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La Mujer y su primer romance




Enviado por Felix Larocca



  1. Memorias
  2. ¡Asombro! ¡Sorpresa! el amor es
    sexista
  3. Las
    diferencias socialmente instituidas
  4. El
    imperativo social que nos rige
  5. El
    tabú de la virginidad, la maldición de la
    Princesa Diana
  6. ¿Ama el hombre… ama la
    mujer?
  7. La
    mujer, ser especial entre seres especiales
  8. En
    resumen
  9. Bibliografía

Memorias

Todos recordamos con añoranzas y
ternuras la primera vez que, como jóvenes,
sintiéramos ese conjunto inefable de emociones, que la
presencia (o la ausencia) de otra persona nos hiciera sentir. En
ese momento nos percibimos diferentes, elevados, trascendentes y
etéreos. Compartimos, en aquel tiempo, la magia del
romanticismo universal que inspiraran todos los poetas,
músicos y artistas que en el mundo ha habido.

En ese instante, todos estuvimos,
por primera vez, enamorados. Pero, el amor no es sustancia
simple, como más adelante
descubriéramos.

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¡Asombro!
¡Sorpresa! el
amor es sexista

Desde luego que lo es, porque nuestra
naturaleza, y la de muchos otros seres vivientes, es asimismo
sexista. Existen, en esos casos, machos y hembras cuyas funciones
son esencialmente diferentes. Para nuestra especie, el
género asignado con que nacemos es importante ya
que tiene considerable repercusiones
psicológicas.

Es valioso entender que la
"asignación" del género no siempre corresponde a la
anatomía del individuo en cuestión. (Véanse
mis múltiples artículos al respecto, especialmente
los del hermafroditismo en la Bahía de las
Calderas).

Prosigamos

Desde la cuna nuestros custodios nos
inculcaron las diferencias entre los sexos, estipulando
cuidadosamente, nuestra identidad e indicándonos
concienzudamente lo que esas diferencias entrañaban. De
esa manera, por bien o por mal, aprendimos que éramos
hembras o varones.

Así, y sin rodeos, la Naturaleza
asistida por el entorno, determinaría nuestro destino
mientras la sociedad circunscribió nuestras
perspectivas.

Las diferencias
socialmente instituidas

Para las mujeres:

  • Ser pasiva

  • Solícita

  • Tolerante

  • Débil

  • Ingenua

  • Recatada

  • Alcahueta (especialmente, con
    todos los varones de la casa — papá
    incluido)

  • Buena organizadora de su
    hogar

  • Cocinera sin par

  • Buena amante

  • Buena madre

  • Bella

  • Delgada

  • Discreta e

  • Indiferente a lo que los maridos
    disfruten en sus momentos de "ocio"

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¿Mujer pasiva?

Para los hombres:

  • Tener éxito financiero y/o
    profesional (financiero, please)

  • Ser perseverante

  • Agresivo

  • Impetuoso

  • Dinámico

  • Dominador

  • Exigente

  • Un poco brusco

  • Tosco

  • Hosco

  • Si es rico, puede aún ser
    llenito — y si le sobran los cuartos — que sea gordo —
    no importa. Pero, que vista bien y sea espléndido con
    las damas — especialmente con
    nosotras

  • Que sea anhelado por toda otra
    mujer — preferiblemente por las que son más
    jóvenes y bellas de lo que nosotras somos — pero que
    vea y no toque. Y que además sea:

  • Malicioso

  • Machista

  • Homofóbico

Con esos preceptos, es como, de
jóvenes, todos nos aventuramos en el terreno
difícil del amor. Llenos de prejuicios y de diferencias
culturales establecidas. Por eso el amor, pronto pierde su
ensueño y se torna en asunto mecánico y
frío.

El imperativo
social que nos rige

No es importante para nadie, que nuestro
primer amor sea inocente o virtuoso. En la sociedad en que
vivimos, la virtud y la pureza se reservan para nuestras madres,
nuestras hermanas, nuestras noviecitas y nuestras parejas. Pero,
para nuestros papás, hermanos, novios o compañero
varón, es lo opuesto, y todo lo que signifique la
exuberancia sexual es lo permisible y aún lo deseable —
repetimos, solamente lo es así, si es para el
varón.

Los hombres trazan las pautas, que la mujer
debe seguir, en todo asunto de importancia. Por eso Dios se
representa como viejo barbudo y sabio, mientras que a las mujeres
se las descarga asignándoles un rol secundario en todo lo
que hacen.

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En otras palabras, que por no ser hembra, a
Dios, los hombres no la pueden representar como mujer
barbuda…

Aún en la pantomima de la
selección de un nuevo Papa, las mujeres no se invitan,
porque el miedo, hace que los hombres que controlan la Iglesia,
las excluyan, a pesar de que Cristo, nunca las menospreciara, y
de que María Magdalena fuera uno de sus apóstoles
— y dicen que algo más.

El tabú de
la virginidad, la maldición de la Princesa
Diana

Este tabú, superpuesto al
comportamiento sexual femenino, es esencialmente un castigo, que
el hombre ha impuesto a la mujer; ya que la Naturaleza
erigió el himen, no contra la mujer, sino
contra el hombre decadente, impotente, infértil y
agotado; el hombre que padece de múltiples limitaciones y
obstáculos para ser padre — Pero, para éste y
todo hombre débil, la virginidad (la propia y la ajena)
constituyen un estorbo. Lo es hasta que encuentra a la mujer
núbil con quien desea contraer nupcias. Entonces,
sí que adquiere importancia desproporcionada y fugaz. Ya
que son ellos mismos los que sueñan, constantemente, con
inaugurar a toda virgen o a robarles las mujeres que otros
hombres han desflorado — ¡el placer lujuriante y vicario
de la conquista amorosa! (Véanse mis artículos al
respecto).

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Con esta "belleza" — divorciada — me
terminé casando…

Ese sería el caso patético de
la Princesa Diana de Gales, cuyo único rol fue la de
rentar a los miembros de la monarquía inglesa, su
útero de doncella inmaculada, para que en éste
crecieran dos herederos al trono de la Corte de Saint
James
, como éstos se llaman a sí
mismos.

Una vez nacidos los príncipes
sucesores; a Diana la reemplazó, Camilla, una madre infiel
con quien, luego de la muerte controversial de la princesa, el
príncipe casó no ha mucho tiempo. En este caso, la
virginidad era asunto de importancia cosmética.

Pero, nada de esto importa, porque ser
mujer es ser especial y ser excepcional

Frente al sexo, los miedos del hombre no se
comparan con los miedos inexistentes en la mujer. No se
comparan, porque la mujer verdadera mira al sexo
objetivamente y sin temores — Lo mira, como función,
como misión, como actividad única, y consciente de
sus consecuencias finales. El hombre, por su parte, lo mira como
expresión narcisista de masculinidad portentosa, como
vehículo del placer sensual y para seducir mujeres, lo
que, cuando logra, a todos informa con fruición
desvergonzada.

Tengamos cuidado, con los hombres…
Muchos hablan más de lo que hacen y dicen más de lo
que deben…

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¿Para esto es que
vivo…?

¿Ama el
hombre… ama la mujer?

El hombre ama, pero con amor soberbio,
aparatoso, sensual y dominante. Como amara el personaje triste
del famoso poema El Duelo del Mayoral.

Pero, para que la mujer ame, el contacto
carnal no es todo lo importante. Lo que importa para ella es amar
un hombre que debe de ser "especial", de manera singular. Manera
que es atávica y que está grabada e impresa en sus
genes. Lo es así, aunque tantas mujeres, en el afán
de resolver los dilemas de sus existencias juveniles, utilizan el
"amor" y el sexo de modo intercambiables. Descuidadamente
haciéndose daño a sí mismas, a su imagen de
mujer, y a otras que no actúan como ellas — ya que todos
dicen con autoridad frágil, que "todas las mujeres son lo
mismo" — aunque este proverbio, invención del hombre,
sea falso.

La mujer ama con un estilo especial, porque
ella nace dotada con el amor del instinto materno. Por eso, su
cariño es algo exclusivo.

La mujer es única, cuando ama,
porque:

  • Es el sexo fuerte, como ha
    sido ampliamente demostrado científicamente

  • Porque goza de mayor intuición
    que el hombre

  • Porque tolera más el
    dolor

  • Porque teme menos a la vejez y a la
    muerte

  • Porque es poseedora de una historia
    más extensa en el desarrollo teleológico y en
    la evolución del universo que la que disfruta el
    hombre

  • Porque ella no necesita "dominar" en la
    esfera sexual — ya que no temiéndole al fallo; el
    sexo para ella es sustancialmente superior al de que el
    hombre disfruta — mientras que el hombre sí que teme
    la impotencia y el fracaso…

  • Porque a ella Dios le ha dado la
    facultad del logro de múltiples orgasmos.

  • Porque ella es quien define la
    masculinidad del hombre, mientras que el hombre, por su
    parte, a menudo falla en despertar, lo qué es
    femenino
    en la mujer — algo que sólo pocos
    logran hacer, aunque no se den por enterados

  • Porque ella necesita del amar
    y del ser amada para llenar su misión
    especial.

Por esas, y otras razones, la mujer es
única en el amor y cuando se entrega.

La mujer, ser
especial entre seres especiales

La historia de la humanidad y los libros
sacros no fallan en investir a la mujer con aptitudes
extraordinarias, con atributos excepcionales y con cualidades
únicas. Habiéndolo establecido en otras lecciones,
no nos valdremos de este ensayo para ampliar estas
ideas.

Lo que sí deseamos fundar
aquí es, que en esta época de roles indefinidos y
de sentimientos confusos, una situación permanece bien
clara, desde el punto de vista de la psicología; y
ésta es que la estrecha relación personal, que
entre mujeres existe, no puede existir entre los hombres
¡Punto!

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Imaginen tres hombres posando de esta
manera… ¿Qué dirían?

La mujer joven, moderna

Es una mujer envalentonada con el derecho,
derivado del poder de haber arrancado por sí misma, y a
pesar de todo obstáculo, prerrogativas sobre-debidas y de
antes a ella negadas; por una sociedad intolerante, machista y
sexista como la nuestra.

Ésta es una mujer:

  • Que no se abarata, rindiendo sus
    encantos al primer pretendiente

  • Que no se "cualquieriza",
    portándose como los hombres le exigen, para satisfacer
    sus instintos

  • Que no se deprecia por razones de
    conveniencia social

  • Que se percibe a sí misma como
    ser único y especial.

  • Que espera que quien sea su objeto
    amoroso, sea asimismo algo y alguien "excepcional"

  • Que dice "no" , repitiéndolo
    abundantemente

  • Que no discute fácilmente sus
    actividades íntimas en el ámbito
    social

  • Que desea ser independiente e igual al
    hombre — ni más ni menos

  • Que, de así desearlo,
    disfruta del poder de la maternidad — privilegio
    único de su género, y

  • Que no explora la sexualidad
    simplemente por placer, sino que se entrega, cuando, y porque
    sabe lo que es más conveniente para ella, para su
    futuro y para el de sus hijos, si es que los
    desea.

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Enseñado a amar

En
resumen

La mujer, por naturaleza, ya hemos visto,
es especial. Y la mujer joven, amén de ser especial, es
vehículo del destino de su identidad exclusiva. Para ella
el amor, como actividad, es una tarea solemne.

Aquí dedicamos esta lección a
todas las mujeres del mundo, entre quienes, algunas luchan por
entender su feminidad en medio de un entorno prejuiciado, a
menudo indiferente, y sin pautas precisas para que ellas
florezcan.

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Esclava, de venta en el
Sudán

Bibliografía

Suministrada por solicitud.

 

 

Autor:

Dr. Félix E. F.
Larocca

 

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