– Monografias.com
Uno de los problemas confrontado a todos
los hombres, a medida que crecen, es la tarea de reconciliar el
conflicto que existe en sus mentes donde lado a lado viven
pulsiones contradichas u opuestas.
Aquí me refiero al miedo y al
arrojo. Al huir o a pelear. Me refiero al deseo de ser exclusivo
como objeto de amor para una mujer, de sentirse grande en algo de
importancia, de ser fálico en el sentido que da el
psicoanálisis a este concepto de tanto mal uso, y de temer
que uno es insignificante. De ansiar que todos a uno lo respeten,
todas a uno lo admiren y de ser el mejor toro de la sabana, como
decía (de manera infinitamente más vulgar) un
empleado que trabajara en mi casa cuando yo era niño.
Mientras secretamente me instruyera, en lo que nadie entonces nos
enseñara: "las cosas de la vida".
Yo dejé de creer, a los cinco
años, en que "el niño Jesús" traía
regalos de pascuas a los niños de Santiago. Esto
sucedió cuando el "Guapo de la José Trujillo
Valdez" — burlándose de mí — cuando lo
explicara, me lo dijo. También fue él quien me
diera un cursillo intensivo en todo lo relativo al sexo, ya que
yo era el menor de dos hijos, la otra era hembra.
Siempre hubiera deseado tener hermanos
varones mayores que yo — como el Guapo los tuviera — para que
por mí pelearan, como hicieran los de él. Cuando a
mí otros me metían miedos, temía confesarlos
a mis padres, porque mi papá me decía: "sé
hombre y pelea" — aunque quien me enfrentaría una vez
tenía quince y yo nueve años. Por su parte mi
mamá, que en todo lo mío se inmiscuía, les
decía cosas feas a quienes conmigo peleaban — si es que
ella lo averiguara — algo que yo solía evitar
muy concienzudamente.
Cuando estudié la psiquiatría
de niños y comencé a tratar los niños
varones, muy pronto realicé que, lo que mi mamá
sostuviera como verdad: que "Dios es mujer", puede que fuera
cierto. Porque los varones tienen más problemas creciendo
que las hembras.
Un estudio de los niños que son
atendidos en las clínicas psiquiátricas de
niños y adolescentes revela una desproporción
inmensa entre los varones y las hembras — a favor de ellas —
o si se prefiere — contra los varones.
En mi artículo, Hombre Emperador
sin Atuendos… reproduzco las estadísticas que
confirman que el nuestro, es el sexo más afligido de los
dos, en casi todas las cosas negativas.
Muchachos bañándose
por E. Munch
Puede que la razón sea la carencia
de una pierna en el cromosoma sexual, o el baño de
testosterona que nuestro cerebro recibe cuando nos diferenciamos
sexualmente en el útero materno. Lo cierto es que, desde
los comienzos de la vida los varones tienen más y peores
dificultades que las hembras.
Desde el punto de vista social, los varones
tienden a ser más ruidosos, más conscientes del
tamaño de las varias protuberancias de su anatomía,
a ser mentirosos, a la exploración furtiva, a jugar con el
fuego, a apropiarse de lo ajeno, a molestar a las hembras, a
torturar a los animales y a pelear entre ellos.
Sin mencionar a querer orinar más
lejos, atisbar a las hembras en el baño, a explorar a los
animales domésticos — o a las domésticas —
cuando la edad y la circunstancia eran propiciatorias.
Como estudiantes, casi todas las
dificultades que afectan a la niñez se acumulan en el
varón.
Compiten entre ellos por todo. Todo, desde
el poder del papá, hasta la distancia que viaja su
expectoración. Porque todo lo que hacen debe exceder lo
que los demás pueden lograr.
Las relaciones triangulares asimismo, les
intimidan porque, a menudo, desconfían del buen sentido o
de las buenas intenciones de un papá que, con frecuencia
prefiere a las hembras por ser más maleables, sino
más dóciles o, tal vez más
diplomáticas.
Hombres bañándose por E.
Munch
Para muchos el miedo de poder
ser homosexuales les causa molestia distinta, algo de lo que
algunos perversos mayores que ellos, se aprovechan para lograr
confundirlos.
Muchos temen al sentimentalismo, porque
"los hombres no lloran" (parece ser que las glándulas
lacrimales de los varones, como el apéndice vermicular,
cumplen funciones superfluas). Otros no lo hacen, por miedo a que
se los califique de pájaros.
A algunos les atraen los uniformes
militares porque se creen valientes, gozan los deportes de
contacto, porque simulan las guerras y les gustan las armas,
porque son expresiones fálicas del poder avasallador
masculino. (Véanse mis ponencias al respecto en
monografías.com).
Debido a esos "talentos" tan insensatos
como equivocados, muchos niños cuando crecen, no aprenden
a amar ni a conocer cómo hacer que a ellos los amen.
Muchos mantienen relaciones extramaritales y procrean hijos por
la calle, para afirmar su condición de ser
macho.
Otros, en silencio, sufren de la impotencia
genital, que, como hemos visto en otros de mis artículos,
es una condición generalmente psicológica, pero que
invita al consumo exagerado de sustancias afrodisíacas o
al placer de la pornografía. (Véase mi
artículo, La Pornografía y los Trastornos del
Comer).
Crecer bajo la sombra de un papá
exitoso, como Freud acertadamente describiera, es difícil,
ya que el joven teme el reproche, o la falta de aprobación
del padre por competir con él, superándolo en lo
que hace.
Ese miedo es esencialmente un producto de
la situación triangular del complejo de Edipo.
En uno de mis artículos introduzco
una reproducción del lienzo que Rubens pintara de las
Tres Gracias, preguntando al lector qué
pensarían las gentes si en lugar de tres mujeres desnudas
formando un círculo, hubieran sido tres
hombres.
El Orrery por J. Wright
(1734-1797)
Lo repito porque es que la relación
entre mujeres es como pertenecer a un grupo o sociedad privada,
donde no todos son admitidos y donde, por cierto, los hombres no
tienen lugar.
Ya que hemos descrito, lo que
intuitivamente sabemos: que el masculino es el sexo más
débil, quisiera ayudar a las tantas mamás que
padecen bajo la carga de criar un hijo varón por sí
sola y sin el apoyo emocional del padre.
Comenzaré por enfatizar que el
"Guapo" no es guapo, como tampoco es fuerte. Ser guapo es un
antifaz de bravuconadas para ocultar los miedos que los guapos,
defensivamente, esconden.
El ser humano no depende de sus
músculos para defenderse o para medrar. El ser humano
depende de su inteligencia, como ya veremos más
adelante.
El macho, es tan macho como sus miedos de
ser homosexual lo alientan. Recuerden que en uno de mis
artículos, Pájaro, describo a los soldados
de Tebas como un cuerpo de homosexuales que se distinguieran por
su temeridad.
También recordaré a los
muchos talentos que fueran perdidos, porque el hombre
usurpó la labor de su acompañante femenino: Auguste
Rodin, Dante Gabriel Rossetti y Diego Rivera entre
tantos.
La pobre María Magdalena
sufrió el desdén de la curia misógina que
borraría su nombre de entre el de los
apóstoles.
Me pregunto: ¿Qué
pensará Cristo? — ¿Qué pensará
María?
Para el niño joven, de inteligencia
bien desarrollada y con un sentido de lo que el destino le
ofrece. Ser guapo y andar a golpes con los fanfarrones que
conocen en las aulas de todas las escuelas del mundo, no ofrece
atracción especial. O para que el papá lo critique
por ser cobarde, cuando lo que está de por medio es probar
a otros que uno es fuerte.
Como decían los oponentes a la otra
guerra vituperable — la de Vietnam — make love, no
war…
Nosotros, los varones, no somos más
machos, sólo somos menos mujeres biológicamente.
Véanse mis artículos al respecto.
Como especie, lo que nos ha hecho
invencibles es la inteligencia enorme de que gozamos, acoplada
con sentimientos de ética, moralidad, honor y respeto por
la mujer — representante universal de la mamá que nos
tuviera.
Luchar por una causa moral o por la defensa
de lo justo es una cosa.
Pero, pelear, simplemente porque otros nos
provocan, y para que papá no nos recrimine es
estúpido.
Bibliografía
Suministrada por solicitud.
Autor:
Dr. Félix E. F.
Larocca