo VIII, el cual
amenazó a la China de los Tang. Es por esta época
que entra el budismo a Tíbet a partir de la labor del
monje Padma Sambhava, religión que fue declarada oficial
por el rey Khrisrongldebrtsan. En el siglo X se produjo una
división consecutiva que acabó en el siglo XIII con
la dominación mongola de Kublai Kan, nieto de Gengis. En
el siglo XVI los mongoles nombran virrey al monje líder de
la secta Gelugpa ("del gorro amarillo"), el cual recibe el
título de Dalai Lama o monje líder del
Tíbet.

Después de la dominación mongola, el
Tíbet estuvo continuamente saliendo y entrando en el
Imperio Chino, hasta que en el siglo XVIII se afianzó la
dominación china con los Ping. En 1856, es traspasado a
Nepal como estado vasallo, lo cual dura hasta 1904, cuando el
Tíbet es invadido por los ingleses, quienes acuerdan
devolverlo a China (Tratado de Beijing, 1906). En 1913, tras una
corta revuelta, se declara la independencia nominal del
Tíbet, la cual dura hasta 1914, cuando ingleses, chinos y
tibetanos acuerdan poner al país bajo la
"protección" de China, pero manteniéndose la
soberanía tibetana.

 4. Cronología de la
ocupación

Desde 1931, Tíbet se enfrenta tanto a chinos
nacionalistas como a comunistas. Estos enfrentamientos
irregulares se interrumpen durante la Segunda Guerra Mundial y
hasta 1949, cuando los comunistas ganan la guerra civil china y
los nacionalistas se refugian en Taiwán. Mao entonces
convoca a conquistar el Tíbet como objetivo básico
de la Revolución. Al año siguiente, se da inicio al
proceso de anexión. En una primera etapa, se establece el
Protectorado chino sobre la zona, poniéndose al Dalai Lama
como gobernador y administrador. Así, durante la
década del cincuenta se inician labores para transformar
la sociedad y la economía tibetana. La India reconoce la
anexión del Tíbet, al tiempo que el Dalai Lama es
elegido vicepresidente de la Asamblea Nacional China.

En 1956, se producen enfrentamientos armados entre
tibetanos y fuerzas adherentes al régimen de Pekín.
Para 1958, la revuelta es general, y al año siguiente se
produce el motín de Lhasa. El Dalai Lama huye del
Tíbet y acaece la represión masiva, la cual provoca
el exilio forzado de miles de tibetanos, hecho condenado por
Naciones Unidas. En 1965, la anexión queda concluida con
la creación de la Región Autónoma de Xizang
(nombre chino del Tíbet), mientras el Dalai Lama forma un
gobierno en el exilio en Dharamsala, India.

La
posición oficial de
la República Popular
China

1.      Necesidad de
modernización

En su informe "Desarrollo de la 
Modernización del Tíbet" se explican las razones
por las cuales China decidió ocupar esta región.
Aduce razones de orden histórico y socioeconómico
para justificar esta intervención. China alega que, en
cuanto protectora del Tíbet, tiene la misión de
procurar el bienestar de sus protegidos, aún pasando por
encima de su pretendida soberanía. Las razones que alega
son las siguientes:

           
a. Régimen feudal: La sociedad tibetana era una sociedad
estamentada, donde el gobierno era ejercido por una clase
terrateniente muy minoritaria, compuesta más que nada por
monjes, los cuales tenían el dominio absoluto sobre las
tierras tibetanas. Frente a ello, había una clase
agricultora muy disminuida, totalmente dependiente de la nobleza
a niveles prácticamente de esclavitud y con un trato cruel
y explotador.

           
b. Yugo religioso: Como buen régimen teocrático,
religión y estado eran uno solo. En rigor, la
religión era el estado. El mantenimiento de
lamasterios y monjes absorbía la mayor parte de los
poquísimos fondos públicos y de las exiguas
contribuciones que recibían de los campesinos (para
quienes, obviamente, no eran insignificantes).

           
c. Producción irrisoria: La producción
económica en Tíbet era escasa y no daba
réditos al país. Todo se reducía a una
mísera agricultura y ganadería de subsistencia. Al
mismo tiempo, no había medios de trasporte o
comunicación. La realidad social era deplorable, con
abundancia de mendigos en las ciudades tibetanas.

           
d. Invasión imperialista: Las aspiraciones imperialistas
sobre la zona agravaron la situación que se describe en
los puntos anteriores. Se temía que la desigualdad social
se acentuara aún más con la introducción de
prácticas occidentales.

           
Para la época de Mao, era evidente que el Tíbet
estaba "listo para la foto", por lo que se necesitaba una
acción firme y transformadora para salvar a los tibetanos.
La invasión, entonces, no se entiende como una
"anexión", sino como una "liberación" del pueblo
tibetano, entendiéndose como parte inseparable de la
China, y que nunca debió estar aparte.

           
Así, en 1950 se inició el proceso histórico
que en 1951 tuvo su primera gran victoria cuando chinos y
tibetanos firman el Acuerdo de Diecisiete Puntos, en el cual
ambos pueblos aúnan esfuerzos para lograr el ansiado
desarrollo económico y social del Tíbet. Los
objetivos de este Acuerdo son: anulación del feudalismo,
democratización de la sociedad tibetana, autonomía
cultural y logro del progreso tecnológico y
económico del territorio.

           
Este proceso se ha ido consolidando con el paso del tiempo,
especialmente a partir de la década del "80 con la
apertura a la economía social de mercado, que ha permitido
el fortalecimiento de las distintas áreas de la
economía tibetana.

En síntesis, la Liberación del
Tíbet ha sido "una marcha desde las tinieblas a la luz".
Antes de entrar a detallar los números que apoyan a la
causa china, hay que mencionar que la economía tibetana,
objetivamente, ha dado un salto gigantesco desde el aislamiento
latifundista hacia la economía de mercado con cariz
socialista.

2. Muestras de un éxito

Todo este éxito se puede demostrar con datos. A
modo de ejemplo: entre 1994 y 2000 el Producto Interno Bruto
tibetano creció 1,3 veces, a tasas de 12,4 % anual. Para
el 2000, este PIB equivalía a 11.476 millones de yuanes
(US$ 1.434.500.000), el doble de 1995, el cuádruple de
1990 y treinta veces el de 1949. Comparativamente hablando, un
salto fenomenal.

(Nota: Yuan: moneda oficial de la República
Popular China. Un yuan equivale a 75 pesos chilenos. Un
dólar de EE.UU. vale cerca de 8 yuanes)

a.       Industria
Moderna

Prácticamente se creó desde la nada, pues
hasta 1951 no había industrias de ningún tipo en
Tíbet. Hoy, la industria se dedica a veinte temas
distintos, donde participan 482 empresas y cuyo valor agregado en
el 2000 fue de 2.721 millones de yuanes (US$
340.125.000).

b.      Servicios

Es el sector más desarrollado y el más
importante del Tíbet. En este sentido, ha habido una
notable expansión sobre todo del turismo, además de
un buen desempeño de la comunicación, la
informática, servicios culturales, restoranes, entre
otros. En el 2000, generaron 5.393 millones de yuanes (US$
674.125.000). En el caso específico de las
telecomunicaciones, su producción fue de 384 millones de
yuanes, 179 veces la producción de 1978, y sus ingresos
fueron de 123 millones de yuanes, 1.086 veces lo de
1978.

c. Infraestructura

Ha tenido un crecimiento vigoroso en las últimas
décadas.

i) Partamos por la electricidad, que
hoy en el Tíbet cumple una función primordial para
sí y para el resto del país, habiendo 401 centrales
productoras que usan distintas fuentes (hidroeléctricas,
termoeléctricas, etc.) y producen 661 millones de kw/h al
año (1.810.960 kw/h al día). Para comparar, diremos
que en 1949 había en Tíbet sólo una central
de energía, que apenas producía 125 kw/h al
año.

ii) Pasando a otro tema, veremos que hoy la
vialidad verdaderamente existe, con 22.500 km de
carreteras hacia Tíbet y en especial hacia Lhasa, la
capital. Hay 15 carreteras troncales y 375 caminos secundarios
pavimentados. Hasta la ocupación prácticamente no
había caminos.

iii) También, con motivo de mejorar el
transporte entre Tíbet y el resto de China, se han
construido dos aeropuertos en Lhasa y Qamdo, los cuales
también tienen destinos internacionales dado el auge del
turismo.

d. Agricultura y ganadería

Como la base principal del sustento diario del tibetano
común, ha habido gran preocupación por mejorar su
desempeño y proveerle de métodos modernos para su
mayor rendimiento. Hoy se ha fomentado la gran agricultura sobre
todo en la zona del Valle Central de los Tres Ríos
(Jarlunçanpo, Lhasa y Njancko). En el 2000, la
producción del sector primario ascendió a 3.362
millones de yuanes (US$ 420.250.000). La producción
cerealera fue de 962 mil toneladas y el ganado contuvo cerca de
22.600.000 cabezas de todo tipo, lo que permite al Tíbet
el autoabastecimiento de harina, aceite, leche y otros
productos.

e. Urbanización

Hoy, el Tíbet puede decir que tiene pueblos y
ciudades urbanizados, lo que no ocurría en la era
teocrática. Se ha establecido un fuerte apoyo a la
fundación de ciudades y pueblos. Al mismo tiempo, se ha
fomentado el desarrollo de áreas como alcantarillado,
educación, salud, etc.

 f. Cultura

La República Popular China, nación
multicultural, fomenta los motivos típicos de cada pueblo
integrante. El Tíbet no puede ser la excepción, y
hoy se busca el desarrollo de las costumbres folclóricas y
culturales de la zona. En especial, el Tíbet se ha visto
reconocido por parte de la UNESCO al declararse como Patrimonios
de la Humanidad el Palacio de Potala y el Lamasterio de Jokhang.
Asimismo, el estado chino ha ido en busca del rescate de textos
históricos y literarios en lengua tibetana. De la misma
forma, hoy hay gran promoción del canto, la danza y los
carnavales tibetanos, así como de la Ópera Tibetana
que ha sido reconocida a nivel internacional.

g. Política

Se propicia la más amplia participación
popular tibetana en las elecciones y asambleas del estado. El
voto es universal para todos los mayores de 18 años, sin
distinción de raza, sexo, condición o estirpe. El
Tíbet tiene 19 escaños en la Asamblea Nacional
Popular, y poseen su propia Asamblea Regional.

h. Desafíos

Hoy, el principal problema radica en las dificultades
climáticas que dificultan algunos aspectos de la
producción, como la agricultura o el trasporte. Asimismo,
falta por terminar el proceso educativo para que la sociedad
tibetana pueda abrirse definitivamente al avance revolucionario
de la modernización.

3. La modernización inminente

Hoy se ha acabado con tres grandes lacras que afectaban
al Tíbet: el latifundismo de los lamas, el estancamiento
social y la opresión y discriminación
étnica. Estos tres elementos fueron los que llevaron a la
crisis social que motivó la ocupación.

La modernización es una necesidad
histórica del pueblo tibetano, así como de
cualquier otro pueblo. En el pasado la modernización puso
a los países desarrollados contra los subdesarrollados.
Hoy día, éstos han de beneficiarse de lo moderno
para lograr menor dependencia de otros.

El caso del Tíbet es típico. En 1949,
todavía se estaba en una especie de "Edad Media" que se
vio acentuada por las prácticas imperialistas de potencias
como Inglaterra (establecida en India) o Rusia (país
limítrofe). Entonces, era una imperiosa necesidad salvar
al Tíbet de un colapso inminente y de las ambiciones
colonialistas que amenazaban a la Revolución. Hoy, se
puede decir que el progreso del Tíbet es el progreso de
China, y viceversa. Porque ambos son uno solo, y lo que le suceda
a uno le sucederá al otro.

En el siglo XIX, la existencia de relaciones feudales y
autárquicas perjudicó la unidad nacional en China y
provocó la intervención extranjera, como fue el
establecimiento de colonias como Hong Kong (Gran Bretaña)
y Macao (Portugal), o la tributariedad que sufrió el
Tíbet por parte de Nepal. China, que es
multiétnica, ha logrado unirse durante el siglo XX y
realizar una labor unificada. Como es necesario integrar no
sólo territorialmente, sino que cultural y socialmente al
país, es que se ha fomentado la movilidad de muchos otros
chinos hacia el Tíbet, con el objeto de contribuir al
desarrollo de la zona. Los resultados son elocuentes, y muestran
lo significativa que ha resultado esta idea.

Hoy, la principal amenaza que afecta a esta
recuperación es la actividad que desde el exterior han
venido realizando los ex detentadores del poder tibetano. En
especial, la figura del Dalai Lama es la que más promueve
la destrucción del "despertar tibetano" al fomentar la
idea de la separación del Tíbet de la
República Popular China.

La verdad, no es como la han pintado los señores
lamas, al declarar que el Tíbet ha sido ocupado
ilegalmente y que debe ser independiente de China bajo la forma
de un gobierno democrático. En realidad, lo que pretenden
los exiliados es que el Tíbet sea devuelto a los mismos
déspotas que lo gobernaron con mano de hierro durante
siglos, para reeditar las mismas formas y mismos errores que
llevaron a la intervención popular. Obviamente, han sido
apoyados por aquellos que se declaran enemigos de la
revolución y de la autodeterminación de los
trabajadores. Para ello, han tergiversado todos aquellos logros
mencionados, con los cuales el pueblo tibetano ha visto mejorar
su modo de vida, y los han presentado como obras
faraónicas donde los trabajadores son tratados como si
fueran esclavos.

La historia será la que dicte quién es
quién en este conflicto. Por ahora, la República
Popular China puede estar tranquila de que ha hecho lo correcto,
que es salvar y levantar al Tíbet. 

La
posición del exilio tibetano

1.      El relato personal
de Su Santidad el Dalai Lama.

Una visión muy distinta es la que alega quienes
representan al Tíbet en este conflicto, es decir, el
gobierno tibetano en el exilio. Partiremos con la
declaración que Tenzing Gyatso, quien ocupa el cargo de
Dalai Lama desde 1935, hace acerca de su experiencia de gobierno
y exilio.

El Dalai Lama parte alegando que tibetanos y chinos son
pueblos distintos, que por lo tanto cada uno debe hacer su vida
independiente y que no hay razón legítima ni
lógica para la invasión del Tíbet. De hecho,
para el Dalai Lama la sola frase "Tíbet, parte de China",
refleja que uno es cosa separada de otro.

El líder tibetano se queja de no tener la
atención suficiente para denunciar los males que hoy
aquejan al Tíbet y a su población. Como muestra de
ello, declara que la máquina comunicativa china
logró desviar la atención hacia su versión,
haciendo aparecer los reclamos de los tibetanos como mera
propaganda y quitándoles la validez que
merecían.

Pasando a otro tema, el Dalai Lama explica que el
interés por la zona del Tíbet no es inocente,
puesto que posee una gran carga estratégica y comercial al
ser el punto de inicio de los ríos más importantes
de India y China. Además, limita con un buen número
de países de Asia Central, del continente indio y del
sureste asiático, por lo que es una buena cabeza de playa
para la dominación asiática. Como ejemplo, estuvo
en la mira de la URSS como plataforma de expansión de la
revolución hacia India, Pakistán o
Birmania.

China ha consolidado su dominación sobre el
Tíbet gracias a sus contactos con Estados Unidos, los
cuales le permitieron la expulsión de Taiwán de la
ONU y su incorporación como miembro permanente del Consejo
de Seguridad de dicho organismo. Desde ahí, es muy poco
probable, por no decir imposible, que la situación del
Tíbet sea considerada. Antes, en 1959, la Asamblea General
de la ONU votó una condena que condenaba a China Popular
por los excesos que se cometían en el Tíbet. Pero
no sirvió de nada porque la China Popular no era miembro
de la ONU en ese entonces.

Según el Dalai Lama, el Acuerdo de los Diecisiete
Puntos, que China alega como documento válido para probar
la unificación con Tíbet, no tiene trascendencia
alguna debido a que no hubo voluntad libre para el Tíbet,
quien lo firmó ante la amenaza de un ataque militar
masivo. Este tratado, que según la letra convertía
al Tíbet en una "región autónoma", era en
verdad un sometimiento ciego del país tibetano al gobierno
central chino.

En 1959, la dominación china provocó un
alzamiento generalizado que terminó con la
intervención armada por parte del ejército popular.
En esas circunstancias, y ante el riesgo de un magnicidio, el
Dalai Lama debió huir de Tíbet y refugiarse en
Dharamsala, en la India. A la larga, eso permitió lo que
justamente China quiso evitar: que en Occidente hubiera
interés por conocer al Tíbet y su historia. Conocer
detalles de su cultura y de su forma de vivir.

En este sentido, puede resultar divertido o
ridículo que al jefe de Estado del Tíbet (el Dalai
Lama) sea elegido mediante la búsqueda de señales
astrológicas o sobrenaturales, pero eso es parte inmanente
de la cultura tibetana. Invoca que la ONU reconoce como principio
fundamental del derecho de los pueblos a gobernarse libremente, y
el Tíbet no puede ser una excepción.

Termina el Dalai Lama diciendo que la situación
que hoy vive el Tíbet y su gente no hace más que
confirmar la necesidad de independencia que se viene aclamando
desde el momento mismo de la ocupación. Señala que
la República Popular China no ha logrado apaciguar los
ánimos en la zona porque no han podido promocionarse
líderes comunistas regionales, con lo que los cargos son
llenados por gente de otras partes de China, lo que enerva a la
población local.

 2.      La historia
según el exilio

Los tibetanos establecidos en la diáspora han
reconstruido su versión acerca de la ocupación que
el Tíbet vive desde prácticamente el triunfo de los
comunistas sobre los nacionalistas en 1949.

Por esa época, Mao Tse-Tung, líder del
Partido Comunista Chino y de la Revolución, proclama la
"necesidad" de que el Tíbet sea conquistado por la China,
como un "deber" que los revolucionarios tenían para con
los "hermanos tibetanos". Así, en 1950, se inicia una
guerra que es claramente favorable para el poderoso
Ejército de Liberación Popular. De esta forma, en
1951 las tropas chinas entran en gran número a Lhasa
(más de tres mil soldados) y el Dalai Lama debe refugiarse
en Yatung, cerca de la frontera con India. Poco a poco la
presencia militar en la zona se hizo más patente, llegando
a haber 220 mil efectivos del Ejército de
Liberación Popular en la región. A su vez, el vasto
plan de modernización que impulsaba China se tradujo en
una explotación excesiva de los suelos agrícolas
del país, lo cual no impidió que se produjera una
gran hambruna generalizada.

En 1956, se crea un Comité Representativo para la
Región Autónoma del Tíbet, el cual estaba
"dirigido" por el Dalai Lama, que en verdad no era más que
una armatoste creada como mero repetidor de las órdenes y
demandas del gobierno central. En pocas palabras: un
títere sin cabeza.

En medio de esta época, también destacan
el aporte de un grupo pro-independencia, que utilizaba medios
pacíficos para intentar lograr su objetivo: era el "Minang
Tzongdu". En una época de disputas internas en el Partido
Comunista Chino, había mayor interés en negociar
que en someter, por lo que la reacción fue al principio
suave.

En 1956, ante la cada vez más dolorosa
intervención del gobierno chino en los asuntos tibetanos,
se suscita un levantamiento popular de campesinos y trabajadores
tibetanos, lo que da origen a una gran persecución y a una
segunda guerra entre chinos y tibetanos.

En 1959, el Dalai Lama es invitado a una reunión
con altos jefes militares chinos. Debido a las exigencias de ir
solo y sin armas, se sospecha que podría haber una
emboscada en contra del jefe tibetano, por lo que debe escapar
del país y refugiarse en la India, donde hace
público su rechazo al Acuerdo de Diecisiete Puntos y
declara como doctrina la independencia del
Tíbet.

 3. El Tíbet hoy

La realidad general en la zona es que, a casi sesenta
años de la conquista del Tíbet por parte de China,
hay un sentimiento general de rechazo a esta dominación
por parte de los tibetanos, quienes sienten que la
solución es la libertad soberana. Ante esto, la
República Popular ha realizado acciones
propagandísticas denostando al gobierno en el exilio
acusándolo de "tirano" y "fascista".

La acción de la ONU ha sido nula, dicen, desde
que China Popular reemplazó a Taiwán en el Consejo
de Seguridad de esta organización. Antes de que eso
ocurriera, la Asamblea General había votado tres
resoluciones condenatorias, dos en 1959 y una en 1965, pero como
China Popular no era miembro, no fueron más que meras
declaraciones simbólicas.

Resumiendo esta historia de ocupaciones, se puede decir
que desde 1949 hasta 1951 hubo una mera ocupación. De
ahí hasta 1959, se dio una suerte de "autonomía
pactada", la cual sólo era para engañar a la
comunidad internacional. Tras el triunfo comunista en la segunda
guerra contra Tíbet y la huida del Dalai Lama, devino una
etapa de asimilación y destrucción que subsiste
hasta hoy.

La destrucción cultural es la que más
duele porque con ello se está forzando a la
mimetización del pueblo tibetano en una sociedad que no le
corresponde. Signo de ello ha sido destrucción de
más de seis mil templos y lamasterios. Desde 1979, eso
sí, ha habido un tibio proceso de recuperación de
esta cultura por parte de las autoridades chinas.

Los pocos intentos de diálogos que ha habido
desde la salida del Dalai Lama han sido infructuosos desde todo
punto de vista. En 1979 y 1984 la discusión se
centró sólo en el posible regreso del Dalai Lama a
Tíbet, algo que fue considerado inaceptable en las
circunstancias existentes. En 1993, la República Popular
declara que no discutirá nada respecto de la
situación de la región, y rechaza toda iniciativa
que provenga del líder tibetano.

Uno de los estragos más notorios de la
ocupación china ha sido la enorme afluencia de
población china, especialmente de la etnia han. Estos
grupos han migrado de forma masiva al Tíbet, habiendo
casos donde incluso llegan sin autorización para
establecerse allí. En algunas partes del Tíbet son
mayoría y han desplazado a los tibetanos. Incluso, en
ciertos sectores hay tres chinos han por cada tibetano. Esto, a
la corta o a la larga, afectará a la India, la cual
siempre consideró al Tíbet como un país
"amortiguador" ante una posible invasión china.

Pasando a otro tema, el Dalai Lama no se ha quedado
sólo en el clamor por la independencia, y ha
diseñado un Plan de Cinco Puntos en los cuales refleja su
ideal de estado para la nación tibetana. Sus principales
metas son:

a. Establecimiento del Ahimsa: El Tíbet ha de
transformarse de una "área de Ahimsa", que quiere decir
área de no violencia. El Tíbet, pues, será
un estado en el cual no se recurrirá a la fuerza para
resolver los asuntos.

b. Fin de la inmigración masiva de chinos: El
Tíbet requiere "tibetanizarse", y para ello debe volver a
primar el grupo tibetano en la zona. Además, la
sobrepoblación agotará los ya pocos recursos que
dispone el Tíbet para su subsistencia.

c. Respeto de los Derechos Humanos: Fin de los abusos
que se cometen con el pueblo tibetano. Fin de los asentamientos
chinos en el Tíbet. Fin de las detenciones arbitrarias y
juicios injustos. Respeto por la cultura y religión
local.

d. Restauración ambiental: La explotación
masiva de los recursos naturales del Tíbet debe acabar lo
más pronto posible. Necesidad de crear extensas zonas de
reserva natural para preservar lo poco que quedó en pie.
Iniciar procesos de recuperación de las áreas de
explotación agrícola intensiva. Prohibición
del uso de sustancias nucleares o radioactivas en
Tíbet.

e. Negociación para el futuro status tibetano:
Elaboración de un marco de negociaciones para instaurar
una verdadera autonomía del Tíbet en la
República Popular China, con gobierno libre y
democrático.

Estas ideas, aunque muy buenas, no fueron consideradas
ni en parte por China, quien hasta el día de hoy mantiene
estas y otras irregularidades. La represión iniciada por
China no tiene legitimidad alguna por cuanto no ha habido la
más mínima provocación. Esta
ocupación ha desatado el rechazo de la comunidad
internacional, lo que sin embargo ha sido amortiguado por las
prácticas chinas.

En el Acuerdo de Diecisiete Puntos se establece una
"región autónoma" tibetana. Sin embargo, en la
práctica, China se adueñó de la
situación tibetana, estableciendo organismos
títeres. No es admisible la idea de un "Tíbet
autónomo", si los chinos monopolizan los principales
cargos políticos, desplazando a la población
local.

El costo humano ha sido enorme. En 1959, el
número final de tibetanos muertos durante la guerra
chino-tibetana fue de 430 mil. Esto contrasta con las cifras
entregadas por China, que sólo las sitúa en 87 mil.
Luego, ha habido 260 mil muertos en campos de
concentración instaurados en Tíbet entre 1950 y
1984. Hoy, se estima que entran cada año a cárceles
tibetanas entre 6000 y 7000 presos, siendo el promedio de las
penas algo así como 7 años. Asimismo, el exilio
denuncia la práctica de torturas desde el año 1987,
siendo el caso más dramático el de un monje que fue
torturado sistemáticamente durante ¡30 años
seguidos!

China rechaza la presencia de inspectores
internacionales en los juicios por causas criminales que se
celebran en el Tíbet. Las sentencias están dictadas
desde antes del inicio de los procesos, por lo que éstos
son sólo una farsa.

En cuanto a la educación, denuncian que no se
está enseñando el idioma tibetano. La lengua
oficial es el chino mandarín, el cual complementan con el
inglés. Esto obliga a dejar de lado otra lengua. En cuanto
a la asignatura de Historia, se omite la existencia del
Tíbet independiente.

La constitución china manifiesta la libertad
religiosa. Sin embargo, lo ambiguo del texto dificulta, por no
decir anula, el cumplimiento de esta garantía. Se han
destruido seis mil lamasterios y hoy hay una férrea
limitación al ingreso de nuevos jóvenes a las
órdenes monásticas.

En cuanto a lo económico, el exilio denuncia que
se quiere hacer un desarrollo a la fuerza, impulsando aun
crecimiento de 10% anual, lo cual implicará beneficio
sólo a los chinos y no a los tibetanos. Esto
provocará mayor migración china al Tíbet.
Los signos más visibles de este aprovechamiento excesivo
son el reemplazo de los cultivos tradicionales, impuestos
más bajos sólo para chinos, construcción de
ferrocarriles y otras obras de vialidad, etcétera. Esto
afecta de sobremanera al medio ambiente tibetano. Un ejemplo es
la sobreexplotación maderera, donde de un bosque sale cada
hora un grupo de sesenta camiones de gran tonelaje.

Finalmente, el exilio tibetano denuncia que China
utiliza el Tíbet como plataforma de defensa y de
influencia contra los países del sur asiático. Esta
disuasión va dirigida especialmente contra la India. Ha
instalado misiles nucleares y trescientos mil soldados del
Ejército Popular en el Tíbet.

Una
explicación alternativa

No todos han decidido ponerse de uno u otro lado de la
contienda. Una de las posiciones más controvertidas es la
del escritor Mike Ely, autor del libro "La verdad sobre la
revolución maoísta del Tíbet", en la cual
explica lo que serían los verdaderos hechos que rodean la
integración del estado tibetano en la República
Popular de China.

Según Ely, las causas que llevaron a la
intervención china son las mismas que hoy alegan los
chinos: un régimen teocrático feudal, con grados de
servidumbre y esclavitud a niveles ridículos, una amplia
desigualdad económica y con un clero que manejaba todos
los hilos del poder. Según el autor, las "Tres Carencias"
(de combustible, comunicación y gente) respondían a
"Tres Abundancias" (de pobreza, opresión y miedo a lo
sobrenatural). Ante esta situación, y considerando que
Tíbet históricamente ha sido una parte inseparable
de China, la revolución maoísta se abocó a
la liberación y modernización de la
región.

La conquista fue un éxito, y la tarea renovadora
produjo una revolución no sólo física sino
que espiritual en la sociedad tibetana. Por primera vez se daba
un trato justo a los trabajadores tibetanos, se les pagaba buen
salario, recibían atención médica de primera
calidad y se mejoraba el bienestar de las familias. Los pocos
movimientos reaccionarios fracasaron estrepitosamente, llevando
al exilio a los líderes opresores del pasado.

Sin embargo, y tal como se dio en toda China,
empezó una lucha soterrada entre dos facciones al interior
del Partido Comunista Chino: una, dirigida por Mao Tse-Tung,
partidaria de entregar mayores beneficios a la población y
cumplir al pie de la letra el ideario marxista, y otra, dirigida
por Deng Xiaoping, Lin Piao y Liu Shaoqi, partidaria de crear un
estado que combinara la dictadura con la apertura al mercado y el
establecimiento de una casta superior que gobernara con apoyo del
ejército, al estilo de las dictaduras
sudamericanas.

Así, la historia cuenta que fue esta
posición la que se impuso tras la muerte de Mao, en 1976.
Deng Xiaoping se transformó en el hombre fuerte de China,
y se empezó a imponer la lógica del libre mercado.
En el Tíbet, esto significó el retorno a la
sociedad de castas, ahora que con nuevos jefes. En este caso, el
gobierno central de China, como una nueva casta dominante (algo
así como la nomenklatura que hubo en la URSS) es
el que explota a los trabajadores tibetanos en el nuevo modelo
"social de mercado", tan criticado por los puristas del
marxismo.

Pero Mike Ely no busca con esto defender al gobierno en
el exilio. Por el contrario, ha querido demostrar que esta
especie de régimen desterrado ha construido un discurso
falaz con el objeto de atraerse el apoyo de la comunidad
internacional. Especialmente, fue su relación con la CIA
la que marcó la primera época del exilio, en el
ámbito de lo que era la Guerra Fría. Sin embargo,
cuando el escenario internacional cambió y China
empezó a virar hacia la economía de mercado, el
organismo de inteligencia norteamericano consideró que no
valía la pena valerse del Tíbet para conseguir los
propósitos capitalistas de EE.UU. Así que
literalmente dejó botados a los tibetanos.

Una de las cosas que Ely critica al actual Dalai Lama es
que siga manejando a la población exiliada en los mismos
términos en que se manejaban en el Tíbet
independiente, amén de una conveniente concomitancia con
la India. Así, la población tibetana fue reubicada
en territorio indio según su status social: mientras
más pobre, más al sur. El clima cálido y
húmedo del sur de la India provocó estragos entre
los tibetanos reasentados. Por otra parte, muchos tibetanos
fueron llevados a fábricas donde se les trataba igual como
eran tratados los campesinos en las épocas pasadas. El
Dalai Lama se ha convertido en un próspero empresario,
instalando fábricas y utilizando mano de obra tibetana e
india, siendo ésta última la más
sobreexplotada por otros empresarios tibetanos.

Encima de todo, Ely sostiene que toda la faramalla que
el Dalai Lama arma para promover la autonomía de su pueblo
es mera propaganda destinada a reunir fondos para mantener a la
elite exiliada. Esto acentúa la inequidad entre
gobernantes y gobernados exiliados. En este sentido, se ha venido
ocultando los aspectos desagradables del antiguo régimen,
para presentarlo como se ha mostrado "oficialmente": como un
lugar donde no había conflictos y donde la paz reinaba en
todo momento. En pocas palabras, como el famoso Shangri-la del
cual tanto se habla. Así, es muy conveniente mantener
indefinidamente el carácter de "refugiados" para enaltecer
el nombre y la figura del jefe tibetano. Sin embargo, la clase
dominante establecida en la India ha abandonado poco a poco las
ancestrales costumbres y se ha adaptado al modo de vivir
indio-occidental de las principales ciudades de ese
país.

Sin embargo, lo más espeluznante, lo más
chocante para el escritor, es el hecho de que el Dalai Lama haya
intentado negociar con Deng Xiaoping. Esto es, según Ely,
a lo errática que ha sido la política del exilio
tibetano. Más que nada, lo que pretenden los lamas y
nobles desterrados es recuperar el sitial que tenían antes
de 1951 y, en definitiva, restaurar el estado feudal que se
erigía en la región. Como en la década del
cincuenta estaba en su apogeo la Guerra Fría, se
buscó y logró el apoyo de la CIA. Pero tras la
muerte de Mao y el ascenso de los social-mercantistas, y tras la
retirada de los estadounidenses, el exilio pensó que Deng
y su camarilla serían más abiertos que Mao para
conversar una posible solución a la situación del
Tíbet. Fue así que en 1977 se realizaron
negociaciones secretas entre el gobierno chino y altos
representantes del gobierno tibetano en el exilio. Sin embargo,
la relación no llegó a buen
término.

Lo que sucede después, tras la
consolidación de la doctrina social de mercado y su
apertura a Occidente, es que Estados Unidos se da cuenta del
peligro que representa China para la economía mundial.
Para ello, es necesario utilizar una amenaza certera contra este
país para que no provoque un descalabro económico.
¿Cuál es esa amenaza? El Tíbet. Por ello, ha
fomentado la imagen del Dalai Lama (Premio Nobel de la Paz en
1989). El Dalai Lama ha tenido gran popularidad entre los
extranjeros, pero entre sus propios compatriotas está
perdiendo fuerza, máxime cuando en su discurso ha
renunciado a la idea de independencia total, proponiendo
sólo la autonomía dentro de la República
Popular China, idea rechazada por el Congreso de la Juventud
Tibetana, que aboga por la independencia total.

Resumiendo, y parafraseando a otros autores: es hora de
pensar que el Dalai Lama es más un monarca derrocado que
quiere recobrar sus fueros y su corona, que el "Arafat pacifista"
que aplaudimos en nuestra juventud.

Partes: 1, 2

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