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Exposición de -Seis propuestas para la literatura del próximo milenio-




Enviado por Luis Ángel Rios



Partes: 1, 2

  1. La levedad, alas
    renovadas para la literatura del nuevo
    milenio
  2. La rapidez,
    velocidad mental para la literatura del nuevo
    milenio
  3. La exactitud, el
    ideal para superar la "peste del lenguaje"
  4. La visibilidad, el
    valor para no perder el poder de la imaginación y de
    la fantasía
  5. La multiplicidad,
    el ideal de la novela como enciclopedia
  6. Las propuestas en
    verso

En este texto me propongo exponer (a través de
relatorías y de poesía) mi esfuerzo de
reflexión y escritura sobre Seis propuestas para el
próximo milenio
(levedad, rapidez, exactitud,
visibilidad y multiplicidad), como valores literarios para la
subsistencia de la literatura en el siglo XXI, planteadas por el
escritor Ítalo Calvino (1923-1985) y publicadas
póstumamente en el libro Seis propuestas para el
próximo milenio
. Así mismo, al final en dos
poemas resumo estas propuestas. Es procedente aclarar que en
realidad no son sino cinco propuestas, por cuanto la sexta
(consistencia) no alcanzó a terminarla porque lo
sorprendió la muerte antes de concluir su
cometido.

LAS PROPUESTAS EN PROSA

La levedad, alas
renovadas para la literatura del nuevo milenio

1º. Tesis propuesta por el autor.

Con el ánimo de liberar a la literatura del peso,
tanto en el ámbito subjetivo como objetivo y alejarla de
la pesadez del relato, del lenguaje, de lo rotundo, lo grave, lo
serio, lo denso, lo frívolo, lo vago, lo impreciso y la
vacuidad de sus formas, el autor, a través de un grandioso
y maravilloso universo metafísico, deleitosamente matizado
de alegorías, metáforas imágenes,
sugestiones, cosmovisiones, símbolos, evocaciones,
abstracciones, mitología y fantasía, propone la
levedad, considerada como un valor, como reacción al peso
de vivir, asociada "con la precisión y la
determinación, no con la vaguedad y el abandonarse al
azar", como un rasgo de capital importancia para que la
literatura se revitalice y renueve, y pueda emprender un vuelo
seguro con las alas de la ligereza para que ingrese y se sostenga
en el actual milenio, confundido por la algarabía de lo
pragmático y lo utilitario.

2º. Argumentación para sustentar la
tesis.

El autor comienza mostrándonos su preferencia por
la levedad frente al peso, aclarando que éste
también tiene su validez en el fantástico mundo de
la literatura. Su concepción de levedad como valor y no
como defecto me lleva a pensar que Calvino la enfoca como
ligereza (de hecho aparece en el índice del texto como
lightness que traduce ligereza), y ligereza es
algo de poco peso, de poca intensidad o profundidad; no en el
sentido como algunas veces entendemos el concepto de levedad como
facilidad y ligereza excesiva para mudar de opinión, de
pensamiento, de amigos, de aficiones, de conductas,
etcétera, que nos muestra a determinada persona como un
ser inconsistente, veleidoso o caprichoso que cambia sus estados
de ánimo sin causa o fundamento; como sinónimo de
inconstancia, que es aquella actitud en la que una persona muda
con facilidad de pensamientos, o de liviandad como cualidad de
liviano, cuando se dice que una persona es informal y ligera en
su relación con los demás. A mi manera de entender,
la levedad (ligereza) de Calvino tendría
relación con la liberación de los condicionamientos
ideológicos y políticos, de las ideas preconcebidas
y de las imposiciones intelectuales; de la sensación de
cansancio o malestar; de aquello que causa preocupación,
angustia, padecimiento o carga. Para el escritor y crítico
italiano, la levedad trasciende la inercia, la gravedad; supera
lo petrificado, "la opacidad del mundo", nos libera de las
tenazas de los convencionalismos; permite desentendernos de la
caótica y convulsa realidad y darle un sentido a la
existencia, no sólo en el contexto espacio-temporal de su
vida (Segunda Guerra Mundial, Guerra Fría, imperialismo,
cosificación humana e imposición y
manipulación de las "leyes del mercado"), sino en
el futuro expectante de insondable incertidumbre. Concibe y busca
una levedad "como reacción al peso de vivir". Como
él precisa dos tipos de levedad (la del pensar y la de lo
frívolo), considero que la "del pensar" corresponde a la
levedad como valor, y la de "la frivolidad" pertenece al oscuro
mundo de la levedad como defecto.

Calvino, en búsqueda de fundamentos y argumentos
que sustenten su propuesta de levedad tiene como
referente el mito de Perseo, que acude en su ayuda, y reflexiona,
indaga y se zambulle en la profundidad de los textos, de la obra
y del pensamiento de autores de antaño y hogaño,
como Ovidio, Montale, Kundera, Lucrecio, Cavalcanti, Dante,
Cervantes, Shakespeare, Cyrano de Bergerac, Swift, Loepardi,
Kafka, entre otros. Su quijotesca intención de patentizar
la levedad y el mágico, fantástico, fabuloso e
infinito universo de "la literatura como función
existencial" lo sumerge en las profundidades e intricados
laberintos metafísicos, en el estilo de vida renacentista,
en el vasto universo newtoniano, en la superficialidad de la
ciencia y en el "imaginario popular" con su espontánea
riqueza "chamánica", su tradición oral, su folclor
y sus cosmovisiones impuras del racionalismo frío y
exagerado que estandariza la vida y la despoja de las alas de la
imaginación y de la fantasía, impidiéndole a
la literatura explorar todos los mundos posibles que hay en la
inagotable imaginación humana.

En el Perseo encuentra la clave para no dejarse
petrificar por la mirada de la Medusa que convertía en
piedra el contexto de sus albores literarios, cuando era un
imperativo categórico representar su tiempo; época
en que lo ahogaba la pesadez, la inercia y "la opacidad del
mundo". El héroe mitológico, liberándolo de
"las tenazas de piedra", le demuestra que uno se puede apoyar en
los vientos y las nubes, que es "lo más leve que existe",
para dejar fluir y volar la imaginación. Perseo le
proporcionó el método que requería su nueva
literatura, la que lo envolviera en la imaginería
fantástica (sin alejarse totalmente de la realidad) propia
del fascinante y encantador mundo de la levedad, para
distanciarse convenientemente de la pesadez que pretendía
atar a la literatura al mundo terreno, al mundo de los
conflictos, de la dominación, del pretendido imperio de la
ciencia experimental (como única poseedora de la verdad) y
de las concepciones materialistas, deterministas y positivistas.
Es posible que, además de las cristalinas aguas del mito
"perseíco", haya bebido en el hontanar del
estructuralismo, de la semiología y de las nuevas nociones
del tiempo del siglo XX que lo concebían como temporalidad
irreversible y no como tiempo absoluto y reversible de la
mecánica clásica (determinista), y de los
paradigmas relativista einsteniano y de la mecánica
cuántica que nos muestra una realidad incierta en donde es
posible el azar y el indeterminismo.

Otro aporte significativo en su búsqueda de la
levedad encontró en el bate y filósofo Guido
Cavalcanti, "el poeta de la levedad", en el que intuye que la
"gravedad contiene el secreto de la levedad", y al cual relaciona
y contrasta con Dante, ya que le ayuda a dilucidar su concepto de
levedad. En Cavalcanti halló tres concepciones de
ésta: la primera como "aligeramiento del lenguaje"; la
segunda como relato de un "proceso psicológico" en que se
manifiestan elementos velados y etéreos o descripciones
con una gran dosis de abstracción; y la tercera como "una
imagen figurada de levedad que asuma un valor emblemático"
que se refleja en el apasionante e intrincado universo boccaciano
cuando Cavalcanti (en uno de los cuentos del
Decamerón) salta "con sus delgadas piernas por
encima de la losa sepulcral"; es ahí en ese instante, a
través de esa imagen, como Calvino capta que la levedad
vence a la gravedad.

El complejo universo literario shakesperiano le
sirvió como cantera inagotable de su vehemente anhelo de
levedad y se percató que la mísera condición
humana evidenciada por la genialidad de Shakespeare sigue
vigente: violencia, intolerancia, conflictos, insensateces,
liberación sexual e incertidumbre en los aparentes
"beneficios" de la ciencia y su brazo armado: la
tecnología, "que nunca se sabe con certeza si se
usarán para la vida o para la muerte".

Cyrano de Bergerac, "el primer poeta del atomismo en las
literaturas modernas" en beneficio de la "transfiguración
fantástica" de la literatura y precursor de la
ficción, le ofreció un valioso caudal para apagar
su sed de levedad. En su reflexión sobre la levedad
encontró que Cyrano, antes que Newton, experimentó
"el problema de cómo sustraerse a la fuerza de la
gravedad" que agobiaba con su pesadez al mundo
literario.

Las alas para volar, sin la carga de la pesadez, se la
mostró Kafka. Sólo el cubo vació,
transportado con las alas de la imaginación, es el
elemento que nos permite un "vuelo mágico" por encima del
egoísmo en búsqueda de nuevos horizontes que,
cargando solamente "aquello que seamos capaces de llevar", nos
libere de la pesadez de una existencia condicionada, dada, sin
sentido, intrascendente, atada a la trivialidad y a la
frivolidad, en donde no se puede pensar por sí
mismo…

3º. Conclusiones propuestas por el
autor.

En Calvino es evidente su intención de alejar la
literatura del agobiante peso de la realidad objetiva y elevarla
a la dimensión fantástica de la levedad, distante
de la pesadez del mundo, por cuanto ésta, principalmente
la poética, la novelística, la dramaturgia y el
cuento tienen que ser permanentes habitantes del mundo de la
imaginación y de la fantasía; este tipo de
literatura debe tener como fin primordial la recreación y
la fruición del espíritu humano y no convertirse en
relatora de hechos tangibles y "reales" como lo pretendió
el Realismo, el Naturalismo y otras corrientes literarias, que
fundadas en la fría y esquematizante razón,
pretendieron hacer de la literatura un vehículo para
"contar" la dura realidad que agobia a la humanidad. Calvino
proyectó una literatura renovada que en el futuro evadiera
su muerte; he ahí uno de sus más caros legados para
quienes amamos este grandioso arte que, de manera inefable,
deleita nuestro espíritu.

El hilo explorador de Calvino se introduce por los
intrincados laberintos antropológicos, etnológicos
y mitológicos, en donde, gracias al "imaginario popular",
es posible que seres "alados" (personas, animales y objetos) se
transporten por mundos fantásticos "en donde toda carencia
será mágicamente satisfecha".

Muy loable el querer de Calvino evidente en su intento
de "ponerle alas a la literatura" para que pudiera volar
libremente en el siglo XXI. Su genialidad y su intuición
le permitieron prever que la "era informática" y
cibernética podría desplazar al libro y por ende a
la literatura, máxime si ésta está allende
de su mundo original: la imaginación y la fantasía
ilimitadas, carentes de la agobiante pesadez que pretendió
petrificarla en el siglo XX. Por eso, ante la pesadez de la
literatura, proclama una levedad suspendida en lo etéreo,
en las nubes, en el atomismo dinámico, buscando que la
literatura fluya libremente y sin dificultades siempre oteando el
horizonte de su trasformación.

La rapidez,
velocidad mental para la literatura del nuevo
milenio

1º. Tesis propuesta por el autor.

La rapidez (que no desconoce a la dilación),
concebida como relación entre velocidad física y
velocidad mental, y que involucra conceptos como movimiento,
brevedad, tiempo, sucesión rápida de hechos,
discurrir, razonamiento, rapidez y concisión de estilo,
rapidez de estilo y de pensamiento como agilidad, movilidad y
desenvoltura (matizados de divagaciones o digresiones ya que
éstas permiten aplazar la conclusión) y preferencia
por las formas breves pero esenciales, entre otros, es un valor
que debe animar el quehacer literario de nuestros tiempos, es
decir, la literatura del presente milenio.

2º. Desarrollo argumentativo.

El autor, movido por la divisa "apresúrate
despacio
", con el ánimo de sustentar su propuesta
indaga y se recrea en el grandioso y fascinante universo
literario de la Leyenda del emperador Carlomagno (que lo
encantó y de la cual recibió profundas influencias)
y de autores que escribieron diversas versiones de tan
extraordinaria pieza literaria, como Barbey d"Aurevilly (que
prefiere la "economía del relato" y el "movimiento sin
pausa"), Petrarca, Sebastián Erizzo, Giuseppe Betussi y
Gastón París, las Mil y una noches, y
otros reconocidos escritores entre los que se destacan Ludovico
Ariosto (Orlando furioso), Charles Perrault, Washington
Irving, Bocaccio, de Quincey, Leopardi, Sterne, Levi, Whitman,
Willams, Valéry, Ponge, Leiris, Michaux, Monterroso,
Virel, Galileo y, principal y fundamentalmente, Jorge Luis
Borges. Otro valiosísimo aporte lo obtuvo al explorar y
recrearse en la inmensa profundidad de la mitología griega
y romana, cargada de riqueza alegórica y
simbólica.

Calvino, en quien no se evidencia una concepción
de la rapidez como la acción de hacer algo a la ligera y
sin profundidad, sino como lo que se mueve y actúa con
"velocidad" en el tiempo requerido en la creación
literaria, plantea que la velocidad no es un valor en sí,
porque en la naturaleza también tenemos nociones de un
tiempo cíclico, o inmóvil o retardador; por esta
razón el cuento es atemporal. Pretendía que la
rapidez, sin precipitación pero precisa y concisa,
irrumpiera con ropajes nuevos en nuestro milenio pletórica
de imágenes y encantamientos. Como todo soñador
pretendía "darle" existencia auténtica a la
literatura para que no se dejara eclipsar por los
sucedáneos que ofrece un mundo en constante
agitación y pragmática "rapidez," con los que la
agitada vida "moderna" intenta vapulearnos a través de un
intrincado y oscuro acervo de imágenes prefabricadas,
"carentes de íntima necesidad".

Los relatos populares le interesan por su estilo,
estructura, economía expresiva, ritmo, lógica
narrativa, brevedad esencial, lucha contra el tiempo, relatividad
del tiempo, dilatación del tiempo, continuidad y
discontinuidad del tiempo. Prefiere la aventura y el cuento
popular, apuntando a la imagen y al movimiento. Así mismo,
los textos breves le atraen porque allí puede realizar sus
ideas abstractas del espacio y del tiempo.

Una de sus inquietudes para darle vida a la literatura
en el nuevo milenio consiste en que ésta tenga como
función "establecer una comunicación entre lo que
es diferente en tanto diferente, sin atenuar la diferencia sino
exaltándola, según la vocación propia del
lenguaje escrito", y con el fin de que en la "era de la
información" y de la "revolución
informática" (que no logró vivir en ellas, pero
sí intuirlas y preverlas) no se achatara la
comunicación y perdiera la magia de su lenguaje. Ante la
vorágine de nuestros tiempos, pedía que la
literatura orientara su quehacer a la poesía y al
pensamiento. Razones no le faltaban para hacer tan vehemente
llamado, toda vez que es a través de la poesía y de
la filosofía como creamos nuevos universos líricos
y maneras de percibir, interpretar y sistematizar la
realidad.

El siglo en que vivió Calvino (el "siglo de la
motorización") estaba condicionado por el imperio de la
velocidad mensurable, objetiva, producto de la dinámica
que impone nuestro sistema de producción capitalista,
competitivo, y con su lógica intrínseca del hacer,
del tener y del consumir. Por eso su concepción de rapidez
se relaciona con la velocidad mental, que no permite mediciones
ni confrontaciones y que vale por sí misma, "por el placer
que provoca en quien es sensible a este placer", mas no por sus
pragmáticos resultados. Un razonamiento veloz, que no es
mejor que un razonamiento ponderado, comunica lo que se encuentra
en la naturaleza de su rapidez.

En la Leyenda del emperador Carlomagno
encuentra una sucesión de acontecimientos concatenados por
el amor y la omnipresencia de un anillo mágico que, con un
hilo invisible, mueve, conmueve y "hechiza" a Carlomagno. El
anillo, que simboliza el objeto mágico, moviliza
subrepticiamente sentimientos y acciones de los personajes. En
torno del "objeto mágico", dotado de ciertos poderes y de
una fuerza especial, gravita un campo de fuerzas en el universo
narrativo de la literatura medieval y fantástica. Calvino
capta que en algunas versiones renacentistas de esta leyenda
falta el valor literario de la rapidez.

Galileo, con sus nociones de "discurrir como correr", de
rapidez, de agilidad de razonamiento, de economía de los
argumentos, de fantasía, de imágenes en movimiento
y de comunicación inmediata entre cosas existentes o
posibles, hizo evidentes aportes al valor literario de la rapidez
que buscaba Calvino.

Enorme y evidente influencia ejerció la
creatividad singular e inigualable de Jorge Luis Borges, "maestro
de la literatura breve", quien tuvo la genialidad de inventarse a
sí mismo como narrador y de "moverse" dentro de un
intrincado universo metafísico, simbólico,
laberíntico y metafórico; él mismo
logró escapar de su laberinto de ficción para
transformarse en persona. Tanto en la propuesta de la
Levedad, como en la de la Rapidez, Calvino
recurre a la exquisitez de su infinita y fantástica
imaginación literaria, y se maravilla en "sus aperturas
hacia el infinito sin la más mínima
congestión, con el frasco más cristalino, sobrio y
airoso". En el espléndido imaginario borgiano es posible
lo infinito, lo innumerable, el tiempo eterno o cíclico.
Sus textos son paradigma de economía expresiva. Borges, al
igual que a Calvino, nos "atrapó" y extasió a
quienes hemos tenido la enorme fortuna de entrar en contacto,
así sea de manera superficial, con su derroche de
imaginación desbordada.

Apasionado por la inagotable fuente de sabiduría
de la mitología, se percibe que sobre sus temas reina
Mercurio (dios romano del comercio y los viajeros, es decir, de
la comunicación y las mediaciones), "el de los pies
alados, leve y aéreo, hábil y ágil,
adaptable y desenvuelto", y el patrono de su propuesta o valor
literario. Esta deidad, proclive a los intercambios, se opone a
Saturno, caracterizado por ser melancólico, contemplativo
y solitario. Por eso los artistas, poetas y filósofos son
saturninos, introvertidos, y esa divinidad los inspira
artística, poética y filosóficamente;
éstos, en lo profundo de su introversión y
abstracción, se olvidan de las horas y los días,
disienten del orden establecido y otean la inmovilidad de las
palabras mudas. Saturno, símbolo de libertad, representa
las desgarraduras, las pruebas de la vida y los sacrificios
necesarios para liberar al hombre de sus ataduras irracionales,
pasionales y sociales.

Expresa sus afectos por Vulcano porque goza de una
fuerza literaria y se refugia en su fragua para elaborar los
objetos útiles a los demás dioses con golpes
cadenciosos del martillo. Vulcano, que se opone a Mercurio,
representa la focalidad, y éste la sintonía con el
mundo. Los dos, que se contraponen y complementan, le permitieron
a Calvino comprender cómo era y cómo quería
ser, cómo escribía y como podría escribir.
Plantea que el escritor que él anhela debe tener en cuenta
el tiempo de Mercurio (móvil, rápido) y el de
Vulcano (inmediato pero meticuloso).

3º. Nociones o categorías
centrales.

a. El tiempo.

No muestra preferencia por determinada concepción
del tiempo; todas las categorías de éste pueden
tenerse en cuenta en la compleja labor de trabajar con las
palabras, de hacer literatura. Cabe en su universo literario
tiempo absoluto, relativo, dilatado, continuo, discontinuo,
móvil, inmóvil, cíclico, lineal… El
relato corto, que en cierta manera es "encantamiento", contrae o
dilata el tiempo. El tiempo de la rapidez no es el tiempo de los
"afanes", las tensiones, la premura, la ansiedad, o el tiempo del
llamado fast track (del camino veloz, rápido),
propio de nuestro sistema productor de mercancías. La
narrativa cautiva por la continuidad y discontinuidad del tiempo.
El narrador fantástico, leve y rápido, sólo
requiere de un mágico instante para que, como en el cuento
del sabio chino Chuang Tzu, de una pincelada, de un derroche de
imaginación y talento, nos embriague con su genialidad.
Quien logra desenvolverse con rapidez en el arte de narrar nos
hace "correr" como raudos corceles, cabalgando en las alas
invisibles del tiempo; recreando en espíritu con la
fantasía que se mueve temporal y atemporalmente. El tiempo
de la imaginación, no el tiempo que miden los relojes, ni
el tiempo que nos da vida y nos la quita, es el tiempo propicio
para la fruición literaria.

b. El caballo como símbolo de la
rapidez
.

El caballo tiene gran importancia literaria como
metáfora aplicada a la velocidad mental, como emblema de
la velocidad física y mental, como medio de transporte; se
caracteriza por su trote o galope, lentitud o rapidez; su
símbolo se extiende al transporte moderno, inmediato,
rápido y veloz en nuestro "mundo motorizado". El que no
sabe cabalgar por los recónditos espacios de la
imaginación se le dificulta disfrutar del ritmo que impone
el caballo, el rocín provisto de alas fantásticas
nos introduce en universos insondables en donde el
espíritu se regocija gratamente. La metáfora del
caballo corre con su velocidad característica desde la
relajada antigüedad hasta nuestra convulsionada actualidad.
El caballo es el símbolo de la velocidad, de la rapidez.
El caballo no sólo es imagen, símbolo,
metáfora o alegoría en la literatura,
también lo ha sido en la filosofía platónica
y en la mitología (Pegaso).

c. El poder mágico de los
objetos.

Tal como lo expuso de manera clara en las diversas
versiones de la Leyenda del emperador Carlomagno, los
objetos en esa pieza poética como en muchas obras
literarias, generalmente cuentos, tienen poderes mágicos,
y alrededor de su sistema planetario giran y gravitan las
acciones y los personajes. Ejemplos de objetos cargados de
simbolismo, de fuerzas especiales, de magia, encuentra en las
sagas nórdicas, en las novelas de caballería, en
Cervantes (El Quijote de la Mancha – yelmo de
Mambrino) y en Defoe (Robinson Crusoe).

La exactitud, el
ideal para superar la "peste del lenguaje"

1º. Tesis propuesta por el autor

La exactitud es el valor literario apropiado para
superar el uso aproximativo, casual y negligente del lenguaje, y
superar la peste del lenguaje y de las imágenes que,
además de la literatura, afectan la vida de las
personas.

2º. Desarrollo argumentativo

La exactitud se refiere al diseño de la obra bien
definido y bien calculado; a la evocación de
imágenes nítidas, incisivas, memorables; y al
lenguaje más preciso posible como léxico y como
expresión de los matices del pensamiento y de la
imaginación. La exactitud implica una predilección
por las formas geométricas, por las simetrías, por
las series, por la combinatoria, por las proporciones
numéricas". La literatura que comporte este ideal
será el paraíso donde el lenguaje llegue a ser lo
que debe ser.

La vaguedad, lo vago, es un contravalor a la exactitud,
pero comporta una evidente importancia, por cuanto, según
Leopardi ("el poeta de lo vago" y del "dolor del vivir"), el
lenguaje es más "poético cuanto más vago,
impreciso" sea éste. Palabras como noche, nocturno,
oscuridad, profundo, antigua y lejano, entre otras, son "muy
poéticas y agradables". Leopardi gusta de la "belleza de
lo indeterminado y de lo vago" y de lo "indefinido e infinito",
con lo cual busca respuestas al eterno problema filosófico
de lo "especulativo y metafísico". Él
prefería lo ignoto sobre lo conocido. El alivio para las
"decepciones y los dolores de la experiencias" es la esperanza y
la imaginación. Para el logro de este ideal en la
composición de cada imagen se requiere de una
atención muy precisa y meticulosa; ésta
también debe estar presente "en la definición
minuciosa de los detalles, en la selección de los objetos,
de la iluminación de la atmósfera, para alcanzar la
vaguedad deseada".

Exactitud e indeterminación afloran en "El
hombre sin atributos
", de Robert Musil, en donde se muestra
que en el hombre "en el que se opera una alianza
paradójica de exactitud y de indeterminación", se
encuentra la "sangre fría deliberada, incorruptible, que
es el temperamento de la exactitud; pero, fuera de esa cualidad,
todo el resto es indeterminado". Ulrich, el protagonista, se
resigna rápidamente a las derrotas a que le conduce
necesariamente su pasión por la exactitud.

En Paul Válery ("poeta del rigor impasible de la
mente") el espíritu humano puede "realizarse en la forma
más exacta y rigurosa", y pone frente al dolor a uno de
sus personajes, "haciéndole combatir el sufrimiento
físico mediante un ejercicio de abstracción
geométrica". Se considera como el poeta "que mejor ha
definido la poesía como una tensión hacia la
exactitud" en el siglo XX. En Válery, como en
Mallarmé, Baudelaire y Poe, es evidente la poética
de la exactitud.

El esfuerzo de búsqueda de la exactitud se le
bifurcó a Calvino en la "reducción de los
acontecimientos contingentes a esquemas abstractos con los que se
pueden efectuar operaciones y demostrar teoremas", y en el
"esfuerzo de las palabras por expresar con la mayor
precisión posible el aspecto sensible de las cosas". Uno
de estos dos caminos "avanza por el espacio mental de una
racionalidad incorpórea, donde se pueden trazar
líneas que unen puntos, proyecciones, formas abstractas,
vectores de fuerzas", y el otro se desplaza "por un espacio
atestado de objetos y trata de crear un equivalente verbal de ese
espacio llenando la página de palabras, en un esfuerzo de
adecuación minuciosa de lo escrito a lo no escrito, a la
totalidad de lo decible y de lo no decible". Estos caminos no lo
llevarán a la exactitud absoluta porque "las lenguas
naturales dicen siempre algo más de lo que dicen
los lenguajes formalizados, entrañan siempre cierta
cantidad de ruido que perturba la esencialidad de la
información", porque, "al expresar la densidad y la
continuidad del mundo que nos rodea, el lenguaje se muestra
fragmentario, con lagunas, dice siempre algo menos
respecto a la totalidad de lo experimentable".

3º. Nociones o categorías
centrales.

a. La peste del lenguaje. Es la epidemia que
más nos afecta en el uso de la palabra lenguaje, que la
facultad que más nos caracteriza. La exactitud permite
superar la peste del lenguaje que se percibe en la
"pérdida de fuerza cognoscitiva y de inmediatez, como
automatismo que tiende a nivelar la expresión en sus
formas más genéricas, anónimas, abstractas,
a diluir los significados, a limar las puntas expresivas, a
apagar cualquier chispa que brote del encuentro de las palabras
con nuevas circunstancias"; la peste de las imágenes se
expresan en las "imágenes que en gran parte carecen de la
necesidad interna que debería caracterizar a toda imagen,
como forma y como significado, como capacidad de imponerse a la
atención, como riqueza de significados
posibles".

b. Los emblemas del cristal y la llama. Calvino
tiene como su emblema el cristal porque es el modelo de
perfección. Aunque partidario del cristal, tiene en cuenta
también a la llama. El cristal y la llama, que son
imágenes contrapuestas, son los modelos del proceso de
formación de los seres vivos. "Cristal y llama, dos formas
de belleza perfecta de las cuales no puede apartarse la mirada,
dos modos de crecimiento en el tiempo, de gasto de la materia
circundante, dos símbolos morales, dos absolutos, dos
categorías para clasificar hechos, ideas, estilos,
sentimientos".

La ciudad es el símbolo para expresar la
tensión entre racionalidad geométrica y
maraña de las existencias humanas. "Kublai Kan personifica
la tendencia racionalizadora, geometrizante o algebraizante del
intelecto, y reduce el conocimiento de su imperio a la
combinatoria de las piezas en el tablero de ajedrez".

La visibilidad,
el valor para no perder el poder de la imaginación y de la
fantasía

1º. Tesis propuesta

La visibilidad nos advierte del peligro de perder la
facultad de pensar, enfocar y escribir imágenes visuales,
de perder el poder de la imaginación originada en la "alta
fantasía".

2º. Desarrollo argumentativo

La visibilidad es un valor que se ha de salvar porque
éste es una campanada de alerta para evitar la
pérdida de las imágenes visuales, internas,
propias, producto de nuestra "alta fantasía", y con ello
impedir que sigamos siendo contaminados con las imágenes
prefabricadas, que pretende imponer el contexto
exterior.

El cultivo y fortalecimiento de las imágenes
íntimas requiere de una pedagogía sobre uno mismo
de la imaginación para controlar la visión
interior, evitando que se enmarañe, sino más bien
procurando que "las imágenes cristalicen en una forma bien
definida, memorable, autosuficiente".

En el escritor deben "llover imágenes", como en
Dante, que le llovían del cielo, de Dios mismo. Le
"llovían" como bajorrelieves, como imágenes
mentales y como visiones que se interiorizan en la mente, sin
ningún tipo de sensorialidad.

Cuando se parte de la palabra y llegamos a la imagen
visual, se encuentra un tipo de proceso imaginativo; y cuando se
parte de la imagen visual para llegar a la palabra, nos hallamos
en otro proceso imaginativo. La construcción de
imágenes funciona como un "cine mental", que opera
permanentemente sin que cese de proyectar "imágenes en
nuestra visión interior". Además de Dante, San
Ignacio de Loyola y Miguel Ángel estaban dotados de una
grandiosa imaginación visual. A San Ignacio de Loyola lo
distinguía "el paso de la palabra a la imaginación
visual como vía para alcanzar el conocimiento de los
significados profundos".

Aunque para Dante, las imágenes en su
fantasía eran "inspiración divina de sus visiones",
en escritores contemporáneos procedían del
"inconsciente individual o colectivo", de los recuerdos o de
epifanías, que son procesos que, aunque no son divinos,
escapan a nuestras intenciones y nuestro control.

Jean Starobinski, que deja a la ciencia el conocimiento
exterior y a la imaginación el conocimiento interior,
encuentra su origen en el psicoanálisis freudiano.
Starobinsk propone la imaginación como fuente de
conocimiento o como identificación con el alma del
mundo.

Calvino, buscando una respuesta a esta inquietud, dice
que su narrativa fantástica parte de una imagen visual; y,
aunque el relato es, para éste, "unificación de una
lógica espontánea de las imágenes y de un
proyecto guiado por una intención racional" y comparte la
idea de "la identificación con el alma del mundo", se
muestra partidario del doble origen que propone Starobiski; a la
vez que plantea un tercer origen de la "imaginación como
repertorio de lo potencial, de lo hipotético, de lo que no
es, no ha sido ni tal vez será, pero que hubiera podido
ser".

Señala que elementos como "la observación
directa del mundo real, la transfiguración fantasmal y
onírica, el mundo figurativo transmitido por la cultura en
sus diversos niveles, y un proceso de abstracción,
condensación e interiorización de la experiencia
sensible, de importancia decisiva tanto para la
visualización como para la verbalización del
pensamiento", intervienen en la formación de la parte
visual de la imaginación literaria. En los relatos de
Hoffmann, Chamisso, Arnim, Eichendorff, Potocki, Gógol,
Nerval, Gautier, Hawthorne, Poe, Dickens, Turguéniev,
Leskov para llegar a Stevenson, Kipling, Wells y Henry James
reconoce las fuentes de su imaginación visual.

Los científicos, además de los literatos,
también se preguntan por el origen de las imágenes
en la fantasía. Douglas Hofstadter, por ejemplo,
señala que no sabe con absoluta claridad de dónde
proceden, porque su origen es demasiado vago y su fuente es
invisible. Para Giordano Bruno, el espíritu
fantástico, que es un pozo sin fondo, es un "golfo,
nunca saturable, de formas y de imágenes
". Tanto la
mente del poeta como la del científico "funcionan
según un procedimiento de asociaciones de
imágenes". Es por ello que se considera a la
fantasía como "una especie de máquina
electrónica que tiene en cuenta todas las combinaciones
posibles y elige las que responden a un fin o simplemente las que
son más interesantes, agradables, divertidas".

Ante la pregunta si ¿será posible la
literatura fantástica en el año 2000, dada la
creciente inflación de imágenes prefabricadas?,
Calvino responde que habrá que "reciclar las
imágenes usadas en un nuevo contexto que les cambie el
significado", y "hacer el vacío para volver a empezar
desde cero". Y para ello propone como modelo a Balzac, "situado
en una encrucijada de la historia de la literatura, en una
experiencia «de límite», unas veces
visionario, otras realista, otras las dos cosas al mismo tiempo,
siempre como arrastrado por la fuerza de la naturaleza, pero
también siempre muy consciente de lo que hace". Balzac
primero fue fantástico y luego realista. "El Balzac
fantástico trató de capturar el alma del mundo en
una sola figura entre las infinitas figuras imaginables…",
y "el Balzac realista tratará de cubrir de escritura la
extensión infinita del espacio y del tiempo pululantes de
multitudes, de vidas, de historias".

Sólo a través de la escritura cobran vida
las fantasías y las realidades, porque en ésta la
interioridad y la exterioridad, yo y el mundo, la fantasía
y la experiencia están hechas de la misma materia verbal;
"las visiones polimorfas de los ojos y del alma se encuentran
contenidas en líneas uniformes de caracteres
minúsculos o mayúsculos, de puntos, comas,
paréntesis; páginas de signos alineados, apretados
como granos de arena, representan el espectáculo
abigarrado del mundo en una superficie siempre igual y siempre
diferente, como las dunas que empuja el viento del
desierto".

3º. Nociones o categorías
centrales.

a. La "alta fantasía".

Es la parte más elevada de la imaginación
interior, no corporal o sensorial, que encontramos en la
Divina Comedia de Dante, donde trata de definir el papel
de la imaginación, la parte visual de la fantasía.
Es la fantasía que ensimisma al hombre de tal manera que
no escucha otros "sonidos" por más estentóreos que
ellos sean. Es el desborde de la imaginación que se impone
a nuestras facultades y voluntad para alejarnos del mundo
exterior y llevarnos al fantástico mundo interior,
íntimo. Esas imágenes fantásticas, dada su
profunda interioridad, proceden del Dios.

b. Las "imágenes prefabricadas".

El catolicismo de la Contrarreforma, "un vehículo
fundamental de la comunicación visual", contenía
una "imagen dada, propuesta por la Iglesia misma, no
«imaginada» por los fieles". El futuro de
imaginación individual está en inminente riesgo en
la llamada "civilización de la imagen" ante el avasallador
poder inconsciente de las imágenes prefabricadas, las
imágenes reflejadas por la cultura. "Hoy la cantidad de
imágenes que nos bombardea es tal que no sabemos
distinguir ya la experiencia directa de lo que hemos visto unos
pocos segundos en la televisión. La memoria está
cubierta por capas de imágenes en añicos, como un
depósito de desperdicios donde cada vez es más
difícil que una figura logre, entre tantas, adquirir
relieve".

Para no sucumbir ante la civilización de la
imagen, la literatura en la actualidad debe apuntar a la novedad,
la originalidad y a la invención, pues ahora lo imaginario
no debe estar atado a una autoridad o a una tradición
determinadas.

La multiplicidad,
el ideal de
la novela como enciclopedia

1º. Tesis propuesta

El ideal de la novela enciclopédica o hipernovela
y como red de conexiones entre los hechos y las cosas del mundo,
en donde se integren el yo individual con el yo de los otros,
"para hacer hablar a lo que no tiene palabra, al pájaro
que se posa en el canalón, al árbol en primavera y
al árbol en otoño, a la piedra, al cemento, al
material plástico…"

2. Desarrollo argumentativo

Entre los autores que han intentado la
construcción de la novela como "enciclopedia" cita a Cario
Emilio Gadda ("El zafarrancho aquel de Vía
Merulana
") y Robert Musil ("El hombre sin
atributos
"), escritores "de formación
técnico-científica y filosófica", Marcel
Proust ("La prisionera"), Johann Wolfgang von Goethe,
Georg Christoph Lichtenberg, Gustave Flaubert ("Bouvard y
Pécuchet"), Raymond Queneau, Thomas Mann ("La
montaña mágica
"), Thomas Stearns Eliot y James
Joyce ("Ulises"), Alfred Jarry ("El amor
absoluto
"), Paul Valéry, Jorge Luis Borges ("El
jardín de senderos que se bifurcan
") y Georges
Perec.

Gadda "ve el mundo como un «sistema de
sistemas» en el que cada sistema singular condiciona los
otros y es condicionado por ellos"; en sus novelas "cada
mínimo objeto está visto como el centro de una red
de relaciones"; en él el conocimiento de las cosas "exige
que todo sea exactamente nombrado, descrito, ubicado en el
espacio y en el tiempo". Musil expresa "la tensión entre
exactitud matemática y aproximación a los
acontecimientos humanos, mediante una escritura totalmente
distinta: fluida, irónica, controlada… Todo lo que
sabe o lo que piensa lo deposita en un libro
enciclopédico…" En Proust, la red que vincula todas
las cosas "está hecha de puntos espacio-temporales
ocupados sucesivamente por cada ser, lo que implica una
multiplicación infinita de las dimensiones del espacio y
del tiempo". Goethe escogió "la novela como forma
literaria capaz de contener el universo". Novalis se propuso
"escribir un «libro absoluto» visto ya como una
«enciclopedística», ya como una
«Biblia»". Humboldt llevó "a buen fin su
proyecto de una «descripción del universo
físico». Mallarmé intentó fallidamente
el "proyecto de un libro absoluto como fin último del
universo". Flaubert, para su inconclusa novela "Bouvard y
Pécuchet
", debió acudir a todo el saber
enciclopédico que demandó la realización de
unas 1.500 consultas de textos. "Flaubert en persona es quien se
transforma en una enciclopedia universal, asimilando con una
pasión no menor que la de sus héroes todo el saber
que ellos tratan de apropiarse y todo el saber del que
quedarán excluidos". Mann escribe la "Montaña
mágica"
como la "introducción más
completa a la cultura" del siglo XX; en ella están
contenidos "todos los temas que aun hoy siguen alimentando las
discusiones".

Como ejemplos de multiplicidad presenta el texto
unitario, como la novela breve "El amor
absoluto"
de Alfred Jarry, en donde se cuentan tres
historias a la vez; el texto múltiple "sustituye
la unicidad de un yo pensante por una multiplicidad de sujetos,
de voces, de miradas sobre el mundo, según ese modelo que
Mijail Bajtin ha llamado «dialógico» o
«polifónico» o «carnavalesco», y
cuyos antecedentes encuentra en autores que van de Platón
a Rabelais y a Dostoievski"; "la obra que, ansiosa por contener
todo lo posible, no consigue darse una forma y dibujarse unos
contornos", como se aprecia en Gadda y Musil; y "la obra que
corresponde en literatura a lo que en filosofía es el
pensamiento no sistemático, que procede por aforismos, por
centelleos puntiformes y discontinuos", del cual es digno
representante Paul Valéry con su prosa y ensayos. El ideal
de "una literatura que haya hecho suyo el gusto por el orden
mental y la exactitud, la inteligencia de la poesía y al
mismo tiempo de la ciencia y de la filosofía" se halla en
Valéry.

Jorge Luis Borges es quien mejor ha realizado el ideal
de Valéry "en cuanto a exactitud de imaginación y
de lenguaje, construyendo obras que responden a la rigurosa
geometría del cristal y a la abstracción de un
razonamiento deductivo". La predilección de Calvino por
Borges, que es una constante en sus "Seis propuestas",
es porque "cada uno de sus textos contiene un modelo del universo
o de un atributo del universo: lo infinito, lo innumerable, el
tiempo eterno o copresente o cíclico; porque son siempre
textos contenidos en pocas páginas, con una ejemplar
economía de expresión; porque a menudo sus cuentos
adoptan la forma exterior de alguno de los géneros de la
literatura popular, formas que un largo uso ha puesto a prueba
convirtiéndolas en estructuras míticas". Como
ejemplo cita el cuento "El jardín de senderos que se
bifurcan",
un "vertiginoso ensayo sobre el tiempo",
que "se presenta como un cuento de espionaje, que incluye un
cuento lógico-metafísico, que incluye a su vez la
descripción de una interminable novela china, todo
concentrado en una docena de páginas". El modelo de la red
de los posibles lo encuentra en los textos de Borges.

Partes: 1, 2

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