Desigualdades en la distribución de la renta en los países desarrollados (Parte I) (página 6)
Una razón de ello es que la fiscalidad
reviste ahora un carácter menos progresivo y, por
consiguiente, tiene menos posibilidades de dar respuesta a la
creciente desigualdad de ingresos en la mayor parte de
Estados Miembros de la OIT. En términos generales, los
impuestos indirectos -que suelen ser regresivos- han cobrado
mayor importancia como fuente de ingresos para los gobiernos.
Por el contrario, el promedio de los tipos del impuesto sobre
los ingresos de las sociedades y el tipo máximo del
impuesto sobre la renta de las personas físicas han
disminuido en los últimos 15 años. Entre 1993 y
2007, el tipo medio del impuesto de sociedades (en todos los
países respecto de los que se dispone de datos) se
redujo del 37,5 al 27,1 por ciento. En lo que atañe al
tipo máximo del impuesto sobre la renta de las
personas físicas, se redujo, en promedio, del 37 al 34
por ciento en ese mismo período.
Otro de los factores que motivan esta tendencia es
que, en general, la menor progresividad de los sistemas
fiscales no ha sido compensada por un mayor recurso a las
transferencias sociales con fines de redistribución. A
lo largo de los 15 últimos años, las
transferencias sociales en porcentaje del PIB han disminuido
en los países desarrollados y en África y han
aumentado ligeramente en el resto del mundo en desarrollo.
Aunque la asistencia social específica es mucho
más progresiva que otras transferencias sociales, en
particular en los países en desarrollo, el presupuesto
dedicado a la asistencia es demasiado pequeño para
tener una influencia significativa en las desigualdades.
Además, el gasto en programas de seguros sociales se
ha incrementado con relativa rapidez en muchos países
en desarrollo, pero con frecuencia sin que ello haya tenido
grandes repercusiones en la reducción de la
desigualdad de ingresos. De hecho, estos programas tienden a
ser sólo moderadamente progresivos (en el caso de
muchos países desarrollados y de los países con
una protección social universal no contributiva, o
incluso regresivos, habida cuenta de que en muchos
países en desarrollo se excluye a los trabajadores del
sector informal.
Toda política que utilice los impuestos y
prestaciones como instrumentos para hacer frente a la
desigualdad de ingresos ha de asegurar su eficacia. Los
impuestos y prestaciones, si no están bien
diseñados, pueden afectar al crecimiento y a las
perspectivas de empleo, y en algunos casos aumentar incluso
la desigualdad. Sin embargo, el análisis realizado en
este capítulo pone de manifiesto que es posible
alcanzar los objetivos de crecimiento y empleo y reducir al
mismo tiempo las desigualdades. A este respecto, son
interesantes los casos del Brasil, Mauricio y
Malasia…
Transferencias sociales, impuestos y desigualdad de los
ingresos: tendencias dominantes
En esta sección se presentan asociaciones
sencillas entre varios instrumentos de redistribución y la
desigualdad de ingresos. Obviamente, estas asociaciones no
implican necesariamente una relación de causalidad y en la
sección siguiente se examinará con mayor
profundidad cuáles son las verdaderas relaciones de causa
a efecto.
Transferencias sociales y desigualdad
Hay una asociación negativa relativamente
sólida entre gasto en transferencias sociales y
desigualdad (gráfico 5.1). La correlación entre
gastos en prestaciones sociales del gobierno central y
desigualdad de los ingresos es de -0,75 en los 64 países
sobre los que se dispone de datos. En otras palabras, los
países que gastan más en transferencias sociales
suelen tener menos desigualdad de ingresos. Por ejemplo, en los
países desarrollados, la desigualdad de ingresos es
relativamente elevada en los Estados Unidos, donde el gasto en
transferencias sociales es limitado. Por el contrario, los
países que más gastan en transferencias sociales
(fundamentalmente países europeos, como Alemania, Austria,
Bélgica, Dinamarca, Francia, y Suecia) tienen una
desigualdad de ingresos relativamente baja.
La relación negativa entre desigualdad de
ingresos y transferencias sociales puede interpretarse como
demostración de que los países con gran desigualdad
carecen de los medios económicos o políticos para
financiar programas sociales. Algunos autores citan la llamada
"paradoja de Robin Hood", es decir, aquella situación en
que la redistribución es mínima precisamente cuando
es más necesaria (Lindert 2004). No obstante, de hecho
puede existir una causalidad inversa: el bajo nivel de gasto en
transferencias sociales en un país de ingreso alto, como
los Estados Unidos, puede ayudar a explicar la desigualdad en los
ingresos, superior a la media.
El gasto en transferencias sociales ha tendido a
reducirse en porcentaje del PIB, excepto en América Latina
y en algunos países de Asia y del Medio Oriente
Hay grandes divergencias regionales en el gasto en
transferencias sociales (gráfico 5.2).
Los países de alto ingreso de la OCDE son los que
realizan mayores gastos, por término medio, aunque se ha
observado un ligero descenso durante el período
comprendido entre 1990 y 2004, en que pasó del 13,5 al
12,7 por ciento del PIB. El gasto en transferencias sociales fue
también relativamente elevado en los antiguos
países comunistas, con un nivel próximo al 9 por
ciento del PIB, aunque también en este caso se
observó un notable descenso del gasto entre 1990 y
2004…
¿En qué medida contribuyen los impuestos y
las transferencias sociales a determinar la distribución
de los ingresos?
En la sección anterior se han expuesto las
tendencias generales de las transferencias sociales y los
impuestos, y su relación con la desigualdad de ingresos.
En esta sección se examina detalladamente la medida en que
las transferencias sociales y los impuestos contribuyen a
determinar la distribución de los ingresos en diferentes
regiones y países. Se centra en los países respecto
de los que se dispone de datos acerca del ingreso de mercado de
las personas físicas (es decir, los ingresos antes de
impuestos y las transferencias sociales) y los ingresos finales
(ingresos después de los impuestos y transferencias
sociales).
La redistribución en los países
desarrollados
El alcance de la redistribución fiscal se ha
mantenido constante en términos generales
En general, los impuestos y las transferencias sociales
no han conseguido detener la tendencia al aumento de la
desigualdad de los ingresos de mercado en los países
desarrollados.
Los datos correspondientes a 14 países
desarrollados basados en el Estudio sobre los ingresos de
Luxemburgo (Luxembourg Income Study (LIS)) revelan que, desde el
decenio de 1980, el coeficiente de Gini sobre los ingresos
finales ha aumentado casi tanto como el de los ingresos de
mercado.
Entre los primeros años del decenio de 1980 y los
últimos del de 1990, y con excepción de Suiza,
donde se mantuvo estable, la desigualdad de los ingresos antes de
deducir los impuestos aumentó en los países a que
se refiere el estudio. El promedio del coeficiente de Gini antes
de impuestos en los 14 países subió de 0,41 en el
decenio de 1980 a 0,45 a finales del decenio de 1990, lo que
representa un aumento de 3,4 puntos porcentuales (véase el
gráfico 5.8).
La desigualdad en términos de ingresos
disponibles aumentó también en la mayoría de
los países (con excepción de Dinamarca, los
Países Bajos y Suiza, donde disminuyó, y de
Francia, donde se mantuvo estable). El coeficiente de Gini sobre
la desigualdad de los ingresos disponibles alcanzó un
promedio de 0,26 en el decenio de 1980 y aumentó 0,9
puntos porcentuales hasta situarse en 0,28 a finales del decenio
de 1990.
En consecuencia, el alcance de la redistribución
fiscal aumentó también, por término medio,
sólo ligeramente durante el mismo período, en que
pasó de 0,15 a 0,17 (aumento
de 2,5 puntos porcentuales12) y descendió de
hecho en dos países, Suecia y los Países Bajos,
donde han disminuido tanto la desigualdad de los ingresos
privados como la desigualdad de los ingresos disponibles. En
estos dos países, junto con Bélgica, Dinamarca y
Finlandia, se registró la mayor redistribución, en
comparación con el promedio de la OCDE. Por otro lado, el
nivel más bajo de redistribución corresponde a
Australia, Canadá, Suiza y Estados Unidos. El ligero
aumento medio de la redistribución fiscal ha sido
generalmente inferior al rápido crecimiento de la
desigualdad. En otras palabras, y para ser más precisos,
el coeficiente de Gini de los ingresos privados aumentó un
3,4 por ciento, mientras que la redistribución
creció sólo un 2,5 por ciento, lo que dio lugar a
un aumento neto de la redistribución del 0,9 puntos
porcentuales.
Estas conclusiones sobre la redistribución
encuentran confirmación en algunas publicaciones, como
Estes (2004), donde se califica a los países
nórdicos (Dinamarca, Finlandia, Noruega y Suecia) de
"líderes sociales" entre los países desarrollados,
y Esping-Andersen (1990), que presenta tres modelos de estado del
bienestar: el socialdemócrata (países
nórdicos y Países Bajos), el liberal (Australia,
Canadá, Japón, Suiza y Estados Unidos) y el
conservador (Austria, Bélgica, Francia, Alemania e
Italia). La obra de Esping-Andersen es una de las contribuciones
más importantes y más citadas en los debates
recientes sobre la política social y el bienestar. Otros
investigadores que han utilizado los datos del LIS han llegado a
conclusiones semejantes (Kenworthy y Pontusson 2005; Pontusson
2005; Mahler y Jesuit 2006).
El hecho de que los países nórdicos tengan
buenos resultados en materia de redistribución está
en armonía con su reputación de estados del
bienestar generosos (Esping-Andersen 1990; Kangas y Palme 2005).
También Francia, como se observa en los estudios, destaca
como estado del bienestar generoso en lo que respecta al gasto
social público neto, que representa el 30 por ciento del
PIB (OCDE 2006, pág. 79).
La principal fuente de redistribución son las
transferencias sociales, no los impuestos
Según un estudio (Mahler y Jesuit 2006) las
transferencias sociales tienen en general mayor
repercusión en la redistribución que los impuestos.
Por término medio, las transferencias representan el 75
por ciento de la distribución fiscal en los países
de la OCDE, y los impuestos sólo el 25 por ciento
(véase el gráfico 5.9). Además, la parte de
la distribución fiscal correspondiente a los impuestos
bajó del 27 por ciento en el decenio de 1980 al 24 por
ciento a finales del decenio de 1990, mientras que la
contribución de las transferencias aumentó en la
misma proporción.
Los países con bajo nivel de desigualdad
(países nórdicos, Alemania, Bélgica y
Países Bajos) recurren fundamentalmente a las
transferencias sociales como instrumento de
redistribución. Por el contrario, los países con
mayor desigualdad (Australia, Canadá y Estados Unidos)
recurren más a los impuestos.
Los fuertes efectos redistributivos de las
transferencias sociales se ponen también de relieve al
examinar las relaciones entre transferencias y pobreza
(véase el gráfico 5.10). Los países que
tienen niveles más elevados de pobreza -personas con menos
ingresos disponibles- suelen redistribuir menos. Por ejemplo, los
Estados Unidos, que tienen el mayor nivel de pobreza del mundo
desarrollado, son el país que menos redistribuye, mientras
que Dinamarca, Finlandia y Suecia, que tienen niveles bajos de
pobreza, son los que más redistribuyen.
Las pensiones tienen un fuerte efecto redistributivo en
los países desarrollados
Más de la mitad del impacto redistributivo de las
transferencias sociales se debe a las pensiones (hasta el 80 por
ciento o más en Suiza y el 70 por ciento en Alemania)
(véase el gráfico 5.11). La contribución de
las transferencias por desempleo a la redistribución es de
aproximadamente el 7 por ciento. Otras prestaciones, como la
asistencia social y las prestaciones de enfermedad, representan
en torno a un tercio de la redistribución.
Consideraciones de política
Los impuestos y las transferencias sociales pueden ser
instrumentos importantes de redistribución. No obstante, a
pesar de su potencial, no se han utilizado en la medida necesaria
para responder cabalmente a una desigualdad cada vez mayor. En la
medida en que los responsables de la formulación de
políticas consideren que el aumento de la desigualdad de
los ingresos constituye un problema, pueden considerarse varias
opciones normativas. Su objetivo es hacer frente a la creciente
desigualdad de ingresos sin afectar negativamente al crecimiento
económico.
En primer lugar, puede haber motivos para aumentar la
progresividad del sistema tributario. Con este fin, los gobiernos
podrían velar por que no disminuyeran más los tipos
impositivos aplicables a las personas de ingresos elevados
-tendencia internacional que se pone de relieve en este
capítulo- y limitar las exenciones tributarias regresivas.
En algunos países quizá haya motivos para evitar un
nuevo aumento del IVA y de otros impuestos indirectos (regresivos
en muchos casos), introducidos para compensar las reducciones de
los ingresos públicos debidas a la disminución de
los impuestos sobre la renta y los aranceles
comerciales.
En segundo lugar, con el fin de evitar el riesgo de una
nociva competencia fiscal internacional, quizá se
necesiten medidas bilaterales. De hecho, hay muchos países
que no pueden aumentar la progresividad de su sistema tributario,
porque ello podría favorecer la marcha de los grupos de
altos ingresos que disponen de movilidad. Naturalmente, todos los
esfuerzos por reducir esta competencia fiscal nociva deben tener
en cuenta los casos en que los países han reducido
legítimamente los impuestos para mejorar la eficiencia
económica.
En tercer lugar, la política tributaria y social
debe apoyar el empleo, un mecanismo de redistribución
fundamental. Ello implica la eliminación de las
disposiciones tributarias que afectan a la participación
en el mercado de trabajo.
En cuarto lugar, como se ha puesto de manifiesto en este
capítulo, la política social puede utilizarse
más activamente sin renunciar a los objetivos de
crecimiento o empleo. Así se ha hecho en países tan
distintos como Malasia, Mauricio, los países
nórdicos y, en cierta medida, Brasil. En algunos de estos
países, se proporcionó protección social a
toda la población (o, en el caso del Brasil, a los hogares
rurales de ingresos bajos) y, al mismo tiempo, se mantuvieron el
crecimiento y el empleo. El acceso a los servicios sociales
básicos, como la educación, la salud y el
abastecimiento de agua, debería ser universal, ya que
estos servicios aumentan el capital humano, apoyan el crecimiento
económico y limitan el riesgo de desigualdad excesiva de
los ingresos. En los países en desarrollo, el uso de
prestaciones condicionadas en efectivo puede resultar una
innovación interesante.
El trabajo decente como conjunto coherente de
políticas
Vínculos entre el trabajo decente y la
desigualdad de ingresos
El Programa de Trabajo Decente proporciona un marco
ideal para examinar, colectivamente, las relaciones y las
posibles compensaciones entre los distintos componentes que se
analizan este año en el Informe sobre el Mundo del
Trabajo. El Programa de Trabajo Decente se estructura en torno a
cuatro objetivos estratégicos:
i) los principios y derechos fundamentales en el trabajo
y las normas internacionales del trabajo;
ii) las oportunidades de empleo para las mujeres y los
hombres;
iii) la protección social y la seguridad social;
y
iv) el diálogo social y el
tripartismo.
Cada una de las tres cuestiones anteriores, o un aspecto
de ellas, y su relación con la desigualdad de ingresos se
han examinado más detalladamente en los capítulos
3, 4 y 5, respectivamente. Y si bien en cada capítulo se
formulan mensajes y consideraciones fundamentales de
políticas sobre la mejor manera de invertir la tendencia
generalizada al aumento de la desigualdad de ingresos, el reto
con el que se enfrentan los responsables de la formulación
de políticas es la interrelación que existe entre
muchas de esas cuestiones. Teniendo esto presente, se intenta,
utilizando el análisis de componentes principales, medir
la relación entre los distintos componentes del Programa
de Trabajo Decente y la desigualdad de ingresos (recuadro 6.1). A
tal fin, se considera un conjunto de cinco variables que siguen
las líneas de los objetivos estratégicos del
Programa de Trabajo Decente:
desigualdad de ingresos (expresada por el
coeficiente de Gini, como en las demás partes del
informe);índice de sindicación y número
de convenios fundamentales de la OIT ratificados;tasa de ocupación;
gasto en protección social como porcentaje
del PIB; yobservancia de los derechos políticos,
incluidos los derechos fundamentales de los
trabajadores…
Esferas que requieren ulterior
análisis
Este informe ha establecido una serie de hechos acerca
de la desigualdad de ingresos, el empleo y los factores causales.
También ha allanado el camino para una acción
política que aborde el problema de las desigualdades
excesivas de ingresos y apoye al mismo tiempo el empleo y el
crecimiento económico.
Sin embargo, hay que seguir trabajando para comprender
cuáles son las políticas internas que funcionan
mejor, en qué ámbitos y en qué
circunstancias. En las siguientes esferas es especialmente
pertinente una investigación más
detenida:
Se requiere una mejor comprensión de uno de
los principales factores que explican la excesiva desigualdad
de ingresos en algunos países, la informalidad del
empleo, lo que exige proceder a un examen de las diversas
causas de ella y de las vías que pueden seguirse en lo
que respecta a las políticas para promover la
transición al empleo formal.Otra política interna que requiere un estudio
adicional es la política fiscal. Hay cierto grado de
coincidencia -reforzado por el análisis que hace este
informe- en que una protección social bien
diseñada puede contribuir a los objetivos sociales y
de empleo. Sin embargo, se sabe poco de los mecanismos de
financiación de la protección social,
especialmente en el contexto de los países en
desarrollo, en los que la base imponible es limitada y se ve
aún más debilitada por la existencia de una
economía informal de grandes dimensiones. El Informe
sobre el mundo del trabajo de este año ha puesto
también de manifiesto que los impuestos que gravan las
rentas elevadas tienden a disminuir, lo que puede constituir
un problema en el contexto de las crecientes desigualdades de
ingresos y debilitar la capacidad de los países para
poner en aplicación políticas de
redistribución. Sería conveniente evaluar si
hay riesgo de que la competencia fiscal internacional ejerza
una presión a la baja sobre la tributación de
los ingresos de los grupos de renta elevada.Por último, es importante examinar más
detalladamente la función de la coherencia de las
políticas de los diferentes pilares del Programa de
Trabajo Decente. El contexto en el que mejor pueda hacerse es
el de los exámenes por países, que es ideal
para analizar las interacciones entre las políticas y
las posibles soluciones de transacción.
También se requiere un análisis más
detallado que complemente los que se hacen en el informe de la
globalización financiera y de la gestión de las
empresas:
El sistema financiero actual requiere reformas de la
reglamentación de la estructura financiera, en
particular en lo que respecta a la reglamentación
cautelar y la supervisión financiera. Sin embargo, no
hay consenso en cuanto al marco reglamentario óptimo y
las propuestas varían desde hacer más estrictos
los reglamentos sobre la creación de dinero por el
sector bancario (por ejemplo, aumentando el nivel de las
reservas obligatorias) hasta introducir sólo
pequeñas modificaciones en el actual marco de
supervisión (por ejemplo, haciendo hincapié en
la reglamentación macrocautelar para detectar los
riesgos sistémicos en una fase temprana). Estas
diversas propuestas tienen repercusiones muy diferentes en la
creación de empleo y el crecimiento de los salarios.
Por consiguiente, la labor futura en este ámbito
debería centrarse en los tipos de
reglamentación de los que cabe esperar repercusiones
más beneficiosas en los objetivos de trabajo
decente.También es preciso arrojar más luz
sobre el diseño de políticas para el desarrollo
de los sistemas financieros nacionales y sobre el papel que
desempeña la política monetaria para promover
la creación de empleo a medio plazo. Esas
políticas deberían contribuir a paliar las
distorsiones en el sistema de pago y de crédito,
permitir una mejor canalización de fondos a los
empresarios y empresas locales, y ayudar a regular el
crecimiento de la liquidez en consonancia con los fundamentos
económicos, con miras a estimular la creación
de empleo sostenible.Debería dedicarse más atención
a las respuestas a la crisis monetaria y bancaria en los
planos mundial y regional. En particular debería
evaluarse, desde el punto de vista de las repercusiones que
tendría en el mercado de trabajo, la creación
de zonas monetarias regionales para que los países
más pequeños y vulnerables pudieran
beneficiarse de una unión monetaria amplia y
diversificada. Hay que seguir analizando las condiciones que
deben cumplir las uniones monetarias entre países en
desarrollo para poder mitigar con éxito el riesgo de
conmociones externas para sus miembros.Por último, la cuestión de la
remuneración de los directivos ha suscitado una
atención considerable en los últimos tiempos.
Algunos países han comenzado a tomar medidas a este
respecto, mientras que otros están considerando varias
posibilidades de reforma. Y sería conveniente examinar
los pros y los contras, de las distintas medidas desde el
punto de vista del desarrollo de empresas sostenibles y del
trabajo decente.
Informe Oxfam
Internacional – Enero 2013
Los ingresos en 2012 de las 100 personas más
ricas del mundo podrían acabar cuatro veces con la pobreza
mundial
• Oxfam insta los líderes políticos a
atajar la desigualdad global al menos a los niveles de
1990
• El pasado diciembre se presentó un informe
de Intermón Oxfam que alerta de la creciente desigualdad
en España
El 1% de las personas más ricas del planeta han
incrementado sus ingresos en un 60% en los últimos 20
años y la crisis financiera no ha hecho más que
acelerar esta tendencia
La explosión de la riqueza y los ingresos
extremos está exacerbando la desigualdad y dificultando la
capacidad mundial para atajar la pobreza, según advierte
hoy la organización internacional Oxfam, Intermón
Oxfam en España, en un comunicado hecho público a
pocos días del Foro Económico de Davos, que
tendrá lugar la semana que viene.
Los 240.000 millones de dólares de ingresos netos
de las 100 personas más ricas del planeta bastarían
para acabar cuatro veces con la pobreza extrema, según el
informe "The cost of inequality: how wealth and income extremes
hurt us all" (El coste de la inequidad: cómo la riqueza y
los ingresos extremos nos dañan a todos). El informe de
Oxfam hace un llamamiento a los líderes mundiales para
contener los ingresos extremos y que se comprometan a la
reducción de la desigualdad, al menos hasta los niveles
existentes en 1990.
El 1% de las personas más ricas del planeta han
incrementado sus ingresos en un 60% en los últimos 20
años y la crisis financiera no ha hecho más que
acelerar esta tendencia, en lugar de ralentizarla.
Oxfam advierte de que la riqueza y los ingresos extremos
no solo no son éticos, sino que además son
económicamente ineficientes, políticamente
corrosivos, dividen a la sociedad y son medioambientalmente
destructivos.
José María Vera, director general de
Intermón Oxfam, afirma: "No podemos seguir fingiendo que
la generación de riqueza por unos pocos beneficiará
al resto – y muchas veces la realidad es la
contraria".
"La concentración de recursos en las manos del 1%
más rico debilita la actividad económica y hace la
vida más difícil para el resto – particularmente
para los más vulnerables y los más
pobres".
"En un mundo en el que incluso los recursos más
básicos, como la tierra y el agua son cada día
más escasos, no podemos permitirnos concentrar activos en
las manos de unos pocos y dejar a la mayoría pelear por lo
que queda".
Se estima que cada persona del 1% más rico
utiliza unas 10.000 veces más carbono que un ciudadano
norteamericano medio.
Oxfam afirma que los líderes deben aprender de
los éxitos actuales de países como Brasil, que ha
crecido rápidamente al tiempo que reducía la
desigualdad – así como el éxito histórico de
los Estados Unidos en los años 30 cuando se
implantó el New Deal de Roosevelt que ayudó a
reducir la desigualdad y a atajar los intereses
espurios.
Según Vera, "necesitamos un New Deal global para
revertir décadas de incremento de la desigualdad. Como
primer paso los líderes mundiales deberían
comprometerse formalmente a reducir la desigualdad a los niveles
existentes en 1990".
"Desde paraísos fiscales hasta débiles
leyes de empleo, los más ricos se benefician de un sistema
económico global que está amañado a su
favor. Es hora de que nuestros líderes cambien el sistema
para que funcione en el interés de toda la humanidad en
lugar de hacerlo para una élite mundial".
Acabar con los paraísos fiscales – que albergan
cerca de 32 billones de dólares (o una tercera parte de la
riqueza global) podría generar 189.000 millones de
dólares adicionales en recaudación impositiva.
Además, el New Deal debería incluir elementos
como:
– Revertir la tendencia hacia sistemas fiscales
regresivos
– Aplicar un tipo mínimo global a las
empresas
– Medidas que incrementen los salarios en
relación con los rendimientos crecientes del
capital
– Incrementar las inversiones en los servicios
públicos universales y en redes de
protección
La desigualdad en España
Intermón Oxfam presentó diciembre pasado
el informe "Crisis, desigualdad y pobreza" en el que alertaba de
la creciente desigualdad entre ricos y pobres en España.
Tras cuatro años de crisis España encabeza el nivel
de desigualdad en la Unión Europea, y de no rectificarse
el rumbo, dentro de diez años el 20% de las personas
más ricas en España ingresarán 15 veces
más que el 20% más pobre.
Informe "El coste
de la inequidad: cómo la riqueza y los ingresos extremos
nos dañan a todos" (en inglés en el
original)
OXFAM MEDIA BRIEFING 18 January 2013 Ref:
02/2012
The cost of inequality: how wealth and income
extremes hurt us all
The world must urgently set goals to tackle extreme
inequality and extreme wealth
It is now widely accepted that rapidly growing extreme
wealth and inequality are harmful to human progress, and that
something needs to be done. Already this year, the World Economic
Forum"s Global Risk Report rated inequality as one of the top
global risks of 2013. The IMF and the Economist agree. Around the
world, the Occupy protests demonstrated the increasing public
anger and feeling that inequality has gone too far.
In the last decade, the focus has been exclusively on
one half of the inequality equation – ending extreme poverty.
Inequality and the extreme wealth that contributes to it were
seen as either not relevant, or a prerequisite for the growth
that would also help the poorest, as the wealth created trickled
down to the benefit of everyone.
There has been great progress in the fight against
extreme poverty. Hundreds of millions of people have seen their
lives improve dramatically -a historically unprecedented
achievement of which the world should be proud. But as we look to
the next decade, and new development goals we need to define
progress, we must demonstrate that we are also tackling
inequality- and that means looking at not just the poorest but
the richest. Oxfam believes that reducing inequality is a key
part of fighting poverty and securing a sustainable future for
all. In a world of finite resources, we cannot end poverty unless
we reduce inequality rapidly.
That is why we are calling for a new global goal to end
extreme wealth by 2025, and reverse the rapid increase in
inequality seen in the majority of countries in the last twenty
years, taking inequality back to 1990 levels.
Extreme wealth and inequality are reaching levels never
before seen and are getting worse
Over the last thirty years inequality has grown
dramatically in many countries. In the US the share of national
income going to the top 1% has doubled since 1980 from 10 to 20%.
For the top 0.01% it has quadrupled to levels never seen before.
At a global level, the top 1% (60 million people), and
particularly the even more select few in the top 0.01% (600,000
individuals – there are around 1200 billionaires in the world),
the last thirty years has been an incredible feeding frenzy. This
is not confined to the US, or indeed to rich countries. In the UK
inequality is rapidly returning to levels not seen since the time
of Charles Dickens. In China the top 10% now take home nearly 60%
of the income. Chinese inequality levels are now similar to those
in South Africa, which are now the most unequal country on earth
and significantly more unequal than at the end of apartheid. Even
in many of the poorest countries, inequality has rapidly
grown.
Globally the incomes of the top 1% have increased 60% in
twenty years. The growth in income for the 0.01% has been even
greater.
Following the financial crisis, the process has
accelerated, with the top 1% further increasing their share of
income. The luxury goods market has registered double digit
growth every year since the crisis hit. Whether it is a sports
car or a super-yacht, caviar or champagne, there has never been a
bigger demand for the most expensive luxuries.
The IMF has said that inequality is dangerous and
divisive and could lead to civil unrest. Polling shows the public
is increasingly concerned about growing inequality in many
countries, and by people across the political
spectrum.
Extreme wealth and inequality is economically
inefficient. A growing chorus of voices is pointing to the fact
that whilst a certain level of inequality may benefit growth by
rewarding risk takers and innovation, the levels of inequality
now being seen are in fact economically damaging and inefficient.
They limit the overall amount of growth, and at the same time
mean that growth fails to benefit the majority. Consolidation of
so much wealth and capital in so few hands is inefficient because
it depresses demand, a point made famous by Henry Ford and more
recently billionaire Nick Hanauer in his much-discussed TED
talk.
There quite simply is a limit to how many luxury yachts
a person could want or own. Wages in many countries have barely
risen in real terms for many years, with the majority of the
gains being to capital instead. If this money were instead more
evenly spread across the population then it would give more
people more spending power, which in turn would drive growth and
drive down inequality. The top 100 billionaires added $ 240
billion to their wealth in 2012- enough to end world poverty four
times over. As a result growth in more equal countries is much
more effective at reducing poverty. Oxfam research has shown that
because it is so unequal, in South Africa even with sustained
economic growth a million more people will be pushed into poverty
by 2020 unless action is taken.
Extreme Wealth and Inequality is Politically
Corrosive
If, in the words of the old adage "money equals power"
then more unequal societies represent a threat to meaningful
democracy. This power can be exercised legally, with hundreds of
millions spent each year in many countries on lobbying
politicians, or illegitimately with money used to corrupt the
political process and purchase democratic decision making. Joseph
Stiglitz and others have pointed out the way in which financial
liberalization led to huge power for the financial industry,
which in turn has led to further liberalization. In the UK the
governing
Conservative party receives over half its donations from
the financial services industry. Capture of politics by elites is
also very prevalent in developing countries, leading to policies
that benefit the richest few and not the poor majority, even in
democracies.
Extreme Wealth and Inequality is Socially
Divisive
Extreme wealth and inequality undermines societies. It
leads to far less social mobility. If you are born poor in a very
unequal society you are much more likely to end your life in
poverty. As Richard Wilkinson, co-author of the Spirit Level, has
said, the American dream is more real in Sweden than it ever has
been in the United States. Social mobility has fallen rapidly in
many countries as inequality has grown. If rich elites use their
money to buy services, whether it is private schooling or private
healthcare, they have less interest in public services or paying
the taxes to support them. Those from elites are much more likely
to end up in political office or other positions of power,
further entrenching inequality. Their children are likely to be
as rich, if not richer, than their parents, with
inter-generational inequality increasing. Inequality has been
linked to many different social ills, including violence, mental
health, crime and obesity.
Crucially inequality has been shown to be not only bad
for the poor in unequal societies but also the rich. Richer
people are happier and healthier if they live in more equal
societies.
Extreme Wealth and Inequality is Environmentally
Destructive
As the world is rapidly entering a new and unprecedented
age of scarcity and volatility, extreme inequality is
increasingly environmentally unaffordable and destructive. The
World Bank has shown that countries with more equal distribution
of land are more equitable and more efficient, and grow faster40.
Those in the 1% have been estimated to use as much as 10,000
times more carbon than the average US citizen. Increasing
scarcity of resources like land and water mean that assets being
monopolized by the few cannot continue if we are to have a
sustainable future. Poverty reduction in the face of extreme
wealth will become harder as resources become scarcer. More equal
societies are better able to cope with disasters and extreme
weather events. Studies show that more equal countries are also
better able to reduce carbon emissions.
Extreme Wealth and Inequality is un ethical
Gandhi famously said "Earth provides enough to satisfy
every man's need, but not every man's greed". From an ethical
point of view, it is extremely difficult to justify excessive
wealth and inequality. In fact, most philosophers and all of the
major religions caution against the pursuit of excessive wealth
at all cost and prescribe sharing of income with less fortunate
members of the community. For instance, the Koran bans usury and
says that the rich should give away a portion of their money. The
decision of Bill Gates and Warren Buffet to give away their
fortunes or to call for greater taxation of excess wealth is an
example to the rest of the world"s billionaires.
Extreme wealth and inequality is not
inevitable
After the Great Depression in the US in the 1930s, huge
steps were taken to tackle inequality and vested interests.
President Roosevelt said that the "political equality we once had
won was meaningless in the face of economic inequality". These
steps were echoed in Europe after World War Two, leading to three
decades of increasing prosperity and reduced inequality.
Similarly the growth of the Asian tiger economies like Korea was
achieved whilst reducing inequality and meant the benefits were
widely spread across their societies. More recently, countries
like Brazil, once a poster child for extreme inequality, have
managed to buck the global trend and prosper whilst reducing
inequality.
The policies required to reduce inequality are also well
known. Decent work for decent wages has had a huge impact. The
rise in the power of capital over labour has been identified by
Paul Krugman among many others as a key cause of the recent
crisis and one that means that assets are not being used
productively, in turn reducing demand.
Free public services are crucial to leveling the playing
field. In countries like Sweden, knowing that if you get sick or
that you will receive good treatment regardless of your income,
is one of the greatest achievements and the greatest equalizers
of the modern world. Knowing that if you lose your job, or fall
on hard times, there is a safety net to help you and your family,
is also key to tackling inequality. Similarly, access to good
quality education for all is a huge weapon against
inequality.
Finally, regulation and taxation play a critical role in
reining in extreme wealth and inequality. Limits to bonuses, or
to how much people can earn as a multiple of the earnings of the
lowest paid, limits to interest rates, limits to capital
accumulation are all only recently-abandoned policy instruments
that can be revived. Progressive taxation that redistributes
wealth from the rich to the poor is essential, but currently the
opposite is the case – taxation is increasingly regressive and
the poor pay higher effective tax rates than the rich, a point
recently highlighted by Warren Buffet among others, who has
called for greater taxes on the rich. Cracking down on tax
avoidance and tax evasion goes hand in hand with more progressive
taxation. Closing tax havens and ending the global race to the
bottom on taxation, for example with a globally agreed minimum
rate of corporation tax would make a huge difference It is
estimated that up to a quarter of all global wealth -as much as $
32 trillion- is held offshore. If these assets were taxed
according to capital gains taxes in different countries, they
could yield at least $ 189 billion in additional tax
revenues.
End extreme wealth and inequality
Whatever the combination of policies pursued, the first
step is for the world to recognize this as the goal. There are
many steps that can be taken to reverse inequality. The benefits
are huge, for the poorest – but also for the richest. We cannot
afford to have a world of extreme wealth and extreme inequality.
We cannot afford to have a world where inequality continues to
grow in the majority of countries. In a world of increasingly
scarce resources, reducing inequality is more important than
ever. It needs to be reduced and quickly.
An end to extreme wealth by 2025. Reversing increasing
extreme inequality and aim to return inequality to 1990
levels.
Informe
Tendencias Mundiales del Empleo – OIT – Enero
2013
Sumario ejecutivo
Este informe Tendencias Mundiales del Empleo para 2013
es una edición especial, justificada por el resurgimiento
de la crisis en 2012. En el año 2011 hubo un
debilitamiento de la recuperación, seguido en 2012 por una
disminución tanto en el crecimiento como en el
empleo.
El desempleo aumentó en otras 4 millones de
personas a lo largo de 2012.
El informe analiza la crisis en los mercados laborales
tanto de las economías avanzadas como de las
economías en desarrollo. El epicentro de la crisis ha
estado en las economías avanzadas, que representan la
mitad del incremento total del desempleo de 28 millones de
personas desde el estallido de la crisis. Pero la pronunciada
recaída del empleo en las economías avanzadas
además ha tenido repercusiones considerables en los
mercados laborales de las economías en desarrollo. Una
cuarta parte del incremento de 4 millones de personas en el
desempleo mundial durante 2012 tuvo lugar en las economías
avanzadas, mientras que tres cuartos en otras regiones, con
efectos significativos en Asia Oriental, Asia Meridional y
África Subsahariana…
Al examinar el impacto de la evolución
macroeconómica en los mercados laborales, el informe
analiza los bucles de retroalimentación negativos de los
hogares, las empresas, los mercados de capital y los presupuestos
públicos que han debilitado los mercados del
trabajo.
Constata que los desequilibrios macroeconómicos
han sido transferidos en gran medida a los mercados laborales. En
un número de países, los mercados del trabajo
debilitados por la vacilante demanda agregada, han sido
aún más afectados por los programas de austeridad
fiscal, los cuales con frecuencia conllevan recortes en el empleo
y en los salarios, con un impacto directo en los mercados
laborales. La reacción política, lejos de la
respuesta anticíclica a la crisis inicial en 2009 y 2010,
en muchos casos fue procíclica en 2011 y 2012, generando
la recaída aquí descrita…
Los mercados del trabajo mundiales se están
deteriorando de nuevo
En el quinto año después de la
irrupción de la crisis financiera mundial, el crecimiento
mundial ha registrado una desaceleración y el desempleo ha
comenzado a aumentar de nuevo, dejando un total acumulado de 197
millones de personas sin empleo en 2012. Además, unas 39
millones de personas han abandonado el mercado de trabajo ya que
las posibilidades de trabajar demostraron ser inalcanzables,
generando un déficit de 67 millones de puestos de trabajo
a nivel mundial desde 2007. A pesar de un repunte moderado en el
crecimiento de la producción previsto para 2013-2014, se
estima que la tasa de desempleo experimentará un nuevo
incremento y que el número de desempleados en el mundo
aumentará de 5,1 millones en 2013, hasta llegar a
más de 202 millones en 2013 y otros 3 millones en 2014.
Una cuarta parte del incremento de 4 millones de personas en el
desempleo mundial durante 2012 tuvo lugar en las economías
avanzadas, mientras que tres cuartos en otras regiones, con
efectos significativos en Asia Oriental, Asia Meridional y
África Subsahariana. Aquellas regiones que han logrado
prevenir un incremento adicional en el desempleo con frecuencia
han experimentado un deterioro en la calidad del empleo, en la
medida en que el empleo vulnerable y el número de
trabajadores que viven por debajo o muy cerca de la línea
de la pobreza aumentaron.
Las nuevas condiciones de recesión en Europa se
han propagado a nivel mundial
Una disminución de la actividad económica
y del crecimiento del empleo aún en los países que
inicialmente habían logrado eludir la segunda ola de la
crisis constituye un efecto secundario del crecimiento
débil de las economías avanzadas en 2012, en
particular las condiciones de recesión en Europa. Hasta el
momento, el principal mecanismo de transmisión de las
consecuencias a nivel mundial ha sido el comercio internacional,
pero regiones como América Latina y el Caribe
también se han visto afectadas por la creciente
volatilidad de los flujos internacionales de capital que las han
obligado a ajustar rápidamente sus políticas
macroeconómicas a fin de mitigar los efectos sobre las
tasas de cambio, debilitando de este modo sus economías
nacionales…
La incoherencia de las políticas ha intensificado
la incertidumbre, impidiendo inversiones más consistentes
y una creación de empleos más
rápida
La incoherencia entre las políticas monetarias y
las fiscales adoptadas en diferentes países y un enfoque
poco sistemático hacia el sector financiero y los
problemas de la deuda soberana, en particular en la zona euro,
han provocado que la incertidumbre perjudique las perspectivas
mundiales. En muchos países, las inversiones aún no
se han recuperado hasta los niveles anteriores a la crisis. La
indecisión de los responsables de la formulación de
políticas en diversos países ha generado
incertidumbre sobre las condiciones futuras, y reforzado las
tendencias de las empresas a aumentar los excedentes de efectivo
o pagar dividendos antes que expandir su capacidad y contratar
nuevos trabajadores.
La naturaleza persistente de la crisis ha agravado los
desajustes en el mercado de trabajo, intensificando los riesgos
de pérdida de los mercados laborales
La duración y la gravedad de la crisis de los
mercados de trabajo están agravando la falta de
correspondencia de las calificaciones en el mercado laboral,
contribuyendo a prolongar los períodos de desempleo. Dado
que la crisis se propaga a través del comercio
internacional, las ocupaciones concentradas en las industrias de
exportación son particularmente vulnerables y, en diversos
países, su importancia en el empleo total ha disminuido
por un margen significativo.
Los nuevos puestos de trabajo con frecuencia requieren
de competencias que los desempleados no poseen. Estos desajustes
de competencias y profesional harán que el mercado laboral
reaccione más lentamente a cualquier aceleración en
la actividad a medio plazo, a menos que se intensifiquen las
políticas de apoyo para recapacitar y activar a las
personas que actualmente buscan trabajo.
Las tasas de creación de empleo son
particularmente bajas, como generalmente ocurre después de
una crisis financiera
Los orígenes de la crisis en el sector financiero
gravan sobre la creación de empleos. Después de las
crisis bancarias como la actual, más puestos de trabajo
son destruidos y la cantidad de empleos creados es inferior ya
que la asignación errónea de los recursos y la
inversión excesiva precisan de tiempo para ser corregidas.
En las economías avanzadas, las tasas de
destrucción de empleo aumentaron de nuevo tras una breve
pausa en 2010, lo cual indica que probablemente habrá una
nueva reestructuración del empleo antes de que pueda
esperarse un repunte más consistente en los mercados
laborales. Otras regiones todavía registran tasas de
destrucción de empleo más altas del
promedio.
La crisis del empleo aleja más y más
mujeres y hombres del mercado laboral
La participación de la fuerza de trabajo ha
disminuido drásticamente, en particular en las
economías avanzadas, encubriendo el verdadero alcance de
la crisis del empleo. El problema es especialmente grave en las
economías desarrolladas y en la región de la UE
donde la tasa de participación de la fuerza de trabajo
descendió en casi un punto porcentual y se estima que
disminuya aún más a medida que el desempleo de
larga duración y las débiles perspectivas de la
economía desalientan a las personas a permanecer en el
mercado de trabajo. Como consecuencia, la relación
empleo-población ha disminuido drásticamente – en
algunos casos 4 puntos porcentuales o más- y aún no
se ha recuperado, ni siquiera donde la tasa de desempleo ha
comenzado a descender.
Los jóvenes siguen estando especialmente
afectados por la crisis
Los jóvenes continúan gravemente afectados
por la crisis. En la actualidad, unos 73,8 millones de
jóvenes están desempleados a nivel mundial y es
probable que la desaceleración en la actividad
económica empuje a otro medio millón al desempleo
para 2014. Se estima que la tasa de desempleo juvenil -que ya
había aumentado hasta 12,6 por ciento en 2012-
incrementará hasta 12,9 por ciento para 2017. La crisis ha
mermado drásticamente las perspectivas del mercado laboral
para los jóvenes, ya que muchos experimentan el desempleo
de larga duración desde su ingreso en el mercado laboral,
una situación que no había sido constatada durante
las contracciones cíclicas anteriores.
En la actualidad, alrededor de 35 por ciento de todos
los jóvenes desempleados ha estado sin empleo durante seis
meses o más en las economías avanzadas, frente a
28,5 por ciento en 2007. Como consecuencia, un número cada
vez mayor de jóvenes ha perdido la motivación y ha
abandonado el mercado de trabajo. Entre los países
europeos, donde este problema es especialmente grave, alrededor
de 12,7 por ciento de todos los jóvenes no trabaja ni
estudia, ni recibe formación, una tasa que es casi dos
puntos porcentuales más alta que antes de la
crisis.
Estos períodos de desempleo tan largos y el
desaliento al comienzo de la trayectoria profesional de una
persona perjudican además las perspectivas a largo plazo,
ya que las competencias profesionales y sociales se degradan y no
se acumula experiencia laboral.
La debilidad de los mercados laborales frena el consumo
privado y el crecimiento económico
El crecimiento del ingreso ha estado bajo presión
por el aumento del desempleo, ejerciendo una presión a la
baja sobre los salarios reales en muchas economías
avanzadas, reduciendo el apoyo que el consumo privado
podría aportar a la actividad económica. Las
fuentes de crecimiento, por consiguiente, necesitan ser
complementadas por otras áreas, en particular por un
crecimiento más consistente en las inversiones privadas
pero también del consumo público, al menos en los
países que disponen de espacio fiscal.
Pese a una recuperación a medio plazo, el
desempleo permanece alto
A medio plazo, según muchos analistas, la
economía mundial debería recuperarse pero el
crecimiento no será lo suficientemente fuerte para reducir
el desempleo con rapidez. Aún con una aceleración
del crecimiento, se prevé que la tasa de desempleo mundial
permanezca en 6 por ciento hasta 2017. Al mismo tiempo, se estima
que el número global de desempleados aumentará
aún más hasta unos 210,6 millones durante los
próximos cinco años.
El crecimiento de la productividad laboral ha disminuido
considerablemente, impidiendo nuevas mejoras en los niveles de
vida
Otra conclusión de este informe es que el
crecimiento de la productividad laboral desaceleró
bruscamente en 2012. Después de un repunte inicial tras la
recesión de 2009, las inversiones débiles y las
perspectivas mundiales muy inciertas han frenado mayores aumentos
en la productividad.
Es especialmente preocupante a este respecto la
tendencia de una desaceleración en la productividad
laboral observada en ciertas regiones como América Latina
y el Caribe, lo cual sugiere que los progresos en la calidad del
empleo registrados en estas regiones durante los últimos
años pueden ser difíciles de mantener.
Los cambios estructurales han desacelerado en las
economías emergentes y en desarrollo, perjudicando los
motores del crecimiento
Los cambios estructurales necesarios para las
economías emergentes y en desarrollo a fin de mejorar sus
niveles de vida también han disminuido. En particular, la
tímida recuperación de las inversiones mundiales
dificulta una reasignación más rápida de los
recursos hacia usos más productivos en los países
en desarrollo. Antes de la crisis, muchos países en
desarrollo registraron una redistribución de los
trabajadores de actividades de baja productividad hacia
actividades de mayor productividad en los distintos sectores
económicos. Este tipo de cambio estructural es un motor
importante de los progresos en el mercado laboral. En el pasado,
ha ayudado a reducir el empleo vulnerable y el número de
trabajadores pobres. En relación a años anteriores,
sin embargo, durante la crisis el cambio estructural ha perdido
ímpetu, en gran parte porque los empleos ya no se
están desplazando de la agricultura tan rápidamente
como antes y la productividad agrícola permanece baja. Los
pronósticos indican que Asia y África Subsahariana
tienen mayores probabilidades de regresar a su modelo de cambio
estructural anterior a la crisis que América Latina y el
Caribe y Europa Central y Sudoriental. Se estima que las
economías de Oriente Medio y África del Norte
seguirán estando entre las economías menos
dinámicas en términos de redistribución del
empleo.
Mayores progresos en la reducción del
número de trabajadores pobres y del empleo vulnerable
precisan de un mayor crecimiento de la productividad y de un
cambio estructural más rápido
A pesar de la desaceleración en el cambio
estructural, la tasa de los trabajadores pobres continúa
disminuyendo, pero a un ritmo más lento que antes de la
crisis. En la actualidad, unos 397 millones de trabajadores viven
en la pobreza extrema; otros 472 millones de trabajadores no
pueden satisfacer sus necesidades básicas con regularidad.
Dado que aquellos países con tasas de trabajadores pobres
particularmente altas siguen registrando un crecimiento
más rápido que el promedio mundial, se estima que
el número de trabajadores pobres continúe
descendiendo. Sin embargo, ya que estos países
también están creciendo demográficamente con
mayor rapidez, es probable que el número absoluto de
trabajadores pobres aumente a menos que se restablezca un
crecimiento económico más rápido.
Se estima que el empleo vulnerable -que abarca a los
trabajadores por cuenta propia y a los trabajadores familiares no
remunerados- disminuirá pero a un ritmo más lento.
El empleo informal -una forma específica de empleo
vulnerable- ha comenzado a aumentar de nuevo, en especial en
algunas economías en transición en Europa Oriental
y Asia Central…
Es necesario que las autoridades ejecutivas adopten
políticas para recuperarse de la segunda recaída
del empleo
El empeoramiento de las condiciones
macroeconómicas y del mercado laboral en muchos
países y el riesgo que se afiance la crisis del empleo
requieren de una acción política adicional. Algunos
ámbitos más prometedores para la acción
incluyen:
Hacer frente a la incertidumbre para incrementar las
inversiones y la creación de empleo. En particular en
los países desarrollados, los responsables de la
formulación de políticas necesitan abordar la
incertidumbre política. Esto incluye ofrecer planes
políticos más coherentes y predecibles, medidas
para aumentar los ingresos disponibles a fin de fomentar un
mayor consumo; la rápida implementación de
reformas financieras dirigidas a restituir al sector bancario
la función que le corresponde de apoyar las
inversiones y otorgar créditos en particular a las
PYME, los principales motores de la creación de
empleo. También son necesarias estrategias
creíbles de salida para aquellos países
especialmente afectados por la crisis de la deuda, por
ejemplo al reprogramar la deuda soberana y aligerar la carga
económica de los hogares.
Estímulos coordinados dirigidos a la demanda
mundial y la creación de empleo. Las medidas de
austeridad y los intentos descoordinados dirigidos a promover
la competitividad en diversos países europeos han
aumentado el riesgo de una espiral deflacionaria de salarios
más bajos, un consumo más débil y una
inestabilidad de la demanda. Los países, en vista del
déficit mundial de empleo y de consumo,
deberían adaptar el ritmo de su consolidación
fiscal a la fuerza subyacente de la economía y
reconocer que las medidas de estímulo a corto plazo
pueden ser necesarias para salir de las cargas de la deuda.
Los responsables de la formulación de políticas
a nivel global y los órganos de coordinación
como el G20 y la UE deberían intensificar sus
esfuerzos para evitar políticas que empobrecen al
vecino, que están teniendo lugar a través de
reducciones del salario y de la protección social en
Europa, así como a través de medidas
comerciales y monetarias en otros países. Las medidas
políticas necesitan estar mejor coordinadas a nivel
mundial a fin de reequilibrar el crecimiento y fomentar
motores del crecimiento multipolares. El incremento del poder
adquisitivo de las clases medias emergentes en muchos
países en desarrollo podría contribuir con este
tipo de evolución.Abordar los desajustes en el mercado de trabajo y
promover el cambio estructural. Gran parte de la crisis del
desempleo es cíclica. Sin embargo, los responsables de
la formulación de políticas también
necesitan abordar los problemas estructurales que se han
intensificado con la crisis, como el desajuste entre la
oferta y la demanda de competencias y ocupaciones. La
recuperación débil e inestable ha agravado
estos problemas en algunos países, y es probable que
esto frene una futura recuperación del mercado
laboral. Los gobiernos deberían intensificar los
esfuerzos dirigidos a apoyar las actividades relacionadas con
las competencias y la recapacitación a fin de reducir
el desfase entre la demanda y la oferta de calificaciones y
competencias laborales y abordar el desempleo de larga
duración. Las medidas de reactivación y de
orientación profesional deberían ser
incrementadas. La crisis mundial ha reducido el ritmo del
cambio estructural en muchas regiones en desarrollo,
exigiendo políticas para mejorar la productividad y
facilitar la movilidad de los trabajadores entre los
sectores. Donde el empleo en la agricultura es especialmente
importante, los gobiernos necesitan adoptar medidas dirigidas
a acelerar el crecimiento de la productividad en ese sector y
diversificar las oportunidades de trabajo e inversiones en
las zonas rurales.Incrementar los esfuerzos para promover el empleo
juvenil con atención especial en el desempleo por
largo tiempo. Las tasas de desempleo juvenil elevadas y en
aumento han fomentado las preocupaciones sobre una
"generación perdida" con consecuencias negativas a
largo plazo tanto para los mismos jóvenes como para la
economía en general. Para hacer frente a estos
desafíos, los responsables de la formulación de
políticas deberían promover el empleo juvenil.
La guía exhaustiva de la OIT sobre cómo hacerlo
está contenida en el Llamado a la acción sobre
la crisis del empleo juvenil acordado por gobiernos,
trabajadores y empleadores en la Conferencia Internacional
del Trabajo de junio 2012. Además de las
políticas macroeconómicas a favor del empleo y
de las políticas activas del mercado laboral, se
consideran particularmente pertinentes tres tipos de
intervenciones: i) incrementar la empleabilidad de los
jóvenes a través de medidas como reforzar los
vínculos entre la educación, la
formación y el mundo del trabajo, incluyendo las
pasantías; mejorar el acceso de los jóvenes a
la información sobre las oportunidades profesionales,
apoyar la búsqueda de empleo y los sistemas de
garantías para los jóvenes; ii) estimular la
iniciativa empresarial de los jóvenes; y iii) promover
las normas del trabajo y los derechos de los jóvenes
garantizando que disfruten de igualdad de trato y se les
concedan sus derechos en el trabajo, incluyendo el derecho de
sindicación y a la negociación colectiva, y
garantizarles una protección social
adecuada.
Parte 3 del Informe (en inglés). Regional
economic and labour market developments
Developed Economies and European Union
Unemployment has started to become entrenched and
further job destruction threatens
Macroeconomic conditions deteriorated in 2012 in much of
the Developed Economies region, substantially increasing
uncertainty to the outlook. Spillovers of the Euro area economic
woes to the rest of the Developed Economies region and the global
economy are becoming increasingly visible.
The loss in risk appetite of investors in Europe is
spreading more widely, also affecting economies in other
countries in the region. As recessionary conditions spread
throughout the region, unemployment rates are expected to go up
again after having receded since their peak in 2010 (see Table
1). Indeed, the regional unemployment rate is expected to remain
elevated throughout 2013 and to slowly decline only from next
year onward, mainly thanks to improving labour market conditions
outside the Euro area. Overall, unemployment rates will remain
almost 2 percentage points higher than before the crisis over the
entire forecast horizon.
Recessionary conditions have significantly reduced job
creation rates; thereby lowering chances for job-seekers to
return to employment quickly (see Figure 15). As a consequence
the average duration of unemployment has increased with some 33.6
per cent of all job-seekers in the Developed Economies and
European Union region being unemployed for 12 months or longer,
up from 28.5 per cent prior to the crisis. The incidence of
long-term unemployment is 31.3 per cent in the United States and
39.4 per cent in Japan. Overall, with the onset of the crisis,
unemployment outflows have decreased by 33 per cent and remained
broadly at that lower level for most of the region. At the same
time, worker inflows into unemployment have experienced an upward
trend since the beginning of the crisis. The simultaneous drop in
unemployment outflows and jump in job destruction rates magnified
problems of joblessness in developed economies. At the same time,
gross labour market turnover -the sum of job creation and
destruction in a given period- has been trending downwards over
the last three decades and is now 7 per cent below the region"s
turnover rate after the recession in the early 2000s. This bodes
ill for faster labour market adjustment, thereby preventing a
faster employment recovery. At the same time, as unemployment
duration lengthens, job-seekers lose their skills and competences
and will find it more and more difficult to get an alternative
job opportunity. An increasing number have dropped out from the
labour market altogether or returning to non-market activities.
In OECD countries as a whole, for instance, the share of
discouraged workers in the total labour force increased by 50 per
cent between 2007 and 2011, whereas the increase in
discouragement among youth in these countries was almost
twofold.
The problem of an increasing detachment from the labour
market is particularly severe among younger people who have been
particularly hard hit by the crisis. In the Developed Economies
region, youth unemployment rates have deteriorated substantially
with the crisis and not shown signs of improvements since. As
recessionary conditions have taken hold of most European
countries again, youth unemployment has further increased,
reaching more than 50 per cent of young active people in
countries such as Greece and Spain and more than 22 per cent in
the Euro area overall. So far, only Austria, Germany and
Switzerland have managed to keep youth unemployment low, in some
cases even lower than prior to the crisis but even there, the
slowdown in economic activity has started to push up youth
unemployment (Austria, Switzerland) or prevented it from falling
further (Germany). Some young people have started to return to or
prolong education, to acquire new skills in order to improve
their future labour market chances (Barrow and Davis, 2012).
Others have dropped out completely or are increasingly frustrated
in their job search without, nevertheless, returning to the
education system. This group of young people that is neither in
employment, education nor training (NEET) has grown since the
crisis, in particular among European crisis countries, and is
expected to increase further as recessionary conditions continue
to prevail in the Euro area (see Figure 16).
More than among the adult population, rising and more
persistent unemployment for young people has fuelled their
inactivity rates. The rapid and substantial increase in youth
unemployment in some advanced economies has significantly
lengthened the average duration of unemployment even for younger
cohorts, a situation without precedence. As a consequence, youth
participation rates have dropped in advanced economies by more
than could have been expected on the basis of precrisis trends
(see Figure 17). As the prospects of finding a job are dim and
not all countries offer second-chance education opportunities or
activation measures targeted at young job-seekers, fewer young
people decide to search actively for a job, waiting for economic
conditions to improve before returning to the labour market. This
is likely to hamper their future chances for employment further,
as essential skills for job search and employment are lost or not
sufficiently acquired. Indeed, existing studies point to the
particularly harmful effect of unemployment and inactivity early
in a person"s career. Important job experience is not being
gained and might be difficult to acquire when a young person
eventually finds employment later on. As a consequence, as the
crisis continues, young unemployed, once they eventually become
employed, will be less productive, earn lower wages and have
fewer stable employment opportunities. Existing evidence already
points to a loss of at least 1 per cent of GDP among European
countries due to the higher youth unemployment in the European
Union (Eurofound, 2012).
Nevertheless, a closer look at job creation dynamics
around boom–bust periods reveals a more general pattern of
sluggish employment growth, irrespective of any specific
sectorial pattern or labour market mismatch. Indeed, when
analyzing the effect of growth on job creation around the time of
banking crises, large drops in employment during banking
recessions can be detected alongside more sluggish employment
growth immediately afterwards (see Figure 21). This pattern of an
L-shaped evolution of employment following a banking crisis
contrasts with a more pronounced recovery of employment after a
business cycle downturn that was not induced by foul credits and
liquidity-constrained banks. Indeed, job creation falls more than
four times faster when a recession follows a banking crisis than
during normal business cycle downturns. In contrast, employment
creation does not react at all -or only very weakly- to growth in
the recovery period following such a banking crisis.
Differences in the responsiveness of job creation to
growth of this magnitude cannot be explained by sectorial or
occupational shifts alone. Instead, downturns induced by banking
crises come with strong cleansing effects whereby over-investment
and misallocation induced by excessive leveraging prior to the
crisis wipe out large parts of the economy. As a consequence,
credit constraints worsen during a financial market crisis and
depress the employment recovery for some time. In addition,
persistent problems of the financial sector to restore
sustainable balance sheets during such downturns also affect
monetary policy transmission mechanism. This will affect
financing conditions in particular for small and medium-size
enterprises where many jobs originate. Despite record low
refinancing rates for banks, both short- and long-term interest
rates for corporations are sizeable, in particular in countries
where sovereign debt risk spills over to the private credit
market. Even companies that have sufficient own funds to invest
are reluctant to enter any longer term commitments. Job creation
is further impaired by the fact that banking-related crises
require firms to build up new collateral to finance their
activities, which is easier done through physical investment
rather than through new hires (Calvo et al., 2012). This
liquidity-hoarding is one of the major reasons for low investment
and employment growth in developed economies and explains why job
creation has been so slow despite large slack on labour markets
and rapidly falling hiring costs in many advanced
economies.
Box 5. Why do some asset price bubbles have
worse effects on output and employment than
others?
Financial globalization has brought about more frequent
financial asset price bubbles. Whereas the post-war period was
mostly immune from asset price bubbles in the Developed Economies
region, deregulation of the banking sector in the 1980s in the
United States led to the savings and loans crisis in 1989.
Similarly, the opening of the capital account pushed Scandinavian
countries through a real-estate and asset price boom in the early
1990s. Periods of rapid increases and declines of asset prices
became more frequent with the realestate bubble in Japan at the
end of the 1980s, strong housing price swings in France and
Switzerland at the turn of the 1990s and the IT bubble at the
turn of the 2000s in several countries of the Developed Economies
and European Union region. More recently, the United States
housing bubble burst in 2007-08, while European economies are
currently experiencing a sovereign debt crisis (Brunnermeier and
Oehmke, 2012).
Not all asset pricing bubbles have the same impact on
the real economy, however. For instance, the stock market crash
in 1987 and the crash of the IT bubble in 2001 had very little
direct negative impact on GDP. In contrast, the stock and housing
market bubbles have triggered long-lasting periods of economic
recession and stagnation in Japan over the 1990s and in the USA
and other advanced economies since 2008.
Existing evidence shows that besides the wealth effect
of higher asset prices on consumption and investment decisions,
it is primarily the severity of credit constraints that explains
differences in crisis impacts. Indeed, as banks screen the credit
worthiness of borrowers they take their clients" income or wealth
as collateral. Asset price bubbles affect the credit constraints
through the value of the collateral. Kiyotaki and Moore (1997)
describe the interaction between credit rationing and asset
pricing bubbles for firms. A similar analysis can be made when
the collateral takes the form of real estate (Iacoviello,
2005).
To illustrate the importance of the credit channel for
explaining differences in the impact of asset price bubbles, a
medium-scale semi-structural macroeconomic model is used by the
ILO for the estimates in this box. This model takes into account
the main characteristics of modern economies. The financial
sector is made of commercial banks and traders. Banks make
decisions regarding loan application according to the collateral
of borrowers. The collateral of borrowing firms takes the form of
equities. Traders" expectations are subject to opinion dynamics
and may lead to bubbles when the same beliefs are shared by a
sufficient number of traders. The real sector is composed of
workers and firms. Workers receive labour income depending on
wages and the level employment, while firms form investment
decisions based on the profit rate. Lastly, fiscal authorities
engage in public spending either to limit the level of debt or to
sustain economic activity, while monetary authorities set the
interest to stabilize the inflation gap and the output gap. The
model is calibrated to mimic characteristics of the United States
economy. Consumption accounts for 70 per cent of GDP, while the
share of investment is 12 per cent of GDP at the steady state. On
the income side, the labour share of income accounts for 77 per
cent of GDP. Population growth at the rate of 1 per cent annually
and the real annual interest rate is 2 per cent. Public spending
amounts to 18 per cent of GDP while the public debt to GDP ratio
is close to 50 per cent.
The impact of asset price bubbles on output and
employment is compared under two scenarios, assuming a 1 per cent
increase in the value of equities. The simulated path of output
is then recalibrated to match the magnitude of output swings
during the past two recessions in the United States (see figure
B5.1).
In the first scenario (Panel A), credit rationing is
less severe and banks are more accommodative. In the second
scenario (Panel B), credit rationing by banks is severe and
credit decisions are highly sensitive to the value of the stock
market, which is used as collateral by banks.
In Figure B5.1, an increase in stock prices is
associated with increased employment instability when credit
decisions depend more heavily on the value of the stock market
(Panel A vs. Panel B). Economic instability takes the form of
amplified output fluctuations. The standard deviation of
employment is 20 per cent lower under scenario 1 (panel A) than
under scenario 2 (panel B). Under scenario 1, employment reaches
a peak after 3 years. When the economy unfolds, employment
reaches a through after 7 years. In Panel A, the transmission
channel between asset pricing bubble and credit is weaker
reducing the degree of employment instability. These implied
elasticities by the two scenarios are in line with the
estimations of Gilchrist et al. (2005) using a VAR model for the
United States.
New sources of employment growth
The sluggish recovery in much of the Developed Economies
region following the financial crisis and the double dip in the
Euro area have led to a substantial increase in trend
unemployment rates in the region (see Figure 22). This implies
that higher unemployment might already have become persistent, at
least in certain countries of the region. In particular European
countries in the Baltics and the Mediterranean have suffered from
a strong and potentially lasting increase in their underlying
unemployment rate, preventing a stronger employment recovery.
Together with the increase in unemployment duration this rise in
trend unemployment will pose serious challenges to policy-makers
in finding the proper activation measures. On the one hand,
higher trend unemployment has reduced the production potential,
which further depresses a level of activity that is already below
its medium-term sustainable growth rate (Ho and Yetman, 2012).
This will feed into a self-sustaining slow-growth path of
economic expansion whereby low activity and weak employment hold
each other down. In addition, the decline in the efficiency of
labour market matching in reaction to structural adjustment
caused by the financial crisis will exacerbate problems for
faster employment growth and further reduce the effectiveness of
policy interventions that aim at stimulating the
recovery.
Autor:
Ricardo Lomoro
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