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La moda del Delfín de Francia Luis XVI y la Delfina María Antonieta




Enviado por Andrea Bechan



  1. Rose
    Bertin
  2. Maria
    Antonieta
  3. La moda
    femenina
  4. Referencias

Rose
Bertin

Marie-Jeanne Bertin, conocida como Rose Bertin, vio
cómo su carrera de sombrerera y modista ("marchande de
modes") se disparaba cuando María Antonieta, la joven
reina de Francia, la convirtió en su "Ministra de la
moda". Junto a la soberana, esta costurera tendría una
gran influencia en la moda de su época e
implantaría las bases de la alta costura.

Encargada por Luís XVI de organizar los placeres
de la Corte, María Antonieta se apasionó
especialmente por la moda. Para garantizar el éxito de sus
apariciones públicas, la reina no dudaba en recibir a la
plebeya Rose Bertin a solas para recibir sus consejos
estéticos, aunque ello significase transgredir las normas
de etiqueta.

Así pues, Rose Bertin influenció la moda
de su época lanzando sin cesar nuevas tendencias, como el
Gran Vestido de Corte ("Grand Habit de Cour"), los tocados altos
o los vestidos campestres de muselina con que María
Antonieta se vestía en Trianón. Todo ello hizo que
muy pronto se la considerase la "Ministra de la moda".

Amiga íntima de la reina, su posición le
permitió convertirse rápidamente en la primera
sombrerera y modista del reino y amasar una considerable fortuna.
Entre sus clientes se encontraban la familia real, la retratista
Elisabeth Vigée-Le Brun, el Marqués de Lafayette e
incluso algunas reinas extranjeras. Sin embargo, en
vísperas de la Revolución, mientras el pueblo
moría de hambre, numerosos panfletos denunciaban a Rose
Bertin como una "fabricante de lujo corrompida y
corruptora".

En los primeros días de la Revolución, los
modistas se inspiraron en los acontecimientos para confeccionar
nuevas colecciones como las ligas "a la Mirabeau", o los
sombreros "a la Desmoulins". Reticente, Rose Bertin
rechazó crear vestidos "a la igualdad" o las
pañoletas "a la constitución", y tan sólo
sacó algunas escarapelas. Por otra parte, tras el
encarcelamiento de la familia real, la modista continuó
entregando prendas a María Antonieta, aunque más
modestas. Las últimas prendas que llevó la reina,
durante su traslado a la Conserjería, las había
realizado "Le Grand Mogol", el establecimiento parisino de Rose
Bertin.

Tras la ejecución de María Antonieta, Rose
Bertin se exilió a Londres para escapar al Terror y no
volvió a Francia hasta febrero de 1795. Pero la
Revolución arrasó su fama y transformó la
moda: sus artículos, representativos de los abusos de la
monarquía, eran rechazados. Rose Bertin cayó en el
olvido hasta su muerte, el 22 de septiembre de 1813.

Maria
Antonieta

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En una ocasión, José II de Austria
comentó que el complicadísimo tocado de su hermana,
la reina María Antonieta de Francia, era «demasiado
ligero para sostener una corona». Se refería a un
sofisticado peinado creado por su peluquero, Léonard,
llamado pouf y que consistía en una altísima peluca
adornada con todo tipo de artificios. Lo cierto es que el
emperador de Austria no andaba demasiado equivocado. La
pasión de María Antonieta por la moda fue una de
las causas del odio que le profesaron los franceses y de su
imagen de mujer frívola y derrochadora.

Pero no sería justo hacer recaer sobre la reina
de Francia toda la culpa de la extravagancia o la pasión
por la indumentaria que reinó en Versalles. Ya en el siglo
XVII, la corte francesa se regía por una escrupulosa ley
de la indumentaria que codificaba la forma de vestir para cada
ocasión. En los últimos años del reinado de
Luis XIV predominaron los vestidos austeros, de colores oscuros,
reflejo del rigor moral que quiso imponer el anciano monarca,
pero a su muerte todo cambió. Hombres y mujeres se fueron
olvidando de los tonos severos, como el negro o el marrón,
para decantarse por otros más llamativos. En lugar del
paño se introdujeron telas suntuosas y lustrosas, como el
terciopelo, la seda o el brocado. Los vestidos femeninos
adquirieron líneas más sueltas y vaporosas, y
también más insinuantes. Esta nueva moda fue el
reflejo de un cambio cultural más amplio, el de la
transición del barroco al rococó, un período
este último caracterizado por el espíritu
exuberante y excesivo que invadió Versalles y
París, «la Corte y la Villa», y que desde
allí se exportó al resto de las cortes
europeas.

La moda
femenina

En el siglo XVIII, la ambición de toda dama que
se preciara era impresionar en la corte con su vestido, un
empeño en el que la competencia era muy dura. El esplendor
y la etiqueta de Versalles no permitían a las grandes
damas utilizar el vestido más que una vez; en caso de
querer repetir debían introducir obligadamente alguna
ligera modificación. El gusto por los trajes femeninos
espectaculares se tradujo en la vuelta a las faldas
excepcionalmente amplias, sostenidas con un armazón
interior. El guardainfante, signo distintivo de la moda
española del siglo XVII, diseñado en un principio
para ocultar los embarazos, renació en la primera mitad
del siglo XVIII en una modalidad francesa, el panier,
término que en francés significa
«cesta», en referencia a la forma de cesta invertida
que tomaba la falda. El panier –llamado en castellano
tontillo– podía alcanzar dimensiones considerables,
hasta 5 metros de diámetro. Algo que no dejaba de causar
inconvenientes, como el que dos damas no pudiesen pasar a la vez
por una puerta o no pudieran sentarse juntas en un carruaje. A
diferencia del guardainfante español del siglo XVII, el
panier francés desplazaba el volumen de la falda a las
caderas, con lo que resaltaba la silueta de la mujer. A esto
también contribuía el uso del corsé, que
elevaba el busto, ajustaba el talle y estrechaba la cintura. Iba
atado con cintas a la espalda, por lo que una dama de la nobleza
precisaba de la ayuda de una sirvienta para vestirse. En cuanto a
la ropa interior, las damas solían llevar una larga
camisola de tela ligera hasta las rodillas, así como
enaguas, que iban desde la cintura a los tobillos.

La variante más conocida de este tipo de moda
cortesana fue el llamado «vestido a la francesa», que
triunfó en Francia en la década de 1740, de la mano
de Madame Pompadour, la favorita de Luis XV. Se caracterizaba por
una falda menos exagerada que vestidos anteriores, lo que
permitía una mayor movilidad. Madame de Pompadour
también puso de moda el uso de volantes y lazos, y gustaba
de realzar el cuello con un terciopelo adornado con una flor o
una joya. Los trajes, tanto de damas como de caballeros,
solían adornarse con encajes, preferentemente de Chantilly
o Bruselas, por ser más dóciles y fáciles de
trabajar. Las medias, de seda o algodón, se sujetaban con
ligas de encaje o seda bordada.

Informalidad y coquetería

En torno a la década de 1760 se introdujeron una
serie de vestidos femeninos algo menos formales. Uno de ellos fue
la robe à la polonaise, el «vestido a la
polonesa», como se lo conoció en España,
llamado así porque se puso de moda durante la guerra que
Francia sostuvo con Polonia. Era de cuerpo ceñido y se
caracterizaba por la falda abullonada por detrás gracias a
que podía fruncirse mediante un cordón. Más
corto que el vestido a la francesa, dejaba a la vista una enagua
y los tobillos, lo que lo hacía más práctico
para caminar. Otro vestido que se puso de moda en Francia fue la
robe à l"anglaise, el «vestido a la inglesa»,
ejemplo del creciente gusto por todo lo inglés entre las
clases bienestantes francesas. Este vestido incluía
elementos inspirados en la moda masculina, como la chaqueta
corta, con amplias solapas y manga larga, tomada del redingote,
una prenda a medio camino entre la capa y el abrigo.

En la apariencia de una dama, tan importantes como el
vestido en sí eran los accesorios. En cualquier ceremonia
oficial las damas debían cubrirse manos y brazos con
guantes, si iban sin mangas. Sólo en verano se les
permitía utilizar mitones, un tipo de guantes que dejaba
al descubierto la mitad de los dedos. Los caballeros, sin
embargo, sólo empleaban los guantes cuando salían
de viaje. Pero si algún accesorio era importante para
cualquier dama era el abanico. Las costumbres licenciosas de
Versalles se encubrían con el arte del disimulo y el
abanico permitió desarrollar un lenguaje gestual que
servía para comunicarse a la hora de la seducción.
Por otra parte, hay que señalar que el abanico no era un
accesorio exclusivamente femenino. Los caballeros solían
utilizar modelos más sobrios, especialmente en las grandes
ceremonias.

Cotizadas modistas

No fue frivolidad todo lo que rodeó a la
pasión por la apariencia en la Francia del siglo XVII. Por
el contrario, al albur de la moda nació una importante
industria textil, heredera de las políticas
proteccionistas de Colbert, el célebre ministro de Luis
XIV. Las llamadas manufacturas reales dieron lugar a una pujante
industria sedera en Lyon, mientras los avances técnicos y
los progresos en el ámbito de los tintes favorecieron la
iniciativa privada y la creación de numerosas
fábricas de medias, sombreros y lencería. Baste
decir que la manufactura textil de Christophe-Philippe Oberkampf,
en Jouy-en-Josas (Yvelines), contaba en 1774 con 900 obreros. Los
emprendedores y trabajadores supieron plantar la semilla que hizo
de Francia, y más precisamente de París, la capital
de la moda europea a lo largo de los siglos XIX y XX.

Entre los profesionales de la moda francesa del siglo
XVIII hay que destacar a Marie-Jeanne Bertin, conocida como Rose
Bertin (1747-1813). Pionera de la «alta costura»
francesa, abrió su propia tienda de modas en París
en 1777 y rápidamente se convirtió en la modista
preferida de la aristocracia. Su consagración definitiva
la debió a la duquesa de Chartres, quien le
presentó a María Antonieta. La reina, entusiasmada
con sus diseños, le abrió un taller propio en
Versalles donde Rose, nombrada «ministra de la moda»,
creó novedosos modelos para la reina, como el llamado
Grand habit de cour. Su cercanía a la soberana le dio
renombre internacional y sus vestidos se exportaron a las cortes
de Londres, Venecia, Viena y Lisboa, entre otras. La modista,
además, creó unas muñecas que iban ataviadas
con sus propios modelos y que o bien se coleccionaban o bien
servían para enviarlas a otras cortes europeas, donde a
modo de figurines permitían que las damas estuvieran al
corriente de la moda francesa y pudieran encargar a Rose Bertin
los últimos y más elegantes vestidos.

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LUIS XVI:

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La Revolución adoptó una manera de vestir
como objeto de propaganda ideológica de la nueva era.
Aquellos que todavía vestían ropas de seda
extravagante y de vivos colores eran considerados
antirrevolucionarios. De esta manera, el vestido camisero,
llamado así por su parecido con una camisola de ropa
interior, se convirtió en la moda dominante. Su
simplicidad marcaba un fuerte contraste con los complicados
vestidos rococó de la época anterior.

. Zapatos de ante color verde, decorados con
aplicación de cintas de seda en ligamento de gros de
Nápoles, dispuestas en paralelo. La pala es alta, con
forma de oreja trapezoidal, y la puntera muy pronunciada. Se
cierran con hebilla rectangular de dos uñas, enriquecida
con cristales que imitan diamantes de talla antigua, engastados
sobre cuatro garras. El tacón, muy alto, y la suela son de
cuero y están pespunteados en hilo de algodón color
blanco. Los zapatos femeninos del período rococó se
caracterizan por su elevado tacón, situado en la combadura
del pie para dar mayor estabilidad. Durante el siglo XVIII no hay
diferenciación en la horma entre el pie derecho y el
izquierdo

Mitones cortos tejidos en seda azul y enriquecidos con
hilo metálico plateado en las costuras y en la
decoración de los costados. La boca del mitón se
remata con una decoración de punto calado. La pala muestra
un brocado en lámina de metal dorado con motivos vegetales
esquemáticos. Rococó

Guantes largos hasta el antebrazo realizados en piel de
cabritilla y con la boca recortada a tijera. Son de color beige y
llevan decoración bordada en hilo de seda con motivo
floral a modo de ramo asimétrico ascendente.

Abanico tipo "esqueleto" con país doble: en el
anverso representa una escena campestre con un paisaje
acuático, mientras que en el reverso reproduce una escena
galante de tres parejas en una fuente. En las guardas está
embellecido con un medallón con una figura femenina. El
varillaje, calado, está grabado. Tiene calvillo de remache
sobre la virola de metal dorado. Francia Estilo Luis
XVI

Pequeña bolsa rígida con base circular y
boca fruncida mediante cordones de seda de color rosa con borlas.
Está realizada en tafetán de seda color beige y con
forro de tafetán de lino color rosa. Se decora con bordado
erudito floral simétrico en torno a una flor de ocho
pétalos, en sedas polícromas, hilo metálico
dorado y lentejuelas.

Chupa en tafetán de seda de color azul. Los
delanteros están cortados en una pieza, cuerpo y faldones;
éstos con perfiles rectos. Lleva cuello a la caja y
bolsillos con carteras. La chupa fue una prenda imprescindible en
el traje "a la francesa". Se vestía sobre la camisa y
debajo de la casaca. Su estructura la sitúa
cronológicamente alrededor de 1760.
.

Referencias

  • Desconocido (s.f.) Rose
    Bertin.
    Recuperado en
    http://es.chateauversailles.fr/es/history/court-people/epoque-louis-xvi/-en-es

  • Desconocido (s.f.) Rose
    Bertin.
    Recuperado en
    https://www.google.com.ec/search?gs_rn=19&gs_ri=psy-ab&tok=QN9AhrxYxlcsG-hzLHiddQ&cp=8&gs_id=u&xhr=t&q=rose+bertin&bav=on.2,or.r_cp.r_qf.&bvm=bv.48705608,d.eWU&biw=1708&bih=739&um=1&ie=UTF-8&hl=es&tbm=isch&source=og&sa=N&tab=wi&ei=Un3bUdj1HY6c9QTf1YGgDw#facrc=_&imgdii=_&imgrc=X4sp3dWWzqBsYM%3A%3BoIOhhpEoKvu71M%3Bhttp%253A%252F%252Fupload.wikimedia.org%252Fwikipedia%252Fcommons%252Fthumb%252Fe%252Fe7%252FRosebertinportrait.jpg%252F200px-Rosebertinportrait.jpg%3Bhttp%253A%252F%252Fes.wikipedia.org%252Fwiki%252FRose_Bertin%3B200%3B252

  • Gill, G. (2005) La pasión
    por la moda en la era de María Antonieta
    .
    Recuperado en
    http://www.nationalgeographic.com.es/articulo/historia/secciones/8192/pasion_por_moda_era_maria_antonieta.html

 

 

Autor:

Andrea Bechan

2do bachillerato NA

18/07/2013

LENGUA Y LITERARURA

INVESTIGACION (IMAGENES Y TEXTO)

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