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Para la mitología los temas
cruciales de nuestras existencias son asuntos de la mayor
importancia.
Ser atractivo y gustar a los demás
no es ser narcisista — es ser humano…
¡Pobres aquéllos quienes no
siendo atractivos, tienen que vivir, ésta, nuestra "vida
temporal", en una mi-seria de angustias!
Nuestra reflexión siempre ha sido un
referente importante en la construcción de la identidad,
incluso al-gunas teorías hablan de la "fase del espejo"
cuando el infante logra el reconocimiento de que quien realiza
los movimientos es el mismo que reconoce en el
cristal.
Este período del desarrollo
implicaría un aspecto de la consolidación de la
identidad importante del que no nos despegaremos
nunca.
Algunos gatos, también lo poseen —
nuestra Mimi lo demuestra. Narciso, como todos sabemos,
moriría por ver su reflexión en el lago y Dorian
Gray, lo encontraría en su famoso retrato. (Véanse
mis ponencias al respecto, incluyendo: El Síndrome de
Dorian Gray).
Mimi, se admira a sí
misma
En la asociación de nuestra
identidad corporal siempre hay una imagen. Y, cada vez más
esa imagen la hemos ido asociando a juicios de valor de
índole narcisista. Entonces no importa reconocerse como
grueso o delgado, alto o bajo, sino que estas
características están asociadas social, cultural y
personalmente a juicios de importe.
Actualmente todos sabemos cuáles son
los estándares de belleza que priman en nuestra cultura y
cómo poco a poco han ido adquiriendo más
trascendencia en los desarrollos personales. En todos los
países las estadísticas indican que no sólo
han aumentado las cirugías y las diferentes alternativas
estéticas, no sólo en las personas adultas sino que
también en los más jóvenes.
Cada vez más, personas
jóvenes recurren a solicitar intervenciones
quirúrgicas de diferentes tipos, que intentan mejorar o
enmendar defectos físicos que les atormentan — lo que no
logran hacer, es perder de peso — pero ya éste es otro
asunto.
No existen antecedentes, genuinos, de
estudios acerca de la formación de estos juicios de valor
en el de-sarrollo de los niños. Sin embargo, desde la
teoría y la práctica se piensa que es un aspecto
que tiene mucho que ver con el desarrollo y el medio social en el
que los niños se desenvuelven. Un niño de tres
años por sí mismo no puede, desde el punto de vista
del desarrollo cognitivo, distinguir a una persona linda o fea
según lo que socialmente se entiende, sino más bien
es un juicio ligado a la enseñanza y los afectos de que
dispone.
El espejo sin
reflexión…
Como tampoco, un niño puede entender
la abstracción de lo que la mentira significa, antes de su
desa-rrollo del pensamiento abstracto se complete. Por ello, los
niños, aunque no lo creamos, no mienten.
Los niños ven que su madre es linda
si existen afectos positivos que lo vinculan a ella. Es sabido
que cuando el mismo niño se enoja con su madre, puede
encontrar que ella es "muy fea", y aún "mala".
Lo evidente es que en el inicio del
desarrollo lo estético está ligado a lo afectivo.
¿Qué pasa entonces cuando los niños crecen y
segregan al que no es atractivo, al que no es como yo pienso que
el otro debe de ser? Este es un tema muy importante ya que no
sólo se relaciona con el ideal estético sino que
también se relaciona con el desarrollo emocional y con
todos los prejuicios que priman en nuestras mentes.
La identidad siempre se despliega conectada
con lo emotivo. Si el niño crece con una contención
afectiva adecuada, entonces estará más preparado
para enfrentar los procesos de la integración de la
identidad.
La identidad no es sólo lo que
nosotros creemos que somos, sino cómo creemos que nos
vemos, quiénes creemos que somos para los demás, y
el valor figurativo que ellos a nosotros otros asignan. Hay una
di-mensión de la identidad que se relaciona con la
apariencia exterior que terceros perciben, es decir, que no
sólo se relaciona con un aspecto del mundo
interno.
¿Qué pasa con la
dimensión afectiva de la relación emocional con
nuestro cuerpo?
El cuerpo ha pasado a tener una gran
importancia en la conformación de la identidad, en la
autoestima y en otros aspectos de la vida como pareja, trabajo,
actividades de negocios y políticas.
Paralelamente la ciencia y la medicina se
han ido perfeccionando, siendo posible cambiarlo
prácticamente hasta lo irreconocible. Hoy día
tornar muchos aspectos del cuerpo pasan por una decisión
desde la volun-tad y lo económico — no desde lo
posible.
Entonces nos enfrentamos además a la
omnipotente decisión de cambiar lo que evoluciona
según la genética y los cuidados que le hemos dado
a nuestro ser.
El cuerpo evoluciona, el cuerpo y nosotros
envejecemos y por ende cambia la distribución de lo
muscular, de lo graso, de las facciones.
Nos ponemos viejos y engordamos — algo
que rehusamos aceptar.
Cirugía plástica
Desde el comienzo, las cirugías
estéticas han estado ligadas a revertir el envejecimiento.
El tema interno es ¿qué se cree que se está
deteniendo?, la persona puede llegar a sentir a través de
estos procedimien-tos que se logran cambios internos. Aunque
éstos pueden influir, no se trata de una relación
directa en donde lo externo modifique lo interno.
Aunque el proceso de lo "externo"
modificando lo "interno" es un axioma en la neurociencia
moderna.
Desde la psicología y la
psiquiatría parece ser que la respuesta sólo se
encuentra en la integración de los aspectos reales con lo
deseado, ¿quién soy yo y quién me hubiese
gustado ser?, ¿cómo me veo y cómo creo que
me debería ver?, ¿cómo he cuidado mi
cuerpo?, ¿cómo voy envejeciendo?…
¿Cuándo seré obsoleto
y — más penoso — cuándo y cómo
moriré?
La integración de la personalidad
toda la vida oscila entre los aspectos reales y los deseados, en
un co-mienzo con quien realmente soy y los deseos de ser la
persona que los demás desean y lo que yo creo que los
demás desean. Estos "juegos" internos están
presentes desde el comienzo de la vida cuando em-pieza el
desarrollo de la identidad, para llegar al anhelado estado de
integración de la personalidad durante la
adultez.
Probablemente es este aspecto, la identidad
durante la adultez, lo que permite ir elaborando los
padeci-mientos sucesivos que implica el envejecimiento. Sin
embargo, el aspecto más difícil es aceptar e
integrar estos cambios del envejecimiento no sólo en el
cuerpo externo, sino en la dimensión interna de la
persona. (Véanse mis artículos acerca del
envejecer).
Tanto el crecimiento como el marchitar
biológico requieren una afectividad sana y madura con
aquellos aspectos idealizados y con los aspectos
reales.
Para poder tramitar los cambios a
través del envejecimiento es necesario también ir
aceptando los cam-bios internos de nuestra
personalidad.
Bella, sí… pero no para
siempre…
En resumen
Para muchos, el someterse a cirugías
cosméticas, como igualmente dietar para ponerse flacos;
para re-conocerse a ellos mismos como personas más
apreciables, es una negación de la continuidad de la
imagen corporal, que, como esquema neurológico, existe en
el mismo hipotálamo cerebral.
Por ello es tan importante.
Cuando alteramos este esquema, los
cirujanos que lo hacen y los dietistas que los asisten, no nos
dicen (porque no saben), que muchas reacciones imprevisibles
resultarán, muchas de ellas de naturalezas
ad-versas.
Pero, como nos afirma una vecina cuya
cirugía de face lift para ser más joven, la
envejeciera, ostensible y tristemente: "Yo me siento como una
teenager — y eso, es todo lo que importa…"
Otro ejemplo más de la
negación de que Freud tanto hablara.
Ahora, hablaremos de las complicaciones de
la cirugía bariátrica…
La complicación final de la
cirugía bariátrica
Dr. Félix E. F. Larocca
La complicación final de la
cirugía bariátrica es que no cura. No cura, porque
no puede curar. Y no puede curar porque simplemente reduce el
volumen del órgano que es blanco de la comida, pero falla
en eliminar el origen del trastorno, como debiera hacer si
curara.
La cirugía bariátrica es
paliativa y cosmética, pero, repetimos, no es curativa.
Muchos quienes la han so-brellevado se sienten deprimidos y
ansiosos como corolario final de la misma.
Por supuesto, la obesidad es un problema en
espera de esclarecimiento, ya que nadie sabe con certeza
qué la produce, ni por qué posee una tendencia tan
perversa a resistir los esfuerzos que tantos hacen pa-ra
erradicarla o prevenirla. Por ejemplo, el ex-presidente Clinton,
mostrando estrés en su semblante adusto, ahora nos expresa
el deseo de prevenir la obesidad infantil en América,
porque de pequeño fuera obeso. Pero, ¿dónde
estaban sus metas cuando comía desaforadamente para
combatir los estreses de una vida conflictiva? — vida azarosa
que viviera desde su infancia más temprana.
Tal vez, hoy lo hace, porque sus apetitos
(entre tantos, los orales) resultaron en cirugía —
cardiovascular — esta vez — y que, como buen político,
desea sacar beneficios aún del acto del morir, si es que
las circunstancias lo permiten.
Pero, si no sabemos qué causa esta
condición, que llamamos la gordura. ¿Cómo
pretendemos eliminarla? Ésta siendo la misma razón,
por la cual, hasta ahora, hemos fallado en nuestros esfuerzos
para disponer de la misma.
Sino para los gobernantes de los
países del mundo, para la comunidad de científicos
que laboramos con seriedad en su tratamiento, tratarla es un
asunto de gran importancia y ayudar a sus víctimas es una
ur-gente proposición.
No está dentro del designio de esta
ponencia describir en detalle las varias doctrinas que intentan
explicar las causas de la gordura ni tampoco de criticar la gran
variedad de métodos que se aplican inútilmente para
combatirla. Aquí nos concentramos solamente en los
resultados de una operación que hoy se utiliza de modo
desesperado para quienes padecen la variedad mórbida de
esta dolencia.
Me refiero a la reducción del
estómago.
Primero es que es la reducción del
estómago es una cirugía, y como tal, existen
riesgos. Segundo es que destina al paciente a una vida de
restricciones en el volumen de la ingesta, ya que disminuye la
capacidad del estómago y desvía su cauce, obligando
al paciente a tomar ciertos suplementos para combatir
complicaciones posibles de orden nutricional.
Tercero, y lo más importante, es lo
que la cirugía no hace: que es resolver o eliminar las
causas o la per-sistencia del hambre que produjera la gordura, en
primer lugar. No lo hace porque el hambre no proviene del
estómago, como muchos creen. Sabemos bien que esta hambre
se origina en una porción del encéfalo llamada el
hipotálamo cerebral, entre otros sistemas — ya lo
sabemos — los cirujanos, son quienes no lo saben.
Habiendo fallado en eliminar el hambre, el
paciente se siente destinado a permanecer atascado en el fondo de
una hondonada de la que no puede salir — esperando que la
comida, de otrora abundante y placentera retorne — lo que ya
nunca más será.
El fallo en eliminar el hambre resulta en
que funciones asociadas y cuyos núcleos de control,
asimismo residen en el hipotálamo, se activen resultando
en estrés. El estrés, a su vez, estimula el hambre,
lo que resulta en un círculo vicioso. El hipotálamo
responde igualmente convirtiéndose en una máquina
metabólica más eficiente, logrando captar como
gordura lo poco que se logra comer. Esto resulta en una lucha
interna sin treguas que colma al paciente con desasosiego y
frustración.
Lo que sigue después son los
desarreglos comunes, que tantos hacen, y que pueden conllevar a
compli-caciones serias, a corto, y a largo plazo.
Entonces, ¿qué
hacer?
• Si la cirugía ya se ha
hecho, quien la tuvo tendrá que aprender a vivir con sus
limitaciones por todo lo que le quede de vida.
• Infórmese, tan
minuciosamente como pueda, de todos los aspectos que envuelve la
cirugía que se hizo.
• No olvide el factor de la mayor
importancia: El factor emocional. Sin resolver el mismo, no
tendrá acceso a la vida de flaco "bien ajustado" que
deseaba.
• Puede que necesite psicoterapia en
manos diestras.
• Si no se ha hecho la
cirugía, y la contempla seriamente, sabiendo lo que sabe
de los resultados de las dietas, pregúntese si no vale
más la pena someterse a un régimen basado en un
conocimiento profundo de sus estructuras físicas y
psicológicas para afectar el órgano donde se
origina todo — su hipotálamo — órgano que, gran
parte de los "expertos" desconocen y que muchos no saben aun
localizar. (Véase mi ponencia: La Opción de Hobson
en monografías.com y en Psikis).
En resumen
Como dice, mi vecino, cirujano
bariátrico muy exitoso: "no es físico, como piensan
los pacientes, es emo-cional", demostrando su ignorancia. A lo
que yo respondo, es físico, lo que pasa es que tú
no sabes dónde encontrarlo.
Bibliografía
Suministrada por solicitud.
Autor:
Dr. Félix E. F.
Larocca