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Desigualdades en la distribución de la renta en los países desarrollados (Parte I) (página 3)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

"Existe el riesgo de que nunca se recuperen los
66.000 millones de libras (77.000 millones de euros) invertidos
en RBS y Lloyds", alertan, por lo que consideran "vital" que las
decisiones al respecto se adopten buscando valor para los
contribuyentes.

Coda: es de agradecer que estos "insensibles
sociales", al menos, digan la verdad…

El eclipse de la
razón: la crónica de una derrota cantada (escrito
en enero de 2013)

En varios escritos anteriores he citado el libro "La
nueva pobreza en la Argentina" de Alberto Minujin y Gabriel
Kessler (Temas de Hoy – 1995), para referirme al fracaso
socio-económico de Argentina, y de otros países
latinoamericanos, pero nunca, nunca, ni en la peor de mis
pesadillas, me hubiera imaginado que me volvería a servir,
esta vez, para ilustrar y buscar semejanzas con la "nueva
pobreza" en los Estados Unidos, la Unión Europea y otras
economías desarrolladas (ahora, en "vías de
subdesarrollo").

Me permito citar (nuevamente) algunos párrafos
que describen el drama de la pauperización de la clase
media (los "nuevos pobres"), perfectamente asimilables al proceso
de "argentinización" de la economía norteamericana
y europea (al menos):

"Los nuevos pobres se parecen a los no pobres en algunos
aspectos socioculturales, como el acceso a la enseñanza
media y superior, el número de hijos por familia
-más reducido que entre los pobres estructurales-, etc.; y
a los pobres de vieja data, en los aspectos asociados a la
crisis: el desempleo, la precariedad laboral, la falta de
cobertura de salud, entre otros…

No es fácil captar en toda su extensión
las consecuencias que la pauperización de una parte de la
clase media argentina tiene tanto en aquellos que la sufren en
carne propia como en la sociedad argentina en su conjunto. Es que
este hecho marca un punto de no retorno, el fin de un tipo
determinado de sociedad. Hasta entonces, la Argentina
había sido una sociedad relativamente integrada -al menos
en comparación con la mayoría de los países
latinoamericanos- en la que una importante clase media
había surgido como resultado de un proceso de movilidad
social ascendente cuya continuidad no se ponía en
cuestión. Hoy, luego de casi dos décadas de
empobrecimiento masivo de la clase media, no hay duda de que,
como decían muchos nuevos pobres que entrevistamos, "este
país ya no es el mismo país"…

El empobrecimiento de una parte importante de las clases
medias no fue un acontecimiento natural ni una catástrofe
inexorable, ni tampoco un hecho que pueda ser analizado en forma
aislada. Fue el resultado de una serie de factores de orden
externo e interno; un proceso para cuya comprensión
sería necesario referirse a la poderosa transferencia de
recursos desde el sector público hacia el sector privado
producido en las dos últimas décadas, al
endeudamiento externo, la pérdida de derechos sociales y
la falta de una intervención estatal eficaz dirigida a los
sectores más vulnerables. Simultáneamente, se
conformó la contracara indisociable del empobrecimiento
masivo: la nueva riqueza, que emerge y alcanza su apogeo en gran
medida en individuos y grupos económicos muy vinculados
con el poder político. En suma: el empobrecimiento fue un
hecho económico, un hecho social y un hecho
político…

Ciertamente la Argentina de hoy no es la de ayer. No
sólo por lo que una serie de cifras indiquen sobre el
producto bruto, sobre su lugar en el ranking de las naciones. La
Argentina se había pensado a sí misma como una
nación de modo distinto de lo que hoy puede pensarse. O,
mejor dicho, los argentinos se soñaron como otro tipo de
sociedad: más justa, más solidaria y, sobre todo,
siguiendo un acompasado movimiento conjunto de progreso. En el
imaginario argentino del siglo XX, cerrando la brecha social
entre una cúpula y su base, aparecía la imagen de
una multitudinaria clase media que los diferenciaba de otros
países latinoamericanos donde entre los pudientes y los
miserables se abría un abismo de temor y violencia
recíprocos.

Investigaciones sucesivas demuestran que más del
70 por ciento de la población se consideraba miembro de la
clase media, que podía albergar a todo aquel que gozara de
un trabajo formal, del acceso real o potencial a ciertos bienes y
servicios. La clase media argentina era notablemente
homogénea: podrían encontrar cobijo dentro de ella
tanto un obrero del conurbano como un aventajado profesional de
Palermo (barrio de nivel medio-alto de Buenos Aires), un empleado
público del interior o un pequeño propietario del
campo. Tal es su capacidad de bienvenida a tan diferentes formas
de vida, que se puede pensar a la clase media como lo más
cercano a esa identidad nacional moderna de siempre tan costosa
definición.

¿Qué pasó en las últimas
décadas con gran parte de la clase media? La primera
respuesta que surge es: ha desaparecido. Y sin embargo, esto no
es cierto. La clase media no desapareció: una parte
pequeña se ha mantenido en su lugar sin perder nada; otra
porción, escasa, ha mejorado su posición y la gran
mayoría se ha empobrecido. Es que la sociedad en su
conjunto ha perdido casi un 40 por ciento de sus ingresos entre
1980 y 1990. Los empleados públicos, un 41 por ciento; los
cuentapropistas, un 45 por ciento; los trabajadores de la
construcción, un 49 por ciento, y así el
resto…

La sociedad argentina ha perdido mucho, muchísimo
más de lo que en un primer pantallazo puede parecer. Si
chequeáramos cosa por cosa, bien por bien, gusto por gusto
lo que se ha modificado, contraído, suprimido y
posteriormente olvidado, la lista parecería hablar de otra
vida. Desde ir al club hasta los postres, desde el diario hasta
el coche, desde el servicio de salud hasta la ropa nueva, desde
las vacaciones hasta invitar a cenar a los amigos; distintos
sectores de la clase media, dependiendo de su ubicación
original y la magnitud de su caída, han perdido en casi
todo los terrenos. Pero al empobrecerse como sociedad han perdido
también bienes y servicios que colectivamente les
pertenecían en tanto ciudadanos: hospitales deteriorados,
escuelas sobrecargadas, rutas pagas que reemplazan a las
gratuitas, espacios privatizados que antes eran públicos,
un medio ambiente descuidado, servicios encarecidos, nuevos
impuestos sin un aumento en el polo de los ingresos, son algunos
capítulos del empobrecimiento colectivo de una
ciudadanía. También en tanto trabajador, el
ciudadano ha perdido: las nuevas leyes de flexibilización
laboral implican el cercenamiento de derechos sociales
adquiridos. Empobrecimiento individual o familiar,
empobrecimiento como ciudadano y como trabajador son las facetas
de una caída colectiva comenzada hace más de dos
décadas y que hoy continúa…

Con la caída económica cae un valor
central de nuestro imaginario: la creencia en el progreso
¿Qué lugar queda entonces para la esperanza?
¿Qué futuros nos esperan?…

La nueva pobreza es también una miseria difusa,
dispersa en las grandes ciudades. Mientras que los viejos pobres
viven en barrios y enclaves reconocibles por todos, los nuevos
pobres no. Casi cualquier barrio, prácticamente cualquier
edificio de clase media puede albergarlos. Es una pobreza
privada, de puertas adentro. Esta dispersión y la
desorientación que produce transforman la nueva pobreza en
una pobreza invisible…

El gran ausente en el escenario de la nueva pobreza es
el Estado… Una característica central de lo que
Eduardo Bustelo (1991) llamó el "Estado del Malestar" es
que abandonó a sus ciudadanos justamente cuando más
necesitaban de él. Si en la última década
tantos cientos de millones de habitantes de la Argentina no
pudieron evitar su ingreso en el territorio de la pobreza, se
debió no sólo al tipo de políticas de
estabilización y ajuste llevadas a cabo, sino
también a la inexistencia de políticas
"preventivas" a las que se pueda recurrir antes de verse arrojado
a la pobreza y la exclusión…

Empobrecidos por la paulatina pérdida de valor de
sus ingresos, por el desempleo, por haber perdido uno de los dos
o tres trabajos que mantenían en pie a la familia:
pauperizados por estar condenados a peores trabajos que
aquéllos para los que están calificados, por el
casamiento, por el nacimiento de hijos o la enfermedad terminal
de uno de los padres, por ser madres solteras o por un forzado
cambio de rumbo, de las malas hacia una peor, lo cierto es que
estamos ante un fenómeno nuevo, la "nueva pobreza", que
modificó la estructura de la sociedad
argentina…

Los empobrecidos y los nuevos pobres constituyen -como
sus hogares- un "estrato híbrido". Un grupo social
caracterizado por la combinación de prácticas,
costumbres, creencias, carencias y consumos hasta hoy asociados a
diferentes sectores sociales…

La hibridez resulta de tres procesos de presencia
simultánea en la nueva pobreza:

a) carencias y necesidades insatisfechas del
presente;

b) bienes, gustos y costumbres que quedan del pasado,
y

c) posibilidad de suplir algunas carencias gracias al
capital social y cultural acumulado…

El empobrecimiento conlleva dos movimientos
simultáneos y de sentido inverso. En una dirección
se debe contraer, recortar, resignar y modificar todo tipo de
hábitos relacionados de un modo u otro con lo
económico. Y en la otra dirección, se hace
necesario aprender, inventar, permutar, incorporar, recorrer
inusitados circuitos en busca de nuevas opciones de consumo, de
obtención de ingresos o cualquier oportunidad de mejorar
la situación. Al empobrecerse, no sólo se pierde
todo lo que se pierde sino que, para evitar una mayor
desestructurización, deben adoptarse nuevos criterios
rectores de la organización económica familiar, lo
cual no es otra cosa que un cambio cultural profundo. Se debe, ni
más ni menos, aprender a ser pobre, proceso para el cual
no existen en nuestra cultura comportamientos-guía a
seguir. No hay en las sociedades modernas conocimientos
disponibles que permitan a un individuo o familia que está
cayendo saber desde un comienzo qué conviene hacer, por
dónde empezar a ajustar, cómo racionalizar recursos
que serán más tarde imprescindibles. El camino
hacia la pobreza es un constante ensayo y error en el que cada
error sale caro y lleva a perder un capital que ya será
difícil recuperar.

En muchos casos la historia de la caída es una
historia de pérdidas sucesivas: primero, para mantener el
estilo de vida acostumbrado y, más tarde, para intentar
hacer pie en medio de la debacle. Se hacen inversiones que
fracasan, o se sacrifica un bien para salvar otro que a su vez
también terminará perdiéndose…
Insuficiente información, nulo entrenamiento y
ningún punto de apoyo para, al menos, no seguir
cayendo…

La sociedad actual es diferente de aquella que en el
pasado imaginaron tantos inmigrantes y, más tarde, muchos
de los que hoy se empobrecieron. ¿Qué perdura y
qué se ha desvanecido de las creencias que postulaban a
esa nación nueva y casi deshabitada como el escenario de
una promesa de sociedad integrada, próspera y con equidad
creciente? Imaginario de progreso colectivo cuyo consenso social
residía en gran medida en la integración de dos
ideas: la del país rico, la tierra naturalmente dotada
-resabios de tiempos pasados donde la posesión de materias
primas podía definir el grado de riqueza de un
país- y la fe en la persistencia de una dinámica
social distributiva que había originado ciertos grados de
bienestar y equidad a partir de una movilidad social ascendente
efectivamente producida, legislaciones sociales avanzadas, una
participación importante de los trabajadores en el total
de los ingresos, etcétera…

La pauperización de la clase media es
quizás la desmentida más cruda de la promesa
originaria de progreso colectivo…

No preguntamos si acaso las imágenes de la
pauperización no conllevan una carga de
culpabilización hacia las víctimas por su suerte,
como si las causas de la pobreza estuvieran en gran medida en su
propio accionar. No una culpabilización abierta, pero
sí una cierta estigmatización, una
discriminación encubierta al tratarlos, por ejemplo, como
contingentes de población que han quedado a la vera de un
camino inexorable, como resabios del pasado; en especial cuando
se hace referencia al sector público, a las áreas
menos dinámicas de la economía o a los jubilados.
Una suerte de "costo" a ser pagado por la modernización o
la estabilidad que beneficia al "país"; como si
pudiéramos hablar en términos de "costos y precios"
al referirnos a hombres y mujeres y como si la situación
de un país pudiera ser realmente pensada en
términos absolutos, sin tomar en cuenta las desigualdades
internas, los "costos" que determinados sectores "pagan" y otros
tipo de clivajes.

Esto nos lleva a preguntarnos acerca de nuestra
tolerancia hacia la desigualdad ¿No nos estará
empezando a parecer perfectamente normal que ante la pobreza, la
vulnerabilidad social o la exclusión, cada cual deba
arreglárselas por sus propios medios, sin contar con una
red de resguardo provisto por el Estado y la sociedad?
¿Habremos comenzado a habituarnos a ser una sociedad
más equitativa, sin que esto suscite cuestionamientos ni
un profundo debate acerca de cuáles deberían ser
los criterios de justicia rectores en la distribución de
bienes y servicios en las distintas esferas de la vida
social?

Una sociedad puede crecer en lo económico, y a la
par no sólo no disminuir las desigualdades, sino
más aún, puede producirse simultáneamente un
aumento de la pobreza y de la inequidad en la distribución
de los ingresos"…

Recorriendo el relato sobre la nueva pobreza en la
Argentina (según lo publicado por Alberto Minujin y
Gabriel Kessler), espero y deseo que muchos lectores se hayan
visto reflejados en su situación particular, aunque
pertenezcan -aún y por poco tiempo– a la "sociedad de los
conformes" (Europa, Estados Unidos o
Japón).

Cuando mi padre me decía en la remota y lejana
Argentina de los "sueños" (allí por 1955): si
tú estudias y terminas la escuela primaria, no
tendrás que trabajar de peón en la agricultura; si
estudias y terminas la escuela secundaria, no tendrás que
trabajar de peón en la construcción; y si estudias
y terminas la universidad, tendrás la vida asegurada. Ese
hijo de inmigrantes italianos, sabía bien lo que era ser
peón. Lo llevaba en los genes. En esa época y en
esa circunstancia, estuvo acertado. En esa época y en esa
circunstancia, salvo en casos excepcionales, los hijos estaban
"llamados" a tener un éxito económico mayor que el
de sus padres. El ascensor social funcionaba.

En la actualidad, en la "sumergente" Argentina, en la
"satisfecha" Europa, en el "incuestionable" Estados Unidos o en
el "opaco" Japón, salvo casos excepcionales, los hijos
están "llamados" a tener unos ingresos inferiores a los de
sus padres, para similar profesión. El ascensor social
está: "out of order".

Este último párrafo corresponde al Paper
La clase media y su proceso de movilidad social
descendente
Parte I: De "clase media" a "nuevos
pobres
", publicado el 15/8/2007. Creo que ahora, vivido y
padecido los últimos cinco años de crisis moral,
financiera, económica y social (en ese orden), en alguno
de los países anteriormente llamados "avanzados",
debería "rectificar" (actualizar) y escribir:

En la actualidad, en la "sumergente" Argentina (que
sigue en lo mismo), en la "perpleja" Europa (que no sale del
pasmo y complejo de inferioridad), en el "deficitario" Estados
Unidos (dependiente del crédito de su principal proveedor
-y rival imperial- para mantener su adicción al consumo y
la deuda) o en el "sonámbulo" Japón (que parece
haber optado por las megainyecciones de liquidez al estilo
americano, para seguir empujando la soga), salvo casos
excepcionales, los hijos están "llamados" a tener unos
ingresos inferiores a los de sus padres, para similar
profesión. El ascensor social está: "out of order".
And so on…

En las siguientes páginas se ofrece una
selección de Gráficos, comentarios e Informes de
Organismos internacionales, sobre Distribución de los
Ingresos en los países desarrollados – Un largo viaje a
ninguna parte (Parte I
). En publicaciones separadas y
sucesivas, se presentarán Las víctimas
silenciosas de la pobreza en las economías avanzadas

Los daños colaterales (Parte II) y
¿Destinados a ser pobres? (Parte III), donde se
trata de poner rostro y voz, a las "víctimas del
naufragio" del casino.

Parte I – Un largo viaje a ninguna parte:
Gráficos, comentarios e Informes

Informe mundial sobre Salarios – OIT –
2010/2011

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Nota: Al excluir a China del análisis,
resultan tasas mucho más bajas del crecimiento mundial en
salarios, a razón de 2,2 por ciento en 2007, 0,8 por
ciento en 2008 y 0,7 por ciento en 2009.

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Nota: Al restringir la muestra a los países
del G20, los cuales representan alrededor del 70 por ciento de
los asalariados del mundo, se observan resultados muy similares.
Excluyendo a China de la agrupación, se observa un
crecimiento real de los salarios del 1,8 por ciento en 2007, 0,5
por ciento en 2008 y 0,5 por ciento en 2009 en los demás
países.

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Nota: Existen considerables variaciones regionales en
las tasas de crecimiento de los salarios. En los países
avanzados, estimamos que después de crecer alrededor de
0,8 por ciento al año antes de la crisis, los salarios
reales se redujeron en -0,5 por ciento al inicio de la crisis en
2008, antes de crecer a una tasa del 0,6 por ciento en 2009. En
total, el nivel de los salarios reales cayó en 12 de los
28 países avanzados en 2008 y en siete de los
países avanzados en 2009.

Existen ejemplos de países importantes dentro
del grupo del G20 que experimentaron un crecimiento salarial
negativo en 2008 y/o 2009. En los Estados Unidos, por ejemplo, el
promedio aritmético anual de los ingresos semanales reales
resultó 1,1 por ciento menor en 2008 que en 2007, antes de
recuperarse, y aumentar 1,5 por ciento en 2009 respecto del
2008.

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Nota: Observamos que, en 2008, el índice de
precios al consumidor, que abarca a todos los consumidores
urbanos (IPC-U), aumentó con relativa rapidez durante la
primera parte del año, lo cual desgasta el poder
adquisitivo de los salarios en ese periodo. La caída en
los precios al consumidor durante la última parte de 2008
dio posteriormente impulso a los ingresos reales (a pesar de que
los ingresos nominales aumentaron sólo modestamente), lo
cual explica por qué el nivel promedio de los salarios
reales fue mayor en 2009 que en 2008.

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Nota: En general, las semanas laborales más
cortas parecen haber desempeñado un papel importante en
amortiguar el crecimiento de los salarios en países
desarrollados. El gráfico muestra que el promedio de horas
trabajadas o pagadas por semana disminuyó entre 2007 y
2009 en casi todos los países donde estos datos estaban
disponibles. Ello ocurrió ya sea como resultado de
acuerdos a nivel de empresa, como en los Estados Unidos, donde la
disminución en los ingresos semanales entre febrero de
2009 y febrero de 2010 fue resultado tanto de la caída en
los salarios por hora como de menos horas de trabajo, o fue una
medida dentro de esquemas más amplios conocidos como
"repartición del trabajo", los cuales promueven una
reducción del tiempo de trabajo para evitar despidos,
redistribuyendo un volumen reducido de trabajo. En Alemania, por
ejemplo, los salarios mensuales reales de todos los trabajadores
se redujeron durante tres años consecutivos, incluido el
2009, cuando los salarios mensuales nominales cayeron por primera
vez en la historia del país después de la guerra.
Sin embargo, esta caída se debió principalmente a
una reducción en las horas de trabajo para preservar el
empleo. La restricción de la muestra a trabajadores de
tiempo completo indica un crecimiento de los salarios mensuales
reales en Alemania de 0 por ciento en 2008 y 0,8 por ciento en
2009.

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Nota: El cuadro muestra que los salarios mundiales
promedio aumentaron casi una cuarta parte durante ese
período. En los países avanzados, los salarios
reales aumentaron sólo 5 por ciento en términos
reales durante toda la década, lo que refleja un
período de moderación salarial.

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Nota: El cuadro muestra que, en el caso de los
países incluidos en este análisis, se
observó una tendencia predominantemente negativa a largo
plazo en la participación de los salarios. En general, en
el período 1980-2007, 17 de los 24 países
registraron un descenso en la participación de los
salarios. En general, la tendencia a una menor
participación de los salarios en los países de la
OCDE a partir de mediados del decenio de 1980 se atribuye a la
introducción de nuevas tecnologías, los efectos de
la globalización, la creciente influencia de las
instituciones financieras y/o el debilitamiento de las
instituciones del mercado laboral.

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Nota: En el gráfico vemos que, en la
mayoría de los casos, tanto el "efecto desplazamiento"
como el "efecto participación" tuvieron un impacto
negativo en la participación de los salarios desde la
década de 1980. En la mayoría de los países,
sin embargo, el efecto "participación" superó al
efecto "desplazamiento".

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Nota: Tal como se presenta en el gráfico, el
cambio a largo plazo en la participación de los salarios
en el sector de manufactura fue negativo para todos los
países excepto Francia, Islandia y el Reino Unido. Esto
demuestra que, en la mayoría de los países, el
valor agregado sectorial de la industria manufacturera
aumentó más rápidamente que la
remuneración total de los empleados durante el
período 1990-2007.

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Nota: Similar a la tendencia en manufactura, el
cambio a largo plazo en la participación de los salarios
es también mayormente negativo en el sector de la
construcción, a pesar de que la situación en ese
sector es más variada que en manufactura. En general, 17
de los 30 países analizados muestran un cambio negativo a
largo plazo en la construcción, en comparación con
26 en el sector de manufactura.

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Nota: El gráfico destaca la
participación de los salarios en las industrias FIRE.
Vemos que las dos terceras partes de los países muestran
un cambio positivo a largo plazo, lo que refleja un crecimiento
más rápido en la remuneración de los
empleados en comparación al valor agregado en este sector.
La participación de los salarios en el sector FIRE
continuó aumentando durante la crisis en la mayoría
de los países. En la interpretación de estas
tendencias, es necesario tener en cuenta que las bonificaciones
se cuentan como parte de la participación de los salarios,
no como utilidades.

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Nota: El análisis del gráfico muestra
que la distancia entre el 10 por ciento de los trabajadores de
menores salarios y el 10 por ciento de los empleados con mayores
salarios aumentó en 17 de los 30 países
seleccionados, de los cuales se dispone al menos de un dato para
comparar los períodos 1995-2000 y 2007-2009 (Grupo A).
Aunque la mayor parte de este aumento en desigualdad se debe a
que los que más ganan "se alejan" de la mayoría,
otra parte se debió al llamado "colapso del fondo", donde
aumentó la distancia entre los trabajadores de ingresos
medianos y los de ingresos bajos en 12 de los 28 países
(Grupo B).

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Nota: Aunque no todos los trabajadores con bajos
salarios son pobres, una caída en el poder adquisitivo de
los del extremo inferior de la distribución sin duda
aumenta el riesgo de pobreza. También puede socavar la
percepción pública en relación a si las
políticas son justas o si conducen a un futuro mejor. Cabe
señalar que las preocupaciones sobre el trabajo de bajos
salarios no se limitan a lo escaso de la remuneración,
sino también a la inestabilidad del salario. En el caso de
los países desarrollados, tales como los de la
Unión Europea (UE), el riesgo de quedar desempleado o
inactivo es a veces dos o tres veces mayor entre los trabajadores
de bajos salarios que entre trabajadores de remuneraciones
más altas.

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Nota: Si observamos los cambios dentro de los
países a lo largo del tiempo, veremos que la tendencia
general a largo plazo es evidente: la mayoría de los
países presenciaron un aumento del empleo de bajos
salarios en los últimos 15 años. En general, el
gráfico muestra que, a partir de la segunda mitad de la
década de 1990, aumentaron los bajos salarios en cerca de
dos tercios de los países con datos disponibles (25 de los
37 países).

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Nota: Si bien existe una tendencia mundial hacia un
aumento del empleo de bajos salarios, su incidencia muestra una
considerable variación entre países. Las
últimas estimaciones nacionales de tal incidencia se
proporcionan en el gráfico. Mientras que algunos
países proveen estimaciones referidas a todos los
asalariados, otros limitan la muestra a los empleados a tiempo
completo. Se sabe que las estimaciones que excluyen el empleo a
tiempo parcial tienden a subestimar la escala de empleo de bajos
salarios, ya que los trabajadores a tiempo parcial a menudo
reciben menor remuneración por hora en comparación
con sus homólogos de tiempo completo.

– Informe mundial sobre Salarios – OIT –
2012/2013

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Nota: Tras un período de crecimiento
económico robusto a principios del siglo XXI, la
economía mundial se contrajo en 2009 como resultado de la
crisis financiera y económica mundial. El impacto de la
crisis se ha sentido en forma muy diversa alrededor del mundo. En
el grupo de países más avanzados, 2009 se
llamó el año de la "Gran Recesión", el
revés económico más severo desde la "Gran
Depresión" de los años 30.

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Nota: El desempleo mundial aumentó en 27
millones desde el inicio de la crisis, llevando el número
total a cerca de 200 millones o 6 por ciento de la fuerza de
trabajo mundial. Tal vez la preocupación más seria
se refiere al desempleo juvenil, el cual ha llegado a
proporciones alarmantes. La OIT estima que en 2011 el desempleo
afectó 75 millones de jóvenes de entre 15 y 24
años a nivel mundial, representando más de 12 por
ciento de todos los jóvenes. Muchos más no aparecen
en las estadísticas de desempleo porque se desilusionaron
al punto que dejaron de buscar trabajo.

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Nota: El cuadro adopta una visión de
más largo plazo y muestra el aumento acumulado de los
salarios promedio reales desde el año 2000. Vemos que
entre 2000 y 2011 los salarios promedio mensuales reales a nivel
mundial aumentaron cerca de un cuarto, pero las diferencias entre
regiones son claras.

En las economías desarrolladas los salarios
promedio sufrieron una doble recaída: cayeron en 2008 y
nuevamente en 2011.

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Nota: Remuneración neta por hora
trabajada es el salario por el tiempo real
trabajado.

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Nota: El gráfico 9, que resalta las tendencias
en los salarios promedio nominales y la inflación de
precios en las economías avanzadas, muestra que en 2008
una inflación inusualmente alta excedió el alza en
los salarios nominales, llevando a una caída de los
salarios reales. En 2009, el año de la recesión
económica mundial, tanto los salarios nominales como los
precios al consumidor prácticamente se congelaron. Desde
entonces, la recuperación del crecimiento en los salarios
nominales se paralizó en 2011, pero el aumento en los
precios al consumidor retornó a tasas pre-crisis, lo cual
explica la caída en los salarios reales durante ese
año.

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Nota: En el gráfico, vemos que sin China,
donde el crecimiento del PIB y de los salarios fue
excepcionalmente alto durante los últimos años, el
panorama se ve considerablemente diferente, reflejando la menos
positiva historia de los salarios en países como la
República de Corea o India durante los últimos
cuatro años.

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Nota: Las estimaciones regionales muestran que en
América Latina y el Caribe los salarios promedio reales
crecieron durante todos los años entre 2006 y 2011, a
pesar de la crisis en 2009. En general, estas tendencias
salariales en América Latina y el Caribe están
fuertemente influenciadas por países grandes como Brasil,
donde el crecimiento salarial se mantuvo positivo durante el
período.

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Nota: Entre las economías desarrolladas, el
salario mínimo varía substancialmente cuando se lo
calcula como proporción de la mediana de los ingresos de
los asalariados a tiempo completo, desde cerca de 60 por ciento
en Nueva Zelanda y Francia a menos de 40 por ciento en
Japón, España y Estados Unidos.

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Nota: Centrándonos solamente en las
economías desarrolladas, pareciera que los hacedores de
política utilizaron activamente el salario mínimo
como una herramienta de protección social para los
trabajadores más vulnerables al comienzo de la crisis
durante 2009. Sin embargo, en los últimos años el
salario mínimo fue, en la mayoría de los casos,
solamente ajustado con el objetivo de compensar por
inflación; esto se puede ver en el gráfico, donde
en los años posteriores a 2009 el salario mínimo
real aumentó considerablemente menos en las
economías desarrolladas (o incluso
declinó).

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Nota: Los gráficos 31 y 32 ilustran las
tendencias en la así llamada participación del
trabajo en la renta "ajustada" para el período 1970 a 2007
o 2010 para ciertos países desarrollados individuales y
agrupados y para los tres grupos de economías en
desarrollo y emergentes. En el gráfico 31 se observa que
el promedio simple de la participación del trabajo en 16
países desarrollados para los cuales existen datos
disponibles para este largo período declinaron desde
alrededor de 75 por ciento del ingreso nacional a mediados de la
década de 1970 hasta alrededor de 65 por ciento en los
años inmediatamente anteriores a la crisis
económica y financiera.

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Nota: El gráfico muestra cómo el
promedio de la participación del trabajo también
declinó en un grupo de 16 economías en desarrollo y
emergentes, desde alrededor de 62 por ciento del PIB a inicios de
los años 1990 hasta 58 por ciento inmediatamente antes de
la crisis. Los datos disponibles para China, Kenia,
República de Corea, México y Turquía
(gráfico 32) sugieren que la declinación en este
grupo de países podría haber comenzado ya en la
década de 1980.

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Nota: Incluso en China, un país donde los
salarios a groso modo se triplicaron en la última
década (ver la Parte I), el PIB aumentó a una tasa
más acelerada que la masa salarial total y, por lo tanto,
se redujo la participación del trabajo en la
renta.

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Nota: Las zonas sombreadas son zonas que han
registrado retrocesos de la actividad
económica.

Una publicación de la Oficina de
Estadísticas Laborales de Estados Unidos, por ejemplo,
indica que la brecha entre productividad laboral por hora y el
aumento en la retribución por hora ha resultado en una
menor participación del trabajo en Estados Unidos (Fleck,
Glaser y Sprague, 2011). Desde 1980 la productividad laboral por
hora en el sector empresarial no agrícola aumentó
90 por ciento, mientras que la compensación real por hora
aumentó 26,7 por ciento, una cifra mucho
menor.

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Nota: Otro ejemplo es Alemania, donde la
productividad laboral (definida como el valor agregado por
ocupado) aumentó en casi un cuarto (22,6 por ciento)
durante las dos últimas décadas, mientras que los
salarios mensuales reales permanecieron estables durante el mismo
período. De hecho, entre 2003 y 2011 cayeron por debajo
del nivel visto a mediados de los años
1990.

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Nota: La caída de los salarios mensuales se
atribuye en parte a una marcada reducción en el tiempo de
trabajo por mes, desde 122,7 horas en 1991 hasta 110,7 horas en
2011, a medida que el número de trabajadores a tiempo
parcial y formas atípicas de empleo, tales como los
así llamados "miniempleos", aumentaron
sustantivamente.

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Nota: Dado que algunas de las economías
grandes, inclusive Estados Unidos, Alemania y Japón, han
visto rezagado el crecimiento de los salarios en relación
al aumento en la productividad, nuestro informe considera que en
las economías desarrolladas en su conjunto la
productividad laboral promedio ha sobrepasado el crecimiento de
los salarios promedio reales. Sobre la base de los datos de 36
países, estimamos que desde 1999 la productividad laboral
promedio aumentó en más de dos veces los salarios
promedio en las economías desarrolladas.

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Nota: El gráfico ofrece una ilustración
de los "sospechosos habituales": cambios tecnológicos,
globalización, mercados financieros, instituciones del
mercado de trabajo y la declinación en el poder de
negociación de los trabajadores. En nuestra
ilustración, los círculos para los cambios
tecnológicos, globalización y mercados financieros
se superponen, reflejando las dificultades para distinguir entre
estos fenómenos tanto a nivel conceptual como
empírico. La estructura del diagrama indica,
además, que el poder de negociación de los
trabajadores deriva directamente de las instituciones del mercado
laboral (particularmente la existencia y fuerza de los
sindicatos) pero es también influenciada por la
globalización y los mercados financieros, los cuales
permiten mayores opciones para la inversión en activos
financieros además de en activos reales, tanto a nivel
nacional como en el extranjero. De hecho, mientras gran parte de
la evidencia se ha centrado en el papel de la
globalización y especialmente la tecnología, muchos
estudios han pasado por alto los efectos potenciales de los
mercados financieros y la reducción de las instituciones
sociales y del trabajo.

La globalización de los mercados financieros y
la "financiarización", definida como el papel creciente de
los motivos financieros, los actores financieros y las
instituciones financieras en la operación de las
economías nacionales e internacionales se han incluido
solo más recientemente en esta ecuación. Un informe
del IIEL identificó la integración internacional de
los mercados financieros como un importante motor de la
declinación en la participación de los salarios, al
menos en las economías avanzadas.

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Nota: El gráfico 38(a) muestra que, en el caso
de las economías avanzadas, todos los factores
contribuyeron a la caída en la participación del
trabajo en la renta a lo largo del tiempo, jugando la
financiarización mundial el papel más
preponderante. Estas estimaciones significan que, en
términos de contribución relativa, la
financiarización mundial contribuye 46 por ciento de la
caída en la participación del trabajo en la renta,
en comparación a contribuciones de 19 por ciento de la
globalización, 10 por ciento de la tecnología y 25
por ciento de los cambios en dos variables institucionales
amplios: el consumo público y la densidad sindical. Estos
resultados abren la posibilidad de que el impacto de las finanzas
se podría haber subestimado en muchos de los estudios
anteriores y sugieren que pasar por alto el papel de los mercados
financieros podría tener implicancias serias para nuestra
comprensión de las causas de las tendencias en la
participación del trabajo en la renta.

En el caso de las economías en desarrollo, el
gráfico 38(b) ilustra el impacto positivo de la
tecnología sobre la participación del trabajo, lo
cual se podría posiblemente explicar mediante un efecto de
"ponerse al día" del crecimiento económico, la
contracción de los mercados laborales y el agotamiento del
exceso de oferta laboral. Este efecto de la tecnología
compensa parcialmente los efectos adversos de la
financiarización, la globalización y la
reducción del estado de bienestar. No obstante, tal como
fue el caso con la descomposición para las
economías avanzadas, la financiarización se destaca
como el factor más adverso en términos de explicar
la declinación en la participación del trabajo en
la renta entre las economías del mundo en desarrollo que
se incluyen en la muestra.

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Nota: La demanda agregada es la suma del consumo de
los hogares, inversión del sector privado, exportaciones
netas y el consumo público. El mecanismo económico
ilustrado en el gráfico indica que un desplazamiento entre
los dos componentes de la distribución funcional del
ingreso (participación del trabajo y del capital) afecta
los principales elementos de la demanda agregada y, en
última instancia, estos cambios afectan el crecimiento del
ingreso nacional en un proceso dinámico.

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Nota: El cuadro ilustra el hallazgo que una
declinación de 1 por ciento en la participación del
trabajo se ha asociado sistemáticamente a una menor
participación del consumo privado en relación al
PIB en todos los 15 países, además de la eurozona
como conjunto. Inversamente, una participación del trabajo
1 por ciento más baja se asoció a una mayor
participación de las exportaciones netas en todos los
países, especialmente China (según se destaca
mediante las dos flechas ascendentes) que ha seguido muy
explícitamente una estrategia de crecimiento liderada por
la exportación. El vínculo entre la
participación del trabajo y la inversión es menos
claro. Una participación del trabajo 1 por ciento
más baja se asoció a tasas más altas de
inversión en el PIB en nueve países, así
como en el grupo de la eurozona, pero no tuvo efecto perceptible
sobre la inversión en cinco economías emergentes y
en Estados Unidos.

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Nota: En años recientes, muchos países
han implementado estrategias de crecimiento impulsadas por la
exportación en base a bajos costos laborales unitarios. En
Alemania, miembro de la eurozona que no puede devaluar su moneda
unilateralmente, los excedentes de exportación se
potenciaron mediante la baja inflación y la
declinación en los costos laborales reales unitarios en
relación a otros países de la
eurozona.

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Nota: En algunos de los principales "motores de la
demanda" en el mundo, el auge en el consumo desde el cambio de
siglo se basó en un crecimiento vertiginoso del
endeudamiento de los hogares más que en el alza de los
salarios. En Estados Unidos en particular, el fuerte crecimiento
en el consumo de cara al estancamiento de la mediana salarial fue
posible solamente mediante el consumo financiado por el
endeudamiento y el basado en la riqueza. El gráfico
plantea que los déficits en cuenta corriente se asocian al
mayor endeudamiento de los hogares en una selección de
economías avanzadas que comparten el acceso fácil a
los mercados de crédito, lo cual es indicativo de
cómo la financiarización ha contribuido a los
desequilibrios externos al canalizar recursos hacia el
endeudamiento de los hogares para la demanda del
consumo.

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Nota: El gráfico A1 presenta los resultados de
simular el impacto de una caída de 1 por ciento en la
participación del trabajo en la renta sobre cada uno de
los componentes de la demanda agregada. En comparación a
la inversión y las exportaciones netas, la respuesta del
consumo privado de productos nacionales es negativa y sustancial
en todas las unidades económicas: en este caso no es
posible distinguir entre economías desarrolladas y en
desarrollo ya que todas parecen sufrir pérdidas de
magnitud similar.

Mientras cae el consumo, la inversión es
afectada positivamente por una declinación en la
participación del trabajo en la renta en todas salvo seis
unidades económicas y, en estas, el efecto es distinto a
cero pero no significativo.

En el caso de las exportaciones netas, el
gráfico A1(c) muestra que una caída de 1 por ciento
en la participación del trabajo en la renta induce un
aumento en exportaciones netas en todos los países. Es
importante observar que en el caso de las exportaciones netas la
magnitud se estima con un compuesto de elasticidades que dependen
de los precios relativos de las exportaciones e importaciones, el
grado de apertura de la economía y la elasticidad de los
precios a nivel nacional.

Las estimaciones presentadas en el gráfico A1
son informativas: para la mayoría de las economías
consideradas, el impacto de disminuir la participación del
trabajo en la renta (digamos, reduciendo los salarios por debajo
de la productividad promedio para ganar en competitividad)
probablemente tendría un efecto tan negativo sobre el
consumo doméstico (bienes y servicios comercializados a
nivel nacional) que requeriría de una respuesta masiva en
forma de inversión nacional y exportaciones netas para
compensar el efecto adverso sobre la demanda
agregada.

Pero esta "historia" viene de lejos: hace tiempo que
comenzó la "vía al subdesarrollo" de los
países avanzados.

Desigualdades de la renta en la era de la
financierización de la economía

Informe sobre el
trabajo en el mundo – OIT – 2008

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Nota: En los últimos decenios se ha asistido a
un importante cambio en la distribución de los ingresos
entre capital y trabajo. Un análisis de los datos
recopilados -en relación tanto con las economías
avanzadas como con los países recientemente
industrializados y los países en desarrollo- revela que el
componente salarial (o laboral) de los ingresos totales ha
disminuido en casi tres cuartas partes de los
países.

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Nota: En el gráfico se comparan las tasas de
crecimiento de la remuneración con la producción
por empleado. Si la tasa de crecimiento anual de los salarios
reales es menor que la de la productividad, el componente
salarial de los ingresos disminuye.

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Nota: El período 1990-2000 ofrece la
instantánea más amplia de la desigualdad de
ingresos y su estructura a lo largo del tiempo por regiones y
países. En ese período, más de dos terceras
partes de los 85 países respecto de los que se dispone de
datos registraron un aumento en la desigualdad de ingresos,
medida por la variación del coeficiente de
Gini.

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Nota: Un análisis más amplio de todo el
período (1990-2005) indica que la desigualdad salarial
creció en más de dos terceras partes de los
países respecto de los que se dispone de datos. En la
mitad aproximadamente de esos países, la desigualdad de
ingresos aumentó tanto en 2000 como en
2005.

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Nota: La brecha salarial entre el 10 por ciento
superior y el 10 por ciento inferior de los asalariados ha
tendido también a aumentar. Un examen de los datos
existentes sobre los países de la OCDE y los microdatos
relativos a Brasil, China e India pone de manifiesto que, desde
principios del decenio de 1990, la desigualdad ha aumentado en 18
de los 27 países respecto de los que se dispone de datos
15. La mayor dispersión salarial se registró en
Brasil, China, India y Estados Unidos, y la menor, en
Bélgica y los países
nórdicos.

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Nota: La remuneración media real de los
directores generales estadounidenses, incluida la
remuneración basada en acciones, aumentó de
más de 16 millones de dólares de los Estados Unidos
anuales en 2003 a casi 24,5 millones en 2007. Este aumento, de un
promedio anual de casi el 10 por ciento, superó con creces
el del 2,5 por ciento de otros directivos y del 0,7 por ciento en
el caso de los empleados (gráfico 1.9, cuadro A). La
remuneración basada en acciones acentúa la
diferencia entre la remuneración de los directores
generales y el salario medio. En 2007, los directores generales
de los Estados Unidos percibieron remuneraciones más de
521 veces mayores que los salarios del empleado medio, en
comparación con las remuneraciones 370 veces mayores que
percibían cuatro años antes (gráfico 1.9,
cuadro B).

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Nota: Los datos empíricos indican que las
desigualdades pueden ser persistentes, ya que reducen la
movilidad social. Los hogares de ingresos bajos están
confinados en gran medida en su nivel de ingresos actual, incluso
durante varias generaciones.

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Nota: El proceso de la apertura de las cuentas de
capital ha avanzado de manera desigual en el
mundo.

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Nota: Al igual que la
liberalización financiera, la globalización
financiera ha avanzado de forma desigual en el mundo en el curso
de los últimos decenios.

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Nota: Las diferentes tasas de apertura financiera han
impedido hasta ahora la convergencia de la desigualdad de la
riqueza entre países desarrollados y países
emergentes. En efecto, a pesar de que los flujos de capital
podrían atenuar las restricciones al crédito a las
que se ven enfrentados los hogares de bajos ingresos, su aumento
ha sido tan inconexo desde el punto de vista geográfico,
que aún no ha afectado a la desigualdad de la riqueza en
los países en desarrollo, que – en promedio –
siguen siendo mayores que en los países
desarrollados.

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Nota: Además de la tendencia a la baja del
componente salarial que puede haber sido inducida por
desplazamientos sectoriales, las elasticidades crecientes de la
demanda de mano de obra o los cambios en las reglamentaciones e
instituciones del mercado de trabajo, la globalización
financiera ha tenido un efecto claro en la parte correspondiente
a los ingresos de los trabajadores tanto en las economías
desarrolladas como en las emergentes.

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Nota: Las interrupciones repentinas tras los
períodos de rápida expansión
económica son características de países cuyo
sector financiero experimenta una transformación y
desarrollo fundamentales que contribuyen a atenuar las
restricciones del crédito a empresas y hogares, con el
consiguiente equilibrio entre un crecimiento mayor a largo plazo
y una reducción de la desigualdad. En concreto, la
aceleración del crecimiento del crédito parece
impulsar tanto la tendencia al crecimiento del PIB por habitante
como la desigualdad.

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Nota: La liberalización financiera
también tiene efectos indirectos sobre los resultados
macroeconómicos y la desigualdad de ingresos, al imponer
restricciones adicionales a la capacidad de los gobiernos para
aplicar políticas redistributivas. La mayor movilidad del
capital restringe aún más el margen para gravarlo
sin provocar la reubicación de la producción y sin
que se inviertan los flujos de capital. Dicha mayor movilidad del
capital también reduce la capacidad de negociación
de los trabajadores y hace que los gobiernos se sientan
más tentados a desplazar las cargas tributarias hacia los
sectores relativamente inmóviles de la
sociedad.

Se debería hacer hincapié en que,
algunas medidas dictadas por la liberalización financiera,
formuladas con el objeto de abordar políticas
macroeconómicas permisivas, tienen un alto precio, en lo
que atañe al crecimiento económico y la desigualdad
y, lo que es aún más importante, a menudo no
solucionan los problemas estructurales subyacentes, como las
enormes desigualdades en materia de ingresos.

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Nota: El gráfico muestra la correlación
de dos variables entre un indicador sumario de la influencia de
los trabajadores y un indicador sumario de la amplitud del estado
del bienestar antes y después de 1990. La relación
es positiva en ambos períodos. Los países donde el
grado de influencia de los trabajadores es menor, sobre todo los
Estados Unidos, tienden a caracterizarse por una
limitación del estado del bienestar, mientras que en los
países donde esa influencia es grande (países
escandinavos y centroeuropeos) sucede lo
contrario.

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Nota: El gráfico muestra la relación
entre el indicador compuesto de la amplitud del estado del
bienestar y el indicador compuesto de la desigualdad en los dos
períodos. Esta relación es negativa, como
cabía esperar: cuanto mayor es la amplitud del estado del
bienestar, menor es la desigualdad. Una vez más, los dos
polos opuestos son los Estados Unidos, país con un estado
del bienestar residual y altos niveles de desigualdad, y Suecia,
donde una amplia protección social va acompañada de
una distribución de los ingresos mucho más
igualitaria.

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Nota: Los gráficos anteriores muestran la
correlación parcial entre el indicador de la desigualdad y
el indicador de la influencia de los trabajadores, ajustados en
función de la amplitud del estado del bienestar, durante
los dos períodos. En los diagramas correspondientes se
comparan los residuales de una regresión de la desigualdad
en la amplitud del estado del bienestar y de una regresión
de la influencia de los trabajadores en esa amplitud. La
pendiente lineal es mucho menos pronunciada en el período
1990-2002 que en el período 1978-1989.

Estos diagramas indican que desde principios del
decenio de 1990, las instituciones vinculadas a la influencia de
los trabajadores -alto índice de sindicación,
amplia cobertura de la negociación colectiva y estructura
coordinada de negociación (en particular,
negociación coordinada)- perdieron en gran parte su
capacidad de reducir directamente la desigualdad mediante la
compresión de los ingresos de mercado y mantuvieron tan
sólo un efecto indirecto en la desigualdad, gracias al
factor de la amplitud del estado del bienestar.

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Nota: Puede que a los responsables de la
formulación de políticas les preocupe la
posibilidad de que, al limitar la desigualdad de ingresos,
empeoren los resultados en materia de empleo. Pero si bien el
crecimiento del empleo parece ir contra cualquier cambio en la
desigualdad de ingresos desde principios del decenio de 1990, en
realidad no hay una relación patente entre ambos factores.
En otras palabras, no es verdad que un mayor (o menor)
crecimiento del empleo vaya necesariamente asociado a una mayor
(o menor) desigualdad de los ingresos.

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Nota: La incidencia del empleo a tiempo parcial ha
aumentado considerablemente desde principios del decenio de 1999
en la mayoría de las economías avanzadas,
especialmente entre las mujeres (gráfico 4.2, cuadro A).
La incidencia del empleo temporal también ha tendido a
aumentar en los dos últimos decenios (gráfico 4.2,
cuadro B), en particular entre las mujeres.

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Nota: En los países europeos, el empleo de
duración determinada está mucho peor remunerado que
el empleo permanente siendo la única excepción
Irlanda, en donde los dos están remunerados por
igual.

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Nota: En el último decenio, las diferencias
salariales entre el empleo en el sector formal y el empleo en el
sector informal han aumentado en todos los países que
figuran en el gráfico, excepto en Chile, México y
Venezuela.

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Nota: Hay una asociación negativa
relativamente sólida entre gasto en transferencias
sociales y desigualdad. La correlación entre gastos en
prestaciones sociales del gobierno central y desigualdad de los
ingresos es de –0,75 en los 64 países sobre los que
se dispone de datos.

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Nota: Hay grandes divergencias regionales en el gasto
en transferencias sociales. Los países de alto ingreso de
la OCDE son los que realizan mayores gastos, por término
medio, aunque se ha observado un ligero descenso durante el
período comprendido entre 1990 y 2004, en que pasó
del 13,5 al 12,7 por ciento del PIB.

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Nota: Los países que gastaron más en
educación en los primeros años del decenio de 1990
tuvieron en general menos desigualdad de ingresos en el decenio
de 2000.

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Nota: El tipo medio del impuesto de sociedades
bajó, en el conjunto del mundo, del 38 por ciento en 1993
a menos del 26,6 por ciento en 2007 (KPMG 2008) (gráfico
5.5). Es interesante observar que el tipo descendió en 78
de los 97 países respecto de los que se dispone de
datos.

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Nota: Las tasas aplicadas a los ingresos más
elevados de las personas físicas han disminuido
también. Desde el comienzo de los años noventa han
bajado 3 puntos porcentuales, en promedio. Se han registrado
descensos en 66 de los 110 países sobre los que se dispone
de datos. Hubo ligeros aumentos en 28 países y las tasas
se mantuvieron estables en los otros 16.

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Nota: Las tasas del IVA aumentaron en general en el
decenio de 1990, salvo en Irlanda, pero se estabilizaron en el
decenio de 2000. En Alemania, han aumentado constantemente, y han
pasado del 13 por ciento en 1980 al 19 por ciento en 2007; lo
mismo ha ocurrido en Noruega, donde subieron del 20 al 25 por
ciento. En la región de América Latina, el tipo
aumentó de forma constante, desde el 10 por ciento en 1980
hasta el 15 por ciento en 2007. En otros países en
desarrollo se mantuvo estable durante el período
comprendido entre 1990 y 2007.

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Nota: Entre los primeros años del decenio de
1980 y los últimos del de 1990, y con excepción de
Suiza, donde se mantuvo estable, la desigualdad de los ingresos
antes de deducir los impuestos aumentó en los
países a que se refiere el estudio. El promedio del
coeficiente de Gini antes de impuestos en los 14 países
subió de 0,41 en el decenio de 1980 a 0,45 a finales del
decenio de 1990, lo que representa un aumento de 3,4 puntos
porcentuales (gráfico 5.8).

Según un estudio (Mahler y Jesuit 2006) las
transferencias sociales tienen en general mayor
repercusión en la redistribución que los impuestos.
Por término medio, las transferencias representan el 75
por ciento de la distribución fiscal en los países
de la OCDE, y los impuestos sólo el 25 por ciento
(gráfico 5.9). Además, la parte de la
distribución fiscal correspondiente a los impuestos
bajó del 27 por ciento en el decenio de 1980 al 24 por
ciento a finales del decenio de 1990, mientras que la
contribución de las transferencias aumentó en la
misma proporción.

Los países con bajo nivel de desigualdad
(países nórdicos, Alemania, Bélgica y
Países Bajos) recurren fundamentalmente a las
transferencias sociales como instrumento de
redistribución. Por el contrario, los países con
mayor desigualdad (Australia, Canadá y Estados Unidos)
recurren más a los impuestos.

Los fuertes efectos redistributivos de las
transferencias sociales se ponen también de relieve al
examinar las relaciones entre transferencias y pobreza
(gráfico 5.10). Los países que tienen niveles
más elevados de pobreza -personas con menos ingresos
disponibles- suelen redistribuir menos. Por ejemplo, los Estados
Unidos, que tienen el mayor nivel de pobreza del mundo
desarrollado, son el país que menos redistribuye, mientras
que Dinamarca, Finlandia y Suecia, que tienen niveles bajos de
pobreza, son los que más redistribuyen.

Más de la mitad del impacto redistributivo de
las transferencias sociales se debe a las pensiones (hasta el 80
por ciento o más en Suiza y el 70 por ciento en Alemania)
(gráfico 5.11). La contribución de las
transferencias por desempleo a la redistribución es de
aproximadamente el 7 por ciento. Otras prestaciones, como la
asistencia social y las prestaciones de enfermedad, representan
en torno a un tercio de la redistribución.

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Nota: La conclusión principal del
análisis es que es posible evitar una excesiva desigualdad
de ingresos sin perjuicio de lograr altos niveles de
ocupación, tanto en el caso de los países con
niveles altos de PIB por habitante como en el de los
países con niveles medios/bajos. Por ejemplo, entre los
países con un alto PIB por habitante, Austria, Australia,
los países nórdicos y Suiza han logrado alcanzar
ese objetivo.

Informe Mundial
sobre Salarios 2010/2011 – OIT (Partes
destacadas)

Prefacio

La crisis económica mundial ha tenido
devastadoras consecuencias sobre los mercados laborales. El
desempleo se ha incrementado a 210 millones de personas, el nivel
más alto jamás registrado, y muchos millones
más se han simplemente retirado de la fuerza laboral ya
que se encuentran demasiado desalentadas para continuar buscando
trabajo. Los salarios netos también se han visto
afectados.

El presente segundo Informe mundial sobre
salarios
pone de manifiesto el efecto de la crisis sobre los
salarios en todo el mundo. En particular, muestra que el
crecimiento mundial en salarios promedio reales se redujo a la
mitad en 2008 y 2009 en comparación a años
anteriores. Esto destaca cómo, mientras la crisis
resultó dramática para quienes perdieron sus
empleos, los salarios netos más bajos de lo esperado han
seriamente perjudicado el poder adquisitivo y el bienestar de
quienes lograron conservar sus empleos.

En el futuro se requiere con urgencia una estrategia de
crecimiento basada en el empleo y el ingreso para nuevamente
encaminar la economía mundial, reparar los desequilibrios
pasados y asentar el crecimiento económico sobre cimientos
más sólidos.

Este ha sido también el mensaje de otros informes
de la OIT, tales como el informe presentado al G20 en septiembre
de 2009, el informe anual del Instituto Internacional de Estudios
Laborales, Informe sobre el trabajo en el mundo, o el
mensaje ante la Conferencia Conjunta OIT-FMI en Oslo, en
septiembre de 2010.

Entre los desafíos más apremiantes a ser
abordados figura el aumento de la desigualdad salarial, una
creciente desconexión entre salarios y productividad, y
los aproximadamente 330 millones de empleados que se encuentran
actualmente recibiendo bajos salarios en su
país.

Este estudio ofrece algunas ilustraciones
prácticas acerca de cómo la negociación
colectiva, los salarios mínimos y las políticas
sobre ingresos pueden ayudar a abordar el desafío de
equidad que hoy enfrentan los encargados de elaborar
políticas. Esperamos que estas ilustraciones puedan servir
a los responsables de políticas e interlocutores sociales
para avanzar en sus objetivos para el trabajo decente y
contribuyan a llevar a la práctica la internacionalmente
acordada Declaración de la OIT sobre justicia social para
una globalización equitativa y el Pacto Mundial para el
Empleo, y a los que han recibido apoyo decidido por parte de
gobiernos y organizaciones de empleadores y de trabajadores en
todas las regiones del mundo.

Introducción

El Informe mundial sobre salarios 2008/09
analizó los salarios del período económico,
en general favorable, que va de 1995 a 2007, mientras que el
presente informe analiza los salarios en un contexto muy
diferente. Los años 2008 y 2009 se caracterizaron por el
revés económico más profundo desde la
década de 1930. A raíz de una burbuja inmobiliaria
y una crisis financiera, los Estados Unidos entraron en
recesión en diciembre de 2007, después de una
expansión económica de 73 meses iniciada en
noviembre de 2001. A partir de ese momento, la recesión se
extendió rápidamente desde su epicentro al resto
del mundo, con una reducción del PIB mundial en 2009 por
primera vez desde la Segunda Guerra Mundial. Los esfuerzos sin
precedentes realizados en política mundial contribuyeron a
una recuperación mayor de la esperada en 2010, pero la
perspectiva continúa siendo incierta.

La crisis tuvo un efecto adverso serio sobre los
mercados laborales. Dramáticamente, la tasa mundial de
desempleo aumentó de un 5,7 por ciento de la fuerza
laboral en 2007 a un 6,4 por ciento en 2009. Esto representa un
aumento de casi 29 millones de personas, de una cifra estimada de
177,8 millones de desempleados en 2007 hasta 206,7 millones en
2009. Si bien el desempleo aumentó principalmente en las
economías avanzadas, el impacto de la crisis en
países en vías de desarrollo, de ingresos bajos y
medianos (por lo general con sistemas de protección social
más frágiles) se puede ver en un deterioro de la
calidad del empleo y en una transición hacia formas de
empleo más vulnerables. La evidencia proveniente de los
países avanzados indica también que la crisis
afectó el nivel de los salarios, el número de horas
trabajadas y otras dimensiones de lo que OIT denomina "trabajo
decente". Sin embargo, hasta la fecha hay poca evidencia
sistemática sobre los efectos de la crisis en estos
indicadores de las condiciones de trabajo y empleo.

¿Cuál ha sido el efecto total de la crisis
sobre los salarios promedio en diferentes partes del mundo?
¿En qué medida se ha desacelerado el crecimiento
salarial dentro del contexto de caída en productividad
laboral? Además, ¿cómo alteró la
crisis la distribución del ingreso nacional entre trabajo
y capital? Estas son algunas de las preguntas clave que intenta
abordar la parte I de nuestro informe. Basándonos en datos
disponibles del mayor número posible de países,
proporcionamos una visión general de las tendencias
globales en salarios durante la crisis. Sin embargo, es
aún demasiado pronto para presentar una imagen definitiva:
muchas de las oficinas nacionales de estadística
están aún procesando y analizando los datos
más recientes, en particular sobre la estructura de los
salarios.

Las tendencias de los salarios durante la crisis se
deben considerar en un contexto de moderación salarial y
de desigualdad salarial generalizada y creciente en los
años anteriores a la crisis. En el contexto actual, una
preocupación particular es que la crisis económica
pueda resultar en un mayor número de trabajadores con
salarios bajos, sea a corto o mediano plazo. El presente informe
facilita datos sobre la proporción de trabajadores con
bajos salarios, definidos como salarios por debajo de dos tercios
de la mediana salarial. Los bajos salarios son una
preocupación debido a que aumentan el riesgo de pobreza,
aunque no todos los trabajadores con salarios bajos son pobres.
Un número desproporcionado de trabajadores de bajos
salarios son mujeres y son además más propensos a
ser parte de grupos desfavorecidos. Y mientras que un empleo de
bajo salario puede representar un primer peldaño hacia un
empleo mejor remunerado, especialmente para los trabajadores
jóvenes, también se puede convertir en una trampa
de la que resulta difícil liberarse debido a la falta de
oportunidades para el desarrollo de competencias y otros
factores. Al surgir una situación en la que una gran
proporción de personas se siente rezagada, con pocas
perspectivas de alcanzar a los que tienen una mejor
remuneración, el riesgo de tensiones políticas y
sociales se ve incrementado.

La parte II del presente informe examina las
políticas salariales en tiempos de crisis. Las tendencias
al deterioro en la evolución de los salarios siempre
fueron tema de inquietud para los encargados de formular
políticas que se preocupan por la justicia social y que
desean avanzar en sus objetivos nacionales para el trabajo
decente. Además, la crisis pareciera haber vuelto a poner
atención en las visiones keynesianas sobre el rol de los
salarios en el sostenimiento del consumo interno y la demanda
agregada por bienes y servicios. Nuestro informe sugiere que
instrumentos tales como las políticas de salario
mínimo y la negociación colectiva pueden contribuir
a reducir el número de trabajadores con salarios bajos, al
mismo tiempo que corrigen algunos desequilibrios mediante el
fortalecimiento de la demanda agregada en países
excesivamente dependientes de las exportaciones o,
alternativamente, del endeudamiento de los hogares para financiar
el consumo. La parte III del informe concluye con un resumen
destacando algunos temas fundamentales para mejorar las
políticas salariales.

Parte I – Principales tendencias en
salarios

(Gráfico 2) Mundialmente, se observa que el
salario mensual real aumentó 2,8 por ciento en 2007, 1,5
por ciento en 2008 y 1,6 por ciento en 2009. Estas cifras
están muy influenciadas por las estadísticas
oficiales de salarios en China. Las cifras oficiales de China
para el crecimiento salarial (incluyendo deflación
según el índice de precios al consumidor (IPC) del
FMI) son 13,1 por ciento en 2007, 11,7 por ciento en 2008 y 12,8
por ciento en 2009. Cabe señalar, sin embargo, que las
estadísticas oficiales para el crecimiento de salarios
publicados en el Anuario de Estadísticas de China
sólo se refieren a "unidades urbanas", lo cual en la
práctica abarca mayoritariamente empresas de propiedad
estatal, unidades de propiedad colectiva y otros tipos de
empresas vinculadas al Estado. Un estudio piloto inicial de todas
las empresas realizado por la Oficina Nacional de
Estadísticas de China, muestra que el salario anual en el
sector privado aumentó sólo 6,6 por ciento en 2009,
lo cual podría explicar la discrepancia entre la
percepción general de la situación y las cifras
oficiales, y sugiere que nuestra estimación mundial
podría ser una sobrestimación. Al excluir a China
del análisis, resultan tasas mucho más bajas del
crecimiento mundial en salarios, a razón de 2,2 por ciento
en 2007, 0,8 por ciento en 2008 y 0,7 por ciento en 2009 (ver
Gráfico 2).

Al restringir la muestra a los países del G20,
los cuales representan alrededor del 70 por ciento de los
asalariados del mundo, se observan resultados muy similares (ver
gráfico 3). Incluyendo a China en el análisis, se
estima que los salarios promedio aumentaron 2,8 por ciento en
2007, 1,5 por ciento en 2008 y 1,7 por ciento en 2009 en los
países del G20. Excluyendo a China de la
agrupación, se observa un crecimiento real de los salarios
del 1,8 por ciento en 2007, 0,5 por ciento en 2008 y 0,5 por
ciento en 2009 en los demás países.

A pesar de estas advertencias, se pueden hacer dos
observaciones sobre las tendencias mundiales en salarios. La
primera observación es que el crecimiento mundial de los
salarios declinó considerablemente durante la crisis. Sin
embargo, aunque el crecimiento mundial de los salarios se
desaceleró durante la crisis, se considera que
continuó siendo positivo durante toda la crisis en 73 por
ciento de los países en 2008 y en 80 por ciento de los
países en 2009. La segunda observación es que el
crecimiento real de los salarios parece haber sufrido tanto en el
2008, el primer año de la crisis, como en 2009, cuando la
crisis estaba en su apogeo. ¿Cuál es la
explicación de esta paradoja? Se considera que el
comportamiento de la inflación durante 2008 y 2009 fue un
factor que contribuyó
significativamente…

1.2 Estimaciones regionales

Existen considerables variaciones regionales en las
tasas de crecimiento de los salarios.

En los países avanzados, estimamos que
después de crecer alrededor de 0,8 por ciento al
año antes de la crisis, los salarios reales se redujeron
en -0,5 por ciento al inicio de la crisis en 2008, antes de
crecer a una tasa del 0,6 por ciento en 2009 (ver el
gráfico 5).

En total, el nivel de los salarios reales cayó en
12 de los 28 países avanzados en 2008 y en siete de los
países avanzados en 2009.

Existen ejemplos de países importantes dentro del
grupo del G20 que experimentaron un crecimiento salarial negativo
en 2008 y/o 2009. En los Estados Unidos, por ejemplo, el promedio
aritmético anual de los ingresos semanales reales
resultó 1,1 por ciento menor en 2008 que en 2007, antes de
recuperarse, y aumentar 1,5 por ciento en 2009 respecto del 2008.
El gráfico 6 ilustra el impacto de los precios sobre los
ingresos reales en los Estados Unidos. Observamos que, en 2008,
el índice de precios al consumidor, que abarca a todos los
consumidores urbanos (IPC-U), aumentó con relativa rapidez
durante la primera parte del año, lo cual desgasta el
poder adquisitivo de los salarios en ese periodo. La caída
en los precios al consumidor durante la última parte de
2008 dio posteriormente impulso a los ingresos reales (a pesar de
que los ingresos nominales aumentaron sólo modestamente),
lo cual explica por qué el nivel promedio de los salarios
reales fue mayor en 2009 que en 2008.

El gráfico 7 presenta información sobre el
crecimiento del salario real en una selección de cuatro
países industrializados. Se observa que Nueva Zelanda
mantiene un crecimiento positivo del salario real durante toda la
crisis. Por el contrario, en el Reino Unido las tasas de los
salarios semanales se mantuvieron firmes en 2008, pero los
salarios nominales aumentaron menos que el IPC en 2009, dando
lugar a una disminución en términos reales. En
Japón, una caída de los salarios reales de cerca de
-2,0 por ciento en 2008 y 2009 hizo reflotar las preocupaciones
sobre los salarios y la deflación de precios. Con fines
comparativos, el gráfico 7 incluye también a
Islandia, que fue tal vez afectada más adversamente por la
crisis en 2009, y donde se puede observar el derrumbe de los
salarios reales. La información disponible sobre estos
países indica que, en general, los salarios sufrieron
más en el sector privado que en el sector
público.

En general, las semanas laborales más cortas
parecen haber desempeñado un papel importante en
amortiguar el crecimiento de los salarios en países
desarrollados. El gráfico 8 muestra que el promedio de
horas trabajadas o pagadas por semana disminuyó entre 2007
y 2009 en casi todos los países donde estos datos estaban
disponibles. Ello ocurrió ya sea como resultado de
acuerdos a nivel de empresa, como en los Estados Unidos, donde la
disminución en los ingresos semanales entre febrero de
2009 y febrero de 2010 fue resultado tanto de la caída en
los salarios por hora como de menos horas de trabajo, o fue una
medida dentro de esquemas más amplios conocidos como
"repartición del trabajo", los cuales promueven una
reducción del tiempo de trabajo para evitar despidos,
redistribuyendo un volumen reducido de trabajo. En Alemania, por
ejemplo, los salarios mensuales reales de todos los trabajadores
se redujeron durante tres años consecutivos, incluido el
2009, cuando los salarios mensuales nominales cayeron por primera
vez en la historia del país después de la guerra.
Sin embargo, esta caída se debió principalmente a
una reducción en las horas de trabajo para preservar el
empleo. La restricción de la muestra a trabajadores de
tiempo completo indica un crecimiento de los salarios mensuales
reales en Alemania de 0 por ciento en 2008 y 0,8 por ciento en
2009…

2 Participación de los salarios

¿Cómo han influido las tendencias de los
salarios promedio, examinadas en la sección anterior,
sobre la participación de los salarios durante la crisis?
Esta sección del informe examina la "participación
del ingreso laboral" o la "participación de los salarios",
y su análisis se limita al mayor conjunto de datos
consistentes disponibles, que abarca 30 países miembros de
la OCDE y Estonia. Lo más frecuente es que la
participación "no ajustada" de los salarios se mida como
la razón entre la remuneración total de los
empleados y el valor agregado bruto (este último como una
medida de la producción total), ambos medidos en
términos nominales, lo que se puede calcular a partir de
las cuentas nacionales. Al destacar el monto de los ingresos
acumulados por remuneración laboral (en contraste al
capital), la participación de la remuneración
laboral en el producto nacional puede arrojar luz sobre diversos
temas de interés, incluido el grado al cual el crecimiento
económico se traduce en mayores ingresos para los
trabajadores. En períodos de recesión
económica, la participación de los salarios
proporciona un indicador de hasta qué punto la
caída en el producto reduce los ingresos laborales en
relación a las utilidades. Si los ingresos laborales caen
a una tasa mayor que las utilidades, es de esperar que la
participación de los salarios se reduzca. Por el
contrario, si hay un descenso más marcado en las
utilidades que en los ingresos laborales, la participación
de los salarios aumentará. Dado cualquier nivel de valor
agregado y utilidades, la participación de los salarios
puede disminuir como resultado de la caída en el empleo
asalariado, disminución de los salarios, o una
combinación de ambos…

El análisis de la evolución de los
salarios regionales mostró variaciones importantes entre
regiones. Con una visión a más largo plazo, en el
cuadro 1 se presentan datos sobre cómo los salarios
evolucionaron a lo largo de toda la década de 2000
(tomando 1999 como año base). El cuadro muestra que los
salarios mundiales promedio aumentaron casi una cuarta parte
durante ese período. Este aumento fue impulsado por las
regiones en desarrollo como Asia, donde los salarios se han
más que duplicado desde 1999, o los países de
Europa del Este y Asia Central, donde los salarios se han
más que triplicado (lo cual en parte refleja la
profundidad de la disminución de los salarios en la
década de 1990). En comparación, los salarios
reales crecieron sólo modestamente en América
Latina y el Caribe, en África y Oriente Medio. En los
países avanzados, los salarios reales aumentaron
sólo 5 por ciento en términos reales durante toda
la década, lo que refleja un período de
moderación salarial.

El cuadro 2 muestra que, en el caso de los países
incluidos en este análisis, se observó una
tendencia predominantemente negativa a largo plazo en la
participación de los salarios. En general, en el
período 1980-2007, 17 de los 24 países registraron
un descenso en la participación de los salarios. El cuadro
también muestra que, desde 1980 y en los años
anteriores a la crisis, la proporción de países con
una participación de salarios estable o decreciente fue
consistentemente superior a la de los países que
experimentaron una tendencia creciente en la participación
de los salarios. Sin embargo, la tendencia a la baja no fue de
ninguna manera universal. Por ejemplo, durante el período
2000-2007, alrededor de un tercio de los países de la
muestra registró un aumento en la participación de
los salarios. Esta disparidad se observa también a nivel
regional, aunque existen patrones más comunes dentro de la
UE-15 que en el área de la OCDE como conjunto.
También se debe señalar que hay países
(tales como Islandia, Irlanda y México) con una
participación de los salarios extremadamente
volátil, en comparación con otro grupo de
economías con una participación de los salarios
relativamente estable (como es el caso de República Checa,
Francia, Japón, Suiza y Estados Unidos).

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6
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