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Consagración al sagrado corazón de Jesús



  1. Introducción
  2. La
    importancia de la consagración
  3. La
    Consagración
  4. Conclusión
  5. Consagración para todos los
    días

Introducción 

 La devoción al Sagrado
Corazón de Jesús del P. Alcañiz, es un
magnífico instrumento para llegar a la intimidad del amor
de Jesucristo, que encontramos en su Sagrado
Corazón.

La Consagración del P. Alcañiz está
inspirada en los escritos de tres grandes Apóstoles del
Sagrado Corazón: Sta. Margarita María Alacoque, P.
Bernardo de Hoyos y Sor María del Divino
Corazón.

El P. Alcañiz nos pone en contacto
directísimo con el Sagrado Corazón utilizando para
ello la primera persona, ya que toda la consagración se
basa en revelaciones del Corazón de Jesús a sus
elegidos, y de esta manera nosotros al leer el escrito
también nos convertimos en receptores directos de las
inspiraciones que el Amor de Jesús sugirió a sus
predilectos. 

La importancia de
la consagración

Tres clases de almas:

Descansa un poquito, alma cristiana, del tráfago
de la vida y escucha las amorosas palabras del Corazón de
Jesús, de ese Dios de amor y misericordia que tanto anhela
tu bien.

Dime, hijo mío, ¿eres feliz?
¿Estás contento? ¿Tu corazón tiene
paz? ¿Goza de aquella tranquilidad en lo hondo parecida a
la quietud de la arena que descansa en el fondo de los mares muy
profundos?

Tal vez eres de esas almas desgraciadas que lloran por
encontrarse caídas a cada paso en la culpa, pero que a
manera de palomas que tuviesen las alas apelmazadas de cieno,
parece que no pueden acabar de levantarse. Tal vez eres de esas
otras que caminan arrastrando por la senda pendiente y estrecha
de la virtud con la fría languidez de esa tisis del
espíritu que se llama tibieza. Tal vez, en fin, seas de
aquellas, ni pecadoras ni tibias, pero en cuya mirada triste se
ve retratado el desaliento: almas que, o bien a la manera de
águilas, con los vuelos recortados, se pasan toda la vida
en lanzarse a los espacios y caer mil veces en tierra
desalentadas, o bien, al modo de caminantes que marchasen por un
arenal inmenso, se desaniman y hastían de andar y andar
tantos años y tan poco adelantar. ¡Cuánta
compasión me causan todas estas pobrecitas almas! ¡Y
son tantas!  

Un gran remedio:

Sin embargo, oye las consoladoras ideas que he
comunicado Yo a mis confidentes íntimos para que fuesen
como acueductos de plata o como cables eléctricos, por
medio de los cuales se trasmitiesen al mundo las luces y los
ardores de mi Corazón amante.

"Los tesoros de bendiciones y de gracias que este
Sagrado Corazón encierra son infinitos; yo no sé
que haya ningún ejercicio de devoción en la vida
espiritual, que sea más a propósito para levantar
un alma en poco tiempo a la perfección más alta y
para hacerla gustar de las verdaderas dulzuras que se encuentran
en el servicio de Jesucristo".

"Yo no sé, mi querida madre (Se dirige a la Madre
Superiora), si comprenderá Vd. lo que es la
devoción al Corazón de Ntro. Señor
Jesucristo de que le hablo, la cual produce un gran fruto y
cambio en todos aquellos que se consagran a ella y se entregan
con fervor".

"Cuanto a las personas seglares, ellas hallarán
por medio de esta amable devoción todos los socorros
necesarios a su estado; esto es: la paz en sus familias, el
alivio en sus trabajos, las bendiciones del cielo en todas sus
empresas, el consuelo en sus miserias; y en este Sagrado
Corazón encontrarán su lugar de refugio durante la
vida y principalmente a la hora de la muerte. ¡Oh
qué dulce es morir después de haber tenido una
tierna y constante devoción al Sagrado Corazón de
Jesús" "Sobre todo haga Vd. Porque la abracen las personas
religiosas, porque sacarán de ella tantos auxilios, que no
será necesario otro medio para restablecer el fervor
primitivo y la más exacta regularidad en las comunidades
menos observantes, y llevar al colmo de la perfección a
las que viven en la más perfecta observancia".

Un viernes, durante la sagrada Comunión, dijo
Él a su indigna esclava, si mal no recuerdo, estas
palabras: "Yo te prometo, en el exceso de la misericordia de mi
Corazón, que su amor todopoderoso concederá a
cuantos comulgaren nueve Primeros Viernes de mes seguidos la
gracia de la penitencia final, o sea que no morirán en
desgracia mía, ni sin recibir los Sacramentos, y que mi
Corazón se constituirá en seguro asilo de ellos en
aquel postrer momento".

"Nuestro glorioso protector San Miguel acompañado
de innumerable multitud de espíritus angélicos, me
certificó de nuevo estar él encargado de la causa
del Corazón de Jesús, como de uno de los mayores
negocios de la gloria de Dios y utilidad de la Iglesia, que en
toda la sucesión de los siglos se han tratado lo que ha
que el mundo es mundo… Este misterio escondido a los siglos,
este sacramento manifiesto nuevamente al mundo, este designio
formado en la mente divina a favor de los hombres y descubierto
ahora a la Iglesia, es uno de los que, por decirlo así, se
llevan las atenciones de un Dios cuidadoso de nuestro bien y de
la gloria del Salvador".

 "Parecióme ver (interiormente) que esta
luz, el Corazón de Jesús, este sol adorable
derramaba sus rayos sobre la tierra, primero en un espacio
reducido, y que luego se extendían hasta iluminar el mundo
entero. Y me dijo: con el resplandor de esa luz, los pueblos y
las naciones serán iluminados y con su ardor
recaldeados".

Dime ahora, con toda sinceridad, hijo mío, si
después de leer estas ideas ¿no comienzas casi casi
a persuadirte de que la devoción al Corazón de
Jesús es algo grande en el mundo? Sí, hijo
mío; si lo dudas, estudia con detención este asunto
y te convencerás por ti mismo; esta convicción
personal desearía Yo en todos mis fieles, sobre todo en
mis sacerdotes y en mis religiosos; no creer porque se ha
oído, sino conocer porque se ha visto, de esta manera se
forman los convencidos, que son los que hacen algo en la tierra.
¡Oh, si lograse que tú fueses uno de esos
convencidos de mi Corazón divino!  

Dos clases de
devoción:

Yacen Mis alhajas más preciosas allá en el
fondo del cofre, porque todavía quedan muchos que no han
caído enteramente en la cuenta. Esta devoción
divina es un grueso filón de oro que atraviesa todo el
campo de la Iglesia; generalmente se explotan las capas
más exteriores que se hallan a flor de tierra, y por eso
todo el mundo las descubre, y con muy poco trabajo puede
aprovecharse de ellas; ¿quién no conoce, p. ej., la
Comunión de los Primeros Viernes de mes y la
Consagración de las familias? ¿Quién no
asiste de cuando en cuando a alguna fiesta en mi honor?
¿Quién no tiene su nombre escrito en la lista de
alguna Congregación y cumple con una u otra de sus
prácticas más fáciles? Todos estos son
viajeros que, al pasar por el filón, se detienen un
momento, remueven algo la arena, hallan algunas pepitas de oro y
continúan su camino. Mas son pocos, hijo mío, los
que se lanzan a ahondar de lleno en la mina, los que pudieran
llamarse mineros de profesión.    

La
Consagración

En efecto, la Consagración es la práctica
fundamental de la devoción a mi Corazón divino.
Pero ¡cuánta rutina se observa ya en este punto!
Cuántas personas piadosas están haciendo cada
día consagraciones que hallan en los libros píos,
y, sin embargo, no son almas consagradas de verdad; más
bien que hacer consagraciones las rezan, son rezadoras de
consagraciones. Oye, hijo mío, en qué consiste la
Consagración completa según Yo mismo
enseñé a mis amigos más íntimos,
según ellos lo explicaron en sus diversos escritos, y
según lo dejaron confirmado con su ejemplo.

Un pacto.

La Consagración puede reducirse a un pacto: a
aquel que Yo pedí a mi primer apóstol de
España, Bernardo de Hoyos, y antes, en términos
equivalentes, a mi sierva Santa Margarita: Cuida tú de mi
honra y de mis cosas; que mi Corazón cuidará de ti
y de las tuyas. También contigo desearía hacer este
pacto. Yo, que como señor absoluto podría acercarme
exigiendo sin ningunas condiciones, quiero pactar con mis
criaturas. Y tú ¿no quieres pactar conmigo? No
tengas miedo que hayas de salir perdiendo. Yo en los tratos con
mis criaturas, soy tan condescendiente y benigno, que cualquiera
pensaría que me engañan. Además, es un
convenio que no te obligará de suyo ni bajo pecado mortal,
ni bajo pecado venial; Yo no quiero compromisos que te ahoguen;
quiero amor, generosidad, paz: no zozobras ni apreturas de
conciencia.

Ya ves que el pacto tiene dos partes: una que me obliga
a Mí, y otra que te obliga a ti. A Mí, cuidar de ti
y de tus intereses; a ti, cuidar de Mí y de los
míos, ¿Verdad que es un convenio muy
dulce?

Primera Consagración.
 

Principiaremos por la parte mía: Yo
cuidaré de ti y de tus cosas. Para eso es necesario que
todas, es a saber: alma, cuerpo, vida, salud, familia, asuntos,
en una palabra: todo, lo remitas plenamente a la
disposición de mi suave providencia y que me dejes hacer.
Yo quiero arreglarlas a mi gusto y tener las manos libres. Por
eso deseo que me des todas las llaves; que me concedas licencia
para entrar y salir cuando Yo quiera; que no andes
vigilándome para ver y examinar lo que hago; que no me
pidas cuenta de ningún paso que dé, aunque no veas
la razón y aun parezca a primera vista que va a ceder en
tu daño; pues, aunque tengas muchas veces que ir a ciegas,
te consolará el saber que te hallas en buenas manos. Y
cuando ofreces tus cosas, no ha de ser con el fin precisamente de
que Yo te las arregle a tu gusto, porque eso ya es ponerme
condiciones y proceder con miras interesadas sino para que las
arregle según me parezca a Mí; para que proceda en
todo como dueño y como rey, con entera libertad aunque
prevea alguna vez que mi determinación te haya de ser
dolorosa. Tú no ves sino el presente, Yo veo lo porvenir;
tú miras con microscopio, Yo miro con telescopio de
inconmensurable alcance; y soluciones, que de momento
parecerían felicísimas, son a veces desastrosas
para lo que ha de llegar; fuera de que en ocasiones, para probar
tu fe y confianza en Mí y hacerte merecer gloria,
permitiré de momento, con intención deliberada, el
trastorno de tus planes.

Mas con esto no quiero que te abandones a una especie de
fatalismo quietista y descuides tus asuntos interiores. Debes
seguir como ley aquel consejo que os dejé en el Evangelio:
"Cuando hubiereis hecho cuanto se os había mandado,
decid: siervos inútiles somos
". Debes en cualquier
asunto tomar todas las diligencias que puedas, como si el
éxito dependiera de ti sólo, y después
decirme con humilde confianza: "Corazón de Jesús,
hice, según mi flaqueza, cuanto buenamente pude; lo
demás ya es cosa tuya, el resultado lo dejo a tu
providencia". Después procura desechar toda inquietud y
quedarte en el reposo de un lago en una tranquila
tarde.

Lo que se debe ofrecer:
 

Como dije, debes ofrecerme todo sin excluir
absolutamente nada, pues sólo me excluyen algo las
personas que se fían poco de Mí.

El Alma:

Ponla en mis manos: tu salvación eterna, grado de
gloria en el cielo, progreso en virtud, defectos, pasiones,
miserias, todo. Hay algunas personas que siempre andan henchidas
de temores, angustias, desalientos por las cosas del
espíritu. Si esto es, hijo mío, porque pecas
gravemente, está muy justificado. Es un estado
tristísimo el del pecado mortal, que a todo trance debes
abandonar en seguida, ya que te hace enemigo formal mío.
Esfuérzate, acude a Mí con instancia, que Yo te
ayudaré mucho, y sobre todo confiésate con
frecuencia, cada semana, si puedes, que este es un excelente
remedio. Caídas graves no es obstáculo para
consagrarte a Mí, con tal que haya sincero deseo de
enmienda, la Consagración será un magnífico
medio para salir de este estado.

Hay otra clase de personas que no pecan mortalmente, y
sin embargo, siempre están interiormente de luto, porque
creen que no progresan en la vida espiritual. Esto no me
satisface. Debes también aquí hacer cuanto
buenamente puedas según la flaqueza humana, y lo
demás abandonarlo a Mí. El Cielo es un
jardín completísimo, y así debe contener
toda variedad de plantas; no todo ha de ser cipreses, azucenas y
claveles; también ha de haber tomillos; ofrécete a
ocupar ese lugar. Todas esas amarguras en personas que no pecan
gravemente nacen de que buscan más su gloria que la
mía. La virtud, la perfección tiene dos aspectos:
el de ser bien tuyo, y el de ser bien mío; tu debes
procurarla con empeño, mas con paz, por ser bien
mío, pues lo tuyo, en cuanto tuyo, ya quedamos en que
debes remitirlo a mi cuidado. Además, debes tener en
cuenta que si te entregas a Mí, la obra de tu
perfección más bien que tú la haré
Yo.

El Cuerpo: También Yo quiero
encargarme de tu salud y tu vida, y por eso tienes que ponerlas
en mis manos. Yo sé lo que te conviene, tú no lo
sabes. Toma los medios que buenamente se puedan para conservar o
recuperar la salud, y lo demás remítelo a mi
cuidado, desechando aprensiones, imaginaciones, miedos,
persuadido de que no de medicinas ni médicos, sino
principalmente de Mí vendrá la enfermedad y el
remedio.

La Familia: Padres, cónyuges,
hijos, hermanos, parientes. Hay personas que no hallan dificultad
en ofrecérseme a sí, pero a veces se resisten a
poner resueltamente en mis manos algún miembro especial de
su familia a quien mucho aman. No parece sino que voy a matar
incontinenti todo cuanto a mi bondad se confíe.
¡Qué concepto tan pobre tienen de Mí! A veces
dicen que en sí no tienen dificultad en sufrir, pero no
quisieran ver sufrir a esa persona; creen que consagrarse a
Mí y comenzar a sufrir todos cuantos les rodean, son cosas
inseparables. ¿De dónde habrán sacado esa
idea? Lo que sí hace la Consagración sincera, es
suavizar mucho las cruces que todos tenéis que llevar en
este mundo.

Bienes de Fortuna: Fincas, negocios,
carrera, oficio, empleo, casa, etc. Yo no exijo que las almas que
me aman abandonen estas cosas, a no ser que las llame al estado
religioso. Todo lo contrario; deben de cuidar de ellas ya que
constituyen una parte de las obligaciones de su estado. Lo que
pido es que las pongan en mis manos, que hagan lo que buenamente
puedan, a fin de que tengan feliz éxito; pero el resultado
me lo reserven a Mí sin angustias ni zozobras, ni medio
desesperaciones.

Bienes Espirituales: Ya sabes que todas
las acciones virtuosas que ejecutes en estado de gracia, y los
sufragios que después de tu muerte se ofrezcan por tu
descanso, tienen una parte a la cual puedes renunciar en favor de
otras personas ya vivas o ya difuntas. Pues bien, hijo
mío, desearía que de esa parte me hicieras
donación plena, a fin de que Yo la distribuya entre las
personas que me pareciere bien. Yo sé, mejor que
tú, en quienes precisa establecer mi reinado, a quienes
hace más falta, en donde surtirá mejor efecto, y
así podré repartirla con más provecho que
tú. Pero esta donación no es óbice para que
ciertos sufragios que o la obediencia o la caridad o la piedad
piden en algunas ocasiones puedas ofrecerlos
tú.

Todo, pues, has de entregármelo con entera
confianza, para que Yo lo administre como me parezca y, aunque no
debes hacerlo con miras interesadas ya verás cómo,
a pesar de que en ocasiones sueltas pondré a prueba tu
confianza haciendo que salgan mal, sin embargo, en conjunto, tus
asuntos han de caminar mejor; tanto mejor, cuanto tú le
tomes mayor interés por los míos. Cuanto más
pienses tú en Mí, más pensaré Yo en
ti; cuanto más te preocupes de mi gloria, más me
preocuparé de la tuya; cuanto más trabajes por mis
asuntos, más trabajaré por los tuyos. Tienes que
procurar, hijo mío, ser más desinteresado. Hay
algunas personas que sólo piensan en sí; su mundo
espiritual es un sistema planetario, en el cual ellos ocupan el
centro, y todo lo demás, incluso mis intereses, al menos
prácticamente son especies de planetas que giran en
derredor; este egocentrismo interior es mal sistema
astronómico.  

Segunda parte de la Consagración:
 

Hijo mío, hemos llegado con esto a la segunda
parte de la Consagración: cuida tú de mi honra y de
mis cosas. Ésta es la parte para ti más importante,
porque en rigor es la propiamente tuya. La anterior era la
mía: si en ella te pedía aquella entrega de todo
era con el fin de tener las manos libres para cumplir la parte
del convenio que me toca; mas la tuya, en la que debes poner toda
la decisión de tu alma, la que ha de formar el
termómetro que marque los grados de tu amor para conmigo,
es la presente: el cuidar de mis santos intereses.

¿Sabes cuales son mis intereses? Yo, hijo
mío, no tengo otros que las almas: éstas son mis
intereses y mis joyas y mi amor; quiero, como decía a mi
sierva Margarita, establecer el imperio de mi amor en todos los
corazones. No ha llegado todavía mi reinado; hay cierta
extensión externa en las naciones católicas, pero
este reinado hondo, por el cual el amor para conmigo sea quien no
de nombre, sino de hecho mande, gobierne e impere establemente en
el alma, ese reinado ¡qué poco extendido está
aún en los pueblos cristianos! Y no es que el terreno
falte; son numerosas las almas preparadas para ello, y cada
día serán más, lo que falta son
apóstoles; dame un corazón tocado con este divino
imán, y verás qué prontamente quedan
imantados otros.  

Maneras de Apostolado:  

Qué fácil es ser mi apóstol! No hay
edad, ni sexo, ni estado, ni condición que puedan decirse
ineptos. ¡Son tantos los modos de trabajar!
Míralos:

1º La oración: O sea pedir
al cielo mi reino continuamente: pedirlo a mi Padre,
pedírmelo a Mí, a mi Madre, a mis Santos. Pedirlo
en la Iglesia, en casa, en la calle, en medio de tus ocupaciones
diarias. "¡Que reines!, Corazón Divino"; esta
ha de ser la exclamación que en todo el día no se
caiga de tus labios; repítela diez, veinte, cincuenta,
cien, doscientas veces por día, hasta que se haga
habitual; busca mañas e industrias para
acordarte.

¿Quién no puede ser apóstol?
¡Y qué buen apostolado éste de oración
por instantánea! Dame una muchedumbre de almas lanzando de
continuo estas saetas, y dime si no harán mella en el
Cielo; son moléculas de vapor que se elevan, forman nubes
y se deshacen después en lluvia fecundante sobre el
mundo.

2º El sacrificio: Primero
pasivo o de aceptación. ¡Cuántas
molestias, disgustos, malos ratos, tristezas, sinsabores,
pequeños o grandes, suelen sobreveniros a todos, como
sobreviniéronme a Mí, a mi Madre y a mis Santos!
Pues bien, todo eso, llevado en silencio, con paciencia y
aún con alegría, si puedes; todo eso, ofrecido
porque reine, ¡qué apostolado tan rico! Hijo
mío, la cruz es lo que más vale, porque es lo que
más cuesta. ¡Cuántas cruces se estropean
tristemente entre los hombres! ¡Y son joyas tan preciosas!
En segundo lugar, el sacrificio activo o de
mortificación; procura habituarte al vencimiento frecuente
en cosas pequeñas, práctica tan excelente en la
vida espiritual. Vas por la calle y te asalta el deseo de mirar
tal objeto, no lo mires; tendrías gusto en probar tal
golosina, no la pruebes; te han inculpado una cosa que no has
hecho, y no se sigue gran perjuicio de callarte, cállate,
y así en casos parecidos, y todo porque Yo reine. Y si tu
generosidad lo pide, puedes pasar a penitencias mayores. Ya ves
¡qué campo de apostolado se presenta ante tus ojos,
y éste sí que es eficaz!

3º Ocupaciones diarias: Algunas
personas dicen que no pueden trabajar por el reinado del
Corazón de Jesús por estar muy ocupadas, como si
los deberes de su estado, las obligaciones de su oficio y sus
quehaceres diarios, hechos con cuidado y con esmero no pudieran
convertirse en trabajos apostólicos. Sí, hijo
mío, todo depende de la intención con que se hagan.
Una misma madera puede ser trozo de leña que se arroje en
una hornilla, o devotísima imagen que se ponga en un
altar. Mientras te ocupas en eso procura muchas veces levantar a
Mí tus ojos y como saborearte en hacerlo todo bien, para
que todas tus obras sean monedas preciosísimas que caigan
en el cepillo que guardo para la obra de mi reinado en el mundo.
Debes también esforzarte, aunque con paz, por ser cada
día más santo; porque cuanto más lo seas,
tendrá mayor eficacia lo que hicieres por mi
gloria.

4º La propaganda: A veces pudieras
prestar tu favor a alguna empresa de mi Corazón divino;
recomendar tal o cual práctica a las personas que
están a tu alrededor, ganarlas si puede ser, a fin de que
se entreguen a Mí como te entregaste tú. Y si
tienes dificultad en hablar, una hoja o un folleto no la tienen;
dalo o recomiéndolo; colócalo otras veces en un
sobre y envíalo de misión a cualquier punto del
globo. ¡Cuántas almas me han ganado donde menos se
pensaba estos misioneros errabundos!

¡Ya ves si existen maneras de trabajar por mi
reino! Si no luchas, no será por falta de armas, no hay
momento en todo el día en que no puedas manejar alguna de
ellas. Debes imitar al girasol o al heliotropo, que miran sin
cesar al astro rey. Es muy fácil ser mi apóstol. Y
¡qué cosa tan hermosa una vida de continuo iluminada
por este ideal esplendoroso! ¡Todas las obras del
día selladas con sello de apostolado, y del apostolado
magnífico del amor! ¡Todas las obras del día
convertidas en oro de caridad! A la hora de la muerte, qué
dulce será, hijo mío, echar una mirada hacia
atrás y ver cinco, diez, veinte o más años
de trescientos sesenta y cinco días cada uno, pasados
todos los días así.  

La Reparación:

¿Quieres amarme de veras? Dos cosas hace el amor:
procurar a quien se ama todo el bien de que carezca, y librarle
del mal que sobre él pesare. Con el apostolado me procuras
el bien, me das las almas; con la reparación me libras del
mal, lavas mi divino honor de las manchas que le infieren los
pecados. Sí, hijo mío, puede una injuria borrarse,
dando una satisfacción. Y ¡cuántas
podrías tú darle no sólo por tus pecados,
sino por los infinitos que cada día se cometen! Yo no
quiero agobiarte con mil prácticas; las mismas oraciones,
sacrificios, acciones de cada día y propaganda entusiasta
que sirven de apostolado, sirven de reparación si con esa
intención se hacen, ¡Que reines, perdónanos
nuestras deudas! Porque reines, y por lo que te ofendemos, han de
ser jaculatorias que siempre estén en tus labios. Dos
oficios principales tuve en mi vida terrestre: el de
apóstol, que funda el reino de Dios, y el de sacerdote y
víctima que expía los pecados de los hombres.
Quiero que los mismos tengas tú. Con la devoción a
mi Corazón divino pretendo hacer de cada hombre una copia
exacta mía, un pequeño redentor. ¡Qué
sublime y qué honroso para ti!  

 
Conclusión

Ánimo, pues, ¡lánzate! Si mil
personas lo han hecho y eran de carne y hueso cual tú;
escoge un día de fiesta, el primero que ahora llegue; te
vas preparando mientras tanto con lectura reposada de todas estas
ideas; llegado el día escogido, confiesas y comulgas con
fervor, y cuando dentro de tu pecho me tuvieres, es la mejor
ocasión de hacer tu consagración. Para facilitarte
el trabajo, y porque es muy necesario que la consagración
sea completa, ya que ha de constituir todo un programa de vida,
tienes abajo un esbozo con todas las ideas necesarias. Pero
repito, hijo mío, que no te asustes; no te obliga nada de
eso a pecado ni venial, quiero anchura de corazón,
generosidad y amor; sólo pido que te resuelvas a hacer por
cumplirla lo que puedas buenamente. ¡Quién no pude
hacer lo que buenamente pueda!

Después no te olvides de volverla a renovar cada
día en la Iglesia o en tu casa, porque el hacerla a diario
es punto muy importante, si no la renuevas cada día pronto
la abandonarás; si la renuevas, acabarás por
cumplirla. Así lo hagas, hijo mío. Si con
decisión abrazas este santo derrotero, ¡Qué
brisa primaveral, qué corriente de sangre joven y
vigorizante advertirás en tu alma!

Y ahora, hijo mío, dos consejos para terminar:
Uno es que procures no olvidarme en el sagrario. Me agrada el
culto a mi imagen, pero más vale mi persona que mi imagen.
La Eucaristía es mi Sacramento porque es el del amor. Yo
quisiera que me recibieses con alguna más frecuencia, y
quisiera también verte alguna vez entre día;
¡no sabes lo que agradezco estas visitas de amigo!;
¡estoy frecuentemente tan solo! El otro consejo es que
procures, si es posible, sacar un ratito al día para leer
y meditar cosas de mi corazón; de este modo poco a poco
irás abriendo la ostra en que se guarda la perla de esta
devoción divina.

Consagración para todos los
días

¡Sacratísima Reina de los cielos y Madre
mía amabilísima! Yo N.N., aunque lleno de miserias
y ruindades, alentado sin embargo con la invitación
benigna del Corazón de Jesús, deseo consagrarme a
Él; pero, conociendo bien mi indignidad e inconstancia, no
quisiera ofrecer nada sino por tus maternales manos, y confiando
a tus cuidados el hacerme cumplir bien todas mis
resoluciones.

Corazón dulcísimo de Jesús, Rey de
bondad y de amor, gustoso y agradecido acepto con toda la
decisión de mi alma ese suavísimo pacto de cuidar
Tú de mí y yo de Ti, aunque demasiado sabes que vas
a salir perdiendo. Lo mío quiero que sea tuyo; todo lo
pongo en tus manos bondadosas: mi alma, salvación eterna,
libertad, progreso interior, miserias; mi cuerpo, vida y salud;
todo lo poquito bueno que yo haga o por mi ofrecieren otros en
vida o después de muerto, por si algo puede servirte; mi
familia, haberes, negocios, ocupaciones, etc., para que, si bien
deseo hacer en cada una de estas cosas cuanto en mi mano
estuviere, sin embargo, seas Tú el Rey que haga y deshaga
a su gusto, pues yo estaré muy conforme, aunque me cueste,
con lo que disponga siempre ese Corazón amante que busca
en todo mi bien.

Quiero en cambio, Corazón amabilísimo, que
la vida que me reste no sea una vida baldía; quiero hacer
algo, más bien quisiera hacer mucho, porque reines en el
mundo; quiero con oración larga o jaculatorias breves, con
las acciones del día, con mis penas aceptadas, con mis
vencimientos chicos, y en fin, con la propaganda no estar a ser
posible, ni un momento sin hacer algo por Ti. Haz que todo lleve
el sello de tu reinado divino y de tu reparación hasta mi
postrer aliento, que ¡ojalá! sea el broche de oro,
el acto de caridad que cierre toda una vida de apóstol
fervorosísimo. Amén.

Hay concedida indulgencia parcial a todos los fieles que
devotamente reciten esta CONSAGRACIÓN PERSONAL al Sagrado
Corazón de Jesús.

Forma resumida de pacto con el Corazón de
Jesús: "Corazón de Jesús yo
cuidaré de tu honra y de tus cosas y tú cuida de
mí y de las mías."

 

 

Autor:

Jorge Edgardo Oportus Romero

 

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