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Orgullo, soberbia, vanidad, arrogancia espiritual y humildad (página 3)



Partes: 1, 2, 3, 4

  • 14. Eclesiastés 2:26: Porque al hombre
    que le agrada, Dios le da sabiduría y ciencia y gozo,
    mas al pecador da trabajo, el que allegue y amontone, para
    que dé al que agrada á Dios. También
    esto es vanidad y aflicción de
    espíritu.

  • 15. "El adorno de las cuales no ha de ser por
    de fuera con los rizos del cabello, ni con dijes de oro, ni
    gala de vestidos. La persona interior escondida en el
    corazón es la que debe adornar con el atavío
    incorruptible de un espíritu de dulzura y de paz, lo
    cual es un precioso adorno a los ojos de Dios." (1 Pedro
    3:3-6)

  • ORACIÓN

    Tomado de Proverbios 30:7-9

    "Dos cosas te he demandado mi Señor; No me la
    niegues antes que muera para así vivir la eternidad
    separado de Ti: Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí
    que soy un pecador y sufro por este pecado que está
    arraigado en mi alma; No me des pobreza ni riquezas en mi vida,
    solo dame el pan necesario para vivir con dignidad; No sea que me
    sacie en la riqueza, te olvide y te niegue, y diga:
    ¿Quién es Jehová? Por qué he de
    necesitar de el? O siendo pobre, hurte, robe o adquiera lo que me
    falta para vivir en dignidad de malas maneras Y blasfeme tu santo
    nombre y el de tu amado hijo Jesuscristo. Amado mío, mi
    dulce amado, tómame en tus brazos, cobijame bajo tus alas
    para no caer en el pecado de la vanidad, del orgullo, de la
    sobervia y de la arrogancia espiritual. Envíame tu Santo
    Espíritu para que me haga una persona humilde reconociendo
    así que, nada soy y nada tengo por mis propios
    méritos sino, lo que soy y tengo es un regalo que me
    envías, fruto de tu amor por mí y que no merezco
    nada.". Amen

    La arrogancia
    espiritual

    No multipliquéis palabras de
    grandeza y altanería; Cesen las palabras arrogantes de
    vuestra boca; Porque el Dios de todo saber es Jehová, Y a
    él toca el pesar las acciones. 1Samuel 2:3

    Definición conceptual:

    • 1. El diccionario de la Real Academia
      Española define la palabra arrogante
      como: Altanero, soberbio.

    • 2. Defecto de la personalidad. El individuo
      arrogante siente un orgullo excesivo sobre su persona y
      exige un reconocimiento desmedido, creyéndose con
      derecho a tener privilegios que, en realidad, no tiene
      ni debería tener.

    • 3. El arrogante espiritual es aquél que
      se siente superior (sin mancha de pecado) al
      resto.

    • 4. Personalidad que se atribuye una importancia
      desmedida basada en su autoimagen. Por lo tanto, actúa
      en consonancia con esa imagen distorsionada de
      sí mismo y quiere ejercer derechos que se atribuye en
      base a dicha supuesta importancia.

    • 5. Característica que presentan
      algunas personas y que refiere la altanería, soberbia
      y sentimiento de superioridad que hace que el individuo que
      la posee se sienta muy superior a los
      demás.

    • 6. Personalidad del individuo que siempre
      tiende a exagerar su propia importancia con respecto al
      mundo que lo rodea.

    • 7. Valentía o decisión que
      presenta una persona ante una determinada circunstancia. La
      arrogancia que demostró, aún ante el peligro,
      realmente fue admirable.

    Las personas arrogantes tienen un solo propósito
    en mente, o bien piensan que son superiores a los demás o
    inferiores a ellos. Esta persona arrogante que te está
    intimidando se siente inferior a otra persona porque así
    es como funciona su mente. Esta arrogancia puede ser más
    nada que una manera de cubrir estos sentimientos de inferioridad
    que experimenta cuando trata con otra persona.

    Por ejemplo, en una reunión o en cualquier otro
    ámbito, el arrogante será fácil de detectar
    porque será aquel que constantemente echará por la
    borda las opiniones y comentarios del resto de las personas, por
    supuesto, situándose el por encima de las mismas con sus
    propias opiniones y comentarios. Por esta razón es que
    casi siempre el arrogante resulta ser un individuo bastante
    impopular y desagradable. Para muchas personas les resulta muy
    desagradable tartar con este tipo de personalidades.

    Por otra parte, es necesario diferenciar entre la
    arrogancia y la autoestima o la confianza en uno mismo.
    Tener una elevada autoestima o confiar en las capacidades
    personales de uno mismo no supone un defecto ni tiene
    connotación negativa; por el contrario, resulta saludable
    y beneficioso para la persona. La arrogancia es un exceso de
    dicho sentimiento.

    Cómo actúa una persona arrogante ante
    Dios?

    Tengamos cuidado con actitudes que pueden resultar muy
    destructivas para nosotros y para aquellos que están a
    nuestro alrededor: "No te fíes de tus riquezas ni digas:
    "Con esto me basta". No dejes que tu deseo y tu fuerza te lleven
    a obrar según tus caprichos. No digas:
    "¿Quién podrá dominarme?", porque el
    Señor da a cada uno su merecido.

    No digas: "Pequé, ¿y qué me
    sucedió?, porque el Señor es paciente". No
    estés tan seguro del perdón, mientras cometes un
    pecado tras otro. No digas: "Su compasión es grande;
    él perdonará la multitud de mis pecados", porque
    "en él está la misericordia, pero también la
    ira, y su indignación recae sobre los pecadores"
    (Eclesiástico 5:1-6).

    Muchas veces nos volvemos arrogantes por el dinero, por
    la fama, por el poder que tenemos pero, cuidado pues, un
    corazón que está lleno no tiene espacio para Dios.
    Toda vida fundamentada en el dinero, en las posesiones, en la
    fama, termina siendo vacía. Esos no pueden ser los valores
    fundamentales de alguien que quiera ser verdaderamente feliz.
    Todos necesitamos recursos para salir adelante pero ellos no
    pueden ser lo fundamental en la vida. Hay que tener las
    posesiones y no dejar que estas nos tengan a nosotros. Es
    necesario comprender que somos mucho más que lo que
    brilla, pesa y es útil. Tenemos que aprender a trascender
    y a descubrir el verdadero valor de las personas y de la vida. La
    arrogancia, el creernos más que los demás lo
    único que demuestra es que estamos vacíos por
    dentro y no hemos entendido el verdadero sentido de la
    vida.

    Tampoco podemos dejar que nuestros deseos y nuestros
    caprichos nos dominen. Es necesario actuar de manera inteligente,
    sabiendo el porqué y la dirección de cada una de
    ellas. Somos disciplinados, dueños de nuestras decisiones
    y capaces de controlar todas nuestras fuerzas interiores.
    Nuestras acciones tienen que ser intencionadas, y tenemos que
    tener claro cuál es esa intención. Ser una veleta
    que se mueve para cualquier parte según los vientos de
    nuestras emociones solo nos lleva a ser inestables y a no ser
    confiables.

    El cinismo religioso (arrogante spiritual) es una
    actitud de manipulación de Dios. Los cínicos
    religiosos dicen: "Si soy creyente puedo hacer lo que sea que
    Dios siempre me protegerá", creyendo que Dios nos
    sobreprotege y nos evita asumir las consecuencias de nuestros
    actos. También pretenden hacer del perdón la
    justificación perfecta para hacer cualquier acción
    mala o negativa. No importa lo malo que haga, al fin y al cabo
    Dios me perdona. Olvidando que el perdón siempre exige un
    arrepentimiento verdadero y el deseo de no volver a hacer lo
    malo. A Dios no lo puedo manipular, Él escapa a todas
    nuestras fuerzas y conceptos. Él es libérrimo y
    siempre está más allá de nuestras
    comprensiones. Tenemos que aprender a amarlo en libertad y
    responsabilidad. Sabiendo que Dios no va a quitarnos nuestra
    responsabilidad histórica ni mucho menos nos va a tratar
    como "mocosos" que no pueden responder por sus actos. Sabemos
    bien que lo que el Eclesiástico entiende como ira y
    castigo de Dios son las consecuencias que tenemos que asumir por
    nuestros actos.

    Los creyentes tenemos que ser humanos
    capaces de vivir desde la generosidad y la entrega, teniendo
    claro que somos dueños de nuestros actos y que tenemos que
    responder por ellos. No podemos vivir como inmaduros espirituales
    que pretenden que Dios resuelva todo, olvidando todas las
    capacidades y talentos que nos ha dado.Por otra parte, para
    muchos es muy fácil caer en el pecado de arrogancia
    espiritual cuando la persona cree que ha llegado al "tope" o
    pináculo del conocimiento espiritual, y comienza a ver a
    los demás como si fueran inferiores, o como aquellos que
    saben menos, o a verse a sí mismo como "padre" o
    "líder" y aún como "infalible", que siempre
    escuchan la voz de Dios y nunca se equivocan.  Cuando
    una persona es arrogante espiritualmente hablando, está,
    en otras palabras, cavando un hoyo profundo delante de sí
    mismo pues, característico es, que se siente superior (sin
    mancha de pecado) al resto olvidando o desoyendo el ejemplo de
    Cristo Jesús, "el cual, siendo en forma de Dios, no
    estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino
    que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo,
    hecho semejante a los hombres; y estando en la condición
    de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose
    obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (Fil.
    2:6-8). Cristo se humilló a sí mismo, muriendo
    para salvar a los pecadores. Como pecadores salvados solo por Su
    gracia, debiésemos reconocer humildemente esta verdad y
    darle a Él toda la Gloria y no como aquellos arrogantes
    que señala en el salmo 17. "Envueltos están con su
    grosura; Con su boca hablan arrogantemente". Salmos
    17:10

     No nos engañemos, la palabra de Dios dice
    que a todos los Altivos los abatirá
    Dios.  En estos días, se escucha insistentemente
    que las ovejas se están cansando de la actitud de algunos
    líderes que están dando lugar a la Arrogancia
    espiritual tanto en sus casas, como en sus iglesias y
    enseñanzas.  Esto, además de no ser
    correcto, es una gran piedra de tropiezo no sólo para el
    crecimiento de la iglesia, sino para la predicación del
    evangelio a todos aquellos que aún no han escuchado hablar
    de Jesús. Al respect dice la biblia en Jeremías
    48:29: "Hemos oído la soberbia de Moab, que es muy
    soberbio, arrogante, orgulloso, altivo y altanero de
    corazón".

     Si tu haz dado lugar a la arrogancia espiritual,
    es necesario que recapacites en esta actitud contraria a las
    enseñanzas que Dios nos ha dado. Dios ha puesto delante de
    ti la bendición por tu arrepentimiento y obediencia a Su
    palabra, o la maldición por exaltarte a ti mismo
    creyéndote superior: Escoge a quién haz de Servir,
    pues no podemos servir a dos Señores.  Y
    detrás de la Arrogancia Espiritual está
    Satanás. Simplemente es uno más de sus disfraces. Y
    si Dios no perdonó a Satanás su arrogancia, y a Job
    le habló duramente por lo mismo, ¿tendrá de
    ti misericordia? Sí consideras que eres una persona
    arrogante y te arrepientes, estarás hacienda camino para
    "contemplar" la luz del rostro de Jesús, te
    convertirás como dice Jorb 4:17 en hombre o mujer justo
    ante Dios: "¿Será el hombre más justo que
    Dios? ¿Será el varón más limpio que
    el que lo hizo?" Job 4:17. Para tal efecto, debemos acatar la
    enseñanza que se nos da Pablo en Romanos "Porque no
    quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no
    seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos". Romanos
    11:25. Y también lo que nos enseña dios en
    Samule "Porque tú salvas al pueblo afligido, Mas tus ojos
    están sobre los Altivos para abatirlos". 2 Samuel
    22:28.

    Como podemos ver, la cosa es simple, o elegimos el
    camino de la arrogancia o acatamos los dictados de Dios. El
    primero te conducirá irremedablemente a la Muerte
    Espiritual y el Segundo, a vivir desde la la promesa de la Vida
    Eterna. La elección es tuya. Ahora, si no crees en La
    palabra de Dios o ves a un Dios distante, que tu oración,
    por muy breve que esta sea, pide que el señor te de
    FE.

     La palabra Altivo es definida como: Orgulloso,
    soberbio. Entonces, la altivez de espíritu se da
    cuando una persona da lugar a la arrogancia espiritual, y es el
    preludio a la caída. Dios nos dice en proverbios y en
    job lo siguiente: "Abominación es a Jehová todo
    Altivo de corazón; Ciertamente no quedará impune".
    Proverbios 16:5. "Derrama el ardor de tu ira; Mira a todo Altivo,
    y abátelo". Job 40:11

     Dios abomina los ojos altivos, y no
    perdonará al corazón que se exalta a sí
    mismo, pues esto va en contra del conocimiento de Dios
    vivo.  Además es un horrible testimonio para los
    humildes de espíritu que acuden a la iglesia buscando
    sinceramente a Dios.  Toparse con una persona altiva
    dentro de la iglesia, es lo que ciertamente, nadie se
    esperaría, y sin embargo cada vez son más
    frecuentes los siervos líderes que se exaltan a sí
    mismos pero, la palabra es clara para con ellos: "El Altivo de
    ánimo suscita contiendas; Mas el que confía en
    Jehová prosperará". Proverbios 28:25

     Gracias a Dios, nuestro Señor es un juez
    justo, y a todos dará su recompensa según sus
    obras, pero principalmente según su corazón.
    Nosotros no podemos escudriñar el corazón de las
    personas, pero Dios hará justicia a todos los humildes de
    espíritu y a los humillados por causa de Su nombre. Y los
    altivos no prosperarán, pues escrito está: "Hay
    generación cuyos ojos son Altivos Y cuyos párpados
    están levantados en alto". Proverbios 30:13 y en
    Isaías 2:12: "Porque día de Jehová de los
    ejércitos vendrá sobre todo soberbio y Altivo,
    sobre todo enaltecido, y será abatido". Isaías
    2:12

     La multiforme sabiduría de Dios
    estableció que el hombre es menor que los ángeles,
    y los ángeles son menores que Dios.  Por lo
    mismo, la revelación de la palabra de Dios a los hombres
    no depende de la sabiduría o inteligencia de las personas,
    sino de la sabiduría e inteligencia de Dios, y de su
    soberanía para revelarla a quien El quiera, como El quiera
    y cuando El quiera. El hombre no puede manipular a Dios, ni debe
    usar la palabra de Dios para manipular a las masas. Eso
    también es Arrogancia Espiritual y Altivez de
    Espíritu. Y éstas son así mismo, unas de las
    características de Satanás. Por lo cual si
    manifestamos estas actitudes, entonces no es el espíritu
    de Dios quien nos está llevando, sino Satanás
    mismo, alejándonos de Dios así como él mismo
    se separó de Dios por su pecado.

     Satanás vino a robar, matar y destruir, y
    es además el padre de mentira. Dios abomina estos
    atributos tanto en Satanás como en el hombre que se deja
    engañar por el. "Los ojos Altivos, la lengua mentirosa,
    Las manos derramadoras de sangre inocente" Proverbios 6:17. Es a
    estos a quien Dios aborrece.

     La contraparte de la Arrogancia Espiritual es la
    humildad, y la contraparte de la Altivez de Espíritu es el
    ser mansos y humildes, lo cual es lo opuesto a la vanidad, la
    petulancia,  el engreimiento, la presunción y la
    suficiencia, y es actuar como Jesús nos
    enseñó. Si pensamos que no sabemos todo, no
    conocemos todo, no entendemos todo, y que sin Cristo Jesús
    morando en nosotros no somos nadie, esto nos ayudará a
    mantener nuestros pies bien firmes en la tierra. Si a esto
    aunamos el hecho de que Jesús mismo increpó a los
    apóstoles cuando se peleaban por ver quién era el
    primero de ellos, -Pedro- y cómo ese hecho le dio
    lugar  a Satanás para pedir a Pedro y luego
    zarandearlo como el trigo, entonces comprenderemos que tanto la
    Arrogancia Espiritual como la Altivez de Espíritu dan
    derecho legal a Satanás para poner a todos los altivos y
    arrogantes en su lugar.

    Nota:

    Muchos de los versos que he incluido hablan de "CASTIGO
    DE DIOS", sin embargo, creo que son expresiones dada en ese
    tiempo historico para dar a entender que el pecado no queda
    impune. No creo que sea Dios el que te envía un castigo,
    sin embargo si creo que, puesto Dios nos conoce desde antes de
    nacer y sabe toda nuestra vida, incluso antes de que las cosas
    nos sucedan, El sí deja o permite que las consecuencias de
    nuestros malos actos se manifiesten negativamente en nuestras
    vidas. Dios nos ha creado libres, de tal manera, somos
    responsable de las consecuencias negativas en la vida. Es
    así como la Palabra de Dios dice: Para Dios nada queda
    impune, Dios deja caer su mano, Dios se enoja, Dios
    castigará al pecador etc. pero, la verdad (lo que he
    llegado a comprender) que de Dios Padre no provienen las
    desgracias, los sufrimientos, las penas, las enfermedades. Si
    contraigo una enfermedad venérea, no es castigio que venga
    de Dios sino es una consecuencia de mi lujuria. Si manejo a alta
    velocidad, choco y quedo postrado en una silla de ruedas, es solo
    una consecuencia de mi irresponsabilidad. Si millones de
    niños en todo el mundo se mueren de hambre, no es el
    hambre enviada por Dios para castigar a su pueblo sino, el
    resultado de la avaricia de nuestra parte, de la sociedad o la
    política imperante pues, tan solo con la comida que se
    tira a la basura en EE.UU, es suficiente para palear el hambre
    del mundo. Dónde está entonces Dios que permite
    estos sufrimientos?. Está con nosotros, nos ve, nos
    observa, mira nuestras actitudes arrogantes, soberbias, nos habla
    pero no queremos obedecer a Su Palabra. Llegará el
    día en que debamos comparecer ante El y dar cuenta de
    nuestras acciones, del hambre que sufre el mundo porque, Su
    palabra dice: Llegará el día en que compareceran
    ante mí, los unos para vivir la Vida Eternal y los que no
    acataron mis palabras (mandamientos, leyes, estatutos) para
    condenación eterna. De esta manera, la elección es
    tuya porque Dios te ha creado dandote libertad de acción y
    te ha puesto muchas veces con personas que te han hablado de Su
    Palabra.

    ORACIÓN

    Padre Celestial te ruego y suplico que nos perdones por
    haber pecado contra ti, con arrogancia y altivez de
    Espíritu. Te pido y suplico que prepares mi corazón
    y el corazón de todos los cristianos que están
    leyendo esta reflexión y que nos lleves a ese lugar, de
    arrepentimiento en polvo y ceniza, y que nos des otra oportunidad
    más de servirte en humildad, sumisión, obediencia,
    acatamiento de Espíritu, fidelidad,
    dependencia, prudencia y mansedumbre sujetos siempre a tu
    voluntad, a tu palabra y a tu Espíritu
    Santo.  Te pido y suplico que lleves este escrito a
    todos mis hermanos que están siendo piedra de tropiezo, y
    que redarguyas sus corazones, para que se arrepientan de este
    pecado y se inunden como torrentes de agua viva con Tu palabra.
    En el poderoso nombre de JESUCRISTO nuestro Señor amen.
    Así sea.

    La humildad
    cristiana

    Después Jesús dijo al que lo había
    invitado: "Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus
    amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos
    ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así tengas
    tu recompensa. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los
    pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos.
    ¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo
    retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la
    resurrección de los justos!" Lucas 14:12-14

    Definición conceptual de humildad

    • 1. Humildad. (Del lat. humilitas, -). Virtud
      que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y
      debilidades y en obrar de acuerdo con este
      conocimiento.

    • 2. La humildad es
      la virtud que consiste en conocer las propias
      limitaciones y debilidades y actuar de acuerdo a tal
      conocimiento. El término proviene del vocablo
      latino humilitas.

    • 3. Dicho de una persona: Natural,
      espontánea, que obra con llaneza.

    • 4. Ingenuo en el trato, sin doblez ni
      engaño, y que dice lo que siente

    • 5. La humildad es la ausencia de soberbia. Es
      una característica propia de los sujetos modestos, que
      no se sienten más importantes o mejores que los
      demás, independientemente de cuán lejos hayan
      llegado en la vida.

    • 6. La palabra humildad también puede
      utilizarse como sinónimo de pobreza de falta de
      recursos. Esto se puede apreciar en las frases "una persona
      humilde" o "un barrio humilde". Cabe mencionar que este uso
      suele tener una connotación positiva.

    • 7. Actitud de la persona que no presume de sus
      logros, reconoce sus fracasos y debilidades y actúa
      sin orgullo.

    • 8. La humildad es aquella cualidad del ser
      humano mediante la cual la persona es modesta y no se
      preocupa por sí misma si no por los demás, por
      los que lo rodean.

    • 9. Humildad es aquella cualidad de la persona
      que no es egocéntrica si no que minimiza sus logros
      para no centrarse en ellos y perder la objetividad en su
      accionar diario.

    • 10. La humildad no es un concepto, es una
      conducta, un modo de ser, un modo de vida.

    • 11. La humildad es una de las virtudes
      más nobles del espíritu. Los seres
      que carecen de humildad, carecen de la base esencial para un
      seguro progreso. Las más bellas cualidades sin
      humildad, representan lo mismo que un cuerpo
      sin alma.

    • 12. La humildad es signo de fortaleza. Ser
      humilde no significa ser débil y ser soberbio no
      significa ser fuerte, aunque el vulgo lo interprete de otra
      manera.

    • 13. La humildad es la más sublime de
      todas las virtudes admirables. Virtud sin humildad no es
      virtud. El que posee la humildad en alto grado, generalmente
      es poseedor de casi todas las virtudes, pues la humildad
      nunca se encuentra sola.

    • 14. La humildad es aliada inseparable de la
      modestia y forma una trilogía con la
      bondad.

    • 15. La humildad nos hace tolerantes, pacientes
      y condescendientes con nuestros semejantes. Es la
      mansedumbre, la prudencia, la paciencia, la fe, la
      esperanza.

    • 16. Desde la filosofía, Immanuel
      Kant afirma dice que la humildad es la virtud central de
      la vida ya que brinda una perspectiva apropiada de la
      moral.

    • 17. Para Friedrich Nietsche, en cambio, la
      humildad es una falsa de virtud que esconde las decepciones
      que una persona esconde en su interior.

    • 18. Las religiones suelen asociar la
      humildad al reconocimiento de la superioridad divina; todos
      los seres humanos son iguales ante los ojos de Dios y
      deben actuar en consecuencia. Para el budismo, la humildad es
      la conciencia respecto al camino que se debe seguir para
      liberarse del sufrimiento.

    Sinonimos de humildad como característica del
    comportamiento

    Modestia, docilidad, recogimiento, recato, paciencia,
    moderación, sencillez, llaneza, acatamiento,
    sumisión, obediencia

    Humildad desde un punto de vista
    económica

    Pobreza, bajeza, indigencia,
    desamparo

    Antónimos de humildad:

    Soberbia, vanidad, rebeldía, orgullo, altivo,
    altanero, petulante, presuntuoso, fastuoso.

    La humildad como virtud:

    Humildad: Es la virtud moral por la que el hombre
    reconoce que de si mismo (es decir, sin Dios) solo tiene la nada
    y el pecado. Todo es un don de Dios de quien todos dependemos y a
    quien se debe toda la gloria. El hombre humilde no aspira a la
    grandeza personal que el mundo admira porque ha descubierto que
    ser hijo de Dios es un valor muy superior. Va tras otros tesoros.
    No está en competencia. Se ve a sí mismo y al
    prójimo ante Dios. Es así libre para estimar y
    dedicarse al amor y al servicio sin desviarse en juicios que no
    le pertenecen. 

    "El grado mas perfecto de humildad es complacerse en los
    menosprecios y humillaciones. Vale mas delante de Dios un
    menosprecio sufrido pacientemente por su amor, que mil ayunos y
    mil disciplinas"

    El Papa Francisco y la humildad:

    El Papa papa Francisco dice que, la humildad es la regla
    de oro del cristiano.

    Asimismo, el Pontífice en la Misa celebrada
    de la Anunciación, ha destacado que Dios "no es
    un Dios falso", "un Dios de madera, hecho por los hombres", sino
    que es un Dios que "prefiere el camino de la humildad", que
    es el mismo camino seguido por Jesús, un camino por el
    que se humilló hasta la Cruz.

    Además, el Papa ha señalado que "la
    humildad cristiana se eleva a Dios para que quien es testigo
    sepa "rebajarse" para darle espacio a su
    caridad".

    En esta línea, el Pontífice ha indicado
    que este camino de la humildad es "opuesto al de los
    ídolos Fuertes" que se hacen escuchar y que
    dicen "Aquí mando yo". No obstante, ha agregado que
    "ser humildes no significa ir por la vida con la cabeza
    bajada, sino recorrer ese camino que lleva de la humildad a la
    caridad".

    Finalmente, el Papa Francisco dijo que "si no
    hay humildad, el amor permanece bloqueado y no puede
    fluir".

    La humildad, virtud cardinal del Cristiano

    No pocas oraciones, sobre todo las de los salmos,
    manifiestan hermosos y profundos sentimientos de humildad ante
    Dios. Pero fue sólo con el ejemplo y la
    enseñanza de Cristo como se mostró el ideal
    perfecto de la humildad. La virtud de la humildad Cristiana
    lleva doble dirección: una hacia el superior, otra
    hacia el igual e inferior.

    La primera es inseparable del verdadero sentimiento
    religioso. Su verdadero y único requisito es la fe viva y
    la convicción de que uno trata con un Dios
    personal.  La humildad es, ante todo, la virtud de
    saber ocupar el puesto de criatura, es la actitud de la
    criatura frente al absoluto dominio de Dios.

    La humildad cristiana tiene, además, otro aspecto
    que también es esencial y que es exclusivamente suyo: la
    humildad del superior frente al inferior, el inclinarse del
    grande llevado de su propio peso. Esto fue lo que Dios mismo hizo
    en Cristo. La humildad cristiana es la "imitación
    interior, espiritual, del gran gesto de Cristo Dios que,
    renunciando a su grandeza y majestad, viene hacia los hombres
    para hacerse, libre y alegremente, esclavo de sus
    criaturas".

    La humildad no se enumera generalmente entre las
    virtudes cardinales. Con todo, ha sido considerada siempre en el
    cristianismo como virtud fundamental, como la base de todo
    el edificio espiritual.

    A la virtud de la humildad, le toca regular todas las
    facultades y energías del hombre, o sea someterlas a Dios
    creador y dispensador de la gracia. La humildad es la respuesta o
    actitud del hombre ante la inmerecida y divina elección
    que Dios hizo de él para hacerlo hijo suyo en
    Cristo.

    La humildad de Cristo

    Dios mismo en persona vino a enseñarnos la
    humildad. "Existiendo en la forma de Dios no reputó
    codiciable tesoro mantenerse igual a Dios, antes se
    anonadó tomando la forma de siervo y haciéndose
    semejante a los hombres" Filip. 2:6

    Jesús es la humildad encarnada. Perfecto en todas
    las virtudes, nos enseña en cada momento en cada palabra.
    En todo hacía, como siempre la voluntad de su Padre. Nunca
    buscó llamar la atención sobre si mismo sino dar
    gloria al Padre. Al final murió en la Cruz. Nos dijo:
    "Aprended de mi que soy manso y humilde de
    corazón". 

    Jesús se dispuesto a servirnos, a ayudarnos, a
    levantarnos de las caídas. ¿Servimos nosotros a los
    demás, en la familia, en el trabajo, en esos favores
    anónimos que quizá jamás van a ser
    agradecidos?. "Ejemplo os he dado" -dice el Señor
    después de lavarles los pies a sus discípulos"
    "para que como yo he hecho con vosotros, así hagáis
    vosotros" (Juan 13:15). Nos deja una suprema lección para
    que entendamos que si no somos humildes, si no estamos dispuestos
    a servir, no podemos seguir al Maestro. 

    El Señor nos invita a seguirle y a imitarle, y
    nos deja una regla sencilla, pero exacta, para vivir el amor con
    humildad y espíritu de servicio: "Todo lo que
    queráis que hagan los hombres con vosotros, hacedlo
    también vosotros con ellos" (Mateo 7:12).

    El peso del desbordante amor divino lo trajo a la
    tierra, como dice san AGUSTÍN: "Dios no teme perder
    nada al inclinarse hacia sus criaturas, llevado del amor".
    Sólo el orgulloso quiere mantener una grandeza usurpada,
    una dignidad que se siente insegura. "Todo orgullo es
    orgullo de pordiosero".

    El alma realmente grande se inclina decididamente hacia
    los pequeños.La gloria de Dios es la gloria de su amor.
    Muestra Dios la gloria, altura, extensión y profundidad de
    su amor al inclinarse hacia los hombres.

    Con su vida humana nos puso Cristo ante los ojos lo que
    es la humildad: desde su nacimiento fue su vida anonadamiento,
    destierro, persecución, oscuridad en Nazaret, perfecta
    obediencia a los hombres, respetuoso y amable trato con
    pecadores y publicanos, profesión de servidor ante los
    simples mortales: "Yo estoy en medio de vosotros como un
    servidor" (Lc 22:27). Su obra cumbre es obra de obediencia
    al mismo tiempo que de humildad, pues la humildad y la obediencia
    corren parejas.

    La humildad del cristiano relacionada con la de
    Cristo

    Cristo unió en su humildad sus dos aspectos en
    forma inigualable:

    • 1. La humildad que se inclina hacia el inferior
      y

    • 2. La humildad que reconoce la distancia que lo
      separa del superior.

    La encarnación es la humildad de Dios que se
    achica; asimismo todos los actos de Cristo son actos de humildad
    de Dios, pero al mismo tiempo traducen la humilde respuesta de la
    humanidad de Cristo al Padre celestial, la humildad de la
    criatura ante su creador, del Hijo ante su Padre: "El Padre
    es mayor que yo". La obediencia hasta la muerte de cruz es la
    sumisión de la voluntad humana de Cristo a la excelsa
    voluntad del Padre celestial. La humildad de Cristo excede
    infinitamente a la de sudiscípulo, ya en la altura y
    profundidad del abatimiento, ya en la humilde sumisión al
    Padre celestial.

    Pero el cristiano puede, a pesar de ello, seguir a
    Cristo en estas dos actitudes de la humildad, puesto que por la
    gracia y la filiación adoptiva ha sido elevado hasta la
    participación de la naturaleza divina, y por la fe y el
    amor puede apreciar aproximadamente la infinita distancia que lo
    separa del Creador y del Padre. También puede transitar
    por el camino de la humildad que Cristo recorrió,
    sirviendo a los más pequeños y obedeciendo al Padre
    celestial en las permisiones o en las voluntades que nos comunica
    mediante sus más insignificantes criaturas.

    El segundo motivo de humildad que le asiste al cristiano
    le falta completamente a Cristo: el pecado, que
    establece entre Dios y el hombre una distancia más grande
    y profunda que el mundo. Razón precisamente para que
    nuestro agradecimiento por haber sido levantados de la
    postración profunda de la culpa hasta la amistad amorosa
    con el Dios santísimo, suba de lo más hondo de la
    indignidad en que yacíamos por nuestros pasados pecados, y
    en la que yacemos a causa de nuestra permanente
    culpabilidad. Para que nuestra respuesta de amor ante el
    abajamiento de Dios y ante nuestra elevación, aunque
    pecadores, sea verdadera y legítima, tiene que ser la
    respuesta de la humildad temerosa, pero confiada y
    alegre.

    La condición de criaturas y la condición
    de pecadores son los dos motivos que obligan nuestra
    humildad. Cristo, que era plenamente consciente de su
    perfecta inocencia, nos mostró cuál ha de ser
    nuestra humildad al reconocernos pecadores, ya que Él,
    agobiado por el peso de nuestros pecados, cayó en
    Getsemaní y en el camino del Calvario, bajo el castigo por
    nuestros pecados merecido. Esa humildad de Cristo es la que nos
    levanta de la infamante bajeza del pecado hasta la regia dignidad
    de ciudadanos del reino de Dios: doble motivo para nuestra
    humildad. Dice Cristo a sus discípulos: "Aprended de
    mí, que soy manso y humilde de corazón" (Mt
    11:29). Su humildad es el fundamento de nuestra elevación:
    la imitación de su humildad es la condición
    básica y permanente de la dignidad de discípulo
    suyo. La humildad es la única que nos hace capaces de
    aprender algo de Cristo y que en cierto modo nos hace dignos de
    ser sus discípulos. Cuanto más profunda es la
    humildad, tanto mayor es la docilidad y tanto más amorosa
    la voz del Espíritu Santo que habla en el
    interior.

    La humildad predispone a recibir la gracia y la verdad
    de Cristo Jesús. Tanta será la gracia y la verdad
    que Cristo nos comunique, cuanto sea el sitio que en nuestro
    corazón ocupe la humildad.

     Esencia y requisitos de la humildad

    • 1. La humildad ha de penetrar tanto el
      conocimiento como el amor.

    La humildad de pensamiento para su atención en el
    verdadero lugar que le corresponde al hombre frente al Dios
    santísimo, y aun en sus relaciones con sus semejantes
    procura no salirse de dicho lugar. Así pues, lo que la
    humildad exige en primer lugar es la seria
    confrontación con Dios. ¡Yo, criatura, yo,
    pecador frente al Santo de los santos! Esta consideración
    no sólo humillaría, sino que aplastaría
    completamente si no fuera acompañada por esta otra verdad:
    ¡Yo, hombre pecador, elevado hasta Dios! ¡Dios, con
    un amor inigualable, se inclina hasta mí! Así pues,
    el humilde principia por colocar sus miradas en su propia
    bajeza frente a Dios, mas termina considerando gozoso la grandeza
    de Dios.

    El hombre reconoce por la humildad el lugar que le
    corresponde, como también la infinita y suprema grandeza
    de Dios. Dicho reconocimiento es perfecto si va hasta provocar
    una honda alegría, no sólo por ver cuánta es
    la grandeza de Dios, sino también por saberse uno bajo la
    estrecha y total dependencia suya.

    Un motivo que nos excita poderosamente a este
    júbilo embriagador de la divina gloria, es el considerar
    cómo Dios desinteresadamente nos ha comunicado su gloria a
    nosotros, sus pobres criaturas.

    • 2. De cómo el humilde conocimiento de
      sí mismo y el jubiloso y humilde reconocimiento de la
      grandeza de Dios peligra por una falsa y prácticamente
      incrédula confrontación con el
      prójimo

    "Nada hagáis por contienda o por vanagloria;
    antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás
    como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo
    suyo propio, sino cada cual también por lo de los
    otros".

    Reconociendo que tenemos debilidades y pasiones tales
    como la ira, el enojo, falta de sometimiento o rebeldía
    tenemos que hacer el ejercicio de ir poniendo todos esos deseos
    carnales en sujeción del Espíritu de Dios. La
    única manera para poder lograr que todos los deseos
    carnales mengüen y podamos vivir una vida espiritualmente
    sana es sometiéndonos al poder de DIOS; el Espíritu
    Santo. Es a través de su Espíritu que Dios siembra
    en nosotros la buena semilla que producirá los frutos
    espirituales tales como el amor, la humildad, la paz etc. Por
    tanto; para lograr una buena relación con nuestro
    prójimo es esencial estar en buena comunión
    (Común Unión) con Dios a través de su
    Espíritu para así lograr aplicar la buena conducta
    producida por los frutos espirituales. 

    Toda confrontación con el prójimo que no
    tenga en cuenta la confrontación con Dios conduce a la
    sobreestima de sí y a la desestima del prójimo.
    Sólo considerando al prójimo con los dones que lo
    elevan ante Dios y considerando al mismo tiempo nuestra
    pequeñez y culpabilidad ante Dios, podemos compararnos
    legítimamente con nuestros semejantes. Así, nuestra
    confrontación con el prójimo debe ser en realidad
    una confrontación con Dios, o mejor dicho una
    confrontación con el prójimo, pero ante
    Dios; de otra manera no podrá ser humilde. El humilde
    supera toda tentación de menosprecio del prójimo
    sabiendo que el amor de Dios lo busca para ennoblecerlo, aunque
    sea pecador. Además, el vivo temor que despierta la propia
    culpabilidad debe desvanecer toda tentación de menosprecio
    del prójimo.

    Sólo el verdaderamente humilde es capaz de
    apreciar digna y noblemente las cualidades y ventajas del
    prójimo. El orgulloso considera siempre su propio
    valor para elevarse, estimando ser propia desventaja el
    mérito del prójimo. El alma humilde se olvida de
    sí misma, y en Dios y por Dios se alegra de todo bien. En
    las ventajas que le lleva el prójimo no ve un perjuicio
    propio, puesto que todo lo considera como reflejo de la gloria de
    Dios, que es lo único que busca y le interesa.

    • 3. "La humildad es andar en verdad" (Santa
      Teresa: Moradas sextas')

    La humildad conoce bien la parcialidad del orgullo. Por
    ende, en la apreciación y estima de las cosas no procede
    como si el orgullo no pudiera turbar nuestra mirada cuando se
    trata de nosotros mismos. El humilde, por conocer que el hombre
    está siempre acechado por el orgullo, se abstiene de
    reparar innecesariamente en las faltas ajenas. Igualmente se
    abstiene de fijar sus miradas en sus propias ventajas. Sin duda
    procura conocer los dones de Dios recibidos para agradecerlos,
    mas se guarda bien de "gozarse" en esos dones y
    ventajas. El humilde sólo se considera a sí
    mismo como un favorecido por Dios, obligado, por lo mismo,
    en virtud de las aptitudes recibidas, a mayores
    servicios. En cuanto al prójimo, lo considera
    imparcialmente para gozarse de los dones que lo agracian. El
    agradecido reconocimiento por la dignidad recibida de Dios forma
    parte esencial de la humildad cristiana.

    El cristiano tiene que conocer sus propios talentos; mas
    dichos talentos aparecen mejor a la luz de los deberes que de los
    valores que posee ; y así, por la conciencia de la
    responsabilidad y de que es un "siervo
    inútil" evitará gozarse y deleitarse en ellos.
    El humilde sabe que no es posible, sin exponerse al orgullo,
    detenerse a considerar sus propias ventajas, pues no consideramos
    con la misma simplicidad e imparcialidad nuestras ventajas y
    cualidades y las del prójimo. El pensar lo contrario
    sería ya un efecto del orgullo.. Sólo en el
    cielo, donde nuestra humildad será perfecta, no tendremos
    necesidad de tantas cautelas, pues todo lo consideraremos y
    gustaremos en Dios, viendo que todo procede de su
    munificencia.

    El humilde no se detiene a considerar los progresos
    alcanzados, si es que los hay. Al comprobarlo advertirá
    que sólo por la gracia de Dios ha podido realizarlos y
    que, por tanto, todo bien es atribuible sólo a Dios, y que
    de sí mismo sólo puede sacar el mal, el pecado, la
    insuficiencia para aprovechar mejor los dones de Dios.
    Así, al considerar el bien que tiene, lo agradece a Dios,
    declarándose cual "siervo inútil". Mas al ver
    la distancia que aún lo separa de la perfección
    reconoce paladinamente que esto se debe a su propia
    incompetencia. Cuanto más crece el hombre en la caridad,
    tanto más elevado se le presenta el ideal y tanto
    más profunda la diferencia entre su fidelidad y la
    fidelidad de Dios en amarlo.

    Así aparece sincera y verdadera la humildad de
    los santos que se consideran ingratos pecadores y aun los mayores
    pecadores del mundo. Con ello no quieren decir que han cometido
    mayores crímenes que los demás, sino que, guiados
    por la humildad, creen verdaderamente que los más famosos
    pecadores serían acaso mejores que ellos y más
    agradecidos si hubieran recibido tantas gracias como
    ellos.

    La humildad es la verdad, puesto que el humilde se
    compara con el modelo, con la santidad, mientras que el orgulloso
    se compara con los miserables, con la caricatura.

    "El orgulloso se eleva, porque al mirar
    continuamente hacia abajo se persuade de que se encuentra
    en una elevada torre. A medida que él va bajando
    realmente, echa sus miradas más abajo
    todavía, de nodo que siempre hay una
    compensación a su favor: él se figura que va
    subiendo. Y mientras tanto no se da cuenta de que
    esa profundidad que tiene siempre ante los ojos y que le
    hace creer que él está elevado, lo
    está atrayendo lentamente. Así, cae el
    ángel poco a poco atraído por la profundidad
    que contempla" 

    El humilde mira siempre hacia arriba, hacia la
    santidad de Dios, para rebajarse siempre, y así sube
    proporcionalmente. Es el pensamiento de san AGUSTÍN:
    Hay algo en la humildad que por manera maravillosa eleva el
    corazón, y algo en la altivez que lo abate.
    Parecerían cosas contrarias el que la altivez abata
    y la humildad eleve. Mas la pía humildad sujeta al
    superior a Dios, y por eso la humildad eleva, puesto que
    somete a Dios"

    • 4. La humildad es la verdad aún en las
      obras

    Sería insincero confesarse ante Dios digno de
    castigos y humillaciones, y luego sublevarse contra el
    prójimo por la menor desatención. Y aunque buena
    parte de las ofensas y desprecios que se reciben no fueran
    merecidos por tal o cual causa determinada, la humildad y la
    verdad enseñan que lo son por otras razones mucho
    más perentorias. El humilde se entristece por la
    injusticia, mas no tanto porque sea injusticia que lo incomoda a
    él, sino porque ofende a Dios. A la humildad pertenece
    ante todo la obediencia a Dios, y también a los hombres en
    cuanto por ellos nos manifiesta Dios su voluntad. La santa
    obediencia, la voluntaria y alegre sumisión a la voluntad
    es una de las mayores muestras de humildad y un poderoso medio de
    cultivarla. Humildad es servicialidad. "El mayor entre
    vosotros sea como el menor, y el que manda como el que
    sirve" (Lc 22:26; Mt 20:25). El humilde rechaza los honores
    inmerecidos y, yendo en pos del Crucificado, está pronto a
    soportar el descrédito y la deshonra, mientras
    éstas no se opongan a la buena fama que necesita
    generalmente el hombre para trabajar con fruto para el reino de
    Dios.

    • 5. La humildad, desbordamiento
      y manifestación de la caridad

    "La humildad es uno de los modos del amor, el cual con
    sus ardientes rayos disuelve el hielo con que el triste orgullo
    aprisiona al yo siempre más miserable" 

    Sólo el amor ilumina los ojos para ver las
    ventajas del prójimo. Así, la caridad está
    al servicio de la humildad y recíprocamente. Sólo
    el amor comunica al humilde la disposición y
    energía para el sacrificio. La humildad sin amor
    sería, a lo sumo, abatimiento.

    Mas con el amor, la humildad se dispone a acometer las
    mayores empresas a que Dios llame. Sería orgullo
    disimulado el querer por propia elección limitarse a
    poquedades. El humilde espera la misión que Dios le
    envíe, pero cuando Dios llama a realizar grandes obras de
    amor, cuando invita a elevada santidad, el humilde no retrocede,
    sino que se entrega gozoso a Dios. "Hizo en mí cosas
    grandes el Todopoderoso, cuyo nombre es santo" (Lc 1,
    49).

    Una gran humildad procede de un gran
    amor. Los grados del amor y los de la humildad se
    corresponden. Cuanto más rico en amor,
    más rico en humildad. Cuanto más
    desinteresado el amor, tanto más digna la actitud
    del humilde, alejada de toda afectación. Pero
    mientras el amor no consiga derretir perfectamente el
    orgullo, debe el hombre luchar varonilmente hasta alcanzar
    la humildad.

    • 6. La humildad, don del cielo y victoria en el
      combate

    La lucha por la humildad es siempre dolorosa para
    el hombre manchado por el pecado original: el primer pecado fue
    pecado de orgullo. "La humildad es el gesto de una continua
    muerte interior para que Cristo viva en nosotros". Esta
    posibilidad y este mandato de hacer morir al orgulloso hijo de
    Adán es una de las gracias que nos vienen conferidas en el
    bautismo. La humildad sigue siendo siempre un don y un
    mandato. "Preciso es que Él crezca y yo
    mengüe" 

    La humildad que le debemos a Dios: 

    La humildad empieza en el momento cuando se comienza a
    reconocer a Dios como soberano absoluto y dueño de nuestra
    vida, que de su voluntad y amor nos dio la existencia y que por
    tanto somos sus hijos amados. Teniendo este conocimiento nos
    sometemos a su voluntad por amor y agradecimiento; no de mala
    gana, sino porque entendemos que todo lo que somos y todo lo que
    tenemos es por gracia y misericordia del señor. Esto nos
    lleva a recibir y obedecer sus ordenanzas y palabras tal y como
    el mismo señor la inspiro a quienes escribieron la biblia;
    sin quitarle ni añadirle nada. Jesús dijo que el
    primer y más grande mandamiento es amar a Dios con todo
    nuestro corazón, alma y mente y este es el principio de
    todos los buenos frutos espirituales incluyendo la humildad.
    Jesús dijo: "Mi doctrina no es mía, sino de aquel
    que me envió. El que quiera hacer la voluntad de Dios,
    conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi
    propia cuenta. El que habla por su propia cuenta, su propia
    gloria busca; pero el que busca la gloria del que le
    envió, éste es verdadero, y no hay en él
    injusticia" Juan 7:16-18.

     Por tanto; alguien que se llame ser cristiano
    (seguidor de Cristo) y que quiere crecer en la humildad lo
    primero que tiene que hacer es someterse en obediencia y
    agradecimiento a las sanas doctrinas que el padre envió a
    través de Jesucristo y sus apóstoles. Esto era
    precisamente lo que hacían los primeros discípulos
    de la iglesia primitiva: "Y perseveraban en la doctrina de
    los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el
    partimiento del pan y en las oraciones" Hechos 2:42.

     Nosotros los cristianos no estamos llamados a
    hablar por nuestra cuenta propia.  !Ni siquiera Jesús
    vino a hablar por su propia cuenta; el vino a decir lo que el
    padre le entrego como doctrina!.!El que aprende a vivir de
    acuerdo a la doctrina de Dios aprende lo que es la humildad y a
    amar a Dios sobre todas las cosas!.

    Jesús dijo: "Porque yo no he hablado por mi
    propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio
    mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar. Y
    sé que su mandamiento es vida eterna. Así pues, lo
    que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho" Juan 12: 49.
    ¡Esto es la verdadera humildad que nosotros tenemos que
    imitar!

    La falta de humildad para aceptar la verdad doctrinal de
    Dios crea un alejamiento de Dios y esa persona cae en una
    humildad hipócrita (mentirosa) dando a demostrar a los
    demás hombres que es humilde porque acepta los
    mandamientos de los hombres como si fueran los de Dios; o peor
    aun: ligan la verdad de Dios con mandamientos humanos. Proverbios
    30:6-7 dice: "Toda palabra de Dios es limpia; El es escudo a
    los que en él esperan. No añadas a sus palabras,
    para que no te reprenda, Y seas hallado mentiroso"

     De esta manera, si el amor a Dios es la base para
    todos los frutos Espirituales (entre ellos la humildad) nuestra
    primera responsabilidad como creyentes es aceptar la palabra de
    Dios tal y como El la envió a través de Cristo y
    sus apóstoles. Jesús dijo estas palabras a sus
    discípulos:  "Si me amáis, guardad mis
    mandamientos" Juan 14:15. El el apóstol Pablo dijo estas
    impresionantes palabras: "Pues no somos como muchos, que
    medran falsificando la palabra de Dios, sino que con sinceridad,
    como de parte de Dios, y delante de Dios, hablamos en Cristo" 2
    Corintios 2:17.

     La sinceridad es parte inseparable de la humildad,
    es su lado verdadero. El que es sincero habla la verdad tal y
    como el señor la inspiro. 

    • 7. Frutos de la humildad

    "El que se humilla será ensalzado" (Mt
    23:12). "Dios resiste a los soberbios y a los humildes da su
    gracia" (1 Pedro 5:5). La gracia divina no es
    propiamente fruto de la humildad, sino de la divina caridad, mas
    la humildad es condición para recibirla. Ni llega el
    hombre a la fe sino por un cierto grado de
    humildad.

    Cuanto más profunda es la humildad, tanto
    más profunda es la penetración que alcanza el
    hombre en los misterios de la fe, pues el humilde nunca se atreve
    a medir la ciencia y verdad de Dios con los alcances de su
    diminuto yo. El humilde está, ante todo, dispuesto a
    dejarse enseñar por Dios. El humilde consigue contemplar
    la hermosura y grandeza íntimas de las verdades divinas,
    al paso que al orgulloso se le oscurece toda verdad que no traiga
    ventajas para el engrandecimiento de su propio yo. "Te
    alabo, oh Padre, porque ocultaste estas cosas a los sabios y
    discretos y las revelaste a los pequeñuelos" (Mt
    11:25).

    La humildad es condición indispensable para el
    verdadero conocimiento propio, para el dolor y
    la penitencia. Sólo el humilde soporta el
    verdadero conocimiento y ve su propia culpabilidad.

    La humildad abre el corazón al amor desinteresado
    a Dios y al prójimo. "La humildad de corazón
    consiste en renunciar al amor interesado de sí mismo, para
    servir a un amor superior". No hay camino más excelente
    que el del amor, pero por él solo pueden transitar los
    humildes. (san Agustín)

    La humildad purifica la mirada del pecador para que
    pueda reconocer los valores y virtudes que ha lesionado. La
    humildad es requisito para una conciencia sana, pues
    cuando la humildad no viene a cubrir la distancia que va de las
    obras al deber conocido, el orgullo nubla el conocimiento de los
    valores no realizados y procura reparar el defecto por los
    caminos torcidos de la mentira.

    La humildad garantiza el respeto que protege
    el amor: entre el respeto y la humildad hay mutua
    dependenciá. El fondo religioso de la humildad se hace
    mucho más perceptible en el respeto. Así como la
    última razón de la humildad es una
    confrontación con Dios, así el respeto nace de la
    sensación de la gloria de Dios que se trasluce en todos
    los seres.

    Grados de humildad. Vicios opuestos

    Tiene la humildad diversos grados en densidad y
    profundidad; lo mismo el orgullo, su contrario.

    Mientras que la vanidad se engríe
    por pequeñas ventajas y por ellas descuida los
    valores superiores, la modestia es como un pudor
    espiritual que aspira a tener ocultas a las miradas
    ajenas las propias cualidades y ventajas.

    La vanidad sólo se extiende a ventajas
    despreciables, como la belleza corporal, el adorno, la alcurnia,
    etc., y es por lo mismo una tontería innocua; al paso que
    la orgullosa complacencia en sí mismo es
    más odiosa y contraria a Dios cuanto más elevada es
    la cualidad de que se jacta el orgulloso. Pues cuanto más
    altas son esas ventajas, tanto más llevan el
    carácter de dones gratuitos, y por Io mismo
    la jactancia por tales dones es más contraria al
    dador de ellos. Sin duda que el jactancioso no niega que tales
    dones los recibió de Dios, mas se gloría de ellos
    como si los poseyera por sus propios méritos. Con la
    jactancia de los propios bienes corre generalmente pareja
    la vanagloria, que se esfuerza para que otros
    contemplen extasiados nuestros reales o imaginaríos
    méritos. La ambición se esfuerza por
    conquistar preponderancia y ascendiente sobre los demás.
    La modestia se contenta con ocupar un puesto humilde. Dicha
    modestia alcanza el grado de humildad cuando sus motivos alcanzan
    la profunclidad de ésta.

    El humilde renuncia gustoso a todo honor humano, pues no
    sale de su asombro al ver cómo Dios lo ha elevado tanto a
    él, tan indigno. Al paso que el jactancioso se interesa
    por los valores en cuantos éstos pueden hermosearlo,
    el orgulloso propiamente tal no puede considerar la
    dignidad y hermosura del bien en sí, sino sólo lo
    que le es ventajoso o perjudicial. El orgulloso ansía ante
    todo verse libre de la dependencia de otros. Ni
    siquiera quiere reconocer las deudas de gratitud. Lo opuesto es
    lo que busca la humildad, que es voluntaria sumisión de la
    obediencia. El peor enemigo de la humildad es
    la soberbia, que se caracteriza por el embrutecimiento
    ante los valores y por un carácter hostil a la virtud. Los
    valores y virtudes no significan para el soberbio más que
    un menoscabo de su independencia. Indudablemente percibe la voz
    del bien y de la virtud que acusa y condena, pero la desoye,
    persuadido miserablemente como está de su propia
    excelencia. El bien ya no luce para él, ni es calor que lo
    encienda. El soberbio consumado no soporta el saber que
    depende de Dios; de allí que la forma extrema de la
    soberbia es la negación de Dios y la proclamación
    de la soberanía y autonomía del hombre. El soberbio
    desprecia a sus semejantes, no sólo a los pecadores, sino
    sobre todo a los hombres religiosos que se someten a Dios y que
    por amor a Dios se someten obedientes a los hombres.

    El orgulloso choca sobre todo con Cristo, que es humilde
    y convida a la humildad por todo lo que es. Estaría,
    sí, dispuesto a reconocer a un Dios lejano; mas para el
    Dios-hombre, que se presenta en una forma humilde y, sin embargo,
    exigente, no tiene sino odio mortal.

    Muchos padres de la Iglesia piensan que la soberbia de
    satanás se encendió ante este misterio.

    Por amor de Cristo y siguiendo sus ejemplos, el humilde
    se alegra de las humillaciones y rechaza aún los honores
    merecidos, cuando por tal medio puede procurar la
    gloria de Dios. Así como Cristo estaba sujeto a los
    hombres, el humilde se somete voluntariamente a la autoridad
    humana del Estado, y sobre todo a la de la Iglesia. La soberbia
    empujó a los herejes a rechazar la obediencia a la
    Iglesia, so pretexto de obedecer directamente a Dios o a
    Cristo.

    Los grados de la humildad corresponden exactamente a los
    del amor, así como los. grados del orgullo y de la
    soberbia corresponden a los de la glacial estrechez y mezquindad
    del yo replegado sobre sí mismo.

    El poder de la humildad

    Regularmente se cree que el rico es orgulloso y el pobre
    es humilde, pero en realidad no es así. Dios no manda el
    mal a la gente ni escoge al azar quién va a estar bien y
    quién no. Él nos quiere a todos igual y desea que
    estemos bien. Es posible que muchas de tus oraciones no han sido
    respondidas porque no tienes humildad en el
    corazón.

    La Palabra de Dios en Proverbios 22:4 dice:
    Riquezas, honra y vida son la remuneración de la humildad
    y del temor de Jehová".

    Al decir vida, no se refiere a la que recibes
    biológicamente, esta hablando de la buena calidad de vida
    que es una recompensa para las personas que tienen respeto y
    temor al Señor. Es decir, si el motivo por el cual haces
    las cosas es cumplir, honrar y obedecer a Dios con actitud de
    humildad, obtendrás riquezas, honra, y vida. Entonces,
    riquezas, honor y vida son una recompensa al humilde.

    No podemos perder las bendiciones por pequeños
    detalles de orgullo que tenemos. Dios tiene en una mano toda la
    bendición para podértela dar, solo esta esperando
    que cambies. Dios no escucha a los orgullosos.

    Dios no tiene ningún problema en honrarte o
    enriquecerte si ve tu corazón humilde. Hay cosas que
    aunque las pidas Dios no te las puede dar por el corazón
    que tienes.

    Aunque te cueste creerlo la voluntad de Dios es
    exaltarte si te humillas. ¿Dios puede exaltar a alguien?
    Dios no tiene problemas de exaltar a alguien si a demostrado que
    puede bajar. Si tu puedes bajar seguramente Dios te puede subir.
    La humillación anuncia la honra.

    En 1 Pedro 5:5 dice: "Igualmente,
    jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos
    unos a otros revestios de humildad; porque: Dios resiste a los
    soberbios, y da gracia a los humildes".

    En el Salmo 138:6 dice: "Porque Jehová
    es excelso, y atiende al humilde, mas al altivo mira de
    lejos".

    Dios oye al humilde. Hasta para presentar reclamos hay
    que ser humildes. Si quiero que Dios me atienda tengo que pasar
    humillaciones, tu necesitas en medio de tus problemas que Dios te
    atienda, pero al orgulloso dice que lo tiene de lejos, no le oye
    y es imposible que lo atienda. Dios es excelso, y cuando nosotros
    nos portamos orgullosos hacemos el ridículo delante de
    Él. ¿Que te cuesta bajar la cabeza?

    En Isaías 57:15 dice: Porque así
    dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre
    es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el
    quebrantado y humilde es espíritu, para hacer vivir el
    espíritu de los humildes, y para vivificar el
    corazón de los quebrantados".

    ¿Por qué es mala tu situación?
    Será porque por fuera aparentas humildad, pero por dentro
    tienes un orgullo muy grande?. ¿Qué vas a hacer?
    Vas a perder todo lo que Dios tiene para tu vida por esos actos y
    arrebatos de orgullo que a menudo y frecuentemente estás
    teniendo?. No tienes muchos años para vivir en la tierra
    como para desperdiciar las bendiciones.

    Captura a Dios, no lo dejes ir si Dios te ha visitado.
    Mientras más grande te haga Dios más vas a requerir
    humildad para soportarla, para llevarla, para demostrarla. No
    importa que digan de ti o lo que te puedan hacer que te cause
    dolor y sufrimientos porque, con una actitud humilde, Dios te va
    a dar mas, te bendicirá mas y tu alma se llenará de
    gozo. Claro está que, ante ofensas, es tu deber defenderte
    en buena lid. Recuerda que Jesús se defendió cuando
    uno de sus verdugos le dió una bofetada o se enojó
    cuando los mercaderes hicieron del templo una guarida de
    ladrones. La humildad no es sinonimo de
    humillación.

    Todos tenemos una parte de orgullo, pero hay quienes
    saben que son más orgullosos. Si reconoces que en verdad
    eres una persona orgullosa, debes liberarte de ello. Piensa ahora
    misnmo en algo que hallas ganado por orgullo. Ganaste algo?,
    ¿Cuántas veces te ha ido mal por ese orgullo?
    Cuántas veces te has herido a ti mismo/a y has herido a
    tus seres queridos? Has perdido tu esposa/o por tu orgullo al no
    reconocer que lo/a amas?. Si eres orgulloso/a quiero desafiarte a
    tomar la decisión de dejar tu orgullo a partir de hoy.
    Confía en Dios, vas a ver como Dios te sana.

    Tú conoces las cosas que tienes en tu
    corazón y puedes analizarlas. Habla con Dios y dile que
    estás cansado de ese orgullo que no te hace feliz.
    Renuncia a tu orgullo y con la ayuda del Espíritu Santo
    llegará a ser una persona humilde de corazón con
    con grandeza de alma.

    Los beneficios de la humildad

    • 1. Quien aprende realmente a ser humilde, logra
      vivir una vida más feliz.

    • 2. Al estar en armonía con uno mismo, se
      está dispuesto a mostrar honor y aprecio hacia otras
      personas. Valorarse a sí mismo trae aparejado valorar
      a los demás.

    • 3. La humildad crea serenidad y
      tranquilidad.

    • 4. Con humildad se desarrolla la capacidad de
      admitir las equivocaciones, ya que se elimina el miedo a
      sentir que uno no vale nada. Al conocerse a sí mismo,
      la crítica se transforma en una posibilidad de
      crecimiento.

    • 5. Con humildad, es más fácil
      perdonar a otros y a perdonarse a si mismo más
      rápidamente.

    • 6. Humildad es apreciar lo que tenemos, es
      tener conciencia de que todo es un regalo.

    • 7. La humildad es signo de evolución
      espiritual. El humilde es un ser que ya ha limado muchas de
      sus impurezas e imperfecciones. Si algún
      acontecimiento sacude violentamente su espíritu, el
      humilde sabe recibir los golpes de la vida con fe y
      resignación y pronto su alma encuentra el
      alivio necesario.

    Evidencias de la humildad.

    • 1. Ser como niño:

    • Según nos dice Mateo los discípulos
      querían saber quién era el mayor en el reino de
      los cielos. Jesús puso a un niño en medio de
      ellos, diciendo: "Así que, cualquiera que se humille
      como este niño, ése es el mayor en el reino de
      los cielos" (Mateo 18:4).

    • Jesús es nuestro ejemplo perfecto de uno que
      siempre andaba con el espíritu de humildad. Filipenses
      dice esto acerca de Jesús: "El cual (…) no
      estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,
      sino que se despojó a sí mismo". Filipenses
      2.6-7

    • Jesús no buscó la grandeza, pero
      después de humillarse "Dios también le
      exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre
      todo nombre" (Filipenses 2.9).

    Los que, como Cristo, manifiestan un espíritu
    manso, sumiso y humilde pertenecen a Dios y serán
    exaltados a su debido tiempo. La sencillez semejante a la de un
    niño, la inocencia y no guardar rencor son evidencias de
    la verdadera humildad.

    • 2. La mansedumbre

    Efesios 4.2 dice que "con toda humildad y mansedumbre"
    debemos soportarnos con paciencia los unos a los otros en amor.
    Los humildes nunca caen desde muy alto porque no se exaltan a
    sí mismos. Pero los que se exaltan a sí mismos caen
    y sufren. Sería bueno notar aquí que hay una
    diferencia entre la humildad y la humillación: la
    humillación, por lo general, es nada más que el
    orgullo herido.

    Los mansos no se ofenden fácilmente. Dice
    Proverbios 13.10: "Ciertamente la soberbia concebirá
    contienda" Cuando se hiere el orgullo del hombre, él muy
    pronto lo siente y el resultado es contención. Pero con
    los mansos es diferente. Como su Salvador, cuando los maldicen,
    ellos no responden con maldición; cuando son perseguidos,
    lo sufren todo con mansedumbre; cuando los injurian, lo soportan
    todo sin responder. Los mansos oran por sus enemigos, amontonando
    así "ascuas de fuego" sobre sus cabezas según
    Romanos 12.18-20. Eso sí es humildad.

    • 3. La modestia

    La modestia se manifiesta en el semblante, en las
    costumbres y en el vestir sin sintuosidad. El que tiene un
    corazón humilde no tiene ojos altivos. Los humildes se
    conocen por su manera de ser; son modestos en cuanto a su
    apariencia y sus costumbres. Ellos no se jactan de ser más
    importantes que los demás, no lucen ropa estravagante o de
    gala. Se visten si, con lo mejor, cuando van a la Iglesia y lo
    hacen por respeto a Dios. Para Dios su mejor vestuario. Cuando el
    corazón está lleno de humildad el "gran yo" no se
    ve. La modestia es fruto natural de la humildad y se manifiesta
    en toda área de la vida de la persona.

    Por qué ser humildes?.

    • 1. Dios así lo ordena en su
      palabra

    Dios manda que los santos se humillen "bajo la poderosa
    mano de Dios" (1 Pedro 5:6), que se vistan de humildad
    (Colosenses 3:12), que se revistan de humildad (1 Pedro 5:5) y
    que anden con toda humildad (Efesios 4:1-2).

    • 2. Dios se satisface con la humildad y la
      bendice

    (Leae Proverbios 16:19; Mateo 5:3-5.) Dios da gracia a
    los que son humildes (Santiago 4:6). Los que poseen la humildad
    son los mayores en el reino de Dios. "Riquezas, honra y vida son
    la remuneración de la humildad" (Proverbios
    22:4).

    • 3. La humildad es la precursora de la
      exaltación verdadera

    ¿Has notado que la Biblia con frecuencia habla de
    la exaltación junto con la humildad? Sin embargo, no
    debemos tratar de humillarnos con la esperanza de ser exaltados.
    Es importante saber que la senda del orgullo siempre lleva al
    desastre, mientras que la senda de la humildad siempre lleva a la
    exaltación. Pero no debemos preocuparnos de cuándo
    y cómo seremos exaltados. Dios se encargará de todo
    eso. Lo que nos toca a nosotros es seguir en la humildad, confiar
    en Dios, obedecer Su Palabra, mantenernos al pie de la cruz y
    recordar que las promesas de Dios a los humildes son
    seguras.

    • 4. Dios escucha las oraciones de los
      humildes

    "No se olvidó del clamor de los afligidos" (Salmo
    9:12). Los ninivitas se vistieron de cilicio y ceniza ante Dios.
    Ezequías se humilló ante Dios y oró que
    fuera librado del poder de Senaquerib. El publicano rogó a
    Dios por misericordia. Todos estos acudieron a Dios en humildad,
    y él oyó sus oraciones. A nuestro Dios Todopoderoso
    le place contestar las oraciones de los mansos y humildes que
    vienen a él con súplicas y oraciones.

    Cómo podemos desarrollar la humildad

    • Aprendemos a aceptar las capacidades de los
      demás y celebrémoslos.

    • Reconociendo la propia realidad, sin caer en la
      arrogancia.

    • Siendo sencillos, sinceros y veraces.

    • Pediendo ayuda cuando la necesitamos y reconocemos
      que no somos autosuficientes.

    • Escuchando a los demás y dejando de hablar de
      nosotros mismos.

    Decálogo de la humildad

    • Elimina la soberbia, cultiva el espíritu
      positivo hacia los demás.

    • No permitas que tus actitudes o palabras ofendan a
      otros.

    • Estar en armonía es el mejor regalo;
      sonríe y mira a todos con cariño.

    • Cuida tu lenguaje. No hables para criticar, ni
      siquiera con el fin de agradar.

    • Haz de la humildad una clave de tu vida y el
      resultado será una buena autoestima.

    • Reconoce tu realidad y esfuérzate por ser
      mejor.

    • Elige a tus amistades por tus afinidades.

    • Resalta los aspectos positivos en los demás,
      minimiza sus debilidades.

    • No te sientas superior a nadie.

    • Aprecia otras virtudes para fortalecer la humildad:
      la modestia, la sobriedad, la mesura, etc.

    Un examen de conciencia:

    • 1. ¿Me doy cuenta y tengo
      siempre presente que nada soy y nada puedo si Dios no
      está conmigo?

    • 2. ¿Consiento pensamientos
      de engreimiento, vanidad y auto-suficiencia, tales como:
      "qué bueno soy", "qué bien hice esto",
      "qué capaz soy", etc.

    • 3. ¿Busco de los
      demás aprobación y reconocimiento?

    • 4. ¿Me doy yo mismo
      aprobación y reconocimiento ?

    • 5. ¿Hablo siempre de
      mí y de mis cosas?

    • 6. ¿Me gusta llevar la voz
      cantante?

    • 7. ¿Me molesto ante
      críticas, ataques y humillaciones?

    • 8. ¿Acepto y reconozco mis
      faltas cuando soy corregido o creo yo tener la
      razón?

    • 9. Cuando sirvo, ¿me
      proyecto yo mismo ?

    • 10. Cuando hablo ¿soy mi
      propia   fuente de
      inspiración?

    • 11. ¿Trato de llamar la
      atención con mi supuesta
      "sabiduría"?

    La verdadera humildad versus humildad
    fingida:

    La verdadera humildad se distingue de la forma falsa de
    humildad que lleva a una hipocresía. Se trata, más
    que de un voluntario desprecio de uno mismo, a una honesta
    valoración de uno mismo como criatura de Dios y de la
    adquisición de la consciencia de que nada somos ni tenemos
    que no nos haya sido dado por Dios, y que todo ello es a fin de
    que podamos servir con la actitud de corazón regida a
    través del Espíritu Santo de Dios.

    La correcta humildad es aquella actitud de
    corazón producida por el fruto del Espíritu que
    debemos cultivar diariamente reconociendo nuestra
    condición de criaturas creada, dependientes y llamadas por
    Dios y que por lo tanto somos valiosos ante los ojos del
    señor y nosotros mismos, sin arrogancia.

      La falsa humildad versus el celo por las
    cosas de Dios. 

    • 1. ¿Puede un verdadero cristiano lleno
      de humildad sentir y expresar indignación cuando es
      acusado falsamente o cuando descubre que en el lugar donde se
      congrega existe errores doctrinales?

    • 2. ¿Puede un creyente humilde enfrentar
      valientemente a aquellos que deliberadamente se oponen a la
      obra y doctrina que Dios envió a través de
      Jesucristo y sus apóstoles?

    • 3. ¿Como reaccionaron Cristo y sus
      apóstoles con los opositores religiosos de su
      tiempo?. 

    Así como nuestro señor Jesús
    demostró una humildad que nosotros tenemos que imitar
    también demostró un celo santo por la obra y
    palabras de su padre que también tenemos que imitar. El
    señor no perdió el don de la humildad cuando
    entró en el templo y con un azote expulsó a los
    mercaderes ladrones que habían invadido la casa de Dios.
    ¿Por que lo hizo? Porque el celo por la obra de Dios
    estaba en Jesús muy por encima de la hipocresía
    permisiva o de aquella falsa humildad de que no se puede "ofender
    a nadie". Jesús confrontó a los líderes de
    su tiempo (fariseos, maestros de la ley) los cuales habían
    añadido a los mandamientos de Dios normas y tradiciones
    que resultaban en pesadas cargas y engaños para el pueblo
    que vivía ignorante de esos engaños o que no se
    atrevían a expresarlos por temor a ser expulsado de la
    sinagoga (la iglesia) y los llamó hipócritas,
    necios, sepulcros blanqueados y el peor de todos los insultos:
    hijos del diablo. ¿Acaso perdió Jesús la
    humildad y la mansedumbre por demostrar el celo y la
    indignación que sentía en contra de dirigentes que
    estaban engañando y explotando al pueblo de Dios? De
    ninguna manera. Jesús siempre fue amable con el pueblo y
    les hablaba con un profundo amor y respeto. Más a los
    líderes religiosos engañadores, Jesús los
    denunciaba públicamente y les decía la verdad en
    sus caras. Lucas 11:37-54. 

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