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Desigualdades en la distribución de la renta en los países desarrollados (Parte I) (página 5)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

El informe muestra además que, antes de la crisis
financiera, ya había indicios de que las tendencias de la
desigualdad de ingresos podían ser insostenibles. Frente a
la fuerte moderación de sus salarios, los trabajadores y
sus familias se endeudaron cada vez más para poder costear
sus decisiones de inversión en vivienda y, algunas veces,
también sus decisiones en relación con el consumo.
En algunos países, esta situación ha sostenido la
demanda y el crecimiento económico internos, y ha sido
posible gracias a las innovaciones financieras. Sin embargo, la
crisis ha puesto de relieve los límites de este modelo de
crecimiento.

En consecuencia, es fundamental que los encargados de la
formulación de políticas velen por que la
desigualdad de ingresos no aumente excesivamente. Al mismo
tiempo, cualquier acción en este ámbito
debería tener en cuenta la necesidad de mantener el
empleo. El informe muestra que es posible alcanzar tanto el
objetivo del empleo como el de la equidad.

Las tendencias de la desigualdad reflejan, en primer
lugar, un proceso de globalización financiera que ha
intensificado la inestabilidad
económica…

El capítulo 2 del informe muestra que la
globalización financiera -consecuencia de la
desregulación de los flujos internacionales de capital– es
un factor importante de la desigualdad de ingresos.

Se esperaba que la globalización financiera
ayudara a mejorar la asignación de los ahorros y, por lo
tanto, estimulara el crecimiento económico, relajando al
mismo tiempo las restricciones del crédito y mejorando las
perspectivas de ingresos de los grupos de ingresos
bajos.

Sin embargo, la globalización financiera no ha
contribuido al aumento de la productividad ni al crecimiento del
empleo en el mundo. Además, ha intensificado la
inestabilidad económica. En el decenio de 1990, las crisis
del sistema bancario fueron diez veces más frecuentes que
a finales de los turbulentos años 70. El costo de este
aumento de la inestabilidad, por lo general, es muy elevado para
los grupos de bajos ingresos. Experiencias anteriores sugieren
que la pérdida de empleo ocasionada por las crisis del
sistema financiero fue especialmente grave y tuvo efectos
persistentes en los grupos vulnerables. También se puede
prever que el desempleo aumente con la caída de las
inversiones, lo que puede intensificar aún más las
desigualdades en materia de ingresos. Además, hay pruebas
de que la globalización financiera ha reforzado la
tendencia a la baja del componente salarial en la mayoría
de los países. Por otra parte, la globalización
financiera ha tenido un efecto disciplinario sobre las
políticas macroeconómicas, tanto en los
países desarrollados como en los países
emergentes.

Por lo tanto, desde el punto de vista de las
políticas no se requiere ni la desregulación
financiera ni el aislamiento. Existen diversas opciones de
política para alcanzar esa "vía intermedia". Es
importante que los gobiernos tengan en cuenta el impacto social
de cada una de ellas. Un enfoque prudente de la
globalización financiera reviste especial importancia en
los países donde los mercados financieros no están
suficientemente desarrollados y los mecanismos de
supervisión son débiles, como ocurre en muchos
países en desarrollo. Pero en todos los países es
esencial reforzar la regulación cautelar con el fin de
reducir la asunción irresponsable de riesgos por parte de
algunos actores financieros. En realidad, plantea un problema de
"riesgo moral" el hecho de que esos actores acaparen todos los
beneficios de posiciones financieras arriesgadas mientras que las
pérdidas consiguientes se transfieren en parte a la
sociedad y a los contribuyentes. La acción coordinada
entre países también podría
desempeñar una función importante.

… en segundo lugar aumentos de la
remuneración de los directivos no vinculados a los
resultados reales de la empresa

La evolución de la gestión de las empresas
en el mundo también ha contribuido a la idea de que hay
una excesiva desigualdad de ingresos. Un hecho fundamental ha
sido la utilización del llamado "sistema de
retribución basada en el rendimiento" para ejecutivos y
directores.

El resultado ha sido un excesivo aumento, de la
remuneración del personal de dirección de la
empresa. En los Estados Unidos, entre 2003 y 2007, la
remuneración de los directores creció en
términos reales un 45 por ciento, en comparación
con un aumento del 15 por ciento de la remuneración de los
directivos de nivel medio y un incremento de menos del 3 por
ciento del salario del trabajador estadounidense medio. Por lo
tanto, en 2007, los directivos de nivel medio de las 15 mayores
empresas de los Estados Unidos percibieron una
remuneración más de 500 veces mayor que el empleado
medio de ese país, comparada con una diferencia de
más de 300 veces en 2003. Pautas similares pueden
observarse en otros países como Alemania, Australia, Hong
Kong (China), Países Bajos y Sudáfrica.

Más importante aún es que estudios
empíricos muestran que los efectos de estos sistemas de
pago en los resultados de las empresas son, en el mejor de los
casos, muy modestos. Además existen importantes
diferencias entre los países, ya que en algunos no hay
ninguna relación entre la remuneración por
rendimiento y los beneficios de la empresa. Aunque es evidente
que es necesario investigar aún más este tema, una
posible explicación de las tendencias observadas es que
los directivos están en una posición dominante en
relación con los accionistas de la empresa,
posición que ha sido favorecida por la actual estructura
institucional.

En definitiva, los datos indican que la evolución
de la remuneración de los directivos puede haber
contribuido a intensificar la desigualdad, y ha sido, al mismo
tiempo, económicamente ineficiente. Ello sugiere que hay
espacio para la acción política. A este respecto se
están analizando actualmente diversas opciones, pero es
demasiado pronto para evaluar los pros y los contras de cada una
de ellas.

… en tercer lugar, políticas de
redistribución más débiles y cambios
institucionales.

Las políticas internas en las esferas laboral,
social y fiscal han contribuido también a los cambios
observados. Las instituciones laborales siguen
desempeñando una función redistributiva en la
mayoría de los países examinados, a pesar de la
disminución del índice de sindicación
documentada en el capítulo 3. En especial, un
índice de sindicación elevado, una estructura
más coordinada de la negociación colectiva y una
mayor cobertura de los acuerdos alcanzados en ella suelen estar
vinculados a una menor desigualdad. Sin embargo, es
difícil que estas instituciones contrarresten las
tendencias mundiales derivadas de la globalización. En
general, se ha debilitado la posición negociadora de los
empleados, incluso en los países donde hay escasez de mano
de obra.

Otro factor importante ha sido la incidencia del empleo
atípico que se ha registrado en el curso de los
últimos 15 años aproximadamente en la
mayoría de los países (capítulo 4). De
hecho, el trabajo atípico está mucho peor
retribuido que el convencional. Más importante aún
es que la transformación de las modalidades de empleo
puede haber contribuido al debilitamiento de la posición
negociadora de los trabajadores, especialmente de los menos
cualificados.

Por último, el régimen fiscal es cada vez
menos progresivo en la gran mayoría de los países
y, por lo tanto, menos eficaz para redistribuir los beneficios
del crecimiento económico, como se refleja en la
disminución de los impuestos aplicables a los ingresos
elevados (capítulo 5). Entre 1993 y 2007, el tipo medio
del impuesto de sociedades (en todos los países para los
que se dispone de ese dato) disminuyó en 10 puntos
porcentuales. En el caso del impuesto sobre la renta de las
personas físicas, la reducción correspondiente fue
de 3 puntos porcentuales en el mismo período. El
capítulo 5 muestra además que la disminución
de la progresividad de los impuestos, en general, no ha sido
compensada por políticas sociales.

La reducción de los impuestos a los ingresos o
beneficios más elevados puede justificarse por razones de
eficiencia económica. En algunos casos puede incluso
satisfacer objetivos de igualdad, si su efecto contribuye a
mejorar la situación de todos. Sin embargo, en otros
produce resultados que no son los óptimos, aun teniendo en
cuenta el equilibrio entre eficiencia e igualdad. Del mismo modo,
una protección social más fuerte, si está
bien diseñada, puede ayudar a mejorar el empleo. El
informe ofrece ejemplos de estas políticas en
países con diferentes niveles de desarrollo
económico. La utilización de prestaciones
condicionadas en efectivo es una interesante innovación en
este sentido…

Tendencias del empleo y la desigualdad

Principales conclusiones

  • La actual desaceleración de la
    economía mundial está afectando a los grupos de
    ingresos bajos de manera desproporcionada. Este
    fenómeno se produce tras una larga fase de
    expansión en la que la desigualad de ingresos ya
    aumentaba en la mayoría de los
    países.

  • El reciente período de expansión
    económica fue acompañado de un incremento
    sustancial del empleo en la mayoría de las regiones.
    Entre principios del decenio de 1990 y 2007, el empleo en el
    mundo aumentó en torno al 30 por ciento. Sin embargo,
    se registraron considerables diferencias en los resultados
    del mercado de trabajo entre los países.
    Además, no todas las personas se beneficiaron por
    igual del aumento del empleo. En varias regiones, las mujeres
    seguían representando una parte desproporcionada de
    las personas sin empleo, que en Oriente Medio, África
    del Norte, y Asia y el Pacífico alcanzaba casi el 80
    por ciento.

  • El crecimiento del empleo ha ido unido además
    a una redistribución de los ingresos en detrimento de
    la mano de obra. La proporción de los salarios en los
    ingresos totales disminuyó en los dos últimos
    decenios en 51 de los 73 países respecto de los que se
    dispone de datos. La mayor caída en la
    proporción de los salarios en el PIB se produjo en la
    región de América Latina y el Caribe (-13
    puntos), seguida de Asia y el Pacífico (-10 puntos) y
    las economías avanzadas (-9 puntos).

  • Entre 1990 y 2005, aproximadamente dos terceras
    partes de los países experimentaron un incremento en
    la desigualdad de ingresos (medida por la variación
    del índice de Gini). En otras palabras, los ingresos
    de los hogares más ricos han aumentado en
    relación con los de los más pobres. Asimismo,
    durante el mismo período, la desigualdad de ingresos
    entre los grupos del 10 por ciento de los asalariados mejor
    remunerados y del 10 por ciento de los peor remunerados
    aumentó en el 70 por ciento de los países
    respecto de los que se dispone de datos.

  • Las diferencias en lo que respecta a la desigualdad
    de ingresos también están aumentando -a un
    ritmo cada vez mayor- entre los directivos de las empresas y
    el empleado medio. En 2007 en los Estados Unidos, por
    ejemplo, los directores generales de las 15 mayores empresas
    percibieron ingresos 500 veces superiores a los del
    trabajador medio, en comparación con los ingresos 360
    veces superiores que percibieron en 2003. Incluso en Hong
    Kong (China) y Sudáfrica, donde los directivos
    perciben salarios mucho menores que en los Estados Unidos, la
    remuneración de los directores generales es 160 y 104
    veces, mayor, respectivamente, que los salarios del
    trabajador medio.

  • Es probable que la desigualdad de ingresos
    continúe aumentando en el contexto de la presente
    desaceleración económica y de los
    últimos acontecimientos, como la crisis financiera y
    la escalada de los precios de los alimentos. Como se pone de
    manifiesto en el presente informe, este último factor
    ha afectado ya de manera desproporcionada a los hogares
    más pobres.

  • El aumento de la desigualdad de ingresos puede ser
    positivo en la medida en que es esencial para recompensar el
    esfuerzo, el talento y la innovación en el trabajo,
    motores fundamentales del crecimiento económico y la
    generación de riqueza. Sin embargo, hay casos en los
    que la desigualdad de ingresos alcanza niveles excesivos, ya
    que representa un peligro para la estabilidad social y va
    además en contra de los criterios de eficiencia
    económica. De hecho, cuanto más pronunciada es
    la desigualdad de ingresos, mayores son las tasas de
    delincuencia y menor es la esperanza de vida. Una mayor
    desigualdad también puede acentuar la inestabilidad
    macroeconómica, dado que los hogares de ingresos bajos
    se adaptan más lentamente a las crisis
    económicas. Además, hay casos en los que los
    grupos más ricos pueden conseguir ventajas
    económicamente ineficientes, como impuestos
    distorsionadores o una asignación de fondos
    públicos contraria a los intereses económicos
    de todo el país. Más importante aún es
    el hecho de que cuando se considera que la desigualdad de
    ingresos ha alcanzado niveles excesivos, el apoyo social a
    las políticas que promueven el crecimiento puede verse
    gravemente afectado. Actualmente, está ya muy
    generalizada, en muchos países, la impresión de
    que la globalización no redunda en beneficio de la
    mayoría de la población.

  • Por consiguiente, el reto político que se
    plantea es garantizar incentivos adecuados para trabajar,
    aprender e invertir, evitando al mismo tiempo desigualdades
    en materia de ingresos socialmente perjudiciales y
    económicamente ineficientes. Este tema se
    estudiará más detenidamente en otros
    capítulos del presente informe…

El componente salarial disminuyó
significativamente durante el período de
expansión

En los últimos decenios se ha asistido a un
importante cambio en la distribución de los ingresos entre
capital y trabajo (véase Gollin, 2002; Krueger, 1999). Un
análisis de los datos recopilados -en relación
tanto con las economías avanzadas como con los
países recientemente industrializados y los países
en desarrollo- revela que el componente salarial (o laboral) de
los ingresos totales ha disminuido en casi tres cuartas partes de
los países examinados. Esa disminución se ha
producido en la mayoría de las regiones (gráfico
1.4). La reducción mayor ha tenido lugar en América
Latina (más de 13 puntos porcentuales) y en un
período de tiempo más bien corto -1993 a 2002- pero
también se han registrado importantes descensos en las
economías avanzadas y en Asia, donde el componente
salarial ha disminuido en más de 9 puntos porcentuales
durante los períodos 1980-2005 y 1985-2002,
respectivamente. Son excepciones a esta tendencia a la baja
Europa Central y Oriental, la Federación de Rusia, Oriente
Medio y África del Norte, donde la proporción
correspondiente a mano de obra, aunque ha fluctuado, se ha
mantenido constante durante el período
1995-2003.

Resulta interesante observar que el descenso ha seguido
un patrón similar en la mayoría de los
países: el componente salarial ha disminuido
constantemente durante los tres últimos decenios, excepto
en el período comprendido entre finales del decenio de
1980 y principios del decenio de 1990, y ha vuelto a disminuir a
finales del decenio de 1990. Además, la caída del
componente salarial fue especialmente rápida a principios
del decenio de 1980 y a principios del decenio de
2000.

Gran parte de lo publicado hasta la fecha confirma los
resultados expuestos en el presente informe: la parte de los
ingresos correspondiente al trabajo ha disminuido progresivamente
a lo largo de los últimos decenios. En varios estudios se
ha tratado de examinar los factores que han podido contribuir a
ello, haciendo especial hincapié en los efectos de la
globalización, incluidos los cambios comerciales y
tecnológicos, pero no se ha llegado a un consenso al
respecto. Harrigan y Baladan (1999), por ejemplo, llegaron a la
conclusión de que los cambios tecnológicos que
favorecían a la mano de obra cualificada tenían
mayor incidencia en el componente salarial que la
intensificación del comercio. Sin embargo, en
opinión de Guscina (2006), el descenso se debía a
la apertura y al progreso tecnológico, mientras que
Jaumotte y Tytell (2007) opinaban que la globalización era
sólo uno de los factores y que otros factores, incluida la
reforma del mercado de trabajo, también habían
contribuido a él. Cabe señalar que con esos
estudios no se analizan las repercusiones del desarrollo de los
mercados financieros en el componente salarial.

Una forma de examinar con mayor detalle la
distribución de los ingresos entre trabajo y capital
consiste en comparar las tasas anuales de crecimiento de los
salarios reales y de la productividad. En el gráfico 1.5
se comparan las tasas de crecimiento de la remuneración
con la producción por empleado. Si la tasa de crecimiento
anual de los salarios reales es menor que la de la productividad,
el componente salarial de los ingresos disminuye.

Un análisis de los países respecto de los
que se dispone de datos (Brasil, China, India, los países
de la OCDE, Federación de Rusia y Sudáfrica) indica
que en relación con el período 1990-2006, las
conclusiones coinciden en general con los que figuran supra; el
aumento de la productividad es superior al de los salarios en 24
de los 32 países (gráfico 1.5). Dicho de otro modo,
ha disminuido la parte de los ingresos correspondiente al
trabajo.

De un examen más detenido de los países no
pertenecientes a la OCDE se desprenden algunos resultados
interesantes, aunque de signo contrario:

  • Los resultados de China se situaron entre los
    mejores en lo que respecta al aumento de los salarios y de la
    productividad en ambos períodos. Además,
    aumentó la tasa de mejora en comparación con
    otros países.

  • Sudáfrica también registró un
    aumento del componente salarial y un fuerte aumento de la
    tasa de crecimiento real de los salarios y de la
    productividad, aunque en menor medida que China.

  • El aumento de la productividad superó al de
    los salarios en el Brasil y la India; en el Brasil, se
    registró un aumento negativo de los salarios en el
    período 1995-2004.

Durante el decenio de 1990 y hasta principios del
decenio de 2000, en general los salarios reales aumentaron menos
que la productividad, lo que redujo el componente salarial en la
gran mayoría de los países examinados. Los aumentos
del componente salarial en algunos países de la OCDE a
principios del decenio de 2000 no compensaron la
disminución registrada en el decenio de 1990. En resumen,
las dos formas de evaluar los cambios en el componente salarial
llevaron, en última instancia a resultados similares: el
componente salarial disminuyó en casi las tres cuartas
partes de los países examinados…

Aumento de la desigualdad de ingresos desde principios
del decenio de 1990

El período 1990-2000 ofrece la instantánea
más amplia de la desigualdad de ingresos y su estructura a
lo largo del tiempo por regiones y países. En ese
período, más de dos terceras partes de los 85
países respecto de los que se dispone de datos registraron
un aumento en la desigualdad de ingresos, medida por la
variación del coeficiente de Gini (gráfico
1.6).

Las escasas reducciones observadas se concentraron
principalmente en el África Subsahariana y el Oriente
Medio. Con todo, en esas regiones, sobre todo en la primera, los
niveles de desigualdad siguen siendo elevados.

En la evolución de la desigualdad de ingresos por
regiones, puede destacarse lo siguiente:

  • Economías avanzadas: Únicamente
    Dinamarca, Francia, Alemania y Suiza registraron una
    disminución de la desigualdad de ingresos, mientras
    que los aumentos mayores se produjeron en Bélgica,
    Finlandia y Suecia. En general, los niveles de desigualdad de
    ingresos siguieron siendo bajos en comparación con
    otras regiones, aunque en la República de Corea, Reino
    Unido y Estados Unidos, a los que corresponden los niveles
    más altos del grupo, esos niveles son casi tan
    elevados como los más altos de otras
    regiones.

  • Asia y el Pacífico: Sólo se
    registraron descensos moderados del coeficiente de Gini en
    Camboya y Filipinas, donde, a pesar de ello, el nivel de
    desigualdad de ingresos se sitúa entre los más
    elevados de la región. China y Laos registraron un
    aumento sustancial en el período 1990-2000.

  • Europa Central y Oriental y antiguas
    repúblicas soviéticas: Se observaron
    incrementos apreciables de la desigualdad de ingresos en
    todos los países, excepto en la Federación de
    Rusia, Kazajstán y Eslovenia, donde se registraron
    disminuciones, aunque la Federación de Rusia sigue
    teniendo uno de los niveles de desigualdad más
    elevados de la región.

  • América Latina y el Caribe: Hay países
    donde la desigualdad de ingresos ha aumentado y otros en los
    que ha disminuido; Bolivia y Colombia registraron los
    aumentos más marcados y Guyana, el descenso más
    fuerte. Hoy en día, Guyana tiene el menor nivel de
    desigualdad de ingresos de la región y Panamá,
    el mayor.

  • Oriente Medio y África del Norte: En los
    escasos países respecto de los que se disponía
    de datos, sólo se observaron cambios moderados (en
    ambos sentidos), en la medida en que la desigualdad de
    ingresos sigue estando próxima a los niveles de
    principios del decenio de 1990. Únicamente el Yemen, y
    en alguna medida Jordania, experimentaron reducciones dignas
    de mención de la desigualdad de ingresos; el Yemen
    registró uno de los descensos más
    significativos de todas las regiones.

  • África Subsahariana: En casi dos terceras
    partes de los países respecto de los que se dispone de
    datos se redujo la desigualdad de ingresos, aunque los
    niveles siguen estando entre los más elevados del
    mundo.

En el caso del período 2000-2005 -aun admitiendo
el período más breve y el número de
países menor- se aprecia a primera vista una
situación ligeramente distinta en la medida en que la
desigualdad de ingresos se redujo en más de la mitad de
los 44 países respecto de los que se disponía de
datos, y sustancialmente en algunos, entre ellos El Salvador,
República Islámica de Irán, Lituania,
México, Suecia y Uzbekistán. En cambio, la
desigualdad de ingresos siguió aumentando en unos 20
países y de manera bastante sustancial en Armenia, China,
Letonia, Rumania y Turquía.

Un análisis más amplio de todo el
período (1990-2005) indica que la desigualdad salarial
creció en más de dos terceras partes de los
países respecto de los que se dispone de datos. En la
mitad aproximadamente de esos países, la desigualdad de
ingresos aumentó tanto en 2000 como en 2005
(gráfico 1.7). En una tercera parte de ellos
aproximadamente, las disminuciones registradas en el
último período -aunque se trata de un
período más corto- no bastaron para compensar los
aumentos que se produjeron en el decenio de 1990. Sólo se
registraron mejoras generales en lo que respecta a la desigualdad
de ingresos en algunos países (menos de un tercio del
total), entre los que cabe citar, por ejemplo, el Brasil, Burkina
Faso y México.

Aumento de la diferencia salarial entre las personas que
perciben salarios altos y bajos

La brecha salarial entre el 10 por ciento superior y el
10 por ciento inferior de los asalariados ha tendido
también a aumentar. Un examen de los datos existentes
sobre los países de la OCDE y los microdatos relativos a
Brasil, China e India pone de manifiesto que, desde principios
del decenio de 1990, la desigualdad ha aumentado en 18 de los 27
países respecto de los que se dispone de datos 15. La
mayor dispersión salarial se registró en Brasil,
China, India y Estados Unidos, y la menor, en Bélgica y
los países nórdicos (gráfico
1.8).

Durante los dos últimos decenios, las diferencias
han aumentado considerablemente en Hungría, Polonia,
Portugal y Estados Unidos, donde actualmente la relación
se sitúa en torno a 4, pero también -como cabe
señalar- en países donde las desigualdades son en
general reducidas, como los países nórdicos. Esta
evolución en esos países, donde la reducida
desigualdad se considera un elemento importante de la
cohesión social, constituye un ejemplo de la tendencia
hacia el aumento de las desigualdades.

Mientras que en algunos países se observó
una reducción general de las desigualdades,
únicamente en Bélgica, Francia, España y
Suiza la relación disminuyó de manera más o
menos regular en el curso del tiempo. No obstante, es importante
señalar que las reducciones mayores se produjeron en los
países respecto de los que se disponía de series
cronológicas de datos limitadas, como Bélgica,
España y Suiza, o en cuyas series había
interrupciones, como el Canadá y Finlandia. De hecho, la
relación ha aumentado considerablemente en Canadá,
Finlandia, Irlanda y República de Corea desde mediados a
finales del decenio de 1990.

De forma más general, el final del decenio de
1990 se caracterizó por un marcado aumento de las
diferencias salariales entre los asalariados mejor remunerados y
los peor remunerados. La sección relativa a la
remuneración de los directivos (véase infra) parece
indicar que los ingresos de los deciles de asalariados mejor
remunerados aumentaron mucho más rápidamente que
los de los deciles con salarios medios o bajos.

Una comparación de la evolución registrada
durante los decenios de 1990 y 2000 (utilizando el coeficiente de
Gini) así como de las diferencias salariales (utilizando
la relación P9/P1) puede proporcionar información
valiosa sobre la coherencia de las medidas de la desigualdad de
ingresos en los países. En particular, la relación
P9/P1 puede contribuir a explicar la evolución del
coeficiente de Gini, ya que la primera proporciona
información sobre la diferencia entre los dos deciles
extremos y el segundo, un resumen de la desigualdad
general.

Esa comparación pone de manifiesto que la
evolución registrada del coeficiente de Gini y la
evolución de la relación P9/P1 coinciden en la
mayoría de los países: las variaciones observadas
en la relación P9/P1 (diferencia entre los asalariados
mejor y peor remunerados) corresponden a las registradas en el
coeficiente de Gini (desigualdad general de ingresos). Esto no
significa, naturalmente, que la relación P9/P1 explique la
dinámica de las variaciones del coeficiente de Gini,
aunque hay un cierto grado de coherencia entre los cambios (en el
mismo sentido) de ambas medidas. Por ejemplo, en Francia y Suiza,
se registró un descenso tanto en el coeficiente de Gini
como en la relación P9/P1 en el decenio de 1990; en
Finlandia y Suecia, importantes incrementos registrados en el
decenio de 1990 en el coeficiente de Gini y en la relación
P9/P1 fueron también coherentes entre
sí.

El ligero aumento de la desigualdad registrado en la
República de Corea, el Reino Unido y los Estados Unidos en
el decenio de 1990 coincidió con el ligero incremento de
la relación P9/P1 en ese período. Lo mismo puede
afirmarse en el caso de economías recientemente
industrializadas; los importantes aumentos observados en la
desigualdad general de ingresos en China, a principios del
decenio de 2000, y en la India, en el decenio de 1990, son
coherentes con el aumento de la diferencia entre la
distribución de los salarios máximos y
mínimos; y en el Brasil, el ligero descenso observado en
el coeficiente de Gini fue acompañado de una
reducción de la relación P9/P1 en los decenios de
1990 y de 2000.

El aumento de la desigualdad de ingresos entre los
directivos y el empleado medio

El aumento de la remuneración de los directivos,
que en ocasiones se ha considerado que es un factor de la
desigualdad de ingresos, ha suscitado considerable
atención en los últimos años y,
especialmente en el contexto de la reciente crisis
financiera.

Se trata de una cuestión que debe abordarse de
manera imparcial y evitando opiniones condicionadas. De hecho, el
trabajo de los directivos -el personal superior de las empresas-
se ha hecho cada vez más difícil debido a que la
situación del mercado en el que operan las empresas es
ahora más inestable. Hay una creciente presión
sobre las empresas para que aprovechen las oportunidades que
brindan la globalización y las nuevas
tecnologías.

No cabe duda de que los beneficios de aprovechar esas
oportunidades pueden ser importantes. Sin embargo, las
pérdidas que entraña la imposibilidad de adaptarse
también pueden ser considerables, mientras que las nuevas
tecnologías y las nuevas formas de organización del
trabajo que introducen las empresas hacen que la tarea de los
directivos sea más compleja. Estas tendencias explican las
razones por las que las empresas centran cada vez más su
atención en el rendimiento para determinar la
remuneración de sus directivos.

No obstante, resulta difícil realizar estudios
entre los países a este respecto por diversas razones,
entre ellas las diferencias en las prácticas en materia de
contabilidad y divulgación de la información.
Además, las diferentes metodologías aplicadas al
calcular y/o divulgar las remuneraciones de los directivos
dificultan cualquier comparación en el tiempo. Teniendo
presente esta salvedad, la presente sección tiene por
objeto examinar la estructura de la remuneración de los
directivos en algunos de los países respecto de los que se
dispone de datos (Australia; Alemania; Hong Kong (China);
Países Bajos; Sudáfrica y Estados
Unidos)…

La remuneración de los directivos, sin tener en
cuenta la remuneración basada en acciones, es al menos 50
y, en algunos casos, 180 veces mayor que el salario
medio

Un examen realizado en 2007 sobre la remuneración
de los directivos de las mayores empresas de seis países
pone de manifiesto que los directores generales perciben, como
promedio, un salario entre 71 y 183 veces mayor que el del
empleado medio.

Los directores generales mejor remunerados son los de
los Estados Unidos, donde su remuneración media supera los
10 millones de dólares de los Estados Unidos al
año, lo que representa una cantidad unas 183 veces mayor
que el salario del trabajador medio estadounidense.

Pese a que los directores generales de Hong Kong (China)
y Sudáfrica, por ejemplo, perciben remuneraciones mucho
menores que sus homólogos estadounidenses, su
remuneración sigue siendo entre 160 y 104 veces mayor que
el salario del trabajador medio en esos países. Incluso
los directivos de nivel medio perciben remuneraciones entre 43 y
112 veces mayores que el empleado medio.

También resulta interesante observar que la
diferencia entre la remuneración de los directores
generales y los directivos de nivel medio varía
considerablemente según los países. En Australia y
Hong Kong (China), por ejemplo, los directores generales perciben
remuneraciones superiores en un 100 por ciento a las de los
directivos de nivel medio, mientras que en Alemania,
Países Bajos y Estados Unidos, perciben remuneraciones
superiores en más de un 60, y en Sudáfrica, en un
50 por ciento.

Sin embargo, estas estimaciones deben aceptarse con
cierta prudencia. Habida cuenta de que las remuneraciones de los
directivos tienden a aumentar con el tamaño de la empresa,
es posible que se haya sobrestimado la magnitud de las
diferencias salariales entre los directivos (de las 15 mayores
empresas) y los empleados. Por otra parte, en los datos
presentados no se incluye la remuneración basada en
acciones para facilitar las comparaciones entre países. Es
probable que, de incluirse la remuneración basada en
acciones y diversas retribuciones -que representan un porcentaje
considerable de la remuneración total-, se haya
subestimado la diferencia real entre la remuneración que
perciben los directivos y la que perciben los empleados. En los
Estados Unidos y los Países Bajos, por ejemplo, el
componente variable (a menudo vinculado a los resultados de la
empresa) representa un porcentaje significativo de la
remuneración global.

La brecha entre la remuneración de los directivos
y la de los empleados ha aumentado con el transcurso del tiempo:
casos de los Estados Unidos

Se ha intentado obtener datos sobre la evolución
de la remuneración de los directivos, incluida la
remuneración basada en acciones, entre 2003 y 2007 en las
15 mayores empresas de los Estados Unidos…

La remuneración media real de los directores
generales estadounidenses, incluida la remuneración basada
en acciones, aumentó de más de 16 millones de
dólares de los Estados Unidos anuales en 2003 a casi 24,5
millones en 2007. Este aumento, de un promedio anual de casi el
10 por ciento, superó con creces el del 2,5 por ciento de
otros directivos y del 0,7 por ciento en el caso de los empleados
(gráfico 1.9, cuadro A).

Por consiguiente, la remuneración basada en
acciones acentúa la diferencia entre la
remuneración de los directores generales y el salario
medio. En 2007, los directores generales de los Estados Unidos
percibieron remuneraciones más de 521 veces mayores que
los salarios del empleado medio, en comparación con las
remuneraciones 370 veces mayores que percibían cuatro
años antes (gráfico 1.9, cuadro B). Si se incluye
la remuneración basada en acciones, en 2007 los directores
generales ganaban casi el doble que los directivos del nivel
medio, mientras que en 2003 sus remuneraciones representaban el
150 por ciento de las de los últimos.

Es evidente que la remuneración variable es un
elemento importante de la remuneración global. De hecho,
un análisis de los principales componentes de la
remuneración pone de manifiesto que, en 2007, la
remuneración variable (basada en acciones y en efectivo)
representó prácticamente el 90 por ciento o
más de la remuneración total de los directores
generales y los directivos de nivel medio en los Estados Unidos.
Además, la remuneración basada en acciones era el
elemento dominante de la remuneración total, al
representar más del 60 por ciento en el caso de los
directores generales y el 50 por ciento en el de los directivos
de nivel medio.

Un análisis cuantitativo de los componentes de la
remuneración proporciona una información adicional
interesante con respecto a la evolución de la
remuneración variable. Entre 2003 y 2007, por ejemplo, el
componente salarial de los directores generales y del personal
directivo ascendió a tasas similares cercanas al 20 por
ciento. En cambio, la remuneración variable en efectivo de
los directores generales aumentó el 45 por ciento
aproximadamente y la remuneración basada en acciones el 70
por ciento, mientras que la remuneración variable en
efectivo de los directivos de nivel medio disminuyó y su
remuneración basada en acciones aumentó el 48 por
ciento. Los pagos aplazados, como los derechos de pensión,
aumentaron más del 200 por ciento entre 2003 y 2007 tanto
en el caso de los directores generales como en el de los
directivos de nivel medio, aunque esos pagos representan
sólo una pequeña parte de la remuneración
global (menos del 4 por ciento en ambos casos).

En consecuencia, no sólo hay una diferencia cada
vez mayor entre la remuneración de los directores y la de
los empleados (incluidos otros directivos) en los Estados Unidos,
sino que la remuneración variable representa una
proporción considerable y creciente de esa
diferencia…

¿Por qué razón la desigualdad de
ingresos es motivo de preocupación como cuestión de
política?

Como se pone de manifiesto en las secciones anteriores,
las crecientes desigualdades pueden ser un indicio de vigoroso
crecimiento económico, en la medida en que algunos
miembros de la sociedad progresen, trabajen con más
ahínco o introduzcan productos y servicios innovadores. Es
cierto que las desigualdades pueden estar vinculadas a ciertos
fenómenos que a largo plazo, pueden tener efectos
positivos inequívocos. Aunque es posible que, por ejemplo,
determinadas reformas estructurales, como las que se implantaron
en las economías en transición a principios del
decenio de 1990, hayan acentuado las desigualdades en materia de
ingresos, esas reformas también fueron necesarias para
garantizar incentivos suficientes para trabajar e
invertir.

Por otra parte, las desigualdades pueden generar
resultados sociales y económicos ineficientes. En
particular, cuando las desigualdades persisten y algunos grupos
quedan sistemáticamente excluidos de los beneficios del
crecimiento es probable que, los costos económicos y
sociales si aumenten en la medida en que los grupos situados en
los estratos inferiores reclamen su parte de los ingresos
nacionales por todos los medios posibles, creando así un
entorno macroeconómico más inestable.
También pueden darse casos en que los grupos más
ricos traten de bloquear las políticas favorables al
crecimiento, si temen que la redistribución de las
oportunidades pueda ser demasiado amplia…

La economía política de la
desigualdad

Desigualdad y corrupción

Hay entre desigualdad y corrupción (véase
el gráfico 1.14) un vínculo similar al que existe
entre desigualdad y delincuencia. La distribución desigual
de los ingresos y la riqueza puede alentar a determinados grupos
de ingresos altos a interferir en el proceso político y la
gobernanza democrática (You y Khagram, 2005). En
particular, la elevada concentración de riqueza e ingresos
proporciona a las personas más ricas suficientes recursos
para ofrecer sobornos incluso a los funcionarios y encargados de
la formulación de políticas de mayor nivel
superior…

Desigualdad y redistribución

Un vínculo específico entre la desigualdad
y la actividad de los grupos de presión estriba en la
influencia que los hogares ricos tienen en la asignación
de fondos públicos. La riqueza reduce el costo de
oportunidad de esa actividad e incrementa la posibilidad de que
personas de ideas afines se agrupen para influir en la
acción del gobierno (Zhang, 2008). Por ejemplo, una esfera
en la que los hogares más ricos ejercen presión
para encauzar el gasto es en su beneficio es la de la
educación (véase el gráfico 1.15). Cuando el
gasto en educación primaria y secundaria es bajo en
comparación con el gasto en educación terciaria,
los niños de hogares de bajos ingresos tienen menos
oportunidades de recibir la enseñanza secundaria que se
requiere para ir a la universidad. Los hogares más ricos
pueden también influir en el gasto en infraestructuras
públicas, por ejemplo en la construcción de
carreteras, con el fin de obtener contratos públicos para
sus empresas, o interferir en el proceso político para
desplazar el gasto público a subvenciones destinadas a
determinadas empresas o bienes concretos que consumen. Las
estimaciones de la incidencia de las subvenciones al combustible
en Indonesia muestran, por ejemplo, que dos terceras partes de
esas subvenciones (que en 2007 representaron en torno al 11 por
ciento del gasto del gobierno central) irán a los dos
quintiles de ingresos más altos (OCDE 2008b).

Un mecanismo adicional mediante el cual la desigualdad
puede generar ineficiencia son los impuestos distorsionadores. En
los países donde la distribución de los ingresos es
más desigual el conflicto de distribución
será más intenso (debido a que las ingresos del
votante medio serán normalmente muy inferiores a los
ingresos medios; véase, por ejemplo, Persson y Tabellini,
1991; Alesina y Rodrik, 1994), lo que modificará el
programa de los partidos políticos que compiten y puede
llevar a una imposición más distorsionadora, con
efectos negativos en el aumento de los ingresos. En la
práctica ese mecanismo lleva a dos hipótesis
probables, ninguna de las cuales ha obtenido, no obstante, un
firme apoyo en los estudios sobre el tema. La primera es que,
cuando más desigualdad lleva a una mayor
redistribución, la primera debería ser menos
persistente, lo que no parece ocurrir, como se ha indicado antes.
Con arreglo a la segunda habría una correlación
negativa entre desigualdad de ingresos y crecimiento del PIB por
habitante, tesis que algunos datos empíricos de los
estudios entre países parecen avalar (véase el
gráfico 1.16).

Desigualdad e inestabilidad

La desigualdad de ingresos está relacionada
también con la inestabilidad macroeconómica. Las
luchas por la distribución de los ingresos pueden dar
lugar a presiones inflacionarias que, en el caso de las
economías emergentes, pueden provocar devaluaciones
desordenadas de los tipos de cambio e interrupciones
súbitas del crecimiento económico. Además,
la desigualdad de ingresos -aun cuando no tenga una
relación causal con la inestabilidad- puede agravar los
costos de ajuste para los hogares de ingresos bajos tras una
crisis macroeconómica. La crisis del peso argentino en
2001-2002, por ejemplo, agudizó la desigualdad, en la
medida en que los hogares más ricos lograron proteger sus
activos de la devaluación. En términos más
generales, hay datos que prueban que el componente de la fuerza
de trabajo (medido) disminuye tras las crisis financieras, ya que
los trabajadores, sobre todo los que están empleados en el
sector formal, pierden sus empleos (Diwan, 2001). No sólo
la variabilidad de los resultados macroeconómicos es mayor
en las economías más desiguales, sino que esas
economías también atraviesan situaciones extremas,
-un rendimiento económico sumamente débil, lo que
es menos habitual, extremadamente alto- con mayor frecuencia que
otros países (las denominadas "colas pesadas";
(véase el gráfico 1.17)…

El papel de la
globalización financiera

Principales conclusiones

  • La globalización financiera se ha acelerado
    desde principios del decenio de 1990, y las inversiones de
    activos financieros por los países más
    adelantados en los mercados internacionales han llegado a
    representar varias veces el volumen del PIB. Sin embargo, a
    pesar de los sustanciales flujos de capital en todo el mundo,
    la globalización financiera no ha mejorado la
    productividad, ni el crecimiento del empleo, mundiales, en
    fuerte contraste con los beneficios que conllevó el
    desarrollo financiero interno.

  • Además, a pesar de la aceleración de
    la globalización financiera, los países menos
    adelantados no están recibiendo la parte del ahorro
    mundial que les corresponde. Por el contrario, los ahorros
    continúan fluyendo de las economías menos
    adelantadas a las más desarrolladas, a diferencia de
    lo que indican las predicciones teóricas (la "paradoja
    de Lucas"). Se presume que esto pueda estar relacionado con
    la falta de desarrollo del mercado financiero interno, que
    tiene efectos negativos sobre las tasas de rentabilidad
    necesarias para atraer a los inversionistas internacionales e
    impedir las salidas de capital del excedente del
    ahorro.

  • En parte debido a la falta de una
    reglamentación o de un marco de supervisión
    adecuados, la frecuencia de las crisis financieras ha
    aumentado tanto en las economías desarrolladas como en
    las emergentes como consecuencia de la globalización
    financiera. A escala mundial, la probabilidad de crisis
    bancarias sistémicas ha aumentado 10 veces en el
    decenio de 1990 con respecto a los últimos años
    del decenio de 1970, período este último que no
    se caracterizó por una tranquila actividad
    económica. Ese mayor grado de inestabilidad se
    transformó, a un alto costo, en desigualdad, habida
    cuenta de que los hogares con bajos ingresos se han visto
    especialmente afectados por los repetidos ciclos de
    expansión y depresión. En el presente
    capítulo también se ofrecen pruebas de que la
    globalización financiera está asociada al
    aumento del desempleo. Sin embargo, desde una óptica
    de más largo plazo, y al menos en lo que atañe
    al crecimiento económico, los beneficios de la
    liberalización financiera son mayores que los costos
    de las crisis.

  • La globalización financiera también ha
    dado lugar a un descenso de la parte de los salarios en el
    PIB, lo que ha reforzado la tendencia a la baja registrada en
    la mayoría de los países, como se documenta en
    el capítulo 1. Este efecto supera a cualquier
    tendencia a la baja del componente salarial que pueda haberse
    producido como consecuencia de los desplazamientos
    sectoriales, con un aumento de las elasticidades de la
    demanda de empleo derivado de la apertura económica o
    los cambios de las reglamentaciones o instituciones del
    mercado de trabajo. Hay datos empíricos que prueban
    que la globalización financiera ha dado lugar a un
    aumento de la desigualdad de ingresos, debido tanto a una
    tendencia al alza de los activos financieros (en
    relación con el PIB) como a la incidencia cada vez
    mayor de las crisis.

  • La liberalización financiera ha tenido un
    efecto de disciplina en las políticas
    macroeconómicas tanto de los países
    desarrollados como de los emergentes, aunque ha provocado
    también una reducción del margen para
    políticas redistributivas, como se analiza
    detalladamente en el capítulo 5. Sin embargo, algunos
    países -en especial en Europa Septentrional- han
    demostrado que es posible establecer complementariedades
    entre políticas de bienestar bien concebidas y
    sólidas, de un lado, y una economía
    competitiva, de otro. De esta manera se reduce la amenaza que
    la globalización financiera representa para las
    políticas de redistribución.

  • La evolución de los mecanismos de
    gestión empresarial ha traído aparejada la
    utilización cada vez más frecuente de sistemas
    de remuneración basados en el rendimiento para
    gerentes y directivos. Sin embargo, estudios empíricos
    muestran que tales sistemas no tienen ningún efecto, o
    tienen un efecto muy moderado en los resultados de la
    empresa. Además, existen amplias diferencias al
    respecto, y en algunos países casi no existe ninguna
    entre los sistemas de pago basados en el rendimiento y los
    beneficios de las empresas. De ello se desprende que los
    directivos ocupan una posición dominante en la
    negociación de sus retribuciones frente a los
    propietarios de las empresas, debido en parte a deficiencias
    institucionales.

Introducción

La liberalización del comercio, y sus
repercusiones sobre el crecimiento económico, el empleo y
la desigualdad, han sido objeto, en los últimos
años, de un minucioso examen, aunque el efecto de la
liberalización de los mercados financieros ha suscitado
una atención mucho menor. Sin embargo, en un momento en el
que las recientes perturbaciones del mercado financiero de los
Estados Unidos se han convertido en la "primera crisis financiera
mundial del siglo XXI" (Felton y Reinhart, 2008), las
repercusiones de tales crisis sobre el mercado de trabajo merecen
un renovado interés. Los efectos indirectos de las
tensiones del mercado financiero estadounidense en otros
mercados, tanto desarrollados como emergentes, en forma de
subidas de los tipos de interés y de pérdida de
liquidez, ha demostrado una vez más que lo que acontece en
los mercados financieros internacionales puede tener importantes
repercusiones sobre el desarrollo económico y social
interno, con consecuencias negativas para el crecimiento del
empleo y las oportunidades de generar ingresos. En este
capítulo se examina la información existente y se
atiende especialmente a los efectos de la liberalización
financiera en el crecimiento, la creación de empleo y la
desigualdad de ingresos.

Teóricamente, la liberalización financiera
y la libre asignación de los flujos mundiales de capital
deberían generar beneficios macroeconómicos
sustanciales tanto para los países exportadores de capital
como para los receptores. Se considera que la productividad y el
empleo mundiales crecerían a un ritmo más
acelerado, contribuyendo así a que los países menos
adelantados superaran la pobreza y a mantener (o a seguir
mejorando) el nivel de vida del mundo desarrollado. Se
prevé que los hogares con bajos ingresos resulten
especialmente beneficiados con la consiguiente disminución
de la desigualdad a escala mundial y nacional. Se ha sugerido que
la globalización financiera puede impulsar el aumento del
ingreso medio por habitante y -eventualmente- reducir las
desigualdades de ingresos y de riqueza de las tres maneras
siguientes:

  • Puede brindar acceso al capital a los países
    de bajos ingresos y ayudarles a mejorar la asignación
    de recursos. La globalización financiera
    también debería facilitar el acceso al mercado
    de capitales de los hogares de ingresos bajos, reduciendo
    así la desigualdad de ingresos en el ámbito
    nacional.

  • Al imponer una disciplina a los gobiernos, la
    globalización financiera puede mejorar la
    formulación de políticas macroeconómicas
    y fomentar la aplicación de reformas que promuevan el
    crecimiento, lo que mejoraría las perspectivas de
    ingresos, en general, pero beneficiaría, en particular
    a los hogares de bajos ingresos ("crecimiento favorable a los
    pobres").

  • Al fortalecer la gestión empresarial (por
    ejemplo, mediante un mercado más competitivo para el
    control empresarial), se argumenta, la globalización
    financiera contribuye a una utilización más
    eficaz y productiva de los flujos de capital y a garantizar
    que el personal directivo desempeñe sus tareas de la
    mejor manera posible. Ello mejora el entorno empresarial
    tanto en los países emergentes como en los
    desarrollados.

No obstante, la experiencia de los dos últimos
decenios pone seriamente en entredicho la materialización
de tales beneficios. Las tasas tendenciales de crecimiento de la
productividad se han acelerado -aunque no necesariamente en los
países que más han abierto sus cuentas de capital.
Los ciclos periódicos de expansión y
depresión han anulado en gran medida los anteriores
aumentos de ingresos -principalmente en los países de
ingresos medios- a pesar de la tendencia global a una menor
volatilidad de la actividad económica.

No parece que los hogares de bajos ingresos se hayan
beneficiado del mejor acceso a los mercados financieros como
protección frente a las perturbaciones. En consecuencia,
la desigualdad global en el mejor de los casos ha permanecido
constante, mientras que las desigualdades en el ámbito
nacional parecen ir en aumento, independientemente del nivel de
desarrollo económico.

En el presente capítulo se examinan los datos
empíricos sobre los efectos macroeconómicos de la
globalización financiera y se analizan los motivos por los
que algunos de los beneficios previstos no se han materializado,
tanto por lo que se refiere al crecimiento económico a
largo plazo como a la vulnerabilidad de los hogares de bajos
ingresos. Los efectos indirectos que la liberalización
financiera puede tener en la desigualdad se analizan a la luz de
sus repercusiones en el proceso nacional de formulación de
políticas. Por último, se examina una
dimensión concreta de la globalización financiera,
a saber, la difusión de las modernas prácticas de
gestión empresarial, y en especial, los vínculos
entre la remuneración del personal directivo y los
resultados de la empresa.

A. Evolución de la globalización
financiera y de la desigualdad de la riqueza

Las disparidades en el proceso de apertura de las
cuentas de capital…

El proceso de la apertura de las cuentas de capital ha
avanzado de manera desigual en el mundo (véase el
gráfico 2.1)… Los países de la OCDE de
ingresos altos abrieron sus cuentas de capital de forma
más gradual pero en última instancia se han
convertido en las economías con mayor apertura financiera
del mundo… A excepción de los países de la
OCDE de ingresos altos -donde se ha registrado una convergencia
de políticas- la mayoría de los países en
que la apertura de la cuenta de capital es menor no han adoptado
ninguna medida de liberalización
financiera…

… ha llevado a una aceleración desigual de
la globalización financiera…

Al igual que la liberalización financiera, la
globalización financiera ha avanzado de forma desigual en
el mundo en el curso de los últimos decenios. La suma de
los activos y los pasivos financieros brutos superaron el PIB
(nominal) de los países de la OCDE de ingresos altos en un
200 por ciento a finales del decenio de 1990, en tanto que a
finales del decenio de 1980 se había situado al mismo
nivel que el PIB…

… y no ha contribuido a reducir la desigualdad de
la riqueza

Las diferentes tasas de apertura financiera han impedido
hasta ahora la convergencia de la desigualdad de la riqueza entre
países desarrollados y países emergentes. En
efecto, a pesar de que los flujos de capital podrían
atenuar las restricciones al crédito a las que se ven
enfrentados los hogares de bajos ingresos, su aumento ha sido tan
inconexo desde el punto de vista geográfico, que
aún no ha afectado a la desigualdad de la riqueza en los
países en desarrollo, que -en promedio- siguen siendo
mayores que en los países desarrollados. Además, la
desigualdad de la riqueza en el mundo medida por medio del
coeficiente global de Gini está al nivel de 89,2, que es
considerablemente superior a la mayoría de las medidas de
desigualdad de los ingresos en el mundo (Anand y Segal, 2008) y a
lo que indicaría la relación entre la desigualdad
de riqueza y la desigualdad de ingresos de los países
desarrollados. En síntesis, la dinámica actual de
la globalización financiera ha impedido una mayor
convergencia de la riqueza en los países y entre ellos,
sin que la apertura financiera haya incidido en la desigualdad de
ingresos en los países de ingresos bajos, en fuerte
contraste con las predicciones optimistas de algunos defensores
de la globalización financiera…

(Comentarios del gráfico 2.6.) Repercusiones del
desarrollo financiero y de las crisis financieras en la
desigualdad y el crecimiento

Como se ha indicado supra, es importante observar que
los efectos negativos de las crisis financieras en el mercado de
trabajo y la distribución a menudo persisten hasta bien
avanzada la etapa de recuperación económica. La
pérdida de bienes o activos productivos como consecuencia
de ejecuciones o de ventas de bienes embargados no se compensan
inmediatamente con la recuperación general de la
economía después de la crisis. También, se
producen consecuencias negativas a más largo plazo para
los hogares de ingresos bajos, provocados por hechos inducidos
por la crisis, como la interrupción de la escolaridad de
los niños, la desnutrición, el aumento de las
deudas y un prolongado desempleo. Esas consecuencias negativas
para la distribución de los ingresos deben comparase con
las posibles mejoras tendenciales a largo plazo que conllevan los
ciclos de expansión y depresión. Hay otros que
prueban que las interrupciones repentinas tras los
períodos de rápida expansión
económica son características de países cuyo
sector financiero experimenta una transformación y
desarrollo fundamentales que contribuyen a atenuar las
restricciones del crédito a empresas y hogares
(Rancière, Tornell y Westermann, 2008), con el
consiguiente equilibrio entre un crecimiento mayor a largo plazo
y una reducción de la desigualdad (véase el
gráfico 2.6). En concreto, la aceleración del
crecimiento del crédito parece impulsar tanto la tendencia
al crecimiento del PIB por habitante como la
desigualdad…

(Comentarios del gráfico 2.7.) Otro efecto
colateral de la liberalización financiera que ha
contribuido a aumentar la desigualdad en algunos países
industrializados es la importancia aun mayor que se atribuye a la
maximización "del valor para los accionistas" y a los
fondos privados de capital en la gestión empresarial. La
exigencia de dividendos más elevados por accionistas
activos ha inducido a los directivos a ser más reacios que
en el pasado, a las peticiones de aumento de salarios, mientras
que la amenaza de subcontratación y de redimensionamiento
han debilitado la posición negociadora de los trabajadores
(Choi, 2001). Entre tanto, el papel cada vez más
importante de los fondos privados de capital que no están
sujetos a los controles reglamentarios a los que se enfrentan las
empresas públicas ha inducido a "actuar pensando
más en el corto plazo" y ha incrementado el riesgo de la
gestión empresarial. En su intento de satisfacer a los
accionistas que buscan los máximos beneficios a corto
plazo, los gerentes ya no pueden compartir los beneficios de la
cooperación a largo plazo con los empleados que
traería aparejada una mayor productividad y una mayor
inversión en el capital propio de la empresa (Ernst,
Amable y Palombarini, 2005; Pagano y Volpin, 2005). En lugar de
ello, se adaptan a las exigencias de sus accionistas, eligen
proyectos de inversión que prometen beneficios tangibles a
corto plazo y restringen los incentivos establecidos para
recompensar a los empleados a largo plazo. Esta tendencia,
provocada por la globalización financiera, ha afectado
negativamente a los salarios de los trabajadores y a la seguridad
del empleo y ha provocado en algunos casos el desmantelamiento
innecesario de bienes concretos de la empresa, como su capital
organizacional. El efecto en el componente salarial
también ha sido bastante importante, con una elasticidad
estimada de alrededor de 0,3 (en otras palabras, un aumento de la
apertura financiera del 1 punto porcentual reduce la parte
correspondiente a los ingresos del trabajo en 0,3 puntos
porcentuales). Ello contrasta con los datos en los efectos de la
apertura en el comercio, la deslocalización y la
inmigración en el componente salarial (Jaumotte y Tytell,
2007), que parecen haber tenido repercusiones menos importantes
que otros factores externos como el cambio tecnológico
(que favorece las calificaciones). En resumen, además de
la tendencia a la baja del componente salarial que puede haber
sido inducida por desplazamientos sectoriales, las elasticidades
crecientes de la demanda de mano de obra o los cambios en las
reglamentaciones e instituciones del mercado de trabajo, la
globalización financiera ha tenido un efecto claro en la
parte correspondiente a los ingresos de los trabajadores tanto en
las economías desarrolladas como en las emergentes
(véase el gráfico 2.7)…

D. Globalización financiera y convergencia de
capitalismos

La liberalización financiera también tiene
efectos indirectos sobre los resultados macroeconómicos y
la desigualdad de ingresos, al imponer restricciones adicionales
a la capacidad de los gobiernos para aplicar políticas
redistributivas. La mayor movilidad del capital restringe
aún más el margen para gravarlo sin provocar la
reubicación de la producción y sin que se inviertan
los flujos de capital. Dicha mayor movilidad del capital
también reduce la capacidad de negociación de los
trabajadores y hace que los gobiernos se sientan más
tentados a desplazar las cargas tributarias hacia los sectores
relativamente inmóviles de la sociedad. Del
análisis que figura en el capítulo 5 se desprende
que se trata de un proceso que probablemente está ya en
curso. Sin embargo, en una nota de corte más positivo, las
políticas macroeconómicas de riesgo que dan lugar a
tipos de cambio sobrevaluados y una inflación galopante,
con consecuencias negativas para la desigualdad, están
resultando cada vez más costosas para los gobiernos. Por
lo tanto, parecería que la liberalización
financiera tiene efectos de distinto signo sobre la desigualdad,
si se toman en cuenta esos factores indirectos…

(Comentarios del cuadro 2.2) En muchos países de
ingresos bajos y medios ni siquiera consiguen distribuir los
ingresos, en parte debido a la existencia de un gran sector
informal (véase el cuadro 2.2). En esos países, la
aplicación de políticas macroeconómicas
más estables y previsibles tendrá efectos
beneficiosos, no sólo en el crecimiento tendencial, sino
también en la desigualdad. Sin embargo, se debería
hacer hincapié en que, algunas medidas dictadas por la
liberalización financiera, formuladas con el objeto de
abordar políticas macroeconómicas permisivas,
tienen un alto precio, en lo que atañe al crecimiento
económico y la desigualdad y, lo que es aún
más importante, a menudo no solucionan los problemas
estructurales subyacentes, como las enormes desigualdades en
materia de ingresos…

F Consideraciones de política

La globalización financiera no ha cumplido sus
promesas. Es cierto que la globalización financiera puede
contribuir a mejorar la asignación de ahorros e
inversiones y de esa forma respaldar el crecimiento y los
ingresos (por ello sería erróneo cerrar la
economía a los flujos internacionales de capital). Sin
embargo, en el capítulo se ha aducido que los beneficios
se han materializado lentamente, incluso en los países que
más rápidamente han abierto sus economías, y
que a menudo se han perdido debido a las crisis financieras que
han arruinado las mejoras conseguidas en cuanto al empleo y los
ingresos. Además, la globalización financiera
parece haber erosionado la capacidad de negociación de los
empleados, contribuyendo a la reducción tendencial del
componente salarial de mayor magnitud que cualquier efecto
resultante, por ejemplo de la integración del comercio o
el cambio sectorial. La globalización financiera en
mercados bancarios internos insuficientemente desarrollados
aumentará el riesgo de crisis financieras.

La principal consecuencia de política de estas
constataciones es que los gobiernos deberían tener en
cuenta el impacto social de la globalización financiera
antes de proceder a una amplia apertura de los mercados de
capitales. Un enfoque prudente de la globalización
financiera es especialmente importante en los países cuyos
mercados financieros no están suficientemente
desarrollados y cuyos mecanismos de supervisión son
débiles. Pero en todos los países, es esencial
reforzar las reglamentaciones cautelares para reducir la
asunción irresponsable de riesgos por determinados agentes
financieros. En efecto, existe un problema de "riesgo moral" en
el hecho de que estos agentes acaparan todos los beneficios de
las posiciones financieras irresponsables, mientras que las
pérdidas resultantes de las operaciones en cuestión
se desvían en parte a la sociedad. Sin embargo,
debería permitirse la entrada de inversiones extranjeras
directas, especialmente en el caso de las economías
emergentes y de los países en desarrollo, que son los que
más pueden beneficiarse de ese tipo de inversiones en lo
que atañe a la transferencia de tecnología y el
crecimiento de la productividad.

La adopción de medidas coordinadas entre
países cumple también una función
importante. Tal como ha quedado demostrado con la actual crisis
de los créditos inmobiliarios de alto riesgo, la
turbulencia financiera en un país (especialmente si se
trata de un país grande) tiende a repercutir en otros. A
este respecto se han presentado varias opciones de
política, como una utilización más amplia de
zonas monetarias regionales respaldadas por acuerdos de reparto
de los «beneficios de acuñación». Si
bien en el presente capítulo no se pueden analizar las
ventajas e inconvenientes de cada una de las soluciones
propuestas, es interesante señalar que la mayoría
de las propuestas implica algún tipo de
reglamentación de las prácticas
financieras…

Apéndices

Un análisis detallado confirma que no hay una
relación clara entre los cambios en las instituciones
laborales y los cambios en la desigualdad de ingresos y que
éstos obedecen más bien a los cambios
técnicos y la globalización…

El apéndice B recoge las conclusiones de la que
tal vez sea la primera evaluación comparativa del impacto
de factores internos y externos de desigualdad. Esa
evaluación muestra que los cambios en la desigualdad de
ingresos con el transcurso del tiempo están claramente
relacionados con un aumento del volumen de IED en porcentaje del
PIB y en menor grado con la liberalización del comercio
(en forma de reducción de los
aranceles)…

… mientras que hay una
relación más sistemática entre las
instituciones laborales y las diferencias en la desigualdad de
ingresos entre los países…

… y el efecto de reducción de
la desigualdad de las instituciones laborales parece haberse
debilitado en los países adelantados durante los
últimos años

El apéndice C recoge las conclusiones de un
análisis de las tendencias de la desigualdad en 16
países adelantados respecto de los que se dispone de
series cronológicas de datos más amplias sobre las
instituciones y otras variables: Alemania, Australia, Austria,
Bélgica, Canadá, Dinamarca, España, Estados
Unidos, Finlandia, Francia, Irlanda, Italia, Países Bajos,
Noruega, Reino Unido y Suecia. En ese análisis
también se tiene en cuenta el total del gasto
público social en porcentaje del PIB, lo que muestra el
efecto directo que tienen las instituciones laborales en la
desigualdad de ingresos, al comprimir la distribución de
los ingresos de mercado. El efecto indirecto de las instituciones
laborales queda controlado por estar asociado a un estado del
bienestar más generoso. El gráfico 3.5 muestra la
correlación de dos variables entre un indicador sumario de
la influencia de los trabajadores y un indicador sumario de la
amplitud del estado del bienestar antes y después de 1990.
La relación es positiva en ambos períodos. Los
países donde el grado de influencia de los trabajadores es
menor, sobre todo los Estados Unidos, tienden a caracterizarse
por una limitación del estado del bienestar, mientras que
en los países donde esa influencia es grande
(países escandinavos y centroeuropeos) sucede lo
contrario. La posición relativa de algunos países
cambia en el curso del tiempo. Por ejemplo, Australia ocupaba una
posición claramente marginal en el período
anterior, porque su estado del bienestar era más limitado
de lo que cabía suponer dada la fuerza de su movimiento
sindical, pero algo menos marginal en el segundo, en tanto que la
posición del Reino Unido se acercó a la de los
Estados Unidos en el segundo período. Aun así, la
forma de ambas curvas es notablemente similar en ambos
períodos. El gráfico 3.6 muestra la relación
entre el indicador compuesto de la amplitud del estado del
bienestar y el indicador compuesto de la desigualdad en los dos
períodos. Esta relación es negativa, como
cabía esperar: cuanto mayor es la amplitud del estado del
bienestar, menor es la desigualdad. Una vez más, los dos
polos opuestos son los Estados

Unidos, país con un estado del bienestar residual
y altos niveles de desigualdad, y Suecia, donde una amplia
protección social va acompañada de una
distribución de los ingresos mucho más igualitaria.
La pendiente de ambas curvas es similar a lo largo del tiempo.
Ahora bien, en el segundo gráfico parece haberse
desplazado hacia la derecha en comparación con el primero:
en promedio, la amplitud del estado del bienestar y la
desigualdad aumentaron en el período 1990-2002. El aumento
de la amplitud del estado del bienestar obedece al
fenómeno bien conocido del envejecimiento de la
población y el comienzo de la aplicación de varios
programas sociales (véase Pierson 2001). Asimismo, el
diagrama del gráfico 3.5 confirma que, con el transcurso
del tiempo, la posición relativa del Reino Unido se
acercó a la de Estados Unidos. Los gráficos 3.7 y
3.8 muestran la correlación parcial entre el indicador de
la desigualdad y el indicador de la influencia de los
trabajadores, ajustados en función de la amplitud del
estado del bienestar, durante los dos períodos. En los
diagramas correspondientes se comparan los residuales de una
regresión de la desigualdad en la amplitud del estado del
bienestar y de una regresión de la influencia de los
trabajadores en esa amplitud. La pendiente lineal es mucho menos
pronunciada en el período 1990-2002 que en el
período 1978-1989. Estos diagramas indican que desde
principios del decenio de 1990, las instituciones vinculadas a la
influencia de los trabajadores -alto índice de
sindicación, amplia cobertura de la negociación
colectiva y estructura coordinada de negociación (en
particular, negociación coordinada)- perdieron en gran
parte su capacidad de reducir directamente la desigualdad
mediante la compresión de los ingresos de mercado y
mantuvieron tan sólo un efecto indirecto en la
desigualdad, gracias al factor de la amplitud del estado del
bienestar. Esto último es acorde con los microdatos que
ponen de relieve que la capacidad de los sindicatos de comprimir
la distribución salarial ha venido disminuyendo a lo largo
del tiempo (Card, Lemieux y Riddell 2007, págs. 137 y
149-150)…

Evolución de las modalidades de
empleo

El aumento del empleo atípico como factor de la
desigualdad de ingresos

La incidencia del empleo atípico ha aumentado en
muchos países, especialmente entre las mujeres

Por empleo "atípico" se entiende el empleo
distinto del empleo asalariado permanente y comprende el trabajo
a tiempo parcial, el trabajo temporal y el empleo independiente.
El trabajo temporal abarca el empleo con contratos de
duración determinada, el trabajo interino a través
de agencia y el trabajo estacional. En la presente sección
se examinan las tendencias de estas formas de empleo, en
particular el trabajo a tiempo parcial y temporal en las
economías avanzadas y el empleo informal en los
países en desarrollo. No se emiten juicios de valor en
cuanto a si un determinado tipo de trabajo es precario o no, si
es perjudicial desde el punto de vista social o si, por el
contrario, sirve de puerta de acceso al mercado de trabajo. Estas
cuestiones escapan al alcance del presente informe. En cambio, se
examina si, como se suele alegar, ha aumentado la incidencia de
estas formas de empleo.

En secciones posteriores se analizarán las
consecuencias de las tendencias observadas en la medida en que
afectan a la desigualdad de ingresos que es el tema del
informe.

En las economías avanzadas, se consideró
durante mucho tiempo que el empleo convencional -modalidades de
empleo a tiempo completo y permanente- era la regla y
constituía el marco en el que se desarrollaban el derecho
del trabajo, la negociación colectiva y los sistemas de
seguridad social. Sin embargo, en los últimos dos decenios
se ha venido observando un aumento de las modalidades
atípicas de empleo.

  • La incidencia del empleo a tiempo parcial ha
    aumentado considerablemente desde principios del decenio de
    1999 en la mayoría de las economías avanzadas,
    especialmente entre las mujeres (gráfico 4.2, cuadro
    A). Esta tendencia podría reflejar nuevos aspectos de
    la demanda, como la necesidad de una mayor flexibilidad de la
    mano de obra; pero también han influido en ella otros
    factores vinculados a la oferta, como el deseo de establecer
    un mejor equilibrio entre la vida laboral y familiar o la
    formación (Fagan y Ward, 2003). El empleo a tiempo
    parcial es a menudo voluntario.

  • La incidencia del empleo temporal también ha
    tendido a aumentar en los dos últimos decenios
    (gráfico 4.2, cuadro B), en particular entre las
    mujeres, en gran medida debido a que las empresas
    tenían que poder responder a los rápidos
    cambios de las condiciones de la oferta y de la demanda ante
    la creciente competencia en el mercado de productos
    (Kalleberg, 2000; Dorantes, 2005). Además, la nueva
    tecnología ha hecho posible la fragmentación
    del proceso de producción y la subcontratación
    de determinadas tareas, tendencia que ha ido unida a una
    menor estabilidad del empleo. Algunos autores sostienen
    también que una normativa de empleo mal concebida
    contribuye a que los empleadores sean reacios a ofrecer
    contratos de duración indefinida (Atkinson, Morris y
    Williams, 1999; David-Blake y Uzzi, 1993).

  • Por el contrario, la proporción del empleo
    independiente con respecto al empleo total disminuyó
    en la mayoría de las economías avanzadas,
    especialmente entre las trabajadoras. Esta tendencia refleja
    en gran medida la disminución de la incidencia del
    empleo en el sector agrícola, en el que suele
    predominar el empleo independiente…

Los empleos atípicos suelen estar peor
remunerados que los empleos convencionales

El aumento del empleo atípico observado en la
mayoría de los países sobre los que se han podido
reunir datos ha sido una fuente de desigualdad de ingresos, dado
que los empleos atípicos están peor remunerados que
los convencionales.

En los países europeos, el empleo de
duración determinada esta mucho peor remunerado que el
empleo permanente (grafico 4.7) siendo la única
excepción Irlanda, en donde los dos están
remunerados por igual. Debemos ser prudentes al hacer estas
comparaciones: los empleos de duración determinada pueden
diferir de los empleos permanentes en lo que respecta a la
ubicación sectorial del empleo, la antigüedad del
asalariado o el coeficiente de calificaciones y estas diferencias
pueden explicar hasta cierto punto las discrepancias salariales.
Sin embargo, aun teniendo en cuenta estos factores, los estudios
han llegado a la conclusión de que los empleos de
duración determinada están peor remunerados que los
permanentes (Gash y McGinnity, 2005).

De los datos de América Latina se desprende que
los empleos informales están considerablemente mucho peor
remunerados que los empleos formales (gráfico 4.8) no
sólo en el sector informal sino también dentro del
sector formal, en el que los trabajadores con acuerdos informales
están peor remunerados que sus homólogos
permanentes. La diferencia salarial que existe entre unos y otros
se considera importante desde el punto de vista
estadístico, aun después de tener en cuenta varias
características personales y de los hogares (Gindling
(1991) para Costa Rica; Funkhouser (1996) para las cinco
repúblicas centroamericanas de habla hispana; Marcouiller,
Ruíz de Castilla y Woodruff (1997) para México, El
Salvador y Perú; Saavedra y Chong (1999) para Perú;
y Pianto y Pianto (2002) para Brasil).

Curiosamente, en el último decenio, las
diferencias salariales entre el empleo en el sector formal y el
empleo en el sector informal han aumentado en todos los
países que figuran en el gráfico 4.8 excepto en
Chile, México y Venezuela. Durante el mismo
período, también ha aumentado el diferencial de
salarios por hora entre los trabajadores con arreglos informales
en el sector formal y sus homólogos
permanentes…

Consideraciones de política

En el contexto de un crecimiento del empleo
relativamente fuerte en la mayoría de las regiones y
países, el presente capítulo ha mostrado que en la
mayor parte de los países sobre los que se disponía
de datos, ha habido un desplazamiento, en algunos casos
estructural, hacia formas atípicas de empleo, lo que ha
supuesto un aumento del empleo a tiempo parcial y del empleo
temporal en las economías avanzadas y un aumento del
empleo informal en los países en desarrollo. Dejando al
margen las declaraciones normativas sobre la cuestión del
empleo atípico, los datos que se han presentado indican
que la tendencia creciente hacia estas formas de empleo ha
contribuido a incrementar la desigualdad de ingresos, debido en
parte a los niveles más bajos de remuneración de
los trabajadores atípicos frente a los trabajadores fijos,
en muchos casos, aun después de tener en cuenta el efecto
del aumento del esfuerzo laboral asociado a los salarios
más bajos.

El reto que se plantea a los responsables de la
adopción de políticas es, por consiguiente, detener
la creciente dualidad en el mercado de trabajo, y mantener al
mismo tiempo el dinamismo del mercado laboral. Esto significa que
al formular reformas de las normativas de empleo, los sistemas de
fijación de salarios y la protección social se
deberían tomar en consideración tanto la cantidad
como la calidad de los empleos. Existen ejemplos de cómo
se puede lograr este objetivo en las economías avanzadas
(OCDE, 2006). La experiencia de las transferencias en efectivo
condicionadas en los países de América Latina, en
donde la informalidad del empleo y la desigualdad de los ingresos
disminuyeron en un contexto de rápida creación de
empleo, ofrece una base a partir de la cual se pueden considerar
numerosas opciones de política.

Redistribución mediante impuestos y
transferencias sociales

Principales conclusiones

  • Este capítulo analiza en qué medida
    los impuestos y las transferencias sociales han contribuido a
    redistribuir las pérdidas y ganancias resultantes del
    crecimiento económico a lo largo de los 15
    últimos años. Como se ha puesto de manifiesto
    en el capítulo 3, el sistema de impuestos y
    transferencias puede constituir un potente mecanismo de
    redistribución, lo que queda confirmado a
    través del análisis pormenorizado que se hace
    en el presente capítulo. Una de las principales
    conclusiones que se han extraído es que a pesar de la
    creciente desigualdad de ingresos, el impacto redistributivo
    de los impuestos y las transferencias sociales no ha logrado,
    en general, invertir esta tendencia cada vez más
    acusada.

  • Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6
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