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Desigualdades en la distribución de la renta en los países desarrollados (Parte I)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

  1. Un
    largo viaje a ninguna parte: Gráficos, comentarios e
    Informes
  2. Un
    largo viaje a ninguna parte
  3. Manifiesto de un economista "defraudado"
    (además de "aterrado"): no se puede justificar lo
    injustificable (escrito a principios de
    2012)
  4. Una
    crisis camaleónica
  5. ¿Y cómo es la situación en
    la City?… perdón en el Reino Unido: "the big
    momma"
  6. El
    eclipse de la razón: la crónica de una derrota
    cantada (escrito en enero de 2013)
  7. Informe sobre el trabajo en el mundo – OIT –
    2008
  8. Informe Mundial sobre Salarios 2010/2011 – OIT
    (Partes destacadas)
  9. Informe Mundial sobre Salarios 2012/13 – OIT
    (Partes destacadas)
  10. Informe sobre el trabajo en el mundo – OIT –
    2008 (Partes destacadas)
  11. El
    papel de la globalización
    financiera
  12. Informe Oxfam Internacional – Enero
    2013
  13. Informe "El coste de la inequidad: cómo
    la riqueza y los ingresos extremos nos dañan a todos"
    (en inglés en el original)
  14. Informe Tendencias Mundiales del Empleo – OIT –
    Enero 2013

Un largo viaje a
ninguna parte:
Gráficos, comentarios e
Informes

– Antecedentes (decíamos
ayer…)

Del Paper – Un análisis sobre la desigualdad
de los ingresos (ganadores y perdedores de la crisis financiera
mundial) – La Economía del Malestar (el fin de la
cohesión económica y social) –
Publicado en
Junio de 2011

"Tenemos suficiente para las necesidades de todos,
pero no para la codicia de unos pocos".

M. Gandhi, 1869 – 1948 – Abogado, político y
activista

– Nunca antes tan pocos habían engañado
a tantos durante tanto tiempo -jamás

Se le exigió al mundo entero que cambiara su modo
de vida en base a la fantástica invención de un
grupo de políticos con ansias de "salvar" a la humanidad
de una imaginaria catástrofe económica.
Decían tener la Verdad en sus manos (en general, aconsejo
a mis amigos que confíen siempre en quienes están
buscando la verdad, pero desconfíen siempre de aquellos
que dicen haberla encontrado).

Aseguraban que la desregulación, la
privatización y el libre movimiento de capitales,
servicios y mercancías (el de personas, nunca
llegó, ni se lo espera) harían entrar a la
humanidad en una era de progreso exponencial y continuado, como
nunca se había vivido. Y además,
desaparecerían los ciclos económicos
(¿verdad, grandes bonetes del FMI?). Algunos profetas,
hasta llegaron a proclamar el "fin de la Historia"
(¿verdad, Profesor Fukuyama?).

"La globalización igualará el terreno de
juegola Tierra es plana… los Gobiernos y sus
normas para el mundo laboral han perdido importancia… en
marcha hacia una nueva civilización… contratamos a
nuestra gente por ordenador, trabajan en el ordenador y son
despedidas también por el ordenador"… Para los
creadores de estas "genialidades" (dogmas, mantras), la
visión de un ejército de parados, inimaginable
hasta entonces, era una obviedad.

Ninguno de los altamente remunerados creadores de estos
paradigmas (de los sectores de futuro y países de futuro)
creía en la existencia de suficientes puestos de trabajo,
decentemente pagados, en los tecnológicamente costosos
mercados en crecimiento de los que hasta entonces fueron
países del bienestar… no importa en qué
sector.

"Los pragmáticos del "turbo capitalismo"
reducen el futuro a un par de números y un concepto: "20 a
80" y tittytainment"…,
decían Hans-Peter
Martin y Harald Schumann, en su libro La trampa de la
globalización – Taurus 1998), y además,
reseñaban:

(Las escenas que siguen corresponden a una
reunión mantenida por 500 políticos de primera
línea, líderes económicos y
científicos de los cinco continentes, efectuada en el
año 1995 en el Hotel Fairmont de San Francisco,
EEUU)

"En el próximo siglo (XXI), el 20% de la
población activa bastará para mantener en marcha la
economía mundial. No se necesitará más
fuerza de trabajo…

Una quinta parte de todos los que buscan trabajo
bastará para producir todas las mercancías y
aportar las valiosas prestaciones de servicios que la sociedad
mundial pueda permitirse. Ese 20% participará, por tanto,
activamente en la vida, el beneficio y el consumo, no importa en
qué país. Se puede añadir a ellos un 1 o un
2%, admiten los participantes en el debate, por ejemplo contando
con los herederos acomodados.

¿Y los demás? ¿El 80% de los
dispuestos a trabajar que no tengan trabajo? "Sin duda", dice el
escritor norteamericano Jeremy Rifkin, autor del libro "El fin
del trabajo", "el 80% tendrá grandes
problemas"…

El esbozo de un nuevo orden social: países
ricos sin una clase media digna de mención… En el
futuro, la cuestión será "to have lunch or be
lunch" (comer o ser comido)…

La expresión "tittytainment" (que ha hecho
famosa Zbigniew Brzezinski, consejero de seguridad Nacional del
presidente norteamericano Jimmy Carter y que desde entonces se
dedica a cuestiones de geoestrategia), es una combinación
de "entertainment" y "titis" (entretenimiento aturdidor y
alimentación suficiente).

En marcha hacia una nueva civilización. El
modelo del mundo del futuro sigue la fórmula 20 a 80. Se
perfila una sociedad de una quinta parte, en la que los excluidos
tendrán que ser calmados con "tittytainment". ¿Es
esto una exageración desmedida?"…

Esa es la sociedad que hoy se está construyendo
por encargo. Se les proporciona Ritalin, se les da una X-box con
juegos de violencia e insinuaciones sexuales, mientras Facebook,
You Tube, Twitter y los "sms" hacen el resto (a veces con la
"inapreciable" colaboración del alcohol y las drogas).
Zombis felices… Todos en la "nube"…

¿Por qué quiere alguien deliberadamente
una sociedad idiotizada? Por una parte es mucho más
fácil de controlar a alguien que no tiene conciencia de lo
que sucede a su alrededor. Se ofrece futbol (u otros deportes)
cinco noches a la semana para mantener a todos ocupados mientras
que el saqueo de su riqueza continúa
convenciéndoles que hacer hamburguesas en McDonald"s
cobrando el salario mínimo es "empleo".

Hay quien busca explicaciones más rocambolescas
que aseguran que un movimiento sin precedentes como éste
en tiempos sin precedentes como éstos puede llevar a una
conclusión sin precedentes.

La Gran Recesión aceleró una tendencia que
comenzó hacía tres décadas:
deslocalización al extranjero, automatización del
trabajo, conversión de empleos a jornada completa en
temporales y contratas, debilitamiento de los sindicatos y
obtención de reducciones de salarios y prestaciones de los
trabajadores actuales. Internet y la informática lo han
hecho más fácil.

La economía de EEUU es hoy el doble de lo que era
en 1980 mientras que el salario medio real apenas se ha movido.
La mayor parte de los beneficios del crecimiento ha ido a parar a
los niveles altos. A finales de los 70, el 1 por ciento de los
estadounidenses más ricos cobraba el 9 por ciento de los
ingresos totales. A principios de la Gran Recesión, esa
cifra sobrepasaba el 23 por ciento. La riqueza está
más concentrada.

Ése es el meollo del problema. La mayoría
de estadounidenses ya no tiene el poder de compra suficiente como
para que la economía vuelva a andar. Cuando estalló
la burbuja de la deuda, se quedaron encallados.

Los beneficios empresariales están en alza, pero
los empleos y salarios siguen estancados.

Las personas con activos financieros o cuyo talento es
tenido en cuenta por las grandes corporaciones están
disfrutando de una fuerte recuperación. Mientras tanto, la
mayoría de los estadounidenses se esfuerza por ir
tirando.

Las empresas no tienen la culpa, pues su objetivo es
obtener beneficios. Ni tampoco es culpa de los ricos, que
sólo han jugado según las reglas. El problema es
que hay que cambiarlas.

Un futuro sin trabajo o con contratos basura para la
mayoría de los estadounidenses es insostenible,
también para las propias empresas del país, cuya
rentabilidad a largo plazo depende del resurgimiento de la
demanda nacional.

La solución es ofrecer al americano medio un
trato económico mejor. Por lo tanto, deberíamos
aceptar que los países puedan propugnar reglas nacionales
políticas fiscales, regulaciones financieras, normas
laborales o leyes de salud y seguridad de los consumidores- y que
puedan hacerlo levantando barreras en la frontera si fuera
necesario, cuando el comercio ostensiblemente amenaza las
prácticas domésticas que cuentan con un amplio
respaldo popular. Si los impulsores de la globalización
tienen razón, el clamor por protección no
cundirá por falta de evidencia o apoyo. Si están
equivocados, habrá una válvula de seguridad
destinada a asegurar que los valores en pugna -los beneficios de
economías abiertas frente a los réditos derivados
de implementar regulaciones domésticas- sean escuchados de
manera apropiada en los debates públicos.

Si el lector desea cambiar el término EEUU por el
de Unión Europea, todo parecido con la realidad no
será mera coincidencia…

Un largo viaje a
ninguna parte

En los últimos 25 años, la desigualdad de
los ingresos ha aumentado en la mayoría de los
países y regiones. Aunque el ingreso per cápita se
ha incrementado en casi todas las regiones incluso para los
segmentos más pobres de la población, los ingresos
de los grupos relativamente acomodados han aumentado a un ritmo
más rápido.

Los avances tecnológicos son el factor que
más ha contribuido al aumento reciente de la desigualdad.
El desarrollo de la globalización financiera -y la
inversión extranjera directa en particular- también
ha contribuido a aumentar la desigualdad, sobre todo en las
economías avanzadas. El progreso tecnológico en
sí mismo explica la mayor parte del aumento de la
desigualdad desde principios de los años ochenta, lo que
coincide con la opinión de que la nueva tecnología,
tanto en las economías avanzadas como en las
economías en desarrollo, incrementa la prima por nivel de
cualificación y reemplaza los insumos relativamente poco
cualificados.

La desigualdad en la renta no es consecuencia de la
crisis financiera. Las explicaciones de la desigualdad deben
buscarse en premisas desechas hace tiempo mediante razonamientos
lógicos (que luego se demostraron falsos).

La desigualdad económica se ha incrementado
durante el período conocido como la "era de la
globalización". En un mundo que se veía a sí
mismo como próspero, igualitario y de pleno empleo, los
pobres eran "otros". La pobreza se llegó a definir como
algo ajeno al sistema capitalista, y no como una extensión
de éste.

En ese terreno de juego ("la Tierra es plana") los
debates sobre la desigualdad se centraron en una cuestión
de oferta y demanda. ¿Se debe el incremento de la
desigualdad al aumento de la demanda relativa de (un incremento
en la productividad física marginal de) los trabajadores
altamente cualificados? ¿O se debe a un incremento de la
oferta efectiva de trabajadores de baja cualificación,
mediante la inmigración o el comercio, que ha reducido su
salario (en un esquema de productividad marginal fijo)? En ambos
casos, los argumentos se atienen completamente al paradigma de la
productividad marginal y el mecanismo de mercado.

¿Cuál es la relación entre la
desigualdad y el desempleo? Probablemente, esta pregunta sea una
de las cuestiones de debate más importantes en la
economía política de Europa, y es relevante para
otras regiones con vínculos transnacionales crecientes,
incluyendo Estados Unidos.

Una interpretación dominante explicaba que las
tasas de desempleo en Europa estaban causadas por los generosos
sistemas sociales del continente y las rígidas estructuras
salariales, o, en otras palabras, por la igualdad que constituye
el objetivo característico de la
socialdemocracia.

Bajo esta perspectiva, los (otrora) bajos niveles de
desempleo en Estados Unidos se deben (deberían) a los
mercados laborales flexibles del país, la voluntad para
tolerar la creciente desigualdad salarial y el nivel absoluto de
la desigualdad salarial.

Como luego se demostraría, esta
interpretación resultó sorprendentemente
inconsistente con los hechos. Por ejemplo, suponía que,
dentro de Europa, los países con mayor desigualdad
deberían tener menos desempleo. También parece
suponer que los países con niveles salariales altos
deberían tener más desempleo, y ciertamente, no
menos que los países con salarios inferiores. Pero ocurre
justo lo contrario en ambos casos. En Europa, el desempleo
siempre ha sido más elevado en los países con
salarios menores.

Muchos países vieron como aumentaba la
desigualdad en la "era de la globalización", este
resultado no puede sorprendernos: los países
liberalizadores se vieron forzados a adaptarse a la pauta global.
Esto nos conduce a una profunda reflexión. Parece que la
modernización basada en las exportaciones es
inherentemente un juego de suma cero para la distribución
de la renta en los países. Esto es, la mejora de las
distribuciones en el empleo en un país conduce a una
destrucción que no es especialmente creativa y a un
empeoramiento de la desigualdad en el resto de los países,
a través de la distribución de los puestos de
trabajo.

En una economía mundial liberalizada y
globalizada, sólo una compresión de las estructuras
de los ingresos puede crear un contexto adecuado para que la
igualación se imponga en la escena de desarrollo global.
Pero esta situación se desconoce en la escena mundial
desde los años setenta.

No puedo responder la pregunta habitual de si la
desigualdad es buena para el crecimiento. Sin embargo, la
evidencia me permite, aunque no firmemente, ofrecer una respuesta
a la pregunta contraria. En la mayoría de los
países, el crecimiento es bueno para la igualdad; de
hecho, el crecimiento rápido parece ser un requisito
indispensable para la igualación salarial. Por el
contrario, el crecimiento débil en la mayoría de
los países ha resultado un desastre para la
igualdad.

No parece que importe si el crecimiento se logra
mediante la sustitución de importaciones o mediante el
crecimiento rápido de los sectores exportadores de
salarios altos. El problema es que el crecimiento rápido
de esos sectores exportadores es una solución a la
desigualdad sólo al alcance de pocos países. Por
tanto, una reducción de la desigualdad a nivel global
requeriría una vuelta a la sustitución de
importaciones y unas estructuras salariales con base nacional (o
regional), o bien un ritmo de crecimiento mundial sustancialmente
más alto.

La tendencia que predomina en el mundo actual es hacia
un aumento de la desigualdad. Las liberalizaciones han provocado
siempre un empeoramiento y sólo unos pocos países
en desarrollo han escapado a este efecto mediante la mejora de
sus estructuras de empleo, lo cual es una proeza que sólo
algunos pueden lograr.

Las últimas décadas han sido muy malas
para buena parte del mundo desarrollado (y algunos países
en desarrollo). Con la liberalización y la
globalización, los países han quedado más
expuestos a las condiciones globales, precisamente cuando
éstas han empeorado drásticamente. En realidad, el
resultado fue un fracaso de coordinación global. La crisis
reciente ha evidenciado que ni siquiera hemos comenzado a idear
las formas y los medios para establecer un crecimiento estable y
una desigualdad decreciente en un mundo liberal. A menos que, y
hasta que, este problema sea resuelto, es razonable concluir que
a largo plazo el orden mundial neoliberal no puede, no
podrá, y probablemente no debe perdurar.

Del Paper – "Tiempos modernos" ("realidades cercanas"
de un capitalismo sin control) Parte I
– Publicado en Julio
de 2012

"La mentira se eleva a fundamento del orden mundial" –
Franz Kafka

(En Apartado 1) – Trabajando como esclavos (el robo
del futuro)

Historias del "minijob" (como funciona la "receta" en
casa de Angie)

"Siete millones de alemanes tienen trabajo precario
con sueldo inferior a 400 euros"…
Miniempleos en la
calle Karl Marx (El País – 18/12/11)

La de Carlos Marx es la calle principal de
Neukölln, un gran barrio popular al sur de Berlín.
Aunque hace unos años que la zona está de moda
entre estudiantes y jóvenes emprendedores que encarecen
los alquileres y van expulsando a los locales, a mediodía
presenta su cara de siempre: una calle bulliciosa de lenguas
foráneas (sobre todo turco) en la que casi todas las
tiendas presentan "liquidaciones especiales" que nunca se agotan.
Antes de comer ya hay borrachos pasando frío por los
soportales. Señoras con hiyab echan un vistazo de paso a
las papeleras, por si contienen algo rescatable. El Berlín
de la precariedad y del 14% de paro, olvidado en las guías
y los panegíricos mediáticos sobre la capital de
Alemania, es un buen sitio para abrir un centro público de
empleo. Parados como Usta Ömer, de 39 años, buscan
trabajo anónimamente, sin la presión de los
funcionarios de la agencia estatal de empleo.

Ömer hojea el taco de ofertas de miniempleos que
cuelga de la pared en el JobPoint de Karl Marx Strasse. Lleva en
paro cuatro años, en los que solo ha podido trabajar en
una panadería y cumpliendo pequeñas tareas en
minijobs diversos. Es un caso común en Alemania, donde
más de siete millones de personas trabajan sujetos a este
tipo de contrato. Su explosión llegó en 2003, junto
a los demás recortes de la Agenda 2010 diseñada por
el canciller socialdemócrata Gerhard Schröder (SPD).
El presidente electo Mariano Rajoy ha sugerido que lo
implantará en España por recomendación del
Banco Central Europeo.

Son contratos basura con un pago máximo de 400
euros mensuales, que el empleado cobrará neto. El
empresario paga un 2% al fisco, un 15% al plan de pensiones y un
13% a la Seguridad Social: 120 euros en caso de que la paga
ascienda a 400 euros. La media salarial de miniempleados ronda en
toda Alemania los 230 euros. Al empleado no le descuentan
impuestos ni la cotización a la Seguridad Social. La
razón es bien simple: las contribuciones a la Seguridad
Social no dan derecho a que el empleado se beneficie del servicio
de salud ni goce de un plan público de pensiones. En suma,
un minijob deja casi completamente desamparado al empleado, que
tendrá que asegurarse por otras vías.

En Alemania es imposible sobrevivir así, de modo
que muchos combinan este tipo de actividad con otro trabajo. La
mayoría se asegura con el cónyuge o suma su
minisueldo a las ayudas sociales conocidas como Hartz IV. En
Alemania, 1,3 millones de trabajadores ganan tan poco en sus
empleos que requieren ayudas sociales para mantenerse. El Estado
patrocina así indirectamente a las empresas, que ahorran
gastos sociales y pagan sueldos por debajo del umbral de la
pobreza. Es fácil imaginar las consecuencias que la
generalización de este tipo de contratos tendría en
un país como España, que carece de un sistema de
subsidios sociales comparable al alemán.

El empresario o particular alemán que ofrezca
minijobs tiene la obligación de atenerse al máximo
de horas fijado por el contrato. No puede pagar más de 400
euros al empleado, porque entonces saltaría el marco
salarial y tendría que ofrecerle un contrato corriente.
Así que, si el contrato de minijob estipula una
retribución de cinco euros por hora, el empleado
podrá trabajar 80 horas al mes. Ni un minuto
más.

Esta regla hace reír a Martina, que salía
esta semana de buscar trabajo en la gran oficina de empleo en la
avenida de Sonnenallee: "En las cocinas de los restaurantes se
trabaja por jornadas completas, 40 horas semanales; te pagan los
400 euros, y el resto, en negro". Mirando de reojo al edificio
oficial, la alemana de 27 años prefiere no dar su
apellido. Aunque no llega a la abierta hostilidad de la Agencia
de Inmigración al norte de Berlín, la gris oficina
de empleo en la Sonnenallee sugiere al visitante la noción
de haber hecho algo malo.

En el sindicato de hostelería NGG, Karin
Vladimirov calcula en "más de un 50% la tasa de
empresarios en su sector que aprovechan el minijob y pagan en
negro las horas extras". "El propio sistema lo facilita". La
hostelería es uno de los ramos más afectados por la
introducción del modelo: 810.000 personas trabajan en
dichas condiciones, de los cuales un tercio tienen otra
ocupación principal, por ejemplo como estudiantes. Los
otros dos tercios no hacen nada más. Vladimirov estima,
"sin asomo de duda", que el miniempleo ha socavado los contratos
tradicionales en el sector e "impulsado la precariedad". Sobre
todo entre las mujeres.

La patronal y los dos grandes partidos alemanes
defienden el minijob como "una puerta de entrada al mundo
laboral". El Gobierno se plantea incluso elevar el techo hasta
los 450 euros.

Alemania tiene 2,7 millones de parados, el 6,4% de la
población activa. El economista del Instituto de
Investigación Económica DIW Markus Grabka descarta
que las buenas cifras de paro tengan algo que ver con el auge de
estos empleos a partir de 2003. La tasa de paro se ha reducido
sustancialmente en los últimos años gracias, por un
lado, a la expansión económica, y por otro, al
aumento de los trabajos a tiempo parcial, también
precarios. Además, el Gobierno ha excluido del recuento a
los parados que participan en cursos de formación
subvencionados.

Para Grabka, "los minijobs erosionan los derechos
básicos de los trabajadores" sin contrapartidas
públicas. La factura la paga el "contribuyente y los
empleados" a costa de que "siga aumentando la horquilla social
entre ricos y pobres". El economista del DIW, que es uno de los
cinco grandes institutos económicos alemanes, no
había oído aún que los minijobs
podrían convertirse en el último grito de las
exportaciones alemanas: "Oh, vaya… ¡no lo dirá en
serio!".

Mini-empleos y maxi-miserias (la "solución"
(¿final?) ofrecida por Merkel a Europa)

(Sólo unos primeros datos de referencia (a
diciembre 2011), luego hay más y peor…)

– Más de siete millones las personas las que
tienen "minijobs", o mini-empleos, en Alemania (de 400 euros
mensuales).

– El 18% de los alemanes cobra 8,50 euros la hora. Todo
ello afecta a 5,7 millones de personas

– El 15,4% cobra menos de ocho euros la hora. Son casi
cinco millones de personas

– Uno de cada diez trabajadores de la RFA tiene salarios
de menos de siete euros por hora trabajada. Son aproximadamente
3,3 millones de personas

– Otro 10% cobra seis/cinco euros por hora trabajada y
suma  4,2 millones

Por debajo de estas castas están los
"minijobers", ese grupo de más siete millones de empleados
a quienes tener un salario mínimo de entre 6,89 y 7,79
euros por hora les parece un lujo asiático.

No hay controles sobre el terreno. Algunos empresarios
obligan a este tipo de trabajadores a hacer horas extras no
pagadas, o retribuidas a uno o dos euros la hora. Raro es el caso
de un trabajador con este tipo de contrato que consigue uno mejor
y con fijeza.

Es decir, vía libre a los sueldos de hambre y
fomento de una clase social perpetuamente empobrecida.

En la República Federal, este sector se ve
poblado no sólo por veinteañeros, sino por personas
maduras sin cualificación, mujeres infraempleadas y
tradicionalmente mal pagadas y… pensionistas. Según
publicó el pasado mes de agosto el diario
"Saarbrückener Zeitung", 660.000 jubilados de edades
comprendidas entre los 65 y los 74 años se han visto
obligados a complementar sus pensiones con estos mini-trabajos en
el 2010. En el año 2000, había 244.000 "currantes"
ancianos menos.

Estamos hablando de un aumento de un 58,6% en los
últimos diez años. La pobreza en la tercera edad,
por cierto, avanza año a año, como constata el
Instituto de Investigaciones Económicas de Halle (IWH):
casi un 12% de los hogares en los que viven  ancianos es
"armutsgefährdet", es decir, corre serio peligro de caer en
la pobreza, con unos ingresos mensuales de apenas 870
euros.

Son estas condiciones laborales, entre otras cosas, las
que dan a Alemania el dudoso honor de ser el país de entre
los miembros de la OCDE donde más y más
rápidamente está creciendo la brecha social entre
ricos y pobres. Siempre según los datos de la
organización que engloba a los países más
industrializados del mundo, el 10% de los más ricos de la
República Federal (con una media de ingresos de en torno a
unos 57.300 euros anuales)  dispone de ocho veces más
dinero y capital que el 10% más pobre (con unos ingresos
medios de 7.400 euros al año). En la década de los
noventa, la diferencia era menor. Los riquísimos lo eran
sólo seis veces más  que los más
desfavorecidos.

El "milagro alemán" y 7 millones de minijobers
"clavados" en la Cruz (¿de Thor?)

"Anja lleva seis años encadenando contratos
para limpiar y lavar platos por dos euros la hora. Vive en la
ciudad alemana de Stralsund, una atractiva y pintoresca ciudad
costera. Se sorprende cuando los periódicos alemanes
hablan del "milagro laboral" del país. En un
pequeño apartamento de la misma ciudad un hombre de 50
años asegura: "Mi empresa me explota". Habla sentado en la
cocina de su pequeño apartamento situado al este de
Stralsund. "Si pudiera encontrar algo mejor, ya me habría
ido", añade. Anja, que prefiere no dar su nombre completo
por miedo a ser despedida, tampoco puede permitirse ir a los
cafés de su ciudad"…
Sueldos de un euro a la hora
en el "milagro" laboral alemán (El País –
9/2/12)

La moderación salarial y las reformas del mercado
laboral han reducido la tasa de desempleo en Alemania hasta el
nivel de hace 20 años. El modelo alemán se cita a
menudo como un ejemplo para los países europeos que tratan
de reducir el paro y ser más competitivos. Pero los
críticos aseguran que las reformas que ayudaron a crear
puestos de trabajo también ampliaron y afianzaron un
sector de trabajos temporales y mal pagados, que aumentaron la
desigualdad salarial.

Los datos del Departamento de Trabajo alemán
muestran que los contratos con salarios bajos crecieron tres
veces más rápido que otro tipo de empleos entre
2005 y 2010. Eso explica por qué el milagro laboral "no ha
provocado que los alemanes gasten mucho más de lo que
hacían antes". En Alemania, que carece de un salario
mínimo nacional, hay sueldos que pueden estar por debajo
de un euro la hora, sobre todo en las regiones de la antigua
Alemania del este. "He visto gente que ganaba solo 55 centavos de
dólar a la hora", afirma Peter Huefken, jefe de la agencia
de empleo de Stralsund, el primero en demandar a los empresarios
por pagar tan poco. Huefken está animando a otras agencias
de empleo a seguir su ejemplo.

El Eurostat revela que los trabajadores en Alemania son
menos propensos a la pobreza que sus vecinos de la eurozona. Pero
el riesgo ha aumentado: un 7,2% de los empleados ganaban tan poco
que estaban cerca del umbral de la pobreza en 2010, frente al
4,8% en 2005. Aun así, es menor que la media de la
eurozona, donde el 8,2% de los trabajadores están cerca
del umbral de la pobreza.

El número de los llamados "trabajadores pobres"
ha crecido más rápido en Alemania que en el resto
de países con la moneda común. En respuesta,
mientras otros países europeos se apresuran a desregular,
Alemania va hacía una nueva regulación. El gobierno
conservador de Angela Merkel trata de diluir los efectos de las
reformas aprobadas por su predecesor, el socialdemócrata
del SPD Gerhard Schroeder. Y lo hace un año y medio antes
de las próximas elecciones federales, cuando se espera que
Merkel busque su tercer mandato consecutivo.

Reformas precoces

El contraste entre los niveles récord de empleo
en Alemania y la grave situación en otros países de
Europa es notable. El año pasado, el número de
contratados en Alemania superó por primera vez la barrera
de los 41 millones de trabajadores. La tasa de paro se ha
reducido constantemente desde 2005 y ahora se sitúa en
solo el 6,7%, frente al 23% en España y el 18% en
Grecia.

Ha sido una dura batalla desde que el paro alemán
alcanzara su punto máximo tras la reunificación en
1990. Entonces, muchas empresas de la Alemania del este
naufragaron en una sociedad de libre mercado cuando cayó
el Muro de Berlín. El paro se fue por encima del 20%. La
globalización puso a la economía alemana,
dependiente de las exportaciones, bajo serias presiones
competitivas, y les obligó a adaptarse rápidamente
a la nueva situación. En 2003, Alemania se embarcó
en un sistema de reformas que fueron calificados como el mayor
cambio en el estado de bienestar desde la Segunda Guerra Mundial.
Mientras, muchos de los países vecinos se movían en
la dirección opuesta: Los socialistas franceses
introdujeron la semana de 35 horas y pusieron en marcha los
salarios mínimos. Por contra, los socialdemócratas
alemanes del SPD desregularon el mercado laboral y aumentaron la
presión sobre los desempleados para que buscaran trabajo.
Sindicatos y empresarios pactaron una moderación salarial
a cambio de seguridad en el empleo y crecimiento. Un modelo
laboral flexible y subvenciones del Gobierno redujeron las horas
de trabajo para permitir a los empresarios ajustarse al ciclo
económico sin necesidad de contrataciones ni
despidos.

A partir de 2005, el desempleo comenzó a caer y
se acercó a los niveles anteriores a la
reunificación. En otras partes de Europa, los gobiernos se
enfrentan ahora a altas tasas de paro emprendiendo reformas
laborales. El presidente de Francia, el conservador Nicolas
Sarkozy, ha citado repetidamente en los últimos meses las
reformas de la "Agenda 2010" que Schroeder puso en marcha como un
ejemplo para su país. Las reformas laborales que se
están introduciendo en España y Portugal tienen
muchos puntos en común con el sistema
alemán.

El sector con salarios bajos más importante de
Europa

El crecimiento del empleo en Alemania se ha debido
fundamentalmente al aumento del modelo de bajos sueldos y a las
agencias de trabajo temporal, impulsados por la
desregulación y la promoción de la de flexibilidad
y a los contratos de bajos ingresos, subvencionados por el
Estado, llamados mini-jobs. El número de trabajadores con
contrato indefinido de salarios bajos -definido como aquellos que
ganan menos de dos tercios de los ingresos medios- se
elevó un 13,5% hasta los 4,3 millones entre 2005 y 2010.
Un crecimiento tres veces más rápido que otra
modalidad de empleo, según el Departamento de Trabajo. Los
empleos las empresas de trabajo temporal alcanzaron un
récord en 2011 con 910.000 puestos de trabajo -el triple
que en 2002, cuando Berlín comenzó la
desregulación-.

Los economistas aseguran que la intención de
Schroeder fue lograr una rápida expansión de estos
sectores (salarios bajos y trabajos temporales) para conseguir la
incorporación al mercado laboral de trabajadores pocos
cualificados y desempleados de larga duración. En 2005, el
último año de Schroeder como canciller,
presumió en el Foro Mundial de Davos: "Hemos construido
una de los mejores sectores de salarios reducidos de Europa".
Siete años más tarde, los empresarios alaban las
reformas que les permitieron crecer con minijobs y trabajos
temporales.

"El argumento de los sindicatos de que los (mini)
empleos provocan que las condiciones de trabajo sean más
precarias en Alemania no es válido", dijo Mario Ohoven,
jefe de la asociación "Mittelstand" de pequeñas y
medianas empresas. Ohoven, asegura que este tipo de empleos
fueron particularmente populares entre las mujeres y los
estudiantes que trataban de ganar algo de dinero extra. Por su
parte, Juergen Wuttke, de la patronal BDA, indica que las
reformas ofrecieron a las compañías una mayor
flexibilidad y la capacidad para contratar a más gente con
baja cualificación y de baja productividad.

Fritz Engelhardt, que dirige un pequeño hotel de
tres estrellas en el sur-oeste de la ciudad de Pfullingen,
señala que cuenta con dos trabajadores con minijob que le
ayudan durante el fin de semana y hacen pequeños recados.
"Mucha gente en el sector de la restauración tratar de
hacer frente a los picos de trabajo del fin de semana o cuando
tienen eventos especiales mediante los minijobs",
añadió Engelhardt. "En las grandes cadenas, los
hoteles pueden utilizar a la plantilla de una filial, pero para
las empresas pequeñas y medianas los miniempleos son
cruciales para su propia existencia".

Incluso las grandes multinacionales alemanas se acogen a
estas nuevas formas de empleo para lograr mayor flexibilidad.
Adidas, el segundo mayor fabricante mundial de ropa deportiva, y
la cadena de supermercados Kaufland, que forma parte del mismo
grupo que la cadena de descuento Lidl, se valen de mini-empleos
para llenar las vacantes de personal cuando el negocio lo
requiere.

Los datos de la OCDE reflejan que en Alemania los
contratos con salarios bajos son el 20% de los trabajos a tiempo
completo, frente al 8,0% en Italia y un 13,5% en Grecia. Los
críticos creen que las reformas de Alemania han supuesto
un alto precio ya que arraigó firmemente el sector de
sueldos bajos y deprimió los salarios, lo que llevó
a un mercado laboral de dos niveles. Las nuevas categorías
de bajos ingresos, puestos de trabajo subvencionados por el
Estado -un modelo que está siendo considerado en
España- han demostrado ser especialmente
problemáticos. Algunos economistas señalan que son
contraproducentes. Fueron creados para ayudar a aquellos que
eventualmente tenían malas perspectivas de empleo se
reintegraran en el mercado laboral, pero las encuestas muestran
que para la mayoría de la gente no condujo a ninguna
parte.

Los empresarios tienen pocos incentivos para crear
trabajos a tiempo completo normales si existe la posibilidad de
emplear a trabajadores con contratos flexibles. Uno de cada cinco
puestos de trabajo es ahora un "mini-trabajo", en los que los
trabajadores ganan un máximo 400 euros al mes libres de
impuestos. Para casi cinco millones de trabajadores este es su
principal empleo, que requiere financiación de fondos
públicos. "Los empleos a tiempo completo normales se
están dividiendo en mini-empleos", indicó Holger
Bonin del ZEW, un think tank con sede en Mannheim. Y no hay mucho
que hacer para impedir que los empresarios paguen poco con
minijobs puesto que saben que el Gobierno les va a apoyar y
además no hay un salario mínimo legal.

Los sindicatos y los empresarios en Alemania optan
tradicionalmente por pactos salariales colectivos, bajo el
argumento de que un salario mínimo legal podría
suprimir puestos de trabajo. Pero estos acuerdos sólo
afectan a algo más de la mitad de la población
empleada y, además, pueden ser evitados. "Muchos de mis
amigos trabajan como carpinteros, pero las empresas los registran
como conserjes en sus contratos para evitar el pago del salario
negociado en el convenio colectivo", asegura un parado de 33
años de edad, que prefiere no dar su nombre. La
desregulación de las empresas de trabajo temporal
también ha dado a los empresarios menos incentivos para
contratar a trabajadores de plantilla con contratos con una
protección de empleo y un salario decente. A los
trabajadores temporales se les paga menos que al personal de
plantilla alemán. Los bajos salarios de los miniempleos y
una mayor presión sobre los desempleados para conseguir un
trabajo han tenido un impacto deflacionario en los salarios en
todos los sectores, según algunos economistas.

Mientras la desigualdad salarial, que solía ser
tan baja en Alemania como en los países nórdicos,
ha aumentado considerablemente durante la última
década. Los trabajadores con sueldos bajos ganan menos
respecto a la media en Alemania que en el resto de países
de la OCDE, excepto en Corea del Sur y los Estados Unidos. "Los
pobres han perdido claramente a la clase media, más en
Alemania que en otros países", asegura el economista de la
OCDE Isabell Koske. La caída de los salarios y la
inseguridad laboral han mantenido un tope en la demanda
doméstica, el talón de Aquiles de la
economía alemana que depende de las exportaciones, pese a
la exasperación de sus vecinos. "La demanda de
importaciones es baja, a pesar de que Alemania tiene uno de los
mejores resultados de la zona del euro y podría contribuir
más a un mejor desempeño de sus países
socios", dijo Ekkehard Ernst de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT).

Con la inminencia de las elecciones de 2013 y los
vecinos europeos quejándose por los desequilibrios
comerciales, los líderes de Alemania, han puesto el asunto
de los bajos salarios en su agenda. La canciller Merkel tiene
previsto introducir un salario mínimo para los sectores
que aún no tienen uno y el ministro de Trabajo, Ursula von
der Leyen, prevé lanzar una campaña para que los
trabajadores temporales se les pague tanto como a los de
plantilla.

"El hecho de que tengamos un gobierno conservador que
está discutiendo el establecimiento de un salario
mínimo, es un hecho que dice algo", señaló
Enzo Weber, del Instituto alemán para la
Investigación de Empleo (IAB). "Cualquiera que sea el
gobierno que venga a continuación, las medidas que aplique
para hacer más flexible el mercado laboral no irán
al mismo ritmo. Hemos llegado a un punto crítico y no creo
que vaya a ir más allá". Ekkehard Ernst de la OIT
considera que Alemania sólo puede esperar que otros
países europeos no emulen sus políticas salariales
deflacionarias, ya que la demanda caerá: "Si todo el mundo
hace lo mismo, no habrá nadie a la izquierda de la
exportación".

¿Y cómo va la vida en el "flexible" EEUU?
(un amargo camino al Tercer Mundo)

EEUU: ¡Bienvenido al tercer mundo!

"Los Estados Unidos se parecen cada vez más
similar a un país del tercer mundo. Los datos
económicos indican una dura realidad que el debate
político general evita. La evidencia sugiere que, sin
reformas fundamentales, los EEUU se convertirán en una
nación post-industrial y un nuevo país del tercer
mundo en 2032". Les suena extraño, veamos lo que
argumentan los analistas de Seeking Alpha para afirmar esto: Las
características fundamentales que definen a un país
del Tercer Mundo son el alto desempleo, la falta de oportunidades
económicas, los bajos salarios, la pobreza generalizada,
la extrema concentración de la riqueza, la deuda
pública insostenible, el control del gobierno por los
bancos internacionales y corporaciones multinacionales,
débil estado de derecho y las políticas
contraproducentes del gobierno.

Todas estas características son evidentes en los
EEUU de hoy en día.

Otros factores incluyen la mala salud pública,
nutrición y educación, así como la falta de
infraestructura. La salud pública y la nutrición en
los EEUU, aunque se sitúan por debajo de los
estándares europeos, están muy por encima de los de
los países del tercer mundo. La educación
pública norteamericana ahora se ubica detrás de
países más pobres, como Estonia, pero sigue siendo
superior a la de los países del tercer mundo. Mientras que
infraestructuras en ruinas se pueden ver en ciudades de todo el
país, la vasta infraestructura de los Estados Unidos no se
puede comparar a un país del tercer mundo. Sin embargo,
todos estos factores se deterioran rápidamente en una
economía en declive.

El desempleo y la falta de oportunidades
económicas

El desempleo es un problema de fondo, estructural a los
EEUU, es un desafío fundamental. El mercado laboral de
EEUU está en una tendencia descendente de largo plazo
debido a la globalización, es decir, la
deslocalización de la fabricación, la
externalización de puestos de trabajo y la
desindustrialización.

El deterioro estructural del mercado laboral de EEUU
seguirá produciéndose, ya que los trabajadores
estadounidenses se han fusionado en una fuerza laboral global en
la que todavía no pueden competir directamente con
países como China e India. En China, por ejemplo, el
salario bruto, en términos de paridad de poder
adquisitivo, es equivalente a aproximadamente $ 514 por mes, 57%
por debajo del umbral de la pobreza en EEUU. De acuerdo con el
Instituto de Política Económica, el déficit
comercial de EEUU con China por sí solo ha causado una
pérdida de 2,8 millones de empleos en EEUU desde
2001.

La caída de los salarios reales y de los ingresos
familiares

Los trabajadores son más pobres en
términos de poder adquisitivo cuando el costo de la vida
aumenta más rápidamente que los salarios. De hecho,
si los ingresos del hogar se ajustan por inflación, las
familias estadounidenses más pobres han crecido
significativamente en los últimos diez años. En
2010, por ejemplo, el ingreso real medio por hogar cayó un
2,3%. Aunque el salario medio ha aumentado de manera constante en
términos nominales, la disminución del poder
adquisitivo es una realidad para la mayoría de los
estadounidenses.

De acuerdo con el famoso economista Milton Friedman, "la
inflación es siempre y en todas partes un fenómeno
monetario". En otras palabras, los precios suben cuando la oferta
de dinero se incrementa más rápido que la
población o la actividad económica sostenible. El
crecimiento económico aparente que se crea a través
de la expansión del crédito, es decir, mediante el
aumento de la oferta de dinero, tiene un efecto estimulante
temporal, pero también hace que los precios suban. La
oferta de dinero real es una medida exacta de la
inflación

Mientras los salarios de EEUU y los ingresos familiares
sigan cayendo en términos reales, la pobreza y la
dependencia de los programas gubernamentales de asistencia
seguirán aumentando.

Concentración de la riqueza

Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal,
advirtió que, "en última instancia, estamos
interesados en los estándares de vida y en las tendencias
de la distribución de la salud, los cuales, más
importantes que las ganancias o los ingresos, representan una
medida de la capacidad de los hogares para el
consumo".

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

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