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La fe y los procesos cognitivos (II)




Enviado por Felix Larocca




    Preludio – Monografias.com

    Preludio

    En esta segunda reseña, continuamos investigando
    la fe y el rol de la semántica en nuestras vidas
    emocionales.

    Si uno ve a una mujer serpenteando de rodillas sobre un
    pavimento de cemento granulado con la piel descubierta, que le
    ocasiona dolor, fricción, heridas y displacer, obviamente
    uno podría atribuir este comportamiento a algún
    tipo de patología mental. Si yo le contara a alguien que
    en ciertas latitudes de la tierra hay personas que transitan
    descalzas sobre las cenizas ardientes que el fuego dejó,
    podría suponer que le estoy tomando el pelo o que me estoy
    pasando de sabio frente a una supuesta ingenuidad. Si
    viajásemos en el tiempo y un historiador situado en el
    futuro, encontrara libros del pasado que versan sobre un sujeto
    que transformaba el agua en vino y los peces en pan, que una vez
    fallecido podía resucitar y luego convertir enfermos en
    sanos con el poder de la oración o del tacto, tal vez
    interpretaríamos estos vestigios bibliográficos
    como una muestra artístico cultural de una
    fenomenología inexistente en el presente.

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    Todas estas descripciones anteriormente hechas responden
    a actos consolidados y sustentados en una de las construcciones
    humanas que cruzan la historia, la experiencia, la
    educación, la genialidad y el poder adquisitivo de quienes
    la sustentan. Me refiero a aquella ilación que
    identificamos consensualmente como fe. Nómbresele
    esperanza, crédito, abogacía, creencia, confianza,
    certidumbre o dogma, aquello que entendemos como fe es un
    concepto móvil, dinámico, psicosocial que pretende
    otorgarnos una continuidad adaptativa frente al contingente de la
    experiencia.

    La fe

    La fe le permite al individuo entender, explicar y
    justificar un sin fin de actitudes, hechos, y pensamientos que
    bajo un formato exclusivamente racional no tendrían
    cabida. Ésta libera en muchos casos (no en todos) la
    incertidumbre que la disonancia cognitiva (Festinger) genera en
    el aparato mental cuando el sujeto, convertido en humano al
    socializar (Maturana) se ve enfrentado a situaciones que
    desequilibran las cogniciones fortificadas hasta ese momento por
    la experiencia.

    ¿Cómo se construye la fe? ¿Responde
    a una disposición cognitiva? ¿Es particular de la
    especie humana? ¿Promueve el desarrollo de los procesos
    cognitivos o por el contrario, disminuye las posibilidades
    adaptativas de estos transcursos?

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    Veamos…

    Inevitablemente, todos los seres humanos creemos en un
    algo o un alguien que significa un registro de esperanza para la
    realidad que a cada cual le toque experimentar. Incluso aquellos
    que se definen como agnósticos o ateos, cuya
    construcción mental implica un nivel paradójico de
    tipificación ya que al negar el creer en una fe, definen
    que sí existe.

    A través de esta exposición se pretende
    dar una mirada constructiva de la fe, como opera en el desarrollo
    de los procesos cognitivos, la epistemología que la
    sustenta y las consecuencias empíricas que conlleva
    funcionar como seres pensantes y creyentes, sin que esto
    signifique una paradoja o una contradicción vital de los
    sistemas operativos que el aparato mental sostiene.

    Entender la vida desde una mentalidad configurada por la
    fe, remueve la clásica concepción diádica de
    la maquinaria psíquica conformada por un margen cognitivo
    y otro afectivo sin relación recursiva entre sí. En
    este sentido, la teoría más ortodoxa que propone el
    psicoanálisis Freudiano desde el cual hay un gobierno
    consciente que funciona sujeto por los procesos secundarios y
    otro régimen inconsciente mantenido por los procesos
    primarios quedaría estrecho e ineficaz para explicar el
    comportamiento mediado por una creencia implícita. Es
    decir, para explicar la fe tendríamos que apelar a un
    comportamiento influenciado y regido por el inconsciente y los
    procesos primarios, que desde Freud, significan todo aquello
    reprimido, inadaptado y que atenta contra el buen funcionamiento
    individual y social. Desde el desarrollo psicodinámico, el
    sustento crédulo de la fe se podría simbolizar como
    una entrega de las responsabilidades del ego a esta entidad
    inmaterial que se hace cargo del accionar carnal y humano
    sustentado por el id y todo lo que esto implica en el
    comportamiento social. Es decir, la fe reemplazaría la
    función legisladora del ego o mejor dicho del
    Supérego, liberando de la culpa terrenal al ego y al
    sujeto consciente de su accionar. Esta postura sin embargo,
    resulta un tanto paternalista y sobre protectora del sujeto y
    más que liberarlo del ser responsable que implica la
    condición humana, lo deja atado a la dependencia
    implícita y moral que toda forma de fe conlleva en
    sí misma.

    Si revisamos la historia y las ideologías que
    promueven la fe como móvil vital, moral y afectiva,
    (excluyendo las ideologías fanáticas, por ejemplo
    la de las sectas) descubrimos un fundamento funcional basado en
    el respeto al prójimo, a la humanidad y por sobre todo a
    la vida, tanto animal como humana.

    Desarrollo

    La fe es definida por la lengua española como "la
    creencia en algo sin la necesidad de que haya sido confirmado por
    la experiencia o la razón, o demostrado por la ciencia
    como un conjunto de creencias de una religión, la
    confianza en el éxito de algo o alguien, el testimonio o
    la aseveración de que una cosa es cierta o como un
    documento que certifica la verdad de algo."

    Desde esta definición, podemos apelar a la
    construcción cognitiva de la fe como un pensamiento
    mágico y un procesamiento heurístico.

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    Pensamiento
    Mágico

    Las creencias son ideas que somos, operan en
    nuestro interior de manera automática, son anteriores al
    acto de pensar, son un a priori. En resumen: Las creencias son
    ideas que somos, no ideas que tenemos. No son formas
    interpretativas de la realidad, son nuestra realidad. Se
    adquieren generalmente en el proceso de socialización y no
    se someten a verificación empírica. La creencia es
    pues una estructura interpretativa que nos permite responder ante
    un evento. Tiene un componente cognitivo, desde el que se hace
    una valoración afectiva (componente emocional) y que se
    encuentra inserto en estructuras somáticas (registros
    neurales). Así una cognición tendrá una
    repercusión afectiva, fisiológica y conductual.
    Este proceso es bidireccional, es decir, puede funcionar en orden
    inverso, un acontecimiento somático moviliza componentes
    afectivos, cognitivos y conductuales, es decir, activaría
    una red neuronal que se constituiría por ejemplo en una
    certeza de enfermedad y el individuo enfermaría. La
    creencia en la curación desactivaría la red
    neuronal responsable del proceso patológico y se
    daría la curación inmediata.

    Es decir, la fe sería el resultado de una
    construcción cognitiva efecto de la experiencia vivida,
    traducida en un pensamiento mágico. Todo pensamiento
    mágico, es decir, la fe entendida como la
    disposición de creer respondería a la vez a un
    procesamiento heurístico de la cognición que
    avalaría el pensar desde un paradigma consciente, con una
    lógica determinada sin que ésta llegue a ser
    irracional. Es decir, la fe también la podemos entender
    como un análisis heurístico de la experiencia que
    le permitiría a la psiquis entender y acceder a espacios
    que mirados desde un prisma puramente lógico,
    científico y matemático serían
    ilógicos o irracionales.

    Postulados
    Cognitivos

    Dentro de las estructuras cognoscitivas de orden
    superior nos encontramos con los esquemas, los guiones, las
    atribuciones, la heurística del juicio y las estrategias
    de inferencia. Revisaremos a continuación parte de estos
    fundamentos.

    Atribuciones

    La teoría de la atribución suministra una
    concepción "racional" de la forma en que la persona
    promedio efectúa inferencias de causalidad acerca de
    eventos conductuales. Supone que los seres humanos necesitan
    llegar a entender relaciones predecibles, a fin de dar
    estabilidad y significado a los eventos que ocurren en sus vidas.
    Esto conduce a una orientación de la realidad con respecto
    al mundo. A demás supone que los humanos necesitan ser
    capaces de predecir eventos importantes y de orientarlos en
    sentidos deseables. De este modo se desemboca en una
    orientación de control con relación al
    mundo.

    En este tipo de investigación, nos entrenamos
    nosotros. En el entendimiento y en la aplicaciones de la
    entropía

    La teoría de la atribución supone
    también que la asignación de causas puede exigir la
    búsqueda activa de información, que ésta
    sucede sistemáticamente y que el significado que un evento
    posee para nosotros depende en buena parte del impulso al cual
    sea atribuido.

    Es decir, la fe es el sustento para la continuidad
    cognitiva y permite el "reposo" explicativo frente a situaciones
    desconocidas hasta ese momento por el sujeto. Extrapolando la
    teoría de la atribución, podemos inferir, que la
    formalidad de la fe traducida en una religión, le entrega
    al creedor la posibilidad de inducir, inferir y vislumbrar la
    realidad mas allá de lo que puede percibir por hechos y la
    práctica. La fe entendida como una religión
    será inductiva, es decir, se registra desde lo particular
    a lo general.

    La entropía, como fenómeno, es otra manera
    de operar dentro del conocimiento de la fe; ya que la
    entropía es una ley física universal, e
    inevitable.

    La heurística del
    juicio

    Todas las personas están sometidas a errores
    sistemáticos en el proceso mediante el cual
    efectúan atribuciones causales específicas e
    inferencias sociales generales. Es posible que los individuos, en
    determinados momentos, se enceguezcan con sus teorías, se
    coarten por su orientación de valores o queden
    excesivamente impresionados por "datos" aparentemente "firmes"
    que proceden de sus sentimientos y de su experiencia personal.
    Daniel Kahneman y Amos Tversky han hecho importantes
    contribuciones al entendimiento de cómo las personas mal
    interpretan su experiencia cognitiva. Analizando tales errores se
    adquiere un conocimiento de la estructura de la mente y de las
    estrategias de los juicios humanos.

    No quiero decir con esto, que el creer y tener fe
    signifique un desarrollo gratuito, fácil o minimalista de
    los procesos cognitivos del ser creyente, sin embargo, como
    teoría nos permite entender como operarían las
    cogniciones de un creyente para explicarnos su operar y su
    comportamiento.

    La heurística consiste en herramientas
    cognoscitivas, estrategias cognoscitivas informales, o reglas
    empíricas. Mediante la heurística las tareas de
    efectuar complejas inferencias se reduce a la realización
    de operaciones de juicio sumamente sencillas; por ejemplo: "Ir" /
    "No ir". Tenemos la cabeza llena de tales reglas
    prácticas, las cuales frecuentemente nos son útiles
    porque encaminan por una senda estrecha, directa y fácil,
    los incontables juicios que realizamos a diario.

    En este sentido, aquel que tiene fe o adquiere su fe
    como efecto de la socialización, no se cuestiona
    mayormente por qué cree, si es verdad, producto de su
    imaginación, o un tipo de estrategia direccional que
    dirige a priori sus cogniciones. Aquel que tiene fe, simplemente
    cree. El acto de creer, encierra en sí mismo, cual
    silogismo, su fundamento, que no siempre responde a un acto
    objetivo. Es decir, el creer es sujeto y predicado a la vez de la
    afirmación y del concepto que implica tener fe. Dicho
    más exactamente, en el silogismo, un juicio nunca se
    obtiene de otro juicio real, sino siempre de otros juicios
    posibles, es decir, que en virtud de éstos se producen
    hechos psíquicos que pueden convertirse en la conciencia
    en juicios y que deben convertirse de hecho en tales juicios para
    que el silogismo sea perfectamente conciente.

    Estrategias de inferencia

    Con muchísima frecuencia nuestras inferencias son
    corolarios conceptualmente forzados y las pruebas disponibles son
    distorsiones en provecho de nuestras teorías. Incluso otra
    fuente más de error en las estrategias de inferencia es la
    tendencia a dejarse impresionar excesivamente por ciertas clases
    de datos. Las personas propenden a conceder indebida importancia
    a los datos concretos, sensoriales y personalmente
    experimentados, significativos para sus necesidades o que se
    presenten "vívidamente". Lo anterior conduce a una fuente
    sistemática de error, porque se concede importancia
    desproporcionada al caso concreto del individuo, al tiempo que se
    menosprecian datos estadísticos, principios y
    líneas de referencia abstractos.

    Este principio cognitivo explicaría la fortaleza
    que presenta la fe como primicia articular de funcionamiento ante
    el cual un individuo está "sujeto" a actuar. Incluso
    denunciaría la tendencia obsesiva y hasta fanática
    de ciertos creyentes que no logran acceder a otro tipo de
    reflexión que sea distinta a la cual operan.
    También explicaría el sentimiento de culpa y del
    perdón que promueve la religión (al menos en el
    mundo occidental) para aquellos que actúan fuera de los
    márgenes que su fe estima como propios. La fe implica una
    concepción de lo bueno y de lo malo; lo bizarro
    está conformado por todo aquello que atenta a los
    principios creyentes, entonces la única posibilidad de
    remisión está dada por la absolución que la
    propia creencia pueda procurar al pecador.

    Teorías multi-modales del
    desarrollo mental

    Obedecemos, antes de razonar, por los procesos de
    aprendizaje a base de fe y órdenes que sufrimos (y que nos
    obligan a creer que nos satisfacen) durante nuestra niñez.
    ¿No nos dictan, por ventura, primero que nada, cómo
    caminar, hablar, comportarnos ante los demás, comer,
    dormir, llorar, defecar y hasta jugar? A partir de entonces, toda
    cosa o idea que nos impresione el espíritu, para bien o
    para mal, tendrán contenidos de creencia y seremos
    sensibles a las afirmaciones (los fundamentos) sin reclamar las
    cadenas de preguntas incesantes propias de los infantes que, por
    cierto, siempre la han emparentado con Sócrates.
    Extraño destino de un filósofo que anunció
    el nacimiento de toda una manera de ver el mundo, las cosas y las
    personas con un método que, en puridad, no podía
    más que destruirlas. La duda es el más puro de los
    nihilismos a condición de que no se la detenga con
    ningún fundamento, con una orden, con una
    afirmación, con un corte o con una virtuosidad. Razonar,
    comprender y explicar, pues, no se entienden sin "creer" como un
    suelo epistemológico. Con esto queremos decir que los
    procesos cognitivos tienen por base una creencia sólida
    sin la cual se desploman todas las narraciones humanas,
    liberadoras o no, científicas o literarias.

    Sin embargo, para poder creer en aquello que razonamos
    apela a un principio epistemológico cibernético en
    el sentido de la recursividad. Es decir; para creer en algo y
    tener fe, también debe haber un proceso anterior de
    percepción y de hacer consciente aquello descubierto
    sensorialmente y luego traducirlo como concepto e idea
    cognitiva.

    Teoría cognitiva y experiencias del Self
    (CEST)

    No podemos separar absolutamente un mecanismo destinado
    sólo a lo sensorial y otro que apunte a lo racional. En
    este sentido, podemos referirnos a la teoría
    psicodinámica propuesta por Epstein del CEST
    (Teoría Cognitiva Experiencias del Self), bajo la cual el
    aparato mental esta formado por un sistema racional y un sistema
    de experiencias. El aparato racional responde a las operaciones
    cognitivas más abstractas como el lenguaje, la
    lógica, lo explícito y funcional, y responde a una
    epistemología lineal progresiva; es decir de causa y
    efecto.

    El sistema de experiencias alude a la actividad con
    bases afectivas, emocionales, recursivas, implícito, de
    funcionamiento primario y secundario como un cercano
    representante del inconsciente (clásico Freudiano). Este
    sistema de operar expondría de buena forma como un ser
    pensante, capaz de razonar, meditar y discernir también
    puede funcionar a través de un pensamiento que no es
    mesurable ni cuantificable ni explicable bajo el raciocinio puro
    de la cognición clásica.

    Zona del desarrollo Próximo (ZDP)

    El cambio cognitivo caracteriza un proceso que supone
    una interacción dialéctica entre el mundo social y
    el cambio individual. En el proceso que denominamos cambio
    cognitivo, incluimos las nociones de reestructuración,
    invención y sentido que implica el desarrollo, sin que le
    demos el carácter exclusivamente individual interno que
    suele acompañar a las consideraciones evolutivas.
    Existiría cierta tendencia entre los psicólogos a
    dividir los campos de estudio de una manera mecanicista que
    dificulta la integración teórica. El cambio
    cognitivo puede estudiarse como un cambio en los "sistemas
    funcionales" que constituyen una unidad integradora del
    análisis al abarcar diversos sistemas cognitivos en vez de
    mantenerlos separados. La ZDP constituye un sistema funcional
    fundamental para el cambio cognitivo. En el caso de la actividad
    que se desarrolla en la ZDP puede producirse una tarea
    invariable, pero puede cambiar la forma de constituirse el
    sistema funcional. El supuesto típico consiste en que hay
    una representación interna bien especificada de estructura
    cognitiva que subyace a las conductas observadas de un individuo
    de una situación de tarea y da por supuesto que la
    estructura cognitiva solo se halla en ese plano subyacente a las
    conductas. Newman propone que los cambios se producen en el
    sistema funcional y en los mecanismos cognitivos e
    interpersonales variables que toman parte en el sistema. Colocar
    el origen del cambio cognitivo en el mundo social no supone que
    el niño adquiera simplemente una copia del saber cultural
    mediante un proceso de transmisión directa. De un modo
    semejante a la teoría de Piaget, Vigotsky hacía
    hincapié en poner los orígenes del conocimiento en
    las interacciones sociales en las que participa el niño.
    Sobre la ZDP parece pesar con recurrencia la sospecha de marcar
    una teología "adulto céntrica" en los procesos de
    desarrollo, puesta en mayor evidencia por las versiones tipo
    andamiaje.

    Esto se plantea toda vez que los procesos de desarrollo
    aparecen orientados al menos en parte, por los productos de la
    cultura, los procesos de pensamiento, los instrumentos mediadores
    que se ofrecen en situaciones de interacción
    específicas en principio con los miembros "más
    capaces" que el sujeto en desarrollo de cultura.

    La creencia mantiene en su proceso de desarrollo una
    dependencia en el entorno y el aprendizaje que éste puede
    otorgar, por ejemplo, a través del aprendizaje vicario. La
    fe se traspasaría de una generación a otra
    interiorizándose en los esquemas cognitivos al reforzarlos
    ambientalmente por otros creyentes. El pensamiento conceptual y
    más abstracto implicaría una forma de ampliar las
    cogniciones al reproducir el mundo circundante de una manera mas
    profunda y hacer deducciones y conclusiones de los
    fenómenos percibidos.

    La fe y los estados alterados de
    percepción y conciencia

    Podemos llegar a alterar el estado de
    conciencia normal sostenido en la vigilia a través de
    distintos mecanismos; por ejemplo la ingesta de sustancias
    psicotrópicas, la hipnosis, perturbaciones en la
    alimentación y los ciclos destinados para dormir, la
    respiración, la meditación, la repetición de
    una palabra, el ejercicio y la actividad física por
    nombrar algunos. Un credo puede generar en sus creyentes la
    alteración de sus estados de conciencia por ejemplo a
    través de la repetición que todo rezo o mantra
    supone conectar con el espíritu superior. Esta
    expresión la vemos tanto en las creencias occidentales
    como en las orientales. Solo algunos de los creyentes; "los
    elegidos" tendrán incluso la capacidad de ver, sentir y
    escuchar los mensajes divinos, sin embargo, nunca podremos
    descifrar si estas visiones extra sensoriales ocurren realmente o
    son la consecuencia alucinatoria o ilusoria que caracterizan a
    los estados de conciencia alterados. Durante el trance profundo
    se experimentan cosas que no están ahí, es decir,
    se tienen alucinaciones que pueden ser felices o
    terroríficas. No son simplemente visiones, porque los
    sentidos participan de ellas sintiendo olores, sonidos y gustos.
    Como ejemplo expondremos un Estado de Conciencia Alterado
    fundamentado en la fe; el éxtasis religioso, la
    experiencia chamanística y la utilización de la
    música como vehículo de acercamiento a
    Dios.

    Éxtasis religioso y
    experiencias místicas

    El éxtasis religioso es permisible
    cuando resulta de antecedentes sanos, pero estas experiencias son
    más frecuentemente consecuencia de influencias puramente
    emocionales más bien que manifestaciones de un
    carácter espiritual profundo. Las personas religiosas no
    deben considerar todo presentimiento psicológico
    vívido y toda experiencia emocional intensa como una
    revelación divina ni como una comunicación
    espiritual. El éxtasis espiritual genuino generalmente se
    asocia con una gran calma exterior y con un control emocional
    casi perfecto. Pero la verdadera visión profética
    es un presentimiento súper-psicológico. Estas
    visitaciones no son pseudoalucinaciones, ni tampoco
    éxtasis del tipo del trance.  La mente humana puede
    funcionar en respuesta a la así llamada inspiración
    cuando es sensible a las sublevaciones del subconsciente o al
    estímulo del súper consciente. En cualquiera de
    estos dos casos el individuo tiene la impresión de que
    estos aumentos del contenido de la conciencia son más o
    menos ajenos. El entusiasmo místico sin frenos y el
    éxtasis religioso desencadenado no son credenciales de la
    inspiración, supuestamente credenciales
    divinas.

    El éxtasis sería un acto de
    inspiración, y no de posesión. Es un acto de
    inspiración voluntario y deliberadamente inducido a
    través de una serie de técnicas.

    Chamanismo

    El chamanismo es un fenómeno poco
    conocido, cuyo origen se encuentra en los albores de la
    humanidad. El chamanismo, es una técnica arcaica del
    éxtasis y de la mística, también "religiosa"
    en el sentido profundo del término, libre de todo
    sectarismo religioso. El chamán tiene la capacidad de
    entrar en un estado expandido de conciencia y el de poder
    "viajar" para adquirir conocimiento propio o recabar
    información del diagnóstico y tratamiento del
    enfermo. Cuando el chamán recibe la "iluminación",
    siente que una luz especial, no física, emana de su
    cuerpo. Es la misma luminiscencia de la que hablan los
    místicos. Lo esencial de este estado es que tiene diversos
    grados de elevación, en donde la persona puede variar
    entre el ser consciente o inconsciente de la experiencia. El
    chamán entra en éxtasis en su trabajo y lo
    sacraliza. Explora las dimensiones trans-personales y el
    encuentro con el espíritu.

    La música y la danza como
    expresiones de la fe

    Ha habido grandes discusiones entre los
    teólogos acerca de la legitimidad de la música y la
    danza considerada como ejercicios religiosos. Sin embargo, las
    podemos emplear como un vehículo capaz de alterar la
    conciencia y de esta forma acercarnos a la creencia
    mística.

    Llegamos así al uso puramente
    religioso de la música y la danza: como es el caso de los
    sufíes, quienes de esta manera despiertan en su interior
    un amor aún mayor hacia Dios y por medio de la
    música a menudo obtienen visiones espirituales y
    éxtasis. Su corazón en esta situación se
    vuelve tan limpio como la plata en la llama de un horno, y
    alcanza un grado de pureza que nunca podría obtener por la
    mera austeridad externa. El sufí se vuelve entonces tan
    agudamente consciente de su relación con el mundo
    espiritual que pierde toda conciencia de este mundo y a menudo
    cae sin sentido. Con esto el autor quiere decir que los
    verdaderos deleites de la religión no se pueden alcanzar
    por medio de la instrucción formal, sino por una
    atracción y un deseo sentidos. Se dice de algunos adeptos
    que llegan a alcanzar tal grado de éxtasis que se pierden
    en Dios. Tal fue el caso del Jeque Abul Hassan Nuri, el cual, al
    oír un determinado verso cayó en estado de
    éxtasis y, al llegar a un campo lleno de tallos de
    cañas de azúcar recién cortadas,
    corrió por él hasta que sus pies quedaron heridos y
    sangrantes, y poco después expiraba.

    En resumen

    La fe es un concepto natural manipulado a través
    de la contingencia social bajo la cual éste se
    insertó. Dependiendo de las características
    personales que distingan al aparato mental; esquemas cognitivos,
    integración del ego, rasgos de la personalidad, mecanismos
    defensivos y el tipo de relación vincular que se
    desarrolle, un sujeto estará más o menos propenso
    para funcionar bajo una determinada creencia. La fe, si bien es
    un concepto con bases afectivas y emotivas muy fuertes,
    también se fundamenta por una serie de procesos cognitivos
    tales como son la percepción, conciencia,
    imaginación, lenguaje, semántica y pensamiento. Una
    creencia se puede traducir a través de un raciocinio
    explícito o implícito. Por ejemplo la fe se puede
    ramificar y "materializar", socializar, y por ende traspasar a
    través de su concepción insertada en una
    religión, un sistema astral, los horóscopos y la
    teología. Así un pensamiento implícito y
    natural, adquiere un carácter formal y operacional.
    Incluso se puede traducir en proposiciones y en imágenes,
    insertándose así en todo nivel social. Pensemos en
    todas las imágenes religiosas, chapitas, anillitos,
    pulseras, calendarios, cuadros y artefactos que perfilan la
    efigie de un santo salvador. Si no lo comprenden, den una vuelta
    por el centro de una ciudad y descubrirán como un selecto
    grupo de vendedores ambulantes llenan la cazuela con el precio
    que la buena fe esté dispuesto a desbancar. Por otro lado
    tenemos los periódicos atiborrados de anuncios con
    trabajos "milagrosos", santerías, hechizos, limpiezas del
    alma, uniones amorosas y curas enigmáticas que son reflejo
    de la fe concedida a la creencia popular y de que hay cogniciones
    humanas que las sustentan.

    La fe, las coincidencias, las simetrías y la
    voluntad inflexible del espíritu humano, son
    módulos natos integrados en nuestras mentes, e imposibles
    de erradicar por el pensamiento del escéptico.

    Por esa razón, cuando se sienten desesperados,
    tantos, creyendo a veces, ser poseídos por los que conocen
    de la magia; se protegen de ellos, con el uso de relicarios tan
    poderosos como son inocentes — Chacun son
    gôut
    .

    Bibliografía

    Suministrada por solicitud.

     

     

    Autor:

    Dr. Félix E. F.
    Larocca

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