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Presidencialismo y democracia a propósito del bicentenario



  1. Bicentenario
  2. Presidencialismo y
    democracia
  3. Lo
    diacrónico y lo sincrónico
  4. Consideraciones
    finales

Bicentenario

Recientemente se celebró con retumbos el
"bicentenario de la independencia de Colombia", al menos eso era
lo que se afirmaba por los medios masivos y eso que se trataba
más bien del grito de independencia. Hubo
helicópteros y aviones de la fuerza aérea surcando
el firmamento, hubo paradas militares y un ejercicio de lo
bélico transfigurado en pasión, el dinero de los
impuestos continuó su dilapidación en honor a un
algo devenido más del mundo de lo imaginario que del real,
se trató de un cuerpo sublime tomado por concreto, de una
idea pasando por cosa en una sociedad
posideológica.[1]

Si bien hay palabras (referentes) que remiten a objetos
concretos o a eventos verificables en lo que se concibe como
realidad (referidos), resulta desconcertante ver como cada vez
que se precisa, se emplea toda una infinitud de significantes que
no se relacionan con realidades sensibles o al menos deducibles.
Claro está que existen cosas sin nombre y también
nombres sin cosas (referentes sin referidos), pero que una cosa
no tenga nombre no significa que deje de existir (sólo
hace falta signarla), ni tampoco que al crear nombres para cosas,
esas cosas aparezcan espontáneamente; bueno al menos NO en
la realidad material, aunque sí en el imaginario popular.
En el caso del 20 julio, como tantas otras fechas, y ocasiones,
el juego con las palabras está pretendiendo hacerse
realidad sin poseer realidad. "Bicentenario", ¡de acuerdo!,
se verifica el lapso de tiempo que abarca dos siglos;
¿Independencia?, !qué clase de broma es esta!.
Sí, está bien, ya España no nos controla…
como antes, ahora se trata de nuevos modos de dominio: BBVA,
MOVISTAR, CASA EDITORIAL PLANETA, etc.; Sí, está
bien, ya España no nos domina… esta alacena
norteamericana, europea y hasta oriental que es Colombia (como
también lo es parte de América Latina), ya no tiene
un sólo colonialista, ahora tenemos un sinnúmero de
ellos en forma de transnacional. Cuando se predica que Colombia
es un país soberano cabe preguntarse hasta dónde ha
llegado la alteración semántica del concepto
soberanía, y qué puede significar "país
soberano" cuando nuestras políticas se basan en las
disposiciones de otros (por ejemplo FMI y políticas
económicas en Colombia) que trazan sus designios en
consonancia con sus intereses distantes de los nuestros. Ni somos
independientes, ni soberanos, ni hemos superado la colonia,
¡ahora somos una colonia multipartita!.
¿Habría que dejar el asunto de esta manera?,
¡no siempre está claro el qué hacer!, pensar
diferente siempre produce delirios paranoicos… y
¿cómo no en un país de terratenientes con
ejércitos privados?

Presidencialismo y
democracia

El presidencialismo es una forma de gobierno en la que,
constituida una República, la Constitución
establece una división de poderes entre el poder
legislativo, poder ejecutivo, poder judicial y el Jefe del
Estado, quien además de ostentar la representación
formal del país, es parte activa del poder ejecutivo, como
Jefe de Gobierno. La idea general respecto del presidente es que
su elección se realiza de forma directa por los votantes
de un Estado. A esto podría llamársele democracia
representativa, que implica como idea que los miembros de un
país participan de los asuntos del poder a través
de la representación. Al revisar la situación real
del país, "democracia" no pasa de ser una par de letras
articuladas, un concepto vacio de cuerpo, pues ni el voto refleja
el interés de la población general, ni los
supuestos elegidos representan los intereses de los supuestos
electores.

El sistema presidencial de América Latina es una
estructura importada, cuyos orígenes se encuentran en el
arquetipo de las monarquías absolutas de Europa,
especialmente Francia, en las que la autoridad ejecutiva
residía en la corona. Esta importación ha
significado en palabras de José Martí que "las
ideas y formas importadas… han venido retardando, por su
falta de realidad local, el gobierno lógico" considerando
que al gobierno lógico es el ajuste del ejercicio
político a las peculiaridades de un pueblo, por tanto, el
pensamiento debiera "empezar a ser de
América"[2].

El presidencialismo supondría la
separación clara y suficiente entre el poder ejecutivo y
el legislativo, así como la inexistencia de
vinculación del poder ejecutivo con el partido
político mayoritario en el Congreso, con el objeto de
evitar partidocracias. Por su naturaleza el presidencialismo
implica una menor representación del conjunto social, en
muchos casos las decisiones no son sometidas al consenso entre
distintas facciones políticas representadas en el
Congreso. Por otra parte el presidencialismo presenta una menor
capacidad de respuesta frente a una crisis de gobierno, puesto
que el Congreso no puede cambiar el poder ejecutivo adoptando la
moción de censura, en este sistema se presenta
además una tendencia hacia bipartidismo como su forma
más estable, debido a la necesidad de financiación
y la falta de identidad
política.[3]

La lógica del presidencialismo puede incorporar
trabas para el desarrollo de una democracia, dado que las
atribuciones constitucionales con las que cuenta un presidente le
dan las herramientas suficientes para alterar el statu
quo.

A esta tendencia resulta favorable el dominio que pueda
tener sobre su partido y si éste tiene una presencia
mayoritaria en el poder legislativo, estos factores además
configuran el tipo de relación existente entre el
ejecutivo y el legislativo y el nivel de cooperación o
bloqueo que se va a producir a nivel institucional en una
democracia presidencialista determinada. "Los presidentes ejercen
su influencia principalmente a través de dos vías.
Una, se deriva de los poderes constitucionales inherentes a su
cargo, que le permiten hacer valer sus preferencias en el proceso
legislativo. Otra, es tener control sobre su propio partido y que
este partido tenga el control de la mayoría de los
escaños".[4] Los poderes legislativos del
presidente y el apoyo con el que cuenta por parte del partido,
destacan como ejes fundamentales para calibrar la capacidad del
ejecutivo para implementar planes de gobierno y acciones
públicas. Ambos ejes pueden complementarse o neutralizarse
entre ellos, de manera que un Ejecutivo con poderes
constitucionales débiles, puede tener una capacidad de
agenda política muy fuerte si cuenta con un apoyo
mayoritario en la cámara o cámaras legislativas.
Del mismo modo, pero a la inversa, un presidente que no cuenta
con el apoyo del partido mayoritario en el Congreso, puede
obtener un buen margen para gobernar si la constitución le
atribuye una serie de poderes legislativos que lo facultan para
introducir los cambios que él considere
pertinentes.[5]

En América Latina el presidente se ha convertido
en el centro del poder político, de la integración
nacional, de la orientación del Estado y de las relaciones
internacionales. Al mismo tiempo ha encarnado la tradición
cultural, los valores y los consensos sociales, en esta medida
América Latina ha sido propensa a la seducción del
populismo.

Al crecimiento del poder ejecutivo ha correspondido un
debilitamiento del legislativo y del judicial, que
históricamente ha desembocado en
autoritarismo.[6] A falta de fortaleza del
legislativo, que tiene constitucionalmente un papel muy
restringido, el presidente ocupa casi todo el espectro
político, mientras que el Congreso se limita
fundamentalmente a ser el espacio de la representación de
intereses y partidos y de tramitación de las leyes,
[7]factores que en comunión, minan el
posible ejercicio de la democracia, o hacen de la supuesta
democracia una plataforma de legitimación haciendo pasar
por horizontal una relación que en el fondo tras su
apariencia es de verticalidad.

Lo diacrónico
y lo sincrónico

En un periodo histórico la justificación
de la posición y potestad de un rey, encontraba sustento
en las determinaciones de Dios cuya voz era escuchada
exclusivamente por los líderes de la religión
dominante. Cuando tal justificación ya no fue suficiente y
las condiciones de producción material se modificaron en
el tránsito hacia el capitalismo, los nuevos dirigentes
hallaron justificación en la idea del contrato, Dios fue
reemplazado por la noción democracia que a su vez
justifica la existencia de la persona jurídica llamada
Estado, y en relación a esta misma lógica la
irrefutable biblia fue reemplazada por la estatuida
constitución.

Según Marx en el capitalismo las relaciones
interpersonales de dominio y esclavitud de la época feudal
se disfrazan "bajo la forma de relaciones sociales entre las
cosas, entre los productos del trabajo". De este modo, con el
establecimiento de la sociedad burguesa, la idea de sujetos
libres del amo y por tanto sin servidumbre toma cuerpo. Las
relaciones de dominio y servidumbre no desaparecen sino que se
reprimen. Y esta verdad reprimida –la continuación
del dominio y la servidumbre- retorna en un síntoma que da
al traste con las ideas de igualdad y libertad. El síntoma
que inventa Marx, su hallazgo, son "las relaciones sociales entre
las cosas", el proletariado.[1]

Consideraciones
finales

En una sociedad posideológica, de dominio y
control que suele servirse de los medios masivos de
masificación m.m.m. (inclúyase al universidad
privada), los contenidos conceptuales y la información
transmitida tienden a orientarse hacia la "producción y
reproducción de las ideología dominantes"
[8]En tal sentido los medios masivos, la
educación superior privada, llegan a hacerse parte del
aparato ideológico del sistema imperante, contribuyendo en
la generación de teorías acomodadas a los intereses
de las clases dominantes, para integrar la sociedad a su acomodo,
imponiendo su concepción de mundo, sus valores y
comportamientos. De este modo se apoya y legitima la
reproducción del orden social actual, manteniendo las
relaciones de dominio y explotación. Las ideologías
alimentadas, mantenidas y justificadas en las universidades
privadas, de modo consciente o no, presentan los intereses
particulares de la clase dominante cual si fueran comunes a la
mayoría de grupos sociales, así se contribuye "a la
domesticación de los
dominados"[9].

El sistema político que vivimos hoy en día
es claramente una importación europea y el pensamiento
político bebe de una fuente euro-céntrica que por
su naturaleza dista de las peculiaridades de
Latinoamérica, ante tal panorámica la academia
puede ser continuadora u objetar tales contenidos.

A este respecto José Martí expresaba
"¿Cómo han de salir de las universidades los
gobernantes, si no hay universidad en América donde se
enseñe lo rudimentario del arte del gobierno, que es el
análisis de los elementos peculiares de los pueblos en
América?" [10]sin embargo, el asunto ha
mostrado cambios que están en proceso, la universidad
pública del presente puede presentarse como el ente capaz
de transmitir y producir puntos de vista críticos de la
realidad social propia y no de la ajena, oponiéndose en
gran medida a las interpretaciones oficiales y dominantes, en
conformidad el punto de vista de Martí era que "en el
periódico, en la cátedra en la academia, debe
llevarse adelante el estudio de los factores reales del
país", según lo cual "el premio no ha de ser para
la mejor oda, sino para el mejor el mejor estudio de los factores
del país en que se vive. [11]

En el espacio académico que Martí se
figuraba, los estudiantes "leen para aplicar, pero no para
copiar. Los economistas estudian la dificultad en sus
orígenes" y en vez de la mera teorización, "las
academias discuten temas viables." [12]En efecto
la universitas pública debe ser parte del campo donde se
dé la lucha simbólica por "imponer la
definición del mundo social más conforme a los
propios intereses"[13], el intelectual debe ser
como el intelectual orgánico propuesto por Gramsci, un
individuo que extrae su sapiencia de la savia de su entorno; pero
la tarea no se debe agotar en la mera producción de
intelectuales, de significados, de críticas de mundo, debe
consistir en la eficaz incidencia sobre la sociedad a partir de
la potente herramienta del conocimiento. "El gobierno ha de nacer
del país. El espíritu del gobierno ha de ser del
país. La forma del gobierno ha de avenirse a la
constitución propia del país. El gobierno no es
más que el equilibrio de los elementos naturales del
país," [14]"conocer el país, y
gobernarlo conforme al conocimiento, es el único modo de
librarlo de tiranías" [15]

La labor de la academia según esta
panorámica ya está y ha venido estando definida. En
ella destaca una pléyade de intelectuales e
investigadores, aún así tal sapiencia no sabe
descollar por su eficacia transformadora y constructora de
sociedad, ni si quiera en la defensa efectiva de sus intereses.
Las dinámicas universitarias están siendo
absorbidas por el sistema, los intelectuales y sus
discípulos han visto como las directrices devenidas de los
gobiernos se van ejecutando sin que la institución haga
mayor cosa para contrarrestar la situación, súmese
a lo anterior que la presencia social de los egresados de la
universidad nacional es tan poca que casi es invisible. Al
parecer algo puede estar fallando en la cátedra que no se
está formando la cantidad suficiente de sujetos de
acción, teóricos no del topus uranus sino
individuos de "la filosofía de la praxis", como
discurrió en su tiempo Grmasci.

Esta situación es preocupante pues el sentido de
la educación es incidir en los cambios necesarios que
exige una sociedad como la nuestra, desigual e inequitativa donde
se vive la teoría invertida del Robin Hood por la cual el
rico roba a los pobres para darle a los ricos, donde
líderes autoritarios a través del aparato militar,
el aparato jurídico y el aparato gubernamental legalizan
infames procesos de expropiación de tierras, asesinan,
desplazan y matan de hambre a los sectores más vulnerables
de la población, en tanto sobrecargan a las clases medias
y favorecen a las clases altas, esto por mencionar no más
y brevemente algunas cosas de su largo itinerario.

La clave de la acción social a partir de la
herramienta del conocimiento universitario, la
transubstanciación de la teoría a la
transformación de la sociedad, puede hallarse en materias
como sistemas políticos, en esta el trabajo del
docente en la escogencia y orientación de los temas es
primordial puesto que, como agente ideológico, el
contenido cultural que transmite, "es el elemento al cual se
subsuman o consustancian los propios contenidos
ideológicos de la educación como contenido del
poder"[16]. Así, el ejercicio está
bien orientado, un docente no debe limitarse a ser repetidor de
unos cuantos datos que ha memorizado y mecanizado a fuerza de
insistir en lo mismo durante años; antes bien, debe ser un
agente social actuando en la transformación positiva de su
entorno, y por supuesto, un agente ideológico,
discurriendo sobre los eventos a su alrededor, poniéndolos
en tela de juicio si así se precisa, justificando
argumentativamente su punto de vista y enseñando sobre la
transformación de aquello que de este modo lo requiere.
Los temas escogidos por un docente como agente ideológico,
son fundamentales para ampliar la perspectiva social, para
sembrar la sana duda e incentivar el importantísimo
espíritu crítico. Pero esto no concluye
allí, sino que todos y cada uno de sus estudiantes deben
optar por ser a su vez agentes sociales y agentes
ideológicos que operan sobre su realidad en tanto que esta
así se lo reclama.

Pero las consideraciones sobre la realidad
política del país, en las circunstancias actuales
ya no son suficientes, el pensamiento debe ampliar su
dimensión hacia el bloque de la América
Latina.

En cuanto al auto-reconocimiento de América
Latina Martí consideraba que era mínimo y que se
veía a si misma como una copia europea. Actualmente la
situación no ha variado mucho de modo que la
invitación sigue siendo vigente: "los pueblos que no se
conocen han de darse prisa para conocerse"[17],
"El deber de nuestra América es enseñarse como es"
[18]no sea que "los gigantes que llevan siete
leguas en las botas" [19]se las sigan poniendo
encima, se precisa el "estudio oportuno, y la unión
tácita y urgente del alma continental" .
[20]

 

 

Autor:

Fayver Carrillo

 

[1] Respecto de la sociedad
posideológica. Zizek El sublime objeto de la
ideología pág. 46

[2] José Martí.
Colección pensadores latinoamericanos. Nuestra
América. Págs. 47 y 48

[3]
es.wikipedia.org/wiki/Presidencialismo

[4]
http://www.iigov.org/resenas/?p=tema1/resena0127.htm. Matthew
Soberg Shugar & Scott Mainwaring. Presidencialismo y
democracia en América Latina.

[5] Ibíd.

[6]
es.wikipedia.org/wiki/Presidencialismo

[7] Ibíd.

[1] Protocolo de exposición No. 5
pág. 3

[8] Miguel de castilla Urbina. Ejercicios de
sociología de la educación. ANICS
(Asociación Nicaragüense de científicos
sociales). Nicaragua 1981. pág. 2.

[9] Bourdieu, Sobre el poder simbólico
pág. 94

[10] José Martí.
Colección pensadores latinoamericanos. Nuestra
América. Pág. 46

[11] Ibíd. Pág. 46

[12] Ibíd. Pág. 50

[13] Bourdieu, Sobre el poder
simbólico pág. 94

[14] Ibíd. Pág. 45

[15] Ibíd. Pág. 46

[16] Miguel de castilla Urbina. Ejercicios de
sociología de la educación. ANICS
(Asociación Nicaragüense de científicos
sociales). Nicaragua 1981. pág. 6.

[17] Ibíd. Pág. 43

[18] Ibíd. Pág. 50

[19] José Martí.
Colección pensadores latinoamericanos. Nuestra
América. Pág. 46

[20] Ibíd. Pág. 52

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