Lo llamaban "El Guapo" (El Matón de mi Colegio): La
Patografía de un Carácter de mi Juventud… –
Monografias.com
Lo llamaban "El Guapo" (El
Matón de mi Colegio): La Patografía de un
Carácter de mi Juventud…
Cuando se analizan la intrepidez y el arrojo en los
seres humanos, el sexo masculino se invoca para representar
(injusta y arbitrariamente) aquellos hombres dotados con un
sentido de coraje que, no sólo los hace confrontar, si no
que invitan el peligro y cortejan el miedo.
El miedo. Ese afecto negativo y esencial para nuestras
supervivencias que todos anhelamos evitar, buscamos escapar y
preferimos no percibir. El miedo… lo que en círculos
machistas se interpreta como cobardía.
Ser cobarde es un estigma aborrecido por todos los
hombres a quienes trato. Pero, el anverso, ser "un Guapo"
significa una expresión de reconocimiento que garantiza
ser, a quien así se perciba, persona dotada de atributos
nobles y extraordinarios que le permiten enfrentar lo que todos
evitamos, sin alarma o inquietud… el
temor…
¿Pero, realmente existen los Guapos en
este mundo? Dejemos que esta pregunta tan oportuna como
pertinente, sea respondida por medio de las aplicaciones del
entendimiento humano a las que solemos recurrir cuando los
espejismos de la propaganda nos pretenden confundir.
Como a menudo hacemos en estos ejercicios mentales,
retornemos, por un instante, a nuestros orígenes
paleolíticos. El miedo, elemento esencial para la
supervivencia, (cuando vivíamos en la jungla hacen unos 40
mil años) era reservado para lo desconocido, para lo
inexplicable y para lo indescifrable. El miedo, nos servía
a la sazón (como aún nos continúa servir)
como un mecanismo que garantizaba que nuestras existencias
(permanecerían más o menos intactas) en
éste, nuestro valle de lágrimas.
El hombre o las mujeres, (seres más realistas)
sin tener miedo, simplemente no existen. El Guapo de mi
niñez fue una fábula que todos los niños que
la compartiéramos creáramos (y en la que
creyéramos) para justificar nuestras cobardías
percibidas y aborrecidas a la vez. El Guapo de entonces, se
llamaba José Raúl y nunca fue Guapo, si no que fue
un abusador y un matoncito que a todos procuraba intimidar,
especialmente a los más pequeños y sin hermanos
más grandes (él, tenía tres — yo, una sola
hermana).
Pero aquí haremos uso de un ejemplo, para mejor
ilustrar este ejercicio tan oportuno acerca de la guapeza.
Imaginemos que estamos en la proximidad de una vivienda
hipotética a la que vamos a visitar, cuando de repente, el
perro de nuestros anfitriones nos confronta. Ladra estrepitosa e
incesantemente. Está agitado en la defensa instintiva de
su territorio. No quiere dejarnos pasar. Pero nosotros, sin
mostrar perturbación alguna, lo ignoramos y tocamos a la
puerta sin preocupación alguna — era un
chihuahua.
La situación es la misma (en términos de
visitar amigos y de haber un perro entre la puerta y nosotros).
No hay ladridos. Este otro perro también está
visible, pero yace en la entrada clavándonos sus ojos
fríos sin signos de agitación. A medida que
avanzamos, su cuerpo quedo y silencioso, demuestra que se ha
percatado de nuestra presencia (para él) ingrata.
Avanzamos más hacia la puerta y entonces de modo tenue se
escucha un gruñido, los caninos del perro se despliegan,
las orejas se enhiestan y un mensaje claro y discreto proveniente
de un Doberman se percibe, lo que nos obliga a recapacitar y al
uso sensato del celular para que nuestros amigos nos reciban y se
hagan cargo de su bestia amenazante.
Bueno, en la Naturaleza (nombre que, siempre, por
deferencia y respeto deletreo con "n" mayúscula) existen
ejemplos abundantes de lo que llamamos el "altruismo animal."
Animales que, ignorando el miedo y desafiando el peligro,
arriesgan sus vidas, resistiendo los instintos de la
auto-preservación, para defender la tribu y para
garantizar la supervivencia de los demás.
De estos comportamientos altruistas podríamos
colegir que es obvio y aparente que esos mismos animales en sus
determinaciones y abnegaciones extraordinarias son "lerdos"
porque, en lugar de arriesgarlo todo, no hacen uso de la
propaganda y de los equipos de relaciones públicas que
nuestros politicastros utilizan para proyectarse a sí
mismos como lo que nunca jamás pueden ser: Como
guapos…
El hombre sin temores es un hombre justo. El hombre sin
temores es un hombre veraz. El hombre sin temores es un hombre
abnegado. El hombre sin temores es un hombre con principios. El
hombre sin temores no manipula. El hombre sin temores es un
hombre civilizado. El hombre sin temores es un hombre fiel. El
hombre sin temores lucha por el bienestar colectivo y por la
decencia. El hombre sin temores simplemente no teme. El hombre
sin temores no es un "Guapo." Porque el hombre sin temores
reconoce que el ser "Guapo" es una ficción de la
propaganda… esa enfermedad de la civilización que, a
quienes no usan el cerebro, engatusa…
El "Guapo" en sus miedos enfermizos se rodea de un
ejército de guardaespaldas para aliviar sus ansiedades y
para sentirse importante. El "Guapo" no anda solo porque no se
atreve. El "Guapo" no desconoce el miedo. No, el "Guapo" le teme
a su sombra. El "Guapo" vive una vida de ansiedades ocultas las
que pretende disfrazar con sus alardeos machistas. El "Guapo" es
un cobarde, José Raúl lo
demostró.
Para terminar. Una vez yo presencié un drama muy
expresivo de lo que puede ser interpretado como el "valor" de los
animales. Sancho, era un perro masivo y violento. Sancho
defendía su territorio con un arrebato vicioso. Tan adepto
Sancho era a proteger sus "imperativos territoriales" que tuvo,
en una ocasión, la osadía irracional de atacar a su
propio amo — nuestro hijo varón.
Cuando Rosa, una gata que nos adoptara, se
integró con nosotros, Sancho hizo la "decisión"
(saludable) de no interferir con ella. Llegaron a un "acuerdo" y
delimitando sus territorios sin problemas y sin pugnas
(¡ay!, que los israelitas y los palestinos hicieran lo
mismo) Sancho y Rosa vivían en paz y
armonía.
Pero, fue una vez, cuando Rosa nos sorprendió
pariendo una camada de seis gatos, cuando todos compartimos y
disfrutamos la presencia de una verdadera madre abnegada y
dedicada. Usamos esa experiencia para aprender más acerca
de nuestros coetáneos cuadrúpedos. No había
razón alguna para sospechar lo que sigue.
Fue una frígida mañana de otoño
cuando Sancho "aprendió" una lección inesperada.
Los gatitos de Rosa habían salido a explorar el mundo de
nuestra propiedad. Escasamente de cuatro semanas de edad, y con
Rosa, habiendo partido a visitar sus predios de caza, los
gatitos, muy pronto, encontraron a Sancho (o viceversa). Sancho
("el Guapo") envalentonado por la ausencia de Rosa,
decidió tomar la oportunidad para establecer su
hegemonía local. Sin preámbulos, Sancho
enfrentó a un gato, cuyo tamaño no excedía
el de un aguacate grande. Sancho ladró, sus pelos se
erizaron en su espalda, su presencia amenazante y formidable
presagiaba desastre para el insignificante e inmaduro felino.
Pero (así son los "Guapos" de donde sean) el gatito se
posicionó de lado, también aumentó su
silueta con la erección de su pelambre y emitió un
silbido ominoso que resultó en una retirada
estratégica para el "Guapo de West Point Lane."
Los "Guapos" no existen. Lo que existe es el temor que
se les tiene y los fuegos fatuos que les acompañan con los
que pretenden ocultar sus cobardías.
Adiós al "Guapo" de mi niñez y a todos los
"Guapos" que en el mundo existen…
Referencias
Dugatkin, L. A: The Altruism Equation: Seven
Scientists Search for the Origins of Goodness (2006)
Princenton University Press
Cronin, H. and Maynard Smith, J: The Ant and the
Peacock: Altruism and Sexual Selection from Darwin until
Today (1993) Cambridge University Press
Ridley, M: The Red Queen: Sex and the Evolution of
Human Nature (2003) Harper Perennial
Autor:
Dr. Félix E. F. Larocca