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Desigualdades en la distribución de la renta en los países desarrollados (Parte I) (página 6)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

  • Una razón de ello es que la fiscalidad
    reviste ahora un carácter menos progresivo y, por
    consiguiente, tiene menos posibilidades de dar respuesta a la
    creciente desigualdad de ingresos en la mayor parte de
    Estados Miembros de la OIT. En términos generales, los
    impuestos indirectos -que suelen ser regresivos- han cobrado
    mayor importancia como fuente de ingresos para los gobiernos.
    Por el contrario, el promedio de los tipos del impuesto sobre
    los ingresos de las sociedades y el tipo máximo del
    impuesto sobre la renta de las personas físicas han
    disminuido en los últimos 15 años. Entre 1993 y
    2007, el tipo medio del impuesto de sociedades (en todos los
    países respecto de los que se dispone de datos) se
    redujo del 37,5 al 27,1 por ciento. En lo que atañe al
    tipo máximo del impuesto sobre la renta de las
    personas físicas, se redujo, en promedio, del 37 al 34
    por ciento en ese mismo período.

  • Otro de los factores que motivan esta tendencia es
    que, en general, la menor progresividad de los sistemas
    fiscales no ha sido compensada por un mayor recurso a las
    transferencias sociales con fines de redistribución. A
    lo largo de los 15 últimos años, las
    transferencias sociales en porcentaje del PIB han disminuido
    en los países desarrollados y en África y han
    aumentado ligeramente en el resto del mundo en desarrollo.
    Aunque la asistencia social específica es mucho
    más progresiva que otras transferencias sociales, en
    particular en los países en desarrollo, el presupuesto
    dedicado a la asistencia es demasiado pequeño para
    tener una influencia significativa en las desigualdades.
    Además, el gasto en programas de seguros sociales se
    ha incrementado con relativa rapidez en muchos países
    en desarrollo, pero con frecuencia sin que ello haya tenido
    grandes repercusiones en la reducción de la
    desigualdad de ingresos. De hecho, estos programas tienden a
    ser sólo moderadamente progresivos (en el caso de
    muchos países desarrollados y de los países con
    una protección social universal no contributiva, o
    incluso regresivos, habida cuenta de que en muchos
    países en desarrollo se excluye a los trabajadores del
    sector informal.

  • Toda política que utilice los impuestos y
    prestaciones como instrumentos para hacer frente a la
    desigualdad de ingresos ha de asegurar su eficacia. Los
    impuestos y prestaciones, si no están bien
    diseñados, pueden afectar al crecimiento y a las
    perspectivas de empleo, y en algunos casos aumentar incluso
    la desigualdad. Sin embargo, el análisis realizado en
    este capítulo pone de manifiesto que es posible
    alcanzar los objetivos de crecimiento y empleo y reducir al
    mismo tiempo las desigualdades. A este respecto, son
    interesantes los casos del Brasil, Mauricio y
    Malasia…

  • Transferencias sociales, impuestos y desigualdad de los
    ingresos: tendencias dominantes

    En esta sección se presentan asociaciones
    sencillas entre varios instrumentos de redistribución y la
    desigualdad de ingresos. Obviamente, estas asociaciones no
    implican necesariamente una relación de causalidad y en la
    sección siguiente se examinará con mayor
    profundidad cuáles son las verdaderas relaciones de causa
    a efecto.

    Transferencias sociales y desigualdad

    Hay una asociación negativa relativamente
    sólida entre gasto en transferencias sociales y
    desigualdad (gráfico 5.1). La correlación entre
    gastos en prestaciones sociales del gobierno central y
    desigualdad de los ingresos es de -0,75 en los 64 países
    sobre los que se dispone de datos. En otras palabras, los
    países que gastan más en transferencias sociales
    suelen tener menos desigualdad de ingresos. Por ejemplo, en los
    países desarrollados, la desigualdad de ingresos es
    relativamente elevada en los Estados Unidos, donde el gasto en
    transferencias sociales es limitado. Por el contrario, los
    países que más gastan en transferencias sociales
    (fundamentalmente países europeos, como Alemania, Austria,
    Bélgica, Dinamarca, Francia, y Suecia) tienen una
    desigualdad de ingresos relativamente baja.

    La relación negativa entre desigualdad de
    ingresos y transferencias sociales puede interpretarse como
    demostración de que los países con gran desigualdad
    carecen de los medios económicos o políticos para
    financiar programas sociales. Algunos autores citan la llamada
    "paradoja de Robin Hood", es decir, aquella situación en
    que la redistribución es mínima precisamente cuando
    es más necesaria (Lindert 2004). No obstante, de hecho
    puede existir una causalidad inversa: el bajo nivel de gasto en
    transferencias sociales en un país de ingreso alto, como
    los Estados Unidos, puede ayudar a explicar la desigualdad en los
    ingresos, superior a la media.

    El gasto en transferencias sociales ha tendido a
    reducirse en porcentaje del PIB, excepto en América Latina
    y en algunos países de Asia y del Medio Oriente

    Hay grandes divergencias regionales en el gasto en
    transferencias sociales (gráfico 5.2).

    Los países de alto ingreso de la OCDE son los que
    realizan mayores gastos, por término medio, aunque se ha
    observado un ligero descenso durante el período
    comprendido entre 1990 y 2004, en que pasó del 13,5 al
    12,7 por ciento del PIB. El gasto en transferencias sociales fue
    también relativamente elevado en los antiguos
    países comunistas, con un nivel próximo al 9 por
    ciento del PIB, aunque también en este caso se
    observó un notable descenso del gasto entre 1990 y
    2004…

    ¿En qué medida contribuyen los impuestos y
    las transferencias sociales a determinar la distribución
    de los ingresos?

    En la sección anterior se han expuesto las
    tendencias generales de las transferencias sociales y los
    impuestos, y su relación con la desigualdad de ingresos.
    En esta sección se examina detalladamente la medida en que
    las transferencias sociales y los impuestos contribuyen a
    determinar la distribución de los ingresos en diferentes
    regiones y países. Se centra en los países respecto
    de los que se dispone de datos acerca del ingreso de mercado de
    las personas físicas (es decir, los ingresos antes de
    impuestos y las transferencias sociales) y los ingresos finales
    (ingresos después de los impuestos y transferencias
    sociales).

    La redistribución en los países
    desarrollados

    El alcance de la redistribución fiscal se ha
    mantenido constante en términos generales

    En general, los impuestos y las transferencias sociales
    no han conseguido detener la tendencia al aumento de la
    desigualdad de los ingresos de mercado en los países
    desarrollados.

    Los datos correspondientes a 14 países
    desarrollados basados en el Estudio sobre los ingresos de
    Luxemburgo (Luxembourg Income Study (LIS)) revelan que, desde el
    decenio de 1980, el coeficiente de Gini sobre los ingresos
    finales ha aumentado casi tanto como el de los ingresos de
    mercado.

    Entre los primeros años del decenio de 1980 y los
    últimos del de 1990, y con excepción de Suiza,
    donde se mantuvo estable, la desigualdad de los ingresos antes de
    deducir los impuestos aumentó en los países a que
    se refiere el estudio. El promedio del coeficiente de Gini antes
    de impuestos en los 14 países subió de 0,41 en el
    decenio de 1980 a 0,45 a finales del decenio de 1990, lo que
    representa un aumento de 3,4 puntos porcentuales (véase el
    gráfico 5.8).

    La desigualdad en términos de ingresos
    disponibles aumentó también en la mayoría de
    los países (con excepción de Dinamarca, los
    Países Bajos y Suiza, donde disminuyó, y de
    Francia, donde se mantuvo estable). El coeficiente de Gini sobre
    la desigualdad de los ingresos disponibles alcanzó un
    promedio de 0,26 en el decenio de 1980 y aumentó 0,9
    puntos porcentuales hasta situarse en 0,28 a finales del decenio
    de 1990.

    En consecuencia, el alcance de la redistribución
    fiscal aumentó también, por término medio,
    sólo ligeramente durante el mismo período, en que
    pasó de 0,15 a 0,17 (aumento

    de 2,5 puntos porcentuales12) y descendió de
    hecho en dos países, Suecia y los Países Bajos,
    donde han disminuido tanto la desigualdad de los ingresos
    privados como la desigualdad de los ingresos disponibles. En
    estos dos países, junto con Bélgica, Dinamarca y
    Finlandia, se registró la mayor redistribución, en
    comparación con el promedio de la OCDE. Por otro lado, el
    nivel más bajo de redistribución corresponde a
    Australia, Canadá, Suiza y Estados Unidos. El ligero
    aumento medio de la redistribución fiscal ha sido
    generalmente inferior al rápido crecimiento de la
    desigualdad. En otras palabras, y para ser más precisos,
    el coeficiente de Gini de los ingresos privados aumentó un
    3,4 por ciento, mientras que la redistribución
    creció sólo un 2,5 por ciento, lo que dio lugar a
    un aumento neto de la redistribución del 0,9 puntos
    porcentuales.

    Estas conclusiones sobre la redistribución
    encuentran confirmación en algunas publicaciones, como
    Estes (2004), donde se califica a los países
    nórdicos (Dinamarca, Finlandia, Noruega y Suecia) de
    "líderes sociales" entre los países desarrollados,
    y Esping-Andersen (1990), que presenta tres modelos de estado del
    bienestar: el socialdemócrata (países
    nórdicos y Países Bajos), el liberal (Australia,
    Canadá, Japón, Suiza y Estados Unidos) y el
    conservador (Austria, Bélgica, Francia, Alemania e
    Italia). La obra de Esping-Andersen es una de las contribuciones
    más importantes y más citadas en los debates
    recientes sobre la política social y el bienestar. Otros
    investigadores que han utilizado los datos del LIS han llegado a
    conclusiones semejantes (Kenworthy y Pontusson 2005; Pontusson
    2005; Mahler y Jesuit 2006).

    El hecho de que los países nórdicos tengan
    buenos resultados en materia de redistribución está
    en armonía con su reputación de estados del
    bienestar generosos (Esping-Andersen 1990; Kangas y Palme 2005).
    También Francia, como se observa en los estudios, destaca
    como estado del bienestar generoso en lo que respecta al gasto
    social público neto, que representa el 30 por ciento del
    PIB (OCDE 2006, pág. 79).

    La principal fuente de redistribución son las
    transferencias sociales, no los impuestos

    Según un estudio (Mahler y Jesuit 2006) las
    transferencias sociales tienen en general mayor
    repercusión en la redistribución que los impuestos.
    Por término medio, las transferencias representan el 75
    por ciento de la distribución fiscal en los países
    de la OCDE, y los impuestos sólo el 25 por ciento
    (véase el gráfico 5.9). Además, la parte de
    la distribución fiscal correspondiente a los impuestos
    bajó del 27 por ciento en el decenio de 1980 al 24 por
    ciento a finales del decenio de 1990, mientras que la
    contribución de las transferencias aumentó en la
    misma proporción.

    Los países con bajo nivel de desigualdad
    (países nórdicos, Alemania, Bélgica y
    Países Bajos) recurren fundamentalmente a las
    transferencias sociales como instrumento de
    redistribución. Por el contrario, los países con
    mayor desigualdad (Australia, Canadá y Estados Unidos)
    recurren más a los impuestos.

    Los fuertes efectos redistributivos de las
    transferencias sociales se ponen también de relieve al
    examinar las relaciones entre transferencias y pobreza
    (véase el gráfico 5.10). Los países que
    tienen niveles más elevados de pobreza -personas con menos
    ingresos disponibles- suelen redistribuir menos. Por ejemplo, los
    Estados Unidos, que tienen el mayor nivel de pobreza del mundo
    desarrollado, son el país que menos redistribuye, mientras
    que Dinamarca, Finlandia y Suecia, que tienen niveles bajos de
    pobreza, son los que más redistribuyen.

    Las pensiones tienen un fuerte efecto redistributivo en
    los países desarrollados

    Más de la mitad del impacto redistributivo de las
    transferencias sociales se debe a las pensiones (hasta el 80 por
    ciento o más en Suiza y el 70 por ciento en Alemania)
    (véase el gráfico 5.11). La contribución de
    las transferencias por desempleo a la redistribución es de
    aproximadamente el 7 por ciento. Otras prestaciones, como la
    asistencia social y las prestaciones de enfermedad, representan
    en torno a un tercio de la redistribución.

    Consideraciones de política

    Los impuestos y las transferencias sociales pueden ser
    instrumentos importantes de redistribución. No obstante, a
    pesar de su potencial, no se han utilizado en la medida necesaria
    para responder cabalmente a una desigualdad cada vez mayor. En la
    medida en que los responsables de la formulación de
    políticas consideren que el aumento de la desigualdad de
    los ingresos constituye un problema, pueden considerarse varias
    opciones normativas. Su objetivo es hacer frente a la creciente
    desigualdad de ingresos sin afectar negativamente al crecimiento
    económico.

    En primer lugar, puede haber motivos para aumentar la
    progresividad del sistema tributario. Con este fin, los gobiernos
    podrían velar por que no disminuyeran más los tipos
    impositivos aplicables a las personas de ingresos elevados
    -tendencia internacional que se pone de relieve en este
    capítulo- y limitar las exenciones tributarias regresivas.
    En algunos países quizá haya motivos para evitar un
    nuevo aumento del IVA y de otros impuestos indirectos (regresivos
    en muchos casos), introducidos para compensar las reducciones de
    los ingresos públicos debidas a la disminución de
    los impuestos sobre la renta y los aranceles
    comerciales.

    En segundo lugar, con el fin de evitar el riesgo de una
    nociva competencia fiscal internacional, quizá se
    necesiten medidas bilaterales. De hecho, hay muchos países
    que no pueden aumentar la progresividad de su sistema tributario,
    porque ello podría favorecer la marcha de los grupos de
    altos ingresos que disponen de movilidad. Naturalmente, todos los
    esfuerzos por reducir esta competencia fiscal nociva deben tener
    en cuenta los casos en que los países han reducido
    legítimamente los impuestos para mejorar la eficiencia
    económica.

    En tercer lugar, la política tributaria y social
    debe apoyar el empleo, un mecanismo de redistribución
    fundamental. Ello implica la eliminación de las
    disposiciones tributarias que afectan a la participación
    en el mercado de trabajo.

    En cuarto lugar, como se ha puesto de manifiesto en este
    capítulo, la política social puede utilizarse
    más activamente sin renunciar a los objetivos de
    crecimiento o empleo. Así se ha hecho en países tan
    distintos como Malasia, Mauricio, los países
    nórdicos y, en cierta medida, Brasil. En algunos de estos
    países, se proporcionó protección social a
    toda la población (o, en el caso del Brasil, a los hogares
    rurales de ingresos bajos) y, al mismo tiempo, se mantuvieron el
    crecimiento y el empleo. El acceso a los servicios sociales
    básicos, como la educación, la salud y el
    abastecimiento de agua, debería ser universal, ya que
    estos servicios aumentan el capital humano, apoyan el crecimiento
    económico y limitan el riesgo de desigualdad excesiva de
    los ingresos. En los países en desarrollo, el uso de
    prestaciones condicionadas en efectivo puede resultar una
    innovación interesante.

    El trabajo decente como conjunto coherente de
    políticas

    Vínculos entre el trabajo decente y la
    desigualdad de ingresos

    El Programa de Trabajo Decente proporciona un marco
    ideal para examinar, colectivamente, las relaciones y las
    posibles compensaciones entre los distintos componentes que se
    analizan este año en el Informe sobre el Mundo del
    Trabajo. El Programa de Trabajo Decente se estructura en torno a
    cuatro objetivos estratégicos:

    i) los principios y derechos fundamentales en el trabajo
    y las normas internacionales del trabajo;

    ii) las oportunidades de empleo para las mujeres y los
    hombres;

    iii) la protección social y la seguridad social;
    y

    iv) el diálogo social y el
    tripartismo.

    Cada una de las tres cuestiones anteriores, o un aspecto
    de ellas, y su relación con la desigualdad de ingresos se
    han examinado más detalladamente en los capítulos
    3, 4 y 5, respectivamente. Y si bien en cada capítulo se
    formulan mensajes y consideraciones fundamentales de
    políticas sobre la mejor manera de invertir la tendencia
    generalizada al aumento de la desigualdad de ingresos, el reto
    con el que se enfrentan los responsables de la formulación
    de políticas es la interrelación que existe entre
    muchas de esas cuestiones. Teniendo esto presente, se intenta,
    utilizando el análisis de componentes principales, medir
    la relación entre los distintos componentes del Programa
    de Trabajo Decente y la desigualdad de ingresos (recuadro 6.1). A
    tal fin, se considera un conjunto de cinco variables que siguen
    las líneas de los objetivos estratégicos del
    Programa de Trabajo Decente:

    • desigualdad de ingresos (expresada por el
      coeficiente de Gini, como en las demás partes del
      informe);

    • índice de sindicación y número
      de convenios fundamentales de la OIT ratificados;

    • tasa de ocupación;

    • gasto en protección social como porcentaje
      del PIB; y

    • observancia de los derechos políticos,
      incluidos los derechos fundamentales de los
      trabajadores…

    Esferas que requieren ulterior
    análisis

    Este informe ha establecido una serie de hechos acerca
    de la desigualdad de ingresos, el empleo y los factores causales.
    También ha allanado el camino para una acción
    política que aborde el problema de las desigualdades
    excesivas de ingresos y apoye al mismo tiempo el empleo y el
    crecimiento económico.

    Sin embargo, hay que seguir trabajando para comprender
    cuáles son las políticas internas que funcionan
    mejor, en qué ámbitos y en qué
    circunstancias. En las siguientes esferas es especialmente
    pertinente una investigación más
    detenida:

    • Se requiere una mejor comprensión de uno de
      los principales factores que explican la excesiva desigualdad
      de ingresos en algunos países, la informalidad del
      empleo, lo que exige proceder a un examen de las diversas
      causas de ella y de las vías que pueden seguirse en lo
      que respecta a las políticas para promover la
      transición al empleo formal.

    • Otra política interna que requiere un estudio
      adicional es la política fiscal. Hay cierto grado de
      coincidencia -reforzado por el análisis que hace este
      informe- en que una protección social bien
      diseñada puede contribuir a los objetivos sociales y
      de empleo. Sin embargo, se sabe poco de los mecanismos de
      financiación de la protección social,
      especialmente en el contexto de los países en
      desarrollo, en los que la base imponible es limitada y se ve
      aún más debilitada por la existencia de una
      economía informal de grandes dimensiones. El Informe
      sobre el mundo del trabajo de este año ha puesto
      también de manifiesto que los impuestos que gravan las
      rentas elevadas tienden a disminuir, lo que puede constituir
      un problema en el contexto de las crecientes desigualdades de
      ingresos y debilitar la capacidad de los países para
      poner en aplicación políticas de
      redistribución. Sería conveniente evaluar si
      hay riesgo de que la competencia fiscal internacional ejerza
      una presión a la baja sobre la tributación de
      los ingresos de los grupos de renta elevada.

    • Por último, es importante examinar más
      detalladamente la función de la coherencia de las
      políticas de los diferentes pilares del Programa de
      Trabajo Decente. El contexto en el que mejor pueda hacerse es
      el de los exámenes por países, que es ideal
      para analizar las interacciones entre las políticas y
      las posibles soluciones de transacción.

    También se requiere un análisis más
    detallado que complemente los que se hacen en el informe de la
    globalización financiera y de la gestión de las
    empresas:

    • El sistema financiero actual requiere reformas de la
      reglamentación de la estructura financiera, en
      particular en lo que respecta a la reglamentación
      cautelar y la supervisión financiera. Sin embargo, no
      hay consenso en cuanto al marco reglamentario óptimo y
      las propuestas varían desde hacer más estrictos
      los reglamentos sobre la creación de dinero por el
      sector bancario (por ejemplo, aumentando el nivel de las
      reservas obligatorias) hasta introducir sólo
      pequeñas modificaciones en el actual marco de
      supervisión (por ejemplo, haciendo hincapié en
      la reglamentación macrocautelar para detectar los
      riesgos sistémicos en una fase temprana). Estas
      diversas propuestas tienen repercusiones muy diferentes en la
      creación de empleo y el crecimiento de los salarios.
      Por consiguiente, la labor futura en este ámbito
      debería centrarse en los tipos de
      reglamentación de los que cabe esperar repercusiones
      más beneficiosas en los objetivos de trabajo
      decente.

    • También es preciso arrojar más luz
      sobre el diseño de políticas para el desarrollo
      de los sistemas financieros nacionales y sobre el papel que
      desempeña la política monetaria para promover
      la creación de empleo a medio plazo. Esas
      políticas deberían contribuir a paliar las
      distorsiones en el sistema de pago y de crédito,
      permitir una mejor canalización de fondos a los
      empresarios y empresas locales, y ayudar a regular el
      crecimiento de la liquidez en consonancia con los fundamentos
      económicos, con miras a estimular la creación
      de empleo sostenible.

    • Debería dedicarse más atención
      a las respuestas a la crisis monetaria y bancaria en los
      planos mundial y regional. En particular debería
      evaluarse, desde el punto de vista de las repercusiones que
      tendría en el mercado de trabajo, la creación
      de zonas monetarias regionales para que los países
      más pequeños y vulnerables pudieran
      beneficiarse de una unión monetaria amplia y
      diversificada. Hay que seguir analizando las condiciones que
      deben cumplir las uniones monetarias entre países en
      desarrollo para poder mitigar con éxito el riesgo de
      conmociones externas para sus miembros.

    • Por último, la cuestión de la
      remuneración de los directivos ha suscitado una
      atención considerable en los últimos tiempos.
      Algunos países han comenzado a tomar medidas a este
      respecto, mientras que otros están considerando varias
      posibilidades de reforma. Y sería conveniente examinar
      los pros y los contras, de las distintas medidas desde el
      punto de vista del desarrollo de empresas sostenibles y del
      trabajo decente.

    Informe Oxfam
    Internacional – Enero 2013

    Los ingresos en 2012 de las 100 personas más
    ricas del mundo podrían acabar cuatro veces con la pobreza
    mundial

    • Oxfam insta los líderes políticos a
    atajar la desigualdad global al menos a los niveles de
    1990

    • El pasado diciembre se presentó un informe
    de Intermón Oxfam que alerta de la creciente desigualdad
    en España

    El 1% de las personas más ricas del planeta han
    incrementado sus ingresos en un 60% en los últimos 20
    años y la crisis financiera no ha hecho más que
    acelerar esta tendencia

    La explosión de la riqueza y los ingresos
    extremos está exacerbando la desigualdad y dificultando la
    capacidad mundial para atajar la pobreza, según advierte
    hoy la organización internacional Oxfam, Intermón
    Oxfam en España, en un comunicado hecho público a
    pocos días del Foro Económico de Davos, que
    tendrá lugar la semana que viene.

    Los 240.000 millones de dólares de ingresos netos
    de las 100 personas más ricas del planeta bastarían
    para acabar cuatro veces con la pobreza extrema, según el
    informe "The cost of inequality: how wealth and income extremes
    hurt us all" (El coste de la inequidad: cómo la riqueza y
    los ingresos extremos nos dañan a todos). El informe de
    Oxfam hace un llamamiento a los líderes mundiales para
    contener los ingresos extremos y que se comprometan a la
    reducción de la desigualdad, al menos hasta los niveles
    existentes en 1990.

    El 1% de las personas más ricas del planeta han
    incrementado sus ingresos en un 60% en los últimos 20
    años y la crisis financiera no ha hecho más que
    acelerar esta tendencia, en lugar de ralentizarla.

    Oxfam advierte de que la riqueza y los ingresos extremos
    no solo no son éticos, sino que además son
    económicamente ineficientes, políticamente
    corrosivos, dividen a la sociedad y son medioambientalmente
    destructivos.

    José María Vera, director general de
    Intermón Oxfam, afirma: "No podemos seguir fingiendo que
    la generación de riqueza por unos pocos beneficiará
    al resto – y muchas veces la realidad es la
    contraria".

    "La concentración de recursos en las manos del 1%
    más rico debilita la actividad económica y hace la
    vida más difícil para el resto – particularmente
    para los más vulnerables y los más
    pobres".

    "En un mundo en el que incluso los recursos más
    básicos, como la tierra y el agua son cada día
    más escasos, no podemos permitirnos concentrar activos en
    las manos de unos pocos y dejar a la mayoría pelear por lo
    que queda".

    Se estima que cada persona del 1% más rico
    utiliza unas 10.000 veces más carbono que un ciudadano
    norteamericano medio.

    Oxfam afirma que los líderes deben aprender de
    los éxitos actuales de países como Brasil, que ha
    crecido rápidamente al tiempo que reducía la
    desigualdad – así como el éxito histórico de
    los Estados Unidos en los años 30 cuando se
    implantó el New Deal de Roosevelt que ayudó a
    reducir la desigualdad y a atajar los intereses
    espurios.

    Según Vera, "necesitamos un New Deal global para
    revertir décadas de incremento de la desigualdad. Como
    primer paso los líderes mundiales deberían
    comprometerse formalmente a reducir la desigualdad a los niveles
    existentes en 1990".

    "Desde paraísos fiscales hasta débiles
    leyes de empleo, los más ricos se benefician de un sistema
    económico global que está amañado a su
    favor. Es hora de que nuestros líderes cambien el sistema
    para que funcione en el interés de toda la humanidad en
    lugar de hacerlo para una élite mundial".

    Acabar con los paraísos fiscales – que albergan
    cerca de 32 billones de dólares (o una tercera parte de la
    riqueza global) podría generar 189.000 millones de
    dólares adicionales en recaudación impositiva.
    Además, el New Deal debería incluir elementos
    como:

    – Revertir la tendencia hacia sistemas fiscales
    regresivos

    – Aplicar un tipo mínimo global a las
    empresas

    – Medidas que incrementen los salarios en
    relación con los rendimientos crecientes del
    capital

    – Incrementar las inversiones en los servicios
    públicos universales y en redes de
    protección

    La desigualdad en España

    Intermón Oxfam presentó diciembre pasado
    el informe "Crisis, desigualdad y pobreza" en el que alertaba de
    la creciente desigualdad entre ricos y pobres en España.
    Tras cuatro años de crisis España encabeza el nivel
    de desigualdad en la Unión Europea, y de no rectificarse
    el rumbo, dentro de diez años el 20% de las personas
    más ricas en España ingresarán 15 veces
    más que el 20% más pobre.

    Informe "El coste
    de la inequidad: cómo la riqueza y los ingresos extremos
    nos dañan a todos" (en
    inglés en el
    original)

    OXFAM MEDIA BRIEFING 18 January 2013 Ref:
    02/2012

    The cost of inequality: how wealth and income
    extremes hurt us all

    The world must urgently set goals to tackle extreme
    inequality and extreme wealth

    It is now widely accepted that rapidly growing extreme
    wealth and inequality are harmful to human progress, and that
    something needs to be done. Already this year, the World Economic
    Forum"s Global Risk Report rated inequality as one of the top
    global risks of 2013. The IMF and the Economist agree. Around the
    world, the Occupy protests demonstrated the increasing public
    anger and feeling that inequality has gone too far.

    In the last decade, the focus has been exclusively on
    one half of the inequality equation – ending extreme poverty.
    Inequality and the extreme wealth that contributes to it were
    seen as either not relevant, or a prerequisite for the growth
    that would also help the poorest, as the wealth created trickled
    down to the benefit of everyone.

    There has been great progress in the fight against
    extreme poverty. Hundreds of millions of people have seen their
    lives improve dramatically -a historically unprecedented
    achievement of which the world should be proud. But as we look to
    the next decade, and new development goals we need to define
    progress, we must demonstrate that we are also tackling
    inequality- and that means looking at not just the poorest but
    the richest. Oxfam believes that reducing inequality is a key
    part of fighting poverty and securing a sustainable future for
    all. In a world of finite resources, we cannot end poverty unless
    we reduce inequality rapidly.

    That is why we are calling for a new global goal to end
    extreme wealth by 2025, and reverse the rapid increase in
    inequality seen in the majority of countries in the last twenty
    years, taking inequality back to 1990 levels.

    Extreme wealth and inequality are reaching levels never
    before seen and are getting worse

    Over the last thirty years inequality has grown
    dramatically in many countries. In the US the share of national
    income going to the top 1% has doubled since 1980 from 10 to 20%.
    For the top 0.01% it has quadrupled to levels never seen before.
    At a global level, the top 1% (60 million people), and
    particularly the even more select few in the top 0.01% (600,000
    individuals – there are around 1200 billionaires in the world),
    the last thirty years has been an incredible feeding frenzy. This
    is not confined to the US, or indeed to rich countries. In the UK
    inequality is rapidly returning to levels not seen since the time
    of Charles Dickens. In China the top 10% now take home nearly 60%
    of the income. Chinese inequality levels are now similar to those
    in South Africa, which are now the most unequal country on earth
    and significantly more unequal than at the end of apartheid. Even
    in many of the poorest countries, inequality has rapidly
    grown.

    Globally the incomes of the top 1% have increased 60% in
    twenty years. The growth in income for the 0.01% has been even
    greater.

    Following the financial crisis, the process has
    accelerated, with the top 1% further increasing their share of
    income. The luxury goods market has registered double digit
    growth every year since the crisis hit. Whether it is a sports
    car or a super-yacht, caviar or champagne, there has never been a
    bigger demand for the most expensive luxuries.

    The IMF has said that inequality is dangerous and
    divisive and could lead to civil unrest. Polling shows the public
    is increasingly concerned about growing inequality in many
    countries, and by people across the political
    spectrum.

    Extreme wealth and inequality is economically
    inefficient. A growing chorus of voices is pointing to the fact
    that whilst a certain level of inequality may benefit growth by
    rewarding risk takers and innovation, the levels of inequality
    now being seen are in fact economically damaging and inefficient.
    They limit the overall amount of growth, and at the same time
    mean that growth fails to benefit the majority. Consolidation of
    so much wealth and capital in so few hands is inefficient because
    it depresses demand, a point made famous by Henry Ford and more
    recently billionaire Nick Hanauer in his much-discussed TED
    talk.

    There quite simply is a limit to how many luxury yachts
    a person could want or own. Wages in many countries have barely
    risen in real terms for many years, with the majority of the
    gains being to capital instead. If this money were instead more
    evenly spread across the population then it would give more
    people more spending power, which in turn would drive growth and
    drive down inequality. The top 100 billionaires added $ 240
    billion to their wealth in 2012- enough to end world poverty four
    times over. As a result growth in more equal countries is much
    more effective at reducing poverty. Oxfam research has shown that
    because it is so unequal, in South Africa even with sustained
    economic growth a million more people will be pushed into poverty
    by 2020 unless action is taken.

    Extreme Wealth and Inequality is Politically
    Corrosive

    If, in the words of the old adage "money equals power"
    then more unequal societies represent a threat to meaningful
    democracy. This power can be exercised legally, with hundreds of
    millions spent each year in many countries on lobbying
    politicians, or illegitimately with money used to corrupt the
    political process and purchase democratic decision making. Joseph
    Stiglitz and others have pointed out the way in which financial
    liberalization led to huge power for the financial industry,
    which in turn has led to further liberalization. In the UK the
    governing

    Conservative party receives over half its donations from
    the financial services industry. Capture of politics by elites is
    also very prevalent in developing countries, leading to policies
    that benefit the richest few and not the poor majority, even in
    democracies.

    Extreme Wealth and Inequality is Socially
    Divisive

    Extreme wealth and inequality undermines societies. It
    leads to far less social mobility. If you are born poor in a very
    unequal society you are much more likely to end your life in
    poverty. As Richard Wilkinson, co-author of the Spirit Level, has
    said, the American dream is more real in Sweden than it ever has
    been in the United States. Social mobility has fallen rapidly in
    many countries as inequality has grown. If rich elites use their
    money to buy services, whether it is private schooling or private
    healthcare, they have less interest in public services or paying
    the taxes to support them. Those from elites are much more likely
    to end up in political office or other positions of power,
    further entrenching inequality. Their children are likely to be
    as rich, if not richer, than their parents, with
    inter-generational inequality increasing. Inequality has been
    linked to many different social ills, including violence, mental
    health, crime and obesity.

    Crucially inequality has been shown to be not only bad
    for the poor in unequal societies but also the rich. Richer
    people are happier and healthier if they live in more equal
    societies.

    Extreme Wealth and Inequality is Environmentally
    Destructive

    As the world is rapidly entering a new and unprecedented
    age of scarcity and volatility, extreme inequality is
    increasingly environmentally unaffordable and destructive. The
    World Bank has shown that countries with more equal distribution
    of land are more equitable and more efficient, and grow faster40.
    Those in the 1% have been estimated to use as much as 10,000
    times more carbon than the average US citizen. Increasing
    scarcity of resources like land and water mean that assets being
    monopolized by the few cannot continue if we are to have a
    sustainable future. Poverty reduction in the face of extreme
    wealth will become harder as resources become scarcer. More equal
    societies are better able to cope with disasters and extreme
    weather events. Studies show that more equal countries are also
    better able to reduce carbon emissions.

    Extreme Wealth and Inequality is un ethical

    Gandhi famously said "Earth provides enough to satisfy
    every man's need, but not every man's greed". From an ethical
    point of view, it is extremely difficult to justify excessive
    wealth and inequality. In fact, most philosophers and all of the
    major religions caution against the pursuit of excessive wealth
    at all cost and prescribe sharing of income with less fortunate
    members of the community. For instance, the Koran bans usury and
    says that the rich should give away a portion of their money. The
    decision of Bill Gates and Warren Buffet to give away their
    fortunes or to call for greater taxation of excess wealth is an
    example to the rest of the world"s billionaires.

    Extreme wealth and inequality is not
    inevitable

    After the Great Depression in the US in the 1930s, huge
    steps were taken to tackle inequality and vested interests.
    President Roosevelt said that the "political equality we once had
    won was meaningless in the face of economic inequality". These
    steps were echoed in Europe after World War Two, leading to three
    decades of increasing prosperity and reduced inequality.
    Similarly the growth of the Asian tiger economies like Korea was
    achieved whilst reducing inequality and meant the benefits were
    widely spread across their societies. More recently, countries
    like Brazil, once a poster child for extreme inequality, have
    managed to buck the global trend and prosper whilst reducing
    inequality.

    The policies required to reduce inequality are also well
    known. Decent work for decent wages has had a huge impact. The
    rise in the power of capital over labour has been identified by
    Paul Krugman among many others as a key cause of the recent
    crisis and one that means that assets are not being used
    productively, in turn reducing demand.

    Free public services are crucial to leveling the playing
    field. In countries like Sweden, knowing that if you get sick or
    that you will receive good treatment regardless of your income,
    is one of the greatest achievements and the greatest equalizers
    of the modern world. Knowing that if you lose your job, or fall
    on hard times, there is a safety net to help you and your family,
    is also key to tackling inequality. Similarly, access to good
    quality education for all is a huge weapon against
    inequality.

    Finally, regulation and taxation play a critical role in
    reining in extreme wealth and inequality. Limits to bonuses, or
    to how much people can earn as a multiple of the earnings of the
    lowest paid, limits to interest rates, limits to capital
    accumulation are all only recently-abandoned policy instruments
    that can be revived. Progressive taxation that redistributes
    wealth from the rich to the poor is essential, but currently the
    opposite is the case – taxation is increasingly regressive and
    the poor pay higher effective tax rates than the rich, a point
    recently highlighted by Warren Buffet among others, who has
    called for greater taxes on the rich. Cracking down on tax
    avoidance and tax evasion goes hand in hand with more progressive
    taxation. Closing tax havens and ending the global race to the
    bottom on taxation, for example with a globally agreed minimum
    rate of corporation tax would make a huge difference It is
    estimated that up to a quarter of all global wealth -as much as $
    32 trillion- is held offshore. If these assets were taxed
    according to capital gains taxes in different countries, they
    could yield at least $ 189 billion in additional tax
    revenues.

    End extreme wealth and inequality

    Whatever the combination of policies pursued, the first
    step is for the world to recognize this as the goal. There are
    many steps that can be taken to reverse inequality. The benefits
    are huge, for the poorest – but also for the richest. We cannot
    afford to have a world of extreme wealth and extreme inequality.
    We cannot afford to have a world where inequality continues to
    grow in the majority of countries. In a world of increasingly
    scarce resources, reducing inequality is more important than
    ever. It needs to be reduced and quickly.

    An end to extreme wealth by 2025. Reversing increasing
    extreme inequality and aim to return inequality to 1990
    levels.

    Informe
    Tendencias Mundiales del Empleo – OIT – Enero
    2013

    Sumario ejecutivo

    Este informe Tendencias Mundiales del Empleo para 2013
    es una edición especial, justificada por el resurgimiento
    de la crisis en 2012. En el año 2011 hubo un
    debilitamiento de la recuperación, seguido en 2012 por una
    disminución tanto en el crecimiento como en el
    empleo.

    El desempleo aumentó en otras 4 millones de
    personas a lo largo de 2012.

    El informe analiza la crisis en los mercados laborales
    tanto de las economías avanzadas como de las
    economías en desarrollo. El epicentro de la crisis ha
    estado en las economías avanzadas, que representan la
    mitad del incremento total del desempleo de 28 millones de
    personas desde el estallido de la crisis. Pero la pronunciada
    recaída del empleo en las economías avanzadas
    además ha tenido repercusiones considerables en los
    mercados laborales de las economías en desarrollo. Una
    cuarta parte del incremento de 4 millones de personas en el
    desempleo mundial durante 2012 tuvo lugar en las economías
    avanzadas, mientras que tres cuartos en otras regiones, con
    efectos significativos en Asia Oriental, Asia Meridional y
    África Subsahariana…

    Al examinar el impacto de la evolución
    macroeconómica en los mercados laborales, el informe
    analiza los bucles de retroalimentación negativos de los
    hogares, las empresas, los mercados de capital y los presupuestos
    públicos que han debilitado los mercados del
    trabajo.

    Constata que los desequilibrios macroeconómicos
    han sido transferidos en gran medida a los mercados laborales. En
    un número de países, los mercados del trabajo
    debilitados por la vacilante demanda agregada, han sido
    aún más afectados por los programas de austeridad
    fiscal, los cuales con frecuencia conllevan recortes en el empleo
    y en los salarios, con un impacto directo en los mercados
    laborales. La reacción política, lejos de la
    respuesta anticíclica a la crisis inicial en 2009 y 2010,
    en muchos casos fue procíclica en 2011 y 2012, generando
    la recaída aquí descrita…

    Los mercados del trabajo mundiales se están
    deteriorando de nuevo

    En el quinto año después de la
    irrupción de la crisis financiera mundial, el crecimiento
    mundial ha registrado una desaceleración y el desempleo ha
    comenzado a aumentar de nuevo, dejando un total acumulado de 197
    millones de personas sin empleo en 2012. Además, unas 39
    millones de personas han abandonado el mercado de trabajo ya que
    las posibilidades de trabajar demostraron ser inalcanzables,
    generando un déficit de 67 millones de puestos de trabajo
    a nivel mundial desde 2007. A pesar de un repunte moderado en el
    crecimiento de la producción previsto para 2013-2014, se
    estima que la tasa de desempleo experimentará un nuevo
    incremento y que el número de desempleados en el mundo
    aumentará de 5,1 millones en 2013, hasta llegar a
    más de 202 millones en 2013 y otros 3 millones en 2014.
    Una cuarta parte del incremento de 4 millones de personas en el
    desempleo mundial durante 2012 tuvo lugar en las economías
    avanzadas, mientras que tres cuartos en otras regiones, con
    efectos significativos en Asia Oriental, Asia Meridional y
    África Subsahariana. Aquellas regiones que han logrado
    prevenir un incremento adicional en el desempleo con frecuencia
    han experimentado un deterioro en la calidad del empleo, en la
    medida en que el empleo vulnerable y el número de
    trabajadores que viven por debajo o muy cerca de la línea
    de la pobreza aumentaron.

    Las nuevas condiciones de recesión en Europa se
    han propagado a nivel mundial

    Una disminución de la actividad económica
    y del crecimiento del empleo aún en los países que
    inicialmente habían logrado eludir la segunda ola de la
    crisis constituye un efecto secundario del crecimiento
    débil de las economías avanzadas en 2012, en
    particular las condiciones de recesión en Europa. Hasta el
    momento, el principal mecanismo de transmisión de las
    consecuencias a nivel mundial ha sido el comercio internacional,
    pero regiones como América Latina y el Caribe
    también se han visto afectadas por la creciente
    volatilidad de los flujos internacionales de capital que las han
    obligado a ajustar rápidamente sus políticas
    macroeconómicas a fin de mitigar los efectos sobre las
    tasas de cambio, debilitando de este modo sus economías
    nacionales…

    La incoherencia de las políticas ha intensificado
    la incertidumbre, impidiendo inversiones más consistentes
    y una creación de empleos más
    rápida

    La incoherencia entre las políticas monetarias y
    las fiscales adoptadas en diferentes países y un enfoque
    poco sistemático hacia el sector financiero y los
    problemas de la deuda soberana, en particular en la zona euro,
    han provocado que la incertidumbre perjudique las perspectivas
    mundiales. En muchos países, las inversiones aún no
    se han recuperado hasta los niveles anteriores a la crisis. La
    indecisión de los responsables de la formulación de
    políticas en diversos países ha generado
    incertidumbre sobre las condiciones futuras, y reforzado las
    tendencias de las empresas a aumentar los excedentes de efectivo
    o pagar dividendos antes que expandir su capacidad y contratar
    nuevos trabajadores.

    La naturaleza persistente de la crisis ha agravado los
    desajustes en el mercado de trabajo, intensificando los riesgos
    de pérdida de los mercados laborales

    La duración y la gravedad de la crisis de los
    mercados de trabajo están agravando la falta de
    correspondencia de las calificaciones en el mercado laboral,
    contribuyendo a prolongar los períodos de desempleo. Dado
    que la crisis se propaga a través del comercio
    internacional, las ocupaciones concentradas en las industrias de
    exportación son particularmente vulnerables y, en diversos
    países, su importancia en el empleo total ha disminuido
    por un margen significativo.

    Los nuevos puestos de trabajo con frecuencia requieren
    de competencias que los desempleados no poseen. Estos desajustes
    de competencias y profesional harán que el mercado laboral
    reaccione más lentamente a cualquier aceleración en
    la actividad a medio plazo, a menos que se intensifiquen las
    políticas de apoyo para recapacitar y activar a las
    personas que actualmente buscan trabajo.

    Las tasas de creación de empleo son
    particularmente bajas, como generalmente ocurre después de
    una crisis financiera

    Los orígenes de la crisis en el sector financiero
    gravan sobre la creación de empleos. Después de las
    crisis bancarias como la actual, más puestos de trabajo
    son destruidos y la cantidad de empleos creados es inferior ya
    que la asignación errónea de los recursos y la
    inversión excesiva precisan de tiempo para ser corregidas.
    En las economías avanzadas, las tasas de
    destrucción de empleo aumentaron de nuevo tras una breve
    pausa en 2010, lo cual indica que probablemente habrá una
    nueva reestructuración del empleo antes de que pueda
    esperarse un repunte más consistente en los mercados
    laborales. Otras regiones todavía registran tasas de
    destrucción de empleo más altas del
    promedio.

    La crisis del empleo aleja más y más
    mujeres y hombres del mercado laboral

    La participación de la fuerza de trabajo ha
    disminuido drásticamente, en particular en las
    economías avanzadas, encubriendo el verdadero alcance de
    la crisis del empleo. El problema es especialmente grave en las
    economías desarrolladas y en la región de la UE
    donde la tasa de participación de la fuerza de trabajo
    descendió en casi un punto porcentual y se estima que
    disminuya aún más a medida que el desempleo de
    larga duración y las débiles perspectivas de la
    economía desalientan a las personas a permanecer en el
    mercado de trabajo. Como consecuencia, la relación
    empleo-población ha disminuido drásticamente – en
    algunos casos 4 puntos porcentuales o más- y aún no
    se ha recuperado, ni siquiera donde la tasa de desempleo ha
    comenzado a descender.

    Los jóvenes siguen estando especialmente
    afectados por la crisis

    Los jóvenes continúan gravemente afectados
    por la crisis. En la actualidad, unos 73,8 millones de
    jóvenes están desempleados a nivel mundial y es
    probable que la desaceleración en la actividad
    económica empuje a otro medio millón al desempleo
    para 2014. Se estima que la tasa de desempleo juvenil -que ya
    había aumentado hasta 12,6 por ciento en 2012-
    incrementará hasta 12,9 por ciento para 2017. La crisis ha
    mermado drásticamente las perspectivas del mercado laboral
    para los jóvenes, ya que muchos experimentan el desempleo
    de larga duración desde su ingreso en el mercado laboral,
    una situación que no había sido constatada durante
    las contracciones cíclicas anteriores.

    En la actualidad, alrededor de 35 por ciento de todos
    los jóvenes desempleados ha estado sin empleo durante seis
    meses o más en las economías avanzadas, frente a
    28,5 por ciento en 2007. Como consecuencia, un número cada
    vez mayor de jóvenes ha perdido la motivación y ha
    abandonado el mercado de trabajo. Entre los países
    europeos, donde este problema es especialmente grave, alrededor
    de 12,7 por ciento de todos los jóvenes no trabaja ni
    estudia, ni recibe formación, una tasa que es casi dos
    puntos porcentuales más alta que antes de la
    crisis.

    Estos períodos de desempleo tan largos y el
    desaliento al comienzo de la trayectoria profesional de una
    persona perjudican además las perspectivas a largo plazo,
    ya que las competencias profesionales y sociales se degradan y no
    se acumula experiencia laboral.

    La debilidad de los mercados laborales frena el consumo
    privado y el crecimiento económico

    El crecimiento del ingreso ha estado bajo presión
    por el aumento del desempleo, ejerciendo una presión a la
    baja sobre los salarios reales en muchas economías
    avanzadas, reduciendo el apoyo que el consumo privado
    podría aportar a la actividad económica. Las
    fuentes de crecimiento, por consiguiente, necesitan ser
    complementadas por otras áreas, en particular por un
    crecimiento más consistente en las inversiones privadas
    pero también del consumo público, al menos en los
    países que disponen de espacio fiscal.

    Pese a una recuperación a medio plazo, el
    desempleo permanece alto

    A medio plazo, según muchos analistas, la
    economía mundial debería recuperarse pero el
    crecimiento no será lo suficientemente fuerte para reducir
    el desempleo con rapidez. Aún con una aceleración
    del crecimiento, se prevé que la tasa de desempleo mundial
    permanezca en 6 por ciento hasta 2017. Al mismo tiempo, se estima
    que el número global de desempleados aumentará
    aún más hasta unos 210,6 millones durante los
    próximos cinco años.

    El crecimiento de la productividad laboral ha disminuido
    considerablemente, impidiendo nuevas mejoras en los niveles de
    vida

    Otra conclusión de este informe es que el
    crecimiento de la productividad laboral desaceleró
    bruscamente en 2012. Después de un repunte inicial tras la
    recesión de 2009, las inversiones débiles y las
    perspectivas mundiales muy inciertas han frenado mayores aumentos
    en la productividad.

    Es especialmente preocupante a este respecto la
    tendencia de una desaceleración en la productividad
    laboral observada en ciertas regiones como América Latina
    y el Caribe, lo cual sugiere que los progresos en la calidad del
    empleo registrados en estas regiones durante los últimos
    años pueden ser difíciles de mantener.

    Los cambios estructurales han desacelerado en las
    economías emergentes y en desarrollo, perjudicando los
    motores del crecimiento

    Los cambios estructurales necesarios para las
    economías emergentes y en desarrollo a fin de mejorar sus
    niveles de vida también han disminuido. En particular, la
    tímida recuperación de las inversiones mundiales
    dificulta una reasignación más rápida de los
    recursos hacia usos más productivos en los países
    en desarrollo. Antes de la crisis, muchos países en
    desarrollo registraron una redistribución de los
    trabajadores de actividades de baja productividad hacia
    actividades de mayor productividad en los distintos sectores
    económicos. Este tipo de cambio estructural es un motor
    importante de los progresos en el mercado laboral. En el pasado,
    ha ayudado a reducir el empleo vulnerable y el número de
    trabajadores pobres. En relación a años anteriores,
    sin embargo, durante la crisis el cambio estructural ha perdido
    ímpetu, en gran parte porque los empleos ya no se
    están desplazando de la agricultura tan rápidamente
    como antes y la productividad agrícola permanece baja. Los
    pronósticos indican que Asia y África Subsahariana
    tienen mayores probabilidades de regresar a su modelo de cambio
    estructural anterior a la crisis que América Latina y el
    Caribe y Europa Central y Sudoriental. Se estima que las
    economías de Oriente Medio y África del Norte
    seguirán estando entre las economías menos
    dinámicas en términos de redistribución del
    empleo.

    Mayores progresos en la reducción del
    número de trabajadores pobres y del empleo vulnerable
    precisan de un mayor crecimiento de la productividad y de un
    cambio estructural más rápido

    A pesar de la desaceleración en el cambio
    estructural, la tasa de los trabajadores pobres continúa
    disminuyendo, pero a un ritmo más lento que antes de la
    crisis. En la actualidad, unos 397 millones de trabajadores viven
    en la pobreza extrema; otros 472 millones de trabajadores no
    pueden satisfacer sus necesidades básicas con regularidad.
    Dado que aquellos países con tasas de trabajadores pobres
    particularmente altas siguen registrando un crecimiento
    más rápido que el promedio mundial, se estima que
    el número de trabajadores pobres continúe
    descendiendo. Sin embargo, ya que estos países
    también están creciendo demográficamente con
    mayor rapidez, es probable que el número absoluto de
    trabajadores pobres aumente a menos que se restablezca un
    crecimiento económico más rápido.

    Se estima que el empleo vulnerable -que abarca a los
    trabajadores por cuenta propia y a los trabajadores familiares no
    remunerados- disminuirá pero a un ritmo más lento.
    El empleo informal -una forma específica de empleo
    vulnerable- ha comenzado a aumentar de nuevo, en especial en
    algunas economías en transición en Europa Oriental
    y Asia Central…

    Es necesario que las autoridades ejecutivas adopten
    políticas para recuperarse de la segunda recaída
    del empleo

    El empeoramiento de las condiciones
    macroeconómicas y del mercado laboral en muchos
    países y el riesgo que se afiance la crisis del empleo
    requieren de una acción política adicional. Algunos
    ámbitos más prometedores para la acción
    incluyen:

    • Hacer frente a la incertidumbre para incrementar las
      inversiones y la creación de empleo. En particular en
      los países desarrollados, los responsables de la
      formulación de políticas necesitan abordar la
      incertidumbre política. Esto incluye ofrecer planes
      políticos más coherentes y predecibles, medidas
      para aumentar los ingresos disponibles a fin de fomentar un
      mayor consumo; la rápida implementación de
      reformas financieras dirigidas a restituir al sector bancario
      la función que le corresponde de apoyar las
      inversiones y otorgar créditos en particular a las
      PYME, los principales motores de la creación de
      empleo. También son necesarias estrategias
      creíbles de salida para aquellos países
      especialmente afectados por la crisis de la deuda, por
      ejemplo al reprogramar la deuda soberana y aligerar la carga
      económica de los hogares.

    • Estímulos coordinados dirigidos a la demanda
      mundial y la creación de empleo. Las medidas de
      austeridad y los intentos descoordinados dirigidos a promover
      la competitividad en diversos países europeos han
      aumentado el riesgo de una espiral deflacionaria de salarios
      más bajos, un consumo más débil y una
      inestabilidad de la demanda. Los países, en vista del
      déficit mundial de empleo y de consumo,
      deberían adaptar el ritmo de su consolidación
      fiscal a la fuerza subyacente de la economía y
      reconocer que las medidas de estímulo a corto plazo
      pueden ser necesarias para salir de las cargas de la deuda.
      Los responsables de la formulación de políticas
      a nivel global y los órganos de coordinación
      como el G20 y la UE deberían intensificar sus
      esfuerzos para evitar políticas que empobrecen al
      vecino, que están teniendo lugar a través de
      reducciones del salario y de la protección social en
      Europa, así como a través de medidas
      comerciales y monetarias en otros países. Las medidas
      políticas necesitan estar mejor coordinadas a nivel
      mundial a fin de reequilibrar el crecimiento y fomentar
      motores del crecimiento multipolares. El incremento del poder
      adquisitivo de las clases medias emergentes en muchos
      países en desarrollo podría contribuir con este
      tipo de evolución.

    • Abordar los desajustes en el mercado de trabajo y
      promover el cambio estructural. Gran parte de la crisis del
      desempleo es cíclica. Sin embargo, los responsables de
      la formulación de políticas también
      necesitan abordar los problemas estructurales que se han
      intensificado con la crisis, como el desajuste entre la
      oferta y la demanda de competencias y ocupaciones. La
      recuperación débil e inestable ha agravado
      estos problemas en algunos países, y es probable que
      esto frene una futura recuperación del mercado
      laboral. Los gobiernos deberían intensificar los
      esfuerzos dirigidos a apoyar las actividades relacionadas con
      las competencias y la recapacitación a fin de reducir
      el desfase entre la demanda y la oferta de calificaciones y
      competencias laborales y abordar el desempleo de larga
      duración. Las medidas de reactivación y de
      orientación profesional deberían ser
      incrementadas. La crisis mundial ha reducido el ritmo del
      cambio estructural en muchas regiones en desarrollo,
      exigiendo políticas para mejorar la productividad y
      facilitar la movilidad de los trabajadores entre los
      sectores. Donde el empleo en la agricultura es especialmente
      importante, los gobiernos necesitan adoptar medidas dirigidas
      a acelerar el crecimiento de la productividad en ese sector y
      diversificar las oportunidades de trabajo e inversiones en
      las zonas rurales.

    • Incrementar los esfuerzos para promover el empleo
      juvenil con atención especial en el desempleo por
      largo tiempo. Las tasas de desempleo juvenil elevadas y en
      aumento han fomentado las preocupaciones sobre una
      "generación perdida" con consecuencias negativas a
      largo plazo tanto para los mismos jóvenes como para la
      economía en general. Para hacer frente a estos
      desafíos, los responsables de la formulación de
      políticas deberían promover el empleo juvenil.
      La guía exhaustiva de la OIT sobre cómo hacerlo
      está contenida en el Llamado a la acción sobre
      la crisis del empleo juvenil acordado por gobiernos,
      trabajadores y empleadores en la Conferencia Internacional
      del Trabajo de junio 2012. Además de las
      políticas macroeconómicas a favor del empleo y
      de las políticas activas del mercado laboral, se
      consideran particularmente pertinentes tres tipos de
      intervenciones: i) incrementar la empleabilidad de los
      jóvenes a través de medidas como reforzar los
      vínculos entre la educación, la
      formación y el mundo del trabajo, incluyendo las
      pasantías; mejorar el acceso de los jóvenes a
      la información sobre las oportunidades profesionales,
      apoyar la búsqueda de empleo y los sistemas de
      garantías para los jóvenes; ii) estimular la
      iniciativa empresarial de los jóvenes; y iii) promover
      las normas del trabajo y los derechos de los jóvenes
      garantizando que disfruten de igualdad de trato y se les
      concedan sus derechos en el trabajo, incluyendo el derecho de
      sindicación y a la negociación colectiva, y
      garantizarles una protección social
      adecuada.

    Parte 3 del Informe (en inglés). Regional
    economic and labour market developments

    Developed Economies and European Union

    Unemployment has started to become entrenched and
    further job destruction threatens

    Macroeconomic conditions deteriorated in 2012 in much of
    the Developed Economies region, substantially increasing
    uncertainty to the outlook. Spillovers of the Euro area economic
    woes to the rest of the Developed Economies region and the global
    economy are becoming increasingly visible.

    The loss in risk appetite of investors in Europe is
    spreading more widely, also affecting economies in other
    countries in the region. As recessionary conditions spread
    throughout the region, unemployment rates are expected to go up
    again after having receded since their peak in 2010 (see Table
    1). Indeed, the regional unemployment rate is expected to remain
    elevated throughout 2013 and to slowly decline only from next
    year onward, mainly thanks to improving labour market conditions
    outside the Euro area. Overall, unemployment rates will remain
    almost 2 percentage points higher than before the crisis over the
    entire forecast horizon.

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    Recessionary conditions have significantly reduced job
    creation rates; thereby lowering chances for job-seekers to
    return to employment quickly (see Figure 15). As a consequence
    the average duration of unemployment has increased with some 33.6
    per cent of all job-seekers in the Developed Economies and
    European Union region being unemployed for 12 months or longer,
    up from 28.5 per cent prior to the crisis. The incidence of
    long-term unemployment is 31.3 per cent in the United States and
    39.4 per cent in Japan. Overall, with the onset of the crisis,
    unemployment outflows have decreased by 33 per cent and remained
    broadly at that lower level for most of the region. At the same
    time, worker inflows into unemployment have experienced an upward
    trend since the beginning of the crisis. The simultaneous drop in
    unemployment outflows and jump in job destruction rates magnified
    problems of joblessness in developed economies. At the same time,
    gross labour market turnover -the sum of job creation and
    destruction in a given period- has been trending downwards over
    the last three decades and is now 7 per cent below the region"s
    turnover rate after the recession in the early 2000s. This bodes
    ill for faster labour market adjustment, thereby preventing a
    faster employment recovery. At the same time, as unemployment
    duration lengthens, job-seekers lose their skills and competences
    and will find it more and more difficult to get an alternative
    job opportunity. An increasing number have dropped out from the
    labour market altogether or returning to non-market activities.
    In OECD countries as a whole, for instance, the share of
    discouraged workers in the total labour force increased by 50 per
    cent between 2007 and 2011, whereas the increase in
    discouragement among youth in these countries was almost
    twofold.

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    The problem of an increasing detachment from the labour
    market is particularly severe among younger people who have been
    particularly hard hit by the crisis. In the Developed Economies
    region, youth unemployment rates have deteriorated substantially
    with the crisis and not shown signs of improvements since. As
    recessionary conditions have taken hold of most European
    countries again, youth unemployment has further increased,
    reaching more than 50 per cent of young active people in
    countries such as Greece and Spain and more than 22 per cent in
    the Euro area overall. So far, only Austria, Germany and
    Switzerland have managed to keep youth unemployment low, in some
    cases even lower than prior to the crisis but even there, the
    slowdown in economic activity has started to push up youth
    unemployment (Austria, Switzerland) or prevented it from falling
    further (Germany). Some young people have started to return to or
    prolong education, to acquire new skills in order to improve
    their future labour market chances (Barrow and Davis, 2012).
    Others have dropped out completely or are increasingly frustrated
    in their job search without, nevertheless, returning to the
    education system. This group of young people that is neither in
    employment, education nor training (NEET) has grown since the
    crisis, in particular among European crisis countries, and is
    expected to increase further as recessionary conditions continue
    to prevail in the Euro area (see Figure 16).

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    More than among the adult population, rising and more
    persistent unemployment for young people has fuelled their
    inactivity rates. The rapid and substantial increase in youth
    unemployment in some advanced economies has significantly
    lengthened the average duration of unemployment even for younger
    cohorts, a situation without precedence. As a consequence, youth
    participation rates have dropped in advanced economies by more
    than could have been expected on the basis of precrisis trends
    (see Figure 17). As the prospects of finding a job are dim and
    not all countries offer second-chance education opportunities or
    activation measures targeted at young job-seekers, fewer young
    people decide to search actively for a job, waiting for economic
    conditions to improve before returning to the labour market. This
    is likely to hamper their future chances for employment further,
    as essential skills for job search and employment are lost or not
    sufficiently acquired. Indeed, existing studies point to the
    particularly harmful effect of unemployment and inactivity early
    in a person"s career. Important job experience is not being
    gained and might be difficult to acquire when a young person
    eventually finds employment later on. As a consequence, as the
    crisis continues, young unemployed, once they eventually become
    employed, will be less productive, earn lower wages and have
    fewer stable employment opportunities. Existing evidence already
    points to a loss of at least 1 per cent of GDP among European
    countries due to the higher youth unemployment in the European
    Union (Eurofound, 2012).

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    Nevertheless, a closer look at job creation dynamics
    around boom–bust periods reveals a more general pattern of
    sluggish employment growth, irrespective of any specific
    sectorial pattern or labour market mismatch. Indeed, when
    analyzing the effect of growth on job creation around the time of
    banking crises, large drops in employment during banking
    recessions can be detected alongside more sluggish employment
    growth immediately afterwards (see Figure 21). This pattern of an
    L-shaped evolution of employment following a banking crisis
    contrasts with a more pronounced recovery of employment after a
    business cycle downturn that was not induced by foul credits and
    liquidity-constrained banks. Indeed, job creation falls more than
    four times faster when a recession follows a banking crisis than
    during normal business cycle downturns. In contrast, employment
    creation does not react at all -or only very weakly- to growth in
    the recovery period following such a banking crisis.

    Differences in the responsiveness of job creation to
    growth of this magnitude cannot be explained by sectorial or
    occupational shifts alone. Instead, downturns induced by banking
    crises come with strong cleansing effects whereby over-investment
    and misallocation induced by excessive leveraging prior to the
    crisis wipe out large parts of the economy. As a consequence,
    credit constraints worsen during a financial market crisis and
    depress the employment recovery for some time. In addition,
    persistent problems of the financial sector to restore
    sustainable balance sheets during such downturns also affect
    monetary policy transmission mechanism. This will affect
    financing conditions in particular for small and medium-size
    enterprises where many jobs originate. Despite record low
    refinancing rates for banks, both short- and long-term interest
    rates for corporations are sizeable, in particular in countries
    where sovereign debt risk spills over to the private credit
    market. Even companies that have sufficient own funds to invest
    are reluctant to enter any longer term commitments. Job creation
    is further impaired by the fact that banking-related crises
    require firms to build up new collateral to finance their
    activities, which is easier done through physical investment
    rather than through new hires (Calvo et al., 2012). This
    liquidity-hoarding is one of the major reasons for low investment
    and employment growth in developed economies and explains why job
    creation has been so slow despite large slack on labour markets
    and rapidly falling hiring costs in many advanced
    economies.

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    Box 5. Why do some asset price bubbles have
    worse effects on output and employment than
    others?

    Financial globalization has brought about more frequent
    financial asset price bubbles. Whereas the post-war period was
    mostly immune from asset price bubbles in the Developed Economies
    region, deregulation of the banking sector in the 1980s in the
    United States led to the savings and loans crisis in 1989.
    Similarly, the opening of the capital account pushed Scandinavian
    countries through a real-estate and asset price boom in the early
    1990s. Periods of rapid increases and declines of asset prices
    became more frequent with the realestate bubble in Japan at the
    end of the 1980s, strong housing price swings in France and
    Switzerland at the turn of the 1990s and the IT bubble at the
    turn of the 2000s in several countries of the Developed Economies
    and European Union region. More recently, the United States
    housing bubble burst in 2007-08, while European economies are
    currently experiencing a sovereign debt crisis (Brunnermeier and
    Oehmke, 2012).

    Not all asset pricing bubbles have the same impact on
    the real economy, however. For instance, the stock market crash
    in 1987 and the crash of the IT bubble in 2001 had very little
    direct negative impact on GDP. In contrast, the stock and housing
    market bubbles have triggered long-lasting periods of economic
    recession and stagnation in Japan over the 1990s and in the USA
    and other advanced economies since 2008.

    Existing evidence shows that besides the wealth effect
    of higher asset prices on consumption and investment decisions,
    it is primarily the severity of credit constraints that explains
    differences in crisis impacts. Indeed, as banks screen the credit
    worthiness of borrowers they take their clients" income or wealth
    as collateral. Asset price bubbles affect the credit constraints
    through the value of the collateral. Kiyotaki and Moore (1997)
    describe the interaction between credit rationing and asset
    pricing bubbles for firms. A similar analysis can be made when
    the collateral takes the form of real estate (Iacoviello,
    2005).

    To illustrate the importance of the credit channel for
    explaining differences in the impact of asset price bubbles, a
    medium-scale semi-structural macroeconomic model is used by the
    ILO for the estimates in this box. This model takes into account
    the main characteristics of modern economies. The financial
    sector is made of commercial banks and traders. Banks make
    decisions regarding loan application according to the collateral
    of borrowers. The collateral of borrowing firms takes the form of
    equities. Traders" expectations are subject to opinion dynamics
    and may lead to bubbles when the same beliefs are shared by a
    sufficient number of traders. The real sector is composed of
    workers and firms. Workers receive labour income depending on
    wages and the level employment, while firms form investment
    decisions based on the profit rate. Lastly, fiscal authorities
    engage in public spending either to limit the level of debt or to
    sustain economic activity, while monetary authorities set the
    interest to stabilize the inflation gap and the output gap. The
    model is calibrated to mimic characteristics of the United States
    economy. Consumption accounts for 70 per cent of GDP, while the
    share of investment is 12 per cent of GDP at the steady state. On
    the income side, the labour share of income accounts for 77 per
    cent of GDP. Population growth at the rate of 1 per cent annually
    and the real annual interest rate is 2 per cent. Public spending
    amounts to 18 per cent of GDP while the public debt to GDP ratio
    is close to 50 per cent.

    The impact of asset price bubbles on output and
    employment is compared under two scenarios, assuming a 1 per cent
    increase in the value of equities. The simulated path of output
    is then recalibrated to match the magnitude of output swings
    during the past two recessions in the United States (see figure
    B5.1).

    In the first scenario (Panel A), credit rationing is
    less severe and banks are more accommodative. In the second
    scenario (Panel B), credit rationing by banks is severe and
    credit decisions are highly sensitive to the value of the stock
    market, which is used as collateral by banks.

    In Figure B5.1, an increase in stock prices is
    associated with increased employment instability when credit
    decisions depend more heavily on the value of the stock market
    (Panel A vs. Panel B). Economic instability takes the form of
    amplified output fluctuations. The standard deviation of
    employment is 20 per cent lower under scenario 1 (panel A) than
    under scenario 2 (panel B). Under scenario 1, employment reaches
    a peak after 3 years. When the economy unfolds, employment
    reaches a through after 7 years. In Panel A, the transmission
    channel between asset pricing bubble and credit is weaker
    reducing the degree of employment instability. These implied
    elasticities by the two scenarios are in line with the
    estimations of Gilchrist et al. (2005) using a VAR model for the
    United States.

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    New sources of employment growth

    The sluggish recovery in much of the Developed Economies
    region following the financial crisis and the double dip in the
    Euro area have led to a substantial increase in trend
    unemployment rates in the region (see Figure 22). This implies
    that higher unemployment might already have become persistent, at
    least in certain countries of the region. In particular European
    countries in the Baltics and the Mediterranean have suffered from
    a strong and potentially lasting increase in their underlying
    unemployment rate, preventing a stronger employment recovery.
    Together with the increase in unemployment duration this rise in
    trend unemployment will pose serious challenges to policy-makers
    in finding the proper activation measures. On the one hand,
    higher trend unemployment has reduced the production potential,
    which further depresses a level of activity that is already below
    its medium-term sustainable growth rate (Ho and Yetman, 2012).
    This will feed into a self-sustaining slow-growth path of
    economic expansion whereby low activity and weak employment hold
    each other down. In addition, the decline in the efficiency of
    labour market matching in reaction to structural adjustment
    caused by the financial crisis will exacerbate problems for
    faster employment growth and further reduce the effectiveness of
    policy interventions that aim at stimulating the
    recovery.

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    Autor:

    Ricardo Lomoro

    Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6
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